Capítulo 4

La mañana del día de la boda, Kasey tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para levantarse de la cama y desayunar.

Después del desayuno, la mañana pareció acelerarse. Kasey fue a la peluquería, recogió los ramos de flores y realizó la infinidad de tareas que podría haber delegado a otra persona, pero que había decidido hacer ella misma para conservar la cordura. Se habría desmoronado si hubiera tenido que quedarse en su apartamento esperando que llegara la hora de la boda.

A su debido tiempo comenzó a vestirse. Kasey había elegido un vestido elegante y sencillo que se ajustaba a su estrecha cintura, y caía en cascada sobre las caderas.

Para su propio asombro, una vez que estuvo vestida, se tranquilizó. Era como si estuviera a punto de salir a la pasarela para hacer una exhibición de modas. Le costaba asimilar la trascendencia de lo que estaba a punto de hacer.

Dentro del coche nupcial, se sentó con porte sosegado, sin creer en realidad que estaba tan cerca la hora de la verdad.

Su padre estaba a su lado, removiéndose en el asiento, incómodo con el traje de etiqueta y nervioso por la boda de su hija.

Luego aguardaron en el umbral de la iglesia; los asistentes esperaban con expectación que empezara la ceremonia.

Había dos hombres al final del pasillo alfombrado, ambos vestidos con inmaculados trajes grises. La joven miró al prematuramente envejecido David Caine y después se fijó en el hombre más alto.

Jordan se volvió ligeramente cuando el organista comenzó a tocar las primeras notas de la marcha nupcial. Posó la mirada en la novia y un repentino vértigo azotó a Kasey al darse cuenta por vez primera de la enormidad de lo que estaba a punto de hacer. Se estremeció y su padre al darse cuenta, le acarició la mano para darle ánimo.

– Todo saldrá bien, mi nena. Jordan es un buen hombre -dijo con suavidad.

El pasillo le pareció infinito mientras avanzaba. Cuando llegaron por fin al altar, Jordan se puso al lado de la novia y ella lo miró con los ojos abiertos de par en par.

Jordan estaba más atractivo que nunca con su elegante traje gris claro. En el ojal de la chaqueta llevaba una rosa roja.

La ceremonia, según comentó todo el mundo después, fue sencilla pero hermosa; sin embargo, Kasey apenas se dio cuenta. Sin duda debía haber dado las respuestas adecuadas, pero se sentía envuelta en una especie de somnolencia que le impedía ser consciente de lo que hacía.

Cuando el oficiante pronunció las palabras rituales: «os declaro marido y mujer…», Jordan alzó el velo de la joven y la besó. El beso fue bien, pero el efecto la hizo temblar de tal manera que le costó firmar su nombre en el registro. David, el padrino de Jordan, se inclinó para palmearle el brazo y decirle que no se pusiera nerviosa, que no era el fin del mundo.

¡Cómo hubiera deseado que sí lo fuera!

Kasey permaneció tensa y temblorosa durante la interminable sesión de fotografía de los periodistas. Jordan había conseguido que aparecieran sólo después de la ceremonia.

Sin embargo, Kasey recobró en la recepción parte de su estoica serenidad. Quizá la bebida que Jordan le puso en las manos tuviera algo que ver con ello.

Hasta que no llegaron a la recepción, Kasey no pensó en Greg Parker. Con azoro se dio cuenta de que no lo había visto en la iglesia. Sin embargo, debía haber estado allí. Por lo menos, él y Paula estaban sentados a la mesa al lado de Peter, el hermano de Kasey.

Greg estaba pálido y parecía cansado; Paula le dirigía constantes miradas de adoración. En cierto momento, los ojos de Greg se encontraron con los de Kasey y la joven advirtió el dolor que se reflejaba en ellos y se asombró al darse cuenta de que el único sentimiento que nacía en ella era remordimiento.

Dirigió una mirada de soslayo a su marido, que la estaba mirando con los ojos entrecerrados. ¿La habría visto mirando a Greg? ¿Y tendría alguna importancia que la hubiera visto? Jordan no tenía idea de cuáles eran los sentimientos que ella abrigaba por Greg, de modo que no podía sospechar… Kasey se irguió de repente con orgullo. Jordan era la última persona que podía acusarle de nada. Él tenía sus propias razones para estar allí, para haberse casado con una mujer a la que apenas conocía, y no eran mejores que las suyas.

