Capítulo Tres

Justo cuando Winona se estaba metiendo el tenedor en la boca, oyó el débil llanto del bebé. No había tenido tiempo de almorzar, y parecía que tampoco lo iba a tener de cenar. Claro que no le importaba. ¿Quién necesitaba comida? Dejó caer el tenedor ruidosamente sobre el plato y echó a correr hacia el salón.

– ¡Ya voy Angela! ¡Ya voy!

Solo había llamado a un par de vecinas esa tarde, pero parecía que la noticia del bebé había volado, y había estado pasando gente a ayudarla toda la tarde. Aquel vecindario estaba lleno de niños, una de las razones que le habían llevado a comprarse la casa allí, y casi todo el mundo tenía algún accesorio de bebés en el ático o en el garaje. Como Winona no tenia ni idea del tiempo que iba a quedarse con el bebé, habría sido una tontería comprar nada. Además, sus vecinas habían sido de lo más generosas.

La princesa estaba acostada en un moisés y cubierta con una manta de bebé color rosa, vestida con el quinto conjunto que se le ponía ese día.

– Ya está, ya está, pequeña -la tomó en brazos con cuidado y empezó a darle palmadas y a acunarla, pero por dentro empezó a sentir pánico-. ¿Tienes hambre, cariño? ¿Te molesta la luz? ¿El ruido? Lo que sea, me ocuparé de ello, cielo. Pero no llores. Vamos, vamos, cariño…

El pánico era una sensación nueva. Había estado en la gloria todo el día, puesto que ella llevaba mucho tiempo deseando tener un bebé. Winona intentaba ser realista, para mentalizarse de que Angela no estaría con ella mucho tiempo. Solo era que… estar con la pequeña le parecía lo más natural del mundo. Había tenido que hacer mil cosas, empezando por llevar al bebé al hospital para hacerle un chequeo. Después habían ido con ella a la comisaría, había hablado con Wayne y después llamado a algunas madres del vecindario, antes de pasarse por el supermercado para comprar cosas. Cuanto más ocupada estaba, más encantado parecía el bebé. Pero después habían vuelto a casa. Y allí estaban, las dos solas.

Angela había sido un verdadero ángel durante todo el día, pero en ese momento estaba llorando, y Winona se dio cuenta de que no tenía ni idea de cómo cuidar a un bebé.

Alguien llamó a la puerta. Winona se dio la vuelta, rogando a Dios para que no fuera otra vecina con otra silla de paseo. Estaba muerta de hambre y exhausta.

Antes de llegar a la puerta, el pomo giró y Justin asomó la cabeza. Al verlo el pulso se le aceleró de inmediato. Siempre le pasaba lo mismo. Incluso después de toda una jornada de trabajo, Justin tenía un aspecto tan acelerado como el Porsche negro que había dejado aparcado delante de su casa. Entró lleno de energía, con la cara atezada por el viento, los ojos vivos y brillantes y una sonrisa provocativa en los labios.

– ¿Win? ¿Estás ahí…? Ah, veo que sí. Estás un poco ocupada, ¿no?

– ¡No creí que dijeras en serio lo de venir! ¡Pasa, pasa!

Deseó haber podido cepillarse el cabello y ponerse un poco de carmín. ¿Pero, qué importaba? Solo era Justin. Y por mucho que le hiciera rabiar, se alegró de verlo.

– ¿Sabes algo de bebés? -le preguntó con el llanto del bebé de fondo.

– Nada.

No importaba. Cerró la puerta de la casa con firmeza.

– Tú eres médico, tienes que saber algo…

– Sí, llevo mucho tiempo intentando decírselo a mis pacientes -se quitó la cazadora y dio un paso hacia el salón, pero al momento se paró en seco-. ¡Santo Cielo! ¿Ha pasado algún rebaño por aquí?

– Muy gracioso. Son accesorios para el bebé. Me los han prestado las vecinas. Escucha, Justin, sepas o no algo… por favor, agárrala un momento, ¿quieres? Solo necesito un minuto. Lo que tarde en ir a calentar un biberón e ir a por un pañal limpio.

– Vale.

