Easy estaba de nuevo despierta cuando Nick llegó al batiscafo. No había tenido ningún problema en encontrarlo, pues el resplandor de sus luces era muy visible desde la costa. El viento soplaba en línea recta hacia la luz, pero Nick y sus amigos no sabían nada del volcán y no se preocuparon de averiguar si caminaban hacia la luz correcta. Llegaron a la orilla, pusieron la balsa sobre sus hombros y se dirigieron hacia su faro.
Fagin y el resto de los pupilos habían llegado antes; el viajar a pie era más rápido para el robot, incluso, que para la desmañada balsa. Swift parecía muy tolerante. En realidad no recibió a los recién llegados efusivamente, pero estaba hablador. Había dado como hecho que eran su pueblo… Pueblo que se había extraviado algo y que no siempre sabía cómo comportarse, pero del que cabía esperar que aprendiera convenientemente si se les daba tiempo. En tanto en cuanto le trataran como jefe, no habría problemas.
A los pocos momentos de la llegada de John, Oliver, Nancy, Dorothy, y el robot había pedido que se le enseñase a hacer fuego. Easy, con sus dos segundos de ventaja, le dijo a John que lo hiciera antes de que Racker supiera incluso que la orden había sido dada. John, sabiendo que la persona que se hallaba en el batiscafo pertenecía a la raza de su maestro, obedeció inmediatamente. Sacó sus utensilios friccionadores y encendió una hoguera en dos o tres minutos.
Swift pidió entonces que se le enseñara el manejo del dispositivo; cuando Nick, Betsey, Jim y Jane llegaron la balsa, el jefe había conseguido encender una hoguera y se encontraba en un estado casi de euforia.
Esto era más de lo que podía decir cualquiera del Vindemiatrix. Aminadabarlee estaba más convencido que nunca de que los seres humanos formaban una raza mal templada y poco cooperadora; precisamente ahora tenía más razones que nunca que avalaban su opinión. Todos los seres humanos de la nave estaban furiosos con el drommiano, siguiendo el ejemplo de Easy Rich. Una noche de sueño no había restaurado su usualmente agradable temperamento; estaba indignada por los insultos de la tarde anterior, y no sólo se negó a explicar Aminadabarlee su justificación de haber dicho que escaparían dentro del día de Tenebra sino que ni siquiera quiso decírselo a nadie por miedo a que el drommiano pudiera oírlo. Era una reacción infantil, por supuesto; pero Easy era una niña a pesar de que hablara y actuara como un adulto. Se le pidió a su padre que la persuadiera para que hablase; miró durante un momento la imagen de ella en la pantalla, pero no dijo una palabra. Algo debió pasar entre ellos, no obstante, pues al momento se volvió y dijo:
—Por favor, que mister Sakiiro tenga lista la nave para encontrarse con el batiscafo. Imagino que tomará algún tiempo la instalación y ajuste de los cohetes exteriores —abandonó la habitación en seguida, ignorando las preguntas que se le hicieron, y desapareció en sus habitaciones.
—¿Qué hacemos? —la pregunta no era retórica; el geofísico que la hizo era muy amigo de la familia Rich.
—Lo que él dice, imagino —respondió otro científico—. Rich parece estar seguro de que la chica sabe de qué está hablando.
—Sé que él está seguro; ¿pero lo está ella? El es su padre; ella es la única familia que tiene desde hace diez años y ha hecho de su educación una maravillosa tarea, pero a veces la sobreestima. Ella le convenció de que todo está perfecto; pero yo no sé… no sabemos. ¿Qué hacemos?
—Hagamos lo que él pidió —puntualizó otro—. Aunque la niña esté equivocada nada se pierde con tener la nave preparada. ¿Por qué armar tanto alboroto?
—Porque sabemos lo que les ocurrirá a la niñita y al padre si está equivocada —contestó el geofísico— Si ella está hablando por lo que conoce, perfecto; pero si esa comadreja de diez patas le ha hecho perder su temperamento y le ha hecho hablar para justificar sus acciones… —agitó su cabeza con expresión adusta—. Ella cree sus propias palabras ahora, de acuerdo, y lo mismo le ocurre al padre. Si se llevan una desilusión…; los niños siguen vivos allí gracias al autocontrol de la familia Rich —terminó la discusión hablando por el micrófono de otro circuito y transmitiendo la petición de Rich a los ingenieros.
