Puede que los llamen «La Guardia de Palacio», o «La Guardia de la Ciudad» o «La Patrulla». Sea cual sea el nombre, su función en cualquier obra de fantasía heroica es siempre la misma: más o menos a la altura del capítulo Tres (o a los diez minutos de empezar la película) entran a saco en una habitación, van atacando al héroe de uno en uno, y mueren por orden. Nadie les pregunta nunca si es eso lo que quieren hacer.
Este libro lo dedico a esos abnegados hombres.
Y también a Mike Harrison, Mary Gentle, Neil Gaiman y a todos los demás que me ayudaron o se rieron con mi idea del Espacio-B; lástima que ninguno seamos licenciados en física…