Cuatro

Contra el día


El primer destino de Cyprian fue Trieste, donde debía controlar los muelles y el trasiego de emigrantes a América, con viajes espo____________________caciones obvias para la Cuestión Macedonia. El Cielo sabría a qué esotérica oficina irían a parar los informes sobre los Neo-Uskoks de Cyprian.neciendo las antiguas atalayas y anotando en los mapas militares de la región cada diminuta chispa que aparecía en la noche terrestre, su posición en la brújula y su magnitud, siempre preparadas la yesca seca y la parafina para las almenaras de alarma, sin permitirse jamás reposar más de medio minuto antes de la llegada de la luz. Implitañas adentro, y en la actualidad todavía un grupo entregado, para el cual la amenaza de la invasión turca, inmediata y sin piedad, seguía viva y comprobable. Quienes seguían esperando a lo largo de toda la Frontera Militar, noche y día, la fatídica apertura de la brecha, guardo había dominado esta punta del Adriático, siendo por entonces una amenaza tanto para Venecia por mar como para los turcos monrádicos a Fiume y rondas de vigilancia por la fábrica de torpedos Whitehead y el puerto de petróleo, así como por la costa hasta Zengg, sede del cada vez más vigoroso movimiento Neo-Uskok, que debía su nombre a la comunidad de exiliados del siglo XVI que en el pasa

Trieste y Fiume, cada una a un lado de la península de Istria, se habían convertido en puntos a los que convergían aquellos que en Austria-Hungría querían embarcarse con rumbo al oeste. La mayoría de los que formaban aquel fluir diario de almas eran personas hones__nas opuestas de su cuaderno de agente. Tras unos años escribiendo con letras diferentes para que no lo reconocieran, de ahí el exuberante carnaval de identidades que ocupaba su escritura, había vuelto a su letra de colegial, a remotas Vísperas, cuando el antiguo órgano de la capilla aullaba mientras se apagaba la última luz y se cerraba la puerta para la larga noche.tas, aunque bastantes viajaban disfrazadas, lo que obligaba a Cyprian a merodear todo el día por el muelle y llevar detallados registros de quién iba a América, quién volvía, quién estaba aquí por primera vez. Entradas y Salidas, como débitos y créditos, se anotaban en las pági

Al anochecer, se le veía todavía demorándose por los muelles, mi____________________char todas las superficies encaradas al oeste…das partes. Un cielo de carne azul y lechosa que se volvía bermellón hacia el mar, la luz teatralmente coloreada que retrocedía para mandades que decididamente no podían encontrarse en lugares como Zengg. Los marineros, no hacía falta decirlo, criaturas marinas por tonían prioridad. La promesa de la noche…, una densidad de posibilirando al mar. No era el trabajo lo que le retenía, las puestas de sol te

El descenso de Cyprian al mundo secreto había empezado hacía sólo un año en Viena, en el curso de otra noche de vagabundeo des_preocupado por el Prater. Sin pensar, había entablado conversación con un par de rusos, a quienes, con su ingenuidad de por entonces, tomó por turistas.

– Pero usted vive aquí, en Viena, no entendemos, ¿qué es lo que hace?

– Lo menos que pueda, espero.

– Se refiere a qué se dedica -dijo el otro.

– A ser amable. ¿Y ustedes?

– ¿En este momento? A hacerle un pequeño favor a un amigo.

– Ah…, disculpen, ¿un amigo de ambos? Pues sí que somos ami_gables todos.

– Es una pena que no se deba pelear con sodomitas. La insolencia en su voz, Misha, su cara…, alguien tendría que hacer algo.

– Su amigo, quizás -replicó el descarado Cyprian-, Al que tam_poco le importa mucho la insolencia, espero.

– Todo lo contrario, la agradece.

– Como algo que debe soportar con paciencia -dijo mantenien_do la cabeza un poco desviada, pero lanzándoles miradas a hurtadillas, hacia arriba y ladeadas, a través de unas pestañas inquietas.

El otro se rió.

– Como una ocasión de corregir una costumbre perversa que no aprueba.

– ¿Y es también ruso, como ustedes? ¿Un buen degustador del knout, tal vez?

Ni siquiera hubo una pausa.

– Prefiere que sus compañeros no estén marcados. Sin embargo, yo que usted me lo pensaría dos veces antes de utilizar su interesante boca, mientras siga siendo suya.

Cyprian asintió, como arrepentido. El exquisito reflejo del temor rectal que le recorrió el cuerpo podría haber sido un simple encogi__taba, pero no podía, controlar.miento ante una amenaza o ante la traición de un deseo que él inten

– ¿Otro Capuziner? -le ofreció el segundo hombre.

El precio que acordaron no era tan elevado como para provocar más curiosidad de la habitual, aunque, desde luego, surgió la cuestión de la discreción.

– Hay esposa, hijos, relaciones públicas, los obstáculos habituales que, imagino, a estas alturas ya sabrá cómo salvar. Nuestro amigo es muy claro al respecto: su reputación tiene una importancia absoluta para él. Cualquier mención de su persona a nadie, por trivial que sea, lle__gina que de verdad quiere «mantenerle», o fanfarroneando ante otro pobre mariposón: «Oh, él me regaló esto, él me compró lo otro»…, en cada momento de su vida debegará a sus oídos. Tiene a su cargo recursos que le permiten enterarse de todo lo que se dice. De todo lo que dicen todos. Incluso usted, acurrucado en su frágil nido con algún viril visitante que usted se ima cuidar lo que dice, pues tarde o tem_prano sus palabras exactas serán recuperadas, y si son las equivocadas, entonces, mi pequeña damisela, tendrá que salir por piernas si quiere conservar la vida.

– Y no se crea que su «patria» es un lugar muy seguro -añadió su compañero-, porque en Inglaterra no nos faltan medios. No le quita_remos ojo, allá donde le lleven esas alitas.

A Cyprian no se le ocurrió que esa ciudad tuviera nada más que revelarle aparte de la promesa de una obediencia irreflexiva, noche y día, al tirón de la correa del deseo. Sin duda, descubrir que más allá del Prater, verdadero depósito de guaperas Continentales, Viena podía exhibir comportamientos incluso un poco más complejos, sobre todo con (parecía imposible no suponerlo) una dimensión política, hizo caer en picado sus coeficientes de aburrimiento y, como era de espe_rar, disparó varios dispositivos de alarma que emitieron un chillido seductor. Tal vez el par de intermediarios ya habían detectado en él esas expectativas superficiales. Le dieron una tarjeta con una dirección impresa, una dirección de Leopoldstadt, el barrio judío situado al norte del Prater, al otro lado de las vías de ferrocarril.

– Así que un amigo judío, parece…

– Tal vez un día una charla en profundidad sobre cuestiones he__vo. Mientras tanto, procedamos siguiendo los pasos pertinentes.braicas pueda serle de algún provecho, financiero y también educati

Por un instante, un aleteo de desolada ausencia barrió las mesas del jardín del restaurante Eisvogel, eclipsando cualquier futuro imagi_nable. Desde algún lugar cercano a la Noria llegó la cadencia infernal de otro vals gorjeante.

Los rusos, que dijeron llamarse Misha y Grisha, tras conseguir una de sus direcciones, un café en el Bezirk IX, empezaron a dejarle men____________________rias, que a zá querían que supiera, pasaba menos tiempo en el Prater y más en los cafés leyendo periódicos. También empezó a hacer excursiones diasajes casi semanalmente, fijando citas en rincones poco frecuentados de toda la ciudad. Al ver que cada vez era más vigilado, algo que quiveces se prolongaban a toda la noche, para comprobar qué radio de libertad le concedían los vigilantes.

Sin tiempo para prepararse, le convocaron por fin una noche en la dirección de Leopoldstadt. El sirviente que abrió la puerta era alto, cruel y callado, y casi antes de que Cyprian atravesara el umbral, lo es____________________culiar carencia de eco, donde lo desataron sólo el tiempo requerido para desnudarlo y luego lo volvieron a atar.tos por un pasillo y algunas escaleras hasta una habitación con una peposaron y le vendaron los ojos, y luego lo empujaron sin miramien

El Coronel en persona le quitó la venda de los ojos. Llevaba gafas con montura de acero, y la estructura ósea de debajo, con su cuero cabelludo concienzudamente afeitado, delataba al aplicado estudiante de etnofisionomía, incluso a la luz agotada de la sala, su sangre no prusiana, de hecho cripto-oriental. Escogió un bastón de caña y, sin decir palabra, pasó a utilizarlo sobre el cuerpo desprotegido de Cyprian. Como estaba fuertemente encadenado, no pudo oponer mucha resis__vincente cualquier protesta.tencia, y su indesmayable erección habría convertido en poco con

Y así empezaron esas citas secretas, siempre en silencio. Cyprian probó a ponerse diferentes disfraces, a cambiar de maquillaje y peina__do, empleando una extraña delicadeza en el toque, hasta alcanzar el clímax.do en una tentativa de dar lugar a algún comentario, pero el Coronel estaba mucho más interesado en azotarle, sin decir palabra y, a menu

Una noche, cerca del Volksgarten, Cyprian vagaba sin propósito por las calles cuando, desde algún punto no muy claro al principio, le llegó un coro de voces masculinas enronquecidas tras horas de re_petir la canción Ritter Georg Hoch!, el viejo himno panalemán y, esos días, ahí, en Viena, también un canto antisemita. Comprendió de in__llozar, no tanto como para avergonzar a nadie pero sí lo suficiente como para que el bueno de Ratty se sintiera impelido a preguntar.mediato que convenía evitar a ese grupo, y se metió en la primera bodega que encontró, donde fue a toparse nada menos que con el bueno de Ratty McHugh, condiscípulo de la escuela. Al ver una cara de un pasado inmediata y sensiblemente más inocente, empezó a so

Pese a que Cyprian ya se había hecho una idea más que clara de las consecuencias que tendría hablar de sus relaciones con el Coronel -la muerte, ciertamente, no estaba excluida, ni menos aún la tortura, y no del tipo placentero que esperaba de su misterioso cliente sino de la de verdad-, aun así se vio tentado, casi sexualmente, a contárselo todo a Ratty con una prisa inconsciente, aunque sólo fuera para com____________________cóticamente perfumada, calibrando la seducción de su tono, susurró:ción de estar dando un paso dentro de una habitación sin luz y narprobar cuánta información le llegaba en realidad al Coronel y qué pasaría luego. Intuitivamente no había querido investigar para quién trabajaba su viejo colega y, en concreto, en qué Servicio. Con la sensa

– ¿Podrías sacarme de Viena?

– ¿En qué clase de problema te has metido? -quiso saber lógica_mente Ratty-. En qué clase de problema exactamente…

– «Exactamente»…

– Mantengo contacto regular con gente que podría ayudarte. Aun__talladas sean tus explicaciones, más dispuestos estarán a colaborar. -El bueno de Ratty nunca había hablado con tanta cautela.que no puedo hablar por ellos, mi impresión es que, cuanto más de

– Mira -Cyprian imaginó que podía explicarlo-, no se trata de que uno quiera vivir de esta manera… «Oh, sí, qué te voy a contar, mi plan era hacer carrera en la sodomía.» Pero, y puede que más en el Trinity que en el King's, si uno quería algo remotamente parecido a una vida social, era la máscara que había que ponerse. Ineludible, de verdad. Las expectativas, para la mayoría de nosotros, eran que todo quedara ol__mora del protagonista, que la ficción resultaría al fin más deseable, y extrañamente más duradera, que cuanto podía ofrecer el mundo civil…?vidado después del último baile de la Semana de Mayo, y sin hacer daño a nadie. ¿Quién habría previsto, aparte de la actriz que se ena

Ratty, bendito fuera, no parpadeó más de lo habitual.

– Mis alternativas eran menos coloristas. Whitehall, Blackpool. Pero tengo que decírtelo, tendrías que hacer ciertos cambios en tu perso_naje.

– Que propondría tu gente. Son tipos duros, ¿verdad?

– Viriles como ellos solos, con poca o ninguna paciencia para nada más.

– Caramba, son mi tipo. ¿Sigues tan aficionado a hacer apuestas descabelladas como en tu periodo de Newmarket? En las circunstan_cias oportunas, te apostaré a que puedo seducir a cualquier miembro de la viril brigada que elijas. No me costará más de una noche.

Al cabo de una semana, Ratty le había organizado una cita con Derrick Theign, un funcionario alto y agobiado que, por su acento, debía de llevar destinado allí bastante tiempo.

– Supongo que me gusta esto, más de lo que debería, o eso me han dicho. Aunque con tantos informes saliéndole a uno por las orejas, cómo se va a encontrar tiempo para nada de…, bueno, de lo otro, si es que uno fantasea con ese tipo de cosas, algo que, claro, no se hace mucho, no demasiado.

– «No demasiado», ay, Dios.

– Pero debo reconocer que me encantan estas chucherías de cho__tos, no para llevárnoslos, sino paracolate y frambuesa,…¿le molestaría si pidiéramos…, tal vez unos cuan comer aquí, aunque tengamos que hacerlo más rápido de lo que sería…?

– Derrick, si me permites que te tutee, ¿te estoy poniendo «ner_vioso»? ¿Yo, pequeño, soso e inofensivo? ¿No sería mejor que…?

– No, en absoluto, sólo que…, umm… Olvídalo. Sólo que…, no sé…

– Sí, sigue, por favor, «sólo que» ¿qué?

– El maquillaje, ya sabes, me parece…

– Sí, vaya, ¿me han quedado mal los ojos otra vez? Siempre me pasa. ¿De qué lado es esta noche?

– No, no, está bien, de hecho todo parece…, bueno, esplendoroso, para serte sincero.

– Vaya, vaya, Derrick.

– ¿Lo haces tú solo?, ¿te ayuda alguien?

– Sabes quién es Zsuzsa, ¿no? Pues me he pasado casi toda la tarde en el salón, ella es la única indicada cuando…, ya sabes, cuando tienes una de esas pequeñas premoniciones de que estás a punto de conocer a alguien que no te puedes perder…

– Ahí, muy bien, ésa es la sonrisa que quiero, exactamente ésa, ahora sostenía ahí y no te alarmes, pero en este momento no estamos pasando inadvertidos.

– ¿Dónde?

– Sólo pasaban… por allí.

– Ah.

– Ya han pasado más de una vez; si no me equivoco, han salido del grupo de Misha y Grisha. Te has relacionado con gente muy colorista, Latewood. Ahora…, dentro de un momento volverán y retrocederán otra vez, y entonces más vale que tenga mi mano en tu rodilla, ¿te molestaría?

– Bueno… ¿en qué rodilla estás pensando?

– Sí, aquí están otra vez.

– Umm.

– Y ahora, y con la mayor naturalidad posible, nos levantaremos y nos marcharemos juntos, dejando que nos sigan. ¿Conoces el Hotel Neue Mutzenbacher, cerca de las Cuadras Imperiales?

– He oído hablar de él. Parece más bien un museo del mal gusto, personalmente no soñaría con entrar ahí.

– ¿De verdad? Pues a mí siempre me ha parecido un lugar bas_tante divertido.

– ¿«Siempre», Derrick? ¿Es que… eres cliente habitual del Mutzi?

– Su decoración se ve compensada con creces por sus útiles MSA, o Medios de Salida Alternativos, es decir, si no te molestan algunas aguas residuales.

– Uno va desarrollando cierta tolerancia…, aunque, escucha, si tú y los de tu grupo lo utilizáis, ¿no lo conocerán también los buenos de M.y G.?

– Es posible; aun así, tendrán que esperar un poco fuera, ¿verdad?, para asegurarse, antes de irrumpir.

– Asegurarse de…

– De mi propia presencia.

– ;Y tardarán mucho?

– Ni idea. Lo bastante, espero. ¿Cuánto duran tus citas de media, Cyprian?

– A veces se alargan horas y horas. Depende de lo caprichoso que sea él, claro.

– Sí, aunque muchos deben de aburrirse rápido…, ah, qué bien, ahí está la Stiftskaserne, ya no falta mucho…

El Fiaker los llevó hacia el sur, hacia la fracción enrojecida de la luna, con las luces de la ciudad convergiendo a sus espaldas, el conduc_tor tarareando para sí la pertinente Fiakerlieder, aunque reprimiéndo_se para no cantar a voz en cuello.

– Este no es el camino a la estación.

– Sí, a la Süd-Bahnhof.

– Pero de ahí se sale para Trieste, no para casa. ¿Derrick? No quie_ro ir a Trieste… Se supone que debería ir en la dirección contraria, ¿no?, hacia Ostende, hacia… -Ya no pudo repetir «casa».

– Con un poco de suerte, ellos también pensarán que queremos subir en el Ostende Express, así que tal vez manden a su gente a la Staatsbahn. Un ejercicio clásico de confusión de direcciones, relája____________________nes los billetes, documentos de tránsito, carta de crédito, dinero de bolsillo…rección correcta. Si es que es eso lo que de verdad quieres. Aquí tiete, no te preocupes, a su debido tiempo te encaminaremos en la di

– ¿Mil Kreuzer? Si no son ni diez libras.

– Ay, ay, ay. ¿Cuál era tu tarifa habitual?

Cyprian le devolvió la mirada con descaro.

– Lo mínimo que uno se saca en Viena son treinta K. al día.

– Pues allá donde vas creo que la vida te parecerá menos cara. En cuanto a «casa» -las luces de las farolas eléctricas que iban dejando atrás destellaban, como el foco de una prisión, sobre los cristales de sus gafas-, podrías plantearte hasta qué punto es coherente para ti vincular esa palabra con «Inglaterra». Por curioso que parezca, puede que sea más seguro Trieste…, o algún otro lugar más al este aún.

Le resultaba difícil distinguir sus ojos, pero por la postura de los hombros y las modulaciones de los labios, Cyprian pudo entender parte de lo que no estaba diciendo. Al cabo de un rato de entreteni_miento psicorrectal, dijo:

– Entre los turcos, supongo que quieres decir.

– Un reflejo casi encantador, Latewood, si no fuera tan predecible entre los tuyos. Sí, abandonar, y no sería la primera vez, las peligrosas polifonías con las que debo tratar a diario y sustituirlas por esas me_lodías de burdel de una sola nota…; claro que me refiero a los turcos, con todo su equipamiento de fábula y demás. Justamente.

– Umm. -Cyprian miró al agente bañado en sombras- Estás en_redado, ¿verdad?, al menos por el momento. No pasa nada, no me sor_prende, eres atractivo, con esos aires de tipo curtido.

– Pues sí. Por eso acaban sobre mi mesa todos los expedientes so__to lo siento, a veces sencillamente me sale, como tú dirías,domitas. Oh, pero -añadió sacudiendo vigorosamente la cabeza como si saliera de un trance- ¿me estaba quejando otra vez? No sabes cuán a chorros…

Los rusos no supusieron un gran problema.

– Puedes elegir entre Kuppelei sencillo o cualificado, Misha.

– Soy Grisha.

– Tanto da, será la única opción que se os ofrecerá. Seis meses o cinco años. Si os empeñáis en poner las cosas difíciles, sacaremos a re__des, a una vida inmoral…, y eso puede llevaros a pasar cinco años en una prisión de los Habsburgo, con toda probabilidad confinados en una celda al estilo belga, medio kilo de pan al día, carne y sopa de vez en cuando, según me han dicho, mejor que ser un hombre libre normal en tu Rusia nativa, aunque tal vez sea una perspectiva sombría para un epicúreo del rango que tú has llegado a ocupar…lucir documentos que demuestran que el pobrecito Cyprian era vuestro pupilo legal en la época en que lo empujasteis, con falseda

En cierto momento, se decidió que Cyprian podía ser informa____________________dos por el Coronel, quien, según se enteró entonces Cyprian, se había especializado en la política eslava meridional, así como en prácticas sexuales, entre las cuales se creía que se contaban las irregularidades de género.tes de que se hubieran resuelto del todo los detalles, ya eran conocido sin riesgos de que su paradero y sus planes a medio plazo, casi an

– ¡Croacia-Eslovenia! Pero si eso es…

– ¿Sí?

– Su jardín de las delicias. Tarde o temprano acabará yendo, y en_tonces me matará, o me matará alguno de los rusos, oh gracias, Theign, muchas gracias.

– Yo no me preocuparía por ellos. Ya no estás en su lista.

– ¿Desde cuándo? ¿Y por qué no?

– No me digas que estás decepcionado. Desde que detuvieron a tu Coronel -se sacó con cuidado un reloj-calendario suizo de bronce de cañón y porcelana negra, y lo consultó detenidamente-, en con____________________drías, tengo que admitir que inexplicablemente, haberle caído en gracia.vagante imaginar un reencuentro algún día, sobre todo porque pomos avanzado. Aunque en esta profesión nunca es demasiado extracreto, el jueves pasado. Vaya, ¿se nos olvidó decírtelo?, no sabes cuánto lo siento. No, ya no está en escena. Ese capítulo se ha cerrado. He

– Ni aunque Inglaterra espere tal cosa, Theign.

– Oh -se encogió de hombros-, sí, me han dado a entender que una pizca de reprensión tal vez sí se aplique, básicamente pro forma, pero poco más aparte de eso…

– Esa gente no, por el amor de Dios, incluso el necio más estú_pido de su lista sabe bien que, si te das la vuelta, mueres. Reprensión. ¿De qué remoto planeta de mierda vienes?

– Conocemos bien a «esa gente», Latewood.

Cyprian se puso reflexivo.

– Todo son noticias importantes, sin duda, pero ¿por qué me las cuentas? ¿Por qué no me mantienes en la ignorancia y el miedo, para variar?

– Digamos que estamos empezando a fiarnos de ti.

– Se ríe, con amargura.

– Pues digamos que se trataba de algo que incluso tú tenías que saber…

– … para que te responda a lo que te dispones a pedirme.

En Trieste al menos podía imaginarse madurando hasta alcanzar cierta hombría, incluso convirtiéndose en un viejo agente del Adriá____________________vocamente como cualquiera de sus antiguos clientes. El mismoría destinado a partir de ahora. Aun así, ¿qué desenlace podía esperar de este drama? La Sección Extranjera lo estaba utilizando tan inequítico Superior; un sueño peligroso, porque no tardó en darse cuenta de lo poco que contaba su opinión en la decisión del lugar donde se ahora di esto, ahora ponte lo otro, ahora haz aquello. Si su destino había sido des__baba con todo aquello de una vez?de el principio el de ser un objeto administrado por otro, ¿por qué simplemente no se enrolaba en la Armada, en cualquier armada, y aca

Derrick Theign, cuyo nombre en clave era «Buen Pastor», aparecía cada pocos meses, siempre llegaba por la noche y se alojaba en la mis____________________tos para repetir ese ciclo de llegar, quedarse callado, conseguir lo que debía imaginar como ciertoban sentados bebiendo juntos entre la felpa roja y el bronce dorado. Cyprian empezó a preguntarse si Theign no estaría buscando pretextancia, a menos que se le diera tal consideración a ciertos silencios espesos que a menudo se prolongaban incómodamente mientras estanes con Cyprian nunca tenían que ver con nada de especial imporciaban en voz alta, no tanto por cautela como por miedo. Las reunioma suite del Métropole -reservada para él desde los tiempos en que también era conocido como Buon Pastore-, donde nunca pasaba más de una noche, y luego se marchaba, a Semlin o, más frecuentemente, a Zagreb, y a otros lugares del este cuyos nombres nunca se pronun control de sí mismo, hacer las maletas brus__tarle a su supervisor sobre el terreno qué se estaba tramando. El asunto de Venecia surgió de improviso y lo cogió desprevenido.camente al día siguiente y marcharse. La despreocupación de Cyprian había llegado a tal extremo que ni siquiera se molestaba en pregun

– Venecia.

– No es un lugar descabellado para un destino de escucha. Ha ocupado un fatídico vértice geopolítico desde que se situó en la an____________________rio en espejos de conquista remota.tección del de Cristo esté ahora en manos de Viena y San Petersburgo, mientras que los imperios más recientes ya no tienen mucha relación con Dios, pues Prusia adora poco más que el esplendor militar y Gran Bretaña sólo rinde culto a su propio reflejo mítico, reajustado a diadedor, y el del Profeta siga esperando su momento terrible, y la protigua intersección de los imperios de Occidente y de Oriente, y ahí sigue en la actualidad, aunque los imperios hayan mutado a su alre

– ¿Qué había preguntado yo?

No tardaron en instalarse en una acogedora, casi hogareña, pen_sione de Santa Croce, a unos pasos de la estación de tren y el puente de Mestre. En ese momento estaban sentados a la mesa de la cocina con una botella de grappa y una lata de curiosas galletas. Una especie de extraño queso de leche de oveja de Crotona. Fuera se oían los pitidos de los vehículos de vapor.

Cyprian se había enterado de que Theign ocupaba el cargo de teniente en la Armada, y que dependía del Departamento de Inteli__cretos de dentro de los amenazadores muros del Arsenale; un robo que comprometía catastróficamente el destino marítimo de Italia, hasta tal punto que a él le parecía casi imposible entender siquiera degencia Naval del Almirantazgo. Su misión ahí, en Venecia, al menos oficialmente, era investigar un supuesto robo de planos técnicos se qué eran los planos.

– Me cuesta imaginarme qué es lo que tienen de tan misterioso: cruceros, fragatas, lo habitual, submarinos y destructores de subma__niatura que pueden transportarse en buques de rinos, torpedos, torpederos, buques antitorpederos, submarinos en miguerra y lanzarse des_de la proa como si fueran torpedos.

– Creía que todo lo que tenía que ver con lo submarino se hacía en Spezia, en los talleres de San Bartolomeo -dijo Cyprian.

– Estás hecho un empollón. -Theign le fulminó con la mirada. Era una cuestión dolorosa para él. Una y otra vez lo habían enviado a ofi_cinas de La Spezia, abiertas con el propósito expreso de confundir a los extranjeros, sobre todo a los que, como Theign, se les notaba tanto lo que querían que bien podrían haber lucido cartelones por delante y por detrás que rezaran: espía-. Las embarcaciones que todo el mun_do conoce -murmuró-, las de la clase Glauco y sus sucesoras, claro. Pero estas otras son un tanto… especializadas…

Nosotros, los del futuro, sabemos que la unidad en cuestión era el siniestro Siluro Dirigibile a Lenta Corsa, o Torpedo Dirigible de Navegación Lenta.

– Lo que lo convierte en especialmente perverso -le confió Theign, quizá cometiendo una indiscreción a causa de lo mucho que le enor____________________ter italiano.formación- es que no exige el menor valor a su tripulación, tan sólo esa aptitud para arrastrarse sibilinamente que uno asocia con el carácgullecía haber recabado, tras un esfuerzo excepcional, la esquiva in

– Oh, eso no es más que un mito -dijo Cyprian, que al parecer ese día tenía ganas de discutir-. Son tan francos como los niños.

– Y que lo digas. La mayoría de los niños que tú conoces son, en el mejor de los casos, unos corruptos, ¿cuánto tiene eso de «franco» exactamente?

– Conoce a más y lo verás.

– Algo que no se le ocurrió a la Marina Real Italiana -prosiguió Theign- fue la observación aérea. Sabemos que los rusos tienen un programa, Voznab, o vozdushnyi nablyudenie, «vigilancia aérea», des__cho, en algunas de las placas fotográficas aparece el Rialto de vez en cuando.de hace años: sus aeróstatos y aeronaves han sido equipados con cierto dispositivo avanzado de camuflaje que imita al cielo abierto, de manera que a veces no se les ve aunque se sepa con seguridad que están ahí arriba. Tienen bases avanzadas en Serbia, lo que los sitúa a menos de una hora de aquí, puede que a dos de La Spezia. De he

Un día, Theign llegó con aspecto preocupado.

– Tus amigos Misha y Grisha han desaparecido…

– Y yo podría tener idea de dónde están. Pero la verdad es que no, ni idea, lo siento…

– Pensémoslo un momento, ¿vale? Empecemos por Viena, ¿ha_brían ido allí?

– Sí, y también, como ya estás pensando, no. A Misha le encantaba la ciudad, Grisha la odiaba. Si a uno de los dos se le cruzan los cables, puede subirse a cualquier tren.

– Te refieres a Grisha.

– Misha no era lo que se dice ajeno a los placeres del gesto im__nes, ¿no?provisado… Pero, a ver, Derrick, tu gente ha estado vigilando los tre

– Salvo por un pequeño pero engorroso vacío en nuestra…, ejem, información previa.

– Oh, no.

– Cyprian, es posible que quieran que vuelvas por un breve tiempo a la Metternichgasse.

A través de los párpados, Cyprian ofreció una mirada de soslayo que, estaba comprobado, producía reflejos de deseo que llegaban a provocar, como se vio al menos en una famosa y singular ocasión en Ashby-de-la-Zouch, Leicestershire, proposiciones de matrimonio.

– ¿Y dónde me quieres tú, Derrick?

Esa fue, por fin, la única pregunta estúpida que a Derrick Theign le resultó insoportable. Lo que pretendió que pasara por un humorís____________________ban, pero no al modo que se esperaría de unos caballeros ingleses, en el caso de que se vieran obligados a ello, sino como extranjeros, con descortesía. Con saliva de sobra para empapar el cuello de la camisa de Cyprian. Penes erectos por todas partes. El hechizo de Venecia en aquellos tiempos, se decía.te, en una caricia, y luego, provocado por la arriesgada carcajada de Cyprian, en una contundente bofetada. Casi sin que ninguno se diera cuenta, Theign lo había cogido del pelo haciéndole daño y se besatico toquecito en la mejilla se transformó primero, inequívocamen

– No habría elegido este guión -murmuró Theign poco después mientras se curaba diversas abrasiones.

– Ya es demasiado tarde para eso, ¿no?

– Lo que ha pasado te sitúa en una categoría aparte.

Cyprian ya se mostraba escéptico:

– Oh, pero desde luego que no seré el único.

– Uno procura evitarlo, ¿sabes?, siempre que puede.

– Evitar… ¿«lo»?, oh, Derrick -casi llorando.

– No te me pongas sodomita ahora, que es cuando menos tienes que perder la cabeza, si no es mucho pedir.

A medida que los pétalos del deseo irreflexivo, durante aquellos días narcóticos en la Laguna, empezaban a marchitarse, perdían su aroma y caían uno tras otro a la superficie sin ornamentos de la vida diaria, Theign se medio inventó un agente local, «Zanni», para tener que salir a resolver crisis ficticias, lo que le brindaba oportunidades breves pero siempre bienvenidas de abandonar la casa, aunque sólo fuera para entrar en las atestadas calli de Venecia. De algún modo, la movilidad italiana lo consolaba, le aclaraba las ideas como un buen Partagás en el momento oportuno. Su empleo en el Espionaje Naval, en esta ciudad de máscaras, era de hecho una tapadera de un proyecto más secreto. «Zanni» era uno de los numerosos nombres en clave para sus contactos con una pequeña fabrica de bicicletas, en la Terraferma, que se había lanzado a diseñar y fabricar motocicletas. Cuando por fin empezaran a moverse tropas en Europa en cantidades considera____________________cación inalámbrica era demasiado vulnerable a las influencias etéricas. El único método seguro, le parecía a Theign, era un pequeño grupo internacional de motociclistas, lo bastante rápidos y ligeros como para mantenerse por delante en la partida.ción. Las líneas de telégrafo y de cable podían cortarse. La comunibles, tendría que haber un modo de mantener el flujo de la informa

– La unidad se denominará RRAYO, es decir Regimiento Rápido de Acecho Y Observación.

– ¿«Acecho»? -preguntó Cyprian un tanto avergonzado porque no acababa de captar el sentido.

– Es vigilar a escondidas a un sujeto, manteniéndose tan cerca de su sombra como sea posible -explicó Theign.

– Obligado a ser casi la…, la proyección de alguien.

– Si así lo quieres.

– Tan cerca, de hecho, como para empezar a perderse uno mismo.

– Lo que a los tuyos les gusta, entregar el ego o algo así.

– Derrick, si ni siquiera sé montar a caballo.

– ¿Es que no entiendes que estamos intentando salvarte la vida? Así, pase lo que pase, allá donde estés destinado, sólo te encontrarás a unas horas de territorio neutral.

– Con el combustible suficiente, ¿quién no lo está?

– Los depósitos ya se encuentran en su lugar. Dispondrás de ma_pas. ¿Qué te imaginas que hago yo por aquí?

– Ni se me ocurriría fisgonear, aunque haya notado, cuando estás cerca, la fragancia a nafta. ¿Te has planteado ponerte algo que retenga menos los olores que el tweed escocés? Por ejemplo, esta nueva «piel de tiburón» italiana por la que todo resbala tan suavemente como por una bata de satén.

– Siempre me olvido de la razón por la que no he ordenado tu traslado: ¡tus consejos de moda! ¡Qué si no! Bien, pues esto te inte_resará, aquí tienes uno de los uniformes nocturnos, un prototipo, con más cuero del que están acostumbrados a llevar los de tu clase, pero protege del viento.

– Umm…, me gustan bastante estas tachuelas, cada una con un propósito, estoy convencido, aunque ¿no te parecen demasiado… conspicuas?

– Te moverás demasiado rápido para que eso importe.

– Muy bien, ¿te molesta si… me lo pruebo…?

– En absoluto, y piensa que esto es sólo el traje de faena, espérate a ver el uniforme de gala.

– Derrick, te gusto un poco, me parece…

Avanzada la noche, Theign llamó a Cyprian a su despacho.

– Escúchame, Latewood, desde que nos conocemos, todavía no hemos hablado en serio de la muerte.

– Probablemente por alguna buena razón -dijo Cyprian mirando alrededor con nerviosismo.

– ¿Debo pensar que se trata de la típica sensibilidad del sodomita?

– ¿Y eso qué es?

– Todos vosotros y vuestro repertorio de técnicas de evasión: ne__dero… Ni uno de vosotros tiene nada real que decir sobre el tema. Pero en nuestra profesión está por todas partes. Cada año tenemos que pagar cierto diezmo en vidas a la diosa Kali como precio por una historia europea más o menos libre de violencia y segura para las inversiones, y pocos están preparados para eso. Ciertamente no la brigada homo.gar el paso del tiempo, buscar una compañía cada vez más joven, construir pequeños entornos herméticos llenos de arte imperece

– Sí, bueno, ¿querías decirme algo más, Derrick? ¿Por qué no se abre esta puerta?

– No, no, simplemente tenemos que charlar. Una pequeña y anima_da charla. No durará mucho, te lo prometo.

Parecía que Theign sólo quería hablar de aptitudes técnicas sobre el terreno. Hasta más tarde Cyprian no entendería que se trataba de un ejercicio periódico: era el modo que tenía Theign de evaluar la negociabilidad actual de los que tenía a su mando, a los que algún día podría querer delatar. Pero a Cyprian le dio la impresión de que tan sólo era una conversación teórica sobre depredadores y presas, en la que a él le tocaba explicar las ventajas de ser el cazado.

– De manera que acabas más listo, más chivato y más repugnante que la competencia -resumió Theign-. Algo práctico entre maricas profesionales, no debería sorprenderme, pero los compromisos que nosotros tenemos ahí fuera son algo más que simples rivalidades so_domitas. Las consecuencias son bastante más graves.

– No me digas.

– Estamos hablando del destino de naciones. El bienestar, y con frecuencia la simple supervivencia, de millones. Las responsabilidades axiales de la Historia. Cómo vas a comparar…

– ¿Y cómo, vecchio fazool, es que no ves la relación?

Evidentemente, Theign había aprendido durante su primer año en el Espionaje Naval esa neutra y levemente boquiabierta expresión tan útil a los agentes de Su Majestad en el extranjero. Pero pronun__ría entender, Cyprian se aterrorizó calladamente.ciada por Cyprian no produjo la falsa sensación de superioridad que buscaba, sino una desesperación que le revolvió el estómago. Antes, nunca se había molestado especialmente por que le entendiera un objeto de fascinación. Pero, cuando quedó claro que Theign no que

– A propósito, me han llegado noticias de Viena. Te han dado cita para la semana que viene. Aquí tienes los billetes.

– Segunda clase.

– Umm. Sí.

Aunque en circunstancias normales le gustaba obedecer las órde____________________rado, en lugar de huir para ocultarse, como se esperaba que hiciera la presa.concertó en ese momento que Theign asumiera tan tranquilamente que él volvería a Viena en tren, sin escolta, sin supervisión, a ciegas, para caer en brazos de lo que había supuesto era el enemigo declanes, y sobre todo el desprecio que ello implicaba, a Cyprian le des

– En este asunto cooperamos plenamente con los austríacos. -Theign se lo comunicó cuando Cyprian subía ya al tren en la Estación de Santa Lucia, mediante una nota que le entregó un pilluelo italiano, que al instante desapareció entre la multitud-. Así que, en tus conver_saciones, te recomendaría que sólo hablaras en inglés, pues el alemán apropiado para la especialidad no daría para mucho.

En el viaje, sobre todo entre Venecia y Graz, no faltaron momen____________________gaño, la agresión y la eliminación. La terrible realidad es que su vida corría grave peligro.bios y franceses activos como la política de la época exigiera, todos los cuales consideraban a Cyprian un candidato probable para el envicio Secreto Británico, obligado al menos a no apartar la vista de esos empleados en el extranjero que se asociaban con conocidos agentes del espionaje de otras partes de Europa; y tantos agentes turcos, serciendo cola detrás de los rusos, esperaban el Evidenzbüro, que no había deseado comprometer su propia vigilancia del Coronel; el Sertes a sueldo y a tiempo parcial de todo este continente y del de al lado no estuviera intentando saldar la deuda en su nombre. Entretanto, hataba imaginar que el molesto dúo se hubiera limitado a encogerse de hombros ante su deserción, o que un número desconocido de agenra. Puede que tuviera algo que ver con Misha y Grisha, porque cosnarse y, probablemente por la misma razón, sin que nadie lo abordaderadas tanto desde el punto de vista profesional como recreativo. Por alguna extraña y, esperaba, no médica razón, Cyprian se pasó el viaje con el ceño fruncido, andando desgarbado, cavilando sin emociora a regiones desconocidas, en una especie de vacaciones baratas, pese a las diversas posibilidades sexuales que se le ofrecían a bordo, consiciones en otro punto del tren, lanzándole, o eso imaginaba, miradas calenturientas e inquisitivas. Pero la suerte quiso que el deseo partieliar acento chirriante de la región. Los jóvenes austríacos aspirantes a la caballería, uniformados en aquel letalmente seductor tono azul anilina, no paraban de pasar por delante de él, procedentes de distracrrollado si no el gusto, sí al menos el talento de disimular cualquier repugnancia hacia las salchichas de la región, las pequeñas mascotas (no siempre de especies interiores), la música de concertina y el pecutos de regocijo, aunque ayudaba el hecho de que uno hubiera desa


El regreso de Cyprian Latewood a Viena estuvo acompañado, tanto dentro como fuera de su cabeza, por el Adagio del Concierto para Piano en la mayor, K. 488 de Mozart. Si hubiera escuchado con atención, podría haber sido profético. Este era un periodo en la histo____________________puesto que él estuviera a aceptarlo.perto, como una especie de «amor» en lontananza, pese a lo poco dismalmente el efecto de los anticuados pasteles que asoman desde atrás, como en un reconocimiento estilístico del gran temblor que, de vez en cuando, se transparentaba, en unos más que en otros, en un futuro odioso, inminente e ineludible. Pero muchos casi con seguridad malinterpretarían las profundas señales como síntomas físicos o como otro caso de «nervios», o, a la manera del Cyprian más joven e inexria de las emociones humanas en que el «amor» había adquirido el tono del barniz barato y mortecino de la suficiencia, realzando anor

Las entrevistas en Viena fueron bastante agradables. El hotel Klomser, a sólo unas manzanas del Ministerio de la Guerra, servía apa____________________maras y niveles de humedad se leían en cifras con una precisión de centésimas de unidad, lo cual apuntaba o bien a unate de la locuacidad, había sido tostado con fanático rigor en máquinas ultramodernas, cuyos tiempos de calentamiento, temperaturas de cálibrio. El café, que era respetado internacionalmente como estimulanductos horneados locales, en pilas que cuestionaban las leyes del equiquios, algunos de ellos, dado el imperfecto dominio del idioma por parte de Cyprian, casi incomprensibles. A su alcance se pusieron prorentemente de escenario habitual para conversaciones como ésa. Se mencionó al Coronel Kháutsch sólo con eufemismos y circunlo Feinschmeckerei local que había evolucionado mucho más que en el resto del mundo, o bien, sencillamente a la habitual aplicación compulsiva de cualquier mejora en la ingeniería, por trivial que fuera.

– Es decir, podemos considerar que lo que distingue a la historia de la civilización es la tendencia asintótica de las tolerancias de la pro__canzado Cero. ¿Qué opina usted, señor Latewood?ducción industrial, con el paso del tiempo, a un mítico y nunca al

– Guueo mme guihiieo u peuunta oesa eu ssam depec -respon__canzado gracias al café, aunque los interrogadores fueron capaces de reconocer sus palabras como: «Bueno, me hicieron una pregunta como ésa en un examen cuando era pequeño».dió Cyprian, mientras sus palabras perdían, a causa del exceso de Sachertorte mit Schlag, buena parte de la aceleración que habían al

Theign le había avisado sobre las técnicas de interrogatorio. «No te hagas demasiado el listo con ellos. "Mit Schlag" podría tener otro sentido.»

A Cyprian le sorprendió ver lo conocido que era Theign en la ciudad, y cuántos querían que le diera recuerdos de su parte. Al pare__do su propia guardia pretoriana, más o menos intuitivamente, y en los extrañamente atestados durante el día pasillos del hotel Klomser, a Cyprian le presentaron a algunos de sus miembros.cer, a lo largo de sus años destinado en Viena, Theign había forma

Recordaba haberse cruzado con Miskolci por el Prater; en reali____________________do a algún que otro civil. Hacia finales de la década de 1890, cuando el vampirismo se puso de moda debido a la popularidad internacional de la novelakolci no era exactamente un vampiro, pero se sabía que, siguiendo las fases de la luna, había vagado por ahí al azar abordando y mordiendad, había evitado por poco, un par de veces, relacionarse con él. Mis Drácula, lo cual concedía a los mordedores permiso para obedecer sus impulsos en público, Miskolci descubrió que, lejos de ser el único que disfrutaba de ese gusto depravado, formaba parte de una comunidad bastante amplia. Un subcircuito de la central telefó__fagos, como se les conocía, así que uno de los activos más valiosos de Miskolci, según Theign nica de Buda-Pest parecía haberse reservado para uso de los hematóhabía sido esa rojiza bruma de relaciones, ya en funcionamiento, que le rodeaba. Su talento específico había lle__damente esencial conocer el calendario de movilización de ciertos grupos del ejército. El servicio de Theign tenía a la prima donna ideal, pero por alguna razón se mostraba reticente a cantar.gado a permanecer en secreto durante una semana, en el momento álgido de la primera crisis de Marruecos, cuando se tornó desespera

– Tal vez yo pueda ayudar -se ofreció Miskolci-. Déjennos en____________________guos que más vaha que permanecieran en el misterio.duciría inquietantes pesadillas a algunos de los colegas de Theign, como si en ella estuviera inscrita una introducción a misterios anticerrados, vuelvan dentro de una hora. -Una hora muy movida… Theign oía los gritos a través de la puerta insonorizada, incluso a un par de recodos de distancia por el pasillo. Cuando lo volvieron a ver, el sujeto parecía ileso superficialmente, pero si se lo examinaba con cuidado, se veía en sus ojos una expresión que años después aún pro

Theign había conocido a Dvindler en los baños, lugares que por entonces se le revelaron como propicios para reunir información, aunque se había dado cuenta, con sólo una visita, que debía evitar el Zentralbad, donde no se encontraba más que literalismo de balnea____________________lo en esa zona, y en lugar de molesto, a muchos aquello les parecía erótico.tar audiblemente, lo que indicaba el valor relativamente bajo del suetica de contratación de personal que no excluía a los no teutónicos. Los sexos, tal vez intencionadamente, segregados de manera imperfecta, de modo que cualquiera podía tropezarse, en un recodo brumoso de un pasillo, con la pareja de sus sueños, aunque en la práctica apenas sucedía. Las nuevas construcciones siempre en marcha se hacían novías «K» que recorren los canales del río, resultó ser lo que buscaba: el orientalismo vienés llevado a recientes y cuestionables fronteras del gusto, mosaicos chillones que exhibían orgías prebíblicas. Una polírio. Para las características más poéticas que buscaba, Theign pasó cierto tiempo merodeando por los barrios de las afueras. Finalmente, el Astarte-Bad, muy lejos, casi al final de una de las líneas de tran

– Para el estreñimiento -dijo Dvindler a modo de presentación-, fíese del PIF, o Peristalsis Inducida Farádicamente, es lo mejor.

– Disculpe -dijo Theign-, debo interpretar que de hecho usted quiere pasar una corriente eléctrica por… ¿cómo decirlo con delica_deza…?

– No hay forma de expresarlo con delicadeza -dijo Dvindler-. Komm. Se lo mostraré.

Theign miró alrededor.

– ¿No debería haber un médico o algo al cuidado?

– Se aprende en cinco minutos. ¡No es neurocirugía! -se rió Dvind__ganchadas en serie-. Alcánceme ese tarro de Cosmoline, si es tan amable.ler- Veamos, ¿dónde está el electrodo rectal? Siempre hay alguien que… ¡Ah! -Sacó entonces un largo cilindro con una protuberancia de cierto tamaño en un extremo y un cable que salía por el otro e iba a parar a un interruptor cuya bobina principal estaba conectada a lo que a Theign le pareció un número alarmante de pilas Leclanché, en

Theign, que esperaba que aquello le asqueara, se descubrió mi__no. Si no, bueno, aparte de formar parte de un programa general de salud intestinal, el procedimiento era apreciado por algunos, como Dvindler, por sus propios méritos.rándolo fascinado. Según parecía, el truco consistía en coordinar dos electrodos, uno insertado en el recto y otro enrollado alrededor de la superficie abdominal, lo que permitía que la corriente fluyera entre ambos para simular una onda peristáltica. Si la aplicación era correcta, uno se disculpaba y se encaminaba rápidamente a algún lavabo cerca

– ¡Electricidad! La fuerza del futuro…, puesto que dentro de poco, ¿sabe?, se demostrará que todo, hasta el propio élan vital, es de natu_raleza eléctrica.

El interruptor de la bobina secundaria emitía un zumbido que no era desagradable, y al cabo de un rato pareció fundirse con los ecos líquidos de todo el local. Dvindler canturreaba alegremente para sí una melodía de la ciudad que Theign reconoció como Ausgerechnet Bananen, de Beda Chanson. Cuando salían, le pidió cinco K. a Theign como tarifa por las pilas.

Y en cuanto a Yzhitza, bueno, Theign debía de estar pasando un par de semanas especialmente malas, porque ella lo tomó por un hom____________________dría describirse como incómoda y ambivalente, le sorprendió ver que se le encendía el interés sexual, que de hecho se le disparaba, ante esa profesional de aspecto en realidad bastante vulgar. Que, a veces, tenía que admitirlo, le hacía disfrutar desmesuradamente.bargo, a pesar de su cansancio y una actitud hacia las mujeres que porante unos minutos él no tuvo muy claro qué estaba pasando. Sin embre de negocios alemán desesperadamente necesitado de diversión, y se dirigió a él en lo que creyó que era su lengua materna, así que du

– Liebling, jamás representaste para mí un desafío -le confesó ella más adelante, después de desplegar ante él un listado de triunfos en lo que a la Kundschaftsstelle le gustaba denominar «trabajo de Honigfalle», que sólo un par de historiadores díscolos podrían negarse a aceptar que había cambiado el curso de la historia de Europa. A esas al_turas, Theign ya había adoptado una actitud profesional mucho más fría, y pudo asentir impasible, tomándoselo en serio.

Las tardes de entre semana, Cyprian, que visiblemente estaba cada vez más gordo, incluso para un observador fortuito, salía tambaleán_dose por la misma puerta trasera del Klomser y se dirigía -con los pensamientos interrumpidos tan sólo por algún ocasional do alto emitido por Leo Slezak en la Opera-, a veces en Fiaker, a veces en Verbindungsbahn si veía acercarse a tiempo un tren, a su antiguo san____________________nes de luz en la penumbra del ambiente, la música era tan espantosa como siempre.cas sombras añiles cargadas de premoniciones, los búhos patrullaban por el inmenso parque, las marionetas ocupaban diminutos volúmetuario del deseo en el Prater, aunque allí nunca pasaba gran cosa. El sol que se ponía era de un naranja frío y violento que proyectaba opa

Lo hacía, en realidad, por pura nostalgia. Cuanto más lo llamaban, a veces incluso a la cara, cosas como «Dickwanst» y «Fettarsch», más decaían sus anhelos del Prater, y así se volvió hacia barrios de la ciu____________________ba, del mismo modo que en el pasado había buscado en la sumisión carnal una vía de escape ante las exigencias que parecía plantearle el mundo…no en las fabricas, no tanto por buscar coqueteo exótico cuanto para fundirse con la movilidad, darse un baño en un idioma que no habladad a los que hacía tan sólo unos meses ni se le habría pasado por la cabeza acercarse, como Favoriten, adonde acudía para mezclarse con las multitudes de trabajadores bohemios cuando había cambio de tur

No paraba de tropezar con inmensas manifestaciones socialistas. La circulación se interrumpía estupefacta mientras decenas de miles de trabajadores recorrían en silencio la RingstraBe. «Bueno», oyó Cy_prian comentar a un espectador, «¡y luego hablan del lento regreso de lo reprimido!» La policía había salido a la calle en gran número, con un listado de actividades entre las que destacaban los porrazos en la cabeza. Cyprian se llevó un par y, al caer sobre el asfalto, descubrió que su reciente aumento de peso era una ventaja imprevista.

Un día, en uno de sus paseos, oyó a través de la ventana abierta de un piso alto a un estudiante de piano, que permanecería invisible para siempre, tocando ejercicios de la Escuela de la Velocidad, op. 299, de Cari Czerny. Cyprian se había detenido a escuchar esos instantes de emergencia apasionada en el transcurso del mecánico trabajo digi_tal cuando, en ese preciso momento, dobló la esquina Yashmeen Halfcourt. Si no se hubiera parado a escuchar la música, ya habría dado la vuelta a la esquina cuando ella llegó al punto donde él se encontra_ba ahora.

Se miraron fijamente un instante, como si los dos reconocieran un acto de salvación mutua.

– En cuatro dimensiones -dijo ella más tarde, sentados ambos en un café en Mariahilf, en el cruce brusco de dos calles bulliciosas, en el vértice de dos salas largas y estrechas, capaces de ver ambos espacios hasta el final- no habría importado.

Tenía un empleo como modista y sombrerera cerca de allí, gra_cias, creía, a la intercesión secreta del CRETINO, porque un día en los percheros había aparecido una versión del Vestido Silencioso de Snazzbury para el que en el pasado, en Londres, le habían tomado las medidas.

– Lo que de verdad me hace falta es una capa de invisibilidad para llevarla puesta -supuso.

– Vigilancia.

– Si quieres llamarlo así.

– Es una de esas conclusiones a las que últimamente llego cada vez más. ¿Sabes quién es?

– Creo que son de aquí. Pero también hay algunos rusos.

La colegiala segura de sí misma que él recordaba ya no estaba ahí, algo importante la había afectado. Le sorprendió comprobar hasta qué punto podía entrever las dificultades actuales de Yashmeen, mucho más de lo que ella le habría creído capaz, mucho más de lo que él mis__madas en las manos enguantadas, esperaba que no con tanta torpeza como le pareció.mo habría imaginado hacía tan sólo un año y medio. Le dio unas pal

– Si se trata sólo de la Ojrana no será difícil, no hay ni uno al que no se le pueda comprar, y cobran en kopeks. Los austríacos podrían ser un poco más problemáticos, sobre todo si anda metida la Kundschaftsstelle.

– Comprendería que fuera la policía de la ciudad, pero… -lo dijo con tal involuntario desconcierto en la voz que él tuvo que dar un paso atrás, fingiendo que se cepillaba el sombrero, para no lanzarse a un obvio y contraproducente abrazo, como habría hecho cualquier otro joven enamorado en esas mismas circunstancias.

– Si estás dispuesta a esperar unos días, pongamos, no más de una semana, podría ayudarte.

Sin duda habiendo recibido antes ese tipo de oferta, con los perti__nos peligrosos, entornó los ojos, pero esperó medio momento, como dando tiempo a que la cuestión se aclarara un poco más.nentes cambios de énfasis, por parte de otros hombres en tiempos me

– Tú has tratado con ellos antes. Con ambos servicios.

– La Ojrana se mueve ahora en un terreno bastante imprevisible. Intervenciones en el Este: la guerra japonesa, rebeliones a lo largo de las líneas de ferrocarril. Es un buen momento para recuperar el di_nero, según me han dicho. En cuanto a los austríacos…, puede que requieran un poco más de trabajo intensivo.

– Cyprian, yo no puedo…

Se resistió a lo que era casi una necesidad de llevarse un dedo en_guantado a los labios.

– La cuestión no se planteará. Veamos qué pasa. -Con perversión, se sintió complacido (aunque menos consigo mismo por sentirlo) por el modo en que ella vacilaba ahora, como si no quisiera mentir porque ya no podía evaluar hasta qué punto él podría pillarla.

Cyprian intentó evitar el tema de qué había estado haciendo, su_poniendo que ella imaginaría lo que quisiera. Cuando surgió Venecia, lo único que dijo Yashmeen fue:

– Oh, Cyprian, qué bonito. Yo nunca he estado.

– En cierto modo, yo tampoco. En realidad… ¿tienes un mo_mento?

Estaban en el Volks-Prater y cerca había una popular réplica de Venecia llamado Venedig in Wíen.

– Sé que es espantosamente decadente por mi parte, pero he aca_bado viéndolo como la verdadera Venecia, la que nunca llegue a ver. Las góndolas son de verdad, sí, y también los gondolieri.

Cyprian y Yashmeen compraron billetes y se subieron a una de las góndolas, se tumbaron y vieron pasar fluidamente el cielo extran__neciano, el Palacio Ducal o el Ca' d'Oro, asomaba por allá arriba.jero. De vez en cuando, una réplica de algún famoso monumento ve

– La primera vez que me subí en una de estas góndolas -dijo Cy_prian-, fue aquí. Si no hubiera venido a Viena probablemente nunca me habría subido.

– Yo dudo que vaya nunca.

Su voz le hizo sentir una punzada. El no recordaba haberla visto jamás tan triste. En ese instante, habría hecho cualquier cosa para verla recuperada, de vuelta a sus manías insoportables. Cualquier cosa sal__jor sería ir a hablar con Ratty McHugh.vo, quizás, soltar: «Te llevaré, te lo prometo». Así que pensó que lo me

– ¡Vaya! -exclamó Ratty con cierta forzada jovialidad-, aquí esta__ció menos sorprendido que curioso en un sentido profesional.mos otra vez. Yashmeen sigue en escena, ya veo. -A Cyprian le pare

– No tanto como antes.

– Siempre me ha recordado a Hipatia. Antes de las turbas cristia_nas, claro.

– Pues últimamente tiene más de sibila. Más profunda que las ma____________________bes saber algo; Rusia, de la cual es todavía ciudadana; y Austria, por descontado, con Alemania alzándose en las sombras, entre bastidores, susurrando los pies.tán acosando dos o tres potencias a la vez: Inglaterra, de lo que ya dequicos maliciosos, tal vez sólo a causa de la gravedad secular de lo que sea que esté haciendo su padre en el Asia Interior, el caso es que la estemáticas, ésa es mi impresión. Tal vez a causa de ciertos dones psí

– La Cuestión de Shambhala, sin duda. Sí, y no ha hecho más que empezar a causar estragos en la vieja guardia, llevando a tipos al mani__mento habría traído de vuelta a Auberon Halfcourt hace años. Pero si nadie sabe dónde está el maldito sitio, por el amor de Dios.comio de Colney Hatch a un ritmo inaudito. Si fuera mi departa

– A lo mejor, si nosotros…

– Oh, claro que nos reuniremos. Sólo me estoy quejando por di__los ingleses.versión, ¿o quiero decir como medida terapéutica? Vayamos al Dobner, ¿quieres?, es lo que nos hace falta, una sencilla reunión de condiscípu

Y así, entre el entrechocar de bolas de billar y las exquisitas putas de diminutos talles, enormes párpados oscuros y sombreros lujosa__sidad, aunque a Cyprian le complació verlo casi enamorado y luego avergonzado por ello. Y no es que Yash no se hubiera salido hoy de lo habitual, con un conjunto demente emplumados, Yashmeen y Ratty se estrecharon la mano a una distancia prudencial, fruto de unos cuantos años fuera de la univer crêpe lisse con cuentas de un tono etéreo de violeta, y un sombrero sumamente elegante cuyas plumas proyec__cación, salieron de allí con cautela, por separado, para reencontrarse en un piso anodino de las cercanías, detrás del Getreidemarkt, uno de los varios que el servicio de Ratty tenía reservado para usos como ése.taban sombras encantadoras sobre su rostro. Tras esa necesaria escenifi

Según las normas tácitas de las moradas de paso, las alacenas ofre_cían un esbozo de la historia culinaria de los visitantes anteriores: bo_tellas de Szekszárdi Vórós, Gewürztraminer y brandy de albaricoque, chocolate, café, galletas, salchichas de lata, vino, cajas de noodles secos de formas y tamaños diversos, y una bolsa de tela blanca con tarhonya del siglo precedente.

– ¿Son los mismos rusos que recuerdas de Gotinga?

Ella alzó las cejas y puso las palmas de la mano hacia arriba.

– Quiero decir que es importante saber si están en contra o a fa____________________cipitar los acontecimientos.larían en hacer tratos con nadie, incluida Alemania, si eso pudiera presos, son la peor escoria de tirabombas socialistas, no sé si me explico, a los que alegraría ver aniquilados a todos los Romanovs, y no vacivor del Zar. Obviamente ahí está la Entente Anglo-Rusa, pero el otro grupo, aunque supongo que técnicamente se los puede considerar ru

– Vaya, Ratty -dijo Cyprian con toda la suavidad que pudo-, al_guien podría pensar entonces que son la única esperanza que le queda a Rusia.

– Oh, por favor, por ahí no… ¿Había alguien más?

– Gente que decía ser de Berlín. Aparecían sin previo aviso. Que_rían quedar. A veces quedábamos. Habitualmente, en las habitaciones de un tal Doctor Werfner.

– Era ese del que Renfrew hablaba a todas horas. -Ratty asintió y tomó rápida nota-. Su supuesto conjugado. Y… ¿era algo político? ¡Ja!

– Lo siento, bórralo, anda.

– Todo parecía falso -ella sonrió-. ¿Qué no es político? ¿Dónde has estado desde que éramos unos críos en Cambridge?

– En los suburbios del Infierno -dijo Cyprian.

– ¿El traerte de Gotinga a Viena no podría haber sido meramen_te una táctica loco parentis del CRETINO para alejarte de esa pandi_lla de otzovistas? ¿No saben en Chunxton Crescent que Viena es estos días un hervidero de bolchis?

– Puede que eso no sea todo -reconoció ella-, también parecía haber un… elemento húngaro.

Ratty se sostuvo la cabeza y se la agarró con fuerza.

– Explícate, por favor.

– Pasamos una o dos semanas en Buda-Pest. Tomamos el vapor del Danubio, nos reunimos con gente bastante peculiar vestida con guar_dapolvos…

– ¿Con qué?

– Esa especie de uniforme antifraude que se ponen todos cuando investigan lo que ellos llaman lo «parapsíquico». Sin bolsillos, todo casi transparente, bastante cortos…

– Ya veo. Por casualidad, esto… ¿no te traerías alguno?

– Vaya, Cyprian.

– Sí, es verdad, Cyps, si pudiéramos atenernos al tema sólo un poco más… Supongo, señorita Halfcourt, que lo que más nos interesa saber es por qué todos se fueron tan rápidamente de Viena.

– Tengo que ser muy clara contigo: esta aptitud mía, en caso de existir, poco tiene que ver con «predecir el futuro». Algunos de los que estaban conmigo en Buda-Pest creen que ellos pueden. Pero…

– ¿Puede ser que alguien «viera» algo? ¿Algo lo bastante convin____________________todoxas.rificar…, por favor, sigue. Dada la explicación asombrosamente profética que ofreció la señora Burchell sobre la atrocidad serbia, mis superiores se han mostrado bastante receptivos a fuentes menos orcente para que dejaran la ciudad? Si hay alguna cosa que podamos ve

– Estaban aterrorizados. No se trataba tanto de si sino de cuándo, con qué inminencia, algo, un acontecimiento o serie de aconteci_mientos, iba a suceder. Los rusos sobre todo, mucho más allá de la ha_bitual nervnost', que desde la revolución se ha convertido en la enfer_medad nacional.

– ¿Alguien fue concreto?

– Conmigo no. Cuando yo entraba en una sala, ellos tenían lite__blar y fingían que todo marchaba con normalidad.ralmente las cabezas pegadas, pero en cuanto me veían dejaban de ha

– ¿Y no tendría todo que ver con cierto… -simuló que señalaba un informe- Monsieur Azev, famoso por volar Romanovs a la par que delataba a sus camaradas, sobre el que, se dice, se están echando enci_ma por fin los sabuesos socialistas revolucionarios?

– Ah, Yevno, aquel payaso. No especialmente, no. Aunque es ver__te un arma nueva y terrible sino su equivalente espiritual. Un deseo de muerte y destrucción en el co-consciente colectivo.dad que su nombre se ha mencionado durante años. Pero no tanto como para causar ese nivel de temor. Como si lo que se cerniera sobre ellos en la oscuridad, al otro lado de las líneas, no fuera exactamen

– Vaya, qué divertido. Y así te despiertas una buena mañana y des_cubres…

– No todos ellos se desvanecieron a la vez. Tardé un buen rato en notar ese ominoso vacío. Pero no vi razón para preguntar. Ya me ha_bía dado cuenta de que nadie tenía intención de responderme.

– ¿Sería porque darte información podría haberte alterado? ¿O imaginaban que estabas implicada de algún modo?

– No sé qué esperarían de mí en Buda-Pest, pero les fallé. Sin em__tida. ¿Alguien me da un cigarrillo?bargo, creo que eso podría no tener que ver con el asunto de la par

Había flores frescas en la habitación, cafeteras de plata y jarras con nata, alrededor de un darázsfészek, una torte Dobos un tanto despropor_cionada, un Rigó Jancsi, lluvia en las ventanas, una única apertura en el cielo oscuro que permitía que un rayo de sol en la lejanía de Váci Ut iluminara el lúgubre suburbio del Campo del Ángel.

Madame Eskimov parecía pálida y sombría. Lajos Halász, uno de los médiums locales, se había quedado dormido en la bañera y allí permaneció durante los tres días siguientes. Lionel Swome apenas se apartaba del teléfono, bien murmurando mientras lanzaba miradas aprensivas a los demás o bien escuchando atentamente el horario de transmisiones telefónicas, a las cuales se había abonado el hotel y que estaban a disposición de todos los clientes, atendiendo a un informe sobre la Bolsa, resultados deportivos, un aria de ópera, un fragmento innombrable de información secreta…

– ¿Por qué no te coses quirúrgicamente el maldito aparato a la oreja? -gritó el Cohén.

– Se me ocurre otra idea… -replicó Swome, que en ese momen__mento en el ano del Cohén, y eso a pesar de la presencia de pantalones.to intentó, aunque de un modo no muy entusiasta, insertar el instru

Todos habían perdido la paciencia, discutían incluso en silencio…

– Como por telepatía -sugirió Ratty ingeniosamente.

– No. Todos hablaban en voz alta. En esas condiciones la telepatía habría sido imposible.

Tras la entrevista con el bueno de Ratty, Yashmeen pareció recu_perar el ánimo.

– Me alegro de ver que vuelves a ser tú -dijo Cyprian.

– ¿Y quién soy?

Salieron a pasear por la noche; habían entrado en SpittelberggaBe, donde los vieneses de ambos sexos, presas de la ilimitada pasión ciuda__hibidas llamativamente en escaparates dana por mirar escaparates, examinaban una variedad de mujeres exiluminados por toda la calle. Yashmeen y Cyprian se detuvieron delante de uno, a través del cual una dama con un corsé negro y un copete a juego, y que destilaba cierto aire marcial, les devolvió la mirada.

Yashmeen asintió con la cabeza hacia el pene visiblemente erecto de Cyprian.

– Pareces interesado. -Ella había sospechado que los hombres, al____________________ne buena pinta. Ven.po, en Cambridge. Casi tirando de él por las calles, se acercó a varios cafés y los inspeccionó antes de llegar a uno en Josephstadt-. Este tiegunos en concreto, tenían de vez en cuando un deseo de rendición, algo que había descubierto también en Cyprian ya hacía mucho tiem

– Un poco elegante. ¿Celebramos algo?

– Ya lo verás.

Cuando se quedaron a solas, dijo:

– A ver, ¿qué vamos a hacer con esa terriblemente irregular vida sexual que llevas, Cyprian?

Sabiendo que sobrepasaba con creces los límites de la autocompasión, dijo:

– Debo precisar que he sido catamita estos últimos años. Alguien cuyo placer nunca ha importado mucho. Y a nadie tan poco como a mí.

– Pues imagínate que ahora sí importa. -Bajo el virginal mantel, ella había levantado el pie, su bien proporcionado pie con su bien ata____________________guía su imperturbable vida-. Ahí está.mente-. A ver -dijo empezando a presionar rítmicamente-, dime si te gusta. -Pero él no se atrevía a hablar, sólo sonreía con reticencia y sacudía la cabeza, aunque al momento se había «corrido» casi dolorosamente en los pantalones, haciendo vibrar el servicio de café y las bandejas con pastas y empapando de café el mantel por todas partes, en su esfuerzo por evitar que se notara. A su alrededor, el restaurante seda bota de cuero cordobés color vino, la punta de cuyo dedo apoyó inequívocamente contra su pene. Para desconcierto de Cyprian, el hasta entonces poco respetado miembro prestó atención inmediata

– Yashmeen…

– Es tu primera vez con una mujer, si no me equivoco.

– Yo…, esto… ¿qué estás…, nosotros… no…?

– ¿Que no…?

– Quiero decir que si alguna vez…

– ¿Si? ¿Alguna vez? Cyprian, puedo oler lo que ocurrió.

Convocado finalmente a Venecia, Cyprian, con tiempo para pen_sar en el tren, no dejaba de recordarse que, después de todo, la cosa no había sido como para tomársela demasiado románticamente y que, de hecho, sería un error fatal hacerlo. Sin embargo, en el caso de Derrick Theign eso era pedir demasiado: si habitualmente era un poco más taciturno, en cuanto Cyprian llegó a la pensione de Santa Croce se sumió sin previo aviso en una consternación de tesitura agu____________________gunos mucho. El viento pasaba ruidoso a través de todas las baldosas sueltas y todos los postigos mal cerrados.perativos de flacidez mortal y triste rendición para ponerlos sobre la mesa. Los vecinos, que no solían quejarse, pues no es que fueran muy ajenos ellos mismos a los dramas de vez en cuando, se quejaron, y altrajo de todos los bolsillos de desdicha y de malestar mental sus imtanas, contraventanas, maletines, tapas de ollas, cuanto podía cerrarse de golpe y tenía a mano. Avanzado el día, como si en esa percusión hubiera oído con retraso una señal de entrada, llegó el bora, que extrozando piezas de cristal de Murano, cerrando de golpe puertas, venda, expulsando ruidosamente lo que no tardaría en sumar litros de mocos y saliva, manchándose y torciéndose las gafas, tirando por todas partes las cosas de la casa, algunas de ellas frágiles e incluso caras, des

– Una novieta. Una mierda de novieta, por el amor de Dios, me dan ganas de vomitar. Voy a vomitar. ¿No tendrás una preciosa foto_grafía de tu amada para que vomite encima? ¿Tienes la menor idea de lo completa y mierdosamente que acabas de destruir años de traba_jo, pedazo de inútil, gordo, mal vestido…?

– Es una manera de verlo, Derrick, no te voy a decir que no, pero objetivamente no creo que pueda decirse de ella que sea una «no_vieta».

– ¡Nenaza! ¡Maricón! ¡Cabrón!

Aun así, Theign, pese a la visible y completa pérdida del control de sus impulsos, se cuidó de contener toda violencia física, que, en cualquier caso, a Cyprian, curiosamente, ya no le atraía tanto como hasta hacía poco.

El Signor Giambolognese, del piso de abajo, asomó la cabeza por la puerta.

– Ma signori, um po' di moderazione, per piacere…

– ¡Moderación! ¡Pero si eres italiano! ¿Qué coño sabéis vosotros de moderación?

Más tarde, cuando Theign se calmó un poco, o puede que sólo estuviera demasiado cansado para gritar, se reanudó la discusión:

– «Ayúdala.» Y tienes la cara dura de sodomita para pedirme eso.

– Una cuestión estrictamente profesional, ni más ni menos.

– Eso habría que pensarlo. -Theign alzó las cejas arrugando la frente, lo que no solía ser buena señal-, ¿Con qué puedes pagarme? ¿Con qué perversa moneda? La flor ya se ha caído de tu capullo hace tiempo…; si todavía la quisiera, de lo que no estoy nada seguro, bueno, la tomaría, ¿verdad? El precio por rescatar a tu doncella de esas bestias austríacas a las que a estas alturas uno pensaría que ya deberías cono____________________bio de tamaño, de eso estoy seguro.pas, que básicamente existen de hecho para enviar a miserables como tú, con la esperanza cierta y segura de que nunca más tendremos que veros. ¿Estás convencido de que es eso lo que quieres? Además, ¿para qué te crees que la estás «salvando»? Porque con la siguiente polla de la cola, o pollas, turcas más que probablemente, ella agradecerá el camcer mejor puede ser más alto del que estés dispuesto a pagar, podría incluso implicar que te envíen a algún sitio que haría que el desierto del Gobi pareciera Earls Court un día de fiesta, oh, sí, tenemos salas llenas de expedientes sobre todos esos horrores que no están en los ma

– Derrick. Quieres que te agreda.

– Qué intuitivo. Espero que seas lo bastante inteligente para no intentarlo.

– Bueno. No me digas que no es viril.


Cuando Foley Walker volvió de Godnga, Scarsdale Vibe y él se reunieron en un restaurante al aire libre en las faldas de los Dolomitas, cerca de un río que descendía clamoroso, cuyo entorno estaba inun_dado de una luz inocente reflejada no por las nieves alpinas sino por edificios de cierta antigüedad.

Scarsdale y Foley habían convenido en engañarse a sí mismos y creerse que en ese atrio salpicado de sol habían encontrado un refu_gio temporal, lejos de los campos asesinos de la iniciativa capitalista, sin ningún artefacto en kilómetros a la redonda que datase de menos de hace mil años, manos marmóreas en gestos fluidos conversando entre ellas como si acabaran de emerger de su reino gravitacional de calcio a este reposo emparrado… En la mesa, entre ellos, se ofrecía fontina, risotto con trufas blancas, caldo de ternera y champiñones…, botellas de Prosecco que aguardaban en lechos de hielo picado traído en pa_quetes desde los Alpes. Chicas con pañuelos de rayas y faldas sueltas rondaban atentas un poco fuera de campo. Otros clientes habían sido acomodados discretamente fuera del alcance del oído.

– Todo bien por Alemania, tengo entendido.

– El pequeño Traverse se ha esfumado.

Scarsdale miró fijamente una trufa, como si estuviera a punto de castigarla.

– ¿Adonde puede haber ido?

– Todavía lo estoy investigando.

– Nadie desaparece a no ser que sepa algo. ¿Qué sabe, Foley?

– Probablemente que usted pagó para quitar de en medio a su padre.

– Claro, claro, pero ¿qué ha pasado con el «nosotros pagamos», Foley? Sigues siendo el «otro» Scarsdale Vibe, ¿no?

– Supongo que me refería a que técnicamente el dinero era suyo.

– Eres un socio de pleno derecho, Foley. Ves los mismos libros de cuentas que yo. La mezcla de fondos es un misterio tan insondable como la muerte, y si quieres guardamos un minuto de silencio para reflexionar al respecto, pero no te hagas el tonto conmigo.

Foley sacó una navaja enorme, la abrió y empezó a hurgarse los dientes, al estilo de Arkansas, como había aprendido en la guerra.

– ¿Desde cuándo crees que lo sabe? -insistió Scarsdale.

– Bueno… -simuló que se lo pensaba y finalmente se encogió de hombros-. ¿Qué importancia tiene?

– ¿Y si aceptó nuestro dinero sabiendo desde el principio todo lo que sabía?

– ¿Quiere decir que nos debería ese dinero?

– ¿Llegó a verte cuando estuviste allí, en Gotinga?

– Umm…, no sabría decir.

– Mierda, Foley. -Las chicas que servían se retiraron bajo los pasajes abovedados, esperando solemnemente un mejor momento para acer_carse.

– ¿Qué?

– Te vio…, sabe que vamos a por él.

– A estas alturas es probable que se haya perdido en las profundi_dades, allá donde vayan las almas en pena, así que ¿qué más da?

– Tu garantía personal. ¿Me la puedes dar por escrito?

Del mismo modo que en Francia podía comprarse vino común de pueblo con la esperanza de encontrar sobrantes de un espléndido viñedo próximo, aquí, en el norte de Italia, la técnica de Vibe consistía en comprar todo aquello procedente de la escuela de Squarcione a lo que pudiera echar mano, con la esperanza de dar en algún lugar con un Mantegna sin atribuir que se le hubiera pasado por alto a alguien. Se había puesto de moda denigrar las habilidades pictóricas del famo__tado cantarleso empresario y coleccionista paduano, así que cualquier Squarcione que anduviera por ahí, incluyendo bordados y tapices (pues había empezado a trabajar como sastre), se compraba regalado. De hecho, Scarsdale ya se había hecho con un ángel menor que sólo le había cos On the Banks of the Wabash, Far Away a un sacristán que bien podría estar loco. Bueno, la verdad es que se la hizo cantar a Foley.

– Pero si no sé llevar una melodía ni borracho -señaló Foley-, y no me sé la letra.

– Luz de vela, sicomoros, te saldrá sola.

Scarsdale nunca había sido reacio a encargarle a Foley tareas que, en el mejor de los casos, resultaban incómodas y a menudo compa_rables a algunas de las viejas pesadillas de la Guerra de Secesión de Foley. Aunque delataban cierto misterioso defecto en el amor propio del industrial, que algún día podría resultar inquietante, estos ejerci_cios de tiranía personal no sucedían de media más de una o dos veces al año, y hasta el momento Foley había sido capaz de sobrellevarlos. Pero en esta excursión europea, la tasa de humillación parecía haber subido un punto, es más, no pasaba un día sin que Foley no se viera realizando alguna trabajosa tarea que mejor hubiera dejado en manos de un mono amaestrado, y todo aquello estaba empezando a irritarle un poco.

En ese momento estaban en la Laguna, entre las Tierras Perdidas, Scarsdale bajo el agua y Foley encima, a bordo de una pequeña caorlina de vapor, acondicionada para el buceo. El millonario, equipado con mangueras de caucho y un casco de latón, se había sumergido para inspeccionar un mural, conservado durante siglos bajo las olas gracias a una técnica de barnizado que se había perdido en la historia, atri_buido (dudosamente) a Marco Zoppo, y conocido informalmente como El saqueo de Roma. Contemplada a través de la brillante ilumi____________________liana para colgarla en los locales de la región.dido ya reproducciones de la escena a alguna empresa de cervezas itanetes. Se veían campesinos orinando sobre sus amos. Enormes huestes preparadas para la batalla, con armaduras deslumbrando un millón de veces, eran alcanzadas por un rayo procedente de más allá del borde superior de la escena, que salía por una brecha en el cielo nocturno, una luz descargada, como si tuviera peso, en descenso percutiente, justamente sobre cada miembro de todos esos ejércitos del mundo conocido, cuyas filas fluían hasta más allá de donde llegaba la vista, perdiéndose en las sombras. Las colinas de las antiguas metrópolis se escarpaban y ascendían hasta volverse tan desoladas como los Alpes. Scarsdale no era un esteta, la representación de Cassily Adam de Little Big Horn satisfacía de sobra sus exigencias artísticas, pero, sin la ayuda de ningún especialista a sueldo, se dio cuenta inmediatamente de que lo que tenía delante era lo que se llamaba una verdadera obra maestra, y le habría sorprendido mucho que alguien no hubiera venma sobre un cuello flexible como una serpiente para morder a sus jiban boca abajo, suspendidos de un pie, de los mástiles de sus barcos; caballos de una nobleza fugaz y aterrorizada volvían la cabeza con calcentistas se encogían en la parte de abajo y agitaban los puños a un cielo turbulento de tormenta, sus caras atormentadas entre el vapor que se elevaba desde unas entrañas de un rojo vivo. Los mercaderes colgapredador marino, la representación parecía casi tridimensional, como el Mantegna más convincente. Por supuesto, no era sólo Roma, era el Mundo y el fin del Mundo. Arúspices vestidos como clérigos renanación del mediodía, vista de cerca con la suavidad ensoñada de un de

Subido al bote, bajo un Stetson que llevaba mucho tiempo de ser____________________cero asombro.te aproximación sigilosa. Foley no parecía consciente de lo que hacía, y si le hubieran preguntado, probablemente habría manifestado un singueras que suministraban aire. Sin embargo, antes de tocar el aparato, las manos se retiraban, a menudo para meterse directamente en los bolsillos de Foley, donde permanecían un rato hasta iniciar su siguienvés del agua verde azulada veía el brillo de los cascos y los petos de los buzos. De vez en cuando, como con nerviosismo, sus manos se acercaban a las boquillas de la cámara desde las que bajaban las mansaba el manejo de la bomba de aire, que realizaban unos italianos. A travicio, la sombra de cuya ala no dejaba ver bien su cara, Foley supervi

Tampoco se daba cuenta de que, desde la costa, lo estaban obser__ticuatro líneas acabadas en tafilete de color clarete, un regalo de 'Pert Chirpingdon-Groin. Habían dedicado un par de horas al día a seguir a Scarsdale por la ciudad, sólo para comprobar si iba a ser un blanco fácil.vando los hermanos Traverse con el nuevo par de gafas marinas de vein

Bajo la luz cansina del Gran Canal, otoñal y neblinosa, se aleja_ban los últimos turistas estivales, los alquileres eran ahora más baratos, y Reef y Kit habían encontrado una habitación en Cannareggio, donde todos parecían pobres. Artesanos dedicados a ensartar cuentas se sentaban en los pequeños espacios abiertos y al anochecer apare_cían desanimadas lucciole. Squadri de jóvenes ratas de río salían en tro_pel de las callejuelas gritando «Soldi, soldi!». Los hermanos se pasaban la noche paseando por las orillas de los canales, cruzando los puentecitos, entre las brisas sueltas de la ciudad nocturna, los aromas de ve__das hacia arriba a ventanas cerradas, los pequeños gestos líquidos e invisibles que a veces agitaban los canales brumosos, el crujido del remo de una góndola contra unagetación marchita, los compases incompletos de canciones, las llama forcheta, el resplandor de los quinqués en los tenderetes de frutas, ya avanzada la noche, que reflejaban las pieles brillantes de melones, granadas, uvas y ciruelas…

– Y bien, ¿cómo vamos a hacerle el hotentote a ese pájaro?

– Hacerle… ¿el qué?

– Es francés, significa asesinato. -Reef había supuesto que seguir a su objetivo y burlar la seguridad del magnate no serían los únicos obstáculos para realizar la acción-. Tengo que asegurarme, Profesor…, puedo contar contigo, ¿verdad?

– Sigue preguntando.

– Desde aquella confabulación espiritual que montamos al norte con papá, me da la impresión de que tienes algo más en la cabeza, y no pa_rece que sea precisamente saldar esta cuenta.

– Reefer, cuando se trata de cubrirte, sabes que siempre estoy ahí.

– No lo discuto. Pero, mira, es tiempo de guerra, ¿no? Puede que no sea como en Anüetam, con grandes ejércitos a la luz del día que to_dos vean, pero las balas siguen volando, los hombres valientes caen, los traidores hacen su trabajo por la noche, se llevan sus compensaciones terrenales y luego los cabrones viven para siempre.

– ¿Y qué es eso por lo que ellos luchan?

– «Ellos», ojalá fueran ellos, pero no, somos «nosotros». Maldita sea, Kit, estás en esto, ¿no?

– Bueno, Reefer, eso suena a cháchara anarquista.

Reef se sumió en lo que Kit tuvo que considerar como un silen_cio calculado.

– He trabajado con algunos de esa ideología estos últimos años -dijo, y buscó en el bolsillo de su camisa la colilla negra y dura de un puro de la zona, que encendió. Y, parpadeando maliciosamente, aña_dió-: Supongo que no hay demasiados en los estudios matemáticos.

Si Kit se lo hubiera tomado mal, habría replicado con algún co_mentario sobre Ruperta Chirpingdon-Groin, pero se limitó a hacer un gesto con la cabeza señalando la vestimenta de Reef.

– Bonito traje.

– Muy bien -se rió entre dientes, en medio de una nube de humo maligno.

Avanzaron dando traspiés, exhaustos, hacia el amanecer, en busca de bebida fuerte. En la orilla de San Polo del puente Rialto encon_traron un bar abierto y entraron.

Una mañana temprano, el abril anterior, Dally Rideout se había despertado sin que nadie le dijera que los guisantes nuevos -la palabra que le vino a la cabeza era bis i- ya habían llegado al mercado de Rialto. Le pareció todo un acontecimiento. Ella ya no recordaba, tras ha_ber deambulado por la noche en el dialecto -del mismo modo en que se pasa suavemente del sueño a los términos menos fluidos del despertar-, en qué momento preciso las conversaciones en la calle se habían vuelto menos opacas, pero el caso es que un día el alambre de espino cayó y resultó que ella había estado calculando un rato en etti y soldi y ya no erraba de campo en campo levantando la vista hacia pa_redes poco elocuentes en busca de nombres de callejuelas y puentes, serenamente alerta a vientos salinos y corrientes marinas y a los men__ber sucedido, pero sólo encontró la misma máscara americana con los mismos ojos americanos; el cambio debía de radicar en otro sitio.sajes de las campanas… Se miró en espejos para ver qué podría ha

Y meses más tarde ahí estaba ella, en el mismo mercado, tempra__das de un gris acerado sobre las aguas en el Gran Canal, buscando algo que llevar a la cocina de Ca' Spongiatosta, donde por fin le dejaban cocinar un poco, después de que ella les enseñara a Assunta y Patrizia una de las recetas de sopa de Merle. Hoy había pataca de Friuli, el no como siempre, mientras un viento fuerte y cortante dibujaba onradicchio de Treviso ya había llegado, la verza tenía buena pinta, y para completar la mañana, sorpresa, ¿quién salía sin prisas de ese pequeño garito junto al mercado de pescado sino el señor «Vete que eres de__cupada, la misma depresión posparto potencialmente fatal.masiado joven para un amorío a bordo» Kit Traverse en persona? Ajá, el mismísimo Kit Traverse, el mismo sombrero, la misma mirada preo

– Vaya, Eli Yale. Qué casualidad. -Por encima del hombro de Kit apareció una cara cuya semejanza familiar no podía pasarse por alto, y ella imaginó que debía de pertenecer al tercer hermano Traverse, el repartidor de faro.

– Que me aspen, Dahlia. Pensaba que a estas alturas estarías de vuelta en Estados Unidos.

– Oh, no voy a volver nunca. ¿Qué te ha pasado?, llegaste a Alema_nia, ¿no?

– Estuve un tiempo. Ahora mismo, Reef aquí presente y yo -Reef sonrió y se dio un golpecito en el ala del sombrero- tenemos algunos asuntos en la ciudad, y luego nos marcharemos.

Pues auguri, ragazzi, y una mierda iba a permitir que ese encuen_tro fuera a arruinarle el día. No eran más que unos de tantos pájaros que llegaban volando, sólo había que mirar alrededor: bandadas como las de las palomas de la Piazza, que tal como vienen se vuelven a ir volando. No eran, como decía Merle, pájaros para su cazuela, pese a lo cual:

– ¿Os alojáis por aquí?

Tras una mirada de soslayo y advertencia a Kit:

– En una pequeña pennsilvoney -dijo Reef mintiendo y guiñando un ojo-, me he olvidado de en qué parte de la ciudad.

– Tan comunicativo como siempre, ya veo, debe de ser un rasgo familiar; bueno, ha sido verdaderamente estupendo verte, ahora ten_go que irme a trabajar. -Se fue.

– Pero, oye… -empezó Kit, pero ella siguió adelante.

Esa misma mañana, paseando con Hunter por delante del Britannia, antes conocido como Palazzo Zucchelli, ¿quién vuelve a apare____________________do afanosamente del hotel, aparentemente dispuestos a pasar el día en la Laguna.dos, y un individuo bovino cuyos ojos parecían más complejos de lo que en realidad eran debido a unas gafas de sol grises, los tres saliencer otra vez sino Reef Traverse? Acompañado en esta ocasión por una esbelta rubia con uno de esos sombreros ladeados y empluma

– Buen Dios, Penhallow, digo, ¿no eres tú? Vaya, claro que eres tú, pero, no, olvídalo, es imposible, ¡es que no lo ves! Aunque supongo que sí podrías ser una especie de gemelo o algo así…

– Deja de decir tonterías, Algernon -le advirtió su acompañante-, es demasiado temprano. -Aunque la verdad era que el sfumato se ha_bía quemado hacía una hora.

Reef abrió los ojos ligeramente, más o menos en la dirección de Dally, mirada que ella interpretó como «No entremos en esto ahora».

– Hola, 'Pert -dijo Hunter tomándole la mano, parecía que presa de la emoción-, encantado de verte, ¿y dónde mejor que aquí?

– Sí, ¿y qué has estado haciendo? -prosiguió Algernon-, un buen día estás en plena partida, con buenas manos, y al día siguiente, sin ha__cogió de hombros- os habéis ido -una especie de risita tonta.ber acabado de jugar, no sólo tú, sino toda la pandilla, todos -se en

En la pausa ligeramente desconcertada que siguió, sus propieta__go, las puntas de los dedos sondearon los orificios de las orejas. Reef, aun a plena luz del sol, había encontrado el modo de sumirse en su propia sombra. La rubia adelantó la mano y se presentó como Ruperta Chirpingdon-Groin.rios se fijaron en Dally por primera vez, y las cejas entraron en jue

– Y éstos son…, no sé, una colección de idiotas que se me han pegado.

Tomándole fugazmente la mano:

– Un placer, signorina. Soy Beppo, el sochio del señor Penhallow.

– Habla un inglés increíblemente bueno -dijo la Chirpingdon- Groin mientras examinaba la cabritilla blanca de su guante, un poco pasmada-, Y sus manos están demasiado limpias para ser de un ita_liano. ¿Quién es usted exactamente?

Dally se encogió de hombros.

– Eleanora Duse, estoy, esto, documentándome para un papel. ¿Y usted quién es?

– Ay, Dios.-La cara de Ruperta se volvía más difícil de distinguir bajo su velo azul.

– Ten -dijo Hunter sacando su bloc de dibujo y abriéndolo en la página de un dibujo al carboncillo de Dally, representada como chica, ganduleando pensativamente bajo un sotopórtego-, aquí tienes quién es. Exactamente.

Formaron un círculo alrededor, como si fuera una vista veneciana más que no podían perderse, y empezaron a piar, todos salvo Reef, que se palmeó los bolsillos como si se hubiera olvidado de algo, se tocó el ala del sombrero y desapareció de nuevo dentro del hotel. Ruperta pa_reció tomárselo como algo personal.

– Maldito cowboy -murmuró-, no ve el momento de que me vaya.

– ¿Cuánto tiempo llevas aquí? -Hunter parecía más inquieto de lo que Dally lo había visto últimamente.

Ruperta reorganizó su ceño y empezó a recitar un complicado itinerario.

– Si esta noche estás libre -sugirió Hunter-, nos pasaremos por el Florian's.

Dally se felicitó a sí misma por no sonreír, sabía que era un local que Hunter no soportaba, aunque ella había descubierto que sus me____________________da, una cámara, un bastón,tos de pan, por no mencionar los días de suerte, una billetera olvidasas y sillas eran un campo fértil para rapiñar cigarrillos, monedas, res qualsiasi, que podía cambiar por algunos francos. Y esa noche, como era de esperar, mucho después de que la King's Band hubiera dejado de tocar, allí estaban, juntos delante del Florian's, los ojos de Hunter clavados exclusivamente en los de la in__te de lo habitual. Fuera lo que fuese lo que esa chica significara para él, Dally no iba a meter las narices.glesa. Romántica Venecia. Dally resopló y encendió medio cigarrillo egipcio. Al atardecer del día siguiente, Hunter salió como siempre, rebosante de energía y entusiasmo, pintó toda la noche, sin que se le acercara nadie del grupo de la velada anterior, y no pareció más tris

Al principio le había sorprendido un tanto la presteza con la que la había acogido la Principessa Spongiatosta, atribuyéndola a alguna historia extraña entre Hunter y ella. Pero al poco tiempo, ya no lo te_nía tan claro. A esas alturas estaba casi instalada en Ca' Spongiatosta, pues la vida en las fondamente no era tan fácil últimamente, y era mejor dejársela a las ratas de río… «El que hayas salido de la calle», no tardó en recordarse a sí misma, «no quiere decir que estés más segura.»

La vida cotidiana de la Principessa era un plexo incomprensible de secretos, amantes masculinos y femeninos, jóvenes y viejos, una rela____________________cesa no estaba. Losmado Derrick Theign, que pasaba al menos una vez por semana con un sombrero gris claro en la mano y dejaba su tarjeta cuando la Prinblar nunca más alto que un murmullo con un pulcro tipo inglés llajos de Venecia, y daba la impresión de que ella se comportaba como el enlace necesario, cuando no ocupaba directamente el lugar de su marido, enclaustrada durante horas en remotas salas cerradas, sin hadecido a quienquiera que, aunque sólo fuera con un gesto, hubiera osado tomarla por otra depravada joven esposa más. La ausencia del Príncipe era algo más que la de la mitad vacía y sin reclamar de la cama de la Principessa: había negocios en marcha, a veces, según parecía, leción no tanto con el Príncipe cuanto con su ausencia, pese a lo cual se sabía que ella había puesto mala cara y de vez en cuando hasta mal camerieri, por lo general entretenidos con el ir y venir de la casa, parecían escabullirse cada vez que él se mostraba a la vista: se tapaban los ojos, escupían, se santiguaban. «¿Pero qué pasa?», preguntaba Dally, pero nadie decía nada. No parecía tratarse de algo romántico, fuera lo que fuese. A veces Theign se presentaba cuando el Príncipe no estaba, pero todavía más a menudo se diría que era el Príncipe, que, como el levante, podía irrumpir en la ciudad en cual_quier estación, a quien Theign anhelaba ver.

Dally no había tardado en entender el mal bicho que podía ser esta Princesa, y a veces le entraban ganas de darle una patada.

– Tu amiga sin duda sabe cómo entristecer a la gente -le dijo a Hunter.

– Durante mucho tiempo pensé que era una persona bastante pro____________________pendientemente es tan superficial que casi se transparenta. No hay más que ver qué clase de visitantes vienen. O cuánto tiempo es capaz de concentrarse en algo. Vive en tiempo prestado.ce la ilusión de una dimensión más, aunque cada capa tomada indefunda -dijo Hunter-. Luego comprendí que estaba tomando por profundidad lo que sólo era confusión. Como un lienzo que produ

– Una impulsiva con tacones de aguja -dijo Dally procurando no parecer demasiado esperanzada.

– Oh, puede que no. Pero los riesgos que asume, no necesaria_mente del tipo romántico…, bueno…

– No pasa nada, Hunter, prefiero no saberlo.

– Allí no corres ningún peligro siempre que te andes con mucho cuidado.

Pero lo cierto es que en la casa siempre parecía haber algo al ace____________________ballero y no dejaba entreverlo.tados con jóvenes pulcras cuyas habilidades se ceñían oficialmente al secretariado y que nunca visitaban más de dos veces el Palazzo, y no es que Dally se molestara precisamente en llevar la cuenta. Jóvenes que al partir lanzaban miradas inquisitivas pero no del todo apenadas a las ventanas del dormitorio de la Principessa. Hunter era uno de sus pocos visitantes regulares, y si lo hacía para cuidar de Dally, era un cacho, aunque Dally no estaba segura de qué se trataba. A veces se veía a la Princesa hablando apresuradamente con los agentes de seguridad de Spongiatosta apostados por las calles cercanas, cuyas libreas lucían el antiguo escudo de armas familiar, una esponja acostada sobre un fondo a cuadros con llamas en la base. Se demoraba en huecos apar

En algún lugar del Atlántico entre Nueva York y Gotinga, Kit casi había llegado a esperar que algún día, en un futuro soñado, cuan__te negación de la noche. Donde actos como el que él pensaba realizar no recibían otro nombre que el de «Terror», porque el idioma de aquel lugar -ya nunca do su silencio se hubiera vuelto plausible para Pearl Street, llegaría su hora de regresar, agente por fin del fantasma vengativo de Webb, de regresar a la América diurna, a sus asuntos prácticos, a su contundendecía «hogar»- no poseía otros. Pero la hora había sonado aquí, inminente, en una ciudad que a él incluso le costaba en____________________rando cómo converge una variable compleja…bía hecho perderse más de una vez. Tenía la impresión de ser una de esas personas que sólo se sienten a gusto con los números reales, mitico subconjunto de la numeración de las calles venecianas, que le haficios, tipos de cambio, pero entre la serie de números reales los que quedaban en los espacios intermedios, los «irracionales», superaban abrumadoramente aquellos simples cocientes. Algo parecido estaba sucediendo aquí, incluso se ponía de manifiesto en este extraño y caópresentaba demasiado insensatamente todo cuanto el comercio, en la tenaz irrelevancia que concedía al sueño, jamás podría admitir. Los números del comercio eran «racionales», balances de pérdidas o benebía levantado gracias al comercio, pero la Basílica de San Marco retemplando en ese mismo momento. Se suponía que la ciudad se hamaba café, mientras las palomas buscaban en grupo o por separado el gris perla del cielo marítimo, Kit se preguntó cuánto más o menos real parecería el Asia Interior en comparación con lo que estaba contender. Sentado en la Piazza, entre otras doscientas personas, bebiendo diminutas tazas del lodo requemado y amargo que aquella gente lla

– Vaya, hombre, ¡tú otra vez! Ensimismado en tus pensamientos, no, no voy a interrumpirte, sólo había salido a buscar la comida. -El cabello de ella, como un gong, desvió su atención.

– Siento lo de esta mañana, Dahlia. No pretendía que te marcha_ras tan desbocada.

– ¿Yo? Si nunca calzo espuelas. Hace mucho que ya no me pon_go las botas de chica vaquera, he crecido.

– Escúchame, siéntate un momento. Deja que te invite a algo. Mira, aquí viene Reef, que te invite él.

Ella recorrió con la mirada el campo de mesitas rápidamente, como si no quisiera que la reconocieran.

– ¿Tiene que ser en Quadri?

– Sólo buscaba la primera silla vacía.

– Este local lleva cincuenta años mancillado, desde que los aus_tríacos empezaron a frecuentarlo, cuando ocuparon la ciudad. Aquí nunca se acaba nada. Prueba el Lavena alguna vez, el café es mejor.

– A propósito, Dahlia, gracias por tu discreción hoy con 'Pert. -Reef, dando caladas a un Cavour, de camino a otro sitio, se paró con ellos un momento-. Suele mostrarse un poco insegura cuando ve a chi_cas como tú, y ese estado puede alargarse durante semanas.

– Encantada de ayudar, creo. -Se hizo el silencio-. Bueno -soltó Dally al cabo de un rato-, chicos, os traéis algo ilegal entre manos. ¡Es_toy segura! Basta miraros para darse cuenta.

– Oh -dijo Reef, que parecía un poco nervioso-, para variar.

– Estáis sentados en el café equivocado, lo que llevaría a cualquier observador, y hay bastantes, a concluir que los dos sois extranjeros en la ciudad, puede que incluso con pocos recursos.

– Nos va bien, de verdad -murmuró Reef.

– Podría ayudaros un poco.

– En esto no -dijo Kit.

– Mira, es muy peligroso – explicó Reef, como si esto bastara para desanimarla.

– En cuyo caso no deberíais llamar la atención sobre vosotros cada vez que os movéis o abrís la boca; yo, por mi parte, sé ir por ahí sin que me vean ni me oigan y, más importante aún, conozco a gente que, si no es la que precisáis, posiblemente sí conozca a quien buscáis. Pero, por favor, seguid a vuestro aire.

Reef empezó a toquetearse el ala del sombrero, lo que nunca era buen presagio.

– Te lo voy a decir claramente: no andamos sobrados de dinero para regalarlo.

– No busco su dinero, señor Traverse, aunque no podría decir lo mismo de otros en esta ciudad, porque es lo de siempre: en el remo_to pasado, la gente solía hacer favores gratis, pero ya no se estila.

– ¿Ni siquiera cuando se trata de algo que es de interés público? -preguntó Kit, que recibió una de las habituales miradas de adver_tencia de su hermano.

– Ilegal pero de interés público. Interesante. ¿Y de qué puede tra_tarse? Dejádmelo pensar un momento.

– ¿Dónde encontraste a ésta? -preguntó Reef mirando a ambos con los ojos entornados- ¿Es una de tus «novietas» del colegio?

– ¡Ja! -exclamaron Kit y Dally, casi al unísono.

– Es de confianza, Reefer.

– Eso ya me lo has dicho.

¿Sí? Llevaba un rato sin sonrojarse, así que Dally pensó que tam_poco era ése el momento. Reef la examinaba cuidadosamente:

– Señorita Rideout, no tengo por costumbre imponer nada a nadie.

– Sobre todo a insignificantes chiquitas americanas que parecen algo descerebradas, ¿no?

– Oh, vamos. -Reef se volvió a poner el sombrero y se levantó-. Tengo que hacer algunos recados para Pert, ya hablaremos más tarde. Arriverdisco, chicos.

– ¿Qué ha dicho?

– Italiano macarrónico, me parece.

Kit y Dally empezaron a caminar, y de tanto en tanto ella metía la cabeza en una tienda de artículos de fumador para encenderse otro cigarrillo en la lámpara del establecimiento. En ese momento no era su paso lo que se aceleraba, sino cierta concentración entre ellos, pro_ducida en buena medida por la propia ciudad. Ella encontró una mesa apartada en un jardín, en la parte de atrás de una diminuta osteria que había entre el Rialto y Cannareggio. Comieron polenta con calama_res en su tinta y una insuperable zuppa di peoci. En otros tiempos, ella habría pensado: nuestra primera «cita»; en esta ocasión, sin embargo, lo único que pensaba era: en qué maldito lío se habrá metido este chi_co ahora.

– Pues lo que pasa es… -dijo Kit tragándose un vaso entero de grappa.

Ella esperaba, con los ojos abiertos de par en par.

– Hemos venido aquí sólo para eso. Si se te escapa una sola pala_bra, somos hombres muertos; todos, ¿entiendes?

– Sordomuda -lo tranquilizó ella.

– Voy a decirte de qué se trata. ¿Estás preparada? -Kit…

– Muy bien, ya sabes quién es Scarsdale Vibe.

– Claro. Carnegie, Morgan, todos esos príncipes del capital.

– Vibe es el que… -hizo una pausa, asintió para sus adentros-, el que contrató a aquellos chicos para que asesinaran a mi padre.

Ella apoyó la mano sobre la de él y allí la dejó.

– Kit, ya lo imaginé desde que nos encontramos en el barco, pero gracias por contármelo. Y ahora tu hermano y tú planeáis ir a por Vibe, de eso se trata, supongo.

– Así que cuando te ofreciste a ayudarnos ya tenías cierta idea.

Ella no levantó la mirada.

– Bueno, puedes mantenerte aparte si quieres -añadió Kit en voz baja-. Es muy fácil.

Se quedaron así sentados un rato. Ella no se atrevía a mover la mano. Eran tiempos modernos, y las manos sin guantes no se tocaban deliberadamente a no ser que significara algo.

Y en cuanto a lo que podía significar, bueno…

Por su parte, Kit había podido fijarse al menos en sus ojos, que, incluso con la distorsión de la luz veneciana, parecían de un extraño color verde plateado. Ojos verdes en una pelirroja, nada excepcional, pero con los iris sobre un fondo que brillaba como plata sin pulir, al que se remitían todos los demás tonos de color, ¿cómo era posible? Fotografías de sí mismos. Y ¿por qué prestaba tanta atención a esos ojos?

– La cosa va a peor, me temo. Debe de haber sucedido algo en Es_tados Unidos, porque ahora me persigue la gente de Vibe. Por eso ya no estoy en Alemania.

– ¿No será que te has vuelto…?

– ¿Loco? Eso no me importaría.

– Y los dos estáis de verdad… -No pudo reunir el valor para decir_lo porque no sabía lo serio que era o dejaba de ser todo.

– «Decididos a llevar a cabo la acción» -sugirió Kit.

– Y a salir de la ciudad con los carabineros pegados a los talones. ¿Y adonde iréis?, si no es demasiado atrevido que lo pregunte una chica.

– Reef no sé, pregúntale a él. Yo, a día de hoy, al Asia Interior.

– Ya, claro, justo aquí al lado, nada más doblar la esquina desde el Asia Exterior. No es posible que te quedes en ningún sitio durante un tiempo, siempre has tenido esa otra vida entera, y ahora serás un fugitivo de la justicia y sabe Dios de qué más.

Se dio cuenta de lo desdichada que parecía y apartó la mano. Kit la tomó de nuevo.

– Escucha, no pienses que…

Ella le dio un golpe en la mano y sonrió lúgubremente.

– No te preocupes por eso. Tú y quien sea, a lo vuestro.

– Yo y… ¿qué significa eso?

Una mirada penetrante que él no supo interpretar. La luz del sol irrumpió en el pequeño espacio y el pelo de Dally se volvió incandes__quier cosa que se dijera sería equivocada.cente. Se demoraron entonces en una de esas parálisis en las que cual

– Mira -Kit exasperado-, ¿quieres que te dé mi palabra? Pues te la doy. Mi palabra solemne. Aquí mismo, en el mismo sido exactamente, ¿te vale? Déjame anotar el nombre y la dirección, claro que una cita con fecha en firme es otra cosa…

– Ahórratelo. -No es que le mirara con odio, pero su sonrisa no era precisamente luminosa-. Algún día acabarás prometiéndome algo. Y entonces ándate con cuidado, caballero.

No es que no hubieran tenido tiempo para perderse creativa_mente en este laberinto de calli, ¿verdad?, ni para salir a navegar a la Laguna en un pequeño topo con velas naranjas, ni para pasear de igle____________________ciano iba a suceder, no en esta maldita vida.deones coreaban su recién descubierto amor. Nada de ese rollo venesarse mientras los barcos con farolillos pasaban por debajo y los acorsia en iglesia, extasiándose con las grandes pinturas, ni menos aún para detenerse un momento en el Puente de Hierro al crepúsculo para be

¿Qué quería ella? ¿No se trataba de Merle otra vez? Aquella alqui_mia, los cristales mágicos, la obsesión por penetrar los Misterios del Tiempo, todo aquello de lo que ella había llegado a creer en el pasado que debía escapar para no volverse tan loca como su padre, y ahora, fíjate, ahí estaba, volviendo a lo mismo, ahí estaba otro lunático, al_guien que esta vez la abandonaba a ella, para ir en busca de una ciudad invisible más allá de los confines del mundo. Cazzo, cazzo…

– Olvídate de él -le aconsejó la Principessa-, mañana por la noche en el Palazzo Angulozor habrá un baile espléndido. Ven, por favor. Tengo un centenar de vestidos colgados aquí muriéndose de asco, y tú y yo somos de la misma talla.

– Estoy demasiado triste -objetó Dally.

– Porque se marcha -sollozó la Principessa, que había escuchado la historia a grandes rasgos, sin fijarse en ninguno de los detalles, aunque el cielo sabía que eso no le había impedido jamás dar consejo-. Puede que se vaya un año, puede que más, puede que para siempre, vero? Como un joven soldado que parte para cumplir su servicio. Y tú crees que lo esperarás.

– Lo haré. ¿Quién coño se cree que es -la miró con ferocidad- para burlarse de mis sentimientos? Si es usted la que siempre está lloriquean_do y dando la murga con eso de que «una no puede vivir sin amor».

Fueran cuales fuesen los términos actuales de su relación, ésta pa_recía permitir ese tipo de impertinencias.

– Ah, ¿es que se trata de eso?

– Puede que sea algo que no esté a la altura de sus creencias, Princesa.

– ¿Y el joven? ¿Cuáles son sus sentimientos?

– No lo sé y no voy a preguntarlo.

– ¡Eh! Appunto! No es más que un cuento romántico que te has inventado.

– Ya lo veremos.

– ¿Y cuándo? Mientras esperas, conozco a una docena de jóvenes, muy ricos, a quienes les encantaría conocerte.

– No sé.

– Venga. Dame el gusto. Miremos algunos de estos vestidos, estoy pensando en un viejo straccio en concreto, verde «meteoro», a juego con tus ojos, ribeteado con guipur veneciano, que puede ser ideal.

Todos habían salido a la azotea de la casa en Cannareggio. Ruperta se había marchado en el tren del mediodía, en dirección a Marienbad, mirando detenida e inconsolablemente a todos los pasajeros. Su egoísmo era tan descomunal que no veía más allá de su siguiente aven_tura romántica, había sido una acompañante perfecta para Hunter, que había decidido ir hasta Salzburgo. ¿Amor en el aire? ¿Y qué, es que Dally había intentado algo acaso?

– Y bien, ¿participo en ese hotentote vuestro o qué?

Reef se encogió de hombros.

– Buenas son tortas, supongo.

– ¿Qué es eso?

– Un dicho, empieza con «a falta de pan». Tendrá que haber al_guien que nos impida dar demasiados pasos en falso.

– Gracias. ¿Eso es todo, seré tan sólo una especie de cicerone? ¿No hay nada un poco más, cómo decirlo, más físico? Vacío bolsillos y robo bolsos a las señoras turistas. Lanzo cuchillos con gran precisión a vein_te metros de distancia. He disparado pistolas con nombres y calibres de los que nunca has oído hablar.

– A decir verdad, habíamos pensado encargarnos de esa parte no_sotros en persona.

– ¿Que no me veis en el papel de tiradora?, pues vale. Entonces, más bien en la línea de… ¿de qué? ¿Enfermera?, ¿cocinera? ¡Espera! Qué tenemos aquí, es una escopeta de cordita para cazar elefantes, si no me equivoco.

– No te equivocas. Rigby Nitro Express, calibre 450, dispara una bala niquelada de punta hueca.

– Que explota al impactar -asintió la chica-, y sin duda no es la bala que vas disparando por ahí todos los días. A lo mejor ese Vibe debería cambiarse el nombre por Jumbo. ¿Te importa si…?

– Por favor… -Reef se la alcanzó y ella la sopesó para comprobar el equilibrio, abrió y cerró la recámara, adoptó la posición de disparo, apuntó a varios campanarios por toda la ciudad.

Al cabo de un rato, ella murmuró:

– Bonita arma. -Y la devolvió.

– Es el concepto que tiene 'Pert de regalo de despedida -dijo Reef.

– ¿Ella sabe lo que planeáis?

– Es una chica de ciudad, se imagina que la usaré para cazar faisa_nes o algo así.

– Pues para intentar matar a alguien como Vibe -le pareció a Dally-, más vale que aprendas la lección del famoso atentado de hace unos quince años contra Henry Clay Frick, el Carnicero de Homestead, a saber: que nunca vayas a por un tiro en la cabeza. Apuntar a la cabeza de Frick fue el gran error del Hermano Berkmann, el clásico error anarquista de suponer que todas las cabezas tienen cerebro, mira tú, cuando no había nada dentro del cebollo del maldito Frick que mereciera malgastar una bala. Con gente como ésa, siempre hay que ir a por las entrañas. Por toda la grasa que se ha amontonado allí con los años vividos a costa de los más pobres. Puede que la muerte no sea muy rápida, y en el curso de la búsqueda de la bala entre esa mon__mas, sin duda producirá, por su mera incompetencia, una dolorosa y prolongada agonía.taña de sebo, un doctor, sobre todo uno que trate a las clases altas, más acostumbrado a las afecciones de hígado y a los malestares de las da

– Tiene razón -concedió Reef tras un breve momento de mudo estupor, mirándola como si fuera un gurú indio de la violencia-, y una emboscada por sorpresa también está descartada, habrá mucha gente alrededor, no vayamos a alcanzar a alguien por equivocación. Alguien tendrá que acercarse al bueno de Scarsdale, cara a cara. Ahí es donde, me parece, entras tú, Kit.

– Puede que no -dijo Kit.

– Ya, te dejó de mandar dinero; mierda, eso no es más que coti_lleo de páginas de sociedad, no plomo caliente.

– Me acerco como si nada y le suelto: hombre, señor Vibe, cómo le va y qué sorpresa verlo aquí, en Venecia, Italia… Ya, Reef, bien sabes qué pasará.

– ¿Qué pasará?

– El tipo me quiere eliminar, te lo digo yo.

Dally gruñó con cierta impaciencia ante tanta cháchara.

– Ahora escuchadme, no lo entendéis, ¿verdad que no?, hay mu__vía no es vuestro turno.chos otros haciendo cola para meterle un balazo a ese buitre y toda

Reef, como si acabara de enterarse:

– No me digas. Vaya, ¿quieres decir que de verdad hay otra gente que lo odia tanto como nosotros?

– Estás en territorio anarquista, vaquero. Aquí, tarde o temprano, se van a quedar sin realeza a la que disparar, y entonces empezarán a buscar más chusma por todas partes: políticos, magnates de la indus_tria y lo que salga. Y en esa lista lleva ya tiempo Scarsdale Vibe.

– ¿Conoces a algún anarquista?

– En esta ciudad, a muchos.

– Reef se cree que es uno de ellos -apuntó Kit.

– ¿De verdad crees que tienen algo planeado? -preguntó Reef.

– La mayor parte no son más que palabras. ¿Quieres ir a echar un vistazo?

Se bajaron en la parada de San Marcuola, cruzaron un par de puen_tes, pasaron bajo un sotopórtego y por callejuelas tan estrechas que te____________________dale Vibe, el enésimo millonario americano que había venido con malas intenciones contra el arte veneciano.nos amigos artistas, y resultó que el tema de conversación era Scarsnían que caminar en fila india, hasta que Dally dijo: «Aquí». Era un café llamado Laguna Morte. Dentro estaban Andrea Tancredi y algu

– A los periódicos les gusta llamarlo «botín de guerra» -declaró Tancredi-, como si sólo se tratara de una lucha metafórica, con gran_des sumas de dólares que sustituyen las cifras de bajas… Pero lejos de la vista y el oído de todos, la misma gente lleva a cabo una campaña de exterminio contra el arte en sí.

Aunque el italiano de Kit dejaba bastante que desear, reconoció la pasión en esas palabras, que nada tenían de la habitual charla de bar.

– ¿Y qué tiene de malo que los americanos se gasten el dinero en arte? -objetó un joven con barba de pirata llamado Mascaregna-, macché, Tancredi. Esta ciudad se erigió comprando y vendiendo. A to__do nada, paga un precio que han acordado ambas partes.das y cada una de esas Grandes Pinturas Italianas tarde o temprano les cuelgan una etiqueta con el precio. El gran señor Vibe no está roban

– ¡No se trata del precio! -gritó Tancredi-, sino de lo que viene después: inversión, reventa, matar algo que nació en el delirio vivo de la pintura en contacto con el lienzo, convertirlo en un objeto muerto para comerciar con él, una y otra vez, por lo que el mercado quiera. Un mercado cuyas fuerzas intervienen siempre contra la creación, en la dirección de la muerte.

– Cazzo, déjales que se lleven lo que quieran -se encogió de hom_bros su amigo Pugliese-. Así queda espacio libre para nosotros en estas viejas paredes que se desmoronan.

– Además, los crímenes del americano son mucho peores que el robo de arte -dijo Mascaregna-. No debemos olvidar la inmensa ciu_dad de incontables almas desamparadas que él ha llevado al borde del abismo. Demasiadas para que ni siquiera Dios pueda perdonarlo.

– Lo que necesita el señor Vibe -dijo Tancredi- es un problema del que no pueda librarse.

– La macchina infernale -aventuró Dally.

– Appunto! -Tancredi, cuya reticencia a tocar a nadie era bien co__vió para mirarla. Ella abrió los ojos todo lo que pudo e hizo girar una sombrilla invisible.nocida, le dio un apretón admirativo. Kit, que se dio cuenta, se vol

El chico estrechó con timidez las manos de Kit y Reef. Esa tarde en concreto no parecía alguien que estuviera a punto de dar un paso desesperado.

– Así que Vibe, ¿eh?

Habría sido un inicio tan bueno como cualquier otro. Los her_manos intercambiaron una mirada, pero por alguna razón lo pasaron por alto.

Más adelante recordarían la mirada de Tancredi.

– ¿Te parece que ese chico va en serio? -preguntó Reef.

– Últimamente -dijo Dally- ha estado hablando mucho de Bresci, Luccheni y otros famosos pistoleros anarquistas, lo bastante como para poner nerviosos a los demás.

– Se suponía que esto iba a ser fácil -dijo Reef- Bastaba con car_garse al hijo de puta y acabar de una vez. Y ahora, de repente, ¿vamos a pasarle el trabajo a otro?

– ¿Quién sabe? -Kit con cuidado-. No sé si sería más rápido que nos mantuviéramos aparte y dejáramos que las fuerzas de la Historia se lo llevaran por delante.

– ¿Así habláis en Harvard?

– En Yale -dijeron al unísono Kit y Dally.

Reef los miró parpadeando durante un momento.

– ¿Quién sabe? Bueno, para empezar…

La Principessa había acabado convenciendo a Dally para que fuera al baile esa noche, y también había dejado caer la interesante infor__mada, los carabinieri en la puerta, con el presentimiento extraño y agobiante de que algo malo iba a pasar.mación de que uno de los invitados sería Scarsdale Vibe. Refugiados puertas adentro de un bora particularmente enloquecedor, Kit, Reef y Dally jugaban a póquer y charlaban del asunto, mientras bebían grappa y Reef llenaba el aire del humo maloliente de sus puros italianos baratos. Todo el mundo esperaba algo: una buena mano, una idea ani

– ¿Habías visto alguna vez una de éstas?

– Coño, ¿dónde las hacen?

– En Turín, Italia.

– No, me refiero a…

– Un sencillo juego de manos; Venecia es una ciudad colorista pero tiene muchas esquinas sin visibilidad. La llaman Lampo, mona, ¿verdad? De repetición, dispara un Gaulois de 8 mm, este pequeño aro de aquí es el gatillo, el anular encaja justo ahí -hizo una demostra__tando otra vez la mano, cargas, km.ción-, la boca asoma lo justo del puño, sale y el cerrojo se retira; apre

– Joder, podría servirnos.

– Podría, sí, creo.

– Pero tú no lo harías…

– Chicos…

– Se está burlando de ti -dijo Kit.

– Sí, supongo que sí -Reef suspiró melodramáticamente.

– Animará la velada, en cualquier caso -supuso Dally.

– ¡Eh! A lo mejor conoces a algún príncipe italiano, y si te ena_moras al menos sacarás algunas buenas comidas. -Reef se rió tanto de la irritación de su hermano que empezó a toser nubes de humo italiano.

– Exprímelo mientras puedas, ¿por qué no?

– Es una pena que nunca me atrajera el robo de joyas, Dahlia, se_rías la cómplice perfecta.

– Dios, Kit, tu hermano es un encanto.

– Y también huele bien -murmuró Kit.

– Ve, Dahlia, ve -dijo Reef-, una fiesta es una fiesta, nunca recha__nociendo un poco el terreno. Ya habrá algún modo de pillarlo.ces ninguna, monta todo el alboroto que te apetezca, infórmanos de cualquier cosa útil que descubras, andaremos por los alrededores reco

Fuera, los ciudadanos habían empezado a volar en horizontal, agarrándose a lo que podían, mientras el viento les arrancaba los za____________________fragos y los que se había llevado el mar, mientras abajo las palomas y las aves marinas cianos buscaban refugio entre campanas desatendidas que, azotadas por el viento, daban ahora las horas canónicas sólo para la tormenta, llamando a los celebrantes a misas invisibles por las almas de los náudos de laca que se arremolinaban por detrás en diminutos tornados negros, al tiempo que, más arriba, plumas sueltas formaban tornados al revés en una turbulencia pálida y plateada, los ángeles tutelares venemente y sus puntas rebotaban en la Riva, dejando restos desportillapatos de los pies y los arrastraba sobre la Laguna tormentosa. Las tejas se levantaban una por una, las góndolas entrechocaban estruendosaempujadas al suelo abandonaban la Laguna temblan_do y se refugiaban en los sotopdrteghi, en patios dentro de patios inte____________________tángulos de luz anaranjada de los cafés y de las tiendas bajo la Procuratie, imágenes que esparcía una y otra vez el viento.cía al mar, oscuro como el cielo que reflejaba, un fondo para los recrintos terrestres, con los ojos tan fulgentes y esquivos como los de las ratas de los rincones. Los venecianos sacaban las botas de goma y caminaban por las aguas altas. Los visitantes, tomados por sorpresa, se tambaleaban por tarimas improvisadas, negociando derechos de paso como bien podían. Rótulos apresuradamente escritos con flechas pintadas aparecieron por las esquinas señalando rutas más secas. El agua subía y bajaba desquiciada, desbordándose de los canales, con un matiz gris bronce, oliendo a mar, a algún mar de alguna parte. La Piazza de San Marco era un gran estanque ornamental que perteneriores, negando el cielo, simulando ser ciudadanas nativas de los labe

– Pero ¿qué pasará con la buena de Dahlia -dijo más tarde Reef, después de que ella regresara a Ca' Spongiatosta- cuando llegue el momento de salir corriendo de la ciudad?, ¿qué vas a hacer?

– No creo que ella me eche demasiado de menos.

Reef le devolvió la sonrisa con los labios apretados, expresión marca de la casa que le había servido fielmente en tantas mesas de juego. Cuyo mensaje venía a decir: «Anda, haz lo que tengas pensado, pero no me lo eches en cara más tarde», muy útil para sumir a los otros jugadores en parálisis dubitativas, así como para hacerle parecer un rival compasivo al que le molestaría despojarles del dinero que ne_cesitaban para pagar el alquiler o la comida de bebé.

Aferrando unas riendas invisibles y haciendo gestos de «vamos, a por ellos», Kit dijo por fin:

– ¿Qué?

– Algún día te contaré una historia. Tal vez.

Bajo la llovizna inclemente, cinco o seis carabinieri se habían si_tuado estratégicamente a lo largo de l’afondamenta, impidiendo que la gente cruzara el puente hasta el Palazzo. El cuello de los gabanes le__ladavantado contra el fresco. A saber cuánto tiempo tendrían que estar ahí. Parecían una pintura que no colgara de ninguna pared conocida, titu Fracaso. Kit y Reef se escabulleron, intentando formar parte de la imprimatura. A lo largo de la acera de enfrente, figuras de negro, in__vadas de deseo… Aisladas de las consecuencias como la noche misma.clinadas como para resistir el viento o una fatalidad, se movían en una corriente viscosa, bajo paraguas negros en ondulación irregular, cada paso una lucha, con toda la circulación fragmentada en misiones pri

Luces eléctricas en las ventanas, antorchas llevadas arriba y abajo por sirvientes, sus llamas agitadas sin parar por el viento. Un denso su_surro interior, modulado por la piedra antigua, emitido hacia fuera, al río, acompañando a una pequeña orquesta de cuerda que tocaba arre_glos de Strauss Jr., de Luigi Denza y de la luminaria local Ermanno Wolf-Ferrari.

Kit atisbo a Dally con el vestido prestado de la Principessa y un paletot de seda oscura, con su cabellera incendiaria peinada con un co__tuoso por la puerta y subiendo las escaleras de mármol hasta elpete de pluma de avestruz teñida de añil, entrando con paso majes piano nobile, y durante un latido y medio de corazón se olvidó de dónde es_taba y qué se suponía que tenía que hacer allí.

Scarsdale Vibe llegó en una góndola privada y con el reflejo de Foley Walker a sus espaldas, puso el pie en la fondamenta. Se oyó la ine_quívoca detonación de un disparo.

Tan de repente como se abatía una tormenta sobre la Laguna, sur_gieron de todas partes guardaespaldas de negro, curtidos teppisti re__pehuelgas en Roma y en las fábricas del Norte, armados, silenciosos, enmascarados y rápidos.cién llegados a la ciudad, sacados de sus habituales funciones de rom

– Dios, son un ejército -murmuró Reef-, ¿de dónde han salido?

Y allí, justo en medio, apareció un chico delgado con un traje pres_tado, el cuello de la camisa demasiado grande, llamativamente fuera de lugar y por tanto disfrazado y por tanto una amenaza.

– Es ese Tancredi, ¿qué coño pinta aquí?

– Oh, no -dijo Kit-, esto no augura nada bueno.

Ahora ya no había modo de llegar hasta él, pues estaba dentro del negro tren funerario, que se había puesto en marcha hacia su terrible destino.

– Via, via! -Fueron tan amables de advertirle, pero él seguía acer____________________jeto sostenía en la mano, con sumo cuidado, como si fuera a explotar a la más leve sacudida?rar, ni permitirá nunca que suceda: se negaba a obedecer. ¿Qué obcándose. Estaba haciendo lo único que la autoridad no puede tole

– No llevaba nada en las manos -contaría más tarde Pugliese-, na_die encontró ningún arma.

