CAPÍTULO 09

– Dios mío, ya llevas ahí más de una semana. ¿Cuánto tiempo más vas a tardar? -preguntó Balkir.

– No tengo ni idea -respondió Kadar.

– Entonces quiero que la mujer vuelva conmigo.

– Tarik prefiere que se quede en el castillo. Dudo que la deje marchar.

– ¿Por qué no? -Balkir apretó los puños con frustración-. ¿A qué va con todo esto?

Kadar sonrió.

– Se trata de conseguir el tesoro para Nasim. ¿Por qué otra razón habríamos de estar aquí?

– Estoy seguro de que a Nasim no le gustaría esto. Envié un mensajero para contarle lo que estabais haciendo en el mismo momento en que franqueasteis las puertas del castillo.

La sonrisa de Kadar se desvaneció.

– ¿Y ha respondido?

– Aún no. Pero lo hará. Me dirá que destruya este castillo y que me apodere del tesoro que tú no cogiste.

– Es más listo que todo eso. Te dirá que esperes y obedezcas mis instrucciones. -Kadar se dio la vuelta para marcharse-¡ Si no vuelvo con el tesoro dentro de otra semana, saldré y te informaré sobre mis progresos.

– No esperaré toda la vida. -La voz de Balkir bajó hasta un tono de amenaza-. No me enfrentaré a la ira de Nasim solo porque quieras entretenerte. Me parece que estás pensando en traicionarlo.

– Tonterías. Estaré en contacto contigo. -Kadar abandonó la tienda y se dirigió hacia su caballo. Mientras montaba, vio a Balkir de pie bajo el toldo a la entrada de la tienda, con la mirada torva. En otras circunstancias, Kadar no le habría dado mayor importancia, pero presentía un cambio en la actitud de Balkir. Se estaba volviendo más beligerante, y el temor a la ira de Nasim crecía por momentos.

Los hombres asustados siempre son peligrosos.


– ¿Ha mandado un mensaje a Nasim? -Tarik frunció el ceño mientras movía su peón-. Eso no es bueno.

– Pero era lo esperado. -Kadar estudió el tablero de juego-. No puedes retenernos aquí indefinidamente sin tomar ninguna acción.

– ¿Os estoy reteniendo aquí? -dijo Tarik sonriendo-. Me parece que ahora os quedaríais sin tener en cuenta lo que yo dijera o hiciera.

Tenía razón, pensó Kadar. Cada día que pasaba se sentía más atrapado en la telaraña que Tarik estaba tejiendo a su alrededor. ¡Qué extraño!, luchó contra el poder de Nasim, pero no estaba luchando contra Tarik. Seguramente pensaba que podría apartar a un lado esta delicada red y liberarse en cualquier momento. Dirigió su mirada hacia Selene, que estaba de pie junto a las ventanas al otro lado del salón.

– He notado un cambio en Balkir. La quiero lejos de aquí. Encuentra la manera de alejarla del castillo sin que Balkir se entere y envíala a Montdhu.

– No querría irse.

– Sí quieres que me quede, tendrás que ponerla a salvo fuera de aquí. Sabrás cómo hacerlo.

Tarik se recostó en la silla y lo miró a los ojos.

– No estoy seguro de querer hacerlo. ¿Y si mis planes para ti se quedan en agua de borrajas y necesito buscar en otro sitio? Sería un gran inconveniente tener que ir a buscar a Selene hasta Montdhu.

La cabeza de Kadar se vio invadida por una repentina amenaza.

– No te permitiré que la utilices.

– Qué rápido saltas en su defensa. Es realmente conmovedor.

– Estoy harto de tus juegos y tu sarcasmo. Acabemos con todo esto de una vez. Dime qué tendría que hacer y te diré sí o no.

– Te estás volviendo muy impaciente.

– Y tú solo hablas con enigmas y secretos. ¿Está el grial en tu cofre?

– ¿Temes que la ira de Dios recaiga sobre ti si robas una reliquia santa?

– Responde.

Tarik se quedó callado.

– Entonces dime cómo conseguiste el cofre.

– Vaya, qué insistente eres. -Levantó la voz-. Selene, ven. Kadar me ha convencido para que le revele mis secretos. No te dejaré fuera de esto.

