5

— Pare ahн — dijo miles al conductor del auto de superficie. El vehнculo girу con suavidad hacia el costado de la calle y se apoyу en el pavimento con un silbido de los ventiladores. Miles espiу el aspecto de la burguesa mansiуn de lord Yenaro en el crepъsculo creciente y comparу mentalmente la realidad de lo que veнa con el mapa que habнa estudiado en la embajada de Barrayar.

Las vallas que rodeaban la propiedad, las paredes curvadas del jardнn, que escondнan el paisaje, eran visuales y simbуlicas, no efectivas. Ese lugar estaba diseсado como una fortaleza de privilegio. A travйs de los бrboles, se veнan brillar algunos sectores de la casa pero el foco de las luces parecнa estar dentro y no en el exterior.

— Control de comus, milores? — pidiу el conductor. Miles e Ivan sacaron los aparatos del bolsillo y repasaron los cуdigos-. Muy bien, milores.

— Quй apoyo tenemos? — preguntу Miles.

— Tengo tres unidades dentro del бrea de llamada.

— Espero que haya un tecnomed incluido.

— En el vueloliviano. Con equipo completo. Puedo ponerlo dentro del patio de lord Yenaro en cuarenta y cinco segundos.

— Me parece suficiente, no espero un ataque frontal. Pero no me sorprenderнa que sufriйramos otro pequeсo incidente… de la clase que fuera. Creo que vamos a ir caminando. Quiero formarme una idea general del lugar.

— Sн, milord. — El conductor abriу el auto. Miles e Ivan lo dejaron solo en su puesto.

— A esto le llaman pobreza entre las clases altas? — preguntу Ivan, mirando a su alrededor mientras caminaban a travйs de portones abiertos, sin guardias, y subнan por el caminito hacia la casa de Yenaro.

Ah, sн. Tal vez el estilo era diferente, pero el olor a decadencia aristocrбtica es universal e inconfundible. Habнa pequeсas seсales de descuido en todas partes: puertas sin arreglar, paredes algo desconchadas, plantas sin podar, tres cuartas partes de la mansiуn a oscuras con todas las aberturas clausuradas.

— Vorob'yev pidiу un control especial de Yenaro a la oficina de SegImp — dijo Miles-. Su abuelo, el ghemgeneral derrotado, le dejу la casa, pero no los medios para mantenerla: dilapidу todo el capital de la familia en su vejez extensa y seguramente amargada. Yenaro es el ъnico dueсo desde hace cuatro aсos. Siempre anda con un grupito seudoartнstico de ghemlores jуvenes sin empleo fijo. Hasta ahн, todo concuerda con lo que nos dijo йl mismo. Pero esa cosa del vestнbulo de la embajada marilacana es la primera escultura que se le conoce. Curiosamente avanzada para un primer intento, no te parece?

— Si estбs tan convencido de que fue una trampa, por quй metes la mano para que te pillen de nuevo?

— El que no arriesga no gana, Ivan.

— Y quй esperas ganar?

— La verdad. Algo de belleza. Quiйn sabe? Seguridad de la embajada tambiйn estб investigando a los obreros que la instalaron. Espero que la investigaciуn nos revele algo.

Por lo menos podнa usar la maquinaria de SegImp para resolver esos problemas laterales. Miles tenнa una enorme curiosidad con respecto al cilindro que llevaba escondido en el bolsillo interno de la tъnica. Habнa tenido la Gran Llave encima todo el dнa, durante una visita guiada a la ciudad y un interminable espectбculo de bailarines clбsicos cetagandanos. Eso ъltimo era un decreto imperial, un espectбculo especial para los enviados galбcticos al funeral. Pero hasta el momento, la haut Rian Degtiar no habнa hecho ningъn movimiento para ver a Miles. Si no sabнa nada de su hautlady hasta el dнa siguiente… En cierto aspecto, Miles lamentaba muchнsimo no haber confiado en los subordinados locales de SegImp desde el primer dнa. Pero claro, si lo hubiera hecho, ya le hubiesen quitado de encima el problemita: las decisiones habrнan pasado a niveles mбs altos y йl ya no habrнa podido controlarlas. El hielo es muy delgado. En este momento, no quiero que haya nadie mбs pesado que yo en el rнo.

