No estamos solos.
Era el título del libro que había llamado por primera vez la atención general sobre el proyecto de búsqueda de vida inteligente. El libro fue escrito por Walter Sullivan, antiguo redactor científico del New York Times, en 1964.
Entonces fue una temeridad, basada en teorías y conjeturas pero no en evidencias reales: no había ni la menor prueba de que realmente no estuvieramos solos en el universo.
La humanidad continuó con sus cosas, como había hecho siempre. La guerra de Vietnam continuó, igual que el apartheid. Las tasas de asesinatos y otros delitos violentos continuó subiendo.
No estamos solos.
El eslógan se revivió de nuevo con el estreno de la película de Steven Spielberg Encuentros en la tercera fase, en 1977. El público abrazó libremente la idea de que había vida en el universo, pero seguía sin haber evidencias reales, y la humanidad continuó como siempre. Estalló la Guerra del Golfo, y se produjo la masacre de la plaza de Tiannamen.
No estamos solos.
Las palabras volvieron a ponerse de moda en 1996, cuando se reveló la primera prueba de que había vida fuera de la Tierra: un meteorito de Marte que no le había dado a nadie en la cabeza en la Antártida. La vida extraterrestre era ahora algo más que la materia de los sueños. Sin embargo, la humanidad continuó comportándose como siempre. Los terroristas hicieron volar edificios y aviones; las «limpiezas étnicas» continuaron sin que las detuviera nadie.
No estamos solos.
El New York Times, cerrando el círculo, utilizó ese titular a toda página en la primera plana del 25 de julio de 2007: el día en que se hizo el primer anuncio público de la recepción de señales de radio de Alfa Centauri. Supimos con certeza que en algún lugar existía vida, vida inteligente. Y sin embargo, las costumbres de la humanidad no cambiaron. Se produjo la Guerra de Colombia, y el 4 de julio de 2009 el Klan masacró a dos mil afroamericanos en cuatro estados en una sola noche.
Pero diez años después de que las señales se recibieran por primera vez, un pensamiento distinto resonó a través de la supermente tetraespacial y penetró en el reino triespacial de sus extensiones individuales.
Yo no estoy solo.
Y las cosas cambiaron.
—A menudo se acusa a los periodistas de informar sólo de malas noticias —dijo Greg McGregor, que presentaba el telediario de Newsworld desde Calgary el martes por la noche.
Kyle y Heather estaban sentados en el sofá de su salón, el brazo de él sobre los hombros de ella, viendo el programa.
—Bueno —continuó McGregor—, si han visto nuestro avance informativo, habrán advertido que hoy no tenemos más que buenas noticias. Las tensiones han remitido en Oriente Medio… y hace tan sólo una semana el secretario de estado norteamericano, señor Bolland, predecía un nuevo estallido bélico allí, pero hoy, por segundo día consecutivo, el alto el fuego permanece inviolado.
»Aquí en Canadá, una nueva encuesta de opinión instantánea de Angus Reid demuestra que el ochenta y siete por ciento de los habitantes de Quebec quieren continuar siendo parte de Canadá… un aumento del veinticuatro por ciento respecto a la misma pregunta hace tan sólo un mes.
»Durante las últimas veinticuatro horas no se ha informado de ningún asesinato en Canadá. Ninguna violación, tampoco. Las estadísticas de Estados Unidos y la Comunidad Europea parecen similares.
»En dieciocho años de profesión, este periodista nunca ha visto un bloque semejante de noticas realmente buenas. Ha sido un placer poder compartirlas con ustedes —se llevó los dedos a la cabeza, como hacía cada noche, y pronunció su despedida habitual—: Y otro día pasa a la historia. Buenas noches, Canadá.
La fanfarria final empezó a sonar. Kyle alcanzó el mando a distancia y apagó la tele.
—Es agradable, ¿no? —dijo, recostándose en el sofá—. Sabes, yo también lo he advertido. La gente cede el sitio en el metro, ayuda a los demás, y se comporta de forma amable. Debe ser algo que hay en el aire.
Heather sacudió la cabeza.
—No, no es algo en el aire… es algo en el espacio.
—¿Cómo?
—¿No lo ves? Ha sucedido algo completamente nuevo. La supermente sabe que no está sola. Te lo dije: se ha establecido contacto entre la supermente humana y la supermente de Alfa Centauri. Y la supermente humana está experimentando algo que nunca ha experimentado antes.