– No la involucres más en esto -dijo Kadar en voz baja-. Te dije que la quería fuera.

Tarik sonrió y le tendió la mano a Selene, que se acercaba hacia ellos.

– Kadar no está siendo justo. Quiere excluirte de nuestra discusión.

Selene se sentó en un banco junto al fuego.

– No me sorprende.

– ¿Dónde conseguiste el cofre? -preguntó de nuevo Kadar.

– Me lo dio un joven príncipe. Dijo que era un regalo, pero sé que lo que buscaba era sobornarme para que le diera el tesoro. Cogí el regalo y no le devolví nada. Pensé que sería una buena lección para él. -Hizo una mueca-. No, no es cierto. Lo cogí porque era un hombre pobre y el oro y las joyas del cofre me deslumbraron.

– Dijiste que habías nacido entre la escoria de las calles. ¿Qué tiene que ver la escoria con los príncipes?

– Cualquier hombre puede hacerse valioso para la realeza si posee algo que ésta desea.

– ¿Y qué corte hizo esa principesca gracia?

Tarik negó con la cabeza.

– Nunca cejas en tu intento de atraparme, ¿verdad?

Kadar probó con otra pregunta:

– ¿Cómo supo el príncipe lo del tesoro?

– Layla se lo dijo. Ella tenía miedo y quería protegernos.

– Regalando el tesoro.

– No lo comprendes.

– ¿Cómo podemos entenderlo si no nos dices nada que valga la pena? -preguntó Selene.

– Vaya, queréis que os diga algo importante. -Tarik echó la cabeza hacia atrás lentamente-. Déjame pensar… ¿Qué le parece importante a Nasim?

– Poder -respondió Kadar.

– Y piensa que mi tesoro se lo proporcionará. -Hizo una pausa-. Es cierto, se lo dará.

Kadar se quedó inmóvil.

– ¿Cómo?

Tarik ignoró la pregunta.

– El poder es un faro. Te atrae, ¿no es así, Kadar? ¿Y si te dijera que podrías tener un inmenso poder, pero que a cambio perderías todo lo que realmente te importa y que lo ejercerías tú solo?

– Más acertijos. -Pero Kadar era consciente de que la lentitud de Tarik era solamente una pose; la mirada del otro nombre estaba fija observando su cara-. ¿Qué hombre desearía tanto poder?

– Nasim. -Tarik echó la silla para atrás y se levantó-. Pero aparentemente tú no. Pensaba que no, pero siempre hay esperanza. Parece que todavía tengo que tomar una decisión.

– ¿Qué decisión? -preguntó Selene.

– El bien o el mal. Os he tomado afecto. Yo mismo estoy titubeando. -Apretó los labios-. Pero soy un hombre egoísta. Sin duda el amor a uno mismo triunfará al final. -Se dio la vuelta y abandonó el salón.

El entusiasmo se apoderó de Kadar mientras lo seguía con la mirada.

– ¿Qué habrá querido decir? -preguntó Selene.

– No estoy seguro. -Pero estaba empezando a captar una luz en el horizonte. Imposible. Es imposible que… No, imposible.

– Me asusta más que Nasim -dijo Selene-. Quiere destruirte.

Kadar negó con la cabeza.

– No seas necio -dijo Selene con ferocidad-. Ya lo has oído. Tenemos que marchamos. Y no me digas que tienes que mantener tu promesa a Nasim. Estoy harta de esta locura.

– Entonces no te lo diré. -Ella tenía miedo y él quería cogerla entre sus brazos y consolarla. Sabía que no se lo permitiría. En cambio, le acarició suavemente la mejilla con el dedo índice-. Nunca me arriesgaría a enfadarte.

– No bromees. -Retiró la cara para evitar sus caricias-. ¿Vendrás conmigo?

– Pronto.

– ¿Por qué no ahora, esta noche?

– ¿Por qué estás tan ansiosa por marcharte? No hay una amenaza mayor esta noche que la que había hace una semana.

– Sí, la hay. ÉL… está cambiando. Era… y ahora es… Va a suceder algo.

Él también podía sentirlo. Pero esa sensación le trajo expectativas, no temor.

– He hablado con Tarik sobre la posibilidad de sacarte de la fortaleza y mandarte a Montdhu. Por tu seguridad, haré lo que sea…

– Pero tú no irás -dijo apretando los puños-. Burro. Idiota. Bufón. Me dan ganas de golpearte.