– No te preocupes por el llanto; normalmente es un amor. Solo tengo que averiguar qué le pasa, pero si tú…

– Eh, Win. Créeme, no pasa nada. He venido a echarte una mano.

No era que no creyera a Justin, solo que su ayuda le parecía tan extraña. Tal vez la gente de la ciudad lo tuviera por un soltero despreocupado, pero Winona lo conocía bien. Algo le había pasado en Bosnia, porque desde que había vuelto era otra persona; más callado, más introvertido, y había dejado la especialidad que solía amar en favor de la cirugía plástica. Pero su fama de buen cirujano se había extendido por todo el sudoeste.

Su participación en el Club de Ganaderos de Texas era otro compromiso no reconocido.

Además, Justin siempre había sido un amigo en su vida… cuando no se mostraba insufrible.

– ¿Qué quieres decir con que has venido a ayudar? -le preguntó con recelo.

– Pues precisamente eso -le quitó el bebé de los brazos-. Pero ahora es esta llorona la que importa. Ve a preparar el biberón. Y yo intentaré ponerle el pañal si me dices dónde están.

Winona se llevó la mano al pecho. Con solo veintiocho años ya estaba a punto de sufrir un ataque cardíaco.

– ¿Te ofreces voluntario para cambiarle el pañal? ¿Llevas mucho tiempo con estos síntomas? ¿Tienes fiebre? ¿Un tumor cerebral, tal vez?

Esos insultos solo consiguieron que él le revolviera el pelo, antes de salir del salón con el bebé en brazos. El teléfono sonó seis veces en la hora siguiente, y dos vecinas más se pasaron con una silla para el coche y mantas. Pero la confusión y el nerviosismo no fue igual con Justin allí. Winona ya no sentía pánico. Al contrario a la inexperiencia que decía tener, Justin actuó como un veterano tanto con los pañales como con los eructos. En cuanto le oía hablar, el bebé empezaba a hacer pompas y a babear.

– Igual que las demás mujeres de la ciudad -dijo Winona entre dientes.

– ¿Cómo?

– He dicho que la niña se ha enamorado de ti desde que la levantaste en brazos por primera vez.

– Sí, me he dado cuenta de que ha dejado de llorar. ¿Crees que reconoce a un tipo guapo, a pesar de lo joven que es? A alguien con clase, gusto, inteligen… ¡Ay!

Winona le dio un golpe con un cojín, y rápidamente él lo echó a un lado con una sonrisa. Llegadas las ocho, no solo habían alimentado y cambiado a Angela, sino que esta descansaba plácidamente en su moisés. Winona no se había dado cuenta del momento en que Justin le había ordenado que se sentara en el sofá y le había puesto un plato de comida en las manos, pero parecía que por fin pillaba algo de cena; estaba medio tirada en el sofá, cenando mientras acunaba el moisés con un pie enfundado en una fina media.

Justin estaba de rodillas en la alfombra, intentando arreglar un intercomunicador para el bebé, y por ello rodeado de clavos y tuercas. Estaba decididamente adorable.

La tele estaba encendida, pero ninguno de los dos la estaba viendo. Winona la había dejado encendida para subir el volumen si acaso daban alguna noticia del aterrizaje de emergencia del avión de Asterland. Sin embargo, temporalmente, era como si estuvieran en una isla los dos solos, exceptuando al bebé que dormía allí cerca.

– ¿Y qué dijo tu jefe de la situación con Angela? -le preguntó Justin.

– Bueno, como yo me suelo ocupar de los niños abandonados y con problemas, Wayne no tuvo que darme permiso para ocuparme del caso. Hombre, cuando me vio aparecer esta tarde con el bebé en una mochila, sí que se sorprendió un poco. Pero toda la comisaría está muy ocupada con el asunto del avión.

– Lo sé. El Club de Ganaderos de Texas ha estado especialmente implicado con ciudadanos de ambos países. Hemos ofrecido nuestra ayuda, y espero que las autoridades acepten nuestra oferta. Me doy cuenta de todo el trabajo policial que hay que hacer primero para conseguir pruebas y huellas y todo eso… pero ya ves cómo la crisis esta está afectando a toda la ciudad. Todo el mundo quiere saber lo mismo; qué fue lo que causó el aterrizaje de emergencia. Si fue un fallo mecánico, está bien, ¿pero y si fuera un sabotaje terrorista?