Raeker había estado comiendo, Y ocasionalmente durmiendo, en la sala de observación; ya había olvidado el tiempo que llevaba allí. El robot estaba fuera de todo, pero podía vigilar. Sus pupilos parecían haber sido reabsorbidos por la tribu de Swift y recibían las órdenes alternativamente del mismo jefe y de Easy desde el batiscafo. Nadie preguntaba a Fagin qué hacer o cómo hacerlo, pero a pesar de todo las cosas ocurrían demasiado rápidas para que Racker pudiera seguirles convenientemente el paso. Sabía que Easy había tenido una discusión con Aminadabarlee, aunque desconocía los detalles; se le había informado de la promesa de la niña de estar fuera de allí al día siguiente, pero no tenía más idea que cualquier otro de cómo ella esperaba conseguirlo. Había recibido su parte del mal humor de Aminadabarlee, pues el estallido de Easy no había silenciado al drommiano y se había pasado bastante tiempo señalando a Racker lo loco que había sido al separar a los nativos de su propia cultura y que habría aprendido mucho más de Tenebra si hubiera tomado contacto en primer lugar con el pueblo de Swift. Raeker no había sido realmente rudo, pero sus respuestas fueron vagas a causa de su preocupación por los acontecimientos del planeta y había acabado por ofenderte más que nunca. Sabía los resultados, pero no acababa de preocuparse seriamente por la perspectiva de un endurecimiento de las relaciones entre Sol y Dromm.
Sabía de manera general lo que estaban haciendo en el planeta, pero no acababa de comprenderlo y nadie se molestó en explicárselo. No se le ocurrió que ello se debía a la petición de Easy; que esta había llegado al extremo de asegurarse de que ninguna información útil llegara al Vindemiatrix y, de esta forma, a conocimiento de la persona que le había irritado. Sólo podía mirar, fotografiar, grabar las conversaciones que estaban al alcance del robot y tratar de sacar alguna interpretación.
Botaron la lancha y Nick y Betsey llevaron a Swift por la superficie de la charca hasta el exterior de una de las ventanas de observación del batiscafo. Raeker pudo ver el encuentro entre los tenebritas y los dos ocupantes de la nave, pero no pudo oír la conversación… Easy utilizaba los altavoces exteriores y el robot estaba muy alejado para oírlos directamente. La conversación fue larga y muy animada, a juzgar por los gestos que se produjeron por ambas partes…; la ventana era lo suficientemente grande para permitirle a Raeker ver perfectamente el interior del batiscafo a través de los ojos del robot, trató de interpretar los movimientos pero fracasó en su intento. La conversación no terminó hasta casi la noche; luego la balsa regresó a la orilla y todos se dedicaron a recoger cosas. Una docena de cavernícolas ayudaron a transportar la balsa y otros ayudaron a empujar el carro. Swift prestó atención al robot por primera vez; utilizando a Nick como intérprete, le ordenó que les siguiera. Raeker se mostró de acuerdo en seguida; el motivo del viaje, obviamente, era escapar del mar, que posiblemente llegaría por lo menos hasta la misma línea tierra adentro que alcanzó la noche anterior.
—¿Adónde llegará la gran nave esta noche? —preguntó, más para obtener una demostración de las habilidades de los cavernícolas que porque la diferencia significase algo para él. Esperaba que Swift no se molestaría en responder, pero el jefe estaba de muy buen humor…; aquel día todo había salido justamente como él quería. Una vez que el grupo se hubo puesto en camino, se situó al lado del robot y habló alegremente. Nick retransmitió sus palabras y describió con gran detalle el lugar al que se estaban aproximando y el punto en el que esperaba se sumergiese el batiscafo. También explicó las razones de esta opinión y los geofísicos le escucharon, tomaron notas y miraban con cuidado maternal las cintas en las que se iba acumulando la conversación. Durante una o dos horas tras la caída de la noche hubo más felicidad general en la región de Altair de la que se había experimentado nunca en aquella zona. Aminadabarlee y Racker eran los únicos que no la compartían.
Swift detuvo a su grupo tras unas dos horas de lenta marcha. La noche había caído y la lluvia comenzaba a hacer otro tanto; puso a todos a trabajar para reunir leña y ordenó a Nick que situara los fuegos de guardia para un campamento. Nick y sus amigos obedecieron sin la menor discusión; Racker sospechó que eran bastante humanos y disfrutaban la oportunidad de demostrar sus conocimientos. Los cavernícolas se situaron en el lugar de emplazamiento de cada fuego con los equipos de encender el fuego y una a una las pilas de combustible comenzaron a arder.