Los discursos fueron breves y la comida exquisita, según comentaron después los invitados. Pero Kasey no recordó haber saboreado ni un bocado.

Después llegó el vals nupcial. El pánico volvió a apoderarse de ella mientras giraba en brazos de su esposo. No se atrevía a mirarlo. ¿Advertiría él su nerviosismo? Por supuesto, Jordan era un hombre de mundo y debía darse perfecta cuenta de todo.

Sin poderse contener, alzó la mirada hacia él y Jordan esbozó una sonrisa, provocando en ella un escalofrío que la sacudió por entero.

– Ah, por fin te acuerdas de que estoy aquí -Jordan posó la mejilla en la de ella y le susurró aquellas palabras al oído. Kasey se apartó de él.

– No entiendo a qué te refieres.

– ¿No? Es la tercera vez que me miras.

– Eso es ridículo.

– ¿De verdad, Kasey? -Jordan soltó una carcajada amarga-. Debo agradecer que al menos hayas comprobado que era yo el que esperaba ante el altar antes de avanzar por el pasillo. Habría sido terrible que te estuviera esperando el hombre equivocado, ¿no?

Kasey lo miró fijamente. ¿Qué había querido decir? ¿Acaso…? No, no podía saberlo. Intentó recobrar el aplomo.

– ¿Crees que estaba esperando encontrarme con Tom Selleck? -preguntó con humor. Sólo un leve temblor en la voz delató la tensión que la embargaba. Jordan hizo una mueca.

– ¿Ese niño bonito? ¡Kasey, no puedes hablar en serio!

¿Niño bonito? Quizá. Pero nadie podría considerar a Jordan Caine de esa manera. Sus rasgos eran demasiado masculinos y vigorosos. Jordan era más atractivo que cualquier estrella de cine.

Reprimió el impulso de buscar a Greg con la mirada. La volvió a embargar el remordimiento. ¿Cómo podía haber olvidado a Greg tan pronto? Lo había amado; todavía lo amaba… ¿o no? Volvió a mirar a Jordan.

– Pareces una princesa esperando que me convierta en sapo -dijo él y Kasey perdió el paso-. Pero en realidad nunca seré un sapo -continuó Jordan-. De hecho, soy un valiente príncipe que viene a llevarte a su reino.

– Estoy segura de que eres el sapo del estanque de lirios -comentó ella con ironía y fue recompensada por una sincera carcajada de su marido.

– Lo tomaré como un elogio, bella princesa.

Una leve sonrisa curvó los labios de Kasey y Jordan clavó la mirada en aquella boca carnosa y sensual durante lo que le pareció a la joven una eternidad.

– Y hablando de elogios -continuó Jordan-, está usted divina, señora Caine. Ese vestido es exquisito.

Un brillo sensual iluminó la mirada de Jordan y un leve rubor tiñó las mejillas de Kasey. Sintió frío y calor al mismo tiempo y una total confusión.

– Gracias -replicó, turbada.

– De cualquier manera, estoy deseando verte sin él -susurró Jordan y Kasey se sonrojó todavía más-. Guardo un recuerdo de ti que me está volviendo loco desde hace varias semanas. Me persigue día y noche… especialmente de noche. Veo una extensión de suave piel cremosa, piernas bien formadas, caderas redondas…

– ¡Jordan! -trató de interrumpirlo Kasey.

– Cada hermoso centímetro de tu cuerpo… -continuó él-. Y tu pelo, como una cascada de fuego sobre las sábanas.

Algo parecido al fuego comenzó a arder en su interior, y se extendió por todo el cuerpo de la joven. Todo aquello era ridículo, se regañó; la ceremonia, la recepción, el vals… Intentó restarle importancia a la situación.

– ¿Cascadas de fuego? Qué poético, Jordan -arqueó irónicamente las cejas-. Tengo que reconocer que eres todo un caballero.

– No sabes cuántas veces he maldecido mi caballerosidad -prosiguió Jordan en el mismo tono-, por no haberme aprovechado de ti cuando tuve la oportunidad.

