Notas

1

Asociación cristiana de jóvenes que acoge en albergues económicos a transeúntes necesitados. (N. del T.).

2

Se refiere, al parecer, a los jesuitas (N. del T.).

3

Véanse los escritos de: G. Kreuzmann, Geschichte der Molche. Hans Tietze, Der Molch des XX. Jahrhunderts. Kurt Wolff, Der Molch und das deutsche Volk. Sir Herbert Owen, The Salamanders and the British Empire. Giovanni Focaja, L'evoluzione degli anfibii durante il Fasásmo. León Bonnet, Les Urodéles et la Société des Nations. S. Madariaga, Las salamandras y la civilización, y muchos otros.

4

Véase La Guerra de las Salamandras, primera parte, capítulo XII.

5

Como prueba de ello publicamos el primer recorte de la colección del señor Povondra:


EL MERCADO DÉ LAS SALAMANDRAS

(CTK) Según las últimas noticias publicadas por el Sindicato de las Salamandras a fines del trimestre, ha aumentado la venta de éstas en un treinta por ciento. En tres meses han sido entregados casi setenta millones de salamandras, sobre todo a países del sur y del centro de América, Indochina y a la Somalia italiana.

Próximamente se iniciará la profundización y ampliación del Canal de Panamá, la limpieza del puerto de Guayaquil y la remoción de algunos bancos de arena y piedras existentes en el estrecho de Torres. Estos trabajos ciencia, y costas, significarían, según cálculos aproximados, la colocación de nueve mil metros cúbicos de tierra firme. La construcción de una fuerte isla para la aviación en la línea Madeira-Bermudas, se piensa iniciar en la próxima primavera. Se continúa con el relleno de las islas Marianas, bajo dominio japonés; hasta ahora, se han ganado al mar ochocientos cuarenta mil acres de nueva tierra firme, entre las islas Tinian y Saipan. En vista de la creciente demanda, el precio de las salamandras continúa firme, siendo: Leading, 61, Team, 620. Se cuenta con suficientes reservas.

6

Estos obstáculos los evidencia, por ejemplo, la siguiente noticia recortada por el señor Povondra de un periódico, y que no tiene fecha alguna:


¿SE AISLA INGLATERRA DÉ LAS SALAMANDRAS?

(REUTER) A la pregunta del señor J. Leeds, miembro de la Cámara de los Comunes, contestó hoy Sir Samuel Mandeville que el Gobierno de su Majestad ha cerrado el Canal de Suez para toda clase de transporte de salamandras. Además, no permitirá que ninguna salamandra trabaje en las costas o aguas territoriales de las Islas Británicas. El motivo de estas decisiones, declaró Sir Samuel, es, por una parte, la seguridad de las costas británicas y, por otra, la validez de las leyes y contratos sobre la eliminación del tranco de esclavos.

A la pregunta de un miembro del Parlamento, el señor B. Russels, contestó Sir Samuel que este punto de vista no se refiere, desde luego, a los dominios y colonias británicos.

7

Usaban para ello pistolas casi corrientes, inventadas por el ingeniero Mirek Safránek y producidas en la empresa Zbrojovka de Brno.

8

Con referencia a esto, publicamos la siguiente noticia de la prensa:


MOVIMIENTOS HUELGUÍSTICOS EN AUSTRALIA

(Havas) El jefe de las Trade-Unions australianas Harry Mac Ñamara ha anunciado la huelga general de los obreros portuarios, de transportes, electricidad y otros. Los dirigentes de las organizaciones sindicales piden que se establezca una severa limitación en la importación de salamandras a Australia, según la ley de inmigración. Por otra parte, los granjeros australianos se esfuerzan por que sea permitida la importación de salamandras, ya que la aumentación de éstas aumenta considerablemente el consumo de maíz nacional y de sebos, sobre todo el de oveja. El Gobierno se esfuerza por llegar a un compromiso. El Sindicato de las Salamandras ha propuesto pagar a las Trade-Unions seis chelines por cada salamandra importada. El Gobierno está dispuesto a comprometerse a que las salamandras sean empleadas solamente en el agua y que, por cuestiones de decencia, no salgan del agua más que unos 65 cms., o sea, hasta la altura del pecho. Las Trade-Unions insisten en que 20 cms. y 10 chelines suplementarios como cuota de inscripción. Parece ser que se llegará a un acuerdo, con la contribución de la hacienda estatal.

9

Publicamos un interesante documento de la colección del señor Povondra:


LAS SALAMANDRAS SALVAN LA VIDA A 36 NÁUFRAGOS

Madras, 3 de abril

En el puerto de este lugar chocó el barco Indian Star contra una embarcación que conducía a cuarenta indígenas, y que se hundió inmediatamente. Antes de que llegasen al lugar del suceso las barcas de la policía, acudieron en ayuda de los náufragos las salamandras que trabajaban en la limpieza del puerto, y condujeron a la orilla a 36 personas. Una salamandra salvó ella sola a tres mujeres y dos niños. Como recompensa por este acto heroico, las salamandras han recibido una carta de agradecimiento de las autoridades locales, metida en un estuche impermeable.

En cambio, los naturales del lugar están indignados de que se haya permitido a las salamandras tocar a los náufragos, gente de casta superior. Consideran a las salamandras sucias y repugnantes. En el puerto se congregaron unos cuantos miles de personas que exigían se prohibiese a las salamandras subir al muelle. La policía, sin embargo, logró restablecer el orden. Hubo tres muertos y ciento veinte heridos. A las diez de la noche había renacido la tranquilidad. Las salamandras continúan su trabajo en el puerto.

10

Consideren ustedes el siguiente recorte, de gran interés, por desgracia escrito en una lengua desconocida y, por lo tanto, intraducibie:


SAHT NA KCHRI TE SALAAM ANDER BWTAT

Saht gwan t'lap ne Salaam Ander bwtati og t'chenl bechri ne Simbwana m'bengwe ogandi sukh na moi-moi opwana Salaam Ander sri m'oana gwen's.