Durante dieciséis años el encendido de los fuegos de la tarde había sido para el Vindemiatrix la señal de un período de descanso de cuarenta y ocho horas, pues nada, salvo la lluvia, podía producirse en la noche tenebrina. Ahora eso había cambiado; las discusiones, a menudo tendentes a la pelea, se sucedieron a toda velocidad. Los ingenieros estaban ocupados en ajustar al exterior de la nave auxiliar cohetes exteriores y líneas de control. Los diplomáticos no se habrían hablado entre sí de haber seguido sus inclinaciones personales, pero el orgullo profesional les mantuvo exteriormente corteses. Los que les conocían, empero, escuchaban su conversación con bastante inquietud y pensaron en las palancas de control de un reactor obstruido.
Unos cuantos entusiastas continuaron mirando a través de los ojos del robot, en parte con la esperanza de que ocurriera algo y en parte por acompañar a Racker. El biólogo se había negado a abandonar la sala de observación; estaba seguro de que las cosas estaban llegando a una especie de clímax, pero no sabía de qué tipo. Durante la noche ese sentimiento se fue acrecentando… especialmente en los momentos en que veía u oía a alguno de los diplomáticos. Raeker estaba sufriendo de una repentina falta de autoconfianza; se preguntaba cómo podría enseñar a sus pupilos a hacer las reparaciones necesarias al batiscafo, en caso de que se dedicasen a escucharlo. Si no querían o no podían, no quería oír ni ver de nuevo a ninguno de los cancilleres; se había convencido a si mismo, bastante injustamente, de que sus propios argumentos habían hecho que perdieran la fe en él y que no se diesen más pasos hacia el rescate.
A pesar de que la tensión de la ansiedad le hacía dormirse breves momentos, aguantó toda la noche. La salida de la nave le distrajo unos minutos…; en un momento casi se convenció a si mismo de que debería ir en ella, pero el sentido común prevaleció. En el campamento ocurrieron varios accidentes, vistos a través de los ojos del robot, que le hicieron reír por diferentes circunstancias. Los cavernícolas todavía no estaban habituados a los fuegos y tenían extrañas ideas acerca de sus propiedades, usos y limitaciones. Varias veces, Nick, o algún otro de los nativos educados por los humanos, tuvieron que rescatar a alguien que se introducía despreocupadamente en la zona de aire muerto de una gota —que acababa de desaparecer para reavivar el fuego. Cuando descubrieron que una gota recién desaparecida— era como un lago evaporado en las primeras horas de la mañana, la mayoría de ellos esperaban mucho tiempo antes de aventurarse cerca de los fuegos extinguidos, de forma que el combustible se enfriaba mucho y la hoguera no se reavivaba con el mero contacto de una antorcha. Varios de ellos se preocuparon por el abastecimiento de combustible, que los del grupo experimentado consideraban suficiente, y trataron de persuadir a Swift para que organizase partidas de recogedores de leña. Por supuesto, Raeker no podía entender esas peticiones, pero oyó a un par de los suyos comentándolo con regocijo en sus voces. Ello le hizo sentirse algo mejor; si sus pupilos sentían eso acerca de los cavernícolas, quizá todavía seguían unidos a su profesor.
La mañana llegó por fin sin que ningún incidente serio se hubiera producido ni en el campamento ni en el batiscafo; en seguida, la colina en la que se encontraban dejó de ser una isla —había sido rodeada por la lluvia, pero no por el océano—, y el grupo se encaminó al lugar en el que esperaban encontrar el batiscafo. Ello significaba una marcha tan larga como la de la noche anterior, pues Swift y los suyos esperaban poco movimiento por parte de la nave encallada. Raeker no sabía si Easy había informado de algún movimiento; no había oído apenas su voz durante las últimas cuarenta y ocho horas.
Racker no estaba seguro de hasta qué punto se podía creer en las predicciones de los nativos ni de hasta qué punto él deseaba creerles. Si ellos demostraban tener razón, ello significaría mucho para los geofísicos pero ello significaba también que Easy tenía algún motivo para el optimismo del día; y Raeker no podía imaginar cómo ella esperaba que la máquina volara, o flotara o fuera transportada hasta un punto en el que la nave pudiera recogerla. Ello sólo era bueno si era un motivo sólido. En las pocas ocasiones en las que se había dormido sus sueños habían sido turbados por pesadillas que implicaban flotadores, volcanes y formas de vida marina cuyos contornos nunca eran muy claros.