– Si yo hubiera estado dispuesta, querrás decir -se apresuró a replicar Kasey y su esposa rió con suavidad contra su mejilla.

– Habrías estado dispuesta -dijo él.

– No estés tan seguro -murmuró.

Sus ojos se encontraron y una leve sonrisa se dibujó en los labios de Jordan.

– Eso nunca lo sabremos, ¿verdad? -la miró sin pestañear-. Pero esta noche sí -añadió con toda intención.

¡Aquella noche! ¿Qué haría cuando estuvieran solos?, se preguntó Kasey. No podía imaginarse compartiendo la intimidad de la habitación nupcial con un hombre al que no amaba. ¿Cómo iba a permitir que aquel hombre…? Todas sus fantasías de adolescente habían estado centradas en un amor romántico y cuando pensaba en el amor físico, siempre lo relacionaba con Greg.

Sin embargo, Jordan Caine, aquel perfecto desconocido, tenía derecho a besarla, tocarla y conocer cada fragmento de su cuerpo como ningún otro hombre lo había hecho. Ni siquiera Greg.

Greg debía ser el hombre con el que hiciera el amor aquella noche, susurró una vocecilla interior. Pero él nunca sería de ella.

Y era evidente que Jordan esperaría una esposa complaciente en su noche de bodas.

¡No, no podría! Debía terminar de alguna forma con aquella absurda farsa. Si Jordan y ella hacían el amor aquella noche, los dos se estarían usando como sustituto de otra persona. Kasey no podía aceptar de ninguna manera una relación bajo tales condiciones.

Abrió la boca para decirle lo que pensaba, pero antes de que hubiera dicho nada, su padre se acercó para bailar con ella y Jordan se retiró. Pero antes de alejarse de ella, le miró con expresión burlona advirtiéndole que estaba cercano el momento de la verdad. Kasey se estremeció y su padre la miró con extrañeza.

– ¿Qué te pasa, cariño? No tendrás frío, ¿verdad?

– No. Lo que pasa es que… estoy un poco cansada, supongo. Ha sido un día muy largo.

Y se extendía ante ella una noche todavía más larga. Una noche aterradora y, sin embargo, extrañamente tentadora.

Las horas se le pasaron volando mientras bailaba con todos los invitados, tanto los de ella como los de Jordan. En la atestada pista casi no vio a Jordan mientras él bailaba con las invitadas. Sin embargo, el remolino de gente pareció abrirse cuando Jordan empezó a bailar con su cuñada. O al menos así le pareció a Kasey.

Observándolos bailar, Kasey tuvo que admitir que hacían una hermosa pareja. Jordan, alto y moreno, y Desiree, rubia y con un encantador aspecto de fragilidad.

Y sólo parecían tener ojos el uno para el otro. Jordan apenas movía los labios mientras hablaba con su pareja. Desiree le rodeaba el cuello con los brazos.

Luego la pareja de Kasey dio un giro, de modo que ella ya no pudo seguir mirando a Desiree y a Jordan. Se dio cuenta de que sólo los había visto durante algunos segundos y, sin embargo, el tiempo parecía haberse detenido, permitiendo que la imagen de la pareja quedara marcada de forma indeleble en su memoria.

– Kasey… ¿Kasey? -Greg tuvo que repetir su nombre para que se diera cuenta de que estaba a su lado.

– Oh, Greg… lo siento, no sé en qué estaba pensando -pero una vocecilla interior se burló de ella; sabía muy bien en qué estaba pensando.

– ¿Me concede este baile? -pidió Greg con voz grave y al verlo tan tenso y demacrado, ella se ablandó y aceptó.

Greg bailaba con menos gracia que Jordan, y Kasey tuvo que concentrarse en los pasos para dejar de hacer comparaciones.

– Ha sido una bonita ceremonia -comentó Greg con voz dura.

– Sí -Kasey sufrió otro acceso de remordimiento. Pero, ¿por qué tenía que sentirse culpable?-. ¿Cómo van tus planes de matrimonio?

– Bien. No será tan impresionante como esta boda, claro. El padre de Paula no está bien de salud, de modo que ella ha pensado que una fiesta por todo lo alto sería demasiado para él -dirigió su melancólica mirada a Kasey-. ¿Vendrás? -la miró fijamente y se detuvo, como si hubiera olvidado que estaban bailando.

