A mi lejano amigo Miguel Tzenke,

síndico shuar de Sumbi en el alto Nangaritza

y gran defensor de la amazonia.

En una noche de narraciones desbordantes de

magia me entregó algunos detalles de su

desconocido mundo verde, los que más tarde, en

otros confines alejados del Edén ecuatorial,

me servirían para construir esta historia


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