Un sirviente les recibiу en la puerta de la mansiуn cuando se acercaron y los escoltу a un vestнbulo suavemente iluminado donde les esperaba su anfitriуn. Yenaro iba vestido de negro y la ropa era parecida a la que habнa utilizado en la recepciуn de la embajada marilacana. Ivan estaba correcto en su uniforme de fajina verde. Miles habнa elegido el mбs formal uniforme negro. No estaba seguro de cуmo interpretarнa Yenaro el mensaje: como un honor, como un recordatorio — Soy el enviado oficial o como una advertencia — No te metas conmigo otra vez-. Pero estaba casi seguro de que Yenaro no lo pasarнa por alto.

Yenaro echу una mirada a las botas negras de Miles.

— Estбn mejor sus piernas, lord Vorkosigan? — preguntу, con ansiedad.

— Mucho mejor, gracias. — Miles sonriу, nervioso-. No hay duda de que voy a sobrevivir.

— Me alegro tanto… — El alto ghemlord los llevу por un pasillo con bifurcaciones y luego abajo, por una escalera, hasta una habitaciуn semicircular que rodeaba una especie de penнnsula de hierba, como si la casa estuviera sufriendo una invasiуn botбnica. La habitaciуn estaba amueblada en un estilo un poco extraсo y eclйctico, aparentemente objetos de Yenaro que no respondнan a ningъn plan previo. El efecto era agradable: la habitaciуn de un solterуn cуmodo y tranquilo. La iluminaciуn tambiйn era suave y eso disimulaba un poco el desorden y el descuido. Habнa un grupo de ghemlores y ghemladies que bebнan y charlaban. Los hombres eran mбs numerosos que las mujeres; dos de ellos tenнan la cara completamente maquillada, la mayorнa llevaba la marca de las generaciones jуvenes en las mejillas y unas pocas almas radicales se mostraban con la cara completamente descubierta, excepto por unos toques de maquillaje. Yenaro presentу a los exуticos de Barrayar. Miles no habнa oнdo nombrar a ninguno de los ghem, no habнa estudiado a ninguno en casa, aunque uno de los jуvenes decнa que un tнo abuelo suyo formaba parte de los cuarteles generales de Cetaganda.

Una barrita de incienso se quemaba sobre un cilindro junto a las puertas del jardнn y uno de los ghemhuйspedes se detuvo para inhalar de cerca.

— Muy bueno, Yenaro — le dijo a su anfitriуn-. Lo mezclaste tъ mismo?

— Sн, gracias — dijo Yenaro.

— Mбs perfumes? — preguntу Ivan.

— Perfumes y algo mбs. Esa mezcla tambiйn contiene un relajante suave que me pareciу adecuado para la ocasiуn. Quiere usted probarlo, lord Vorkosigan?

Miles sonriу, nuevamente nervioso. Hasta dуnde llegaba la experiencia de ese hombre en quнmica orgбnica? Miles recordу que la raнz de la palabra intoxicaciуn era tуxico.

— No lo creo. Pero me encantarнa ver su laboratorio.

— En serio? Pues vamos. La mayorнa de mis amigos no muestra el menor interйs en la parte tйcnica del asunto, sуlo les importan los resultados.

Muy cerca, una joven ghem escuchaba la conversaciуn. Se acercу y tocу a Yenaro en el hombro con un dedo largo cuya uсa brillaba cubierta de esmalte refulgente.

— Sн, querido Yenni, resultados. Me hiciste una promesa, te acuerdas? — No era la ghemujer mбs hermosa que Miles hubiera visto, pero era bastante atractiva con sus capas de ropa verde jade en movimiento, el pбlido cabello espeso peinado hacia atrбs bajбndole hasta los hombros en una cascada salpicada de rosado.

— Yo siempre cumplo mis promesas — dijo lord Yenaro-. Le gustarнa acompaсarnos arriba, lord Vorkosigan?

— Sin duda.

— Yo me quedo. Me gustarнa hacer nuevas amistades — dijo Ivan. Se inclinу para despedirse del grupo. Las dos mujeres mбs altas e impresionantes del grupo, una rubia de piernas largas y una pelirroja realmente increнble, estaban de pie juntas al otro de la habitaciуn. Ivan consiguiу estudiarlas a las dos en una sola mirada y ambas sonrieron en un gesto de invitaciуn. Miles enviу una corta plegaria al dios que cuida a los tontos, los amantes y los locos, y se volviу para seguir a Yenaro y a la mujer.

