Capítulo 3

Por lo menos una vez al día, Kasey descolgaba el auricular para llamar a Jordan y cancelar su compromiso. ¿Cómo se había metido en semejante situación?, se preguntó por enésima vez. Pero aunque no hubiera ninguna explicación lógica, en menos de veinticuatro horas, se iba a convertir en la esposa de Jordan Caine.

Dio media vuelta en la cama de la suite que su padre había alquilado en uno de los mejores hoteles de la ciudad. Quería llorar, pero desde que había terminado con Greg, había agotado todas sus lágrimas.

Había convertido su vida en un auténtico desastre; una vida que pocos meses antes le parecía perfecta. En menos de seis meses la había visto romperse en mil pedazos y concluir en aquella locura.

Quizá había tenido una infancia sobreprotegida. No podía recordar a su madre, que había muerto cuando ella era todavía un bebé, de manera que el mundo de Kasey había girado alrededor de su padre, de su hermano Peter, de Jessie el ama de llaves y, por supuesto, de Greg.

Había asistido a las mejores escuelas y colegios, por lo que se había relacionado con los hijos de las más respetables familias de Australia. Su educación podría considerarse exquisita, sin embargo, comenzaba a preguntarse si no habría sido todo una pérdida de tiempo. O quizá sufría alguna enfermedad que había detenido su desarrollo emocional desde los doce años de edad. Tenía la sensación de haber vivido con una venda en los ojos. O quizá sólo se había permitido ver lo que quería, omitiendo todo lo que fuera desagradable.

Su padre era un auténtico caballero; lo había comprendido sobre todo desde que había abandonado la granja y había conocido un poco de mundo. De hecho, su padre estaba tan lejos de los patrones que se consideraban normales que resultaba casi risible.

Los hombres. Sólo había habido uno para ella: Greg Parker. Un caballero andante que había llegado en su blanco corcel a Akoonah Downs y le había robado el corazón.

Intentó apartar de su mente a Greg. La víspera de su boda no era momento para pensar en él.

La invitación a su boda con Paula le había llegado una semana después de la inesperada visita de Greg. La boda se celebraría en la iglesia del pueblo más o menos un mes después de la boda de Kasey con Jordan.

Su boda con Jordan Caine. Jordan Caine, sin duda el sueño dorado de muchas mujeres. Alto, guapo y rico.

Al padre de Jordan, John Caine, le gustaba ser discreto como un hombre que se había forjado su propio destino. Había levantado Caine Electricals desde un pequeño negocio de reparación de electrodomésticos; había convertido una pequeña tienda en un negocio multimillonario.

Jordan y su hermano David, cuatro años mayor que él, habían nacido con la proverbial cuchara de plata en la boca. Habían estudiado en los mejores colegios de Australia y se habían codeado con las familias más respetables.

A Jordan siempre le habían interesado los ordenadores, y al cumplir veinticinco años, había tomado posesión de la herencia que le habían legado sus abuelos maternos y con la bendición paterna se había adentrado en el mundo de la informática por su cuenta. Con gran éxito, por cierto.

Y diez años después, había decidido casarse con Kasey Beazleigh, cuando hubiera podido escoger entre muchas jóvenes de la más alta sociedad. Y a Kasey todo el mundo la envidiaba…

El dolor le contrajo las entrañas, un dolor más intenso que el que le había causado el rechazo de Greg. No tenía nada que ver con el orgullo, sino que era más bien una profunda desilusión, o al menos eso se decía a sí misma.

En las agitadas, casi irreales semanas posteriores a su compromiso, había llegado a apreciar a Jordan, por su apostura y su inteligente sentido del humor. Y lo admiraba. Pero también había descubierto su faceta egoísta.

Kasey suspiró. Cómo deseaba no haber asistido a la celebración del aniversario número cuarenta del matrimonio de los padres de Jordan una semanas antes. Aquella noche había cambiado todo. Si no hubiera sido así, incluso habría esperado con ilusión su boda y todo lo que ella significaba.

¡Pero no! Todavía amaba a Greg. Nada podía cambiar sus sentimientos.