– Según he oído, ese jet en particular es uno de los aparatos más seguros que existen. Cuesta creer que no fuera más que un simple fallo mecánico.

Winona se puso un cojín en el regazo.

Cada vez le estaba costando más no mirar a Justin. Que ella supiera, Justin ya era multimillonario, y precisamente por eso resultaba aún más divertido verlo manejando un destornillador.

– ¿Y qué piensa la gente en tu comisaría? ¿Tenéis alguna razón para pensar que hubo juego sucio detrás del aterrizaje de emergencia?

– Esta tarde no había pruebas que condujeran en esa dirección… pero la verdad es que es demasiado pronto para asegurar nada. Tal vez hayan recogido todas las pruebas relevantes, pero llevará semanas hasta que puedan obtener respuestas completas. Todo el mundo sabe la tensión que había entre Asterland y Obersbourgh… Y la fiesta del Club de Ganaderos fue la primera ocasión en la que se juntaban los dos países después de más de diez años. Yo creo que tienes razón, Justin. Tú y los chicos del Club de Ganaderos de Texas deberíais participar en la investigación, y la verdad es que me sorprendería que no os pidieran ayuda.

Winona se inclinó hacia delante para asomarse al interior del moisés. Le preocupaba el accidente de avión, pero en ese momento, en ese día, había algo distinto que ocupaba su mente y su corazón.

– No irás a despertarla otra vez, ¿verdad?

Winona lo miró con indignación.

– ¿Acaso estás loco? Tal vez no tenga experiencia, pero hace horas que me he dado cuenta de eso. Jamás se debe despertar a un bebé que está durmiendo. Y si lo haces tú, tendré que matarte.

Su risa hizo sonreír a Winona. Pero Justin la miró y de pronto se puso serio.

– ¿Entonces cuál es el proceso legal a seguir? ¿Y qué le va a pasar ahora?

– Después del reconocimiento médico, lo normal sería entregarla a los servicios sociales correspondientes, para que ellos le buscaran un hogar de acogida -Winona apretó el cojín-. El tribunal se implicará más directamente en el asunto en cuanto se establezca algo más definitivo acerca de los padres. Y ese es mi trabajo. Encontrar a esos padres. Especialmente a la madre. Tengo que averiguar la historia, y por qué el bebé fue abandonado.

– ¿Y cómo vas a hacer eso?

Parecía extraño que jamás le hubiera contado a Justin detalle alguno sobre su trabajo, pero nunca se había dado la situación en la que hubiera surgido aquel tipo de conversación.

– Hay muchas maneras de encontrar pistas. Por ejemplo, ahora que conozco la edad aproximada del bebé, puedo empezar a buscar en los archivos de los hospitales, a ver si me pueden dar una pista de las mujeres que estaban embarazadas en ese momento. Después miraré los periódicos, las llamadas al teléfono de emergencias, los abusos, las muertes, cualquier cosa que haya ocurrido en los días anteriores al abandono del bebé, para ver si hay alguna conexión clara.

– Vaya, vaya. ¿Y qué más?

– Luego… bueno, después de eso, iré directamente a los casos de niños en peligro. Ya sabes cómo son las cosas en Royal. Esta es una comunidad adinerada, de modo que en la superficie no parece que tengamos muchos niños con problemas. Pero cada vez me doy más cuenta de que los niños muy ricos y los muy pobres tienen mucho en común. En ambos tipos de familias, los niños se crían solos. Pasan solos muchas horas. Los padres se mueven cerca del límite de las drogas y el alcohol. Hay divorcios, adultos ausentes. Sea como sea, son los niños que están solos los que tienden a meterse en problemas. De modo que una de las cosas que hago siempre es revisar los datos que tengo en el ordenador para los que se escapan.

– ¿Y?