No es necesario decir cómo se sintieron los geofísicos cuando se llegó al lugar en que se esperaba encontrar el batiscafo y éste no estaba presente. Zumbaron como un enjambre de abejas, lanzándose hipótesis los unos a los otros sin apenas dar tiempo a sus vecinos para que las escuchasen. Aminadabarlee se desmayó y constituyó una absorbente primera ayuda al problema durante varios minutos, hasta que se reanimó por sí mismo, pues ninguno de los hombres tenía la menor idea de lo que se podía hacer con él. Afortunadamente, la nave apareció al cuarto de hora de búsqueda exactamente en el mismo sitio en el que había estado la noche anterior, lo que facilitó las cosas para los padres, pero dejó a muchos seres humanos y a algunos tenebritas intentando buscar una explicación. El mar había estado allí, Easy lo había afirmado. Pero su capacidad de transporte había sido más reducida de lo esperado. Alguno de los científicos señaló que ello era obvio; al haberse alejado más de su cuenca usual, el mar se habría diluido mucho más con el agua. Esto le satisfizo a él y a alguno de sus amigos, pero Raeker se preguntaba cómo una disolución ligeramente mayor de algo que ya había sido casi H2O puro, tan puro como puede serlo el agua de Tenebra, podía producir esa diferencia. Se preguntó qué excusa estaría buscando Swift, pero no pudo descubrirla.
Tampoco pudo encontrar, excepto por meras conjeturas, la naturaleza del plan que estaba siendo ejecutado ante los ojos del robot.
Había salido un gran número de partidas de cazadores —a juzgar por su armamento—, acompañada cada una por uno de los pupilos de Fagin con su hacha. La balsa hacía viajes al batiscafo y Swift, acompañado de unos cuantos, examinaron su superficie con gran cuidado; Easy hablaba con ellos mientras esto sucedía, pero ni Raeker ni sus compañeros pudieron escuchar lo que ella decía. Los nativos estaban muy interesados en el área caliente que se encontraba en lo alto de la nave, dentro de cuya superficie los refrigeradores bombeaban hacia afuera las calorías que habían extraído de los cuartos habitados; comenzaron a escalar hasta la cima, por medio de cuerdas de nudos, para examinarla más de cerca. Esta actividad, como el aparato era de sección circular y no estaba flotando, hizo que la nave rodara hacia la balsa y que los escaladores cayeran precipitadamente. Uno de ellos cayó en el lago y perdió el conocimiento antes de poder agarrar los remos que le ofrecieron y tuvo que ser empujado toscamente hasta un lugar menos profundo por los compañeros que se encontraban en la balsa encima de él. Ello acercó más la balsa al robot y Raeker pudo oír que Nick le decía a Betsey:
—Esto ahorrará mucho tiempo. Si a los profesores que hay dentro no les importa, podemos hacer girar la cosa hasta aquí para trabajar en ella.
—Tendremos que hacerlo tanto si les importa como si no, si Swift tiene la idea —respondió—. Será mejor que les preguntemos en inglés primero.
—De acuerdo, regresemos allí —ambos deslizaron la balsa a la charca y remaron hacia la máquina encallada. Esta vez Raeker pudo saber de qué trataba la conversación, aunque no pudo oírla, y supo también cómo se desarrolló…; pudo ver a Easy asintiendo con la cabeza. A los pocos segundos un pensamiento le atemorizó y le hizo llamar al departamento de ingeniería.
—¿Girar el batiscafo como un rodillo le producirá algún daño? —preguntó sin preámbulos—. Los nativos están planeando sacarlo así de la charca.
Los hombres que se encontraban en el otro extremo intercambiaron miradas y se encogieron de hombros.
—No, por lo que puedo pensar de momento —dijo uno de ellos—. La nave estaba diseñada para volar y se supone que sería necesario invertir el vuelo. Los niños pueden salir despedidos un momento y caerá cualquier cosa que hayan dejado suelta, pero no se producirá ningún daño vital.
—Gracias a Dios —dijo Raeker con todo su sentimiento, y volvió a mirar las pantallas.