El laboratorio de quнmica orgбnica de Yenaro estaba en otro edificio; las luces se encendieron cuando el grupo se acercу por el parque. A Miles le pareciу una instalaciуn bastante respetable, una larga habitaciуn doble en el segundo piso. Era evidente que parte del dinero que no se destinaba a reparaciones terminaba invertido allн. Miles caminу junto a los bancos, mirando los analizadores de molйculas y los ordenadores mientras Yenaro revisaba un grupo de botellitas buscando el perfume de la mujer. La materia prima estaba organizada con correcciуn y armonнa en grupos quнmicos cuidadosos, que revelaban una comprensiуn profunda y un amor al detalle por parte de su dueсo.

— Quiйn le ayuda aquн? — preguntу Miles.

— Nadie — dijo Yenaro-. No soporto que nadie toque todo esto. Me desordenan las cosas y yo uso el orden como inspiraciуn para mis mezclas. No todo es ciencia, comprende?

Cierto, cierto. Con algunas preguntas cuidadosas, Miles consiguiу informaciуn sobre el mйtodo de Yenaro para fabricar el perfume para la mujer. Ella escuchу durante un rato y luego se apartу y se puso a oler algunas botellas experimentales hasta que Yenaro las rescatу con una sonrisa algo ofendida. La experiencia de Yenaro en quнmica no era la de un profesor, pero sн la de un profesional hecho y derecho: cualquier compaснa de cosmйtica le habrнa ofrecido un empleo en el laboratorio de investigaciуn y desarrollo. Eso lleva a una conclusiуn… y luego a otra… Cуmo se relacionaba el laboratorio con el hombre que habнa dicho «Las manos se alquilan, se pagan»?

Habнa relaciуn, decidiу Miles con disimulada satisfacciуn. Yenaro era sin duda un artista, pero un artista de la perfumerнa, de los йsteres. No un escultor. Alguien le habнa proporcionado la experiencia tйcnica necesaria para la fuente. Acaso tambiйn la informaciуn tйcnica sobre las debilidades fнsicas de Miles? Llamйmoslo… lord X. Primer Hecho sobre lord X: tenнa acceso a los informes mбs detallados de Seguridad cetagandana sobre los barrayareses de importancia militar o polнtica… y sobre sus hijos. Segundo Hecho: tenнa una mente sutil. Tercer Hecho:… no, no habнa un tercer hecho. Al menos no todavнa.

Volvieron a la fiesta y descubrieron a Ivan sentado en un sillуn entre las dos mujeres, charlando con ellas… por lo menos, ellas se estaban riendo mucho. Igualaban a lady Gelle en belleza: la rubia podнa haber sido su hermana. La pelirroja era todavнa mбs impresionante, con una cascada de bucles ambarinos que le caнa hasta los hombros, una nariz perfecta, labios que llamaban a… Miles cortу el pensamiento de raнz. Ninguna ghemlady lo invitarнa a hundirse en sus sueсos femeninos… no a йl.

Yenaro se ausentу un momento para supervisar a su sirviente — al parecer, sуlo tenнa uno— y apresurar la llegada de la comida y la bebida. Volviу con una jarra pequeсa y transparente, llena de un lнquido color rubн pбlido.

— Lord Vorpatril — le dijo a Ivan-, me pareciу que le gustaban nuestras bebidas. Pruebe йsta, por favor.

A Miles le empezу a latir el corazуn con fuerza. Tal vez Yenaro no fuese un escultor asesino, pero como envenenador habrнa sido perfecto. Yenaro sirviу tres tacitas de lнquido sobre una bandeja laqueada y extendiу la bandeja a Ivan.

— Gracias. — Ivan seleccionу una al azar.

— Ah, cerveza zlati — murmurу uno de los ghemlores jуvenes.

Yenaro le pasу la bandeja y tomу la taza que quedaba. Ivan bebiу un sorbo y levantу las cejas, sorprendido, con un gesto de aprobaciуn. Miles vigilу con cuidado a Yenaro para ver si йl tambiйn tomaba. Yenaro bebiу. La mente de Miles repasу cinco mйtodos diferentes para presentar bebidas mortales con esa maniobra y asegurarse de que la vнctima recibe la que le estб destinada, incluyendo el truco por el cual el anfitriуn ingiere el antнdoto primero. Pero si se iba a poner tan paranoico, no tendrнa que haber aceptado la invitaciуn… Pero por quй no habнa tomado ni comido nada hasta el momento? Y quй piensas hacer, sentarte a ver si Ivan se cae primero y despuйs probarlo tъ?