Og di limbw, og di bwtat na Salaam Ander Kchri p'we ogandi p'we o'gwandi te ur maswali sukh? Na, ne ur lingo t'Islamli kcher oganda Salaam An-drias sahti. Bend op'tonga kchri Simbwana medh, salaam!

11

Una prueba característica la proporciona la encuesta organizada por el diario Daily Star sobre el tema: «¿Tienen alma las salamandras? Citaremos algunas respuestas a esta encuesta (desde luego, sin hacernos responsables de su veracidad), de ciertas personalidades destacadas:


DEAR SER:

mi amigo, el reverendo H.B. Bertram y yo, hemos observado durante largo tiempo a las salamandras que trabajaban en el dique de Aden. También hablamos con ellas dos o tres veces y nunca tropezamos con demostración o muestras de altos sentimientos, como son: Honor, Fe, Patriotismo o Espíritu Deportivo. ¿Y qué otra cosa, pregunto yo, podemos considerar como alma?

Respetuosamente suyo

Coronel W. Britton


No he visto nunca una salamandra, pero estoy convencido de que seres que no producen música, tampoco tienen alma.

Toscanini


Dejemos a un lado la cuestión del alma. Cuando he observado al Andrias he advertido que no tienen individualidad, parecen ser unos iguales a otros, igualmente aplicados, igualmente capaces e igualmente inexpresivos. En una palabra: completan un cierto ideal de la civilización moderna, o sea, El Término Medio.

André d'Artois


Decididamente, no tienen alma. En eso se parecen al hombre.

Suyo G.B. Shaw


Su pregunta me llena de confusión. Sé, por ejemplo, que mi perrito chino Bibí tiene una almita encantadora, igual que mi gatito persa Sidi Hanum, ¡qué alma más formidable y cruel! Pero, ¿las salamandras? Son bien dispuestas e inteligentes esas pobrecitas; saben hablar, contar y ser terriblemente útiles. ¿Pero son tan feas!

Suya Madeleine Roche


Que haya salamandras, con tal de que no haya marxistas.

Kurt Huber


No tienen alma. Si la tuvieran, tendríamos que reconocerles igualdad económica con el hombre, lo que sería absurdo.

Henry Bond


No tienen sex-appeal. Por eso mismo, no tienen alma.

Mae West


Tienen alma lo mismo que cada ser y cada planta, como la tiene todo lo que vive. ¿Grande es el misterio de la vida toda!

Sandrabharata Nath


Tienen un interesante estilo y técnica de natación, podemos aprender mucho de ellas, sobre todo en la natación a grandes distancias.


JOHNY WEISMÜLLER

12

Véase el libro: Madame Louise Zimmerman, sa Vie, ses Idees, son Oeuvre (Alcan). Citamos de dicha obra los recuerdos de una salamandra que se contaba entre sus primeros discípulos:


«Nos recitaba fábulas de La Fontaine sentada en nuestro sencillo, pero limpio y cómodo estanque; sufría, desde luego, a causa de la humedad, pero nada le importaba, entregada como estaba por completo a sus tareas de enseñanza. Nos decía “mis chinitos” porque, lo mismo que los chinos, tampoco podíamos pronunciar la “r”. Al cabo de algún tiempo se acostumbró tanto a ello, que pronunciaba su nombre “Zimmelman”. Todas la adorábamos, y los pequeños que no tenían todavía desarrollados los pulmones y, por lo tanto, no podían salir del agua, lloraban al no poderla acompañar durante sus paseos por el jardín de la escuela. Era tan comedida y amable que, hasta donde alcanzo a saber, solamente se enfadó una vez. Fue cuando nuestra joven maestra de historia, en un día calurosísimo de verano, se puso el bañador y se metió con nosotras en el estanque, donde nos explicó la lucha por la libertad de los Países Bajos, sentada con el agua hasta el cuello. Aquella vez nuestra querida señorita Zimmerman se enfadó seriamente: “¡Vaya en seguida a secarse, señorita, vaya, vaya!”, le gritó con lágrimas en los ojos. Para nosotras fue una delicada, pero comprensible lección de que, después de todo, nuestro lugar no está entre la gente. Más tarde hemos agradecido a nuestra madre espiritual el haber grabado esta verdad en nuestra mente de una forma tan decidida y sutil.

Cuando aprendíamos bien, nos leía como recompensa versos modernos, como los de Franqois Coppée. “Es, desde luego, moderno”, decía, “pero, después de todo, también esto se considera hoy buena educación”. Al terminar el año escolar fue organizada una fiesta pública, a la que asistió el prefecto de Niza además de otras altas personalidades oficiales. Los alumnos más inteligentes y destacados, que ya tenían pulmones, fueron secados por el conserje y vestidos con una especie de túnicas blancas. Después recitaron tras un fino telón (para que las damas no se asustasen), las fábulas de La Fontaine, fórmulas matemáticas y la dinastía de los Capetos acompañada de las correspondientes fechas. Luego el señor prefecto, en un hermoso y largo discurso, expresó su reconocimiento y dio las gracias a nuestra querida directora, con lo que terminó el día felizmente. Tanto como de nuestro progreso espiritual, se preocupaban también de nuestra felicidad corporal. Una vez al mes nos examinaba un veterinario, y cada medio año nos pesaban para ver si teníamos el peso apropiado. Nuestra extraordinaria protectora trataba de convencernos, principalmente, de que dejásemos la costumbre vergonzosa y primitiva de la Danza de la Luna. Me avergüenza decir que, a pesar de ello, algunos alumnos mayores se entregaban durante el plenilunio a estas vergonzosas muestras de animalidad. Espero que nuestra maternal amiga no se enterase, pues ello hubiera deshecho su grande y noble corazón.»