Le dio la espalda y salió corriendo del salón.

Estuvo tentado de seguirla y consolarla, pero si lo hacía, habría más discusiones. Esperaría a que recuperase la compostura e intentaría hablar con ella por la mañana.

Cogió su peón del tablero y jugueteó con él entre los dedos. ¿Somos para ti simplemente las piezas del ajedrez, Tarik?

Puede que al principio sí, pero eso había cambiado. El instinto de Kadar le decía que Tarik se había involucrado más de lo que pretendía. Ahora que Tarik había tomado conciencia de esa realidad, tomaría cartas en el asunto.

¿Pero qué haría?

Algo estaba a punto de suceder.


Era un estúpido.

El puño de Selene se estrelló contra el alféizar de piedra de la ventana. Ojalá fuera la cabeza de ese testarudo de Kadar o esos ojos que se negaban a ver.

Apoyó la mejilla contra la pared mientras miraba sin ver el patio a sus pies.

¿Por qué no la escuchaba? Él había visto el peligro en Nasim, pero parecía ajeno a cualquier amenaza proveniente de Tarik. Kadar no parecía darse cuenta de la oscura tempestad que ella sentía cerniéndose sobre él.

Tenían que abandonar ese lugar. Balkir no constituía una amenaza en absoluto comparado con Tarik.

Y allí estaba ella escondida en su habitación magullándose la mano contra el muro de piedra cuando debería estar haciendo algo para remediar la situación.

Piensa.

¿Qué obligaría a Kadar a marcharse?

No era fácil razonar. Tenía demasiado miedo de ese torbellino que sentía acercarse por momentos.

Algo estaba a punto de suceder.


El temor le estaba atenazando el estómago, pero la emoción la había dejado sin aliento.

Era la misma sensación que había experimentado cuando se escapó de la Casa de Nicolás muchos años atrás, pensó Selene.

Se echó la capa por encima. Respira hondo. No muestres emoción alguna.

El guardia del muro sur se encontraba apostado en la parte alta de la escala de cuerda que tenía sobre ella. Era joven pero no obtuso. Ella se dio cuenta de que le preocupaba que alguien invadiera su puesto de vigilancia en mitad de la noche.

Esperaba que no estuviera demasiado preocupado. Lo había saludado con la mano para desarmarlo antes de subir por la escala. Le sonrió al aceptar su mano cuando la ayudó a subir los últimos peldaños.

– Gracias.

– No deberíais estar aquí, lady Selene.

– Lo sé -suspiró-. No podía dormir.

Él la miró con recelo.

– Lord Kadar ha ido hoy a visitar el campamento del capitán Balkir. Ha dicho que el capitán había amenazado con irrumpir en el castillo. -Ella se estremeció-. Me ha asustado.

La actitud del joven soldado pareció suavizarse levemente.

– No deberíais preocuparos. Sus fuerzas no son tan grandes como para imponerse sobre nosotros.

– No estoy tan segura. El capitán Balkir es un hombre fiero y cruel. De repente desperté de un sueño en el que se iba acercando sigilosamente a esta muralla. He intentado volver a dormirme, pero me he quedado temblando sobre la cama. -Se mordisqueó el labio inferior mientras perdía la mirada en la oscuridad-. Pensé que si pudiera ver con mis propios ojos que él no se encuentra cerca de aquí, podría descansar. ¿Es aquello su campamento?

El soldado asintió.

– Y no ha habido muestras de movimiento en toda la noche.

– ¿Seguro? ¿Y si se las ha arreglado para deslizar a sus hombres fuera del campamento? ¿Y si él y sus hombres están ahora mismo justo al pie de la muralla, esperando para disparar sus flechas?

Él sonrió con indulgencia.

– Ahí no hay nadie.

– ¿Y si hubiera alguien?

– Os lo demostraré. -Avanzó un paso hacia la balaustrada e inclinó el cuerpo para poder ver lo que había justo debajo de él-. No hay rastro de nadie. ¿Veis? Nadie en…

Dio un gruñido cuando Selene lo golpeó con la jarra de latón que llevaba escondida bajo la capa.

Lo agarró mientras se desplomaba para que no se cayera al patio.

