Capítulo 40

La luz regresa lentamente. La oscuridad absoluta se difumina en los dos bordes. Tengo la boca seca. Noto en la garganta el polvo de la medicación de anoche.

– Hola-Saluda Adam.

Tiene una erección, se disculpa con una tímida sonrisa y luego abre las cortinas y se queda mirando por la ventana.

Fuera, las nubes rosadas de la mañana.

– Vas a vivir años y años sin mí -le digo.

– ¿Quieres que prepare el desayuno?

Me trae cosas, igual un mayordomo. Un polo de limón. Una bolsa de agua caliente. Rodajas de naranja en un plato. Otra manta. Pone a hervir canela en rama en la cocina porque quiero oler a Navidad.

¿Cómo ha ocurrido esto tan rápidamente? ¿Cómo se ha convertido en realidad?

Por favor métete en la cama y ponte encima de mí con tu calor y rodéame con tus brazos y haz que todo esto se detenga.

– Mi madre está colocando un enrejado. Al principio fue un huerto de hiervas aromáticas, luego rosales, y ahora quiere madreselva. Podría ir a echarle una mano cuando venga tu padre a quedarse contigo. ¿Te parece bien, Tess?

– Claro.

– ¿Hoy no quieres sentarte un rato fuera?

– No.

No quiero que me muevan. El sol se me incrusta en el cerebro y me duele todo el cuerpo.

Загрузка...