Mascaregna negó con la cabeza, desconsolado.

– Dijo que tenía una máquina infernal, que daría cuenta de Vibe y, un día lejano, del orden que Vibe encarnaba de la manera más aca____________________cerá el Infierno».cir: «Aquí está, aquí hay un limitado y finito volumen de la ausencia de Dios, aquí está cuanto necesita contemplar y ver de verdad, y conobada y aborrecible. Ese era su precioso instrumento de destrucción. Desprendía una luz y un calor que sólo Tancredi percibía, lo cegaba, quemaba ferozmente en sus manos, como el carbón resplandeciente en la parábola budista, no podía dejarla. Si Vibe era un comprador de arte, ahí estaba la creación de Tancredi, su ofrenda, la obra maestra que creía que cambiaría a quien la poseyera, incluso a ese corrupto millonario americano, ciego a la vida que había estado habitando, que lo llevaría a una nueva forma de visión. Nadie le dio la ocasión de de

De las bocas de Glisentis nuevecitas salieron llamas como puñala____________________lencio y le era arrebatada la ciudad que él a la vez amaba y detestaba, a la que ya no podría transfigurar.pia sangre y entró en el vacío, el día que las campanas estaban en sivaba el antiguo esplendor del Palazzo, él se resbaló y cayó en su prodades de Tancredi se habían abierto como si se dispusiera a abrazar cuanto podía de aquello a lo que el mundo había quedado reducido: las primeras ráfagas lo contrajeron en una piltrafa, inclinado como ante una perversa nobleza; mientras a su alrededor y a sus espaldas se elevantando ecos tremendos que desgarraron el silencio. Las extremidas, los disparos repercutieron en las aguas y las paredes de piedra, le

Al principio parecía que sólo estaban toqueteando los restos con las puntas de las botas, algo, al fin y al cabo, esperable de profesionales, que se cercioraban de que el sujeto no recobrara inesperadamente la vida. Pero la cosa fue perdiendo el tono de sondeo y al poco los assassini le daban patadas brutales con toda la fuerza que podían, profi_riendo insultos, hasta que la fondamenta resonó como el patio de una prisión, mientras Scarsdale Vibe poco menos que bailaba en gozosa aprobación, ofreciendo a gritos consejos técnicos.

– Aseguraos de que le desfiguráis la cara, amigos. Batti! Batti lafaccia, ¿sí? Destruídsela. Dadle motivos para llorar a la mamita de ese montón de mierda.

Cuando la voz se le enronqueció demasiado para seguir, se acer__ria sobre el terror anarquista. Foley, para el que situaciones como ésa habían sido en el pasado el pan nuestro de cada día en un regimiento de la có y miró un rato el cadáver destrozado en su baño de luz pública, sintiéndose feliz por haber presenciado de primera mano esta victoUnión, permaneció al lado sin decir nada.

La bruma que se levantaba empezó a mezclarse con la lenta disi____________________vitados que llegaban tarde, uno de los pistoleros utilizó el sombrero del chico para sacar agua del canal y limpiar la sangre de la acera.tante, habían salido del canal. Sin la menor consideración por los inpación del humo de pólvora. Un grupo de ratas, interesadas al ins

Vibe permanecía callado en el punto más alto del pequeño puen_te, de espaldas, una sólida silueta negra, cabeza y capa, esperando en medio de una inequívoca tensión que no parecía tanto hacerle crecer en tamaño como, extrañamente, hacerle cobrar masa, rectificarse en una invulnerabilidad de hierro. Por un instante, antes de reemprender su intencionado regreso al refugio del iluminado y melodioso Palazzo, se dio la vuelta y miró directamente a Kit, sin dejar la menor duda de que lo reconocía, e incluso a pesar de la noche que ya caía, la foschia y la luz de las antorchas que comenzaba a extinguirse, Kit vio con la suficiente claridad la sonrisa de satisfacción en el rostro del hombre. Patéticos miserables, podría haber estado diciendo entre risas, ¿a qué, a quién os creéis que os estáis enfrentando?

– Según la policía, los anarquistas se especializan, Foley, ¿lo sabías? Los italianos suelen ir a por la realeza. A por la Emperatriz Isabel, el Rey Humberto y demás.

– Supongo que eso le convierte en realeza americana -bromeó Foley.

– Rey Scarsdale. Sí, suena bien.

Estaban en el grandioso comedor del Bauer-Grünwald, comien__ban en voz baja y apenas conseguían ser amables; entre las palabras que empleaban, aparecía a menudodo rustidos de ternera y tragando Pommery. La sala estaba atestada de comensales cuya provisión de efectivo excedía sobradamente toda el hambre que pudieran recordar o imaginar. Los camareros conversa cazzo. Las arañas, cuyas disposiciones cristalinas se situaban en márgenes exquisitamente delicados, se estre__cante ajuste del edificio en el primitivo limo veneciano de abajo.mecían y repicaban como si fueran capaces de percibir cada insignifi

Más tarde, a Scarsdale Vibe le asombró ver a Foley de juerga por el dique, dando vueltas sin parar no con una sino con tres jovencitas, y acompañado de un maniaco de la zona con un acordeón. De vez en cuando también estallaban petardos.

– Foley, por Dios santo, ¿qué haces?

– Bailar la tarantela -replicó Foley, sin aliento.

– ¿Por qué?

– Celebrándolo. Estoy feliz porque ellos no le han alcanzado.

Si Scarsdale captó algún énfasis en el «ellos», no dio la menor señal.

– ¿De dónde coño han salido todos esos pistoleros? -había estado repitiendo Reef como una especie de oración en tiempos de derrota.

– Los contrataron para esta noche -dijo Dally-. Y no ha sido po_sible sobornarlos, no con lo que les paga vuestro señor Vibe.

– ¿Por qué nadie dijo nada? -preguntó Reef más irritado que quejumbroso.

– Yo lo hice…, pero no querías saber nada. En estas callis todos lo sabían.

– Pensábamos que contrataría más hombres -dijo Kit-, pero no tantos. Hemos tenido la suerte de los tontos librándonos, habrá que mirarlo así.

– Pues ese chico no tuvo ninguna suerte -dijo Reef observando con el ceño fruncido a su hermano-. Lo siento, Dahlia.

Ella estaba afectada, más de lo que quería dejar entrever. Parecía que hiciera años desde que había ido a ver a Tancredi y sus pinturas. Era consciente de un modo casi neuronal de todas las creaciones que ya no verían la luz, sentía remordimientos y horror ante algo de lo que casi había formado parte, y, peor aún, vergüenza, mucha vergüen__ran llegado a ser amantes jamás, pero ¿no deberían haberles concedido un tiempo para averiguarlo? Era un chico virtuoso, como todos esos jodidos artistas, demasiado virtuoso para el mundo, incluso para el mundo que intentaban redimir por fases: un pequeño rectángulo de lienzo cada vez.za por el alivio que sentía de estar viva todavía. Puede que no hubie

– Tendría que haberlo visto venir -dijo Dally-. Alguien lo delató. Esta mierda de ciudad, mil años chivándose a la ley.

– Tendría que haberle dicho que se anduviera con cuidado -mur_muró Kit.

– Escuchadme, chicos -dijo Reef mientras metía cosas en un ma__tes, saltaremos adentro, volveremos a anoche y todo se hará como es debido. Mientras tanto, el viejo crótalo sigue con su vida encantada en alguna otra parte, y no se sabe cuándo se presentará otra ocasión; si es que se presenta. Desde luego, no tengo ni idea de cuánto tiempo se supone que vamos a estar así.letín-, cuando inventen la máquina del tiempo, compraremos bille

Salió por la puerta y lo oyeron bajar por las escaleras.

– Bueno, me alegro de que no haya pasado -dijo ella con tranqui_lidad-. Un muerto ya es demasiado. -Levantó la vista hacia Kit y el corolario tácito quedó claro en su cara: un muerto, otro a punto de partir al exilio.

Kit hizo una pausa en sus intentos de disfrazarse, que consistían básicamente en peinarse con betún.

– Yo cumplo mis promesas, Dahlia.

Ella asintió, y siguió asintiendo, pensando que más tarde ya ten_dría tiempo de sobras para llorar.

– Ya sabes que si hubiera alguna posibilidad de que me pudiera quedar…

– No la hay. Y no te hace falta mi permiso.

– Vibe me vio allí, en la escena. Si no se lo había imaginado toda_vía, ahora ya lo sabe, y ninguno de ellos pasa estas cosas por alto.

– En ese caso más vale que te pongas en marcha, no vayas a aca_bar igual.

Aunque Kit nunca había entendido muy bien Venecia, parecía casi normal en comparación con el lugar al que se dirigía. Dally recono_ció esa sensación.

– Aquí la llaman bagonghi, es cuando uno va tambaleándose atur_dido por todas partes, como un payaso de circo.

Kit se acostó y se despertó con la imagen solitaria y operística de Vibe dándose la vuelta para mirarle fija e implacablemente a la cara, sabedor desde el principio de que él había estado apostado en la otra orilla del canal mientras a su alrededor los asesinos a jornal se ponían al descubierto, como si los pretorianos del Tiempo se hu____________________ría problemas.risa de un papa en una pintura, enmarcada en una cara que no solía sonreír, que uno habría preferido no ver porque significaba que traebieran levantado para defenderlo. La sonrisa teñida de rosa, la son

Probablemente también era el innegable momento, si tenía que destacarse uno, de la exclusión de Kit de lo que en Yale se llamaba un «futuro», de cualquier ruta al triunfo o incluso a la comodidad bur__bía deseado, ni hasta qué extremo, pero el caso es que ahora no tenía elección. Losguesa que Scarsdale Vibe controlara. Kit no sabía muy bien si lo ha stranniki de Yashmeen se habían consagrado por entero al servicio de Dios y la Muerte Misteriosa, pero, hasta donde veía Kit, el viaje que él tenía por delante no era por Dios, ni por Yashmeen, que sin duda era el amor de la vida de alguien, pero no de la de Kit, ni si__lioso culo.quiera por la causa del Vectorismo…, puede que no se tratara más que de la simple supervivencia, huyendo para salvar su cada vez menos va

Podrían haber imaginado una partida fácil en medio de una bru_ma dorada, pero resultó que los hermanos no se separaron en lo que uno llamaría términos afectuosos. Como si el tiroteo en el Palazzo le hubiera afectado demasiado, Reef se había instalado en un lúgubre malhumor.

– No tienes que venir a despedirme a la estación, es más, mejor si no vienes, porque yo no pienso despedirme.

– ¿Qué estás pensando, Reef?

Reef se encogió de hombros.

– Tú nunca has querido implicarte. Has estado haciéndolo a des_gana todo el tiempo. Bueno, ahora ha acabado, así que adiós, chaval.

– ¿Me estás echando la culpa de lo que ha pasado?

– ¿Qué quieres que te diga? La verdad es que no fuiste de gran ayuda.

A Kit empezaron a dolerle los dedos y miró a su hermano con la esperanza de haber entendido mal.

– Tu hado padrino todavía anda por ahí, bebiendo champán y meándose en la memoria de papá. Y ya no puedes decir nada porque no sabes nada.

Reef se dio la vuelta y se alejó con una mirada feroz, los hom_bros encorvados, y tras cruzar el Ponte degli Scalzi, desapareció al poco entre la multitud en movimiento de cientos de futuros distintos, cuyo destino no podía imaginarse más que recurriendo a la estadística. Y eso fue todo.

Ya en el vapor nocturno para Trieste, las luces se difuminaban provocando efectos espectrales en la niebla, ondeando como capas blandidas en fiorituras por insomnes enmascarados, Giudecca invisi_ble…, como también el velado Stromboli y otros buques de guerra ita_lianos anclados…, las llamadas de los gondoleros que adquirían en la foschia una extraña ansiedad, los costados de cuero de baúles y male__jara de nuevo. Barcazas ytines que brillaban en el resplandor eléctrico… Dally desaparecía una y otra vez, y Kit esperaba que ella ya no estuviera allí cuando despe traghetti, transportando viajeros, equipaje y carga, atestaban el pequeño muelle, y cada bajel era un escenario ma__ticos desde todas las direcciones, baúles pasados de unos a otros en el vaporoso ajetreo, siempre a punto de volcarse cómicamente y caer, con sus propietarios, al canal. Por el Zattere tocaban dúos y tríos de músicos, algunos de la banda real, ganándose unos cuantos soldi extra. Todo en un tono menor.rítimo para un drama de alta intensidad, consejos apasionados o prác

Nadie había venido a despedir a Kit, su hermano estaba de nuevo en las vías, ya a kilómetros de distancia de la ciudad, y ahora que Dally lo pensaba, ¿qué pintaba ella allí, despidiéndose? ¿Es que no tenía nada mejor que hacer? ¿Qué significaban unos abrazos sentimentales a la orilla del agua para este tío?

A su alrededor, los viajeros bebían vino en piezas de recuerdo ba____________________nión antes de la partida, y aquellos que zarpaban hacia el precipicio nocturno de este viaje, que nunca más estarían aquí, ñana estarían aquí, justamente aquí, para presenciar la siguiente reutios, con cortinas interpuestas de bruma veneciana, entre las sirenas de los vapores y los vociferantes barqueros, y ambos jóvenes sintieron que se establecía una distinción abismal entre aquellos que pasado maquiriera crear un doble, renunciar al sombrío destino que él parecía esperar con tal seguridad. El la miraba como si acabara de atisbar el simple alcance de lo que estaba a punto de hacer, aunque puede que no coincidiera con la idea que tenía ella…, y así, como términos que se anulan mutuamente a cada lado, permanecieron en sus respectivos sicarse, abrazarlo, abrazar a este chico durante tanto tiempo como remente oscuro de lo que se extendía por delante, ahora quería acertían sobre quién se había olvidado de empaquetar qué… Se suponía que a Dally ya no le afectaba la melancolía de las partidas, ya no le abrumaba su gravedad, pero, como si pudiera ver el trecho completaratas de Murano, se daban palmadas en los hombros, se limpiaban hojas y restos de pétalos de los ramos de llores de última hora, discujustamente aquí, nunca jamás.


«Queridísimo padre:

»Te escribo con la incertidumbre de no saber si llegarás a leer es__dado me confiaste, hace ya tanto.tas líneas y por eso, paradójicamente, con cierta fe, ahora quizá más apremiante por las dudas que han surgido sobre aquellos a cuyo cui

»Creo que el CRETINO ya no vela por mis intereses, que mi seguridad no les importa demasiado, por no decir que a lo mejor es un obstáculo real para sus propios planes, unos planes de los que no me cuentan nada. En la actualidad estamos en Suiza y tenemos previsto viajar en tren a Buda-Pest donde, a no ser que mis "dotes de profecía" me hayan abandonado, me espera el peligro y tal vez el pesar.

»Como siempre, el término tácito es Shambhala, aunque a ti, que has servido durante tanto tiempo y con honor en su esfera de in__renciarla de la política secular de la Europa actual.fluencia, pueda resultarte sencillo descartar las angustias de alguien que lo conoce sólo de segunda mano (digamos que de tercera). Aun así, como esos charlatanes religiosos que se vanaglorian de relacionarse directamente con Dios, hay un número creciente de miembros del CRETINO que afirman tener un conocimiento similar de la Ciudad Oculta y que, más inquietantemente todavía, son incapaces de dife

»La Historia ha irrumpido como una inundación, ya nos rodea a todos, y me he quedado a la deriva sin certidumbres, sólo conjeturas. En Gotinga, por un tiempo, tras la revolución en Rusia, al menos un grupo de refugiados bolcheviques heréticos me consideraba útil. El reciente entendimiento entre Inglaterra y Rusia parece haber incre____________________TINO, sólo ellos lo saben, pero no lo dirán. Es como si yo poseyera, sin saberlo, una clave para un mensaje cifrado de gran importancia, y otros desearan hacerse con él cueste lo que cueste.tánicos. En cuanto a la utilidad que todavía pueda tener para el CREmentado mi valor para los Ministerios de Exteriores y de la Guerra bri

«Aquellos en cuya compañía viajo pero que, me temo, ya no me consideran de los suyos, en el pasado se presentaron como busca____________________vesando?siados- años, que algún día podría seguir sus pasos. Ahora que han perdido mi confianza, debo buscar en otro sitio… Pues ¿qué misión tengo aquí, en este peligroso segmento del espacio-tiempo, más que trascenderlo y, con él, trascender también la hora trágica que está atradores de algún tipo de trascendencia… Creí, durante muchos -dema

»En el pasado, las matemáticas me parecieron el camino; la vida interior de los números me llegó como una revelación, tal vez de un modo similar a como lo vivió un aprendiz pitagórico hace mucho tiempo en Crotona: un reflejo de una realidad menos accesible, me_diante el estudio a fondo de la cual uno podría ir más allá del arduo mundo dado.

»El Profesor McTaggart, de Cambridge, adoptó lo que se deno__ponsabilidad exclusiva de cada uno.minaría una visión optimista, y tengo que confesar que, durante un tiempo, compartí su idea de una comunidad de espíritus en perfecta armonía, en la que las viejas historias de sangre y destrucción habrían dado paso por fin a una era de ilustración y paz, que él comparaba a una sala de descanso estudiantil sin maestro. Puede que hoy me haya vuelto un poco más nietzscheana, que crea de nuevo en la llegada de un futuro tenebroso de esclavitud y peligro, ese del que tú intentaste rescatarme. Pero la salvación de cada uno es, en última instancia, res

»En el pasado había abrigado la tonta idea de que todo este va____________________quiera ahora como adulta capaz, te induzca a incumplirlo. Aunque no puedo decir con certeza cuándo, o siquiera si llegará a darse el caso, me obsesionaba la posibilidad de que, si de hecho nos encontrábamos por fin, ambos, contra nuestras voluntades, nos enzarzáramos en una grave, quizá fatal, pelea.rior, aunque sea inconscientemente, has estado favoreciendo. Ésas son cuestiones sobre las que siempre has observado el más riguroso voto de Silencio, y no espero que ninguna de las razones que te dé, ni sigabundeo debía de tener un objeto: una convergencia natural hacia ti, y que nos bastaría reunimos para que todo se aclarara por fin. Pero últimamente, cada vez más, me cuesta obviar tu profesión, los señores a los que sirves, los intereses que, todo este tiempo allá en el Asia Inte

»Pero anoche por fin viniste en un sueño. Dijiste: "No soy en ab____________________samentedimos o, más bien, nos alzaron, como en un arrebato mecánico, hasta una gran ciudad aerotransportada, habitada por una pandilla de serios jóvenes que consagran su vida a oponerse a la tiranía y a la muerte, a quienes rápidamente consideré Compasivos. Sus rostros eran curiosoluto como me habías imaginado". Me tomaste de la mano. Ascen concretos, rostros que podrían aparecer fácilmente en la vida del día normal de aquí abajo, hombres y mujeres a quienes reconoce_ría por quienes eran…

«Solían hacer visitas a todas horas, surgiendo rápidamente del de_sierto vacío, iluminados desde dentro. No lo soñé, padre. Cada vez que se iban de nuevo, era para volver a "El Trabajo del Mundo", siempre esa misma frase, una fórmula, una oración. La suya era la más elevada de las llamadas. Si tenía algún sentido que viviéramos en este desolado yermo, ése era el de mantener la esperanza de que algún día nos llevaran entre ellos, el de aprender el Trabajo, trascender el Mundo.

»¿Por qué han permanecido en silencio, tanto tiempo? En silen____________________nerable, y eso atormenta mi corazón…tuación, tengo que ascender, porque aquí abajo soy muy ciega y vultás allí, a salvo, entre los Compasivos. Te lo ruego. Si sabes algo, por favor. Puedo seguir vagando, pero no puedo perpetuarme en esta silegio? Tengo que encontrarlos de nuevo. Puede que no sea demasiado tarde para mí. A veces, imagino que has dirigido una expedición a Shambhala, al mando de tropas de jinetes con casacas rojas, y ahora escio e invisibles. ¿He perdido la capacidad de reconocerlos?, ¿el privi

«¿Conoces la historia del príncipe erudito tibetano del siglo XVI Rinpungpa? De duelo por el reciente fallecimiento de su padre, que le ha convertido en el último de su dinastía, mientras su reino sufre el asedio de enemigos, Rinpungpa cree que sólo puede buscar consejo en Shambhala, donde su padre, una vez renacido, habita ahora. Así que el príncipe le escribe una carta, aunque no sabe cómo enviarla. Pero entonces, en una visión, se le aparece un yogui, que es también él mismo, el hombre lúcido y fuerte en el que sabe que debe conver__de también que ese yogui será su mensajero.tirse, ahora que su padre ha ido a Shambhala, y Pdnpungpa compren

»El señor Kit Traverse, que te lleva esta carta, viaja, como yo mis____________________sión y fuga, e incluso, con suerte, de vez en cuando, de contraataque. No es mi "otro yo", pero en cierto sentido es mi hermano.cimiento más que imperfecto, y que bien podrían hacerle daño. Debe seguir, como yo, una instrucción práctica e intensiva en forma de evama, a merced de Fuerzas de cuyos usos y poder no tiene un cono

»Padre, hace mucho tiempo que soy consciente de una extraña duplicidad en mi vida: una niña rescatada de la esclavitud pero que proseguía su viaje a través de la misma antigua senda de degradación. En algún lugar, otra versión de mí está en Shambhala contigo. Esta ver_sión de mí que se ha quedado atrás, como el príncipe Rinpungpa, debe contentarse con escribir una carta. Si la recibes, encuentra el modo de responder, por favor.

»Con mi amor,

»Inshalá.»

Más adelante, la gente preguntaría a Kit por qué no había traído una cámara de mano. Reparó entonces en que cada vez más europeos empezaban a definirse a sí mismos por los lugares adonde habían po____________________llas instantáneas mal encuadradas y desenfocadas.minablemente a cualquiera que se quedara sentado y quieto ante aquedido permitirse viajar, y parte de la gracia consistía en aburrir inter

Guardaba algunos de los talonarios de billetes del viaje, así que sa____________________de los rusos salían de susmoneros antes de verlos, se subió a un tren y cruzó el Cáucaso, donbía vagamente que su ruta le había llevado, vía Bucarest, hasta Constantza donde se subió a un pequeño vapor desvencijado, navegó a lo largo de la costa del Mar Negro hasta Batumi, donde se olían los li dukhans para verlos pasar, alzando amistosa_mente sus vasos de vodka. Bosques de rododendros se derramaban por las laderas de las montañas, y gigantescos troncos de nogales bajaban flotando por la inclinada corriente, destinados a barras de cantinas como las de Colorado en las que Kit se había repantigado de joven. La última parada de la línea era Bakú, en el mar Caspio, donde tuvo la impresión, aunque no la prueba fotográfica, de encontrarse en un muy remoto puerto petrolífero barrido por la arena, de que era de noche aún en pleno día, con cielos infernales llenos de hirvientes rojos y negros, más bien matices de negro, donde no era posible huir del olor que lo impregnaba todo, calles que no llevaban a ninguna parte, nunca a más de un paso de un estupor drogado o de la cuchilla de un moro o un oriental; donde la vida no era sólo barata sino que tenía valor negativo, según los representantes de las empresas occidentales allí des____________________tiguos adoradores del fuego, garabatos de torres petrolíferas y muelles de carga contra la luz borrosa que reflejaban las aguas.masiado fácil de perder… La única distracción eran las fiestas que se celebraban a bordo de los yates de las empresas, amarrados entre los buques cisterna en los muelles, con los ojos de buey sellados contra la arena y el olor del petróleo. El futuro de esos visitantes, hablando en términos prácticos, no le pareció muy prometedor a Kit, que se marchó de Bakú contemplando con cierto horror desde la cubierta de abrigo el puerto que se perdía bajo cielos negros, entre columnas de fuego, chorros de gas natural que ardían desde los tiempos de los antinados, siempre encantados de marear a cualquiera con el tema: en Bakú no se podía confiar en nadie, demasiado dinero que ganar, de

Y así cruzó el mar Caspio, entre petroleros de la Bnito y flotas de pesca del esturión; en Krasnovodsk se subió al ferrocarril transcaspiano, que lo llevó a lo largo del borde del Qara Qum, el cual se abría inmenso e inabarcable a la izquierda, mientras que a la derecha, como una parábola, acequias y campos de algodón se extendían hacia las montañas, y la gente vendía melones en las paradas donde se reponía el agua. Lo que le parecía verdaderamente memorable en ese tramo del trayecto no era tanto el escenario como una especie de metafísica del ferrocarril, mientras permanecía en pie entre vagones, al viento, mirando primero a un lado y luego al otro, dos fragmentos de paisaje radicalmente diferentes. Las llanuras fluían de derecha a izquierda, las montañas de izquierda a derecha, dos corrientes opuestas, cada una sostenida por la masa inimaginable del mundo visible entero, cada una fluyendo a la velocidad del tren, una colisión en curso y en silen____________________gún modo, el tiempo no podía darse por supuesto. Aceleraba y se ralentizaba, como una variable que dependía de otra cosa, algo, hasta el momento, indetectable.garse en tres dimensiones, pero estaban los elementos añadidos. De alporal en movimiento, como era de esperar, consistía en llevarle a uno a un espacio que contenía ejes imaginarios: el viaje parecía despleles del tiempo y de su propia conciencia observadora escindida en derecha e izquierda. El efecto de rotar noventa grados en un eje temcio, cuya naturaleza vectorial era evidente, aunque no tanto los pape

En Merv, las vías giraban hacia la izquierda y entraban en el de_sierto, tan despejado como un cielo limpio, por el que corrían, como bandadas de pájaros, manadas de gacelas. La estructura se revelaba ahí de inmediato: el desierto puntuado por oasis en una geografía de la crueldad, las barkhans o dunas de arena móviles de más de treinta me____________________tos de remisión en las vidas de desgracia, como objeto de rumores, de alucinaciones, de plegarias, no siempre donde se suponía que debían aparecer.tuamente era una región de vacío, un terreno en el cual se llevarían a cabo las transacciones letales. Los oasis, o los contornos desdibujados, remotos y humeantes de los árboles saksaul, aparecían como momenputación por su capacidad para resistir incluso en las más extremas condiciones: los depredadores tendían a ser aéreos y las presas a vivir bajo la superficie, mientras que la misma superficie que los definía mupuchadas, pero no exactamente proyecciones mundanas del ángel de la muerte, pues las especies de por aquí se habían ganado toda una retros de altura, que podían poseer conciencia o no, cubiertas y enca

De su entrevista con Lionel Swome, Kit sacó la conclusión de que el transcaspiano, así como el transiberiano y otras líneas, habían sido esenciales en la revolución de 1905, y mientras avanzaban, quedaban todavía vestigios posrevolucionarios que así lo atestiguaban: coberti__nadamente para tratarse de caravanas de camellos.zos reducidos a cenizas sombrías, vagones de mercancías abandonados, grupos de jinetes en la lejanía moviéndose demasiado rápida y orde

– El año pasado te jugabas la vida si pasabas mucho tiempo por aquí fuera. Uno tenía que ir armado y viajar en grandes grupos. Sim_ple y puro bandidaje.

Kit había entablado conversación con un ayudante de maquinista que volvía con pase gratuito a Samarcanda, donde vivía con su espo_sa e hijos.

– Pero desde que Namaz Premulkov se escapó de la cárcel el año pasado en Samarcanda, las cosas han empezado a cambiar. Namaz es un héroe en estas regiones; cuando se escapó, sacó a otros cincuenta hombres de la cárcel con él, que enseguida se han convertido en algo más que simples mortales. Las hazañas eran de por sí notables, pero hablando en términos prácticos, Namaz también puso cierta discipli__tivo es la ocupación rusa, y el pueblo los apoya.na en la rabia y el descontento que se respiran por aquí y, todavía más importante, dejó claro que los rusos eran el verdadero enemigo. -Hizo un gesto con la cabeza hacia una resuelta nube de polvo en la lejanía, al otro lado de la ventanilla-. Esos ya no son bandas de campesinos desarraigados, ahora son unidades de resistentes organizados, su obje

– ¿Y Namaz sigue liderándolos?

– Los rusos dicen que lo mataron en junio, pero nadie se lo cree. -Se quedó en silencio hasta que se percató de la mirada inquisitiva de Kit-, Namaz no está muerto. ¿Cuánta gente lo ha visto jamás en per_sona? Está en todas partes. Físicamente presente o no…, es lo que ellos creen. A ver si los rusos pueden matar eso.

El paso principal de un mundo a otro se encontraba sobre el puen__ria, conocido en la antigüedad como Oxus.te de madera de Chaijui, que cruzaba el amplio y amarillo Amu-Da

No se detuvieron en Bujara, sino a algo más de quince kilóme____________________tros de distancia, como bajo una proscripción mágica, invisible pero sentida.grada Bujara, la cual crecía a lo lejos, a algo más de quince kilómebiliaria: una ciudad que recogía los desperdicios expulsados de la sava ciudad de Kagán, con sus chimeneas, fábricas y dignatarios locales que se habían enriquecido rápidamente gracias a la picaresca inmocarril era un instrumento de Satán. Así que aquí estaban, en la nuetros, porque la comunidad mahometana de la ciudad creía que el ferro

Paradas en Samarcanda, Kokand, hasta el final de la línea en Andiján, desde donde Kit tuvo que seguir por carreteras de tierra hasta Osh, y finalmente atravesar las montañas hasta contemplar finalmente el inmenso y fértil oasis-mercado de Kashgar, increíblemente verde, como un jardín en una visión, y más allá el vacío espantoso del Taklamakán.

– Como los malditos Stanley y Livingstone otra vez -se oyó mur____________________plicaría por qué la habían sacado a toda prisa de Gotinga.turarse más allá de la esfera de seguridad del CRETINO. Lo que exbablemente para asustarla, le parecía a Kit, sobre los riesgos de avenmurar a Kit más de una vez durante los días siguientes-. El hombre no estaba perdido, y nunca se dio nada ni remotamente parecido a un «rescate». -Alguien le había estado contando historias a Yashmeen, pro

De hecho, lejos de estar «perdido» o «en peligro», Auberon Half____________________tanas, conciertos a la hora del té, jovencitas con ojos de gacela que entraban y salían cumpliendo diversos recados, a menudo vestidas con verdaderostes y un follaje denso que goteaba justo al otro lado de las puertavención de su cortapuros todas las mañanas, junto a su periódico, además de flores frescas en la sala de estar, una pecaminosa profusión de fuencourt estaba muy bien acomodado en una típica residencia de clase alta europea, en el palaciego Hotel Tarim, con puros indios a disposi conjuntos de hurí de telas tejidas en un taller de artesanos europeos, llevados originariamente allí como esclavos, que tras varias generaciones habían optado por quedarse, lejos de sus hogares, reteni____________________mente, que se recogían, por lo general corriendo grandes peligros, de las casi inaccesibles tierras yermas más allá del oasis.tos de cómo adaptar los telares a esos imponderables hilos de diámetro infinitesimal, produciendo no tanto trozos de tela cuanto superficies de sombra, para teñirlas con infusiones de hierbas nativas exclusivados bajo cierto oscuro sistema de contratos, transmitiendo los secre

Salvo por un par de detalles, lujos comparables disfrutaba al otro lado del patio su homólogo ruso, el Coronel Yevgeni Prokladka. Los músicos contratados -rabab, tambores de mano y gharawnay o flauta china- habían aprendido a tocar Kalinka y Ochi Chorniya; las chicas, aunque muchas tenían cierta idea de lo que eran las pieles, nunca las habían vestido hasta entonces, ni mucho menos se habían aprove__cinachado de la atracción que parecían ejercer sobre el Coronel, mientras que la cocina era resueltamente rusa, basada en el clásico libro de co Un regalo para jóvenes esposas, de E.N. Molojovets, que a su llega__corrían las calles, tenía cierta tendencia a la temeridad; el Coronel sospechaba que era fruto del mal juicio, pero los vecinos la tomaban por bravura.da el Coronel había hecho colocar en su propio armario de la cocina. Cuando deseaba causar impresión, montaba un espléndido Orlov gris que, además de destacar sobre la mayoría de los otros caballos que re

En ese momento, desde el lado británico del patio se oía discu____________________bían sobrevivido.didos por su corta estatura, lo habían retado y, no se sabe cómo, habate era a esas alturas legendaria, al menos entre aquellos que, confuncimiento: una de las habituales disputas semanales entre Halfcourt y Mushtaq, su colega de hacía muchos años, cuya ferocidad en el comtir en voz alta, y el clamor llegaba a todos los rincones del estable

– Tonterías, Mushtaq, ten, tienes que relajarte, hombre, tómate una copa, oh, vaya, se me olvidaba, tu religión, con lo devotamente abste_mios que sois…

– Ahorre a su sufrido y mucho mejor informado coadjutor esas chorradas de patio de colegio, señor. Parece que debo recordarle de nuevo que cada vez queda menos tiempo. Tras haber interrumpido su vagar ocioso por las faldas de las Tian Shan, se ha informado de la pre_sencia del Bol'shaia Igra en el Taklamakán occidental, donde su misión está clara hasta para el más insignificante ladrón de camellos.

– ¡Oh, entonces saquemos la Gatling! Sí, ¡y espero que ese globo maldito sobrevuele nuestras cabezas! Tal vez podríamos disparar un par de tiros a ciegas. A menos, claro, que me recomiendes que pidamos por cable a Simia un par de regimientos. Nuestras opciones, Mushtaq, son menos que pocas, y ninguna de ellas puede llevarse a la práctica…, pero, a ver, tus dientes, ¿no eran antes de otro color?

– Los últimos acontecimientos me han obligado a recurrir al uso del betel, señor. Mucho más beneficioso para la salud, si me permite añadir, que el alcohol.

– Pues a mí me cuesta encontrarle la gracia a lo de escupir.

– Se parece mucho a vomitar, a decir verdad, aunque puede que sea un poco más discreto. -Los dos se miraron fijamente mientras des____________________tancia no acababan de compensar la casi completa ausencia de alegría.to de instrumentos regionales y unas risotadas cuyo volumen y consde los alojamientos del Coronel Prokladka se oía el sonido indistin

El Coronel ruso se había rodeado de una cohorte de individuos de mala fama, todos con alguna tacha en su historial que había llevado a su brusca destitución de sus deberes al oeste de los Urales y a su inme_diato traslado aquí, y que a esas alturas, ellos solos, controlaban todas las formas imaginables de vicio en la ciudad, incluyendo algunas todavía no disponibles en ninguna otra parte. Su propio Ayuda de Campo o lichnyi adiutant, Klopski, por ejemplo, había importado de Shanghai e instalado varias máquinas peculiares, de vapor, encendidas con lámparas de nafta más brillantes y modernas de las que se podían encontrar en ningún lugar de Europa, que proyectaban, rodeando completamente al operador sentado ante el panel de control, en diversos colores no estrictamente naturales, un panorama que ofrecía una serie de los lla__mas tan voluntariamente esclavizadas a estos aparatos como cualquier fumador de opio a su pipa.mados Enigmas Chinos, tan convincente en su imitación de mundos alternativos que cualquier tentación de juego inocente degeneraba rápidamente en un hábito adictivo; de hecho, ya había incontables al

– ¿Qué mal hace? -se encogió de hombros Klopski-. Un miserable kopek por sesión; no es como el juego, al menos no como el juego tal como lo conocemos hasta ahora.

– Pero tus quioscos -se quejó Zipyagin-, sobre todo los que tienes en el bazar…

– Ya estamos con las peleas de aldea, Grigori Nikolaevich. No le hace ningún daño a tu sector, según me cuentan tus propias chicas.

– ¿Las que visitas? Yob tvoyu mat'. No me creería ni la mitad de lo que cuentan. -Se intercambiaron muecas que parecían sonrisas. Para ese ejercicio moral nocturno habían formado un sórdido zastolye en un bar altamente ilegal más allá de los límites de la ciudad, casi mo__tivamente.nopolizando el local, salvo por un puñado de vecinos que bebían fur

– Tampoco es que disminuya el comercio de opio, en lo más mí_nimo. Todo el mundo se aprovecha de esas unidades «chinas» tuyas, Klopski, incluidos muchos imanes.

– Yo diría que tienen derecho a un porcentaje.

– Acabarán convirtiéndote, está tan claro que nadie apostaría a que no caerás.

– Pues la verdad es que por un breve tiempo experimenté con el islam…

– Vania, creía que nos conocíamos. ¿Cuándo fue? ¿Saliste al desier_to y empezaste a girar o qué? ¿Tu espíritu salió disparado en todas di_recciones al instante?

– Fue después de la carta de Fedora. Y de encontrarme con aquel pícaro de caballería, Putyanin, que dijo que la había visto en San Petersburgo justo antes de que saliéramos…

– Según recuerdo, fuiste a por él con una granada de mano…

– El había sacado una pistola.

– Se la apuntaba a su propia cabeza, Vania.

– Poshol ty na khuy, ¿y tú cómo lo sabes? Si fuiste el primero en salir corriendo…

La principal preocupación en este paraíso de lo deshonroso era un profeta conocido en la región como «el Doosra», que se movía por el norte y a quien el desierto había vuelto «loco», según aquellos que sólo poseían una parcial comprensión del concepto. Como era cos__da bajo un único gobernante chamánico, que no era él, sino otro, «el que viene».tumbre por esos lares, se había transformado en un elemento vivo del desierto: cruel, casto, sin mácula de reflexión. No se sabía cómo había sucedido -locura hereditaria, agentes venidos de más allá de uno de los horizontes, influencia chamánica más cercana-, pero el caso es que un día, a pesar de no haberse aventurado nunca fuera del Taklamakán, anunció, como si lo hubieran conducido a una altura inalcanzable en toda la tierra desde donde se disfrutara de una visión minuciosamente detallada del norte de Eurasia, la llegada de una avalancha de luz que se abatiría en un arco único y poderoso desde el oeste de Manchuria a Hungría, una inmensidad que debía ser redimida por entero del Islam, del Budismo, de la Socialdemocracia y el Cristianismo, y uni

El descubrimiento por parte del Doosra de la ametralladora Maxim IV, como el Teniente Coronel Halfcourt informó debida____________________do y que muchos simplemente atribuían al conocido entusiasmo del Doosra por el opio, elción que, hasta la fecha, muy pocos, por no decir nadie, habían intuidios con respecto a las esperanzas panturianistas». Remotas lamaserías, caravanas en movimiento, puestos de telégrafos en pozos importantes empezaron a caer bajo la implacable onda expansiva de una revelamente a Whitehall por telégrafo (sin codificar, para irritación de la central), se contaba «difícilmente entre los más prometedores episo ganja y cualquiera de los aceites de fusel re____________________do por las arcadas de barro hasta perderse para siempre en los yermos azotados por el viento.che, misteriosos casos de alucinación e invisibilidad real, y huidas aullando al Gran Juego -¿todos túrquicos?, por el amor de Dios-, el grado de complicación abrumó a muchos de los viejos agentes establecidos en el Asia Interior, y los daños mentales en el grupo del Coronel Prokladka fueron tal vez los más espectaculares: explosiones a medianotejidos como para distinguirlos. Ahora, con otro jugador recién llegagionales, solos o combinados, con nombre o sin él. Los intereses de Inglaterra, Rusia, Japón y China en la región, por no mencionar los de Alemania y el Islam, ya estaban, según muchos, demasiado entre

– Creen que van a unirse a una banda sagrada -le confió Chingiz, el denshchik del Coronel, a Mushtaq en una de sus reuniones diarias en el mercado-. De lo que todavía no se dan cuenta es de que no es otro Madali, ni siquiera otro Namaz, ésta no es otra guerra santa, él no anda buscando un ejército que le siga, desprecia a la gente, a toda la gente, aparta a cuantos querrían ser sus discípulos, en eso radica tanto su fascinación como la fuerza de su destino. Lo que haya de venir no ocurrirá en un espacio normal. A los europeos les costará mucho tra_zar mapas de eso.

– Los discípulos rechazados con demasiada frecuencia se vuelven peligrosos.

– No es más que una de las muchas formas que él tiene de invi____________________portante comparado con el cuándo.mento deberá dar paso al Verdadero. El cómo lo haga no es tan imtar a su propia disolución. Da revólveres cargados como si fueran un regalo personal. Humilla públicamente a aquellos que profesan por él un amor más profundo. Entra borracho en la mezquita durante las oraciones y se comporta pecaminosamente. Y nada de eso importa, porque en cualquier caso él es tan sólo un precursor, que en algún mo

– ¿Visitas a menudo al chamán, Chingiz?

– También es tu chamán, Mushtaq.

– Ay, soy demasiado viejo para esas aventuras.

– Mushtaq, tienes treinta años. Además, él dispone de toda una provisión de setas silvestres, que han recogido a petición suya busca_dores guiados por sus espíritus guardianes en partes de Siberia que ni siquiera conocen los alemanes. Te sentarán mucho mejor que esa nuez venenosa del sur que mascas.

– Eso cambia las cosas.

Un día, el famoso agitador uigur Al Mar-Fuad se presentó en ropa de caza inglesa y gorro de cazador ladeado con una especie de ulti_mátum en el que uno podía detectar esa dificultad con la erre prevocálica típica no sólo de los franceses, sino también de las clases altas británicas.

– Saludos, caballegos, en este gloguioso día doce.

– Por Dios, él tiene razón, Mushtaq, hemos vuelto a perder la no_ción del tiempo. Viene vestido un poco raro para ser un jefe tribal de estas regiones, ¿no te parece?

– He venido a entgegar un mensaje de mi señor, el Doosga -dijo con fiereza el uigur, blandiendo una antigua escopeta Greening cuyo latón llevaba inscripciones sagradas en árabe-. Luego voy a ir a por al_gunos ugogallos.

– Le gusta lo inglés, caballero.

– ¡Amo Ggan Bgetaña! Lord Salisbugui es mi modelo.

Este es el único lugar del mundo, reflexionó Auberon Halfcourt, donde el letargo del alma puede llegar en espasmos. Esbozó lo que es_peraba que pasara por una sonrisa plácida.

– En nombre del gobierno de Su Majestad, nos ponemos a su ser_vicio, caballero.

– ¿De vegdad? ¿Lo dice en seguio?

– Para cualquier cosa que esté en nuestras manos.

– Entonces deben guendir la ciudad al Doosga.

– Eeh…, a ver, no sé si es mía para rendirla, ése es el problema, no sé si lo entiende…

– Vamos, vamos, no puede engañar a un viejo comegciante de ca_mellos.

– ¿Ya ha hablado con alguno de los rusos?, ¿y con los chinos?

– Los chinos no son ningún pgoblema. Mis integueses pgincipales están más bien en la otga diguección.

Quizá porque estaba escuchando a escondidas, el Coronel Prokladka se presentó en ese momento. Una mirada, que ninguno de los dos pudo controlar, palpitó entre el uigur y él.

– Maldito hijo de camellego -se oyó susurrar a Al Mar-Fuad mien_tras salía de la ciudad.

– Nunca los entenderé -le confesó quejumbroso Halfcourt a Prokladka-. La extrañeza de su cultura (el idioma, la fe, la historia, por no hablar simplemente de los lazos familiares) los vuelve invisibles a voluntad con sólo retirarse a ese ilimitado terreno desconocido, tan poco cartografiado como el Himalaya o las Tian Shan. Aquí el fu____________________dríamos tener los bazares llenos de puestos depio imperio panchamánico. Los japoneses, digamos que a petición de los alemanes, podrían haber acudido en gran número, tantos como para borrar la extraña división rusa en caso de una guerra europea. Poturo pertenece sencillamente al profeta. Podría haber sido de otro modo. Este loco del Taklamakán podría haber llegado a fundar su pro yakitori y a geishas en jaulas de bambú. Llevo veinticinco años por aquí, desde que el viejo Cavi mordió el polvo en Kabul, y todas las intromisiones de las Poten_cias sólo han conseguido que se vuelvan aún más mahometanos.

– Ninguno de nosotros somos guerreros de las montañas -dijo Prokladka, al que se le desbordaban unas lágrimas colegiales-. Para lu_char, los rusos preferimos las estepas y su gente prefiere las tierras bajas o, mejor aún, los océanos.

– Podemos compartir lo que sabemos -propuso Halfcourt, con una aparentemente incontenible emoción.

El Polkovnik le devolvió la mirada, con los ojos saltones e inyecta_dos en sangre, como si de verdad se lo estuviera pensando, antes de estallar en unas carcajadas tan agudas e inseguras en su dinámica como para provocar dudas sobre su capacidad de controlarlas.

– Polny pizdets -murmuró negando con la cabeza.

Halfcourt se levantó para darle unas palmadas en el brazo.

– Bueno, bueno, Yevgeni Alexandrovich, no pasa nada; estaba to__mor inglés, y le pido disculpas…mándole el pelo, claro, ya conoce usted el inescrutable sentido del hu

– Oh, Halfcourt, estos yermos de los que no puede sacarse prove_cho alguno…

– ¿No sueño, sin descanso, con Simia y con el porche del restau__chosos de los que pasan, parece que ya sin mí para siempre, por el puente Combermere?rante Peliti en el momento álgido de la temporada? ¿Y los ojos capri

Más allá de Kashgar, la Ruta de la Seda se bifurcaba en dos vías, al norte y al sur, como para evitar el inmenso desierto que se exten__nía que significaba «Patria del pasado».día hacia el este de la ciudad, el Taklamakán, que en chino, según se decía, se traducía como «Si entras no sales», aunque en uigur se supo

– Bueno, viene a ser lo mismo, ¿no, señor?

– ¿Entrar en el pasado y no salir nunca?

– Algo así.

– No me vengas otra vez con tus tonterías, Mushtaq. ¿Y qué me dices de lo contrario? ¿Permanecer en el exilio del presente y no vol_ver nunca, para reclamar lo que fue?

Mushtaq se encogió de hombros.

– Cuando uno ha escuchado tantas de esas quejas, por lamentables que sean…

– Disculpa, tienes razón, Mushtaq, claro. La elección se hizo hace mucho tiempo, y en un lugar demasiado remoto de esa patria, ya inac_cesible, para que ahora importe si soy yo el que elige u otros lo hacen por mí; ¿quién puede establecer los límites entre el que recuerda y el recuerdo?

Su argumento no podía considerarse ingenuo del todo, pues había existido al menos un Recuerdo cuyos contornos permanecían para él perfectamente definidos. «Todo está muy claro.» Fue incapaz de no susurrarlo en alto, más tarde, cuando Mushtaq había vuelto a quedarse dormido y Halfcourt se había encendido otro purito transnocturno, remiso a renunciar al flácido desvanecimiento que suponía entregar____________________dad. En aquel instante se vio transformado, torpemente, cate, sin embargo, tenía muchos nombres, y la cuerda por la que subía una doncella hacia la salvación podía utilizarse para atarla con cruelban, el sudor y la saliva que fluían o se escupían. Su intención con la niña, se quejaría, nunca había sido deshonrarla sino rescatarla. El rescado a buscar uno de los muy apreciados burros del Waziristán. El sabía muy bien qué era aquello, aquella reunión de jovencitas, a esas alturas ya era un experto en los números teatrales con atrezo que siempre montaban por allí, y observó a los demás visitantes que pasaron a buscar, infalibles como un francotirador afgano, en cuanto él pasó bajo la puerta de barro cocido al sol, en compañía de Mushtaq, disfrazados de mercaderes punjabíes, fingiendo que acudían al merbierto y la boca velada, los ojos exclusivamente suyos, aunque lo fuese a los recuerdos…: su figura, ya femenina, en cansina posición de firmes aquel día de mal agüero, entre la carne negociable, el pelo cuen dos cria____________________ces ese miserable arrendamiento físico, co-conscientes, cada uno a la vez respetando y despreciando los imperativos del otro.cias del trabajo, para la que el deseo no era más que una molestia y, a veces, una debilidad-, y esos dos seres compartieron a partir de entonturas que residían en la misma vida -una transportada sin reservas por los espacios hechizados del deseo, la otra amurallada por las exigen

Sabía de otros colegas a los que les había pasado algo parecido y se habían resistido volviéndose insomnes, trabajando hasta el agota____________________nos hasta que nos reencontremos en tiempos menos vejatorios.» Dicho lo cual, simplemente desapareció en un abrir y cerrar de ojos, hasta el punto de que Halfcourt sospechó que se trataba de algún truco de magia local.sas más de una vez, su Señoría, así que no espere nada de mí; mi prima Sharma se encargará de la colada, el mercader de puros está ansioso por cobrar los dos últimos pedidos, me parece que eso es todo, al mebrió las ventajas de la ausencia. «He caminado descalzo sobre estas bracipio, día a día, lo fue evitando como podía, aunque con muy poca ayuda de Mushtaq, que, en el instante en que llegó Yashmeen, descumiento, cultivando costumbres destructivas, infligiéndose heridas que iban de leves a mortales. Auberon Halfcourt vio el peligro y al prin

Intencionadamente o no, su desafección ponía sobre la mesa, des____________________ra para haber contemplado la voluntad de Dios, observado el capricho estocástico del día, aprendido cuándo debía o no susurrartaba en las cartas, a menos que uno llevara el tiempo suficiente ahí fuecho, de la larga excursión por el desierto con la cantimplora vacía. La masacre de uno mismo, como dice Hamlet, ciertamente siempre esras, buscaba finalmente el consuelo de la Browning, de la viga del tesionado con un niño. Uno sufría, se arruinaba, desvariaba embriagado por los mercados, se rebajaba ante el desprecio de las razas más oscucinado ni, mucho menos, enamorado. Pese a que era bien sabido que a algunos les pasaba, uno no solía experimentar un vínculo tan apatos de los lamas tibetanos. Antes de Yashmeen, desde luego -y eso lo hacía todo especialmente incómodo-, nunca se había sentido tan fascales con aquellas cataratas místicas que ocultaban los Mundos Oculdos, pronto inseparables de la atmósfera interior, venidos de cualquier punto de la rosa de los vientos, imponiéndose, no sabía cómo, hasta al humo de puro; su cabello, comparado por uno de los baladistas lolencios a menudo tan dulces como un canto; sus olores, fugaces, variade el momento en que ella había cruzado el umbral de la puerta, la cuestión no ya de si Yashmeen tendría que irse, sino de cuándo. El nunca llegaría a saber interpretar sus ojos claros, que se entornaban inquisitivos de vez en cuando; sus miembros desnudos parpadeando sobre las baldosas verdes en sombras de los baños y las fuentes; sus si «Inshalá», y haber entendido, de un modo que quizá jamás se habría dado en In__tida ineludible de lo que le era más querido.glaterra, que el momento tenía que esperar, que dependía de la par

El Coronel Prokladka y sus hombres, para quienes en Kashgar no había secretos, al menos no seculares, asistían al espectáculo diver____________________pulaciones que hubiera hecho falta, pero, como si la chica también hubiera hechizado a esa pérfida fraternidad, nadie iba más allá de una tosca cortesía que a veces hasta podía tomarse por buenos modales. Al fin y al cabo, había una Entente Anglo-Rusa. Yashmeen visitaba con regularidad a las chicas del harén delvecho político, no habrían dudado en llevar a cabo las sucias manitidos y apenados. De haber existido un modo de sacarle algún pro Polkovnik, y todos los varo____________________tadillas.se, aunque constaba que un par de subalternos habían mirado a hurnes que rondaban por las cercanías tenían la sensatez de no inmiscuir

Como siempre, estaban más preocupados por descubrir nuevos métodos para ganar un rublo deshonesto, ya fuera con hachís, con pro__siderado descabellado incluso según los estándares imperantes aquí, para robar el gran monolito de jade del mausoleo Gur-e piedades inmobiliarias o con el último plan de su colega Volodya, conAmir de Sa____________________cubierto en ningún lugar del mundo. Volodya estaba obsesionado por el jade, igual que otros lo están por el oro, los diamantes o el hachís. Era él quien le recordaba maliciosamente a Auberon Halfcourt que la palabra local para jade eravenciendo al semimítico aeronauta Padzhitnov para que se llevase el pedazo entero mediante cierta tecnología que todavía no se había desmarcanda, ya fuera rompiéndolo en bloques más pequeños o con yashm. En 1895, lo habían enviado al este por su participación en un negocio ilegal de tráfico de jade durante la construcción de la tumba de Alejandro III. Ahora, en Kashgar, ha____________________lamidades que ni siquiera se le habrían ocurrido al gran conquistador mongol.ba de Tamerlán, pese a la antigua y universalmente temida maldición que se abatiría sobre el mundo en el caso de que se profanara, unas cacía perder el tiempo a todo el mundo con planes para saquear la tum

El Teniente Dwight Prance se había presentado una noche sin previo aviso, como una tormenta de arena. Halfcourt lo recordaba de la primera vez que había venido, cuando sólo era un estudiante de geografía e idiomas de Cambridge, uno de los alumnos del Profesor Renfrew. Bienintencionados ambos, se sobreentendía, puesto que por aquel entonces ninguno de ellos sabía cómo no serlo. Pero aho_ra costaba reconocerlo, el hombre estaba sucio, envejecido por el sol; se levantó vestido con unos restos hechos jirones de un conjunto que pretendía, supuso, pasar por chino.

– Creo que se está preparando algo al este de aquí…

El distraído agente, que tenía a medio fumar uno de los Craven A de Halfcourt, se encendió otro y luego se olvidó también de fu_marlo.

– Sí, y lo al «este» que sea ya no viene a cuento cuando uno lleva dedicado a esto desde… ¡Dios mío!, hace un año…, más de un año…

– Cierta… participación china -dijo Halfcourt.

– Oh, como si las líneas fronterizas importaran a estas alturas…, bastaría con que…, no, eso ha quedado muy atrás, ahora tenemos que pensar en la masa continental eurasiática como un todo, de Manchuria a Buda-Pest, como una inmensidad de territorio irredento a los ojos de aquellos con los que podríamos acabar enfrentándonos, obje_to de un único e inmisericorde sueño.

– Vaya, Eurasia Irredenta. -Halfcourt sonrió a través del humo de su puro, como si le complaciera la expresión que acababa de inven_tarse-. Vaya.

– Ellos prefieren «Turania».

– ¡Oh, eso! -dijo agitando el puro, se diría que casi despectiva_mente.

– Su gente ya la conoce, ¿no?

– ¿El qué? ¿La vieja Panturania? No es más que una travesura ja_ponesa -como si identificara un objeto de porcelana.

– Sí. Con la típica intromisión turca y alemana para variar… Pero, para esta función, a las Potencias de siempre se les ha dado un papel se____________________lizados, hipnotizados, incapaces siquiera de apartar la vista para mirar de soslayo a su vecino.conocida para el público, pero que aun así los mantendrá a todos parados, hay un visitante, digamos, un famoso actor de gira que viene de muy lejos, que no actuará en inglés sino en una lengua extraña, desnes del escenario…, mientras que, a plena luz, situado entre los muncundario en el reparto, las han relegado a las sombras en los márge

– Para que ninguno de ellos pueda… ¿pensar con claridad?

– Para que, al final de la obra, señor, cada uno, encerrado en su pro_pio miedo, rece para que todo sea puro teatro.

Halfcourt le estaba clavando una intensa mirada valorativa. Por fin dijo:

– Y ese Beerbohm Tree asiático que menciona ¿tiene nombre?

– Todavía no…, la sensación general es que cuando se revele su nombre, todo será ya tan irreversible que, cualquier paso que se nos ocurra, sea aquí o en Whitehall, llegará demasiado tarde.

Una noche, poco después de su llegada, Kit estaba sentado en el patio con el Teniente Coronel. Cada uno tenía a su lado el tradicio__ba. La llamada a la oración nocturna rompió sobre la ciudad como el grito de una víctima.nal arrack con soda que se servía al crepúsculo. Vendedores de dulces gritaban sus mercancías por la calle. Pájaros invisibles, congregándose para hacer frente a la noche, cantaban bulliciosamente. Desde el otro lado les llegó el olor de los repollos y las cebollas que alguien cocina

– Cada uno de nosotros tiene cierta relación -estaba diciendo Halfcourt-, de la que no se sabe todo, con la misma joven. No puedo hablar de los sentimientos de los demás, pero los míos resultan tan…, tan automáticamente sospechosos que no sé si admitirlos, ni siquiera ante mi homólogo en la desesperanza.

– Bueno, cuente con mi silencio -dijo Kit-, si le vale de algo.

– Imagino, ¿cómo poner freno a la imaginación?, que ahora ha cre_cido y se ha vuelto muy bella.

– Es una monada, señor.

Estaban sentados entre las clepsidras cantarínas del jardín vesper__ban que se les fueran extinguiendo los puros, en un silencio amigable.tino, el tiempo transcurría de una docena de maneras, y ambos deja

Finalmente, Kit creyó que podía aventurar:

– Un lugar bastante triste para mi gusto. No sé si habría venido hasta aquí si ella no lo hubiera organizado, así que ya puede ver lo ton_to que soy.

Una mirada luciferina.

– ¿Tendrá al menos la probabilidad de volverla a ver?

– ¿Y no es posible que usted regrese allá pronto?

– Me temo que ya no soy yo el que elijo mis misiones. -Entrecerró los ojos para mirar a Kit durante un momento, como si quisiera leer una cláusula contractual. Luego, asintiendo brevemente, añadió-: Ella debe de haberle pedido que me cuide…

– No se ofenda, señor…, le aseguro que Yashmeen piensa mucho en usted, lo lleva en su corazón, diría… -Ciertas formas que adoptaban las volutas de humo en el crepúsculo le avisaron de que no siguiera por ahí.

Auberon Halfcourt estaba a esas alturas demasiado irritado para sentir mucha compasión por ese chico. No había duda de que el jo____________________ducía hasta Kashgar. Hoy en día, claro, todo eso bien podría hacerse en un viaje organizado por la agencia Cook.ron formalmente, y por fin cruzó el gran Paso del Karakorum, entró en el Turkestán oriental y alcanzó la carretera que por las alturas concarril del noroeste que lo llevaría por vías elevadas hasta el delta salado del Indo y, más adelante, entre nubes radiantes de ibis y flamencos, cuando los manglares diesen paso a las acacias y los álamos, hasta las llanuras del Sind, entre ríos que descendían ruidosos de las montañas; en Nowshera se apeó del ferrocarril del noroeste y tomó otro de vía estrecha, llegó a la estación de Durghal y al Paso de Malakand, donde abundaban los secuestradores, y de ahí, disfrazado de nativo, siguió hacia el este a través de las montañas, donde le dispararon y le maldijepuzón en el Gran Lago Amargo y a continuación siguió por el Mar Rojo y el Arábigo hasta Karachi. Allí, en Kiamari, se subió al ferrodad de un vapor de la P &O, salió a navegar por el sobrenatural azul del Mediterráneo, en una tumbona con su nombre falso estarcido en ella, cruzó el canal de Suez, hizo escala a medio camino para darse un charaleza. Años antes de volver a vestir la franela de civil, Halfcourt, con su misión secreta guardada en una lata, dentro de la caja de segurimo. Posiblemente se imaginaba que estaba de excursión por la natuven señor Traverse no tenía la menor idea de qué hacer consigo mis

Para el código de valores racional y los criterios de ascenso social determinados por los estándares eduardianos, el joven Traverse era un desastre a la deriva sin demasiadas esperanzas de enderezarse. ¿Qué tipo de familia podía producir inútiles como él? Y visto que estaba tan lejos de la órbita de una vida normal, tal vez podría presionár__sada desde que Prance le había dado la noticia. Sin una inequívoca autorización de sus superiores, Halfcourt había decidido resucitar un plan durmiente desde hacía mucho y llevar a cabo una misión en el este para establecer relaciones con los tunguses que vivían al este del Yeniséi.sele para que aceptara una misión que el Teniente Coronel tenía pen

– Por descontado, tiene todo el derecho a negarse, en realidad ca_rezco de autoridad.

Entraron en la biblioteca y Halfcourt sacó algunos mapas.

– Un viaje del Taklamakán a Siberia, más de dos mil cuatrocientos kilómetros en vuelo de bergut hacia el nordeste cruzando las monta__guses, pongamos que por razones antropológicas, se acercarán desde el mar, nunca por el río.ñas Tian Shan, a través del macizo de Altai septentrional, hasta Irkutsk y el Angará, y al interior del Asia chamánica. El Islam no prospera allí. Pocos exploradores cristianos, si es que alguno lo consigue, llegarán hasta esa región; prefieren los yermos polares, la jungla africana, antes que esta tierra sin sentido ni promesa. Si tienen que vivir entre los tun

Por su parte, Kit se sentía vagamente animado, pues era cons_ciente de que el viaje hasta ahí había sido demasiado fácil, de que los stranniki no dependían de los viajes en tren, de que ésta debía de ser la siguiente etapa de una misión más allá de Kashgar que Yashmeen y Swome tal vez desconociesen por completo.

Lo acompañaría el Teniente Prance. Echaron un vistazo a los ma_pas de la biblioteca de Halfcourt.

– Tenemos que empezar aquí -dijo Prance señalando un punto-. En este gran Arco conocido como el Tushuk Tash. Que significa «roca agujereada».

– Esta zona de alrededor, ¿se llama Kara Tagh? Parece que no está muy bien cartografiada. ¿Por qué preocuparse por ella, por qué no la rodeamos? Sería mucho más directo.

– Porque este Arco es la Puerta -afirmó Prance-; si no pasamos por él, emprenderemos el viaje equivocado. Todo lo que se extiende entre aquí y el Tunguska pertenece al Profeta del Norte. Podríamos seguir la misma ruta que los viajeros normales, pero si no pasamos an__gresar…tes por el Gran Arco llegaremos a otro sitio. Y cuando intentemos re

– «Es posible que no podamos» -dijo Kit-. Sí, ya, pero puede que alguien llame a eso memeces metafísicas, Teniente.

– Nos disfrazaremos de peregrinos buriatos, al menos hasta el lago Baikal. Si es lo bastante afortunado para tomarse en serio su papel, tal vez en algún momento del viaje al norte todo se torne más claro para usted.

Mira quién fue a hablar, sobre todo dado su propio, podría decir_se, aspecto regionalmente inapropiado: pálido, pelirrojo, ojos puede que demasiado separados; una pinta que parecería más razonable con sombrero de copa y levita en un escenario un poco más urbano. Una vez disfrazado, temía Kit, más que un peregrino buriato parecería un imbécil británico.

A la mañana siguiente temprano, Halfcourt estaba en la habitación de Kit, zarandeándolo para despertarlo y exhalando humo de puro como una máquina de vapor.

– Ojos brillantes, venga para arriba, que tiene usted una audiencia dentro de media hora con el Doosra en persona.

– ¿Y no debería ir usted, que es el angloparlante de más gradua_ción aquí?

Halfcourt agitó el puro con impaciencia.

– Soy demasiado conocido. Lo que se necesita es alguien que sea una incógnita para todos, aunque marginalmente no tanto para mí, pues casi todo lo que hago está en los márgenes.

El Doosra era más joven de lo que Kit había imaginado y carecía de gravitas. Más rechoncho que la media de los ascetas del desierto, lle____________________to. De hecho, muchas eran las personas que juraban haber visto al animal, que se llamabañato universitario. Kit había llegado en uno de los pequeños y peludos caballos de la zona, poco más que un poní, cuyos estribos rozaban el suelo, mientras que Al-Doosra iba montado en su legendario Marwari, menudo corcel era: un caballo de gran bravura y resistencia, casi inmortal, que se estremecía delicadamente con una inmensa energía interna, como preparándose para alzar el vuelo en cualquier momenque su credibilidad no se veía ayudada por un marcado acento de nivaba un nuevo rifle japonés Arisaka «Año 38» -básicamente un Mauser del calibre 26, cuyo cerrojo había sido mejorado por el epónimo Coronel-, tomado en un asalto cuyos detalles más sangrientos el joven visionario no fue reacio a compartir con Kit, en un inglés fluido, aun Ogdai, elevándose hacia las estrellas.

– En este asunto no soy más que un sirviente -dijo el Doosra-. Mi maestro se encuentra en el norte, trabajando. Si quieres buscarlo por interés personal, él te recibirá. Responderá todas tus preguntas sobre este mundo, y sobre el otro. Luego podrás volver y contarles a los ofi__guras que cuentas con su confianza?ciales ingleses y rusos de Kashgar todo lo que quieran saber. ¿Me ase

– No lo sé. ¿Cómo lo encontraré, a ese al que le estás preparando el camino?

– Mandaré contigo a mi leal subalterno Hassan, que te ayudará a cruzar las Puertas temibles sin que te lo impidan quienes las guardan.

– ¿Las…?

– No es sólo el terreno difícil, las víboras, las tormentas de arena y los grupos de asaltantes. El viaje en sí es una especie de ser consciente, una deidad viviente que no quiere relacionarse con los tontos ni los débiles, y por eso procurará disuadirte. Se empeña en recibir el máxi_mo grado de respeto.

A eso de la medianoche apareció Mushtaq. Halfcourt había esta__ción, se había apagado en esa atmósfera afligida.do releyendo la carta de Yashmeen, la que había traído el americano. Su puro, por lo general una brasa alegre en la luz tenue de la habita

– Estoy contaminado más allá de toda esperanza, Mushtaq.

– Encuéntrela otra vez, señor. Aunque para ello tenga que subir a la torre más alta de la ciudad más cruel del mundo, haga cuanto ten_ga que hacer para dar con ella. Como mínimo, escríbale.

– Mírame. -Un hombre mayor en un uniforme andrajoso-. Mira qué he hecho de mi vida. No debo ni volver a hablar con ella.

Dicho lo cual, un buen día montó en uno de los duros y pequeños caballos kirguizos y partió cabalgando solo, quizás en busca de los Com__siguió con sus dudosas actividades en Kashgar.pasivos, quizás de lo que hubiera quedado, a esas alturas, de Shambhala. Mushtaq se había negado a acompañarlo. Prokladka, convencido de que el caballero inglés había perdido definitivamente la cabeza, pro

Unas semanas más tarde, Auberon Halfcourt apareció en la tienda de un comerciante de libros en Bujara, limpio, acicalado y planchado, respetablemente vestido, pero con un destello de locura en los ojos. Su aparición no fue ninguna sorpresa para Tariq Hashim, que había vis__llada cazuela de latón, y de un armario lacado con incrustaciones de marfil y madreperla extrajo, con to pasar por allí al menos a una generación de esos buscadores, de los que últimamente la mayoría eran alemanes. Llevó a Halfcourt a una habitación de la trastienda, sirvió tazas de té de menta de una aboreverencia, le pareció al inglés, una caja que contenía una pila de hojas estrechas y largas sueltas, con siete líneas por página, impresas con clisés de madera.

– Principios del siglo vil, traducido del sánscrito al tibetano por el erudito Taranatha. Formaba parte del canon tibetano conocido como Tengyur.

Desde que había salido de Kashgar, Halfcourt había soñado mu_chas veces con Yashmeen, siempre la misma historia frustrante: ella intentaba hacerle llegar otro mensaje, él nunca estaba donde debería para recibirlo. Ahora tenía que esforzarse por pedir benevolencia a los sueños.

– También tenía noticia de otra carta, en forma de poema -dijo con cautela-, escrita por un príncipe erudito tibetano a su padre, muerto y renacido en Shambhala…

El librero asintió.

– Ese es el Rigpa Dzinpai Phonya, o «Mensajero portador de cono__ra en venta que contiene versos que no aparecen en otras variantes.cimiento», de Rimpung Ngawang Jigdag, de 1557. Las instrucciones para viajar a Shambhala las da el autor a un yogui, que es una especie de personaje de ficción, aunque al mismo tiempo real, una figura en una visión y también el propio Rinpungpa. Conozco una versión aho

En especial éstos: «Aunque olvides todo lo demás», instruye Rinpungpa al yogui, «acuérdate de una cosa: cuando llegues a una bifurcación en el camino, tómala». Para él era fácil decirlo, claro, pues era dos per_sonas a la vez. Podría ponerle en contacto con el vendedor, si va usted en serio.

– Voy en serio -dijo Halfcourt-, pero no leo tibetano.

Tariq se encogió comprensivo.

– Las traducciones de estas guías para viajar a Shambhala suelen ser al alemán: el Shambhalai Lamyig de Grünwedel, por supuesto…; más recientemente, tres páginas del volumen de Laufer sobre literatura bu_dista uigur, de autor desconocido, supuestamente del siglo XIII, que todos los alemanes que pasan por aquí parecen llevar en sus mochilas.

– Supongo que mi pregunta -dijo Halfcourt esforzándose por no traslucir una extraña sensación premonitoria de excitación y pena que llevaba sintiendo desde hacía días, como si fuera a ocurrir algo importante- es: hasta qué punto son útiles para encontrar un lugar real.

El librero asintió durante quizá más tiempo del que debía.

– Ayuda ser budista, eso me han dicho. Y tener una idea general de la geografía de por ahí. Es casi seguro, por ejemplo, que debe buscar_se al norte del Taklamakán. Lo que no aclara mucho las cosas. Pero es lo único en que, por lo que sé, coinciden todos.

– Yo mismo soy sumiso al Profeta, de modo muy convencional, me temo. Pero Shambhala, aunque sea muy interesante, de eso no me cabe duda…

A esas horas la ciudad estaba saturada de sombras, las mujeres se deslizaban con túnicas sueltas y velos de crin, las cúpulas y los mina__sierto, por desquiciados que fueran, se tornaron posibles.retes permanecían en silencio e intocables contra un cielo de un azul de intensidad indeseable, los mercados estaban vacíos, a merced del viento, y durante un instante todos los espejismos y visiones del de


Hay lugares que tememos, lugares que soñamos, lugares de los que nos convertimos en exiliados sin darnos cuenta hasta que, a veces, ya es demasiado tarde.

Kit siempre había creído que tarde o temprano regresaría a las San Juan. Nunca se le había pasado por la cabeza que su destino pudiera estar aquí, que aquí, en el Asia Interior, hallaría de nuevo sus cum__nudo de naturaleza letal, que le reclamaban.bres escarpadas y sus nieves del desierto, sus jinetes aborígenes, sus cantinas del camino y sus mujeres completamente incomprensibles, en cierto modo más deseables aún cuando había otros asuntos, a me

Hasta que vio el lago Baikal no comprendió por qué había sido necesario viajar hasta aquí, ni por qué, en el transcurso del largo ca_mino, la penitencia, la locura y el extravío eran ineludibles.

Prance se había quedado en Irkutsk, pretextando agotamiento, pero Hassan se empeñó en que para un buriato devoto el fin del peregri_naje tenía que ser la gran piedra en la boca del Angará, donde el río salía del lago.

– Pero esa historia no es más que una tapadera -le recordó Kit-, no somos buriatos, ninguno de nosotros.

La mirada de Hassan era clara pero inescrutable.

– Casi hemos acabado el viaje.

– ¿Y el Profeta?, ¿el maestro del Doosra?, ¿podré hablar con él?

– Ya ha hablado con él -dijo Hassan.

– ¿Cuándo…? -empezó a preguntar Kit, y en ese instante apareció el Baikal.

Había admirado pequeños y puros lagos de montaña en Colo____________________rara al corazón mismo de la Tierra tal como era antes de que hubiese ojos para contemplarla.lidad de caer en otro orden de las cosas. Pero ahora sentía como si michos de la ciudad, y no le sorprendió la claridad perfecta que más de una vez le había llevado al borde de perderse, a la vertiginosa posibirado, aguas sin mancillar por las escorias de las minas ni por los dese

Tenía más de un kilómetro y medio de profundidad, según le ha____________________taba allí.bía entendido en su interior. Como era de esperar, Hassan ya no escillamente no se había esforzado lo bastante para merecer ver esto. Su primera intención fue darse la vuelta y volver a Kashgar, rehacer todo el camino hasta la Puerta, y empezar de nuevo. Miró alrededor para decírselo a Hassan, pues estaba seguro de que él también lo havocado, permitiendo que le distrajeran las trivialidades cotidianas; sendo nuestro, inferior y quebradizo. Ahora se sentía poseído por una violenta certidumbre. Después de todo, había tomado el camino equitural y habían sido encajados de manera provisional en este otro munfinir, estaba seguro de que era otro de esos lugares, como el Monte Kailash o el Tengri Khan, que formaban parte de un orden sobrenavisible: los vientos se levantaban en cuestión de segundos, las olas alcanzaban la altura de pequeñas montañas. Un viaje hasta allí no era una excursión vacacional. Por alguna razón que no habría sabido dequier otro lugar de la Creación. Navegar por él era peligroso e imprebía dicho Auberon Halfcourt, y alojaba criaturas desconocidas en cual

Al principio de su viaje, aunque situado a poca distancia de Kash____________________jaron el espacio en blanco.bían acabado padeciendo agotamiento nervioso tras sus tentativas de representar la región que rodeaba el Tushuk Tash. Algunos tendieron a plasmarla recurriendo a amargas fantasías; otros, más conscientes, devía de nada. Cartógrafos de diferentes imperios, sobre todo rusos, hagar, cerca de la aldea de Mingyol, y visible a veces en la lejanía desde extraños ángulos, el gran Arco de Piedra conocido como Tushuk Tash era considerado como un lugar inaccesible, incluso por los habitantes de la región. Un laberinto de cañones cruzados se interponía en el camino, tantos que ni siquiera se habían contado. Ningún mapa ser

Cuando Hassan se enteró de que Kit y Prance tenían que empren_der viaje pasando primero bajo la gran roca horadada, se excusó y se fue a orar, distante y sumido en un malhumorado silencio, como si el Doosra le hubiera mandado acompañarlos a modo de castigo.

Algunos se referían a la colosal puerta como si fuera un precipicio, un puente, una barrera de tierra, un paso entre altas paredes de roca…; para otros no se trataba de un accidente del paisaje sino de algo más abstracto, un examen religioso, un rompecabezas criptográfico… Hassan siempre la había llamado «la Puerta del Profeta», con lo que tanto daba nombre a la roca como dejaba constancia de la sanción de un Profeta que se entendía no sólo como Mahoma sino también como otro, que moraba mucho más al norte, de quien el maestro de Hassan, el Doosra, era el precursor.

Tardaron todo un día. Se adentraron en una región grisácea de barrancos profundos y torres rocosas. Hassan los guió sin error por el laberinto de cañones. Era un misterio qué proceso terrenal podía ha____________________gentes exigieran una mirada oblicua como condición de paso.tinguir el exterior del interior. Kit descubrió que no podía mirar ese país directamente durante más de un minuto, como si sus espíritus reberlos creado. Con el sol en ángulo, el Kara Tagh parecía una ciudad de piedra, fragmentada en repeticiones cristalinas, grises, de manzanas urbanas y edificios sin ventanas, como si estuvieran habitadas por algo que ya no estaba a la vista, ni a la luz, más allá de toda necesidad de dis

Cuando por fin llegaron ante la Puerta, no les pareció una forma__mides, mucho antes de que hubiera empezado la historia escrita. A lo lejos, los picos resplandecían blancos, se elevaban sobre el macizo de Altai, por el que los llevaría la ruta de su viaje. Kit alzó la mirada, corriendo un riesgo quizá fatal, pero tuvo que hacerlo.ción natural sino una estructura de mampostería, con piedras a las que se había dado forma para que encajasen sin argamasa, como las Pirá

En el cielo todavía luminoso, la mole era inmensa, de tres o pue____________________rado gris recibía de pleno la última luz del día con un incontestable fulgor.chillo sobre él. Ahí abajo todo era oscuro, pero arriba el conglometarse demasiado rápido para que Kit lo oyera y abatirse como un cuban al suelo ya eran invisibles, seguidos del sonido zumbante de su descenso porque caían más rápido que la velocidad del sonido local… En cualquier instante, un fragmento suelto de roca podía precipipacio vacío. Enorme, oscura, inestable, en continua desintegración, despojándose de trozos de sí misma desde tan alto que cuando llegabre, y bajo ella había un gran arco gótico afilado y puntiagudo de esde que cuatrocientos metros de altura como poco, plana en la cum

Sobrevolándolo, tan alto y tan aparentemente inmóvil que al prin____________________las y se sabía que podían traer cadáveres de antílopes e incluso de lobos. Cuanto más tiempo pasaba cerniéndose sobre él a aquella majestuosa altitud, más convencido estaba Kit de que era un mensajero.zaban esas águilas para cazar; hacían falta dos hombres para manejarrada captaba los rayos y parecía emitir luz propia. Lo kirguizos utilicipio podría haber pasado por un defecto de la visión, un águila do

Los chinos nos dicen que un viaje de mil kilómetros empieza con un único paso, pero curiosamente guardan silencio sobre el paso mismo, que a menudo debe darse, como en este caso, desde un suelo inaccesible, o directamente hacia un abismo inconmensurable.

En el momento en que atravesó la puerta, Kit no se sintió tan en__mento no lo recordase, era conocido en todo el mundo, una ciudad rutilante a esta distancia, con destellos amarillos y naranjas, aunque muy pronto sería absorbida por la misma confusión gris de sordecido cuanto cegado por una poderosa emisión de sonido, un gran aullido coral sobre el desierto, que traía, como una breve interrupción tenebrosa durante el día, una visión ahora nítida, en este atardecer, de un terreno iluminado por el sol que, justo delante, descendía en una larga pendiente hacia una ciudad cuyo nombre, aunque en ese mobarrancos sin salida y paredes rocosas esculpidas por el viento que habían cru_zado trabajosamente para llegar hasta allí y ahora debían volver a cruzar para regresar a la Ruta de la Seda. Entonces la visión se desvaneció, como las ascuas de una hoguera en el crepúsculo inmenso.

Se volvió hacia Hassan.

– ¿Has visto…?

– No he visto nada, señor. -En el rostro de Hassan, comprensión y un ruego de silencio.

– ¿No has oído nada?

– Pronto anochecerá, señor.

Luego, a lo largo de todo el viaje, Kit soñó con el instante en que había atravesado la Puerta. A menudo el sueño le llegaba antes del amanecer, tras un vuelo lúcido, alto, etéreo, azul, que le llevaba hasta una serie de cuerdas o cables de acero suspendidos, a modo de puente, sobre un profundo abismo. La única manera de cruzarlo era colgado, mirando hacia arriba, agarrado a los cables, avanzando mano tras mano y utilizando también piernas y pies, con la pura e inconmensurable caída a sus espaldas. La puesta de sol es rojiza, violenta, compleja, el sol mismo aparece como núcleo permanente de una explosión toda____________________paras oscilando, los samovares de cada punta jadeando y resoplando como máquinas de vapor en miniatura. El tren estaba entrando en la estación.mo y se despertó a la luz color vino del vagón de tren, con las lámte, el arco, la vía de cruce. La última vez que tuvo ese sueño fue antes de entrar en Irkutsk en el Transiberiano. Una voz que sabía que debía reconocer susurró: «Estás liberado». Empezó a caer en el gran abisciones se resienten del esfuerzo realizado para convertirse en el puentituido por Kit en persona, y al despertarse sus músculos y articulavía no imaginada. De algún modo, en el sueño, el Arco ha sido sus

Después de cruzar la Puerta del Profeta, siguieron por las faldas de las colinas septentrionales de las Tian Shan, saltando de un oasis de la Ruta de la Seda al siguiente: Aksu, Kucha, Korla, Karachar, tenien____________________gráfico que mensurable a lo largo de ejes de pesar y pérdida.tender que el espacio que les había abierto la Puerta era menos geollaba desprevenidos, ennegreciéndolo para siempre. Cuando llegaron exhaustos al oasis de Turfán, al pie de las Montañas Llameantes, más rojas que la cordillera de Sangre de Cristo, Kit había empezado a enzadas vespertinas que dejaban el desierto cegadoramente cubierto de nieve por la mañana, bolsillos de arena verde granate extrañamente resplandeciente en el crepúsculo; y tormentas de arena que hacían casi imposible respirar, ennegreciendo el día…, para algunos de los que piregrinaje hacia una taza de agua y unas pocas horas de sueño; granipectros cubiertos de polvo se movían encadenados en su forzoso pedales en una erupción continua, iluminando incluso el cielo vacío y las nubes pasajeras; a través de canteras de piedra nefrítica donde esnatural, de Khan Tengri, el Señor del Cielo, que derramaba luz a raudo como punto de referencia la pirámide, de un color blanco sobre

– Es espantoso -dijo-. Fijaos. Esta gente no tiene nada.

– Lo que no ha evitado que los alemanes se lo quedaran -dijo Pran____________________tanos -dijo Prance-, más tarde Gengis Kan y, tras él, el partían las bendiciones de un oasis que nunca se secaría. Los chinos del imperio viajaban miles de kilómetros hasta ahí para ver hasta qué punto era real tanta sofisticación-. Luego irrumpieron los mahomerante cuatrocientos años, Turfán había sido el lugar más civilizado de Asia Central, un punto de convergencia de jardines, sedas, música, una región fértil, tolerante y compasiva. Nadie pasaba hambre, todos comce. Hasta aproximadamente el 800 o el 900 d.C., siguió explicando, ésta había sido la metrópolis del antiguo reino de Khocho. De hecho, algunos eruditos creían que se trataba de la Shambhala histórica. Dudesierto.

En Turfan giraron hacia el norte, alejándose del Taklamakán, hacia Urumchi y el paso que había más allá, el que atravesaba las Tian Shan y llevaba a las tierras bajas de Zungaria, con la intención de encami_narse al norte por el noroeste, rodear el Altai y, dependiendo de qué río estuviera deshelado en aquel momento, encontrar un vapor que los llevara hasta el Ferrocarril Transiberiano al este de Irkutsk.

Prepararon sopa de raíces, cazaron y asaron carneros, pero dejaron escapar a los cerdos salvajes por respeto a Hassan, que se saltaba sin ma__cesidad tenía de contárselo a los ingleses.yores problemas las prohibiciones alimenticias pero no veía qué ne

Por allí andaban otros grupos extranjeros, muchos de ellos arqueó_logos alemanes, auténticos carroñeros, aunque a veces Prance, llevado por la gravedad del recuerdo, se quedaba mirándolos atentamente por sus prismáticos, durante lo que parecían horas, antes de anunciar:

– Son rusos. Fíjese lo bajas que están montadas sus riendas.

– ¿No deberíamos…?

– Hay buenas razones para una cosa y para la contraria. Probable_mente les interesen más los alemanes y los chinos. Con la Entente, se supone que el Gran Juego ha acabado aquí, pero las viejas suspicacias perviven, y algunos de esos soldados podrían dispararnos en cuanto nos vieran.

Un día, en terreno más elevado, tropezaron con una estampida de unos cincuenta kiangs, asnos asiáticos rojos salvajes, cada uno con una franja oscura en el lomo, con los ojos en blanco y moviéndose rápi_do, probablemente asustados por la cercanía de los humanos.

– Ver para creer -dijo Kit-, ésa sí que era una estampida.

Se refugiaron en un bosque de cáñamos en flor que habían empe__nando capullos dezado a oler ya al mediodía, mucho antes de verlo. Las plantas medían tres metros y medio de altura, y su sola fragancia bastaba para aturdir a un viajero sumiéndolo en ensoñaciones. Hassan pareció animado por primera vez, como si eso fuera un mensaje de alguien con el que ya había tenido trato. Se movía por allí como un inglés por un jardín de rosas, inhalando cuidadosamente los aromas, mirando y seleccio ganja con flor o fruto, hasta que hubo recogido una buena bala. Durante días, las plantas fragantes colgaron boca abajo al sol, atadas a las correas de carga de los camellos, oscilando a medida que los animales avanzaban. Cada vez que Prance intentaba coger un capullo, aparecía Hassan como de la nada y le daba un manotazo.

– Todavía no está curado. No está preparado para fumar.

– ¿Y cuándo…?

– Tengo que pensarlo. En realidad no es para ingleses, pero puede que lleguemos a un trato.

El viento, que estaba vivo, consciente, y no se mostraba amable con los viajeros, tenía la costumbre de levantarse en plena noche. Los ca__zaban a oírlo, en un crescendo imparable, de modo que disponían de poco tiempo para improvisar un refugio; normalmente no había más alternativa que someterse, aplastado contra la tierra plana, como un tallo de hierba, e intentar que no se te llevara por los aires.mellos lo olían primero, luego todos los miembros del grupo empe

Los lobos se reunían y vigilaban toda la noche, no estaba claro si para mirarlos o para llevarse lo que quedara cuando el viento hubiera acabado con ellos. Prance parecía alimentarse de poco más que de un remedio estomacal de la zona que los uigures llamaban gül kan, prepa__día con hosquedad si se le pedía. Hassan tomaba represabas vigilando atentamente su provisión rado con pétalos de rosa fermentados, del que llevaba una enorme cantimplora y que era reacio a compartir con nadie, es más, responde ganja, que utilizaba, según se vio, como una suerte de moneda de cambio, ganándose la simpatía de todos los grupos con los que se cruzaban en ruta, desde los tártaros finlandeses que cazaban en el Altai hasta los pescadores del hielo cosacos en el lago Zaisan. A esas alturas el Irtish estaba helado, así que siguieron adelan____________________to a los raíles de vía ancha el tren que los llevaría a Irkutsk.pó a un vapor, lleno de mineros, mercaderes y funcionarios zaristas, y todos se vieron arrastrados bamboleándose como por un tobogán ciento noventa kilómetros río abajo hasta el pequeño asentamiento de trabajadores del ferrocarril de Novosibirsk, donde esperaron junplosión y desgarro del deshielo de la primavera, que despertó a todos antes del amanecer, al repercutir el estruendo en las montañas, y atrate hasta Barnaul, en el Obi, justo a tiempo para presenciar la gran ex

– Así que esto es Irkutsk.

– El París de Siberia.

Pero más bien recordaba a las San Juan un sábado por la noche. Tanto de día como de noche. La ciudad era una peculiar combina_ción de animación y respetabilidad. Los mineros del oro bebían vodka, jugaban al vint, discutían de política y se disparaban con un espíritu ju_guetón y fatalista. Los kupechestvo se quedaban en sus grandes casas en Glaskovsk, confinados en las partes de la ciudad donde se hacían los negocios, fingiendo ignorar los bajos fondos, que hasta hacía bien poco los habían incluido a ellos.

– Menudo peregrinaje. -Kit miró a su alrededor a través de una cor__llaba en el interior del Club Golomyanka, donde Prance y él habían entrado a celebrar, o al menos a conmemorar, su llegada.tina de humo de tabaco y de cáñamo, al espectáculo que se desarro

– Aquí el peregrinaje es una cuestión de deidades amables y colé_ricas. Ritmo. Guía.

– ¿Y eso qué significa?

– Pregúntele a Hassan.

– Hassan desapareció en cuanto llegamos al lago.

– Precisamente.

Habían recibido órdenes de informar de su llegada a un tal señor Swithin Poundstock, un británico que se dedicaba al negocio de im__cel, estarciendo en varias cajas pesadas el poco convincente término deportación y exportación. «Y de nada servirá», había subrayado Auberon Halfcourt, «presionarle para que dé más detalles.» Lo encontraron en el puerto de Irkutsk, en su almacén, trajinando con un tintero y un pin naushniki.

– Orejeras -susurró Prance-. Creo que no, no en esta vida.

A pesar del bullicio que reinaba en el inmenso y mal iluminado espacio, varios empleados parecían básicamente ocupados en observar a Kit y Prance con mal disimulada hostilidad.

– ¿Cómo está Halfcourt? -les saludó el mercader-. Ladrando como un loco, ya lo sé, pero ¿qué más?

– El le manda… -empezó Prance.

– Y díganme, ¿qué es de Hassan?

Prance frunció el ceño perplejo.

– ¿El guía nativo? No lo sé, desapareció.

– Me refería a antes de desaparecer -puede que con un matiz de impaciencia-, ¿dejó algo para mí?

– Oh. -De un bolso Gladstone, Prance le alcanzó un pequeño pa_quete envuelto en hule encerado, a través del cual Kit pudo detectar la firma nasal distintiva del cáñamo silvestre. Con esfuerzo se contu__bado. Los condujo a la parte de atrás de las instalaciones, donde se oía, cada vez más alto, una percusión rítmica y metálica. Llegaron a una puerta de acero, ante la cual se erguían dos enormes figuras con aires de matón, cada uno con un revólver Nagant modelo de 1895.vo de hacer comentarios, e hizo bien, pues Poundstock no había aca

– Cómo -murmuró uno de ellos-, ¿tú otra vez?

Dentro, una gran prensa de acuñación de cierta antigüedad es__plicó Poundstock:tampaba lo que parecían soberanos de oro británicos. Con la salvedad de que no eran de oro, sino más bien de una plata cobriza, como ex

– En su mayor parte son monedas chinas antiguas. Lo que ellos llaman «metálico». Plata, bronce, la composición varía dependiendo de lo que llegue cada día. Lo fundimos, vaciamos lingotes, hacemos láminas, pulimos los cantos, grabamos el dibujo y las galvanizamos con una capa muy fina de oro. No pueden diferenciarse de las auténticas.

– Pero todas son…

– No lo diga. Gracias a unos amigos de Tower Hill, los troqueles que utilizamos son genuinos. La joven Vic de aquí es la de verdad en cada una. Y eso es lo que importa, ¿no?

– No lo sé. ¿Pueden gastarse?, ¿legalmente?

– Un concepto interesante, sobre todo aquí. Empezaremos con mil, ¿qué le parece? Como usted quiera. ¿Dos mil? No pesan tanto como creería, se lo aseguro. -Con una pala de horno, llenó de pseudosoberanos una caja fuerte con reborde de latón-. Todo suyo. Y una última cosa, el sermón habitual, y luego ya puede partir a sus aventuras.

Los condujo a un despacho contiguo, dominado por un mapa de Siberia.

– Aquí es por donde se moverán, por las tres cuencas del gran río al este del Yeniséi: el Tunguska Superior, el Tunguska Pedregoso y el Tunguska Inferior. Los clanes tunguses que ocupan cada uno de los va____________________mado Magyakán, que actúa en nombre de los ilimpiyes.guska Pedregoso. La figura clave de todo esto, tal vez incluso sea el superior de vuestro Doosra, es un chamán de gran fama regional llalles de esos ríos han estado en guerra durante años, sobre todo los ilimpiyes, que viven en el Tunguska Inferior, y los shanyagires, del Tun

– ¿Y con qué representantes de las grandes Potencias podemos to_parnos?

– Probablemente ya se los hayan encontrado. -Poundstock se en_cogió de hombros-. Bon voyage, caballeros.

Y se pusieron en marcha una vez más, a bordo de un vapor fluvial, por el Angara, como se le llamaba en ese extremo, aunque su nom____________________pitante del Asia chamánica.dad y pasaron bajo el gran puente volante, empujados por la corriente que salía del lago Baikal, hacia el norte, penetrando en el corazón palbre cambiaba más adelante a Tunguska Superior, dejaron atrás la ciu

Los otros pasajeros eran siberyaki, prospectores, jugadores, em_presarios cosacos, fugitivos de las calles amplias y bien iluminadas y de cuanto éstas consideraran un comportamiento apropiado. Pasaron por terrenos pantanosos cubiertos de alisos, de bosques de bambú y de liquen de reno verde claro. Osos que buscaban arándanos rojos se detenían para mirarlos. Crías de grulla siberiana aprendían a volar y se elevaban brevemente contra el cielo.

En Bratsk había un profundo cañón con pinares y violentos rápi_dos, y todo el mundo tuvo que bajarse y vadearlos por tierra, a través de un inmenso enjambre de mosquitos tan espeso que oscurecía el cielo, hasta el punto donde esperaba otro barco para proseguir el viaje.

Desembarcaron un par de días más tarde en Yeniseisk y encon_traron caballos kirguizos y provisiones, y a Kit le sorprendió oír a Prance hablando la jerga local a mil por hora.

– El tungús, el buriato, el mongol: es una cuestión de acento y poco más, una cierta posición del aparato vocal, la embouchure, la respiración…

Recogieron su equipaje, que incluía la caja llena de soberanos cha__niéndoles al corriente, siempre que fuera posible, del tema de la Reina cuya imagen aparecía en el anverso.pados en oro de Poundstock, en el muelle. Las instrucciones de Prance eran pagar con ellas a todos los nativos que pudieran serles útiles, po

– Les cuento que está viva -admitió sin que pareciera avergon_zarle-. Que ella es nuestra gran chamán. Que ha dominado el tiempo. Que no envejece. Ese tipo de cosas.

– ¿Y qué les decimos de todos los alemanes que andan por esos bosques contándoles lo contrario? Descubrirán que está muerta.

– Pues les digo que es la gobernante de Shambhala.

– También deben de saber que eso es mentira.

– A Dorzhiev le funcionó en el Tíbet. Le dijo al Dalái Lama que el Zar era el rey de Shambhala, pero eso no serviría aquí, los tunguses odian al Zar, tanto da quién sea, sólo por principios. Se espera de no_sotros que encontremos al chamán local y veamos si puede decir algo en nuestro favor, cualquier comentario que ayude a la vieja Entente, ya sabe.

– A ver si me aclaro: el Zar es el rey de Shambhala, Victoria es la reina de Shambhala, lo cual conforma una alianza Shambhala-Shambhala, o algo así, toda una ecuación, ¿verdad?, ¿y no están emparentados?

– Por matrimonio -con una mirada a la que Kit ya se había acos_tumbrado, una mezcla de impaciencia, desaprobación y miedo a que alguien hubiera contado un chiste que él no hubiera captado.

Manteniéndose casi siempre en las cercanías de las orillas de los ríos, avanzaron entre inverosímiles minas de carbón, bosques de sauces y de bayas silvestres, praderas cubiertas de flores que a Kit le parecían enormes, violetas tan grandes como una mano, azucenas amarillas y verónicas azules bajo las cuales uno se podía proteger de la lluvia, bus____________________narlas a voluntad, pese a sus ojos centelleantes, su ira inexorable.gre. La había presentado al cielo. Había testigos. Tenía poder sobre las criaturas de hierro de Agdy, el Señor del Trueno, y sabía cómo domidado ruso de un disparo de rifle y, con toda la calma del mundo, se había metido la mano dentro de su propio cuerpo y se había extraído la bala, de más de tres centímetros, resplandeciente y sin rastro de sancando la palabra del chamán Magyakán, si no al hombre en persona. Como la taiga, él estaba por todas partes, misterioso, un ser heroico con dones sobrenaturales. Oyeron historias de cómo le había herido un sol

– Mire lo que ocurre por estos lares -le instruyó Prance-, lo que aquí se da es una serie de combinaciones: «Agdy» es el dios hindú del fuego Agni, sin duda, pero con toda certidumbre es también Ogdai Kan, hijo de Gengis Kan, a quien sucedió en el Imperio Mongol y que extendió las conquistas de su padre al este y al oeste, desde China hasta Hungría.

– ¿Y si sólo fuera el nombre de quienquiera que sea el que man_de esos objetos de hierro a los shanyagires? -preguntó Kit, sin darse cuenta de la irritación que pudiera causar.

– No son objetos de hierro, no son objetos de hierro, ¡ahí está la gracia! -gritó el Teniente Prance-. Estos malditos chamanes cuentan cualquier cosa a la gente, por descabellada que sea, y la gente los cree, es como con los americanos, sólo que distinto.

– ¿Cree que este Magyakán es el tipo del que hablaba el Doosra?

Prance no tenía ni idea y además, como quería dejarle bien claro a Kit, no le importaba.

– Pues es una extraña actitud para un estudiante de teología, ¿no?

– Traverse, por el amor de Dios. -Prance llevaba fumando todo el día y en su voz resonaba un ronco gruñido de impaciencia-. Hay luz y hay oscuridad…

– A ver si lo adivino: la Iglesia de Inglaterra es la luz y todo lo de_más es…

– No es del todo así. Las diferencias entre las religiones del mundo son de hecho bastante triviales comparadas con el enemigo común, las antiguas y permanentes tinieblas que todos odiamos, tememos y combatimos sin cesar. -Hizo un amplio gesto para abarcar la taiga sin límites que los rodeaba-. Chamanismo. En toda la Tierra no hay un solo pueblo primitivo que no lo practique en alguna de sus variantes. Todas las religiones de Estado, incluida la suya, lo han considerado irracional y pernicioso, y han tomado medidas para erradicarlo.

– ¿Qué dice? En Estados Unidos no hay «religión de Estado», que____________________quilar. Y no se lo tome como algo personal.tamos en otra Inglaterra y nos dediquemos a invadir los bosques con gaitas y ametralladoras Gatling, a la búsqueda de más infieles que anirido amigo, tenemos libertad de culto, garantizada en la Constitución: mantiene separados a la Iglesia y al Estado para que así no nos convir

– Los cheroquis -replicó Prance-, los apaches, la masacre de los Bailarines de la Danza de los Espíritus sioux en Wounded Knee, a to__tentado convertir al cristianismo o simplemente los han asesinado.dos y cada uno de los indios con que se han encontrado los han in

– Era por las tierras -dijo Kit.

– Pues sugiero que era por el miedo al hechicero y a sus extra____________________mo africano secuestrando a la mitad del continente para esclavizarlo, poniéndoles nombres cristianos y haciéndoles tragar a la fuerza sus peculiares versiones de la Biblia, y mire lo que pasó.tas disimuladas con nombres falsos. Intentaron exterminar el chamanisria en América ha sido la de una larga guerra religiosa, cruzadas secrediaria. La única droga con la que ustedes se han sentido cómodos es el alcohol, así que llegaron allá y envenenaron a las tribus. Toda su histonos ponerse en contacto con los poderosos dioses que se ocultan en el paisaje, sin ninguna necesidad de una Iglesia oficial como intermeñas prácticas, como bailar y tomar drogas, que permiten a los huma

– ¿La Guerra de Secesión? Eso fue por cuestiones económicas. Política.

– Esos eran los dioses a los que ustedes intentaron destruir, esperan_do la hora de su venganza. Se creen todo lo que les cuentan, ¿verdad?

– Supongo que tendré que ir a Cambridge para ser más listo -re____________________dades que se presentaran de tener una riña recreativa-. ¿Qué le hizo meterse en el rollo de las divinidades?, si me permite la pregunta.mitadas aquí, en la taiga, así que había que aprovechar las oportuniplicó Kit sin tomárselo a mal. Las posibilidades de diversión eran li

– Era un joven religioso -replicó Dwight Prance-. Fácilmente po__do sandalias, soltando sermones en las esquinas; pero sucedió que era la única elección que se anulaba a sí misma.dría haberse expresado de otras formas: cantando en un coro, llevan

– ¿Era eso lo que quería?

– Más bien fue lo que pasó. A medida que pasaba más tiempo es____________________lar, me volví cada vez más…, umm, desdeñoso, por así decir, con toda esa historia.pezaba a percibir sus numerosas relaciones íntimas con el poder secutudiando las religiones, sobre todo el Islam y el Cristianismo, y em

– Iglesia y Estado.

Prance se encogió de hombros.

– Es bastante natural encontrar a César llegando a oportunos acuer__mo, ¿no?dos con Dios siempre que es posible, pues ambos persiguen lo mis

– Y usted se fue interesando cada vez más…

– Sí, por los acuerdos. ¿Creía que me pasaba las noches rezando?

– Entonces, si no está aquí combatiendo por Cristo… ¿por quién lo hace exactamente?

– Por un puñado de hombres de Whitehall de los que usted nun_ca ha oído hablar, cuyos rostros nadie reconoce.

– ¿Y pagan bien?

La carcajada de Prance tenía poco de sagrado y se prolongó más de lo razonable.

– Me parece que tendrá que hablar con ellos sobre el particular.

De vez en cuando, Kit recordaba la pureza, la feroz y resplande__ta de lo que se les venía encima, el refugio de lo trivial resultaría ser una bendición y un paso hacia la salvación.ciente pureza del lago Baikal, y cómo se había sentido allí, al viento en el que había desaparecido Hassan, y ahora se preguntaba por qué esa certidumbre no había impedido que se sumiera en este pendenciero aturdimiento del espíritu. Sin embargo, como sabría más tarde, en vis


Una explosión de luz inmensa como el cielo.


A las 7.17, hora local, del 30 de junio de 1908, Padzhitnov estaba a punto de cumplir un año como contratado de la Ojrana, por lo que recibía quinientos rublos al mes, una suma exorbitante para los presu_puestos de espionaje de la época. En consecuencia, la gran nave se desplazaba un poco baja por el cielo, su capitán y tripulación pesaban en conjunto al menos treinta poods, alrededor de media tonelada, y eso no incluía el peso de la mampostería que Padzhitnov planeaba dejar caer sobre objetivos ya designados, una carga que se veían obli_gados a transportar como lastre, pues la mayoría de los edificios de Siberia parecían construidos con madera y maleza, una dificultad que, aunque suponía un desafío militar para los miembros de la ekipazh, distaba de contribuir a la tranquilidad de ánimo de todos, hasta que atisbaron Irkutsk desde el aire y se asombraron de las majestuosas ca_sas de ladrillo-y-mampostería de los comerciantes de pieles y de los magnates del oro, nouveau riche, y empezaron a gritar «Právil'no!» y a abrazarse. Sin embargo, cuando se requería aumentar la sustentación, la filosofía del diseño ruso siempre había recurrido a añadir tanto em_puje y potencia al motor como fuera necesario, y así, aunque el Bol'shaia Igra fue evolucionando con el transcurso de los años, al control de peso nunca se le prestó la atención que mereció para la ingeniería de otros países.

Por esos días reinaba cierto nerviosismo entre los funcionarios ser____________________ta ahora habían sido certezas y mandatos divinos se volvió tan incierto y precario como la lucha de cualquier campesino con el día a día, y todos, independientemente de su riqueza o posición, debían avanzar a tientas.ta naval en Tsushima y las inmensas manifestaciones en las ciudades, los pogromos, el terror y la sangre, la inconcebible posibilidad de que Dios hubiera abandonado Rusia empezó a hacerse palpable. Lo que hasviles y advenedizos a todos los niveles del Razvedka. Desde la derro

– Soy un guerrero, no un científico -se quejó el Ofitser Nauchny Gerasimov-. Tendrían que haber enviado profesores.

– Eso puede esperar -dijo Padzhitnov-, La Ojrana cree que este Suceso podría haber sido obra del hombre, y quiere conocer las im_plicaciones armamentísticas.

Gennady, el umnik de la tripulación, señaló distraídamente las hi_leras de troncos muertos descortezados que pasaban por debajo.

– ¿Obra del hombre? ¿Esto? ¿No lo hizo Dios?

– El General Sujomlinov tiende a pensar que más bien fueron los chinos, aunque no descarta a los alemanes.

– Seguramente ya tiene otros planes inmobiliarios pensados, visto que le han despejado los terrenos gratuitamente. -Gennady simuló que miraba hacia abajo, asombrado-. A ver, ¿quiénes son esos hombres trajeados que montan a camello por ahí? Zi! ¡Mirad! ¡Son agentes in_mobiliarios, que van en caravana!

– El General está ansioso por saber cómo se hizo -dijo Padzhit_nov-. No para de repetir: «Recuerden quién inventó la pólvora».

Pavel Sergueievich, el Oficial de Inteligencia, contempló el desas_tre, que se extendía más allá del horizonte.

– No hay rastro de incendio, ningún cráter, ni siquiera uno super_ficial. No fueron explosivos, al menos no ninguno que conozcamos.

– ¿Qué dice la gente que vive ahí?

– Que fue Agdy, su Dios del Trueno.

– ¿Eso oyeron?, ¿un trueno?

– Una presión sonora de algún tipo… Aun así, parece que la ener_gía sólo se desplazó lateralmente.

– Pero no en forma radial -dijo Padzhitnov-. Helm, súbanos tres_cientos metros. Quiero que todos ustedes vean algo curioso.

Ascendieron a un cielo del que el color se había vaciado por com_pleto, como si hubiera ocurrido en el mismo instante terrible en que esos millones de troncos se habían emblanquecido, y tras llegar a la altitud deseada, todavía en el aire, miraron hacia abajo como iconos de santos pintados en el interior de la cúpula de una iglesia.

– Parece una mariposa -comentó Gerasimov.

– Un ángel.

– Es simétrico, pero no la elipse de destrucción que uno esperaría.

Padzhitnov convocó una reunión que, dada la situación, no se dio por acabada sino tras varias semanas. Se reunieron en la sala de ofi____________________ciliar el sueño. Los que sí dormían soñaban que jugaban al ajedrez y se despertaban preocupados por el problema mental que, imaginaban, debían de estar sufriendo.ban al ajedrez, otros bebían. Todos fumaban, algunos no podían conciales y se fueron inquietando por turnos. La tripulación agradeció el relajamiento y se sumió en una especie de rutina festiva. Unos juga

Mientras tanto, la zastolye en la sala de oficiales se había tornado filosófica.

– De no ser por las lecturas electromagnéticas, yo diría que fue un meteorito que explotó a unos ocho kilómetros de altura. Pero ¿por qué la zona sigue activamente radiante?

– Porque lo que explotó lo trajo un vehículo, desde algún lugar en el Exterior Cósmico.

– Porque hay un importante término de tiempo oculto en algún lugar de la ecuación. Con una descarga tan inmensa de sonido, luz y calor, ¿por qué no hay ningún cráter?

– Si el objeto explotó demasiado alto por encima del suelo como para hacer algo más que reventar los árboles…

– …o la distorsión local de otras variables era tan intensa que el cráter se vio de algún modo desplazado a lo largo del eje temporal.

– Quizá se desplazó también a otro lugar en el espacio.

– Khuy -resumió Bezumyov, el sabelotodo o vseznaika de la tri_pulación-, pues en ese caso estamos jodidos, ¿no? Ahora hay potencialmente un agujero en la Tierra que nadie puede ver, esperando materializarse sin previo aviso; de hecho, podría aparecer en cualquier momento, justo debajo de San Petersburgo, por ejemplo…

Era lo que le faltaba, pensó el Capitán Padzhitnov: la crisis ner____________________cialidad tradicional delte de piedras que caían del cielo, lo que, como poco, recordaba la espedo comprender el Suceso del 30 de junio. No le había pasado por alto que los testigos que vivían en el suelo habían informado unánimemenpulación, unos hombres que él creía haber llegado a conocer, intentangún invierno ruso, ninguna intriga mística en Tsarskoe Selo habían podido causar, tal vez sólo estaba esperando este espectáculo de su triviosa que ninguna exhibición de poder de la artillería japonesa, nin Bol'shaia Igra. Debían contemplar esa posibilidad: ¿habían probado sobre el terreno algún nuevo dispositivo de armas, por ejemplo, sobre una región «deshabitada» de Siberia, y el resultado ha__nesia colectiva, tal vez como forma de proteger su aparato mental?bía sido tan espantoso que ahora todos habían desarrollado una am

– Crea, si así lo quiere, en un origen extraterrestre del fenómeno, pero suponga más bien que se trata de algo extratemporal, una super__tro» contínuum.ficie tetra o puede que pentadimensional que se interseca con «nues

– ¡ Ouspenskiano!

– ¡Bolchevique!

– Ciertamente recuerda un efecto acumulador, aunque a escala pla_netaria, como una inversión de energía lenta y progresiva seguida de una amortización repentina y catastrófica.

– Justamente lo que estoy diciendo. El viaje en el tiempo no es gratis, requiere energía. Esto fue un artificio de visitas repetidas pro_venientes del futuro.

– Nichevo. Algo que estaba donde no se suponía que estaba. Puede que deliberadamente o puede que no. Es cuanto se puede decir.

Entretanto, en otra parte de la taiga, Kit y Prance estaban dándo____________________do que nunca volvería a ser lo que había sido. Tanto Kit como Prance recordaron el gran estruendo que habían oído al cruzar la Puerta del Profeta.boles, el lejano recodo del río- se tornó rojo. El sonido mismo, el viento, el poco que soplaba, todo se puso tan rojo como un corazón latiente. Antes de recuperar la voz, mientras se producía un fundido a un naranja sangre, llegó la explosión, la voz de un mundo anuncianle vueltas y más vueltas, para variar, al interesante tema de quién era el más inútil de los dos, cuando, sin previo aviso, todo -caras, cielo, ár

– Es en Vanavara -dijo Kit cuando se reanudó el día-. Tenemos que subir hasta allí y ver qué podemos hacer.

– Vaya usted si quiere. A mí no me mandaron aquí para eso. -Pran_ce se abrazaba a sí mismo como si buscase calor, aunque era pleno verano.

– Porque…

– Porque mi misión es política. Y esto no es político.

– A lo mejor sí lo es. A lo mejor es la guerra.

– ¿Aquí? ¿Y para conseguir qué, Traverse? ¿Por los derechos de explotación maderera?

Dos pequeños pájaros negros que antes no estaban allí emergie____________________tituían un todo conectado, que criaturas que él estaba destinado a no ver jamás existían para que aquellas que sí veía estuvieran dianos. Por un instante, Kit comprendió que las formas de vida consron de la luz mientras se producía un fundido al verde y azul cotijustamente donde estaban, cuando las veía. En algún lugar en la otra punta del mundo, un exótico escarabajo se encontraba a una distancia precisa y en una posición concreta de la brújula respecto a un matorral sin cla____________________tras que Prance estaba al borde de la histeria.cibirlo o, finalmente, ni siquiera imaginarlo en ningún sentido, miencieran a Kit, precisamente donde estaban. Había entrado en un estado receptivo total hacia cualquier objeto, aunque no pudiera verlo, persificar para que aquí, en este claro, estos dos pájaros negros se le apare

– Nuestra maldición mortal es encontrarnos aquí, expuestos a cualquier fuerza que decida salir de la ilimitada oscuridad y borrar____________________cluida la mortalidad…, para volverse reconociblemente numérico de nuevo…, unaligiosa-, como si algo en el Transfinito hubiera optado por volver a entrar en el mundo finito para reafirmar la lealtad a sus límites, innos de la Creación -Prance se estaba dejando llevar por la pulsión re presencia venida a la Tierra…

Y pronto empezaron a sonar los tambores. Los dungur, cuyos re____________________viera?, ¿o proporcionar ecos homeopáticos que los protegieran de su regreso?po creyó oír algo familiar. Al principio, lo confundió con un trueno. No uno ordinario, sino lo que había abatido Agdy sobre la Tierra el día del Suceso. ¿Intentaban conmemorarlo?, ¿invocarlo para que volnos una docena. Ritmos profundos y de largo alcance. Kit se quedó casi paralizado. Aquello se prolongó durante días. Al cabo de un tiemcaron durante el largo crepúsculo y la noche pálida. Un solo tambor habría bastado para martillear el alma lo suficiente, pero había al medobles llegaban hasta ellos desde la inescrutable e inmensa taiga. To

– Hoy me han disparado -dijo Prance-. Otra vez.

– ¿Fue tan divertido como la última? ¿Cómo lo llamó usted?: ¿«excitante»?

Se había hecho desagradablemente evidente que ahora casi to__tante pereza convencer a los numerosos enemigos del inglés de lo equivocados que andaban.dos tomaban al joven Prance por un espía japonés, y a Kit le daba bas

– Bastaría con que no hiciera tantas preguntas todo el tiempo. Una cosa es la curiosidad académica y otra no saber que hay un lími__gión.te. Y tampoco es que pueda hacerse pasar por un paisano de la re

– Lo que no parezco es japonés. -Y, ante el silencio de Kit, aña_dió-: ¿verdad que no lo parezco?

– ¿Cuántos japoneses ha visto nadie de por aquí? Prance, viejo amigo, afrontémoslo, en estas regiones, usted es japonés.

– Pero, míreme, no soy japonés. A ver: ¿ando por ahí en sandalias?, ¿hago aspavientos con abanicos, hablo por medio de acertijos irreso_lubles, eh, algo de eso?

Kit enarcó las cejas y ladeó la cabeza.

– Niéguese a asumirlo cuanto quiera, pero ¿qué pasa conmigo? Ya llevo demasiado tiempo cubriéndole las espaldas, la gente empieza a pensar que también yo soy japonés, así que ¿qué hacemos?

Entre los siberianos, una escuela de pensamiento situaba los orí__nas noticias para Prance.genes de la misteriosa visita en Japón. Lo que de hecho no eran bue

– Pero se avistó viniendo casi de la dirección opuesta…, desde el sudoeste -se quejó-. De China.

– ¿No cree posible que estén un poco «des-orientados»? Si era un proyectil o tal vez algún tipo de rayo, puede que ni siquiera haya atra_vesado lo que para nosotros es el espacio normal.

– Y… ¿qué es «para nosotros el espacio normal»?, se me olvida cada dos por tres.

– Arriba y abajo -dijo Kit con paciencia-, derecha e izquierda, ade_lante y atrás, los tres ejes que conocemos en nuestra vida cotidiana. Pero alguien podría dominar el espacio Cuaternión, tres ejes imagi_narios más un cuarto término escalar que contendría energías que pocos de nosotros podríamos imaginar.

Había estado pensando, con profunda inquietud, en el arma Cuaterniona que había entregado a Umeki Tsurigane en Ostende. Para personas como Piet Woevre, el instrumento prometía un grado avan__rosas a los brazos de la muerte y del compañero de ésta, el Tiempo, que era el significado más fácil que podía atribuírsele al términozado de destrucción, una posibilidad de entregar poblaciones nume w. ¿Acaso el Suceso de Tunguska había sido causado por el disparo, intencio_nado o descuidado, de un arma C? No tendría por qué haber sido Umeki-san, pero sí alguien en que ella hubiera confiado. Que tal vez la hubiera traicionado. Y si alguien la había traicionado, ¿hasta qué punto? ¿Y qué suponía eso para Kit?

Tras el Suceso, Raskol'niki enloquecidos corrían por los bos____________________tar, y sin muchos preparativos recogían cuanto poseían, dejaban atrás lo que no podían transportar y se internaban en la maleza, donde al poco levantaban pueblos que nadie más podía ver. Al menos no con mucha claridad.vegar por los ríos superficiales y los arroyos, y encallaban. Pueblos enteros llegaban a la conclusión de que estaban donde no debían estaban. Escarpados acantilados de granito se alzaban inesperadamente en el bosque. Transatlánticos, sin tripulación visible, intentaban naces en los arroyos, pero al primer picotazo chillaban de asco y los solpodas del Tunguska Pedregoso, empezaron a aparecer en Siberia: águilas marinas, gaviotas, golondrinas de mar y petreles se posaban en las ramas de los abetos y se lanzaban en picado para pescar petaban con fluidez fragmentos de las Escrituras en eslavo antiguo y salían luego pacíficamente. Se contaba que les gustaba en especial el pasaje de Mateo 7, 15: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos voraces». Ciertas características del paisaje de la Tierra del Fuego, en los antípo la temperatura sufrió variaciones de manera imprevisible. Los lobos siberianos irrumpían en las iglesias en medio de los oficios, cicales. Los relojes de pared y de pulsera iban hacia atrás. Aunque era verano, caían breves nevadas en la taiga devastada, y durante un tiemto por el vodka; se observaron grandes enjambres en las tabernas lodiación acompañante les produjo una luminiscencia epidérmica en el extremo rojo del espectro, sobre todo alrededor del hocico. Los mosquitos dejaron de interesarse por la sangre y adquirieron el gusdescubrieron su antigua capacidad de volar, que había desaparecido cuando los humanos empezaron a invadir el Norte. A algunos, la ratructora conocida como Ajenjo en el Apocalipsis. Los renos reques flagelándose a sí mismos y a los esporádicos espectadores que se acercaban demasiado, desvariando sobre Chernóbil, la estrella des

Y desde todos los rincones de la taiga, a lo largo de todas las cuen____________________mor los colmaba una vez que había pasado.tinguir su rostro, y que una profunda sensación de paz exenta de teban que habían tenido que levantar mucho la cabeza para intentar discas del Yeniséi, llegaban informes de una figura que caminaba por la devastación, no exactamente un ángel aunque sí se movía como si lo fuera, pausadamente, sin prisas, un consolador. Los relatos diferían en cuanto a si la inmensa figura era hombre o mujer, pero todos conta

Algunos pensaban que podía ser una versión transfigurada del cha_mán Magyakán, cuyo paradero había desconcertado a los habitantes de todo el T. Pedregoso. Nadie lo había visto desde el Suceso, su izba estaba vacía, y la fuerza mágica que había evitado que ésta se hundiera en la tierra, como las moradas de todo el mundo en Siberia durante el deshielo de verano, se había aplacado, de manera que la cabaña se in_clinaba ahora en un ángulo de treinta grados, como un barco a punto de deslizarse bajo las olas.

Ninguno de los extraños efectos se prolongó por mucho tiempo, y a medida que el Suceso se perdía en la memoria, se empezaron a plantear dudas sobre si esto o lo otro había llegado a suceder en reali____________________sión aquí.tar en las direcciones de siempre, y Kit y Prance siguieron avanzando por ese territorio, sin tener ni idea de qué significaba eso para su midieron de nuevo el habla, las sombras de los árboles volvieron a apundad. Al poco, el bosque había vuelto a la normalidad, el sotobosque reverdecía entre troncos de un blanco mortecino, los animales per

Kit casi se había acostumbrado a montar caballos kirguizos o, con más frecuencia, sus primos más peludos, del tamaño de un poni, casi arrastrando los pies por el suelo, cuando un día Prance y él se topa__vos pastos, y él inmediatamente atisbo un reno, de un blanco puro, que pareció devolverle la mirada con intensidad, antes de separarse por sí solo de los demás y acercarse trotando.ron con un grupo de pastores de renos, que guiaban el rebaño a nue

– Como si me conociera -explicaría Kit más tarde.

– Claro, Traverse -dijo Prance alegremente enloquecido-, ¿y qué le dijo?

– Cómo se llamaba: Ssagan.

Prance lo miró fijamente.

– Ésa es la pronunciación buriata de tsagan, que es «blanco» en mongol. -Se acercó a la criatura y empezó a hablar buriato, interrum_piéndose de vez en cuando como si escuchara.

A Kit no le parecía tan raro lo de hablar con un reno. Por aquí se decía que la gente lo hacía a todas horas. Tras el Suceso en el Tunguska Pedregoso, se había dado cuenta de que el ángulo de su visión era más amplio y que la estrecha senda de su vida se bifurcaba de vez en cuando en senderos laterales insospechados.

Al principio, los pastores se mostraban reacios, pues creían que Ssagan era la reencarnación de un gran maestro buriato. Consultaron con él durante días, los chamanes iban y venían, las esposas interve_nían con consejos útiles. Finalmente, por lo que Prance pudo saber, Ssagan los convenció de que Kit era un peregrino que no podía se_guir adelante sin que él lo guiara entre el caos del territorio.

Habían entrado en una zona extrañamente tranquila de Siberia, en la frontera mongola entre las cordilleras de Sayán y Tannu-Ola, que Prance ya había atravesado brevemente y que, según dijo, era conoci_da como Tuvá. Kit pensó que si alguien iba a ir montado en un reno blanco a alguna parte, había sitios peores que ése. Después de que Kit desmontara y sacara sus alforjas, Ssagan, como si hubiera cumplido con un deber, se dio la vuelta bruscamente y se fue por donde ha_bían venido, a reunirse con su manada, allá donde estuviera ésta a esas alturas, sin mirar hacia atrás.

– Dice que ha hecho todo lo que puede -dijo Prance-. Su traba_jo consistía en traernos hasta aquí.

Aquella noche durmieron en una cabaña de corteza de árbol con un techo puntiagudo, y al alba los despertó un canto gutural que pa____________________tante con más atención y pudo discernir movimientos de los labios que se correspondían con el sonido de la flauta. Todo procedía de la misma y única voz.jas. El hombre que cantaba estaba solo, pero al cabo de un rato Kit escuchó una flauta que le acompañaba. Miró a su alrededor, pero no vio a ningún flautista ni tampoco a ningún otro músico. Miró al canrecía proceder del más allá. Unos tuvanos cuidaban un rebaño de ove

– Lo llaman borbanngadyr -explicó Prance-. Puede que los cha_manes no sean los únicos que saben cómo estar en dos estados a la vez. Por otro lado, sí hay un flautista, pero es invisible, o un fantasma. Todo esto tiene que estudiarse más a fondo, y por eso me voy a quedar aquí un tiempo, si no le importa.

Había algo más. Prance parecía casi incómodo.

– Éste es el corazón de la Tierra -susurró.

– Curioso -dijo Kit-, yo lo único que he visto es un puñado de ovejas.

– Justamente. Traverse, sé que hemos tenido nuestras diferencias…

– Todavía dándole vueltas a aquella historia en los bosques…, lo sabía, pero de verdad que no estaba apuntándole, Dwight.

– No se trata de eso. Creo que… todos los signos están aquí, debe de haberlos visto…: estos altos picos que nos rodean, la escritura tuvana que recuerda a los caracteres tibetanos, y estos budistas, que son los únicos conocidos en el mundo que hablan uigur antiguo o, ya puestos, cualquier tipo de idioma túrquico. Por todos lados, uno ve imágenes de la Rueda de la Vida… Un enclave budista tibetano en medio del Islamismo dominante. ¿Qué le sugiere eso?

Kit asintió.

– En circunstancias normales, habría sido el motivo para nuestro viaje hasta aquí, y alguien habría escrito un informe para el Teniente Coronel Halfcourt. Pero el problema para mí estos días es…

– Lo sé. Puede que ya no haya ninguna «misión». Lo que suce__tros mismos aquí. Demasiado pronto para decirlo. En cuanto a nuestro propósito aquí…, nadie tiene el conocimiento o la autoridad para contarnos nada.dió en el Tunguska Pedregoso…, no sabemos cómo reaccionaron en Kashgar, quizá Shambhala se desvaneció en ese mismo instante de su lista de prioridades. Ni siquiera sabemos cómo nos ha afectado a noso

– Nosotros estamos solos -dijo Kit.

– Y separados también, me temo.

– No es nada personal.

– Ya no, ¿se trata de eso?

Mientras Kit se alejaba por una estepa descubierta, llegó el viento, y al momento escuchó de nuevo el peculiar canto gutural. Un pastor de ovejas estaba de pie, inclinado, vio Kit, para hacer frente al viento, que soplaba a través de sus labios en movimiento, y al cabo de un rato habría sido imposible decir quién era el que cantaba, si el hombre o el viento.