Esta vez, Yenaro no se dedicу a contar la repulsiva historia del nacimiento de Ivan a las dos mujeres que lo rodeaban como parйntesis. Mierda. Tal vez era cierto que lo de la escultura habнa sido un accidente y el hombre realmente estaba arrepentido y trataba de compensar — en lo que pudiera a los barrayareses. De todos modos, Miles se levantу y avanzу en cнrculo, tratando de mirar de mбs cerca la copa de Ivan.

Ivan estaba en el proceso del clбsico Lo ъnico que hago es apoyar el brazo en la parte de atrбs del sillуn para examinar a la pelirroja a la derecha y comprobar si ella se retiraba o lo invitaba a seguir adelante con el contacto fнsico. Levantу la cabeza y rechazу a su primo con una sonrisa agresiva.

— Ve y disfruta, Miles — murmurу-. Relбjate un poco. Deja de espiarme por encima del hombro.

Miles esbozу una mueca de desdйn, parecida a la que habнa recibido, y se alejу de nuevo. Alguna gente no quiere que la salven. Punto. Decidiу entablar conversaciуn con algunos de los amigos de Yenaro, los hombres, muchos de los cuales estaban reunidos en el otro extremo de la habitaciуn.

No fue difнcil hacerlos hablar de sн mismos. Era el ъnico tema de conversaciуn. Cuarenta minutos de esfuerzo y coraje dedicados al arte de la conversaciуn convencieron a Miles de que la mayorнa de los amigos de Yenaro tenнa el cerebro de un mosquito. La ъnica especialidad que reinaba en el ambiente era hacer comentarios burlones sobre otros compatriotas, que tampoco hacнan nada en la vida: la ropa, los amorнos varios y los lнos, los deportes — siempre eran espectadores, nunca participantes, excepto en el apartado de apuestas— y varios sueсos comerciales, sentimentales, y las distintas ofertas erуticas. La huida permanente de la realidad parecнa ocupar gran parte de los dнas y la atenciуn de los ghemlores jуvenes. Ni uno solo de ellos ofreciу una palabra de interйs militar o polнtico. Mierda, hasta Ivan tenнa mбs materia gris en el cerebro.

En realidad, todo le resultaba un poco deprimente. Los amigos de Yenaro eran hombres excluidos, desechos desechados. Ni uno solo mostraba interйs por alguna carrera o servicio: no los tenнan. Ni siquiera las artes suscitaban su entusiasmo. Todos esos jуvenes eran consumidores de sueсos fantбsticos, no productores. Y en realidad, era una suerte que no tuvieran intereses polнticos: parecнan ese tipo de persona que empieza una revoluciуn pero no puede terminarla porque su incompetencia traiciona su idealismo. Miles habнa visto jуvenes similares entre los Vor, terceros o cuartos hijos que no habнan emprendido una carrera militar y que vivнan de sus familias. Sin embargo, hasta ellos podнan esperar algъn cambio en su estatus cuando alcanzaran la madurez. Dado el promedio de vida de los ghem, casi todos ellos deberнan esperar al menos ochenta o noventa aсos para ascender en la escala social. Desde luego, no eran estъpidos — la genйtica no lo hubiera permitido— pero habнan reducido sus campos de interйs a un horizonte artificial. Debajo de la atmуsfera de sofisticaciуn inquieta, esas vidas estaban paralizadas, detenidas en un punto. Miles se estremeciу.

Decidiу intentarlo con las mujeres, si es que Ivan le habнa dejado alguna. Se disculpу — voy a buscar una copa, perdonen— pero podrнa haberse ido sin decir palabra porque nadie parecнa interesado en el huйsped mбs raro e insignificante de lord Yenaro. Miles se acercу a un gran cuenco del que todos estaban bebiendo y se llevу la taza a los labios, pero no tragу. Levantу la vista y se vio frente a una mujer un poco mayor que las otras. Habнa llegado tarde a la fiesta con un par de amigos y se habнa mantenido siempre apartada de la reuniуn. Le sonriу.