– Sí -respondió ella, vacilante.

La boda de Greg. ¿No era ésa la única razón de aquella farsa? Por supuesto. Sólo por eso se había casado con Jordan.

– Iremos Jordan y yo -añadió con firmeza y Greg se sobresaltó.

– Kasey, esta boda debería haber sido la nuestra.

– ¡Greg, por favor!

– Pues sí, debería haber sido… Debería haber hecho el amor contigo la otra noche en tu apartamento -se detuvo y apretó los labios con rabia-. ¡Dios mío! Sólo de pensar que te va a poner las manos encima me entran ganas de pegarle.

Kasey lo miró sorprendida ante la vehemencia de su tono. Sacudió la cabeza.

– No te entiendo, Greg, de verdad no te entiendo. Pensaba que te conocía, pero no es así. ¿Cómo puedes…? -sacudió la cabeza-. Esta situación es obra tuya -concluyó con serena amargura.

Greg volvió a apretar los labios y masculló algo ininteligible.

– No puedo soportar esta situación, eso es todo. No me gusta verte con ese vestido y casada con ese pedante.

– Ya es suficiente, Greg.

– ¿Por qué te has casado con un hombre así?

Kasey endureció su corazón herido.

– Porque me he enamorado de él.

Greg entrecerró los ojos y negó con la cabeza.

– No. No, Kasey, no te creo. Lo has hecho por despecho, ¿verdad? Para hacerme sufrir. Para presentarlo ante mí como lo que yo nunca he podido ser…

– Greg…

– Dinero… ésa es la verdadera razón, ¿verdad? Y posición. Pues bien, no creo que tu matrimonio dure. No puedes ser feliz con un matrimonio de este tipo.

– ¿Y qué tipo de matrimonio es? -preguntó Kasey en tono glacial.

Greg sonrió con cinismo.

– Un matrimonio de alta sociedad. Nunca te será fiel, Kasey. ¿Crees que va a renunciar al tipo de vida que ha llevado hasta ahora? Dentro de unos cuatro meses, te preguntarás por qué llega siempre tan tarde del trabajo. Estoy seguro de que las mujeres le acosan día y noche.

Kasey sintió que le flaqueaban las piernas. Pero en algo se equivocaba Greg, no se trataba de «mujeres» en plural, sino sólo de una.

– No eres su tipo -continuó Greg-. Tú buscas algo para toda la vida. Y te has entregado a un playboy.

– ¿No presupones demasiado? -le preguntó con frialdad y se separó de él-. Creo que ya es hora de que me vaya. Por allí veo a Paula deseando bailar contigo. Adiós, Greg -se apartó de él, con el corazón contrito, sabiendo que en ese momento soltaba amarras a todo un pasado, a sus sueños de infancia y adolescencia.


– Pareces una princesa de cuento, mi amor -suspiró Jessie, enjugándose una lágrima.

Kasey se miró al espejo mientras se quitaba el vestido de novia. Pero la imagen que le devolvió el espejo podía haber sido la de una extraña. No podía ser ella misma.

Y no lo era. Ya no existía Katherine Claire Beazleigh. Aquel día se había casado con Jordan Forsythe Caine, para bien o para mal. Se estremeció. Desde aquel día, sería Katherine Claire Caine. Reprimió una risa histérica. Su día de bodas todavía no había terminado. Tenía que seguir representando el papel de la novia feliz y radiante.

– Oh, mi niña -Jessie abrazó a la joven-. ¡Si tu madre pudiera verte ahora, estaría tan orgullosa!

Kasey devolvió con ternura el abrazo de la buena mujer. Intentó contener las lágrimas que acudían a sus ojos.

– Es un hombre muy guapo, mi niña -los ojos de Jessie también tenían un brillo sospechoso-. Tienes mucha suerte.

– ¿Tú crees? -preguntó Kasey-. Supongo que sí.

– Muchas mujeres te envidiarán por haberte casado con él -la anciana le palmeó el brazo.

– Lo sé -asintió Kasey con voz inexpresiva.

Jessie continuó:

– Cuando nos llamaste para decirnos que te casabas, temí que hubieras tomado una decisión apresurada, por despecho.

