Expedición 184: día 4

Por la mañana, no estaba. Llovía intensamente y había empezado a soplar viento. Un arroyuelo corría por el centro del saliente y encharcaba la parte trasera. El bajo del petate de Ev estaba ya mojado.

Hacía mucho más frío y supuse que Carson había ido en busca de leña, pero cuando salí su poni tampoco estaba.

Subí a la Muralla para buscar a Bult. No lo encontré en ninguna de las cámaras. Volví a la charca.

No estaba allí, ni la charca tampoco. El agua chorreaba por todas partes en las rocas, blanca de yeso. La ponicaca en la que Ev se había agazapado estaba completamente cubierta.

Volví a subir a la Muralla y la seguí. Bult estaba en la cima, mirando al sur a lo que se podía ver de las Ponicacas, que no era gran cosa, pues las nubes eran muy bajas.

—¿Dónde está Carson? —grité por encima de la lluvia.

Él miró al este y luego al yacimiento petrolífero que habíamos cruzado ayer.

—Nooh sséh —dijo.

—Cogió uno de los ponis —grité—. ¿Por dónde se fue?

—Nooh vih mchah —respondió—. Nohh dspihdioh.

—No se despidió de nadie. Tenemos que encontrarlo. Ve por el risco, y yo comprobaré el camino por donde hemos venido.

Pero el camino por donde habíamos ido también estaba inundado y era demasiado resbaladizo para que un poni pudiera bajar. Cuando volví al saliente a recoger a Ev, toda la parte trasera estaba anegada y Ev lo apilaba todo sobre otro saliente húmedo.

—Tenemos que trasladar el equipo —dijo cuando me vio—. ¿Dónde está Carson?

—No lo sé —contesté. Encontré otro saliente más alto, no tan profundo e inclinado hacia atrás, y llevamos allí el transmisor y las cámaras. Cuando bajé a coger el resto del equipo, encontré el diario de Carson y su equipo.

Bult regresó, chorreando agua.

—Noh cuehntroh —anunció.

Y al parecer no quiere que lo encuentren, pensé, girando el micro en mis manos.

—Ese saliente no servirá —dijo Ev—. El agua chorrea por el lado.

Volvimos a trasladar el equipo, hasta un hueco apartado de la corriente. Era profundo, y el suelo estaba seco, pero por la tarde un riachuelo corría por él, cayendo en zigzag desde el risco, y por la mañana estaríamos aislados de los ponis. Y de cualquier vía de escape si el agua subía.

Seguí buscando. Caía agua de los dos salientes en los que habíamos estado, y no había manera de que pudiéramos llegar al otro lado del arroyo, ni siquiera sin tssi mitss. Me subí a un promontorio. Estaba lo bastante alto, pero nunca sobreviviríamos al descubierto. Traté de no pensar en Carson, que andaba por ahí sin nada más que su petate. Y sin micro.

Un lanzabadejo se lanzó hacia mi cabeza y luego regresó hacia la Muralla.

—Será mejor que no me incordies —dije.

Volví al hueco y llamé a Ev y Bult.

—Vamos —dije, cogiendo el transmisor—. Nos trasladamos. —Los guié hasta el risco y la Muralla—. Aquí dentro.

—Pensé que esto iba contra las reglas —comentó Ev, pisando el suelo redondeado de la puerta.

—Y todo lo demás —dije—. Incluyendo ahogarse y contaminar los ríos con nuestros cuerpos.

Bult cruzó el umbral y soltó su equipo, luego sacó su cuaderno.

—Invasión de propiedad boohteri —dijo.

Tuvimos que hacer cuatro viajes para subirlo todo, y todavía nos quedaban los ponis, que estaban tendidos en un charco de agua y no querían levantarse. Los empujamos a través de las rocas, soportando sus constantes protestas. Cuando conseguimos llevarlos a la Muralla, ya había oscurecido.

—No vamos a meterlos en la misma cámara con nosotros, ¿no? —dijo Ev, esperanzado, pero Bult estaba ya alzándolos hacia la puerta, casco a casco.

»Tal vez podríamos abrir una puerta entre este pasadizo y el siguiente —sugirió Ev.

—Destrucción de propiedad boohteri —dijo Bult, y sacó su cuaderno.

—Al menos con los ponis tendremos algo que comer —dije yo.

—Destrucción de forma de vida alienígena —informó Bult a su diario.

Destrucción de forma de vida alienígena. Tendría que encargarme de aquellos informes.

—¿Adónde ha ido Carson? —dijo Ev, como si acabara de recordar que no estaba presente.

—No lo sé —contesté, contemplando la lluvia.

—Carson se habría lanzado de cabeza al agua nada más ver esa cosa, y la habría matado —dijo Ev.

Sí, pensé, lo habría hecho. Y luego me habría sermoneado por no haber hecho una comprobación de f-y-f.

—Habrían hecho un saltón sobre eso —añadió, y yo pensé, sí, y sé cómo habría sido. La vieja Pantalones Ceñidos sin sus pantalones gritando «¡Socorro, socorro!», y un pez con dientes falsos saliendo del agua, y Carson chapoteando con un láser y mandándolo al infierno.

—Te ordené que salieras del agua, y obedeciste —le tranquilicé—. Yo hubiera hecho lo mismo si no hubiera estado tan lejos.

—Seguro que Carson habría acudido a salvarte.

Contemplé la oscuridad y la lluvia.

—Sí —dije. Lo habría hecho. Si hubiera sabido dónde estaba.

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