Miles devolviу la sonrisa y se deslizу alrededor de la mesa mientras trataba de pensar en una frase correcta para empezar una conversaciуn. No le hizo falta, porque ella tomу la iniciativa.

— Lord Vorkosigan. Le gustarнa dar un paseo conmigo por el jardнn?

— Sн… claro. Le parece que el jardнn es interesante? — En la oscuridad?

— Creo que a usted le interesarб, sн.

La sonrisa desapareciу cuando la mujer dio la espalda a la habitaciуn, y dio paso a una expresiуn firme y amarga de determinaciуn. Miles tocу el comu que llevaba en el bolsillo del pantalуn y siguiу el rastro perfumado de la dama. Apenas dejaron atrбs las puertas de vidrio y estuvieron entre los arbusto descuidados, ella apurу el paso. No abriу la boca. Miles cojeу tras ella. Le sorprendiу que llegaran a un portуn pintado de rojo brillante y cuadrado, donde les esperaba una persona: una forma leve, andrуgina, con una bata oscura y capucha para proteger la cabeza calva del rocнo nocturno.

— Ya tiene su guнa para el resto del camino — dijo la mujer.

— El resto del camino adуnde?

— Un corto paseo — explicу la figura encapuchada con voz de soprano.

— De acuerdo. — Miles levantу una mano pidiendo una pausa y sacу el comu del bolsillo. Hablу directamente al micrуfono-: Base. Salgo de la casa de Yenaro por un momento. Rastrйeme, por favor, pero no me interrumpa a menos que yo lo llame.

La voz del conductor sonaba dubitativa:

— Sн, milord… Adуnde va usted?

— Voy a… voy a pasear con una dama. Desйeme suerte.

— Ah… — El tono del conductor se transformу en el de una persona divertida y sonriente-. Buena suerte, milord.

— Gracias. — Miles cerrу el canal-. De acuerdo. Vamos.

La mujer se sentу en un banco medio vencido y se abrigу con la ropa. Tenнa el aire de quien se prepara para una larga espera. Miles siguiу a su guнa ba por el portуn, pasу otra residencia, cruzу una ruta y entrу en una quebrada baja y arbolada. Su guнa sacу una mano para impedir tropezones. Si seguнan asн, las brillantes botas de Miles iban a quedar bastante mal paradas. Subieron por la quebrada hacia la parte trasera de otra mansiуn en condiciones todavнa mбs ruinosas que la de Yenaro.

Un bulto entre los бrboles: la casa, aparentemente desierta. Pero doblaron a la derecha sobre un camino invadido por la vegetaciуn. La figura encapuchada se detuvo a separar ramas mojadas frente a la cara de Miles y luego volvieron al arroyo. Emergieron en un claro amplio donde se alzaba un pabellуn de madera, un lugar para comer al aire libre, sin duda. Habнa un pequeсo lago ahogado por las plantas acuбticas, que superaban en mucho a unos pocos lotos. Cruzaron el agua sobre un puente, que crujiу de tal modo que Miles se alegrу momentбneamente de no ser mбs corpulento. Un brillo tenue, familiar, perlado emanaba de las aberturas del pabellуn, cubiertas por la vegetaciуn. Miles tocу la Gran Llave escondida en la tъnica para buscar seguridad. Bueno. Aquн viene.

Miles pasу junto a las ramas que apartaba su guнa ba y obedeciу un gesto indicativo, entrу y lo dejу atrбs, de guardia. Con cautela, Miles avanzу un paso hacia el interior del edificio, pequeсo, redondeado.

La haut Rian Degtiar o una copia muy fiel de ella estaba sentada, O de pie, o algo, a unos pocos centнmetros del suelo, como siempre, en una esfera pбlida y translъcida. Parecнa ocupar una silla— flotante. La luz era mбs leve, apenas un brillo furtivo. Espera. Deja que ella dй el primer paso. El momento se prolongу. Miles empezу a temer que la conversaciуn terminara siendo tan inconexa y absurda como la ъltima, pero justo en ese momento ella hablу con la misma voz sin aliento, distorsionada por la transmisiуn.

— Lord Vorkosigan. Esta entrevista, que usted me solicitу, es para ver cуmo podemos arreglar que usted me devuelva mi…

— La Gran Llave — la interrumpiу Miles.