13

Entre otras cosas, el famoso filólogo Curtius propuso en su obra lanua linguarum aperta, que se adoptase como lengua única para las salamandras el latín de la Edad de Oro de Virgilio. «Hoy está en nuestras manos» decía, «que el latín, la lengua más perfecta, más rica y más extensa en reglas gramaticales y científicamente más trabajada, se convierta de nuevo en una lengua mundial viva. Si la humanidad culta no aprovecha esta ocasión, háganlo ustedes mismas, salamandras, gens marítima. Elijan como su lengua materna eruditam linguam latinam, la única lengua digna de ser hablada en el orbis terrarum. Inmortal será vuestro mérito, salamandras, si resucitáis a una nueva vida la lengua eterna de los dioses y los héroes, porque en esta lengua, gens Tritonum, recibiréis también algún día la herencia de Roma, gobernadora del mundo.»

Por otra parte, cierto empleado de telégrafos de Letonia llamado Wolteras, junto con el pastor eclesiástico Mendelius, inventó o preparó un lenguaje para salamandras llamado «lengua póntica». En ella aprovechó los elementos de todas las lenguas del mundo, principalmente los dialectos africanos. Este «salamandrio», como también se le llamaba, consiguió extenderse principalmente en los Estados nórdicos pero, por desgracia, sólo entre los seres humanos. En Upsala se creó una cátedra para la enseñanza del salamandrio, pero, según se sabe, no había ni una salamandra que hablase dicho idioma. La lengua más extendida entre las salamandras era el inglés básico que, más tarde, se convirtió en su lengua oficial.

14

Publicamos un artículo de la pluma de Jaromír Seidl-Novometsky, conservado en la colección del señor Povondra.


NUESTRO AMIGO DE LAS ISLAS GALÁPAGOS

En viaje con mi esposa, la poetisa Jindra Seidlová-Chrudimská, para que la magia de las nuevas emociones nos hiciera olvidar en parte la muerte de nuestra noble tía, la escritora Bohumila Jandová-Stresovická, llegamos a las solitarias Islas de los Galápagos, coronadas de tantas leyendas. Disponíamos de dos horas, que aprovechamos para pasear por la playa de una de estas islitas del abandonado archipiélago. «Mira qué hermosa puesta de sol», le dije a mi esposa. «¿No te parece como si el firmamento se ahogara en una inundación de oro y sangre?»

«¿El señor es checo?», oí decir a mi espalda en puro y verdadero checo.

Volvimos sorprendidos la cabeza en dirección a la voz. No había nadie, a excepción de una gran salamandra que estaba sentada en las rocas y sostenía entre sus manos algo parecido a un libro. Durante el curso de nuestro viaje alrededor del mundo habíamos visto ya varias salamandras pero, hasta entonces, nunca habíamos se tenido ocasión de hablar con ellas. Por eso comprenderá el amable lector nuestra sorpresa cuando, en un litoral tan abandonado, nos encontramos con Andrias y, además, le oímos hacer una pregunta en nuestro propio idioma.

«¿Quién habla ahí?», exclamé en checo.

«Yo me permití ese atrevimiento, señor», contestó la salamandra levantándose respetuosamente. «No he podido remediarlo al oír, por primera vez en mi vida, hablar en lengua checa.»

«¡Cómo!», exclamé maravillado, «¿usted habla checo?»

«Precisamente estaba entretenido en la conjugación del verbo irregular “ser”», contestó la salamandra. «Este verbo, en realidad, es irregular en todas las lenguas.»

«¿Cómo, dónde y por qué ha aprendido usted checo?», pregunté yo.

«La casualidad hizo llegar a mis manos este librito», contestó la salamandra, dándome el que tenía en sus manos. Era Lengua checa para salamandras y sus hojas llevaban huellas de un constante y aplicado uso. «Ha llegado hasta aquí junto con un envío de libros instructivos. Podría haber elegido una Geometría para Cursos Superiores de las escuelas de enseñanza media, una Historia de la Táctica Militar, la Guía de las Dolomitas o los Principios del bimetalismo. Sin embargo, preferí este libro, que se ha convertido en mi mejor amigo. Ya me lo sé completamente de memoria y, a pesar de ello, siempre encuentro en él fuente de entretenimiento y enseñanza».

Mi esposa y yo demostramos nuestra alegría y admiración ante esta noticia y al oír su pronunciación casi comprensible.

«Por desgracia, no hay aquí nadie con quien pueda hablar checo», nos confió con modestia nuestro amigo. «Y no sé exactamente si el séptimo caso de la declinación de la palabra “caballo” es kun, koni o konmi.»

«Konmi», dije.

«¡Oh, no! koni», exclamó vivamente mi esposa.

«¿Sería usted tan amable de contarme qué hay de nuevo en Praga, la ciudad de las cien torres?», exclamó nuestro simpático amigo con entusiasmo.

«No puede usted imaginarse cómo crece», contesté entusiasmado por su interés, y, en unas cuantas palabras, le dibuje el florecimiento de nuestra dorada metrópoli.

«¡Qué noticias tan agradables!», dijo la salamandra sin ocultar su satisfacción. «¿Todavía están colgadas en la torre del puente las cabezas de los nobles checos ajusticiados?»

«Hace tiempo que no», le contesté un poco sorprendido (lo reconozco), ante aquella pregunta.

«¡Qué lástima!», exclamó la salamandra con simpatía. «Era un extraordinario recuerdo histórico. Clama al cielo que tantos recuerdos notables fueran destrozados en la Guerra de los Treinta Años. Si no me equivoco, la tierra checa quedó entonces convertida en un desierto, cubierta de sangre y lágrimas.»

«¿A usted le interesa nuestra historia?», exclamé lleno de alegría.