– Lo siento -susurró. Esperaba no haberle hecho algo más que atontarle. Parecía un joven agradable.

Un instante después soltó un suave quejido. Una bendición contradictoria. Ahora tendría que preocuparse por si recuperaba el sentido antes de que pudiera bajar el muro.

Desató la cuerda que llevaba enrollada en la cintura y la ató a un contrafuerte.

El guardia se quejó de nuevo.

Empezó a descender por la muralla.


– Por fin te encuentro. -Tarik abrió de par en par la puerta de la biblioteca y entró cojeando en la estancia. Tenía su oscuro pelo algo despeinado, pero estaba completamente vestido-; He estado buscándote por todo el castillo. ¿Qué estás haciendo aquí en mitad de la noche?

Kadar cerró la cubierta del manuscrito de De Troyes.

– Me acordé de algo y quise releer algunos pasajes.

Tarik entrecerró los ojos.

– ¿Por qué?

Kadar replicó:

– ¿Por qué estás tan preocupado por mi paradero como para venir a buscarme en plena noche?

– Pensaba que tú también te habrías marchado.

Kadar se puso rígido.

– ¿Marchado?

– A Selene le pareció apropiado golpear a un guardia del muro sur y abandonar la fortaleza.

– ¡Santo cielo! -Kadar murmuró una maldición por su propia estupidez. Sabía que estaba alterada. Debería haberla seguido-. ¿Y Haroun?

Tarik negó con la cabeza.

– Se ha ido sola.

– Y tú has venido a buscarme.

– No creía que ella hubiera sido capaz de convencerte para marcharte, pero pensé que podías haberla seguido para intentar encontrarla.

– Lo haré -dijo con gesto adusto.

– No hay necesidad. Cuando el guardia volvió en sí, vio el campamento de Balkir en movimiento. El capitán ha debido interceptarla cuando intentaba escapar.

– Ella no estaba intentando escapar.

– ¿Cómo?

– Si hubiera querido escapar, se habría llevado a Haroun. Lo siente bajo su responsabilidad.

– ¿Entonces por qué ha saltado la muralla?

– Yo no quería irme con ella. Sabía que la seguiría si se ponía en manos de Balkir.

Tarik frunció los labios y emitió un silbido sordo.

– Inteligente.

– Tengo ganas de estrangularla. ¡Dios mío! Apostaría a que se plantó en el campamento de Balkir y los despertó para que la hicieran prisionera.

– Esa escena no está exenta de una cierta gracia.

– Para mí no la tiene en absoluto. -Kadar se dirigió hacia la puerta-. Yo soy quien tiene que ir a buscarla.

– Espera.

Kadar le dirigió una fría mirada por encima del hombro.

– No permitiré que permanezca en manos de Balkir, Tarik.

– No pensaba que lo hicieras. Simplemente me preguntaba si querrías una escolta para acompañarte.

– Si Balkir ve que existe la mínima oportunidad de perderla, le cortaría el cuello. Iré solo.

– ¿La mataría? ¿Ella no era consciente del peligro?

– Lo sabía. No ha sido un impulso irreflexivo. Sabía exactamente lo que estaba haciendo.

– Entonces intentará impedirte que regreses -dijo en voz baja.

– Yo voy, Tarik. No intentes detenerme.

– No me beneficiaría que te fueses ahora.

Kadar se puso rígido ante la velada amenaza en el tono de su interlocutor. Lo miró directamente a los ojos.

– No la dejaré allí. Tendrás que matarme para impedirme que vaya.

– No, no lo haría. Hay muchas maneras de… -Tarik se detuvo y la amenaza desapareció de su expresión. Entonces dijo algo con tono cansado-: Pero parece que carezco de la voluntad para utilizarlas. -Hizo un gesto con la mano-. Vete. Tráela de vuelta. Dejaremos que la fortuna decida. Quizá tengamos suerte. Quién sabe, el destino me debe una.


– Sabía que vendrías -dijo Balkir a Kadar con una sonrisa petulante-. Aunque no tengo ni idea de por qué serías tan estúpido, Al fin y al cabo no es más que una mujer.

– Y bastante problemática, por cierto -añadió Kadar-. No sé por qué me molesto en venir a buscarla. Tuvimos un pequeño desacuerdo y decidió castigarme huyendo.