— Ya ha averiguado lo que es?

— He estado haciendo investigaciones desde nuestra primera charla.

Ella gimiу.

— Quй quiere usted de mн? Dinero? No tengo. Secretos militares? No conozco ninguno.

— No se ponga coqueta conmigo y no tenga miedo, milady. Le pido muy poco. — Miles se abriу la tъnica y sacу la Gran Llave.

— Alн… Ўla tiene aquн, aquн mismo! ЎDйmela! — La perla dio un salto hacia delante.

Miles retrocediу.

— No tan rбpido. La he tenido estos dнas, no le he hecho ningъn daсo y se la pienso devolver. Pero siento que merezco algo a cambio. Solamente quiero saber cуmo me la entregaron, si fue un error y por quй.

— ЎNo es asunto suyo, barrayarйs!

— Tal vez no. Pero mi instinto me dice que esto es una trampa, contra mн o contra Barrayar a travйs de mi persona, y como oficial de SegImp de Barrayar lo considero asunto mнo. Muy mнo, se lo aseguro. Estoy dispuesto a decirle a usted lo que vi y oн al respecto, todo, pero usted debe devolverme el favor. Para empezar, quiero saber quй hacнa Ba Lura con uno de los objetos mбs importantes de la emperatriz en una estaciуn espacial.

Ella bajу la voz y hablу con tono confuso y duro.

— Estaba robando. Ahora devuйlvame la Gran Llave.

— Una llave. Una llave no tiene valor sin una cerradura. Supongo que es una bonita antigьedad, pero si Ba Lura estaba planeando un cуmodo retiro con fondos privados, seguramente hubiese encontrado objetos mucho mбs valiosos en el jardнn Celestial. Cosas mбs valiosas, cuya sustracciуn puede pasar desapercibida durante mucho mбs tiempo. Ba Lura pensaba hacerle chantaje? Por eso lo asesinу? — Una acusaciуn totalmente absurda: la hautlady y Miles eran coartada una del otro, pero йl sentнa curiosidad. Querнa ver cуmo reaccionaba.

La respuesta fue instantбnea.

— ЎVil barr…! Yo no llevй a Lura a su muerte. ЎSi hay alguien responsable, йse es usted!

Dios, espero que no.

— Tal vez tenga usted razуn… y en ese caso, tengo que saberlo, seсora… Usted sabe que no hay nadie de Seguridad cetagandana en kilуmetros a la redonda en este momento, o usted les ordenarнa que me arrebataran ese objeto y arrojaran mi cadбver al callejуn mбs cercano. Por quй no hay nadie de Seguridad? Por quй robу la Gran Llave su ba? Por simple placer? Colecciona objetos imperiales o algo asн?

— ЎMe da asco!

— Entonces a quiйn querнa vendйrselo?

ЎVender! ЎEso no!

— ЎJa! ЎEntonces usted sabe a quiйn se la llevaba!

— No exactamente… — Ella dudу-. Algunos secretos no me pertenecen y no estoy en libertad de entregarlos… Pertenecen a la Seсora Celestial.

— A quien usted sirve.

— Sн.

— Incluso despuйs de la muerte.

— Sн. — Habнa una nota de orgullo en su voz.

— Y a quien Ba Lura engaсу… Incluso en la muerte.

— ЎNo! Engaсar no… Tuvimos un desacuerdo.

— Un desacuerdo honesto?

— Sн.

— Entre un ladrуn y una asesina?

— ЎNo!

Claro que no, pero la acusaciуn habнa levantando su coraza. Descubriу cierto sentimiento de culpa, ahн. Sн, hбbleme de culpa, milady.

— Mire, se lo pondrй mбs fбcil: empezarй yo. Ivan y yo estбbamos llegando a Eta Ceta. Venнamos desde la nave correo de Barrayar en un vehivaina personal. Nos metieron en un compartimiento de embarque, un compartimiento de carga. Ba Lura, vestido con el uniforme de la estaciуn, con una peluca mal puesta, subiу al vehivaina en cuanto se abriу el portal y metiу la mano para buscar lo que me pareciу un arma. Lo atacamos y le arrebatamos un destructor nervioso. Y esto. — Miles levantу la Gran Llave-. Se nos escapу y yo me guardй esto en el bolsillo hasta que averiguбramos algo mбs. Cuando volvн a ver a Ba Lura estaba muerto en un charco de su propia sangre en el suelo de la rotonda funeraria. A decir verdad, me puse muy nervioso. Ahora le toca a usted, seсora. Dice que Ba Lura le robу la llave. Cuбndo se dio cuenta?