«Desde luego, señor», aseguró la salamandra. «Sobre todo, el desastre de la Montaña Blanca y la esclavitud de los trescientos años. He leído mucho sobre todo ello en este libro. Deben de estar ustedes muy orgullosos de su esclavitud de los trescientos años. Fue una gran época, señor.»

«Sí, una dura época», expliqué yo, «época de opresión y de cólera.»

«¿Y gimieron ustedes?», preguntó nuestro amigo con gran interés.

«Gemimos, sufriendo indescriptiblemente bajo el yugo de nuestros opresores.»

«¡Cuánto me alegro!», suspiró la salamandra. «Mi libro lo dice así, exactamente, y estoy muy contento de que diga la verdad. Es un libro precioso, señor, mejor que la Geometría para Cursos Superiores. Me gustaría había sociedades protectoras de animales que se preocupaban febrilmente de que no se las tratara con crueldad o inhumanidad. Gracias a su constante intervención se consiguió que, casi poder visitar un día el lugar histórico en que fueron ajusticiados los Señores de Bohemia, como también otros sitios donde se cometieron cruentas injusticias.»

«¿Por qué no visita nuestro país?», le propuse de todo corazón.

«Gracias por su amable invitación», se inclinó la salamandra. «Por desgracia, no es tanta mi libertad.»

«Nosotros la compraríamos», exclamé yo. «Quiero decir, por medio de una colecta nacional podríamos proporcionarle los medios…»

«Mis más sinceras gracias», murmuró nuestro amigo visiblemente conmovido, «pero he oído decir que el agua del Vltava no es muy buena. ¿Sabe usted? Sufrimos disentería en aguas turbias.» Después meditó un momento y dijo: «Tampoco podría abandonar mi querido jardín.»

«Yo soy una jardinera entusiasta», exclamó mi esposa. «No sabe cuánto le agradecería que me enseñase la flora de aquí.»

«Con gran placer, honorable señora», dijo la salamandra inclinándose respetuosamente al hablar, «si no le importa a usted que mi jardín esté bajo el agua.»

«¿Debajo del agua?»

«Sí, unos metros bajo el agua.»

«¿Y qué flores cultiva usted?»

«Flores marinas en múltiples y raras variedades», respondió la salamandra. «También estrellas marinas y pepinos de mar, sin contar las matas de corales. ¡Bendito sea el que cultivó para su patria una flor, un injerto!, como dice el poeta.»

Sentíamos mucho el marcharnos, pero nuestro barco daba ya señal de partida.

«¿No desea encargamos algo, señor… señor…?»

«Me llamo Boleslav Jablonsky», advirtió apresuradamente la salamandra. «Me parece un nombre muy bello, señor, lo he elegido del libro.»

«¿Qué quiere usted decirle a nuestra nación, señor Jablonsky?»

La salamandra quedó pensativa un momento.

«Dígales a sus compatriotas», dijo profundamente emocionada, «dígales… que no se dejen arrastrar por la vieja discordia eslava, que conserven agradecidos el recuerdo de Lipany, ¡y sobre todo, de la Montaña Blanca! Salud, mis respetos», terminó de pronto, tratando de ocultar sus sentimientos.

Nos fuimos al bote pensativos y conmovidos. Nuestro amigo, subido en las rocas, nos saludaba emocionado; parecía decir algo.

«¿Qué grita?», preguntó mi señora.

«No sé», le dije, pero me pareció oír: «Recuerdos al alcalde, Dr. Baxa.»

15

Sobre todo en Alemania se prohibieron las vivisecciones; desde luego, sólo a los científicos judíos.

16

Según parece, se trataba también de una decisión en defensa de la moral. Entre los papeles del señor Povondra se encontraron proclamas en muchos idiomas, publicadas seguramente en toda la prensa mundial y firmadas por la misma duquesa de Huddersfield, que decían:

«LA LIGA PARA LA PROTECCIÓN DE LAS SALAMANDRAS SE DIRIGE PARTICULARMENTE A VOSOTRAS, MUJERES, PARA QUE EN INTERÉS DE LA DECENCIA Y LAS BUENAS COSTUMBRES CONTRIBUYÁIS CON EL TRABAJO DE VUESTRAS MANOS A UN GRAN MOVIMIENTO, CUYO FIN ES PROCURAR A LAS SALAMANDRAS UNA VESTIMENTA ADECUADA. LO MÁS APROPIADO ES UNA FALDITA DE 40 CM. DE LARGO Y 60 CM. DE ANCHO, PREFERIBLEMENTE CON ELÁSTICO EN LA CINTURA. ACONSEJAMOS LAS FALDAS PLISADAS, QUE SIENTAN MEJOR Y PERMITEN UNA MAYOR LIBERTAD DE MOVIMIENTO. PARA LAS REGIONES TROPICALES BASTA UNA ESPECIE DE DELANTAL CON CINTAS, PARA ATARLO EN LA CINTURA, HECHO DE CUALQUIER CLASE DE TELA, POR EJEMPLO, DE CUALQUIER VESTIDO USADO. CON ESTO AYUDARÉIS A LAS DESGRACIADAS SALAMANDRAS Y NO TENDRÁN QUE PRESENTARSE DESNUDAS EN PÚBLICO, LO QUE OFENDE SU PUDOR Y CAUSA MALA IMPRESIÓN ENTRE LAS PERSONAS DECENTES, ESPECIALMENTE EN LAS MUJERES Y MADRES.»

Según parece, esta campaña no logró los resultados esperados. No hubo ni una salamandra que consintiera en llevar falditas o delantales; seguramente, porque les molestaba en su trabajo bajo el agua y se les sostenían con dificultad. Cuando más tarde se construyeron vallas para separarlas de las personas, se acabaron por ambas partes los motivos de vergüenza y las impresiones desagradables.