Sin embargo, los acontecimientos de la fatídica velada que había pasado con la familia de Jordan habían demostrado que no se podía confiar en los hombres. Todavía la perseguían los descubrimientos de aquella noche…


El hogar de la familia Caine, situado en un elegante barrio de la ciudad, estaba lleno de amigos y familiares reunidos para la ocasión. Luces de colores iluminaban los jardines bellamente cuidados.

El tiempo era ideal. Se había levantado una fresca brisa después de un día húmedo y caluroso. Los jóvenes chapoteaban en una piscina, mientras la gente madura charlaba y reía. Había algunos hombres reunidos en la barra y una música suave alegraba el ambiente.

La madre de Jordan era una mujer que se parecía mucho a su hijo y que no aparentaba en absoluto los sesenta años que tenía. Era una mujer muy elegante. Nada más conocerla, Kasey se sintió un poco amedrentada ante su poderosa personalidad, pero se tranquilizó en cuanto le dijo que no podía estar más satisfecha con la elección de esposa hecha por su hijo.

Dos semanas después, acostada en su cama, Kasey casi podía oler los embriagadores perfumes de las flores del jardín de los Caine, oír las risas, los chapoteos de la piscina, el murmullo de voces. Fragmentos de conversación volvían a resonar en su mente…

– Vaya, conque ésta es la joven que va a casarse con mi sobrino -dijo una mujer de baja estatura que caminaba apoyada en un bastón. La señora invitó a Kasey a sentarse a su lado-. Ven aquí, querida, quiero que hablemos -Kasey se sentó a su lado-. Soy la hermana del padre de Jordan, me llamo Grace -sonrió la mujer.

Kasey se tranquilizó, inmediatamente simpatizó con aquella mujer franca y lúcida.

– ¿De modo que vas a cargar con mi sobrino? -le preguntó la mujer con un brillo travieso en los ojos.

– Sí, supongo que así es. O, más bien, él va a cargar conmigo.

– Pues me alegro de que haya escogido a alguien con un poco de fuego. Algunas de las papanatas con las que ha salido lo habrían matado de aburrimiento en poco tiempo… y así se lo he dicho -agitó su bastón para dar más énfasis a sus palabras-. ¡Ese muchacho a veces me exaspera!

Kasey miró el perfil de Jordan, que estaba charlando con un grupo de invitados.

– Estoy segura de que Jordan sabe cuidarse solo -dijo Kasey, encontrando bastante irritante la idea de que Jordan hubiera estado con otras mujeres.

– No te preocupes por las mujeres que ha habido en su pasado, querida -le aconsejó Grace-. Jordan está encandilado contigo, de eso no cabe duda. Y será un magnífico marido -desvió la mirada hacia su sobrino-. Siempre he querido mucho a Jordan. Todo el mundo lo consideraba temerario cuando era más joven, pero sólo era un chico inquieto y lleno de energía. El problema es que no se parece a su hermano. David es serio, reposado, lo cual es admirable, sin duda, pero contrastaba demasiado con el espíritu aventurero de Jordan. ¡Y deberías saber que ese espíritu aventurero le ha metido en más de un lío! -rió divertida-. Pero me alegro de que haya escogido bien a su pareja. Me preocupaba que cometiera otro error… -Grace pareció darse cuenta de que estaba hablando demasiado y se contuvo-. Pero ya he hablado demasiado. Ahora háblame de ti.

¿Qué error?, se preguntó Kasey. Las palabras de Grace indicaban que aquel no era su primer compromiso. ¿Habría estado casado? No, si lo hubiera estado se lo habría dicho… ¿o no?

Kasey intentó seguir con atención la conversación de la tía de Jordan, pero casi sintió alivio cuando apareció Margaret Caine y se llevó a su cuñada para que la ayudara con los preparativos de la cena.

Un momento después, Jordan se acercó a Kasey y la joven le preguntó impulsivamente:

– ¿Has estado casado?

Jordan la miró extrañado. Al ver a Kasey tan serio, sonrió.

– No. Esta será la primera vez. ¿Y tú?

– ¡Por supuesto que no!

– Ah, lo olvidaba. Eres mi novia virginal -le susurró al oído mientras la conducía adentro para cenar.

– ¡Aquí están David y Desiree! -exclamó alguien.