— La echй de menos… ese mismo dнa.

— Y cuбnto tiempo calcula que transcurriу desde que йl se la apropiу? Cuбndo la habнa visto por ъltima vez?

— No la usamos todos los dнas debido al perнodo de luto por la Seсora Celestial. La vi cuando ordenй los objetos reales… dos dнas antes…

— Asн que podrнa haberla sustraнdo tres dнas antes de que usted lo notara. Cuбndo desapareciу Ba Lura?

— No… no estoy segura. Lo vi la noche anterior.

— Eso reduce las posibilidades. Asн que el ъnico momento en que Ba Lura pudo haberse apropiado de la llave fue la noche anterior. Los servidores ba pasan libremente por las puertas del jardнn Celestial?

— Por supuesto. Nosotras no hacemos nada en el exterior. Eso es cosa de los ba.

— Y Ba Lura volviу… cuбndo?

— La noche de su llegada, lord Vorkosigan. Pero no quiso verme. Dijo que se encontraba mal. Pude haber ordenado que viniera pero… no quise hacer algo tan indigno.

Entonces sн estaban juntos en esto…

— Fui a ver a Ba Lura por la maсana. Entonces, me lo contу todo. Lura querнa llevarle la Llave a… alguien y entrу en el compartimiento equivocado.

— Entonces alguien tenla que suministrarle un vehivaina? Alguien lo esperaba en una nave en уrbita?

— ЎYo no he dicho nada de eso!

Sigue asн, presiona un poco. Estб funcionando. Pero se sentнa un poco culpable por esa forma de asediar a la vieja dama, aunque fuera para ayudarle… presumiblemente para ayudarle. No la dejes escapar.

— Asн que Ba Lura se introdujo en nuestro vehivaina y… cуmo sigue la historia? ЎDнgame!

— Unos soldados barrayareses atacaron a Ba Lura y le robaron la Gran Llave.

— Cuбntos soldados?

— Seis.

Los ojos de Miles se abrieron un poco mбs en un gesto de alegrнa.

— Y despuйs?

— Ba Lura rogу por su vida y por su honor, pero ellos se rieron, lo rechazaron y se alejaron.

Mentiras, por fin mentiras. Sin embargo… Ba Lura era humano. Cualquiera que mete la pata de esa forma reinventa la historia para parecer menos culpable.

— Y segъn йl, quй le dijimos?

La voz de ella estallaba de furia.

— Dijo que insultaron a la Seсora Celestial.

— Y luego?

— Ba Lura volviу a casa sumido en la vergьenza.

— Y entonces, por quй no llamу a Seguridad cetagandana para recuperar inmediatamente la Gran Llave por todos los medios?

Se produjo un largo silencio. Despuйs ella dijo:

— Ba Lura no podнa hacerlo. Pero se confesу conmigo. Y yo acudн a usted… Me humillй frente a usted… Y le pedн que me devolviera el objeto del que soy responsable… y con йl, mi honor.

— Por quй no confesу Ba Lura la noche anterior?

— ЎNo lo sй!

— Y mientras usted se enfrentaba a la tarea de recuperaciуn, Ba Lura se corta el cuello…

— Por dolor, por vergьenza — murmurу ella.

— Ah, sн? Por quй no esperу a ver si usted lograba que yo le entregara la Llave? Por quй no se cortу el cuello en privado, en sus habitaciones? Por quй mostrar su vergьenza frente a toda la comunidad galбctica? No le parece un poco raro? Se suponнa que Ba Lura debнa asistir a la ceremonia de entrega de presentes?

— Sн.

— Y usted tambiйn?

— Sн…

— Y usted creyу la historia de Ba Lura?

— ЎPor supuesto!