– Y después compruebo la lista de absentismo escolar. La lista de arrestos. A continuación llamo a los institutos. Hablo con los orientadores sobre chicas embarazadas. Esta tarde empecé a hacer unas cuantas pesquisas, pero sería muy raro que tuviera respuestas concretas hoy mismo. Casi siempre lleva un tiempo.

– ¿Pero y si no consigues localizar a la madre después de todo ese proceso?

Winona frunció el ceño, consciente de pronto de que estaba retorciéndose las manos, de que Justin la estaba observando.

– Aún no he pensado en eso. Todavía es pronto. Créeme, encontraré a la madre. Lo he hecho antes.

– ¿Pero y si no la encuentras?

Justin puso derecho el intercomunicador del bebé y esa vez pareció funcionar correctamente.

Lo colocó a un lado y se puso de pie, pero no apartó la mirada de ella ni un momento.

– Bueno, entonces hay otras posibilidades. Lo más probable es que la madre sea una chica con problemas. Y, francamente, estoy tan capacitada como cualquier otra persona para encontrar a esa chica -dijo Winona con nerviosismo.

– Sé que lo estás, Win -dijo Justin en tono cariñoso-. Tú sabes lo que es ser abandonada. Nunca me sorprendió tu elección de trabajar con jóvenes cuando decidiste hacerte policía. Pero no es posible encontrar a los padres cada vez que hay un niño con problemas.

– Bueno, por supuesto que no. Y en lo referente a Angela… posiblemente su madre esté casada con un hombre que la maltrate, o algo así, y eso no aparecerá en ningún archivo. En realidad, alguien así sería imposible de encontrar. Y otra posibilidad sería…

Winona vaciló.

– ¿Cuál?

– Otra posibilidad es que sea una joven que ha mantenido su embarazo en secreto durante los nueves meses. Parece imposible, pero todos sabemos que ocurre.

– De acuerdo. De modo que ya hemos mencionado la mayor parte de los escenarios posibles. ¿Pero mientras tanto, qué se supone que le va a pasar a nuestra princesa en miniatura mientras tú haces todas esas pesquisas?

Instintivamente, Winona se llevó la mano al estómago, como para calmar la sensación de náusea. Lo que le había preguntado Justin era lo que se había pasado todo el día pensando. Y cada vez que dejaba salir a la superficie esos miedos se ponía enferma.

– Bueno, normalmente el tribunal la metería en un hogar de acogida, como ya te he explicado.

– Eso lo sé, lo que quiero es saber los detalles, Win -dijo en voz baja.

De nuevo se presionó el estómago, y seguidamente lo miró a los ojos.

– Podría ser adoptada. Es un bebé sano y, aunque no es justo, el hecho de que sea rubia y de ojos azules hace que esté más solicitada en el mercado de la adopción. Pero para que eso ocurra primero hay que encontrar a los padres, y averiguar que la han abandonado deliberadamente, que de verdad no la quieren y que renuncian legalmente a todos los derechos. O tal vez resulte que los padres están muertos.

Winona se quedó pensativa.

Justin se sentó en el sofá junto a ella; le estudió las facciones con la callada vigilancia de un cazador.

– Tú estuviste en varios hogares de acogida desde los seis años, ¿no? Pero había alguna razón por la que no podías ser adoptada. Recuerdo que las familias y los vecinos hablaron de ello cuando los Gerard te llevaron a su casa. Únicamente no recuerdo los detalles.

– No pudieron adoptarme porque mi madre estaba viva y podría haberme reclamado en cualquier momento. De modo que tuve que quedarme en el sistema de acogida hasta los dieciocho años.

– Nunca me habías mencionado antes a tu madre. Ni nada de lo que recordaras de cuando eras pequeña.

Ella se encogió de hombros, pero sintió una extraña aprensión.

– La historia de mis padres es tan antigua como el principio de los tiempos. Eran dos adolescentes, enamorados y con las hormonas disparadas. Cuando mi madre se quedó embarazada los dos dejaron el colegio; dos idiotas de dieciséis años sin dinero y sin formación profesional alguna, que pensaban que podían vivir del sexo y del amor. La diversión no duró mucho. Mi padre murió en un accidente de automóvil. No lo recuerdo en absoluto. Pero estuve con mi madre hasta los seis años.