Con respecto a nuestra alusión de que era preciso proteger a las salamandras contra posibles molestias, nos referíamos particularmente a los perros, que nunca congeniaron con ellas y las perseguían furiosamente hasta bajo el agua, sin importarles que se les inflamasen las mucosas de los hocicos cuando mordían a alguna salamandra fugitiva. A veces las salamandras se defendían, y más de un magnífico perro fue deshecho a golpes de pico o hacha. Entre los perros y las salamandras se desarrolló, podríamos decir, una larga y mortal enemistad que nada pudo mitigar. Por el contrario, todavía creció y se fortaleció con la construcción de las vallas. Pero esas cosas suceden muchas veces, y no solamente entre los animales.

Entre paréntesis diremos que aquella vallas de hormigón que en algunos lugares tenían kilómetros y kilómetros de longitud a lo largo de las costas, fueron aprovechadas con fines educativos. A todo lo largo de ellas se pintaron carteles con lemas apropiados para las salamandras, como, por ejemplo:

Vuestro trabajo es vuestro éxito. — ¡Aprovechad cada segundo! El día sólo tiene 86,400 segundos. — El valor de cada uno es igual al del trabajo que realiza. — ¡Un metro de dique puede ser construido en 57 minutos! — El que trabaja sirve a todos. — ¡El que no trabaja, no come!

17

Publicamos a continuación el primer Proceso de las Salamandras, que tuvo lugar en Durban y que fue ampliamente comentado en la prensa mundial (véanse los recortes del señor Povondra):


Las autoridades marítimas de A. tenían empleada una colonia de salamandras. Éstas se multiplicaron de tal manera con el tiempo que ya no les bastó el lugar que habitaban, por lo que establecieron varias colonias de renacuajos en las costas vecinas. El hacendado B., al que pertenecía parte de aquella costa, pidió a las autoridades marítimas que se llevasen las salamandras de su litoral privado, ya que allí tenía su piscina. Las autoridades marítimas contestaron que cuando las salamandras ocupaban alguna parte de litoral, éste pasaba a ser su propiedad privada. Mientras estas discusiones se prolongaban adecuadamente, empezaron las salamandras (en parte por condición natural y en parte por el entusiasmo hacia el trabajo que se les había inculcado al educarlas), sin orden ni permiso alguno, a construir diques y embarcaderos en la costa del señor B. Entonces éste presentó una denuncia por perjuicio a su propiedad. Dicha denuncia fue rechazada en primera instancia, basándose en el hecho de que la propiedad del señor B. no había sido dañada con las obras sino, más bien, perfeccionada. En segunda instancia se dio la razón al denunciante, basándose en que nadie tiene obligación de soportar en su terreno animales que críe su vecino y, por lo tanto, las autoridades marítimas de A. tenían que reparar los perjuicios causados por sus salamandras, lo mismo que el campesino paga los daños ocasionados por sus animales domésticos. La parte denunciada protestó diciendo que no podía encerrar a las salamandras en un pedazo de mar y que, por lo tanto, no era responsable de lo que hiciesen. A esto contestó el juez que de los daños causados por las salamandras hay que responder, lo mismo que se responde de los que ocasionan las gallinas, aunque a éstas tampoco se las pueda encerrar, porque tienen alas y vuelan. El abogado de las autoridades marítimas preguntó de qué forma tenían sus clientes que trasladar a las salamandras o convencerlas para que abandonasen la costa del señor B. El juez contestó que eso no era de su incumbencia. El abogado preguntó qué le parecería al juez si las autoridades marítimas de A. hicieran matar a todas esas desagradables salamandras, contestándole el juez que, como gentleman británico, le parecería una solución poco apropiada y, además, como una violación del derecho del señor B. a la caza. La parte demandada estaba obligada a retirar las salamandras de la propiedad del demandante y, además, a reparar los daños causados por los diques y embarcaderos, de manera que el pedazo de litoral volviese a quedar igual que antes. El representante de la parte demandada hizo a continuación la siguiente pregunta: ¿Pueden emplearse salamandras en las obras de demolición? El juez respondió que de ninguna manera, caso de no pedirlo específicamente el denunciante, ya que la esposa de éste sentía gran repugnancia hacia las salamandras y no quería bañarse en un mar inundado de ellas. La parte demandada objetó que sin las salamandras no podría nunca derruir los diques instalados bajo el agua. A esto contestó el juez que el Tribunal no podía ni quería decidir sobre detalles técnicos. «Los Tribunales existen para defender el derecho de propiedad», dijo el juez, «y no para decidir lo que se puede o no se puede hacer.» Con esto quedó cerrado el asunto. No se sabe cómo salieron de este apuro las autoridades marítimas de A., pero este caso demostró, después de todo, que la cuestión de las salamandras era preciso regularla por nuevas disposiciones legales.

18

Algunos tomaron la igualdad de derechos de las salamandras tan al pie de la letra, que pidieron que se les dejase desempeñar cualquier clase de cargo público en el agua y en la tierra (J. Courtaud), o que se formasen con ellas ejércitos submarinos completamente armados, con un general especial de las profundidades (general m.s. Desfoeurs); otros pedían que fuesen permitidos los matrimonios mixtos entre salamandras y humanos (abogado Louis Pierrot). Los eruditos en Ciencias Naturales se oponían a dichos matrimonios diciendo que eran, por cuestiones anatómicas, imposibles, pero maitre Pierrot declaró que no se trataba de posibilidades de la Naturaleza, sino de un principio legal, y que él mismo estaba dispuesto a tomar por esposa a una salamandra hembra, para demostrar que la citada reforma del derecho matrimonial no iba a quedar, solamente, en el papel. (Maitre Pierrot se convirtió en un abogado muy solicitado en cuestiones relativas al divorcio).