Al cabo de un rato, el Teniente Prance creyó que había empezado a detectar una presencia en las alturas, que no era ni un águila ni una nube, y que lentamente se fue acercando hasta que pudo distinguir una inmensa aeronave, desde la cual una tripulación compuesta por animados jóvenes lo miraba con gran curiosidad. El Teniente Prance los saludó, y su voz sonó aguda con un punto de trémolo.

– ¿Sois deidades amables?, ¿o coléricas?

– Nos esforzamos por ser amables -supuso Randolph St. Cosmo.

– Yo soy colérico -le espetó Darby Suckling-, ¿y tú, pastorcillo?

– Sólo quería decir que cada vez que aparecen -dijo Prance- estas deidades guardianas, debe mostrárseles compasión, sin tener en cuen_ta lo amenazantes que sean para uno personalmente.

– Nunca funciona -murmuró Darby-. Os aplastarán como a gu_sanos. Pero gracias de todos modos. Por nada.

– Según las fuentes tibetanas clásicas, las partes importantes del Tengyur, empezando por…

– Chico… -Darby miró a su alrededor con aire distraído, como si buscara un arma de fuego.

– A lo mejor podemos hablarlo acompañados de un Château Lafite del 99 -sugirió Randolph.

Y así subieron a Dwight Prance a un destino incierto.

Mientras tanto, Kit se había topado con una banda de brodyagi, an_tiguos convictos condenados a trabajos forzados cuya pena había sido conmutada hacía años por el exilio interior en Siberia, y que habían acabado estableciéndose en aldeas siberianas. Incapaces de vivir en la desdicha y la pobreza de la vida, optaron por la movilidad, cada uno por su propia razón, pero todos por la misma. Alrededor de 1900, ya se había abandonado oficialmente la práctica del exilio interior, pero a esas alturas todos se habían ido y lo único que querían era volver a Rusia. La forma más fácil habría sido tomar el camino deteriorado y cubierto de maleza conocido como el Trakt que recorría Eurasia y se encaminaba al oeste.

– Pero las cosas se interrumpen, surgen desvíos -explicaba su líder, un genio del hacha corta siberiana conocido sólo como «Topor», y ca____________________encarnación, sólo que un poco distinta, y cierta inercia de fuga nos siguiera empujando, al oeste…».terior en Rusia se fueron desvaneciendo, como si viviéramos una revimos hijos, los abandonamos, las lealtades con el pasado y la vida ancos de cualquier tamaño y grosor, recoger hojarasca de la taiga para la hoguera, desollar caza, picar hierbas, cortar verduras, amenazar a funcionarios del gobierno y demás…, «algunos de nosotros llevamos muchos años por aquí, encontramos chicas de la zona, nos casamos, tupaz, con una sola hacha, de hacer cualquier cosa, desde talar árboles hasta tallar minuciosa y delicadamente figuras de hueso, cortar tron

En otros tiempos, Kit habría dicho: «Un vector». Pero la palabra ya no se le pasaba por la cabeza. Al principio, pensó en los vagabun_dos santos de los que le había hablado Yashmeen. Pero estos brodyagi no es que estuvieran poseídos por Dios, sino que simplemente eran unos locos violentos. Bebían sin parar, cualquier cosa que les cayera en las manos, aunque fuera repugnante. Habían inventado una des____________________recía molestarles demasiado, pues consideraban la una el precio de la otra. Para intensificar el efecto, se bebían la orina de los demás, en la cual seguían presentes formas alquímicas del agente alucinatorio original.ra agradable, visualmente entretenida, espiritualmente iluminadora; la segunda llena de un horror inefable. A los fungomaniacos no pajas moteadas que les hacían emprender viajes interiores a las Siberias del alma. Aparentemente, el viaje se dividía en dos partes: la primetilería a vapor con la que podían convertir cuanto encontraran que contuviese la mínima cantidad de azúcar en una especie de vodka. Los aceites de fusel constituían uno de los mayores grupos nutricionales de su dieta. Acampaban con sacos llenos de extrañas setas ro

Un día, Kit escuchó gritos en la taiga. Siguiendo el sonido, se topó con lo que parecía una zona despejada de maleza, pero no vio nada, si bien más tarde, avanzado el día, descubrió rastros entre los árboles, con desmontes de sólo unos centímetros. Por la noche oía silbatos de vapor, pasos misteriosos, un peso invisible que se apresu____________________dió que esa vía férrea iba a ser un enlace entre el Transiberiano y el Taklamakán.bría jurado oír frases en inglés, y al intentar darles sentido comprenraba por el bosque, y a la mañana siguiente, en algún lugar entre los árboles, las voces de capataces, topógrafos, equipos de trabajo, que no siempre se expresaban en lenguas de la zona; es más, a veces Kit ha

Kit se adentró en los bosques oscuros como si no le cupiese la menor duda de cuál era su camino. Con las primeras luces, se encon__vés de la exhalación húmeda de la taiga, atisbo una columna de vapor de un barco fluvial…tró en un claro sobre un río con meandros, y mucho más abajo, a tra

Había dejado a los brodyagi kilómetros atrás, entre los árboles. Por fin, al anochecer, tropezó con un campamento de un pequeño grupo de exploración, tiendas puntiagudas, caballos de carga, una hoguera. Sin tener en cuenta el aspecto que pudiera presentar, Kit irrumpió en la zona iluminada por el fuego y le sorprendió que todos echaran mano a las armas.

– Esperad. Lo conozco. -Resultó que era Fleetwood Vibe, con un sombrero de ala ancha que lucía una cinta de piel de tigre siberiano.

Kit rechazó la comida pero gorroneó unos cuantos pitillos. Fue incapaz de evitar la pregunta:

– ¿Qué tal tu padre?, ¿qué sabes de él?

Fleetwood alimentó el fuego con hojarasca.

– Ya no está cuerdo. Según parece, le pasó algo durante su estancia en Italia. Ha empezado a ver cosas. Los directores murmuran entre sí sobre dar un coup d'état. Los fondos del fideicomiso siguen llegando, pero ninguno de nosotros verá jamás un céntimo de su fortuna. Todo va a ir a parar a una fábrica de propaganda cristiana del sur. Nos ha repudiado a todos.

– Y 'Fax, ¿cómo lo lleva?

– Lo ha liberado. Juega como lanzador profesional, con otro nom_bre, en la Liga de la Costa del Pacífico. Hasta ahora le ha ido bien: un promedio de carreras limpias permitidas menor de dos, un juego sin hit la pasada temporada… Se casó con una camarera de Oakland.

– Una casa llena de niños, con otro de camino, nunca habrá sido tan feliz.

Fleetwood se encogió de hombros.

– Algunos han nacido para eso. Otros no pueden dejar de moverse.

En esta ocasión él no andaba en busca de otra cascada ni de las fuentes de un río, ni de un blanco testarudo en un mapa del territo_rio conocido, sino de una vía de ferrocarril, una vía férrea oculta que hasta el momento sólo existía como un rumor sombrío, la famosa y legendaria «Tuvá-a-Taklamakán».

– Debe de ser esa de la que he oído hablar.

– Señálamela. -Sacó un mapa, o algo parecido, casi todo dibujado a lápiz, con borrones y que se empezaba a romper por las dobleces, decorado con grasa de cocina y quemaduras de cigarrillo.

– A menos que te dirijas al Tunguska Pedregoso -dijo Kit. Ladeó la cabeza hacia el pálido cielo-. Tan cerca como puedas del lugar don_de sucedió aquello.

Fleetwood pareció acongojado, como si alguien hubiera sido ca__cleo, la imposibilidad de ninguna redención.paz de ver dentro de su propia historia y hubiera detectado, en su nú

– Sólo es el primer paso -dijo-, lo único que me ha traído hasta aquí. ¿Te acuerdas de que una vez, hace años, hablamos de ciudades, de lugares sin cartografiar, sacramentales…?

– Shambhala -asintió Kit-, Puede que acabe de pasar por allí. Si todavía te interesa, es Tannu Tuvá. Al menos, dejé allí a alguien al borde de la locura que estaba convencido de que ése es el lugar don_de está.

– Ojalá… -A través del miedo y la culpa, una especie de perversa timidez-. Ojalá fuera la Shambhala que busco. Pero ya no tengo de____________________cila en pronunciar el nombre de la criatura de la selva que se alimenta de todas las demás criaturas…dicadas a planes de los que nadie habla en voz alta, mientras uno vacupado, sus puertas se abrieran…, llenas de industrias, insomnes, degas sin declarar, consumo de energía), antiguas ya cuando los primeros cosacos se asentaron en ellos, antes de los kirguizos o los tártaros. Casi siento los lugares, Traverse, y tan cerca que es como si en cualquier momento, por encima de mi hombro, bajo el siguiente paso despreotas budistas, más indeleblemente contaminadas por el Tiempo, en las profundidades de la taiga, sólo señaladas por indicios indirectos (carrecho. Entretanto me he enterado de la existencia de otras ciudades por aquí, ciudades secretas, equivalentes seculares a las tierras ocul

»Hasta donde me ha sido posible triangular, se disponen en un ra__tiones prácticas, su estación de tren es Krasnoyarsk. Aunque no hay reconocimiento oficial, ni se guardan registros, cualquiera que compra un billete allí para el Transsib se convierte automáticamente en sujeto de interés para la Ojrana.cimo, ubicado bastante cerca del suceso del 30 de junio…, para cues

El invierno anterior había intentado acercarse a las ciudades secre____________________mo ocioso.ros de piel y pesados gabanes vigilaban los andenes, acompañaban a aquellos que disponían de salvoconducto hasta barcos rompehielos sin nombre, amarrados junto al Yeniséi helado, y rechazaban a otros como Fleetwood cuyos motivos para el viaje parecían reducirse al turistas. Con la luz sin esperanza de las llegadas vespertinas, entre las sombras color verdugón de Krasnoyarsk, funcionarios invisibles con sombre

– Pero ahora, a causa del Suceso, es posible que se pueda entrar…, a lo mejor las condiciones se han renegociado.

»Pase lo que pase ahí dentro, sea cual sea la intimidad de la rela_ción con el pecado y la muerte, es a eso a lo que estoy destinado…, la meta de este largo peregrinaje, cuya penitencia es mi vida.

Kit miró a su alrededor. Los kilómetros oscuros estaban vacíos de testigos. Podría matar con facilidad al bocazas que tanto disfrutaba compadeciéndose de sí mismo. Dijo:

– Mira, aquí no eres más que otro de tantos supuestos explora__cer con ellos.dores, un hombre que vive del dinero que le mandan y que se cree demasiado sus privilegios, pero que no tiene la menor idea de qué ha

La luz de la hoguera apenas permitía atisbar la desesperación que asomaba en el rostro de Fleetwood, una desesperación que era una forma corrupta de esperanza, la de que aquí por fin podría encontrar su gran crisis: los insobornables hombres de las tribus, la tempestad imprevista, la tierra firme convertida en arenas movedizas, la bestia que lo había acechado a lo largo de kilómetros y de años. Si no fuera así, ¿qué otra vida podía esperar, él, un asesino más, con su dinero en ac_ciones de Rand, destinado a frecuentar campos de golf, restaurantes con comida horrible y peor música, y a verse rodeado de los rostros envejecidos de los de su clase?

Los dos hombres podrían haber estado sentados en el corazón de la Tierra Pura sin que ninguno fuera capaz de verlo, condenados a una travesía ciega: Kit, por falta de deseo; Fleetwood, por exceso, y de sig_no opuesto.

Ninguno durmió mucho esa noche. Ambos fueron asaltados por sueños desagradables en los que uno, no siempre literalmente, asesi____________________biera llevado el viento.to, al lugar donde debía de haber estado el camastro de Kit. Pero éste se había marchado en algún momento de la noche, como si se lo hulla que en el pasado la Expedición de Vormance, con la ayuda de él, había abatido sobre sus víctimas. Por el amor de Dios, ¿es que no podía el joven Traverse, o cualquier otro, poner fin a esto de una vez? Echó un vistazo, entre el caos del campamento azotado por el vienche que ya se había llevado un par de tiendas. Los porteadores corrían por todas partes, gritando en uno o varios dialectos. Como la inercia del sueño le impedía entrar en el tiempo presente, lo primero que pensó Fleetwood fue en cumplir su deuda con el pasado. A la luz de la estrella caída el 30 de junio, a su pálida ausencia de noche, había soñado insomne con la posibilidad de otra cosa caída, como aquenaba al otro. Se despertaron en medio de una tormenta de mediano


Tras viajar hacia el este todo el día, el Inconvenience descendió bajo la desolada puesta de sol, no demasiado lejos del flanco amenazante de una tormenta de arena. A primera vista, allí no parecía vivir nadie. Des____________________cución sumaria…; los médicostistas de la cosmética disimulaban las manchas blancas que aparecían en la piel, pues, ya fueran debidas a la lepra o no, si se encontraban en cualquier individuo fuera del barrio de los leprosos, implicaban su ejedo, apenas comprensible, seguía con su vida: en locales ocultos, los argantesco de barro cocido, como si pudiera recorrerse la ciudad entera sin bajar a las calles invisibles. Bajo la superficie impenetrable, un munde el aire daba la impresión de que se trataba de un único techo gi-rishta extraían lombrices de Guinea pacientemente, realizando una incisión y atrapando la cabeza de la cria_tura de un metro de largo en una hendidura practicada en la punta de un vara, con cautela, para no romper la rishta y causar una infección…; los bebedores clandestinos y las esposas de los mercaderes que se sen_tían insaciablemente atraídas por los conductores de caravanas, que se habrían marchado mucho antes de que llegara la mañana.

A bordo del Inconvenience nadie durmió profundamente esa no__ba ruidosamente por la cocina de la nave preparando el desayuno y che. A Darby le había tocado la guardia de 4.00 a 8.00, Miles trajinaPugnax estaba en el puente, mirando hacia el este, inmóvil como una piedra, cuando aconteció el Suceso y la luz del alba prematura se os____________________garrando el firmamento sobre la China occidental, momento en el cual la espantosa pulsación ya había empezado a difuminarse en una mancha de extraños matices aguamarina y un murmullo de fuego graneado que repicaba en el horizonte. A esas alturas todos se habían reunido en el puente. Los envolvió un repentino viento cálido, que desapareció casi antes de que pudieran pensar en cómo salir de él. Randolph ordenó formar el Piquete de Maniobra de Despegue, y ascendieron para echar una mirada a lo que quiera que fuese aquello.moria como para saber adonde mirar, hasta que llegó el sonido, descureció más allá del naranja, demasiado vaga en el espacio o en la me

En el momento posterior al Suceso, con un cielo azul claro, lo primero que percibieron fue que la ciudad de abajo no era la misma que a la que habían llegado la noche anterior. Ahora todas las calles eran visibles. Había fuentes manando por todas partes. Cada vivienda tenía su propio jardín interior. Los mercados bullían en animada con__las doradas de azulejos brillaban al sol, las torres ascendían como las canciones, el desierto había retrocedido.moción, las caravanas iban y venían por las puertas de la ciudad, cúpu

– ¡Shambhala! -exclamó Miles, y no hacía falta preguntar cómo lo sabía…, todos lo sabían.

Durante siglos, la Ciudad sagrada había permanecido invisible, envuelta en la luz de cada día, del sol, de las estrellas y de la luna, de las hogueras y las linternas eléctricas de los exploradores del desierto, hasta que se produjo el Suceso sobre el Tunguska Pedregoso, como si esas precisas frecuencias de luz que permitían que los ojos humanos vieran por fin la Ciudad se hubieran liberado. Lo que tardarían más en comprender los jóvenes era que la gran explosión de luz también ha__tidiano, y que por un breve instante ellos también habían compartido el destino de Shambhala, perdiendo su protección y la de su propia invisibilidad ante el día terrenal.bía desgarrado el velo que separaba su propio espacio del mundo co

Se dirigieron a toda velocidad hacia el este, sobrevolando la taiga a mucha altura. Empezaron a aparecer rastros del desastre más ade_lante. Llegaron sobre la escena de la devastación poco después del Bol'shaia Igra.

– Fueron los Intrusos -afirmó Lindsay.

– Sabemos que están mucho más avanzados que nosotros en cien__xible. ¿Una catástrofe de esta magnitud está más allá de sus medios?, ¿técnicamente?, ¿moralmente?cias aplicadas -dijo Randolph-, Su voluntad de actuar es pura e infle

– Al menos, esta vez no podemos decir que nos ordenaran venir aquí -añadió Lindsay mirando fija e intencionadamente a Darby Suckling.

– Eso no aclara precisamente la inocencia de nadie -comentó el Oficial Jurídico, pero antes de que se enzarzaran en una discusión, el dispositivo de Tesla resolló y se puso en estado activo. Miles empezó a pulsar los interruptores apropiados y Randolph tomó el megáfono.

Era el Profesor Vandeijuice, que llamaba desde la Tierra del Fue_go, donde había estado midiendo las variaciones de la gravedad de la Tierra.

– ¡Dínamos caóticas! -gritó-, según parece nos encontramos en los antípodas exactos del lugar donde acaeció ese Suceso. Aquí todo se ha vuelto caótico: tormentas magnéticas, todas las comunicaciones interrumpidas, el cableado de los generadores de energía se ha fun__sapareció por un momento. Lanchas motoras, tiendas, cocinas, todo se fue volando por los aires, tal vez para no aterrizar nunca más. Dios, si no llego a estar pescando junto al agua, podría haberme llevado a cualquier parte.dido…, en cuanto a las lecturas de gravedad, resulta difícil creérselo aunque sea tan reciente, pero… la gravedad misma sencillamente de

»Ahora que Gibbs se ha ido, no queda nadie en Yale con quien consultar sobre esto -dijo el alterado académico-. Supongo que toda_vía es posible ponerse en contacto con Kimura, y con el Doctor Tesla. A menos que los terribles rumores que corren sobre él sean ciertos.

Según el Profesor Vanderjuice, se contaba que Tesla, al intentar comunicarse con el explorador Peary, que por entonces estaba en el Ártico, proyectó unos rayos sin identificar desde su torre de Wardenclyffe en dirección ligeramente al oeste del norte preciso, y erró su objetivo por unos pocos pero fatales grados, de manera que el rayo no alcanzó la base de Peary, situada en la isla Ellsmere, sino que atra__guska Pedregoso.vesó la región polar y llegó a Siberia hasta alcanzar por fin el Tun

– Y esto es lo que me desconcierta de la historia: ¿quería Tesla mandar un mensaje a Peary, enviarle una cantidad de energía eléctri_ca o, por alguna secreta razón, borrarlo del mapa? Hasta es posible que Tesla no tenga nada que ver, pues ahora ni siquiera se sabe a ciencia cierta quién está en Wardenclyffe: Tesla parece haber abandonado las instalaciones después de que Morgan lo abandonara a él. Eso es todo lo que he podido averiguar en este remoto lugar de los antípodas.

– Parece propaganda capitalista -dijo Darby-. El Doctor Tesla siempre ha tenido enemigos en Nueva York. La ciudad es una pe__boratorio.sadilla de murmuraciones, abogados de causas civiles y disputas de patentes. Y ése es el destino de cualquiera que haga ciencia en serio. Fijaos en Edison. Fijaos sobre todo en nuestro colega, el Hermano Tom Swift. Estos días pasa más tiempo en los tribunales que en el la

– La última vez que vi a Tom parecía más viejo que yo -dijo el Profesor-, Nada como los pleitos perpetuos para envejecer a uno an_tes de tiempo.

Acordaron una cita en el cielo con el Bol'shaia Igra, sobre Semipalatinsk. Vistas desde el suelo, las dos aeronaves juntas cubrían un cuarto del cielo visible. Los chicos vestían sombreros de marta cibe_lina y capas de piel de lobo a juego, que habían comprado en el gran mercado de febrero en Irbit.

– ¿Por qué no nos hablaron antes de los Intrusos? -preguntó Pad__dríamos haber ayudado.zhitnov esforzándose por ser amable-. Lo supimos desde Venecia, po

– ¿Y por qué iban a creerse nada de lo que les contáramos?

– Oficialmente no, claro. Siempre puede tratarse de «algún truco americano». Puede hacerse una idea de las emociones en el cuartel general: un equilibrio muy delicado de intereses, ¿quién quiere a los americanos irrumpiendo a saco, como vaqueros al galope, alterando todas las cantidades conocidas?

– Pero extraoficialmente…, usted, como hermano del cielo, ¿nos habría creído?

– ¿Yo? Desde el obstanovka de Tunguska me creo todo. En San Petersburgo -una mirada compartida, no tanto de desdén cuanto de comprensiva resignación ante el mundo de la superficie- prefieren creer que fue un arma japonesa. El espionaje militar ruso quiere que confirmemos que fueron los japoneses, o al menos los chinos.

– Pero…

– ¿Y el gobierno americano?, ¿qué piensa?

– Ya no trabajamos para el gobierno.

– Zdorovol ¿Y para quién trabajan? ¿Para una gran empresa ame_ricana?

– Para nosotros mismos.

Padzhitnov lo miró con ojos entornados, que seguían siendo amistosos.

– Ustedes, los aeronautas, ¿son ahora una gran empresa ameri_cana?

Randolph se encogió de hombros.

– Supongo que todavía no del todo. Aunque con las inversiones que están llegando, no creo que tardemos mucho. Estamos mirando cosas en Suiza, en Moresnet Neutral, un par de remotos territorios isleños…

– ¿Qué le parecen las acciones de Rand? ¿Estallará la burbuja? La mayor parte de nuestro dinero está ahí, y en armamento.

– Hemos estado reduciendo gradualmente nuestra exposición en Sudáfrica -dijo Lindsay-, pero últimamente lo que parece muy pro_metedor son los bonos del ferrocarril del Turkestán chino.

– Un tchudak en un bar de Kiakhta me dijo lo mismo. Estaba como una cuba, claro.

En una sucesión en cascada de tintineos y silbidos de ruidos eléc____________________terfly lo miraba con extrañeza.bozos, calculaba. Cuando acabó, se dio cuenta de que Chick Countricos, el receptor sin cables ruso cobró vida. Padzhitnov respondió y al cabo charlaba a mil por hora, consultaba mapas y cartas, trazaba es

– ¿Qué?

– ¿Acaba de mantener esa conversación en abierto?

– ¿En abierto? ¿Qué significa «en abierto»?

– Sin codificar -aclaró Miles Blundell.

– ¡No hace falta! ¡No hay nadie más a la escucha! ¡Es un sistema «inalámbrico»! ¡Un nuevo invento! ¡Mejor que el teléfono!

– Tanto da, yo buscaría algún sistema de codificación.

– ¡Mucho trabajo para nada! ¡Ni siquiera el ejército ruso hace ta__losos, como los viejos!maña tontería! ¡Ay, mis jóvenes colegas del globo! ¡Demasiado caute

Al volver de la taiga, la tripulación del Inconvenience descubrió que la Tierra que creían conocer se había transformado de modo impre____________________neas y plazas sin árboles se extendían abajo, sin dernas de cúpulas múltiples, torres de envigado descubierto, chimecies migratorias europeas, habían desaparecido, dejando la región a las águilas y los halcones que los habían cazado. Inmensas ciudades mojizo y verde ácido, ascendían al cielo para lamer la parte inferior de la góndola. Los pájaros con los que antes compartían el cielo, espesado. Humo de industrias, en tonos insalubres de amarillo, marrón rotonces, vieron una considerable red de raíles, acero encajado en zonas despejadas allá abajo, brillando como los cursos de los ríos en el pabiera sacudido los ejes de la Creación, tal vez para siempre. Abajo, a lo largo de leguas de bosques y praderas siberianos intactos hasta envisible, como si lo que fuera que hubiera caído sobre Tunguska huuna sola criatura vi_viente a la vista.

Al anochecer se acercaron a las lindes de una gran flotilla aérea. Abajo, la taiga se silenciaba, como si se entregara a las horas de oscu____________________llante, sólo el necesario para mantenerlas estables. Cada nave estaba sujeta con un cable de acero a un fragmento de material móvil en algún punto del suelo, que se desplazaba invisible por su propia vía, guiando su carga suspendida en el aire a un destino distinto, por todo el mapa de Eurasia…; mientras los chicos miraban, las envolturas más altas de la flota eran arrastradas por el avance del arco de sombra de la Tierra, y luego fluían en rápido descenso entre los flancos de seda barnizada de las otras naves, zambulléndose finalmente en el paisaje, para liberarlo de su luz cotidiana. Al poco, lo único que se veía era una constelación que se dirigía a la tierra de luces rojas y verdes en movimiento.tores de caballos, que de vez en cuando emitían jadeos de vapor briquesas o púrpuras, algunas de las nuevas naves equipadas ya con motiagudas o cosidas apretadamente en forma de poliedros estelados o dragones chinos, sólidas, de rayas, de franjas, amarillas o escarlatas, turmera, o tan aerodinámicas como peces oceánicos, o cuadradas, o puncas, otras con forma de melón, de salchichas polacas, de puros de priridad y sueño. El día destilaba todavía la suficiente luz para revelar un cielo atestado de globos de transporte de mercancías, inmensos y sin tripulación, suspendidos a todas las altitudes, mientras la puesta de sol iluminaba anillos de carga y aparejos grabados con delicadeza, redes de carga y palés rebosantes que oscilaban al viento del anochecer, cada uno llevado por una envoltura distinta, unas perfectamente esféri

– Así en la tierra -comentó Miles Blundell- como en el cielo.

Tan despacio como la justicia divina, empezaron a llegar informa____________________nocidos charlatanes. Nadie se atrevía a decir qué era peor: que nunca hubiera pasado o quegenes, los troncos de cuyos árboles, sin excepción, se habían pelado hasta quedar blancos, inclinados hasta unos inconcebibles noventa grados, aplanados a lo largo de kilómetros. Las reacciones en el Oeste fueron uniformemente discretas y perplejas, incluso entre los más cobido tiempo, empezarían a aparecer fotografías, como de un baño de revelado, y luego se harían circular…, más tarde correrían copias de copias, que con el tiempo se degradarían hasta parecer vulgar arte abstracto, pero no por ello seguían menos asombrosas: bosques vírcal de una majestuosidad que sólo suele darse en los sueños. A su denifestado por fin en una única explosión, en un crescendo casi musiciones del Este, de un lugar que parecía incomprensiblemente muy al este, como si las batallas de una guerra desconocida se hubieran ma si hubiera pasado, y que todos los agentes de la historia se hubieran confabulado para no dejar constancia, exhibien__mento, para guardar silencio.do un sentido del honor, que nadie les había supuesto hasta ese mo

Fuera lo que fuese lo que hubiera ocurrido allá abajo, se había anunciado a su manera: empezando río arriba desde Vanavara y des____________________jetivos, las pequeñas variaciones en la velocidad a la que se introducía el ban fascinados. Aun teniendo en cuenta la inercia de los mecanismos de grabado y los espejos, los tiempos requeridos para enfocar los obteaban cuestiones sobre el ritmo del tiempo, la «simultaneidad» del Suceso. Los recién convertidos a la Relatividad Especial lo observapadeaban tenuemente al borde casi erótico de la extinción. Se planbles», algunas de ellas humanas, se consumían, hacían reverencias, parbían sobre rollos de papel ahumado ralentizando los mecanismos, a través de agujas de luz que grababan sobre capas de bromuro de plata, ahí estaba la prueba… En ciudades distantes del oeste, «llamas sensiplazándose hacia el oeste a mil vertiginosos kilómetros por hora, a través de aquella noche sin oscuridad, de una estación sismográfica a la siguiente, por toda Europa hasta el Atlántico, a través de postes, péndulos, articulaciones universales, hilos delgados de cristal que escripapel de bromuro, el error en los registros sismográficos casi abra__maginable había entrado en las ecuaciones de la historia.zaba el «instante» en que una cantidad de energía hasta entonces ini

– Siendo la potencia igual al área bajo la curva -como creía el Pro_fesor Heino Vandeijuice-, cuanto más breve el «instante», mayor la amplitud…, empieza a parecer una singularidad.

Otros eran menos contenidos. ¿Se trataba de Chernóbil, la estre____________________sente pero en realidad se había originado en el futuro? ¿Se trataba, dicho toscamente, de la guerra generalizada que estaba a punto de desencadenarse en Europa el próximo verano u otoño quizás, condensada en un único suceso?pechado ningún servicio de espionaje militar? ¿O algo que no había sucedido todavía, que desbordaba de tal modo los nítidos marcos de referencia accesibles en Europa que parecía haber ocurrido en el prederosa en varios órdenes de magnitud de lo que jamás hubiera sosdo por incontables millones de jinetes, fluyendo hacia el oeste en un avance simultáneo? ¿Artillería alemana con un diseño secreto más polla del Apocalipsis? ¿Un desgarro inaudito en la estepa desencadena

Dally Rideout, todavía abatida a causa de Kit, aunque no porque hubiera esperado recibir noticias suyas, había seguido madurando has____________________ble caballero con el habitual Bodeo 1894 metido en el cinturón, que no le dejó margen de maniobra alguno.bía llegado a la ciudad, era ahora un anuncio en llamas del deseo que nadie estaba dispuesto a pasar por alto. Ese mismo día de verano, a sólo unos pasos de Ca' Spongiatosta, la había abordado un desagradación violenta; su cabello, más allá de la caída indómita con la que hacado veneciano como una esclava circasiana en la antigua Arabia, con su tez pálida de pelirroja, una piel amoratable que invitaba a una atenta convertirse en una joven aún más deseable, negociable en el mer

– Esta noche, en cuanto oscurezca, ¿entendido? Vendré a por ti. Más vale que lleves puesto algo bonito.

Pasó el resto del día atemorizada ante la llegada del anochecer, con teppisti que la seguían por todas partes sin molestarse en ser discretos.

¿A quién podía contárselo allí? Hunter Penhallow no era preci____________________che, momento en el que, creía Dally, más valía que estuviera ya bien escondida.bía salido en una de sus aventuras diurnas y no volvería hasta la nodían como si conscientemente desearan ser crueles. La Princesa hasamente la mejor opción, pues andaba más preocupado que nunca con sus propios fantasmas, incapaz de recuperar recuerdos que lo elu

Pero esa noche no oscurecería, habría luz en el cielo hasta el ama____________________nales, sobre los puentes, en lostinatural trabajando presa de un frío frenesí, mientras por todos los canecer. Hunter salió y se encontró con un tipo muy diferente de «luz nocturna», y pasó esas horas de cielo iluminado de un modo tan an campielli y en los tejados, en la Riva, sobre el Lido, los huéspedes adinerados de los nuevos hoteles miraban la playa, preguntándose si aquello lo habían preparado especialmente para ellos y cuánto dinero extra les costaría, y todo tipo de artistas ve____________________nimiento más siniestro aún, incomprensible, como el de los Cristos fijados en pintura sobre los techos, los lienzos, las paredes de yeso de Venecia…das desesperadas hacia los cielos, como para asegurarse de que no se habían movido ni desaparecido, que ahí seguía ese regalo de tan lejos, tal vez otro Krakatoa, nadie lo sabía, tal vez el anuncio de un cambio profundo en la Creación, y ya nada sería lo mismo, o de algún adveche, atraparla, adquirirla, como si fuera algo por lo que tuvieran que negociar, o incluso con lo que tuvieran que negociar, lanzando mirarelas, tizas, pasteles, óleos-, todos intentando «captar» la luz de esa nonecianos habían salido también, con lo necesario para pintar -acua

Los gallos cantaban a intervalos, como si les recordaran al azar su deber. Los perros vagaban divertidos, o se tumbaban plácidamente junto a gatos con quienes no se llevaban muy bien de ordinario, y cada uno parecía velar el sueño del otro por turnos, sueños en cual____________________guno daba ninguna explicación de la fría y amable luz.riódicos matutinos, se agotaron en cuestión de minutos, aunque ninnes se alineaban en los embarcaderos, donde retenían a los patrones de los vaporetti cada vez que éstos paraban, pues los creían al tanto de los sucesos de un mundo más amplio. Cuando por fin llegaron los pequier caso breves. La noche era demasiado extraña. Venecianos insom

En algún lugar de las regiones ignotas de Ca' Spongiatosta:

– Estás a un paso -le advirtió la Princesa-, a un parpadeo, a un su_surro de una falda, de la mala vita. Yo puedo protegerte, pero ¿puedes protegerte tú?

Las dos jóvenes estaban sentadas en una sala de arriba del gran Palazzo, entre sombras amortiguadas, mientras el resplandor reflejado del agua parpadeaba en el techo. La Princesa sostenía la cara de Dally entre sus manos, con levedad pero imperiosamente, entre sus palmas delicadamente enguantadas, como si el castigo por la falta de atención fuera a ser un bofetón, aunque un observador poco informado no ha____________________ños pechos visibles a través de lastuación. La Princesa todavía llevaba puesto el vestido de tarde de satén gris oscuro, mientras que la chica estaba casi desnuda, con sus pequebría sabido decir cuál de las dos, si alguna, controlaba en realidad la si brides picotées de su recién comprada blusa de encaje, los pezones más oscuros de lo normal, y más defini_dos, como si los hubieran mordido hacía muy poco y a conciencia. En esa luz fragmentada, sus pecas parecían más oscuras, como un reverso que resplandeciera a través de su carne. Ella no respondió.

De vuelta en el puesto de Trieste, ya no del todo bienvenido en Venecia, en un laberinto que en parte se extendía bajo la calle, lleno de humo de tabaco, la mayoría de origen balcánico, Cyprian Latewood hablaba con un criptógrafo recién llegado de nombre Bevis Moisdeigh. El alumbrado de gas, que siguió encendido a lo largo de todo el día, revelaba la piedra caliza aborigen que formaba parte de ciertos mu__seño italiano bastante antiguo, por no mencionar de lasros, y extraía ambiguos destellos de luz de las manijas de las válvulas de ébano y de los cromados de los recipientes de café comunal de di macchinetíe individuales no escondidas en archivadores. La institución funcionaba a base de café.

– ¿Qué es esto? No lo sé leer…, todos estos circulitos…

– Es el alfabeto glagolítico -explicó Bevis-. Eslavo antiguo. El de los textos de la Iglesia Ortodoxa y demás. Ya llevas un tiempo por aquí. Me sorprende que no lo hayas aprendido.

– Pocas ocasiones de entrar en iglesias ortodoxas.

– Todavía no. Pero se acerca el momento.

Cyprian se dio cuenta de que ni sabía pronunciar ni entendía las series de caracteres que el joven portento de la criptografía le ense_ñaba, ni tal cual fueron escritos ni transliterados.

– Claro que no lo entiendes, está en código, ¿no? -dijo Bevis-. Un código endemoniado, debo añadir. Nada más verlo me di cuenta de que utiliza a la vez los dos alfabetos, el del Antiguo y el del Nuevo Estilo, y me divertí bastante hasta que reparé en que cada letra de este alfabeto también tiene su propio valor numérico, lo que los antiguos es_tudiantes judíos de la Torá conocían como «gematría». Así que, por si no amenazara ya lo bastante el antiguo equilibrio mental, el mensaje debe tomarse también como una serie de dígitos con que los lectores pueden descubrir en el texto ciertos mensajes ocultos, sumando los va__pos del mismo valor, lo cual genera otro mensaje oculto. Además, esta gematría concreta no recurre sólo a la simple suma.lores numéricos de las letras en un grupo y sustituyendo otros gru

– Ay, Dios. ¿Qué más?

– Hay que elevar a potencias, calcular logaritmos, convertir carac__verge, y…, vaya, Latewood, si pudieras verte la cara que pones…teres sueltos en términos de una serie y encontrar el límite al que con

– No te cortes, por favor. Como si hubiera pocas risitas histéricas por aquí, por qué cortarse cuando se puede, ¿verdad?

– Por no mencionar coeficientes de campo, valores propios, ten_sores métricos…

– Vaya, podría llevar toda la vida, ¿no? ¿Cuánta gente trabaja aquí, en tu servicio?

Bevis se señaló a sí mismo, con un único dedo, sosteniéndolo como una pistola contra su cabeza.

– Ya puedes imaginarte lo rápido que pasa todo. Hasta ahora he sido capaz de descifrar una palabra, fatkeqési, que significa «desastre» en albanés. La primera palabra de un mensaje interceptado hace meses, y todavía no sé qué buscaba por entonces o quién la envió siquiera. El Suceso, fuera lo que fuese, hace tiempo que acabó, se perdieron vidas, la ropa de luto ha sido entregada a las siguientes viudas. La brigada de la Cuestión Oriental, tras pasar lo peor, se dedica ahora a ascensos, medallas, permisos y lo que se tercie, dejándonos a nosotros, barren__pieza por hacer. ¿Irredentismo? No me hagas reír. Por aquí nada se redime jamás, o, ya puestos, nada es siquiera redimible…deros de los Balcanes entre sus escombros miserables, con toda la lim

– Vaya, veo que os habéis hecho muy amiguitos, ¿no? -Derrick Theign asomó la cabeza por la puerta en una visita de inspección, sin duda-, muy bien, chicos, adelante…

– Esa persona me da escalofríos -le confesó Bevis.

– Entonces ándate con cuidado.

– Bevis -Theign tenía la costumbre de pronunciar su nombre cada vez que miraba dentro del pequeño cuchitril de Moistleigh-, el rey de las novelas de aventuras. -Antes de que el criptógrafo pudiese si_quiera alzar la mirada irritado, Theign ya se estaba yendo por el pasillo para tocarle las narices a otro.

– Y otra cosa curiosa -Bevis contemplaba con suspicacia la figu____________________cirlo tanto al inglés como al alemán, una tremenda pérdida de tiempo, ¿no te parece?bre de codificar largos artículos de los periódicos, así que casi se puede romper el código mientras se duerme, siempre que se esté dispuesto a leer un montón de basura cada día, y luego hay que teclearlo, tradura de Theign perdiéndose en el interior del local lleno de humo-, él me tiene trabajando en códigos italianos. Se supone que son nuestros aliados, ¿no? Pero, día tras día, todo este material naval llega a la pila de mi mesa por la mañana. En la Marina Real Italiana tienen la costum

– ¿Alemán? -lo preguntó sólo por ociosa curiosidad-, Bevis, ¿adon_de van a parar esos mensajes descifrados, exactamente?

– Ni idea; de eso se encarga uno de los hombres de Theign. Vaya, alemán, nunca me había parado a pensarlo, se supone que ellos no son nuestros aliados, ¿no?

– Es otro de sus complejos jueguecitos, sin duda.

Volvieron a las series insolubles del código glagolítico. A esas altu__modo pasando a asuntos más importantes.ras, bastante cafeína había llegado ya a los centros del cerebro que se ocupaban de esas cuestiones para Bevis, de manera que se sintió có

– Y además, supón que los mensajes pudieran inscribirse de al____________________mente en este código, ción, densa y sin límites prácticos, de estos símbolos, escritos precisaquina capaz, claro, tal vez algo similar al Transformador Amplificador del señor Tesla. Y como el «gran mundo» no es más que una distribugún modo en «el mundo», en un conjunto coherente en sí, análogo a un «grupo» matemático. Tendría que diseñarse y construirse una mácualquier error en la inscripción original, por menor que fuese, podría a su tiempo tener consecuencias inmensas, aunque no obvias inmediatamente, hasta que un día alguien se diese cuenta de un borrón inevitable, de una cascada de falsas identidades, de una desintegración en una ausencia masiva. Como si una gran mar__gración de la razón misma.cha que nadie puede entender estuviera produciéndose ya, una emi

– Algo en una escala…-imaginó Cyprian.

– Hasta el momento inexpresable en el tiempo futuro de ninguna lengua. No importa en qué alfabeto esté escrito. Como nos gusta de_cir: «Alta susceptibilidad a variables primordiales».

– Una marcha…

– Una emigración. -¿A…?

– O, peor…, una especie de Cruzada.

Cuando por fin salieron y fueron a cenar, Cyprian se fijó en el cielo.

– Algo raro le pasa a la luz, Moistleigh -como si fuera física que no había estudiado en la escuela, una especie de eclipse inverso que un criptógrafo pudiera explicar e incluso, posiblemente, reparar. Pero Moistleigh estaba acongojado, como las multitudes que se congrega__sismo hacia arriba de vez en cuando, pero sin fijar la mirada, porque ¿quién sabía qué tipo de atención podía despertar aquello?ban en la Piazza Grande y a lo largo de la Riva, mirando con nervio

Tras salir de Venecia, Reef alcanzó a Ruperta en Marienbad y du____________________saje en la recepción, jarrones de flores frescas esperando a la siguiente pareja feliz. La perrita falderabargo, ninguno de los dos corazones estaba ya por la labor, y un día ella se marchó sin decirle nada. Un dormitorio vacío, ningún mendrían describirse como desesperadas, para llamar su atención. Sin emlidad Ruperta seguía encontrando ocasiones, algunas de las cuales porante un tiempo se reanudó la vieja y triste rutina. En las mesas de juego, ganaba más que perdía, pero al otro lado del libro de contabi Mouffette, de quien Reef siempre había sospechado que era un gato disfrazado, había vomitado en su sombre_ro Borsalino.

Cuidándose de presentar un aspecto desconsolado, mientras en secreto se sentía como si acabara de salir por las puertas de chirona, Reef volvió a dar vueltas por los balnearios, fingiendo diferentes ti____________________rosas propinas.tía que Reef se pudiera comprar habanos importados y dejar geneciente dinero semana tras semana como para sentirse absueltos de sus crímenes contra las clases trabajadoras, por no mencionar que permido el pego, los jugadores de cartas obscenamente ricos perdían sufigían que se dedicaban a curar lo que fuera: el despacho contable del piso de abajo estaba encantado, los matasanos creían que estaban dancarril radicaba en su naturaleza estrictamente mental. Los doctores del balneario sabían que ninguno de los males era verdadero, pero findía elegir entre una amplia gama de afecciones, todas cuidadosamente investigadas durante su presencia en otros establecimientos similares en compañía de otros hidrópatas. La belleza de la Ansiedad de Ferrosentarse ante la puerta del balneario para su ingreso, con lo cual pobre el suceso, sin sufrir síntomas inmediatos hasta el día antes de premático accidente ferroviario en el pasado reciente, preferiblemente en algún país cercano del que fuera difícil encontrar información sopos de neurastenia; la que mejor resultado le daba era la Ansiedad de Ferrocarril, cuya idea consistía en afirmar que había sufrido un trau

La noche del 30 de junio, todos los neurasténicos de Europa, al dejar las bañeras eléctricas y las salas de juego para dirigirse a lo que de____________________tros de las venas, salieron de sus establecimientos para maravillarse de lo que estaba pasando en el cielo. Reef, que llevaba poco entre ellos, se encontraba en les de la cabeza, jeringuillas colocadas por despiste a pocos centímeberían haber sido terrazas y asfalto oscuros, todavía relucientes de pies a cabeza con fimo de baño de barro radiactivo, electrodos colgándoMentone, entrando y saliendo de la peligrosa cama de una tal Magdika, la rubia esposa de un oficial de caballería húngaro conocido tanto por su disposición a ofenderse como por su habilidad con las armas de duelo. Reef ya se había familiarizado con las tejas y las rampas para la colada del Splendide, y de hecho en ese momento se encontraba pegado como una mosca a la fachada de ese estable____________________radamente, se desvanecía y era sustituida por otra más cósmicamente irritada, y que parecía proceder, qué raro,tana mientras la voz ejercitada del marido, que había llegado inespecimiento, avanzando despacio por el peligroso alféizar de una ven del cielo, en el que en ese ins____________________ro…», y así sucesivamente, hasta que Reef llegó al suelo, echó a correr bajo la extraña luz por el boulevard Carnolés y comprendió que corría por su vida, o, en cualquier caso, por su reanudación.cundo húngaro, en lugar de por otras razones de valor más duradeprobada con la mirada por los verdaderamente virtuosos, supone, pese a todo, un uso más productivo de tu propio y precioso tiempo en la Tierra que la estúpida búsqueda de que te partan el culo, en tu caso, muy probablemente, concluyendo con la muerte a manos de un iramento de una voz desde las alturas: «De verdad, Traverse, bien sabes que debes abandonar esta existencia ridícula y dedicarte de nuevo a cuestiones del mundo real como la vendetta familiar, que, aunque renoso de la invitación a prestar atención que Reef recibía en ese motante se fijó Reef, lanzando, en el paso más precario de su trayecto, una arriesgada mirada hacia arriba y quedándose paralizado y sin aliento ante lo que vio: un cielo vespertino que había rechazado el crepúsculo y adoptado un resplandor nacarado, un equivalente lumi

Yashmeen estaba en Viena, trabajando en un taller de confección en Mariahilf que había ganado cierta fama gracias a modelos todavía no descubiertos por las midinettes de París, y que por eso no se habían dispersado en el mercado mayor del Mundo. Un día redactaba una pe_tición para un pago retrasado y se percató de una presencia fragante muy cerca.

– ¡Oh! No te había oído…

– Hola, Pinky. -Lo pronunció en una nota tan grave y de algún modo austera que Yashmeen no reconoció al instante a su vieja condiscípula de Girton Noellyn Fanshawe, menos etérea que la belleza universitaria que había sido en el pasado, pero todavía sin sombrero, el cabello cortado ahora drásticamente, peinado hacia atrás, dejando al descubierto toda la cara, en cada detalle el mismo pequeño cráneo en__zos rubios, pero ahora brutalmente accesible, inequívoco como un golpe o un disparo. Sus ojos, por tanto, enormes y hasta cierto punto borrosos bajo la luz intensa de la vida de tendera que el destino había deparado a Yashmeen.cantador de antes, cuando era un placer gozoso rebuscar entre los ri

– ¡Noellyn! No tenía ni idea de que estuvieras aquí.

– Estoy por un capricho.

– ¿Cómo no te he oído al entrar?

– Supongo que es por el Vestido Silencioso.

– ¿Sabes?, ahora también los vendemos aquí. Tienen bastante salida.

– Y me han dicho que tú misma los recalibras.

– ¿Es este que llevas? -Yashmeen ahuecó la mano detrás de una oreja y se inclinó hacia el vestido-. Da vueltas rápidas. -La chica obe_deció-. No oigo nada.

– Porque es de día. Por el tráfico. Pero de noche, que es cuando más falta me hace, falla bastante.

– Avisaré al Facharbeiter. -Cogió un tubo-micrófono flexible de latón y ébano de su base-, Gabika, ven aquí.

Noellyn se permitió esbozar una breve sonrisa.

– Ya he dejado de decirles «por favor», también yo.

– Tú verás.

El técnico que se presentó procedente de la trastienda era joven y esbelto, con unas pestañas muy largas.

– Una mascota -dijo Noellyn-. Ojalá me interesara lo bastante, te lo pediría prestado para esta noche.

– Volvamos al salón probador. Gabika, lo necesitamos inmedia_tamente.

– Me recuerda un poco a Cyprian Latewood. A propósito, ¿has vuelto a ver a ese vegetal?

Pero Yashmeen sentía que sólo le apetecía compartir las noticias más generales. Se había vuelto, supuso, excesivamente cautelosa, pero existía la posibilidad de que Noellyn estuviera ahí a petición del CRE_TINO. O de alguien todavía más resuelto.

Yashmeen ayudó a su amiga a quitarse la ingeniosa prenda, que Gabika se llevó respetuosamente a su mesa de trabajo. Ella sirvió café de un curioso recipiente y se sentaron un momento evaluándose mu_tuamente.

– No acabo de acostumbrarme a verte con ese corte de chico que llevas, aunque es bonito.

– No tenía opción. No la conoces, nos conocimos el año pasado en Londres y, antes de darme cuenta, ahí estaba, completamente he____________________cer lo mismo.cipio creí que me iban a hacer una de esas nuevas «permanentes», pero mi amiga tenía otra cosa en la cabeza. «Vas a ser mi chico cautivo por un tiempo, a lo mejor dejo que vuelva a crecerte, dependiendo de cuánto tarde en aburrirme tu aspecto.» La mujer de las tijeras era un encanto, pero implacable; se tomó su tiempo mientras mi amiga estaba sentada con las faldas levantadas, restregándose desvergonzadamente toda su cosa. Al cabo de un rato deseé tener las manos libres para habado conmigo. En el local había de esas máquinas horribles, y al printa que ya era demasiado tarde, y en menos de un minuto habían acachizada. Una noche, ya era tarde, me llevó a una peluquería en Maida Vale, no me fijé en las pequeñas correas y hebillas que tenía la silla has

– Pero ella no te dejó.

– Y eso que se lo rogué con toda mi dulzura.

– Pobre Noellyn. -Tomó la barbilla de la chica ligeramente entre el pulgar y el índice-. Cruza esas preciosas muñecas a tu espalda sólo un momento, así, anda, sé buena chica.

– Oh, pero, Yashmeen, no he venido aquí a…

– Hazlo.

– Sí, Yashmeen.

Gabika regresó con el Vestido Silencioso recalibrado y se las en____________________brado a esos cuadros vivos, de hecho, casi los esperaba, y quizás era eso lo que explicaba por qué llevaba casi dos años en el trabajo sin pedir un aumento de sueldo.ma de fondo del café preparándose. A esas alturas, estaba ya acostumcontró ruborizadas y murmurando, con sus ropas en cierto desorden y un perceptible matiz de almizcle en la sala, que se mezclaba con el aro

Al descubrir, quizá contra sus propias expectativas, que se lo esta____________________recido ya hacía mucho.vieron a los alojamientos de Yashmeen en Mariahilf. Cuando a una de ellas se le ocurrió asomarse por la ventana, tendría que haber oscudable noche juntas: fueron a cenar temprano a Hopfner's y luego volban pasando bien de nuevo, las dos jóvenes disfrutaron de una agra

– ¿Qué hora es, Yashmeen? No puede ser tan temprano todavía.

– A lo mejor el tiempo se ha ralentizado, como dicen en Zúrich. Este reloj marca las once.

– Pero mira el cielo.

Ciertamente era extraño. Las estrellas no habían aparecido, el fir_mamento presentaba una luminiscencia sobrecogedora, con la luz ocluida de un día de tormenta.

Se prolongó durante un mes. Aquellos que lo tomaron por una señal cósmica se encogían bajo el cielo cada anochecer, imaginándose catástrofes cada vez más disparatadas. Otros, para los que el naranja no parecía un tono propiamente apocalíptico, se sentaban al aire libre en bancos públicos, leían tranquilamente y se acostumbraban a la curio____________________se contra el día.dar la previa euforia del corazón, la sensación de apertura y posibilidad, y volvió otra vez a buscar únicamente el orgasmo, la alucinación, el estupor, el sueño, para que los ayudaran a pasar la noche y a prepararsa palidez. A medida que pasaban las noches y no ocurría nada y el fenómeno se iba desvaneciendo lentamente, la noche recuperó los violetas oscuros de siempre, y la mayoría tuvo dificultades para recor


Hacia finales de octubre, el infierno se desató tras el anuncio de Austria de que pretendía anexionarse Bosnia. Theign asomó la cabeza por la puerta, más macilento de lo habitual:

– Necesitamos a alguien sobre el terreno -le dijo a Cyprian-, A lo mejor tenemos que sacar a alguna gente de allá.

– Y has pensado en mí inmediatamente.

– No eres mi primera opción, pero la verdad es que no hay nadie más. Puedes llevarte al joven Moistleigh si crees que necesitas un guar_daespaldas.

A Bevis le alegró salir del marasmo subterráneo de sus instalacio_nes de criptografía.

– Sí, me sentará bien salir de este viejo tenderete de tiro al coco por un tiempo.

Sobre la mesa de Theign había una botella abierta de sljivovica, pero no les ofreció a ninguno.

– ¿Qué es esto? -preguntó Cyprian.

– Un mapa de Austria-Hungría.

– Ah. ¿Y viene con lupa incluida?

– ¿Cuál es la escala? -murmuró Bevis.

Theign miró la leyenda con los ojos entrecerrados.

– Parece uno a cincuenta millones, si he contado los ceros correc_tamente.

– Demasiados ceros para mí -murmuró Cyprian.

– En absoluto; es más, se trata del mapa ideal para el viajero, pues lo último que uno querría imaginarse es estar por ahí peleándose bajo un feroz viento montañoso cargado con un volumen gigantesco de hojas con una escala de varios centímetros a un kilómetro.

– Pero esto es tan diminuto que no sirve de nada. Es de juguete.

– Bueno, pues es lo bastante bueno para el Ministerio de Exterio_res, ¿no? Es el mismo mapa que ellos utilizan. Decisiones de la mayor gravedad, destinos de imperios, incluido el nuestro, todo a partir de esta edición que tenéis delante, Major B.F. Vumb, Ingenieros Reales, 1901.

– Desde luego, explica muchas cosas del Ministerio de Exterio__quiera hay espacio para escribir los nombres, lo res -dijo Cyprian mirando fija y sombríamente el mapa-. Fijaos en Viena y Sarajevo, apenas si están separadas por un centímetro, ni siúnico que pone es «V» y «S».

– Justamente. Lo sitúa todo literalmente en una perspectiva distinta, ¿verdad? Casi divina, como tú dirías…

El tono de voz, la expresión en la cara de Theign inquietaron a Bevis.

– Lo habitual en Theign -le tranquilizó Cyprian más tarde.

– No, no, a él no le importa, ¿es que no lo ves?, para él no cuenta ningún detalle, ni siquiera el mapa, sabe que no viviremos lo bastan_te para utilizarlo…

Una mañana, Yashmeen llegó a la tienda de Mariahilfe StraBe y se encontró la puerta cerrada, más aún, con cadenas, y un aviso munici_pal de confiscación pegado en los escaparates que todavía no habían roto. De vuelta a su piso, la patraña, que evitaba su mirada, le pidió la documentación, afirmando que no sabía quién era.

– Frau Keuler, ¿qué está pasando?

– No sé cómo ha conseguido las llaves de este piso, pero démelas ahora mismo.

– Me las dio usted…, nos vemos cada día. Siempre he pagado pun_tualmente el alquiler. Por favor, ¿qué está pasando?

– Si ésas son sus pertenencias, quiero que las empaquete inmedia_tamente y se vaya de aquí cuanto antes.

– Pero…

– ¿Quiere que llame a la policía? Judensau. Todos sois iguales.

¿Cerda judía? Por un momento se quedó demasiado desconcer____________________día corriera de verdad por las venas de uno.canzado tal nivel de abstracción que ya ni contaba cuánta sangre jutas Cristianos» liderado por el sempiterno antisemita el Burgomaestre Doctor Karl Lueger. En las elecciones nacionales del año anterior, el partido había triplicado su presencia en el Reichsrath. Ella no había tenido razones para prestar ninguna atención a todo aquello hasta ese momento; era el aire que respiraba la gente en esa ciudad, había altada para comprenderlo. Viena había sido antisemita desde siempre, de punta a punta, la ciudad interior, el Ring, los Bosques de Viena, incluso, desde 1897, de manera oficial, con el partido de los «Socialis «Wer Jude ist, bestimme ich», como le gustaba decir a der schöne Karl, «Soy yo el que decide quién es judío». El odio a los judíos a veces nada tenía que ver. El antisemi____________________mento, sobre cualquier cuestión, un arma para imponerse a un rival en los negocios. O, en el caso de Yashmeen, un método muy sencillo de echar a alguien de la ciudad.pícheos parlamentarios sobre los presupuestos, los impuestos, el armacíficos, un medio para hacer carrera política, un factor más en los traformado en una fuente de energía, una tremebunda energía oscura que podía conectarse como un cable eléctrico para propósitos espetismo moderno iba mucho más allá de los sentimientos, se había trans

Cyprian no se lo tomó con tanta tranquilidad.

– Bueno, ahora es peligroso que sigas aquí. La verdad es que lo ha sido desde hace tiempo. Hay gente peligrosa en el poder.

– ¿Quién? No ese viejo y amable caballero.

– No se trata exactamente de los Habsburgo. Supongo que me re_fiero a los prusianófilos. Amantes del poder. Quieren presidir el fin del mundo. Pero ahora debes venir a Trieste.

Ella se rió.

– Muy oportuno. Aquí la llaman ciudad judía.

– Oh, en Viena -replicó Cyprian- creen que Shanghai es una ciu_dad judía.

– Pues, en realidad… -empezó ella.

La crisis de la Anexión tenía a todos en movimiento, e incluso Ratty McHugh, cuya vida, como la de todo el mundo, se regía esos días por los horarios de trenes, fue expulsado de Viena; se encontró con Cyprian en Graz en el jardín del hotel Elefant.

– Lo siento, no puedo hacer más por el momento, con este lío bosnio y demás.

– Así que Theign también causa estragos entre su propia gente, no sé de qué me extraño.

Los dos fumaban, y la consecuente neblina que se alzó entre am__taba dispuesto a aceptar sin recelo.bos generó una atmósfera de comprensión que cada uno de ellos es

– Algunos de mis colegas -admitió Ratty- se lo imaginan en un tipo de trabajo distinto. Para empezar, se lleva demasiado bien con la Ballhausplatz. Bueno, los intereses habituales de los anglo-habsburgos, sobre todo Macedonia, diría uno, con bastante tristeza a estas alturas. Pero tiene recursos, es peligroso, e incluso en este momento se hacen apuestas sobre si se le puede controlar o no.

– Supongo que uno no podría matarlo por las buenas.

– Ay, Dios.

– Sólo era una broma inocente, Ratty. Ya veo que para ti no son nada fáciles estas crisis interminables.

Habían salido del jardín y cruzaban el puente hacia Murgasse, donde había un restaurante automático.

– La península balcánica es el restaurante de la casa de huéspedes de Europa -gruñó Ratty-, peligrosamente atestada, eternamente hambrienta, envenenada por los antagonismos. Un paraíso para los tra__bieran destinado a la oficina de asuntos chinos. Pero ya veo que te mueres de ganas de que te ponga al tanto.ficantes de armas, y la desesperación de los burócratas. Ojalá me hu

»Bueno, Turquía lleva casi quinientos años en Bosnia. Es un país mahometano, una provincia turca, de hecho. Era una zona de des____________________cisco José, ante la insistencia del vil Aerenthal, emite preventivamente su nueva versión del acuerdo "anexionando" Bosnia a la Monarquía Dual. Es improbable que Serbia pase por alto un acto así, y Rusia debe apoyar a Serbia, del mismo modo que Alemania tiene que cumplir sus promesas con Austria, y así sucesivamente, a ritmo de tres cuartos, hasta una guerra generalizada en Europa.tríacas se estacionaran en Novi Pazar, que había sido el puesto más avanzado de Turquía al oeste y al norte hacia el interior de Europa. Se daba por entendido que Austria se retiraría en algún momento y que Turquía se restablecería, aunque ninguno de los dos regímenes tenía mucha prisa. Todo parecía estable. Pero de repente en Constantinopla llegaron los Jóvenes Turcos con su revolución y, ¿quién sabía?, ¡a lo mejor hasta pretendían que se cumpliera el acuerdo! Así que Francanso para los turcos de camino al Asedio de Viena, y, claro, Viena no lo ha olvidado jamás. Hace treinta años, Austria se vengó por fin. El infame Artículo 25 del Congreso de Berlín arrebató Bosnia a Turquía y la puso bajo «protección» austríaca. Además, permitió que tropas aus

– Pero -dijo Cyprian parpadeando educadamente- ¿es que son tan torpes en Viena? Siempre me ha parecido que estaban a la últi_ma, que tenían las ideas claras, que tenían, no sé, una comprensión precisa de la situación.

– Ay, Dios. -Ratty miró a Cyprian con cierta preocupación-. Cier_tamente parecería que tanto el Emperador como el Sultán consideran a Rusia como el enemigo común. Ninguno de esos dos caballeros me tienen como interlocutor, así que cómo voy a saberlo. Austria ha acep____________________nifique lo que signifique eso «de verdad», una peculiar visión austríaca de la compensación o lo que sea, el hecho es que se han anexionado Bosnia. Ese acto fatal, y los pasos que ha dado Alemania para apoyarlo, señalan el fin viario de Sarajevo a Mitrovitsa, y por tanto hasta el mar Egeo. Pero sigtado pagar una indemnización a Turquía por arrebatarle Bosnia, y además, de manera bastante inexplicable, retirar su tropas de Novi Pazar, con lo cual, de hecho, no sólo la restituye a los turcos, sino que abandona los sueños, abrigados desde hace tanto, de un enlace ferrode la situación tal como era hasta ahora. Isvolsky y Grey quieren una conferencia. Los Dardanelos han entrado en escena, y he____________________ción general. Este año, el que viene, pronto. Ahora ya es imparable.pleados de los servicios implicados, en cuanto a la fecha de movilizaservas, a todas luces como una especie de zombi, acechando por los pasillos de Europa, cumpliendo las órdenes de sus señores. Se están haciendo apuestas, muchas de ellas sustanciales, en toda la comunidad diplomática. Se hacen quinielas del Apocalipsis Europeo entre los emgreso de Berlín no esté muerto, pero si sigue vivo es con muchas remos de dar por sentado que también Bulgaria… Puede que el Con

Ratty lo miraba casi con una expresión suplicante, como un con_vertido a una región exterior de la fe que no estuviera seguro de ser comprendido por sus amigos.

– En realidad nunca te cuentan nada. Cómo iban a hacerlo; el Profesor Renfiew podía haber abrigado sospechas. En teoría. Infor____________________rosa magnitud de lo que hay en juego…, las dimensiones de lo posible aquí…ficado la luz sólo un momento, el tiempo suficiente para ver la pavomado de lo que creía que sabía. Pero una vez llegados hasta aquí, Cyps, metidos hasta el cuello, uno tiene que encontrar su propia forma de salir, o no, como bien puede ser el caso. Es como si hubieran intensi

Cyprian entornó los ojos.

– ¿Ratty?

– Me he enterado de adonde te mandan y cuáles serán tus órde_nes. Haría algo, si pudiera.

Cyprian se encogió de hombros.

– Ya sé que soy un tipo de vital importancia, pero lo que más me inquieta ahora es saber quién cuidará de Yashmeen. Sus amigos, has_ta donde sé, no son sus amigos. Me pregunto si alguien de tu gente…

– Claro. Pero, Cyps, tú, ahí fuera…, va a ser peligroso. -Ratty había fijado la mirada, una mirada llena de lluvia en los patios de la univer__sión, casi al alcance, tragados por la noche.sidad, de humo de pipa a lo largo del río, de amaneceres deformando las tejas al otro lado de la ventana, de pintas y botellas, de carreras de caballos ganadas y perdidas, de momentos de espléndida compren

– Esto es peligroso. Mira esta gente. -Abarcó con un gesto rápi__ticular?do de la mano enguantada a los ciudadanos austríacos visibles en ese momento. Frunció el ceño, negó con la cabeza-. ¿O era algo en par

– Theign, supongo.

– Sí. Problemas a la vista, como dicen siempre los horóscopos. Pensaba en llevarme a Yashmeen a Trieste.

– Tenemos a un par de buenos hombres allá. Y también está tu propio agente, el neo-Uskok, Vlado Clissan.

– Ya hemos entrado en contacto. Puede contarse con Vlado.

– Aborrece a Theign.

– Justamente la frase que estaba buscando.

Ratty apoyó brevemente la mano sobre la manga de Cyprian.

– Siempre te he causado más problemas de los que debería cada vez que surgía su nombre. Espero que entiendas que era sólo una nova_tada infantil.

Cyprian ladeó la cabeza:

– Lo infantil era creerme enamorado. Ahora ya ni siquiera creo que lo esté, Ratty, pero tengo que cerciorarme de que está a salvo. Sé que debes de tenerme por un incordio, no estáis aquí para cosas como ésta, y te lo agradezco.

– En otros tiempos, más tranquilos…

– No nos tomaríamos el Blutwurst Especial -dijo señalando con la cabeza hacia una bandeja de cristal de plomo y compartimentos de acero cromado del Automatik-. Una reacción obvia a la crisis pro_funda.

– Umm. Yo siempre he preferido las salchichas con salsa de casa.

Al salir de la Südbahn, ella volvió la mirada hacia las convergen____________________deciente, como si siempre hubiera estado allí.ciones libres» que definen el curso de una vida humana. Un nuevo ramal cada pocos segundos, a veces visto, a veces tomado sin verlo e irrevocablemente. Desde dentro del tren uno puede levantarse y mirar atrás y ver de dónde se viene y cómo se pierde ya de vista, resplantáfora bien visible y externa, pensó, del conjunto completo de «eleccias de hierro y las lámparas de señales que se perdían ya de vista. Me

Las estaciones entraban una por una en el pasado. El túnel del Semmering, el valle del Mur, castillos en ruinas, la compañía repenti_na de viajeros adictos a los balnearios, los tonos chillones de la moda vacacional, la inevitabilidad de Graz. Luego hacia el sur, a través de la llanura eslovena, y de nuevo colinas arriba, otros túneles, y Liubliana, luego por los páramos hasta la meseta de Karst, primer atisbo del mar, para descender por fin a través de Opcina hasta la Estación del Sur de Trieste. Once horas y media en total, un viaje entre mundos.

Cyprian había reservado alojamiento para Yashmeen en una pen_sione de la Ciudad Vieja, detrás de la Piazza Grande. Estaba lo bas__prian notó un nivel de cautela neuropático que iba y venia durante sus citas. Theign pasaba por entonces más tiempo en Viena que en Venecia, pero algunas de sus criaturas sin duda andarían por allí.tante cerca de la Piazza Cavana para que la confundieran de vez en cuando con una de las damas de la noche que trabajaban en la zona. No tardó en intimar con algunas de esas laboriosas luciérnagas. Cy

Y en cuanto a cualquier ayuda de la gente de Theign, Yashmeen, al fin y al cabo, no podía hacerse ilusiones.

– No, no, Latewood, mi querido amigo, no servirá -escogiendo un momento lo bastante próximo a la partida de Cyprian a los Balcanes como para no enmascarar la contundencia del insulto, la voz cansina de Theign se iba haciendo más repugnante a medida que hablaba-, ya lo sabes. Parece que tu amiguita le interesa a la Ojrana, y en este momento la Ojrana es el grupo con el que debemos mostrar mayor consideración, con el acuerdo anglo-ruso todavía reciente, todavía tan temiblemente sensible, todos tenemos que apoyar al Ministerio de Exteriores en esto, dejando a un lado nuestros insignificantes sueñecitos y deseos personales, ¿no crees?

No sorprendió a Cyprian lo más mínimo.

– Teníamos un acuerdo -señaló con bastante calma-, y tú bien podrías ser un agente doble austríaco, un asqueroso montón de mier____________________pes y al final Theign cejó en la persecución. No era un uso útil de su tiempo.lo persiguiendo a Cyprian por las salas y al rato por la calle, chillando amenazas físicas, pero Cyprian estaba resuelto a no aguantar más golda. -Theign soltó uno de sus viriles bofetones, Cyprian lo esquivó, y en vez de mantener la compostura, Theign optó por hacer el ridícu

– Supongo -gritó Theign por fin- que quieres desvincularte de tu compromiso en el acuerdo.

– No. -Lo que quería, claro, era abandonar por completo aquel proyecto corrupto, que a esas alturas era con toda seguridad más peli_groso de lo que él podía calibrar o siquiera imaginar. Pero tenía que seguir en ello, aunque, por Dios, ¿por qué?

Al hablar más tarde al respecto en Viena con Max Kháutsch, Theign también sería incapaz de no encogerse de hombros con desdén, un re_petitivo tic corporal que no podía controlar.

– El chico siempre ha sido un idiota. Tanto si sabe lo que le espera allí como si no tiene ni la menor idea, en cualquier caso va a seguir adelante.

– Tal vez -especuló Kháutsch con el peculiar susurro que reserva_ba para los cotilleos- está cansado y desea que todo acabe de una vez. No sabe hacerlo solo y quiere que lo hagamos por él.

Cyprian y Theign se habían situado en los extremos más alejados del piso de Venecia.

– ¡Haz lo que te dé la gana! -gritó Theign por fin, y se marchó sin más formalidades a coger el tren que le llevaría otra vez a Viena, donde últimamente, y era un secreto a voces, pasaba cada vez más tiempo.

En circunstancias normales, eso habría bastado para que el alma de Cyprian, frágil como un vestido de Fortuny, pasara por un diminuto y brillante aro de pánico. Pero mientras su propio tren se encaminaba a través del puente de Mestre, en dirección a Trieste, en lo único que podía pensar con cierta claridad era en Yashmeen, horrorizado ante lo que estaba obligado a contarle, preguntándose qué recursos les que_daban a los que eran como ellos contra la tormenta que se avecinaba, una tormenta tan descomunal que en esta ocasión ni siquiera Theign sería capaz de eludirla.

– No son precisamente las noticias más esperanzadoras que po_dría darte.

Ella se encogió de hombros. Con corsé y un sombrero de plu__cias medidas que iban en sentido contrario a los ritmos acelerados por la cafeína de Trieste. El recordó que ella sabía valerse por sí sola. Lo lejos que estaban de Cloisters Court y de la capilla crepuscular del King's College.mas negras, parecía treinta centímetros más alta, y hablaba con caden

– ¿Y es posible que me tope con el tal Theign?

– No le he dicho que estás aquí. Aunque eso no significa que no lo sepa, claro.

– ¿Crees que…?

Se interrumpió, pero él había oído la parte silenciada de la pregunta.

– ¿Tus problemas en Viena? Yo no descartaría nada con ese hombre.

Ella lo miró de una manera rara.

– Vosotros fuisteis íntimos en el pasado. Pero…

– ¿Si es el amor de mi vida? Yashmeen… eres el amor de mi vida. -¿Qué acababa de decir?

Ella pareció pasarlo por alto.

– Sí, pero tú sigues haciendo todo lo que él te manda. Ahora te vas cumpliendo sus órdenes.

– «E Inglaterra está muy lejos» -citó él, no exactamente como ré_plica-, «y el honor no es más que una palabra.»

– ¿Y qué significa eso? No es a criquet a lo que juega. Vosotros, todos vosotros, dais la lata a todas horas con lo del honor. ¿Es por te_ner pene o algo así?

– No me sorprendería. -Pero le había lanzado rápidamente una mirada que ella supo que no debía devolverle.

– ¿Y si te está mandando a una trampa?

– Demasiado complejo para Theign. El simplemente recurriría a un navajero a sueldo.

– ¿Y qué voy a hacer en Trieste? ¿En esta ciudad judía? Mientras espero que vuelva mi hombre.

En el pasado, él le habría gruñido como respuesta y, casi con toda seguridad, alguno de los dos habría pronunciado la expresión «una ta__quería una disciplina, como el ajedrez o el alpinismo. Sonrió con toda la sosería que pudo.rea ingrata». Pero últimamente él sentía una perversa fascinación por la Paciencia, no tanto como virtud cuanto como pasatiempo que re

– ¿Qué recomiendan en Chunxton Crescent?

– Han mantenido un extraño silencio.

Por un instante, fue como si se miraran desde lados opuestos de un profundo abismo en la tierra. A él le maravillaba la facilidad con la que ella podía dejar escapar la esperanza.

– Te pondré en contacto con Vlado Clissan. El debería mantener a raya a los pelmazos habituales.

– ¿Cuándo volverás de dondequiera que vayas?

– Todo es muy directo, Yashmeen, se trata de dar un salto sobre las montañas y volver, no debería llevar mucho tiempo… ¿Cómo vas a conseguir dinero?

– Soy una aventurera, el dinero nunca es un problema, ni siquiera cuando no lo tengo. ¿Y esa mirada? No me parece que tenga que ver con el «honor».

Se encontraron en el Caffe degh Specchi, donde ella se presentó, al parecer como un desafío, vestida de blanco de pies a cabeza, desde los botines de piel de cabritilla que él tenía que esforzarse por no mi__ca que lo coronaba, aunque el año se oscurecía y enfriaba, y las damas de la Piazza Grande que iban a la moda la miraban con desdén.rar hasta el sombrero cubierto de terciopelo y la pluma de garceta blan

– No voy a agradecerte nada -le advirtió ella.

– Espero que no.

El miró a su alrededor, al día encapotado, a la indiferencia del co__cos pasaban ruidosamente por la Piazza, camino de la estación de tren o de una de lasmercio que seguía por todas partes, con o sin ellos. Los tranvías eléctri Rive. Los carreteros de reparto hacían rodar barriles de café por planchas inclinadas y por los adoquines de las calles. La ciu____________________ban miradas siniestras.tinas se deslizaban dentro y fuera. Militares de todas las graduaciones paseaban, se comían a las chicas con los ojos, se pavoneaban y clavadad olía exageradamente a café. La mayoría de los paseantes parecían ataviados para alguna ocasión formal, quién sabe si ceremonial. Las sirenas de los barcos resonaban en la bahía. Barcos de vapor y velas la

Ambos se encendieron un cigarrillo y se sentaron ante unas taci_tas de café.

– Te he entregado a esto -señaló la escena con la cabeza-, me merezco tu maldición, no tu agradecimiento.

– Es encantador. ¿Y en qué otro sitio iba a estar? Si regresara ahora a Inglaterra, ¿qué me esperaría allí? En Chunxton Crescent creen, por alguna razón oscura para mí, que he fracasado. Nunca comprenderé los motivos del CRETINO, su política cambia de un día para otro, me ayudarán o no, no lo sé, y hasta es posible que hayan optado, por así decirlo, por jugarme una mala pasada.

– Pero esto es el Limbo. Bueno, en realidad, el Limbus, pues iti Limbo es el ablativo…

Ella fingió que le traspasaba con la sombrilla.

– Si el Limbo es una especie de suburbio del Infierno, entonces tal vez sea el lugar perfecto para mí. Entre el fuego y las tinieblas ex__miento.teriores, disfrutando del equilibrio. Hasta que tenga otro presenti

– ¿Fue eso lo que pasó en Viena?, ¿un presentimiento? -Se sentó parpadeando. No había llorado desde una noche de borrachera en Viena después de descubrir a Derrick Theign en brazos de una mise_rable Strichmadchen de cinco kroner que luego Theign se había esfor_zado en hacer pasar por una de sus colegas. Había decidido dejar de llorar por ser un lujo que no servía para nada. Pero ahora, enfrentado a esa tentativa de una alegría sofisticada, corría el peligro de echarse atrás. Encontró un par de prismáticos deportivos de lentes azules y los palmeó.

– Estaré bien -le tranquilizó ella-. Y tú también, ¿lo entiendes? O me disgustarás.

Apareció entonces un marinero de Lloyd Austríaco, bastante gua_po, Cyprian tuvo que admitirlo, haciendo la ronda por los caffes de la Piazza, sosteniendo la campana del barco y golpeándola con un pe__ros recogieron su equipaje y se dirigieron hacia el Molo San Cario. Cyprian sentía una molesta contracción en la garganta.queño martillo y un ademán no carente de ostentación. Los pasaje

– No tienes que quedarte hasta que me pierda en el horizonte -dijo con voz ronca.

Una sonrisa de labios apretados.

– Hoy tengo la agenda bastante libre.

La banda militar no facilitó las cosas. Tras detectar una afluencia mayor de lo habitual de viajeros británicos, y esperando con una in__mo, justo cuando se volvía para decirle a Yashmeen un animadofernal clarividencia hasta que Cyprian recuperó el control de sí mis arrivederci, empezaron a tocar una versión para metal de Nimrod -¿qué si no?-, de las Variaciones Enigma de Elgar. A pesar de la tosquedad teutó____________________ta que, por fin, la banda pasó misericordiosamente apor y el tráfico del muelle, en una expresión de amistad y despedida todo lo sincera que el corazón Victoriano era capaz de manifestar, hasvoltura otoñal, acallando la cháchara de los turistas, los silbatos de vaber qué pensaba Yashmeen cuando le ofreció los labios. Se concentró en no mojarle la pechera. La música los cubrió un instante en su ennica, en el primer acorde en séptima mayor, una incertidumbre de tono entre las trompetas aportó un matiz de inocencia involuntaria, y Cyprian sintió que el grifo se abría incontrolablemente. Era difícil sa La Gazza Ladra. Sólo cuando Yashmeen asintió y le soltó, Cyprian se dio cuenta de que se habían estado abrazando.

– Bueno, nunca he sabido cuál era el gran misterio. -Ella se enco_gió de hombros-. Los remeros del Volga, ¿no?

– No. No, yo siempre creí que era Auld Lang Syne.

– Pero, por favor, no discutamos, Gonzalo.

– Claro que no, Millicent -le respondió alegremente, enseñó los dientes y arqueó una ceja.

– Mándame una postal, ¡no te olvides!

– ¡En cuanto pueda! -Y, por alguna razón, añadió por lo bajini-: Vida mía.

Cuando él hubo desaparecido detrás del rompeolas, Yashmeen paseó por la Riva Carciotti, encontró un sitio tranquilo, se encendió un cigarrillo y se entretuvo un rato, resplandeciendo distraídamente sobre la escena cambiante. Una gata la siguió de regreso a su habita_ción y ya no se despegó de ella. La llamó Cyprienne, y al poco ya eran amigas íntimas.

Un día que soplaba el bora, Yashmeen, sólo por un reparador rato At, tuvo una recaída en su antigua zetamanía. Recordaba que Littlewood, tras luchar con un lema rebelde un invierno en Davos, a lo largo de semanas de fblin -el opuesto del bora, un viento tan seco y cálido que en algunas zonas de los Alpes suizos se le llama «siroco»-, había contado que cuando el viento se calmó durante un día, la solu____________________brales para este tipo de ejercicio empezaran a relajarse y extraños e incluso contraintuitivos pensamientos llegaran de alguna parte co-consciente con lo cotidiano, algo similar le pasó ahora a Yashmeen. Sólo por un instante, la cuestión se iluminó inequívocamente, tan evidente como la Fórmula de Ramanujan -no, porque la Fórmula de Ramanujanpo suficiente, también tendría, con los cambios necesarios de signo, su efecto sobre la mente matemática, a medida que los lóbulos ceredía del Karst y que, soplando ininterrumpidamente durante el tiemción, como por arte de magia, estaba allí. Y sin duda a causa del bora, conocido por estos lares como el «viento de la muerte», que descen era un caso particular-, y Yashmeen supo por qué Riemann había planteado la hipótesis de un medio como la parte real de cada cero, por qué la había necesitado, justamente en ese punto de su proceso de pensamiento…; se sintió lanzada al pasado, persiguiendo su viejo yo, casi lo bastante cerca como para acariciarlo…, y entonces, claro, había desaparecido otra vez y su nueva preocupación inmediata fue la pérdida de su sombrero, que volaba para unirse a otros cientos que migraban hacia climas más meridionales, a algún lugar de des_canso tropical para sombreros, donde podrían pasar semanas de dolce far niente de sombreros y les crecerían plumas nuevas, recuperarían el color o encontrarían nuevos tonos, se tumbarían y soñarían con las cabezas que el Destino había querido que ornaran… Por no mencio_nar la necesidad de impedir que su manteau se convirtiera en una es_pecie de antiparacaídas que quería arrancarla del asfalto. Se quedó quieta, presa de la incredulidad, el cabello cada vez más suelto, cente____________________trado a una penumbra desconocida, y pudo imaginarse, después de todo, visitando esta costa por su viento, como otro tipo de turista iría a un balneario, en busca de algún manantial milagroso, un retorno a la juventud.ba y que, por un instante, gracias a esa picara conjetura, la había arraslleando como una aurora oscura y húmeda, esbozó una sonrisa menos perpleja que irritada y se volvió contra el viento adriático que llega

Y, cómo no, fue en ese preciso instante cuando se encontró con Vlado Clissan, que iba tambaleándose a la búsqueda de refugio tras la misma puerta. El bora, como si quisiera colaborar, le levantó las faldas y las enaguas sin previo aviso cubriéndole la cara, como si una diosa clásica estuviera a punto de presentarse en una nube de crêpe lisse, y al instante una de las manos de Vlado la había agarrado por debajo, entre las piernas desnudas, que se abrieron más casi por reflejo, una se levantó y se deslizó a lo largo de la cadera de él para acercarlo más, mientras, bajo el viento infernal, intentaba mantener el equilibro so____________________gulo…, pero ¿cómo podía pensar en geometría…? Aunque, si no mantenía algún vínculo racional, ¿dónde acabarían ambos? En el mar. Por encima de la ciudad y en el fondo del inmemorial Karst. En el fondo del Karst, a la puerta de un viñedo y unagas, ella sintió cada segundo dividido por su entrada y penetración, su clítoris estaba siendo abordado de una manera poco familiar, no con brusquedad, es más, con bastante consideración, tal vez era por el ándía estar pasando, ella sólo atisbaba su cara por momentos, su sonrisa feroz como la tormenta, él le desgarró la delicada batista de sus brabre el otro pie. Su cabello, despeinado a esas alturas, azotaba la cara de él, cuyo pene se había asomado a la lluvia y el estruendo, eso no po osmizza de su inte____________________ción, de inversión del tiempo, de intervenciones inesperadas.bía sido simplemente vino, del mismo modo que la política no había sido simplemente política, allí había todavía notas inéditas de redenrior que servía comidas y vino, con las luces de Trieste muy abajo, un vino antiguo, de antes de Iliria, sin nombre, acabado por el viento, etéreo en su carencia de color. Y porque en esta costa el vino no ha

– Estaba allí buscándote. Latewood me dio tu dirección.

– El dijo que tú… -Sus recursos conversacionales Saquearon. ¿Ha_bía deseado alguna vez mirar tanto a los ojos de un hombre? ¿Qué estaba pasando? Vlado no era, debía tenerlo claro para sus adentros, en modo alguno un sustituto de Cyprian, un salto dado a la desesperada porque Cyprian se había marchado, pese a todos sus esfuerzos para persuadirle de que se quedara…

No se trataba precisamente de un lujoso hotel, ni ella dormía muy bien. El local parecía rodeado de líneas de tranvía, y el ruido era, bue____________________mente en la somnolencia, pongamos polis del café del Imperio Austríaco, por no decir del mundo, y ella nunca estaba a más de media manzana del fluido antisoporífero, así que era capaz de pasar la mayoría de los días sin sumirse inoportunano, no continuo, porque había bastantes intervalos entre los tranvías, sino imprevisible, imaginó ella matemáticamente. Pero era la metróque procuraba evitar lo que, en su estado insomne y paranoico, había imaginado que debía buscar.

Vlado, que iba y venía de la ciudad a cualquier hora, se presentaba a su puerta, parecía, sólo cuando la deseaba, que resultó ser con mu____________________macía; no había modo de confundirlos con Vlado, con el crescendo sensible de su no menos ardiente acercamiento.mente no podía tratarse de algo tan simple como el deseo, no, pero tampoco se trataba del cuidadoso protocolo de cortejo que requería citas por adelantado. Ella había aprendido a reconocer sus pasos en las escaleras sin alfombra, entre el estampido de elefantes machos de los marineros, el arrastrarse imperioso de mercaderes donjuanes, el tempo de marcha de los militares austríacos, cada uno insistiendo en su pricha frecuencia. ¿Cómo no iba a sentirse halagada una chica? Obvia

A esas alturas ya había escuchado bastante a través de las paredes como para saber que cuando uno tiene un orgasmo en croata lo que hay que gritar es «Sur savam!», aunque no siempre se acordaba, pues a menudo la memoria quedaba, llegado el momento, desconectada.

Vlado mantenía una dirección en Venecia, un par de habitacio____________________cisamente lo que más aborrece, qué raro…viendo judía, pensó, todo ese antisemitismo vienés hace emerger presible de localizar. Allí pasaba ella cada vez más tiempo. Me estoy volnes en Cannareggio, en el viejo gueto, donde anidaban judíos en las plantas más altas, como impulsados hacia el cielo…, y era casi impo

– No sé. Esperaba caballos, un secuestro en el Velebit, lobos por la noche.

El fingió que pensaba en ello.

– No te importará que me ocupe de algunos asuntos mientras estoy por aquí, ¿verdad? Y ver los monumentos de Venecia, claro, un viaje en góndola, Florian's, ese tipo de cosas. En cuanto a lo de los lo_bos, podemos organizarlo, estoy seguro.

Un día tomaron el tren para Fiume y subieron al vapor correo de Zengg, con una docena de turistas alemanes y un pequeño rebaño de cabras.

– Tengo que enseñarte esto -dijo él. En realidad quería decir: «Esto es lo que soy».

Pero ella no lo entendió hasta que ya era demasiado tarde para que tuviera ninguna importancia. Al final, el estrecho paso entre la isla de Veglia y el continente se abría al canal de Morlacca, y al cabo de dos horas se bajaron en Zengg, encarando un feroz bora que se colaba por un hueco en el Velebit. Era como si el mar no quisiera de__man una entidad con intenciones propias. Eso tenía un nombre que nunca se pronunciaba. Los marineros de esta costa también hablaban de olas individuales, con caras y voces, que pervivían de un día para otro, en lugar de fundirse con el oleaje general.jarles entrar. Aquí, dijo Vlado, el mar, las corrientes y el viento for

– Olas estacionarias -conjeturó ella.

– Centinelas.

– Entonces, ¿cómo vamos a entrar en el puerto?

– El capitán es uno de los Novlians, una antigua familia Uskok. Lo lleva en la sangre. Sabe cómo tratar con ellas.

Ella contempló la ciudad en la ladera, las casas pastel, los campana_rios, un castillo en ruinas en la cima. Las campanas empezaron a tañer todas a la vez. El bora llevaba el sonido hasta el vapor.

– Cada campanario de Zengg está afinado según un modo ecle_siástico distinto -dijo Vlado-. Escucha las disonancias.

Yashmeen las escuchó desplazarse por el campo de tonos de me_tal como lentos aletazos…, y en el fondo de todo, la pulsación del mar forajido.

En la costa, parecía que todo el interior de la región Uskok, no sólo en el espacio geográfico sino también en un paraje retirado del tiempo, se hubiera reunido en la ciudad para asistir a una feria o un mercado. Las antiguas rivalidades entre Turquía y Austria, con Vene__bles, porque la península seguía siendo la mezcla de fes e idiomas que siempre había sido, y el Adriático todavía era el campo fértil donde los barcos mercantes caían presa de los lobos de la piratería que acechaban entre el laberinto de islas que tanto confundieron a los Argonautas antes incluso de que comenzara la historia.cia cerniéndose enigmáticamente como siempre, eran todavía palpa

– Hasta principios del siglo XVI vivíamos al otro lado de las mon____________________do. Durante generaciones defendimos la cristiandad incluso cuando Venecia no era capaz. Y fue Venecia la que nos traicionó. Llegaron a un acuerdo con los turcos, que les garantizaba su seguridad en el Adriático. Y así hicimos lo que habría hecho cualquiera. Seguimos atacando barcos, pero ahora también venecianos además de turcos. Y muchos de ellos llevaban cargamentos inesperadamente ricos.tirlos por mar. Nuestros barcos eran mejores, más ágiles, entraban allá donde buques de mayor calado no podían y, si teníamos que bajar a tierra, podíamos embarrancar y ocultarlos hundiéndolos, hacer lo que tuviéramos que hacer, volver, reflotarlos y marcharnos navegantuvimos al otro lado del Velebit, pero también aprendimos a combatríaco Fernando I nos concedió una subvención anual. Nuestra gran fortaleza estaba justo en el interior de Split, en Clissa, que es de donde procede mi nombre. Combatimos a los turcos por tierra y los mantañas. Luego los turcos nos invadieron y nos echaron de nuestra tierra. Atravesamos la cordillera de Velebit y llegamos al mar, sin parar de luchar con ellos todo el tiempo. Éramos guerrillas. El emperador aus

– Erais piratas -dijo ella.

Vlado hizo una mueca.

– Procuramos evitar esa palabra. ¿Conoces la obra de Shakespeare El mercader de Venecia? Es muy popular entre nosotros; por supuesto, desde el punto de vista de los Uskok, siempre esperamos hasta el fi_nal que Antonio sufra.

– Os coméis los corazones de la gente -dijo ella-, eso dicen las historias.

– ¿Yo?, ¿personalmente? No. El corazón crudo es un gusto adqui_rido, y por entonces el término «Uskok» acabó designando la mala vita de toda Europa, incluidos varios uskoks británicos bastante famo_sos, algunos de los cuales, miembros de la nobleza, fueron colgados en Venecia en 1618.

– A algunos ingleses les impresionaría -supuso Yash-, mientras que otros lo atribuirían a una idiotez hereditaria.

Habían subido a las ruinas de la antigua fortaleza.

– Lo hicieron los venecianos. Colgaron Uskoks, hundieron nues____________________naje puede marcar sus estaciones?rimientos, llegamos por sorpresa de un Más Allá que ni imaginamos, como de uno de los ríos subterráneos del Velebit, por un laberinto de arroyos, lagos, calas y cataratas, cada uno con su propia historia, a veces más antigua incluso que la expedición de los Argonautas, antes de la historia o incluso de la posibilidad de una cronología, antes de los mapas, pues ¿qué es una mapa en ese submundo sin luz, qué peregricebir ningún interior que sea su fuente, pero obedecemos sus requedo la sangre mana de la herida de nuestro enemigo. No sabemos contonces, durante cuatrocientos años, hemos sido exiliados en nuestra propia tierra. No tenemos ninguna razón para amar a Venecia, y aun así seguimos soñando con ella, como se dice que los alemanes sueñan con París. Venecia es la novia del mar a la que queremos secuestrar, adorar, con la vana esperanza de que corresponda algún día a nuestro amor. Pero, claro, ella nunca nos amará. Somos piratas, ¿no?, brutales y simples, demasiado apegados a las apariencias, siempre atónitos cuansaron, completando lo que los turcos habían empezado. Desde entros barcos, destruyeron nuestras fortalezas. A los demás, nos disper

– Una serie de obstáculos que afrontar -dijo ella-. ¿Qué otro tipo de viaje existe?

Pasaron la noche en el hotel Zagreb. Poco después de que salie__líticas. Ella tomó café y una palacinka y paseó por las callejuelas de la ciudad, a mediodía, siguiendo un impulso demasiado oculto para que pudiera explicarlo, y entró en una pequeña iglesia, se arrodilló y rezó para que no le pasara nada a Vlado.ra el sol, Vlado desapareció tierra adentro en una de sus misiones po

Al anochecer se sentó en una mesa en la terraza de un café, y, por la tranquilidad con la que él se acercó caminando por la placita, ella supo que había habido un momento de diversión en su jornada del que no le hablaría. En cuanto entraron en la habitación, él la abrazó, le hizo darse la vuelta, la colocó a la fuerza a cuatro patas, le levantó el vestido y la penetró salvajemente por detrás. Los ojos de Yashmeen se llenaron de lágrimas, y una gran desesperación erótica la invadió como una respiración interminable. Se corrió con la intensidad a la que se había acostumbrado con Vlado, esta vez intentando hacerlo en silen_cio, para que al menos eso fuera suyo, pero no lo consiguió.

– ¡Me has devorado el corazón! -gritó.


Cyprian, al embarcarse desde el Molo San Cario en el vapor ex_preso de Lloyd Austriaco John of Asia, encontró los muelles atestados de cazadores de mariposas, observadores de pájaros, viudas y divor____________________nita que se extendía entre ellas.nes austríacas de Pola y las Bocche di Cattaro y en la costa casi infinerse que eran espías extranjeros, pues Italia, Serbia, Turquía, Rusia y Gran Bretaña querían saber qué se estaba tramando en las instalaciociadas, fotógrafos, colegialas con sus tutores, todos los cuales, sin hacer un uso descabellado de los órganos de la imaginación, podía supo

La figura alta y blanca de Yashmeen, con la sombrilla sobre el hombro, ya un espectro a plena luz del sol, se fundía con las multitu__guió viendo su pálido fantasma alargándose aun mucho después de que se hubiera desvanecido detrás del faro y los rompeolas.des que entraban y salían por los árboles entre el muelle y la Piazza Grande. Un joven abedul en un bosque sombrío. Pero él todavía si

Si hay algo de inevitable en la llegada por mar, pensó mientras contemplaba cómo las posibilidades en tierra se estrechaban pro__no, no hay duda de que existe una simetría especular en la partida, unagresivamente para acabar reduciéndose al muelle o grada de desti negación de esa inevitabilidad, una apertura desde el punto de embarque, empezando por el momento en que se aligeran cabos y se desata el destino, a la vez que aparece lo desconocido y puede que hasta lo no creado por delante y por detrás, a babor y a estri_bor, por todos lados una expansión de la posibilidad, incluso para la tripulación del barco, que puede haber hecho esa travesía cientos de veces…

El plan era recoger a Bevis Moistleigh en Pola, la base naval aus_tríaca a cinco horas de viaje por la costa, en la punta de la península de Istria. Bevis había ido allí haciéndose pasar por un neurasténico con pocos medios, y se había alojado en un modesto hotel junto a la Via Arsenale.

Bordearon tranquilamente la costa roja y verde de Istria, y cuan__biertas advirtiendo a los turistas con do se acercaban a Pola, un oficial del buque se puso a recorrer las cucámaras que, por razones mili____________________cho, del tipo que considerarían imperdonable el empleo de niños núbiles como «agentes» de campo.nes de una pareja que Cyprian ya había calado como espías de despataba bajo la tutela de una prima de su madre, Lady Quethlock, con quien hacía poco había pasado unas breves vacaciones en Venecia antes de volver a la escuela en el Zhenski Tzrnogorski Instituí de Cetinje. En cuanto Cyprian observó a tutora y pupila juntas, ciertos gestos, matices, en el roce, a veces intencionados, otras contenidos, así como tormentos infligidos públicamente de un refinamiento que él reconoció al instante, le indicaron claramente que estaba en presencia de una Lady Espía y su aprendiz. Se lo confirmaron las murmuraciona infancia en el curso de distintos accidentes de golf, y que ahora eslúcido de linón y encaje blancos, sin sombrero, encantando a todos a su paso, incluido él mismo, supuso. No le costó enterarse de que se llamaba Jacintha Drulov, que su madre era inglesa y su padre croata, ambos aristócratas, que desgraciadamente habían fallecido en su tiertares, se prohibía hacer fotografías. Cyprian se fijó en una enérgica jovencita que corría por todo el barco en un traje de marinerita trans

– ¿En qué está pensando esa maldita mujer?

– Zorra con suerte, la llamaría yo. Yo sí que sé lo que estoy pen_sando.

Cuando Bevis Moistleigh subió a bordo en Pola y vio a Jacintha, al instante y públicamente, se enamoró perdidamente. Cyprian se ale__cubrir Bevis por sí solo.gró mucho por él, claro, pues hay poca pasión en el mundo, ¿no?, pero optó por guardarse para sí sus sospechas sobre la taimada capullita de alhelí, al menos por el momento, en parte para ver cuánto podía des

El John of Asia pasaba entre ciudades-isla, variaciones del tema de Venecia, cúpulas, villas y santuarios arpegiados a lo largo de la irre_gular costa croata, campanarios blancos y torres menos explicables, mas antiguas, más grises, erigidas contra alguna antigua visita que ya no podía definirse, y extraños islotes en miniatura que no solían aparecer en las cartas marinas, con antiguos edificios demasiado pequeños para el culto, la vigilancia o el encarcelamiento. Unos peces que en la zona se conocían como «golondrinas de mar» saltaban entre las crestas de las olas. Desde el salón, donde águilas bicéfalas adorna__perada que estuviera por tener compañía, habría soportado sentada; sin embargo, resultaba que Jacintha parecía escuchar con una peculiar seriedad.ban los muebles, los cortinajes y casi cualquier sitio al que se mirara, Cyprian contemplaba el escenario en movimiento, mientras Bevis soltaba una interminable parrafada que ninguna chica, por más deses

– Como muchos han demostrado, en especial, supongo, Baden-Powell, no puede subestimarse el valor de fingir que se vive en un es_tado de estulticia. Es más, Jacintha, ¿sabías que ahora existe una rama entera del espionaje que se llama Estulticia Aplicada? Sí, incluida mi propia escuela, una especie de centro de formación dirigido por el Servicio Secreto, en realidad cerca de Chipping Sodbury, el Moder_no Instituto Imperial para la Instrucción Intensiva Ideal en Idiocia, o M.6I., como se le suele llamar.

– Cuánto más divertido, Bevis, que la aburrida academia para jovencitas a la que debo asistir, tan espantosamente normal, ya sabes.

– Pero, Jacintha, hazte la idea de que en el M.6I. ningún aspecto de la vida escolar se deja de lado, incluso la comida era idiota; en el re_fectorio, por ejemplo, la manía de las fritangas se amplió a extraños productos como bombones de chocolate y magdalenas, que se freían en aceite abundante…

– Vaya, así que no había pescado, Bevis.

– Por Dios, claro que no, Jacintha, eso sería «alimento para el cere_bro», ¿no?, y el uniforme escolar incluía un sombrero puntiagudo que uno debía llevar puesto muy ceñido, especialmente cuando dormía, y una corbata indeciblemente espantosa del tipo que, en el mundo ci__zar los ojos, relajar los labios, andar con pasos irregulares tan variados como pasos de baile existen…vil, sinceramente, sólo, bueno, llevarían los idiotas… La instrucción física empezaba cada amanecer con una serie de ejercicios para cru

– ¿Tantos? ¿De verdad? -Jacintha agitaba las pestañas.

– Déjame que te lo enseñe. -Hizo una señal a la banda-. Chicos, ¿conocéis El idiótico?

– ¡Claro! -respondió el acordeonista-, tocamos Idiótico ¡y nos pagas!

La pequeña orquesta empezó a tocar el animado two-steps que por entonces hacía furor en la Europa civilizada, y Bevis, agarrando a Jacintha, empezó a tambalearse con poca coordinación por el salón de bolsillo, mientras la valiente jovencita hacía cuanto podía para se_guirle, y ambos cantaban:

En la pista, era un aburrimiento, hasta que descubrimos ese emocionante paso exótico, que se llama El idiótico…


¿Cabeza de alfiler?,

¿baba por la barbilla?

Pueden servirte

para dar un giro, aunque

parezca neurótico,

¡es El idiótico!

Coge todos esos

valses y polcas,

y guárdalos en el armario,

porque hay un atolondrado ritmo hoy…

Es el nuevo idiótico, es como hipnótico,

¡a su propio aire imbécil!

(Vamos).

Pruébalo una vez y descubrirás

que has perdido la cabeza por la moda del momento,

es única

y tan narcótica que me atrevo a decir que…

¡harás El idiótico hasta

que tengan que venir a recogerte!


– Y tengo que decirte, Jacintha, que las chicas de los bailes a los que se nos obligaba a asistir no eran, ni de lejos, tan animadas como tú.

Muy serias, obsesionadas siempre con pensamientos oscuros. Bueno, de hecho, varias acabaron en instituciones especiales…

– Ay, Dios -gorjeó Jacintha-, qué espanto para ti, Bevis, obvia_mente te escapaste, ¿cómo lo lograste?

– Bueno. Ciertos acuerdos. Siempre son posibles entre caballeros, y sin resentimientos.

– Entonces, espero, conservas… -el matiz levemente extranjero que le daba a las vocales producía un efecto seductor- lo que se les supone a todos los caballeros.

Bien, el que Bevis hubiera sacado el tema de la instrucción de Idio____________________tual de anexión y tos de criquet. Una chica a bordo de un buque austríaco, que asistía a una escuela zarista e iba acompañada por una noble inglesa, podía trabajar a todas luces para muchos servicios, de la Entente o no, en el clima actas no había sido una casualidad. No, no; de hecho, por muy genio de la criptografía que fuera, en otras áreas de la vida la estulticia le surgía de manera tan natural como a otro joven le saldrían bien los lanzamiencrisis, de modo que Cyprian supuso que la debida di_ligencia requería cierto grado de intrusión al respecto en ese momento.

Pero la joven Jacintha parecía ir siempre por delante. Se le acercó y, de pie, empezó a tirarle de la corbata con cierta insistencia.

– Vamos, Cyprian, sólo tienes que bailar conmigo.

Nadie recordaba haber visto bailar jamás a Cyprian.

– Lo siento…, ni con un mandato judicial, en realidad…

Jacintha, con la cabeza colocada en un ángulo dulcemente se_ductor, le suplicó como si fuera a rompérsele para siempre el corazón si él no saltaba a la pista inmediatamente y quedaba como un tonto por todo el salón.

– Además… -susurró-, por más malo que creas que eres, tienes que ser mejor que tu amigo Bevis.

– Sí, tengo que serlo. Pero esos piececitos encantadores son para ser adorados, no pisoteados.

– Eso también lo veremos, con el tiempo, ¿verdad? -dijo con una mirada firme que la experiencia, sin duda, había perfeccionado hasta el punto de que los hombres se ofrecerían a pagar para que pronun_ciara esas mismas palabras; pero Cyprian no podía evitar pensar en Yashmeen en una conversación similar, aunque la fidelidad, si era de eso de lo que se trataba, servía de poco para moderar la erección que parecía haberle visitado en ese mismo momento. Jacintha la miró con una sonrisita casi depredadora.

Mientras tanto, en la cubierta, Lady Quethlock conversaba con otros dos espías que fingían ser idiotas.

– No, no -decía ella-, nada de oro, nada de piedras preciosas, nada de petróleo ni artefactos antiguos, sino la fuente del río más enig_mático del mundo.

– ¿Cuál?, ¿el Nilo? Pero si…

– El Eridano, de hecho.

– Pero ése es el antiguo Po, ¿no?

– Si ha de creerse a Virgilio, que llegó bastante tarde a la parti__trotraemos alda…, pero la geografía, lamentablemente, no lo corrobora. Si nos re Argo, en el relato que hace Apolonio de Rodas de aquel extraño paso transpeninsular del mar Euxino al Cronio, con las fuer____________________ran por un río subterráneo, con toda probabilidad el Timavo, un río que va a parar a un mar en cuya desembocadura, según Apolonio, había tantos islotes que elco… No puede dársele crédito, a no ser que en algún punto navegagonautas que entran en la desembocadura del Danubio lo remontan y, de algún modo, con nervios hemos de imaginar, salen al Adriáticada, las complejidades personales de Medea y todo lo demás, los Arzas de la Cólquide a la vez persiguiendo y a la espera de una embos Argo apenas pudo sortearlos. El Delta del Po tiene pocos islotes así, por no decir ninguno, pero a este lado del Adriático, de hecho justo allí, a babor mientras hablamos, la his_toria es otra, ¿no?

– Pero Virgilio…

– Confunde el Padus con el Timavus, espero.

– Así que éstas -hizo un gesto hacia la costa que se deslizaba ante ellos- son las Islas de Ámbar de la leyenda.

– Es posible. Espero resolver la cuestión.

– Ah, la encantadora Jacintha.

– ¿Tienes un momento, tía? Necesito consejo.

– Estás sudando, chica. ¿Qué has estado haciendo?

Jacintha tenía las manos a la espalda y la cabeza inclinada, una pe____________________midades, y estaban debidamente entretenidos.do, los presentes podían ver cada delicado movimiento de sus extrequeña cautiva con todas las de la ley. A través de su vestido translúci

Aunque Cyprian y Bevis habían decidido ir por la Herzegovina, pues Metkovic llevaba varias temporadas siendo un destino turístico poco convincente debido a la fiebre, siguieron hasta Kotor, donde desembarcaron; la compañía de Jacintha les sirvió de pretexto para no bajarse antes, en Ragusa. Cyprian, sin más que un código muy vago sobre cómo tratar la estulticia ajena, parpadeó rápidamente pero aceptó el cambio de plan.

Tras una despedida cuyo patetismo, de existir, le pasó por alto a Cyprian, un visiblemente taciturno Bevis Moistleigh y él comieron en un restaurante del puerto que servía un brodet local cargado de skarpina, anguilas y gambas, y luego fueron al muelle y contrataron un barco que los llevó por la costa sur del golfo de Cattaro, bajo todo tipo de formas de fiordo, a través de un estrecho canal conocido en la zona como «las Cadenas», hasta la Bahía de Teodo; toda la travesía la realizaron bajo la mirada de lentes, multiplicadas hasta lo incontable, situadas en todos los puntos estratégicos, aunque los reflejos especu__dos por dispositivos ópticos. En Zelenika se sentaron a beber grappa con sabor a salvia antes de subirse al tren para Sarajevo, que los llevó de regreso a lo largo de la costa, a través de Hum y una enfebrecida Metkovic, donde giraron tierra adentro y empezaron a ascender por la Herzegovina hacia Mostar, a seis horas de camino, y luego tardaron otras seis hasta Sarajevo.lares que parpadeaban hacia ellos desde la orilla no eran sólo causa

En Sarajevo, sobre los árboles se alzaban pálidos minaretes. Las golondrinas trazaban senderos negros que se desvanecían en la luz vespertina, bajo la cual el río que atravesaba la ciudad parecía rojo. En el Café Marienhof, enfrente de la fábrica de tabaco, en los baños tur__traje austríaco.cos, en docenas de encuentros casuales en el bazar, a todas horas, a palo seco, incapaz de evitarlo, alguien hacía comentarios sobre el ul

– Viena ya no debe darse por contenta con seguir «ocupándonos» como ha hecho desde 1878, trayéndonos las bendiciones del progreso austríaco: ferrocarriles, prostitución, mobiliario espantoso…

– Hay agentes jesuítas por todas partes intentando convertirnos en católicos.

– … aun así, hasta ahora todo ha sido una especie de ilusión, como una locura amable, pues seguimos siendo una parte de Turquía, como siempre lo hemos sido.

– Y ahora la inofensiva fantasía de Austria se ha convertido en una manía suicida. Esta «anexión» es una sentencia de muerte para los Habsburgo.

– Y tal vez también para Europa…

Y así sucesivamente. El silencio, por más bienvenido que hubiera sido, habría traicionado la Ley tácita del Café, que era charlar, daba igual de qué, sin parar. Y muchas voces, este peligroso crescendo oto____________________do con los rincones ensombrecidos del Militar-Kasino y los susurros que se oyen dentro!tas del Tarot que los Gitanos echan por dinero o por diversión, cuidacitable y abrupto que era el carácter nacional…, voces que gritaban: ¡cuidado, cuidado con el amante despierto toda la noche junto a una chica a la que desea, y que no se le entregará! ¡Cuidado con la Mano Negra y con los exaltados macedonios, cuidado incluso con las carcias de las montañas, acosando, suplicando, inquietas, entrando como si nada para recordar tanto a nativos como a turistas lo pintoresco, exñal, soplaban por los valles de los ríos, seguían los trenes y las diligen

Y al poco, procedente de algún punto de la ciudad, tal vez de una de las laderas, donde vivían los mahometanos, o de más allá de uno de los recodos del río, se oía una explosión. Nunca demasiado cerca, casi exóticas, como unas palabras en un idioma que no había tenido que aprenderse hasta ahora…

Aunque se ponía un fez turco siempre que la situación lo requería -en Bosnia el fez era como el velo, un emblema de sumisión, y po____________________peranza de que se le pegara algo de su devoción al trabajo y su piedad. Sin embargo, fiel a su destino, pronto volvió a las calles, y habiendo aprendido desde su más tierna infancia a manejarse en la confusión de lenguas entre las que se veía obligado a moverse, dominaba, ya antes de la adolescencia, no sólo el italiano, el turco, el búlgaro, el griego, el armenio, el árabe, el serbocroata y el romaní, sino también el peculiar judeoespañol conocido comoron a Sarajevo a vivir con una rama bosniaca de la familia, con la esmente causando tantas molestias sociales a sus padres que lo mandatándose en Salónica, que incluso entonces, pese a ser turca, ya era reconocida como un entorno acogedor para los judíos que huían. Danilo había crecido en un hogar Ma'min bastante respetable, pero no tardó en bajar al puerto e ir por ahí con «derviches», jugadores y fumadores de hachís, metiéndose en los problemas habituales y finalndo Ashkil era descendiente de judíos sefardíes que habían huido de la Inquisición española hacía tres siglos y medio, y que acabaron asennérselo una de las condiciones ineludibles para hacer negocios-, Da Judezmo, y, cuando era necesario inclu____________________bía hacerse una visita. Pero ahora corría peligro y les correspondía a Cyprian y Bevis ocuparse de su seguridad.lestarse en desmentir su supuesto origen. Mucho antes de la anexión austríaca, su habilidad con las lenguas y sus dones de permeabilidad entre todos los elementos de la población habían llamado la atención del Evidenzbüro. Para los agentes itinerantes de todas las Potencias, se había convertido en el hombre indispensable en los Balcanes, al que deso podía hacerse pasar por hablante nativo de una u otra lengua sin mo

Danilo, que había quedado con Cyprian en un café justo deba__tes sobre el terreno, dada su necesidad de zambullirse en el presente. Así que era la historia, la patología del Tiempo, lo que debía corregir primero.jo del Castillo, se encontró a un joven pálido y sibarita, cuyo inglés universitario de certidumbres ampulosas llevaba capas sobrepuestas de matices de Viena y de las costas del Adriático. También descubrió una percepción defectuosa de la historia, frecuente entre los agen

– Sé que resulta difícil para un inglés, pero por un instante procu____________________men, huesos, fuego, dolor, mierda, locura, intoxicación, visiones, todo lo que ha estado pasando aquí desde siempre; eso es historia real.dores, que manipulan la historia de otros pueblos pero no producen nada propio. Son agiotistas de la historia, las vidas humanas son su moneda de cambio. Las vidas que de verdad son vividas, las muertes que les ponen de verdad fin, todo eso está hecho de carne, sangre, seria no sucede al norte del paralelo cuarenta y cinco. Lo que la Europa del Norte considera historia es en realidad bastante provinciano y de un interés limitado. Diferentes tipos de cristianos matándose entre sí y poco más. Las potencias del Norte se parecen más a administrare imaginar que, salvo en las formas más limitadas y triviales, la histo

»Ahora, imagínese una historia que no se refiere a Londres, París, Berlín ni San Petersburgo sino a Constantinopla. La guerra entre Tur__manes vienen por aquí de turismo y se maravillan de loquía y Rusia se convierte en la guerra crucial del siglo XIX. Da lugar al Congreso de Berlín, que lleva a la crisis actual y quién sabe a qué tragedias más graves que nos aguardan. Desde aquella guerra, Austria ha soñado con lo que pasaría si los turcos fueran sus amigos. Los ale Oriental que es todo. "¡Fíjate! ¡Serbios y croatas llevan fez en sus cabezas rubias! ¡Ojos azules nos miran desde detrás del velo musulmán! ¡Asombro____________________llas, y una vez más las hordas musulmanas se desplazan hacia el oeste, insaciables, para congregarse de nuevo a las puertas de Viena, los para saber cómo han pasado la noche, percibiendo que algo se agita en la oscuridad, formas y masas, cómo se reanudan antiguas pesaditán angustiosamente asustados. Vienen a la ciudad, esos hombres tan prácticos y llenos de certidumbres diurnas, y sólo hace falta mirarso!" Pero como ya habrá notado a estas alturas, en la Ballhausplatz estanto da que lleve siglos sin fortificar, que sobre los antiguos glacis se hayan construido oficinas públicas y viviendas burguesas, que en los subur__senta una oportunidad y, presas del pánico, ¿qué es lo primero que se les ocurre hacer? Se dan la vuelta y se zampan Bosnia. Sí, ¡eso lo arreglará todo! Dejándonos a todos aquí, en el crepúsculo invernal, a la espera del primer trueno de la primavera.bios se penetre tan fácilmente como en cualquier puta austriaca…, no puede ser verdad, Dios no lo permitiría, pero de repente se les pre

Cyprian escuchaba con paciencia. Llegó Bevis y se dejó caer ca_viloso en una silla, sin duda pensando en su jovencita angloeslava. Cuando Danilo hizo una pausa para beber su raki, Cyprian asintió y dijo:

– Se supone que tenemos que sacarle de aquí.

– Y Viena…

– No lo sabrán muy pronto.

– Pero sí lo bastante.

– Para entonces estaremos muy lejos.

– O muertos.

– Tomaremos el tren de vía estrecha hasta Bosna-Brod, allí hare_mos un transbordo, volveremos a Trieste vía Zagreb.

– Un cruce bastante obvio, ¿no?

– Justamente. El último que ellos esperarían.

– Y… ¿cuántas de estas entregas han conseguido completar?

– Miles -le tranquilizó Bevis. A Cyprian le costó no clavarle la mi_rada que quería, y sonrió a Danilo con sólo una comisura de la boca, moviendo los ojos hacia Bevis un instante y volviéndolos a enfocar.

– Me hará falta un arma -dijo Danilo, en un tono que sugería que a continuación iba a hablar de dinero.

– Tenemos que ver a la gente de la Mano Negra -advirtió brus_camente Bevis Moistleigh, arrugando la frente para dar a entender: ¿no es obvio? El silencio que la proposición cernió sobre ellos era casi audible, como un tamborileo. ¿Qué podía saber un criptógrafo de segundo nivel como Bevis sobre la tan temida organización serbia?

A Cyprian, y no era la primera vez, se le pasó por la cabeza que Be__ban a Theign.vis había sido enviado para espiarlo, tal vez por el mismísimo Derrick Theign, tal vez por uno de los muchos elementos que a su vez espia

Era un lugar común entre los espías en los Balcanes que si a uno lo enviaban a vigilar los movimientos de liberación y buscaba miem_bros que se convirtieran en agentes dobles y traicionaran a los suyos, la población sudeslava proporcionaba pocas posibilidades, si es que alguna. Los nacionalistas y los revolucionarios de por aquí creían de veras en lo que hacían.

– Sólo de vez en cuando puede aparecer un búlgaro, o un ruso fingiendo ser un autóctono. Un ruso vendería a su madre por un vaso de vodka.

Y, mira por dónde, ¿a quién iba a encontrarse Cyprian esa noche, comportándose con casi esa misma desesperación, sino a sus antiguos adversarios Misha y Grisha? Fue en la otra orilla del río, cerca de la Careva Ulica, en Der Lila Stern, un antiguo burdel militar austríaco reconvertido a usos más equívocos. Cyprian y Bevis bebían Zilavka con agua de seltz. Una pequeña banda de cabaret tocaba tras una lla_mativa joven, vocalista y bailarina con un vestuario inspirado en el harén, aunque sus velos servían más para ver a través de ellos que para ocultar.

– Vaya -comentó Bevis-, ¡es una maravilla!

– Sí -dijo Cyprian-, y ¿ves a aquellos dos rusos que vienen hacia nuestra mesa?, creo que a lo mejor quieren saldar cuentas pendientes conmigo, así que si no te importa hacerte pasar por una especie de guardaespaldas armado, tal vez uno que más bien tienda a impulsivo, me harías un favor… -dijo toqueteando con nerviosismo el Webley en el bolsillo interior de su chaqueta.

– Hombre, ¡Kiprskni! -gritaron-, ¡creíamos que estabas muerto! -y otros cumplidos por el estilo. Distando de mostrar la menor amar__le de que habían dejado atrás las costumbres del Prater.gura por el asunto del Coronel Kháutsch, los dos, como si estuvieran encantados de reencontrar a un viejo amigo, no tardaron en informar

– ¿Matarte? -exclamó Misha-. ¡No! ¿Por qué íbamos a querer matarte? ¿Quién nos pagaría por eso?

– Y aunque si alguien pagara, no compensaría nuestro tiempo -aña_dió Grisha-. Es verdad que has perdido algo de peso, pero tchistka todavía tardará bastante.

– Tu Coronel anda por aquí ahora -mencionó Misha de pasada-. Se montó una buena escena en Viena.

Cyprian conocía la historia, que había pasado a formar parte del folclore de la profesión. Cuando por fin le llegó la hora al Coronel, sus colegas oficiales le habían dejado a solas en un despacho del Minis____________________nisterio, llegó a la Platz am Hof, y allí, al lado, en el Kredit-Anstalt, creyeron que era un robo, así que también se pusieron a disparar, y el Hofburg se convirtió brevemente en Dodge City, y entonces Kháutsch desapareció, según la leyenda, en el Orient Express, rumbo al este. Y ya no se le había vuelto a ver nunca más.cidio tradicional. Pero Kháutsch tomó la Borchardt-Luger y empezó a disparar a cuantos se le pusieron a tiro, y así, a tiros, salió del Miterio de la Guerra con una pistola cargada, esperando el pertinente sui

– Nunca más oficialmente, al menos -dijo Misha.

– El chantaje ya no funciona -dijo Grisha casi llorando-. ¿Que prefieres los de tu propio sexo?, ¿y qué importa? Como mucho, en los tiempos que corren, es otra vía para avanzar en tu carrera.

– Me temo que en el Servicio Secreto de S.M. no están tan ilus_trados -dijo Cyprian.

– Turquía era un paraíso -se quejó Misha-, aquellos chicos de ojos negros como higos.

– Pero ya no es así, claro. Constantinopla es tierra baldía. Nada de joven tienen los Jóvenes Turcos, que de hecho no son más que una pandilla de viejos puritanos entrometidos.

– Aunque debo decir -comentó Cyprian- que han mostrado una contención admirable al no aplicar el baño de sangre habitual a los otomanos, salvo en casos irrecuperables como Fehim Pasha, el viejo jefe del espionaje…

– Sí, el trabajito de Brusa -dijo Grisha resplandeciente-. Tuvo bas_tante estilo, ¿no te parece?

Cyprian entornó los ojos.

– Vosotros dos… ¿no seríais de algún modo…factores en esa operación?

Misha y Grisha se miraron y se rieron entre dientes. Había algo espantoso en aquella risa. Cyprian sintió un intenso deseo de estar en otra parte.

– Debe de ser lo único en lo que han coincidido ingleses y alema_nes últimamente -dijo Misha.

– Pobre Fehim -dijo Grisha, momento en el que su acompañante, que estaba sentado de cara a la puerta de la calle, empezó a compor_tarse extrañamente.

Cyprian, que no estaba muy dotado para las artes de la clarivi____________________bro. Kháutsch llevaba un monóculo que muchos, la primera vez que lo veían, confundían con un ojo artificial, y a pesar de que echó un rádencia, adivinó pese a todo quién acababa de entrar. Al cabo de un rato se arriesgó a lanzar una mirada vacilante por encima del hompido vistazo de pies a cabeza a Cyprian, no pareció reconocerlo, aun_que en ese momento eso podía formar parte de su juego.

– Eh, oye, Latewood -murmuró Bevis estirando con insistencia del brazo de Cyprian.

– Ahora no, Moistleigh, me estoy dejando llevar por la nostalgia.

Mientras anochecía, los muecines habían estado haciendo llamadas a la oración desde sus cien torres, antes de la puesta del sol, después de la puesta del sol y una vez más en el último momento del día. Aquí una música acompañaba de un modo similar la danza tsifté-téltí, como si, al igual que el rezo, requiriese del cuerpo ir más allá de las simpli_cidades del día.

Muchos jóvenes de la ciudad parecían conocer al Coronel, si bien todos fingían timidez al acercarse a saludarlo. Por curiosidad, Cyprian se acercó también y se unió al grupo congregado vagamente alrede_dor de la mesa del Coronel. De cerca, se fijó en una desigualdad en el corte del bigote de Kháutsch, en lo raídos que estaban los bajos de sus pantalones y los puños de su abrigo, en las quemaduras de cigarrillo y las incursiones de las polillas, así como otras plagas más terrenales. El Coronel discurseaba sobre las virtudes del Decimoquinto Distrito Militar, conocido también como Bosnia.

– En Viena, en el cuartel general había siempre algún elemento prusiano, lo que hacía difíciles, por no decir imposibles, los placeres humanos. El honor de los oficiales…, el suicidio…, ese tipo de cosas. -Había empezado a abatirse sobre el grupo un silencio embarazoso-, Pero aquí uno encuentra una forma de vida más equilibrada, y los prusianófilos hacen menos daño.

Se zambulló, como haría un bebedor, en su propia historia, con____________________ces, eróticos. ¿Se suponía que este recital de sollozos quejicas era una tentativa de seducción?taron. Cyprian cayó con frialdad en la cuenta de que, pese a todo, Kháutsch no estaba tan borracho. Sus ojos seguían mirando con tanta atención como los de una serpiente, recordando inevitables castigos que Cyprian había sufrido a manos de este monótono y desastrado pelmazo de pub, algunos de los cuales le habían parecido, por entonvertida en un detallado inventario de quejas. Las orejas no se levan

– ¡Es importante! -Otra vez Bevis, que tiraba de él hacia su mesa.

– Lo siento, Moistleigh, ¿qué pasaba?

– La bailarina del vientre. -Hizo un gesto con la cabeza en su di_rección, con la frente arrugada y seria.

– Un encanto de chica, ¿qué tiene de raro?

– ¡Es un tío!

Cyprian entrecerró los ojos.

– Sí, supongo que sí. Pues me gustaría tener un pelo como el suyo.

Cuando volvió a mirar a la otra mesa, el Coronel, curiosamente, se había desvanecido.

Volvieron a su pensión, y al día siguiente Cyprian fue de hotel en hotel, hasta enterarse por fin de que Kháutsch, tras alojarse en el Europe con otro nombre, se había ido, no sin antes haber planteado un acuerdo permanente, que recurría al dinero o a amenazas de muerte, para que su siguiente dirección no fuera divulgada.

Danilo, que lo sabía todo, se presentó en la habitación de Cyprian con una advertencia.

– No sabía si inquietarle con esta noticia, Latewood, porque me parecía usted uno de esos jóvenes neurasténicos que uno se encuen__dado a Sarajevo con una misión falsa. El montaje se reducía a atraerle aquí, a Bosnia, donde es más fácil que le atrapen los austríacos. Sus patrones ingleses le han vendido como «agente serbio», de manera que ni ellos ni, en el tra por todas partes últimamente. Pero tiene que saberlo. Le han manclima actual, los rusos tendrán muchas ganas de librarle de su suerte. Parece que ya no le debe nada a Inglaterra. Le aconsejo que se vaya. Salve la vida.

– ¿Y qué pinta el Coronel Kháutsch en esto?

Las cejas de Danilo se alzaron, su cabeza adoptó un ángulo de duda.

– El ya tiene que tomar demasiadas precauciones por sí mismo. Pero puede que usted se sienta más cómodo fuera de la ciudad.

– Entiendo que usted nunca ha querido salir.