– Jessie, eso es una…

– Lo sé, mi niña, lo sé -Jessie levantó la mano-. Era una idea ridícula. Greg sólo fue parte de una fantasía infantil. Cuando abriste las alas y te encontraste con Jordan, te diste cuenta de que el verdadero amor es muy diferente de un capricho de adolescente. Y ahora que he conocido a tu marido… comprendo que es la pareja perfecta para ti.

Kasey miró a Jessie sin saber qué decir.

– No hay comparación posible, ¿verdad? Jordan es todo lo que Greg nunca habría podido ser.

– Pues, yo… Jordan… -Kasey sintió otra punzada de remordimiento cuando Jessie repitió casi literalmente las palabras que antes le había dicho Greg.

– Jordan parece tan dueño de sí mismo, tan viril, tan… ¡tan sensual! -Jessie rió de buena gana ante el estupor de Kasey-. No hay por qué avergonzarse de la verdad, Kasey. Pero no se trata sólo de su aspecto físico. A Greg le hace falta madurar, mientras que Jordan… ¿Qué puedo decir? Tú lo sabes mejor que yo: es todo un hombre.

Kasey tuvo que reconocer que Jessie no se equivocaba. Jordan era todo un hombre. Se estremeció y se obligó a pensar en Greg, pero por alguna razón no pudo conjurar su imagen, pues otra más poderosa ocupaba su lugar: la de Jordan.

– Jordan te cuidará.

Antes de que Kasey pudiera contestar, llamaron a la puerta y un instante después, Desiree Caine entró con desparpajo en el cuarto.

– ¿Ya te has cambiado? -preguntó la recién llegada, mirando a Kasey de pies a cabeza.

Jessie gruñó, dejando muy claro que la cuñada de Jordan no le caía bien.

– Será mejor que te vayas -dijo a Kasey-. Jordan te estará esperando.

– Todavía no ha terminado de cambiarse -repuso Desiree-. He mandado a las niñas afuera con David, y Jordan me ha pedido que viniera a ver cómo le iban las cosas a la desposada.

– Ya estoy casi lista -contestó Kasey, nerviosa.

– Puede usted seguir con sus cosas, Jessie -dijo Desiree agitando una delicada mano ante el ama de llaves-. Yo ayudaré a Kasey a terminar de cambiarse.

Hubo una silenciosa batalla de voluntades por un momento antes de que Jessie se dirigiera con desgana hacia la puerta, no sin dirigirle antes a Kasey una mirada muy elocuente.

Cuando Jessie cerró la puerta después de salir, Desiree se volvió y se apoyó contra ella:

– De modo que todo ha salido bien, ¿no? -comentó-. No hay nada como un sólido apoyo financiero, ¿verdad?

– Tengo el magnífico apoyo financiero de mi padre, aparte de una carrera muy lucrativa -declaró Kasey con calma.

– A muchos nos ha extrañado una boda tan inesperada -dijo la venenosa rubia mirando de manera intencionada el vientre plano de la recién casada.

– Jordan pensó que no tenía sentido esperar.

Apartándose un mechón de pelo de la frente con gesto elegante, Desiree soltó una carcajada.

– ¡Típico de Jordan! Es tan impulsivo…

– Si no me hubiera querido casar con él, no habría cedido a su «impulso».

– Claro, claro. Pero es un hombre atractivo, ¿no? Y rico… Jordan lo tiene todo. Siempre ha sido uno de los hombres más codiciados en nuestro medio -Desiree hizo una pausa y Kasey se puso tensa, esperando el zarpazo-. Por supuesto, Jordan y yo nos conocemos desde hace tiempo -dijo la rubia-. Antes de que yo conociera a David.

– Lo sé -dijo con toda la calma de la que fue capaz y fue recompensada con el parpadeo de asombro de su interlocutora.

– Oh -Desiree se recobró pronto-. Supongo que no es ningún secreto.

– No, no lo es -Kasey logró sonreír con desdén.

– Pues sí, Jordan y yo éramos inseparables -los ojos de Desiree se encontraron con los de Kasey, pero ésta logró que fuera la rubia la que bajara antes la mirada.

– Pero decidiste casarte con David -dijo Kasey con tono apacible.