Con respecto a lo anteriormente referido, queremos añadir que en la prensa norteamericana aparecían de vez en cuando noticias de que muchachas que se estaban bañando habían sido violadas por las salamandras. Como resultado de estas informaciones, se dieron muchos casos en los EE. UU. de linchamiento de salamandras machos, que después eran quemadas en hogueras. Inútilmente protestaban los eruditos asegurando que, por motivos anatómicos, esa clase de crimen era físicamente imposible por parte de las salamandras. Pero las jóvenes juraban que habían sido molestadas en dicha forma y, con esto, la cuestión quedó completamente clara para cualquier norteamericano amante del orden. Después, la popular diversión de linchar y quemar salamandras fue restringida, autorizándose solamente los sábados y bajo la vigilancia del cuerpo de bomberos. Entonces se formó el Movimiento Contra el Linchamiento de Salamandras, presidido por el reverendo Robert J. Washington, al que se adhirieron unas cien mil personas, casi todos negros. La prensa americana empezó a asegurar que dicho Movimiento era político y derrotista y, por ello, fueron atacados los barrios habitados por negros y muchos de éstos, que estaban rezando en sus iglesias por sus Hermanos Salamandras, fueron quemados vivos. La indignación contra los negros alcanzó su punto culminante cuando, al incendiar su iglesia en Gordonville (Louisiana), se transmitió el fuego a toda la ciudad. Pero esto se refiere sólo indirectamente a la historia de las salamandras.

De las ventajas y derechos civiles que recibieron las salamandras citaremos, solamente, algunos: cada salamandra fue inscrita en el Registro de Salamandras y en su lugar de trabajo. Debía tener permiso de residencia, había de pagar impuestos por cabeza, lo que hacía su propietario, reduciéndoles después la comida para cobrarse (ya que las salamandras no recibían dinero alguno); también tenía que pagar alquiler por la costa que habitaba, impuestos municipales, contribución por la construcción de la valla, impuestos escolares y otras cargas públicas. En resumen: hemos de reconocer lealmente que, en este aspecto, se las trató exactamente igual que a los demás ciudadanos, así que disfrutaban de una cierta igualdad de derechos.

19

Véase la encíclica del Santo Padre, Mirabilia Dei opera.

20

Sobre este tema se publicó tanta literatura que sólo su bibliografía ocuparía dos grandes tomos.

21

Véase un folleto altamente pornográfico encontrado entre los papeles del señor Povondra que, por lo que se dice, fue impreso en Bxxx, según el informe policial. Los hechos referidos en este «impreso particular publicado con fines científicos», no pueden ser citados en un libro decente. Publicamos solamente algunos detalles:


«El templo para el culto de las salamandras, situado en la calle xxx, número xxx, tiene en el centro una gran piscina hecha de mármol rojo y oscuro. El agua de la piscina, perfumada y tibia, está iluminada por luces que cambian continuamente de color. Aparte de eso, reina en el templo completa oscuridad. A los cantos de la Letanía de las salamandras entran en la piscina, iluminada con los colores del arcoiris, los creyentes «salamandras» completamente desnudos, a un lado los hombres y al otro las mujeres, todos ellos gente de la mejor sociedad. Nombraremos solamente a la baronesa de M., a la artista de cine S. y al embajador D., entre otras muchas destacadas personalidades. De pronto un reflector ilumina con luz azul una enorme piedra que sobresale del agua, en la que descansa, respirando difícilmente, una enorme salamandra negra, llamada Maestro Salamandra. Después de unos momentos de silencio el Maestro empieza a hablar, invitando a los fieles a entregarse con toda el alma a la ceremonia de la Danza de las Salamandras y a venerar a la Gran Salamandra. Al decir esto, se levanta y empieza a mover circularmente la parte superior de su cuerpo. Entonces los creyentes hombres, metidos en el agua hasta el cuello, comienzan a mover, cada vez con mayor rapidez, la parte superior de su cuerpo, para crear, según dicen, el Ambiente Sexual. Entretanto las «salamandras» hembras los llaman: Chisss, chisss, chissss… con voz ronca. Después se apagan las luces de la piscina una a una, y comienza una orgía general.»


No podemos asegurar que todo esto sea pura verdad, pero lo que sí sabemos de cierto es que en todas las grandes ciudades de Europa, la policía perseguía severamente, por una parte, estas sectas de salamandras, mientras por otra tenía un inmenso trabajo para ocultar los grandes escándalos de la alta sociedad, relacionados con dichas sectas. Sin embargo, creemos que el Culto a la Gran Salamandra se extendió extraordinariamente pero, por lo general, no se celebraba con tanta fastuosidad como describe el folleto, y en capas sociales más pobres se practicaba incluso en lugares secos.

22

También el documento católico, al que nos referimos con anterioridad, definía a las salamandras como Dei creatura de gente Molche (la nación de las salamandras, criaturas de Dios).

23

La proclama, conservada entre los papeles del señor Povondra, decía así:

¡CAMARADAS SALAMANDRAS!

El sistema capitalista ha encontrado sus últimas víctimas. Cuando ya su tiranía empezaba a desmoronarse definitivamente ante la fuerza revolucionaria del proletariado con conciencia de clase, el podrido capitalismo os encadenó a vosotras para su servicio, obreras del mar, os esclavizó moralmente con su civilización burguesa, os sometió con sus leyes de clase, os privó de toda noción de libertad e hizo todo lo necesario para poderos explotar brutal e impunemente.

(14 líneas censuradas)

¡Trabajadores salamandras! Se aproxima el momento en que empezaréis a daros cuenta de todo el peso de la esclavitud en que vivís.

(7 líneas censuradas)

y exigir vuestros derechos como clase y como nación. ¡Ca-maradas salamandras! El proletariado revolucionario del mundo entero os tiende la mano

(11 líneas censuradas)

por todos los medios. ¡Fundad consejos de fábrica, elegid vuestros delegados, estableced un fondo para huelgas!

Contad con que la clase obrera consciente no os abandonará en vuestra justa lucha y, mano a mano con vosotras, emprenderá la lucha final.