En ese momento, Kasey no se imaginó siquiera lo que la esperaba. Todavía no conocía a David Caine y a su esposa, ya que habían pasado varias semanas en el extranjero.

La madre de Jordan abrazó a su hijo mayor y le dio un beso en la mejilla a su nuera.

David no podía haber sido menos parecido a su hermano. Era algunos centímetros más bajo de estatura y mucho menos corpulento.

Kasey desvió la mirada hacia Desiree, la esposa de David. Era una mujer rubia, de belleza etérea. Mientras la observaba, Kasey advirtió un sutil cambio en la actitud de Jordan. De manera casi imperceptible, se había puesto tenso. Si no hubieran estado cogidos del brazo, no se hubiera dado cuenta. La joven lo miró de soslayo.

La expresión de Jordan era estudiadamente impasible, pero su mandíbula estaba tensa y tenía los ojos entrecerrados. Condujo a Kasey adelante, para encontrarse con su hermano.

Al estar más cerca de David, Kasey pudo observar que parecía cansado y aparentaba más años de los treinta y nueve que tenía.

– Kasey, te presento a mi hermano David y su esposa, Desiree. Y esta es Kasey Beazleigh… -hizo una pausa y la cogió por la cintura con actitud posesiva-… mi futura esposa.

David se acercó para besarla en la mejilla y darle la bienvenida a la familia.

Por encima del hombro de David, Kasey se encontró con unos ojos violeta, helados, casi hostiles. Y advirtió las arrugas de aburrimiento e insatisfacción bajo el maquillaje aplicado con esmero de su cuñada.

– ¿No es magnífico? -dijo David a su esposa-. ¡Y nosotros que creíamos que Jordan iba a ser un solterón!

Desiree se irguió irritada cuando David la abrazó y miró fijamente a su cuñado.

– Me sorprende saber que por fin te has dejado atrapar -dijo; su voz aterciopelada y sensual hacía un extraño contraste con su frágil aspecto.

Jordan arqueó una ceja y la miró con expresión casi desdeñosa.

– Te equivocas, Desiree. Soy yo el que ha atrapado a Kasey. ¿No es cierto, cariño?

Miró con ternura a su prometida y por un instante, Kasey se convenció de que de verdad estaba enamorado de ella. Un leve rubor cubrió sus mejillas.

– Has hecho sonrojar a la chica, Jordan -comentó Desiree con irónico retintín.

Kasey recobró el aplomo, sintiendo una inmediata antipatía por la cuñada de su prometido.

– De ninguna manera, Desiree. En realidad, no sé quién ha atrapado a quién; sólo puedo decir que estoy encantada de que Jordan haya aceptado mi proposición de matrimonio.

Hubo un momento de silencio y luego todos se echaron a reír; bromearon con Jordan y le pidieron que confirmara las palabras de la joven.

Jordan le dio un beso en la mejilla haciéndola estremecerse.

– ¿Mentiría Kasey sobre algo tan serio? -preguntó con una sonrisa enigmática-. Incluso se puso de rodillas y me ofreció un ramo de violetas.

Kasey iba a replicar algo ingenioso, pero antes de que pudiera hacerlo, Jordan le dio un beso en la boca.

– Bien, exagero -dijo, mirándola fijamente a los ojos-. El ramo no era de violetas, sino de rosas.

Hubo más risas y comentarios jocosos, y luego Margaret Caine se acercó para pedirles que se sentaran a cenar.

Durante el transcurso de la cena, Kasey pudo darse cuenta de que a pesar de los intentos de los Caine por incluir a Desiree en el círculo familiar, ella se mantenía aparte, adoptando un aire de aburrimiento.

Kasey recordó otra de las escenas de aquella noche fatídica. David Caine observaba con recelo a su esposa mientras ella lanzaba constantes pullas a su cuñado. Y aunque, aparentemente, Jordan soportaba con prudente tolerancia el humor sarcástico de Desiree, Kasey advirtió la ira interior que lo mantenía en tensión.

Pero Kasey todavía no podía comprender la razón de la misma. Aquella revelación llegó más tarde, aquella misma noche.

Algunos invitados ya se habían ido y Kasey comenzaba a estar un poco cansada; no le resultaba fácil entablar conversación con extraños y salió a los enormes jardines de la mansión.