—Asombro, sí. Lo dijiste.
—No, no, no. No es asombro; ya no. Está experimentando otra cosa, algo completamente nuevo —Heather miró a su marido—. ¡Empatía! Hasta ahora, nuestra supermente ha sido completamente incapaz de sentir empatía: simplemente no había nadie más con quien identificarse, nadie más cuya situación, sentimientos o deseos pudiera comprender. Desde el amanecer de la consciencia, ha existido en absoluto aislamiento. Pero ahora está tocando y está siendo tocada por otra supermente, y de repente comprende algo que no es egoísmo. Y como la supermente lo comprende, todos nosotros, las extensiones de esa mente, de repente lo comprendemos también, de una forma más profunda y fundamental de lo que lo hemos comprendido jamás antes.
Kyle reflexionó.
—Empatía, ¿eh? —hizo una mueca—. Chita siempre preguntaba cosas que demostraban la inhumanidad del hombre con el hombre. Dijo que parecía ser una prueba… y quería saber quién realizaba el test. Supongo que la respuesta es nosotros… nosotros, el colectivo humano, tratando de comprender, tratando de sacarle sentido a todo.
—Pero no podíamos hacerlo —dijo Heather—. Éramos incapaces de sentir auténtica empatía continuada. Pero ahora que estamos en contacto con otra supermente, comprendemos lo que significa reconocer y aceptar al otro. ¿Qué hombre podría violar a una mujer si realmente se pusiera en su lugar? Lo fundamental de la guerra ha sido siempre deshumanizar al enemigo, verlo como un animal sin alma. ¿Pero quién podría ir a la guerra sabiendo que el otro tipo es padre, esposo, hijo? ¿Sabiendo que simplemente está intentando vivir su vida, igual que tú? ¡Empatía!
—Hmm —dijo Kyle—. Supongo que Greg McGregor va a tener que informar de noticias como ésta todas las noches a partir de ahora. Oh, seguirá habiendo huracanes e inundaciones… pero también habrá más gente lanzándose a ayudar cada vez que algo de eso pase —hizo una pausa, reflexionando—. ¿Crees que también será un primer contacto para los centauros? Alfa Centauri es la estrella más cercana al sol, pero también es cierto en el otro sentido: no hay ninguna estrella más cercana a Alfa C que el sol. Seguro que somos también su primer contacto.
—Tal vez —dijo Heather—. O tal vez los centauros no sean nativos de Alfa Centauri. Tal vez sean de otro lugar, y hayan llegado hasta Alfa Centauri en su expansión. Tal vez ya había vida en un planeta de Alfa Centauri, y las dos razas ya se han hecho amigas. Podría estar formándose una supermente galáctica, expandiéndose hacia afuera a partir del primer mundo que desarrolló el vuelo espacial.
Kyle pensó sobre aquello.
—Muy listos, esos centauros.
—¿Qué quieres decir?
—Hacen que seamos empáticos como raza antes de llegar en persona —hizo una pausa—. A menos, por supuesto, que vengan para apoderarse de nosotros y quieran ablandarnos primero.
Heather sacudió la cabeza. Había estado allí cuando se entabló el contacto: sabía.
—No, no puede ser eso. Primero, cualquiera que tenga el poder de volar entre las estrellas podría sin duda vaciar a este planeta de vida desde la órbita, sin preocuparse de si estamos «ablandados» o no. Y segundo, ahora que las dos supermentes están en contacto, se producirá sin duda una comunicación real… y ambos sabemos que no hay secretos en el psicoespacio.
Kyle asintió.
Heather lo miró, y luego dijo:
—Tendríamos que acostarnos. Mañana es un gran día, con la conferencia de prensa y todo eso.
—Las cosas van a cambiar —dijo Kyle—. El mundo…
Heather sonrió mientras reflexionaba sobre la paz que había hecho con su propio pasado, sobre la paz que Kyle había hecho con el suyo, y en todas las maravillas que habían visto.
—El mundo será un lugar mejor —dijo. Pero entonces su sonrisa se volvió pícara—. Con todo —añadió con ojos brillantes—, aprovechémonos de nuestra última noche de intimidad real.
Cogió a Kyle de la mano y lo condujo escaleras arriba.