(9 líneas censuradas)

¡Salamandras oprimidas y revolucionarias de todo el mundo, unios! ¡Comienza ya la lucha decisiva!


Firmado: MOLOKOV

24

En la colección del señor Povondra hemos encontrado algunos de estos manifiestos; los demás seguramente fueron quemados por la señora Povondra. Del material conservado publicaremos, por lo menos, algunos títulos:


SALAMANDRAS ¡ABAJO LAS ARMAS!
(Manifiesto pacifista)

Molche wirft Juden heraus
(Salamandras, expulsad a los judíos)
(Panfleto alemán)

¡CAMARADAS! ¡SALAMANDRAS!
(Llamamiento de un grupo de anarquistas bakuninistas)

¡CAMARADAS SALAMANDRAS!
(Invitación pública de los scouts acuáticos)

¡CIUDADANOS SALAMANDRAS!
(Llamamiento de la fracción de Reforma ciudadana) Dieppe

¡Amigos salamandras!
(Llamamiento público de la Federación Central de acuaristas y criadores de animales acuáticos)

¡SALAMANDRAS! ¡AMIGOS!
(Llamamiento de la sociedad pro renacimiento moral)

¡Colegas salamandras!
(Club de natación de Aegir)

¡COLEGAS SALAMANDRAS, INGRESAD EN NUESTRAS FILAS!
(Asociación benéfica de antiguos marinos)

Especialmente interesante, a juzgar por la atención cuidadosa con que fue pegado por el señor Povondra, debía de ser el llamamiento que citamos en su extensión original:


25

En la colección del señor Povondra se conservaba una información superficial y algo folletinesca de este acto. Por desgracia existe solamente la mitad; la segunda parte debió de perderse.


Niza, 6 de mayo. En el hermoso y claro edificio del Centro para el al invitar a una conferencia solemne al Dr. Charles Mercier, salamandra altamente instruida del puerto de Tolón, que con éxito 6 de mayo Estudio de las Profundidades de los Mares, en la Promenade des Anglais, reina hoy gran animación. Dos agentes de policía mantienen en la acera el paso libre para las personalidades invitadas, que avanzan por las rojas alfombras hasta el agradable y acogedor anfiteatro. Entre otros, vemos al alcalde de la localidad, al señor prefecto con su sombrero de copa, al general con su uniforme azul cielo, a señores con el botón rojo de la Legión de Honor, damas de cierta edad (el color de moda este año es el terracota), vicealmirantes, periodistas, profesores y distinguidos ancianos de todas las naciones, de los que está siempre llena la Cote d'Azur. De pronto ocurre un pequeño incidente. Entre todas estas personalidades avanza, un poco asustado y tratando de pasar inadvertido, un ser extraño. De la cabeza a los pies está cubierto con una especie de túnica o dominó negro, ante los ojos lleva unas inmensas gafas. Apresuradamente y poco seguro avanza por el vestíbulo lleno de público. «¡Eh, vous!» le grita uno de los guardias, «Qu'est-ce que vous cherchez ici?» Pero ya se acercan hacia el asustado ser las personalidades universitarias y «cher docteur» por aquí, «cher docteur» por allá. Éste, pues, es el doctor Charles Mercier, sabia salamandra, que pronuncia hoy una conferencia ante la flor y nata de la Cote d'Azur. ¡Entremos rápidamente para tratar de conseguir un sitio entre este auditorio solemne y emocionado!

En la presidencia se sienta Monsieur le Maire, Monsieur Paul Mallory, un gran poeta, Madame María Dimineanu como delegado del Centro Internacional para la colaboración intelectual, el rector del Instituto para el Estudio de las profundidades de los Mares, y otras personalidades oficiales. Junto a la presidencia está el pupitre para el conferenciante y tras él… Sí, es realmente una bañera de zinc, ¡una bañera normal y corriente! Dos funcionarios acompañan a la tarima al tímido ser, escondido entre los largos sayales. Resuenan unos aplausos un poco indecisos. El doctor Charles Mercier se inclina vergonzoso y mira inseguro a su alrededor, buscando un lugar donde sentarse. «Voila, monsieur», murmura uno de los funcionarios señalando la bañera, «es para usted.» El doctor Mercier está emocionado, no sabe cómo agradecer tanta atención; trata lo más inadvertidamente posible de ocupar un lugar en la bañera, pero se enreda en la larga túnica y con un ruidoso chapoteo cae en el agua. Moja bastante a los señores que están sentados en la tribuna, aunque éstos hacen como que no ha ocurrido nada; en el auditorio ríe alguien histéricamente, pero los señores de las primeras filas se vuelven indignados ordenando silencio: Chisss… En este momento se levanta ya Monsieur le Maire et Député y hace uso de la palabra: «Señoras y señores, tengo él honor de dar la bienvenida a la tierra de nuestra hermosa ciudad, Niza, al doctor Charles Mercier, destacado representante de la vida científica de nuestros vecinos más cercanos, los habitantes de las profundidades de los mares. (El doctor Mercier saca medio cuerpo del agua y se inclina profundamente). Es la primera vez en la historia de la civilización que él mar y la tierra se dan la mano para la colaboración intelectual. Hasta ahora, la vida espiritual tenía una frontera infranqueable: eran los océanos del mundo. Podíamos cruzarlos, podíamos ir en barcos en todas direcciones, pero bajo su superficie, señoras y caballeros, no podía penetrar la civilización. Este pequeño pedazo de continente, en el que viven y crecen seres humanos, estaba hasta ahora rodeado por el mar virgen y salvaje. Era un magnífico marco, pero también un límite para la vida toda; por una parte, la civilización creciente, por la otra, la eterna e invariable naturaleza. Este límite, mis queridos oyentes, no existe ahora. (Aplausos). Nosotros, hijos de esta gran época, hemos tenido la suerte incomparable de ser testigos de cómo nuestra patria cruza sus propias costas, avanza sobre las olas del mar, conquista las profundidades de las aguas y une la vieja y culta tierra con el moderno y civilizado océano. (Bravo,). Señoras y caballeros, solamente con el nacimiento de la cultura oceánica, a cuyo eminente representante tenemos hoy el honor de dar la bienvenida en nuestro ambiente, nuestro planeta se ha convertido en un planeta real y completamente civilizado.» (Entusiastas aplausos). El doctor Mercier se levanta de la bañera y se inclina. «Querido doctor y gran sabio», dijo después Mon-sieur le Maire et Député volviéndose hacia el doctor Mercier, que se apoyaba en la orilla del baño, emocionado y respirando penosamente por sus agallas, «puede usted transmitir a sus conciudadanos y amigos del fondo del mar nuestra felicitación, nuestra admiración y nuestra más calurosa simpatía. Dígales que en ustedes, nuestros vecinos marinos, saludamos a la vanguardia del progreso que, paso, a paso, colonizará interminables dimensiones del mar y organizará en los océanos un nuevo mundo cultural. Ya veo crecer de las profundidades del mar una nueva Atenas y una nueva Roma, veo florecer un nuevo París, con un Louvre y una Sorbona submarinos, con un Arco de Triunfo submarino y una tumba del soldado desconocido, con sus teatros y bulevares. Y, permítanme que exprese mis más secretos pensamientos: espero que frente a nuestra querida Niza crecerá de las azules olas una nueva y gloriosa Niza, vuestra Niza, la que con sus admirables calles submarinas, jardines y parques bordeará nuestra Cote d'Azur. Queremos conocerles a ustedes y que ustedes nos conozcan a nosotros. Estoy personalmente convencido de que unas relaciones científicas y sociales más amplias, las que hoy iniciamos bajo tan buenos auspicios, llevarán a nuestra nación a una continua y estrecha colaboración cultural y política, en interés de toda la humanidad, de la paz mundial, la felicidad y el progreso.» (Largos aplausos.)