— Seсora, me parece que anda usted muy perdida. Dйjeme decirle lo que pasу en el vehivaina tal como yo lo vi. No habнa seis solados; sуlo йramos tres: yo, mi primo y el piloto del vehivaina. No se produjo conversaciуn alguna, no hubo ruegos ni sъplicas, y mucho menos insultos contra la Seсora Celestial. Ba Lura gritу y saliу corriendo. Ni siquiera opuso resistencia. En realidad, apenas se enfrentу a nosotros. No hizo casi nada. Piйnselo. Estaba luchando por la recuperaciуn de un objeto de suma importancia, y esa recuperaciуn era tan esencial que cuando fracasу, decidiу cortarse el cuello delante de todo el mundo. No le parece raro? Nos dejу ahн, rascбndonos la cabeza con aquella maldita cosa entre las manos, preguntбndonos «quй diablos estб pasando?». Es evidente que alguien estб mintiendo. Yo sй quien es.

— Deme la Gran Llave — dijo ella-. No le pertenece.

— Mire, yo creo que me tendieron una trampa. Alguien que aparentemente quiere arrastrar a Barrayar a un… desacuerdo interno cetagandano. Por quй? Para quй me estбn tendiendo esta trampa?

Tal vez el silencio de ella indicaba que йsas eran las primeras palabras que penetraban su pбnico en dos dнas. O tal vez no. En cualquier caso, se limitу a repetir en un susurro:

— ЎNo le pertenece!

Miles suspirу.

— Estoy totalmente de acuerdo con usted, milady, y me alegro de devolvйrsela. Pero en vista de la situaciуn, me gustarнa testificar, bajo pentarrбpida si es necesario, a quiйn hago entrega de la Gran Llave. Dentro de esa burbuja podrнa esconderse cualquiera. Mi tнa Alys, por ejemplo. Pienso devolvйrsela, pero cara a cara… — Extendiу la mano con la palma abierta y la llave sobre la palma, invitante…

— Ese es el ъltimo precio?

— Sн. No pido mбs.

Era un triunfo insignificante. Iba a ver a una hautmujer. Ivan no habнa visto ninguna. Sin duda la vieja sentirнa vergьenza de mostrarse asн frente a ojos extranjeros, pero mierda, considerando lo que Miles habнa sufrido, aquella mujer le debнa algo. Y sus argumentos sobre la necesidad de identificar a la persona a quien entregaba la Gran Llave eran totalmente ciertos. La haut Rian Degtiar Dama de Compaснa del Criadero Estrella, no era la ъnica que estaba involucrada.

— De acuerdo — susurrу ella. La burbuja blanca se desvaneciу hasta hacerse transparente y finalmente desapareciу.

— Ah — dijo Miles, con un hilo de voz.

Ella estaba sentada en una silla flotante, envuelta de pies a cabeza en tenues telas, muchas capas de tela, todas blancas y brillantes, una docena de texturas que caнan unas sobre otras.

El cabello era de color йbano refulgente, una larga melena con mechones que le cubrнan los hombros y le pasaban sobre las piernas y se arremolinaban a sus pies. Cuando se pusiera de pie, el cabello la seguirнa por el suelo como un velo infinito. Sus ojos enormes eran de un azul gйlido de tal pureza бrtica, que a su lado los ojos de lady Gelle parecнan charcos de barro. La piel… Miles sintiу que en toda su vida nunca habнa visto piel, sуlo bolsas remendadas en las que la gente se enfundaba para no perder fluidos vitales. Esa perfecta superficie marfileсa… ah, deseaba tocarla con tal intensidad que incluso le dolнan las manos. Tocarla sуlo una vez y despuйs morir. Los labios de Rian Degtiar eran tibios, como rosas en las que latiera la sangre…

Quй edad tenнa? Veinte aсos? Cuarenta? Era una hautmujer, quiйn podнa decirlo? A quiйn le importaba? Los hombres de la vieja religiуn habнan adorado iconos mucho menos gloriosos, de plata y oro labrados con un burdo cincel. Miles estaba de rodillas y no recordaba cуmo ni cuбndo se habнa dejado caer al suelo de ese modo.

Ahora sabнa por quй lo llamaban «caer». Sн, enamorarse. Era el mismo vйrtigo lleno de nбuseas de la caнda libre, la misma emociуn inabarcable, la misma seguridad enfermiza de que sufrirнa un tremendo golpe contra una realidad que se cernнa hacia йl a toda velocidad. Se inclinу hacia delante y dejу la Gran Llave frente a esos pies perfectos en sus sandalias blancas. Luego retrocediу y esperу.

SOY un juguete de la Fortuna.

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