La balsa regresaba ahora a la orilla y Nick estaba diciéndole algo a Swift. Raeker sólo pudo captar una o dos palabras, pues estaban discutiendo en lenguaje nativo, pero pudo colegir con facilidad el tema de la discusión. Swift montó a bordo tan pronto como la balsa llegó a una profundidad que podía ser vadeada, cargándola hasta su capacidad. En el batiscafo, él y Betsey ataron las cuerdas al cilindro y comenzaron a escalarlo cuidadosamente; Nick permaneció en la balsa para mantenerla a salvo. Raeker esperaba más accidentes, pero los escaladores demostraron una sorprendente habilidad y coordinación, manteniéndose por encima de la superficie líquida cuando la nave se ladeó lentamente hacia ellos. Era una suerte que las cuerdas con nudos se extendieran por todo el casco; Raeker estaba seguro de que no habían planeado ese punto antes de iniciar las maniobras.
Un cuarto de giro puso la caliente «área de gases» en contacto con la charca y el ácido burbujeó furiosamente… o al menos era lo más parecido a un burbujeo que se podía producir bajo la presión atmosférica de Tenebra. El movimiento fue suficiente para atraer la atención de los nativos que se encontraban en la orilla sobre la nave, pero no para ser visto desde la orilla.
Dos giros completos la llevaron hasta la profundidad útil para el vadeo, y le proporcionó la suficiente fuerza ascensional para hacer necesario otro giro. Surgió una pequeña complicación cuando los escaladores cayeron y la nave empezó a girar en sentido inverso. Por primera vez, Raeker fue capaz de hacerse oír; les dio un rápido consejo sobre la forma de colocar cuñas, que Nick cumplió. Una vez estable el casco y con los niños mirando al robot desde varias yardas de distancia, Raeker pensó que ahora podría saber lo que estaba ocurriendo y utilizó el altavoz de la máquina.
—Hola, Easy. Por fin estamos juntos.
—Hola, doctor. Sí, su gente está aquí. Pensé que seríamos capaces de hacerlo sin ellos, pero están sirviendo de gran ayuda. ¿Va a quedarse para ver el resto?
La pregunta sorprendió, por decirlo suavemente, al biólogo.
—¿Quedarme? Precisamente ahora vamos a comenzar el trabajo. Llamaré a los ingenieros y los tendré a la escucha mientras les explico a Nick y a los otros los circuitos de la electrólisis; ya deberían estar aquí, yo era el único que no esperaba que la nave estuviera lista tan pronto. Encontraremos los cables que estén corroídos o desconectados y… —Easy debió de comenzar a hablar antes de que él llegara tan lejos, pero la pausa de la transmisión le impidió al biólogo oír antes la interrupción.
—Lo siento, doctor, pero no voy a dejar que Nick haga el loco con las conexiones de la nave. Yo misma no los entiendo y no veo cómo es posible que él pueda hacerlo sin cometer errores. De todas formas vamos a ascender pronto, así que, por favor, no le permita que se acerque a ninguna de esas puertas de inspección, si es que realmente están abiertas —la niña había hablado con el mismo agradable tono de siempre, pero su voz tenía un matiz de firmeza que ningún oyente humano podía malinterpretar. Raeker quedó sorprendido y luego su asombro se trastocó en indignación.
—¿Qué quieres decir con eso de que no vas a permitir que Nick haga el trabajo? ¿Quién más puede hacerlo? Si tú piensas que es un ignorante en electricidad, ¿quién lo hará por ti mejor… Swift? Este plan lleva semanas en marcha y tú no puedes…
—No me importa cuánto tiempo hace que ha sido organizado, y sí puedo —contestó la niña todavía en un tono amable—. Swift hará lo que yo le pida y Nick cumplirá las órdenes de Swift. Primero intentaremos la idea de Swift; estoy segura de que funcionará, pero si no es así quizá pensemos de nuevo en la suya.
Raeker miró a su alrededor de forma suplicante; la niña se mantenía firme. No había nada en el universo que torciera su deseo. Quizá su padre… no; Rich estaba escuchando desde la sala de comunicación y la pantalla mostraba algo como una expresión de satisfacción en su rostro. El biólogo se rindió.
—De acuerdo, Easy. ¿Me dirás cuál es el plan de Swift y por qué, si no confías en mí ni en Nick, un salvaje ignorante como ese cavernícola merece tu atención?