– ¿Entonces no te importará que me quede con ella, verdad?

– No me importaría, pero Tarik desea que vuelva. ¿Dónde está?

– En su tienda. -Hizo una pausa antes de añadir-Donde se quedará hasta que vuelvas con el tesoro.

– Ya te he dicho que debes tener paciencia hasta…

– Se me acabó la paciencia. Tráeme el tesoro o mataré a la mujer.

– Nasim no aprobaría este comportamiento tan impetuoso. Te castigaría por…

– Muy al contrario, yo lo apruebo.

Kadar se dio la vuelta hacia la salida de la tienda.

Nasim apareció de repente.

– Hola Kadar. A mí también se me ha acabado la paciencia.

– No sabía que te encontraras aquí.

– Llegué hace tan solo una hora. Justo antes del amanecer. No me gustó el mensaje que recibí de Balkir. Apestaba a traición.

– Te dije que te traería el cofre. Y lo haré.

– Si Tarik no te tienta para que te alejes de mí. Lo encuentras muy persuasivo, ¿no es así?

– Te traeré el cofre.

Negó con la cabeza.

– Ya no confío en ti.

– Nunca lo has hecho. Tú no confías en nadie.

– Desde luego no en alguien contaminado por ese diablo de Tarik. -Sonrió-. Así que nos quedaremos con la mujer hasta que traigas el cofre. Tienes hasta mañana al amanecer. Por cierto, ¿está encinta?

– No.

– Una pena. Tendré que poner remedio a ello cuando estemos de vuelta en Maysef.

No muestres tu rabia. Contrólate.

– Tarik desea que regrese al castillo. Será más fácil para mí robar el cofre si lo tenemos contento.

– ¿Contento? ¿También está copulando con ella?

– No, pero mientras ella está en el castillo siente como si me tuviera más agarrado.

– Y así es -dijo Nasim-. Así que ella se quedará aquí.

Kadar se dio cuenta con frustración de que no cambiaría de opinión. Tenía muy pocas posibilidades de convencer a Balkir para que soltase a Selene, pero con Nasim allí no tenía ninguna.

– ¿Puedo verla?

– Por supuesto. Incluso puedes copular con ella si lo deseas -dijo Nasim sonriendo-, como gesto de buena voluntad. Yo también quiero tenerte contento.

Kadar giró para marcharse.

– ¿Te ha dicho Tarik qué hay dentro del cofre? -preguntó Nasim.

Lo miró por encima del hombro.

– No.

– ¿Ni siquiera una ligera idea?

No sería muy sensato mentir. Nasim podría tener un hombre en el castillo de Tarik.

– Me enseñó el manuscrito de De Troyes.

– Ah, ¿y qué opinas tú de ello?

– Que no es más que una fábula de trovador. Estoy seguro de que tú no puedes darle crédito.

– En la mayoría de las fábulas hay algo de verdad -afirmó, sosteniéndole la mirada a Kadar-. Y tú eres demasiado inteligente como para no cribar la paja y ver el oro que hay debajo.

– Eso es lo que tú te imaginas.

– Cuanto más arriesgues, más posibilidades habrá de conseguirlo. Una vez en mi poder, lo pondré a prueba y lo sabré enseguida.

– ¿Ponerlo a prueba?

Nasim lo despidió con la mano.

– Ve con la mujer. Quiero que estés de vuelta con Tarik al anochecer y tener el tesoro en mis manos por la mañana. El hecho de estar tan cerca me hace desear con más fuerza que todo esto acabe de una vez.

Kadar también sentía lo mismo. Los negros ojos de Nasim brillaban, y sus mejillas estaban ligeramente arreboladas. Nunca había visto a Nasim en tal estado de excitación.

No pintaba bien.

Pero a menudo señales que parecen adversas pueden volverse ventajosas si se encuentran los medios para hacerlo.

Sin embargo, solo Dios lo sabe, no veía la forma de salir de este embrollo.


– ¿Qué vamos a hacer ahora? -preguntó Selene cuando vio entrar a Kadar en su tienda-. He visto llegar a Nasim. Corremos un gran peligro, ¿no es verdad?

– Sí, creo que sí. Parece que se ha hartado de esperar.

– ¿No puedes hacer nada con él?