Se dirigió a la zona de la piscina y, con un suspiro, se sentó en el cemento, todavía caliente por el sol. A la sombra de un árbol frondoso, su vestido negro la volvía prácticamente invisible. La luz de un encendedor llamó su atención. Una alta figura aspiró el humo de un cigarrillo recién encendido y Kasey reconoció inmediatamente a Jordan. Estaba apoyado contra el tronco de una palmera.

Con una sonrisa, Kasey se levantó y atravesó el patio de baldosas y descendió por los escalones que llevaban al camino principal del jardín. Un leve temblor de deseo la hizo estremecerse y aceleró el paso.

– ¿Qué haces aquí? -la voz de Jordan rompió el silencio de la noche.

Kasey se detuvo en seco, con el corazón constreñido de temor. Por un breve segundo pensó que aquella áspera pregunta iba dirigida a ella, hasta que de pronto comprendió que era imposible que Jordan la hubiera visto a través del matorral que los separaba.

– Buscándote, querido.

Kasey contuvo el aliento al oír la voz grave, aterciopelada y sensual de Desiree. Jordan masculló una imprecación.

– ¡Vaya lenguaje, Jordan! Yo también podría preguntarte qué haces aquí solo, ¿no?

Kasey se quedó inmóvil, sabiendo que debía acercarse a ellos… o escapar de allí.

– Estaba disfrutando de la soledad -replicó Jordan-. Y me gustaría seguirla disfrutando.

– ¡No te pongas así, querido! -dijo Desiree con un puchero-. No he hablado contigo en toda la noche.

– He estado atendiendo a los invitados. Deberes de anfitrión -replicó Jordan con evidente sarcasmo.

– Muy admirable de tu parte. Tenías que ser un Caine para saber comportarte en sociedad.

– Se te nota el complejo, Desiree.

– Eres un canalla, Jordan Caine.

– Quizá. Pero será mejor que vuelvas adentro antes de que alguien advierta tu ausencia.

– Antes de que se den cuenta de que no estamos ninguno de los dos, ¿verdad?

– Está bien. Antes de que se den cuenta de la ausencia de ambos.

Desiree emitió una risa ronca y sensual, que dejó helada a Kasey. No era posible que Jordan y Desiree…

– Te veo muy bien -el tono de Desiree era seductor hasta la exageración.

– Gracias. Nunca me he sentido mejor. Ahora…

– ¡Oh, Jordan, no riñamos! Hace meses que no nos vemos.

– ¡Desiree!

– Tu padre está adentro elogiando otra vez la expansión de Computadoras Caine -Desiree pareció cambiar de táctica-. Pero tú siempre has sabido que tu negocio iba a ser un éxito, ¿no?

Jordan guardó silencio y Kasey intentó volver sobre sus pasos, pero algo la retuvo donde estaba.

– ¿Alguna vez piensas en nosotros, Jordan? ¿En lo que podía haber sido nuestra vida? -la voz suave, insinuante de Desiree fue como un dardo que se clavó en el corazón de Kasey.

– Sería una pérdida de tiempo, ¿no te parece?

– Pienso mucho en ti, Jordan. En nosotros.

– ¡Ya basta, Desiree! Este no es el momento ni el lugar para una conversación como esta.

– ¿Dónde y cuándo, entonces? -susurró la mujer-. ¡Oh, Jordan, no sabes cuánto te he echado de menos estos años! No sabes cuántas veces he cogido el teléfono con la intención de llamarte. Necesito que me abraces, me hacen falta tus caricias.

– Por todos los santos, Desiree -repuso Jordan, exasperado-. ¿Estás loca?

– Sólo por ti, Jordan, por favor, bésame.

– Desiree, sabes que no puedo hacerlo.

– ¿Por qué no?

– ¿No tienes escrúpulos? ¡Eres la mujer de mi hermano!

– David no me hace ningún caso -su voz sonaba como si estuviera al borde de las lágrimas-. Sólo le intereso como ama de casa y madre.

– Entonces piensa en tus hijas, Desiree.

– Pero no estoy hecha para la maternidad. Claro, quiero a Shelley y a Lisa, son unas niñas encantadoras; pero ya te lo dije antes de que saliéramos de viaje, estoy harta de todo.