– Y fue entonces cuando ella se largó.

Winona se puso nerviosa. No le gustaba hablar ni de los sentimientos ni del pasado.

– No hago más que pensar que uno de estos días podría encontrarla. Aún hago alguna que otra pesquisa de vez en cuando. Pero lo importante es que, en aquel momento, no pudo conmigo. Entonces no me daba cuenta de ello, pero ahora sí. Tenía todos los problemas que puede tener una mujer. Estaba sola, sin un centavo, con una niña pequeña a la que cuidar, convencida de que un poco de alcohol y un poco de droga de vez en cuando suavizaría sus problemas, cada vez más desesperada con cada perdedor que se cruzaba en su camino…

Justin se quedó callado un momento.

– Win… ¿Por qué no me has dicho esto antes?

– Porque no hay nada que decir. Trabajo con chavalas como ella todos los días; niñas que cometieron un error y ven cómo sus vidas se derrumban por culpa de ese error. El único error que cometió mi madre fue enamorarse, o más bien, encapricharse por mi padre, ya que eran los dos demasiado jóvenes. Justin, ¡tú sabes todo esto…!

Él sacudió la cabeza.

– No, en realidad no. Recuerdo a mi madre hablar con mi padre. Sabía que te habían abandonado de niña, y que tu madre te había dejado con una nota diciendo que volvería a buscarte en cuanto estuviera mejor de dinero, o algo así. Y recuerdo que los Gerard se enfurecieron mucho…

Eso le hizo pestañear.

– ¿Los Gerard se enfurecieron? ¿Por qué?

– Recuerdo que hubo una historia cuando Sissy Gerard te vio por primera vez… No sé con qué familia estabas en ese momento, pero un día Sissy volvió de una feria del condado y contó algo del modo en que esa familia te habría tratado, algo que la enfureció. Le dijo a Paget que iba a contratar a un abogado para poder llevarte a casa con ellos; y que iba a ser tu última casa hasta que fueras mayor para valértelas sola.

– Eso no lo sabía. Al menos no lo recuerdo -reconoció Winona-. Solo recuerdo a los Gerard; las caras de Sissy y Paget en el estéril edificio de los Servicios Sociales. Ella me abrazó como si me conociera de toda la vida. Dios, fueron tan buenas personas.

– Sí, lo son -Justin se rascó la barbilla-. Y por entonces tú le sacabas las uñas a todo el que pretendía acercarse a ti. Escupías a todos los chicos, peleabas en el patio…

Ella sonrió.

– Eh, cacho perro, ¿del lado de quién estás?

– Del tuyo. Siempre del tuyo -dijo en voz baja-. ¿Entonces este bebé va a ir a un hogar de acogida?

– No -dijo Winona sin pensárselo dos veces. Justin se quedó un momento pensativo, y entonces le preguntó en voz baja:

– ¿Win, tú no quieres renunciar a ella, verdad?

– No quiero que entre en acogida en ningún hogar, que vaya de un lado para otro, como me pasó a mí -dijo en tono enérgico-. Me enamoré de ella nada más verla. Lo reconozco. Y sé que es una estupidez, pero quienquiera que la dejara en mi puerta, Justin, debe de conocerme de algún modo. Solo quiero saber que si vuelve a sus padres ellos estarán en condiciones de cuidarla. Y hasta entonces…

– Quieres quedártela.

– No quiero que vaya de un sitio a otro -repitió.

De repente, algo muy raro en ella, sintió una oleada de emociones atenazándole la garganta y tuvo ganas de llorar. Era ridículo. Jamás había perdido el control así; al menos no delante de Justin, nunca delante de él.

Winona lo miró y sonrió para disimular. Teniendo en cuenta todas las veces que él había bromeado sobre casarse con ella, esa sería una buena manera de reírse de él.

– Normalmente, el tribunal no consideraría válida la situación de una mujer soltera y con un empleo para darme la custodia temporal. ¿No querrás casarte conmigo, verdad? Mejoraría muchísimo mis posibilidades.

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