– Esta vez no.

Y era ella quien lo había llevado hasta las manos de Nasim, pensó con desesperación. Levantó los hombros.

– Bien, di algo.

– ¿Qué?

– Ya sé que es culpa mía. Quería que te mantuvieras alejado de Tarik. Pensé que aquí estarías más seguro. Sabía que Balkir no era un peligro real para ti.

– Lo que no sabías era que Nasim vendría.

– Aun así sigue siendo culpa mía.

– Sí, en efecto -dijo sonriendo-. Cuando Tarik vino a decirme que te habías escapado me entraron ganas de estrangularte.

Pero ahora no estaba enfadado. Estaba preocupado, y eso hacía que ella se sintiera peor.

– Te estabas comportando como un necio. No me escuchabas.

– Te escucharé ahora si me dices cómo salir de ésta. Debo regresar al castillo antes del anochecer, y tengo que traerle el cofre a Nasim al despuntar el día.

– ¿Y yo tendré que quedarme aquí?

Asintió.

– Nasim no es tonto. Sabe que vendré a buscarte.

– Tarik te matará si intentas robar el cofre.

– Y Nasim nos matará a los dos si no lo hago.

– Entonces tenemos que escapamos y libramos de los dos.

– Así de simple. -Negó con la cabeza-. Si conseguimos escapamos, volveremos a Tarik.

– ¡No!

– Es mejor aliarse con Tarik que ser perseguidos campo a través por ambos.

– Pero Tarik te…

– ¿Matará? No, he estado dándole vueltas a algo. No creo que sea eso lo que tiene en mente.

– Ya te he contado lo que me dijo.

– Te dio un aviso porque sabía que me lo repetirías. Cuando abandoné el castillo dijo que la fortuna decidiría.

– ¿Decidir qué?

– No estoy seguro. Se me está ocurriendo una idea y tengo la intención de hacerla realidad cuando volvamos.

– ¿Puedo convencerte para que no regreses con él?

– Es lo más sensato.

– No se trata de sensatez. Se trata de tu curiosidad.

Negó con la cabeza,

– Arriesgaría mi cabeza, pero nunca la tuya, Selene.

Ella lo sabía, pero no por ello iba a aceptar su decisión más fácilmente.

– Está bien, volveremos -dijo frunciendo el ceño-, pero no te prometo quedarme allí.

Él sonrió.

– La próxima vez te costará más saltar el muro. Estoy seguro de que Tarik ha castigado severamente al guardia que golpeaste en la cabeza.

– Espero que no. Parecía una buena persona. -Cambió de tema-. ¿Cómo vamos a escaparnos? La tienda está vigilada.

– Tengo que pensar en ello.

– Yo ya he pensado en una manera. -Desvió la mirada-Tendrás que volver al castillo. Yo me escaparé más tarde, esta noche. Me esperarás en la puerta norte y me dejarás entrar.

Él negó con la cabeza.

– Es el mejor plan. Sabes que lo es. Si intentas llevarme, nos pueden matar a los dos.

– Iremos juntos.

– No seas tan terco. ¿Crees que necesito contar contigo para conseguir ayuda? Yo me he metido en este aprieto y soy yo quien tiene que salir de él.

– Juntos -dijo él sonriendo-, siempre juntos. ¿Todavía no has aprendido la lección?

Ella sintió cómo se le llenaban los ojos de lágrimas.

– No podría soportar que te hicieran daño por mi culpa-susurró.

– Lo soportarías. Podrías soportar cualquier cosa.

Sonrió temblorosa.

– Claro que podría. De todas formas no sé por qué me preocupo tanto por ti. Tú eres el culpable de todo lo que ha ocurrido.

– Creía que te estabas culpando a ti misma. Me alegro de que hayas recuperado la razón.

– Ahora estamos en peligro por mi culpa, pero estaríamos a salvo en Montdhu si tú…

– Calla. -Estaba riendo entre dientes cuando negó con la cabeza-. Muy bien, todo es culpa mía. Lo admito.

– Bueno, casi todo, -Se dirigió hacia la entrada de la tienda y clavó la mirada en los muros de la fortaleza-. Si no se te ocurre otro plan mejor, llevaremos a cabo el mío. ¿Lo comprendes?