Ahora se levanta el doctor Charles Mercier y trata de dar las gracias con algunas palabras al señor alcalde y diputado de Niza. Pero, por una parte, está demasiado emocionado, y por otra, su pronunciación es un poco rara. De sus palabras he podido entender solamente algunas expresiones pronunciadas con mayor claridad. Si no me equivoco, eran: «relaciones culturales» y «Víctor Hugo». Y estaba tan nervioso que se ha vuelto a esconder en la bañera.

Paul Mallory toma la palabra. Lo que pronuncia no puede llamarse un discurso, sino un himno poético iluminado de profunda filosofía. «Doy gracias al destino», dice, «porque me ha hecho vivir para ver cumplida y confirmada una de las más bellas leyendas de toda la humanidad. Es una confirmación y un extraño complemento: en lugar de la mítica Atlántida sumergida vemos, llenos de admiración, una nueva Atlántida que surge de las profundidades del mar. Querido colega Mercier, usted que es un poeta en la ciencia geométrica de sus sabios amigos, usted es el primer embajador de ese nuevo mundo que avanza desde el mar. No una Afrodita espumosa, sino Palas Anadiomena; sin embargo, mucho más extraordinario e incomparablemente más secreto es que además de esto…»

(Falta el final)

26

En los papeles del señor Povondra se conservaba una fotografía no muy clara, publicada en los periódicos, en la que los dos delegados salamandras suben por las escalerillas del lago de Ginebra al Quai du Mont Blanc, para dirigirse a la reunión de la Comisión. Parece ser que estaban alojados oficialmente en el mismo Lago Leman.

En lo referente a la Comisión de Ginebra para el estudio de la Cuestión de las Salamandras, se puede decir que realizó un trabajo meritorio, principalmente, porque evitó cuidadosamente todas las cuestiones políticas y económicas delicadas. Estuvo en sesión permanente por una serie de años y celebró más de mil trescientas reuniones, en las que trató aplicadamente de una nomenclatura internacional única para las salamandras. En este sentido reinaba un caos sin esperanzas. Junto al término salamandra, molche, batracio, etc. (estos términos empezaban a parecer poco respetuosos), se propusieron toda una serie de nombres: Tritones, Neptúnidos, Terhidos, Nereidas, Atlántidas, Oceánicos, Poseidones, Lémures, Hydriones, Gente del mar, Submarinos, etc. La comisión para el estudio del Problema de las Salamandras tenía que elegir, entre todas estas proposiciones, el nombre más apropiado y se interesó por ello con ardor y concienzudamente, hasta el mismo fin de la Época de las Salamandras. Pero a un acuerdo final y unánime no se llegó nunca.

27

El señor Povondra guardó en su colección también dos o tres artículos de Política Nacional que se referían «a la juventud de hoy.» Probablemente se debió a un descuido el que los incluyese entre los de la época de la civilización de las salamandras.

28

Un señor de Dejvice le contaba al señor Povondra que, bañándose un día en la playa de Katwijk, al internarse en el mar, le llamó un barquero a gritos diciéndole que regresara. Dicho señor (un tal Prihoda, representante), no hizo caso y siguió nadando. Entonces, el barquero saltó a la barca y remó hacia él.

—«Eh, señor», le dijo, «aquí no se puede bañar.»

—«¿Y por qué no?», preguntó el señor Prihoda.

—«Porque hay salamandras.»

—«Yo no les tengo miedo», objetó el señor Prihoda.

—«Es que tienen bajo el agua una fábrica o algo así», gruñó el barquero. «Aquí nunca se baña nadie, señor. A las salamandras no les gusta.»

29

Esta proposición, al parecer, fue lanzada con una amplia campaña de propaganda política, uno de cuyos documentos, de gran importancia, llegó a nuestras manos gracias a la actividad de coleccionista del señor Povondra. El documento lice al pie de la letra:


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