– Sí -Desiree se apartó de la puerta-. David es un magnífico padre, pero como esposo es… pues… un poco aburrido.

Kasey se removió con irritación, harta del juego del gato y el ratón.

– Creo que debo irme -comenzó a decir mientras cerraba la maleta.

– No durará esta farsa matrimonial -indicó Desiree con desenfado-. Jordan no es muy fiel que digamos.

Kasey se puso tensa. Aquella era la segunda vez en menos de una hora que le vaticinaban el fracaso de su matrimonio y lo peor de todo era que, en el fondo, también Kasey lo creía.

– En primer lugar, Desiree, mi matrimonio con Jordan no es ninguna farsa. En cuanto a la experiencia amorosa de Jordan, yo seré la primera en beneficiarme de ella, como supongo reconocerás. ¿Quién quiere un marido que no sabe cómo complacer a una mujer?

– ¡Vaya, vaya! ¡Conque la gatita tiene zarpas! -Desiree esbozó una sonrisa desdeñosa-. Quizá te había subestimado.

– Probablemente -Kasey alzó la barbilla-. Y ya que has insistido en discutir sobre un tema tan delicado, puedo asegurarte que soy suficientemente mujer para complacer a mi marido. ¿Está claro?

– Más claro el agua.

Kasey respiraba con dificultad.

– Quizá yo también deba poner mis cartas sobre la mesa -continuó la rubia-. Jordan es mío… siempre lo ha sido y siempre lo será. Más vale que te acostumbres a la idea. Me basta con chasquear los dedos para que venga a mi encuentro. ¿Está claro? Aquello no podía estar sucediendo. Kasey sintió que se le contraía el estómago mientras se oía reír con aparente desparpajo.

– Lo siento, Desiree, pero no puedo tomarme esto en serio. Pareces… o, más bien, parecemos las protagonistas de una pésima telenovela.

La rubia la miró furiosa.

– Puedes reírte, pero ya veremos quién es la última que ríe. Todavía tengo varios ases bajo la manga. Jordan me ama, te lo aseguro.

– Entonces, ¿por qué no se ha casado contigo? -preguntó Kasey, harta de la desagradable escena.

– Porque… porque sabía lo mucho que David me quería y no quería herir a su hermano -dijo Desiree, insegura-. Ha sido una tortura tratar de reprimir nuestros sentimientos todos estos años. Pero en algunas ocasiones… pues… al fin y al cabo somos humanos. Por supuesto, David no sabe nada, no podría soportarlo -la pérfida mujer suspiró expresiva-. Pero ni Jordan ni yo queremos hacerle daño. Últimamente no se encuentra muy bien y ya sabes cómo le gusta a la gente hablar. Así que, por si llegaba a oídos de David, Jordan decidió casarse. Con quien fuera.

Kasey contuvo una exclamación de ira y los ojos de la rubia refulgieron con malévola satisfacción.

– Es cierto, querida -continuó-. Jordan necesitaba una cortina de humo hasta que resolviéramos las cosas.

– Una medida un poco drástica, ¿no te parece? -observó Kasey con sarcasmo.

– No obstante -Desiree miró a la joven en el espejo-. Jordan siempre vuelve a mí.

– Esta vez no -en ese momento Kasey quiso creer realmente sus propias palabras, sentir confianza en el amor de Jordan.

– Oh, vamos, querida -dijo Desiree con helado sarcasmo-, debo admitir que tienes cierto… encanto, pero… -recorrió a su interlocutora con mirada desdeñosa-, no puedes pensar sinceramente que un hombre como Jordan pueda preferir una mujer fría como tú a una mujer como yo.

– ¿Sabes una cosa, Desiree? Siempre he detestado que se utilice la palabra «perra» contra una persona de mi sexo, pero no cabe duda de que te mereces el calificativo más que nadie.

– Y no me podría importar menos lo que tú o cualquiera piense de mí -dijo Desiree mientras se dirigía hacia la puerta-. Siempre consigo lo que quiero, así que recuerda lo que he dicho. Jordan es mío. Le doy dos meses para que se canse de ti y venga a buscarme.

Para asegurarse de tener la última palabra, Desiree abrió la puerta y salió antes de que Kasey pudiera replicar.

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