– Lo que comprendo es que me estoy hartando de tanto ultimátum. El tuyo me gusta tan poco como el de Nasim.

Ella empezó a desesperarse.

– Por favor -susurró.

– Ven aquí.

Miró por encima del hombro. Se había dejado caer en el jergón y le tendía la mano.

– ¿Por qué?

– Y porque estoy preocupado y un poco desanimado, y necesito consuelo. ¿Me lo darás?

Ella sentía cómo su resistencia se derretía. ¿Qué otro hombre reconocería su debilidad y la necesidad de una mujer?

Se acercó a él despacio.

– No deberías preocuparte si te vas y luego me permites…

– Shh. -La empujó dentro el jergón-. No digas nada. Solo déjame abrazarte.

– Deberíamos estar haciendo planes.

– Tenemos varias horas, y mi mente no parece funcionar adecuadamente en este momento.

Ella se acercó a él con instinto protector.

– Seguro que salimos de ésta. Ya pensaré algo.

– ¿Lo harás? -dijo besándole la sien-. Sería un gran alivio.

No había yacido con él desde la última noche en Maysef, y el momento era de una cálida dulzura. Seguro que no habría nada de malo en tenderse ahí y consolarlo.

Y consolarse a sí misma.


Kadar se fijó en que los rayos de sol que entraban en la tienda se estaban alargando. No les quedaba mucho tiempo.

Debía despertar a Selene.

Ella se había quedado dormida hacía más de una hora, pero él permaneció despierto pensando, sopesando las alternativas. No es que tuvieran mucho donde elegir. Solamente veía una oportunidad con una mínima posibilidad de éxito.

– Es tarde. -Selene abrió los ojos, su expresión era de pánico-. Está bien. No hay prisa. -Se incorporó-. He decidido que tu plan al fin y al cabo es el mejor.

Ella también se sentó en la cama.

– ¿En serio?

– ¿Por qué estás tan sorprendida? Me aseguraste que era nuestra mejor opción.

– Pero no siempre entras en razón.

– Puedo aceptar la premisa, pero no todos los detalles. Regresaré al castillo al anochecer. Cerca de la medianoche, cuando el campamento esté dormido, volveré por ti.

La sola idea la aterrorizaba.

– No, te matarán.

– Si no hubiera aprendido cómo infiltrarme en un campamento, Nasim me habría desterrado el primer día de mi adiestramiento. Estate preparada.

– No vengas. No estaré aquí. Cuando llegues me habré marchado.

Él sonrió.

– Pues entonces sí que me matarán, porque tendré que ir tropezándome por todas partes mientras te busco. -Se inclinó y le rozó la nariz con los labios-. Estate preparada.


Selene estaba desesperada. Ya debería estar allí.

Él dijo hacia la medianoche.

¿Lo habrán apresado?

No, habría oído algo.

¿Por qué? Introducir una daga entre las costillas de un hombre no hacía ningún ruido.

Selene respiró hondo. Déjalo ya. Imaginarse lo peor no te hace ningún bien.

Enderezó los hombros, que tenía encorvados, y se deslizó hacia la entrada de la tienda. A través de la rendija pudo ver a dos guardias vigilando a pocos metros. ¿Cómo podría un hombre eliminar a dos guardias sin despertar a todo el campamento?

Uno de los guardias levantó la cabeza como si estuviera escuchando algo. Habló con el otro guardia y luego rodeó la tienda por el lado derecho.

¿Qué habría oído?

Entonces lo oyó ella también. Un suave sonido, como el trino de un pájaro.

Pero no era eso.

A través de la fina tela de la tienda escuchó el ruido de un cuerpo desplomándose.

Todavía quedaba un guardia, y ahora que había eliminado a su compañero, Kadar lo tendría más difícil para sorprenderlo.

Dio un salto y abrió la portezuela de la tienda. El guardia se dio la vuelta.

– Quiero ver a Nasim -dijo-. Tengo algo que decirle.

El guarda negó con la cabeza.

– Mañana.

– Ahora. -Salió de la tienda y se dirigió hacia la izquierda, sin perderlo de vista-. Te castigará si no lo despiertas.

El guardia se dio media vuelta, siguiéndola.

– Lo más seguro es que me castigue si…

Kadar se abalanzó sobre él. Le tapó la boca con la mano mientras le apuñalaba en el corazón. El hombre cayó al suelo.