– Supuse que a estas alturas habrían resuelto la cuestión política. -Apartó la mirada, volvió a fijarla en él-. Aun así…

– Siga, sólo soy yo, el desechable.

– Por razones que no tiene por qué conocer, ahora me resulta más difícil quedarme.

– La crisis va a más o algo así.

Danilo se encogió de hombros.

– Tengan. Más vale que se pongan esto. -Entregó un fez a Bevis y otro a Cyprian. El de éste era tan pequeño que tuvo que encasque____________________jas-. Esperen, intercámbienselos. -Por extraño que parezca, el cambio no resolvió el problema.to de tornillo, mientras que el de Bevis le caía sobre los ojos y las oretárselo en la parte de atrás de la cabeza con una especie de movimien

– No tiene sentido -murmuró Bevis.

– A veces pasa -comentó oscuramente Danilo-, pero más en los viejos cuentos que en nuestra época. La cabeza de un infiel lo delata rechazando el fez. A lo mejor es que son devotos cristianos.

– No especialmente -se quejaron Cyprian y Bevis al unísono.

– El fez lo sabe -dijo Danilo-, no pueden engañar al fez.

Dos semanas más tarde, la situación se había deteriorado dramáti____________________mino a Bosna-Brod, simple e inexplicablemente había desaparecido del tren.nos de los cuales, de hecho, no se habían despeñado por muy poco. Y de manera igualmente inquietante, habían perdido a Bevis. De cacamente. Cyprian y Danilo iban a la deriva y sin mapa por una región de montañas, bosques e inesperados barrancos arbolados, en algu

Buscaron por los vagones llenos de familias judías que viajaban a los manantiales minerales de Kiseljak, de ingenieros de las minas de magnesio de Cevljanovic, de mineros del carbón y el hierro, de es__tud a Cyprian) que iban a visitar a los presos de la cárcel de Zenica, sin encontrarlo. Temiendo previsibles problemas, Cyprian, que sólo quería seguir adelante, se había sentido obligado a bajarse y buscar a Bevis.posas, hijos y fieles novias (una categoría que causó una vaga inquie

Danilo parecía ahora temer por su propia vida.

– Olvídese de él.

– Se suponía que éramos los dos los que le teníamos que sacar a usted de aquí.

– Sabe cuidarse solo, no tiene ninguna obligación para con él.

– ¿Cómo? ¿Es que Theign también lo compró a él? -Cyprian per_cibió una melancolía familiar rezumando cada vez más cerca.

– Ingleses. Menudos idiotas.

– Sin embargo… -Cyprian agarró la cuerda de emergencias y, en la acalorada discusión con los guardias y revisores que siguió, fingió sufrir una especie de ataque de histeria, lo cual a veces le había funcio____________________rionetas golpeándose con cachiporras.pectáculo infantil en un parque, tan alejado de sus intereses como manado, mientras Danilo contemplaba la escena como si fuera un es

La última vez que ambos recordaban haber visto a Bevis en el tren fue poco antes de llegar a Lasva, el empalme para Travnik y Jajce.

– Había un enlace esperando -dijo el revisor encogiéndose de hombros-. Su amigo pudo cambiar de tren e ir a Jajce.

Aceptó telegrafiar a la oficina de la Línea de Bosnia en Sarajevo, Cyprian y Danilo se apearon y el tren siguió camino. Ellos volvieron atrás, revisaron hoces y cuencas de arroyos hasta que se les hizo de no____________________ces, antes de coger el tren de la mañana para Jajce. Cyprian miraba por las ventanillas, primero a un lado y luego al otro. Danilo no miraba con la misma resolución.de encontraron una posada e intentaron dormir hasta las primeras ludos, pero nadie había visto a ningún joven inglés con un traje verde alga. Hasta mucho después de oscurecer no llegaron a Lasva, donche, preguntaron a pescadores, guardabarreras, campesinos, vagabun

– Es posible que fuera idea suya -dijo al cabo de un rato.

– Usted será el siguiente, imagino -Cyprian replicó casi sin querer.

– Menuda elección: allá, los malditos austríacos, o aquí, su dudosa protección. En cualquier caso, estoy muerto.

En Jajce había una cascada de treinta metros y una antigua forta__ma de huevo. Decidieron salir de la estación e ir al Grand-Hôtel, con la teoría de que si Bevis rondaba por las cercanías, seguramente estaría allí. El lugar parecía haber sido trasladado, como por algún oscuro arte de magia, directamente desde los Alpes austríacos. Cyprian ahuecó una oreja.leza, y la mayor parte de la ciudad se erigía sobre una colina con for

– ¿Lo que oigo son cantos a la tirolesa? ¿Llevará el personal esos, esos sombreros? ¿Lederhosen? De hecho, Lederhosen en las actuales cir_cunstancias… -Y se sumió en un instante de acalorada ensoñación.

En la recepción nadie había visto a Bevis.

– Pero esos caballeros de ahí les estaban esperando, creo.

Cyprian se dio la vuelta agachándose mientras intentaba acordar__tantes, creando a su alrededor un vacío, se acercaban.se de dónde había meddo la pistola. Danilo esperaba con una sonrisa cáustica, negando de lado a lado con la cabeza mientras los dos visi

La Mano Negra, de eso Danilo estaba seguro.

– En tanto crean que somos agentes serbios, serán comprensivos…, Zdravo, gospodini.

Sin perder el tiempo en formalidades, Batko, el más corpulento, les hizo una señal para que fueran al bar del restaurante. Cyprian cre__llo, la estudió un momento y dijo:yó distinguir madera oscura y cabezas con cornamentas. Batko pidió sljivovica para todos. Su compañero, Senta, sacó una agenda de bolsi

– Aquí está…, deben evitar todos los trenes.

– Ne razumen -dijo Danilo.

– Los austríacos no quieren que ninguno de ustedes llegue a la frontera croata. Han mandado vehículos motorizados y al menos una docena de hombres bien armados.

– ¿Por tan poca cosa como nosotros? -dijo Cyprian.

– Nosotros, los de la… -Batko, fingiendo una mueca, dejó un la_tido de silencio en el que 110 parecía recomendable insertar «Mano Negra»-, siempre protegeremos a los nuestros. Pero ustedes son huéspedes en Bosnia y la tradición dice que los huéspedes son los últimos en morir. Y visto quién quiere matarles… -Se encogió de hombros.

– Las opciones que les quedan a partir de aquí son pocas. -Senta extrajo un mapa pequeño y deteriorado, que parecía arrancado de una guía-. Pueden ir a pie, por el río, aquí, dos días, hasta Banja Luka, y si allí les parece que pueden arriesgarse a tomar un tren, intenten llegar a Zagreb. O pueden volver por donde han venido, de regreso a través de Vakuf, hasta Bugojno, donde pueden tomar la diligencia, a través de las montañas hasta la costa y buscar un barco que les saque de Split. Hay, claro, miles de senderos practicables, y es fácil perderse, se acerca el invierno y abundan los lobos, así que la ruta de la diligen_cia tal vez sea la preferible, siempre que se mantengan alerta.

– Una vez que hayamos superado las cumbres -dijo Cyprian-, me sentiría cómodo en el Velebit, y conozco a gente allí. Pero supongo que no podemos contratar a un guía para esta vertiente -comenta_rio que causó cierta diversión.

– En estos tiempos todos están muy ocupados – explicó Batko-. Si necesitaran ayuda de verdad, griten «Unión o Muerte», pero no les garantizo nada…

La charla muy pronto se volvió académica.

Cyprian y Danilo recorrieron un valle, las hojas de las laderas es__da otoñal de los humanos y el ganado; el aire fresco y calmo; y ni el menor signo de atención no deseada desde que dejaran a Batko y Senta, rostros arrugados en triste despedida, junto a las fabricas de cloro en las afueras de la ciudad.carpadas cambiaban de color; los sauces junto a la orilla, ya desnudos, exhalaban melancolía; pequeñas cascadas caían ruidosas ante la retira

Al atardecer, compraron una trucha y unos cangrejos cocidos y los metieron en una bolsa, y acababan de adentrarse en un olivar don____________________pezaron a graznar, como si este tipo de situaciones sólo se produjeran durante el día.carillado de los muros de piedra de la carretera. Manchas de polvo blanco salían despedidas por el aire. Atravesaron el olivar a la carrera, las hojas de los árboles se agitaban nerviosas en la tormenta invisible, la fruta casi madura caía. En algún lugar, los gansos se despertaron y emde cubrirse, y ya, pues la muerte invisible acechaba por todas partes, «como Dios», se le ocurriría a Danilo más tarde. El yeso saltaba descascordiosamente en otras partes, aunque era imperativo encontrar dónde pensaban hacer noche cuando, sin previo aviso, el aire se llenó del ronroneo a alta velocidad de munición de 9 mm Parabellum, que por el momento sólo alcanzaba superficies no humanas y rebotaba miseri

– ¿Lleva pistola?

Danilo agitó una pequeña Savage del 32 del ejército portugués.

– Tanto da, sólo tengo dos cargadores.

Corrieron medio a ciegas hacia las alturas. La oscuridad los salvó. Se vieron perseguidos ladera arriba, entre rocas puntiagudas, adentrán____________________ridad daban miedo.bra en sombra, cerca de entradas de cuevas que más que ofrecer seguvorosa hacia el crepúsculo. Los fugitivos ansiaban salir de allí, y aun así sabían que sus únicas posibilidades de escapar estaban al aire libre, lejos de los refugios, de los pabellones de caza y los balnearios. Tenían que quedarse donde las martas se deslizaban como fantasmas de somnía en los valles. La luz de esas montañas se volvía más solemne y padida que bajaban las temperaturas y las primeras nieves aparecían en las alturas. El humo de las chimeneas de los fuegos de lignito se reutra el invierno que ya casi había llegado a este país; las montañas de piedra caliza parecían ascender al cielo, volverse más orgullosas, a meces de la Crisis… Las ovejas que ya se habían fundido con las sombras de las nubes por el fondo de los valles acababan de ir a refugiarse contre, y cuestiones como el acero de aleación, la pureza geométrica del ancho de vía, los ferrocarriles, los horarios y la red ferroviaria más grande, por no mencionar la hora europea, que habían definido su día a día hasta ese momento, dejaron de importar, y se vieron arrastrados al siglo pasado. El otoño seguía su curso, los colores se oscurecían, el negro que se encuentra en el corazón de todo color se reafirmaba. Las montañas se envolvían en banderas de nubes desgarradas que parecían proceder de distantes batallas que ya habían empezado a librarse, avandose en el bosque y las montañas, por un terreno cada vez más silves

Todo convergía hacia el negro, una oscuridad que no atenuaban las llamas de las velas ni el humo de madera. Cada noche comenzaba un drama, en idiomas que a veces ni siquiera Danilo llegaba a enten_der. Fuera de las pequeñas cuencas del interior llamadas poljes, donde vivían los aldeanos que tan sistemáticamente los habían evitado a la luz… ¿dónde entre esos yermos de piedra caliza había siquiera pue____________________tias. Las superficies calmas de los estanques de montaña reflejaban la luz de oro blanco de las estrellas, oscurecidas de vez en cuando por lo que flotara en el aire en ese desierto mineral.nirse, encender un fuego, cocinar o administrar…, toda la comunidad se retiraba a guaridas, a túneles, con la indiferencia dorsal de las besblos? Después de anochecer, ni un alma se aventuraba fuera para reu

Un atardecer, justo antes de la puesta de sol, alzaron la vista hacia el muro de las montañas y, a lo largo de toda la línea de horizonte de la cordillera, vieron unas extrañas manchas de luz, por todas partes, demasiado brillantes para que las causara la nieve pero no tan rojas o anaranjadas para deberse al fuego, mientras inmensas cortinas de va____________________que al instante comprendieron que deberían haberlo visto.ción condensada, dirigida a algo que Cyprian y Danilo no veían, auncima de su arco puro recortado en silueta, una figura humana, con capa, solitaria, inmóvil, que no esperaba, que no hacía señales, que ni siquiera miraba el espectáculo que se desarrollaba en la ladera, pero que contenía en sus severos contornos una cantidad inmensa de atenpor resplandeciente barrían el valle abajo, y, alzándose sobre el reflejo en el río de este pasaje incandescente, sobre un puente antiguo, por en

Una noche, en una ladera negra sin nombre, los sorprendió una tormenta que había descendido del norte y un silencio premonito_rio. Danilo, un urbanita toda su vida, miró alrededor, como si esperara que apareciese un vendedor de paraguas.

– Djavola! ¡Menudo tiempo!

– A menos que uno sea británico -señaló Cyprian-, en ese caso es como estar en casa, sí, hasta resultaba bastante acogedor… ¿Cree que los habremos perdido?

– Más bien diría que han hecho que nos perdamos. Nos han em_pujado hasta aquí, donde la montaña les hará el trabajo. Y de paso se ahorran unas balas.

Se habían detenido, temerosos, y se apretaban contra la piedra, resbaladiza por el hielo, y era como si hubiera sido levantada incon_tables eras atrás precisamente para ese momento… No llegaba luz de ninguna parte. Sabían que el terreno se abría por todas partes en barrancos cuyas paredes caían en picado. Ninguno de los dos sabía cómo bajar de ese feroz y negro precipicio.

Cuando tropezó y cayó, Cyprian se entregó por primera vez a un abrazo que no le deseaba, mientras se volvía una parte más del reino mecánico, y el cuerpo con alma en el que había creído hasta ahora se tornó de repente en mucho menos importante que la masa, la velo____________________fuerzo y, al no sentir más dolor del esperable, se levantó. Danilo había desaparecido. Cyprian lo llamó, pero la tormenta hacía demasiado ruido. Ni siquiera sabía por dónde empezar a buscar. Se quedó quieto bajo la lluvia, casi aguanieve, y pensó en rezar.tras la tormenta rugía por todas partes, se puso de rodillas con gran escidad y la fría gravedad, aquí, ante él, detrás de él, a pesar de él. Mien

– Latewood.

No sonó muy lejos. Con cautela, cegado por la noche y la tor__mal, empapada y rota, que no podía ver.menta, Cyprian se movió hacia la voz. Se topó con una presencia ani

– No toque nada. Creo que me he roto la pierna.

– ¿Puede…?

– No puedo apoyarme en ella, acabo de intentarlo. -Hacía mucho, en habitaciones alquiladas, entre sombras de soportales, jardines pú_blicos, comodidades burguesas en un mundo en paz, Cyprian había llegado a imaginarse dotado para oír los restos de verdad que subyacen tras las mentiras que todos cuentan en la oscuridad. Aquí, aho____________________bían encontrado en una casa vacía ladera abajo.demos servirnos de esto. -Se trataba de un antiguo Mauser que hara, en esta negrura menos comprometida, lo que oyó de Danilo era demasiado claro-: Tiene que sacarme de aquí -dijo con un tono de voz apenas fingido; era imposible que ocultara otro significado-. Po

– Pero lo necesitaremos para…

Con paciencia, Danilo se explicó. Cyprian se sacó el abrigo, que el viento casi le arrancó de las manos, luego la camisa, el frío le golpeó como un matón callejero indiferente a sus súplicas, desgarró la cami_sa en tiras y, con dedos que se le entumecían rápidamente, intentó atar el rifle a la pierna rota de Danilo a modo de tablilla.

– ¿Puede enderezarla?

Puntas de hielo se lanzaban horizontales hacia sus caras.

– Puedo, pero no tengo claro que quiera. -Incluso con las manos entumecidas, Cyprian podía percibir la herida. Sus manos, habituadas a palpar la musculatura de las extremidades, a la delicada valoración de la perfección física, se sentían ahora incapaces de hacer frente a la ne__siera por el dolor-.cesidad de reparar el daño-. Hágalo -gritó Danilo con rabia, contra el viento. Allí no había ninguna razón para que no chillara cuanto qui En tu kulo Dio!

Con la culata del rifle bajo la axila, Danilo descubrió que podía cojear distancias cortas, al menos al principio. Pero avanzaba muy des____________________cluso pensarlo. Los lobos se llamaban unos a otros, como si siguieran la pista de un menú nocturno que amablemente les habían repartido. De vez en cuando, pasada la tormenta, la luz de luna permitía ver algo y hacía resplandecer un par de ojos interesados. Sólo lo bastante para que la criatura volviera la cabeza a un ángulo diferente, como si no quisiera revelar su mirada durante demasiado tiempo. A esas alturas, Danilo tenía fiebre. Su peso iba creciendo lentamente hasta la inercia absoluta de un cadáver. A veces, inexplicablemente, ya no estaba allí.raban un momento, se congelarían. Moverse era la clave, llegar a un lugar seguro era en ese momento un lujo demasiado remoto para inbitadas. Antes de que murieran congelados. Esa, en cualquier caso, era la teoría. Pero ni un refugio, ni la menor bolsa de aire en calma en la que una llama durara lo suficiente para prender, ni un saliente lo bastante amplio para permitirles cinco minutos de sueño, ninguna de esas comodidades domésticas iban a aparecer. Y había que tener en cuenta la congelación, a cada paso, a cada cambio del viento. Si se papacio, le dolía demasiado, y al poco Cyprian estaba cargando de nuevo con el peso de Danilo. Sabía que tenía que seguir las bifurcaciones hasta que llegaran a un precipicio importante y entonces descender al lecho de la corriente y seguir colina abajo hasta encontrar zonas ha

– ¿Dónde está? -Cyprian percibía cómo el viento arrastraba su voz hacia la vasta indiferencia.

– ¿Dónde está? -gritó. Deseó, desesperadamente, que no hubiera respuesta.

La lluvia soplaba por el valle, al borde de la nieve, picando, fina, como un vagabundo blanco europeo con perversas intenciones.

– Esperaba, no sé, un fin de semana en el campo o algo por el esti__tura no baja de diez grados, un abrigo ligero debería bastar.» Theign, cabrón, muchas gracias.lo -dijo Cyprian-. «¿Nieve? No te preocupes, en Sarajevo la tempera

Habían encontrado un pueblo muy pequeño, una acrecencia de cantería suspendida de la ladera de una montaña, y les habían permi____________________trucción, iniciada hacía mucho con un simple cobertizo de campo, se había ido ampliando a lo largo de los siglos. El aguanieve y la nieve mordientes, llevadas por el viento, corrían por los barrancos, gemían entre las tejas de los tejados. El otro lado del dados, túneles perforados en la nieve, patios embarrados, cuya constido pasar allí el invierno. Se iba de una habitación a la siguiente, algunas con tejado y otras sin él, por toscas escaleras y pasajes abovevalle a menudo era invi____________________ciendo más patatas. Ya no deben de quedarle muchas».terior de algún acontecimiento familiar que de otro modo se habría quedado puertas adentro, bajo las contraventanas del silencio. «Ella cree que tiene frío otra vez», decían asintiendo, o: «Snezana está cosamente guardado a medida que avanzaba el invierno, de ahí que en el pueblo se considerase legítimo matar, o al menos apuntar y disparar, a cualquiera que se llevara leña que no fuera suya. El olor de humo de leña por todas partes, entre las paredes de piedra, era un signo exro con un tiempo favorable, pero que por lo general se alargaba una o dos noches más; sin embargo, lo que preocupaba más a los residentes era la ubicación de las reservas de leña, un tesoro cada vez más celoto a lo largo del valle. Cyprian lo olía cuando el viento soplaba en la dirección correcta, y de vez en cuando era posible cruzar al otro lado con una muía y recoger un poco, una tarea que llevaba un día entecuperable. Perros húmedos, descendientes de ancestros que habían vivido aquí durante las Eras Oscuras, recordando muros soleados a cuya sombra se habían tumbado en el pasado, buscaban ahora la incertidumbre de la vida puertas adentro. Había explotaciones de lignisible, las nubes descendían en salientes afilados que se extendían como las defensas de una ciudad amurallada, todo color había desaparecido, el verano era un país de leyenda melancólica, que ya no era real ni re

Primero por la fiebre, luego, al deslizarse poco a poco y suavemen_te hacia el sueño, mientras iba mejorando lentamente, Danilo empezó a hablar de Salónica, la ciudad de su juventud, las mujeres junto a las fuentes por las mañanas, el pastel de kwezo de su madre, los desfiles por las calles de luchadores y músicos gitanos, los cafés que no cerraban.

– Al principio, intentaba volver siempre que podía, pero las res__señársela algún día, Latewood, Salónica es el mundo entero en una sola ciudad, y tiene que conocer a mi prima Vesna, canta en un antro de hachís en el Bara, la amará como la amo yo…ponsabilidades en Sarajevo se acumulaban, y un día me desperté y me di cuenta de que me había convertido en bosnio. Ojalá pudiera en

Cyprian parpadeaba con educación. Nunca había surgido la cues____________________guro otro rato más, por breve que fuera.cialmente para la sopa, así como una a menudo absurda voluntad para sacrificar toda comodidad hasta cerciorarse de que Danilo estaría sedió descubrir en su personalidad talentos antes insospechados, espete, Cyprian se había convertido en una madre para Danilo. Le sorprenras, o por el simple descubrimiento de que ninguno era el tipo del otro, o, más extraño aún, por el hecho de que, apenas conscientementamiento general que ambos jóvenes tenían que soportar a todas hotión del deseo, ni entre ellos ni con terceros; debía de ser por el ago

La primera liberación del deseo produjo en Cyprian el goce ines____________________ridad, un enfriamiento general de la temperatura…gún modo misterioso ya no estaba ahí y lo ocupaba otra cosa, una clales, un tramo del cual hubiera estado esperando sin dirección, de aldido en el sensorio del día, como si el tiempo tuviera nervios sexuara para intervenir en cuanto fuera necesario, para entrar en los paisajes de dolor del sueño o el delirio del otro hombre. De repente, no, de repente no, más bien como uno se despierta a veces muy despacio a la conciencia de que hay luz en la habitación, se dio cuenta de que desde hacía un tiempo indeterminado ni siquiera había imaginado el deseo, su despertar, su satisfacción, la menor ocasión para ello. El desequilibrio que estaba acostumbrado a sufrir como un espacio atursas, y estaba sentado velando el sueño de Danilo, como si se preparaperado de un primer orgasmo. Era una noche negra y de nubes espe

Por supuesto que pasó, como pasan los latidos del deseo, pero lo extraño es que, inesperadamente, se encontró intentando recuperar_lo de nuevo, como si fuera al menos tan deseable como el deseo mismo.

Danilo se defendía bastante bien con un bastón que tenía una ca_beza de lobo por empuñadura; se lo había tallado a lo largo del in_vierno, en fresno de las montañas, su amigo Zaim. Un día entró en casa y se encontró a Cyprian cortando patatas, zanahorias de invierno y cebollas para hacer una sopa, y por primera vez hablaron de su viaje por las montañas.

– Fue suerte. -Cyprian se encogió de hombros-. Tuvimos suerte.

– Fue la voluntad de Dios -dijo Danilo.

– Y dime otra vez, ¿cuál de tus varios dioses fue?

– Sólo hay un Dios.

Cyprian distaba mucho de estar seguro. Pero, dada la utilidad de seguir apegado al día, se limitó a asentir y siguió picando la verdura.

Cuando volvieron a las vías paralelas de acero, se encontraron con que las líneas nerviosas eran presas de una ansiedad casi mortal: bandas de irregulares con largos rifles antiguos cuyos accesorios de latón lle____________________sieran presenciar un espectáculo impío, una representación de la pasión sin Cristo.tas ingleses, que era por lo que esperaba Cyprian que le tomaran, o ni siquiera hacia los alemanes, que los había a montones, como si quilleros turcos que se encaminaban a Constantinopla y a la revolución en curso, el ejército regular austríaco acantonándose en las fronteras, parando a todo el mundo, sin la menor indulgencia hacia los turiscos con Mannlicher proporcionados por sus amos austríacos, guerrivaban grabados versos sagrados del Corán, unidades de bosnios católi

Forma parte de la naturaleza de la presa, reflexionaría Cyprian más adelante, que a veces, en lugar de someterse a las exigencias de un de_predador, se empeñe en ponerle dificultades. En huir para salvar la vida. En disfrazarse. En desaparecer en nubes de tinta, kilómetros de matorral, agujeros en la tierra. E incluso, por extraño que parezca, en presentar batalla. Los darwinistas sociales del momento no paraban de cantar las gozosas ventajas de los colmillos y las garras ensangrentadas, pero no se mostraban tan exaltados en relación con la velocidad y el engaño, el veneno y la sorpresa.

Lo importante en cuanto a los disfraces, pensó Cyprian, era no parecer ruso. No se trataba de que las habilidades que requería vinie____________________pinacas?», «¿Así que estedado y la habilidad de traslucir algo menos que completa adoración, mientras soltaba una diatriba contra todo lo bosnio, los alojamientos, la comida: «¿A quién se le ha ocurrido este espanto de cordero con esran a él de repente por una providencia especial, esta vez había pocas cosas que no hubiera hecho ya antes. En Bosna-Brod se vio obligado, desde debajo de un atuendo cuyo vínculo con cualquier tipo de buen gusto más valía dejar inexplorado, a interpretar el papel de la esposa de un funcionario inglés que despreciaba todo lo que no fuera de su país y, en una tesitura chillona, exigía que le permitieran reunirse con su marido, hacia quien, aunque fuera de ficción, Cyprian tuvo el cui kapama es bueno, eh?», e incluso, como si no se diera cuenta de lo peligroso que podía resultar, contra los hombres: «¿Pero a qué sueño de doncella pensáis responder con esos ridículos bombachos y esos pañuelos?», y lo extraño era que esos irregulares eran tan apuestos y musculosos como jamás se hubiera atrevido a soñar…, pero en ese momento importaba más localizar las armas de fuego, las visibles y las que no estaban a la vista, que probablemente serían hos____________________día de los sentimientos.nilo había vuelto a hacerse notar, junto con su desesperación. Había horas en su viaje en las que Cyprian quería llorar por el sufrimiento del otro hombre, pero sabía, con la ausencia de piedad propia sobre todo del ave rapaz, que la supervivencia, en casos como el suyo, no dependie recordaba haberlos visto siquiera, si bien ahora la herida de Dapleta que, después de que Danilo y él hubieran superado el brete, namáticamente, más de una posible vía de escape… Otras veces recurría a lo contrario del disfraz y se prestaba a una sumisión fatalista tan comtiles, en cuestión de minutos, y entonces elegir, a esas alturas casi auto

En Belgrado se encontraron con que la navegación estaba prohi____________________ta seguirían cubiertas de nieve durante semanas.cionados, quebrados, mutilados pero todavía en pie, aislados en las alturas, con rostros extraña y cuidadosamente concretos, Danilo y Cyprian se desplazaron hacia el sur por Serbia, aun sabiendo desde el primer momento que todas las carreteras de las montañas hasta la cosnación irritada de salir de allí. En la niebla de finales de invierno, entre cúpulas y agujas de hierro herrumbroso y piedra, ángeles desproporbida en los dos ríos. Eso hizo que a Cyprian se le disparara la determi

En Pljevlje se detuvieron sólo un día para orientarse. Había nieve en las cumbres marrones. Era una preciosa ciudad pequeña con cua_tro minaretes, un campanario y el konak del Pacha, que se extendía por las faldas de las colinas. Las guarniciones austríacas estaban reti_rándose, como hacían por todo el Sanjak de Novi Pazar, como parte de un acuerdo con Turquía sobre la anexión: masas azules fragmen__dosamente, quintas parlanchínas de jovencitos con uniformes que no les quedaban bien marchaban hacia el crepúsculo general.tadas por la nieve caían intermitentemente, líneas que pasaban radialmente una tras otra, como si una enorme rueda apocalíptica hubiera empezado a girar por fin…,los discos del embrague se engarzaban rui

– Si encontráramos el modo de llegar a Kossovska Mitrovitsa -co_mentó Danilo-, que está a unos ciento cincuenta kilómetros de aquí, podríamos tomar el tren al sur para Salónica.

– Tu hogar de la infancia -recordó Cyprian-, Tu prima Vesna y todo lo demás.

– Años ha. Hasta ahora no lo había vivido como un exilio.

En el enero pasado, el reptiliano ministro de Asuntos Exteriores austríaco Aerenthal había conseguido por fin una concesión del Sul_tán para construir una línea desde la frontera bosnia, a través del San_jak, hasta la cabeza de línea turca de Kossovska Mitrovitsa. Y ahora allí estaba, aquel ferrocarril conceptual sin construir todavía, invisible bajo la nieve, los puertos de montaña y los valles, un elemento de la diplomacia que esperaba cobrar existencia material.

Cyprian y Danilo siguieron la ruta como bien pudieron. Viajaron con personal de intendencia y cantineras, a bordo del fantasmagórico material rodante de los militares y los vagones de ganado, casi siem__nes turcos sobre una colina que se alzaba tras una ciudad anodina, y eso era Kossovska Mitrovitsa.pre a pie, penosamente, hasta que un día vieron minaretes, y barraco

Allí subieron a un tren físico o material y traquetearon hacia el sur, tiritando bajo la humedad invernal, entre vaivenes y chirridos, durmiéndose y despertándose, como si estuvieran drogados, indife____________________plicablemente vino corriendo una joven con cabello rubio, que saltó sobre Danilo y le rarse de algún combate potencial. El destino había movido un peón, el gambito había sido rechazado, y el desaliento de lo perdido gimió en los cables telegráficos por todos los pasos, bajo la Montaña Negra de Skoplje, a través de la propia ciudad, más allá del Monte Vodno, por el valle del Vardar, a través de la región vinícola de la Llanura del Tikves, por Demir Kapija, la Puerta de Hierro, y así hasta llegar al Egeo, al final de la línea, a Salónica, donde al salir de la niebla de nicotina y hachís de la taberna de marineros Mavri Gata, o Gato Negro, inexnor, pero no una derrota completa, sino como una incitación a retituarios y lugares sagrados abandonados, con el viento soplando en andenes desolados, a Cyprian lo miraban de vez en cuando, aunque no de manera previsible, desde los pasos a nivel o las vías, en los arcos de las estaciones, como si fueran camaradas de armas que hubieran compartido un revés oscuramente vergonzoso en el campo del horentes a la comida, al humo, al alcohol… Durante todo el trayecto a través de Macedonia, pasando por estaciones de peregrinaje, por sanabrazó no sólo con brazos sino también con piernas, sin parar de gritar su nombre.

– Esta es mi prima -dijo Danilo cuando por fin dejó de sollozar lo bastante para poder hablar-, Vesna.

En otra ocasión, en otra vida, Cyprian habría respondido con el tono más mordaz: «Claro, encantado, cómo no», pero ahora no pudo reprimir una sonrisa con la boca, los ojos y los senos entre ellos. Tomó la mano de la joven.

– Tu primo me ha contado que su familia estaba aquí. Me alegro tanto como él de verte. Posiblemente más.

El alivio que sintió fue tal que rompió a llorar también. Nadie se dio cuenta.

Al llegar a Salónica, Cyprian y Danilo encontraron la ciudad re____________________derna, ortogonal, carente por completo del misterio de Dios. Vosotros, los del Norte, os sentiréis como en casa.»gentes conocidos como Jóvenes Turcos habían tomado el poder en su país. Desde entonces, Salónica estaba de los nervios. La ciudad era un hervidero de legiones de hombres armados con rifles, con pinta de haber sido bruscamente despertados y que sólo estaban de paso, como si este antiguo paisaje aromático de tejados rojos, cúpulas, minaretes y cipreses en laderas escarpadas y oscuras se hubiera convertido en la pensión de mala muerte de Europa. Todo el mundo había dado por sentado que Salónica caería bajo la influencia austríaca, pues Viena soñaba con el Egeo como los alemanes soñaban con París, cuando de hecho fueron los castos jóvenes revolucionarios de Turquía quienes ya habían empezado a reimaginar la ciudad. «Disfruta de la línea del horizonte mientras puedas», dijo Danilo casi llorando, «la idea de una ciudad sin mezquitas se nos echa encima, una ciudad anodina, moverberando todavía, como un gong que acabaran de golpear, por los acontecimientos de la primavera y el verano precedentes, cuando el sultán turco había sido obligado a restaurar la constitución, y los insur

En el puerto, entre la estación de tren y las fábricas de gas, en las cervecerías y los bares de hachís del barrio de Bara, las chicas eran ve____________________llones y zapatos a juego, cuyo inmaculado brillo Cyprian comprendió que haría peligrar su vida si lo cuestionaba o siquiera hablaba de él en voz alta.do lo eran), los hombres vestían trajes de un blanco o un perla chinales y de una belleza intermitente (pero asombrosamente bellas cuan

En el Mavri Gata había suficiente humo de hachís para aturdir a un elefante. Al fondo de la sala, como si estuviera detrás de un iconos_tasio del canto, tocaban sin descanso un oud, baglamas y una especie de dulcimer de percusión llamado santouri. La música era salvaje, de escala oriental, con los segundos y los sextos aplanados, y una especie de portamento sin traste en medio, y resultaba instantáneamente familiar aunque las palabras se pronunciaran torpemente en un griego carce____________________gastada, la rueda recubierta de hierro, y promesas de una desdicha a una escala que las universidades de los estados mayores militares sólo ahora empezaban a imaginar.bra de cada diez. En estas modalidades nocturnas, «rutas» las llamaban los músicos, Cyprian oía himnos no de patrias definidas, sino de la marcha a un exilio de por vida. Carreteras que esperaban la suela deslero del que Danilo, según confesión propia, sólo entendía una pala

Vesna era una llama, un foco brillante de atención conocida en la ciudad como merakloú.

– Tha spáso koúpes -cantaba-, romperé todos los vasos, saldré y me emborracharé porque me hablaste…

De vez en cuando aparecían cuchillos y pistolas, aunque algunas sólo para venderlas. A los clientes apropiados se les introducían som__rineros desertaban de sus buques de guerra por jovencitas de las calles que juraban desafiar a chulos o maridos sin importar lo níferos en la cerveza y les robaban todo, hasta los calcetines. Los mafatales que fueran las consecuencias. Clientes más curtidos, venidos de Constantinopla por negocios, se sentaban en mesas al fondo, fumando de argües, hablando para sí mismos sin mover los labios, escrutando cuantos ros____________________lación fuera demasiado obvio para exigir comentario alguno. Niños albaneses con montones desentándose simplemente como alemanes, como si el valor de la emumanes, hablando ubicuamente con los agentes del Comité, demasiado pagados de sí mismos para preocuparse por identidades alteradas, preles, zonas de la ciudad en las que entrar y salir sin molestias, en las que sólo podían ayudarles los «chicos derviches». También estaban los aletros iban y venían. Su presencia (Cyprian lo supo por Danilo) no era inseparable de las actividades del Partido de los Jóvenes Turcos y su Comité de Unión y Progreso, cuyo cuartel general estaba aquí, en Salónica. Estos jóvenes idealistas necesitaban aquí cosas más materia koulouria en bandejas mantenidas en equi__do. Se rompían cristales, los platillos se golpeaban repetidamente, los librio sobre cabezas perfectamente aplanadas entraban y salían corrienkomboíói se toqueteaban en docenas de ritmos, los pies seguían la mú_sica. Las mujeres bailaban juntas el karsilamás.

– ¡Aman! -gritó Vesna, ululó-: ¡amáaáaáan, ten piedad, te amo tanto…!

Cantaba una nostalgia tan profunda que la humillación, el dolor y el peligro dejaban de importar. Cyprian había dejado tanta emoción atrás que tardó ocho compases en comprender que era su propia voz, su vida, su pequeña victoria sobre el tiempo, transformadas en extremidades rubias, sonrisas primaverales y un corazón que latía con demasiada fiereza para reflexionar y que le llevaba hacia lo que sabía que necesitaba, sin lo que no podía vivir. Stin ipochí, como la canción, como tantas canciones, decía, de vuelta a aquel día… ¿Qué había pa____________________ño mundo sin duda servía, tal vez al modo en que para algunos, como sugería una de las canciones de Vesna, los niños, aunque pequeños, aunque no menos condenados, son por siempre más que suficientes.tante altura para verlo mejor, plantearse salidas, pero de aquí, entre el humo y las olas rompientes del deseo, nadie quería salir, este pequeles, desalentaban un análisis más cuidadoso. Era un mundo del que resultaba posible retirarse, al modo de un ángel, y sobrevolarlo a baste, con toda su fuerza, se había invertido, y así se seguiría haciendo, noche tras noche. Era la ausencia de toda duda lo que impresionaba a Cyprian, dejando aparte el ouzo y el hachís, cuyos componentes moleculares, que ocupaban a esas alturas todas sus células cerebracala, formada a partir de la nada durante las horas oscuras con un golpe mezquino, una extorsión trivial, un paso sin fe cada vez, un pequeño mundo en el que una ciudad entera de vidas, sin pensar, alegremensado? ¿Dónde estaba el deseo, y dónde estaba él, él, que estaba hecho casi por entero de deseo? Contempló el alba a través de la puerta que daba a la calle, el destino cíclico de una Creación más a pequeña es

Finalmente se habían filtrado noticias sobre la situación de la cri____________________mento, de la que se habían despertado a causa de algún ruido en el mundo exterior, un timbre o un animal perdido, del que tal vez nunca se sabría nada.cia la que todo había convergido, tan letal como una locomotora sin luces ni señales, perturbadora como lanzas disparadas en el último molonia, aunque eso no eran más que conjeturas, como todo lo demás en esta fase inmóvil de la Cuestión Europea, esta pesadilla diurna hacientemente movilizadas que se habían situado en la frontera con Pomán se había reunido con el Zar, llevándole una nota personal del Káiser, y poco después el Zar anunció que, tras pensárselo mejor, la anexión de Bosnia no le molestaba tanto. El continente se relajó. La decisión del Zar podía tener que ver con las divisiones alemanas resis de la anexión y las actividades de los grandes. El embajador ale

Si Cyprian, por brevemente que fuera, creyó que tenía derecho a un respiro, pronto se desengañó. Una noche en el Mavri Gata, Danilo se presentó con un búlgaro lúgubre y delgado como un noodle cuyo nombre la gente o no sabía pronunciar o no podía recordar, o no que__dad. Entre losría decir en voz alta por temor a ciertos elementos griegos de la ciu dervisidhes, debido a su aspecto, se le conocía por el nom_bre de Flaco Gabrovo.

– No es el mejor momento para ser búlgaro en Salónica -le expli_có a Cyprian-. Los griegos, no estos rembetes de aquí sino los políticos que salen de la embajada griega, quieren exterminarnos a todos. En las escuelas griegas pregonan que Bulgaria es el Anticristo. Agentes griegos colaboran con la policía turca para hacer listas negras de búl_garos, y hay aquí una sociedad secreta llamada «La Organización» cuyo propósito es llevar a cabo esos asesinatos.

– Es por Macedonia, claro -dijo Cyprian.

Una antigua disputa. Los búlgaros siempre habían considerado Macedonia una parte de Bulgaria, y después de la guerra con Rusia así fue por fin… durante unos cuatro meses de 1878, hasta que el Congreso de Berlín se la devolvió a Turquía. Por su parte, los griegos creían que era griega, para lo cual invocaban a Alejandro Magno y demás. Rusia, Austria y Serbia buscaban ampliar su influencia en los Balcanes y utilizaban la Cuestión Macedonia como pretexto. Y lo más extraño de todo: las figuras más prominentes de la Organiza_ción Revolucionaria Macedonia del Interior -la ORMI-, como Gotse Deltchev, creían, ni más ni menos, que Macedonia pertenecía a los propios macedonios y merecía ser independiente de todas las potencias.

– Desgraciadamente -dijo Flaco Gabrovo-, la ORMI está escin_dida entre la gente de Deltchev y otros nostálgicos de la efímera «Gran Bulgaria» tal como era antes del Congreso de Berlín.

– ¿Y tú qué opinas? -Cyprian ya se reía para sus adentros.

– ¡Ja! -Se rieron con amargura un buen rato hasta que el búlgaro cesó bruscamente-. Los griegos creen que soy de la ORMI, ése es el problema.

– Vaya por Dios. ¿Y lo eres?

– Me falta esto -Flaco Gabrovo mantuvo el índice y el pulgar se_parados un centímetro, junto a la oreja derecha-. Anoche. Ha habido otras tentativas, pero no como ésa.

– Le he contado cómo salimos de Bosnia -dijo Danilo servicial.

– Ya, y yo soy la Pimpinela Escarlata, ¿no?

– Es tu destino -afirmó Vesna, que había estado escuchando.

– Tsoupra mou, tú eres mi destino.

– Este es el plan -dijo Cyprian la noche siguiente en el Café Mazlum, en el muelle, adonde parecía haber acudido la ciudad entera para escuchar cantar al gran Karakas Effendi-. Puede que hayáis seguido las noticias de Constantinopla, el fermento político y todo lo demás, y os hayáis fijado en que muchos de nuestros hermanos turcos de aquí, en Salónica, han empezado a volver a su capital, en previsión de un esfuerzo a mayor escala para hacer entrar en razón al Sultán. Lo que haréis, por tanto, es poneros un fez…

– No. No. Soy un exarca.

– Danilo, explícaselo.

– Te pondrás un fez -explicó Danilo- y, pasando inadvertido en medio de toda la agitación turca, subirás a un tren para La Ciudad, y cuando llegues allí -escribió en un trozo de papel y se lo entregó-, sigue a tu nariz hasta el bazar de especias de Eminónü. Justo detrás está el muelle Stamboul, buscas este número y preguntas por Khalil. Siempre hay pesqueros del Mar Negro en Varna.

– Si es que llego a salir de Salónica con toda la gente de esa Orga_nización vigilando.

– Nos aseguraremos de que la ORMI los vigile a ellos.

– Mientras tanto -dijo Cyprian-, tú y yo vamos a intercambiar sombreros y abrigos. Cuando salga de aquí, creerán que soy tú. Aun_que, debo añadir, tu ropa ni se acerca al estilazo de la que vas a recibir. Te lo digo por si crees que no hago bastante sacrificio o algo así.

Y así Cyprian, haciéndose pasar por Flaco Gabrovo, cambió su alojamiento calle arriba por un teké llamado la Perla del Bara, e inme__ranjas luminosos y azules celestes.diatamente notó una mejoría en su presupuesto semanal, debido al ahorro del gasto en «cosa negra», como se conocía el hachís entre los derviches, pues lo único que tenía que hacer era pasearse un par de minutos por el pasillo e inhalar hasta que los dibujos de las alfombras orientales empezaran a retorcerse por su campo de visión con sus na

Aunque Vesna mantenía una intensa relación con un gángster de Esmirna llamado Dimitris, Cyprian y ella se despidieron como si uno formara parte del otro. El no tenía ni idea de por qué. Danilo lo observó con el respeto fatalista del alcahuete hacia las leyes del azar contra las que está condenado a luchar para siempre. La bocina de va_por del barco lanzó su último aviso.

– Has hecho algo bueno -dijo Danilo.

– ¿Lo del búlgaro? Me preocupa, me pregunto si siquiera podrá ponerse el fez en la cabeza.

– No creo que lo olvide nunca.

– Lo importante para él -dijo Cyprian- es volver a casa, estar en_tre los suyos.

Se abrazaron, pero eso sólo era la versión formal, pues su abrazo se había producido mucho antes.

Para volver a Trieste, Cyprian, que ya había tenido ferrocarril de sobra por un tiempo, tomó barcos costeros y vapores correo egeos, jónicos y adriáticos, pasando todo el tiempo que podía charlando, fumando y bebiendo con otros pasajeros, como si, de quedarse a so____________________cánico, con la luz del sol que empezaba a durar cada día un poco más que las cinco horas que las montañas y la estación permitían.cantadora inocencia, vendidas ahora a los intereses de la guerra, esta compasiva negación de la inmensa crueldad del último invierno balseado estar exactamente ahí, contemplando esta ciudad y bahía de engro. En la carretera a Cetínje, se detuvo en una zona de altibajos para contemplar Kotor desde allí, y comprendió lo mucho que había dese todos. De regreso en Kotor, por ninguna razón que fuera capaz de explicar, decidió desembarcar y echar un vistazo rápido a Montenelas, hubiera podido pasarle algo desagradable. Como si aferrándose con fuerza a lo lineal y lo cotidiano pudiera salvarse, pudieran salvar

Y todo para descubrir que, buen Dios, tras un invierno de tantas penurias y equivocaciones, Bevis Moistleigh había estado escondido en Cetinje con Jacintha Drulov todo ese tiempo, que el joven imbé_cil enamorado había sido capaz de llegar hasta el final del camino, en ese periodo de aguda histeria a causa de la guerra europea, por un terreno poco hospitalario, sembrado de antiguos odios tribales que nunca entendería claramente, impulsado por algo que él creía que era amor.

– Un poco de Bosnofobia, no te creas, y no me sorprende -expli_có Bevis alegremente.

Los ciruelos y los granados florecían, en tonos incandescentes blancos y rojos. Las últimas manchas de nieve casi habían desapare____________________reja de tortolitos (cuya principal diferencia con las palomas, pensó, debía de ser que éstas eran más directas cuando se barradas. Los gorriones que acababan de ser padres atacaban a los humanos que consideraban intrusos. En un café al lado de Katunska Ulica, cerca del mercado, Cyprian, sentado a una mesa frente a la pate; cerdas y lechones corrían gruñendo alegremente por las calles emcido de las sombras añiles de las paredes de piedra que daban al norcagaban encima de alguien), evitando con un gran esfuerzo personal que su expresión mostrase irritación, se vio visitado por una Revelación Cósmica, caí__ra formas distintas de Brahma adoradas por los hindúes, es decir, la suma, en cualquier momento dado, de todos los variados semidioses del amor que millones de amantes mortales, en una danza sin límites, adoraban. Sí, y mucha suerte para todos ellos.da del cielo como mierda de paloma, a saber: que el Amor, que gente como Bevis y Jacintha sin duda concebían como única Fuerza suelta por el mundo, era de hecho más similar a las 333.000 o cuantas quie

Sintió una extraña y sobria alegría ante la habilidad, que parecía haber adquirido recientemente, para observarse a sí mismo enfadado. Qué raro.

– Vaya, mira a Cyprian, parece bastante aturdido.

– Sí, tienes razón, ¿Cyprian?

– ¿Eh? Claro. ¿Cómo no iba a estarlo?

– ¿Te hemos ofendido, Cyprian? -preguntó Jacintha despreocupa_damente radiante.

– Mírala -canturreó Bevis en voz baja-, ella es su misma Catás_trofe Ultravioleta.

– A mí sólo me ofenden ciertos tipos de papel pintado -Cyprian sonrió apretando los labios.

– Siempre supusimos que andarías por ahí buscándonos -dijo Bevis.

Cyprian le clavó la mirada, con la esperanza de no parecer de_masiado rudo.

– Porque…

– Bueno, porque no eres uno de esos malditos tipos de Theign, ¿verdad que no? Si lo fueras, a estas alturas estarías a salvo, de vuelta en algún puesto neutral, Ginebra, Nueva York o por ahí.

– Oh, Moistleigh, estaba por aquí cerca, eso es todo. Encantado de veros a los dos.

Había habido un tiempo, y de eso no hacía tanto, en que ese tipo de situaciones habrían anunciado una larga semana de náuseas y re_sentimiento. Pero ahora sentía, contra el rostro que tendría su alma si las almas tuviesen rostro, un brioso equilibrio primaveral, como si él estuviera en alto, manteniendo un ángulo de ataque en las posiciones avanzadas de una tormenta cuyo fin nadie había visto. Le sorprendió y no le sorprendió.


Tras amasar una modesta suma en las mesas de juego, Reef se de_dicó a pasear un tiempo por Niza: se sentaba en cafés, donde bebía vino anónimo, o en bares de hotel, donde pedía Marquises de piña que acompañaba de copas de trois-six. Pero no se veía llevando una vida de flâneur para siempre. Lo que de verdad necesitaba era ir a volar algo. Aclararse las ideas. Apenas se le había ocurrido cuando vio aparecer a nada menos que su viejo 'compañero' Flaco del Túnel Simplón, más anarquista y pirado por la dinamita que nunca, que ya es decir.

– ¡Flaco! ¿Qué andas haciendo por estos lares?

– Volví a México por un tiempo, casi la palmo en un trabajo en una refinería, tuve que gastar bastante dinero y salir pitando. Pero ¿sa_bes a quién vi en Tampico? ¡A tu hermano Frank! O Pancho, que es como le llaman allí. Y me pidió que te dijera que «había pillado a uno de ellos». Dijo que tú ya lo entenderías.

– Vaya, el bueno de Frank. Bien hecho. ¿Y no te mencionó a cuál?

– No, eso fue todo lo que me dijo. Tenía tres vagones cargados de explosivos que quería vender, de esos pequeños torpedos para los po__moso. Fuimos al mercado a comprar algunos, y él nos hizo un precio razonable.zos de petróleo que llevan un cuarto de nitro cada uno, ¿sabes? Her 'Buen hombre', tu hermano.

– Mira, si vuelves a verlo dile que se cuide bien el culo ahí abajo.

– Claro que lo veré. ¡Eh! En México todo el mundo vuelve a ver__lla está encendida. Regreso en cuanto pueda.se, ¿sabes por qué? Porque allí todo está a punto de explotar. La ceri

– ¿Algo importante esta vez?

– '¡Seguro, ése!' Y también muy divertido. Diversión para todos. ¿Quieres venir?

– No sé. ¿Crees que debo?

– Debes. ¿Qué coño hay que hacer aquí?

Bueno, lo primero que le venía a la cabeza era la vieja, lamenta__cha de Ruperta, Reef había estado trabajando sin mucha información, y es posible que Vibe ya ni estuviera a esta orilla del océano. Y desde la fría separación con Kit, su corazón, a decir verdad, tampoco había estado mucho por la labor…ble e inacabada saga, tan desdichadamente abortada en Venecia, de Scarsdale Vibe, al que, de hecho, Reef debería estar siguiendo ahora mismo, esperando que se presentara la gran ocasión. Pero desde la mar

– Me alojo en la ciudad vieja -dijo Flaco-, cerca de Limpia, el bar_co zarpa pasado mañana, ya conoces aquel bar, L'Espagnol Clignant, puedes dejar un mensaje a Gennaro.

– Sin duda será agradable, 'mi hijo' -dijo Reef-. Como en los vie_jos tiempos que casi recuerdo.

Flaco le miró de cerca.

– Te traes algo entre manos aquí, ¿es eso?

No había motivos para no confiar en él, dado lo que recordaba del odio inflexible de Flaco hacia todos los personajes importantes que quedaban por asesinar a ambas orillas del Atlántico.

Se sentaron en la terraza de un café detrás de la Plaza Garibaldi.

– Intento evitar lugares como éste -murmuró Flaco-, Es el típico objetivo burgués que a los anarquistas les gusta volar.

– Podríamos buscar otro sitio.

– Al infierno, confiemos en la cortesía profesional -dijo Flaco- y en las leyes de la probabilidad.

– Una cosa es intentar llegar a un acuerdo honorable con tus muer____________________tos de hueso, cartílago y tejido blando; astillas de todos los tamaños mente que durante varios días los que sobrevivieron a la explosión no estarían seguros de si había ocurrido de verdad, ni llegarían a creerse que nadie hubiera deseado sumir tal ejemplo de cortesía, fruto de una larga evolución cuidadosamente trabajada, en esa eclosión desintegradora: una lluvia densa y prolongada de trozos de cristal verde, claro, ámbar y negro, saltando de ventanas, espejos, vasos, jarras y botellas de absenta, vino, almíbares de fruta, whisky de años y orígenes variados; sangre humana por todas partes, de arterias, venas y capilares; fragmenfectado de valores burgueses. Me han acabado gustando estos cafés, con su ir y venir de la vida ciudadana, prefiero estar aquí disfrutando sin preocuparme a todas horas por si estalla una bomba… -Que es, claro, el momento exacto en que sucedió, tan inesperada y ruidosatos y mantenerlo -le pareció a Reef-, y otra muy distinta ir por ahí sembrando muerte como puedas. Y no me vengas con que estoy inarrancadas de los muebles; metralla de latón, zinc y cobre, tanto de placas desgarradas como de los diminutos clavos del marco de los cua____________________pido para que nadie más que los ángeles de la destrucción lo leyeran.diodía, como un largo mensaje de heliógrafo enviado demasiado rádros; vapores nitrosos, fluidos sueltos de humo tan negro que no se veía a través…; un inmenso y fulgurante movimiento hacia arriba y de vuelta hacia abajo, hacia afuera y al otro lado de la calle y por toda la manzana, bajo los rayos de un completamente indiferente sol de me

Y la explosión dejó a estos tan grave e inesperadamente heridos burgueses llorando como niños, niños otra vez, sin más obligación que la de parecer lo bastante desamparados y dignos de compasión para conmover a aquellos que tenían los medios para defenderlos, los pro__dad de fingir madurez, necesidad en plena vigencia hasta hacía apenas unos segundos.tectores provistos de armas modernas y disciplina inquebrantable, ¿y por qué tardaban tanto? Mientras lloraban se dieron cuenta de que podían mirarse a los ojos, como si se hubieran liberado de su necesi

– Flaco, mierda, no sería uno de tus locos hijoputas, ¿verdad? -pre____________________ba de la mesa y agarrar a Flaco por la camisa-. ¿Todavía tienes la cabeza en su sitio?tero. Se las arregló para salir arrastrándose de debajo de lo que quedaguntó Reef mirando con interés la sangre que parecía cubrirle por en

– Es peor que volver a aquel túnel -dijo Flaco con una gran y es__presa de seguir vivo.túpida sonrisa, a punto de ponerse a cantar como un gallo por la sor

– Echemos un vistazo, a ver si… -Pero lo dijo sin demasiada espe__quetes, un par que estaban en estado de shock y tuvieron que taparlos con manteles chamuscados y manchados de sangre para darles calor, y pensando, aproximadamente a la par que la policía y algunos perros callejeros hacían acto de presencia, que habían hecho lo que podían, se marcharon. Un tempranoranza. No había muchos muertos, sólo los suficientes. Flaco y Reef apartaron escombros, apagaron a golpes un par de pequeños incendios, encontraron heridos cuyas hemorragias podían detenerse con torni gregaou se había abatido sobre la costa y, cuando el humo se hubo disipado de su cabeza, Reef pensó que podía oler la nieve en el aire.

– A algunos de estos 'bandoleros' -dijo Flaco sonriendo todavía- les importa un carajo a quién se lo hacen.

Reef estaba a punto de preguntar «¿Por qué?», pero de repente se mareó y tuvo que sentarse. Le dolía todo.

– Estás hecho una mierda, 'pendejo' -le advirtió Flaco.

– Pues ese brazo tuyo tampoco va a ganar ningún premio.

– Me parece que no me lo he roto -dijo Flaco mirándoselo-. '¡Caray!'

– Vamos a ver al colega del cuchillo -sugirió Reef. Se trataba del Professeur Pivoine, que era una especie de modisto que zurcía las he_ridas de la carne del vecindario tras los frecuentes choques callejeros que se producían en el Quartier Riquier. También sabía extraer balas, pero reconocía que distaba de ser un artista en ese sentido.

Encontraron los instrumentos afilados y esterilizados y al Profes_seur con buen ánimo para el navajeo médico. Más tarde, Reef se sumió en uno de esos estados penumbrosos en los que tenía la impresión de que su hermano Kit estaba allí, cerniéndose sobre él a casi un metro, en el aire y resplandeciendo de un modo peculiar.

– Lo siento -intentó decir Reef, con una voz paralizada como en una pesadilla cuando se apaga la luz y oímos unas pisadas y queremos decir «¿Quién anda ahí?», pero no podemos.

– No pasa nada -dijo Kit-, no has hecho nada malo. Nada que yo no hubiera hecho.

¿De qué coño estás hablando?, intentó decir, lo he hecho todo mal. Abandoné a mi bebé y a la mujer que amaba. Reef sabía que estaba llorando. Con todo por lo que podría haber llorado, y estaba llorando por eso. Era como uno de esos primeros orgasmos, un acontecimien_to atemporal cuya fuerza no puede medirse. Se estremeció. Notaba las lágrimas y los mocos por toda la cara. Kit flotaba por allá arriba, junto al techo, diciendo «tranquilo, tranquilo» y otras frases para calmarlo, y entonces, al cabo de un rato, empezó a desvanecerse.

Aunque las perspectivas de los anarquistas en una revolución a tiros nunca son demasiado halagüeñas, Flaco estaba resuelto a volver a México. Antes de zarpar, Reef y él fueron cojeando a L'Espagnol Clignant para una última copa de bon voyage. Llevaban tiritas, pun_tos de sutura y placas ennegrecidas de sangre seca por todo el cuerpo, lo que dio motivo a Gennaro, el camarero, para al menos media hora de diversión.

– Así que te vas a quedar por aquí, a ver si puedes cargarte al capi_talista con esa escopeta de cazar elefantes -dijo Flaco.

– También debería ser plato del gusto de tu gente, después de ver cómo se cepillaron a aquel chico, Tancredi.

Flaco se encogió de hombros.

– Tal vez tendría que haber tenido más cabeza.

– Qué frialdad, Flaquito. El chico ya está en su tumba, ¿cómo di_ces eso?

– A lo mejor estoy perdiendo la fe en que sirva ya para nada asesi_nar a los grandes y poderosos, es posible que sea eso, es posible que no fuera más que otro de esos sueños con los que les gusta engañarnos. A lo mejor lo único que busco ahora es una guerra a tiros normalita, con otros peones como yo a los que devolver los disparos. Al menos, tu hermano Frank tuvo el sentido común de ir a por los pistoleros a sueldo que hicieron el trabajo.

– Pero eso no significa que Vibe y los demás no se lo merezcan.

– Claro que no. Pero eso es venganza, algo personal, no una táctica en la lucha mayor.

– Tanto me da -dijo Reef-, el caso es que todavía tengo que per_seguir a ese cabrón asesino.

– Pues buena suerte, 'mi hijo'. Le daré recuerdos a Pancho cuando lo vea.

¿Debería tener más cabeza?, se preguntaba ella.

Después de semanas de antorchas deslizándose por delante de la ventana, de tormentas en las montañas, de visitas de la policía, como en una corriente eternamente descendente, el estruendo más fuerte que el llanto o las palabras, la sangre que encontraba su voz, y ninguno de los dos intentaba rescatar al otro, sino que lo buscaba, una y otra vez, para arrastrarlo más hacia el fondo, lejos de la seguridad. Antes de ir a Zengg para embarcarse de nuevo hacia Venecia, Vlado, como si hu_biera intuido la existencia de un obstáculo letal, entregó a Yashmeen un cuaderno escolar verde fabricado en alguna región austríaca del imperio, con Zeugnisbüchlein impreso en la portada, que él llamó El Li_bro de los Enmascarados. Las páginas estaban llenas de notas de campo codificadas y fragmentos científicos ocultos de una peligrosidad que al menos podía sospecharse, aunque posiblemente más por lo que pro____________________vo sitado bajo las arremetidas del viento de su país, de lo que no podía parafrasearse ni siquiera en la extraña santidad de la escritura del eslacomprensible de letras y cifras que se mezclaban y confundían, por no mencionar las imágenes, desde unos bocetos casi invisibles de trazos finos como patas de arañas a otros más acabados que comprendían todo el espectro total de tintas y pasteles, de cuanto Vlado había vibozo de un paisaje mental cuyas capas surgían una tras otra como de una bruma, un país distante de dolorosa complejidad, un flujo casi inmetía que por lo que presentaba en un código tan indescifrable: el esantiguo, visiones de lo insospechado, brechas en la Creación donde acaso algo más había sido luminosamente atisbado. Formas en las que Dios quiso esconderse dentro de la luz del día, no la lista completa, pues ésta era probablemente interminable, sino encuentros casuales con detalles del mundo invisible de Dios. Sus capítulos se titulaban: «Escuchar las voces de los muertos», «Atravesar la Tierra impenetra__nes poseen el Conocimiento».ble», «Encontrar las puertas invisibles», «Reconocer los rostros de quie

Bueno, una sabiduría secreta que él había jurado no revelar jamás, ella ya se esperaba algo por el estilo. A esas alturas sabía que en esas mon_tañas, con siglos de sangre a sus espaldas, tales feroces empresas nunca se cuestionaban.

– Pero esto está puesto por escrito -no pudo evitar objetar-. Creía que se suponía que debía hacerse oralmente, transmitirse boca a oreja.

– Entonces tal vez sea un fraude -se rió Vlado-. Una falsificación. Como sabes, tenemos talleres llenos de calígrafos e ilustradores, atarea__loristas aunque indescifrables?dos como enanos en una caverna, pues incluso allá en las montañas sabemos que pueden sacarse fácilmente beneficios de la credulidad de millonarios americanos y sus agentes, quienes estos días andan por todas partes con sus famosos maletines escolares rebosantes de billetes verdes, comprando cuanto ven, óleos, loza antigua, trozos de castillos, por no hablar de posibilidades de matrimonio y caballos de carreras. Así que ¿por qué no este pintoresco artefacto nativo, con sus visiones co

Ella lo acabó aceptando. Se dijo a sí misma que le atraía su humil_dad, su facilidad de ocultación.

Durante sus visitas a Venecia habían adoptado la costumbre de ir al cine. Iban al Teatri Minerva y al Rossini, pero su favorito era el Malibran, junto al Corte del Milion, donde la tradición situaba la casa de Marco Polo. Se sentaban en la oscuridad y veían la película rodada ahí cerca no hacía mucho, desde una góndola, por Albert Promio y su equipo de Lumière de París. En cierto momento, la imagen había en____________________das. Ella sentía el estremecimiento que recorría el cuerpo de Vlado. El se había inclinado hacia delante para mirar fijamente, con un grado de aprensión que ella nunca había visto, ni siquiera cuando sentía la presencia de jinetes invisibles u oía tiroteos por la noche.bles orillas de canales marrones, entre los laberintos, los muelles y los talleres de góndolas, las pasarelas, las viejas charcas de aguas estancatrado en el Arsenale, desplazándose como en un sueño por inconta

Reef estaba de vuelta en Venecia antes de saber por qué. Aquí era donde todo había descarrilado, aunque su regreso a la ciudad no pro__ro que estuviera preparado para todo lo que las sombras ocultaran.metía ser más útil que el de un fantasma a un castillo. Se sentía un poco desesperado. La bomba en el café de Niza había iluminado toda una alta cordillera como un rayo en la noche, enseñándole el país por delante bajo un aspecto sombrío e incomprensible. No tenía muy cla

Había pasado por el Lido para hacer prácticas de tiro con su rifle exprés de cordita del calibre 450. Tenía que apuntar, concentrarse en dianas lejanas, con una luz vacilante y vientos traicioneros. A esas al__jera palabra sobre Scarsdale Vibe. Paseó por variasturas, allí no había nadie que le recordase que ya no sabía ni dónde estaba su objetivo. En Venecia no había encontrado a nadie que le di fondamente a distin_tas horas del día buscando a Dally Rideout, pero había desaparecido. Cuando se acercó a Ca' Spongiatosta, la Principessa en persona se lo quitó de encima sin miramientos y dos pistolieri con librea lo echaron a patadas.

Y en ese momento, de golpe, se encabrita el agua y, en medio de un chapoteo humeante de blasfemias en italiano, emerge una espe__turas con trajes de goma que seguidamente se acercan hasta la arena. Tras recorrer las rutas casi milagrosas conocidas por los cie de monstruo marino del Adriático del que desmontan dos criamarineros de tierra adentro desde que los Argonautas enhebraran su camino a través del continente europeo, no siempre por la superficie, Pino y Rocco estaban de regreso en la ciudad a bordo de su torpedo tripulado, que a esas alturas había aumentado un tanto de tamaño, de vuelta por fin en Venecia, un viaje facilitado por el hecho de que, en el fondo de su corazón, nunca se habían ido. Las últimas noches se los había visto por los bares de los hoteles de San Marco, bebiendo una especie de gin fizz local llamado Casanova y discutiendo sobre fútbol, y cuando cerra__de apenas llegados empezaron a oír esas enormes explosiones desde la orilla, que, con su maniática cautela de perseguidos, los llevaron a asumir que se dirigían a ellos.ban los bares, en las horas que preceden al alba, se había oído a su vehículo letal aullando como un fantasma veloz por los canales y los rii… Esa noche habían decidido darse una vuelta hasta el Lido, don

Reef se colgó cuidadosamente el rifle del hombro y asintió.

– ¿Qué hay, chicos? No está mal el barquito que tenéis.

– Eso es una escopeta para cazar elefantes -dijo Pino.

– Sí, tenía entendido que éste era un país de elefantes. ¿Me equi_voco?

– íbamos al hotel -dijo Rocco señalando hacia la masa sin ilumi_nar del Excelsior-, a tomar una copa.

– No creo que abran hasta que haga un poco más de calor -dijo Reef.

Rocco y Pino se miraron.

– Lo han tenido abierto todo el invierno -dijo Rocco-, sólo simu_lan que cierran.

– Durante todo el año -Pino señaló las extensiones vacías de are_nas a su alrededor bajo el fresco y vacilante crepúsculo- hay cierta clientela.

Como cabía esperar, dentro del nuevo hotel de lujo, las luces cen____________________bidas, aunque no había nadie en la barra.taba vacía. Camareros de chaqueta blanca se afanaban mezclando bedente de alguna parte indeterminada, pues la tarima de la orquesta estelleaban, en los pasillos reverberaban los ecos de los que no se habían ido, el deseo cobraba fugazmente la entidad de figuras apenas atisbadas que al momento se disipaban, arrastradas en su impotencia por un viento interior que las llevaba por las pistas de baile y las terrazas, a lo largo de las arcadas sombrías, donde se oía un eco de música proce

– Amenaza tormenta -los saludó Rafaello. Llevaba una orquídea púrpura en la solapa y conocía a Rocco y a Pino-. Han llegado justo a tiempo.

Poco a poco, el salón se fue llenando de refugiados harapientos, que temblaban y miraban fijamente. Avanzada la noche, se hizo evi__nales y primaverales como en verano dependían del calor y el cielo despejado.dente que los negocios dependían ahora tanto de las tormentas inver

– Y al cabo de un tiempo -decía Pino-, nos encariñamos. Le pu_simos nombre. Il Squalaccio. -Una vez que se le dio nombre, parecía imposible que pudieran volarlo jamás. Lo llevaron al taller, repensaron el diseño, construyeron ampliaciones por delante y por detrás, con nue_vos compartimentos, instalaron un motor mayor, y al poco tenían una variedad enana de submarino.

– ¿Señor Traverse? -Reef miró al espejo y reconoció a la amiga de Kit, Yashmeen, a la que había visto por última vez en el Lago Maggiore en los lejanos tiempos de Chirpingdon-Groin.

– Hola otra vez. -Estaba allí con un tipejo alto y apuesto de algún lugar de la otra orilla del Adriático. Iban camino de Trieste cuando la tormenta se desató y los lanzó a la costa de sotavento del Lido, aun__bían visto tras sus pasos.que su mayor preocupación parecía ahora una lancha motora que ha

– Nos han seguido desde el Bacino, mantenían apagados los faros, y de no haber estallado la tormenta, posiblemente ya nos habrían hundido.

– Attenzione -murmuró Pino.

Un grupo de hombres habían entrado juntos, algunos se habían quedado al lado de la puerta, otros empezaron a recorrer lentamente el salón, mirando los rostros. Ella se volvió hacia Reef.

– Finge que estás fascinado.

– Claro. ¿Adonde ha ido tu socio?

– Vlado debe de haberlos visto antes que yo.

Rocco se acercó.

– Austriaci. Lo más probable es que anden buscándonos a Pino y a mí.

– Nos buscan a Vlado y a mí -dijo ella.

– Podemos llevaros si queréis -ronroneó Pino, como siempre in_capaz de disimular sus intenciones libidinosas-. En Il Squalaccio pue_den dormir cuatro cómodamente.

Reef recogió su escopeta de elefantes y se encaminó hacia la salida.

– Yo os cubriré, chicos. Corred en cuanto podáis. -En la playa en_contró una caseta de baño abandonada y tomó posición, cogió una cerilla de madera, la sostuvo bajo la lluvia lo bastante para ablandar la cabeza y luego frotó el fósforo mojado sobre la parte de atrás y de delante de la mirilla, hasta que estuvieron lo bastante resplandecientes para ver.

Al momento, Yashmeen se agazapó a su lado, sin sombrero, respi__tesco hotel, vieron a los austríacos de atuendos oscuros caer a la arena húmeda.rando hondo, mientras empezaban a silbar ráfagas por las cercanías. Reef la acercó hacia sí, apoyó con firmeza el rifle en el hombro de Yashmeen y disparó un par de veces con su propia arma. En el gigan

El viento llevaba el ruido del tiroteo por las playas oscuras hasta lugares tan alejados como Malamocco. Los supervivientes de un in__didos, estremecidos al abrigo de toscos refugios, se reunían alrededor de hogueras encendidas con restos de madera y se preguntaban en voz alta qué podía pasar.vierno a la intemperie, despreciados, expulsados, voluntariamente per

El grupo de pistoleros pasó de largo, en dirección al malecón, don_de esperaba una masa baja y oscura, visible sobre todo por la corona envolvente de humo que la rodeaba.

– Oh -gruñó ella, y Reef sintió que a la chica se le tensaban los músculos. Ella había visto a Vlado entre los austríacos, sangrando, lle_vado a rastras, y sabía que no debía llamarlo.

– ¿Dónde está tu barco? -Ella se quedó en silencio, inmóvil-. Se_ñorita Halfcourt. -Yashmeen por fin asintió y se levantó, mientras al fondo los gruñidos, quejas y chillidos subían de volumen para luego irse apagando lentamente.

Ella y Vlado habían encallado en la orilla de la Laguna. El peque__ran a Venecia en él, aparte de remar.ño bajel conservaba el mástil, pero Reef no veía manera de que llega

– ¿Queréis que os remolquemos? -Rocco, Pino e Il Squalaccio.

En el agua, entrecerrando los ojos para ver a través de la lluvia las luces de San Marco, dijo Reef:

– Y yo que creía que me iba a dar la gran vida. Tus amigos de allá… ¿dijiste los «austríacos»?

– Probablemente también un inglés, llamado Theign.

– No sigo muy de cerca la política, pero lo último que tenía en_tendido era que, a ver, que Inglaterra y Austria… ¿no están en bandos diferentes?

– No es lo que se llamaría muy oficial.

– ¿Y van a por ti?, ¿es que tú tampoco eres oficial?

Ella se rió, o puede que el sonido que emitió no fuera una risa.

– Creo que sólo iban a por Vlado. -Llevaba el pelo enmarañado, el vestido desgarrado. Guardaba un lejano parecido con una dama nece_sitada de protección, pero Reef era cauteloso.

– ¿Dónde te alojas?

– En Trieste. Pero no estoy segura de que deba volver allí.

Cuando llegaron a Venecia, la tormenta había seguido camino azotando la terraferma, y la luna había salido con un intenso resplan____________________sificara en un resplandor menos soportable. Finalmente se metieron en una estrechator desaceleró hasta emitir un quejido amortiguado; todo en la noche estaba extrañamente iluminado, como a punto de que la luz se intendor espeluznante. Entraron con cautela en la madeja de canales, el mo fondamenta.

– Os esconderemos esto en un pequeño squero que utilizamos -dijo Rocco-. Estará a salvo.

– Chicos, os invitaré a un gin fizz la próxima vez que nos veamos -dijo Reef tocándose el sombrero.

– Si Dios quiere -dijo Pino. El submarino enano se alejó; el bar_co remolcado iba en un ángulo torcido.

Subieron dos tramos de escaleras, el primero de mármol, el se_gundo de madera. Reef le franqueó el paso a una habitación llena de luz de luna.

– ¿Tu casa?

– Algunos chicos de la costa de Amalfi, hemos hecho negocios jun_tos, lo tienen preparado para quien lo necesite. Un buen sitio, puede, para dos o tres días.

Encontró una botella de grappa, pero ella la rechazó con un ges_to de la mano y se derrumbó en el sofá, y sólo se permitió pronunciar una vez el nombre de Vlado, en un susurro que destilaba tal fatalismo que le sorprendió hasta a ella misma.

– Podría haberse escapado en medio de aquella confusión…, te diré lo que voy a hacer, saldré y preguntaré por ahí. Ahí dentro hay una bañera, con jabón y demás, tómate tu tiempo y tranquilízate, volveré pronto…

– No estás obligado a…

– Lo sé. Imagínate que intento que un amigo de mi hermano se sienta cómodo, nada más.

Bajando por las escaleras, se concedió un par de minutos del descenso para imaginar que probablemente Kit estaría ahora mismo montado por ahí en un camello combatiendo a medio ejército de chinos gritones y tendría otras cosas en que pensar que lo que estu____________________do. Una mierda de comportamiento y ya ni siquiera se acordaba de por qué.ba el modo en que Reef le había dado la espalda y se había marchaviera haciendo esta tan extraña y joven dama. Lo que no justifica

Encontró un bar que abría toda la noche, junto al Campo Santa Margherita, y que siempre había sido un buen sitio para cotilleos de última hora, hasta que el Rialto cobraba velocidad por la mañana; pi__ba un par de preguntas de vaquero estúpido. Todo el mundo sabía lo del tiroteo en el Lido, y coincidían en que lo único que impedía la guerra con Austria era que no había italianos directamente implicados. Eldió bebidas, mantuvo los oídos atentos y de vez en cuando plantea mavrovlaco era muy conocido y una especie de héroe forajido por esta zona, siendo, como su gente durante generaciones antes que él, un enemigo de Austria y sus ambiciones en el Adriático. Cada vez que dejaba su fortaleza de las montañas, intentaban seguirlo y apre_sarlo, y esta vez el mar lo había delatado, porque ningún humano lo delataría jamás.

Al volver, Reef encontró a Yashmeen dormida en el diván, con el pelo húmedo desplegado a sus espaldas sobre una toalla para que se secara. La famosa luz de luna veneciana entraba por la ventana, todo parecía esbozado en tiza. Se acercó a la ventana, le dio la espalda a la considerablemente hechizada ciudad, fumó y la miró dormir.

Llevaba un vestido suelto de batista blanca de algún tipo, transpa__ban un poco separadas. Sin saber cómo, Reef tuvo una erección.rente bajo la luz de la luna, y en su sueño se lo había levantado por encima de las caderas. Una mano reposaba entre sus piernas, que esta

Una situación delicada. En fuga, con su amado metido en algún problema de verdad, ¿y qué pensamientos deshonrosos se le ocurrían ahora a él? Ella eligió ese momento para moverse en su sueño, dándo____________________bello y el cuello desnudo, a sólo un par de pasos de distancia. Mientras llevaba el meneo hasta surada de las pálidas nalgas y la oscura hendidura, la caída negra de caque lo que debería haber hecho era irse a dar un paseo por la plaza o algo así, lo que hizo, fiel a su carácter de idiota, fue desabotonarse los pantalones y empezar a acariciarse el pene, incapaz de apartar la mise la vuelta de modo que ahora él miraba, ay, su culo admirable, y aun Jtnale grandioso, ella se dio la vuelta y lo miró con ojos brillantes y enormes, que llevaban abiertos, parecía, cier_to tiempo, con las manos ocupadas del mismo modo que las suyas. Él soltó su pene el tiempo justo para encogerse de hombros, sonreír y volver sus palmas brillantes hacia arriba y hacia fuera, en un gesto que pedía, con cierto encanto, o eso le habían dicho, indulgencia.

– ¿Tanto te gusta esa repugnante actividad? -preguntó ella en una tentativa de adoptar un acento girtoniano, fracasada por un temblor que no pudo contener-, ¿o acaso la vagina tiene algún interés para ti, más allá de lo meramente teórico?

Antes de que él entendiera que no era una petición de informa____________________nuto más, sólo para asegurarse de qué estaba pasando.pezó a morderle los labios y la lengua, y aún alargó el beso medio mibitación, acercó su cara a la suya y, sorprendiéndose a sí mismo, pues normalmente no le gustaba besar, besó a Yashmeen hasta que ella emción, había dado los dos o tres pasos que importaban y estaba sobre el diván y dentro de ella, y por poco no llegó tarde, según se vio. Ella clavó los dientes, con fuerza y sin disculparse, entre su cuello y su hombro, y dejó escapar así una exclamación amortiguada y larga que era, como poco, medio gruñido. El agarró un puñado de su pelo, que era lo que había querido hacer desde que había entrado en la ha

Ella se apartó el tiempo imprescindible para sisear:

– Puerco sin principios.

Y al instante se besaban de nuevo.

El esperaba reproches, pero ella pareció más interesada en sus ci_garrillos egipcios. Encontró una cerilla y le encendió uno. Al cabo de un minuto, ella dijo:

– ¿Encontraste algo?

– Poca cosa.

– Pues cuéntamelo. No soy una frágil flor silvestre americana.

– Lo han llevado al Arsenale.

Ella asintió con gravedad y, a la luz de la lámpara, él vio que su cara perdía color.

– Podríamos entrar -dijo él.

– ¿Ah, sí?, ¿y luego qué?, ¿que nos disparen otra vez? -Como él no respondió, añadió-: ¿y qué más?

Reef echó la ceniza en la vuelta de los pantalones.

– ¿Te parece que vas bien vestida ahora mismo?

Ella se miró en el espejo de cuerpo entero.

– ¿Es que no te gusta? Nos lo hemos montado una vez ¿y ya quie_res ser mi asesor de moda?

Él exhaló un aro de humo, para ver si atraía su atención. El aro rotó, se expandió lentamente a la luz de la luna y adquirió un tono in_tenso de blanco espectral.

– Lo que han disparado esta noche en el Lido eran Mannhcher, así que me temo que esos amigos austríacos tuyos no habían salido sólo para pasar una noche tirando al plato. Probablemente buscaban a tu amigo Vlado, pero si ahora ya disponen de una descripción tuya…

Ella cogió un mechón de su cabello y lo examinó frente al espejo.

– En ese caso necesitaré un disfraz y parte de esto tendrá que de_saparecer. -Esperó, como si él tuviera que responder-. Bien. Cuando una chica necesita un ondulado Marcel urgente, sólo hay un hombre en la ciudad que puede hacérselo.

Reef ya se había sumido en un olvido poblado de ronquidos.

Cuando ella llegó a la esquina de San Marco, justo detrás del Bauer-Grünwald, un rincón que se había puesto insoportablemente de moda, el Signor Fabrizio acababa de abrir el negocio.

– ¿Y nuestro Ciprianuccio?, ¿está bien?

– En viaje de negocios -dijo ella, pero al parecer no con la calma requerida para evitar que el parruchiere la mirara con inquietud. Su humor no mejoró cuando se enteró de lo que ella quería. De los mu__nática que más valía no perturbar innecesariamente.chos hombres y mujeres que habían adorado el cabello de Yashmeen, Fabrizio era el más extremista, y lo contemplaba con una mirada fa

– No puedo cortarlo. Macché, Yashmeen. ¿Cómo iba a poder?

– Pero será para ti. Podrás hacer lo que te plazca con él.

– Si me lo pones así…

Ella siguió sus ojos. Ahora ambos miraban su pene.

– No. No lo harías.

El se encogió de hombros.

– Pues peor aún. Quiero ser rubia. Castaña como mínimo. Una cadorina.

– Madre de Dios bendito.

– Y si alguien es capaz de hacerlo…

La broma del pene era sólo un chistecito de Fabrizio, claro. El pelo de Yashmeen iba a tener un destino peculiar y nada deshonroso. Lo blanquearían cuidadosamente, lo rizarían de nuevo y le darían la for__mo, en un fatídico baile de máscaras.ma de una enrevesada peluca veneciana del siglo XVIII, ideal para un disfraz de carnaval, como parte del cual aparecería en un futuro próxi

Cuando el Campanile de la Piazza San Marco se desmoronó, cier____________________brías certidumbres de la ciencia militar hubieran sustituido al Palazzo Ducale y sus más que inciertos esfuerzos humanos en pos de la virtud republicana.ducido una especie de golpe de Estado en el que el Arsenale y las somgistrada por Tintoretto, casi una réplica del que se vino abajo, había acabado sustituyéndolo como centro de poder, como si se hubiera protas almas venecianas con sensibilidad política sintieron que se había producido una extraña reubicación del poder. De algún modo, creían que el campanario de San Francesco della Vigna, un poco al norte del Arsenale, donde el ángel visitó a san Marcos la turbulenta noche re

Como la isla-cementerio de San Michele, visible al otro lado del agua, el Arsenale también ofrecía a la vista ciudadana un Mis____________________nas, los perros se cagaban en los do, los vecinos del pueblo de Castello seguían con sus vidas cotidianalón de baldosas para desaguar la lluvia, coronada por almenas con forma de alabarda de dos hojas. Alrededor del perímetro prohibiterio rodeado por un muro, una pared de ladrillo alta y de color claro, desnuda salvo por algún esporádico tensor decorativo o un caadoquines, se oían las campanas de las iglesias, los vaporetti entraban y salían, los transeúntes caminaban a la sombra del Misterio como si éste no estuviera allí, o como si estuviera pero no pudiera verse. Los mapas antiguos mostraban que lo que era visible desde las entradas no era más que una pequeña fracción de las instalaciones. Para aquellos que tenían prohibido el paso, los mapas eran como visiones de los profetas en una especie de código, una notación exterior y visible de lo que se hallaba dentro.

Vlado Clissan, consciente de la región de silencio que se extendía tras él, se arriesgó a echar una mirada a las paredes del Arsenale, que impedían el paso del viento salado y ascendían, vacías y funcionales, hasta ocupar la mitad del cielo. Un velo de mampostería. Los miste_rios allí dentro. Sabía que no faltaba mucho para que una puerta, en algún punto del muro, por lo general invisible, se abriera. El entraría con sus captores, y el siguiente mundo comenzaría.

En un rincón abandonado hacía mucho de una de las antiguas fundiciones que había habilitado como despacho, Derrick Theign se sentó en una silla plegable, con los ojos inmóviles y pálidos en una cara blanca que era capaz de relajar hasta formar una máscara nunca vista en Venecia, pero que todos, y en especial aquellos que se encon_traban en la posición de Vlado, tenían que reconocer. Se sabía que ese rostro había asustado a algunos sujetos hasta el punto de que habían proporcionado información que ni siquiera tenían, confesado actos que ni siquiera habrían soñado cometer.

– Tu gente está trapicheando con secretos navales. La piratería uskok puesta al día, supongo, no tiene sentido asaltar barcos físicos cuando uno puede traficar con sus almas.

Vlado se rió.

– Si yo fuera un pirata, preferiría un barco físico que llevara un car__rios de más clase.gamento físico que diera dinero físico. Y haría tratos con intermedia

Es posible que Theign esperase una discusión más intelectual, aun_que era evidente que, en el proceso ahora en marcha, ya llegaría ese mo_mento. Charlas como ésta, que lo retrasaban todo, que daban al sujeto alguna razón para la esperanza, por fugaz que fuera, servían para pro_porcionar un golpe mucho más contundente al espíritu cuando el Webley hiciera por fin su aparición: esa caída en el silencio tan útil para los verdugos, una parálisis de la Voluntad o lo que fuera análogo a la Voluntad que mantenía a esta gente resistiendo tan perversamente hacia el final.

– Te vi con alguien, ¿no?, por el Lido. Apenas un vislumbre en toda la confusión, pero parecía bastante atractiva. De verdad.

– ¿Te lo pareció? -Se cuidó de no parecer demasiado perplejo para no precipitar las cosas.

Theign se encogió de hombros.

– En este momento resulta más pertinente preguntar cómo te pa__taba ahí en un papel más ornamental?recía a ti de atractiva. Y hasta qué punto comparte tus creencias. ¿O es

– ¿Me estás preguntando por qué estaría dispuesto a cambiarla?

– Por descontado, cosas así pasan de vez en cuando. Pero no qui_siera insultaros a ninguno de los dos.

– No sé dónde está. Y si lo supiera, tampoco serviría de mucho…

Theign miró la cara de Vlado hasta que el desagradable pensa_miento afloró por entero; luego asintió, en un gesto entre adultos.

– Tienes razón. A menos que nuestros planes para vosotros dos fueran los mismos. En ese caso, si me lo dijeras, no importaría mucho.

– Dónde está ella.

– En el caso de que lo sepas, claro.

No era lo mismo que estar en una taberna donde un enemigo te pone una pistola en la cara y te dice: «Haz las paces con Dios, por_que estás a punto de morir». En una taberna, siempre, en algún rincón, casi a mano, habría una segunda pistola, o una tercera, alguna oportunidad. En este vacío sobrio y asocial, no era tan evidente esa esperanza. Aquí todas las apuestas eran a vida o muerte.

Más tarde, en Cimiez, mientras el viento del nordeste empujaba al interior de las casas a los visitantes estacionales, Yashmeen empezó a oír noticias de un tiroteo cerca del Arsenale, entre lo que podrían ser mercenarios austríacos y lo que podrían ser revolucionarios dálmatas, y puso toda su fe, como buena anarquista emocional, en la Ley de la Insuficiencia Determinista.

– ¿Qué es eso? -preguntó Reef.

– Como una carta que sale sin que lo hubieras previsto.

– Oh, mierda, cariño, pero si las has estado contando cuidadosa_mente.

– Eso podría aplicarse para sólo cincuenta y dos cartas. Pero cuan_do la baraja es varios órdenes de magnitud mayor, que tal vez hasta se acerca al infinito, empiezan a emerger otras posibilidades… -Que era su modo de decir: Vlado es inmortal. Sabe cuidarse solo, no hace falta pre_ocuparse por él…

Reef la examinó tras una sonrisa desconcertada que cada vez se dibujaba con más frecuencia en su rostro. Al principio, cuando ella ha____________________pezado a contar otra historia. Los bolsillos empezaron a romperse por las costuras a causa de todas las ganancias, que ya los desbordaban.vierno y entrada la primavera, como cotilleos de pueblo, habían emsa o al menos supersticiosa. Pero luego las ruletas que salpicaban toda la Riviera, en Niza, Cimiez, Monte Cario, Mentone, a lo largo del inblaba así, él lo atribuía a una especie de creencia sin pruebas, religio

El método tenía su origen en una vez que ella se había subido con Lorelei, Noellyn y Faun en la Noria de Earl's Court, hacía siglos de eso, cuando apenas eran unas muchachas.

– Treinta y siete números en la rueda -le instruyó ella-. El cero es de la casa. De los otros treinta y seis, doce, si se incluyen el uno y el dos, son primos. Moviéndote en el sentido de las agujas del reloj, tomando tres números cada vez, en cada serie de tres encontrarás exactamente un número primo.

– Así que están distribuidos de manera bastante uniforme.

– Pero la ruleta da más de una vuelta. Los números se repiten una y otra vez, como un reloj muy rápido de treinta y siete horas. Digamos que treinta y siete es el «módulo» de la ruleta, como doce lo es de un reloj normal. Así que el número en el que se acaba depositando la bola de la ruleta es de hecho ese número «módulo treinta y siete»: el resto, tras dividir por treinta y siete, de la suma total de compartimen_tos móviles en que la bola ha tenido una posibilidad de caer.

»Ahora, según el teorema de Wilson, el producto (p-1) factorial, cuando se toma como módulo cualquier número primo p, es siempre igual a menos uno. En la rueda de la ruleta, p-1 es treinta y seis, y treinta y seis factorial también es el número de todas las permutacio__dicho que…nes posibles de treinta y seis números. Por tanto, es obvio por lo ante

La interrumpió el estampido del golpe contra la mesa de la cabe_za de Reef, que allí se quedó.

– No me parece que me haya seguido muy atentamente -murmu____________________dole más consejos educativos en los momentos apropiados, ninguno de los dos volvió a nó, porque los días siguientes él empezó a ganar en la ruleta muy por encima de las expectativas del azar. Aunque ella continuó susurránró ella. Pero prosiguió susurrándole la lección, como si prefiriera creer que él se había sumido en una ligera hipnosis. Aparentemente funciomencionarlo.

Por qué Reef la encontraba tan irresistible, pese a la regla que ha__sistible Yashmeen llenaba el día, dejando poco tiempo para pensar. En cuanto uno de los dos traspasaba el umbral, ella se levantaba las faldas o le agarraba el pene, o sencillamente se tumbaba boca arriba, con los ojos acerados y húmedos, atrayendo su mirada con una fuerza que él no podía vencer, mientras ella se acariciaba, hasta que, sin necesidad de decidirse, él iba a por ella. Siempre él a por ella, se fijó Reef, ése era el patrón, más valía recordarlo.bía acabado aprendiendo de que el deseo siempre se desvanece, no era una cuestión en la que malgastara mucho tiempo recreativo. La irre

Un día Yashmeen se acordó del cuaderno escolar que Vlado le había dado; tras meterlo en su equipaje lo había olvidado. Empezó a leerlo, un poco cada día, como un devoto leería un texto religioso. No lo leía con esperanza sino con terror, no con certidumbre sino con una angustia desgarrada y dolorosa por el destino de Vlado. Descubrió que podía entender algunos de los símbolos, notaciones de vectores y Cuaterniones que recordaba que Kit le había enseñado en Gotinga.

Parecía tratarse de una demostración matemática clásica, que hasta po____________________ba todavía sentir enterrada en su cabello, apoyada en sus labios.seguía olvidar era a Vlado, la mano viviente que había trazado esas marcas sobre el papel, la mano que ella tan desesperadamente deseapio talento para establecer las relaciones o analogías matemáticas que le permitirían seguir, adentrándose en cierta locura. A quien no connante y fatal que se retiraba a propósito, procurando olvidar su prodes y su misión. En el transcurso de su lectura, había momentos en que sentía que estaba a punto de descubrir una información tan impresiole de máscaras a la espera de que el reloj diera una hora concreta, no anunciada, para echar atrás las capas y revelar sus verdaderas identidadría haber realizado Riemann, salvo que por todas partes resaltaban términos que contenían el valor tiempo, como infiltrados en un bai


Agitándose, Cyprian volvió por fin a un espejismo invernal de Venecia, tras semanas sin dormir, desaliñado, contemplando con ojos entrecerrados la ciudad deslustrada a través de la lluvia que caía en la Laguna, temblando bajo el azote del viento, con los ojos escocidos, el pelo enmarañado y una drástica necesidad de las atenciones del Signor Fabrizio, anhelando pasar un buen rato en una bañera hirviente con una botella fría de cualquier bebida alcohólica con burbujas. Era una lástima que los galleggianti no abrieran hasta mayo. Por el momen_to se dispuso a encender otro Sobranie, tosiendo repugnantemente, y bordeó la cubierta mojada intentando mantenerse en pie. Qué asco de tiempo. ¿Qué le habría visto a esa ciudad para volver? ¿A quién le importaba ya dónde estaba o si volvería alguna vez? Yashmeen, claro, era la respuesta que esperaba, pero tras su excursión por la Península descubrió que no servía de nada pensar con demasiada alegría en el futuro.

Ella ya no estaba en Trieste. Se había pasado una semana allí bus__do vengarse, del triste destino de Vlado a manos de Derrick Theign.cándola, por todos los lugares que se le ocurrieron, y sólo se había enterado, por boca de los socios de Vlado Clissan, quienes habían jura

– Se ha vuelto loco -dijo el primo de Vlado, Zlatko Ottician-. Ahora es peligroso para todos.

– Echaré un vistazo por Venecia. -Aunque ahora Viena fuera el lugar más probable donde encontrar a Theign. Cyprian se movía en un vacío aturdido que su piel no lograba definir con precisión. Y no mejoraba su humor el pensar que podría ser tan culpable como cual__siderar el comportamiento de Theign como otra cosa que una letal limpieza a fondo de la casa.quier otro: Vlado había sido su único agente fiable, lo más parecido a un amigo que podía tenerse en esta profesión, y resultaba difícil con

– Tengo que… mantenerme en pie…-¡Ahí! En ese momento exac_to, atisbo al cabrón traicionero en persona, en un traghetto, surgiendo de las brumas, de pie en su pose habitual, como siempre demasiado en__ró Cyprian-, no servirá…simismado para pasar por veneciano, deslizándose ajeno al pequeño vapor y a Cyprian en su barandilla, asaltado por una rabia inesperada. La aparición se desvaneció otra vez entre la lluvia-. No, no -murmu

Algunos cosechan el torbellino, a él le quedaba espigar la niebla borrosa, un castigo, supuso, por no haber aprendido nunca a pensar analíticamente. Ahora, cuando más necesitaba un plan inteligente, su mente se perdía en un vacío ártico petrificado. El mucho más inge____________________te, y la gratitud casi nunca valía mucho…, pero, bueno, qué se le iba a hacer.quier caso más precarios aún que los de Cyprian, andaría por ahí con su encantadora Jacintha, en algún lugar irritante, haciendo el tonto entre los primeros narcisos o lo que fuera. Esperar agradecimiento era, claro, cosa de bobos, uno devolvía los favores siempre al precio vigennioso Bevis Moistleigh, cuyos intereses en ese momento eran en cual

El único consuelo de Cyprian en ese momento era el revólver de servicio Webley-Fosbery cargado que llevaba en su equipaje. Si tenía que pasar lo peor, que bien podía ser el caso, pues en el oficio las ex__poco a sí mismo.pectativas frustradas eran la norma, bueno, siempre podía sacar el arma de fuego, ¿no?, y usarla contra algún blanco que ya designaría cuando llegara el momento. Theign preferiblemente, pero sin descartarse tam Cazzo, cazzo…

Encontró la vieja pensione de Santa Croce ocupada por un grupo de turistas británicos que lo tomaron por un cicerone local en busca de trabajo. El bora aullaba entre las chimeneas, como si se divirtiera. Allí nadie sabía nada de los anteriores huéspedes, pero la Signora Giambolognese, la vecina del piso de abajo, recordaba las muchas veladas de drama subido de tono, con gritos y pisotones por el piso, y saludó a Cyprian con una de sus sonrisas cansadas, como si él fuera a contar_le un chiste.

– Su amigo vive en el Arsenale.

– Macché, nell'Arsenale…

Ella puso ambas palmas boca arriba y se encogió de hombros.

– Inglesi.

Fuera de nuevo, siguiendo un repentino capricho, entró en la calle del traghetto que iba hasta la Estación de Santa Lucia y, al salir del con_sulado británico, vio nada menos que a Ratty McHugh, que tomó a Cyprian por un mendigo callejero y apartó la mirada al momento. Pero se volvió:

– Oh, vaya. ¿Latewood?

– Ummm.

– Tenemos que hablar. -Entraron de nuevo en la legación, hasta un remoto patio dentro de otro donde Ratty tenía un despacho-. En pri_mer lugar, no sabes cuánto lamentamos lo que sucedió en el Arsenale. Clissan era un buen hombre, de los mejores, algo que tú debías saber mejor que nadie.

Resultó que Theign no estaba en realidad domiciliado en el Arse_nale, sino que tenía oficinas allí que utilizaba como vivienda de paso cuando estaba en la ciudad.

– Por no mencionar que es un lugar cojonudo para recopilar cual_quier información naval que uno desee pasar a sus amos austríacos.

– ¿Y a la Armada italiana no le preocupa?

– Oh, es lo habitual. Piensan que él los llevará a algún aparato más grande, y él se da por satisfecho dejándoles soñar. Un poco como un matrimonio, supongo.

Cyprian se fijó entonces en un anillo de boda de oro pálido.

– Caramba. Pues felicidades, viejo amigo, un gran paso en la vida, no sé cómo se me ha podido pasar por alto en los diarios bosnios, ¿quién es la afortunada, Ratty?

– Oh, es la vieja Jenny Invert, ¿te acuerdas de ella?, íbamos juntos a Newmarket.

Cyprian entrecerró los ojos.

– La chica de Nether Wallop, Hants, un metro más alta que tú creo recordar, un genio del tiro al plato, presidenta del capítulo local de la Asociación de Aves Inanimadas…

– La misma. Se cree que soy una especie de diplomático en prác__cordar nada de…, de esto.ticas, así que, si llegáis a encontraros alguna vez, aunque haré cuanto pueda para que eso no suceda, no empieces de repente a, bueno, a re

– Seré una tumba, amigo. Aunque ella nos sería muy útil en este momento con nuestro problemático conocido, ¿no?, con lo buena ti_radora que es y todo eso.

– Sí, la última vez que bromeaste sobre el tema, Cyprian, fue en Graz, ¿no?, puede que yo no reaccionara muy bien, aunque he esta_do pensando desde entonces y, bueno…

– No hace falta que te disculpes, Ratty, mientras hayas entrado en razón sobre el particular, eso es lo que cuenta, ¿no?

– Se anda con mucho cuidado. Nunca sale sin al menos dos gran_des simios vigilándole los flancos. Sus trayectos cambian sin razón aparente, siempre se comunica en código, que nadie ha sido capaz de descifrar todavía, pues la clave cambia también a diario.

– Si pudiera encontrar a Bevis Moistleigh, lo pondría a trabajar. Pero, como te pasa a d, últimamente los únicos acordes de su ukelele son para Te amo de verdad.

– Ah, sí, espera, eso es Ja mayor, do séptima y sol menor séptima…

– Oca ti jebem. -Un cumplido montenegrino que Cyprian se ha_bía encontrado repitiendo con cierta frecuencia últimamente.

Ratty le lanzó una mirada inquisitiva.

– Y tu propia, ejem…

– No.

– Sabemos que ya no está en Trieste. Se quedó aquí un tiempo, luego se marchó en compañía de un americano, no se sabe adonde, me temo. Me comprometí a vigilarla, pero…

– Una pena, Ratty, hay un círculo especial del Infierno para esas cosas.

– Sabía que lo entenderías. Mira, mañana vuelvo a Londres, pero en caso de que se abriera una línea de fuego clara… -Sacó un mazo y empezó a golpear con fuerza un gong chino que había cerca. Una per__jas-. Este es mi colega Giles Piprake, no hay problema conocido que no sepa solucionar.sona con traje de rayas asomó la cabeza por la puerta y levantó las ce

– Tu mujer nunca se ha quejado -murmuró Piprake.

– Este es Cyprian, y necesita hablar con el Príncipe Spongiatosta -dijo Ratty.

– ¿Ah, sí? -preguntó desconcertado Cyprian.

– Es justamente lo que dijo Ratty ante el vicario, y mira lo que pasó -dijo Piprake-. Colijo que esto va de Derrick «Elefante Travieso» Theign.

– ¿Príncipe qué, has dicho? -preguntó Cyprian con cierta cons_ternación-. ¿No se equivocará, árbitro?

– Uno de nuestros hombres más fiables -le informó Ratty-. Theign y él eran socios habituales. Por no decir cómplices en las peores ini__guntarte.ciativas de la empresa del mal. De hecho… -miró con nerviosismo hacia Piprake-, Theign organizó una vez una misión para ti con el Príncipe; sí, lo sabemos. Cómo fue es algo que siempre he querido pre

– ¡Aaagg! -chilló Cyprian intentando ocultarse debajo de un in_forme abierto sobre la mesa de Ratty.

– Qué sensible -dijo Ratty-; lleva mucho fuera del oficio… Late_wood, recupera la compostura, es un buen tipo.

– Tengo que acordarme de no vestir de amarillo -dijo Cyprian para sí, como si tomara nota.

Piprake, sin parar de mover las cejas, se retiró para telefonear al Príncipe.

– Nos mantendrás informados -dijo Ratty.

Cyprian se levantó y se puso el sombrero con una fioritura de music-hall.

– Ciertamente. Bueno, Ratty ta-ta, recuerdos a tu esposa.

– Ni te acerques a ella, te lo advierto, hará que te cases con alguna de sus espantosas amigas antes de que te acuerdes de la palabra «no».

La Princesa no estaban en Ca' Spongiatosta, pero el Príncipe apareció en la entrada antes de que el valletto le pidiese siquiera el sombrero a Cyprian, que vestía en un tono alegre y majestuoso de heliotropo no visto hasta entonces sobre la faz de la tierra.

– Facciam' il porco -le saludó el Príncipe, con seriedad pero, espe_raba, de broma.

Ladeó la cabeza con pesar.

– U mió ragazzo e molto geloso.

El Príncipe resplandeció.

– Justamente lo que dijiste la última vez, y con el mismo acento de guía de conversación para principiantes. Qualsiasi, Ciprianino. El Capitán Piprake me cuenta que podríamos compartir cierto interés en neutralizar los planes de un antiguo conocido mutuo que desde hace tiempo ha optado por seguir el sendero más peligroso del vicio y la traición.

Subieron al piano nobile y atravesaron una galería en la que colga__tación sobre el destino de Europa,ba la colección de simbolistas modernos del Príncipe, la cual incluía algunos óleos de Hunter Penhallow, entre los que destacaba su medi La puerta de hierro, en el que som_brías multitudes marchaban hacia una línea de fuga sobre la que rompía un brillo infernal.

El Príncipe le hizo gestos para que entrara en una sala remarca_ble por su mobiliario de Cario Zen y los jarrones de Galileo Chini.

En un rincón había un escritorio crema pálido, ornamentado con co_bre y pergamino pintado con garabatos.

– Bugatti, ¿me equivoco? -dijo Cyprian.

– Es del gusto de mi mujer -dijo el Príncipe asintiendo-, yo tien_do hacia algo más ancestral.

Los sirvientes trajeron prosecco frío y vasos en una bandeja de plata antigua, y cigarrillos alejandrinos en una caja bizantina que tenía al menos cien años.

– El hecho de que él siguiera sus planes desde Venecia -dijo el Prín__nes, en especial los americanos, se presentan como cipe-, este reino encapotado de laberintos peatonales e inmovilismo municipal, sugiere una relación con fuerzas que ya llevaban mucho en marcha. Pero eso es sólo la máscara que ha elegido. Otras nacio«republicanas» y creen entender las repúblicas, pero lo que se formó aquí, grabado a fuego durante siglos de crueldad ejercida por los dogos, está más allá de su comprensión. Cada Dogo, a su vez, se convirtió en un animal sacrificial y vio cómo se le arrebataban sus propias libertades, cómo tenía que vivir su vida siguiendo un ridículamente riguroso código de conducta, y mientras podía lucir el como se consolaba haciendo uso de una brutalidad resentida, esperando cada día la llegada de la fatal es__terio y decaer hacia una penitencia cada vez mayor.colta de matones, la góndola sellada, el último puente. Su máxima esperanza, patéticamente pobre, era recalar en algún remoto monas

»Los dogos han desaparecido, la maldición permanece. Eloy día, algunos, que a menudo ocupan cargos desde los que pueden hacer mucho daño, no entienden que "el poder", lo stato, pudo haber sido una expresión de la voluntad común, ejercida invisiblemente en la os_curidad que rodea toda alma, en la que la penitencia es un término ineludible. A menos que uno haya sufrido en su vida un castigo igual al que ha infligido a otro, hay un desequilibrio en la Naturaleza.

– Que debe ser…

Una mano principesca ascendió entre el humo del tabaco.

– Hablaba de historia veneciana. Hoy aquel antiguo mecanismo de elección y limitación del poder ya no se estila. Hoy…, supongamos que hubiera un Príncipe Heredero extranjero, por ejemplo, que odia____________________guna lealtad, ningún código de honor, ninguna tradición antigua, sólo la necesidad puramente perversa de los agentes de que su Señor se impusiera a toda costa…sagrado sus vidas a promover los intereses del enemigo…,y si una vida no cuenta, tampoco importan muchas, sea cual sea su número, ni ninpusiera, sin atisbo de duda, ir a la guerra contra Italia para recuperar ciertos territorios que cree que pertenecen a su familia…, y más aún, supongamos que en Italia vivieran y trabajaran agentes de este futuro emperador, activos sobre todo en Venecia, hombres que hubieran conra apasionadamente Italia y que al llegar al trono de su imperio se pro

– ¿En quién puede confiarse la defensa de los intereses de la Na_ción? ¿En el Ejército Real? ¿En la Armada?

– En teoría. Pero un enemigo con recursos imperiales puede com_prar a cualquiera.

– Si no hay nadie a quien se pueda comprar…

– Debemos recurrir a las probabilidades y preguntarnos quién es probable que no se venda.

Se sentaron y fumaron hasta que la sala adquirió una pátina tri_dimensional, como de años de delicada corrosión.

– No es un problema tan sencillo, ¿sabes? -dijo el Príncipe por fin.

– Hay amistades -pareció ocurrírsele de repente a Cyprian, que en_trecerró los ojos en un gesto que se podía traducir como: Por supuesto que no hemos estado hablando de nadie en particular.

– Pero ¿acaso los amigos no huyen también a menudo por razones menos previsibles que un acuerdo económico? A menos que…

– He vuelto recientemente -dijo Cyprian con cuidado- de un lu_gar donde es mucho más difícil, al menos para las grandes Potencias, subvertir el honor personal. Un lugar menos desarrollado, sin duda, que las sofisticadas culturas de Occidente, todavía naïve, aunque no diría que inocente.

– ¿Despreciado, insultado, incriminado? -sugirió el Príncipe.

– No requieren grandes sumas ni armas avanzadas. Poseen algo que ni siquiera todas las riquezas de Europa juntas podrían comprar.

– Pasión -asintió el Príncipe.

– ¿Puedo hacer algunas pesquisas?

Reparó en que la cara del Príncipe adquiría un aire de compren_sión.

– Siento lo de tu amigo.

– Sí. Bueno. El tenía muchos amigos. Entre ellos…

Pero el Príncipe hacía ya otro de aquellos gestos principescos y, antes de darse cuenta, Cyprian se encontró de nuevo en la salizzada.

Un día, en la Riva, delante del Metropole, Cyprian se topó ines____________________taba él de estar siquiera presentable.rio, Cyprian se dio cuenta con consternación de lo mucho que dismo tono, un sombrero con plumas también teñidas a juego, con el ala un poco inclinada, un par de rizos que oscilaban traviesamente como si se hubieran deshecho por la pasión. Mientras realizaba el inventatán color berenjena adornado con brocados de plata, mangas hasta el codo con tres o cuatro volantes fruncidos de encaje, guantes de piel de cabra de un clarete oscuro, unos preciosos botines de cabritilla del mistener apartada la mirada, por no mencionar el minuto y medio de desorientación que le produjo el hecho de ver a Yashmeen otra vez. Llevaba el pelo más corto y más claro, y lucía un vestido caro de tafetuación de deseo insatisfecho, Cyprian tuvo que esforzarse por manperadamente con Yashmeen Halfcourt, del brazo de un tipo ajado y larguirucho del que, llevando como llevaba cierto tiempo en una si

– Estás vivo -le saludó ella, aunque era difícil saber con cuánto entusiasmo. Yashmeen había estado sonriendo, pero ahora su actitud resultaba extrañamente seria. Le presentó a Reef, que había estado es__ricanos.tudiándolo con el descaro que él había acabado asociando a los ame

– Tengo noticias de Vlado -dijo Cyprian, esperando que al menos ella no quisiera jugar a las inanidades sociales.

Ella asintió, plegó la sombrilla y se aferró al brazo de Reef.

– Aquella noche faltó muy poco, podrían haberme atrapado a mí también, y si Reef no hubiera estado allí…

– Vaya, no lo sabía -dijo, dispuesto por fin a echar un vistazo al cowboy.

– Pasaba casualmente por allí -dijo Reef asintiendo.

– Pero demasiado tarde para Vlado.

– Lo siento.

– Oh -dijo él apartando la mirada-, ya nos estamos ocupando. La cosa no ha terminado, ni mucho menos. -Y al momento se marchó furtivamente por la Riva.

Durante el siguiente par de semanas, Cyprian se las compuso para salirse un poco de madre, recuperando, aunque no a tiempo comple____________________no hacia Trieste.ra a sus rizos un aire más combativo y luego se subió al tren nocturtaba el dinero, debía reunir una suma más que considerable para ir tras Theign en las debidas condiciones. Cuando su recaída en la sordidez le hubo permitido ganar lo bastante, acudió a Fabrizio para que le dieto, su viejo oficio de sodomita remunerado. En la ciudad no faltaban hombres pálidos con gustos que él comprendía muy bien, y necesi

Mientras cruzaba una vez más el puente de Mestre y entraba en el crepúsculo de un naranja humeante, Cyprian sintió la tristeza propia de la contemplación de un tiempo reciente ya irrecuperable. Aunque toda su vida anterior, la infancia, la adolescencia, estuviera ya fini__rido recuperar era la semana anterior, y la precedente a la anterior. Rehusaba, aunque no lo conseguía del todo, pensar en Yashmeen.quitada, podía seguir adelante sin que le pesara…;lo que él habría que

En Trieste, los miembros neo-Uskok, liderados ahora por el primo de Vlado, Zlatko Ottician, le acogieron con amabilidad, pues habían oído algunas versiones un tanto exageradas, ya medio folclóricas, de sus aventuras en la Penínss.

Se sentaron a comer gibanica y sardinas y a beber una grappa de hierbas llamada kadulja. Todo el mundo hablaba un dialecto en parte de la costa de Cakavstina, en parte argot marino Uskok del siglo XVII. Un idioma opaco para Cyprian, pero, mucho más importante aún, para Viena.

¿Qué hacer? Se habló largo y tendido, en los cafés y tabernas, pa____________________ciados, los Mavrovlachi de Croacia. La gente de Vlado.te de cuentas debía proceder de una dirección menos exaltada, de las zonas inferiores de la rosa de los vientos, los sin rostro, de los despremente pensando que con eso conseguiría protección. Así que el ajusradas que estuvieran, ninguna de las grandes Potencias serviría, porque Theign había hecho negocios con todas de forma regular, probableseando por la Riva, de métodos y medios. Ni la menor duda de que había que matar a Theign. Algunos preferían un final rápido, asesinos sin nombre en la oscuridad; mientras que otros querían que sufriera y se diera cuenta. La justicia poética habría querido que se le entregara a algún servicio famoso por su dominio de la tortura. Por más prepa

– Tantas armas como necesites -le prometió Zlatko.

– Lo acosas hasta ponerlo al alcance de nuestras miras, nosotros nos encargaremos del resto -dijo su hermano Vastroslav.

Al revisar las relaciones austríacas de Theign, a Cyprian le fascinó la intimidad que había conseguido con la Cancillería militar del Prín_cipe Heredero Francisco Fernando, que dirigía desde el Belvedere de Viena una red de intrigas con vistas a remodelar el mapa de Europa mediante protegés como el actual ministro de Exteriores Aerenthal, el arquitecto de la Anexión de Bosnia.

– Lo que indica -susurró Cyprian para sí- que Theign debía de estar al tanto de la anexión desde mucho, muchísimo antes de que se diera el primer paso, pero fingió estar tan sorprendido como todos los demás. Era, de hecho, la primera fase de su maldita guerra europea, y me metió de pleno, hasta el punto de que yo no podía hacer nada que no condujera a mi propia destrucción. Bueno, tengo que matar a ese cabrón inmediatamente, de verdad, tengo que hacerlo.

Mientras Inglaterra y Austria-Hungría habían tenido interés en impedir que Rusia adquiriera demasiado poder en los Balcanes, pa_recía que Theign había sido capaz de justificar la cooperación, en el grado que fuera, con la Ballhausplatz aduciendo la Cuestión Macedonia, y por tanto evitando cualquier sospecha de traición.

Además, a lo largo de 1906 y 1907 se habían invertido cantida__viera a la espera de un nuevo destino. Lo mejor sería actuar cuanto antes.des todavía no justificadas de tiempo y de dinero, por no mencionar el dolor infligido, que incluía muertes anónimas en rincones poco frecuentados de las ciudades de Europa, para impedir que llegara a establecerse ningún entendimiento anglo-ruso. Para Alemania era esencial que Inglaterra y Rusia fueran enemigos eternos, y para ello los agentes más activos debieron de ser los alemanes o sus criaturas austríacas, entre los que sin duda se contaban los selectos pretorianos de Theign. Pero, con la Entente en vigor, lo más probable es que Theign, con ese don suyo de la paciencia propia del predador, estu

Mientras las habilidades sobre el terreno de Cyprian se habían afilado a fuerza de pasarlas por la piedra de amolar de la crisis euro__na vienesa, se habían embotado. Cyprian nunca podría convertirse en veneciano, pero había aprendido un par de cosas útiles, entre ellas que los rumores que tenían un valor relativo en otras ciudades aquí, en Venecia, podían tomarse como hechos científicos. Salió a Castello, se sentó en cafés ypea, las de Theign, debido al abuso de varios lujos, entre ellos la coci bácari y esperó, y al momento apareció Theign, acompañado de su par de gorilas. Cyprian recitó las fórmulas apro__le que empezó a continuación, se fue enterando de cada minuto de la agenda diaria de piadas y se hizo invisible. Al poco, en el intrincado pero disparejo baiTheign, y se las arregló para acecharlo sin ser visto, a una distancia que, sin embargo, le permitía no parar de incordiarlo, contratando carteristas para hacerse con su billetero, organizando en el mercado de pescado una agresión a Theign con un desagradable abadejo, subiéndose en persona por los tejados de Venecia para lanzar una furtiva teja a la cabeza del traidor.

Una noche siguió a Theign hasta un palazzo de San Marco, cer_ca del Rio di San Zulian. Era el consulado austro-húngaro, por el amor de Dios. ¿Cuánto más descarado se imaginaba aquel hombre que podía ser? Cyprian decidió hacer acto de presencia.

Llevaba el Webley preparado; calculó delicadamente su posición: la mitad dentro, la mitad fuera de la niebla. Theign, como si se sintie_ra protegido por una misteriosa capa, no pareció sorprendido.

– Vaya, si es Latewood. Creíamos que habías muerto.

– Lo estoy, Theign; soy una aparición.

– Los informes de tu misión que han llegado al Belvedere los han deslumbrado, el Príncipe Heredero en persona…

– Ahórranos el rollo a ambos, Theign. Prepárate.

Theign retrocedió a la defensiva, pero Cyprian ya se había desva_necido.

– ¡Te mueves rápido para ser un vago maricón! -gritó Theign al patio vacío. En el pasado, Cyprian habría sentido una punzada de re_sentimiento ante esa referencia a su antigua relación.

A medida que se aproximaba la crisis, se veía más incapaz de to____________________pertar se lo había borrado de la memoria.dadero nombre le había sido revelado, pero que la conmoción del deszación conocida en el sueño como «Austria». Pero incluso dormido sabía que no se trataba de eso. Se despertaba imaginando que el verlerar el día a día. No podía dormir. Cuando bebía para conciliar el sueño, se despertaba después de una hora de sueños agitados en los que Yashmeen lo traicionaba una y otra vez y lo entregaba a una organi

– Entonces, si todo va bien, será esta noche -dijo el Príncipe con una sonrisa cuya frialdad tenía más que ver con la incomodidad que con el arrepentimiento. Cyprian y él habían quedado, furtivos como en una cita secreta, a última hora de la tarde en el Giacomuzzi-. Tie_nes todo el derecho a estar presente.

– Lo sé. Pero con los hermanos Ottician en la ciudad, lo más con_veniente es dejarles vía libre para que se resarzan.

El Príncipe le devolvió una mirada dubitativa.

– ¿Deseabas algo más?

– Sólo agradecerte tus esfuerzos en esta cuestión, Altezza.

El Príncipe siempre había poseído el talento principesco de saber cuándo y cómo disimular su desprecio. Una cualidad muy necesaria en el mundo, no sólo porque ciertos asesinos podían ser excesiva__ble que le hubiera parecido antes, él mismo se equivocaba de vez en cuando. Un hombre que no sabe cuánto pedir es, por descontado, despreciable, pero a veces, aunque no con frecuencia, sencillamente no querrá nada para sí, y eso hay que respetarlo, aunque sólo sea por su rareza.mente susceptibles ante el insulto, sino también porque, por increí

– ¿Vendrás a la isla la próxima semana para nuestro baile anual?

– No tengo qué ponerme.

El sonrió, dejando que Cyprian creyera que era nostalgia.

– La Principessa te encontrará algo.

– Tiene un gusto exquisito.

El Príncipe entrecerró los ojos contemplando el cielo a través de su vaso de Montepulciano.

– En ciertas cosas, es muy probable que así sea.

En cuanto salió de la estación y puso el pie en el Ponte degh Scalzi, Theign comprendió que debería haberse quedado en Viena. Protegi____________________labra. Latewood sencillamente había tenido la imperdonable suerte de los tontos, pero llevaba fuera del juego demasiado tiempo para merecérsela.puesto a dejar que el pequeño y pálido maricón tuviera la última patentó imaginar que no había venido a Venecia, tal vez por última vez, en ningún caso a causa de Cyprian Latewood. Esas llamas ciertamente se habían extinguido hacía muchos años. Sin embargo, no estaba disdo, si no seguro. En ese momento, sus pretorianos estaban por todas partes, cumpliendo misiones en diversas fronteras de sus dominios, pero de ser necesario Viena misma lo habría acogido y defendido. In

Al principio, Theign se sintió más irritado que alarmado ante la ausencia de Vincenzo y Pasquale. Siempre tenían la costumbre de es____________________terceptado y fuerzas inoportunas se movilizaran.bía avisado demasiado pronto, permitiendo que el mensaje fuera inperarlo en el andén, y esta vez los había avisado con tiempo. Mientras subía por el puente, le asaltó la fría luz de una sospecha: tal vez les ha

– Signor Theign, creo que se ha olvidado algo en la terraferma.

Desconocidos, en la punta más alta del puente. Caía la noche. No podía distinguir sus rostros con claridad.

Lo llevaron a una fábrica abandonada al borde de Mestre. Unos cómplices rondaban por todas partes, manteniéndose entre las som_bras.

– Fantasmas -dijo Vastroslav-. Fantasmas industriales. Tu mundo los rechaza, así que ellos merodean por él, caminan, cantan, cuando es necesario lo despiertan de su sopor.

Poleas y árboles de transmisión oxidados con correas de cuero ro__tantería metálica había varios instrumentos, entre ellos una barrena de mano, una sierra de carnicero y el Gasser montenegrino de 11 mm de Zlatko, por si fuera necesario un final rápido.tas colgaban por todas partes del techo. El suelo estaba manchado de negro por las hogueras que encendían los visitantes de paso. En una es

– Para evitar molestias a todos -dijo Vastroslav-, más vale que sepas que no nos interesa nada de lo que puedas contarnos. No hay nada con que puedas comprarnos. Te has metido en una larga historia de sangre y castigo, y la moneda de estas transacciones no está acuña_da de metal sino de Tiempo.

– Entonces, que empiece ya, ¿no os parece? -dijo Theign.

Le arrancaron el ojo derecho con una gubia de carpintero. Se lo enseñaron antes de arrojárselo a las ratas que esperaban en las sombras.

– Faltaba un ojo del cadáver de Vlado -dijo Zlatko-. A ti te arran_caremos los dos.

»Dos ojos por uno -añadió sonriendo lúgubremente-, es la cos_tumbre Uskok, porque somos unos salvajes, ¿lo ves?, aunque dentro de nada -acercó la gubia- ya no lo verás.

– Siempre que vuestra gente tortura, sólo intenta mutilar -dijo Vastroslav-. Dejar una huella del desequilibro. Nosotros preferimos una simetría del insulto, para conferir un estado de gracia. La huella del alma.

Pronto el dolor llevó a Theign, más allá de las palabras, a emitir chillidos articulados, como si buscara una formula rapsódica que pu____________________bría utilizado la pistola inmediatamente y pasado el resto de la noche en un bar.mientas, impaciente ante el enfoque filosófico de su hermano. El hadiera liberarle. Zlatko permanecía junto a la estantería de las herra

Un día, Cyprian recibió un mensaje de Yashmeen que empezaba así: «Tengo que verte». El resto no lo recordaba. Al parecer había visi_tado a Ratty, que le había desvelado el paradero de Cyprian.

Ella y el americano, que hoy no estaba a la vista, se alojaban en una pensione cerca de San Stae. Saludó a Cyprian; vestía una blusa pálida y una falda que parecían sencillas pero que debían de costar doscien__bros. Sus ojos eran tan fatales como siempre.tas liras como poco. Llevaba el pelo cortado a la altura de los hom

– Así que el bueno de Ratty ha vuelto a la ciudad. Debes de ha_berlo hechizado, o quizá es que se está volviendo descuidado.

– Me alegré de verlo otra vez.

– Había pasado mucho tiempo, ¿verdad?

– Desde que Vlado y yo nos marchamos de Trieste, me parece. No lo recuerdo bien.

– No. ¿Por qué ibas a recordarlo?

– Cyprian…

– Y Vlado te cuidó muy bien, ¿verdad?

Los ojos de ella se agrandaron y de algún modo se oscurecieron.

– Me salvó la vida, y en más de una ocasión.

– En ese caso, supongo que yo tendría que rescatarte también al_guna vez, y ver qué pasa.

– El quería que tuvieras esto. -Le entregó una especie de cuaderno de escritura escolar, ajado, desvaído por los elementos: El Libro de los Enmascarados.

Tras dudar un momento, Cyprian lo cogió.

– ¿Dijo que era para mí? ¿O sólo quieres deshacerte de él?

– Cyprian, ¿qué voy a hacer contigo? Te estás comportando como un perfecto cabrón.

– Sí -dijo él, repentinamente reacio a respirar-. Todo… es así últi__rece que tú tampoco.mamente. Nada. No he dormido.-Señaló la cama con la cabeza-. Pa

– Ah. -Le cambió la expresión-. Por supuesto, Reef y yo hemos estado follando, follamos siempre que tenemos ocasión, somos aman_tes, Cyprian, en todas las posturas que a ti nunca te permití. Y eso qué importa.

Se sintió rectalmente poseído por el miedo, el deseo, la esperan_za irresistible. Raramente la había visto comportarse de un modo tan cruel.

– Pero yo habría hecho…

– Ya lo sé.

– … cualquier cosa que me mandaras…

– «Mandaras.» Vaya, ¿y lo harías todavía? -Se acercó, tomó su bar__rarnos desde lejos. Apropiadamente sujeto, espero, pobre Cyprian. Tienes poco que hacer.billa temblorosa entre el pulgar y un dedo enguantados-. En ese caso, si un día te portas bien, una noche exquisita, tal vez te dejemos admi

El guardó silencio, buscó sus ojos, apartó la mirada como ante un peligro cuya visión le resultara insoportable.