– No es problema mío, Desiree -Jordan suspiró-. Y como también te dije antes de que te fueras, no me interesa ser la diversión de un ama de casa aburrida.

– No puedes estar hablando en serio, Jordan. Podríamos ser discretos; nadie se enteraría. Oh, querido, nunca he dejado de amarte.

Jordan volvió a maldecir.

– ¿No se te olvida nada, Desiree? Dentro de dos semanas me caso.

Desiree se echó a reír.

– Ah, claro. Con la Doncella de Hielo.

Kasey oyó el suspiro de resignación de Jordan.

– ¿Te he sorprendido? ¿No me crees capaz de hacer algunas pesquisas? Además, el dinero abre las puertas incluso de una pobretona como yo -Desiree volvió a reír-. No ha sido difícil. Todo el mundo habla sobre la pareja de la temporada… sobre la unión de la fortuna Caine con la fortuna Beazleigh.

– El dinero no tiene nada que ver con esto.

– Eso dices. Pero me ha decepcionado tu elección, Jordan. Ah, sí, es atractiva, pero es tan alta… Si unes eso a su imagen de frigidez, será como acostarte con una…

– ¡Ya basta, Desiree! -replicó él-. Voy a casarme con ella.

– ¿Por qué, Jordan? ¿Por qué vas a casarte con ella? Apenas la conoces.

– A lo mejor ha sido amor a primera vista.

Jordan hirió a Kasey en lo más vivo.

– Hubo una época en que decías lo mismo de mí.

– Eso fue hace mucho tiempo, antes de que descubriera la clase de hipócrita mercenaria que eras.

– Para ti es fácil juzgarme, ¿verdad? Nunca me has entendido, Jordan. Yo necesitaba seguridad financiera. A ti nunca te ha faltado nada, no has conocido la miseria, si no, me comprenderías. El futuro de David estaba ya definido y tú estabas empezando a meterte en el mundo de los negocios. No podía arriesgarme. Pero te sigo amando; siempre te amaré.

– ¿Amarme? -preguntó Jordan, burlón-. No sabes lo que significa esa palabra. Me repugnas, Desiree. ¡Apártate de mi vista! Vuelve con tu marido, que es donde tienes que estar.

– Bien, puedo esperar.

– Pues espera sentada.

– Durante el tiempo que sea necesario -afirmó la mujer-. Porque sé que todavía me amas.

– No te amo -declaró Jordan y Desiree emitió un bufido desdeñoso.

– Nos pertenecemos… siempre ha sido así. Y hablando de amor, querido, esa chica te ama tan poco como tú a ella.

– No me interesa tu opinión, así que déjame en paz.

– Oh, no digo que no la atraigas sexualmente. Es indudable que desea tu cuerpo -Desiree lanzó una risa gutural-. No la culpo. ¿No somos muchas las que te deseamos? Siempre has sido el mejor en la cama…

– Desiree, nunca he pegado a una mujer, pero para todo hay una primera vez -gruñó Jordan.

– No me importa, tigre. Pégame si quieres.

El silencio de Jordan fue más doloroso que una bofetada.

– Este matrimonio es pura apariencia, ¿verdad? -continuó Desiree-. Te casas con ella para tender una cortina de humo por si alguien se da cuenta de que sigues loco por mí, la esposa de tu propio hermano.

– Desiree…

– Eso es, ¿verdad? Lo detecto en tu voz y lo veo en tus ojos. Todavía me deseas, querido. Tu cuerpo te delata -volvió a reír con su risa profunda, sensual-. Bien, tengo paciencia y siempre consigo lo que quiero. Cuando te canses de intentar derretir a la Doncella de Hielo, ya sabes en dónde me puedes encontrar. Te estaré esperando.

Cuando Jordan se movió, Kasey retrocedió con presteza. Luego la asaltó una oleada de náuseas. El aroma del perfume de Desiree asaltó su olfato cuando la mujer pasó majestuosamente cerca de donde estaba ella.

Y en cuestión de horas, Kasey se iba a casar con Jordan. Un hombre que había amado y seguía amando a la esposa de su hermano.

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