John Verdon
Se lo que estas pensando

Prólogo

– ¿Dónde estabas?- dijo la anciana desde la cama. Tenía que hacer pis y no venía nadie.

Sin inmutarse por el tono desagradable de la mujer, el joven se quedó a los pies de la cama, sonriendo.

Tenía que hacer pis – repitió ella, de un modo más vago, como si ya no estuviera segura del significado de las palabras.

Tengo una buena noticia, madre – dijo el hombre. -Pronto estará todo bien. Nada quedará sin atender.

¿Adonde vas cuando me dejas sola?- La voz de la mujer volvía a ser brusca, quejumbrosa.

No muy lejos, madre. Sabes muy bien que nunca me alejo.

No me gusta estar sola.

La sonrisa del hombre se ensanchó; era casi beatífica.

Muy pronto todo estará bien. Todo será como tenía que ser. Puedes confiar en mí, madre. He encontrado una forma de arreglarlo todo. Dará lo que ha quitado al recibir lo dado.

Eres un gran poeta.

No había ventanas en la habitación. La luz lateral que proyectaba la lámpara de la mesita la única fuente de iluminación resaltaba la gruesa cicatriz de la garganta de la mujer y las sombras en los ojos de su hijo.

¿Iremos a bailar? – preguntó ella, con la mirada perdida más allá de su hijo y de la pared oscura que había detrás, hacia una visión más brillante.

Por supuesto, madre. Todo será perfecto.

¿Dónde está mi Dickie Duck?

Aquí, madre.

¿Dickie Duck se va a acostar?

A rorro, a rorro.

Tengo que hacer pis – dijo ella, casi con coquetería.

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