Ella se rió como si acabara de detectar, mediante la clarividencia, una pregunta.

– Sí. El lo sabe todo de ti. Pero él no es tan fácil como yo. Por mu_cho que lo desees. -El mantenía la mirada baja y no hablaba-. Dime que me equivoco.

El se arriesgó a lanzar una mirada rápida. Los ojos de ella eran implacables. Yashmeen, que sostenía todavía su cabeza con una mano, le abofeteó con la otra, un golpe que sorprendió a ambos, pero al momento le abofeteó otra vez, repetidamente, y el aroma del cuero de los guantes inundó a Cyprian, mientras una sonrisa invadía len__ría oír.tamente la cara de Yashmeen, hasta que él susurró lo que ella que

– Umm. Pues ni se te ocurra mirarle sin mi permiso.

– Y si él mismo…

– ¿Y si él mismo qué? Es americano. Un vaquero. Su idea del amor empieza y termina conmigo boca arriba. Para él tú no eres más que una curiosidad. Pueden pasar años antes de que se te acerque. O puede que nunca lo haga. Y mientras tanto tú tendrás que sufrir, me imagino.

– ¿Y qué me dices de «Bienvenido de vuelta, Cyprian, no sabes cuánto me alegro de verte vivo» y todo lo demás?

– Eso también, me imagino.

– Quiero decir que apenas cruzo la calle para comprar un paque__solados, esperaba.te de cigarrillos y tú ya estás… -Cyprian hizo un gesto con la cabeza a las elocuentes sábanas de la cama, con ojos desolados. Lo bastante de

– Te fuiste allá -dijo ella-, cuando no tenías por qué. ¿Cómo se supone que debía sentirme?

– Pero estábamos de acuerdo, o eso creía…

– Si tú lo dices.

Y entonces se hizo uno de aquellos silencios extraños, y algo cu__sonas que cuando él había subido a bordo delrioso había sucedido con el tiempo, pues aunque eran las mismas per John of Asia el año an____________________te obvio.ra era más profundo que nunca, las apuestas eran más altas, el peligro de perder cuanto tenían se había vuelto espantosa e inequívocamenterior, eran también dos personas enteramente distintas que no tenían nada que hacer en la misma ciudad ni, mucho menos, en la misma habitación, y aun así, fuera lo que fuese lo que había entre ellos, aho

En la balanza de un día laborable ordinario, el amor propio de Cyprian, cosa rara entre los caballerosos espías de la época, apenas ha____________________to que se trataba de una pose.vencido de que era casi invisible a la mirada pública. Al principio, Derrick Theign, entre otros manipuladores, había dado por supuesgún atuendo formal. Aunque le encantaba hacer comentarios sobre la apariencia de los otros, sobre su atuendo y acicalamiento, Cyprian solía pasar días sin afeitarse ni cambiarse de cuello o de traje, contaba los círculos sociales de más clase, y que de hecho no poseía ninbía pesado mucho más que el párpado de un mosquito recién nacido. A los colegas les había asombrado una y otra vez descubrir que evi

– «¿Quién, pequeño C.L.?» Venga ya, Latewood, incluso andrajo__seo, los príncipes del mundo de la industria se pondrían a lloriquear ante las puntas de tus zapatos con que sólo te retocaras el pelo, por ejemplo.so como vas, no eres precisamente una droga en el mercado del de

– Te equivocas de marica, me temo -se limitaba a mascullar Cyprian, lo que en una persona más vanidosa habría podido interpretarse como autodesprecio. A la mayoría de los que lo veían les resultaba difícil conciliar su apetito de humillación sexual, su carnalidad específica, con lo que tenía que ser denominado como rendición religiosa del yo. Entonces apareció Yashmeen, echó un vistazo y comprendió en un latido, en el sencillo y elegante giro de una muñeca, qué estaba mirando.

La esperanza que eso encendió la pilló desprevenida; en la vida que llevaba en ese momento, era algo casi irrazonable. Pero ¿no acababa de sentir en los casinos de la Riviera el deseo de arriesgar mucho más contra apuestas mayores? Viviendo como vivía en un mundo cada día más embrutecido, que esperaba obtener la salvación en códigos y go__contrar a algún otro que buscase trascender todo eso, y que ni siquiera fuera especialmente consciente de ello? Y apareció Cyprian, ni más ni menos. Querido Cyprian.biernos, que cada vez se conformaba más con relatos de la burguesía suburbana y recompensas mediocres, ¿qué oportunidades tenía de en

Entonces empezó a pasar algo ciertamente extraño. Durante años, Yashmeen se había visto obligada a soportar las pasiones que desper____________________le nombre.naga erótica. Pero ahora, por primera vez, con el regreso de Cyprian, algo había cambiado, como si, con la milagrosa resurrección de él, también se le hubiera devuelto algo a ella, aunque se resistía a dartaba en los otros, contentándose con algunos momentos de diversión y prefiriendo, como un espectador en una actuación de juegos de manos, no saber muy bien cómo funcionaba aquello. El Cielo sabía que se había esforzado por ser una buena chica. Pero tarde o temprano se le acababa la paciencia. Cierto suspiro exasperado, y otro amante con el corazón roto se quedaba por el camino, revolcándose en la cié

Los hombres nunca habían supuesto un gran reto, todos sus éxitos memorables eran con mujeres. Tras haber aprendido, sin mayores des____________________tánico, independientemente de la edad. Era casi una indiferencia hacia el yo, en la que el deseo lo desbordaba y anulaba, y ella, al principio, pensó, como habrían pensado otras mujeres: bueno, entonces no es más que aborrecimiento de sí mismo, ¿no?, tal vez una cuestión de clases; pero no,quier límite que ella pudiera concebir. Era algo que iba más allá del tradicional gusto por la flagelación esperable en cualquier escolar brivelos, cómo manipular los deseos de la dependienta de Londres y de la altiva girtoniana, a Yashmeen le sorprendió agradablemente descubrir que el mismo enfoque también funcionaba con Cyprian, sólo que era más efectivo todavía. Se intensificó la amable fantasía de princesas y sirvientas y demás, se amplió a esferas de poder real, de dolor real. El no parecía refrenado por los temores, siempre presentes, que ella había acabado percibiendo, los que lastraban las almas de la feminidad británica; al contrario, él incluso parecía deseoso de transgredir cual no se trataba de eso. Cyprian realmente disfrutaba dema____________________denaba dirigirlos a otro sitio.do estaban juntos, pero se dio cuenta de que no importaba. Los ojos de él seguían alzándose adoradores sólo hacia ella, salvo cuando le orllas curvas suaves y seductoras, bien podría haber sido narcisismo, pero no, tampoco se trataba de eso. La mirada de Cyprian no buscaba el espejo, sino a Yashmeen. Al principio pensó en tapar el espejo cuansiado con lo que ella le obligaba a hacer. «¿"Odio"?, no…, no sé qué es eso», se quejaba él, contemplando consternado su propia figura desnuda ante el espejo de ella, «a no ser que sea el tuyo…». Con aque

– No -susurró él.

– ¿Me estás diciendo que no? Voy a darte una paliza que verás…

– No te dejaré -con la misma voz susurrante.

Ella alineó los hombros, un gesto que había descubierto que a él le excitaba especialmente.

– Muy bien. Creo que me ocuparé de ese culito desafiante. A ver, Cyprian.

– No -repetía incluso cuando sus pequeñas manos enguantadas se desplazaban con languidez hacia las sujeciones de los pantalones, se daba la vuelta, los desabrochaba lentamente y se los bajaba para ella, mirando por encima del hombro.

El creía saber qué era estar encendido. Pero esto era una explosión sostenida que alcanzaba de vez en cuando una brisance casi insoporta____________________cuerdo de Cyprian de la necesidad inocultable de Yashmeen, como si él la hubiera pillado en un momento de vulnerabilidad.males que a ella se le ocurrieran para castigarle podían anular el resiva. Si llegaba unos minutos tarde a una cita, la encontraba temblando de ansiedad, a un paso de las lágrimas. Ninguna de las crueldades forble. Aun así, la soportaba, no tanto porque ella quisiera cuanto porque, increíblemente, se había convertido en una necesidad para la propia Yashmeen. ¿Cómo iba él a defraudarla? Parecía demasiado ridículo, pero encontraba evidencias por todas partes. Ella se comportaba como una chiquilla enamorada. Le compraba a Cyprian enormes ramos de flores y ropa interior extravagante. Lo elogiaba cuando él no estaba delante, y con lo que algunos habrían considerado una largura exce

– Llevo viviendo demasiado tiempo con esta maldición -le con____________________tenía la erección; Theign se daba por satisfecho con tener el poder y que lo obedecieran… Esos deseos podía entenderlos, pero, pero…diera, que cumpliera sus requisitos con tanta exactitud…, con tanto respeto… El Coronel Kháutsch era cruel, al menos mientras se le manfesó a ella con el tono jadeante, casi lloroso, en el que a veces caía, el equivalente oral a arrojarse a sus pies, en busca de certezas debajo de ellos-, quién habría imaginado que existiría alguien que la compren

– Antes de que esto acabe -le informó ella-, si es que acaba, ya no imaginarás más, creerás. -Le divertía el tono melodramático de su propia voz, pero hasta ella misma se medio creía lo que había dicho, y sus ojos brillaban confirmándolo. Con crueldad, pero eso era lo que menos importaba. Con la excepción de un turista en Wigan en una ocasión, cuyas palabras quedaron parcialmente oscurecidas por un ex_traño sándwich de patatas fritas, era seguramente la declaración más romántica que nadie le había hecho a Cyprian hasta entonces.

El seguía intentando entender. Uno podía contemplar Londres, desde las alturas de la Noria de Earl s Court al crepúsculo, mientras se encendían las luces una tras otra y se corrían las cortinas. Pasaba de____________________mental de la cuestión…llas en el cielo: las inversiones del poder, las esposas imponiéndose a los maridos, los discípulos a los maestros, los soldados a los generales, los morenos a los blancos, el antiguo y esperable orden de las cosas del revés, una revolución en los términos del deseo; y aun así, a los pies de Yashmeen, eso sólo parecían las afueras…, la forma obvia o sacratrás de casi todas las ventanas a la vista, tan numerosas como las estre

– No te pongas demasiado espiritual -le advirtió ella, aunque pro____________________bello, tanto en su sitio como dolorosamente arrancado, cada nervio anhelante…cación, no te quepa duda, cada centímetro cuadrado de piel, cada cales en estos asuntos sino, poco a poco, a medida que avance tu edubablemente lo decía más para sí y sus propias esperanzas estrafalarias sobre el tema-. Sabes que es tu cuerpo el que disfruta con esto -dijo acariciándolo sin ternura-, no sólo las zonas de tu cuerpo tradiciona

»Otra vez -ella le dio un capirotazo con una uña escarlata y él exhaló un jadeo agudo, pero sin nada de dolor-. Estás pensando en un hombre. Dímelo.

– Sí. -El no insistía en «el amor», pero ¿qué otra cosa podía sen_tirse en ese momento?-. En varios hombres para ser exactos.

– Ya. ¿Seguro que no en uno en particular?

Cyprian se quedó un rato en silencio.

– No. En una sombra genérica, con un físico sustancial, supongo… Eso no significa… -Se volvió hacia ella, llevado por una oleada de ter_nura explícita.

– Ni se te pase por la cabeza que vaya a cortarme el pelo y me_terme un dildo para ti, Cyprian.

– Ni soñaría con pedírtelo. Ni con suplicártelo. -Como si no pu_diera resistirse, añadió-: Claro que haría algunos cambios: el pelo, ya sabes, el vestuario, cosas de maquillaje que a ti te gustarían más…

Ella se rió, fingiendo que lo estudiaba a la luz de las velas.

– «Claro.» Eres casi de mi misma talla, de huesos finos y rasgos bas____________________vidente de mis amigas.tos de la feminidad. Tal como eres, no serías rival para la menos claritante delicados, pero el cerebro que hay dentro está lleno, me temo, de poco más que de las ilusiones habituales de un niño sobre los encan

– ¿Y tal como podría ser?

– ¿Soy tu tutora? Pues ven aquí.

Avanzada la noche se acostaban juntos contemplando las luces, las que se movían y las inmóviles, reflejadas en los canales.

– ¿Qué dudas podías tener? -susurró ella-. He amado a mujeres, como tú has amado a hombres…

– Tal vez yo no diría «amado»…

– ¿…y qué importa? Podemos hacer lo que imaginemos. ¿No so_mos el mundo del futuro? Las normas de buena conducta son para los moribundos, no para nosotros.

– No para ti, en cualquier caso. Eres mucho más valiente que yo.

– Seremos todo lo valientes que tengamos que ser.

Era mediados de abril. Hacía semanas que había acabado el Carnevale, la Cuaresma se acercaba a su fin, y los cielos eran demasiado pálidos y macilentos para llorar por el destino del Cristo cíclico; la ciudad había recuperado lentamente su normalidad sin máscaras, con un extraño y mortecino brillo sobre el pavimento de la Piazza que te_nía menos de reflejo del cielo que de suave resplandor procedente de las regiones subterráneas. Pero la comunión silenciosa de las máscaras no había acabado del todo.

En una de las islas exteriores de la Laguna, que pertenecía a la familia Spongiatosta desde hacía siglos, a más de una hora de distan__to, como templo, como puerta a estados más allá del conocimiento inmediato.cia incluso en barco de motor, se erigía un palazzo que se hundía lentamente. A medianoche, entre el Sábado Santo y el Domingo de Resurrección, empezaba el contra-Carnevale secreto llamado Carnesalve, que no era una despedida sino una entusiasta bienvenida a la carne y todas sus promesas. Como objeto de deseo, como alimen

Sin interferencias de la autoridad, eclesiástica o civil, todo ese mun____________________día al fin. Pero aquí, en el Carnesalve, como en el espionaje o en un proyecto revolucionario, el deseo de la Máscara era ser invisible, no amenazadora, transparente pero implacablemente engañosa, pues bajo su oscura autoridad imperaba el peligro y todo se transgredía.rencia privilegiada hacia el mundo de la carne, del que uno se despecaras eran reales, eran los rostros cotidianos, rostros con sus propias normas de expresión, que se conocían y comprendían entre ellos…, una vida secreta de Máscaras. No era como durante el Carnevale, cuando a los civiles se les permitía fingir que eran miembros del Mundo de las Máscaras, tomar prestada parte de esa distancia hierática, esa intimidad más profunda con los sueños acallados que disfrutaban las Máscaras. En el Carnevale, las máscaras manifestaban una indifedo limitado sucumbía a un imperativo enmascarado, y las identidades literales se desprendían hasta perderse por completo en el delirio. Con el tiempo, al cabo de un par de días, emergía la certeza de que siempre había existido separadamente un mundo en el que las más

Cyprian fue a la isla con el Príncipe y la Princesa en su lancha de vapor, tras subir a bordo, a la luz del crepúsculo, en el embarcadero de Ca' Spongiatosta. Durante una media hora, mientras la luna se ele__las que volvían a Torcello y Malamocco, vaporetti y góndolas…vaba y ocupaba el cielo, Cyprian, desorientado, tuvo la sensación de que habían ascendido muy por encima de la Laguna, de que el cielo era un yermo borroso de humo iluminado, los colores parecían más brillantes de lo esperable, y desde esa peligrosa altitud creyó ver muy abajo barcos mercantes que aceleraban, barcos con productos agríco

Se encontraban todavía a millas de distancia, pero ya podían oír la reunión.

– Debió de ser así hace un siglo -comentó el Príncipe-, al lado de San Servolo, con todos los locos chillando.

La luz que tenían delante era de un amarillo eléctrico sucio, res_plandecía sobre el agua y era cada vez más intensa a medida que se acercaban. Se detuvieron en un antiguo muelle de piedra, el palazzo condenado oscilaba sobre ellos. Los sirvientes, con antorchas, vestidos esta noche de negro como los Signori di Notte, la banda de asesinos sanguinarios del Dogo Gradenigo, los acompañaron al interior.

Cerca de la medianoche, Cyprian, luciendo un vestido de baile de tafetán negro que le había prestado la Principessa, un antifaz de cuero negro sobre los ojos, con la cintura ceñida hasta una circun____________________diendo en tacones altos por las escaleras de mármol, hacia el mar de máscaras y carne de abajo. Reef, arriba en una de laslas y violetas de Parma, protagonizó una entrada arrolladora descencada por el corte de pelo que había imaginado el Signor Fabrizio para Yashmeen, rizado, empolvado, esculpido, entretejido de diminutas perferencia imposiblemente esbelta, la pequeña cara maquillada enmar loggie, estaba a punto de encenderse un purito, pero se levantó boquiabierto, al prin____________________ble una pequeña orquesta de baile.cendió hacia la conmoción general, a través de la cual apenas era audicipio sin saber muy bien quién era, con una erección que amenazaba con demoler los pantalones del disfraz de Pierrot que Yashmeen se había empeñado que llevara. Con la vaga idea de ver más de cerca, des

– Vaya, ¿qué tal, vaquero? -Era Cyprian, quién si no, con una voz suave y divertida que se alzaba hasta un registro apropiado para los escarceos, tan cerca que Reef olía su perfume, algo floral, elusivo, noc____________________nóticamente en los de Reef, estaba a punto de decir algo más cuando su mano juguetona fue agarrada y retirada de golpe.tinuaba exhibiendo ideas propias; Cyprian, con los ojos clavados hipbían puesto dolorosamente rígidos, y luego, no, eso no podía estar pasando, su pene, que, lejos de encogerse ante el descarado asalto, conse ir, había levantado temerariamente su diminuta mano enguantada para acariciar primero los pezones de Reef, que a esas alturas se haturno… Sin tardanza, el joven, que esa noche estaba resuelto a dejar

– Cyprian, la de veces que te lo he dicho, y aun así sigues deso____________________lía, pero abiertamente, delante de Reef, y sería él capaz de soportar semejante humillación? Ni siquiera se atrevía a soñarlo.ta ese momento, y sus relaciones se habían limitado a las de las dos patas heterosexuales del triángulo. ¿Qué tendría ella en la cabeza? ¿Iba a obligarlo a arrodillarse y mirarlos copular? ¿Lo maltrataría como soza? Sabes que ahora tendrás que sufrir las consecuencias. Venid, los dos. -Agarró a Cyprian con fuerza del codo y lo condujo a través de la multitud, momento que aprovecharon algunos de los asistentes para acariciar a la criatura que tan mal se portaba mientras intentaba pasar. Cyprian apenas podía respirar, no sólo por la constricción de su corsé y las intenciones de Yashmeen hacia su cuerpo, sino sobre todo por la presencia de Reef, la energía oscura que sentía a sus espaldas, casi rozándole. Nunca se habían encontrado en una situación similar hasbedeciéndome -susurró Yashmeen, que llevaba un antifaz de satén y hablaba tras un velo de encaje que cubría su cara desde el nacimiento del pelo hasta justo debajo de la barbilla-, ¿es que no tienes vergüen

Encontraron una habitación arriba, llena de mobiliario dorado y pesados cortinajes de terciopelo oscuro. Pálidos amoretti, que a lo lar__tumbres eróticas de estas islas.go de generaciones habían visto de todo, holgazaneaban por el techo, dándose codazos, sonriendo, acicalándose las plumitas unos a otros, haciendo comentarios hastiados del mundo ante el espectáculo que se desarrollaba abajo, que de hecho no se alejaba demasiado de las cos

Yashmeen se recostó entre los almohadones de un diván de tercio__ra simuló inspeccionar y reajustar. Reef dio un paso adelante, puede que dos, para mejorar su vista.pelo rojo, permitiendo que el ya precario bajo de su disfraz se alzara y revelara sus tan famosas piernas en calceta de seda negra, que aho

– No, quédate donde estás. Ahí mismo…, bien, no te muevas. Cyprian, tesoro, tú ya sabes dónde tienes que ponerte.

Cyprian inclinó la cabeza y con gracia se levantó las faldas como si fuera a hacer una reverencia, luego se arrodilló con un gran frufrú de tafetán de seda. En las posiciones que Yashmeen les había asignado a ambos, se dio cuenta de que su cara había quedado a la altura y bas_tante cerca del pene de Reef, que éste, a una indicación de Yashmeen, se estaba sacando de los pantalones.

Ni de lejos duró tanto como a Cyprian le hubiera gustado. Con los años había aprendido a apreciar los preliminares, pero ahora no fue capaz más que de dar unos besos de lengua inquieta y rozar con un par de parpadeos rápidos y electrizantes de sus largas pestañas el lado inferior del órgano caliente antes de oír la orden de Yashmeen:

– Ahora rápido. En su boca, Reef, de un golpe, no más, y luego quédate totalmente quieto y deja que esta perversa y pequeña fellatrice haga todo el trabajo. Y tú, Cyprian, cuando se corra no debes tra_garte nada, tienes que guardártelo todo en la boca, ¿entiendes?

A esas alturas, ella apenas podía mantener el tono de voz de man____________________deras.samente enmarcados por la espuma de encaje que le rodeaba las cado, excitada como estaba tras acariciarse con sus dedos enguantados en cabritilla la yema del clítoris y los labios separados, ahora lustro

– Los dos sois mis…, mis… -No pudo acabar, mientras Reef, que había perdido el control, estalló en un inmenso fluido acre, que Cy_prian hizo cuanto pudo para acomodar en su boca tal como le habían mandado.

– Ahora ven aquí, Cyprian, arrástrate hasta mí, y que el Cielo te ayude si intentas tragártelo o dejas caer una sola gota, trae esa carita impúdica, pon la boca aquí, sí, justo aquí -mientras sus muslos po____________________bía cosido la modista de Yashmeen con encaje veneciano de Melville & Ziffer, suplicando que nada se rasgara, y luego sintió las manos endurecidas en su trasero desnudo mientras Reef se reía y le daba palmadas.parado para montar de nuevo, le bajara las exquisitas bragas que hata que los separó brevemente y creyó oír pisadas en la alfombra a sus espaldas, y entonces unas grandes manos delictivas le levantaron el vestido. Sin que se lo dijeran arqueó la espalda y dejó que Reef, predió la noción del tiempo, rindiéndose por completo a su aroma, a su sabor, al de Reef, al encierro musculoso de los muslos de ella, hasdole la peluca perfumada, su propio adorado cabello, y sus manos le apretaban la nuca para que no se apartara-. Ahora utiliza la lengua, los labios, lo que sea, pero lo quiero todo, que te salga de la boca y entre en mí, sí, porque tú no eres más que un intermediario, ¿sabes?, nunca, jamás disfrutarás de más privilegio que el de tener tu perversa boca donde está ahora, y espero, Cyprian, que no te estés tocando sin mi permiso, porque me enfadaré mucho si tú…, sí, querida criatura…, ahí, exacto… -Se quedó sin palabras por un momento, y Cyprian perderosos se cerraban inmisericordes alrededor de su cabeza, torcién

– Vaya, quién iba a decir que esto sería tan bonito.

En una lenta y dolorosa, bueno, no exactamente dolorosa, em__biendo pareciera casi, sólo casi, secundario.bestida, Reef lo penetró… Pero dejémoslos a regañadientes, pues la biomecánica es una cosa y la intimidad otra muy distinta, ¿no?; sí, y además, a esas alturas Reef y Yashmeen se sonreían abiertamente y Cyprian se sentía absurdamente agradecido, sostenido entre ambos con tanta fuerza como para que el vigoroso repaso que estaba reci

Desde entonces hasta la Ascensión, el día en que Venecia volvía a desposarse todos los años con el mar, los dos jóvenes -uno que nun__nación y ahora sólo esperaba que nada resultara ser demasiado «real»- reafirmaron la tercera conexión de la tríada, y ambos se preguntaban cuán cerca del «amor» estaría todo eso.ca había imaginado al otro, el otro que había ido más allá de la imagi

– En realidad, es sólo agradecimiento -dijo Cyprian encogiéndose de hombros-. Ella estaba pasando una mala racha y resultó que yo sabía dónde había una salida; por descontado, a ella todo le parece un milagro, pero yo sé la verdad, y tú también, supongo.

– He visto de todo -razonó Reef-. Y esto va en serio, lo tengo claro.

Cyprian, pensando que no era más que el tipo de diálogo de co_queteo al que hacía tiempo se había acostumbrado, preguntó:

– ¿Has desarrollado un ojo clínico para…, para esta situación?

– Para el amor, viejo amigo. ¿Te pone nervioso la palabra?

– Más bien impaciente.

– Muy bien. Ya veremos. ¿No se supone que te gusta apostar…?

– Soy un viajero con un presupuesto muy justo en este momento, me temo.

Reef se reía entre dientes, parecía que para sí.

– No te preocupes, vaquero, no busco tu dinero. Pero cuando por fin te quites todo ese maquillaje de los ojos, no me vengas pidiendo consejo gratuito, porque seguro que no sabré qué decir.

– Y… vosotros dos… -Se las compuso para alzar ambas cejas en un gesto que esperaba que Reef interpretase como comprensión.

– Más vale que se lo preguntes a ella -dijo Reef con al menos dos expresiones luchando por hacerse un sitio en su cara-. Yo aquí sólo estoy de visita ampliada, por así decir.

– Reef tiene algo de vacacional -ella le reconoció a Cyprian-, te hace olvidar tus complejos, y es tan fascinante cuando se le encuen_tra en esos salones llenos de fantoches…, pero en privado es capaz de cansar a cualquiera con notable velocidad.

Un día Cyprian acababa de salir de la bañera, donde se había pa_sado una hora fumando y chapoteando, cuando entró Reef.

– Ella no está aquí -dijo Cyprian-. Ha ido de compras.

– No la estoy buscando a ella. -Cyprian casi ni se había dado cuenta del pene expresivamente erecto de Reef antes de que éste le agarrara del pelo y le forzara a arrodillarse con las piernas desnudas.

– No debemos, ya lo sabes…, ella se pondrá furiosa…

– ¿Y qué? Mira que dejar que una mujer te baquetee así todo el tiempo…, a la mierda, si le respondieras sólo una vez… Ellas quieren que se les mande, ¿es que no te has dado cuenta?

En otro momento, Cyprian le habría replicado: «Vaya, ¿acaso has estado dándole órdenes últimamente? Pues no me he dado cuenta». Pero ahora, arrodillado coquetamente, se dio por satisfecho con lle__ñas hacia su rostro distante, levemente emborronado por las lágrimas del deseo.varse el pene de Reef a la boca y alzar la mirada a través de las pesta

Al poco, Reef se había dejado ir en uno de sus numeritos de ro__caje, como siempre, y el aire se impregnó de intensos olores de lilas, mierda y pastel de almendras. La luz del sol del canal espejeaba en las ventanas. Yashmeen pasaba fuera toda la tarde.deo y Cyprian gritaba con la cara enterrada en una almohada de en

– Nuestro pequeño secreto, me imagino.

– ¿Es que nunca…?

– Nunca ¿qué?

– Supongo que es sólo curiosidad. ¿Cómo puede un hombre de_jar que cualquiera le haga eso, sin siquiera…?

– A lo mejor tú no eras sólo cualquiera, Reef.

– Eso no importa ahora. Lo que digo es que si fuera yo, querría matar a quienquiera que quisiera hacerme eso. Mierda, tendría que ma_tarlo.

– Bueno, no te preocupes, no voy a hacerte daño, por peligroso que sea.

– ¿No crees que has sido…?, a ver, quiero decir, ¿no duele?

– Duele, y no duele.

– Chorradas japonesas. Gracias. Conocí a un japo místico, en San Francisco, solía hablar así a todas horas.

– El único modo de descubrir si duele, y cuánto, y todo lo demás, Reef, es probarlo, pero probablemente bastaría sugerírtelo para que te lo tomaras a mal. -En el pasado, eso habría sido un flirteo desca_rado, pero ahora…-. Así que no lo voy a sugerir.

Reef bizqueó.

– No te estarás refiriendo -dibujó unos círculos con los dedos- a clavármela ni nada por el estilo, ¿verdad? -Cyprian se encogió de hom_bros-. Pero si lo que tienes ahí ni siquiera es propiamente una polla.

– Pues mucho menos que temer. ¿No?

– ¿Temer? Hijo, no se trata del dolor, mierda, vivir es dolor; sino del honor de un hombre. Cuando se trata de tu honor, es cuestión de vida y muerte. Tú no lo tienes, ¿de dónde eres?, ¿de Inglaterra?

– Tal vez es que no he sabido ver la relación entre el honor y el deseo, Reef.

Jugaba, como siempre, con medias verdades, pues Cyprian había empezado a darse cuenta de que fuera, «sobre el terreno», era precisa____________________nía mucho que ver con esos protocolos sexuales pasados de moda. Que los otros, si querían, siguieran revolcándose en las viejas ciénagas, Cyprian trabajaba mejor sobre suelo más firme.tiones sobre la integridad rectal, o sobre quién en un encuentro dado sería el dominante; significara lo que significase el «honor», ya no tetaja práctica, al liberarlo de la pérdida de tiempo y energía en cuesmente su intenso deseo de que lo tomaran lo que le ofrecía una ven

Por otro lado, eso animaba a la gente que no lo conocía bien a confundir la sumisión con la compasión, sobre todo en el caso de aque_llos que profesaban la curiosa creencia de que los sodomitas tenían bastantes problemas propios y, por eso, nunca se aburrían escuchando los de los demás.

En muchos sentidos un producto de su isla nativa, poco dado a la intrusión nasal, Cyprian, siempre desconcertado ante la predisposi_ción americana a confesarlo todo, hasta el mínimo detalle, a cualquier extraño, se vio convertido cada vez más en público de las confidencias de Reef.

– Y hubo un tiempo en que los veía en los trenes, a veces me sen____________________bajo, pero que en realidad sólo estaban desesperados por escapar de todo aquello. No es que odiaran a sus hijos. Te enseñaban los ferrotipos de los chicos con mucha frecuencia, mierda, ellos amaban a los do, cruzando las líneas interestatales, supuestamente en busca de trataba a su lado, esos tipos jóvenes que viajaban de condado en conda'chavalitos'. Puede que incluso amaran a sus esposas, también te ense_ñaban su foto, algunas veces posando, o con algo puesto, o sin nada, lo que las autoridades llamarían «tomada para excitar», y estaba tan claro como el escaparate de una tienda, «no está mal, ¿eh? Y si tú, que pareces un chico bastante normal, crees que ella tiene cierto aire de perversa, bueno, son muchas las posibilidades de que allí haya también algún otro con la misma opinión, tan normal como tú, que, puede que en este mismo instante, ese completo desconocido, me esté haciendo un favor sin saberlo».

»Si pudieran tranquilizarse sólo un poco, seguramente no se pon____________________sentimientos psíquicos sobre el día en que me uniría a ellos.prendiera, y debía de parecerles que lo hacía. Cada vez pasaba algo que impedía que hiciera comentarios. Tal vez tenía uno de esos predrían a charlar sobre el coño de su esposa. Pero ellos estaban siempre demasiado embelesados en sí mismos, tan desesperados por hablar que no les importaba lo que yo pensara, esperaban que yo les com

«Siempre parecían muy preocupados. Algunos ni siquiera podían esbozar una sonrisa. Sentados bajo las alas de sus sombreros, buscan____________________tentaban disimular. "Supongo que perdí un poco la cabeza", "No recuerdo gran cosa de aquella semana" o "Estuve muy jodido por un tiempo".rado, a veces bastante despacio, a veces con un pánico ciego que intorias de batallas libradas en las fronteras, de las que se habían retima cantina junto a las vías en la que habíamos parado. O de las dos cajas. A veces, era casi una especie de fiesta, una convención, el Gran Ejército de la República Matrimonial, y unos a otros se contaban hisdo con las manos, bebiéndose una botella de cerveza tras otra de la caja que habíamos comprado entre todos y subido al tren en la últi

»Y bien, ahora estamos aquí, no tantos años después, y es mi tur_no de ocupar el otro asiento, marear la oreja del tipo que se sienta junto a la ventana, el que se subió en la última estación, o sea: tú.

– Mi turno de sentarme y escuchar.

– No tienes elección, colega.

Cyprian alargó la mano, seguramente sin más intención que apre_tar el hombro de Reef, pero éste frunció el ceño y se apartó.

– He hecho algunas putadas, Cyprian, pero ésa es la única que no tienen perdón. El modo en que mi pequeño me miró, la última vez… No es que se diera cuenta de que algo había cambiado. No era más que eso; apenas un bebé. Siempre se acostaba sin pensar jamás que yo no estaría cuando se despertara. Pero aquella mañana yo no estaba. -Cyprian y él cruzaron una mirada demasiado cargada de tensión para mantenerla mucho tiempo-. Ni siquiera sé ya por qué lo hice. Pero eso es muy fácil, ¿verdad?

– ¿Cuánto de todo esto le has contado a Yashmeen?

– No más de lo que ella me cuenta de su juventud. ¿Por qué? ¿Es que estás pensando en ir corriendo a chivarte?

– Yo no, pero tal vez tú sí deberías. Algún día.

– Para ti es fácil de decir.

– A veces ocurre en la cárcel -teorizaba Reef-. Es como si, al pa__jo triángulo de dos padres y un hijo, casi sin quererlo.sarte bastante tiempo dentro, las cosas acabaran deslizándose a ese vie

– Pero no estamos en la cárcel, ¿verdad que no?

– Claro que no. Ni siquiera sé por qué lo he dicho.

– Eres libre para irte cuando quieras -dijo Yashmeen-. Todos lo somos. Eso fue siempre lo importante.

– Puede que me sintiera libre para irme antes -dijo Reef. Pero no estaba en condiciones de mirar a los ojos a nadie.

– Tampoco sabe por qué ha dicho eso -intervino Cyprian. La ex__ciera leer en ese momento.presión del rostro de Yashmeen, oscilando entre la rabia y el divertimento, no era un texto que a ninguno de los dos jóvenes les apete

Lo que fascinaba a Cyprian últimamente del rostro de Yashmeen era lo que le sucedía cuando Reef y ella follaban. Cumpliendo su promesa, ella le había permitido mirarlos de vez en cuando. Como si Reef fuera un agente de transfiguración -no tanto a causa de sus porfiadas penetraciones, sino más bien en contra de éstas-, el rostro de Yashmeen, que en el pasado Cyprian había guardado como una fotografía plegada y a salvo en su memoria cotidiana, a modo de amuleto contra la desgracia balcánica, se apasionaba ahora con una exquisita ferocidad, velado de sudor, revelándole a él, como por unos rayos recientemente descubiertos, la faz de otra mujer insospecha__festarse.da. Un rostro no tanto poseído como desahuciado, con algún fin impreciso, por fuerzas que nunca habían tenido motivos para mani

Lejos, en el país más recóndito de su espíritu, tal vez en el co-consciente del que uno oía hablar estos días en los círculos de moda, sen_tía que algo empezaba a cambiar.

Ahora, tras años de evitarlo, había llegado el turno de Reef de soñar con su padre. Algo en la situación que vivía con Yash y Cyprian debía de haber soltado una costura, y el sueño vino a su encuentro. En el pasado había creído que ser el Kieselguhr Kid sustituyendo a Webb pondría en orden sus ilusiones mortales, pero no había más que ver adonde lo había llevado todo eso. Webb, incluso ya en el camino de vuelta de Jeshimon hacía tanto tiempo, aquella luminosa y estriden____________________para amarilla. Cuando Reef se acercó vio que el portador de la luz era Webb.gos de caucho; sólo uno de ellos, que iba hacia la mitad del grupo, llevaba el cabo de vela de su casco encendido. Como postulantes con sus hábitos, avanzaban en fila india por una calle tan estrecha como una húmeda galería iluminada por delante o por detrás por la lámnocer oficialmente las autoridades por el peligro que suponía para la cordura pública… Aquí era más oscuro de lo que podía imaginar. A lo lejos, Reef avistó una procesión de mineros con sus largos abrinables, imposibles de situar sobre un plano, con las mismas imágenes antiguas e inquietantes grabadas en sus paredes que en el McElmo, las cuales narraban una historia cuya terrible verdad no podían recocia pero tampoco ningún lugar de América, con unas calles intermiñones fantasmales del McElmo, sino en una ciudad que no era Venete alucinación… ¿lo reconocería Webb ahora, reconocería todavía sus ideas políticas, sus compulsiones? En el sueño ya no estaban en los ca

– Pequeñas victorias -lo saludó Webb-. Basta conseguir una o dos. Loar y honrar las pequeñas victorias allá donde se den, de la manera que sea.

– Pues no se han dado muchas últimamente, papá -intentó de_cir Reef.

– No estaba hablando de las tuyas, cabeza hueca.

Al comprender que era una tentativa de Webb de transmitir otro mensaje, como en la sesión de espiritismo en los Alpes, Reef atisbo en un único y breve instante de lucidez que ésa era la información pre__dar por qué era tan importante.cisa que necesitaba para volver al punto donde se había apartado del camino, hacía ya tanto tiempo. Y entonces se despertó e intentó recor

El plan de los tres había sido huir a la Garfagnana y vivir entre los suyos, entre lobos, anarquistas y asaltantes de caminos. Alimentarse de sopa de judías y farro, setas y castañas conservadas en el áspero vino tinto de la región. Robar gallinas, llevarse una vaca de vez en cuando. Pero al entrar en el valle del Serchio no pasaron de Bagni di Lucca, lugar de nacimiento de la ruleta europea que conocemos hoy en día, y allí su instinto de jugadores se impuso, y al instante todos habían vuelto a las andadas. Pronto, a pesar de sus mejores intenciones, nada____________________neaban bajo los aleros de los edificios y a lo largo de los cables del teléfono a esperar que escampara. Entonces los tres se quedaban en su alojamiento, follando, jugando, fingiendo perder lo justo para parecer normales, riñendo, aventurándose raramente en cuestiones como qué iba a ser de ellos.tinas envolventes de lluvia cubrían las laderas. Las golondrinas se alitival y del lila más claro, con una sombrilla que parecía utilizar como un argumento más del discurso. A veces las nubes se amontonaban sobre las montañas, espesando la luz hasta un tono gris oscuro, y corban en francos. A veces se los veía paseando bajo los árboles: Reef en el más sobrio de los negros, el ala del Borsabno oscureciéndole los ojos, delgado y alerta; Cyprian ondulando en blancos y pasteles, con sombrero de caza a cuadros extravagantes; Yashmeen entre los dos con un vestido de casino, cuyo tejido de gasa era de una ingravidez es

Lo que les resultaba difícil no eran las grandes cuestiones -ha____________________les y los jinetes de rodeo entenderían…-; lo que hacía tan complicado su día a día y podía convertir cualquier desliz en un desastre eran más bien las pequeñas gaciones humorísticas que sólo los moradores habituales de las cárcebían descubierto que los tres tendían políticamente al Anarquismo, que su visión del destino humano era pesimista, aunque incluía divacontrariedades, que, debido a cierto principio ho____________________bre nada en concreto, cantando como para sus adentros al ritmo de la Obertura deviales eran. Cyprian tenía la costumbre, desde hacía mucho aunque hasta ahora nadie se hubiera fijado, de hacer comentarios irónicos someopático de lo fastidioso, adquirían más intensidad cuanto más tri Guillermo Tell:

Bueno, pero qué bueno, mira que está bueno, bueno, pero qué bueno, mira que está bueno, bueno, pero qué bueno, mira que está bueno, pero que muy bueno, ¡mira que está bueno!

Reef suponía que era la adversidad la que le había enseñado el arte de componer exquisitas comidas de gourmet con los ingredien____________________día ofrecer era consistencia.rido quedarse con hambre antes que atragantarse con un bocado de cualquiera de los horrores del menú de Reef. Lo único que Reef potes que el día le ponía a mano, aunque no se tenía noticia de que los otros dos fueran de la misma opinión, y más de una vez habían prefe

– ¡Sé sur la tablé! -gritaba, y ahí tenían otra prueba culinaria ves_pertina-, Es francés. Significa que está en la mesa.

La pasta asciutta estaba siempre demasiado hecha, la sopa siempre demasiado salada. Nunca aprendería a preparar un café potable. Y tam_poco ayudaba que la respuesta de Cyprian al peor de esos esfuerzos fuera cantar:


¡Sí! ¡Sí! Questamuybueno, y tanto, está muy, pero que muy bueno (que-sí-que-sí)

¡Bueno! ¡Bueno!, sí, mira que está bueno, pero que muy bueno, ¡mira que está bueno!


– Cyprian, más vale que cortes con ese rollo.

Seguía entonces un silencio, que se prolongaba hasta que Yash_meen, en su papel habitual de apaciguadora y mediadora, creía que Cyprian había acabado de cantar, y entonces decía:

– Bueno, Reef, la verdad, esta comida, ejem…

Lo que daba pie para que Cyprian prosiguiera:

Muy bueno, muy bueno, pero que muy bueno, mira que está bueno, pero qué bueno está…

Instante en el que Reef agarraba un plato lleno de pasta fazool o de tagliatelle demasiado hechos y lo arrojaba con todas sus fuerzas al otro lado de la mesa, hacia Cyprian, provocando una gran lluvia pringosa.

– Me estás empezando a hinchar las pelotas, ¿entiendes?

– Mira lo que has hecho, me lo has tirado por encima de…

– ¡Oh, sois tan pueriles los dos!

– A mí no me grites, díselo a la nenaza esta.

– Cyprian…

– Déjame en paz -replicaba Cyprian haciendo muecas y quitán_dose la pasta de la cabeza-, no eres mi madre, ¿verdad que no?

– Por suerte para ti. Si lo fuera, habría actuando impulsivamente hace mucho, y ahora disfrutarías de un estado de salud muy distinto.

– Dale, Yash.

– Y en cuanto a ti…

– Al menos podrías explicarle lo que significa al dente.

– Te has dejado uno pegado a la oreja.

Un día, en Monte Cario, Reef casi se dio de bruces con nada me_nos que su viejo colega anarquista de Nueva Orleans, Wolfe Tone O'Rooney, de camino a Barcelona, donde estaba a punto de estallar, como sucedía periódicamente, otra revuelta anarquista.

– Dame un momento para que encuentre mi escopeta de elefan_tes y unos calcetines limpios, y estaré listo.

– Hermano de clase -declaró Wolfe Tone-, te necesitamos sano y salvo. Tu destino no es estar en la 'línea del fuego'.

– Eh, que yo soy tan bueno disparando como cualquiera de vues_tros borrachuzos.

Wolfe Tone explicó entonces que, por terrible que resultara para la causa anarquista, Barcelona era sólo un detalle secundario.

– Los gobiernos están a punto de joderlo de verdad para todos, de hacer la vida más insoportable de lo que el Hermano Bakunin jamás imaginara. Algo verdaderamente espantoso está en marcha.

– Ahí fuera. -Pero Reef no discutió. Lo cual debería haberle sor_prendido más de lo que de hecho le sorprendió.

Acompañaron al anarquista irlandés hasta la frontera francesa con España, y dieron una vuelta de final de temporada por los casinos franceses. Pero junto con los misterios del Deseo, Cyprian sentía un cambio en sus términos, tenía la nítida impresión de que algo estaba llegando a su final… Las fuentes del Deseo eran tan incognoscibles como las del Estige, Pero no más explicable era la ausencia de deseo, el por qué uno opta por no buscar lo que el mundo considera, a veces parecería que por unanimidad, que es de su propio interés.

– No eres la misma persona -le dijo Yashmeen-. Pasó algo en Bosnia. Siento…, siento que cada vez te importo menos, menos que alguna otra cosa, que algo que no dices. -Se apartó deslizándose como si le hubiera costado mucho esfuerzo decirlo.

– Pero si yo te adoro -susurró Cyprian-, y eso no puede cambiar jamás.

– En el pasado me habría preguntado hasta dónde llegarías para demostrarlo.

– Hasta donde tú digas, Yashmeen.

– En el pasado ésa habría sido justamente tu respuesta. -Aunque sonreía, la pálida frente dejaba entrever cierta premonición, cierto despertar que no tardaría en producir desolación-. Ahora es posible que ya no pregunte. Es posible que ya ni siquiera me lo pregunte.

No se trataba del numerito «ah, ¿pero lo dices de verdad?», tan habitual entre amantes. Ella se sentía abrumada por cierta profunda incertidumbre. El estaba de rodillas, como siempre. Ella tenía dos de____________________ma se hubieran redistribuido.vantarse o irse, a abandonar la escena, como si los papeles de un drados enguantados situados cuidadosamente debajo de la barbilla de él, que lo obligaban a mirarla directamente a la cara, hasta que Yashmeen lo apartó de una bofetada. La imagen clásica no había cambiado. Pero en el silencio de ambos podía detectarse una disposición tónica a le

Reef entró en la habitación envuelto en una nube de humo de puro, miró hacia donde estaban ellos y se dirigió a otra habitación. En el pasado habría tomado la situación como una invitación, y en el pa_sado lo habría sido.

Un día, en Biarritz, vagando por las calles, Yashmeen oyó una mú_sica de acordeón que salía de una puerta abierta. Una curiosa certeza se apoderó de ella, y se asomó dentro. Era un bal musette, casi vacío a esa hora del día, salvo por un par de concentrados bebedores de vino y el acordeonista, que tocaba dulcemente un vals callejero en modo me_nor. La luz entraba con un ángulo muy oblicuo que bastó para revelar a Reef y a Cyprian abrazados formalmente, bailando al ritmo de la música. Reef enseñaba a Cyprian a bailar. Yashmeen pensó en dejarse ver, pero al instante cambió de opinión. Se quedó quieta y contem_pló a los dos jóvenes resueltos, y deseó que Noellyn pudiera verlo. «Si alguien es capaz de acabar con ese muermo abatido en la pista, Pinky», comentaría más de una vez, «ésa eres tú.»

Fue por entonces cuando Yashmeen descubrió que esperaba un hijo de Reef y, como a Cyprian le hubiera gustado imaginar, en cier__da, también de él.to sentido auxiliar, bajo una luz ambigua y como fantasía enmascara

La noche que lo supo con certeza soñó con un cazador que por fin había llegado, un adiestrador de águilas del desierto que venía a ejecutar ante su alma el descenso del depredador, que se abatiría so____________________tructible taiga.zaría en un ángulo casi vertical de ascenso hasta los reinos del viento eterno, donde sobrevolaría, a una altitud que convertía el continente euroasiático en un pequeño mapa de sí mismo, el centelleo de los ríos, los picos de nieve, las Tian Shan y el lago Baikal y la inmensa e indesbre ella, la agarraría, se la llevaría, sostenida fuertemente con garras de comunión, sangre y destino, para arrancarla de la imperfecta esfera de Riemann que ella había confundido con todo lo existente, y la al


Hunter y Dally se presentaron un día en Londres, llegados en el exprés de Venecia, donde el acoso de los coglioni armados con Bodeos no mostraba signos de decaer, la Principessa Spongiatosta parecía an____________________tes de que cruzaran los Alpes, ella ya echaba de menos Venecia como un refugiado.bol de la nobleza italiana y Dally había concluido que Kit Traverse no iba a volver de Asia en un futuro cercano, si es que volvía. Pero ansiosa por convertir a Dally en una dudosa enredadera parásita del ár

Ruperta Chirpingdon-Groin fue lo bastante amable para ayu____________________recía ser el de mantener la frágil paz de espíritu de Hunter.masiado apasionado entre Dally y Hunter, Ruperta la ascendió a la categoría de Molestia Menor, lo que, viniendo de ella, era casi como decir que la admiraba, si bien Dally nunca se fió ni un pelo de 'Pert. Desde Venecia y aquel primer apretón de manos remilgado delante del Britannia, las dos habían observado una tregua cuyo propósito pagimiento. Sin embargo, una vez convencida de que no había nada dedarla a encontrar una agradable y pequeña habitación amueblada en Bloomsbury, mientras que Hunter regresó al seno almidonado de unas relaciones secundarias en algún lugar al oeste de Regents Park. Pese a que nunca había deseado especialmente a Hunter para sí, Ruperta no solía aguantar ver a nadie más contento, ni aunque fuera puro fin

– Pero le caes bien -insistía Hunter-. Tendrías que dejarla que te llevara por ahí. Conoce a todo el mundo.

– Le pone un poco nerviosa vernos juntos -le parecía a Dally-. Cree que somos novios o algo así.

– ¿Quién, 'Pert? Pero si es la persona más ingenuamente confiada que conozco.

– La mujer tiene celos hasta de un plato de gachas, Hunter.-Dally había visto casualmente a Ruperta hacía poco con la cara a unos cen____________________manecía pacientemente sentada con una cuchara y una jarra de leche. Ninguna de las dos parecía sentirse incómoda, ni siquiera cuando Ruperta ladeó la oreja hacia las gachas como si ñido grave y vicioso: «Ya, sí, ahora crees que te quiere, pero espera a que te enfríes un poco, te empieces a congelar, y verás lo amable que será entonces…», mientras Clothilda, su sobrina de cuatro años, pertímetros de un cuenco de gachas humeantes, al que lanzaba un gruéstas intentaran jus_tificarse.

– Bueno…, supongo que sólo estaban jugando. Una especie de juego del desayuno o algo así.

– Ven, querida -dijo Ruperta un día que apareció, para variar, de la nada-, hoy va a cambiar tu vida, te vas a llevar toda una sorpresa.

Dahlia se puso inmediatamente en guardia, ¿quién no? Ruperta, que se expresaba en una jerga londinense en gran medida ininteligi____________________conoció las uñas demasiado largas de un escultor.tro salón de té en Chelsea, sentada a una mesa frente a un voluptuoso personaje con un sombrero Fedora y un traje de terciopelo. Dally reble, los introdujo como por arte de magia en un taxi con taxímetro y, sin casi darse cuenta, Dally se encontró en una especie de sinies

– Señorita Rideout, esta criatura es Arturo Naunt.

– Esta será mi próximo ángel -afirmó Arturo mirando a Dally con un brillo en los ojos que ella creyó que no volvería a ver fuera de Ita_lia-. Dime, querida, ¿a qué te dedicas?

Dally se había fijado en que esos ingleses hacían preguntas del mismo modo que otros hacían afirmaciones, bajando el tono al fi_nal en lugar de subirlo.

– Soy una exiliada.

– De América.

– De Venecia.

– ¡Un ángel veneciano! Perfetto!

Pero no se trataba precisamente del tipo de ángel que Dally ima____________________miento que mostraba Arturo de los últimos escándalos que se habían producido en el Gran Londres.vada, y Dally y Arturo, tras un momento de conversación inane, se encaminaron a Victoria Station. Dally llevaba su fiable Lampo en el ridículo, y temía verse obligada a lidiar en cualquier momento con un pañuelo empapado en cloroformo, pero el trayecto hasta Peckham Rye fue tranquilo, incluso entreteniendo, gracias al profundo conociginaba. 'Pert se disculpó con su habitual sonrisa prepotente y depra

Desde la estación siguieron ladera arriba hasta un cementerio de_dicado a los soldados caídos en los conflictos coloniales del siglo XIX y de lo que había transcurrido del XX, ninguno de cuyos monumen__sensato, diseminado de tocones minerales. Citas de la obra maestra del criquettos conservaba visiblemente la verticalidad, formando un campo in Vitái Lampada, de Henry Newbolt, parecían reproducirse en una losa sí y otra no, aunque lo que había venido a buscar Arturo era algo bastante distinto.

– Aquí.

Se habían detenido ante una especie de sentimental pietà militar, en la que un soldado de infantería a tamaño natural, con una expre_sión de dulzura casi insoportable en el rostro, yacía agonizante con la cabeza apoyada en el regazo de una joven encapuchada en mármol negro, con un par de alas de depredador surgiendo de su espalda, que lo consolaba gentilmente; una de sus manos acariciaba la cara del yaciente, mientras que la otra se alzaba en un curioso gesto a medio camino entre un saludo y una orden.

– Uno de mis mejores ADM -comentó Arturo.

Con lo que parecía querer decir «Ángel De la Muerte». Dally se acercó, miró bajo la capucha. Vio una cara de las que se encuentran a cualquier hora, al doblar la esquina en una ciudad o al subir a un auto__ba para conducir el espíritu de él a orillas no menos inefables, mucho más allá del crepúsculo.bús, y luego los problemas vienen solos, ¿no?: la cara de una chica que ese muchacho agonizante había soñado, la chica que atendía el fuego del hogar en una casa que se había vuelto inalcanzablemente remota, que prometía placeres carnales inefables, al tiempo que se prepara

– Fiona Plush -dijo Arturo-, una chica encantadora. Lamentable____________________to más comía, más quería comer. Surgieron problemas de vestuario. Si miras de cerca el tratamiento de los ojos, verás que he captado el hambre ahí, y bastante bien, en mi opinión: esa falsa compasión que es la esencia del oficio de ADM, qué quieres que te diga.letín de viaje de pegamoide que imitaba la piel de cocodrilo. Cuanmente perdió la cabeza por un artista de variedades al que le gustan curvilíneas. Se la vio hace poco llevando la comida al trabajo en un ma

– Y ahora, déjame que me salte una fase, has salido al mercado en busca de una nueva modelo.

– Tal vez también de un nuevo enfoque. Debes de haberte fijado en lo mucho que la gente admira tu pelo.

– Supongo que estás planeando deshacerte de la capucha.

– Bueno, la tradición impone que se oculte la cara, ya sabes, se trata de la Muerte, ¿no? En el mejor de los casos, se aceptaría un crá_neo pelado y depende de lo propensa a las pesadillas que seas, a partir de ahí la cosa no hace más que empeorar.

– Pero este Ángel de aquí es…

– Cierto, pero es la buena de Fiona, no es culpa suya ser guapa, aunque al final tuve que adelgazarla un poco.

Durante los días siguientes visitarían otros cementerios, y cuantos más ADM de Naunt veía Dally, más raro le parecía todo. Ahí había en juego intenciones perversas, tanto procreadoras como mortales. En las enrevesadas formas del atuendo de un ADM, en ciertos momen____________________sipaban, o el día daba paso a la noche, esas figuras desaparecían o, a veces, se transformaban en otra cosa que, en cualquier caso, tampoco invitaba a una inspección más de cerca.diferente. Cuando las nubes se hacían más densas, se deslizaban o se ditos del día, bajo la presión de la luz poderosa, se distinguía claramente, en las sombras del vestido, la forma de un niño pequeño o, a veces, de más de uno, aferrándose a lo que podría considerarse un cuerpo in

Dally ya había posado cierto tiempo para un escultor. En Nueva York, en uno de los templos del capitalismo del centro de la ciudad, entre las estatuas alegóricas que bordeaban cierto pasillo de mármol, todavía se la veía como El espíritu del bimetalismo, con una cara reto____________________nera, y se helaba días y noches en una chabola al borde del límite de las nieves perpetuas?, ¿era así como había acabado convirtiéndose en una niña de oro y plata? ¿Se había fijado en ella el dueño de una mina o el ayudante del dueño, que después la habían llevado a la ciudad, a cualquier ciudad, para presentarla a algún amigo escultor, un zalamero que había estado en Francia, un veterano de los trapícheos de artistas y modelos, que sabía moverse por los salones de Kipperville…?vertida en una concha, tomada por esos lentos ritmos de madera? ¿O procedía ella de todavía más al Oeste, digamos de la región micedora comprada en un almacén, toda la tarde perla hasta entrada la noche, imaginando que su familia se había ido sin ella, la casa conda, Superávit, Rendimientos decrecientes? ¿Se había sentado alguna de ellas en un porche al borde de una pradera, balanceándose en una melada en cada iris una cuña de atención radiante dirigida a su mano derecha, que sostenía un sol y una luna simbólicos como la Justicia sostiene la balanza…, y, como las demás modelos, sin el menor rastro, en la expresión que había adoptado, de triste arrepentimiento por cómo había acabado. ¿Qué habían sido de niñas: Provisiones, Demancada como la de una urna ceremonial, rodeada de guirnaldas, cince

A diferencia de otras que también se dedican al oficio de modelo, ella había adoptado un enfoque de actriz, y de hecho interpretaba las abstracciones que le mandaban encarnar, para así «meterse en el per__yeras cuanto pudieras sobre él? Y otro tanto con Arturo sonaje». ¿Qué interés tenía encarnar el bimetalismo a menos que leNaunt y sus ADM. Este trabajo de cuidar rebaños de almas militares…, Dally no podía evitar abordarlo desde el punto de vista del Ángel. Puede que la capucha estuviera ahí no para ocultar sino para proteger, del mis_mo modo que el chal de una semeuse clásica se extendía a veces sobre su cara para protegerla del sol, de algo que había allá arriba, potente pero desviable, cierto brillo o forma insospechada de energía…, ¿la gracia de Dios? ¿Por qué el Ángel de la Muerte, actuando como agen_te de Dios, tenía que taparse de la gracia? ¿De qué otra desconocida energía oscura se protegía entonces? ¿De qué anti-gracia?

Hubo fricciones desde el principio. Arturo quería reposo, inmo__cidad.vilidad; Dally le daba una atleta dinámica, rendida a un viento que sólo ella percibía, con un aire tontamente orgásmico debido a la velo

– Bueno, no soy Charlie Sykes, ¿no? -se le oía murmurar con fre__bles, constantes, se van acumulando blancas como la escarcha… Son rostros que parecen requerir ese desarreglo en la luz, y tal vez cierta voluntad para verlos, por más ansiosamente que los rechacen aquellos de nosotros que los ven.cuencia. Como el rostro de Fiona Plush antes que ella, el de Dally era demasiado específico para una contemplación prolongada. Hemos visto caras como ésas, cuando cambia la luz del día, resaltando contra las paredes largas y monótonas de los almacenes de los suburbios, en días de niebla o de incendios distantes cuyas gotas de cenizas invisi

Mientras tanto, 'Pert, que había intentado, con poco éxito, sem____________________servaba a mano para ocasiones como ésa. El compositor dirigía dos orquestas de cuerda dispuestas comotido informal más apropiado para Brighton, con un sombrero que siempre le había parecido especialmente aborrecible pero que consistible para la maldad gratuita, porque lo acompañó luciendo un vescilmente le granjeara la simpatía del público británico. Sin embargo, la vida de 'Pert no tardaría en sufrir cierto reajuste. En septiembre, Hunter la invitó a acompañarlo a la Catedral de Gloucester, donde, como parte del Festival de los Tres Coros de ese año, se representaría por primera vez una obra de Ralph Vaughan Williams. Ruperta, que despreciaba la música eclesiástica, debió de intuir una posibilidad irregilidades resultantes, y se nombró a sí misma anti-musa, esperando por pura mezquindad empujar a Hunter a realizar una obra que difíbrar dudas respecto a la chica que Hunter tenía en la cabeza, también se había enterado, a través de elementos del CRETINO, de algunos detalles sobre las aventuras previas del pintor, así como sobre sus fra cantores y decani, unos frente a otros, a través del coro y el presbiterio, con un cuarteto de cuerda en____________________grimas caían sin interrupción por su cara, se mantuvo flotando sobre las cabezas del público, a la luz del otoño, durante todo el tiempo que duró la pieza. En el último y largota aproximadamente la mitad de las bóvedas, donde, mientras las lánera nada vulgar, emprendiendo un ascenso discreto y constante hasmonías de nueve partes invadían los huesos y los vasos sanguíneos de los asistentes, muy lentamente Ruperta empezó a levitar, pero de matre ellos. En cuanto Vaughan Williams alzó la batuta, antes incluso de las primeras notas, algo le pasó a Ruperta. Mientras las resonancias frigias inundaban la gran nave, cuerdas dobles subían y bajaban, y ar diminuendo, descendió con calma al suelo y se reintegró a sí misma, sin volver a asumir jamás su viejo pa____________________ra decir algo:ciente de que algo trascendental le había acontecido, paseaban ahora en silencio por el Severn, y transcurrieron horas antes de que ella osapel de pelmaza insoportable. Ella y Hunter, que era vagamente cons

– Nunca, jamás, debes perdonarme, Hunter -susurró-. Nunca po_dré pedir perdón a nadie. De algún modo, yo sola, por todos y cada uno de los malos actos de mi vida, tengo que encontrar uno bueno que equilibre la balanza. Y puede que no me quede tiempo suficiente.

En circunstancias normales, él habría discutido con buen humor su teoría de contabilidad moral. Pero más tarde juraría que la había vis__ses a los que las sonoridades en séptima bemol nunca se les escapan, Hunter se había quedado encantado inmediatamente con lato rodeada por una extraña aura luminosa, y supo que no la haría desaparecer con ninguna broma. Poseedor de uno de esos oídos ingle TallisFantasía, siempre la amaría, pero el cambio espiritual que él necesita__dría ascender lo bastante para escapar.ba tendría que proceder de otra fuente. El tiempo subía como un río en una estación de tormentas, hasta penetrar impetuosamente con olas espumeantes por los callejones y las plazas de su alma, y no sabía si po

Cuando sus pinturas empezaron a hacerse raras, Dally se dio cuen____________________recía el fondo, y era la imprimatura cruda la que cobraba la cualidad de una presencia, exigiendo que la observaran…lumbrante, como si un elemento esencial hubiera quedado fuera de la pintura. A veces, en la parte vacía de la composición incluso desapacia el otro lado como si allí hubiera alguien, pero no había nadie. O dos sujetos aparecían juntos, pegados a un lado, mientras cerca, lo bastante para tocarlos, se abría un espacio de una luminiscencia desta de inmediato. En las composiciones aparecían vacíos intencionados; una figura estaba a un lado del lienzo, mirando o haciendo gestos ha

– ¿Qué es esto? -quiso susurrar Dally, temerosa por él-. ¿Qué es lo que no enseñas?

Por lo general, a quienes le interpelaban en ese sentido, Hunter solía remitirles al desbordante espacio-luz de Dido construye Cartago de Turner, que por aquel entonces colgaba en la National Gallery.

– Si uno tiene que robar, es aconsejable robar de los mejores.

– Esa no me la trago, Hunter, lo siento.

– O puede que, ahora que estás bien informada sobre la obra del Ángel de la Muerte, quieras venir y posar para uno de esos espacios vacíos, si las cosas en el taller de Arturo empiezan a aburrirte.

– Pues hasta es más espeluznante que eso. -Le contó el último in_cidente en el taller de Chelsea. El otro día, Naunt le había pedido que prescindiera del habitual atuendo del ADM y se pusiera tan sólo un par de botas militares. Entonces, desde una habitación del fondo, surgió lo que se conocía en el oficio como un Joven Bien Dotado, también desnudo, salvo por un casco de infantería azul oscuro.

– Ya sabes la postura, Karl -le instruyó Naunt. Sin hacer comen__trás de él y agárralo por las caderas con firmeza, sin remilgos…tario alguno, Karl se puso a cuatro patas y presentó su, Dally no pudo dejar de fijarse, su más que atractivo culo-. Ahora, Dahlia, ponte de

– Dijiste que se pondría un dildo -le recordó Karl un tanto ja_deante.

– ¿Qué está pasando, Arturo? -preguntó Dally-, si no te importa compartir tus intenciones, claro.

– La ternura maternal -explicó Naunt- es ciertamente uno de los atributos del ADM, aunque no el único. La agresión anal, nada des__da de su poder, y de hecho la sumisión que ella espera, así como una fuente de consuelo, da a veces placer al objeto de sus atenciones.conocida en la imaginación militar, es una expresión igualmente váli

– Entonces se supone que yo…

– No te preocupes por el pene, puedo añadirlo más tarde.

– Eso espero -murmuró Karl.

– Estos artistas…-Hunter suspiró cuando ella acabó de contárse_lo-. Entonces, ¿vosotros dos…?

– Debe de ser por mi puritana educación americana -dijo ella-, pero sodomizar idiotas nunca ha sido plato de mi gusto.

Y quiso el destino que ella encontrara casualmente en la ciudad, esa misma noche, nada menos que a su viejo admirador, el empresa_rio de espectáculos americano R. Wilshire Vibe, cuyas producciones, en los últimos años, habían sido mejor acogidas en el West End que en Broadway.

– Vaya, caray, vi esa cabellera desde Shaftesbury Avenue, creí que había un incendio. Podrías reunir las condiciones para hacer una mitzvah, joven dama. -Resultó que estaba buscando una «chica típica irlandesa» que decorase su última iniciativa. Los orientales ya están en Wigan, y ninguna de las que se había presentado a los castings se ajus__más una de las figurantes en el gran número del tercer acto detaba a los requisitos. El papel era de extra en el primer acto, pero ade Pelirro_jas traviesas, que se representaba muy cerca, se marchaba, así que si Dally podía correr lo bastante rápido por el Strand para que le diese tiempo a cambiarse de vestuario y de maquillaje, vaya, sería la sustituta perfecta.

– Lo que llamarías «dos por el precio de uno» -dijo ella.

– Ya estamos. No estás comprometida en otra cosa ni nada, ¿verdad?

– Oh, en una especie de espectáculo religioso de aficionados, pero puedo dejarlo.

Tras hacer de figurante, pronto le dieron un par de frases, luego los ocho compases de un dúo con un chico cuya gama vocal era de media octava, fácil de seguir por la de la propia Dally, y antes de que se diera cuenta se encontró aclamada como una de las maravillas del mundo tal como éstas se definían en Shaftesbury Avenue, el Strand, Haymarket y Kings Way, aunque también la reconocían como tal los públicos suburbanos desde Camberwell Green hasta Notting Hill.

Gate, y a menudo gente bastante peculiar que no dudaba en abordarla en plena calle y regalarle huevos escoceses y digestivos, hacerle fotos, pedirle que firmara programas teatrales, trozos de periódicos utiliza____________________ple toquecito a su cigarrillo.tamente acechante pero vigilando con obstinación desde detrás de un rododendro del Himalaya o de una escultura de hielo que se fundía rápidamente, ataviado indefectiblemente con su habitual uniforme blanco tropical y su sombrero Panamá, la perseguía la figura de su más nuevo y leal pretendiente, Clive Crouchmas, en cuyo campo gravitatorio Ruperta había sido capaz de introducir a la chica con un simciones a remotos principados y reinos de jeques. Y siempre, no exacmiradores. Mujeres adultas, poetisas locas, bellezas de fotograbado se ofrecían a abandonar a sus maridos, soltando montones de dinero cuya magnitud se le escapaba a Dally, incluso en términos de salario por hora. Le regalaron joyas que habían reposado en las cajas fuertes de familias distinguidas durante siglos, así como raras orquídeas, consejos para invertir en Bolsa, creaciones de Lalique en ópalo y zafiro, invitados de sus pies se convirtieron en objetos de adoración, no siempre en privado, lo cual la obligaba a cambiarse de medias tres o cuatro veces en el curso de una misma velada, pues se le empapaban o se le llenaban de carreras enseguida. Los hombres no eran sus únicos adcia propia y hubiera que dejarla a su aire, a merced de sus impulsos; eran mansiones donde la atendía un solícito servicio doméstico, y ella asistía desconcertada a extravagantes actos de humillación de jóvenes cuyos nombres no siempre escuchaba ni, mucho menos, recordaba. Le suplicaban prendas íntimas para cosérselas a los sombreros. Los deponentes mansiones de la campiña británica, sin más exigencia que la de presentarse tal como era, como si su apariencia poseyera concienparente, Dally era invitada los fines de semana a alguna de las más imrada, casi asombrada con inocencia de poder contemplar con tanta calma el ardor ajeno, como desde dentro de un espacio glacial y transdos para envolver fritadas, cabezas alegremente inclinadas de maridos. Sabedora de que nada de eso podía durar mucho más de una tempo

Desde las intrigas ferroviarias turcas, Crouchmas se había conver_tido en una autoridad mundial en las oscuras artes de lo que se co____________________bía interesado a Clive desde el principio.lor de su pelo, al que Zaharov era llamativamente sensible, lo que hatenía contacto, aunque no especialmente íntimo, con traficantes de la muerte como Basil Zaharov. De hecho, fue la conocida fascinación del célebre magnate de las armas por Dahlia Rideout, debida al cosoluto desvinculado de la adquisición de armamento, también manpertos más solicitados por varias Potencias, cuando él tenía a bien concederles una cita. Dado que el gasto del gobierno no estaba en abnocía como «pedir prestado casi a perpetuidad». Era uno de los ex

– Sí, supongo que es así -Ruperta se había encogido de hom_bros-, aunque al final tanto dé quién sea.

– Y ella no está…

– ¿Comprometida? Signifique lo que signifique eso en su caso, siempre podrías llegar a un acuerdo. Estas chicas… Siempre hay otra. Es como el inventario de un florista, ¿no?, los precios bajan cuando se acerca la hora de cerrar.

Clive se quedó allí sentado, entre la mantelería de un blanco puro, la plata perfectamente pulida y la cristalería inmaculada, con la boca ligeramente abierta. En el pasado, cuando eran niños, Ruperta le ha__sante de sus sueños más inconfesables.bía ofrecido una libra por uno de sus soldaditos de plomo, y después de que él se lo hubiese dado, ella cogió un bate de criquet que tenía preparado y empezó, con cierta solemnidad, a golpear el soldadito. El debería haber llorado, pero más tarde recordaría que lo que sintió fue sólo admiración, mientras tal vez pensaba en probarlo con otro. Una niña espantosa que, con el tiempo, él había llegado a considerar la cau

Bueno, era la misma historia que con la Principessa, le pareció a Dally. ¿Es que las únicas mujeres que conocía Hunter eran alcahue____________________dreja con intermediarios que no siempre recordaban qué nombre se suponía que estaban usando, se transmutaba en claridad y gracia, en Dally con un carodas habitaciones de hotel, sino en barrios elegantes y adinerados, en la zona de Northumberlad Avenue, en el centro del esplendor de la gran ciudad y de cuanto ésta ofrecía: el Métropole, el Victoria, ese tipo de locales, siempre flores frescas, champán vintage; la opacidad sucia de su trabajo diario, sus cientos de pequeños tratos de comablada de Finsbury o de los alrededores, ni se citaban en desvencijatentó instalarla en alguna pequeña y deprimente habitación amuedad. Ningún motivo para acudir a la policía, ¿no? El se comportaba todo lo limpiamente que podía, respetaba sus sentimientos, no intas? Resultó que hacer de querida no era ni de lejos el sórdido horror que había imaginado. Crouchmas era coser y cantar. Básicamente lo que a él le gustaba era verla masturbarse, todo muy dulce, en ver déshabillé y envuelta en una cálida niebla de placer procurado por ella misma, mientras él la miraba sentado a una dis_tancia prudencial.

Dally encontró a Lew Basnight un fin de semana en una fiesta en Bananas, la suntuosa mansión de Oxfordshire de Lord y Lady Overlunch. Ella llevaba un vestido de muselina de imprenta, que por entonces se consideraba muy chic entre los bohemios de espíritu. Los impresores de Fleet Street la utilizaban para limpiar los tipos después de cada jornada laboral; luego uno iba a buscarla a las papeleras, la llevaba a las Costureras Listas que conocía en Regent Street y se pre_sentaba en la función ataviada con el Globe o el Standard del día, y se pasaba la noche entera averiguando si la gente estaba admirando su vestido o sólo intentaba leerlo.

Esa noche asistían miembros del CRETINO, que últimamente andaban por todas partes, como si algo fatal estuviera en marcha y eso hiciera indispensable su presencia. Dally había hecho que le echaran las cartas del Tarot hacía poco, en Earl's Court, nada de especial ni ex_quisito, el tipo de cartomancia por la que una dependienta pagaría seis peniques, así que cuando Lew le explicó qué clase de detective era, al menos sabía a qué se refería cuando le habló de los veintidós Arcanos Mayores.

– ¿Eres uno de esos del CRETINO?

– Antes sí, pero he abierto mi propia agencia, ahora soy más un asesor en reserva por si a esa Icosaedíada le da por empezar a actuar. Siempre hay algo nuevo, aunque con el paso de los años -calculó- he acabado persiguiendo a todos, y los más sencillos han resultado los más duros de pelar, Luna, Sol y demás, así que intento evitarlos siem_pre que puedo.

De hecho, hoy había estado tumbado al Sol, con el sombrero ca____________________tos tiempos».bre su cabeza. El Sol intentaba explicarle algo: «Más allá del habitual "eh, que soy yo. Soy yo", claro, que es más o menos lo estándar en eslado hasta los ojos, medio adormilado o, como alguien habría dicho, meditando, desde el amanecer hasta que el áspero mediodía cayó so

Esa noche, más tarde, en la mansión de los Overlunch, fue la Luna la que lo encontró, entre los invitados con frac y vestidos de Vionnet que deambulaban por los jardines de los pabellones, reflejada en la lisura de obsidiana del lago ornamental, y le llamó desde el cielo, otra vez, «Soy yo… Soy yo…», mientras se oía el lento estrépito de las ci____________________censes de rayas, sus lámparas de pequeños cristales centelleando desde dentro de fantásticas grutas de hielo, sus guardias orientales con armas blancas y tocas y dientes deslumbrantes.ciente Luna en persona, justo por encima de un hombro desnudo y fugaz, brillando sobre esos privilegiados de fiesta, con sus tiendas cirto lugar remoto de los jardines; ahí venía la poderosa y resplandegarras gigantes en el estanque y el perro empezaba a ladrar desde cier

Entonces, por fin, pura e inconfundible, La Estrella.

– Soy yo…

En la práctica adivinatoria normal, La Estrella, el número XVII, que a primera vista significaba esperanza, era también un posible augurio de pérdida. Mostraba a una joven atractiva, desnuda, con una rodilla en el suelo, vertiendo agua de dos jarras; su desnudez intenta____________________quiera sea mujer», le advirtieron repetidamente, con ningún resultado.mentado una alucinación similar, e incluso tenían una palabra para ella, «pixielado». «El ocupante actual de ese Arcano puede que ni siriosa rubia desnuda. Curtidos practicantes del Tarot habían experiman Smith, de que una noche doblaría un recodo en el paisaje y allí estaría la misma conjunción exacta de tierra y agua, el árbol en la loma, el pájaro en el árbol, y también, ajena por el momento a su presencia, con el fondo de faldas de colinas y montañas a sus espaldas, esa glote, le interesó tan sólo la mujer desnuda, aunque varios asesores del CRETINO intentaron que fuera más allá. El parecía convencido, tan fascinante era la imagen del diseñador de la baraja «Pixie» Collidad del alma. A Lew, en otros tiempos, tal vez comprensiblemenbergar todavía esperanzas. A.E. Waite, siguiendo a Eliphas Lévi, creía que en su sentido más oculto la carta tenía que ver con la inmortaba indicar que incluso cuando se está privado de todo uno puede al

Dally le había estado mirando fijamente, con una expresión cada vez más radiante. Él entrecerró inquisitivamente un ojo.

– ¿Qué?

– Ésa fue la última carta que pusieron boca arriba -dijo Dally-. En Earl's Court. La Estrella.

– Bueno. -Lew ladeó el pulgar hacia arriba y hacia el este, donde sin duda un objeto muy brillante y luminoso había estado despla____________________ciones, según la tradición, distaban de ser muy claras.trella del Perro, Sirius, que regía esta parte del verano, y cuyas bendizándose lentamente toda la noche-. Es una buena carta, sí. -Era la Es

– Cuéntame -pidió ella como si se tratara de una aflicción com_partida por ambos-. ¿Quién era? Cuando por fin los localizaste, ¿quién era La Estrella?

La costumbre de él, llegado a este punto, era responder:

– Bueno, puede que haya estado exagerando un poco, nunca lle_gué a descubrirlo del todo. -Pero, pese a que Lew hubiera preferido salir a la terraza junto al pequeño y oscuro lago y fumarse un puro a solas, tenía cierto asunto pendiente con esa joven dama.

– ¿Tienes un momento, señorita Rideout?

Ella había estado pasando un rato bastante agradable hasta ese momento, pero esas fiestas solían pasar factura, y supuso que esta vez no sería diferente. Dejó la copa de champán, respiró hondo y dijo:

– Claro.

Un latido de silencio recorrió la terraza, dejando medio compás extraviado de la música que tocaba la orquesta de baile, inesperada____________________contronazos en ángulos imprevisibles, sin parar de reírse tontamente.nocible al final de cada cuatro compases, mientras todos tropezaban con los muebles, las paredes, entre sí, y salían tambaleándose de los enmente disonante, manchando la velada, antes de reanudarse, ahora en 3/4, demasiado rápido para llamarlo vals o para que nadie siguiera el ritmo, salvo los más atléticos o los locos, y en consecuencia las parejas bailaban a velocidades diferentes, intentando llegar a algún sitio reco

– El tipo con el que viniste.

– El señor Crouchmas.

– ¿Lo conoces desde hace mucho?

– ¿Quién quiere saberlo?

– Sólo soy el mensajero -dijo Lew.

– ¿De quién? ¿Del CRETINO?

– No, no son ellos, pero no puedo decir más.

– Clive y yo somos buenos amigos -dijo Dally, como si Crouchmas fuera uno más de sabe Dios cuántos jovencitos del West End.

– Alguna gente siente un interés muy vivo por sus negocios -dijo Lew-, y pagaría generosamente por cierta información.

– Si al menos tuviera una idea…, pero no es el caso, puesto que no me dedico precisamente a leer las páginas de economía, ni siquiera entiendo los titulares, si quieres que te diga la verdad.

– ;Y cómo llevas el alemán?

– Ni palabra.

– ¿Pero lo reconoces cuando lo oyes?

– Creo que sí.

Fuera, en los terrenos oscuros, un pavo real emitió de repente un ruidoso sonido de gárgara, «Oooj», y luego gritó «¡HAI!» con voz casi humana.

– El hermano Crouchmas ha establecido algunas relaciones con alemanes en el curso de los años -dijo Lew-. Empezando por los ava____________________triótico o incluso leal, responde que el Rey es tío del Káiser, y que si eso no es una conexión, le gustaría saber qué lo es.nal hasta el día de hoy, que se encuentra entre las mejor provistas. Cuando se le pregunta hasta qué punto puede considerarse eso paplotación, la mayoría a respetables empresas alemanas a través del Deutsche Bank, donde de hecho ha mantenido una cuenta persoles de los ferrocarriles turcos, amasó una buena suma durante un par de años, luego revendió las líneas directamente, o sus licencias de ex

– Pues no anda desencaminado. Pero a ver, sólo por curiosidad, ¿de cuánta «generosidad» estamos hablando?

– Oh, una buena tarifa. -Anotó una cifra en una tarjeta de visita y se la pasó, consciente de que los estaban mirando-, ¿Cómo es po_sible que no vea ni rastro de efusiones de lágrimas, narices levantadas, el habitual numerito de «cómo te atreves»? La mayoría de las jovencitas, a estas alturas…

– Sólo soy la pequeña putita de Clive, ¿no? ¿Qué no haría una chica así por una suma como ésta?

Ella tendría que haberse sentido mal por sus expediciones de es__guía tomárselo tan en serio. Una y otra vez se le subrayaba, mediante Lew Basnight, que su actividad no se dirigía personalmente contra Crouchmas, que tenía más que ver con la reunión de información, tanta como fuera posible, dados los rápidos cambios en la política turca. Aunque hubiera leído alguno de los documentos, que no los leía, no habría podido saber cuánto daño, si alguno, podían hacerle a Clive.pionaje, al menos por «traicionarle», pero por alguna razón no conse

– Alguien está visiblemente fascinado -comentó con tristeza Hun____________________nia, pero en el terreno del dolor y la destrucción, ¿qué importa la polaridad?te sobre nosotros. Uno oye a matemáticos de los dos países hablar de «cambios de signo» cuando quieren distinguir a Inglaterra de Alemación de muertos, tanto militares como civiles, causados por la Gran Guerra que todo el mundo espera que se abata de manera inminenmania. Como si acabara de descubrir un nivel de «realidad» en el que las naciones, como el dinero en los bancos, se hubieran fundido y fueran indistinguibles; el ejemplo más obvio sería la inmensa poblater- con las lealtades simultáneas de Crouchmas a Inglaterra y Ale

Era un edificio alto, más alto que cualquier otro de Londres, más alto que San Pablo, y pese a ello nadie había sido capaz de distinguirlo con la suficiente claridad para considerarlo como una «vista» que im____________________drodinámica.tos…; aunque la mercancía no fuera exactamente un fluido, se decía que las ecuaciones que regían su movimiento eran de naturaleza hisión de tejas de tejados y, por descontado, allí estaba, obstaculizando masivamente la visión del cielo y de cualquier rasgo de la ciudad que se extendiera por detrás, una negrura casi de obsidiana, que se cernía sobre cuanto lo rodeaba, casi respirando, con la sensación de descenso incrustada en su estructura, no sólo cuando caía la lluvia y la nieve, sino más llamativamente en su interior, la transferencia vertical de un producto indisputado desde los niveles superiores a las zonas de carga ocultas abajo, por toboganes, por ascensores, por válvulas y conducto de la ciudad levantaba la vista cuanto podía, más allá de la confujana a la que uno sabía llegar. El modo preciso de entrar, no digamos ya de visitarlo, seguía siendo una cuestión oscura; de hecho, sólo lo conocían los adeptos que podían demostrar que trabajaban allí. El respresionaría a los turistas, se trataba más bien de un prisma de sombras de cierta solidez, que se alzaba para siempre más allá de la calle más le

Había llovido todo el día. En las alturas, las fachadas de cristal os____________________sión de derechos de paso para una línea de ferrocarril a lo largo de la Península de los Balcanes, redactada en caracteres cirílicos y árabes, todo entretejido en el más delicado guilloquis verde por la entidad ya inexistente de Rumelia tendría un gasoducto para combustible de alumbrado. Una concetos. Dally podía buscar ahí, sala tras sala, durante días, abrir cajones y armarios y encontrar documentos extraños, de aspecto oficial, sobre acuerdos extranjeros que nunca se hicieron públicos… Una carta real, firmada por el Rey Ernesto Augusto, que concedía a una filial de la oscura empresa de Crouchmas el derecho a construir un túnel a través del Canal del Norte del Mar de Irlanda, entre Galloway y el Ulster, destinado al transporte de fuerzas militares y que además condo sobre la ciudad entre las corrientes de la tormenta. Las ventanas inclinadas filtraban una luz ahumada y violenta hasta pasillos desierban rápidas, como si quisieran camuflarlas, en su propia ilusión de movimiento, al modo de un barco de guerra de la Industria navegancuro capturaban las formas de las nubes de tormenta que se deslizaOriental. Una escritura de venta de una enor__tuidad a la soberana Obock, y no una copia mecanografiada, sino la escritura original, un documento impresionante y pesado como una lámina de plomo, ornamentado con un elaborado cartucho grabado en acero, que resplandecía casi con luz tropical, en brumosos verdes, amarillos y naranjas conseguidos mediante un tratamiento del color demasiado secreto para tener siquiera nombre, y que representaba en delicado detalle palmeras,me parcela de suelo británico, en Buckinghamshire, un poco al este de Wolverton y al norte de Bletchley, cedida aparentemente a perpe dhows, nativos recogiendo sal o cargando cocos en barcos mercantes, momentos históricos como la ocupación en 1889 del fuerte de Sagallo a cargo del aventurero cosaco Atchinov y el archimandrita Paisi (rostros de miradas demasiado francas para obedecer a un simple capricho), que había acabado en un bombardeo por parte de buques de guerra franceses y siete muertos inocentes. Cajón tras cajón de madera lisa y deslizante, todos llenos de esos mis____________________bidos. Pero nadie la interrumpió allí arriba.mente, esperando que la sorprendieran en el acto de leer datos prohiplacable luz de lluvia bajo la cual ella se movía, respirando cautelosanes de identificación, ni siquiera cerraduras. Allí donde las había en el pasado, ahora no quedaban más que cilindros abiertos, oxidados, ocupados tan sólo por la sombría exención que dispensaba la imterios territoriales. A nadie parecía importarle quién los abriera ni quién mirara en ellos; Dally no había encontrado guardias ni peticio

Fuera, el viento soplaba con ferocidad sobre estatuas para las que ella podría haber posado hacía no tanto, reproducidas aquí a centena____________________les, borrosas en este día de tormenta, sobre la húmeda desdicha de los campos…torneadas tan nítidamente como una ovación, que se perdían más allá de los límites de la ciudad y de las vistas de las praderas glaciadas a diario por los vientos hasta dejarlas nacarinas, tan pulidas que reflejaban las formas de las nubes al alzarse remotas sobre las oscuras, las doradas cumbres de la ciudad, nubes perfiladas como caras, contentarse con registrar las sombras que corrían entre las difracciones versátiles del hollín que ascendía a las cimas de esas torres, restregasonar débilmente bajo las largas ráfagas, como si tañeran por la tarde sin que nadie las escuchara. Criaturas de friso, rostros de cariátide en los pisos superiores, soledad mineral. ¿Dónde podían encontrarse ojos humanos, o siquiera las lunas inexpresivas que servían de ojos para otras figuras de su clase, en estos peligrosos abismos? Debían conres en una variación moderna de piedra de Portland que parecía re

El ascensor la llevó suavemente a la planta baja, pero a ella le cau__brada belleza, se deslizó por el vestíbulo y volvió a salir al clamor de la ciudad.só la misma impresión que si ascendiera. Invisible dentro de su cele

– ¿Es ésa la joven dama, señor?

– Oh, Dios… -Clive Crouchmas con voz afligida-. Ayúdame, Dios…

– Señor, en ese caso sólo necesitaremos que nos firme esto, como prueba de que hemos realizado el servicio para el que se nos contrató.

Dally paró un taxi que la sacó de allí, los detectives se tocaron el sombrero y desaparecieron tras doblar la esquina, la lluvia arreció de nuevo, Crouchmas siguió acurrucado en el grandioso vestíbulo de estilo egipcio. Los que tenían asuntos allí iban y venían, mirándole a hurtadillas. Cayó la noche con un prolongado zumbido, resonando por las nubes bajas con un gran roce de fricción de fuerzas electro____________________dades -mutilación de pobres, sacrificios me Entrevue, donde, aunque peticiones insatisfechas de ciertas activimotoras, mientras por debajo se arrastraban con solemne regularidad los ómnibus, que llegaban o partían cada pocos minutos. Crouchmas se había olvidado del paraguas. Caminó bajo la lluvia hasta un local sombrío cerca de los muelles, donde nadie se fijó en lo empapado que iba, y bebió un rato; acabó en el único sitio de Londres que todavía se veía capaz de considerar como su hogar, el establecimiento de Madarituales-, más fáciles de con____________________nos sonaban débilmente por pasillos no siempre visibles.cesidades. El humo de puro aromatizaba las habitaciones. Los teléfoseguir en la economía a gran escala, podían ser la razón para perder algún cliente, dejaban pasar a cualquiera por raras que fueran sus ne

Como le pasaba últimamente, notó que sus pensamientos volaban hacia el sur, como en una alfombra mágica, a Constantinopla.

– Venderé a esa zorra a un harén, eso es lo que voy a hacer.

Que tal cosa ya no fuera posible en la Nueva Turquía no se le ocurrió en ese momento.

Madame se comportó con la comprensión habitual.

– Pero ¿de verdad creíste todo este tiempo que era por tu aspecto?, ¿por tu inagotable virilidad? Consúltalo con el espejo, Clive, y aclára__timental?te. Tienes una sólida reputación de duro, ¿por qué ponerte ahora sen

– Pero ella no era una más, yo estaba de verdad…

– No lo digas, aquí dentro no utilizamos ese lenguaje.

Avanzada la noche, se topó por casualidad con el viejo «Doggo» Spokeshave.

– Bueno, si Constantinopla forma parte de tus planes, Crouchmas, el compartimento de los Coches Cama que Baz Zaharov tiene reser_vado debe de estar libre por un tiempo.

– Ahora los controlas tú, ¿verdad, Spokeshave?

– No creo que a él le importe, no, Crouchmas.

– ¿Y dónde está B.Z., entonces?

– En Japón, según los rumores. Si no él en persona, sin duda sí su gente. En sus negocios todo es muy extraño en este momento, Crouchmas, más vale que lo sepas.

– Pero, a ver, Spokeshave, ¿no deberían tener los japos un arsenal completo a estas alturas?

– Sí, pero son ellos los que quieren venderle algo, mira tú. Todo el mundo está siendo muy misterioso al respecto. El objeto ni siquiera tiene un nombre en el que coincidan todos, salvo por una letra ce que aparece en todas las versiones, según creo. Un artefacto que cayó en sus manos hace unos años y que ahora han puesto a la venta en los términos más atractivos, casi como si…

– ¿Como si no lo necesitaran, Spokeshave?

– Como si les asustara.

– Ay, Dios. Entonces, ¿a quién piensa vendérsela el bueno de Baz?

– Oh, siempre hay arribistas en el juego, ¿no?, vaya, Crouchmas, sólo tienes que mirar a tu alrededor.

– ¿Quién? ¿Los turcos?

– Y cualquiera que tenga intereses en los Balcanes, no me sor_prendería nada. Sobre todo si Baz lo vende lo bastante barato, nunca se sabe.

– Bueno, echaré un vistazo al asunto cuando llegue allí, no te quepa duda. Ya puestos, podrías reservarme el compartimento siete. Nunca viene mal que te consideren un íntimo del bueno de Baz, ¿no?

– No seré yo quien lo niegue, ¿verdad que no?

– Tal vez tenga que pasar un tiempo en Constantinopla -dijo con calma-, por aquellos viejos avales de los ferrocarriles otomanos otra vez. Son como espectros, nunca desaparecen del todo. Aunque el nue____________________pañarme.verse por el laberinto de los Jóvenes Turcos. Pero la cosa tiene que hacerse en persona. Supongo que no podrás librar unos días y acomvo régimen los hace constar como gastos presupuestarios a tanto por kilómetro, quedan todavía cifras bonitas por cobrar, si uno sabe mo

– El nuevo espectáculo no empezará a ensayarse hasta dentro de un tiempo -dijo ella-. Déjame comprobar si puedo.

Tras una breve llamada telefónica, Lew le dio la autorización.

– Dicen que cuanto puedas averiguar allí tendrá «un valor inesti_mable».

– ¿Eso dicen? ¿Nada de «Buena suerte, Dally, claro que pagaremos por días», o algo por el estilo?

– No, pero voy a decirte algo personal…

– Veamos, Detective Basnight.

– Guárdate las espaldas. Por favor. He oído cosas de ese Crouch_mas. Nadie se fía de él.

– Hay quienes dirían que él es un viejecito amable y yo una pica_ra mercenaria.

– Oh, mierda, ahora estás coqueteando.

Para asegurarse de que él lo pensaba, ella le tocó suavemente la manga.

– Tendré cuidado, Lew, no te preocupes.

Últimamente él había empezado a preguntarse si no sería Dally la encarnación de La Estrella. Un anuncio de la liberación definitiva de sus obligaciones, si es que todavía existía alguna, con el CRETINO. ¿Sería la luz de su inocencia -aunque fuera una inocencia pícara- suficiente para mostrarle concluyentemente que los «Arcanos Mayo__rable?res» que había perseguido durante tanto tiempo no tenían por qué haber sido necesariamente criminales ni culpables de nada? ¿Y que el CRETINO los había juzgado así por un error profundo e irrepa

Se dijo que era su deber acompañarla a Charing Cross. Los an_denes olían a vapor y humo de carbón sulfúrico. La locomotora se estremecía, muscular, de un azul prusiano bajo las farolas eléctricas. Uno o dos sonrientes admiradores le pidieron que les firmara en un puño de la camisa.

– No te olvides de traerme algunas Delicias Turcas.

– Las únicas que me sea posible disfrutar, porque la buena de D.R. no se va de vacaciones sino a trabajar. -Cuando él le pasó la maleta, ella se inclinó y le besó la mejilla-. Bueno. -Se retocó el sombrero y se dio la vuelta para subir los peldaños de hierro-. Allá voy, Constantinopla.


La idea que se le había ocurrido a Clive Crouchmas de vender a Dally a un harén no estaba mal, pero para algunos la venganza no es tan dulce como el beneficio, y no tardó en ocurrírsele que ella le sería más productiva como medio para sobornar a alguien útil. Además, los puri____________________tánea que le llevó a creer que el único medio de sacar algún provecho sería venderla en un mercado de trata de blancas en algún otro sitio, con la intermediación de elementos dispersos de la Vieja Turquía y sus colaboradores Habsburgos; finalmente, ese otro sitio resultó ser Hungría.lantado, y los beneficios eran magros. Ante la perspectiva de volver a Inglaterra con las manos más o menos vacías, Clive, responsabilizando a Dally de todos los contratiempos, tuvo un ataque de locura momenbul estaban empeñados en eliminar todos los vestigios del sultanato, y de hecho Clive se vio obligado a soportar un trato poco respetuoso en las oficinas de la Agencia de Deuda Otomana en Cagaloglu, donde él había organizado algunas de sus, imaginaba, más bizantinas intrigas. Peor aún, otros -alemanes, lo cual no sorprendía a nadie- se le habían adetanos ahora en el poder en lo que algunos empezaban a llamar Estam

De algún modo, dado que su descripción de Dally incluía su fa_moso pelo rojo -un rasgo muy asociado a las compañeras de viaje de Basil Zaharov-, sus potenciales secuestradores Imi y Ernó habían teni____________________brero Trilby negro característico de Centroeuropa, al compartimento de Dally, de que iban a secuestrar a unase, a hurtadillas como piratas de opereta, ambos con el peculiar somdo la impresión, al subir al Orient Express en Szeged y encaminar chica Zaharov, por la que el magnate internacional de las armas pagaría una generosa suma como rescate.

Mientras tanto, Kit Traverse estaba sentado en un tren de coches cama que circulaba en la otra dirección, hacia París, y que, según el horario previsto, debía de estar entrando en Buda-Pest en ese momento aproximadamente, de no ser por un leve retraso debido a mis_teriosas actividades revolucionarias en la línea, de modo que tanto su tren como el de Dally llegaron a la vez a Szeged. Kit se asomó por la ventanilla y vio al otro lado de las vías, en el tren de enfrente, a una atractiva pelirroja que parecía tener algún problema. Todavía faltarían unos cinco o diez minutos para la partida, así que podía pasarse por allí y ver qué pasaba.

– ¡Chica Zaharov!

– No… ¿quién, yo?

– ¡Chica Zaharov! ¡Pelo rojo! ¡Mira!

– Os agradecería que quitarais vuestros ganchos de carnicero de mi pelo -dijo Dally.

Los dos se miraron como si tuvieran que replantearse alguna re_mota posibilidad de error. Siguió un largo proceso de reflexión.

– ¡Chica Zaharov! -empezaron a gritar ambos otra vez.

– Chicos -dijo un risueño Kit Traverse desde la puerta-, ¿no creéis que os habéis equivocado de compartimento?

– No puedes ser tú -dijo Dally.

Kit distinguió a una joven en un elegante conjunto de viaje, mien__paldas, encendiendo su cabello descubierto. El enfocó la mirada hasta asegurarse de que veía a quien estaba viendo.tras la luz del sol entraba a raudales por la ventanilla del tren, a sus es

– Vaya.

El Nagant de 7,62 mm que llevaba metido en el cinturón no es_capó a la atención ni de Imi ni de Ernó, que rápidamente reajustaron su conducta para dar a entender solvencia mental.

– Este es el compartimento número siete, ¿no?

– Hasta ahí todo bien.

– Siempre está reservado para la Zaharov úr y sus apreciadas y en_cantadoras chicas Zaharov. ¿Viene de Viena?

– No -dijo Dally.

– Las chicas Zaharov siempre suben en Viena.

– Bueno, pues ya veis…

– Imi, Crouchmas úr dijo «chica Zaharov», ¿no?

– Eso dijo.

– Usted -Imi se volvió hacia Kit- ¿es el señor Zaharov? Crouch_mas úr nos dijo que estaba en otro sitio.

– ¿Os ha enviado Clive Crouchmas? Qué sapo miserable -afirmó Dally.

– Vamos a ver, Fonók -dijo Erno con voz confidencial, fingiendo dirigirse a Kit en un aparte-, pongamos que quisiéramos comprar un submarino…

Y al instante Imi tenía una pequeña FN Browning en la mano.

– Bocsánat.

– Para empezar, yo no soy Basil Zaharov, el famoso mercader de la muerte, y ella no es una chica Zaharov, sino, mi esposa Euphorbia, y, sí, tenemos la intención de pasar nuestra luna de miel en Cons_tantinopla, el Ministerio de la Guerra británico fue tan amable de conseguirnos este acomodo, que está libre esta semana debido a que el señor Z., como ya habéis comentado, se encuentra en otro lugar…

El chef de brigade asomó la cabeza en ese momento, y las armas se desvanecieron de golpe.

– ¿Madame…, messieurs? Saldremos dentro de poco. -Los saludó permitiéndose una mirada inquisitiva y fija dirigida a todos.

– Caballeros, discúlpenme un momento, por favor -dijo Dally em_pujándolos como a gallinas al pasillo.

– Estaremos jugando a kalabriás en el salón de fumadores -advirtió Ernó-. Nos gustaría aclarar esto antes de llegar a la Porta Orientalis.

– Os habéis equivocado de personas -cantó cansinamente Kit-, preguntad por ahí, al encargado, a los revisores, a todo el mundo.

– Si los ha sobornado -señaló Imi-, siempre podemos pagar más que usted.

– No si en realidad fuera Basil Zaharov. -Kit, resistiéndose al im_pulso de guiñar un ojo, se retiró al pasillo. Como enigma lógico no lo habrían aceptado en Gotinga, pero aquí le daría cinco minutos más de margen, y era todo lo que le hacía falta.

Saltó del tren de Dally a tiempo para ver cómo el suyo desapa__darse ahí, en -¿cómo se llamaba el sitio?- Szeged, por un tiempo.recía por las vías hacia París, Francia, así que le pareció que debía que

Años más tarde ambos serían incapaces de coincidir en la versión de cómo se habían encontrado en la línea de tranvía Széchenyi-Tér, huyendo hacia el corazón de la ciudad. Kit sabía que ése era el tipo de historia que los abuelos cuentan a los nietos, de la que suele haber también una versión de la abuela, más práctica y menos propensa a producir aburrimiento… Lo cual es como decir que lo que Kit recor__dencia a disparar, no dejaban de aparecer en momentos inesperados durante la huida; mientras que Dally sólo recordaba haberse puesto rápidamente un par de botas más resistentes y haber guardado algunas cosas imprescindibles en un maletín, que le arrojó a Kit, y que después saltó a las vías cuando el tren, ya en marcha, salía de la estación, le tomó la mano y partieron. No fue hasta llegar a Kiskúnfélegyháza, una hora más tarde, cuando Imi y Ernó se dieron cuenta de que la joven pareja había desaparecido.daba era que había realizado una peligrosa maniobra evasiva mientras comandos de homicidas húngaros, famosos por su estatura y su ten

Mientras corrían por las vías, el corazón les latía con violencia. En eso sí coincidían.

Kit, de hecho, ya estaba en fuga. Había vivido en Constantinopla, sirviendo en la barra del Hotel des Deux Continents, junto a la Gran__bía encontrado por fin el equilibrio. La gente de por aquí hablaba del destino, pero para Kit era una cuestión de inmovilidad.de Rue, en la orilla europea o zona de garitos del Cuerno de Oro, en Pera, tanto tiempo que casi había acabado creyendo que su vida ha

Le había llevado su tiempo, desde las Tierras Altas de Kazaj a la Estepa Kirguiza y la Depresión del Caspio, con breves trayectos en pequeños vapores a lo largo de la costa de Anatolia, con la Ciudad in____________________quitas y su tráfico marítimo, bajo la Torre Gálata, y atracó por fin en Eminónü.llante y nervioso de la revolución, hasta que dobló el último cabo y entró en el Bósforo, con sus palacios y sus pequeñas bahías y mezvisible por delante de él, atrayéndole a su campo cada vez con más fuerza, mientras sentía el peso del respeto, de la historia, el filo bri

Pera era una ciudad fronteriza consumada, un pequeño Estado, un microcosmos de los dos continentes, con todos, griegos, judíos, sirios, armenios, búlgaros, persas y alemanes, haciendo de las suyas. Desde la dramática marcha del «Ejército de la Libertad» de Salónica a Constantinopla para reprimir la amenazadora contrarrevolución del Sultán, las cosas habían estado cambiando bruscamente, tanto en el bar del Pera Palace como, en menor grado, en el Deux Conti____________________den del día.chís, las palizas en callejones y los asesinatos seguían estando a la ornents. Aunque el Comité de la Unión y el Progreso había dejado de ser una organización clandestina, las conspiraciones, el tráfico de ha

En el seno del CUP, otomanistas, nacionalistas y panislamistas luchaban por el poder, y por su parte, huelguistas, komitadji, socialis_tas y docenas de otras facciones reivindicaban su sitio en la Nueva Turquía. Todos acababan pasando por el Deux Continents tarde o temprano.

Habría sido esperar demasiado que los traficantes de armas no to____________________temático.do incalculables metros cúbicos de espacio, que de otro modo habría resultado tolerable, con su miasma química con olor a flores. Quedó claro que Viktor recordaba a Kit más como ingeniero que como matima vez en un cafetín de Ostende hacía cinco o seis años. Utilizaba un tipo de gomina para el pelo menos sutil, si cabe, que antes, llenanmaran nota de una situación como ésa, así que no fue raro que una noche Kit se encontrara preparándole un cóctel de champán nada menos que al distinguido Viktor Mulciber, al que había visto por úl

– ¿Qué es lo que te retiene aquí?, ¿te gusta la ciudad?, ¿se trata de una chica?, ¿de un muchacho de los baños griegos?, ¿del hachís local?

– Sigue. -Kit se encogió de hombros.

– Ahora mismo, para los ingenieros, parece un mercado favorable. Para los de aviación en concreto. ¿Tienes alguna experiencia en eso?

– Gotinga. Pasé un tiempo en el laboratorio del Doctor Prandtl, en el Instituto de Mecánica Aplicada. Todo bastante teórico.

– Cualquier empresa de aviación del mundo te pasaría al instante un cheque en blanco, se arrodillaría y te suplicaría del modo más hu_millante posible que pusieras el precio que quisieras.

El tipo era un vendedor, aunque no estaba claro qué quería ven_derle a Kit.

– ¿Le interesaría a alguna en particular?

– Desde la exhibición aérea en Brescia del año pasado, Italia pare____________________rección en el dorso de una de sus tarjetas-. Esta se encuentra en Turín, es un buen sitio para empezar.tores de motocicletas están entrando en el negocio. -Anotó una dice el lugar más apropiado. Pilotos como Calderara y Cobianchi están diseñando sus propios aparatos, algunas fábricas de coches y construc

– Muy amable por su parte, caballero.

– No hace falta que te arrastres, chico, hay una prima para el in_termediario, y es bueno para el negocio.

En circunstancias normales, Kit se habría guardado la tarjeta en el bolsillo, la habría perdido y habría seguido con su vida en la ciudad, oscilando entre Europa y Asia, cómodo como un lento aleteo, si no hubiera sucedido lo que sucedió unas noches después. Cuando se diri_gía a casa tras su jornada en el Deux Continents, pasó por delante de un meyhane, un salón lleno de borrachos donde estaba tocando una banda de gitanos, y de repente, acompañado por una ráfaga de humo resinoso, un joven salió volando por la puerta y fue a parar justo de__bres, dos empuñando sendas pistolas y otro lo bastante corpulento como para que no le hiciera falta ninguna. Kit no tenía ni idea de quién era quién, pero por un antiguo reflejo relacionado con las probabilidades, que últimamente no le atraían mucho, sacó su Nagant; eso distrajo al trío lo bastante para permitir que la lante de Kit, que casi se cayó al suelo. Tras el joven salieron tres hompresa se escapara por un estrecho pasaje abovedado. Los dos que llevaban pistola corrieron tras él, el ter_cero se quedó mirando.

– Sabemos dónde trabajas -dijo por fin en inglés-. Te has metido en la discusión equivocada. Ándate con cuidado.

A la noche siguiente alguien le robó la cartera. Gorilas calleje_ros visiblemente perturbados se abalanzaban sobre él desde ángulos insospechados. Politissas que antes le guiñaban el ojo encontraban excusas para mirar a otro sitio. Un día, Yusuf, el gerente, le llamó aparte.

– El hombre cuya vida creíste salvar anoche -dijo haciendo un gesto elocuente- era un enemigo del CUP, y ahora lo eres tú también. -Entregó a Kit un fajo de libras turcas y un billete de tren con desti_no a Buda-Pest-. Es todo lo que puedo hacer. ¿Te importaría dejarme la receta del cóctel que inventaste?

– «Amor en las Sombras de Pera» -dijo Kit-, No es más que Cre_ma de Menta y cerveza.

Y así, sin darse cuenta, se encontró en Szeged jugando a hacerse el héroe. Con la salvedad de Dally, claro.

Sin saber quién los perseguía ni, en el caso de Kit, por qué, siguie_ron adelante hasta que salieron de la ciudad, después continuaron a lo largo de un pequeño canal de riego bordeado de sauces y finalmente entraron en un campo de paprika.

– Y, dime, ¿adonde te dirigías? -preguntó ella por fin-, ¿a París?, ¿a Inglaterra?

– A Itaha -dijo Kit-, a Venecia.

En ese momento Dally recordó la promesa que, más o menos, ella le había inducido a hacer a él en algún instante del año anterior, pero no tuvo el valor para comentarlo, visto que no podía decirse que ella le hubiera esperado. ¿En qué había estado pensando para haberse marchado de Venecia?, ¿acaso se había vuelto loca? Kit la estaba mi_rando como diciéndole…, pero entonces, inesperadamente, lo que dijo fue:

– No te acuerdas, lo sé.

Ella fingió que miraba los campos de paprika, que maduraban ha____________________tentó recordar la última vez que había sentido tanta flojedad en las piernas.tos, con el de sus labios (se le ocurrió en ese momento a Kit), e incia un rojo que no podía compararse con el de su cabello… o, ya pues

– Claro que me acuerdo.

Ya estaban demasiado cerca de no darse la vuelta y fundirse en un abrazo tan fluido como la solución de un enigma. Allí, en el silencio anterior a las clamorosas semanas en que la cosecha se adueñaría de los campos, con las plantas de paprika agitándose audiblemente bajo las ca__nido separados.lurosas brisas de las planicies, fueron los únicos en sorprenderse de cómo se les habían adelantado sus propios cuerpos, de lo impacientes que éstos estaban con sus respectivas mentes, que los habían mante

– No sé si es una buena idea, me refiero a que tu vestido, con todo este polvo…

– Oh, es una tierra espléndida -le informó ella entre besos-, tie_ne buen tacto, huele bien…, mira todos estos pimientos de por aquí, les encanta…, se quitará, no sé por qué te preocupa…, oh, Kit…

Kit, con los pantalones bajados y los zapatos todavía puestos, ya había entrado y reentrado, y demás, y el ciclo, ahora tan exclusi____________________se a separarse de la cópula, yacían en un cálido refugio incompleto del sol del mediodía, entre la luz y la sombra, rodeados de las hileras de plantas bajas y el olor de la tierra.bían conocer, hasta que al poco, en un momento de calma, negándovamente de ambos, húmedo, intenso e impetuoso, se alejó como un remolino del tiempo que otros amantes con menos apremios de

Cuando ella recordó cómo se hablaba, dijo:

– ¿Dónde has estado, en Siberia o por ahí?

– En realidad…

– Ya me lo contarás más tarde.

Sólo pudieron llegar a un bosquecillo de acacias cercano antes de tener que besarse y al poco follar otra vez.

– Debe de ser por toda esta paprika -conjeturó Kit.

Entonces volvieron a Szeged y se alojaron en una habitación de tres kroner y medio del Grand-Hôtel Tisza.

– Para los jóvenes újházaspár ingleses -anunció en voz alta Miklós, el recepcionista, pasando por alto todas las manchas agrícolas y dándoles un par de entradas-, ¡cortesía del hotel! ¡Un magnífico espectáculo esta noche en el Varosi Színház! El incomparable Béla Blaskó, nues____________________brían visto a Béla haciendo de Romeo… -Sacó un periódico local y lo abrió por la página de la crítica teatral-. Fíjense, dijeron «amante feroz…, apasionado…», pero no hace falta que se lo diga a ustedes dos, ¿verdad que no?cién llegada de Viena. Si hubieran estado aquí la semana pasada, hatro famoso actor de Lugos, que canta y baila en una nueva opereta re

– Bueno -objetó Kit.

– Anda, vayamos -replicó Dally maliciosamente-, será divertido.

Resultó que era un espectáculo bastante bueno, aunque ellos no llegaron a entenderlo del todo. Se preocuparon de cenar antes, bas_tante temprano, en el paseo junto al río que llevaba al Színház, en el Café-Restaurant Otthon. En lugar de menú, un camarero telépata llamado Pityu les sirvió vino, pan y cuencos llenos de una milagrosa combinación de pescado, paprika y pimientos verdes.

– Esto no es una sopa normal -dijo ella-, ¿qué es?

– Hálaszlé -dijo Pityu-, sólo se hace aquí, en Szeged; tres tipos de pescado, todos del río.

– Y sabías…

– Yo lo sé todo -se rió el camarero-, o puede que nada, mi inglés se vuelve a veces un poco raro. Pero vuestros amigos Imi y Ernó han vuelto a Buda-Pest, así que al menos no tendréis que preocuparos de ellos.

– Entonces también debes de saber que yo no soy una chica Zaha_rov -dijo Dally ejercitando las pestañas.

– Mi madre, que sigue viviendo en Temesvár, diría que tu destino es mucho más exigente.

La opereta, todo un éxito en Viena por entonces, se titulaba El Burgher King, y en ella, el rey de un país de ficción de Europa Central, que se sentía alejado de su pueblo, decide mezclarse con sus súbditos disfrazado como un miembro más de las clases medias urbanas.

– ¿Y por qué no de campesino, Su Alteza?, ¿o de gitano o de obrero?

– Uno requiere cierto grado de comodidades, Schleppingsdorff. Si uno se pasa el día entero trabajando y durmiendo, no le quedará tiempo para la observación, y menos aún para la reflexión… ¿no crees?

Entre las alegres canciones de borrachera y las baladas sentimen__pidamente en himno para las admiradoras de escaparates vienesas:tales de amor, destacaba el vigoroso vals que se había convertido rá

Machen mr ein-en Schaufen-sterbum-mel, U-berweifen sie irgendwas Fum-mel, auf Strafien und Gassen, lass uns nur lauf-en AI-les anstarren, aber nichts kauf-en…

En uno de esos alegres paseos por los escaparates, el monarca ca____________________les son presa del pánico, forman un trío y cantanra de ella, pero, como era de esperar, está casada. Los consejeros reamuflado conoce a Heidi, una horripilante burguesita, y se enamo molto agitato. Uno de ellos, Schleppingsdorff, decide disfrazarse también y finge que se enamora de la doncella, la mejor amiga de la H.B., Mitzi. Desgracia____________________mado Ditters, corre de aquí para allá, intentado averiguar qué se trae su mujer entre manos, y no tarda en enloquecer por el esfuerzo. Todo es muy divertido.tento de conquistar a Heidi. Entretanto el bajo cómico, el marido, lladamente, es de Heidi de quien Schleppingsdorff se queda prendado al instante, mientras Mitzi, ya obsesionada con el Burgher King, cumple con la formalidad de devolver las atenciones de Schleppingsdorff, para de ese modo estar cerca del B.K. y abalanzarse a la primera señal de peligro, que ella intenta forzar animando a Schleppingsdorff en su in

El primer acto se cerraba con el joven Béla Blaskó, que interpre__ciendo girar un bastón delante de un grupo de bailarines y cantantes que interpretaban el enérgico:taba al Burguer King, luciendo un sombrero de seda ladeado y ha


No hace falta estar tan alicaído,

pasa la noche en la ciudad,

que el Danubio no es tan triste y azul,

no si haces lo que yo:

sal a la ucca,

date un paseo por la avenida,

verás que el latir de la ciudad

pone una síncopa en tu zapato,

busca a una de esas damas austrohúngaras,

tan superficialmente profundas,

por donde andan los gigolós,

demasiado espabilados para dormirse.

Lo único que te hace falta es

una alegre chica del Imperio para pasar el rato,

que te diga si es de día o de noche,

y escaparte en un crucero, ¡de

esta tristeza azul austrohúngara!


Una canción que, al bajar el telón del primer acto, había hipno_tizado a Dally sumiéndola en un estado de ojos desorbitados.

– No es que no haya visto nunca un actor principal encantador, los he visto a montones, pero este tipo es el no va más, te lo digo yo, ¡y húngaro!

Kit supuso que sería eso.

– Pero ¿por qué le muerde el cuello a la buena de Heidi, a qué ve_nía todo eso?

– ¿Es algo que hacen por aquí? Tú eres el que ha ido a la univer_sidad. -Su mirada al borde de lo que uno llamaría inocencia.

Kit le devolvió la mirada intentando reprimir la sonrisa bobalicona que estaba a punto de adueñarse de su cara.

– Bueno, es un poco difícil de decir, tengo el húngaro un poco oxidado y demás, pero… ¿no te parece que ella estaba, no sé…, bus_cándoselo?

– ¿El qué? ¿Que le mordiera el cuello? -preguntó adoptando, sin saber por qué, su acento inglés de fin de semana en el campo.

– Bueno, veamos…

– Kit, ¿qué demonios estás…? -Pero lo dijo apartándose el pelo de la cara y estirando el cuello para ponerlo a su alcance. En cierto ins_tante se percataron de que la función se había reanudado, y el Burgher King y sus colegas proseguían con la habitual intriga melodiosa.

Kit y Dally estaban en un palco, y nadie parecía mirarlos. Ella se dejó caer de rodillas y empezó a llenarle los pantalones de colorete y saliva. Los dedos de él se perdieron entre sus cabellos. Los latidos de ambos martilleaban más alto que la música.

– Esto es una locura -susurró Kit.

– Vamos -convino ella.

Volvieron a la habitación sin nada que los entretuviera, salvo un botones con un ramo de gladiolos y las habituales sujeciones del atuen__mirarla en su plena desnudez y en todo su esplendor. Pero no más de un minuto, porque ella corrió hacia él, lo arrastró a la cama, se le echó encima a horcajadas y empezó a cabalgarlo en una prolongada serie de calor, risas, maldiciones y gritos en un idioma propio que Kit estaba demasiado alterado para traducir. Al poco ella se había desmoronado hacia delante en un largo beso, y su cabello despeinado los rodeaba como un nimbo incendiado.do. Por primera vez pareció que Kit se tomaba un minuto para ad

– ¿Son pecas? ¿Por qué brillan así?

– Un recuerdo de la paprika -murmuró ella, y al instante se que_dó dormida, completamente desnuda y empapada, en sus brazos.

La mejor opción, les pareció a ambos, era mantenerse alejados de la estación de Szeged y remontar el río en un vapor hasta Szolnok, tomar el tren regional para Buda-Pest y desde allí ir en el nocturno con coches camas que vadeaba el lago Balaton hasta Pragerhof, don_de tomarían el tren Graz-Trieste e irían en segunda clase a Venezia.

Un trayecto enrevesado, por decir algo. Pero el lago Balaton era demasiado atractivo para obviarlo. Se bajaron del tren en Siófok y al poco ya estaban inclinados sobre el agua, junto con cientos de fami_lias de vacaciones.

– Un desvío precipitado.

– Pues tendríamos que movernos más rápido.

– Trenes atestados de turcos chillones ocupan la línea.

– Agitando espadas, fusiles Mauser y demás.

A esas alturas ya se estaban mirando a los ojos. Otra vez. Aque__ban en sus muelles, otros bañistas se fueron, losllo no parecía tener fin. El sol se puso, los pequeños veleros atraca fogások se zambullían cerca para ver qué pasaba, y su desconcertante contemplación no paraba. En algún lugar, en una terraza, tocaba una banda de baile. Las luces se encendieron en los restaurantes que daban a la orilla, en jardines y habitaciones de hotel, y ahí se quedaron Kit y Dally has_ta que apareció la primera estrella; como si ésta les recordara todo lo que tenían que desear, volvieron bajo el techo de su habitación, que era donde, en esta exuberante fuga, pasaban la mayor parte del tiempo.

– Alguien te andará buscando, ¿no? -dijo Kit.

– No estoy segura. A algunos les resultaría más cómodo que no me encontraran nunca, creo.

El sol que atravesaba la ventana la iluminaba a contraluz mien____________________tantes.sado. El no parecía buscar pelea, pero los hombres eran como las tormentas en el mar, que las tienes encima antes de verlas venir, y allí estás, anegada y perpleja. Decidió contarle lo que podía. ¿En quién más había confiado? La gente confiaba en los demás hasta que la traicionaban, pero la alternativa, no confiar jamás en nadie, te convertía en otro Clive Crouchmas, y en el mundo ya había basción. Tras haber sido objeto de demasiada atención por parte de instancias peculiares, Dally había aprendido a andarse con cuidado con lo que contaba a los hombres; entretanto, esperaba con cierto nerviosismo que Kit le empezase a preguntar por su colorista patras paseaba por la pequeña habitación, observando a Kit con aten

– Kit, ¿cuánto quieres saber de lo que he estado haciendo? -¿De verdad había preguntado eso?

– ¿Cuánto podría entender?

– Una gran parte serían altas finanzas internacionales.

– Ah. Así que, vaya, nada que ver con funciones de una variable compleja, o algo por el estilo, supongo.

– Casi todo sumas y restas, pero se pone un tanto…

– Tienes razón, claro, me perdería…

– No, escucha… -Mentalmente se agarró la nariz, dobló los dedos de los pies y se zambulló como una bala de cañón en su historia con Clive Crouchmas. Kit escuchó con atención y no sufrió visiblemente un ataque de celos-. Le espiaba para cierta gente -concluyó-, y él lo descubrió.

– Entonces, ¿es peligroso, tu viejo novio?

– Es posible. Yo podría volver a Londres. Se supone que tendría un pequeño papel en una nueva obra, pero ahora mismo no sé si de_bería. Tal vez lo mejor sea mantenerse aparte por un tiempo.

– Lo que yo había estado pensando…

Ella se calló de golpe, los suaves músculos se le tensaron, los do__sieron alerta bajo la luz del sol.rados cabellos microscópicos a lo largo de sus piernas desnudas se pu

– … es: ¿cómo vamos a conseguir dinero hasta que encontremos algún trabajo en Italia?

– Oh. No tenemos problemas de dinero. Que no te quite el sue_ño. -Pero, para ser justos, ella le concedió un minuto y medio tal vez para que dijera algo desagradable como: «Su dinero» o «¿Qué tuviste que hacer por él?», antes de acercarse resueltamente y de puntillas a donde él estaba sentado y, tras agarrarle el pelo con las dos manos, ti_rar de su piadosamente silenciosa cara hacia la fragancia de su coño.


La luz no entraba exactamente del modo que uno esperaría en las iglesias, no llegaba mediada por las imágenes sagradas de las vidrie____________________zas de Madero de Casas Grandes, no tenían ninguna gana de luchar a campo abierto y provisionalmente permanecían en sus guarniciones.to un lugar seguro. Aunque los federales habían expulsado a las fuerdentales de pájaros y nubes. Era Semana Santa en la Sierra, todavía gélida por la noche pero tolerable durante el día. A veces soplaba una brisa desde la montaña. Esta parte de Chihuahua era por el momenras sino por las hojas nuevas de los árboles del exterior, los huecos abiertos en el adobe por la artillería federal, las sombras fugaces acci

Casi cada día moría aquí alguno de los que habían participado en la reciente batalla. Los heridos yacían en hileras irregulares sobre el antiguo suelo de baldosas, el sacerdote y el médico pasaban entre ellos una vez al día, las mujeres del pueblo se acercaban cuando podían -cuando no había ningún niño al que cuidar, ningún 'novio' con el que estar o al que despedir, ningún fallecido en la familia al que llo_rare intentaban limpiar las heridas y cambiar las vendas, aunque los materiales estériles eran objetos de lujo a este lado de la frontera.

Un día Frank se despertó de un sueño en el que corría, corría sin esfuerzo ni dolor a una velocidad que ni siquiera alcanzaban los ca_ballos, no como perseguido ni como perseguidor, sino que corría por correr, por el placer de la carrera, supuso. Mientras siguiera avanzando de ese modo, ligero, ingrávido, sabía que nunca tendría problemas de ningún tipo. Por delante de él, parecía extenderse una concentración de luz, algo así como una ciudad después de anochecer, y se pregun____________________conocer, y que llevaba en la boca un cigarrillo mexicano barato, se lo encendía en ese momento y a continuación se lo tendía a Frank.ribundos, mientras se le acercaba un rostro que estaba a punto de renas, inmovilizado y hambriento, entre los olores de los heridos y motó qué podría ser. Al ritmo que corría, no tardaría en llegar. Pero de repente se encontró de vuelta sobre el suelo de la iglesia fría y en rui

– Los vi traerte. -Era el chamán indio El Espinera, que en el pa_sado le había enseñado a volar.

– Vaya, '¿qué tal, amigo?'. -Frank tomó el cigarrillo e inhaló todo lo profundamente que pudo, dado el estado de sus costillas, al menos una de las cuales parecía rota.

El 'brujo' asintió y se encendió uno para sí.

– Crees que estás soñando, '¿verdad?'. Pues no, mi pueblo está ahí arriba.-Movió los ojos hacia las montañas-. Pasé un tiempo en Durango, pero ahora estoy aquí, reconociendo el terreno para Don José de la Luz Blanco. -Hizo un rápido inventario de los daños de Frank-, Tú estuviste con él y con Madero en la batalla.

– Sí. Debería haber estado en otro sitio.

– Pero te recuperarás. Es sólo una bala.

– Una más de las que me hacía falta. Luego me caí del caballo y me pasó por encima otro caballo, y después vino lo demás.

– Los caballos de Chihuahua son los mejores del mundo, pero son listos, y un hombre en el suelo significa poco para ellos, a menos que sea un tarahumara. Nos respetan porque nosotros corremos más.

– Pues ese caballo tuvo el detalle de arrastrarme hasta un canal de riego… -Frank exhaló el humo en un fugaz rayo de sol y el 'brujo' observó cómo se desvanecía con paciente interés.