—Sus amigos científicos lo harán —replicó Easy al punto—. Si se lo digo, el padre de Mina lo escuchará y comenzará a pensar que las cosas van mal y eso preocupará a mi padre. Simplemente mire; no tardará mucho.
—¿Y qué piensa tu joven amigo de eso de no decirle nada a su padre?
—No le importa, ¿no es cierto, Mina?
—No —contestó el joven drommiano—. Papá me dijo que hiciera lo que Easy dijera y, además, fue rudo con ella. ¡Nosotros le enseñaremos!
Ante esto, Raeker enarcó las cejas y, sin saber por que, se sintió más feliz. Si alguien iba a poner en ridículo a Aminadabarlee…
En ese momento el plan de Swift se hizo obvio. Apareció un grupo de cazadores llevando un flotador. Le habían quitado los peligrosos tentáculos —ahora se comprendía por qué cada grupo llevaba a un hombre con un hacha— y punzado varias de sus cámaras de gas para que pudiera ser sostenido el nivel del suelo; pero habían dejado algunas intactas, y su uso podía sospecharse fácilmente.
Las células de hidrógeno del batiscafo poseían ventanas igualadoras de la presión en el lado más bajo del casco. Estas ventanas se abrían al lado no útil de la membrana de plástico diseñada para que no se mezclasen el hidrógeno y el aire, mientras que el otro lado también tenía un tubo de plástico que se extendía hasta la parte inferior de la misma ventana para evitar que entrase en la célula demasiado hidrogeno electrolítico. Este tubo estaba normalmente cerrado por la presión exterior; pero era perfectamente posible introducir otro tubo en él desde el exterior para inyectar gas u otro líquido en el interior. Eso es lo que trataban de hacer los nativos; Raeker no estaba seguro de la naturaleza del tubo, pero no era sorprendente que trataran de improvisar uno. Se perdería una gran cantidad de gas en la transferencia, pero a nadie parecía importarle mucho. Había muchos flotadores.
—Ya entiendo —dijo por el robot a los pocos minutos—. Pero creo que hay un fallo.
—¿Cuál es?
Easy espetó la pregunta con tal rapidez que dio la impresión que ella misma albergaba alguna duda.
—La nave está diseñada para la elevación que puede proporcionarle el hidrógeno. ¿Cómo sabes que ese material que vais a usar os elevará lo suficiente para que funcionen vuestros cohetes, incluso en el caso de que un ingeniero suba a bordo…?
—¿Qué le hace pensar que ese gas no es oxígeno?
—¿Qué te hace pensar a ti que lo es?
—¿Cuál otro es más ligero que el agua, en estado gaseoso, y puede existir en este planeta?
—Imagino que muchos otros…; por ejemplo… no sé; no había pensado en eso —de repente tuvo un presentimiento—. ¡Has estado hablando con los ingenieros!
—Por supuesto. No quisiera parecer descortés, pero ¿quién sino podía enseñarme cosas útiles sobre esta nave? Admito que usted conoce el planeta, pero eso no era suficiente.
—Comprendo —dijo Raeker lentamente—. No pensé demasiado en la máquina; pero pregunté a los ingenieros acerca de los cables… Dime, ¿no necesitaréis mi plan? ¿Qué haréis si tenéis suficiente gas para poneros fuera de su alcance pero no para subir más? ¿No sería mejor que por lo menos tuvierais atada la nave? Será mejor que esperéis hasta que…
Unas risas le interrumpieron. No venían de Easy, que pareció impresionada de momento, sino de los científicos que se encontraban en la sala de observación. Raeker comprendió que se reían de él y de momento se puso furioso; luego comprendió que se lo había merecido. Puso la mejor cara que pudo mientras uno de ellos le explicaba cuidadosamente un poco de física elemental.
Y eso fue todo. Nick aportó los conocimientos que había recibido sobre el equilibrio de la boya experimental y se aseguró de que estuvieran más llenas las células de adelante que las de atrás. Cuando la nave se elevó, el viento la impulsó hacia el volcán; y se elevó tan lentamente al principio que los niños pudieron ver su aterradora vista. Se inclinaron hacia la montaña resplandeciente al entrar en el aire caliente, pero se recobraron con tiempo suficiente cuando el hidrógeno de las células también se calentó. Gradualmente, el resplandor desapareció bajo ellos y Easy y su amigo esperaron felices el encuentro con la nave.