Kadar avanzó silenciosamente y Selene voló a su lado.

La empujó delante de él rodeando la tienda por la derecha.

Selene casi se tropieza con el cuerpo del primer guardia que Kadar había engañado. Entonces Kadar la cogió de la mano y la arrastró entre el laberinto de tiendas.

Al cabo de unos minutos alcanzaron el límite del campamento. Selene soltó un suspiro de alivio. Era demasiado pronto para estar a salvo, pero al menos habían llegado hasta allí sin ser descubiertos. Ahora solo les quedaba la carrera hasta el castillo y…

– Sabía que vendrías por ella.

Se dieron la vuelta y vieron a Balkir bajo un árbol a pocos metros de distancia. La luz de la luna hacía brillar la hoja de la espada que empuñaba.

– He estado esperándolos. Nasim se equivocó al confiar en ti. Debería haberme encargado a mí que viniera a buscar su tesoro. Yo nunca lo traicionaría.

Kadar agarró a Selene por el codo.

– Corre -le susurró al oído-. Ya te seguiré.

Ella se negó. No lo dejaría enfrentarse solo a Balkir.

– Dejad de cuchichear. Estáis perdidos. Nasim piensa que eres muy inteligente, pero seré yo quien le dé lo que quiere. -Balkir avanzó hacia delante con el rostro demudado por el odio-. Y te quitaré lo que tú quieres.

Arremetió contra él, apuntando con la espada en el pecho de Selene.

Morir. Iba a…

Kadar dio un salto para interponerse, tirando a Selene al suelo.

La espada penetró en su pecho.

– ¡No!

Balkir arrancó la espada y Kadar cayó al suelo. Selene vio salir un chorro de sangre de la herida. Cayó de rodillas junto a él.

– Oh, Dios mío, por favor…

Kadar tenía los ojos abiertos.

– Corre…

– No. -Un torrente de lágrimas surcaba sus mejillas-. No hables. Estás herido…

– Corre. -Sus ojos se cerraron y se desplomó sobre su costado.

¿Muerto?

La desesperación le partió el alma. Le acunaba entre sus brazos, meciéndole como a un niño.

– Aléjate de él -dijo Balkir.

Ella apenas podía oírlo.

Él dio un paso amenazante hacia ella.

– He dicho que te alejes de ese…

– Por Alá, ¿qué has hecho, Balkir? -Nasim se acercaba hacia ellos a zancadas desde las tiendas.

Balkir pareció encogerse.

– Estaban intentando escapar. Dijiste que mataríamos a la mujer si él nos traicionaba.

– Estúpido torpe, no te dije nada de matar a Kadar.

– Se plantó delante de mi espada.

Nasim se arrodilló junto a Kadar.

Selene se aferró aún más a él.

– No lo toques -dijo con fiereza.

El la ignoró mientras examinaba la herida causada por la espada.

– Todavía no está muerto, pero es una herida mortal. -Fulminó con la mirada a Balkir-. No pasará de esta noche.

– Se puso delante de mi espada -repitió Balkir.

– Déjanos en paz -dijo Selene-. No morirá. No lo dejaré morir.

– Nadie puede salvarlo. Está herido de muerte -dijo Nasim-. Nos ha engañado a los dos, a Tarik y a mí. -De repente se quedó parado-. O quizá no. -Se volvió hacia Balkir-: Prepara una camilla y acuéstalo en ella. Con cuidado. Que tu torpeza no lo mate demasiado deprisa. Se lo devolveremos a Tarik.

Balkir salió disparado.

Nasim se volvió hada Selene.

– Ve con él. Tarik puede curarlo si quiere. Convéncelo para que use sus poderes. -Se dio la vuelta y siguió los pasos de Balkir sin siquiera mirar otra vez a Kadar.

Tarik podía curarlo. Se aferraba desesperadamente a esa última esperanza que Nasim le había otorgado. Kadar no tenía por qué morir. Tarik lo ayudaría.

Dios santo, Kadar estaba tan quieto… Parecía imposible que no estuviera muerto todavía.

Selene se aferró a él aún más mientras le mecía entre sus brazos.

Vive, Kadar… Hasta que pueda llevarte hasta Tarik, vive.

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