– Alguien te busca.

– ¿Tengo que ponerme en pie de un salto y salir pitando?

El Espinera se rió.

– Sí, eso creo. Es tu otra Estrella.

– ¿Está aquí?

Ajá, y del brazo de un tipo mexicano increíblemente apuesto. Nada sorprendente. Frank deseó quedarse dormido otra vez.

– Este es Rodrigo.

– 'Muchogusto.' -Frank asintió. Bueno, no podía esperarse que viaja____________________zones de montar de pana.to a una, no pudo evitar fijarse, de las dos interesantes piernas en caldad en sí misma, sin el pequeño y delicado revólver del calibre 22 bajo su vestido de damisela, reemplazado ahora por un práctico Colt sujera sola toda la vida, ¿verdad que no?, y además estaba, Dios, ten piedad, aún más hermosa ahora que hace, ¿hace cuánto?, dos años, casi tres, con el sol dándole en el rostro y en el cabello, destilando una gran seguri

El bueno de Rodrigo bajaba la mirada hacia Frank con cierto desdén, tal vez el de un mexicano de la clase terrateniente hacia un jinete vagabundo gringo que se ha dejado pisar por uno o más caba__validad. Y no es que Frank se lo echara en cara, al menos no mucho.llos, de manera que en el ambiente no dejaba de respirarse cierta ri

– Llevas un vestido muy bonito, Estrella, pero ¿adonde fue a parar toda aquella moda de alta costura?

– Oh, ella y yo llegamos a una bifurcación y nuestros caminos se separaron, es por toda esa moda de la silueta recta que se lleva hoy en día; ni toda la sabiduría del oficio de modista, triste pero cierto, pue_de meter a una vieja vaquera como yo en nada tan estrecho: cuando intento dar pasos normales, hago saltar los puntos que alguien se pasó toda la noche dando.

– ¿Y cómo va el negocio?

– Últimamente soy más diplomática -señaló desganadamente con la cabeza hacia Rodrigo-; la gente de Madero parece haber confun_dido a éste con otro, un pez gordo de los federales. La verdad es que se equivocó de camino. Así que ahora todos estamos regateando.

– Intercambio de prisioneros; ¿se paga bien?

– A veces -lo dijo haciendo un esfuerzo, Frank se fijó, para que Rodrigo no viera su mirada. ¿Creía que Frank se molestaría si no se trataba estrictamente de negocios? Y, de ser así, cuánto le preocu_paba lo que pensara Frank y todo lo demás.

– ¿Qué fumas ahora?

– Pitillos. Ten, quédate el paquete.

Frank se durmió y cuando volvió a despertarse todos se habían marchado, también El Espinero. Stray había metido los cigarrillos de__tado despierto para verlo.bajo de la camisa enrollada que él utilizaba a modo de almohada para guardarlos, lo que le pareció un detalle tan tierno que deseó haber es

Al día siguiente ella volvió a presentarse, y Frank tardó un mi__brero.nuto en identificar a su nuevo acompañante, debido a una barba y un mechón de cabello sobre el cual se sostenía a duras penas su som

– Este harapiento esperpento de anarquista pendenciero dice que te conoce.

– Por Dios, si es Ewball Oust, ¿no? -dijo Frank-, No me digas que…

– Sí, lo intercambié por Rodrigo, que ahora va de vuelta a la man_sión familiar en Texas. Otro que se me escapa. 'Adiós, mi guapo'… -Se encogió de hombros y fingió estar triste-. Frank, dime que he con_seguido una ganga a cambio.

– Bueno, dame un minuto.

– Creía que estabas herido o algo así, 'compinche', eso no parece mucho peor que unas ampollas en los pies. -Ewball se las había in_geniado para conservar una cantimplora de hojalata llena de tequila lejos de las atenciones de los federales, y alegremente sirvió unas 'co_pas' para todos.

Stray miró a Ewball, sacudió la cabeza y fingió suspirar conster_nada.

– Tal vez vuelva al tráfico de armas después de todo.

– Soldados de a pie como yo los hay a patadas -reconoció Ewball como si tal cosa-. Pero para el material bélico sin duda estás en el lu_gar apropiado. La artillería, sólo como aperitivo. Los 'federales' nos ma_chacan con obuses, ametralladoras, metralla de explosión retardada; lo mejor que podemos hacer es lanzar cartuchos de dinamita y confiar en el Señor.

– Podría mirar por ahí. ¿De qué tamaño de pieza estamos hablando?

– El calibre no sería tan importante como la movilidad, necesita_mos algo fácil de desmontar y transportar en muías; no sé si conocerás la ametralladora de montaña Krupp, algo por el estilo no estaría mal.

Ella tomaba notas.

– Ajá, ¿qué más?

– Desinfectante -dijo Frank, con un poco de fiebre hoy-, tantos carros cisterna como puedas encontrar. Además de medicinas para el dolor, de cualquier clase, láudano, paregórico, mierda, cualquier cosa que lleve opio, este jodido país va camino de sufrir mucho.

– Tabaco -añadió Ewball.

Al cabo de un rato empezaron a discutir sobre los anarquistas y la reputación que tenían de comportarse de una manera tosca, por ejemplo tirando bombas a gente a la que no habían sido presentados.

– Hay muchos tipos que se merecen saltar por los aires, sin duda -opinó Ewball-, pero hay que ir a por ellos de una manera profesio__go a por ellos. Eso sería sencillamente comportarse con honestidad.nal, todo lo demás sería comportarse como ellos, masacrar inocentes, cuando lo que nos hace falta es masacrar a los culpables. Quién dio las órdenes, quién las llevó a cabo, nombres y paraderos exactos, y lue

– ¿Y no llaman nihilismo a eso? -objetó Stray.

– Bonito, ¿verdad? Sobre todo cuando los verdaderos nihilistas es__tos, tan sólo una Camisa Ensangrentada más que agitar ante nosotros, para mantenernos haciendo lo que quieren, pero nuestros muertos no dejan de pertenecemos, nos persiguen todos los días, ¿no lo veis?, y tenemos que serles leales, no nos perdonarían que nos apartáramos del camino.tán trabajando para los propietarios, porque son ellos los que no creen ni en una mierda, para ellos nuestros muertos no son más que muer

Frank no había visto nunca así a Ewball, aquello era algo más que lloriqueos de borracho; puede que Ewb llevara dedicado a esto más años de lo que él creía que llegaría a vivir, y con el tiempo había reu__dos de Frank con Sloat Fresno en el Bolsón de Mapimí hacía cinco, no, seis años. ¿Cuánto había avanzado Frank desde entonces? Deuce Kindred todavía seguía por ahí, tal vez aún con Lake, tal vez, a estas alturas, ya no.nido, supuso Frank, un número considerable de muertos que ahora consideraba suyos. No era lo mismo que el interludio de dos segun

A la noche siguiente, Frank se despertó en medio de una larga di____________________vorita, Wren Provenance.mente familiar que durante un instante no pudo ubicar, hasta que, por el pasillo, entre los heridos, con la carita cálidamente iluminada por el cigarrillo que llevaba en la boca, vio venir a su antropóloga del este fasertación que Ewball le estaba dando a Stray sobre la teoría y la praxis anarcosindicalista, y en el crepúsculo sintió una melancolía extraña

– Sabía que debería haber sido más moderado con el láudano esta noche -la saludó.

Wren vestía botas de soldado, pantalones de campesino, una ca____________________dos y pequeños senos, aunque Ewball y Frank, procurando mostrarse caballerosos, intentaban no mirar, o al menos no durante demasiado rato seguido.lar que velase a la mirada del espectador desprevenido sus inmaculamisa de hombre que le venía varias tallas grande y a la que le faltaban unos cuantos botones, y nada de ropa interior o alguna prenda simi

Ella había estado en Casas Grandes, el yacimiento arqueológico que había junto a la carretera donde se había librado la reciente ba__do refugiados huidos del país mítico de Aztlán, más al norte.talla del mismo nombre, bajo los auspicios semioficiales de Harvard, estudiando las ruinas misteriosas que, según se creía, habían construi

– Creía que te encaminabas a los Mares del Sur -dijo Frank.

– Supongo que no era lo bastante romántico.

Cuando Madero y su pequeño ejército llegaron aquí, sus colegas masculinos, uno tras otro, algunos disculpándose por encima del hom_bro, ya habían huido para que no los mataran.

Stray la había estado estudiando con cierto interés.

– ¿Y tú por qué no te marchaste? -preguntó.

– Oh, seguramente estaba demasiado ocupada. Mucho ruido, des____________________porta es el trabajo.dición más del terreno a la que adaptarse para trabajar, y lo que imtellos de luz, pero la verdad es que no era peor que el clima, una con

– Ya, pero ¿qué vida social llevas? Y no quiero parecer indiscreta.

– La que se presente -Wren se encogió de hombros-, o la que no se presente. Ahora mismo, en realidad, dormir ha emergido como la cuestión más importante.

– Se sabe que llega así, que «emerge». Bonita pulsera india.

– Jaspe y turquesa. Uno de los clásicos diseños zuñís.

– Umm. ¿Cuánto pagaste?

– Fue un regalo.

– Un viajante.

– ¿Por qué lo dices?

– En todas las estaciones de tren al oeste de Denver, los indios los venden.

– Menuda serpiente mentirosa y taimada. Me hizo creer que era muy…, no sé, especial.

– Todos son así, querida. Incluso el bueno de Frank.

– Maldito seas tú también, entonces, Frank.

Las damas se lo estaban pasando en grande. Al cabo de un rato Frank se encontró fumando un cigarrillo tras otro, los Buen Tonos que llevaba Stray, intentando no encogerse visiblemente. Las costillas le palpitaban y pensó que más le valía no reírse demasiado, aunque tal como iban las cosas, no parecía que eso fuera un problema.

Llegó un campesino con un mensaje para Stray. Esta se levantó, cogió su maletín de campo y se lo colgó de una correa al hombro.

– El negocio nunca para. Ewball, más vale que no vayas muy lejos, los chicos de Don Porfirio a lo mejor te quieren pillar de nuevo.

Cuando creyó que ella ya no podía oírle, Ewball dijo:

– Creo que le gusto.

– Bueno, eres guapo, pero no podrías hacerle sombra a Rodrigo -le pareció a Frank.

– A ti no te importa, ¿verdad, compadre?, quiero decir que vien_do lo que hay entre tú y la buena de Wren…

– Puede que lo estés viendo del revés -dijo Wren con una sonrisa inmóvil y ojos brillantes-. Pero gracias de todos modos, Ewball, siem_pre es un halago para el amor propio de una doncella descubrir que ha mantenido alejadas a dos personas que debían estar juntas, para quienes, de hecho, según todo principio antropológico válido, es una violación antinatural de la realidad científica no estar juntas. Dime, Frank, ¿eres estúpido o estás ciego?

– ¿Esas son las opciones? Umm… Déjame pensar.

Ewball agitó una botella de cerveza hacia Wren.

– La respuesta es «estúpido». Siempre lo ha sido. ¿Quieres otra cer_veza, eh, 'tetas de muñeca'?

– Pues sí, sería todo un detalle por tu parte, eh, 'pinga de títere'.

– Oh, oh -dijeron Ewball y Frank al unísono.

– Dime, ¿recuerdas esos pequeños cactus?

El Espinera llevaba un rato sentado a oscuras, sonriendo a Frank, con ojos que reflejaban más luz de la que había.

– Pido disculpas por haber esperado hasta que preguntaras. Pero el hikuli no es para todos.

¿Había traído él alguno consigo? ¿El Conejo de Pascua trae hue__liar Ciudad, un arco externo de almacenes bajos hasta las montañas, que descendía a una cuadrícula de amplios bulevares, canales y plazas, a una de las cuales llega ahora paseando, entre las gentes en peregrinación que entran y salen de la ciudad, un aprendiz de médico que parece el propio Frank pero tal como era antes, antes de que los Días Rotos se abatieran sobre la tierra y la gente, llevando una pequeña bolsa de cuero que contiene los Manuscritos vos de colores? Al poco, Frank se encontró en una extraña pero famisagrados que le confiaron el día que dejó a los cerdos hozando en la tierra, su madre susurraba, mien____________________chados por loscuro, que huelen a heno con aroma de almizcle y a los que se sigue la pista desde el lujoso corral de los Sagrados Jabalí es; la recua de muías en su viaje colina arriba lleva también tallos de maguey, recién cosebiertos con techos bajos de toscas viguetas, sombreados en marrón osgas mesas comunales en los sótanos de los Templos de la Ciudad, cujar lentamente por la cordillera bajo el sol amarillo, que recalienta y suelta el olor intenso del cilantro aplastado en balas y de las ristras de chile, todo ello destinado a cazuelas de barro que se colocarían en larcucha a alguien tocar un instrumento de junco cuya simplicidad de madera conmueve su corazón, y luego encuentra una recua de muías que se dirige a la Ciudad, la hilera de animales empieza a subir y bañana menguaban en la distancia, entre las laderas verdes, y pronto estras le daba la bolsa, antes de que él se diera la vuelta y se marchara por el sendero, se volvió una vez para mirar, tal vez dos, cuando sus hermanas ya enfrascadas en los quehaceres de primera hora de la ma flachiqueros, y pieles lustrosas de castores de los pantanos que resplandecen oscuras bajo las sujeciones de lona, mercancías para trocar por terciopelo, brocados de oro y plata y plumas gigantes de lo____________________lan un tiempo denas de ellas bellezas tan celebradas que provocan discusiones durante los descansos para tomar coca en las recuas de muías, pues el café no es el único estimulante que se encuentra en estas caravanas, donde todo el mundo se mueve y habla muy rápido y, como la misteriosa Capital a la que se dirigen, evita dormir o incluso echar una cabezadita; anhellantes y franjas de color rojo y crecientes verdes, el pelo echado atrás desde frentes infantiles suavemente convexas, chicas sagradas, algunas, que se han pasado horas maquillándose los ojos a imitación de los colores de los loros, pintándose las órbitas con dibujos amarillos brisitantes de los barrios exteriores, o a aquellos que, como este «Frank», venidos de las tierras bajas o de más allá, acuden en tropel a la ciudad sólo para contemplar a la jerarquía de paseo y a sus asistentes femenilo interno del sacerdocio conocido como los Hallucinati, a quienes les gusta salir a pasear en grupo por las noches para impresionar a los vijos de aquí con gran riesgo personal, en una precariedad de piedra y espacio azotado por el viento, de debajo de las alas del ave, mientras sobrevuelan desplegando garras del tamaño de lanzas ceremoniales, de hecho las mismas plumas que se recogen para mayor gloria del círcuros, muy amarillas, rojas y verdes, loros enormes, la envergadura de cuyas alas oscurece el sol, cada pluma de un solo color, arrancadas le 'paseo' después de que los factores hayan recogido sus cargas, para salir a la hora que quieran y descubrir que es imposi____________________gos y frutas estrelladas, aguamiel fermentado en cuencos de terracota, quinas de todas las calles, las doncellas ceremoniales se reúnen entre los servicios, docenas en cada mesa, los gongs y las campanas de los templos suman sus timbres y ritmos al bullicio urbano. «Frank» vaga por todo eso, encantado con todo, los tenderetes que venden manguos se le permite mirar al cielo. Los cafés están abiertos en las esble saber siquiera si es de día o de noche, pues la propia Ciudad está por entero puertas adentro y a nadie salvo a los Astrólogos más anti'ristras' de chiles de color púrpura oscuro colgados a secar, semillas aromáticas de un verde perla que se trituran en morteros de piedra pesada, cabezas de cadáveres y esqueletos de azúcar sin refinar que los niños van corriendo a comprar con monedas de obsidiana graba__viesa como si fueran ámbar, tenderetes de los que cuelgan por todas partes panfletos de colores vivos, ilustrados, sin ningún orden aparente, con caricaturas de narraciones eróticas y de asesinatos, heliógrafos teñidos a mano en luminiscentes violetas, azafranes y negros como el carbón, con vetas de óxido y verde húmedo… El empieza a leer, o no exactamente a leer, una de esas historias… Es el cuento del Viaje das con retratos de Hallucinati notables, y que se llevan corriendo, mascando los dulces huesos astillados que la luz tenue de aquí atrades____________________quistaría a la serpiente, y los intrusos, satisfechos tras haber asaltado y ocupado Aztlán, abandonarían la persecución y seguirían con su propia metamorfosis en extraterrestres alados o semidioses malignos o gringos, mientras el pueblo fugitivo se vería liberado de la oscura necesidad de comprar su seguridad arrancando corazones de vírgenes sacrificiales en la cumbre de pirámides y todo los demás.mente, que han encontrado su mejor destino, en el que el águila conperan una señal que les confirme que se han escapado verdaderade Aztlán, y al momento ya no está leyendo sino participando en una confabulación con uno de los sumos sacerdotes, descubriendo que esta ciudad todavía no ha cobrado vida del todo, ahora mismo no es más que un momento de descanso de adobe monocromo, pues la ciudad chillona y brillante que esperaban encontrar un día, Frank se da cuenta, está siendo soñada colectivamente por la comunidad en su huida, a sus espaldas dejan un terror que no procede de la tierra que creían conocer y respetar, y por delante de ellos, en algún punto, es

En un momento dado, realizó una maniobra, como un pájaro que trazara un círculo en el aire para posarse, salvo que todo ocurrió en un espacio mental. Allí delante, a contraluz, parecía estar Wren, que le ofrecía la misma publicación. «Te he traído una lectura ligerita.» El texto estaba escrito en un alfabeto que él no conocía, y acabó mi_rando las ilustraciones, eróticas y de asesinatos, que reproducían las aventuras de una joven llamada una y otra vez a defender a su pueblo contra unos invasores deformes que preferían luchar entre las sombras y a los que nunca se mostraba con claridad.

Al poco, sobre su hombro, notó que El Espinera también seguía atentamente el texto. Por último dijo:

– Ten, tómalo.

– No, es para ti. Para que no olvides dónde estabas ahora.

– Pues ya que lo dices… -pero sobrevino una especie de estupor temporal y el 'brujo' se desvaneció. La «revista» era ahora un periódi__brado allí.co de Ciudad de México en blanco y negro de hacía unos días, que no contenía nada sobre Casas Grandes ni la batalla que se había li

Stray estaba cada vez más fascinada por Ewball, aunque, como le recordaba cada vez que podía, él no era su tipo. Tras haber sido can____________________tos asuntos anarquistas de importancia, de eso ella estaba segura, que lo reclamaban en otros sitios.miento, había sido más que generosa en cuanto a la tarifa de Stray, no había ninguna razón real para que Ewball se quedara por allí, con tanjeado con éxito por Rodrigo, cuya familia, en muestra de agradeci

– Oh, no lo sé -masculló él-, digamos que son una especie de vacaciones, supongo. Además, la Revolución va bastante bien por sí sola.

Un buen día desaparecieron los dos, y más tarde se supo que ha____________________to a un arroyo bajo los sauces y los álamos follando entusiasmados, mientras una amplia variedad de animales salvajes los contemplaba con interés.dos los demás que iba a pasar acabó pasando, y se encontraron junbían partido juntos en el tren de Juárez en medio de exhibiciones públicas de afecto. Quién optó por quedarse allí no fue otra que Wren Provenance. Como una madre con un niño pequeño, iba a ver a Frank cuando éste se ponía en pie y daba los primeros pasos, y era ella la que iba con él de paseo en caminatas que los alejaban cada vez más de la iglesia en ruinas, hasta que, un día, lo que estaba claro para to

– Así.-Se quitó los pantalones y lo montó a horcajadas-. No pon__zos, palabras tal vez sin sentido; después ninguno se gas esa cara de sorpresa, soy yo, ¿te acuerdas? -Las manos de uno en el pelo del otro, las manos por todas partes y, ya puestos, también los besos, ¿habían besado antes con tanta ansiedad? Mordiscos, arañaacordaría.

– Vaya, ¿cómo ha podido pasar?

Ella lo miró. Su impulso fue decirle: «A mí no me preguntes, nunca me pasa, de hecho tiendo a olvidarlo durante largos perio_dos…», que, ni que decir tiene, se correspondía con el monólogo de horas más tarde, cuando se quedara a solas con sus pensamientos. Pero en ese momento se abstuvo de compartir nada de eso con Frank.

– Bueno -dijo un par de minutos de meditación después-, mien_tras no sea archivado bajo el epígrafe de buenas obras o algo por el estilo…

– Frank.

Ella había estado tumbada con la cara apoyada en su pecho pero ahora se incorporó, como para verlo mejor. Y no podía ni quería de_jar de sonreír.

– Empiezo a creer que ese Ewball tenía razón. No te has estado tomando tus píldoras de la estupidez diarias, ¿verdad que no?

– Muy bien. -La atrajo de nuevo hacia sí-. Muy bien.

El áspero zumbido llenó el valle. Todo el mundo levantó la mi_rada. El biplano se hizo visible poco a poco, como si emergiera de la nítida nada de la historia.

– ¿Qué coño es eso? -se preguntó Frank.

Aunque era la primera vez que el aparato pasaba por allí, los ta__bitantes señalarían los acontecimientos según hubieran ocurrido antes o después de la llegada del avión.rahumaras parecían saber qué era. Tal vez trajera cualquier cosa, algo tan desagradable que resultaba desconocido en la guerra moderna, que ya era de por sí bastante desagradable. En los años venideros, los ha

El Espinera le llevó a Frank un bastón confeccionado con un tro_zo de roble procedente de una zona más alta de la Sierra.

– Un gringo llamaría a esto «bastón de paseo», pero los tarahu_maras los utilizan como bastones para correr, cuando las piernas em_piezan a dolemos y ya no podemos correr tanto como un caballo al galope.

Como siempre, Frank no supo hasta qué punto tenía que tomár_selo en serio. Pero sin duda el bastón tenía algo de brujería, porque cuanto más lo usaba Frank, menos tenía que usarlo.

– ¿Qué significa eso? -preguntó Wren.

– La magia nativa te pone nerviosa, ¿eh? Menuda antropóloga estás hecha.

Cuando ella estuvo segura de que él podía montar a caballo, le agarró por la pechera de la camisa y dijo:

– Escucha, voy a tener que volver a mi trabajo.

– En Casas Grandes.

– Me parece haber visto a un par de miembros del antiguo equipo por los alrededores.

– ¿Te importa si te acompaño?

– No sabía que te interesara.

El yacimiento todavía mostraba los signos de la precipitada par____________________bía llevado elpañol, Frank comprendió inmediatamente que era ahí adonde le harioro aquellas ruinas de barro, que ya habían comenzado a deslizarse hacia el abandono desde mucho antes de que apareciera el primer estida, aunque, como había dicho Wren, un par de lelos de Harvard ya andaban husmeando por el perímetro. Al ver en tal estado de dete hikuli la otra noche, que era eso lo que El Espinera había querido que él viera, lo que, pese a su malhumorada y testaruda in__ber visto, si es que quería tener al menos una oportunidad de salvar su alma.munidad a todo lo extra-literal, tuvo que empezar a ver y recordó ha

Se acercaron a unas ruinas inmensas, a todas luces dispuestas en el ángulo recto más preciso posible.

– Este era el edificio principal -dijo ella.

– Vaya. Se entiende por qué se llamaba 'Casas grandes'. A ojo, yo diría que medía casi dos hectáreas.

– Y tenía al menos tres plantas de altura cuando se construyó. Al_gunos de los otros alcanzaban cinco o seis.

– Y éstos eran los mismos tipos que…

– Ya ves lo gruesos que eran los muros. No iban a dejar que los atraparan dos veces.

– Pero si fueron ellos los que acabaron en el Valle de México, en_tonces esto era una escala, y tampoco perduró.

– Nadie lo sabe. Y por el momento también siento mucha curio_sidad por esos asentamientos mormones que aparecen de repente por toda esta zona de la Sierra Madre.

– Igual que en el McElmo -dijo Frank.

– Alguien más académico -supuso ella- se plantearía al menos por qué la odisea de los mormones y la huida de los aztecas tienen tantos puntos en común. -No pareció que la idea le hiciera mucha gracia.

– A lo mejor hablo de ello con El Espinero. Y aquellos dibujos… ¿has encontrado alguno aquí?

Ella sabía a qué dibujos se refería.

– Cerámica, herramientas de piedra, afiladores de cuerno, pero ni rastro de las criaturas que dibujaban en las paredes de roca más al nor____________________seguía, y por eso se negaran a representarlo de ninguna manera. De ese modo acaba estando por todas partes, pero invisible.pósito. Como si estuvieran desesperados por negar aquello que los perte, tan ausentes que, de hecho, resulta sospechoso. Como hecho a pro

Por un instante él comprendió, como si lo rozara la brisa levan__co avanzando sobre el indio, las corporaciones del este avanzando sobre el hombre blanco, y sus incursiones con barrenas y dinamita adentrándose en las costuras profundas de las montañas sagradas, de la tierra sagrada.tada por un ala indefinida que pasara ante su cara, que la historia de este terrible continente, desde el Océano Pacífico hasta los hielos del Ártico, era esta misma historia de exilio y migración, el hombre blan

Wren tenía una pequeña casa al borde de la ciudad, con una par____________________ma. El sabía que en la historia secreta de largo peregrinaje y lucha de Wren, él sólo torio ocupado de manera implacable, a una vida de esclavitud apenas y despectivamente disfrazada, que con el tiempo la incluiría a ella mistes, los lagartos venenosos que nunca perdían una batalla. No iría a parar a ninguna ciudad con iluminación sobrenatural, sino a un terrisares más antiguos que ella misma, y le hubiera gustado saber cuánto le costaría establecer un perímetro en cuyo interior ella pudiera soñar con tranquilidad, porque Wren hacía mucho ruido por las noches. Pero lo único que de verdad sabía hacer, como antes que él Webb y Mayva, era pasar de una decepción a la siguiente, afrontando cada una lo mejor que podía. Wren seguía su propio sendero, y él temía que en algún punto ella fuera a buscar algo demasiado lejos, al otro lado de un cañón o de un arroyo invisible para los demás, y se metiera en el cruel país de los intrusos, el de la gente con alas, las serpientes parlansados en su mayor parte por la batalla, y las noches en la cama con Wren, disfrutando todo lo decentemente que sabía de los goces de la jodienda doméstica. A veces buscaba su cara dormida, atrapada en pepuzas, algo de carpintería y enyesado, reparaciones de los daños caunas de Casas Grandes. Frank se pasaba los días por ahí haciendo chacela verde, madreselva que ascendía por las paredes y una bonita vista de la cordillera, a menos de dos kilómetros por carretera de las ruiaparecía en el mismo sendero provisionalmente. Com_prendiendo que ella deseaba protegerlo contra lo que yaciera en su lúgubre destino, él sintió una extraña punzada de gratitud.

Estas aprensiones, tan fugaces y difíciles de recuperar como los sueños, fueron confirmadas por El Espinero, a quien Frank visitaba de vez en cuando en Temósachic, donde el 'brujo' lo llevaba a recoger hierbas cuyos nombres olvidaba en cuanto los oía, como si se prote_gieran a sí mismas frente a algún futuro desafuero gringo, y cuando la estación cambió, el marido de Estrella le enseñó a acechar antílopes al estilo de los tarahumaras, cubierto con piel de antílope, y cada vez que tenían ocasión de mirarse el uno al otro, Estrella miraba a través de él, más allá y alrededor de él, como si fuera invisible, y al cabo de un tiempo acabó comprendiendo que efectivamente lo era.

– Salvo -le avisó El Espinero- para la joven Wren. Ella te verá en cualquier circunstancia.

– Aunque nosotros…

– No estaréis juntos demasiado tiempo. Eso ya lo sabes. Pero ella siempre te verá. He leído las espinas y lo dicen. -Miraron una pareja de pájaros carpinteros gigantes que se estaban comiendo un árbol a con_ciencia.

– Los profesores para los que trabaja regresan al otro lado en sep_tiembre -dijo Frank- y poco después el trabajo acaba por este año. Ya no sé más. Debería advertirla de algún peligro, protegerla, pero…

El Espinero sonrió.

– ¿Es tu hija?

– Cómo voy a…

– También he mirado las espinas de tu vida, Panchito. Camináis por senderos muy diferentes. El tuyo, tal vez, no es tan extraño como el suyo.

Frank sabía que cada vez que el 'brujo' le hablaba a un blanco de «senderos» no estaba pensando demasiado amablemente en el ferro____________________discriminadamente, para venderlo, para sacrificarlo, para dejarlo fuera del alcance del amor.neraciones de ciudadanos sombríos y endurecidos, sin principios, que gobernaban con un poder sin restricciones; el tren se llevaba todo innicos económicos y ejércitos de hombres y mujeres sin trabajo, y gepetaba, ¿quién en un momento u otro no había odiado el ferrocarril? Penetraba y separaba ciudades, manadas salvajes y cuencas, creaba pácarril, que, como la mayoría de su pueblo, aborrecía por destruir la tierra y lo que en el pasado había crecido y vivido allí. Frank lo res

Wren se subió al tren de Juárez un día de finales de octubre. Frank había pensado acompañarla a caballo al menos hasta el Cruce de San Pedro, pero llegado el momento descubrió que no podía.

– Saludaré de tu parte a las chicas de Market Street -dijo ella, y aunque su beso se alargó durante lo que podrían haber sido horas, tenía tan poco que ver con el tiempo del reloj que ella ya estaba a ki_lómetros de distancia sobre esos raíles antes incluso de que sus labios se rozaran.


Reef, Yashmeen y Cyprian, tras pasar unas semanas provechosas en Biarritz y Pau antes de la pausa estacional en que los turistas in_gleses dejaban paso a los del continente, volvían ahora hacia el este, a los casinos de la Riviera, y pasaron por el balneario anarquista de Yz-les-Bains, oculto cerca de las faldas de los Pirineos, entre escarpa__jos con guirnaldas. Columnas blancas y pasajes abovedados en sombras surgían de las brumas de undas laderas cubiertas con viñas de maduración tardía, cuyos brotes eran protegidos de las primeras heladas por soportes que parecían crucifi gave alegremente ruidoso, situado a poca distancia valle arriba, más allá del cual se hallaba el punto de partida de una ruta secreta y segura que entraba y salía de España. Veteranos de la lucha de Cataluña, antiguos residentes de Montjuich, devotos del hachís de camino a Tánger, refugiados de lugares tan lejanos como Estados Unidos y Rusia, todos encontraban alojamiento en este ve__llos que estaban en contra de la mercantilización del refugio humano sacaban a menudo modestas sumas en una docena de monedas y se las dejaban a Lucien, el conserje.nerable oasis sin que les cobraran, aunque en la práctica incluso aque

En la ciudad, en una plaza elíptica que se abría inesperadamen____________________nes, que mostraban una austeridad, unameros tiempos de una veta de plata, de no ser por esos jóvenes solemnas de pequeños grupos, como bañistas junto al mar, con sus ollas de café, hogueras para cocinar, petates, flores en macetas, toldos y tiendas. A Reef podría haberle recordado un campamento minero en los prite, al sol de media tarde y sus largas sombras, habían acampado doce penultimancia ante un futuro inefable, una Idea Única, cuya fuerza superaba a todo lo demás. Aquí no se trataba de oro ni de plata, sino de otra cosa. Reef no acababa de entender del todo de cuál.

Agrupado cerca de uno de los focos de la elipse, un coro ensaya_ba una especie de contra-Te Deum, más desperamus que laudamus, que daba noticia del frío y la oscuridad que se avecinaban. Reef creyó reconocer rostros de los túneles, Yashmeen de los tiempos de Chunx_ton Crescent, mientras que Cyprian, tras un momento en blanco, se asombró al descubrir nada menos que al bueno de Ratty McHugh, con una barba aparentemente suya, sandalias y un gorro de los pastores de cabra locales.

– ¿Ratty?

– Aquí soy «Reg». -Lo que a Cyprian le llamó la atención, más que cualquier cambio de atuendo, fue el brillo de un despertar del espíritu, algo que Ratty, liberado inequívocamente de la rígida más____________________canto de chica; ahí está.vió el beso, sino que dejó lo que estaba haciendo y se vino conmigo. Lo dejó todo, así, de buenas a primeras. Sophrosyne Hawkes, un enfesional en el gobierno, todo eso se acabó para mí, y, a decir verdad, por culpa tuya, Cyprian. El modo en que trataste a Theign fue toda una inspiración para muchos de nosotros, de repente hubo vacantes de personal por todo Whitehall, que en algunos departamentos casi equivalió a una deserción en masa. A menos que hayas trabajado allí, no puedes hacerte una idea de la alegría que sentí al liberarme por fin de aquello. Fue como ir en patines sobre hielo; una buena mañana, sencillamente me deslicé por la puerta del director, al que ni siquiera recordaba haber abierto antes, irrumpí en una reunión, me despedí, de camino a la salida besé a la mecanógrafa, que no sólo me devolner-. No estoy disfrazado, no, éste es mi verdadero yo; la carrera procara de su viejo yo burocrático, todavía estaba aprendiendo a conte

– Y esa joven de rostro familiar con la que está hablando, ¿no es…?

Ratty resplandeció.

– Sí, ciertamente es la señora McHugh, mi querida esposa, a la que le encantará volver a verte. Mientras tanto, ¿necesitas alguna ayuda para sacarte las cejas de debajo del sombrero?

– Sí, de verdad, Cyprian -dijo Yashmeen-, tú precisamente.

– No estaba…

– En realidad tuve un poco de suerte -dijo Ratty-, no fue algo que hubiera planeado o ni siquiera mereciera. Volví a casa aquella noche con la buena de Sophrosyne esperando un baño de sangre, pero las dos se llevaron bien desde el principio. Misterios de la feminidad. Nos pasamos toda la noche despiertos contándonos nuestros más profun__cipio, ya antes de que nos casáramos, de hecho, Jenny había sido una especie de criptosufragista, y cada vez que iba a «visitar a su madre», las dos acudían en realidad a manifestaciones o insultaban a voz en grito a los ministros del gobierno o rompían escaparates, o cosas así.dos, bueno, casi más profundos, secretos, y resultó que desde el prin

– ¿Por qué no me lo contaste antes? -había preguntado Ratty.

– Tu cargo, querido Reginald. No habría sido muy oportuno para ti, la verdad; a ver, me refiero a que atacábamos Whitehall cada dos por tres, ¿no?

– Pues ahora es todo tuyo, mi cebolla picante. Puedes ir y dar los martillazos que te plazca, aunque sugeriría algo más sutil, como lo que hacen los ladrones: un poco de melaza y papel de envolver para evitar los cortes de los cristales rotos, ya sabes…

– ¿Y tampoco te importaría si fuera a prisión, sólo por un ratito?

– Claro que me importaría, me espantaría, mi galletita energética, pero intentaría sobrellevarlo de algún modo. -Y así se alargaron has_ta la náusea.

Cuando Jenny salió por fin de la prisión de Holloway luciendo el broche de honor diseñado por Sylvia Pankhurst para las veteranas de aquel lugar deprimente, Ratty, tras escuchar rumores y prestar aten__creto que, con el tiempo, conduciría al alegre ción a mensajes que previamente habría ignorado o desechado como disparates sobrenaturales, había descubierto el camino a un sendero seménage hasta aquí, a las tierras ocultas de Yz-les-Bains y más allá.

– ¿Y entonces ahora trabajas para…?

Ratty se encogió de hombros.

– Míranos. Supongo que trabajamos los unos para los otros. Sin rangos, sin títulos, sin cadena de mando…, sin estructura, en realidad.

– ¿Y cómo planeáis las cosas? -quiso saber Yashmeen-, ¿cómo asignáis las tareas o coordináis los esfuerzos? Ese tipo de cosas.

– Sabiendo lo que hay que hacer. Lo que por lo general sólo re_quiere sentido común.

– Se parece a lo que decía John McTaggart Ellis McTaggart -mur_muró ella.

– La sala de descanso estudiantil de una facultad, sin maestro -re_cordó Ratty-. Umm. Bueno, puede que no exactamente.

– Y cuando salís a trabajar, ¿qué soléis llevar? -era lo que Reef quería saber.

– Se pilla lo que se puede -supuso Ratty-, cualquier cosa, desde pequeñas pistolas de espiga antiguas hasta el último modelo Hotchkiss.

Mejor pregúntale a Jenny, ella es más militar de lo que yo he sido ja_más, e incluso es mejor tiradora ahora que de jovencita.

– Y a veces -la esperanza en la voz de Reef quedó clara para to_dos- también… ¿voláis algo?

– No muy a menudo. Hemos optado por un papel más revolu_cionario, ayudando a lo que ya está en marcha.

– ¿Que es qué?

– La sustitución de gobiernos por otras formas de organización más prácticas -respondió Ratty-, algunas que ya existen, otras que empiezan a emerger, cuando es posible trabajando a través de las fron_teras nacionales.

– Como la IWW -recordaba vagamente Reef de alguna discusión en el camino.

– Y el CRETINO, supongo -dijo Yashmeen.

– Las opiniones varían en cuanto al CRETINO -dijo Jennifer Invert McHugh, que se había acercado-. Muchas de estas fraternida_des místicas acaban como criaturas de los gobiernos que las acogen.

– Mientras no paran de predicar la no vinculación -coincidió Yashmeen.

– Entonces es que has estado…

– En una, pero sin llegar a creérmelo, espero.

– Sorprende la cantidad de ex CRETINOS con los que uno se topa.

– Una elevada tasa de traición personal -imaginó Yashmeen.

– Ay, Dios.

– Uno se recupera. Pero gracias por preocuparte.

– Un legado, me parece, de esas antiguas estructuras exclusivamen____________________lencio e invisibles para preservar su ficción anarquista. Sólo con el transcurso de los años, tras la muerte del líder, surgía la verdad.tunidad. En algunas comunidades, de las que hay ejemplos bastante célebres, lo que parecía ser un consenso perfecto y sin jerarquía, un milagro de telepatía social, era en realidad el resultado de una única autoridad masculina entre bastidores que daba las órdenes, y de unos miembros que deseaban cumplirlas, todos aceptando trabajar en site masculinas. Malogró las esperanzas del Anarquismo durante años, os lo aseguro, mientras no admitió a mujeres nunca tuvo la menor opor

– ¿Y por tanto?

– Pues que no existió. No podía, no con esa clase de basura pa_triarcal.

– Pero con mujeres en la ecuación…-la provocó Yashmeen.

– Depende. Si una mujer sólo está ahí bajo el hechizo romántico de algún barbudo inútil, entonces habrá croquetas de puré en la coci_na y bombas en el sótano.

– Pero…

– Pero si ella es capaz de pensar críticamente -dijo Sophrosyne-, de mantener a los hombres ocupados donde son más útiles, aunque los hombres no sepan la mitad de las veces dónde lo son. En ese caso sí hay una oportunidad.

– Siempre que los hombres sean capaces de deshacerse de la ilu_sión del «nosotros sí sabemos qué es lo mejor» -dijo Ratty-, y la dejen sencillamente para el basurero.

– La basurera -dijeron Jenny, Sophrosyne y Yashmeen casi a la vez.

Al día siguiente, Reef, Cyprian y Ratty estaban en el campo de golf anarquista, durante un torneo de Golf Anarquista, un deporte que en ese momento hacía furor en el mundo civilizado, en el cual no había una secuencia determinada, más aún, ni siquiera un núme__nos hoyos estaban a sólo distancia dero fijo de hoyos, y las distancias también eran flexibles, así que algu putter, mientras que otros esta____________________ros de aproximación que llegaban como tiros desde los lugares más inesperados.ban las pelotas en cualquier momento y en cualquier dirección que les apeteciera. La gente se veía constantemente acribillada por dispatar: «¿Te molesta si no jugamos hasta el final?», y luego iban y golpeaban a incontables cientos de metros y requerían de mapa y brújula para encontrarlos. Se sabía que muchos jugadores acudían allí por la noche y excavaban hoyos nuevos. Los participantes solían pregun

– Es divertido -dijo Reef mientras una vieja pelota grumosa de gutapercha le pasaba zumbando a unos centímetros de la oreja.

– Se da el caso -había intentado explicarle Ratty- de que recien_temente hemos conseguido un mapa que nos está dando muchos quebraderos de cabeza.

– «Conseguido» -dijo Cyprian pensativo.

– De cierta gente de Tánger, que seguramente pensarían que ya te he contado demasiado…

– Si no estuvieran… -sugirió Cyprian.

Ratty encontró su pelota, caída entre los matojos.

– Oh, todavía viven. En alguna parte. O eso esperamos. -Apuntó y volvió a apuntar a la pelota desde varias direcciones-. Se parece un poco al billar, ¿verdad? Me parece que tiraré a aquella de allá. -Seña_ló a una bandera lejana-. No os molesta el paseo, ¿verdad?

– Bueno, ¿y de qué es el mapa? -preguntó Reef mirando con los ojos entrecerrados la tarjeta de anotación de puntos, que se había ofre__tación hacía ya tres hoyos, o puede que seis.cido ingenuamente a llevar, pero que había perdido toda lógica de no

– ¿Aparentemente? Del «Congo Belga» -respondió Ratty obser_vando cómo su pelota se cortaba y se desviaba hacia un green distinto del que había elegido-, Pero está codificado, en realidad se trata de la Península de los Balcanes, mira, al menos hasta ahí hemos sabido des_cifrar; ya habíamos visto informes sobre mapas de formas bidimensionales, que son invariables, y tan silenciosamente familiares como un rostro humano. También son frecuentes en los sueños, como ya os habréis dado cuenta.

– Así…, dada una forma más ancha en el norte, que se va estre_chando hacia el sur…

– Correcto.

– Podría ser Bosnia -dijo Cyprian.

– El sur de Texas -dijo Reef.

– Entonces, más allá de la simple geografía, está la casi intolerable tiranía sobre la gente a la que verdaderamente pertenece la tierra, una tierra que, generación tras generación, ha estado absorbiendo su traba_jo, recogiendo los cadáveres que ese trabajo causa, junto con beneficios obscenos, que quedan para otros hombres, por lo general más blancos.

– Austríacos -dijo Cyprian.

– Lo más probable. Las líneas de ferrocarril también tienen que ver, es como leer tibetano antiguo o algo así…

Avanzada esa noche, los buhos, llamados allí «gatos ululantes», can__cía más ruidosa. Las ventanas se oscurecían una por una en Yz-les-Bains. En los alojamientos de Coombs De Bottle, el humo del tabaco volvía el aire opaco.taban por todo el pequeño valle. Hacia medianoche la cascada se ha

Coombs sabía, casi desde que aceptara el empleo en el Ministe__nidad de dinamiteros para instruirles en Seguridad en la Fabricación de Artefactos, y cierto conflicto de intereses se hizo obvio para todos en el laboratorio del Ministerio de la Guerra, salvo para el propio Coombs.rio de la Guerra, que sus días allí estaban contados y eran pocos. En cuanto conoció las estadísticas sobre los anarquistas víctimas de sus propias bombas, empezó a plantearse entrar en contacto con la comu

– Pero éstos son anarquistas británicos -intentó argumentar-, no es lo mismo que si fueran italianos o españoles, ¿verdad que no?

– Una inteligente apelación al racismo británico -dijo Coombs ahora-, pero no funcionó, así de resueltos estaban a ponerme de pa_titas en la calle.

Si eso era un mapa, no se parecía a ninguno que Cyprian hubie____________________tos geográficos ni carreteras reconocibles.bía que era fundamental entender, pero no podía. Tampoco había hira visto en su vida. En lugar de topónimos, lo que había eran cientos de lo que parecían mensajes breves. Todo estaba reproducido en un único color, el violeta, pero con distintos sombreados en las diferentes partes. Pequeños dibujos, casi como los de las tiras humorísticas de los diarios, que representaban situaciones intrincadas que Cyprian sa

Coombs De Bottle levantó la lámpara y sostuvo el mapa con un ángulo diferente respecto a la luz.

– Verás una línea horizontal en negrita, a lo largo de la cual está previsto que ocurran ciertos desagradables acontecimientos atribui_dos a «Alemania», a menos que alguien lo impida. Y aquí, mira estos pequeños segmentos oscurecidos…

– Minas terrestres -dijo Reef.

– Seguramente. Muy bien. ¿Cómo lo sabes?

– Todos estos círculos torcidos -dijo Reef señalándolos con la ce__ción y el alcance del daño que esperan.niza de su puro-, como lo que los chicos de artillería llaman «elipse de incertidumbre». Es posible que cada uno de ellos marque la direc

– Por eso creemos que podrían referirse a gas venenoso.

Reef silbó.

– Así que es posible que éstos señalen la dirección del viento.

– ¿De dónde sale este mapa? -preguntó Yashmeen.

– En última instancia, de Renfrew -dijo Ratty-, que lo consiguió de un antiguo estudiante, que lo recibió de otro, y así sucesivamen__bién por otros planetas.te. Uno más de esos plexos transnacionales…; a estas alturas la red de Renfrew se extiende por todo el planeta, y no me extrañaría que tam

– El problema de estas historias con gas venenoso -dijo Coombs- es que uno siembra estos siniestros campos y luego, con extraña fre____________________te a las alturas, donde estallan en nubes invisibles?to vago. ¿Se manejan por control remoto?, ¿eléctrico?, ¿se disparan por el peso de un tanque o de un pie humano?, ¿se lanzan como un coheso de la caída uno puede verse de manera muy clásica reventado por su propio petardo. Su modo de funcionamiento también resulta un tancuencia, se olvida. Un avance se transforma en una retirada, y en el cur

Cyprian había estado estudiando el mapa de cerca con una lupa Coddington.

– Entonces aquí el segmento-línea de interés parece que está eti__mann?quetado como «Línea Crítica»… Yashmeen, ¿no es ésa la jerga de Rie

Ella miró el mapa.

– Con la diferencia de que ésta es horizontal y está dibujada en una cuadrícula de latitud y longitud, en lugar de ser valores reales frente a imaginarios, donde Riemann decía que se encontrarán todos los ceros de la función 'C,.

En ese momento Cyprian la estaba mirando a la cara, justo cuan_do ella no dijo «encontrarían» sino «encontrarán», y se percató de su inocente expresión de fe, porque aquello no podía llamarse de otro modo, ¿no?, los ojos dilatados como platos por un instante, los labios vulnerablemente separados, el aspecto de santa de una pintura que él sólo le había visto cuando Reef se ocupaba de ella. La función Zeta podía ser tan inaccesible para ella ahora como un antiguo amante. El nunca entendería nada de eso, pero sabía reconocer que esa función tenía la extraordinaria capacidad de absorber la mente de ella, sus energías, hasta una buena parte de su vida. Yashmeen vio que él la miraba, y sus ojos volvieron a tensarse. Pero el daño estaba hecho, y durante una hora Cyprian creyó que no podría vivir sin ella.

Volvió a concentrarse en el examen del mapa. Al cabo de un rato dijo:

– Aquí hay otra extraña especie de nota, en letra cursiva muy pe____________________gociando en moneda estropeada con los rostros imperiales demasiado desgastados para expresar la menor delicadeza de sentimientos, así ha descendido el Congo Belga a su destino.»riores una y otra vez, enfrentándose a situaciones como la actual, nequeña. «Sin haber podido aprender las lecciones de esa época ahora mítica, sabiendo que los goces tendrían que pagarse en años poste

– ¿Qué -preguntó Reef amablemente-, quesigniftcaeso?

– Recuerda: cuanto aparece en este mapa representa otra cosa -dijo Coombs De Bottle-. Esta «Katanga» podría ser Grecia. Los «Alema__queña, sin definir en anteriores comunicaciones…nes» también podrían ser austríacos. Y esto de aquí -señaló el centro del mapa-, nuestra preocupación actual, esta zona relativamente pe

– «…ha sufrido recientemente un cambio de estatus administrati_vo» -leyó Cyprian a través del dispositivo de aumento.

– ¿Novi Pazar? -conjeturó Ratty.

– ¿Por qué, Reg?

Ratty, que descubrió que todavía le gustaba hablar del trabajo, se encogió de hombros con timidez.

– Una antigua y persistente pesadilla, me temo. Los conflictos sur____________________par el Sanjak. Algo que no sería bien visto por Austria, que de hecho está más que impaciente por intervenir con sus tropas, forzando a la serie habitual de Potencias a venir a la carrera…nen que salir de Novi Pazar para desplegarse en el sur, y sabemos que al menos tres divisiones serbias están preparadas para marchar y ocugen con Turquía, pongamos que por Macedonia; las fuerzas turcas tie

– La guerra total en Europa.

– Eso mismo.

– ¿Y bien? -dijo Yashmeen-, ¿y por qué no dejarles tener su guerra? ¿Por qué iba a preocuparse cualquier anarquista que se precie por nin_guno de esos gobiernos con su caldo mezquino e incestuoso de reyes y césares?

– Por nuestro propio interés -dijo Ratty-, Los anarquistas serían los grandes perdedores, ¿no? Las corporaciones industriales, los ejér____________________dido toda credibilidad entre la población. El Anarquismo es ahora la idea que conquista todos los corazones, y alguna de sus versiones acabará envolviendo todas las sociedades gobernadas centralmente, a menos que el gobierno haya sido desbordado ya, pongamos, por sistemas familiares como lapitalistas más lerdos saben que el Estado-nación centralizado, que era un concepto tan prometedor hace sólo una generación, ha perpre, o serían todavía más poderosos. Con una guerra generalizada entre naciones, cada pequeña victoria lograda por el Anarquismo hasta ahora quedaría reducida a polvo; actualmente incluso los cacitos, las armadas, los gobiernos, todos se mantendrían como siem zadruga de los Balcanes. Si una nación quiere perdurar, ¿qué otras medidas puede tomar más que movilizar a la población y declarar la guerra? Los gobiernos centrales nunca estuvieron pensados para la paz. Su estructura es la de un estado mayor, la misma que la de un ejército. La idea nacional se basa en la guerra. Una guerra general europea, en la que cada trabajador en huelga se convierte en un traidor, se ondean banderas amenazadas, se airea el miedo a la profanación de los suelos sagrados de las pa__lítico. La idea nacional renacería. Uno se estremece ante las formas pestilentes que surgirían después, desde la ciénaga de una Europa en ruinas.trias, será el pretexto ideal para borrar el Anarquismo del mapa po

– Me pregunto si es el «Interdikt» de Renfrew y Werfner otra vez, atravesando la Península, a la espera de que lo desencadenen.

– Entonces -pensó Reef- alguien tendría que ir y desmontarlo.

– El fosgeno se descompone violentamente si se expone al agua. Ese sería el método más simple, aunque en caso de fallar uno podría hacerlo explotar antes de que hiciera ningún daño, lo que podría re_sultar un poco delicado…

– ¿Cómo puede desencadenarse el proceso sin que cause daño? -objetó Yashmeen-. Según el mapa, a menos que el mapa sea un mal sueño, el «Interdikt» atraviesa el corazón de Tracia. Esto es espantoso. Espantoso.

Jenny y Sophrosyne miraron con atención, seguramente recono_ciendo tras la voz de Yashmeen la silenciosa conversación interior que mantenía desde que se habían conocido. Ratty y Reef estaban en un rincón, dando caladas a sendos puros, mirando educadamente. Sin em____________________mente a quién creía ella que salvaría.les que las anotaba codificadas. No albergaba ninguna duda sobre los motivos que la empujaban a emprender esa misión, y sabía perfectabios en su rostro, de la caída de su cabello cuando se movía y de cómo reflejaba la luz, de cómo dormía, qué comía o dejaba de comer, sus lapsos y ataques de mal humor, así como otras variables tan personabargo, Cyprian había detectado la misma nota que las mujeres, pues desde el anuncio del embarazo de Yashmeen llevaba un registro de cada gramo de peso que ella ganaba y de su distribución, de los cam

La observación de cerca y la preocupación silenciosa eran una cosa, y los consejos gratuitos otra, pero llegó el momento en que Cyprian creyó que debía decirle algo.

– ¿Te has vuelto loca o qué? -Así abordó el tema-. No puedes pretender en serio tener un bebé ahí fuera. Es primitivo. Como si lo tuvieras en la jungla. Tendrás que estar cerca de ayuda médica com_petente…

Ella no se enfadó, más bien sonreía como si se preguntara por qué había tardado tanto en decirle eso.

– Todavía vives en el siglo pasado, Cyprian. Todos los pueblos nó_madas del mundo saben cómo tener a sus hijos cuando se encuentran en marcha. El mundo que vendrá ya ha llegado. Nosotros estamos aquí, en él. Mira alrededor, mi querido Cyprian.

– Oh, ya veo, ahora voy a tener que empollarme todo lo que haya sobre partería moderna, ¿es eso?

– Bueno, no te haría ningún daño, te lo digo en serio. -El pareció tan perplejo, por no decir cariacontecido, que ella se rió y tomó su diminuta barbilla en su antiguo estilo autoritario-. Vamos, no tendre_mos ningún problema, espero.

A su regreso de Bosnia, Cyprian se había jurado que nunca vol____________________do pudiera ofrecerle que él deseara lo bastante. Intentó explicárselo a Ratty:tes -sexuales, financieros, honoríficos- que podrían llevarle a cambiar de opinión, le asombraba comprobar que no había nada que el munvería a la Península Balcánica. Cuando le daba por imaginar alicien

– Si la Tierra estuviera viva, si tuviera una conciencia planetaria, entonces la «Península Balcánica» podría fácilmente representar lo que esta conciencia desea más oscuramente para su propia destrucción.

– Como la frenología -supuso Ratty.

– Sólo una forma de locura llevaría a alguien al este ahora mismo, a meterse en las fauces de lo que casi con seguridad está pasando allí. ¿No tendrá tu gente ninguna misión disponible para una ciudad de un tamaño razonable, como, por ejemplo, París, donde las opciones menos burguesas sean fáciles de llevar a cabo, y ciertamente no tan peligrosas?

– A ver -dijo Ratty reconociendo tal vez un componente retóri__rano de los Balcanes.co-, sabes que eres lo más parecido que tenemos a un Curtido Vete

Desde que en Salónica, en el Mavri Gata, descubriera que Vesna, la prima de Danilo, lejos de ser una figura de la desesperación y el autoengaño, era completamente real, y que cualquier cosa era por tanto posible otra vez, incluyendo, por qué no, la marcha hasta Constantinopla y la creación de un mundo nuevo, Cyprian había empezado a «relajarse en su destino», como decía él. Con cierta ansiedad, calcu____________________nos. Los jóvenes y deseables tendrían que comportarse como siempre habían rior, ya no era lo que importaba, y en todo caso no estaba en sus manaje, aunque eso, ahora lo sabía, lo sabía con una certidumbre inteló cuánto le quedaba de juventud, apostura y encanto, y se preguntó si le serviría para llegar al menos a la siguiente estación del peregrihecho, pero sin el pequeño C.L., o eso parecía.

Sin embargo, los votos contra la Península Balcánica, hechos en un momento de cierto acaloramiento, podían, según parecía, modi_ficarse.

– ¿Cómo iríamos? -preguntó Cyprian, como si la cuestión sólo le interesara en un sentido técnico.

Ratty asintió y le hizo un gesto para que se acercara a un alegre individuo que había estado comiendo bullabesa como si acabara de recibir la noticia de una inminente escasez de pescado.

– Saluda al Profesor Sleepcoat, que ahora interpretará para ti una interesante pieza al piano.

El Profesor se acercó al Pleyel que había junto a la ventana y rápi_damente tocó una escala de octava en las teclas blancas de fa a fa.

– ¿La reconoces?

– Una melodía pegadiza -dijo Cyprian-, pero no es correcta del todo, ¿verdad? -El Profesor empezó a tocarla de nuevo-. Ahora sí.

– Justamente, este si natural -lo aporreó dos o tres veces- debería ser bemol. En el pasado era una nota prohibida, no sé si lo sabes. Te gol__tabas en la Edad Media.peaban en los nudillos si la tocabas. O te hacían algo aún peor si es

– Así que es uno de los antiguos modos litúrgicos.

– Lidio. En las canciones y bailes populares de los pueblos de los Balcanes, ni más ni menos, aunque los otros modos medievales estén bien representados, se percibe esta extraña y drástica ausencia de ma__trado ni rastro. Un tanto misterioso para nosotros. Como si todavía siguiera prohibido, o tal vez incluso fuera temido. El intervalo que nuestro torpemente no bemolizadoterial lidio; en nuestra investigación, hasta la fecha, no hemos encon si hace con fa era conocido por los antiguos como «el demonio en la música». Y cada vez que lo toca__do y gritando o nos agrede físicamente. ¿Qué es lo que escuchan que les resulta tan inaceptable?mos para alguien ahí fuera, aunque sólo lo silbemos, o se va corrien

– Entonces tu plan -sugirió Cyprian- es ir hasta allí y responder a eso.

– Y también investigar ciertos rumores recientes sobre un culto neopitagórico que contempla el lidio con un horror especial. No es de extrañar que suelan preferir el llamado modo frigio, bastante co_mún por toda la región. -Volvió a dirigirse al teclado-. De mi a mi en las teclas blancas. Fíjate en la diferencia. Resulta que coincide con una melodía para lira que algunos atribuyen a Pitágoras, y su origen po_dría remontarse a Orfeo en persona, que al fin y al cabo era nativo de Tracia y con el tiempo fue adorado allí como un dios.

– A la vista -añadió Yashmeen- de las similitudes, por no decir la identidad, entre las enseñanzas pitagóricas y las órficas.

Las cejas del Profesor se alzaron. A Yashmeen le pareció de justi_cia mencionar su antigua relación con el CRETINO.

– Sería un verdadero placer -dijo llenando hasta el borde un vaso de bistro con el Jurancon blanco local- tener a una ex neopitagórica en nuestra excursión. Hacernos cierta idea de lo que nuestros homó_logos balcánicos del CRETINO podrían pensar y todo lo demás.

– Si es que existen.

– Oh, yo creo que sí. -Rozó brevemente la manga de ella.

– Alerta de fascinación -murmuró Cyprian. Reef y él estaban muy familiarizados con el guión que se desarrollaba cuando alguien conocía a Yashmeen. Siempre, según iban rotando las horas socia_bles y se contraían hasta la madrugada, la fascinación inicial, a medida que progresaba la velada, se convertía gradualmente en intimidación y perplejidad.

– Estaré en la barra -dijo Reef.

Yz-les-Bains era de hecho uno de los pocos lugares del continen__drilo decente (cantidades equivalentes de ron, absenta y los licores de uva conocidos comote europeo donde un anarquista sobrio podía encontrar un Coco trois-six), uno de los cócteles tradicionales de los anarquistas, cuya invención afirmaba haber presenciado Loi'c, el cama_rero, un veterano de la Comuna de París.

Así que la idea -«de quién» fuera ya no importaba- consistía en desplegarse en Tracia entre un grupo de coleccionistas de canciones no demasiado mundanos, a una hora tardía del crepúsculo europeo, lo cual no estaba exento de riesgos, para abordar a los campesinos de la zona y apremiarlos a que cantaran o tocaran algo que sus abuelos les hubieran cantado o tocado. Aunque el Profesor Sleepcoat parecía des__bía en sus modales un matiz de impaciencia, como si se le estuviera acabando el tiempo.conectado de la política del momento, sí le había llegado noticia de que, al menos desde 1900, las búsquedas de material musical se habían generalizado en todas las naciones de Europa, y ciertamente se perci

– Bartók y Kodály en Hungría, Canteloube en Auvernia, Vaughan Williams en Inglaterra, Eugénie Lineff en Rusia, Hjalmar Thuren en las Islas Feroe, y otros muchos, a veces sencillamente porque es posi_ble, dadas las recientes mejoras en la grabación portátil de sonido.

Pero también se respiraba un ambiente de urgencia en el extran_jero, si bien nadie hablaba de ello sobre el terreno, como si el trabajo tuviera que hacerse rápidamente, antes de que el legado de canciones de cada pueblo se perdiera para siempre.

– Supongo que seré vuestro escolta -dijo Reef-, aunque no os haría daño a ninguno de los dos poneros al día en algún tipo de ferre__garás de la navegación, y Yash, bueno, supongo que habrá alguna tarea que te podamos encomendar…tería personal, a efectos de cubrirnos la espalda; Cyprian, tú te encar

Si no hubiera estado ya acostumbrada al concepto que Reef tenía de la burla cariñosa, Yashmeen habría reaccionado con rabiosa indig__malmente y dijo:nación ante un comentario como ése. Ahora se limitó a sonreír for

– En realidad, resulta que soy el verdadero corazón palpitante de esta misión. -Lo cual era cierto.

Como siempre, Reef se extendió sobre lo que, salvo por su caren__neral tenía más que ver con el modo en que un cabrón trajeado le había estado mirando ese día. Cyprian no tenía la menor convicción política, y los comentarios al respecto, si no podían convertirse en un chiste, no le merecían ningún interés. Yashmeen era, sin duda, la que compartía más profundamente las creencias anarquistas por aquí. No se hacía ilusiones sobre la inocencia de los burgueses, pero aun así se aferraba a una fe ilimitada en que era posible ayudar a la Historia a cumplir sus promesas, incluida, algún día, la justicia para los oprimidos.cia de análisis, habría pasado por hostilidad de clase, aunque por lo ge

Se trataba de la antigua necesidad que ella tenía de algún tipo de trascendencia; la cuarta dimensión, el problema de Riemann, el aná__rido que incluso el deseo erótico no tuviera consecuencias, al menos ninguna de tanto peso como el deseo de tener un marido, hijos y todo lo demás, que parecía acuciar a otras jóvenes de la época.lisis complejo, todo eso se había presentado como una vía de escape de un mundo cuyos términos no podía aceptar, donde habría prefe

Pero los amantes no podían contarse como influencias trascen__placable. Ahora, en Yz-les-Bains, Yashmeen se preguntaba si habría encontrado un tardío alivio temporal, una dentes, y la historia había seguido adelante con su propia agenda imesperanza de ir más allá de las formas políticas hacia una «unicidad planetaria», como le gustaba expresarlo a Jenny.

– Ésta es nuestra propia era de las exploraciones -decía- en el país sin cartografiar que espera más allá de las fronteras y los mares del Tiem_po. Emprendemos nuestros viajes hacia allí a la luz tenue del futuro, y volvemos a la época burguesa y su inmensa ilusión de seguridad para contar lo que hemos visto. ¿Qué son todos nuestros «sueños utópicos» sino formas defectuosas de viaje en el tiempo?

Tras una fiesta de despedida que se alargó toda la noche y sería recordada por una inocencia todavía a salvo de toda causa y efecto, salieron en un amanecer tormentoso y, cogidos del brazo, recorrieron los adoquines resbaladizos de las callejuelas, pasaron bajo puentes para peatones, subieron y bajaron tramos de escaleras iluminados por una luz húmeda, hasta sus habitaciones, para intentar dormir unas horas antes de partir para la Península.

Luego subieron al tren y las agujas les fueron dando paso una tras otra, como un mago que enseñara una carta a los espectadores sin es__bitual suspensión de la incredulidad del turista ante un espectáculo de variedades; en realidad ya no se trataba de «viajar», sino de tres tipos de necesidad.tar muy seguro de hasta qué punto querían que los engañara, porque esta vez ninguno de ellos encontraba el modo de disfrutar de la ha

Y no eran tanto las vistas de la Europa invernal que desfilaban aceleradas por las ventanillas cuanto el folleteo que tenía lugar cuan_do las persianas del coche cama se bajaban. La antigua fantasía del Orient Express disponible cualquier noche en cualquier music-hall de Europa.

A la salida de Zagreb, Yashmeen, como si percibiera que algo lle_gaba a su final, con su hermoso culo levantado por Reef, que acababa de penetrada, le hizo gestos a Cyprian para que se acercara y, sin más preliminares, por primera vez, se metió su pene, ya dolorosamente erecto, en la boca.

– Oh, vaya, Yashmeen, esto no es…

Ella se detuvo, desencajando la boca por un instante, y le clavó una mirada a un tiempo dura y cariñosa.

– El embarazo lleva a una mujer a hacer cosas extrañas -se expli_có-. Concédemelo. -Y reanudó la mamada y, para el inmenso goce de Cyprian, también le mordió, primero con suavidad pero al poco cada vez con mayor fuerza, así que él no tardó en alcanzar el clímax sobrecogido por ese dolor hábilmente calculado, con Reef, excitado por lo que veía, no muy a la zaga, gritando «¡Yuuupi!», como tenía por costumbre.

– Sí, debería haberlo imaginado -añadió Cyprian, casi sin aliento.

– La norma -le recordó ella cuando parecía a punto de plantear la cuestión de los papeles y «lugares» un poco más tarde, al acercarse ya a Beogrado- es que no hay normas.

Y más o menos en ese instante, y por accidente, claro, Cyprian captó la mirada de Reef.

– Que no se te ocurran ideas raras -dijo Reef en un tono inme_diatamente hosco.

– La verdad es que tienes un culo atractivo -musitó Cyprian-, del tipo musculoso y tirando a pequeño…

– Mierda -dijo Reef negando con la cabeza-. Se me ha acabado el apetito. A ver si os aclaráis los dos, voy al salón de fumadores, a echar_me un purito.

– Pues aquí tienes un bonito panetela -Cyprian no pudo evitar el comentario- a tu entera disposición.

– ¿Eso? Eso ni siquiera es un Craven A. -Y Reef se fue indigna_do, pero ni de lejos tan irritado como fingía. Porque Yash tenía razón, claro. No había normas. Ellos eran quienes eran, y punto. Desde hacía cierto tiempo, cada vez que Yash y él follaban cara a cara, ella se las componía para echar la mano hacia atrás y meterle un dedo, mierda, a veces hasta dos, allí mismo, bien adentro, y a él le parecía que no siem____________________bías pensado, dirigiéndose a troneras que nunca habías imaginado…presa que veías por el rabillo del ojo volviendo hacia ti para chocar en ángulos imprevistos, desde bandas en las que a veces ni siquiera hañaban, pero aparte había que esperar carambolas, massés y bolas sorba cómo sería si Cyprian se lo follaba a él para variar. Claro. No tenía por qué pasar, pero, bien pensado…, era como el billar, supuso, tenías los tiros directos, con los cortados y efectos laterales que los acompapre estaba tan mal. Y, para ser sinceros, de vez en cuando se pregunta

Y la verdad era que Reef, pese a lo mucho que hablaba, se había encariñado del chico. Había cabalgado con hombres cien por cien 'machos', de pelo en pecho, con los que resultaba infinitamente más difícil llevarse bien. Susceptibles, sentimentales ante cualquier tonte__ban a sus mujeres con lágrimas en los ojos mientras recogían el dinero, y si pasabas cierto tiempo en compañías así o acababas desarrollando una inmensa paciencia o te volvías violento.ría -música de cantina, historias de animales-, malvados que chulea

Lo que le sorprendía de este trío, lo que en realidad no entendía, era que seguía esperando sentirse celoso por algo, pues en el pasado se había portado siempre como un mezquino hijoputa cuando se da____________________cían entre murmullos, o los flâneurs que hablaban enjerga se sumían en el silencio y se les borraba la sonrisa de la cara, sabedores de que Cyprian había entendido cada una de sus palabras, pero sin ganas de averiguar hasta qué punto se las iba a tomar como algo personal.sionales que rondaban delante de los casinos, entre las sombras, esos que esperaban a los incautos y los pagados de sí mismos, se desvaneradamente, lo había visto abandonar la pose de histeria teatral que utilizaba en el día a día y mostrar un frío dominio de sí mismo: lo vio tensarse y respirar controladamente, mientras los acechadores profeprian? Pero a medida que lo iba conociendo, Reef vio que Cyprian sabía defenderse cuando era menester, y no todo tenía que ver con el Webley que Reef sabía que llevaba encima. Un par de veces, inespero, ¿cómo va a sentir celos un hombre de un mariquita como Cyrecer nunca. En el pasado habría pensado algo así como: bueno, clapado en vómitos, no siempre suyos. Pero entre ellos tres la cosa era distinta, los celos ni siquiera habían aparecido, es más, no podrían apana de una ventana, o dos cabezas juntas en una calesa a un kilómetro de distancia, había sido presa de un arrebato homicida por culpa de los celos. Y después se despertaba en cualquier antro con el pelo empadaba cuántas noches, el atisbar una lámpara que se apagaba tras la cortiban este tipo de situaciones con tres implicados, ni siquiera recor

En Beogrado se unieron al Profesor Sleepcoat y su grupo, que in__lumna llamada «Misceláneos» y cuyos detalles el Profesor Sleepcoat no acababa de recordar.cluía al técnico Enrico, las estudiantes voluntarias Dora y Germain, y un contable llamado Gruntling que estaba allí debido a la insistencia de la Universidad, que no quería que se repitieran los excesos en el presupuesto del último viaje, la mayoría de ellos anotados en la co

En Sofía se bajaron en el andén de la Tsentralna Gara y se encon____________________levar Knyaginya Mariya Luiza, que parecía lleno de perros callejeros y bebedores en diferentes fases de peizaban la ciudad. Al entrar, Cyprian contempló entristecido el busos, las mezquitas y las casas bajas habían dado paso a una cuadrícula de calles amplias y diáfanas y de obras públicas a gran escala que eurotraron con una ciudad re-imaginada tras los treinta y pico años que habían pasado desde la expulsión de los turcos: los callejones sinuoenvenenamiento etílico.

– Antes era mucho peor -le tranquilizó el Profesor-. Arthur Symons la llamó la calle más espantosa de Europa, pero de eso hace mu_cho, y todos sabemos lo sensible que es Arthur.

– Tiene algo de Omaha -le pareció a Reef.

Al día siguiente, Gruntling acudió al banco y se quedó hasta la hora de cierre, y luego el grupo se encaminó hacia el norte, a las colinas.

Cada mañana, el contable sacaba una bolsa de levas búlgaras de plata y extraía veinticinco.

– Esto es sólo una libra -se quejaba el Profesor.

– Muy bien -decía Gruntling pasándole las monedas-, pues en_tonces esto es un kilo. Procure no gastarlo todo en el mismo sitio.

– Son cinco dólares -dijo Reef-, no sé de qué se queja.

La mayoría de los desembolsos eran en monedas más pequeñas, stotinki de níquel y bronce, para las coñudas durante el viaje -kebabcheta, banichka, palachinki, cerveza- y para pagar algún sitio donde dor__trarse un niño dispuesto a girar la manivela que movía el dispositivo de grabación mediante un reductor y un volante que suavizaba las variaciones de tono.mir por las noches. Por unos pocos stotinki, también podía encon

– Es como mover el fuelle del órgano de la iglesia en el siglo pa__nimos no habríamos tenido a Bach.sado -le pareció al Profesor Sleepcoat-, Sin todos esos pilluelos anó

Comentario que le hizo merecedor de una mirada de Yashmeen, quien en otras circunstancias le habría preguntado dulcemente en qué medida creía él que la cultura occidental había dependido a lo largo de toda la historia de ese tipo de trabajo vergonzosamente mal pagado. Pero no se trataba de una discusión que ya nadie tuviera tiempo ni ganas de mantener.

Un anochecer que el Profesor seguía fuera trabajando hasta tar__ven voz de tenor. Al principio lo tomó por un típicode, escuchó a lo lejos, en el valle, a alguien que cantaba con una jo kanástánc de porqueros transilvanos que habría llegado hasta ahí salvando cordi____________________nes, por el Tiempo personificado como un demiurgo y servidor de la Muerte. Y el equipo de grabación, claro, y Enrico estaban en la posada. Pero en realidad no era necesaria ninguna grabación, porque los dos cantantes habían repetido la canción varias veces, hasta bien entrada la noche, para que se grabara en los surcos de la memoria del Profesor Sleepcoat, justo al lado de los dedicados a los lamentos, las penas y demás.dra caliza esculpida con fantasía, a lo largo de incontables generacioción, como si Orfeo se la hubiera cantado a Eurídice en el Infierno, llamándola allá abajo entre vapores embriagadores, por cursos de agua que retumbaban helicoidalmente, levantando ecos entre la pievarse mediante una iniciativa al menos tan metafísica como la cantantes fuera mayor que la anchura del valle, algo que sólo podía salse cuenta, y por eso fue capaz de percibir, bajo el sonido, una intensa conciencia de pérdida, como si la distancia que separaba a los cancida, que había pasado antes de que tuviera ocasión siquiera de darrecho a cantar, inevitablemente recordó su propia juventud ya feneres de cabras, y sus palabras eran en un dialecto del barrio de los campesinos de Sofía cantadas en una melodía frigia que el Profesor nunca había oído, y que supo que jamás volvería a oír, no, al menos, de ese modo, sin mediación e inmune al Tiempo. Y como lo poco que pudo entender fueron palabras que sólo los jóvenes tenían dequeño vahe, a veces antifonales, otras juntas, en armonía. Eran pastolongó el crepúsculo, las dos voces cantaron de un lado al otro del pelleras y siguiendo cursos fluviales, pero al instante respondió otra voz joven, de una gama más aguda, de chica, y durante lo que se pro

Más tarde, el Profesor parecía no poder quitarse a Orfeo de la cabeza.

– El no se acababa de creer que ella deseara de verdad volver con él para vivir de nuevo en el mundo de la superficie. Tuvo que darse la vuelta y mirar, sólo para asegurarse de que ella venía.

– La típica inseguridad masculina -lloriqueó Yashmeen.

– La típica codicia femenina acaba imponiéndose al final, así es como yo lo he interpretado siempre -comentó Gruntling.

– Oh, él es el Señor de la Muerte, por lo que más queráis, ahí no pinta nada el dinero.

– Jovencita, el dinero pinta en todas partes.

La principal tarea para Reef, Cyprian y Yashmeen ahora mismo era localizar la línea Interdikt e inutilizarla. El campo estaba lleno de indicios, indicaciones erróneas a propósito: cualquier espejismo de algo antinaturalmente recto, resplandeciendo sobre el terreno, podía man____________________to opacos. El uso de términos como «fortificación» y «gas» raramente resultaba fructífero, hasta con aquellos que no tenían miedo a hablar con ellos.blaban, y empezaban a hablar en dialectos que de golpe se habían vueldarlos contra molinos de viento y hacerles desperdiciar sus preciosas horas. La gente del pueblo se mostraba bastante amistosa hasta que Cyprian sacaba el mapa, entonces apartaban la mirada e incluso tem

– No los busquéis -les advertían con frecuencia-, si ellos quieren ya os encontrarán. Pero mejor que no os encuentren.

La buena gente que escuchaba esas charlas volvía la cara, se san____________________nuales que se llevaran haciendo desde tiempos antiguos.liares con las manos, algunos muy complejos, como comentarios matiguaba repetida y compulsivamente y hacía otros gestos menos fami

Finalmente, un día su suerte dio un giro. Estaban en Veliko Tárnovo, donde el Profesor había ido a estudiar una variante de la danza nupcial ruchenitsa, de la que se rumoreaba que tenía síncopas, hasta el momento no grabadas, en las 7/8 subyacentes. Era mediados de fe_brero, el día de San Trifón, que coincidía con un ritual de poda de las viñas. Todos bebían dimyat y misket caseros contenidos en cubas y bai__deón, violín y clarinete.laban a los sones de una pequeña banda local formada por tuba, acor

Reef, que no perdía ocasión de taconear, salió a bailar con una variedad de atractivas parejas que casi parecían haber formado una cola. Yashmeen, pasado ya la mitad del embarazo, se daba por satisfecha con sentarse bajo un toldo y ver lo que pasaba. Cyprian miraba y no miraba a los jóvenes del pueblo que en el pasado habría considerado deseables, cuando inesperadamente lo abordó un hombre delgado y bronceado, engalanado para la boda.

– Te conozco -dijo Cyprian.

– Salónica. Hace dos años. Me salvaste la vida.

– Vaya, eres «Flaco Gabrovo». Pero creo recordar que lo único que hice fue buscarte un fez que te encajara bien.

– Pensaba que a estas alturas estarías muerto.

– Hago lo que puedo. ¿Eres tú el que se acaba de casar?

– La hermana pequeña de mi mujer. Con un poco de suerte po_drá trabajar toda la cosecha antes de tener el primero. -Sus ojos no habían parado de desviarse hacia Yashmeen-, ¿Es tu esposa?

– No tengo esa suerte. -Y los presentó.

Flaco contempló sonriente el vientre de Yash.

– ¿Para cuándo?

– En mayo, creo.

– Ven a alojarte con nosotros cuando llegue. Mejor para ti, para el bebé y sobre todo para el padre.

– Aquí está el hombre en persona -dijo Cyprian con toda la ale_gría de que fue capaz.

Reef fue felicitado y convidado a quedarse con Flaco y su fami____________________car eltendía de este a oeste, entre los Montes Balcanes y la Sredna Gora, y ciertamente era un lugar tan probable como cualquier otro donde busbía estado habitando en un mapa personal de escala uno a uno de la Península desde que llegaron, se puso alerta al instante. El Valle se exlia, que tenían una pequeña granja de rosas cerca de Kazanlák, en el corazón del Rozovata Dolina, o Valle de las Rosas. Cyprian, que ha Interdikt.

Esperó el momento idóneo para abordar la cuestión con Flaco.

– ¿Habéis notado algo raro por ahí fuera?

Posiblemente con una vaga idea de la profesión de Cyprian:

– Es interesante que lo preguntes. Hemos visto gente que no de__rar directamente a Cyprian y añadir-: Traen maquinaria.bería andar por ahí. Alemanes, creemos. -Se interrumpió antes de mi

– Pero no maquinaria agrícola.

– Alguna parece eléctrica. También militar. Dínamos, largos cables negros que entierran. Nadie quiere desenterrarlos para ver qué son, aunque corrieron rumores de que algunos mutri locales tenían pensa____________________guien ve a esa gente asustarse por algo.sas suelen tenerse en cuenta, y se toman las medidas apropiadas, pero en este caso al día siguiente todo se olvidó. Es la primera vez que aldo ir a robar lo que pudieran y llevarlo a Petrich, en la frontera con Macedonia, donde puede venderse casi todo. En algún punto entre Plovdiv y Petrich, desaparecieron junto con lo que llevaran. No se los ha vuelto a ver. En el mundo de la delincuencia en Bulgaria, estas co

– ¿Crees que sería muy difícil echar un vistazo sin que nadie lo supiera?

– Puedo enseñártelo yo mismo.

– ¿No tienes miedo?

– Tú verás si hay algo de lo que tener miedo o no.

Pese a saber desde el principio que sucedería en algún momento del viaje, cuando anunciaron que había llegado la hora de marcharse, el Profesor Sleepcoat se mostró desolado.

– Debería haberme dado cuenta de que no tenía que salir esta vez -gruñó-. Es como el juego de las sillas musicales. Salvo que la música se paró hace dos años.

– Mantendremos el oído alerta, tal vez encontremos material lidio -prometió Yashmeen.

– Tal vez ya no exista. Tal vez haya desaparecido para siempre. Tal vez ese hueco en el contínuum musical, ese silencio, sea el primer anuncio de algo espantoso, de lo que ese silencio estructural sólo sea una inofensiva metáfora.

– ¿Contará en Yz-les-Bains que nosotros…?

– Es parte de mi cometido. Pero os echaré de menos.

Incluso para los autóctonos, acostumbrados a idiotas charlatanes del norte y del oeste con atuendo de turista, los tres parecían seria____________________do por ahí tan tarde, guos adoquines o la tierra abrasada, en regiones que con demasiada frecuencia presentaban resonancias angélicas…, qué andaban haciensando en la siguiente comida sólo cuando debían hacerlo, las caras ensombrecidas por las alas de los sombreros de paja urdida, visibles desde los lados o por debajo a la luz del sol que reflejaban los antimente apasionados, como si se comportaran no como querían sino como debían, en respuesta a las silenciosas voces del deber. ¿Quién podía saber, al encontrarlos en cualquiera de aquellos pueblos de las colinas, subiendo, descendiendo, sin dar un paso en terreno llano, pena una hora tan avanzada ya de la historia, cuando hacía tanto que todos los demás habían regresado, se habían retirado o volvían a estar inmersos en las ásperas certidumbres que sus tierras, más al oeste, estaban preparando o ya habían preparado…?

La granja de Flaco, por lo que Reef dedujo tras un rápido examen que a esas alturas ya hacía sin pensar, disfrutaba de una buena posi____________________minutivos.mados o irregulares, todos los cuales llevaban como mínimo un rifle, todos ellos conocidos de la zona, que se llamaban entre sí por sus ditera o escapaban de las emboscadas siseando y graznando, mientras que el tráfico que pasaba podía verse fácilmente a kilómetros de distancia, la mayor parte formado por carretas de las granjas y jinetes uniforbra, y había gansos por todas partes, que se movían junto a la carreción estratégica, en un pequeño valle, con un arroyo que corría desde la Sredna Gora bordeado por otras pequeñas granjas, cada una con su propio perro asesino, no muy lejos de una carretera que se desplegaba en curvas lentas, salpicada de vez en cuando con un árbol y su som

La granja era un hervidero de niños, aunque cuando Cyprian los contaba, nunca veía más de dos. Su madre, Zhivka, tenía buena mano con las rosas, y mantenía una parcela en la parte de atrás de la casa donde realizaba experimentos de hibridación, que había empe_zado hacía años cruzando R. damascena con R. alba. Tenía nombres para todas, les hablaba y al cabo de un tiempo, cuando la luna y el viento eran favorables, Cyprian oía que le respondían.

– En búlgaro, claro, así que no entendí nada.

– ¿Quieres contarme algo? -murmuró Yashmeen, enorme como una barcaza, tras haber pasado un día incómodo.

– Estaban hablando de ti y del bebé. Según parece será niña.

– Sí, ésta es una bonita maceta, espera un momento, no te muevas mucho…

A medida que se acercaba el momento, las mujeres de las granjas vecinas se acercaban más a Yashmeen, mientras Reef salía en busca de la diversión que hubiera en esas regiones y Cyprian se contentaba con las iglesias, los rosales de dos metros de alto, las largas puestas de sol, la noche de un azul acerado. Los hombres lo evitaban. Cyprian se preguntó si, en un trance que ya no recordaba, habría ofendido a alguno, quizá mortalmente. No se trataba, de eso estaba seguro -y tal vez fuera lo único de lo que podía estar seguro-, de que la severidad dibujada en los rostros que se volvían hacia él no fuera la del deseo. Esa era una ilusión cuyo consuelo ya no se permitía en las que a veces parecían ser sus últimas horas. Además, le importaba un pimiento.

Había dejado de buscar compañía erótica. Otra cosa, tal vez, pero fo_llar con desconocidos ya no le preocupaba mucho.

El bebé nació durante la cosecha de la rosa, a primera hora de la mañana, cuando las mujeres ya habían regresado de los campos; nació en medio de una fragancia todavía no adulterada por el calor del sol. Desde el primer momento sus ojos se entregaron abiertos y enormes al mundo que la rodeaba. Lo que Cyprian había imaginado como terrorífico o, en el mejor de los casos, repugnante, resultó ser a la hora de la verdad irresistible, con Reef y él a cada lado de la antigua cama, cada uno sosteniendo una mano de Yashmeen mientras ella se alza____________________día ser.muraban y querían a los hombres fuera de allí. En el infierno, si poba para afrontar las oleadas de dolor, a pesar de las mujeres que mur

La placenta acabó en la tierra bajo un rosal joven. Yashmeen llamó Ljubica al bebé. Avanzada la jornada, entregó su hija a los hombres.

– Tened. Quedáosla un rato. Se dormirá.

Reef sostuvo cuidadosamente a la recién nacida, como recordaba haber sostenido a Jesse la primera vez, cambiando de pie de apoyo y moviéndose con cautela por la pequeña habitación, ladeando la ca_beza ante la inclinación del techo, y al poco se la pasó a Cyprian, que la tomó con sumo cuidado, sorprendido de lo bien que se ajustaba a sus manos la levedad de la criatura, casi levitando, pero más aún le sorprendió la familiaridad del gesto, como si eso ya hubiera sucedi____________________do definir hasta entonces, antes de que ella estuviera allí, la diminuta Ljubica dormida.curidad exterior, como si se llenara un espacio que él no había sabido incontables veces. No se atrevía a decirlo en voz alta. Pero por un breve instante sintió una especie de certidumbre, extraída a una os

Sus pezones se pusieron de repente especialmente sensibles, y se sintió desbordado por una oleada de sentimientos, un deseo de que ella se alimentara de su pecho. Respiró hondo.

– Tengo un… -susurró-, un… -Estaba seguro-. La conocí antes, previamente, tal vez en esa otra vida fue ella la que me cuidó, y ahora el equilibrio se restaura…

– Oh, le das demasiadas vueltas a todo -dijo Yashmeen-, como siempre.

Durante buena parte de ese verano, Reef y Cyprian estuvieron buscando el esquivo «campo de minas austriaco». Pasaban por par__do desde los pastos de ovejas, ladrando como homicidas. A veces Yashmeen los acompañaba, pero cada vez con mayor frecuencia se quedaba en la granja, ayudando en los quehaceres cotidianos, al lado de Ljubica.celas de tabaco y campos de girasoles, lilas silvestres en flor, gansos graznando, calles de pueblos. Perros peludos se les acercaban corrien

Cuando las rosas estuvieron recogidas y Flaco Gabrovo tuvo por fin tiempo, cumplió su palabra y llevó a Reef y a Cyprian hasta un promontorio, azotado por el viento, que dominaba una llanura sin ár__tros de altura que sostenía una antena de hierro negra y toroidal.boles. Junto a una pequeña cabaña se elevaba una torre de treinta me

– Esto no estaba aquí antes -dijo Flaco.

– Me parece que es uno de los aparatos de Tesla -dijo Reef-. Mi hermano trabajaba en eso.

Dentro de la cabaña de transmisión había un par de operadores con la oreja casi pegada a los altavoces, escuchando atentamente lo que al principio parecían sobre todo parásitos atmosféricos. Pero, cuan_to más escuchaban los visitantes, más les parecía oír de vez en cuando palabras en varios idiomas, entre ellos el inglés. Cyprian negó con la cabeza, sonriendo si no con incredulidad sí en una educada tentativa de no ofender.

– Está bien -dijo uno de los operadores-. Muchos en la profesión creen que son voces de los muertos. Hasta Edison y Marconi creían que el sistema inalámbrico sintónico podía llegar a desarrollarse como un medio de comunicación con los espíritus de los difuntos.

Reef pensó inmediatamente en Webb, y en la sesión de espiritis_mo en Suiza, y en sus comentarios jocosos a Kit acerca de telefonear a los muertos.

Desde fuera llegó un estruendo mecánico.

– Motocicletas -dijo Cyprian-, a juzgar por la vibración. Iré a echar un vistazo, ¿os parece?

Seis o siete motoristas en trajes de faena de cuero a los que el tiempo y el terreno no había hecho sino darles más estilo, montando motocicletas de cuatro cilindros trucadas: los identificó de inmediato como miembros de la unidad de élite «para el acecho» de Derrick Theign, el RRAYO, a los que había visto por última vez en la esta_ción de Trieste.

– ¿Eres tú, Latewood? -Detrás de unos anteojos ahumados, Cyprian reconoció a Mihály Vámos, un antiguo as de la escalada en el circuito húngaro. Habían pasado algún tiempo juntos en Venecia, el suficiente, esperaba, bebiendo hasta avanzada la noche, ayudándose a salir del inesperado canal, paseando por los pequeños puentes a la luz de la luna, fumando, intentando decidir qué hacer con Theign.

– Szia, haver -Cyprian asintió-. Lleváis unas máquinas muy boni_tas últimamente.

Vámos sonrió.

– No como aquellas pequeñas Puch que nos hacían montar al principio. Gangas de un intermediario Habsburgo amigo de Theign, se averiaban cada dos por tres. Estas nuevas son FN, modelos experi_mentales, ligeras, duras, rápidas. Mucho mejores.

– ¿La fábrica de armas belga?

– Oh, claro, son armas. -Miró a Cyprian-, Me alegra ver que to_davía andas por ahí buscándote problemas. Ciertamente te estamos agradecidos.

– ¿Por…?

Vámos se rió.

– No recibimos noticias muy detalladas de lo que le pasó a Theign. Un día dejaron de llegar mensajes del puesto de Venecia y desde en__gún parece nos hiciste un favor a todos.tonces hemos estado actuando de manera independiente. Pero se

Cyprian le ofreció un cigarrillo local y ambos se encendieron el suyo.

– Pero ¿todavía sigues en tu cargo aquí? ¿Y si empezara la lucha? ¿Cómo puede esperarse que yendo solo…?

Vámos hizo un gesto hacia el transmisor de Tesla.

– El Ministerio de la Guerra mantiene instalaciones de recepción en la costa de Sussex y enlaces por cable con Londres. Creíamos que tú estarías allí a estas alturas, de vuelta en Inglaterra, feliz y a salvo, bebiendo té en algún jardín. ¿Quién en sus cabales querría andar por aquí?

Parecía inútil no sacar el tema del Interdikt. Sin dar nombres ni fechas, Cyprian le hizo a Vámos un rápido resumen de lo que había estado haciendo.

– Ah, eso. -Vámos se quitó los anteojos y se los limpió en la ca_misa mientras fingía mirar atentamente el cielo-. Por aquí lo llaman el Zabraneno. Quienquiera que lo instalara, el caso es que ya no per__dictorios con respecto a su utilidad. Ninguno de nosotros sabe cómo desmantelarlo, así que lo mejor que podemos hacer es esperar, mandar patrullas, de este a oeste, de oeste a este, cuidar de que nadie lo ponga en marcha por accidente.tenece a nadie; los alemanes y los austríacos se han desentendido y fingen que no saben nada, la gente de la región está aterrorizada, los turcos envían sus sondeadores cada mes aproximadamente, creyendo que es como la Gran Muralla China, levantada para impedir que ellos invadan la región. Los británicos, como siempre, se muestran contra

– ¿Y alguna vez ha…?

Vamos adoptó una expresión desacostumbradamente solemne.

– Se comporta como si estuviera vivo. Sabe cuándo alguien se acer__ve… Supongo que querrás verlo.ca y toma medidas para protegerse. De cualquiera que pase de cierto radio. Nosotros hemos aprendido a entrar, pero para lo que nos sir

Flaco Gabrovo recordó que tenía una cita con un representante de una fábrica de esencia de rosas de Filípolis, y se marchó tras discul____________________puchas verdes oscuras…toristas, a sólo un aliento de descubrir sus rostros de debajo de sus cadas que tenían algo de animales familiares pero estaban deformados, eran irreconocibles e intranquilizadores, y parecían observar a los modas de las colinas de la Sredna Gora, entre árboles recubiertos de hiedra, un siniestro tapiz de criaturas verdes encorvadas y encapuchatoristas del RRAYO, que los condujeron rugiendo a través de las falparse. Cyprian y Reef se subieron cada uno detrás de uno de los mo

Y arrastrándose por las lindes…, o de hecho saliendo y entrando laboriosamente como la lanzadera de un telar por toda la urdimbre del campo de visión, extendiéndose por los hilos invisibles y cruzados en los que todo lo que existe se despliega, Cyprian, bajo el viento poco amable, con los dientes recubiertos de una amplia variedad de insec__bía estado ahí, pero a lo que él no había sido receptivo…tos vivos, presenciaba distorsiones, desplazamientos, rotaciones… Ahí había algo más, a punto de aparecer, algo que, comprendió, siempre ha

– Pararemos aquí -dijo Mihály Vamos- y seguiremos andando, con cuidado.

En fila india, avanzando en zigzag, como si contaran los pasos, se acercaron a una larga estructura de cemento erosionado, llamativa_mente oscuro en este desacostumbrado frío estival, una repetición de elementos que en su totalidad estaban lúgubremente dispuestos en la misma dirección, como si esperaran a intrusos desconocidos pero no por ello merecedores de misericordia.

Vamos los llevó a una especie de casamata ampliada, construida no hacía mucho pero que ya empezaba a herrumbrarse. Dentro, en las sombras ocres de la tarde, comunicados desgarrados que en el pasado habían voceado urgencias seguían sujetos a un antiguo tablón de anuncios enmarcado, aunque muchos ya se habían caído y habían ido a parar a los rincones. Los túneles conducían al interior de una oscu_ridad de piedra, hacia estructuras contiguas que no estaban indicadas, y se extendían a lo largo de kilómetros en lo que se anunciaba con toda claridad como una inmensa barrera fortificada.

En un almacén encontraron cientos de bombonas nuevecitas, sin rastro de polvo, todas con la etiqueta fosgeno.

– Son de verdad -dijo Vámos-. El fosgeno ya ha dejado de ser exótico, hay plantas que lo producen por todas partes, no es más que cloro y monóxido de carbono. Con acceso a la suficiente corriente eléctrica, es fácil producir cloro a partir del agua salada, y el monóxido de carbono puede recuperarse a partir de casi cualquier proceso de combustión. Los expones ambos a la luz, y ya tienes fosgeno.

– Nacido de la luz -dijo Cyprian como si estuviera a punto de entender algo.

– Parece que, después de todo, ésta no es un arma de gas -dijo el motoros-, «Fosgeno» es en realidad una palabra en código para luz. Aquí hemos aprendido que es la luz el verdadero agente destructi_vo. Aparte de eso, los creadores del Zabraneno se han movido en el mayor de los secretismos, aunque los pocos trabajos teóricos publica_dos parecen ser alemanes, y se remontan a los primeros estudios sobre el alumbrado urbano; sin embargo, por entonces le dedicaban gran atención al Éter, utilizando como modelo las ondas de choque que atraviesan el aire en una explosión convencional, buscando métodos similares para intensificar localmente la presión de la luz en el Éter… Por la experiencia militar con proyectores, se sabía con qué eficacia una luz de esa potencia podía producir desconcierto y miedo. El paso siguiente era encontrar un modo para proyectarla como una corriente de energía destructiva.

– El miedo en una forma letal -dijo Cyprian-. Y si todas estas unidades, a lo largo de esta línea, explotaran a la vez…

– Una gran cascada de ceguera y terror que arrasaría el corazón de la Península Balcánica. Jamás ha sucedido nada igual. La fotometría es todavía demasiado primitiva para que alguien sepa cuánta luz se desplegaría o lo intensa que sería…, se situaría en torno a varios mi_llones de candelas por pulgada cuadrada, pero sólo son suposiciones, expresiones de pánico militar en realidad.

– Dios -dijo Reef.

– Puede que no.

Flaco había mencionado unos cables negros.

– Pero por aquí no veo ninguna fuente de luz.

La mirada que recibió de Vámos no era de las que Cyprian re_cordaría con tranquilidad.

– Sí. Raro, ¿verdad?

Al salir, Vámos dijo:

– ¿Es esto lo que te mandó buscar tu gente?

– No dijeron nada de códigos -dijo Cyprian con una furia con_tenida-, más malditos códigos aún.

Los motoristas los dejaron en un cruce de carreteras cerca de Shipka.

– Sok szerencsét, Latewood -dijo Vámos asintiendo. Según el pro__vanecido y el viento reanudó su aleteo.tocolo de estas situaciones, puede que sobre todo en Tracia, uno no se daba la vuelta a mirar. Al poco, el ruido de los motores se había des

– ¿Qué vamos a decirle a Yash? -se preguntó Reef.

– Que no pudimos encontrarlo. Fingiremos que seguimos bus_cando por un tiempo, pero en las direcciones equivocadas. Debemos mantenerla a ella y al bebé lejos de esto, Reef. En algún momento, diremos que la misión es un fracaso y volveremos a…

– ¿Has perdido el hilo, colega? -preguntó Reef al cabo de un rato.

– Me estaba preguntando qué le diremos a la gente de Ratty. Ellos tienen una impresión más que equivocada de lo que está pa_sando, ¿no?

– Suponiendo que esos chicos de las motocicletas nos hayan con_tado «la verdad verdadera».

– Ahora son los guardianes de la cosa. Ya puestos, de todo este tris__nen. No quiero creerles, pero les creo.te e incomprensible caos balcánico. No quieren la misión, pero la tie

A partir de entonces, en los momentos en que no tenía ningu__te un inmenso estallido de luz, tóxica e implacable, que despojaría el cielo de todo detalle, una imagen de la que ni siquiera se libraba en sueños.na ocupación urgente, Cyprian se encontraba esperando de repen

Cuando reanudaron la marcha, a Reef le encantó ver lo fácilmen____________________cisamente entonces, la niña le recordaba a su hijo Jesse en Colorado.tino de nómada y no viera motivos para oponer resistencia alguna. En cuanto aprendía a asir un determinado objeto, lo primero que hacía era tirarlo. Aunque era algo que Reef necesitaba y no necesitaba prezones que cualquier otro bebé, pero no más, como si conociera su deste que se adaptaba el bebé al viaje. Ljubica lloraba por las mismas ra

– Te estás comportando como si fuera tu segunda oportunidad -dijo Yashmeen.

– ¿Qué tiene de malo?

– El que te creas con derecho a tenerla.

«¿Y quién dice que no lo tenga?», estuvo a punto de espetarle, pero se lo pensó mejor.

Se dirigían al este, hacia el Mar Negro, con una vaga idea de es_tablecerse en Varna, para así reanudar la antigua vida de balneario, y ganarse unos cuantos leva con un poco de juego tranquilo y demás, siempre que se lo permitiera el bebé.

– Alguien dijo que el palacio de verano del Rey está allí.

– Y…

– Todavía es verano, ¿no? Cuando el Rey está en la ciudad, siem_pre hay moscas, ¿no lo sabías?, es un antiguo proverbio.

El tema del Interdikt no había vuelto a surgir. El nacimiento de Ljubica había situado la cuestión, al menos para Yashmeen, muy aba____________________to habría diagnosticado unamo. Hasta un neurópata aficionado que los observara en ese momenjo en su lista de prioridades. El que tampoco ninguno de los dos hombres sacara el tema le indicaba que tal vez todos pensaran lo mis folie á trois posparto. El resto del mundo buscaba dónde refugiarse, los sueños de los burgueses y de los traba_jadores adoptaban formas terribles, todos los profetas coincidían en que se aproximaba la tormenta… ¿en qué estarían pensando estos tres? Y, por si fuera poco, con un bebé al que cuidar. Menudos irres_ponsables, por no decir completamente hebefrénicos.

Había una carretera en perfecto estado que llevaba hasta el mar, pero por alguna razón no podían seguirla. Así que continuaron as_cendiendo, adentrándose en los Montes Balcanes, incluso volvieron sobre sus pasos hacia el oeste, como si obedecieran ciegamente a una brújula fatalmente sensible a las anomalías.

A ciertas horas del mediodía, ramas de pino con oscuras vetas de sombras se alzaban temblorosas hacia ellos como los brazos de los muertos incontables, no tanto suplicando como exigiendo, casi ame____________________bre él.ciones, de hecho nadie que estuviera vivo recordaba un tiempo en el que hubieran cantado, y esos cielos pertenecían ahora a las rapaces. El país estaba bien preparado para lo que no tardaría en abatirse sonazando. Los pájaros de la región no cantaban desde hacía genera

Muy por encima de los tejados de teja roja de Sliven, tras ascen__pezó a hablar en su idioma.der entre nubes de mariposas curiosas por conocer el estatus de Ljubica, que ella hacía lo posible por explicarles, salieron a una extraña formación abovedada de piedra de unos ocho metros de alto, y en cuanto la vio, Ljubica se puso como loca, agitó brazos y piernas y em

– Claro -dijo Reef-, vayamos a echar un vistazo.

La acurrucó en un brazo y junto a Yashmeen se encaminó a la formación rocosa; Ljubica empezó a mirar hacia arriba y hacia fuera cuando pasaban por debajo. Al volver encontraron a Cyprian charlan_do y fumando con un par de chicos que holgazaneaban por allí.

– ¿El arco bajo el que habéis pasado? Lo llaman Halkata. El Anillo.

Ella creyó reconocer el tono de la voz de Cyprian.

– Oh, no, otra maldición local. Lo que nos faltaba. -Pero él la miraba fijamente, sin ganas de hablar, con los ojos encendidos-. Cy_prian…

– Si pasas por debajo con alguien, los dos, o todos, por lo que pa__dición, pero no la mía.rece, estaréis enamorados para siempre. Tal vez sea tu idea de una mal

– Entonces, vamos. Es tu turno.

Apenas pudo conseguir que su sonrisa no pareciera triste.

– Y cualquiera que pase por la arcada solo, según mis informantes aquí presentes, cambia de sexo. No sé en qué situación me dejaría, Yashmeen. Tal vez no me haga demasiada falta tal confusión. La últi____________________terior sorpresa cuando descubrí que eran las mujeres, que parecían no tener ningún poder, las que en realidad manejaban el cotarro. ¿Qué significaba eso, entonces, para la lealtad de alguien a ambos sexos a la vez?miante atención, y tuve que adaptarme rápidamente. Imagina mi posrante la estancia, pues las expectativas balcánicas sobre el sexo son un tanto, cómo diría, radicales. Detalles que uno sencillamente habría pasado por alto en Cambridge o Viena requerían aquí la más aprema vez que estuve aquí -prosiguió más tarde aquella noche, en Sliven, en una habitación que habían tomado para pasar la noche en una casa antigua junto a Ulitsa Rakovski-, tuve que reprimir mis impulsos du

– Ay, Dios. -Y Ljubica también se reía. Reef había salido a tomar algo a una kráchma. Yashmeen y Cyprian se miraban con parte del antiguo, ya «antiguo», temblor especulativo.

Un día, en las alturas de los Montes Balcanes, desafiando a los de__jaro, una especie de tordo búlgaro, que cantaba en escalas modales, atento al tono, a veces durante minutos seguidos. Ljubica escuchaba atentamente, como si reconociera un mensaje. De repente asomó la cabeza fuera del chal de ganchillo con el que Cyprian la cubría y miró hacia arriba y predadores de los cielos, oyeron por primera vez el canto de un páhacia atrás. Siguieron su mirada hasta un antiguo edificio, destruido y reconstruido más de una vez a lo largo de los si__do a las cambiantes cortinas de bruma lanzadas hacia arriba por la estruendosa colisión de agua y roca.glos, erigido sobre un profundo cañón, al que parecía imposible llegar a través de los rápidos del río y las escarpadas paredes de roca pelada. Al principio ni siquiera estaban seguros de qué estaban viendo debi

– Tenemos que volver atrás -le pareció a Reef-, subir hasta la cima e intentar llegar descendiendo.

– Me parece que veo un acceso -dijo Cyprian.

Los condujo por una madeja de caminos de cabras. Aquí y allá ha____________________cia un oscuro arco de musgo por encima de ellos, bajo el cual se veía una figura con túnica de monje y las manos extendidas, las palmas hacia arriba, como si presentara una ofrenda invisible.les, y entonces encontraron un sendero, despejado de maleza y de los restos de rocas caídas, que ascendía a la luz lentamente declinante habían tallado escalones en la piedra. Al poco, audibles por encima del rugido hirviente que sonaba a sus pies, les llegaron unas voces cora

Reef había sacado un paquete de Byal Sredets y le ofreció al mon_je, que extendió un dedo y luego, preguntando con las cejas, otro, y tomó dos cigarrillos, sonriendo.

– Zdraue -le saludó Cyprian-, kakvo ima?

Recibió una larga y fija mirada de valoración. Por fin el hombre habló con un inglés de acento universitario:

– Bienvenidos a casa.

El convento pertenecía a una secta que descendía de los antiguos bogomilos que no abrazaron la Iglesia de Roma en 1650, como la mayoría de los demás Pavlikeni, sino que optaron por pasar a la clan____________________sible.sistía en permanecer intensamente consciente, en todo momento del día, de las casi insoportables condiciones de la lucha cósmica que ineludiblemente, libraban la oscuridad y la luz detrás del mundo vituado, y quienes se refugiaban ahí vivían perseguidos por la inflexible doblez de todas las cosas. Parte de la disciplina de los postulantes connocido hoy día como Maritza. Los rasgos maniqueos se habían acenmado elementos más antiguos, más nocturnos, que se remontaban, se decía, al semidiós tracio Orfeo y a la época de su desmembramiento, que se había producido no lejos de allí, a orillas del río Hebrus, codestinidad. A lo largo de los siglos, a su fe particular se le habían su

Yashmeen, en la cena de esa noche, soltó un discreto grito de re_conocimiento al ver la prohibición vigente en el convento de comer judías, una norma de la dieta pitagórica que, recordaba, también se observaba en el CRETINO. Al poco, pudo descubrir más akousmata pitagóricas, lo que indicaba claramente un origen común. Tampoco le pasó por alto que el hegumeno, padre Ponko, llevaba el Tetractis tatua_do en la cabeza.

El estaba más que dispuesto a hablar de la Orden.

– En cierto momento, Orfeo, que nunca se sintió cómodo con las historias que no pudieran cantarse, cambió de identidad, o se fundió lentamente con otro semidiós, Zalmoxis, que en Tracia se tenía por el único Dios verdadero. Según Herodoto, que lo oyó de griegos que vivían cerca del Mar Negro, Zalmoxis había sido un esclavo del pro__sor de la doctrina pitagórica.pio Pitágoras que, tras recibir su libertad, se dedicó a amasar una gran fortuna, regresó aquí, a Tracia, y se convirtió en un magnífico profe

Había un icono de Zalmoxis en la iglesia, donde Yashmeen y Reef encontraron a Cyprian después del servicio vespertino, arrodillado en el suelo de piedra, ante el iconostasio tallado, mirándolo fijamente como si fuera una pantalla de cine donde desfilaran las imágenes y las historias se desplegaran, y él debiera seguirlas. Rostros sin sombra de Zalmoxis y los santos. Y, tal vez, en un segundo vistazo, un descubri_miento de lo que había más allá de la luz, de lo que yacía dentro de la misma madera, de lo que se tenía el deber de liberar…

Yashmeen se arrodilló a su lado. Reef se quedó de pie cerca, sos_teniendo y acunando despacio a Ljubica. Al cabo de un momento, Cyprian pareció volver a la luz ordinaria de las velas.

– Sí que pareces devota. -Cyprian sonrió.

– Ah, me estás tomando el pelo.

El se encogió de hombros.

– Sólo estoy sorprendido.

– De encontrarme en un lugar sagrado. Yo, tan trivial, tan marujil. ¿Te has olvidado de la iglesia de Krástova Gora, donde me enteré no sólo de que mi bebé sería niña, sino de exactamente cómo sería su cara? Me arrodillé y recibí eso, Cyprian, y ruego que tú llegues a experimentar alguna vez un momento de iluminación remotamente parecido.

Se levantaron y salieron del nártex, los tres, con Ljubica, al aroma del mirto en el crepúsculo más profundo.

– Cuando os vayáis -dijo Cyprian con tranquilidad-, no os acom_pañaré.

Al principio, ella no captó la calma de su voz, creyó que sólo es_taba enfadado, y estaba a punto de preguntarle qué le había hecho, cuando él añadió:

– Tengo que quedarme aquí, eso es todo.

Aunque no osó decir nada, Yashmeen ya sabía que aquello suce____________________vocando recuerdos más remotos que su presente encarnación, había empezado, mucho antes de la llegada de Ljubica, a abrumarla.ra, y observó con impotencia cómo cada día la distancia se agrandaba un poco más. A pesar de sus esperanzas más temerarias. Si él hubiera estado gravemente enfermo, al menos ella lo habría reconocido y cumplido con su deber para con él, pero esa lenta partida, como si se alejara en las ciénagas del Tiempo, entre la miasma hedionda, entre olores que iban directamente a la parte más antigua del cerebro, insado por alto, y que le estaba esperando; y Yashmeen había acabado entendiendo poco a poco que no podría acompañarle allá donde fueperar una vida que podía haber olvidado o cuya existencia hubiera padería. Había empezado a sentir que Cyprian se iría ya desde su gira por los casinos franceses, como si él hubiera descubierto un camino de vuelta, no una reversión a nada conocido, sino un modo de recu

– Podría ser -dijo Cyprian todo lo amablemente que creyó nece_sario- que Dios no siempre nos exija que vaguemos por ahí. Podría ser que a veces se dé una… ¿dirías una «convergencia» a una especie de tranquilidad, no sólo en el espacio sino también en el Tiempo?

Amable o no, Yashmeen se tomó el comentario como un repro____________________tarían ahí cuando los necesitara.rias moradas para acogerla por un par de noches. Que no siempre esgabundeo en el que ella sólo consideraría su hogar la red de espíritus comprensivos que habían excavado espacios bajo sus propias precache personal. Su condición de apátrida se había desplegado para ella como un cielo desde el alba hasta el fin del día, sin sombras, un va

Por su parte, Reef pensaba que Cyprian tan sólo había descu_bierto una nueva forma de dar la nota, y que pronto se dedicaría a otra cosa.

– Así que estás pensando en hacerte monja. Y… ¿no se supone que te tendrían que cortar algo?, no sé…

– Me aceptan tal como soy -dijo Cyprian-; se acabaron para siem_pre esas agotadoras cuestiones de sexo.

– Eres libre -conjeturó Yashmeen.

Cyprian se disculpó.

– Sé que contabas conmigo. Aunque sólo fuera como masa corpo__me y te dejara al descubierto…ral, otro árbol en el cortavientos. Me siento como si acabara de caer

– Sabes que eres muy listo -dijo Reef-, es difícil creer nada de lo que dices.

– Otro vicio británico. Eso también lo siento.

– Bueno, no puedes quedarte aquí. Mierda, sé Bernadette de Lour_des si quieres, pero no aquí. Ya sé que es tu parcela particular, pero, por lo que más quieras, echa un vistazo alrededor. Se va a armar una buena, mi intuición nunca me engaña en eso. No es nada telepático sino profesional. Se ven malditos Mannlicher por todas partes.

– Oh, no habrá ninguna guerra.

Cualquiera de ellos podría haber dicho: «Pero ¿es que no ves que es imposible defender este lugar, que no hay vías de retirada claras, que no hay forma de escapar?». Cyprian debía de saber a esas altu__te siglos. Pero así era la política balcánica. Aquí eran más importantes otras cuestiones.ras lo que pasaba con los conventos en tiempos de guerra. Sobre todo por allí, donde no había habido más que masacres y represalias duran

– Han adaptado la oyrjpia -explicó Cyprian-, el rito de iniciación ortodoxo, a sus creencias, mucho más antiguas. En la historia órfica del origen del mundo, la Noche precedía a la creación del Universo, era la hija del Caos, los griegos la llamaban Nvi; y los tracios anti__den, la Noche es su prometida, su amada, aunque en realidad uno busca convertirse no en su novia, en absoluto, sino en una especie de sacrificio, de ofrenda a la Noche.guos la adoraban como una deidad. Para una postulante de esta or

– ¿Y a nosotros -Yashmeen hizo una pausa como para dejar que el término «ex amantes» resonara en silencio- se nos permitirá la en_trada?, ¿en tu ceremonia?

– Podrían faltar meses, incluso años todavía. En el rito Oriental, le cortan el pelo a la novicia, y luego ella misma se lo teje en una es_pecie de faja que lleva bajo el hábito, alrededor de la cintura, para siempre. Lo cual significa que antes incluso de que me tengan en cuenta como postulante, debo dejar que me crezca el pelo y, dada mi actual medida de cintura, podría requerir cierto tiempo.

– Si te oyeras… -dijo Reef.

– Sí, Cyprian, qué vano, de verdad, se supone que vas a renunciar a todo eso.

Cogió dos puñados de la grasa en cuestión y los contempló con dudas.

– El padre Ponko admite que la norma del largo del pelo no tiene nada que ver con la consagración, sólo sirve para concedernos un mar_gen de tiempo para pensar sobre el paso que vamos a dar, que no lo puede dar cualquiera.

– Que os corten el pelo no es nada -anunció el hegumeno un día a las postulantes reunidas- comparado con el Voto de Silencio. Hablar, para las mujeres, es una forma de respirar. Renunciar a eso es el mayor sacrificio que puede hacer una mujer. Pronto entraréis en un país que ninguna de vosotras conocéis y pocas podéis imaginar, el reino del silencio. Antes de cruzar esa fatídica frontera, a cada una de vosotras se os permite una pregunta, una sola. Pensadla bien, hijas mías, y no desperdiciéis esta oportunidad.

Cuando le llegó el turno a Cyprian, se arrodilló y susurró:

– ¿Qué es lo que nace de la luz?

El padre Ponko lo observaba con una expresión de pena excep__na manera, a no ser que quisiera provocar el cumplimiento de una profecía espantosa.cional, como si hubiera una respuesta que él no podía dar de ningu

– En el siglo XIV -dijo midiendo las palabras- nuestros grandes enemigos eran los hesicastas, unos monjes contemplativos que bien podrían haber sido budistas japoneses: se sentaban en sus celdas a mi_rarse, literalmente, el ombligo, esperando verse envueltos en una luz gloriosa que, creían, sería la misma que Pedro, Santiago y Juan habían contemplado en la Transfiguración de Cristo en el Monte Tabor. Tal vez se plantearan una pregunta parecida a la tuya, como una especie de koan. ¿Qué es lo que nació de esa luz? Curiosamente, si uno lee los relatos del Evangelio, en los tres casos el énfasis no se pone en el ex__jor de los casos, bajo una peculiar penumbra. «Llegó una nube y los eclipsó», según dice Lucas. Esosceso de luz sino en su falta, pues la Transfiguración ocurrió, en el me omphalopsychoi puede que vieran una luz sagrada, pero su vínculo con la Transfiguración es dudoso.

»Ahora tengo que preguntarte a mi vez: cuando algo nace de la luz, ¿qué nos permite ver esa luz?

Resultó, como Yashmeen no tardó en captar, que el padre Ponko abordaba el relato de la Transfiguración según la versión del Antiguo Testamento. El no se hacía ilusiones con respecto a la religiosidad de ella, pero siempre estaba dispuesto a charlar con los incrédulos.

– ¿Conoce la idea de la Shekhinah…, la que mora?

Yashmeen asintió; sus años en el CRETINO le habían propor__tánico.cionado un conocimiento amplio pero superficial en cabalismo bri

– Es el aspecto femenino de Dios. -Con los ojos encendidos, le habló del papel trascendental que se le daba en Chunxton Crescent a la carta número II de los Arcanos Mayores del Tarot, conocida como La Papisa, y de las debutantes de Mayfair que se presentaban allí los sábados por la noche con velos y peculiares tocados sin tener la me____________________plicaciones eróticas de una diosa judeocristiana, y esperaban orgías, azotes, atavíos de color negro brillante y demás, así que para ellos todo se desvanecía en una especie de bruma masturbatoria.gos de «igualdad»…, otros, sobre todo hombres, acudían por las imnor idea de lo que aquello significaba-. Algunos creían que tenía que ver con el movimiento de las sufragistas y hablaban en términos va

– Siempre se corre ese riesgo -convino el padre Ponko-, Cuando Dios oculta su rostro, se dice que «se lleva» la Shekhinah. Porque es ella la que refleja su luz, es la Luna de su Sol. Nadie puede resistir la luz pura, ni, menos aún, verla. Sin que ella la refleje, Dios es invisible. Ella resulta esencial para que él pueda hacer algo en el mundo.

Desde la capilla llegaron voces que cantaban lo que el hegumeno había identificado como un canone de Cosme de Jerusalén, que da____________________bía pretendido ser no era más que un pobre esbozo teatral.tigo era hasta cierto punto inherente a aquel lugar, una condición de residencia. Ella reconocía ahí que lo que el CRETINO siempre hataba del siglo VIII. Yashmeen se quedó muy quieta en el patio, como esperando a que pasara un ligero vértigo, si bien ya sabía que ese vér

– Hábleme del reflejo -se oyó murmurar a sí misma.

El tiempo presente le parecía cada día menos accesible, mientras las postulantes rodeaban a Cyprian y él se alejaba cada vez más de ella, como arrastrado por una ola que pasara a través de algún medio in____________________dos de volver a lo que ella recordaba de los reinos de lo todavía-no-creado.na del convento como si supiera exactamente qué estaba pasando, que se había quedado dormida incontables veces con uno de sus deditos alrededor de un dedo de Cyprian, ahora tenía que buscar otros movisible e imponderable… Y Ljubica, que contemplaba la vida cotidia

El hegumeno parecía conocerla de una anterior metempsicosis.

– El planeta con luna -dijo el hegumeno-, el electrón planetario. Si la autosemejanza resulta ser una propiedad integrada en el univer__tida con frecuencia diaria en lugar de generacional. Y vamos adelante y atrás, como sospechaban los pitagóricos, entrando y saliendo de la muerte como de los sueños, pero mucho más despacio…so, tal vez el sueño sea, después de todo, una forma de muerte, repe

Sin recursos para expresar sus sentimientos hacia Cyprian, Reef se dedicó a hacer planes prácticos.

– Estamos pensando en dirigirnos al oeste, a través de las mon_tañas, hasta la costa adriática. ¿Hay aguas termales u hoteles de lujo que nos puedas recomendar?

– Depende de cuán al norte tengáis pensado ir. Yo nunca voy al sur de Montenegro. Oh, pero a lo mejor queréis esto.

Era el Webley-Fosbery del 38 que le había acompañado desde Bosnia.

Reef fingió que lo examinaba con atención.

– Es un bonito hierro. ¿Estás seguro de que no te gustaría que_dártelo?

– ¿Para qué? Las Novias de la Noche no llevan revólveres regla_mentarios en su equipamiento.

– Pues a mí se me ocurren un par de utilidades…

– Pero Reef. -Le puso una mano en el hombro-. Eso es lo que no debes hacer.

Los dos hombres se miraron a los ojos, más tiempo del que nin_guno de los dos recordaba haberlo hecho nunca.

Cyprian los acompañó hasta el río. Sobre ellos, las nubes habían empezado a envolver el convento y la iglesia, como para negarles la posibilidad de pensárselo dos veces. La mañana parecía oscurecerse hacia un equivalente balcánico de la Transfiguración.

Ella le pasó a Ljubica a Cyprian, que la sostuvo con toda la cere_monia y la besó ruidosamente en la barriga, como siempre, y, como siempre, la niña chilló.

– No me recuerdes -le aconsejó-. Yo me encargaré de todo el re__timiento le llevara a cometer un error-. Id con cuidado. Procurad manteneros fuera de Albania.cuerdo. -De vuelta en los brazos de Yash, ella le sonrió con calma, y él supo que sólo le quedaban unos minutos antes de que el arrepen

Como asaltada por un temor antiguo, Yashmeen gritó:

– ¡Por favor, no mires atrás!

– No tenía intención.

– Lo digo en serio. No debes mirar. Te lo suplico, Cyprian.

– O él te llevará abajo, quieres decir. Hasta América.

– Siempre con tus chistecitos -dijo Reef con una risa forzada.

ninguno de ellos miró atrás, ni siquiera Ljubica.

Cyprian fue llevado tras una inmensa puerta sin eco.

Durante días, Reef y Yashmeen se sumieron en la pena por sepa__te puertas adentro, junto a una ventana, a veces con la niña en brazos.rado, sin poder siquiera hablar de ello. Reef abandonó su búsqueda incansable de posibles garitos, y cuando llegaba la noche y la luz gris caía como ceniza fina, se sentaba con el corazón roto, preferiblemen

– No lo vi venir -dijo Reef por fin-, pero supongo que tú sí.

– No fue por nosotros -dijo ella-. Por nada que hiciéramos. Nada que pudiéramos haber hecho.

– No me vengas con que todo se reduce a «debe de amar a Dios más que a nosotros».

– No, porque no creo que sea así. -Ella ya había empezado a llorar.

– A ver, Dios no suele acercarse a la carrera para morderle el culo a la gente, pero, si lo hiciera, mira…

– Reef. Cyprian nos amaba. Todavía nos ama.

Por alguna razón, ninguno de los dos vio ya motivo alguno para ir a la costa del Mar Negro. Se dieron la vuelta y se encaminaron al oeste. Una noche, Reef se encontró a Yashmeen sentada junto a una pila de ropa de Cyprian que iba a tirar, examinando pieza por pieza, con pena.

– ¡Podría simular que soy él para ti! -gritó, aunque no tan alto como para despertar a Ljubica, con una esperanza en la voz tan in__me sus camisas, sus pantalones, tú los desgarrarías, me tomarías por el culo y me follarías la boca e imaginarías que él…tensa que él no habría sabido como responder a ella-. Podría poner

– Cariño…, por favor… No voy a hacerlo… -Si quieren que les diga la verdad, a él también estaban a punto de saltársele las lágrimas.

Reef había empezado a abrazarla con una ternura que ella sólo le había visto cuando acunaba a Ljubica. No soy su hija, se quejó, pero lo hizo para sus adentros, incluso mientras se acurrucaba aún más en su abrazo.

Siguieron camino hasta salir de la llanura de Tracia, se adentra____________________ces, Reef se preguntaba si alguien habría desencadenado por fin elría el alma. Desplazarse bajo ella sería luchar contra el tiempo, el fluir del día, el momento arbitrariamente asignado de la oscuridad. A vetarse durante mucho tiempo, como si fuera peligroso estar a campo abierto con una luz como ésa, como si cualquiera expuesto a ella corriera el riesgo de que se lo llevara si no directamente a la muerte sí a una transformación como mínimo grave. Una luz como ésa tenía que recibirse con juicio: demasiada, con demasiada constancia, agotazaron hacia Macedonia. Algunos días la luz era inmisericorde. Una luz tan saturada de color, cargada de tal tensión, que no podía aguanron en los montes Ródope y luego en la cordillera de Pirin, que cru Interdikt, y si éstos serían sus restos…

A mediados de octubre, tras declarar la guerra a Turquía, divisio_nes serbias, griegas y búlgaras invadieron Macedonia, y el día 22, los combates entre serbios y turcos eran intensos en los alrededores de Kumanovo, al norte. Mientras tanto, las fuerzas búlgaras presionaban hacia el sur, hacia la frontera turca y, más allá, Adrianópolis.

Y así, cada día presentaba a Reef, Yash y Ljubica una gama más reducida de posibilidades, pues se veían empujados por los movimien__nes que se realizaban en las esquinas de las calles y los pozos…tos de las fuerzas hacia el oeste y el sur. Corrían rumores por todas partes, una tormenta de rumores espantosos que salían de las reunio

– Para impedir esto nos habían mandado aquí -dijo Yashmeen-. Lo que debe de significar que hemos fracasado y la misión ha ter_minado.

– Ahora la misión es sencillamente salir de aquí -supuso Reef. Empezó a pasarse las mañanas en cualquier tnehana, encrucijada o lu_gar de reunión que tuviera a mano, intentando enterarse de todas las noticias que pudiera para decidir cuál era la dirección más segura que tomar-. El problema es que vienen desde todas las direcciones: los serbios desde el norte, los griegos desde el sur, los búlgaros desde el este. Los turcos huyen por todas partes, no debería de prolongarse mucho, pero es un caos.

– Entonces seguimos hacia el oeste.

– Es la única opción. Intentar escabullimos entre los ejércitos. Luego, si lo conseguimos, ya nos preocuparemos de los albaneses.

Los combates se habían alejado oblicuamente de ellos, desde Filípolis hacia la frontera turca y Adrianópolis. Ellos se desplazaron ha_cia el sur, en el vacío parcial, por detrás del Segundo Ejército de Ivanov, que se desplegaba a la derecha del avance general.

Entraron en Macedonia. Incluso los cuervos guardaban ahora si_lencio. Al dirigirse hacia el oeste a través de Strumica y Valandovo, encontraron huertos de granados llenos de refugiados, siguieron más allá hasta el valle del Vardar y entraron en la región vinícola de Tikves, donde acababa de recogerse la cosecha.

Según los rumores, los serbios habían derrotado a los turcos en Kumanovo, pero no se habían dado prisa en aprovecharse de esa venta____________________bría combates también hacia el oeste.dichado, muchos heridos, algunos a punto de morir. Se decía que ahora el objetivo de los serbios era Monastir, lo cual significaba que haja. El campo estaba lleno de soldados turcos que se habían separado de sus unidades o habían huido, todos con aspecto profundamente des

Reef se dedicó a rapiñar armas allá donde podía, fusiles del ejér____________________grantes en un país donde eran temidos, detestados, implacablemente explotados.nados, pero que cada vez con más frecuencia arrebataba a cadáveres que habían empezado a aparecer en número creciente, como inmicito y de caza, Mauser y Mannlicher, así como armas de fuego más antiguas, algunas con inscripciones árabes o decoradas con cuerno de alce o marfil de colmillo de oso, munición de todos los calibres, de 6,5 a 11 mm, que en ocasiones encontraba en campamentos abando

Mientras el paisaje se volvía cada vez más caótico y letal, las corrientes de refugiados se desbordaban. Otra huida precipitada y pa____________________tricable.gua oscuridad, demasiado espantosa para afrontarla, y que acabaría creciendo y emergiendo disfrazada, vigorosa, perversa, destructiva, inexvertiría con el tiempo en un delirio popular, puede que, algún día, nacional. Pero no dejaría de contener, incrustada e invisible, la antivorosa en ocasiones que, en los sueños colectivos, en las leyendas, se deformaría en el recuerdo y se imaginaría posteriormente como peregrinaje o cruzada… El terror oscuro por detrás se transmutaba en una brillante esperanza por delante, y la brillante esperanza se con

– Hay combates justo delante, así que más vale que nos andemos con cuidado -informó Reef.

Cada día los acercaba un poco más al horizonte de lo inimagi_nable. A esas alturas toda Europa podía estar en guerra. Nadie lo sabía.

Cuando Ljubica oyó sus primeras explosiones desde lo alto de las montañas situadas al noroeste, entre Veles y Prilep, aunque no estaba dormida, pareció despertarse de la vigilia misma, los ojos se le abrie_ron de par en par, soltó una carcajada.

– De haberla soltado otro niño -dijo su madre intentando no sen_tirse demasiado ofendida-, la habría descrito como escandalosa.

– La ha heredado de su abuelo -dijo Reef asintiendo-, es una niña dinamita. Lo lleva en la sangre.

– Me alegra ver que los dos os lo pasáis en grande. ¿Qué tal si in_tentamos que no nos pille ninguna de esas explosiones?

Se estaba preparando una gran batalla, y Reef, Yash y Ljubica se dirigieron a las zonas de retaguardia. Se unieron a las procesiones que recorrían las llanuras, entre zanjas estancadas, carretas de granja empu____________________deras, las aves de presa patrullaban los cielos con insistencia.terminables negociaciones sobre qué había que vigilar y cuáles eran los objetivos más legítimos, que formaban jaurías para robar ovejas, dispersándose a la llegada del perro pastor del rebaño. Los cañones Krupp resonaban en la lejanía, viejas de las aldeas vagaban por las lables que acabarían quemándose para dar calor a medida que los días se hicieron más fríos y el terreno más elevado, perros enfrascados en injadas y tiradas por los hijos más jóvenes, llenas hasta los topes de mue

Tras ser derrotados en Kumanovo, tres cuerpos del ejército tur__tentar ralentizar a las fuerzas serbias que se acercaban por Kicevo y Prilep. Siguió una fase de combates en las co habían huido hacia el sur, hacia la ciudad fortificada de Monastir, uno de los últimos bastiones turcos en Europa, perseguidos por el Primer Ejército Serbio, que tenía órdenes de aniquilarlos. Mientras el Sexto Cuerpo se encaminó directamente a Monastir, el Quinto y el Séptimo se desplegaron en las montañas al norte para combatir e inmontañas, sobre todo en el Paso de Babuna, por encima de Prilep.

Una mañana se despertaron con las primeras luces en medio de un tiroteo de una intensidad que pocos habían visto y que nadie ha____________________tación y la caída final del proyecto otomano, de los siglos de Turquía en Europa, las últimas guarniciones caían una tras otra…lladoras Madsen rusas y algunas Rexer montenegrinas. Era la devasbría esperado jamás en este anticuado mundo de armas de cerrojo. Entre las frenéticas detonaciones de Mauser contra Mauser, había algo nuevo sobre la Tierra. Ametralladoras, el futuro de la guerra. Ametra

– ¿Qué es esto? -susurró ella, apretando al bebé contra sí.

– Oh, sólo son unas abejas, cariño -dijo Reef adoptando la sonri__bios, cuídate de mantener agachadas tu cabeza y la de la niña.sa picara que, aparentemente, nunca le abandonaba-. Abejorros ser

– Ya. -Ella le siguió la corriente; tampoco es que pudiera hacer otra cosa en ese momento-. Eso es todo. -Ljubica temblaba pero guarda_ba silencio, como determinada a no llorar.

– Llevas la Webley a mano, ¿no? -intentó no gritar demasiado. Sólo si se acercan mucho, le había dicho él a ella cuando se la dio. De otro modo, estamos a salvo. ¿Se acercarían mucho esa vez?

Los soldados corrían gritando, presas del pánico o del fervor bé_lico, ya fueran serbios o turcos, nadie iba a sacar la cabeza para mirar.

Obuses Howitzer empezaron a caer cerca. No era un fuego gra_neado, pero sólo con un obús bastaba.

– En cuanto rectifiquen la línea y la distancia -dijo ella-, tendría_mos que abandonar la zona.

– Me parece -dijo Reef- que quieres decir «el alcance y la punte_ría», cariño.

– Son términos de criquet -explicó ella-.Jugué un poco en Girton hace un millón de años. Mi sueño secreto siempre fue jugar en un equipo de nómadas como I Zingari…

Habían tomado por costumbre hablar con ese aire relajado en los momentos de peligro. Que eso engañara a Ljubica siquiera un mo____________________llando, no de miedo sino de rabia. Sus padres la contemplaban con aturdida fascinación. Fue un minuto antes de que se dieran cuenta de que el fuego de ametralladora había cesado. Aún se oía artillería, pero ahora mucho más lejos.te y a plomo en el otoño monocromo, descendiendo siempre con un alarido silbante y áspero. Finalmente, uno cayó tan cerca que todo el ruido letal de aquel día se concentró en una fracción de segundo, y Ljubica cambió de opinión y empezó a llorar, se soltó de los brazos protectores de su madre y asomó la cara para ver qué era aquello, chicando. Los obuses ya eran bien visibles, se elevaban y caían lentamenmento estaba por ver, pero mantenía ocupados a Reef y a Yash. Como los pasos terribles de un ángel invisible, las explosiones se iban acer

– No vas a dejar de darnos sorpresas, ¿verdad? -dijo Reef toman____________________tivo «¿Ah?».bica arrugó la frente, agitó un brazo y emitió una especie de inquisido a Ljubica y besando sus ojos anegados en lágrimas con calculada dulzura-. Se acabaron los abejorros, pequeña. -Cuando todo quedó en silencio, se le ocurrió algo-. Vuelvo enseguida. -Y se marchó en la dirección de la que había venido el fuego de ametralladora. Lju

– Las necesidades de tu padre son sencillas -explicó Yashmeen-, y no me sorprendería que…, vaya, sí, mira, justo lo que pensaba. Mira lo que ha traído papá a casa.

– Un milagro -dijo Reef-, está intacto. -Sostuvo en alto un rifle de aspecto peculiar cuyo cañón parecía mucho más ancho de lo nor_mal, aunque resultó ser una funda perforada para refrescar el arma-. Amigos, les presento el rifle ametrallador Madsen. Llevaba tiempo oyendo hablar de él. Todas las divisiones de caballería rusas acostum____________________siado…ros por minuto en automático, y cuando el cañón se calienta dematenegro, donde se conocen como Rexer. Fijaos. Quinientos dispabraban a llevar algunos, pero finalmente decidieron deshacerse de ellos y una buena parte fue a parar a este mercado, sobre todo a Mon

Sacó un duplicado del cañón, desmontó retorciendo el primero y lo sustituyó. También se las había apañado para rapiñar varios car_gadores semicirculares, cada uno con cuarenta balas.

– Me alegro por ti, claro -dijo Yashmeen.

– Oh, y esto. -En algún lugar en ese campo ceniciento, entre los cadáveres, la sangre, el humo de cordita y los fragmentos de acero, había encontrado una parcelita de flores silvestres, y le entregó a cada una un ramito. Ljubica empezó a comerse el suyo inmediatamente, y Yash se quedó mirando a Reef hasta que se le humedecieron dema_siado los ojos, que se enjugó con la manga.

– Gracias. Deberíamos ponernos en marcha.

De vez en cuando, a lo largo de las semanas siguientes, se pregun____________________ca de la libertad del suicida que de la del espíritu indómito.rarlo, si la dispensa que habían sentido cuando Cyprian estaba con ellos, la libertad para actuar de manera extraordinaria, se debía a que estaban viviendo en un mundo a punto de abrazar su final, más certarían, aunque sin encontrar nunca el momento de sentarse y acla

El invierno se les echaba encima. La guerra imprevisible por to____________________daban por las mezquitas, intercambiaban armas por cigarrillos.venido como el silencio. Desertores turcos dormían en la playa, rontarse a la espalda, tarea en la que se turnaban ella y Reef, que había empezado a llamar a Ljubica «la indita». Ljubica iba subida allí como en una atalaya, llamando la atención de sus padres hacia jinetes, perros pastores y ovejas, gotas de lluvia…, el obstinado acompañamiento de la caballería y la artillería de campaña, a los lados, por detrás. Al final llegaron al Paso de Bukovo y bajaron a la ciudad de Ohrid, junto al lago homónimo de aguas claras y rizadas por el viento, entre tejados rojos, acacias y callejones, su clamor urbano, que no incluía armas, tan biendas partes. Se refugiaban a menudo en los chamizos de los sarakatsá- ni, porque eran estas gentes sin país, sin ciudad natal, sin domicilio fijo, los nómadas de la Península, quienes velaban por ellos, quienes compartían su propia comida, su tabaco, su espacio para dormir. Yashmeen les daba tarros de confitura de rosa que Zhivka les había preparado, milagrosamente llegados hasta allí sin haberse roto, y ellos le regalaron un artilugio de madera para llevar bebés que podía suje

Había llegado a haber cuarenta mil turcos en Monastir, instruidos por alemanes al mando del legendario Liman von Sanders, cuyos pla_nes incluían mandar a sus criaturas asesinas a Ucrania cuando llegara el momento de entrar en guerra con Rusia. Un título inquietante, el de haber sido instruido en las artes de la muerte masiva por alemanes. Pero ahora los serbios sabían que podían derrotarlos.

Miraron al otro lado del lago, a los picos negros, ya con un poco de nieve. Un abismo se había abierto en las nubes, a través del cual se filtraba la luz, un torrente vertical de luz que hendía toda la gama de matices imaginables de gris que habitaban el cielo, como si le pre_sentara al día una serie de posibilidades que rara vez, si alguna, se veían.

– Es Albania -dijo ella. Cyprian les había advertido que se man____________________ción en el norte, contra los turcos; los griegos habían talarios como siempre, pero estaba en marcha algún tipo de revolutuvieran alejados de Albania. Todos se lo habían repetido. No es que los habitantes hubieran dejado de mostrarse tan acogedores y hospiinvadido y ocu_pado el sur, y buena parte de la lucha era informal, mediante rifles de largo alcance-. Debe de haber alguna carretera asfaltada por alguna parte, aunque es probable que nos lleve directamente a los combates más encarnizados.

– Veamos. Invierno en las montañas, sin mapa, con todos dispa_rando contra todos.

– Más o menos.

– Mierda, hagámoslo.

Antes de partir por la orilla del lago, como si estuvieran por allí de vacaciones, compraron tarjetas postales ilustradas con escenas de la guerra, y sellos, cada uno de los cuales iba impreso en dos o tres lenguas, además de en los alfabetos turco y cirílico, con sobrecargas provisionales, así como tipografía romana. Algunas de las fotografías mostraban escenas espantosas de masacre y mutilación, reproducidas no en sencillo blanco y negro sino en tonos variados de verde, un verde bastante fluorescente, a decir verdad: cráteres de obuses, hombres sin extremidades en hospitales de campaña, cañones gigantescos, aviones que volaban en formación… Las enviaron por correo, con la certeza y convencimiento de que ninguna llegaría, a Yz-les-Bains, Chunxton Crescent, Flaco Gabrovo y Zhivka, Frank y Mayva en Estados Uni_dos, Kit Traverse y Auberon Halfcourt, y al Hotel Tarim, en Kashgar, en el Turquestán chino.

En el extremo sur del lago, siguieron el sendero hasta Sveti Naum y entraron en Albania. El tráfico era continuo en ambos sentidos: re____________________ba aquí, en el Epiro. Los guardias fronterizos, cuando prestaban alguna atención, dejaban pasar a todos con un encogimiento de hombros. Para empezar, ya ni siquiera estaban seguros de quién era su superior.vasores griegos, y soldados turcos que huían de la derrota en Monastir hacia el sur, buscando la fortaleza en Yanina, el último vestigio del Imperio Otomano en Europa y el único lugar seguro que les quedafugiados mahometanos expulsados de sus casas en Albania por los in

Reef, Yash y Ljubica habían entrado en un teatro de guerra don__breado parecía bastar.de todo el mundo disparaba a todo el mundo, no siempre por razones que las víctimas acabaran de comprender, aunque estar bastante ca

Les tendieron una emboscada fuera de Pogradeci, de camino a Korla; fue obra de una banda de irregulares, no más de media doce__ples salteadores de caminos ya no servía de mucho.na, según calculó Reef, aunque la distinción entre guerrilleros y sim

– Tápale las orejas al bebé un momento, ¿quieres, cariño?, vamos a practicar un poco el tiro al plato -dijo Reef encajando de un golpe el cargador en el rifle Madsen y, después de haber acomodado a todo el mundo detrás de unas rocas junto a la carretera, mientras murmu____________________diera gritar nada demasiado alegre, el cargador se había agotado, y eso que el cañón ni siquiera estaba caliente, y fueran quienes fueran los asaltantes, se habían evaporado.nios de las quinientas balas por minuto; sin embargo, antes de que pucir y dispersarse, el atractivo de la palanca de cambio situada delante del protector del gatillo se hizo irresistible, y Reef entró en los domiraba algo así como «por fin», empezó a disparar en modo semiautomático, pero muy pronto, cuando los atacantes empezaron a malde

– Es lo que mejor sabe hacer, ya ves -murmuró Yashmeen como si se lo dijera a Ljubica.

Un poco más adelante, en la misma carretera, se toparon con un destacamento del ejército griego que acudía a investigar el fuego de ametralladora que creían haber oído. Desde que empezara la guerra, grupos de soldados griegos se habían situado por todo el sur de Alba____________________gió de hombros e hizo gestos vagos ta idea de Grecia más abstracta a esas alturas que sus propios hogares y familias. Reef, con el Madsen escondido bien lejos de la vista, se enconia, que ellos consideraban el Epiro, una región perteneciente a cieren la dirección en que se habían ido los emboscados, y pronto había conseguido un paquete de cigarri__mento ocupada por los griegos.llos y un viaje en una carreta de suministros hasta Korla, en ese mo

Tras pasarse toda la noche temblando bajo una tienda hecha jiro_nes, se levantaron temprano y salieron de nuevo al alba gélida y a la carretera. Más allá de Erseka empezaron a subir la Cordillera Gramoz, con hayas sin hojas a merced de los vientos, cada vez más fuertes; los picos invernales resplandecían tan desolados como los Alpes, y al otro lado, donde se los conocía como Cordillera Pindó, se extendía Grecia.

Cuando el sol ya se estaba poniendo encontraron una granja que parecía desierta, hasta que Reef volvió de recoger leña y descubrió a Ljubica sentada junto a uno de esos perros pastores salvajes y de ma_las pulgas conocidos en Macedonia como hrplaninec.

Los perros de aquí eran famosos por morder antes de ladrar, Cy____________________equívocamente como advertencia, y la perra alzó las cejas y chasqueó la lengua, lo que alguien de la época de los túneles le había dicho a Reef que significaba «no» en albanés.bilidad, hablando en su idioma personal, mientras el animal, que era hembra y se parecía un poco a una osa greñuda parda y rubia, con un rostro bastante amable, la escuchaba con sumo interés. Cuando Reef se aproximó, ambas volvieron la cabeza para mirar, educada pero inprian había insistido sobre ello…, pero ahí estaba Ljubica, toda socia

– Vale, vale. -Reef retrocedió y volvió a atravesar el umbral de la puerta.

Pasarían muchos años antes de que supiera que la perra se llamaba Ksenija, y que era la íntima amiga de Pugnax, cuyos socios humanos, los Chicos del Azar, habían estado vigilando invisible pero atenta__sula Balcánica. La tarea de la perra en esa coyuntura era poner a todo el mundo a salvo sin que se notara.mente el avance de la familia de Reef en su exfiltración de la Penín

Al día siguiente, Reef había salido a reconocer el terreno, mien__de algún sitio le llegó olor de humo de leña y oyó asnos, y antes de que se diera cuenta tenía a aquellos tres albaneses encima.tras Yash y Ljubica permanecían escondidas valle arriba, cuando des

– Vaya, tungjatjeta, amigos -saludó Reef intentando recordar su albanés de túnel y esbozando su encantadora sonrisa para todo.

Los albaneses también sonreían.

– Me folio a tu madre -le saludó el primero.

– Yo te folio a ti y luego me folio a tu madre -dijo el segundo.

– Vaya, chicos, siempre sois tan… amistosos -dijo Reef-. ¿Qué pasa? -Llevaba un enorme Gasser montenegrino de 11 mm en el cinturón, pero ése, le pareció, no era momento para echarle mano. Los hombres llevaban rifles Mannlicher antiguos y un Gras, probable____________________traba diez metros a su derecha, pero entonces Reef captó el resplandor del cañón de un rifle justamente allí, y luego de otros dos más.tes. El abrigo más cercano era una zanja con una berma que se enconmente arrebatados a griegos muertos. Se habían enzarzado en una discusión, y Reef creyó entender vagamente que versaba sobre quién le iba a disparar, aunque nadie parecía demasiado ansioso, imaginaba que a causa de la escasez de munición, sobre todo para el Gras, de 11 mm como su revólver, que bien podría ser que fuera lo único que buscaran. Así que todo quedaba entre los Mannlicher. Se pusieron a buscar entre el barro trozos de paja apropiados para echárselo a suer

– Oh, oh -dijo-, parece que aquí ya no pinto nada. ¿Cómo decís vosotros? Nje rose vdekuri, ¿no?

Eso le dio minuto y medio de gracia, lo que resultó suficiente, porque una voz empezó a gritar su nombre en algún sitio, y al mo_mento una figura enjuta salió sin prisa de detrás de un muro de piedra.

– ¿Ramiz?

– Vella! ¡Hermano! -Corrió hasta Reef y lo abrazó-. ¡Éste es el americano que me salvó la vida en el túnel suizo!

Los tres hombres armados parecieron decepcionados.

– ¿Significa eso que no vamos a matarlo?

– Te hacía en América a estas alturas -dijo Reef.

– Mi familia, ¿cómo iba a dejarla? -Resultó que el pueblo estaba habitado por refugiados de todo el país, del norte y del sur, objetivos de venganzas de sangre a los que había resultado imposible perma__verse mientras seguían respetando el Kanun de Leké Dukagjin. Una comunidad fundada en la suspensión de la venganza.necer más tiempo como prisioneros en su propia casa, y que habían decidido que crear un recinto del tamaño de una aldea entre todos sería el mejor modo de disponer de un poco más de espacio para mo

– Has tenido suerte -dijo Ramiz-, por lo general los desconoci_dos no llegan a acercarse tanto.

– Sólo buscaba pasar un par de noches con cierta seguridad -dijo Reef, y le puso al tanto sobre Yash y Ljubica.

– Estás loco, mira que andar por aquí habiendo tantos griegos suel_tos por estas colinas… -Sirvió rakia-, Gezuar! ¡Tráelas a las dos aquí! ¡Hay sitio de sobra!

Reef volvió a la aldea con Yash y Ljubica cuando empezaba a ne__lecto tosco y a tocarvar, y durante los días siguientes la nieve los retuvo allí. Cuando por fin pudieron continuar viaje, él había aprendido un poco más de dia Jim Along Jo al clarinete, instrumento del que al parecer todos en la aldea poseían uno, y algunos de los hombres se reunían la noche después de cenar y lo tocaban en armonía de tres o cuatro partes mientras bebían rakia.

Reef y Yashmeen se encontraron haciendo frente a la nieve que descendía, con una persistencia de camaradas demasiado incondicio____________________tinándolo al olvido.ba todo cuanto se pusiera al alcance de su voracidad y lo cagaba desquisitiva que no era la tormenta, ni el invierno ni la promesa de más de lo mismo para quién sabía cuánto tiempo…, sino otra cosa, algo malvado y mucho más antiguo que el paisaje o cualquier raza que hubiera pasado en peregrinaje involuntario por allí, algo que devoracordarían haber sentido la presencia de una fuerza consciente e incia de espaldas al viento, altos, silenciosos, inclinados sobre sus propios corazones, sobre aquella pequeña vida que se había convertido en su deber, sin imposición, surgida simplemente de los giros de su destino, para protegerla, y parecía que no sólo de la tormenta, porque más tarde, refugiados un momento, en Pérmeti o Gjirokastra, ambos renal por ambas partes como para considerarla honorable, con frecuen

En el pasado, Reef había sido tristemente famoso en todo Colo____________________canso sólo para mirar.cha de río. La nieve iba y venía, pero cuando se iba era para dar paso a una lluvia fría y deprimente. Un raro día de sol, cerca de una ciudad en el valle de Vjosa, Yash y él se permitieron un momento de dessoria, pero en este viaje había traído un anzuelo desde Yz-les-Bains, y al poco de comenzar a lanzarlo se encontró con que, contra todas las expectativas, día sí día no conseguía atrapar alguna especie de trurado como el más desafortunado pescador al oeste de la Gran Divi

– Me quedaría aquí para siempre.

– Eso no me suena muy nómada.

– Pero míralo. -Muy pintoresco, supuso Reef: una docena de mi__mullo y la antigua certidumbre de que la vida, por más que se naretes que se elevaban brillantes entre los árboles, un riachuelo que atravesaba el pueblo y del que se veía el fondo, la luz amarilla de un café en el crepúsculo que podía llegar a ser su rincón, los olores, el murredu__ferible a la plaga de águilas que empezaban a apoderarse de la tierra.jera de vez en cuando a la condición de ser presa inteligente, era pre

– Eso es lo peor -dijo Yashmeen-, es demasiado hermoso.

– Espera y ya verás Colorado.

Ella lo miró y, tras un par de latidos, él le devolvió la mirada. Lju__servó a su madre como hacía cuando sabía que Yash estaba a punto de llorar.bica estaba en brazos de Reef; apretó la mejilla contra su pecho y ob

Dejaron atrás Gjirokastra y empezaron el largo descenso por los toboganes de las montañas hacia el mar Adriático, mezclándose du____________________minaba con desesperación a Yanina. Reef les dio los cigarrillos que le quedaban. Era todo lo que tenía. Se guardó uno, puede que dos.ban muertos, heridos o habían caído prisioneros, y el resto se encacia, que todavía intentaba tomar Yanina, el último bastión turco en el sur. A esas alturas, la mitad de los soldados del ejército turco estarante parte del camino con los turcos que todavía se dirigían al sur. Ahora había un alto el fuego en vigor entre todas las partes salvo Gre

Finalmente atravesaron el Paso Muzina, y allí estaba el mar y las casas encaladas que ascendían desde la profunda curva de la pequeña bahía de Agli Saranta.

En la ciudad caía una lluvia invernal, que, en las montañas, sabían que sería nieve, mientras Ljubica dormía envuelta en una piel de lobo, y ellos tenían la sensación de estar todavía en movimiento, llevados por un transporte invisible, siguiendo un sendero retorcido y complicado, interrumpido de vez en cuando por estancias en lugares de reunión semipúblicos como ése, llenos de capas de humo de tabaco rancio, discusiones políticas sobre cuestiones oscuras…, una sensación de en_cierro azul fluorescente, con la única vista al exterior de una ventana que daba a la bahía, y más allá al mar embravecido.

Encontraron al capitán de un pesquero que aceptó llevarlos a Corfú la siguiente vez que zarpara, y dejarlos en la ciudad. Con un viento invernal del norte que bajaba de las montañas, erizando el es____________________día esperar. Cuando estuvieron a cubierto bajo el Pantokratoras, el viento perdió fuerza, y al cabo de una hora habían alcanzado por fin un lugar seguro, la ciudad de Corfú, donde lo primero que hicieron fue ir a la iglesia de San Spiridion, santo patrón de la isla, para encender velas y dar las gracias.nudo cara al viento, ya fuera porque no le importaba o porque no potrecho con olas picadas que se sumaban a un ya de por sí peligroso oleaje, se dirigieron al sur por el canal, con el viento por babor. Reef, que no estaba acostumbrado al mar, se pasó la travesía vomitando, a me

Pasaron allí el resto del invierno y se quedaron hasta entrada la primavera, con su sol radiante; un día salieron a la gran explanada y vieron un partido de criquet con el equipo visitante XI, venido de Lefkas, todos los jugadores de blanco y nada que hiciera pensar en la oscuridad o la sangre, durante todo el bendito el partido… Ljubica lan__po de Lefkas regalaron a cada uno de sus respectivos rivales uno de los salamis con pimienta picante que habían hecho famosa la isla.zaba exclamaciones en su demótico de bebé viajero cada vez que el bate y la pelota entraban en contacto. Al final del partido, poco del cual, incluido quién había ganado, Reef fue capaz de discernir, los del equi

Persistiendo detrás de todas las declaraciones materiales del mun____________________tando en un reció Auberon Halfcourt, con una botella de gaseosa de jengibre, tropasivos gustaban de llamar una metáfora-, un día, mientras Ljubica y Yashmeen estaban sentadas en un café junto a la Explanada, allí apatiera en novia de la Noche, que Ljubica naciera durante la cosecha de rosas, y que Reef y Yashmeen la llevaran sana y salva hasta Corfú -y en ese caso habrían cumplido con éxito la «verdadera» misión, de la cual la otra, la de las minas y demás, no sería más que lo que los Comdo, los Compasivos dieron pasos para restablecer el contacto con Yashmeen. Como si la misión balcánica nunca hubiera sido descubrir los campos de minas austríacos secretos, sino que Cyprian se convirsimón, como si acudiera a una cita… Fue su nieta la pri__llos de la zona, llevaba un sombrero de paja por el que le asomaban las orejas.mera que lo vio, al reconocer el caballo, que, como los demás caba

Tras darles los besos de rigor, Halfcourt se sentó.

– Pero ¿qué estás haciendo en Corfú? -preguntó Yashmeen con sonriente asombro.

– Esperándote. -Empujó hacia ella un trozo ajado de cartón ver_doso.

– Mi postal. ¿Así que llegaste a recibirla?

– Uno de los rusos que leía habitualmente mi correo desde el día que llegué a Kashgar consideró esto más importante que cualquier cosa que pudiera decir el Gobierno de Su Majestad. Me telegrafió al instante. -Ella había escrito: «Esperamos llegar al Adriático».

– Lo que significaba aquí o a Durazzo, pero Durazzo se ha con_vertido últimamente en un casus belli, así que uno se sumió en un trance y convocó los antiguos poderes, ya sabes, y salió Corfú.

– Ya, y esto -hizo un gesto para abarcar los soportales parisinos, el paraíso frondoso y bien regado- no tuvo nada que ver.

Se sentaron y bebieron ouzo en el crepúsculo. Arriba, en el vie_jo fuerte veneciano, sonó el cañonazo de retreta. Las brisas agitaban los cipreses y los olivos. Los corfiotas paseaban por todas partes.

– Verte otra vez… -dijo él-, antes creía que sería uno de esos mo____________________mitían era indiferenciable del comercio. Me estaban destruyendo y yo no lo sabía.cuencia. En cuanto a Halfcourt-: No soy el que era -dijo-. Allí era el servidor de la avaricia y la fuerza. Un mayordomo. Un pastelero. Mientras me creía un militar profesional. El único amor que me perrantizado. Sin embargo, eso no evitaba que lo quisiera. -No se habían visto desde antes de 1900. Fueran cuales fuesen sus sentimientos, los de ella ahora no estaban tanto en conflicto cuanto expandidos. Su amor por Ljubica era impenetrable e indivisible como un número primo, así que cualquier otro amor debía ser reevaluado en consementos de rendición al destino, con un resultado desagradable ga

– ¿Has renunciado a tu puesto?

– Mejor aún: he desertado.

– ¡Padre!

– Mejor aún -prosiguió movido por una especie de impulso ale_gremente sereno-: se creen que estoy muerto. Con la colaboración de mi colega ruso Volodya, también estoy cómodamente establecido, gracias a una transacción con jade, tu mineral homónimo, cariño mío, que está destinado a que lo consideren legendario algún día. Puedes verme como el hombre que hizo saltar la banca en Montecarlo. Y…

– Oh, sabía que habría algo más. -Ella tuvo la certidumbre de que tenía un lío con una mujer.

Como si le hubiera leído el pensamiento a su hija, el viejo rene_gado exclamó:

– Y por los cielos que ahí viene, [justo ahora!

Yashmeen se dio la vuelta para ver acercándose por la Explanada, empequeñecida por su sombra a la puesta de sol, a una diminuta asiá_tica vestida toda de blanco, que los saludaba con la mano.

– Ese tipo americano que llevó tu carta a Kashgar es el que nos pre_sentó. Me lo encontré el año pasado en Constantinopla, de camarero en un bar. Y allí estaba Umeki. Ah, sí, mi berenjenita japonesa.

Ciertamente era Umeki Tsurigane, que había sido enviada a la embajada japonesa en Constantinopla, como «agregada matemática» en cierta misteriosa misión en nombre del establishment técnico de su país, cuando un día entró casualmente a primera hora de la noche en el bar del Deux Continents, y allí estaba Kit Traverse delante de un espejo tan largo como la sala, agitando el contenido de una coctelera plateada.

– Se suponía que te morirías de vergüenza.

– Hago lo que puedo -dijo Kit poniendo una copa y una cerve_za ante ella-, ¿whisky y cerveza como siempre, mademoiselle?

– ¡No! ¡Cóctel de champán! ¡Esta noche parece más apropiado!

– Me tomaré uno contigo.

El podría haber querido preguntar sobre el arma C, el Suceso de Tunguska y demás, y durante una copa y un par de sorbos de otra pareció que reverdecían los viejos tiempos, con la salvedad de que Auberon Halfcourt se presentó entonces en su huida clandestina de Rusia y:

– No sé lo que pasó -le dijo ella a Yashmeen-. ¡Me fascinó! -Y su vida dio un giro radical.

– El sueño de un viejo bribón -añadió Halfcourt cariñosamente. Pero Yashmeen estaba observando cómo la joven miraba a su pa__terio para ella.dre, y lo diagnosticó como un caso de auténtica manía erótica. Lo que Halfcourt sentía exactamente era, como siempre había sido, un mis

Encontraron a Reef en una taberna junto a la bahía de Garitsa. Ljubica, que estaba a punto de cumplir un año y acababa de ponerse en pie, se agarró a un taburete del bar y, con una sonrisa ladeada que sugería que eso no era nada nuevo para ella, contempló a su padre, que bebía ouzo y ponía al día a unos corfiotas en las complejidades de Leadville Fan-Tan.

Yash presentó a Umeki con las cejas levantadas y un discreto ges____________________risa como siempre hacía con cualquier joven atractiva al alcance de sus coqueteos.cero amputando un pene, mientras Reef se limitaba a devolver la sonto con la mano que curiosamente recordaba a un cuchillo de carni

– Tu hermano -sonrió Umeki- es… camarero… ¡y un alcahuete!

– Ya sabía yo que todo aquel rollo de las matemáticas serviría para algo. Ten, permíteme que libere indecentemente a estos señores de un par más de leptas, quizá tengamos bastante para la cena.

Se sentaron en una mesa larga y comieron tsingarelli, polenta, yaprakia y un estofado de pollo con hinojo, membrillo y panceta que Nikos, el dueño y cocinero, afirmó que era una antigua receta vene_ciana de hacía siglos, cuando la isla pertenecía a Venecia; y Reef le dio a su hijita sorbitos de Mavrodaphne, que no la durmieron sino que, de hecho, la alborotaron, pues empezó a tirar de la cola de Hrisoula, la por lo general imperturbable gata de la taberna, hasta que empezó a maullar quejándose. Una pequeña banda de rembetika llegó con un cantante, y al instante Yash y Ljubica estaban bailando juntas una es_pecie de karsilamás.

Avanzada la velada, Halfcourt llevó a Yashmeen aparte.

– Antes de que me preguntes por Shambhala…

– A lo mejor no iba a preguntarte. -Le brillaban los ojos.

– Pues mira, para mí Shambhala resultó no ser un objetivo sino una ausencia. No el descubrimiento de un lugar sino el acto de aban_donar el lugar sin futuro donde me hallaba. Y en esa transición llegué a Constantinopla.

– Y tu línea de universo se cruzó con la de la señorita Tsurigane. Y así.

– Y así.


Cuando convinieron en separarse, Stray y Ewball ya no se acor_daban de por qué habían huido juntos. Stray recordaba que tenía algo que ver con sus primeras nociones de la vida anarquista y la promesa de una mayor invisibilidad, que, por lo que ella sabía, podía extender____________________bilidad de una vasta red de apoyo oculta tenía su atractivo práctico.precisas de la revolución al norte de la frontera, y ciertamente la posira utilizaba su talento como negociadora para conseguir comida y medicinas allá donde se necesitaran en aquellas campañas todavía imbía tenido el don de saber en quién confiar y hasta qué punto, y ahonistros médicos, iniciada en la época de la revolución de Madero y que llegó a contar con un médico local, un hospital del sindicato y un farmacéutico por aquel entonces comprensivo. Stray siempre hase al mundo entero. En la época de los conflictos en las minas del sur de Colorado, ella había establecido su propia red de fuentes de sumi

No se trataba exactamente de una experiencia religiosa, pero de al____________________ritos, entonces había muy pocos límites al bien que era posible hacer.poco para que se lo agradecieran. Su primera norma era «No me lo agradezcas». La segunda, «No te atribuyas el mérito de nada que salga bien». Un día se despertó comprendiendo con la claridad del aire que si una persona estaba dispuesta a renunciar a que se reconocieran sus mégún modo, poco a poco, acabó entregándose a su antigua necesidad de cuidar de la gente. No lo hacía por una compensación económica, tam

Stray se había acostumbrado a descubrir los intereses reales que subyacían tras aquellos que se manifestaban, y buscaba formas de conciliarios. Aunque los intereses en conflicto en la región minera estaban bastante claros, a ella le costó bastante descifrar cuáles eran los motivos de Ewball para querer volver ahí. El beneficio y el poder no eran ob__ciones anarquistas, fueran cuales fuesen, eran invisibles. A ella nunca se le pasó por la cabeza que a él sencillamente le gustara meterse en líos.jetos del deseo para él, aunque Stray nunca se creyó que no quisiera ser líder de algo, o tener acceso a recursos de algún tipo. Pero sus motiva

Sin que le causara una decepción especialmente amarga, enseguida se dio cuenta de que Ewball también asumía la visión anarquista del amor, el matrimonio, el tener hijos y demás.

– Considérame un recurso educativo -le dijo.

– Por Dios, Ewball, sabes muy bien que todo se reduce a tu polla -le replicó ella.

Sin embargo, debido a ciertos sentimientos ambiguos que por entonces estaba empezando a comprender, a Ewball se le ocurrió un día, tras una ausencia medible en años, hacer una visita a su familia en Denver, pues se le había metido en la cabeza que Stray tal vez qui__fono de su visita con apenas media hora de antelación, se presentaron ante su familia.siera conocer a sus padres, lo cual no era cierto, ni de lejos. Y así, un día de entre semana con nubes de lanilla, habiendo avisado por telé

La residencia de los Oust era todavía bastante nueva, grande y con tejado cruzado a dos aguas, una torre redonda y un montón de or__dar un número indeterminado de Oust y Oust políticos en cualquier momento dado.namentos de torneados y tablillas, y lo bastante espaciosa para acomo

La madre de Ewball, Moline Velma Oust, abrió la puerta en per_sona.

– ¿Ewball Júnior? Bueno, pasa tu trasero al salón.

– Esta es mi madre. Ma, la señorita Estrella Briggs.

– Bienvenida a nuestra casa, señorita Briggs. -Los Oust llevaban cierto tiempo viviendo en Denver, pues Leadville se encontraba en franca decadencia, había montones de casas en venta allá donde mira__locaron el rótulo deras, sin compradores-. ¿Te acuerdas de la que teníamos enfrente? Co en venta, cogimos un cronómetro, llevaba me_nos de cinco minutos en el mercado y ya la habían vendido por diez mil. Pues ahora ni pagando conseguirías que alguien viviera en ella.

Moline había tomado como modelo a la leyenda del Condado de los Lagos, Baby Doe Tabor, y se veía a sí misma vestida de luto, pero con estilo, en una bocamina, con un rifle sobre las rodillas, defendien__rido, Ewball padre, había mostrado poco interés en ser Haw Tabor, es decir, en estar muerto.do la propiedad familiar y, por extensión, los días de gloria de una ciudad legendaria, hasta el amargo final. Pero por el momento su ma

– Veo que admira nuestro piano Steinway, señorita Briggs. ¿Sabe tocar, por casualidad?

– No mucho, acompañamientos de canciones básicamente.

– Soy una auténtica entusiasta de los Heder de Schubert… Oh, tóquenos algo, ¿quiere?

Stray apenas había tocado cuatro compases de una melodía de la época titulada I'm Going to Get Myself a Black Salome cuando Moline recordó que tenía que ver la mayólica, a la que quitaban el polvo hoy.

– Refugiados mexicanos, ya sabe, a veces es tan difícil…, oh, que_rida, sin ánimo de ofender, espero que usted no sea una de sus…, quiero decir…

Habiéndose topado con este tipo de situaciones un par de veces, Stray intentó salvar ésta como pudo.

– Ewball es un encanto -dijo de repente-, pero ¿no es verdad que a veces trae a casa a chicas de lo más peculiar?

Moline pareció relajarse y le regaló un guiño y una sonrisa la_deada.

– Ya veo que se ha hecho una idea general. Ewball no tiene no_ción del dinero, y hay jovencitas de ideología sindicalista que tienen un instinto especial para detectarlo.

– Señora Oust -dijo Stray con calma-, no voy detrás del dinero de nadie, ya tengo bastante, gracias, la verdad es que soy yo la que paga todas las cuentas de la cantina últimamente, y no me importaría que se lo comentara al bueno de Ewb, pues imagino que debe de ser por su educación.

– Bueno. -Finalmente fue a echar un vistazo a aquella mayólica. Sin embargo, o bien era el tipo de alma bienintencionada incapaz de enfadarse durante mucho tiempo, o bien Stray le pareció un cambio para mejor, o puede incluso que tuviera la capacidad de atención de una ardilla listada, porque el caso es que al cabo de un par de minu_tos había vuelto con una limonada en una jarra de vidrio tallado y vasos a juego, y despidió a una de las chicas con la mano-. 'Tá bien, no te preocupes, m'hija.'

– Tú. -Un hombre de mediana edad con tirantes, sosteniendo un puñado de cartas con matasellos americanos, apareció en la puerta con la cara enrojecida, estremeciéndose y a punto de explotar.

– Qué hay, papá.

La presentación de Stray no desvió al mayor de los Oust de sus furiosas intenciones.

– Ewball, qué coño -dijo agitando el fajo de correspondencia.

– A ver, padre -intervino Moüne-, ¿cuántos hijos escriben a casa con tanta regularidad como el nuestro aquí presente?

– De eso se trata. ¡Cabeza de chorlito! -le espetó. Como coleccio_nista de sellos medianamente obsesivo, su disgusto con su hijo había pasado del desconcierto a una rabia casi homicida. Según parecía, el joven Ewball había estado utilizando sellos de franqueo de la Serie Panamericana de 1901, que conmemoraba la exposición de ese nom____________________cionistas disparase los precios bastante más arriba del tejado, Ewball, sensible al simbolismo anarquista, había comprado y acaparado tantos como pudo encontrar para mandar sus propias cartas.nos, y, por error, algunas de las denominaciones de uno, dos y cuatro centavos se habían impreso con esos motivos centrales boca abajo. Mil sellos de Navegación Rápida por el Lago, 158 de Expresos Rápidos y 206 de Automóviles, todos del revés, se habían vendido antes de que se descubrieran los errores, y antes de que la demanda de colecbre de Buffalo, Nueva York, en la que el anarquista Czolgosz había asesinado al presidente McKinley. Esos sellos llevaban viñetas grabadas de lo último en transporte, trenes, barcos y demás vehículos moder

– ¡Incluso los que estaban sin error! -gritó Ewball padre-, cualquier mentecato sabe conservar los sellos en buen estado, sin estampar, la goma original intacta, por el amor de Dios; de otro modo, en el mer_cado secundario el valor se va a la mierda. Cada vez que mandabas una de esas cartas aquí desperdiciabas cientos, puede que miles de dólares.

– Justamente era eso lo que quería, señor. La inversión simboliza la ruina. Aquí hay tres máquinas, falsos ídolos de la fe capitalista, lite__migo del progreso humano…ralmente boca abajo, junto con una referencia, indirecta, claro, a la muerte a tiros del miserable secuaz de Mark Hanna, ese resuelto ene

– ¡Yo voté por McKinley, maldita sea!

– Si te arrepientes sinceramente, el pueblo, en su sabiduría, te per_donará.

– ¡Grrr!

Ewball padre tiró las cartas por los aires, se puso a gatas y se aba_lanzó chillando contra Ewball hijo, en cuyo tobillo hincó los dientes sin la menor vacilación. Este, con considerable dolor, intentó con el otro pie pisar repetidamente la cabeza de su padre, mientras ambos hombres llenaban el aire del salón con un lenguaje inadecuado para el lector sensible, por no mencionar para las damas presentes, quienes, tras recogerse las faldas, y moviéndose con suma cautela, intentaban separar a los contendientes, cuando de golpe el curioso espectáculo edípico se vio interrumpido por un ruidoso disparo.

Una mujer, con un sencillo vestido henrietta gris oscuro, tran____________________diendo disculpas, no tanto el uno al otro como a ese árbitro maternal que acababa de poner fin a su diversión.mó una nube brillante. Stray levantó la cabeza y vio que había varios orificios más en el techo además del recién creado. Los Oust, padre e hijo, habían dejado de pelearse y se habían puesto de pie como piminada de tal modo por la ventana de atrás que brevemente se forquila y confiada, había entrado en el salón sosteniendo una pistola de tiro Remington. El humo del disparo se elevó hacia el techo, del que todavía descendían los últimos restos de una fina lluvia de yeso, ilu

– Se me ocurrió pasarme por aquí. -Y deslizó el cañón de vein_ticinco centímetros del arma bajo la cinta del delantal de muselina blanca que llevaba puesto.

– Como siempre, señora Traverse -dijo Mamá Oust-, estamos en deuda con usted. Por favor, no se preocupe por el techo, estábamos pensando en darle un repaso de todos modos.

– Se me acabaron las balas de aire comprimido, he tenido que uti_lizar un 22 corto.

– Nada que reprocharle, estoy segura. Y ya que está aquí, tal vez no le importe conocer a nuestra invitada, la señorita Briggs. A ella quizá le apetecería ver el Salón Chino, ¿no cree? Estrella, querida, si necesita cualquier cosa, la señora Traverse es una santa que hace mi_lagros, esta casa sería sencillamente un caos sin ella.

Cuando se quedaron a solas, Mayva dijo:

– Sólo nos hemos visto una vez, en Durango.

– Reef y yo siempre pensábamos en ir a visitarte a Telluride en cuanto naciera el bebé, pero cuando no era una cosa era otra…

– He sabido muchas cosas de ti a lo largo de los años, Estrella. Siem__minan un poco más cerca del Abismo…, pero aquí estás tú, una joven dama con clase.pre me imaginé que Reef acabaría con una de esas chiquitas que ca

– Supongo que debes de echarle de menos.

– Sí, pero una nunca sabe quién va a aparecer. ¿Cómo está mi nieto?

– Ten, mira. -Stray tenía instantáneas de Jesse que siempre llevaba en el bolso.

– Oh, el pequeño rompecorazones. Si es clavado a Webb.

– Puedes quedártelas…

– Oh, no, eso sería…

– Siempre tengo copias.

– Bueno, te lo agradezco. Pero ¿cómo es que está ya tan crecido?

– No me lo recuerdes.

Estaban en el Salón Chino, recargado de cortinajes, cubrecamas y telas con diversos motivos «chinos».

– Ewball y Frank, según tengo entendido, cabalgaron juntos de vez en cuando.

– Hace un tiempo todos estuvimos en México. A Frank le dieron algunos golpes, pero nada grave.

Mayva levantó la mirada con torpeza, esperanzada.

– Sé que estuvo allí para ocuparse de aquel asesino que contrata_ron los patrones. ¿Sabes si encontró también al otro?

– Creo que no. Nos vimos metidos en una especie de batalla. Frank se cayó del caballo. Tardó un tiempo en recuperarse.

Mayra asintió.

– Es el paciente de la familia. -Miró directamente a los ojos de Stray-, Supongo que es todo lo que podemos hacer.

Stray puso la mano sobre la de Mayva.

– Alguien pillará a ese Deuce Kindred algún día, y también al se_ñor Vibe, no me sorprendería. La gente tan mala tiene la capacidad de atraer el mal sobre sí misma tarde o temprano.

Mayva cogió a Stray del brazo y todos bajaron a la cocina.

– Puedes imaginarte lo feliz que me sentí al trabajar aquí, en la mansión de un millonario. Los conocí en el tren cuando se mudaban de Leadville. Empecé a jugar con los pequeños. Me había olvidado de cuánto lo echaba de menos. Sin darme ni cuenta, ahí estaba la buena de Moline abriéndome su corazón. Le preocupaba la vida en Denver: los vicios de la gran ciudad, las escuelas para los niños, la cocina ex_traña, y de algún modo se le metió en la cabeza que yo era perfecta para todo eso. Resulta que es buena persona, lo bastante buena, sólo un poco caprichosa de vez en cuando. Y él, supongo, tampoco está mal del todo, tratándose de un plutócrata.

Demasiado rápido para darse cuenta, los años habían transforma____________________das, pero seguían alerta allá dentro, guardando mil secretos sobre estos viejos Territorios nunca ocupados, y po vuelven al redil al final del día, en cuencas suaves como almohatos y los chismes, sabía cuánto costaba todo, a qué minuto exacto se despertaba cada uno de los hijos de los Oust (todos menos uno, tal vez, el que tenía un destino) y adonde era probable que hubiera ido cada miembro de la familia cuando no estaba en la casa…; sus ojos, en el pasado cautivadores, se habían hundido, como las criaturas del camdo a Mayva de aquella chica nerviosa con ojos de extranjera en esta ama de llaves tranquila y entrada en carnes de un hogar próspero que bien podría haber estado situado a medio camino del este, al abrigo de las chispas y el hollín de los trenes, donde desempolvaba los retrasobre lo inevitable, justo desde el momento en que aparecieron las primeras gentes del este, que era la traición de la vida de cada día, que tanto había costado ganarse, re__cedido hacía mucho los recién llegados. Los niños a su cuidado nunca vieron más allá de la amable y siempre atareada viejecita, nunca la imaginaron en Leadville montando aquellos líos…convertida en la penitencia suburbana y burguesa a la que habían ac

– Vivíamos en una cabaña por encima del límite de las nieves, en Navidad llevábamos a casa un pequeño pino piñonero para que hi____________________pago, dónde está la lluvia?». Era un encanto.nas, fruncía un poco el ceño, como si dijera: «¿Dónde está el relámfagas de truenos, agitaba los brazos, chillaba «¡Ah! ¡Ah!» cada vez que uno caía como una bomba. Más tarde, ante las explosiones de las mido por la tubería de la cocina. Al pequeño Reef le encantaban las ráciera las veces de árbol, cazábamos una perdiz nival para que hiciera las veces de pavo. La tormenta fuera, la electricidad azul clara entran

Mayva sacó los ferrotipos del bebé. Reef con un vestido de bau_tismo, puede que un gorro de marinerito, el atuendo habitual para esos casos, porque era un bebé muy dulce, dijo su madre, aunque al cumplir tres o cuatro años, Stray no dejó de notarlo, ya casi tenía la cara que siempre iba a tener, esa expresión torcida y grabada a martillo, como si se hubiera propuesto tenerla así, incluso ya de niño.

– ¿Crees que volverá? -preguntó Mayva.

La cocina estaba fresca y tenuemente iluminada. La tarde pareció tranquila por un instante, sin padre ni hijo dándole que te pego, los quehaceres del mediodía todos cumplidos, Moline echándose una siesta en alguna parte. Stray acogió a la mujer mayor en sus brazos, y Mayva, con un gran suspiro de ojos secos, apoyó la frente en el hom_bro de la chica. Y siguieron así, en silencio, hasta que en algún lugar de la casa se oyeron una serie de estampidos y algunos gritos, y el día recomenzó.


A pesar de las advertencias lanzadas por el Departamento de Estado americano para que todos los gringos cruzaran inmediatamente con sus traseros al otro lado de la frontera, Frank se quedó en Chihuahua. Mientras sus huesos se soldaban y él atendía a su vida romántica y, hasta podría decirse, espiritual, la Revolución de Madero había avan____________________cionados. Al poco se reunieron en las ciudades grupos numerosos de gente armada con pancartas y carteles; algunos rezabanmió las fantasías de una democracia liberal tal como la conciben los profesionales urbanos. Los antiguos aliados fueron dejados de lado, cuando no repudiados, denunciados o enchironados. Sobre todo en Chihuahua hubo muchas quejas, o más bien rabia, entre la gente que sabía cuánto les había costado llevar a Francisco Madero al Palacio Presidencial, y que ahora veían cómo los sueños por los que habían bajado de Sierra Madre a luchar eran obviados o directamente traizado, en concreto al sur de la Capital, donde sin perder tiempo asu tierra y jus_ticia, otros tierra y libertad, otros sólo tierra, pero siempre apa_recía en alguna parte aquella palabra: ¡tierra! Estallaron pequeñas re__ra era más bien un testaferro.beliones, algunos ex maderistas volvieron a empuñar sus viejos Mauser, y pronto eran tantos que ni se podían contar. Muchos se rebelaban en nombre del ex ministro desafecto Emilio Vázquez, así que al cabo de un tiempo cualquier revuelta recibía automáticamente la etiqueta de «vazquista», aunque el propio Vázquez había huido a Texas y aho

En Chihuahua, la colección de vagabundos, salteadores de cami_nos, luchadores de las montañas y magonistas irreductibles con los que había estado Frank en la época de la batalla de Casas Grandes se__gante de Porfirio Díaz. Tarde o temprano habría que afrontarlo.guía por allí, o al menos la mayoría. Madero estaba ahora muy lejos, hechizado por su nuevo poder, convertido, en una versión más ele 'La revolución efectiva' todavía estaba por venir. Hacia finales de año, desde Morelos llegó hasta el norte la noticia de que Emiliano Zapata había movilizado un ejército en la región y emprendido una insurrección en toda regla contra el gobierno. Algunos de los antiguos compadres de Frank se encaminaron rápidamente a Morelos, pero a todos aque__contrar diversión de sobra allí mismo, en Chihuahua.llos a los que les gustaba disparar a los federales todavía podían en

El propio Frank no tardó mucho en llegar a Jiménez, al sur de Chihuahua, como miembro de una unidad irregular que combatía en nombre de Pascual Orozco, quien había sido una pieza importante de la revolución de Madero en Chihuahua y ahora también estaba en rebelión abierta contra el gobierno. Frank se les había unido en Casas Grandes, donde un antiguo magonista llamado José Inés Salazar esta____________________tentó atacar la ciudad pero fue rechazado por Pascual Orozco, que finalmente dio el paso definitivo tras meses de indecisión. Salazar y Hernández reconocieron a Orozco como comandante en jefe de lo que a esas alturas era ya un ejército de dos mil hombres, y Orozco se nombró a sí mismo gobernador del Estado.nas de plata. A principios de marzo las fuerzas conjuntas controlaban Ciudad Juárez y amenazaban ya Chihuahua. El gobernador huyó presa del pánico; Pancho Villa, todavía leal al gobierno de Madero, inba formando un pequeño ejército. En febrero se fundieron con las tropas que mandaba el antiguo subgobernador del Estado, Braulio Hernández, que acababa de ocupar Santa Eulalia, una ciudad con mi

En cuestión de semanas, el ejército se había cuadruplicado, y lle_gaban noticias de nuevos movimientos insurgentes, que ahora se llamaban orozquistas, por todo el país. La marcha sobre Ciudad de México parecía inminente. El ministro de la Guerra de Madero, el antiguo maestro de esgrima José González Salas, se puso al mando de la campaña contra Orozco. A mediados de marzo estaba en Torreón con seis mil hombres, a unos 250 kilómetros por la línea férrea Central Mexicana del cuartel general rebelde en Jiménez, y las escaramuzas empezaron.

Frank se fijó en lo desmesurada y largamente que se había carca____________________duciéndole hasta Sloat Fresno. Puede que lo hubiera visto aquí, o tal vez muy cerca, Frank nunca había hecho un mapa y ahora no se acordaba.nera le había enseñado unos años atrás y que le había acabado conzo. Recordaba el cristal gigante de espato de Islandia que El Espiménez merecedora de su especial atención. Frank empezó a cabalgar en su tiempo libre hasta el Bolsón de Mapimí, para echar un vistacepción, y uno gigantesco conocido como el Chupaderos, cuyos fragmentos, que en conjunto pesarían unas cincuenta toneladas, se habían llevado a la Capital en 1893. Los buscadores de meteoritos peinaban esa zona aún hoy, y seguían encontrando nuevos. Era como si existiera un dios de los meteoritos que hubiera considerado a Jidores de Jiménez era famosa desde los tiempos de Cortés por sus meteoritos, entre ellos los encontrados en San Gregorio y La Conperar para ver qué significaba. Resultó que la región de los alredejeado El Espinero cuando se enteró de que él se dirigía a Jiménez. Frank ya estaba acostumbrado a esa reacción y había aprendido a es

Encontró y recogió la piedra más rara que había visto en mucho tiempo: negra y picada por entero, lisa en algunas partes y tosca en otras. Lo bastante pequeña para caber en una alforja. Se suponía que no le decían nada esas cosas, pero cada vez que la tocaba, aunque fuera ligeramente, oía una especie de voz.

– ¿Qué haces aquí? -parecía decirle.

– Estás muy lejos de tu casa para preguntar eso.

Una punta del ataque gubernamental avanzaba por el Ferrocarril Central Mexicano.

– Condiciones perfectas para la 'máquina loca' -le pareció al Gene____________________mos su consejo.cho, si no le importa ponerse a las órdenes de Don Emilio Campas, va a partir hacia el sur con algunos hombres, y es posible que necesiteral Salazar; ése era el término técnico para designar una locomotora cargada de dinamita y lanzada a mucha velocidad contra el enemigo-. Buscad a ese gringo. -Solían recurrir a Frank por sus conocimientos de ingeniería, y lo convocaron a la tienda del General-. Doctor Pan

– 'A sus órdenes.'

Frank empezó a buscar una locomotora de vapor apropiada para modificarla y encontró una máquina de maniobras que acababa de desplazar un tren de mercancías para la línea de Parral; la llevó a una vía muerta donde ya le esperaba su equipo, un par de veteranos de Casas Grandes que compartían la fe magonista en la política median_te la química y sabían dónde poner los paquetes de cartuchos y tirar la mecha para causar el mayor efecto, y el trabajo básico se acabó en media hora.

Iban por delante de otro tren que transportaba soldados, acom_pañado de alguna caballería, ochocientos hombres en total, hacia el sur, a la frontera de Durango. El sol martilleaba las tierras yermas. Cuando llevaban recorridos unos cincuenta kilómetros, entre Corralitos y Rellano, se toparon con un tren blindado cargado de 'federales', que se dirigía hacia el norte. El tren que iba detrás del de Frank frenó en seco, los hombres armados se bajaron, la caballería se desplegó a derecha e izquierda. Frank dejó que su propia locomotora redujera un poco la velocidad mientras miraba hacia atrás y veía cómo Salazar alzaba la espada y luego la bajaba, produciendo un gran destello de luz del desierto, blanca y dorada, que casi podía oírse.

– '/Andale, muchachos!' -aulló Frank, que sacó algunas cerillas y empezó a encender mechas. Tras arrojar a la máquina lo que quedaba de carbón y leña y comprobar los indicadores, el resto del equipo sal_tó afuera.

– ¿No viene, Doctor Pancho?

– Ahora mismo -dijo Frank. Aceleró al máximo y la locomotora empezó a cobrar velocidad. Bajó al estribo y estaba a punto de saltar cuando le vino a la cabeza una idea peculiar. ¿Era éste el «sendero» en el que pensaba El Espinera, este concreto kilómetro de vía donde de repente el día se había vuelto extradimensional? El país cambió, ya no era la abstracción desierta de un mapa sino velocidad, aire que sopla____________________de que recogió el momento entero, losportaba, de que pertenecía a lo que estaba pasando, al aullido que le llegó de más adelante cuando el maquinista del tren federal se apoyó sobre su bocina de vapor, al que él respondió automáticamente con la suya, de modo que ambas se fundieron en un único e inmenso acormente inseparable de la certeza de Frank de que saltar o no ya no imba con fuerza, el olor de humo y vapor, un tiempo cuya sustancia se condensaba a medida que pasaba más y más rápido, todo perfecta federales' uniformados de marrón saltaban de su tren y se desparramaban por los alrededores, la pequeña máquina enloquecida se estremecía en su frenesí, la vál_vula de regulación ya no era capaz de regular nada, y de algún sitio salió un bicho de la velocidad ciega, se metió en la aleta derecha de la nariz de Frank y volvió a traerlo al día.

– Mierda -susurró, se dejó ir, cayó, se golpeó con el suelo, rodó con una velocidad insensata que no era la suya, suplicando que no se le rompiera la pierna otra vez.

La explosión fue magnífica, metralla y restos humanos y de ani_males volaron por todas partes, el vapor recalentado salió disparado a través de un millón de humeros irregulares que se formaban entre los fragmentos en movimiento, un inmenso hemisferio hecho jirones de polvo gris, que la sangre iba tiñendo de rosa, se elevó y expandió, y los supervivientes se tambaleaban a su alrededor cegados y tosiendo las__de estaban los cerrojos o los gatillos, o hasta qué eran. Más tarde se estimó que sesentatimosamente. Algunos disparaban a nada, otros habían olvidado dón 'federales' habían muerto instantáneamente y que el resto quedó, como poco, desmoralizado. Hasta los buitres, dema__llón se amotinó y mató a dos de sus oficiales, se tocó retirada y todo el mundo salió pitando como pudo de vuelta a Torreón. El General González, herido y deshonrado, se suicidó.siado asustados, tardaron varios días en acercarse. El Vigésimo Bata

Frank encontró un caballo vagando por el Bolsón apenas en me____________________se estuviera en alguna región nueva de la República, lejos de todo aquello.ran Parral, dinamitaran casas, robaran y asesinaran. Frank se perdió los festejos, pues había encontrado un vagón de mercancías vacío en los depósitos y se había dormido, medio esperando que al despertarjor estado que él mismo, y volvió tambaleándose en plena noche al campamento orozquista, donde todos estaban borrachos o dormidos, o delirando en un sueño de victoria que incluso Frank, pese a su agotamiento, comprendía que era una locura. Un par de semanas más tarde, tres mil rebeldes de Orozco atacaron el cuartel general de Pancho Villa en Parral para aniquilar a los últimos leales a Madero en la región. Villa, superado ampliamente en número, sensatamente dejó la ciudad antes de que llegaran, pero eso no impidió que saquea

Cuando llegaron noticias de que Madero, pese a sus muchas du__les. Cuando las fuerzas de Huerta llegaron y ocuparon Torreón, Frank supo que la insurgencia de Orozco estaba prácticamente condenada. Como losdas, había elegido a Victoriano Huerta para comandar una nueva ofensiva contra los orozquistas, Frank, que no tendía a caer presa del pánico, empezó a ponerse un poco nervioso, recordando su breve altercado con algunos de los esbirros de uniforme de Huerta hacía siete u ocho años. Aunque en esa región la esperanza de vida de un bandido militar era comparable a la de un roedor de campo, el tal Huerta continuaba reapareciendo una y otra vez, como si contara con el favor de una junta militar de antiguos dioses especialmente crue 'federales' se demoraban en Torreón, algunos recuperaron cierta esperanza en Jiménez, pero Torreón era la clave para cualquier avance hacia el sur contra la Capital, sin ella no habría victoria rebel_de posible. Huerta tenía cañones, Orozco no.

Como era de esperar, en las semanas siguientes, mientras Huer__nalmente, en Bachimba, la táctica de lata avanzaba lentamente hacia el norte desde Torreón, la fortuna orozquista empezó a torcerse. Cada vez que los rebeldes entraban en combate, eran derrotados, las deserciones aumentaban, hasta que fi 'máquina loca' falló, y con ella todas las esperanzas de Orozco. Huerta volvería triunfante a la Capital.

Mucho antes, si Frank hubiera sido un poco sensato, habría admi____________________lítico por quien él arriesgaría su vida. Pero, entonces, ¿qué valor tenía su vida? ¿Por quién o por qué la pondría en juego?yendo el milagro mexicano consistente en seguir vivo, no era un política cuanto creada por el cañón imperdonable que el Tiempo tallaba en su fluir. Pascual Orozco, aunque Frank le deseaba lo mejor, inclubía olvidado pese a las abundantes y brutales diversiones que tenia a su alcance, estaba al Otro Lado, más allá de una frontera no tanto pote. No se le ocurría nada que lo retuviera ahí; Wren, a quien no hatido que ya bastaba, habría vuelto al norte y dejado México a su suer

Pasaba cada vez más tiempo en el depósito ferroviario en las afue_ras de Jiménez, como un vaquero descerebrado, mirando los trenes, contemplando las vías vacías. Un día compró un billete sólo de ida a la Capital, se subió al tren y se dirigió al sur. Ningún grito de 'adiós, compañero', buena suerte, Frank; nada por el estilo. Algún otro disfru_taría de su ración diaria, un par de puñados de judías, eso era todo.

En la Capital, en un restaurante oscuro y retirado, cerca de la es_tación, Frank se topó con Günther von Quassel, al que no veía desde Tampico. Günther se estaba bebiendo una jarra de cerveza alemana importada. Frank pidió una botella de Orizaba local.

– Vaya, Günni, qué coño andas haciendo por aquí, creía que esta_bas en Chiapas cultivando café y todo lo demás.

– Vine por negocios, y ahora no puedo volver. Cada vez que hay líos en Oaxaca, y últimamente pasa con mucha frecuencia, se cortan las líneas ferroviarias a Chiapas. Mi estancia de una noche se prolon__babilidad.ga inesperadamente. Así que rondo por las estaciones de tren, con la esperanza de deslizarme a través de un resquicio de las leyes de la pro

Frank masculló algo sobre el tiempo que había estado por el norte.

– Ah. Unos días animados, supongo.

– Últimamente no mucho. Ahora no soy más que otro orozquista desempleado.

– Hay trabajo en la finca, si te interesa. Si es que alguna vez pode_mos volver allá. Te pagaríamos generosamente.

– ¿Ser una especie de capataz de plantación, manteniendo a raya a los nativos díscolos? ¿Tengo que llevar un látigo o algo así? Me parece que no, Günni.

Günther se rió y agitó la jarra, salpicando con espuma el som_brero de Frank.

– Claro, como norteamericano, tienes que sentir nostalgia de los tiempos de la esclavitud, pero en el mercado altamente competitivo en que se ha convertido el café, no podemos permitirnos quedarnos an_clados en el pasado. -Günther explicó que antes de que una cosecha dejara el 'cafetal', a las «cerezas» de café se les tenía que quitar su re____________________nas. La plantación de Von Quassel estaba en fase de mecanizarse, y la maquinaria, incluidos motores estacionarios, generadores eléctricos, bombas hidráulicas y una pequeña pero creciente flota de vehículos a motor, requeriría mantenimiento sistemático.da de debajo, y por último lo que se llamaba la «piel de plata», dejando por fin la semilla exportable. Antes todo ese trabajo se hacía a mano, pero ahora lo realizaban con mayor eficacia diversos tipos de máquivestimiento exterior rojo y pulposo, así como una capa apergamina

– Mucho trabajo para un 'guerrillero' hecho polvo -le pareció a Frank.

– Instruirías a tu propio equipo, natürlich. Cuanto más sepan ellos, menos trabajas tú, todo el mundo sale ganando.

– ¿Y qué pasa con los zapatistas, ronda alguno por ahí?

– No exactamente.

– ¿Aproximadamente, entonces? Más vale que me lo cuentes.

Teniendo en cuenta la cantidad de insurrecciones contra el régi____________________bía estallado una rebelión seria cerca, en Oaxaca, que era fruto de una disputa entre Che Gómez, el alcalde ygún Günther, estaba tranquilo, y la violencia allí adoptaba la forma habitual de o bien vendettas familiares o bien lo que unos llamaban «bandidaje» y otros «redistribución», dependiendo de quién lo hacía y a quién se lo hacían. No obstante, a finales del año anterior hamen de Madero en curso por todo el país, Chiapas, hasta ahora, y se 'jefe político' de Juchitán, a algo más de trescientos kilómetros al oeste de la plantación de Günther, y Benito Juárez Maza, el gobernador de Oaxaca, que el año anterior había intentado sustituir a Gómez enviando tropas federales a Juchi_tán. El 'jefe' resistió, y en los combates que siguieron, un destaca____________________siado aprecio al gobernador, había dad. Mientras tanto, el ejército chegomista se había hecho con el control del resto de la región. Madero, que tampoco le tenía demamento de refresco federal fue aniquilado, así que finalmente hubo que recurrir a la caballería y la artillería para recuperar el control de la ciuinvitado a Gómez a Ciudad de México, con un salvoconducto federal, para aclarar las cosas. Pero Gó_mez sólo había recorrido unos kilómetros en ferrocarril a través del istmo de Tehuantepec cuando lo interceptaron hombres de Juárez Maza, que lo detuvieron y asesinaron.

– Eso no puso fin a la rebelión. Los federales están ahora cercados en Juchitán y un par de ciudades más, mientras varios miles de chegomistas irreductibles dominan el campo, incluida, cuando quieren, la línea de ferrocarril. Y por eso en este momento Chiapas está aisla_do del resto del país.

Comieron en un salón iluminado desde arriba por una antigua claraboya con un armazón de hierro forjado y cristales desgastados. Viejos empleados municipales, periodistas y gente por el estilo se habían reunido en mesas más pequeñas en apartados y fumaban ci____________________tra el cielo.ció poco a poco. Llegó la lluvia casi a la vez que la sopa y rompió congarrillos y bebían madrileños. La luz, dorada al principio, se oscure

– Me cuesta pedir favores a no ser que la situación sea desespera_da -dijo Günther-, pero la cosecha está en marcha; mi capataz, estoy convencido, es un criptozapatista, y me vuelvo loco todas las noches imaginando qué andan haciendo todos.

– ¿Hay algún modo de volver?

– Puedo hablar con alguien.

Tras el café y los puros, cuando dejó de llover, cruzaron las calles mojadas, entre motoristas enloquecidos que corrían arriba y abajo por las avenidas, ómnibus de color de barro y taxis colectivos de diez centavos, irregulares armados en coches privados, tropas de cadetes a caballo, polleros venidos del Valle de México que guiaban rebaños de pavos con varas de sauce entre el tráfico, hasta que entraron por fin en el nuevo y espléndido Hotel Tezcatlipoca, donde un conocido de Günther, Adolfo «El Reparador» Ibargüengoitia, uno de los nume____________________sitados de un reparador, rondaban por allí envueltos en una neblina de humo de tabaco. Ibargüengoitia, por el contrario, vestía un traje blanco a medida y zapatos de cocodrilo a juego. Gritandocuros, que habían acudido allí, aparentemente, como Günther, necerosos empresarios que acababan de aparecer, trabajando entre balas, como a ellos les gustaba decir, para resolver los problemas creados por la revolución y la re-revolución, tenía una suite en el ático con vistas al Parque Chapultepec y más allá. Hombres angustiados con trajes os «Wie geht's, tnein alter Kumpel!», abrazó a Günther e hizo un gesto para que en__goitia pasaron más allá de una puerta de ébano para hablar.traran él y Frank. Una joven se levantó distraídamente mientras una camarera traía champán en un cubo de hielo, y Günther e Ibargüen

Frank se fijó que en una de las ventanas había un telescopio en un trípode, apuntado, parecía, al oeste, hacia el nuevo Monumento de la Independencia Nacional, una alta columna de granito que domi__ro la cara del Ángel, que miraba directamente a Frank, una cara de oro batido, más propia del reino de las máscaras ceremoniales que de los rostros humanos específicos, y aun así eranaba la Reforma, con una figura alada y dorada arriba del todo, en teoría la Victoria, aunque todo el mundo la llamaba «El Ángel», de unos siete metros de alto, casi a la misma altura a la que se encontraba Frank en ese momento. Frank entrecerró un ojo para mirar a través del ocular y descubrió que el campo de visión lo ocupaba por ente un rostro que él conocía. Con el otro ojo, Frank veía El Ángel en pie bajo la luz del sol que perdía fuerza, vertiginoso con su pesadez de bronce y oro, como si estuviera a punto de levantar el vuelo sin previo aviso y sin misericordia di____________________ba advirtiendo que se preparase para algo. La inexpresiva cara dorada miraba a la suya intensamente, y aunque los labios no se movieron, lo oyó hablar en un español rápido, campanillero y vaba lentamente hacia arriba. Frank tuvo la impresión de que le estarectamente hacia él, mientras por detrás un alto pico de cúmulos deridistorsionado por to_nos de metal, del que sólo pudo distinguir las palabras «'máquina loca'», «'muerte'» y «'tú'».

– ¿Señor? -Cuando volvió a enfocar la mirada, fuera quien fuese la persona que había hablado se había ido ya. Aparentemente, debía de haber estado agazapada en un rincón alejado de la ventana, respi__da con el Reparador.rando humo de tabaco y ajena a lo demás. Frank se levantó y vio a Günther al otro lado de la habitación dándose un abrazo de despedi

– No puedo garantizarte que una banda de 'sinvergüencistas' loca__pos imprevisibles,les no vaya a asaltarte, claro -decía Ibargüengoitia-, pero… son tiem '¿verdad?'.

En el ascensor, al bajar, Günther miró a Frank con algo parecido a una expresión divertida.

– Has estado mirando ese Ángel -dijo por fin-. Una táctica poco sensata, me parece.

Resultó que Ibargüengoitia había organizado todo para introdu_cirlos en Chiapas en un barco de cabotaje que salía de Vera Cruz y pasaba por Frontera y Tabasco, y desde allí irían en 'diligencia' a Villahermosa, Tuxtla Gutiérrez y, a través de la Sierra, hasta la costa del Pacífico. Llegaron al 'cafetal' una semana más tarde, a caballo, alrede____________________miento estaba en alemán, junto a un par de trabajadores al cargo que no parecían captar que Frank no tenía la más remota idea de por qué no funcionaba ni, mucho menos, de cómo arreglarla.na de hacer pulpa extrañamente diseñada cuyo manual de funcionajarlo de la silla, empezó con una larga retahila de problemas, mientras que Frank, antes de darse cuenta, ya estaba contemplando una máquidor del mediodía, y el capataz, que casi arrastró a Günther para ba

El motor estacionario estaba bien, los ejes, poleas, cintas y peda__seño de la propia máquina o del modo en que alguien la había puesto en marcha. Tras una hora frustrante de montaje y desmontaje, Frank se inclinó sobre la máquina y susurró:les, desgastados pero funcionaban, las tuberías del depósito donde las cerezas de café se empapaban en agua estaban limpias y la bomba también funcionaba, así que tenía que tratarse de un problema de di «'Tu madre chingada puta'», miró a su alrededor un par de veces y le soltó a la cabrona una pa____________________vula del depósito y las cerezas de café empezaron a fluir a través de él en un torrente rojo de textura parecida a la de las judías rojas, para salir más adelante como pulpa mezclada con semillas todavía en su supuesto pergamino, preparadas para las siguientes fases de lavado y batido.te el sentido, la máquina se estremeció, se puso en marcha y el gran cilindro en cuestión empezó a rotar. Uno de los indios abrió la váltada teatralmente furtiva. Como si hubiera recuperado abruptamen

Por descontado, también presentaban distintas dificultades las má____________________llera preparados para los intermediarios.nando los ejes, engranajes y ajustes rodantes de esa pesadilla de la Edad de la Maquinaria que Günther seguía llamando «el futuro del café», e incluso aprendió un par de palabras de alemán técnico. Aquel año la cosecha de café se realizó sin incidentes, y se metió en sacos de arpibado, pero a lo largo de las dos semanas siguientes, Frank fue domiquinas que se encargaban del batido, secado, enrollado, frotado y cri

Fuera arreciaba la tormenta política, y de vez en cuando entra____________________bajo, y al poco se encargaban ya de las faenas técnicas más pesadas, lo que le dejaba más tiempo para ir a la ciudad a relajarse, aunque nunca estaba tigo impuesto por haber perdido la reciente Batalla de Chiapa de Corzo. Frank encontró un par de ellos dispuestos a aprender el tragrantes de la finca eran juchitecos que admiraban a Zapata además de al martirizado Che Gómez. Avanzado el otoño, indios chamulas que luchaban por la zona de San Cristóbal en su desventurada rebelión contra Tuxtla habían empezado a aparecer sin orejas, que era el casba como una ráfaga por la ventana. Muchos de los trabajadores emiseguro de lo que pasaba cuando no los vigilaba a la luz, porque, pese a lo peculiares que eran los tarahumaras, algunas de es_tas tribus de Chiapas hacían que parecieran tan monótonos como profesores de metalurgia. Aquí había enanos y gigantes, y 'brujos' que adoptaban la forma de gatos silvestres o mapaches o se multipli_caban a sí mismos por docenas. Frank lo había visto, o creía que lo había visto.

En este tramo concreto de declive hacia el Pacífico, Tapachula era la ciudad; si uno quería relajarse o armarla buena, o las dos cosas a la vez, iba a Tapachula. Frank solía pasar el rato en una cantina lla_mada El Quetzal Dormido, bebiendo brandy de maguey de Comitán o el licor destilado ilegalmente que era conocido como pox, de gusto al principio asqueroso pero al cabo de un rato bastante potable, y bai____________________res, peones que sacudían los árboles, trabajadores de viveros, cribadores de judías,taciones de bananas, así que la ciudad siempre vibraba con recolectoconocer una ciudad en auge que poseen algunos jóvenes y que les permite saber dónde se gasta el dinero más a la ligera en un momento dado, a Tapachula, en cuyas cercanías había cacao, café, caucho y planlando o encendiendo panetelas para una chica llamada Melpómene que había salido de las ruinas y luciérnagas de Palenque, y había ido a parar primero a Tuxda Gutiérrez y luego, con ese instinto para re guayuleros y operadores de centrifugadoras, sin que nadie mostrase el menor ánimo de moderación.

Melpómene le habló a Frank de los escarabajos luminosos gigan_tes llamados cucuji. Todas las noches en el campo que rodeaba Palen_que, iluminando los kilómetros de ruinas ocultas entre los árboles de la selva, se veían millones de ellos, con cuerpos que brillaban de punta a punta, tanto que con la luz de uno solo podía leerse el periódico y con seis se iluminaba una manzana de una ciudad.

– O eso me contó una vez un 'tinterillo' -sonrió a través del humo de un Sin Rival-. No sé leer, pero tengo un árbol lleno de cu_cuji en mi patio. Ven. -Y le guió hacia la parte de atrás y por un calle_jón adoquinado hasta un camino de tierra. De repente, delante de ellos, por encima de las copas de los árboles, brilló una luz amarilla verdosa, que se encendía y apagaba-. Sienten que llego -dijo.

Doblaron una esquina y allí había una higuera, llena, hasta donde Frank podía ver, de miles de esos grandes escarabajos luminosos, que primero centelleaban resplandecientes y luego se oscurecían, una y otra vez, todos al unísono. Se dio cuenta de que si miraba fija y larga__rando una inmensa ciudad, como Denver o la capital mexicana, por la noche. Sombras, profundidades…mente al árbol, perdía el sentido de la escala y era casi como estar mi

Melpómene le contó que las indias de Palenque capturaban y amaestraban a los escarabajos, les ponían nombres a los que ellos apren__tes. Las noches se poblaban así de mujeres iluminadas, que podían moverse por el bosque como si fuera de día.dían a responder, los metían en jaulas para llevarlos como lámparas por la noche, o se los colocaban en el cabello bajo velos transparen

– ¿Y todos estos bichos de aquí tienen nombres?

– La mayoría -le lanzó una mirada de advertencia para que no se burlara-. Incluso hay uno que se llama como tú, ¿quieres conocerlo? ¡Pancho!

Uno de los fragmentos de luz se separó del árbol, voló y aterrizó sobre la muñeca de la chica, como un halcón. Cuando el árbol que_dó a oscuras, Pancho también se apagó.

– 'Bueno' -le susurró ella-, no prestes atención a los otros. Quiero que te ilumines sólo cuando yo te lo diga. Ahora. -El bicho, obedien_te, se encendió-. Ahora apágate. -Y Pancho obedeció otra vez.

Frank miró a Pancho. Pancho le devolvió la mirada, aunque quién sabe qué era lo que veía.

No habría sabido decir cuándo exactamente, pero en un mo____________________les, pues todas acababan conformando en realidad una única alma, del mismo modo que la luz era indivisible.que eso indicara que la misma alma tuviera que vivir en varios árbomento dado, Frank comprendió que ese portador de luz era su alma, y que las luciérnagas del árbol eran las almas de cuantos habían pasado por su vida, aunque fuera a distancia, aunque fuera por un latido y medio, y que existía un árbol así para cada persona en Chiapas, aun

– Del mismo modo -amplió Günther- que nuestro Salvador in__loga a la de la carne entre los pueblos cristianos. Esformó a sus discípulos, sin que se le torciera el gesto, que el pan y el vino eran indistinguibles de su cuerpo y de su sangre. La luz, en cualquier caso, ocupa entre estos indios de Chiapas una posición aná tejido vivo. Como el cerebro es la expresión exterior e invisible del Alma.

– Demasiado alemán para mí -masculló Frank.

– Piénsalo: ¿cómo es posible que todos se enciendan y apaguen a la vez?

– ¿Buena vista, reflejos rápidos?

– Es posible. Pero recuerda que en esas montañas también hay tri__tos de kilómetros,bus que, se sabe, habitualmente mandan mensajes a lo largo de cien instantáneamente. Y no a la velocidad finita de la luz, entiéndeme, sino con un intervalo cero de tiempo.

– Creía que eso era imposible -dijo Frank-. Hasta la telegrafía sin hilos requiere un poco de tiempo.

– La Relatividad Especial tiene poco sentido en Chiapas. Es posi_ble, después de todo, que la telepatía exista.

Es posible, después de todo. Frank quería comentárselo a Melpómene la siguiente vez que se pasara por el Quetzal Dormido, pero ella se le adelantó.

– Esta noche habrá una pequeña perturbación -dijo.

– 'Caray', ¡tu 'novio' ha vuelto a la ciudad!

Ella le echó la ceniza del cigarrillo.

– Son esos mazatecos otra vez. Ahora mismo se está formando una banda con la intención de marchar hacia aquí. Deberían llegar poco después de medianoche.

– Mazatán, eso está a veinticinco kilómetros. ¿Cómo sabes qué está pasando allí «ahora mismo»?

Ella sonrió y se dio unos golpecitos en el centro de la frente.

A eso de la medianoche hubo gritos, explosiones y varios dispa_ros, que se acercaban a la ciudad desde el oeste.

– ¿ 'Qué' mierda pasa? -preguntó Frank un poco adormilado a esas alturas-. Oh, perdóname, 'querida', quería decir ¿'Qué chingada' pasa?, faltaba más.

Melpómene se encogió. Frank se asomó por la ventana. Maza_tecos, sin duda, y con malas intenciones.

Los expertos en política tendían a etiquetar los resentimientos manifestados regularmente por Mazatán contra Tapachula como otra rebelión «vazquista», aunque la gente de por aquí lo entendía más bien como uno de esos rencores enconados entre ciudades que her__sándose días y noches tramando planes para atacar Tapachula, limpiar ambas orillas de la ciudad y matar alvían a fuego lento en Chiapas desde mucho antes de que llegaran los españoles. Es posible que últimamente, más excitados por el clima de rebelión nacional, algunos elementos de Mazatán hubieran estado pa 'jefe' local. Pero sus planes, por alguna razón, nunca tenían en cuenta a las fuerzas voluntarias de auto__siones llegaban a perseguirlos hasta el mismo Mazatán, y hasta habían ocupado la ciudad para aumentar la humillación.defensa de Tapachula, que estaban allí esperándolos cada vez, y en oca

– Es casi como si lo supieran de antemano -comentó Frank asom_brado-. ¿Quién los avisa?, ¿tú?, ¿quién te lo dice a ti?

Pregunta que recibió como respuesta una sonrisa enigmática y poco más. Pero Günther se lo había estado pensando.

– Es como el teléfono -comentó-. Ni siquiera «como», es el telé__mo mayor y único permanece intacto, coherente, conectado.fono. Una red de indios en comunicación telepática. No parece que le afecte la distancia. Da igual cuánto se aleje uno de ellos, el organis

El invierno llegó en el calendario, pero no en la 'tierra caliente'. Aun así, algo como un acortamiento de los días, una defección de la luz del sol, estaba dándose en los espíritus de cuantos vivían en el 'ca_fetal'. Iba a pasar algo. Los indios empezaron a intercambiarse extra_ñas miradas y a evitar los ojos de los demás.

Una noche, Frank estaba sentado cerca de la higuera de Melpó_mene, contemplando el espectáculo de los cucuji, y, en cierto momen_to, del modo en que uno se sume en el sueño, cayó en un trance y, esta vez sin hikuli, se encontró de vuelta en la misma versión del Tenochtitlán antiguo a la que le había llevado antes el cactus de El Espinero.

Su misión era una cuestión de vida o muerte, pero sus detalles se le escapaban por alguna razón. Sabía que tenía que encontrar el cami____________________surables como la vida y la muerte. Cuando «Frank» pasó por debajo, el Arco adquirió una luz fantasmal y se hizo más alto y sustancial.ción parecía definir dos partes distintas de la Ciudad tan inconmennoció la cara dorada del Ángel de la Cuarta Glorieta de Reforma, pero supo que se trataba de otro Ángel. En su función de puerta, la construcles habían destruido todas las construcciones aztecas de Tenochtidán. El Arco era de piedra caliza pálida, con una escultura triunfal encima, una figura siniestra, toda curvas, cabellera, alas y telas, sobre un carro. Recono a una parte de la ciudad oculta a la mayoría de sus habitantes. Lo primero que tenía que hacer era pasar bajo un arco ceremonial, que, según creía, sería arrasado algún día, del mismo modo que los españo

Se encontró en una parte de la Ciudad donde reinaba el salvajis____________________mento estrellado. Sabía qué era, pero no encontraba el nombre en su memoria.te, como una tormenta, cubriendo cada vez mayor parte del firmaba, no veía nada más que una sombra que se acercaba desde el normo y se desconocía la misericordia. Figuras con túnicas le miraban fijamente al pasar, con una especie de odio inquisitivo. Se oía fuego de artillería y disparos, tanto cercanos como más alejados. La sangre salpicaba las paredes. En el aire flotaba un olor a cadáveres, gasolina y carne quemada. Quería desesperadamente un cigarrillo, pero no le quedaban. Buscó la puerta a sus espaldas, pero había desaparecido. De vez en cuando, un peatón alzaba temeroso la mirada hacia el cielo y gritaba o corría a esconderse, pero cuando Frank miraba hacia arri

Llegó al borde de una gran plaza, que se perdía en la madrugada sin luz, casi vacía de vida, entre dos edificios oficiales pero sin nom_bre, con fachada de tezontle y tepetate volcánicas, y ambos monumen____________________ber estado allí desde el principio, atentas a las hostilidades.llos cantaran y el cielo retuviera lentamente más luz y tal vez revelara la silueta, en los tejados mellados, de figuras humanas que podrían hasión mortal de las horas oscuras que debía pasar allí, hasta que los gaticos edificios ofrecía el menor refugio. Se imaginó ante sí la extentos, pese a su modesta altura y su indiferencia emocional, resultaban tan intimidantes y ocultaban quizás intenciones tan crueles como las pirámides más antiguas de ese valle. Ahora se oían tiros, más o menos continuos, y Frank no sabía qué hacer. Ninguno de los dos enigmá

Cuando Frank volvió al mundo indicativo, allí estaba Melpómene con noticias de la Capital sobre el golpe de Huerta, y poco a poco se le hizo evidente que los dos misteriosos edificios de su visión eran el Palacio Presidencial, donde Madero se había refugiado con fuerzas leales, y el arsenal conocido como la Ciudadela, a dos kilómetros y medio al oeste, donde los rebeldes encabezados por Félix Díaz, el so____________________dacia el este desde el Zócalo para detenerse sobre la penitenciaría llamarían durante diez días de aquel mes de febrero y que se conocerían más adelante como la Decena Trágica. La sombra sobre sus cabezas, la misma que llevaba todos esos siglos persiguiendo a los aztecas y sus descendientes en su larga huida hacia el sur, llegó por fin a cernerse en el cielo sobre el Valle de México, sobre la Capital, y se dirigió habrino de Porfirio Díaz, se habían atrincherado. Entre ellos se extendía el centro de la Capital, un espacio de combates que causarían miles de muertos, dejados donde caían, a la intemperie, que se prolonga «'elpalacio blanco'», donde finalmente se condensó en las ráfagas de calibre 38 que mataron a Madero y Pino Suárez y llevaron a Huerta al poder; pese a la larga y terrible lucha, y a la fe popular tan inmere__pués de todo.cida, había acabado permitiendo que la serpiente se impusiera, des

Optó por no quedarse a ver qué tipo de precio, si alguno, pondría el nuevo régimen a su cabeza, y así Frank dejó México a bordo de un barco cafetero que zarpó de Vera Cruz, oculto en la bodega entre va____________________ra todo el camino hasta Denver.do de respirar polvo de café que le entraron ganas de hacer a la carrerios sacos de carga. Cuando llegó a Corpus Christi, estaba tan excita

– Quédate en Texas -le rogó una bailarina de fandango llamada Chiquita mientras atravesaba a toda prisa San Antonio.

– Querida en circunstancias normales no querría otra cosa porque México en el pasado mi segundo país 'mi otra tierra' como decimos por allí me ha hecho más consciente de San Antonio hogar del Ála____________________dría abarcar cualquier cosa desde el precio de una cerveza a la vida de uno de nosotros mira tú… -Momento en el cual, en cualquier caso, ya había salido por la puerta y estaba a medio camino de San Angelo.rás que tarde o temprano alguien en alguna cantina sacará el tema puede que no más que con un movimiento de ojos en el espejo de ahí pero será una promesa de negocios en el futuro próximo que pomo la cuna de la independencia de Texas y todo lo demás sin entrar en detalles de quién robó qué a quién estoy seguro de que entende

En cuanto llegó a Denver, fue al banco a comprobar si algo del dinero que había estado enviando había llegado desde México, y para su asombro encontró una bonita suma de calderilla en su cuenta. Además del salario de Günther y un par de comisiones por la com____________________mera vez que le pagaban por ser estúpido. ¿Había algún futuro en eso?cían incluir un extra por caerse del caballo. Que él supiera, era la pripra de maquinaria pesada, estaban los diez dólares al día en oro que la gente de Madero le había pagado en 1911 en Chihuahua, que pare

Una noche, Frank estaba en un bar de la calle Diecisiete cuando se encontró, quién iba a decirlo, con el Doctor Willis Turnstone, el pretendiente rechazado en el pasado por Lake, la hermana de Frank, que acababa de salir de su turno en un hospital cercano.

– Veo que prefieres apoyarte más en esa pierna que en la otra -dijo el Doc al cabo de un rato.

Frank le contó la historia.

– ¿Puedes hacer algo al respecto?

– Si yo no puedo, mi socio sí. Es un colega chino, lo cura todo cla_vándote agujas de oro por todas partes. Te quedas tumbado como un puercoespín y, sin darte cuenta, al levantarte te pones a bailar el fox trot y ya no paras en toda la noche.

– Agujas. Tengo que pensármelo un poco.

– Aquí tienes su tarjeta. Yo estoy al doblar la esquina, pásate un día y le echamos un vistazo.

Tras algunos comentarios sociales, el Doc dijo:

– ¿Te has dado cuenta de que no te he preguntado ni una vez por tu hermana?

– Te lo agradezco. Supongo que ya lo has superado. Ojalá pudie_ra decir lo mismo.

– Superado y de qué manera. Estoy prometido y voy a casarme con el más perfecto de los ángeles. No sabría cómo empezar a descri_bírtela. Oh, Frank, es adorable en todos los sentidos. Madre, musa y amante, todo en una, ¿te lo imaginas? No, claro, no puedes. Vaya, de repente se te ha puesto mala cara.

– ¿No habrá una escupidera para vomitar?

– Aquí no se puede, normas de la casa.

La consulta del Doc Turnstone estaba a manzana y media del Mercy Hospital, en un tercero.

– Malas hierbas son los enfermos imaginarios -se rió entre dien__nes-. ¿Cuánto hace que está embarazado?tes su colega el Doctor Zhao-. Veamos su lengua. Ajá. -Tomó ambas muñecas de Frank y durante un rato estuvo estudiando sus pulsacio

– ¿Cómo?

– ¡Estaba bromeando!

La puerta se abrió y una joven con uno de esos chapeaux de ter_ciopelo oscuro que se veían ya por toda la ciudad asomó la cabeza.

– Hola, cariño, eres tú… ¡Aaahhh! ¡Tú!

– Yo no -gorjeó el Doctor Zhao-. Y tu novio ha ido a hacer una consulta domiciliaria. ¡Oh! ¡Debes de referirte a este paciente!

– ¿Qué tal, Wren? ¿Te molesta que no me levante ahora mismo? -Todas esas agujas debían de haberle hecho algo a Frank. En circuns____________________dico. Pero lo que estaba sintiendo en realidad era un extraño reflejo de cotilla pueblerino que le hizo pensar: vaya, vaya, Wren y el Doc, me pregunto cómo les irá y demás.tigua novia llamando «cariño» a otro hombre, y, por si fuera poco, métancias normales, a un hombre se le habría partido el corazón, puede que incluso le hubiera saltado hecho trizas, al encontrarse a una an

– Frank, espero que no estés…

A él siempre le había gustado esa torpeza de marisabidilla…, como si los celos fueran algo que sólo los personajes de los libros su_pieran tratar y cuando uno se los topaba en el mundo, vaya, pues se viera bastante perdido…

– Cuéntame -dijo un tanto adormecido-, ¿cómo os conocisteis, par de tortolitos?

– Tengo que ir a destilar unas hierbas chinas -murmuró el Doc_tor Zhao-. Voy a dejar abierta esta puerta. ¡Más vale que os portéis bien!

– Volví a Estados Unidos -dijo Wren-, me presenté en el hospital para pasar un examen médico que me exigían en Harvard. Resultó que Willis estaba de guardia, nos cruzamos en el pasillo, nos miramos el uno al otro y…

– '¡Epa!' -sugirió Frank. El había tenido noticias del fenómeno pero nunca lo había visto.

Wren se encogió de hombros, justamente como una desampara_da víctima femenina del Destino.

– Willis es bueno -dijo-. Un buen hombre. Ya lo verás. Y conoce a tu amiga Estrella. Los dos participan en no sé qué misterioso pro_yecto en la cuenca minera.

Muy bien, ahora hablaba de algo interesante. Los plutócratas, se__to a las andadas, esta vez en el sur de Colorado, donde era carbón y no oro lo que los hombres buscaban bajo tierra arriesgando sus vidas y su salud, y los mineros ahora solían venir de Austria-Hungría y gún parecía, malditas fueran sus almas si es que tenían, habían vuellos Balcanes, más que de Cornualles y Finlandia. Desde el pasado sep____________________das en diciembre, desoyendo los consejos de todos los que la querían.miento de Trinidad estaba bajo la ley marcial. Ambos bandos tenían muchos rifles, y la Guardia Nacional del estado disponía también de ametralladoras. Los tiroteos y las escaramuzas habían sido constantes, cuando el tiempo lo permitía: las tormentas de aquel invernó habían sido feroces y letales, incluso para Colorado. Las familias desahuciadas de las viviendas de la empresa se habían pasado todo el invierno en colonias de tiendas en las afueras de Ludlow y Walsenburg. Stray había ido allí al principio de la huelga y se había instalado en una de las tientiembre, el sindicato de mineros estaba en huelga contra la Rockefeller's Colorado Fuel and Iron Company; desde noviembre, el yaci

– Que es un número considerable de personas -dijo el Doc Turnstone.

– ¿Te importaría decirme qué hace allá abajo?

– Hay una especie de plexo informal de gente trabajando cuanto pueden para ayudar a los huelguistas. Comida, medicinas, municiones, cuidados médicos. Todo es voluntario. Nadie saca provecho ni cobra nada, ni siquiera se lleva ningún mérito o agradecimiento.

– Me recuerda México.

– Me parece que tú ya has tenido bastante de esas historias.

– No, mierda. Ahora, chicos, a ver si me arregláis esta pierna.

– Casualmente hay un pequeño convoy que se dirige a Walsen_burg, y andan escasos de personal.

– Pues ya me estoy yendo.

– Anda por allí un viejo colega tuyo, Ewball Oust.

– Bueno. Esta debe de ser mi semana, ¿verdad?

Se encontraron, como habían quedado, en Pagosa Springs.

– ¿Cómo va la pierna? -dijo Ewball.

– Todavía patea cuando me pisa algún cabrón del norte. -Frank asintió vagamente en dirección al pene de Ewball-. ¿Y cómo va esa tercera pierna?, ¿o no debería preguntar?

Si Ewball había esperado que la cuestión de Stray no surgiera, no lo dejó entrever.

– Oh -dijo fingiendo que examinaba el cañón defectuoso de un arma de uno de los cargamentos-, otro de los grandes errores de mi vida, supongo. Nunca debí interferirme como lo hice.

– Parecía una buena idea por entonces.

– Ya estamos otra vez. Pero ahora es toda tuya, socio. -Ewball dio un par de coces y añadió-: Siempre lo fue.

– Ahora me entero, Ewb. -Pero ¿quién, aparte de la propia Stray, lo podría saber mejor que Ewb ahí presente?, o eso empezó a pensar Frank, en cualquier caso.

Manteniendo un ojo alerta para evitar a los vigilantes de las mi__bandijas variadas, ascendieron con el pequeño convoy, formado por muías y carretas, hasta el Paso de Wolf Creek y luego descendieron al Valle de San Luis. Pasaban las noches sin dormir, pues sin duda los perseguían jinetes, aunque hubiera luna menguante.nas, a los Ku Kluxers, a los detectives de las compañías y a otras sa

– Otra cosa que tienes que saber. -Ewball removió reflexivamente los posos de la olla de café con el termómetro del Cuerpo de Trans_misiones que había robado y que le gustaba utilizar para alcanzar la temperatura correcta.

Frank resopló.

– Esto no tiene fin, ¿qué más?

– Tu madre. Está en Denver, trabajando para la mía…

– Vaya, no me digas que no es genial. -La respuesta habitual ha_bría sido algo así como «Creía que tu madre trabajaba en los bares de putas de Denver», pero ya había pasado la época para esos cumplidos.

– … y ella y Stray parece que tuvieron una larga y bonita charla.

– Llevaste a Estrella a conocer a tu familia.

– Ella ni siquiera quería, tenía que haberlo pensado mejor.

– Lo que deberías hacer es cuidarte mejor las espaldas, Ewb, es esa Fiebre Burguesa que te está corroyendo.

– Ahora todo eso pertenece al pasado. Sí, ha acabado del todo. Y otra cosa sobre Stray, ¿te he contado alguna vez que…?

– Ewb.

Y sin más demora, el sol había vuelto a salir y el café se había congelado en la olla tras la larga noche.

El paso por la Cuenca del San Luis fue nervioso. En la lejanía apa____________________pensa de esa bien conocida exaltación del espíritu cuando te disparan y no te dan.rillas de los tiradores y al tamaño de la descarga, o sencillamente a que el terreno elevado estaba demasiado lejos, contra la simple recomros estuvieran dispuestos a jugársela al viento, a la precisión de las miña elevación, le habría costado resistirse a la tentación de considerar a esos jinetes blancos para el rifle. Como si los jinetes más aventurete distinta, los menos reflexivos vistiendo ropa oscura que resaltaba contra el paisaje de ceniza, pues a cualquiera, incluso en una pequerecían de vez en cuando jinetes cuyos sombreros, guardapolvos y monturas se fundían con el terreno, recorriendo a toda velocidad la llanura sin árboles, cada uno encaminado en una dirección ligeramen

No se veía tanta vigilancia ociosa como en los viejos tiempos, ahora parecía haber mucho en juego. Allá donde no podían fiarse del telégrafo, los mensajes tenían que seguir llegando a su destino. Los Winchester, Remington y Savage tenían que hallarse en las manos apropiadas. Figuras importantes que procuraban eludir el Denver & Río Grande, infestado de hombres de Pinkerton, tenían que ser escolta_dos por esos senderos sin refugios.

Fue un alivio superar Fort Garland, salir de la llanura y ascender de nuevo al terreno irregular. Llevaron la recua por la cordillera Sangre de Cristo sobre el paso North La Veta, bajo una luz acerada, con in__dían las cuencas mineras.tensidades amarillas entre las columnas púrpuras de nubes…, los Picos Españoles se alzaban por delante al otro lado del valle, y las cumbres nevadas de la cordillera Culebra se encadenaban y se perdían de vista hacia el sur. Y a sus pies, al momento, en un recodo del camino, los primeros tejados de Walsenburg, el tepe dejando sitio a las tablillas de las casas, más allá de las cuales, atrincheradas y desoladas, se exten


Scarsdale Vibe se dirigía a la sección local de la Alianza de Defen____________________ramente daltónicos. La clientela parecía compuesta mayoritariamente por blancos estadounidenses, de riqueza visible, rio montañoso como ilustraciones de postales teñidas a mano por un equipo traído del otro lado del mar y formado sólo por hombres ligetal. Unos enormes ventanales dejaban ver y enmarcaban un escenaplejo turístico de aguas termales cerca de la Línea Divisoria Continensa Patronal, la Confederación Huérfano-Las Animas, conocida como la CHULA, que se había reunido en el casino de un exclusivo comveraneantes del este y más allá, aunque a un observador podría perdonársele que creyera re__tros de Arapahoe.conocer rostros más habituales de los bares de los grandes hoteles de Denver o algunos que tampoco habrían desentonado en los peores an

Era una hora avanzada de la noche, las damas se habían retirado hacía mucho, y con ellas la necesidad de andarse con eufemismos.

– Claro que los utilizamos -Scarsdale bien metido en lo que ya era su habitual sermón político-, los enjaezamos y los sodomizamos, fo____________________masiado tarde. Porque puede que entonces ya no haya refugio.te conscientes de lo que pasa, y muy pocos, si alguno, con la sensatez de abandonar la partida a tiempo y buscar refugio antes de que sea demente, la mayoría carentes de oído musical y ni siquiera remotamenmamos lo que podemos mientras podemos. Miradlos, llevan la marca de su destino absurdo a la vista. La estúpida música del juego de las sillas está a punto de detenerse, y serán ellos los sorprendidos, torpelidad hay de que lleguen a la madurez, de que se eduquen, de que engendren familias, de que mejoren la cultura o la raza? Nosotros totra de nuestra generosidad unos años miserables de espigueo. Claro que lo hacemos. ¿Por qué no? Sirven para poco más. ¿Qué probabinas, cosechamos su músculo, su vista y su salud, dándoles como muestografiamos su degradación, los mandamos arriba, a las vías, y abajo, a minas, alcantarillas y mataderos, los ponemos debajo de cargas inhuma

»Lo acapararemos todo -añadió haciendo el esperado gesto con el brazo-, este país entero. El dinero habla, la tierra escucha, allá donde se agazape el anarquista, donde cabalgue el cuatrero, nosotros, pesca____________________mará fuerza y postrará a todo ante él. Es sencillo. Es inevitable. Ya ha empezado.rá como las campánulas azules en el prado, se extenderá, brillará y tojo y fiel secuaz. Raramente lo hacía ya-. El Anarquismo pasará, su raza degenerará hasta el silencio, pero el dinero engendrará dinero, creceto entre las sombras. Pero Scarsdale Vibe no buscó los ojos de su vietionarnos? -Podía haber echado una mirada provechosa a Foley, atennos y criarnos, recorrer las vallas remotas de nuestras fincas, hacer guardia entre nosotros y aquellos que pudieran entrometerse o cuesmente hasta el estupor, el llanto de niños cuyos buches nunca fueron satisfechos, cuyo futuro, el de aquellos que sobrevivieron, se redujo siempre a trabajar hasta reventar para nosotros, servirnos, alimentargrimas helándose en el rostro de una mujer desgastado prematuraran soportar el viento implacable bajo el tejado desvencijado, las ládáveres congelados cuyos nombres, falsos en cualquier caso, se habrán desvanecido para siempre?, ¿a quién le importará que en el pasado unos hombres lucharan como si una jornada de ocho horas, unas cuantas monedas más al final de la semana, lo fueran todo, mereciellantes del teleférico hayan sometido todas las laderas, y todo sea fiesta y deporte saludable y ganado eugenésicamente seleccionado, ¿quién quedará ya para recordar a la farfullante basura del Sindicato, a los canados acaudalados a las diversiones invernales, cuando los ramales briboriosos, cristianos, mientras nosotros, mirándolos en sus pequeños bungalows de vacaciones, moraremos en los palacios suntuosos que corresponden a nuestro rango, cuya construcción pagará el dinero de sus hipotecas. Cuando las cicatrices de estas batallas se hayan borrado hace mucho, y las escorias estén cubiertas de matojos de hierba y flores silvestres y la llegada de las nieves ya no sea la maldición anual sino una promesa, esperada ansiosamente por la afluencia de aficiodores de americanos, lanzaremos nuestras redes de malla perfecta de diez acres, nivelada y a prueba de gusanos, preparada para construir sobre ella. Allá donde indeseables y patanes desconocidos se arrastren tras sus miserables sueños comunistas, los buenos ciudadanos de las praderas llegarán como redes desbordantes a estas colinas, limpios, la

Al día siguiente, en su tren privado, el Juggernaut, descendió to_dos los niveles desde el reino de la teoría hasta las crudas realidades invernales de Trinidad para ver qué pasaba sobre el terreno, y mirar a la cara al monstruo anticapitalista. Se tenía a sí mismo por un hombre práctico, no un teórico, y nunca se había arredrado ante «el mundo real», como a él le gustaba llamarlo.

De camino al yacimiento de Trinidad, paseando entre los coches, Scarsdale abrió una puerta de la parte de atrás de un vagón y allí, en el vestíbulo, estaba aquello: era un ser mucho más alto que él, con el rostro horriblemente corroído como si lo hubieran quemado en los bordes, cuyos rasgos no se hallaban en el lugar exacto donde debe____________________mente a los ojos de la figura y levantó un dedo como si fuera a hablar, mientras el otro pasaba por delante de él y se disponía a seguir por el pasillo del vagón.ta. Pero en esta ocasión sólo sentía curiosidad. Scarsdale, miró directarían. Era el tipo de presencia maligna que antes le habría sumido en un pavor del que, estaba seguro, no habría salido con la voluntad intac

– Espera -dijo Scarsdale asombrado-, quería hablar contigo, fumar un puro, hacer un poco de vida social.

– Ahora no. Tengo otras cosas que hacer. -El acento no era ame__neció, dejando al magnate aturdido ante su propia falta de miedo e incapaz de imaginar que eso no había sido hecho a propósito contra él, con la pretensión, como siempre, de destruirle. ¿Quién podía estar detrás a esas alturas, en la fase a la que habían llegado las cosas?ricano, pero Scarsdale no supo situarlo. Y luego la aparición se desva

Foley llegó parpadeando, despertado por algo que había oído.

– Aquí, en el Juggernaut, había alguien que no debería estar -le dijo Scarsdale a modo de saludo.

– Lo he recorrido de arriba abajo una docena de veces -dijo Foley.

– No importa, Foley, todo está en manos de Jesús, ¿no? De hecho, puede pasar en cualquier momento y, para serte sincero, ansío ser uno de esos muertos perversos.

Foley sabía exactamente qué significaba eso. En los campos de ba____________________tes medio enloquecidos los vieran, pues algunos de ellos no estaban seguros de qué lado de la línea apenas visible caminaban… No era la compañía que él hubiera elegido. Al principio atribuyó el deseo de Scarsdale de estar entre ellos a la ignorancia del civil. Pero no tardó mucho en ver que Scarsdale los comprendía mejor que él.timientos, vagando o parados junto a la puerta de los cementerios y las granjas abandonadas, allá donde era más probable que supervivienbía buscado la compañía de fantasmas a miles, todos llenos de resentalla, tras el combate, con el suelo cubierto de balas de cañón, él ha

Tras dejar el cargamento en Walsenburg, Frank y Ewball cabalga____________________guistas, que eran griegos y búlgaros, serbios y croatas, montenegrinos e italianos.pientos, sin afeitar, insomnes, buscando excusas para acosar a los huelron hasta Trinidad para echar un vistazo. Había milicianos por todas partes, jóvenes de aspecto infeliz con uniformes manchados y hara

– En Europa – explicó Ewball- todos ellos andan matándose entre sí por unos enredos políticos que escapan a la comprensión de cual__tamente qué es lo que pasa.quiera. Pero en cuanto llegan aquí, antes de que puedan decir «¿Qué hay?», se olvidan de esos odios antiguos, se olvidan por completo, y se convierten en hermanos de armas, porque comprenden inmedia

Por alguna razón seguían viniendo al oeste, a estas cuencas mine__ciones militares allá de donde ras, y los dueños hacían correr historias sobre francotiradores de la guerra de los Balcanes y demás, y sobre luchadores de las montañas griegos, serbios de costumbres crueles, búlgaros con fama de gustar de innombrables prácticas sexuales, sobre todas aquellas razas extrañas que llegaban allí y hacían desdichadas las vidas de los pobres e inocentes plutócratas, que sólo intentaban salir adelante como todos los demás. Si algunos de esos mineros inmigrantes ya habían intervenido en acprocedían, ¿por qué venían aquí, a estos cañones dejados de la mano de Dios? No era por los tres dólares al día, se ganaba más en las ciudades, y seguro que tampoco era para morir en explosiones, derrumbamientos y enfermedades pulmonares ni porque hubieran elegido acortar sus vidas extrayendo carbón para que algún propietario viviera como un señorito, así que ¿por qué ve__nían que estar ya muertos, eran bajas de la lucha en los Balcanes.nían aquí precisamente? La única explicación que tenía sentido para Ewball, que se había estado comportado de una forma cada vez más rara a medida que se acercaban a Trinidad, era que algunos de ellos te

– Para los muertos inquietos, como ves, la geografía no importa, todo es un asunto inacabado, por todos lados hay cuentas que saldar, porque la historia de esos pueblos balcánicos está hecha de venganza, de ida y vuelta, familias contra familias, y nunca acaba, así que aquí tienes esta población de fantasmas balcánicos, muertos a tiros, yo qué sé, en alguna montaña de Bulgaria o de donde sea, sin la menor idea de dónde están m de adonde van, lo único que sienten es ese desequi_librio, que algo está mal y hay que enderezarlo de nuevo. Y como la distancia no importa, se presentan allá donde haya una lucha parecida, esa misma historia de asesinatos de ida y vuelta, y podría ser algún lu__tados Unidos.gar de China del que nunca oiremos hablar, y también podría ser aquí mismo, a una manzana de distancia, justo en las profundidades de Es

– Ewball, tío, menuda cháchara de loquería.

En Trinidad, Frank se fijó en un tipo que estaba en el porche del hotel Columbian, corpulento, adusto, oscurecido por el sol y apoya_do desgarbadamente en la pared, contemplando el tráfico de la calle con una altiva mirada de desprecio.

– Ni cobrando le buscaría las cosquillas a ese tío -comentó Frank.

– ¿Estás seguro?

– Oh, oh. Ewb, ¿qué es esa mirada en tu cara?

– El caballero resulta ser Foley Walker, el devoto secuaz del viejo amigo de tu familia, el señor Scarsdale Vibe.

– Bueno, eso da que pensar. -Frank se bajó el ala del sombrero y pensó en ello-. ¿Significa eso que Vibe también está en la ciudad?

– Alguien tiene que andar por ahí dirigiendo ese circuito de cham__sión. Rockefeller no pudo, pero el bueno de Vibe se siente tan feliz como una mosca en la mierda.pán y faisanes, asegurándose de que los patrones no pierdan su ten

Encontraron una cantina en la calle y entraron. Ewball parecía su_mido en un estado de impaciencia casi juvenil.

– ¿Y bien? -dijo por fin-, ¿qué?, ¿vas a hacer dos muescas o qué?

– Podrían ser tres si hay que llevarse por delante a ese Foley. ¿Es tan espantoso como parece?

– Peor. Dicen que Foley es un cristiano renacido, así que puede hacer el mal que le venga en gana porque Jesús está al caer y nada que pueda hacer un humano es tan terrible como para que Jesús no lo perdone.

– Pero tú andarás cerca cubriéndome la espalda, ¿verdad?

– Vaya, Frank, todo un detalle por tu parte pedírmelo.

Se registraron en el hotel Toltec. Frank sabía que al final se diri__dieron vigilar las idas y venidas del magnate.giría a Ludlow a buscar a Stray, pero en ese momento la posibilidad de que Vibe ofreciera un blanco bastante claro parecía prioritaria. Deci

Mientras reconocían el terreno, en una ocasión creyeron atisbar fugazmente a Mother Jones en persona, a la que subían a empujones a un tren que salía de la ciudad, una escena por entonces cómica por_que ella tenía amigos entre los trabajadores del ferrocarril por toda la línea, que la dejarían subir o bajar allá donde quisiera. Lo que a Frank le llamó la atención de esa dama de cabello cano fue su actitud de a-la-mierda, un amor a la travesura que debía de haber conservado in__pieran lo que era; un amor que debía de haber protegido como a un crío, como a la niña que ella había sido…tacto y protegido del paso de los años, de los plutócratas y de lo que los apólogos a sueldo de estos últimos llamaban la «vida», como si su

Una pequeña jauría de perros bajaba dando vueltas a toda velo__ra. Últimamente había más perros que nunca en la ciudad. Como si alguien hubiera considerado urgente sacarlos de los cañones, donde se avecinaban problemas que a ellos ni les iban ni les venían.cidad por Main Street, como si los empujara un tornado en miniatu

En estos establecimientos turísticos exclusivos siempre tenían habitaciones, pequeñas y despojadas, recámaras contiguas, antesalas donde ultimar sus asuntos letales, adonde los miembros de la troupe podían ir a prepararse, camerinos donde no había frase que recordar, capillas sin Dios…

Tras varias sesiones de cuidadosa observación, Ewball había deci_dido que la mejor hora para ir a por Scarsdale sería justo después de comer.

– Come en el hotel, luego Foley y él dan un corto paseo hasta la oficina de la Colorado Fuel and Iron, donde pasan la tarde estudiando qué maldades perpetrar. Hay un pequeño espacio entre los edificios, podría sorprenderlos ahí. -¿Tú?

Y así se planteó la delicada cuestión de quién dispararía a quién.

– Bueno, es tuyo si nos atenemos a las leyes de la venganza, claro -dijo Ewball-, en fin, si es eso lo que quieres.

– ¿Y por qué no iba a quererlo?

La desconfianza había empezado a rezumar y al poco saturó a Ewball:

– No lo sé. Sólo digo que es posible que Vibe sea un blanco fácil, el objetivo difícil sería Foley. Todo depende de cuánto quieras traba_jar tú.

– ¿Quieres cargarte a Vibe?, ¿y que yo me ocupe de Foley? Pues tienes mi bendición, Ewb, y sin resentimientos, me da igual lo que diga la gente luego.

– ¿A qué te refieres, Frank?

– Oh, ya sabes, esos rollos psicológicos. -Frank se fijó en que la sonrisa de Ewball ya no era lo que se diría amistosa-. Una forma de recuperar a tu padre y todo lo demás. Ideas del este, gilipolleces, claro.

Ewball pensó en ello un momento.

– Aquí -encontró una moneda de cuarto de dólar de plata-, lo echaremos a suertes, así de fácil.

Dos hileras enfrentadas de escaparates retrocedían hasta el fondo de la calle de tierra compacta. Allá donde acababan los edificios, no se veía nada sobre la superficie de la calle, ni horizonte, ni campo, ni cielo invernal, sólo un brillo intenso que ocupaba el vacío, un halo de gloria del que podía emerger o que podía absorber cualquier cosa, un portal de transfiguración plateada, como si se desplegara desde el punto de vista de (imaginemos) un pistolero abatido.

Frank decidió pedir prestado un Peacemaker del 44 a Ewball en lugar de utilizar su Smith & Wesson, que necesitaba un nuevo resor____________________tía alguna posibilidad de que Frank llegara a utilizarlos?bían dejado que Mayva guardara el viejo Colt Confederado de Webb, Frank había pensado en llevar encima los cartuchos que tenía todavía dentro. Habían tintineado por todas partes, entrando y saliendo de alfoijas, de bolsillos de guardapolvos, maletines y cartucheras, y Frank nunca los había utilizado, ni siquiera con Sloat Fresno, diciéndose que los llevaba encima sólo para recordar a Webb. No se trataba de que se estuviera engañando a sí mismo: estaban destinados a Deuce, claro. Pero a no ser que el pequeño reptil regresara a la escena del crimen, ¿existe de la varilla expulsora. Todos aquellos años, cuando Reef y él ha

A falta de Deuce, Scarsdale Vibe ya le servía, pero era inútil ex_plicárselo a Ewb, que se mantenía aferrado a extrañas variantes teóri__gares sobre Webb Traverse hacía diez años.cas de los principios anarquistas y no había forma de que se bajara del burro. Frank se apostó en el estrecho callejón, entre la tienda de un fotógrafo y un comercio de granos y semillas, mientras que Ewball se situó enfrente y esperó al magnate imperial que había bajado los pul

Pasaron por delante de la boca del callejón tan deprisa que Frank casi no los vio. Salió tras ellos y dijo:

– Vibe.

Los dos hombres se dieron la vuelta, Foley sacando ya lo que Frank tardó un segundo en reconocer como una Parabellum alema_na, segundo que bastó para informarle de que pasaba algo raro. Ewball se acercaba sin darse prisa desde el otro lado de la calle, utilizando una carreta que pasaba para ocultarse, con la mano izquierda apoyada sobre el cañón de su arma, casi como si rezara.

Incluso en una ciudad llena de anarquistas asesinos que lo odiaban más que a Rockefeller, Scarsdale no había creído necesario ir arma_do por aquellas calles. En su tono autoritario habitual, en el momento justo en que precisamente no debería haberlo adoptado, ladró:

– Bueno, los estás viendo tan claramente como yo, Foley. Encár_gate de ellos.

Como respuesta, Foley se apartó girando sobre sus talones, alineó la boca de la Luger con el corazón de su patrón y descargó la primera bala. Scarsdale Vibe le miró, casi como si sólo sintiera curiosidad:

– Señor, Foley…

– ¡Jesús es mi Señor! -gritó Foley, y apretó el gatillo, procediendo a vaciar las ocho balas en lo que, después de la primera, ya era un acto innecesario. Como si volviera a su hogar ancestral tras un largo y ago__mentos de caballos, para reposar.tador viaje, lo que había sido Scarsdale Vibe se acomodó boca abajo en la nieve y el hielo sucios de la calle, en el olor de caballos y excre

Foley se quedó un momento mirando el cadáver, mientras los ciudadanos huían a la carrera, algunos a buscar al alguacil, otros a es_conderse.

– Ah, y otra cosa -fingió que le hablaba, con un tono extraña_mente alegre.

Frank, que había contado los tiros, asintió.

– Usted dirá.

– Espero que no os importe, pero hoy es día de paga, y yo llevo en la cola muchos más años que vosotros.

Un pelotón de la milicia se acercaba por la calle, y a Frank y Ewball, que habían guardado sus revólveres bajo los abrigos, no les costó mezclarse con los vecinos nerviosos de Trinidad. Foley espe_raba, con paciente buen humor, mirando la sangre de Scarsdale, casi negra bajo esta luz de mediados de invierno, que fluía formando un marco líquido a su alrededor.

– Menuda vergüenza -murmuró Ewball-, ¿cómo voy a andar ahora con la cabeza alta?

– Querías ser tú el que lo hiciera -aventuró Frank.

– Peor aún. -Miró profundamente a Frank como si esperara, a es_tas alturas de su relación, que éste mostrase alguna habilidad para leer el pensamiento-. No se trataba tan sólo de un tiroteo más -dijo en voz baja.

– Pues para mí ha sido más que suficiente -dijo Frank, que no quería entrar en demasiados detalles.

Stray llevaba ya algún tiempo en Trinidad cuando se enteró de la existencia de la colonia de tiendas de Ludlow. La colonia se había le_vantado a finales de septiembre, al inicio de la huelga. Poco a poco se fue colocando el entarimado, se cavaron letrinas, se tendió una línea telefónica hasta la oficina del Sindicato en Trinidad. Desde principios de octubre, después de algunos tiroteos entre los guardias de la mina y la gente de las tiendas, ambos bandos habían empezado a almacenar armas y municiones. Llegaba el invierno. Los tiroteos prosiguieron.

– ¿Estás segura de que no quieres quedarte en la ciudad? -dijo la Hermana Clementia.

– Déjame que me acerque hasta allí con una carreta -dijo Stray- y echaré un vistazo.

Sólo un vistazo. Pero ella ya sabía que era allí donde tenía que es__se, que se hacía llamar «General», habían levantado campamentos en las afueras de Trinidad y Walsenburg.tar. Aproximadamente al mismo tiempo que se instaló en una de las tiendas, el gobernador declaró la ley marcial, y al poco cerca de mil hombres, entre infantería, caballería y tropas de apoyo, al mando de una marioneta de la Colorado Fuel and Iron de nombre John Cha

Stray descubrió que la colonia constaba de ciento cincuenta tien__pio idioma. Una familia acababa de irse de una tienda, así que allí se mudó Stray. Antes de que anocheciera, se sentó junto al lecho de una niña montenegrina de unos tres años, con fiebre y la nariz llena de costras, e intentó darle un poco de sopa.das en las que vivían unas novecientas personas, sobre todo familias, salvo en las zonas reservadas a los solteros, como la de los griegos, que tendían a mantenerse aislados y a relacionarse únicamente en su pro

Por la mañana, su vecina Sabine y ella llevaron ropa de cama a una tienda de enfrente. Stray alzó la mirada hacia los terrenos elevados y vio emplazamientos armados en todas direcciones.

– No me gusta nada -murmuró-, es un campo de tiro descubier_to por todas partes.

– Todavía no nos ha disparado nadie -comentó Sabine, más o me_nos en el mismo instante en que alguien lo hizo.

No se trataba de que Stray hubiera llegado a pensar alguna vez que la protegía un encantamiento. Pero cada vez que salía a la luz del día, las balas zumbaban a su alrededor sin alcanzarla, y se acostumbró a la tierra que saltaba en pequeñas explosiones a su paso, a los silbidos decrecientes de la munición desperdiciada que rebotaba. Al principio se ponía tan nerviosa que soltaba lo que llevara en las manos y corría a protegerse. A medida que fue avanzando el invierno, aprendió a cruzar zigzagueando todo el campamento, con los brazos cargados de palas para la nieve, mantas, gallinas vivas, puede que cinco litros y me____________________paraban. Un día, al volver de una de esas excursiones, adivinen quién se presentó.ra de que los francotiradores apostados en las lomas jugaban con ella. Llegó a reconocer a los que querían coquetear por lo mal que le disdio de café caliente, en una cafetera de hojalata equilibrada sobre la cabeza, sin que se le derramara ni una gota. A veces estaba casi segu

– Hola, mamá.

– ¿Cómo coño has llegado aquí?

– Por la línea Colorado y Southern. No te preocupes, me colé en el tren, no me costó un centavo. Me alegro de verte, mamá.

– Jesse, esto es una locura. No tienes por qué estar aquí. Willow y Holt te necesitan.

– Allí no hay mucho que hacer. Todo el trabajo duro que nos to_caba a Holt y a mí, a Pascoe y a Paloverde, lo hicimos antes de que llegaran las nieves.

– Esto es peligroso.

– Más motivo entonces para que alguien te guarde la espalda.

– Igualito que tu padre. Maldito vendedor de aceite de serpiente. Nunca se os puede convencer de nada. -Lo miró a la cara, algo que hacía cada vez más a medida que él crecía, cuando tenía la oportuni_dad-, No me malinterpretes, no es que seas su vivo retrato ni nada por el estilo, al menos no todo el tiempo, pero, de vez en cuando…

Los focos de la empresa situados en las torres empezaron a barrer las tiendas durante toda la noche.

– Mamá, me está volviendo loco. No me deja dormir.

– Antes odiabas la oscuridad.

– Era un niño.

La milicia de Colorado le estaba dando mala fama a la luz. La teo_ría militar afirmaba que enfocar al enemigo con reflectores permitía verlo mientras se le cegaba para que no te viera, concediéndote una inestimable ventaja tanto táctica como psicológica. En las tiendas, aquel crudo invierno se buscaba la oscuridad tanto como el calor o el silencio. A muchos la oscuridad les acabó pareciendo una forma de compasión.

Finalmente, una noche Jesse sacó su fusil de repetición y salió a explorar.

– Voy a dar una vuelta para echar un vistazo -fue lo que le dijo a su madre, quien, en otros tiempos había utilizado esa misma frase con frecuencia.

Poco después, pasada la medianoche, Stray, que se había acostum__mía. Ella le había enseñado a no atribuirse el mérito de nada si podía evitarlo, lo que no impidió que al día siguiente él fuera por ahí con una sonrisa de comemierda en la cara, que a ella le recordó a la que esbozaba Reef cuando creía que se había salido con la suya.brado a dormir con todo tipo de ruidos, soñó que oía la detonación aislada de un único disparo de rifle, y se despertó en medio de una bendita oscuridad. Poco más tarde, Jesse se acercó de puntillas y con cuidado se acurrucó a su lado, mientras ambos fingían que ella dor

Fue el invierno en que todos comieron guiso de liebre. Las listas de huelguistas incluían unos veinte mil hombres, mujeres y niños. El viento ocupó los campos de Trinidad y se adueñó de ellos, y el frío se tornó más crudo. Las tormentas de principios de diciembre fueron las peores que nadie recordara. La nieve se amontonaba hasta un me____________________bían prometido de todo, no les habían contado nada.gas, traídos en vagones de ganado desde lugares tan remotos como Pittsburgh, Pensilvania, aunque muchos de ellos eran de México, y venían escoltados por la Guardia Nacional desde la frontera; les hatro veinte de altura en algunos lugares. Las tiendas se desmoronaban bajo su peso. A mediados de mes, empezaron a aparecer rompehuel

– Es como Cripple Creek otra vez -comentaban aquellos que se acordaban. Por entonces, hacía diez años, los esquiroles eran eslavos e italianos, algunos de los cuales se habían quedado y se habían uni_do al Sindicato, y ahora eran ellos los que hacían la huelga.

– Y aunque sea el deber de todos partirle la cabeza a cualquier mexicano mantenido en la total ignorancia que haya sido traído para robaros vuestro trabajo -predicaba el Reverendo Moss Gatlin, que, siendo de los que no se perdían una buena pelea, llevaba allí desde que se había convocado la huelga-, también tenemos que entender lo eminentemente práctica a largo plazo que es la paciencia cristiana, si gracias a ella podemos mejorar la educación del esquirol estúpido, igual que a vuestras propias ofendidas cabezas, en Cripple y las San Juan, se les metió a golpes la lección de que un empleo es sagrado, se obtenga como se obtenga, incluso el de un esquirol, porque implica la rigurosa obligación de oponerse a partir de entonces a las fuerzas de la propiedad y a las fábricas del mal, con los medios que estén a vues_tro alcance, sean cuales sean.

Ya más envejecido, utilizaba bastón, pero todavía acudía cojeando a la batalla, celebraba servicios dominicales regulares delante de las tiendas y además daba sermones a medianoche en cantinas afectas.

A lo largo de enero, el humor entre los milicianos se fue avina__guna murió.grando, como si alguien supiera qué iba a pasar. Se violaron mujeres, los niños que se burlaban de los soldados eran atrapados y apaleados. A cualquier minero pillado en un descuido se le acusaba de vago y maleante, se le detenía y se le agredía, o cosas peores. En Trinidad, la caballería de la milicia estatal cargó contra un grupo de mujeres que se manifestaban en apoyo de la huelga. Varias de ellas, algunas poco más que niñas, fueron acuchilladas con sables. A otras las metieron en la cárcel. Gracias a la misericordia de Dios, o por simple suerte, nin

Un día, Jesse volvió a la tienda presa de una extraña euforia dis_tante, nada que hiciera feliz a su madre, porque le recordaba a la que había visto en demasiados artistas de la pistola desquiciados cuando creían haber encontrado el desafío definitivo.

– He visto el Death Special, mamá.

Se trataba de un vehículo blindado sobre el que corrían variados rumores, muy temido, con dos ametralladoras Colt montadas delante y detrás, que la agencia de «detectives» Baldwin-Felts había concebi__do a algunos huelguistas.do para penetrar y controlar multitudes mal predispuestas, así como para aligerar su tamaño. Ya había pasado por allí barriendo la colonia con fuego de ametralladora, desgarrando las tiendas de lona y matan

Jesse y su amigo Dunn, que habían salido a explorar, encontraron a un par de Guardias Nacionales en una cabaña galvanizada, trabajan__tos sintieran por los niños, ni siquiera por sus propios hijos… Fingir que mantenían una amigable charla con blancos potenciales de su Death Special era una demostración de maldad que ninguno de los dos niños había ni sospechado en adultos hasta ese momento.do en el motor del Death Special. Eran corpulentos, rubios, francos, y se comportaron bastante amistosamente, aunque no podían ocultar su desprecio hacia la gente para cuya muerte se había diseñado ese vehículo. Dunn creía que sabía cómo aprovecharse de los adultos, y llevaba un bolsillo lleno de monedas para demostrarlo. Pero Jesse se dio cuenta de que estos dos sabían quiénes eran y de dónde venían Dunn y él; con sólo una mirada a esas caras enrojecidas y esos ojos saltones comprendió que, llegado el momento, no podría salvar su vida, ni la de su madre ni la de Dunn, apelando a nada que esos adul

Resultó que había una flota entera de Death Special, versiones mejoradas del modelo original, que era poco más que un descapota__nicos no podían conducirlo, eso correspondía a los oficiales, pero de vez en cuando, para realizar algunas comprobaciones funcionales, se les permitía hacer varios kilómetros a campo abierto y reventar unos mezquites.ble con planchas de acero a los lados. En cuanto a éste, los dos mecá

– Con un rifle es demasiado personal -dijo uno de los Guardias-, cuando los apuntas por la mirilla uno por uno, tienes un minuto para conocerlos antes de cumplir con tu deber, pero con esta maquinita…, no te ha dado tiempo de desenganchar el dedo del gatillo y ya ha dis_parado diez o veinte balas, así que no hace falta apuntar con cuidado, simplemente eliges la zona que quieres reventar, incluso con los ojos cerrados si te apetece, tanto da, y ella lo hace todo por ti.

Aunque no paraban de alardear de la maquinaria en la que esta_ban trabajando, a los niños les pareció un tanto extraño que también hablaran del Death Special como si fuera una pobre víctima a merced de una turba inmensa y peligrosa.

– Aunque lo rodearan, aunque dispararan a las llantas, podríamos resistir dentro hasta que llegara ayuda.

– O abrirnos paso entre ellos, salir al otro lado -añadió el segun_do- y escapar.

– ¿Estás con la gente de las tiendas, hijo? -preguntó inesperada_mente su amigo.

Los hombres habían llamado «hijo» a Jesse toda su vida, y siem_pre le había parecido más o menos insultante. Sólo un hombre tenía derecho a llamarlo así, pero ¿dónde mierda estaba? Jesse tenía que ser muy cuidadoso para que no se le notara lo mucho que le molestaba.

– Nanay -dijo con bastante naturalidad antes de que Dunn pudie_ra abrir la boca-, somos de la ciudad.

El miliciano miró a su alrededor, al campo desolado y cubierto de cicatrices que se extendía hasta demasiado lejos.

– ¿La ciudad? ¿Y qué ciudad es ésa, hijo? ¿Trinidad?

– Pueblo. Hemos bajado del tren, yo y mi socio -señalando a Dunn, que no había cerrado todavía la boca.

– Ah, sí -dijo el otro-. Viví un tiempo en Pueblo. ¿A qué escue_la vais?

– A la Central, ¿a cuál si no?

– Chicos, ¿no os parece que os habéis pasado con los novillos?

– No se lo diré a nadie si tú no se lo dices. -Jesse se encogió de hombros.

Antes de irse, robó dos balas de ametralladora del calibre 30, una para él y otra para su madre, imaginando que mientras esas dos balas concretas no se dispararan, Stray y él estarían a salvo de cualquier daño.

Frank estaba en Aguilar, en la línea férrea entre Walsenburg y Tri____________________do bebía grappa y cerveza y hablaba de la situación en el cañón, en la mina Empire, que, como cualquier parte en esta campiña helada y en huelga, era bastante desdichada, por no decir peligrosa. Al otro lado de la sala, un leñador calabrés borracho yacía inconsciente en el regazo de una joven mal vestida pero muy atractiva, es más, familiar, componiendo un cuadro vivo que a muchos en el local, pero no a Frank, les recordaba a la famosa escultura lavío, caída de algún modo de una carreta de suministro en Pueblo. La mayoría de los clientes eran italianos, y por el momento todo el munnidad, en la cantina 29 de Luglio -llamada así por el día de 1900 en que Bresci, un anarquista, asesinó al rey Humberto de Italia-, para ver una tal vez imaginaria ametralladora, de la que se decía que era una Benet-Mercier refrigerada por aire, todavía dentro de la caja de en Pietà de Miguel Ángel. Al ver la prolongada mirada fija de Frank, la Madona del bar gritó:

– ¡Lo siento, Frank, tendrás que hacer cola, pero, mierda, la noche es joven!

– Me dijeron que andabas por aquí, Stray, pero no te había reco_nocido con esa ropa.

– No es demasiado cómoda en la silla de montar, pero por esta re_gión ayuda parecer una hermanita de la caridad.

– Quieres decir que no es probable que ellos disparen a…

– Oh, mierda, te dispararán en cuanto te vean. Pero este color gris se funde mejor con el entorno, así que eres un blanco más difícil.

– Vine aquí con Ewball, pero se volvió a marchar. -Frank creyó que debía decirlo.

Ella se deslizó por debajo del italiano que tenía sobre el regazo.

– Invítame a una copa de lo que estés tomando y yo te contaré la sórdida historia entera.

– Ewb mencionó algo sobre… -le llevó un rato pensar cómo de_cirlo.

– Joder, lo sabía -dijo ella por fin-, le rompí el corazón, ¿verdad? No dejo de repetirme: «Stray, tienes que controlar esa mierda», lue_go sigo como si nada y lo hago de todos modos. -Asintió y levantó el vaso.

– A mí me pareció un tanto confuso. Pero no sabría decir si con el corazón roto.

– ¿No te ha pasado nunca, Frank?

– Oh, muchas veces.

– ¿Cómo está esa damita tuya, la profesora?

Frank, sin pretenderlo, inició un largo recitado sobre Wren y el Doc Turnstone. Stray encendió un cigarrillo y le miró con los ojos entornados a través del humo.

– A ver, estás seguro de que ella no te ha roto… el corazón ni nada. -Durante mucho tiempo, ella se había imaginado a Frank como un Reef sin la vena de loco, hasta que se dio cuenta de que tampoco era tan fácil de clasificar…; que persiguiera a Sloat Fresno había sido una sorpresa, como lo había sido su implicación en la revolución de Madero, y ahora ahí estaba, en la cuenca minera a punto de explo__guntó.tar-, ¿Tienes pensado quedarte por aquí o te vuelves a Denver? -pre

– ¿Hay alguna razón para que me quede por aquí un tiempo?

– ¿Te refieres a algo aparte de la guerra que va a estallar en cual_quier momento?

Se miraron un buen rato el uno al otro hasta que ella sacudió la cabeza.

– Supongo que no tienes nada que hacer en Denver.

– Lo que me recuerda: ¿cómo está mi madre?, me enteré de que la viste hace un tiempo allí.

– Quiero mucho a Mayva, Frank. Sobre todo teniendo en cuenta que se trata de alguien a quien veo una vez cada diez años. Deberías escribirle alguna vez.

– ¿Debería?

– Nunca has visto a Jesse, ¿verdad que no?

– También soy un mal tío -dijo Frank ladeando la cabeza.

– No me refiero a eso, Frank. -Ella respiró hondo, como si fuera a zambullirse en una habitación llena de fuego-. Estos días estamos viviendo en las tiendas, por si se te ocurre hacernos una visita.

Frank procuraba conservar la calma para que no se le notaran las oleadas de pulsaciones que le recorrían de arriba abajo. Mantenía la expresión serena.

– Bueno, si sigues ahí…

– ¿Y por qué no iba a seguir…? -Y entonces ella se calló, porque la respuesta era ya bastante clara.

– Suponía que lo sabías. Tienen pensado arrasar la colonia entera, y antes de que acabe la semana, eso es lo que tengo entendido.

– Pues en ese caso más vale que nos visites pronto.

Y así fue como Frank se encontró arrastrándose junto a la som__darse en el cuerpo para los Krag y los Pólice Special modificados que había conseguido.bra monjil de ella, bajo el ataque amarillo ácido de los rayos de los reflectores, a través de la nieve que se fundía y se volvía a helar, tras haber pensado en recuperar de sus alforjas tan sólo un paquete de cigarrillos, una lata de tabaco y tantos cartuchos como pudo guar

Jesse no estaba cuando llegaron a la tienda, pero a Stray no le pre_ocupaba.

– Seguramente andará por ahí con esos balcánicos de los que se ha hecho amigo. Celebran su Pascua o algo así. Le han enseñado a mo_verse por la noche muy bien. No corre mucho peligro. Puedes dormir ahí, junto a la cocina. Si vuelve, normalmente no hace mucho ruido.

Frank tenía la vaga intención de mantenerse despierto para ver qué aspecto tenía Stray por debajo de aquellos telares de monja de hospital, pero debía de estar más cansado de lo que creía. Durmió has_ta que el gallo de alguien se soltó y llegó la áspera luz del día.

Acababa de poner el pie fuera de la tienda para ir a mear cuando atisbo un rostro que le pareció salido del pasado, un tipo siniestro que bajaba al trote por la ladera con el uniforme de la milicia, sombrero de ala estrecha, polainas y camisa de campaña, de frente alta, ojos sin pestañas y una boca fina en una auténtica cara de lagarto. Una cara que no merecía ni cinco centavos de piedad.

Frank señaló con la cabeza y preguntó a Kosta, que estaba al otro lado de la letrina, meando.

– ¿Quién es ese hijo de puta? Lo he visto en alguna parte.

– Es el cabrón de Linderfelt. Cuando ataquen esta noche, vendrá el primero gritando ¡A la carga! Linderfelt es el demonio.

Frank se acordó entonces.

– Él estaba en Juárez, al mando de unos mercenarios que se lla____________________sa. Creía que habría sido pasto de los zopilotes hacía tiempo.queda y captura por saqueador. Tuvo que cruzar la frontera a toda primaban a sí mismos «la legión americana»; se precipitó, intentó atacar la ciudad antes que Madero y más tarde emitieron una orden de bús

– Pues ahora es teniente de la Guardia Nacional.

– Tiene su lógica.

– Además, los zopilotes tienen más sentido común.

El tiroteo había empezado con las primeras luces, no tardó en ge_neralizarse y prosiguió en espasmos a lo largo de todo el día.

La milicia estaba en Water Tank Hill, con un par de ametrallado_ras. Sus tiradores formaban una hilera a lo largo de un saliente, más arriba. Había unos huelguistas apostados en una zanja de la línea de ferrocarril, al este, que tenían a los Guardias Nacionales bastante bien enfilados, pero la milicia estaba más arriba, y a lo largo de todo el día se mantuvo el punto muerto. Los pensamientos de todos se centraban ya en la noche que se acercaba.

– No sé hasta qué punto van a ser caballerosos cuando el sol se ponga -dijo Frank.

– Se transformarán en otra cosa -dijo ella.

Jesse entró retorciéndose por debajo de un lado de la tienda con un Winchester de repetición, sin aliento.

– Intenté bajar a la zanja de la vía. Arrastrándome boca abajo. Me quedé sin balas. ¿Quién es éste?

– Éste es Frank Traverse. Es el hermano de tu padre. Acaba de lle_gar para participar en algunos de los festejos.

El chico buscó una cantimplora de agua y bebió un buen rato.

– Me ha estado calentando la cabeza sobre ti, Jesse -dijo Frank.

Jesse se encogió de hombros, en un gesto muy ensayado.

– Qué es esto, parece un viejo Krag.

– Tienen varias cajas llenas -recordó Stray-, si no me equivoco, las que yo les vendí hace años.

– A veces les coges cariño -dijo Frank con calma-. Lo bueno de un Krag, ¿sabes?, es la retrocarga, un detalle muy útil cuando hay mu__gan cada vez que accionas el cerrojo. Ten, prueba.cho movimiento, sólo tienes que abrirla así, en cualquier momento, soltar tus balas, y todas se alinean y se empujan una por una, y se car

– Quiere venderte una -dijo Stray.

– Estoy satisfecho con mi Winchester, gracias -dijo Jesse-. Pero, claro, déjame, mientras no desperdicie la munición de nadie. -Cogió el Krag y apuntó por la solapa de la tienda hacia un lejano grupo de jinetes, caballería aparentemente uniformada aunque con ningún uni_forme que Frank conociera, apuntó, los encajó en la mirilla, respiró con cuidado y fingió que soltaba un disparo, «¡Bam!», y cargaba otra bala. Frank ya no podía enseñarle gran cosa.

Más tarde Frank se puso a revisar las armas de fuego, con Stray arrodillada a su lado.

– Quería decir… -dijo Frank.

– Oh, ya lo has estado diciendo, no te preocupes.

Él la miró más de cerca, sólo para distinguir su cara.

– Es un buen momento para comentarlo.

– ¿Pasa algo por ahí que debería saber? -gritó Jesse desde la otra punta de la tienda.

– En cuanto oscurezca lo bastante -dijo Frank-.justo antes de que se enciendan todas las luces, nos pondremos en movimiento. Iremos hacia el norte, a aquella torrentera ancha de allá arriba.

– ¿Huir? -Jesse le clavó una mirada furiosa.

– Justamente -dijo Frank.

– Los que huyen son los cobardes.

– Algunos sí. A veces no son lo bastante valientes para correr. Has andado por ahí. ¿Cuántos cobardes has visto que estén dispuestos a sa_lir corriendo hacia ahí?

– Crees que…

– Creo que podemos llegar a ese arroyo. Luego todo consiste en mantenerse a distancia de Linderfelt.

– ¿Quieres echar un vistazo fuera de la rienda por nosotros? -pre_guntó Stray.

El niño miró fuera con cautela.

– Me parece que faltan un par de minutos para que enciendan los proyectores.

– Pues ahora es un buen momento -dijo Frank-, No nos queda mucho que hacer aquí.

– Dunn -se acordó Jesse.

– ¿Dónde está? -dijo Stray, que cogió una pistola y munición mien_tras buscaba su sombrero.

– Aquí -dijo Dunn desde detrás de la cocina.

Todos salieron por los laterales de la tienda. Un pequeño grupo de jinetes pasaba al galope, una propulsión hacia delante de músculo y pellejo, cascos como armas agrupadas. Debían de ser de la milicia del estado, u hombres de Baldwins, del pelotón del sheriff, del Ku Klux Klan o de cualquiera de los grupos de rangers voluntarios. Había os__mas se elevaba un humo espeso y negro. Como si la intención no fuera iluminar sino proyectar negrura.curecido demasiado para distinguirlos. Llevaban antorchas. De las lla

Ahora el tiroteo era continuo. El humo de los rifles se alzaba des____________________te mismo, en una de sus cargas inmisericordes, que sólo se producían a oscuras, y cuando estaban seguros de causar víctimas.vía de mucho saber dónde estaban, porque en nada los tenían delande las posiciones de los Guardias Nacionales, en el aire frío. No ser

Jesse corrió y casi estaba a salvo cuando una figura mellada se in_terpuso en su camino, una mano le agarró del brazo y otra le puso la boca metálica y fría de un 45 reglamentario en la cabeza.

– ¿Adonde vamos tan deprisa, pequeño macarroni?

– Suéltame.

– Tú eres el chico que se pasaba por la tienda. -La boca del arma seguía sin moverse. Jesse intentaba pensar en cómo salir de ésa sólo con dolor, puede que con algo roto o cortado pero que sólo tardara un tiempo en curarse.

– Hoy nos has estado disparando, ¿verdad, hijo?

– Vosotros me habéis disparado a mí -dijo Jesse.

Recibió una mirada de ojos enrojecidos. La pistola se apartó, y Jesse se tensó ante lo que, temía, le esperaba.

– Estoy jodidamente cansado. Tengo hambre. A ninguno de noso_tros nos han pagado desde que hemos venido a esta mierda de sirio.

– A mi eso me suena.

Se quedaron quietos como si sólo estuvieran escuchando el tiro_teo alrededor.

– Saca tu culo anarquista de mi vista -dijo por fin el soldado-, y si sabes rezar, reza por que no vuelva a verlo a la luz del día.

– Gracias, señor -Jesse no creyó que hiciera ningún daño con esa respuesta.

– Me llamo Brice. -Pero a esas alturas Jesse corría ya demasiado rápido para decirle cómo se llamaba él.

Se refugiaron con varios centenares más, al menos por unos mi____________________gún niño subía para ver qué estaba pasando en las tiendas, y tenían que chillarle para que volviera.sar cerca casi podían percibirse como una brisa. De vez en cuando, alban y salían de la torrentera, proyectando sombras negras que al palicia intentaba tomar el puente de acero que cruzaba el arroyo, lo que cortaba cualquier posible huida hacia el oeste. Los reflectores entranutos, en el arroyo ancho que corría al norte de la ciudad, esperando una pausa en el tiroteo para llegar a algún lugar más seguro. Pero la mi

Frank notó que alguien le ponía la mano en el hombro y al prin____________________mísimo Webb. Webb y todo lo que había querido hacer con su vida, y todo lo que le habían arrebatado, y todos los caminos por los que habían partido sus hijos… Frank se despertó a los pocos segundos y vio que se le había estado cayendo la baba por encima de la camisa. No era momento para ensoñaciones.la a través de las agujas de la nieve primaveral, protegiendo a Jesse con su cuerpo. No había nadie cerca de él. Bien podría haber sido la mano de un huelguista muerto extendida a través de la cortina mortal para buscar algo en la Tierra que tocar, cualquier cosa, y había dado la casualidad de que esa cosa fue Frank. Tal vez fuese la mano del miscipio creyó que era Stray. Pero cuando miró apenas pudo distinguir

Stray y el niño medían aproximadamente lo mismo, Frank se dio cuenta por primera vez. Jesse se había quedado dormido a sus pies. A poco menos de un kilómetro, todas las tiendas habían sido incen__lazos o combatían las llamas, y caían en la batalla. Pero todo aquello, cada baja, una por una, sucedió bajo una luz a la que la historia se mantendría ciega. Las únicas versiones serían las de la milicia.diadas, una por una, por los héroes de la Compañía B de Linderfelt. Una luz rojiza e impura saltaba y se desplazaba por el cielo, y los soldados emitían gritos de triunfo animal. Los disparos seguían desgarrando la peligrosa noche. A veces daban en algún blanco, y huelguistas, niños y sus madres, y hasta soldados y guardias del campamento, recibían ba

Stray abrió los ojos y vio que Frank la estaba mirando. Ella lo miró también, y ambos estaban demasiado cansados para fingir que no era deseo, incluso allí, en medio del infierno.

– Cuando tengamos un momento -empezó a decir ella, pero lue_go pareció perder el hilo.

Frank percibió la espantosa y deslumbrante ocasión que quizá nun__mento.ca más volverían a rozar. Era lo último en que debía pensar en ese mo

– Los dos tenéis que llegar a la casa de tu hermana, ¿vale? -dijo Frank por fin-. Es lo único de lo que tienes que preocuparte ahora, todo lo demás puede esperar.

– Voy contigo, Frank -dijo Jesse con una voz vencida por el ago_tamiento.

– Tienes que ir con tu madre, ayudarla a salir de aquí entera.

– Pero la lucha no ha terminado.

– No, no ha terminado. Pero tú ya llevas un largo día de dura pe__dor de confianza que las cubra lea, Jesse, y estas damas de aquí, con bebés y demás, necesitan un tirahasta que lleguen a aquel pequeño ran_cho al otro lado de las vías. No tengas miedo, ya habrá más pelea, todos tendrán su parte.

Sabía que la mancha pálida de la cara del niño estaba vuelta hacia él, y a Frank le alegró no tener que ver su expresión.

– Ahora que ya sé llegar a la casa de tu tío Holt y tu tía Willow, gracias al mapa que me dibujaste, iré para allá en cuanto nosotros ha_yamos acabado.

Ambos escucharon el «nosotros», no era el que les hubiera gusta____________________siles, avanzando en fila india hacia el este por el camino de carretas que llevaba a las Black Hills, esforzándose por mantenerse agrupados.cena de palabras en inglés, arrastrando por la tierra las culatas de los fúdo, sino el que se refería al otro colectivo de sombras, exhaustas, que apenas se mantenían en pie, que entre todas no hablaban ni media do

– Estaremos allá arriba -dijo señalando con la cabeza hacia las co____________________zarlo con inesperada fiereza, como si pudiera abrazarlo todo, la noche cerca de su final, el refugio del arroyo, abarcarlo y retenerlo, invariable, y Frank sintió que el chico se esforzaba por no llorar, y luego hizo que lo soltara, se apartó y volvió a aquella alba de espanto. Stray estaba justo detrás de él.na parte. Jesse, ahora tú te encargas de todo…-Y el niño corrió a abralinas-; se supone que hay un campamento de movilización por algu

– Muy bien, Estrella. -Puede que su abrazo no fuera tan íntimo ni desesperado, pero no recordaba ningún beso tan sincero, ni tampoco tan cargado de pena.

– Pasan trenes hacia el sur a todas horas -dijo ella-; estaremos bien.

– En cuanto pueda, yo…

– No te preocupes, Frank. Jesse, ¿quieres llevar esto? -Y se fueron, y él ni siquiera estaba seguro de cuánto les había costado no volver la vista atrás.


Aquel verano había sido memorable por las altas temperaturas. Europa entera se abrasaba. Las uvas maduraban en la viña hasta vol____________________trucción de la Tierra.ban los hubiera traicionado y ahora planeara conscientemente la despacado ya en junio ardían espontáneamente. Los incendios atravesaban el continente como regueros de pólvora, saltando fronteras, salvando cadenas montañosas y ríos con total impunidad. Los cultos naturistas estaban espantados ante la posibilidad de que el luminar que adoraverse pasas de la noche a la mañana. Las pilas de heno cortado y em

El Inconvenience había sido informado de la existencia de una corriente ascendente de aire sobre los desiertos del África septentrio__cluso del tamaño delnal de un tamaño e intensidad sin precedentes. Masas de aire de los Alpes, de las Montañas de la Luna y de las cumbres balcánicas se veían arrastradas para alimentar el gran ascenso térmico, y una aeronave, in Inconvenience, sólo tenía que aproximarse al flu_jo, la antigravedad sahariana se encargaba del resto. Lo único que en realidad hacía falta era dejarse ir.

Hubo discusiones, ni que decir tiene, sobre la financiación. A esas alturas, los chicos eran bastante autónomos. La Oficina Nacional ha__lación delbía escatimado tanto en las asignaciones presupuestarias que la tripu Inconvenience, tras una reunión que duró cinco minutos, in____________________nización había derivado dad, desde hacía algún tiempo, a lo largo y ancho del mundo, la orgacluido el tiempo que llevó preparar el café, había votado finalmente por desafiliarse. Y no fueron los únicos en tomar esa decisión. En realien una laxa suma de agentes independientes que sólo compartían el nombre y la insignia de «Chicos del Azar». No hubo reacciones por parte de la jerarquía. Era como si la dirección Na_cional hubiera abandonado sus despachos, allá donde hubieran estado, si es que estuvieron en alguna parte, sin dejar una nueva dirección. Los chicos gozaban de plena libertad para definir sus propias misiones y negociar sus tarifas, cuyo monto ahora se quedaban en su totalidad, en lugar de entregar la mitad o incluso más a la Nacional.

Eso aumentó de forma reseñable la entrada de ingresos, lo cual, junto con los recientes avances en motores más livianos y de más ca_ballos de potencia, había permitido que el Inconvenience ampliara con__bién había crecido hasta ser casi tan enorme. Miles, en sus funciones de intendencia, había instalado refrigeradores de las mejores marcas y cocinas de hidrógeno de último modelo, y contratado a un equipo de cocineros de primera categoría, del que formaba parte un antiguo sous-chef del famoso Tour d'Argent de París.siderablemente su tamaño: ahora sólo el comedor ocupaba más espacio que la góndola entera de la versión anterior de la nave, y la cocina tam

La reunión de esa noche era para decidir si introducir el Inconve_nience en la gran corriente ascendente sobre el Sáhara sin que nadie les pagara por adelantado. Miles llamó al orden en la sesión golpeando un gong chino comprado años atrás a una secta de asesinos en activo en aquel país, durante la intervención secreta pero decisiva de los chicos en la Rebelión de los Bóxers (véase Los Chicos del Azar y la ira del colmi_llo amarillo), e hizo rodar un carrito con champán refrigerado, al tiempo que rellenaba los vasos de todos con un Balthazar de Verzenay de 1903.

– Nada de «a ver lo que sale», hermanos del cielo -se quejó Darby, cuya fijación por la legislación contractual había alcanzado a esas altu_ras quizá las lindes de la obsesión insana-. No estamos en esta historia gratis. Si no hay cliente, no hay viaje.

– ¿Es que ya no queréis vivir más aventuras, chicos? -metió baza Ksenija, la compañera de Pugnax, aunque lo ladró en macedonio. Poco antes, Pugnax se había encontrado con la ferozmente bella perra pasto_ra sarplaninec y la había convencido para que subiera a bordo del Incon_venience. A veces él creía que la había estado esperando toda la vida, que ella siempre había estado allí, moviéndose en una zona apenas visible, entre los paisajes que se extendían y pasaban bajo la nave, perdida en las profundidades, entre los campos de diminutas vallas o setos, los te_jados de paja o de teja, el humo de cientos de fuegos humanos, las montañas sombrías y escarpadas, interpretando por el día el antiguo minueto con los rebaños…

La votación fue unánime: se aventurarían en la corriente ascen_dente y amortizarían los costes de los gastos generales. Según parecía, Darby había votado en contra de sus propios principios legales.

Dado que nadie había medido todavía las fuerzas que probable____________________da en algún punto por delante.ción metálica, como si hubiera accedido a una inimaginable libertad, mientras la nave se veía asida y arrastrada hacia abajo por la Península Balcánica, cada vez más rápido hacia el sudoeste por el Mediterráneo y la costa de Libia, directamente hacia la inmensa masa vertical situares en el casco, que al instante se convirtieron en sacudidas de excitatos kilómetros del fenómeno del desierto, y apenas habían disuelto los chicos el Piquete de Despegue cuando empezaron a sentir los temblomente habría en juego, en circunstancias normales ningún navegante de los cielos en sus cabales se habría aventurado a menos de doscien

Los que no estaban de guardia se encontraban en las ventanas del Gran Salón y miraban fijamente la nube cilíndrica extrañamente roja que se elevaba, como un siniestro luminar, muy por encima del hori__mitosas, en pura ascensión aerodinámica, vacía, silenciosa zonte: arenas a estribor que ascendían eternamente, brillantes y calay por siem_pre precipitándose hacia arriba, el anti-paraíso…

Y mientras entraban en la masa de aire y se veían arrastrados, Chick Counterfly recordó sus primeros días a bordo del Inconvenience, y la os____________________tre… demasiado terrestre».tante para descender a la superficie de otro planeta. O, como había dicho el Comandante por entonces: «Otra "superficie", pero terrescia el norte, y su propia suposición de que uno podía ascender lo bascura admonición de Randolph de que ir hacia arriba era como ir ha

El corolario, según había concluido Chick hacía ya mucho, era que cada estrella y cada planeta que vemos en el Cielo no es más que el reflejo de nuestra única Tierra a lo largo de una trayectoria distinta del espacio-tiempo minkowskiano. Por tanto, viajar a otros mundos es viajar a versiones alternativas de la misma Tierra. Y si ir hacia arri__ción de una entropía creciente.ba es como ir hacia el norte, con la variable común de que hace frío, la dirección análoga en el Tiempo, si nos atenemos a la Segunda Ley de la Termodinámica, debería ser ir del pasado al futuro, en la direc

Ahora, en el sofocante calor de la tormenta de arena, Chick esta__fragio del primerba en el puente volante, con equipo de protección para el desierto, y tomó algunas lecturas del termómetro, midiendo la altitud mientras tanto con un simpiezómetro antiguo pero fiable, recuperado del nau Inconvenience tras la poco conocida Batalla de Desco_nocido, en California.

Con la visibilidad apenas mejorada, a Chick le consternó descu____________________dolph, de algún modo tambiénnor altitud! Aunque la nave todavía era empujada por una corriente de aire ascendente, como Chick informó con cierta urgencia a Randicando un aumento de la presión atmosférica y, por tanto… ¡una mebrir que la columna de mercurio del instrumento estaba más alta, in estaba descendiendo a una superficie que nadie veía. El Comandante de la aeronave mascó y se tragó medio fras_co de pastillas de bicarbonato de sodio y se paseó por el puente.

– ¿Alguna sugerencia?

– Todavía tenemos nuestro equipo Hipops de la misión en el Asia Interior -se le ocurrió a Chick-, Al menos, podría permitirnos ver algo.

Rápidamente, el Comandante y él se pusieron el conjunto extra_ñamente futurista formado por un casco, lentes, depósitos de aire y alimentadores de energía eléctrica, lo cual permitió a ambos aeronautas comprobar que la nave estaba ciertamente a punto de chocar contra una cordillera de montañas que parecían masas de obsidiana negra, que resplandecían con reflejos rojizos de luz y cuyas crestas afiladas como navajas se extendían a lo largo de kilómetros antes de desvanecerse en un crepúsculo vaporoso.

– ¡Alivien la nave! -gritó Randolph, y Miles y Darby se apresura_ron a obedecer mientras las ominosas luces rojas destellaban tras ellos, como lava fundida en una época de cataclismos geológicos.

Tras superar el peligro «por los pelos», como tenían por costum__to desconocido para todos ellos, sobre el que la nave navegaba en esos instantes.bre, Randolph y Lindsay se reunieron en la sala de mapas para ver si encontraban algún mapa que se ajustara al terreno, hasta el momen

Tras un repaso exhaustivo que se alargó toda la noche, la Co__rico perfecto.misión de Navegación, formada por ellos dos, determinó que la nave había llegado casi con toda probabilidad a la Contra-Tierra o Tierra Pitagórica postulada en el pasado por Filolao de Tarento para que el número de cuerpos celestes sumaran diez, que era el número pitagó

– Filolao creía que sólo un lado de nuestra Tierra estaba habitado -explicó Chick-, y resultaba que daba la espalda a la Otra Tierra, que él denominó Antichton, razón por la cual nadie la veía nunca. Ahora sabemos que la verdadera razón era la órbita del planeta, la misma que la nuestra salvo que a ciento ochenta grados, de manera que el Sol está siempre entre ambos.

– ¿Es que acabamos de atravesar el Sol volando? -preguntó Darby en un tono que sus compañeros de nave reconocieron como un prelu_dio a un cuarto de hora de comentarios sobre el juicio, por no decir la cordura, del Comandante.

– Puede que no -dijo Chick-. Es más probable que se trate de algo así como ver a través del Sol con un telescopio de alta resolución, con tal claridad que ya no somos conscientes más que del Éter entre no_sotros.

– Oh, como unas gafas de rayos-X -se rió Chick tontamente-, sólo que distinto.

– Antichton -anunció Miles como un revisor de tranvía-. La Otra Tierra. Cuidado al bajar.

Era como en los tiempos de la Banda Musical de Armónicas otra vez. Estaban en la Contra-Tierra, en ella y sobre ella, pero al mismo tiempo en la Tierra que nunca, parecía, habían dejado.

Como si todos los mapas y cartas se hubieran vuelto repentina____________________conocida hasta entonces para ellos.templaban aquello con impotencia y una depresión del espíritu descional para no interferir nunca en los asuntos de las «marmotas», concable en manos del mal y de los imbéciles, hasta tal punto que tenían la sensación de que no podían, después de todo, haber escapado a la gravedad de la Contra-Tierra. Juramentados por su Protocolo Fundamente ilegibles, el pequeño grupo llegó a la conclusión de que, en cierto sentido no del todo geográfico, se habían perdido. Depositados por la gran corriente ascendente sahariana en un planeta del que no sabían qué posibilidades tendrían de regresar, algunos días los chicos casi creían encontrarse sanos y salvos de vuelta en casa, en la Tierra, pero otros días descubrían una República Americana -cuyo bienestar creían estar obligados a defender- que había caído de manera irrevo

Sus misiones contractuales empezaban a reportarles menos ingre____________________zantes»), que los informó de la misteriosa desaparición de su antigua némesis amistosa el Capitán Igor Padzhitnov.gresos por inversiones a largo plazo…, y los chicos habían empezado a preguntarse si sus tiempos de aventuras por todo el globo no habrían pasado a la historia cuando, una noche a principios del otoño de 1914, los visitó un sombrío agente ruso que atendía al nombre de Baklashchan («Un alias», les aseguró, «que han utilizado los tipos más amenasos que otras fuentes que nada tenían que ver con el cielo: alquiler de propiedades en la superficie, intereses de préstamos de negocios, in

– No se sabe dónde está desde el verano -dijo Baklashchan-, y nuestros agentes se han quedado sin pistas. Nos preguntábamos si al__dades de dar con él. Sobre todo dada la situación actual del mundo.guien que se dedicara al mismo tipo de trabajo tendría más oportuni

– ¿La situación actual del mundo? -Randolph frunció el ceño. Los chicos se miraron con desconcierto los unos a los otros.

– ¿No…, no están al tanto de…? -empezó Baklashchan, pero lue__dos de la nave de Padzhitnov.go dudó, como si recordara una cláusula de sus instrucciones que le prohibiera compartir cierta información. Sonrió como disculpa y les entregó un informe que contenía los últimos movimientos observa

Pese al «Décimo primer Mandamiento» que regía entre los aven__klashchan había cargado en un camello bactriano, que esperaba con paciencia a la sombra proyectada por eltureros independientes de la época, los chicos acordaron sin la menor vacilación hacerse cargo del caso. El pago inicial era en oro, que Ba Inconvenience junto a una luna casi llena.

– Y, por favor, déle recuerdos al Zar y a su familia -recordó Ran_dolph al emisario-. Recordamos con afecto su hospitalidad en el Pa_lacio de Invierno.

– Los veremos muy pronto -dijo Baklashchan.

En el largo viaje que seguiría, que con el tiempo abarcaría la ma____________________pezó a toparse con inesperadas escaseces cuando realizaba las compras. Un día su proveedor de vino más fiable le dio alarmantes noticias.tos estructurales de la aeronave crujieran y se estremecieran. Miles emban, desde ningún lugar inmediatamente visible, grandes explosiones de una intensidad profunda y nunca vista que hacía que los elemenyor parte de la Isla-Mundo, a los chicos no les pasaría inadvertido que algo ciertamente peculiar estaba ocurriendo en la Superficie. Con cada vez más frecuencia se hacían necesarios los desvíos. Tramos enteros de cielo estaban señalizados como prohibidos. De vez en cuando llega

– Los envíos de champán han sido suspendidos indefinidamente. Toda la región de cultivo ha sido sembrada de trincheras.

– Trincheras -dijo Miles, como si fuera un término técnico ex_tranjero.

El mercader miró hacia atrás un buen rato y puede que hubiera se__te de que eso, como tantas otras cosas, tenía que ver con los términos del contrato en gran medida tácito establecido entre los chicos y su destino, como si, hacía mucho, tras haber aprendido a volar, al alzarse liberados de sus vínculos con el mundo indicativo de abajo, hubieran pagado con una exoneración de toda lealtad a él y a cuanto ocurriera en la Superficie. Cambió el pedido decantándose por vino sin gas de España, y elguido hablando, pero ya no se le oía con claridad. Miles era conscien Inconvenience siguió volando, dando bandazos de un lado a otro por todo el contra-planeta, tan extraño y aun así tan familiar, con el esquivo Padzhitnov siempre un par de pasos por delante.

– Y otra cosa rara -anunció Chick una noche en su habitual repa_so semanal de los avances del caso-: los viajes del Capitán Padzhitnov -dijo dando golpecitos con un puntero sobre el mapa que abarcaba el mamparo de proa entero de la cámara de oficiales del Inconvenien_ce- han coincidido en gran medida con los nuestros a lo largo de los años. Eso no tiene nada de sorprendente. Pero, si nos fijamos sólo en los meses anteriores a su desaparición, en todos los sitios donde ha__lla alguna.bíamos estado ese año -señaló uno por uno-, la Riviera, Roma, San Petersburgo, Lvov, los Altos Tatras, el bueno de Padzhy había estado también. Allá donde no hemos estado, él no parece haber dejado hue

– ¡Espléndido! -soltó Darby-. Ahora nos perseguimos a nosotros mismos.

– Siempre supimos que venía tras nuestros pasos -Lindsay se en_cogió de hombros-, es probable que esto sólo sea más de lo mismo.

– Esta vez no -afirmó Miles, que se sumió de nuevo en su silencio habitual y sólo recuperó el hilo de la idea meses más tarde, una noche junto a la costa de Cirenaica, mientras Chick y él estaban en el salien____________________nal, para perseguirnos?dad del mar-, ¿Dan pavor los fantasmas porque nos acercan del futuro un elemento (en el sentido vectorial) de nuestras propias muertes? ¿Son acaso en parte, de manera imperfecta, nuestros propios egos muertos, arrojados al pasado, en un retroceso de la superficie del espejo al fite de popa compartiendo un cigarrillo y contemplando la luminosi

Chick, que consideraba que lo metafísico no entraba en sus com_petencias, optó por asentir y resopló educadamente.

Y no sería hasta algunos meses más tarde, en las brumas funestas sobre el Oeste de Flandes, cuando Miles recordaría de repente su so_leada excursión en bicicleta de hacía ya mucho con Ryder Thorn, que aquel día estaba poseído por un trágico aire de profeta.

– Thorn sabía que volveríamos aquí. Que habría algo aquí a lo que tendríamos que prestar atención. -Miró alrededor, como si bastara con desearlo para descubrirlo, a través de la grisácea luz de lluvia, a un terre____________________tica, se vieron arrastrándose presas del pánico en una trinchera de barro, rodeados de ratas, oliendo a mierda y a muerte.ta que un día se despertaron, los que seguían con vida, y en lugar de encontrarse posando con nobleza ante cierta geografía moral dramámente. Dando vítores y riendo. Era su propia «Aventura» grandiosa. Eran los héroes juveniles de una Narración del mundo; irreflexivos y libres, se precipitaron a esas profundidades por decenas de millares, hasples chavales, muy parecidos a nosotros… Sabían que estaban ante un gran abismo cuyo fondo nadie podía ver. Pero se arrojaron a él iguallo-. Antes, al principio de todo esto…, deben de haber sido unos simpe, permitiéndole por fin ver el horror que transpiraba sobre el sueno que se revelaba de vez en cuando entre las nubes como un mar envenenado llevado a la calma-. Esos pobres inocentes -exclamó en un susurro afligido, como si una ceguera se hubiera sanado sola de gol

– Miles -dijo Randolph con cierta preocupación-, ¿Qué es? ¿Qué ves ahí abajo?

Pocos días después, en algún punto por encima de Francia, Miles estaba casualmente de guardia en la cabina de Tesla cuando, sin pre__se lentamente en el cielo vaporoso, y Miles, sin pensárselo dos veces, empezó a gritarle:vio aviso, apareció una mancha roja por delante de ellos agrandándo

– Neizvestnyi Vozdushnyi Korabl! neizvestnyi vozdushnyi korabl! -que significaba «¡Aeronave desconocida!, ¡aeronave desconocida!» en ruso, aunque a esas alturas no era nada «desconocida» para Miles, claro.

Una voz familiar respondió:

– ¿Nos andabais buscando, chicos del globo?

Era el viejo Bol'shaia Igra, no hace falta decirlo, que ahora había aumentado varias docenas de veces su antiguo tamaño. El blasón de los Romanov había desaparecido de su envoltura, que ahora era una sencilla y casta extensión de un rojo saturado, y el nombre de la nave había cambiado a Pomne o Golodayushchiki.

– Recordad la hambruna -explicó el Capitán Padzhitnov, cuyo anterior esplendor atlético parecía haberse vuelto más fosforescente, como si surgiera de una fuente menos material que la sangre.

– ¡Igor! -saludó alegremente Randolph-. Dobro pozhalovat. -Mien_tras en alguna parte del bajel ruso, una campana, un modelo a escala de la famosa Campana del Zar de Moscú, regalada a la tripulación por el Zar Nicolás II en persona, empezó a tañer.

– Significa «¡Ven y llévatelo!» -dijo el Capitán-, Sería un honor para nosotros que compartierais nuestro almuerzo.

Había remolacha y sopa de repollo, trigo sarraceno preparado como gachas y pan negro, del que se había fermentado también un extra__taro de vodka de la destilería de la nave.ño tipo de cerveza con sabor a arándanos, y, en el centro de la mesa, donde los chicos solían tener una jarra de limonada, un enorme cán

La relación con la Ojrana se había interrumpido hacía mucho, contó Padzhitnov, y estos días la nave y la tripulación volaban por toda Europa y el Asia Interior, pero ya no arrojaban ladrillos sino que lan____________________nes que las necesitaran allá abajo.dicos, y lo hacían suavemente en paracaídas que caían en las poblaciozaban comida, ropa y, desde que había estallado una gran epidemia de gripe de la que los chicos no tenían noticia todavía, suministros mé

– Alguien nos contrató para encontrarte -le dijo Randolph sin ro_deos-. Nuestras instrucciones eran notificarlo en cuanto lo hiciéramos. Pero todavía no hemos informado. ¿Debemos hacerlo?

– Si les dices que no puedes encontrarnos, ¿les deberás dinero?

– Noooo, les hicimos eliminar todas las cláusulas de penalización -dijo el Oficial Jurídico Suckling.

– Si es quien creemos que es -dijo riéndose profesionalmente en_tre dientes el Oficial de Espionaje de la nave, Pavel Sergueievich-, enviarán equipos de asesinos en cualquier caso. La venganza es mejor que los escombros.

– El nombre de Baklashchan no me suena, pero su tipo es recono_cible -dijo Padzhitnov-. Es otro podlets, un arribista. Miles de ellos nos han denunciado, miles más nos denunciarán. En la época del Zar, con la Ojrana, nuestro estatus siempre estuvo en cuestión… En la actuali_dad creo que somos fugitivos, enemigos declarados de quien sea que esté ahora en el poder.

– Entonces, ¿dónde está vuestra base de operaciones? -preguntó Chick.

– Como buenos bandidos, tenemos guaridas en las montañas. Un Shtab en Suiza, aunque no seamos la Cruz Roja, que tampoco son ningunos santos y se financiaban de hecho con los beneficios del café y el chocolate, un gran negocio en Ginebra hasta 1916, cuando todos, salvo nosotros, fueron detenidos y deportados. Ahora vamos de vuelta allí, por si te interesa. Te enseñaremos nuestros Alpes privados. Pare__bando. ¿Te gusta el chocolate? Te hacemos un buen precio.ce una montaña sólida, pero está hueca por dentro, repleta de contra

De vuelta a bordo del Inconvenience, los chicos se reunieron en la sala de oficiales para decidir qué harían a continuación.

– Hemos firmado un contrato -les recordó Lindsay a todos-. Que sigue en vigor. O bien entregamos al Capitán Padzhitnov a las auto__timos también en fugitivos de la justicia.ridades de su país, o bien lo llevamos a un lugar seguro y nos conver

– Puede que Rusia ya no sea su país -señaló Darby-, puede que de lo que esté huyendo ya no sea la «justicia». Tú eso no lo sabes, cabeza de chorlito.

– Puede que no lo sepa con la certidumbre con la que la opinión pública sabe de la preferencia de tu madre por los genitales de los aní__say-, Sin embargo…males del zoológico más corpulentos y menos refinados -replicó Lind

– Oooh -murmuraron los demás chicos.

De una estantería cercana, Darby ya había sacado un volumen le_gal, que empezó a hojear.

– Sí. Cito de la Ley Inglesa sobre la Difamación de Mujeres de 1891…

– Caballeros -suplicó Randolph. Hizo un gesto hacia más allá de las ventanillas, donde obuses de artillería de largo alcance, que hasta hacía bien poco eran objetos misteriosos, destellaban con los colores de la avanzada hora de la tarde, y se los veía alcanzar las cimas de sus trayectorias y detenerse en el aire por un instante antes de la zambu__plosiones repetidas, se oía también el zumbido estridente e indiferenciado de los aviones militares. Abajo, por todo el campo en el que se libraba la batalla, se encendían los primeros proyectores nocturnos-. No hemos firmado ningún contrato que incluyera nada de esto -les recordó Randolph a todos.llida letal de vuelta a la Tierra. Entre los distantes sonidos de las ex

Las dos aeronaves llegaron a Ginebra en convoy. El gran espectro silencioso del Mont Blanc se alzaba vigilante por detrás de la ciudad. La tripulación de Padzhitnov estaba acuartelada al sur del río, en la parte más antigua de la ciudad, donde algunos de sus miembros ha__ra de suites contiguas con vistas al lago, en el antiguo Helvetia Royale, uno de los grandes hoteles turísticos suizos que en el pasado, antes de la guerra, estaban atestados de visitantes de Europa y América.bían vivido como estudiantes universitarios durante los años previos a la Revolución. Los chicos se instalaron finalmente en una planta ente

A pesar de la gripe y la escasez, la ciudad bullía con toda clase de trapícheos. Cada calle ofrecía múltiples oportunidades de que alguien abordara a cualquiera para hacer un negocio con carbón, leche o carti____________________rio de un gran experimento sobre las posibilidades de la compasión en las profundidades de la guerra, puede que simplemente sintieran cierta necesidad de estar ahí y contribuir con lo que bien pudieran.tuarse bajo los andamiajes verde oscuros que sostenían unos depósitos esféricos extrañamente puntiagudos, y así abastecerse de agua, aparecían ciudadanos salidos de la nada con flores, botellas de schnapps casero y chocolate atesorado durante años para los enfermos achacosos cuyos nombres nunca sabrían. Quizá sospecharan que su país era el escenanían para subir a bordo a un nuevo contingente de pasajeros o para siños de los pueblos se escapaban de sus camas, y las tabernas se vaciaban para que los clientes se acercaran a las vías y vieran pasar los oscuros y martilleantes convoyes por el pueblo. Cada vez que los trenes se detequeteaban por el país con frecuencia a gran velocidad, transportando a los tísicos, los que padecían neurosis de guerra y los imbéciles. Los niros de guerra gravemente heridos a través de Suiza, mientras que los heridos leves podían quedar internados bajo custodia suiza. Después de oscurecer habían empezado a aparecer trenes de transporte, que tramania y Francia que permitían intercambiar y repatriar a los prisionerantes. Desde 1916 estaban en vigor acuerdos entre Gran Bretaña, Alellas de racionamiento. Espías, especuladores y estafadores se mezclaban con refugiados e inválidos hospitalizados de todas las potencias belige

En Europa, la gran Tragedia seguía a toda prisa, iluminada por lla_mas de fósforo y explosiones de obuses, orquestada con el grave ostinati de la artillería sobre el fondo coral del staccato del fuego de ame____________________ber estado haciendo allí. Pero ahí, entre bastidores, el asunto era de una naturaleza distinta.bles, inferir de aquellos que salían de sus números lo que podrían hatralladoras, del que de vez en cuando llegaban leves indicios entre bastidores, junto con los olores de cordita, gas venenoso y cuerpos pudriéndose. Pero aquí, en la Suiza cotidiana, estaba la otra cara del tapiz, una versión práctica y andrajosa del gran espectáculo de más allá de sus fronteras. Uno podía imaginarse el drama, tener sueños terri

El Pomne o Golodayushchiki tenía trabajo de sobra, y el Capitán Padzhitnov se alegró de pasarle el exceso al Inconvenience. Al princi____________________dieron más allá de las fronteras, para traer naranjas desde España o trigo desde Argentina. Un día apareció Padzhitnov y, tan autoritario como siempre, anunció:tribuyendo heno durante las hambrunas de heno y queso durante los periodos de escasez de queso, que en los últimos años de guerra se habían vuelto crónicos. Al cabo de un tiempo, las misiones se expancancías: traer volando bienes que a los suizos ya no les resultaba fácil importar, como azúcar, grasa para cocinar, pasta… Los chicos pasaban mucho tiempo esperando en ciudades fronterizas como Blotzheim, aunque también hacían muchos vuelos por el interior del país, redispio, la mayor parte de ese trabajo eran misiones de transporte de mer

– ¡Ha llegado la hora de los ascensos, chicos del globo! Se acabó el reparto de mercancías…, a partir de ahora os dedicaréis a mover per_sonal.

De vez en cuando, explicó el Capitán, se presentaba una osobaia obstanovka, una «situación especial», su término militar favorito, en el curso de la cual resultaba desaconsejable un intercambio de interna_dos por tren.

– Ciertas personas de interés que no pueden ser repatriadas de cualquier manera. Ya me entendéis.

Los rostros siguieron inexpresivos, salvo el de Miles, que asentía gravemente.

– Si careciéramos de los mapas y cartas necesarios -dijo-, podríais prestárnoslos.

– Konechno. Lamentamos que nuestra nave ya no se adapte a las ve_locidades exigidas por una situación especial.

Al poco se encontraron sobrevolando en plena noche campos de prisioneros de guerra en los Balcanes. Volvieron a visitar Siberia, por primera vez desde el Suceso de Tunguska, para negociar la liberación de miembros capturados de la fuerza expedicionaria nipo-americana, y también contribuyeron decisivamente a la reinstauración del gobier____________________torio neutral.cos, y al cabo de un tiempo aprendieron a no tomárselo de manera más personal que el mal tiempo o los mapas erróneos. A ninguno se le ocurrió, hasta que lo señaló Miles, que su participación en la guerra europea no había empezado de verdad hasta que se refugiaron en terrisa de a qué estaba disparando. Fue una nueva experiencia para los chiyoría y no siempre realizados por alguien que tuviera una idea precide cañones con más de ciento cincuenta kilómetros de alcance hasta pistolas de duelo, sin resultados, pues eran tiros impulsivos en su mano del Almirante Kolchak desde Omsk. Les dispararon con todo, des

Una mañana en Ginebra, por la calle, Padzhitnov, tras una larga noche en las tabernas que había junto a los muelles del río, y Ran____________________ñas, el mundo conocido.máticas. Un silencio sobrenatural se cernía sobre las agujas, las montadicados a sus cosas, pero con discreción. Los vapores del lago evitaban tocar las sirenas. Los tranvías parecían desplazarse sobre ruedas neuñamente circunspecta. Los pájaros llevaban ya mucho despiertos y dedolph, resuelto madrugador en busca de un brioche y una taza de té, se cruzaron por casualidad. La ciudad estaba bañada en una luz extra

– ¿Qué está pasando? -se preguntó Padzhitnov.

– ¿Hoy? Nada especial. -Randolph se sacó del bolsillo un calenda__tas-, Me parece que hoy es San Martín.rio eclesiástico del tamaño de un folleto que utilizaba para tomar no

Hacia mediodía, la campana de la catedral de San Pedro conoci__bía entrado en vigor.da como La Clémence empezó a tañer. Al poco se le habían unido todas las campanas de la ciudad. En Europa, algo llamado armisticio ha

Una vez que acabaron las hostilidades, las ofertas de contratos, que previamente les habían sido tan esquivas a los chicos, empezaron a lle_gar a montones. El Inconvenience siguió yendo y viniendo de Suiza en el mismo tipo de misiones de auxilio y repatriación que lo habían ocupado antes, pero ahora tenían también encargos de civiles, más cercanos a la tradición de sus antiguas aventuras. En el vestíbulo del Helvetia Royale merodeaban a todas horas espías y representantes comerciales con los puños llenos de francos y proposiciones de una generosidad desconocida para el mundo antes de 1914.

Un día, a la hora de la comida, cuando Darby se disponía a gritar: «¡Fondue otra vez, no!», Pugnax entró paseando en las cubiertas del comedor con una luz misteriosa en los ojos y un sobre grande en la boca, con membretes en relieve, sellado con cera y un blasón dorado a la vista.

– ¿Qué es? -se preguntó Randolph.

– ¡Rff rff rr RR-rffl -comentó Pugnax, lo que los chicos inter_pretaron que significaba: «¡Parece dinero!».

Randolph examinó pensativamente la carta.

– Una oferta de trabajo, en Estados Unidos -dijo por fin-. En la soleada California, nada menos. Los abogados que la envían no reve____________________mos allí.cer exactamente, aparte de esperar instrucciones una vez que lleguelan los nombres de sus clientes, ni tampoco está claro qué vamos a ha

– Y, eeeiíihh… ¿cuánto ofrecían? -preguntó Darby.

Randolph sostenía la hoja en alto para que todos la vieran. La suma, claramente visible, representaba alrededor del doble del patrimonio neto combinado de todos los presentes a bordo.

– Algo ilegal, se diría -advirtió Lindsay.

– Obviamente, esta oferta tendrá que ser sometida al más exhaus_tivo examen moral y jurídico -declaró Darby, fingiendo que fijaba la mirada en la suma una vez más-. Muy bien, a mí todo me parece correcto.

La perspectiva de un trabajo bien remunerado en California, que hasta ese momento había sido para los chicos un lugar mítico y re__gunta:moto, pronto venció escrúpulos tan insensibles como los de Lindsay, aunque, en cuanto conciencia de la tripulación, no pudo evitar la pre

– ¿Quién se lo dirá al Capitán Padzhitnov?

Todos miraron a Randolph. Randolph contempló su reflejo bul_boso en el servicio de té de plata durante un rato y finalmente dijo:

– Ratas.

La sonrisa y el encogimiento de hombros de Padzhitnov resulta_ron llamativos por la ausencia de amargura.

– No os hace falta mi autorización -dijo-. Siempre habéis sido li_bres de marcharos en cualquier momento.

– Pero da la sensación de que estemos abandonándote, Igor. De__fanos y tullidos, desprotegidos, enfermos, hambrientos, encarcelados, locos, a los que aún había que ayudar a conseguir la seguridad.sertando… -Agitó la mano con cierta desesperación, como para incluir a las poblaciones a la espera, a todas aquellas almas a la deriva, huér

– La guerra no ha terminado. Puede que nunca termine. Las con____________________gaciones tal vez impliquen consecuencias distintas.bre, la enfermedad, las ciudades destrozadas, todo lo que ahora debe seguir a lo que ha ocurrido. El horror, el sinsentido…, pero hemos aprendido. Puede que a ti te educaran de otra forma. Tus propias oblisecuencias tal vez no tengan fin. Mí tripulación se ha pasado cuatro años, una educación universitaria, aprendiendo a convivir con el ham

– Consecuencias americanas.

– Nebo-tovarishch. -Una mano en el hombro-. No puedo…, prefe_riría no… imaginármelo.

Y así, una noche, en el instante en que aparecían las primeras es_trellas, el Inconvenience se elevó de las orillas del lago Ginebra y puso rumbo oeste sudoeste.

– Tendríamos que coger los vientos dominantes del oeste en la cos_ta de Senegal -opinó Lindsay, que era el Oficial Meteorólogo.

– ¿Os acordáis de cuando íbamos allá donde nos llevara el viento? -dijo Randolph-. Ahora sólo tenemos que encender los motores y dejarles hacer.

– Nuestros clientes -les recordó Lindsay a todos- han insistido en que lleguemos a la costa del Pacífico cuanto antes, los costes del viaje sólo están cubiertos en el contrato hasta cierta suma, por encima de la cual nosotros somos los responsables.

– Eeeiiihh, ¿qué idiota ha puesto una cláusula como ésa ahí? -dijo con desprecio Darby.

– Fuiste tú -se rió Lindsay entre dientes.

Al cruzar las Rocosas, encontraron en los cielos una repetición invisible del terreno físico que tenían a sus pies. Las ráfagas tridimen__dos en este ciclo y sobrevolaban la línea de la cordillera en grandes círculos verticales hasta que Randolph ordenaba poner los motores en marcha.sionales de aire frío seguían el mismo dibujo que los cursos de los ríos de abajo. Las corrientes de aire ascendían las laderas soleadas de las montañas en los mismos ángulos inclinados en que el aire más frío se escurría por las laderas sombreadas. A veces se quedaban atrapa

Pero no resultó fácil, pues el viento quería arrastrarlos hacia el sur e innumerables metros cúbicos de combustible se gastaron contra el imperativo del viento del norte antes de que Randolph, calculando que habían agotado sus reservas de energía, entregara el futuro inme____________________lante, ante vientos de oscuro dolor, con una voluntad tan caprichosa como los relámpagos de calor nocturnos en el horizonte.vo hasta los cielos del viejo México. Y así fueron empujados hacia dediato de la nave al viento y se dejaran llevar por encima del Río Bra

Fue justo en ese momento de desconcierto espiritual cuando los rescataría, sin previo aviso, aquí, «Al sur de la frontera», la Fraternidad de Eteronautas.

¿Cómo pudieron llegar a cruzar sus trayectorias? Más adelante, ninguno de los chicos recordaría dónde había pasado, en el transcur____________________ñados del todo, procedentes de otros mundos.trar, en todo lo que los tejados dejaban en el exterior, el hogar de los huidos y los rechazados, a cubierto de la intemperie, de los ataques de la luz de luna, de unos depredadores verticales más oscuros, nunca sogún los términos de su oscuro compromiso, nunca deben descender a la Tierra, y cada noche anidan juntas en los tejados de la ciudad, como una bandada de pinzones de febrero, pues habían aprendido a enconlos, justamente entre esta hermandad errante, cuyas componentes, setrol, se reagruparon y se alejaron hacia la noche que ya caía. Aun así, ¿devolvieron las miradas a la pesada aeronave impulsada por motor? Ceños fruncidos, coqueterías, vago presentimiento de que era entre ellas, estas sombrías jóvenes, donde al fin y al cabo los Chicos estaban destinados a encontrar esposa, a casarse y tener hijos y llegar a abuecas perfectamente cosidas a máquina, ni siquiera a esta titubeante luz filtrada de mugre, pudieran llegar a confundirse con alas de ángeles. Las chicas, serias, cada una vestida con cabritilla negra y cromados de níquel bajo los ineludibles arneses de vuelo, cada una portando en la frente una diminuta lámpara eléctrica con la que ver su panel de conda. Y no se trataba de que esas alas, con sus miles de «plumas» elíptigidamente atentos a los vislumbres de carne de chica atlética desnudieron contar los pernos sobre los engranajes, oír el chirrido rotante de las unidades de energía auxiliares de nitronaftol, y se pusieron ríte rítmicas, oscilando, algunas pasando tan cerca que los chicos punos crepusculares, que aparecieron girando, dispersas ante la masa de la aeronave que ocultaba las estrellas, con alas metálicas fervorosamenso de qué ascenso tóxico, en medio de qué clamor de riñas que a esas alturas ya se habían vuelto rutinarias, cómo habían tropezado con esta formación de chicas voladoras, vestidas como novicias religiosas en to

Se llamaban Trinitaria y Prímula, Alegría, Llama y Viridiana, y cada una había llegado a esa hermandad de mujeres eteristas a través de los misterios de la inoportunidad: un tren que llegaba tarde, una carta de amor en el momento inapropiado, un testigo policial alucinado y co____________________ción de la luz, la reluctancia espectral y el Número de Reynolds de éter normalizado.picamente, una serie de variables que incluían el índice de saturacó Viridiana, y una persona podía alcanzarlas y dejarse llevar por ellas, del mismo modo que el viento marino lleva al águila, o que las olas del Pacífico, según se dice, llevan a los surferos de Hawai. Las alas de las chicas eran antenas etéricas que percibían en el medio, casi microscósas así. Y ahora ahí estaban esos cinco chicos aeronautas, fascinados por la forma de volar de las chicas. Grandes olas atravesaban el Éter, expli

– Estas variables son a su vez reenviadas a un dispositivo de cálcu_lo -dijo Viridiana- que controla los parámetros de nuestras alas, ajustándolas «pluma» por «pluma» para maximizar la ascensión etérica…

– Tendría que haber sido eterista -susurró Chick para sí.

– Los gases no son el futuro -dijo Viridiana-. Quemar dinosaurios muertos y lo que comieran no es la respuesta, Chico Cigüeñal.

Inmediatamente empezó a instruirle en la eterodinámica que per_mitía volar a las chicas.

– El Éter -explicó Viridiana-, como la atmósfera alrededor de la aeronave, puede producir sustentación y resistencia sobre la Tierra mientras se desplaza por el espacio. Ya desde el Experimento Michelson-Morley se ha especulado sobre una capa límite.

– Que la superficie irregular del planeta -empezó a comprender Chick entonces-, con las montañas y demás, crea torbellinos para evi_tar que se separe…

– Y también sabemos que su grosor es proporcional a la viscosidad cinemática, expresada en metros cuadrados por segundo, lo cual hace que el Tiempo sea inversamente proporcional a la viscosidad, y lo mis_mo para el grosor de la capa límite.

– Pero la viscosidad del Éter, como su densidad, puede ser insig_nificante. Lo que quiere decir una capa límite muy fina, acompañada por una considerable dilatación del Tiempo.

Darby, que estaba escuchando sin querer, acabó por alejarse sacu_diendo la cabeza.

– Ni que fueran Sidney y Beatrice Webb.

– Así como un ascenso muy rápido -había proseguido Viridiana-, de cero a la velocidad que tenga el viento etéreo predominante. De manera que para encontrarlo en toda su potencia, uno no tendría que alejarse mucho de la superficie planetaria. En nuestro caso no mucho más arriba del nivel de los tejados.

Chick y Viridiana resultarían ser los más problemáticos o volu__teriores aventuras, y en el presente de Viridiana no faltaban lapsos en el pluscuamperfecto sentimental.bles de los cinco emparejamientos. Chick a veces se comportaba como si su corazón estuviera otra vez de vuelta a los escenarios de sus an

Lindsay Noseworth, el gamomaniaco diagnosticado, sería el más gravemente afectado de todos, ya ante la primera visión fugaz y de reojo del aspecto de Prímula. «Prímula Noseworth», pronto se le oyó susurrar una y otra vez, «Prímula Noseworth…», sin que ningún rin_cón de la nave ni ningún instante del día se vieran libres de ese extasiado pasmo. El equivalente sonoro del tatuaje de un marinero.

En cuanto a Miles: «Oh, Alegría», la avisaron alegremente, «¡siem____________________ba el sentido con facilidad.)timientos manifiestos de Miles, aunque anotados, no se les encontrapre ha sido un ganso cuando llegaban las cosas profundas!». (A los sen

Entretanto, fue Trinitaria la que se sintió fascinada por el en cier__mientos de hierbas de la joven, ejercitados con paciencia, curarían con el tiempo su dispepsia).to modo distraído Randolph (el genio para la cocina y los conoci

Llama y Darby constituyeron un «objeto» furiosamente apasiona_do desde el principio, y la antigua mascotte, por primera vez en compa_ñía de una mujer, no se encontró ni cortado ni, de hecho, vertigino_samente aturdido, sino con recursos aéreos que parecían ser enteramente propios.

– ¿He perdido el sentido común -se preguntaba Llama-, para an____________________bre en el dialecto local, se sumaron a la algarabía. Grandes discos de aves cansadas por el día se gios de las campanas, cada una con su propio, antiguo y precioso nomdicos subían desde las calles, penetrantes como una canción. Los arpeblemente a sus pies, el humo de leña empezaba a filtrarse y salía de la punta de las chimeneas, los gritos de los niños repartidores de perióceso infinito, con el esplendor herrumbroso del cielo de última hora profundizándose mientras estaban allí y, le pareció a Darby, esperaban, aunque se le escapaba el qué. Mientras, las cocinas se encendían visiturno, que se alejaban derramándose en lo que podría ser un retrodar aquí sola con un tipo como tú? -Lo miraba de cerca pero no sin cariño, enmarcada por las tejas de los tejados de su alojamiento nocinclinaban y planeaban girando sobre las plazas grandes y pequeñas, rozados por la penúltima luz un momen_to, expulsados de ella al siguiente.

Por la mañana, con todas las chicas a bordo, el viento había cam_biado. Como Lindsay confirmó tres veces más, ahora tardarían sólo unos minutos de arco en llegar a su destino en California.

Y así volaron hacia el noroeste y una noche miraron y contem_plaron una extensión incalculable de luces, que, según sus cartas, se conocía como la Ciudad de Nuestra Señora, Reina de los Angeles.

– ¡Por todos los cielos! -exclamó Trinitaria-, ¿cómo puede existir nada igual sobre la Tierra?

– En cierto sentido ahí radica el problema -dijo Chick-, En lo de «sobre la Tierra».

Mientras cruzaban el continente, los chicos expresaron su sorpre____________________ras de faros de automóviles en un continuo movimiento más allá de cualquier horizonte, se sentían testigos incómodos de una conquista definitiva, un triunfo sobre la noche cuya razón nadie podía acabar de comprender del todo.pos de deporte, los cines, los depósitos ferroviarios y las estaciones, los tragaluces de las fábricas, los aerofaros, las calles y avenidas con hilelifornia y contemplando la incandescencia que fluía hacia el norte desde los hogares de las afueras y las plazas de las ciudades, los camdefenso de la noche. Pero ahora, por fin, volando sobre el sur de Cabrado eléctrico de las calles, como si grupos avanzados del día de trabajo invadieran progresivamente y se instalaran en el interior inba: farolas aisladas y madejas de luz de gas habían dado paso al alumsa ante lo mucho que se habían contaminado de luz los territorios nocturnos que pasaban por debajo, más de lo que ninguno recorda

– Puede que tenga que ver con los turnos de trabajo -supuso Ran_dolph-, cada vez más horas, quiero decir que se trabaja más allá de las horas de luz del día.

– Mucho más empleo -comentó Lindsay entusiasmado-, como para indicar la gran expansión de una ya prodigiosa economía ame__derable porción de nuestro capital invertido ahí.ricana; para nosotros son ciertamente buenas noticias, dada la consi

– Sí, el sudor de las marmotas, la miseria y las tumbas prematuras -dijo Darby con desdén-, eso es lo que nos mantiene volando por aquí arriba, aunque con estilo, eso sí.

– Pues ciertamente es un sistema empresarial que no te ha trata__diosamente oscuros, por no decir de hecho incomprensibles.do mal, Suckling. Sus triviales defectos, que todavía te sientes obligado a criticar por nada, permanecen para el resto de nosotros misericor

Darby parpadeó con ingenuidad.

– Eeeiiihh, ¿Noseworth?

– No lo digas. Me gusta tanto el modo subjuntivo como a cual_quiera, pero dado que el único uso que tú le das es un vulgarismo de tres palabras, más vale no pronunciarlo…

– Oh. Y entonces, ¿qué te parece «Que viva el capitalismo»?, vie_ne a ser lo mismo, ¿no?

Como si se lo permitiera la absorción de una cantidad crítica de esa luz implacable. Miles habló, y lo hizo con una voz que casi se rom_pía bajo una emoción difícil de comprender.

– Lucifer, hijo de la mañana, portador de la luz… Príncipe del Mal.

Lindsay, como Oficial Teológico de la Nave, empezó a explicar servicialmente cómo los primeros Padres de la Iglesia, en su deseo de relacionar el Antiguo y el Nuevo Testamento en tantos puntos como fuera posible, intentaron establecer una correlación entre el epíteto de Isaías para el Rey de Babilonia y la visión de Cristo, según Lucas, de Satán cayendo como un relámpago de los cielos.

– Complicado aún más por el uso que hicieron los astrónomos an__ce como lucero del alba…tiguos del nombre de Lucifer para designar a Venus cuando apare

– Eso es etimología -dijo Miles todo lo educadamente que le fue posible-, Pero en cuanto a su persistencia en el corazón humano, in_mune al tiempo…

– Disculpadme, ¿de qué -preguntó Darby simulando que levanta_ba la mano- coñoestaishablando?

Randolph alzó la mirada de un mapa y comparó lo que había vis_to con el paisaje de luz que se extendía por abajo.

– Ahí parece haber unas instalaciones aeronáuticas, cerca de Van Nuys, que podrían servirnos. Caballeros, sean tan amables de formar el Piquete de Maniobra.

Al final resultó que el cheque enviado por los abogados fue de____________________mento sin trabajo en un peculiar rincón del planeta que podría o no ser el suyo.rección de correo no existía. Los chicos se encontraban por el movuelto, y además descubrieron, tras varias averiguaciones, que su di

– Otra vez hemos hecho el tonto -gruñó Darby-, ¿Cuándo vamos a aprender?

– Todos teníais mucha prisa -replicó Lindsay con suficiencia.

– Me parece que dedicaré el día a pasear -dijo Chick- y a hacer un poco de turismo.

A eso de mediodía, paseando por Hollywood y sintiendo un ham__lientes llamado Links, donde, oh sorpresa, se topó con su padre, «Dick» Counterfly, al que no había visto desde 1892 o por ahí.bre repentina, se puso en fila fuera de un animado local de perritos ca

– Por todos los diablos -exclamó el Counterfly mayor-, mira que ha llovido desde los tiempos de Thick Bush, Alabama.

– Casi treinta años de agua.

– Creía que serías más alto ahora.

– Parece que le van bien las cosas, señor.

– Llámame Dick, todo el mundo me llama así, hasta los chinos. Mierda, a ellos les va mejor. El tratado de estado de Mississippi fue el principio de nuestras respectivas fortunas. ¿Ves aquella maravilla de ahí?

– Parece un Packard.

– ¿No es una hermosura? Anda, iremos a dar una vuelta.

«Dick» vivía en una mansión estilo Beaux-Arts en West Adams con su tercera esposa, Treacle, que era de la edad de Chick, o puede que más joven, y se mostró excepcionalmente atenta con él.

– ¿Otro gin fizz, Chick?

– Gracias, ya me he tomado uno -dijo Chick, que añadió-: Trea_cle -en voz más baja.

– ¿Qué haces con las pestañas? Pareces lo bastante mayor para jueguecitos.

– Venid. -«Dick» los condujo a una sala contigua tenuemente ilu__na de agujeros redondos dispuestos en espiral con una luz de arco muy brillante por detrás, y una batería de pilas de selenio que cubría una pared entera.minada, donde había una enorme máquina, dominada por un disco metálico que giraba a toda velocidad, de casi dos metros de alto y lle

«Dick» se acercó a un panel de interruptores y a unas esferas de indicadores pálidamente iluminadas y empezó a darle a la manivela del armatoste.

– No es que en realidad haya inventado nada, todas las piezas esta_ban ya en el mercado; por ejemplo, ese disco de Nipkow lleva por ahí desde 1884. Lo único que hice fue ver cómo todo encajaría en un único paquete, por así decirlo.

Chick miró con gran curiosidad científica la imagen parpadean____________________nero con el ala hacía abajo que caía de un palmera sobre un hombre más viejo muy sorprendido, el patrón de algún bajel, a juzgar por el sombrero que llevaba.torio, y vio lo que parecía un mono alto con un sombrero de marite que apareció en una pantalla al otro lado de la sala del disco gira

– He captado a ése cada semana por esta hora -dijo «Dick»-, pero a veces parece proceder, ya sé que te parecerá raro, de algún sitio que no está en la superficie de la Tierra sino en…

– Perpendicular -sugirió Chick. Se dio cuenta de que Treacle se había sentado muy cerca de él en el sofá, se había desabotonado mu____________________rando fijamente a Chick.mano podía seguir, parpadeando con distintas intensidades una tras otra para crear una única imagen en movimiento enmarcada, estaba michos botones del vestido y parecía muy agitada. Y en lugar de mirar los puntos de luz, que se revelaban más rápidos de lo que el ojo hu

Este esperó hasta el final de la transmisión, significara lo que hu_biese significado, y se disculpó por no poder acompañarlos esa noche. Treacle le enrolló la corbata y le besó en la boca. Al día siguiente, «Dick» estaba en el campo aeronáutico de Van Nuys antes del toque de diana, haciendo ruidos impacientes con el motor del Packard.

– Me gustaría que conocieras a un par de tipos.

Aceleraron hacia el océano y más o menos a medio camino de la curva de la Bahía de Santa Mónica, encontraron un complejo de co__sultaron ser un centro de investigación dirigido por dos excéntricos ancianos, Roswell Bounce y Merle Rideout.bertizos y laboratorios galvanizados, justo encima de la playa, que re

– Hola, Roswell, ¿qué haces con la escopeta?

– Creía que eras otra persona.

– Han vuelto los matones, ¿eh? -dijo «Dick» con expresión pre_ocupada.

– Comentaste que si alguna vez necesitábamos refuerzos, nos po_drías recomendar a alguien -dijo Merle.

– Y el momento ha llegado, sin duda -dijo Roswell.

– Sí. Bueno, en la ciudad hay un detective que es un genio -dijo «Dick»-, él sabrá qué hay que hacer. Yo también lo tengo a sueldo. Le echa un ojo a Treacle por mí.

Chick lanzó una mirada inquisitiva a su padre. Estaba a punto de comentar lo animada y sociable que parecía la chica, pero se lo pen_só mejor a tiempo.

– ¿Y si, pongamos, las cosas llegan a un punto en que haya que uti_lizar armas de fuego? -murmuró Roswell.

– No le hagáis caso -dijo Merle en tono de susurro-. Una antigua forma de paranoia.

– Mejor que anclar por ahí creyéndome que estoy a prueba de balas.

– Bueno, armado o no, Lew Basnight es vuestro hombre. -De una ajada cartera, «Dick» extrajo un fajo de tarjetas de visita y las hojeó-. Aquí está su número de teléfono.

Dentro, Chick abrió los ojos de par en par: ¡era el laboratorio de los sueños de todo niño! Vaya, si el local hasta olía a científico, esa mez____________________dos y paras de arco enteras y en piezas, carbonos a medio usar, quemadores de calcio, pastillas oxono, imanes de alta tensión, alternadores comprataban repletas de voltamperímetros, reóstatos, transformadores, lámcla ya familiar de ozono, gutapercha, productos químicos disolventes, aislamientos. Los estantes y las superficies de las mesas de trabajo escaseros, bobinas vibradoras, fusibles e interruptores, prismas de Nicol, válvulas generadoras, sopletes para soplar vidrio, pilas Thalofide de la Marina, tubos Aeolight nuevos caídos del camión de reparto, componentes del Blattnerphone británico y toneladas de otras cosas que Chick no recordaba haber visto jamás.

Merle y Roswell los condujeron a la parte de atrás del laboratorio a través de puertas de triple cerradura, hasta un pequeño taller ocu_pado por una misteriosa máquina, cuya seguridad les había quitado un poco el sueño últimamente, pues había llamado la atención, según parecía, de cierta oscura empresa criminal con base en, los inventores tenían pocas dudas, Hollywood.

– Veamos, cado sujeto fotográfico se mueve -explicó Roswell-, aun cuando esté quieto. Respira, refleja la luz, pasa algo. Hacer una fotografía es como lo que los profesores de matemáticas llaman «cal____________________dríamos encontrar algún modo de hacer lo contrario, empezar con la foto fija y luegomar un foto es como hacer una primera derivada, entonces tal vez pocular la diferencial» de una ecuación de movimiento: congelar ese movimiento en el muy pequeño espacio de tiempo que requiere el obturador para abrirse y cerrarse. Así que pensamos lo siguiente: si to integrarla, recuperar su original primitivo completo y soltarlo de vuelta a la acción…, incluso de vuelta a la vida…

– Trabajamos dándole todas las vueltas posibles -dijo Merle-, pero no fue hasta que el viejo Lee De Forest añadió ese electrodo de reji__tor de entrada y un condensador de retroalimentación, por ejemplo, se podía construir un circuito en una placa de prueba tal que si elegías tu resistencia y capacitancia correctamente, podías pasar un sencillo voltaje alterno por la rejilla, llamémosla «seno della a la válvula de Fleming cuando todo empezó a adquirir sentido. Entonces pareció bastante claro que con una válvula triodo, un resis t», y conseguir me_nos coseno de t a la salida.

– De manera que, en teoría, el resultado -acertó Chick- puede ser la integral indefinida de cualquier señal que se introduzca en la rejilla.

– Ahí está -dijo Roswell asintiendo-. Ten mucho ojo con éste, «Dick». En cualquier caso, como la electricidad y la luz vienen a ser más o menos lo mismo, en reahdad sólo tramos diferentes del espec_tro, pensamos que si podíamos conseguir ese efecto de integración con la electricidad, entonces también podríamos hacerlo utilizando la luz, ¿o no?

– Mierda, tenéis mi permiso, faltaba más -exclamó «Dick» Coun_terfly.

Para alguien de temperamento profesoral, el paso siguiente habría sido encontrar analogías en el mundo de la óptica para el triodo de De Forest, el condensador de retroalimentación y otros componentes físi__brosamente avanzado de paranoiacos del circuito en cuestión. Pero con Roswell se daba un caso asom querulans que había que tener en cuenta. Uno veía crisparse sus orejas, siempre señal inequívoca de ac____________________res locos preguntaba: «¿Qué coño vamos a hacer con esto?», y el otro se encogía de hombros y respondía: «Nunca se sabe», y allí quedaba la pieza, encima de algún estante o dentro de algún armario, y, como era de esperar, un día necesitaban algo que convirtiera la luz infrarroja en electricidad, o que la refractara en un ángulo concreto de mente recordadas, florecían y fluían como un caleidoscopio ocupando y desocupando su atención. Rostros de abogados a los que les tenía algo menos que afecto, es más, a los que, pese a los años transcurridos, todavía soñaba con asesinar, flotaban ahora distorsionados a través de sus pensamientos. Por no mencionar la inspiración que sacaba, no siempre explicablemente, de las piezas de ferretería que no paraban de llegar, más o menos legalmente, al taller. Uno de los dos inventoriores aplicaciones, modulados por apariciones judiciales defectuosatividad mental, pero su mente no trabajaba, de eso ya se había dado cuenta Merle, en nada de una manera directa. Fragmentos de antepolari_zación, y allí, invisible bajo un montón de chismes acumulados con el paso del tiempo, estaría el objeto en cuestión.

Merle acababa de poner en marcha un pequeño generador con motor de gasolina, colocó dos carbonos en ángulo recto y los separó otra vez con un arco cegador chisporroteando entre ambos. Realizó unos ajustes en las lentes. En la pared apareció una foto ampliada del centro de L.A., monocromática y fija. Merle balanceó los carbonos, dio la vuelta a unos mandos, sacó de una caja de seguridad de la pa_red un cristal rojo brillante, lo llevó hasta un recipiente platinoide y con cuidado lo depositó en su sitio.

– Lorandita, sacada de Macedonia antes de las Guerras Balcánicas, puro arsenosulfito de talio, de calidad más pura de la que ya pueda encontrarse. -Los tubos de vacío destellaron con un escalofriante tono púrpura. Surgió un zumbido de dos o tres fuentes, no precisamente armónico-… Ahora, mirad. -Tan suavemente que Chick ni lo vio, la foto cobró vida. Un caballo levantó un casco. Un tranvía emergió de la inercia. Los vestidos de los paseantes empezaron a agitarse bajo la brisa.

– ¿No es lo más increíble que jamás hayáis visto? -gritó «Dick» Counterfly, cuya creciente familiaridad con el artilugio sólo había he____________________mían en vagones restaurante, subían y bajaban de tranvías, jugaban al pinacle, tanto en blanco y negro como en color.bajaban en sus empleos diarios, merodeaban, follaban, paseaban, coción bulliciosa del tamaño de una pequeña ciudad. Dentro de cada imagen, bailaban, se peleaban en cantinas, bebían, jugaban a billar, trablemente en movimiento. El efecto combinado era el de una poblacho que incrementar su asombro. Una tras otra, y durante la siguiente media hora, Merle fue proyectando transparencias en las paredes, que no tardaron en llenarse de escenas de la vida americana, incuestiona

En los años transcurridos desde que descubrieran el proceso, les confió Merle, había acabado por comprender que había emprendido una misión para liberar las imágenes no sólo de las fotografías que él tomaba, sino de cuantas se encontraba, como el príncipe que con su beso libera a la Bella Durmiente y la despierta. Una por una, por todo el país, reaccionando a su voluntad, las fotos temblaban, se estremecían, empezaban a moverse, al principio despacio y luego acelerando, los paseantes caminaban hasta salir del fotograma, los carruajes seguían su camino, los caballos cagaban en la calle, los espectadores que daban la espalda revelaban sus rostros, las calles se oscurecían y se encendían las lámparas de gas, las noches se alargaban, las estrellas giraban, pasaban, se disolvían en el amanecer, las reuniones familiares en mesas festivas se desparramaban en borracheras y sobras, los dignatarios que posaban para sus retratos parpadeaban, eructaban, se sonaban las narices, se le__nido hubiera estado ahí, en la «instantánea» inicial, con una precisión a escala molecular o atómica cuyo límite, de tenerlo, todavía no había sido alcanzado.vantaban y abandonaban el estudio del fotógrafo y, finalmente, como todos los demás sujetos liberados de esas fotos, reanudaban sus vidas, aunque claramente hubieran salido fuera del alcance de la lente, como si toda la información necesaria para describir un futuro aún indefi

– Aunque uno pensaría que, dado el tamaño de grano -señaló Ros_well-, tarde o temprano nos quedaremos sin resolución.

– Podría ser algo que forme parte de la naturaleza del propio Tiem_po -conjeturó Chick.

– Se me escapa por completo -sonrió Roswell-, aquí no somos más que unos vejetes.

– A bordo de mi nave hay un hombre, Miles Blundell, que a me__porta.nudo tiene una percepción de estos asuntos mucho más profunda que la mayoría. Me gustaría contarle lo de vuestro invento, si no os im

– Siempre y cuando no tenga nada que ver con el negocio de las imágenes -dijo Roswell.

– Más vale que busquéis al Detective Basnight, y pronto -dijo «Dick» cuando se marchaban-, a veces le basta con hacer una llama_da telefónica.

– Pues sería mejor que se cargara a alguien -sugirió Roswell con un gorjeo en la voz.

Mientras se encaminaban hacia el Packard por la niebla, Chick le dijo a su padre:

– Menos mal que nunca he tenido una instantánea tuya, esos tipos podrían enseñarme qué has estado haciendo todos estos años.

– Lo mismo digo, retoño. -Cuando estaban a punto de subir al automóvil, «Dick», como si acabara de ocurrírsele, dijo-: A lo mejor te apetecería conducir un poco.

– Me da vergüenza reconocerlo, pero no sé.

– Si te vas a quedar mucho tiempo en L.A. más vale que aprendas. -Encendió el motor-. Te enseño si quieres. No cuesta mucho.

De vuelta en el campo de aviación, encontraron el Inconvenience envuelto en un resplandor de excepcionales frecuencias de luz eléc__te un momento.trica que florecían en la fragante noche del desierto. De la cocina de la nave llegaban olores de comida. «Dick» apoyó la cabeza en el volan

– Supongo que tengo que volver con la buena de Treacle.

– ¿Quieres subir y cenar a bordo, papá? Esta noche hay judías, gam_bas y arroz, al estilo bayou. Te presentaré a Viridiana, bueno, si es que me ha devuelto la palabra, y luego podemos alzar la nave y dar una vuelta por la Cuenca…

Para su sorpresa, después de tantos años separados, el rostro de su padre no era tan ilegible como Chick habría esperado.

– Vaya, creía que nunca ibas a preguntármelo.


Las oficinas de Lew en L.A. estaban en uno de esos nuevos edi____________________das, e interpretaba chillones descensos de diez metros sólo para atraer ros como mulos del Gran Cañón, que sabían bajar por una escalera con tacones altos hasta una sala de baile de hotel sin tropezar, aunque a veces, para divertirse, a la alocada de Mezzanine le gustaba fingir caílocidad. Thetis, Shalimar y Mezzanine, cuyos conjuntos a la moda de estenógrafas modernas ocultaban cuerpos diseñados para el placer de los íntimos, así como para la incomodidad de los desconocidos, eran conductoras expertas, poseían armas con licencia y pies tan seguna; por ejemplo, cuando ésta se veía obligada a colgarse de la cornisa de un rascacielos o a conducir un coche de dos plazas por encima de las vías, adelante y atrás, ante una locomotora que se acercaba a toda vetérpretes «dobles» cada vez que una escena, según quienes pagaban los seguros de la película, podía poner en peligro a una estrella femenido por un tragaluz con forma de cúpula que dejaba pasar unos azules y dorados más intensos que las desvaídas tonalidades desérticas que se veían por la ciudad. La suite exterior verdeaba con palmeras enanas y dieffenbachia, y había tres niveles de seguridad que traspasar, con una recepcionista con falsa apariencia de sílfide en cada uno. Esas chicas trabajaban también en los estudios de cine de Hollywood como intricidad por todas partes, y daban a un inmenso patio interior coronaficios de postín que se levantaban en Broadway, con ascensores y elecla atención de la multitud.

En la misma calle estaba el edificio de la Pacific Electric y su nue__día. Cuando no podía, solía deberse a una noche larga y agitada, tras pasar lo que él mismo admitía que era una peligrosa sesión de bebida a una edad avanzada, a poco del comienzo de la Prohibición.vo Coles PE. Buffet, donde le gustaba desayunar a Lew, cuando po

Lew se había quedado en Londres cuanto había podido, pero cuan____________________trial», un término que significaba partirle la cara a aquellos que estaban en huelga o simplemente se lo planteaban, y los agentes vestían ahora uniformes marrones de dos tonos y llevaban Colt automáticos. Nate Privett se había jubilado y vivía en Lincolnwood. Si alguien quería verlo tenía que llamar a su secretaria personal y fijar una cita.recía un sueño. Podía oler aquellos bistecs con claridad desde el otro lado del Atlántico y por la línea ferroviaria de Erie, y le desconcertó lo mucho que había tardado en acordarse de que Chicago era su hogar. Cuántas vueltas había dado por ahí. Volvió para descubrir que White City Investigations había sido comprada por una corporación del este y ahora se dedicaba básicamente a proporcionar «seguridad indusdo la Guerra hubo terminado, Gran Bretaña, Europa…, todo le pa

No es que a Lew le fueran mal las cosas. Le llegaba un montón de dinero de algún lugar de ultramar, algunos decían que eran intereses del juego, otros mencionaban el tráfico de armas o bandas dedicadas a la extorsión; la historia siempre se contaba según lo que el narrador pensara de Lew.

Pero bastaron un par de años en L.A. para convertirlo en un viejo cabrón más de la región, de esos que lucen un bronceado intenso: ha____________________na tenuemente iluminada, pero aquello no tenía nada que ver con lo que su alienista, el Doctor Ghloix, llamaba relaciones a largo plazo.tigaciones- no les importaba, por táctica o interés, pasar media hora con él en la cama o, con más frecuencia, directamente en alguna piscimobiliarias, chicas malas que conocía casualmente durante sus invesría y rapidez con una pistola. Se acercaba en coche a una sierra, cerca de la playa, y practicaba con frecuencia. De vez en cuando, a damas de aquí y allá de la Cuenca de L.A. -antiguas actrices de cine, agentes inbía visto cosas, participado en ciertas actividades en los lavabos de los acaudalados, en las laderas traseras de las dunas de las ciudades de playa, en los barrios de chabolas, en las mesetas de las alturas del desierto, en los callejones de Hollywood llenos de frondosas plantas exóticas, que hacían que Chicago pareciera tan inocente como un patio de escuela. Todavía conservaba la fe en su propia tosca clarividencia, en su punte

El sabía que por aquellos días otros colegas de profesión, los que trabajaban para ambos bandos hasta que olvidaban de parte de quién estaban, que habían acabado contándose, algunos de ellos, entre los más viles de los viles, vivían ahora en paz en esta costa occidental, con sus largos bigotes grises rasurados, y se estaban enriqueciendo con nego____________________bía creído que nunca llegaría ese día, pero ahí estaba.vajes en bobinas inofensivas de entretenimiento parpadeante. Lew hatados colina arriba como asesores de guión para las fabricas de sombras que transformaban despiadadamente aquellos tiempos antiguos y saldedor de Pico con sus esposas joviales y amantes de las tartas, contrasado letales, se habían instalado en pequeñas casas en las llanuras alrecios inmobiliarios sólo un poco más legales que los robos de trenes de los que habían vivido antes… Bandidos más modestos, pero en el pa

– Parece una especie de Negro -anunció Thetis-. Otra vez.

– ¿Es eso una desaprobación, señorita Pomidor?

Ella se encogió de hombros.

– No me molestan cuando son contrabandistas. Saben compor_tarse como caballeros. Pero estos músicos de jazz…

– Si no está en el repertorio de Erno Rapée, no quiere saber nada -comentó Shalimar-. Mezzanine, ahora, siempre sale con esos tipos.

– Cuando has probado un negro -canturreó Mezzanine en una es_pecie de melodía de blues-, a todos les coges apego.

– ¡Mezzanine Perkins! -Las chicas simularon quedarse boquiabier_tas por la conmoción.

Chester LeStreet llevaba un traje gris claro luminoso de estambre, camisa y pañuelo en el mismo matiz vivo de fucsia, sombrero Homburg teñido de crema y corbata pintada a mano. Lew, que tenía agu_jeros en los calcetines desde el fin de semana, buscó sus sandalias y se las puso rápidamente.

Chester le lanzó una mirada resplandeciente por encima de las ga_fas de sol oscuras con montura de carey.

– Esta es la historia. Toco la batería en la banda del Vertex Club en South Central, ¿no lo conocerá por un casual?

– Claro, es el antro de Tony Tsangarakis, el caso del Estrangulador Sincopado de hará dos o tres años. ¿Cómo anda el griego?

– No ha vuelto a ser el de antes. Basta que oiga un golpecito en la puerta para que su dentadura empiece a castañetear sin parar.

– Tengo entendido que cerraron el caso.

– Tan firmemente como las puertas de San Quintín, pero ahí está la cosa. ¿Se acuerda de la señorita Jardine Maraca, la cantante de la or_questa por entonces?

– Compañera de habitación de una de las víctimas, creo recordar, dejó la ciudad porque supuestamente temía por su vida.

Chester asintió.

– No había vuelto a saber nada de ella desde entonces…, hasta ano____________________cargarse de esto.la lo bastante para no contarlo por ahí, pero ahora alguien la persigue. Tony se acuerda de usted del lío anterior, y se pregunta si podría enche, en cualquier caso. De repente llama al club en una conferencia desde un motel de Santa Bárbara y cuenta la historia descabellada de que la otra chica, Encarnación, sigue viva, que la ha visto, se contro

– ¿Tiene algún interés personal en este asunto, señor LeStreet, si me permite la pregunta?

– Sólo cumplo un encargo del jefe.

– ¿Tiene alguna fotografía de la señorita Maraca?

– Tony me dio ésta. -El músico de jazz buscó en un maletín y le pasó a Lew lo que parecía una fotografía publicitaria, con dobleces y huellas de pulgares, una de esas fotografías satinadas de veinte por veinticinco que se ven en la vitrina del vestíbulo delante de los peque__ba esa rigidez de Hollywood que Lew había aprendido a reconocer como miedo al poder de otro.ños night clubs, rodeada de brillo. Técnicamente sonreía, pero mostra

– Una joven bastante atractiva, señor LeStreet.

El músico se quitó las gafas de sol y fingió que examinaba la fo_tografía un instante.

– Supongo que sí. Antes de mi época, claro.

– Es posible que algunos de sus colegas de por aquí todavía la re_cuerden. Me pasaré por el local una de estas noches. Primero supongo que me acercaré en coche a Santa Bárbara. ¿Ha dicho dónde se alojaba?

– En el Royal Jacaranda Courts, al lado de la Autopista de la Costa.

– Ah, sí, el viejo R.J…, bien, gracias, y dígale al griego que no se preocupe.

Fue en la época justo anterior al terremoto, y Santa Bárbara to_davía reflejaba mucha menos luz de la que estaba a punto de reflejar bajo la filosofía de estuco y viga de la reconstrucción que seguiría. En ese momento, el lugar yacía soñando en una oscuridad de vegetación demasiado regada, con las pendientes residenciales envueltas en hie____________________lo recto de la línea de costa conocido como el Rincón, el océano se extendía hacia el sur en lugar de al oeste, así que uno tenía que rotar noventa grados con respecto al resto del Sur de California para ver la puesta de sol. Este ángulo, según Scylla, una astróloga conocida de Lew, era el peor de todos los aspectos posibles y condenaba a la ciudad a revivir interminablemente los mismos ciclos de avaricia y traición que en los tiempos de los primeros barbareños.nia, un pasado implacablemente ocultado. Debido al tramo en ángudra hacia los bolsillos infestados de ratas del dinero viejo de Califor

El Royal Jacaranda estaba todavía más desvencijado de lo que Lew recordaba, y, cómo no, bajo una dirección distinta.

Un niño que debía de encontrarse de vacaciones de verano esta__tros que ocupaba la mayor parte de la oficina.ba sentado encerando meticulosamente una tabla de surf de tres me

– Jardine Maraca. ¿Sabes cuándo se fue?

Miró en el registro.

– Debió de ser antes de que llegara yo.

– Echaré una ojeada a la habitación, si no te importa.

– Claro.

Volvió a concentrarse en su tabla. Un buen trozo de secoya.

En la punta más alejada del patio había un mexicano con una manguera, charlando con una de las gobernantas. Todavía no habían hecho la habitación de Jardine. Había dormido sobre la cama, pero no en ella. Lew recorrió el espacio, esperando y sin esperar sorpresas. La pequeña cómoda con armario sólo contenía un par de horquillas y una etiqueta de precio del departamento de sombreros de Capwell's. En el estante sobre la pila del baño había un tarro de crema facial va__te. Pero tuvo una idea. Volvió a la recepción, hizo girar una moneda nueva brillante de cincuenta centavos delante del chico y le pidió que le dejara hacer una llamada. Conocía a un traficante de maría filipino en el sur del estado que sabía mirar en las profundidades de una taza de váter igual que otros adivinadores mirarían una bola de cristal o los posos del té, y adivinar las cosas más raras, la mayoría de ellas inútiles, pero a veces tan iluminadoras que podían revelar los secretos mejor guardados, sin que hubiera modo a este lado de lo sobrenatural que lo explicara. Los policías de L.A. respetaban el don de Emilio lo bastante para hacerle descuentos en los sobornos que le exigían a cambio de no molestarlo en sus trapícheos con mercancías agrícolas.cío. Lew no vio nada anormal ni en la taza ni en la cisterna del retre

Emilio respondió al primer timbrazo, pero Lew apenas pudo en____________________lio y ella habían estado discutiendo desde que amaneciera y en ese momento él se alegró de poder salir un rato de casa. Se presentó en el Royal Jacaranda en una vieja bicicleta, seguida por un nimbo de humo de porro.bablemente la chica, pero sonaba como una turba irritada. Hoy, Emitenderle con el alboroto que se oía de fondo. Lew sabía que era pro

– Creía que nunca volvería a ver este sitio.

– ¿Ah? Déjame adivinar, alguna entrega de hierba que se torció…

– No, aquí es donde pasamos nuestra luna de miel. Un lugar mal_dito, por lo que a mí se refiere.

En cuanto entró en la habitación, Emilio se puso muy raro.

– Hazme un favor, Lew, coge esa colcha y tapa el espejo, ¿vale? -En_contró una toalla en el baño e hizo lo mismo con el pequeño espejo que había sobre el lavamanos-, A veces son como pulgas -murmuró doblando una rodilla y levantando con cuidado la tapa del retrete-, les gusta saltar. De este modo todo se centra en un único sitio…

Lew sabía que no era conveniente rondar por allí. Salió, se apoyó en el estuco iluminado por el sol, se fumó un Fatima y miró a las go__nía un oído atento a Emilio, que le había parecido, aunque era difícil asegurarlo, nervioso o algo así.bernantas avanzar por la hilera de habitaciones hacia él. Pero mante

Ahora Emilio estaba al lado de Lew.

– ¿No tendrás uno de tus cigarrillos de civil por ahí?

Se quedaron allí de pie, fumaron y escucharon cómo la mañana perdía su temprana promesa.

– Ten -Emilio le pasó una dirección de L.A. que había garabatea__yal Jacaranda-. Esto es lo que aparecía una y otra vez.do con cierto nerviosismo sobre una postal con la fotografía del Ro

– ¿Estás seguro?

– Requetetotalmente seguro, caballero. No me pidas que vuelva a confirmarlo. Y más vale que te lo pienses dos veces, Lew.

– Feo, ¿eh?

– Muy feo, grande…,muchos cadáveres.-Tiró la colilla del cigarri____________________jer, sólo te digo eso.gado el sol-. Hace que un hombre aprecie las discusiones con su mullo a un charco de agua de la manguera al que todavía no había lle

– Gracias, Emilio. Mándame la factura.

– 'Tu mamá'. Te cobraré en efectivo, ahora mismo, quiero empe_zar a olvidarme de esto en cuanto pueda.

De vuelta en la oficina, Lew se encontró a Thetis muy nerviosa.

– Te ha estado llamando un loco, con la voz presa de un pánico to__ra-, justo… dentro de…tal, cada diez minutos, como si utilizara un reloj de arena. De hecho, tendría que volver a llamar -miró dramáticamente su reloj de pulse

El teléfono sonó. Lew le dio unas paternales palmadas en el hom_bro a Thetis y cogió el auricular.

La voz aterrorizada pertenecía a Merle Rideout, que vivía en la playa y se describía a sí mismo como inventor.

– Me gustaría ir a su oficina, pero me siguen, así que cualquier en_cuentro tendrá que parecer accidental. ¿Conoce Sycamore Grave, al norte de Figueroa?

– Antes era un lugar precioso para las chicas de Iowa.

– Lo sigue siendo. Me alegro de que coincidamos en algo.

Lew comprobó un pequeño Beretta de calibre 6,35, por si acaso.

– Parece que se respira cierta irritación en el aire, jefe -dijo Shalimar-, ¿necesita algún refuerzo?

– Qué va, sólo tengo que hacer un par de paradas rápidas. Pero… -Copió la dirección que le había dado Emilio en su cuaderno de ci__carse en coche y echar un vistazo. Llevad la metralleta.tas-. Si no vuelvo antes de cerrar, tal vez una de vosotras podría acer

Merle llevaba allí desde antes de la Guerra, y en cierto momento se había dado cuenta de que poco a poco había ido mutando hasta convertirse en un cítrico híbrido sin ningún valor comercial. Un día, poco antes de que la Guerra estallase en Europa, se topó casualmen_te con Luca Zombini en un taller eléctrico de Santa Mónica. Luca trabajaba en uno de los estudios en algo llamado «efectos fotográficos especiales», en su mayor parte fondos pintados en cristal y demás, y aprendía cuanto podía sobre la grabación de sonido.

– Pásate por casa, prepararemos algo. Erlys se alegrará de verte y podrás ver a todos los chicos, salvo a Bria, que ha vuelto al este si_guiendo su carrera en banca internacional, por no mencionar a varios banqueros internacionales.

Erlys tenía el cabello mucho más corto, según se fijó, y llevaba un peinado a la moda, hasta donde él podía decir, con rizos que le caían suavemente sobre la frente.

– Casi no has cambiado.

– Más vale que dejes de coquetear conmigo o tendré que llamar a gritos a mi marido.

– Glups.

Intentando no considerar a Merle como un obseso envejecido que no sonreía tanto como debería, le puso al corriente de lo que sa_bía de Dally, que vivía en Londres y le escribía cada cierto tiempo.

Nunzi llegó chirriando al cabo de un rato en un biplaza que había vivido ya mejores tiempos, y luego, uno tras otro, Merle fue saludan_do a los demás niños a medida que iban llegando de la escuela.

– ¿No te has casado, Merle?

– Mierda -chasqueó los dedos-, sabía que me faltaba algo por hacer.

Ella bajó la mirada a la punta de los dedos de sus pies, alegremen__lían a toda velocidad de las buganvillas.te descubiertos en unas sandalias playeras. Los colibríes entraban y sa

– Cuando nosotros…

– No, no, no, 'Lys, aquello habría acabado mal. Lo sabes. Primera plana, grandes titulares, continuaciones indignadas durante años. En__les, todos y cada uno. Esa Nunzi…, empiezo a pensar que sé todo lo que tengo que saber y… -Por fin sonreía un poco.contraste una ganga a tiempo con el viejo comosellame, en el lugar oportuno en el momento oportuno. Y esos críos también son genia

– Últimamente empiezan a dejarme un poco de tiempo -dijo ella-. Me queda un minuto para mirarme al espejo, y es como en__cir- echo mucho de menos a Dahlia.contrarme con alguien que casi conozco. Pero -él sabía qué iba a de

– Sí. Yo también. En cuanto a mí, ella tenía que irse cuando lo hizo, no podía esperar, pero aun así…

– No sé cómo agradecértelo, Merle, ella resultó tan…

– Oh, mierda, ella tiene apenas, ¿cuántos años?, veintitantos, le so_bra tiempo para meterse en alguna maldad a gran escala, si es eso lo que quiere.

– Es una estrella en la escena londinense. -Erlys sacó un álbum de terciopelo con recortes de periódicos y revistas ingleses, programas teatrales y fotos publicitarias.

El se sentó y movió la cabeza ante las imágenes de la señorita Dahlia Rideout, sorprendido por que hubiera conservado el nombre, apretando los ojos con fuerza hasta empequeñecerlos, como si some_tiera las fotografías a un cuidadoso examen.

– Ándese con cuidado, Olga Nethersole -dijo en voz baja-, ¡Atrás señora Fiske!

Luca llegó con una bolsa de comida.

– Buenas noches, Profesor -saludó Merle con una rápida sonrisa social.

– Si alguien me hubiera avisado de que venías, te habría dejado pre_parar la cena -dijo Luca.

– Podría pelar algo. O trincharlo.

– Casi todo lo cultivamos aquí mismo. -Salieron por la puerta de atrás a un jardín de tamaño considerable, lleno de largos pimientos verdes de freír, plantas de albahaca grandes como arbustos, calabacines por todas partes, alcachofas con sus puntas emplumadas agitándose a un viento que llegaba del desierto, berenjenas que resplandecían ul_travioletas en las sombras, tomates con el aspecto de las ilustraciones a cuatricomía que se exhibían en el mercado. Había un granado, una higuera y un limonero, todos con fruto. Luca buscó la manguera y dio a todo una rociada vespertina, ayudándose del pulgar para lanzar un amplio abanico de agua sobre la parcela entera. Recogieron tomates, pimientos, orégano y unos ajos, y lo llevaron todo en un cesto de paja a la cocina, donde Merle encontró un cuchillo y se puso a picarlo.

– ¿Dónde está Cici? -preguntó Erlys.

– Tuvo una llamada a última hora del estudio. -Resultó que Cici estaba interpretando a uno de los Pequeños Convictos, personajes de una serie popular de comedias de una bobina sobre una banda de fu____________________sivamente. Algo que tenía que ver con la película ortocromática. Cici había desarrollado un estilo de farfullar «chino» muy particular, que desquiciaba a todos en la casa.terpretaba el papel no de un niño italiano, sino de uno chino llamado Dou Ya. El chico italiano, Pippo, lo interpretaba un negro. Y así sucenes, pero que al principio son siempre malinterpretadas como actos delictivos por los cómicos policías que persiguen a los niños. Cici ingados de un reformatorio que andan por ahí haciendo buenas accio

– Cici, es una película muda, no hace falta que…

– ¡Es para meterme en el personaje, papá!

Cici se convirtió en el favorito de Merle, aunque con los años procuró mantener sus visitas a un ritmo medido. No quería conver__tective privado.tirse en el Tío Merle de todos, y no era que las horas se le hiciesen interminables, aunque el trabajo por entonces se había convertido en una fuente más de peligros que de ingresos, que era el motivo por el que, finalmente, Roswell y él decidieron ceder y contratar a un de

Como nunca se había sentido ciudadano de ningún estado en con____________________daba en casa.ciendo, su carreta y él ya habían pasado por allí como mínimo una vez. Algunos incluso lo recordaban, o al menos eso decían. Todo quecreto, Merle tendía a presentarse en todos los picnics regionales de los que se enteraba. Tanto daba de dónde viniera la gente que iba cono

Paseaba ahora bajo los sicomoros, entre los humos de cocina, fi____________________ban porque no tenían nada que quitarse de encima…ras, gritaban a sus hijos, o entre ellos o a nadie, sólo por gritar, sobre todo si no llovía, algo que no parecía pasar nunca, y ésa era una de las grandes diferencias para ellos, sin truenos, ni ciclones, ni pedrisco, ni nieve, los tejados de las casas del Sur de California apenas se inclinalidos de los hornos caseros cubiertos con servilletas a cuadros. Allí, en el Grove, preparaban salchichas de frankfurt, hamburguesas, bistecs y trozos de ternera en hogueras de leña, vertiendo salsa de barbacoa de vez en cuando, bebían de barriletes de cerveza, jugaban a las herradudas o macarrones y queso cheddar, pasteles de piña, panes recién sallenos a los que gustaban de llamar «mangoes», guisos de judías cocidose envolver como en una vieja chaqueta por una nostalgia que no era suya pero que aun así le sentaba bien. Habían estado bebiendo cerveza de abedul y zumo de naranja, y habían comido pimientos rejándose con calma en todos los rostros de americanos medios, deján

Lew encontró a Merle hablando de recetas de ensalada de pata_tas con un grupo de iowaianos.

– Hay que madrugar, es necesario haberlos cocido y marinado en aceite, vinagre y mostaza durante al menos tres o cuatro horas antes incluso de plantearse nada con la mayonesa, las especias y lo demás. -Mientras que otras filosofías sostenían que ingredientes como el to__sas y madres que en otras circunstancias eran amables, pero también viejos veteranos de las comidas campestres, enzarzados en discusiones a gritos con cocineros de restaurantes de carretera que cino y el apio eran esenciales, o que la crema agria era preferible a la mayonesa, y a esas alturas se había entablado una animada discusión, y cuantos pasaban y la oían se impacientaban por decir la suya, espopreparaban de____________________salada de patatas, y puntuaban sus argumentos con un tenedor bien cargado de una receta particular, que metían casi a la fuerza en la boca de algún hereje de la ensalada de patatas…nión también parecían haber llevado consigo su propia tarrina de enbían olvidado de lo que era una comida como era debido, incluso más que los jornaleros estacionales…, y todos los que tenían una opicenas de kilos de ensalada de patatas al día para camioneros que se ha

– Tenga, pruebe esto y dígame si estas pequeñas patatas rojas mar_can o no la diferencia.

– Los huevos cocidos están bien siempre que no se utilicen las cla__nos de pimienta verde…ras, sólo las yemas, mezcladas con la mayonesa, no sólo hace que sepa mejor sino que le da también mejor aspecto, y si encuentra estos gra

Pese a ser un hombre de apariencia tranquila, Merle tomaba algu__te aparcó cerca de una parada del Pacific Electric, donde se subieron al tranvía eléctrico para recorrer lo que quedaba hasta la playa.nas precauciones que se diría eran fruto de la ansiedad. Tras una serie de instrucciones rápidamente susurradas, Lew volvió a donde había aparcado, condujo hasta un solar cerca de la oficina, cambió de coche, regresó por el otro lado del Grove para recoger a Roswell y finalmen

Merle y Roswell intentaron explicarle la situación a Lew, pero, por lo que pudo entender, fue como si se lo hubieran contado en chino. Contempló con dudas el artilugio en cuestión.

Entonces se le ocurrió algo.

– A ver, si tuviera una, bueno, una foto normal y corriente de al_guien, y quisiera saber dónde está ahora mismo y qué está haciendo…

– Claro -dijo Merle-, sólo tenemos que marcar el año y la hora del día que nos interesa, entonces todo se acelera, y se pasa del momento en que se tomó la fotografía al presente en cuestión de segundos.

– En ese caso quizá podáis ayudarme -dijo Lew sacando la foto de revista de Jardine Maraca-, ¿creéis que funcionará con ésta?

– Déjame llevarla a la cámara oscura un momento -dijo Roswell-, haremos una copia transparente y veremos qué podemos sacar.

Lo que sacaron fue a Jardine, elegantemente vestida en algo bri____________________cos, de hecho alucinatorios, de la películaladas con elefantes rampantes encima y varios platos aún más gigantesllante y ceñido, subiéndose a un Modelo T y conduciendo hacia el este por un reconocible Sunset Boulevard, bajo inmensas columnas acana Intolerancia, luego siguió casi hasta el centro de la ciudad, giró a la izquierda en Figueroa, cruzó el río, pasó el Monte Washington y fue por Highland Park hasta Eagle Rock, hizo dos o tres giros que Lew también situó y se detuvo por fin delante de una puerta de hierro en una pared de piedra de arroyo con un rótulo encima que rezaba carefree court. Dentro, entre palmeras y eucaliptos, había una docena de bungalows de estilo Revival Misionero agrupados en torno a una piscina con una fuente de la que salían chorros pulsantes de agua a un cielo gris borroso…

Jardine se sentó un momento, como si mantuviera una larga char__cer y que le estaba resultando más difícil de lo que había creído.la consigo misma, tal vez sobre alguna elección que tuviera que ha

– Y no sólo podemos desplegar la historia futura de estos sujetos -decía Roswell-, también podemos invertir el proceso y mirar a su pasado.

– Una fotografía del cadáver de un asesinado -se le ocurrió a Lew-, ¿y podríais ver el suceso, atraparlo en el acto?

– Empiezas a entender por qué ciertos intereses podrían sentirse amenazados. Todos esos antiguos misterios del pasado como, por ejem_plo, el atentado del Times…, lo único que haría falta es tener una ins_tantánea de la Primera y Broadway donde estaba el antiguo edificio, y hacerla retroceder a finales de septiembre de 1910, justo antes de la bomba…

– ¿Podría ir tan atrás?

Roswell y Merle se miraron entre sí.

– ¿Lo habéis hecho?

– Era de noche -dijo Merle un poco avergonzado-. Podría haber sido cualquiera.

– … la única vertiente un poco peliaguda -dijo Roswell- es en____________________genes escojan senderos distintos que los originales.te la posibilidad de que esos pequeños seres que aparecen en las imácontrar el término constante en lo primitivo, que la diferenciación ha llevado a cero. Por lo general, para mirar hacia el pasado se debe tener un valor negativo. Pero a menos que acertemos de pleno, siempre exis

Momento en el cual Lew recordó por fin la bilocación: cómo ha____________________tos cotidianos y no pasar mucho tiempo meditando. Pero ahí parecían estar esos antiguos poderes de bilocación surgiendo de nuevo, sólo que de manera distinta.terrumpirse por completo, y tampoco tenía a nadie con quien hablar de ellos, así que no le quedaba más opción que ocuparse de sus asunvidos sueños, esos viajes paralelos habían ido espaciándose hasta inde su vuelta a Estados Unidos, como si no hubieran sido más que vicía mucho tiempo, en Inglaterra, incluso se había encontrado de vez en cuando entrando y saliendo de esas bifurcaciones. Los desvíos de lo que todavía consideraba su vida oficial y supuesta. Sin embargo, des

– ¿Quieres decir -intentando controlar un temblor en la voz, ha__ñalar la imagen viva de Jardine, que todavía esperaba- que podrías ver a alguien viviendo una vida totalmente diferente?ciendo aspavientos más amphos de lo que hubiera querido para se

– Claro, si quisieras -Roswell le miró con tal desconcierto que casi parecía irritado-, pero ¿por qué?

– Ahora que ya has visto funcionar el aparato -dijo Merle-, te pon____________________ver nunca los labios.bras de advertencia, o de preocupación, nunca demasiado altas, sin mogunas matrículas las hemos visto más de una vez. Y además, durante la jornada de trabajo, siempre hay alguien que suelta un par de palache, pero nunca hay nadie al otro lado del hilo. Cruzan coches por delante, sedanes cerrados, con ventanillas tintadas, muy despacio, y altán pasando por aquí cosas bastante raras. En el callejón hay gorilas, de pie, fumando, vigilando. Recibimos llamadas telefónicas en plena nodré al tanto de por qué te hemos pedido que vengas. Últimamente es

– Lo que en resumen -dijo Roswell Bounce- viene a decir que no queremos toparnos con el mismo triste destino que Louis Le Prince, que a finales de los años ochenta logró poner a punto su propio aparato de cine, básicamente el mismo que tiene hoy la industria: pe____________________teriosamente junto al bueno de Louie.tentes ya están archivadas, pero todo lo demás se ha desvanecido misve a saber de él. Su esposa intenta averiguar qué ha pasado, todo el mundo calla, y siete años después lo declaran legalmente muerto, un par de piezas de sus máquinas llegan a los museos, algunas de las pamitente y demás. Un día se sube al Exprés París-Dijon y no se vuellículas en bobinas, perforación en ruedas dentadas, movimiento inter

– Y vosotros creéis que alguien está de hecho…

– Oh, lo siento, ¿crees que se trata de mi P.Q. otra vez?, por el in_fierno en llamas, Basnight, tienes ya una larga carrera de sabueso, has visto de todo, y debes de haber conocido a alguno de los peces gordos de los estudios, así que, dime, ¿a ti qué te parece?

– Que primero intentarían robarlo, teniendo en cuenta que el «robo», según se define en esta ciudad, incluye el pago en efectivo e incluso puede tratarse de una suma muy generosa.

– Pero hacer que todo desaparezca -dijo Roswell- podría no bas_tarles.

– ¿Qué os hace pensar que han descubierto algo? ¿Hay registros archivados? ¿Habéis hablado con algún abogado sobre solicitud de patentes?

– ¡Ja! Si alguna vez te topas con un abogado al que puedas fiarle una moneda caída de la pandereta de un ciego, vaya, pues de paso nos pillas un cerdo con alas y nos los llevaremos a los dos de gira para ha_cernos ricos.

– Parece un poco arriesgado, eso es todo.

– ¿Alguna idea sobre lo que hacer a continuación?

– Puedo apostar algunos talentos de la intimidación aquí fuera, pero aunque no sean del Sindicato, como todos los demás en esta ciu_dad, al cabo de un tiempo siempre entra mucha mazuma y todos se venden, así que tendríamos que pensar en soluciones a largo plazo.

– Pero, mierda, hay reservas inagotables de sinvergüenzas en los es_tudios, cada chico de los recados es un productor a la espera de que algo pase, no podríamos matarlos a todos…

– Estaba pensando más bien en encontraros cierta protección legal.

– Si necesitáramos un milagro, le mandaríamos un telegrama al papa -dijo Roswell.

Era una hora avanzada de la tarde cuando Lew llegó en coche a la dirección que le había dado Emilio. Aparcó a las puertas de un bungalow de estilo chalet con un pimentero en el patio, subió y lla_mó educadamente a la puerta delantera. Y le sorprendió, todo lo que podía sorprenderse a esas alturas, el glamour malicioso del rostro que apareció abruptamente. Cuarenta largos, atractiva, pero también lo que con reticencia había acabado reconociendo como atormentada. Tal vez debería haberse dado la vuelta y marcharse, pero en lugar de eso se quitó el sombrero y preguntó:

– ¿Alquilan esta casa?

– Hasta ahora no. ¿Cree usted que debería alquilarse?

Lew fingió que miraba su agenda.

– Usted debe de ser…

– La señora de Deuce Kindred. -La pantalla de la puerta proyecta____________________vocó una erección allí mismo, en el porche delantero…nar cuando lo pensó más tarde, tomó como una señal sexual, y le proba sobre su cara una extraña neblina rectilínea, que de alguna manera se extendía a su voz, algo que, por ninguna razón que pudiera imagi

– ¿He venido al lugar equivocado? -Vio cómo parpadeaba.

– Eso es fácil de saber.

– ¿Está su marido en casa?

– Entre. -La mujer retrocedió un paso y se dio la vuelta, con el principio de una sonrisa de la que ella, casi con desprecio, no le per__cipio creyó que tenía que ser por él, por su atractivo sexual de tipo duro, pero al cabo de un rato comprendió que en esta costa no había nada personal, sólo que sucedía mucho. Ella llevaba medias enrolladas hasta justo por encima de las rodillas, al estilomitió ver las fases siguientes, y lo condujo a través de la luz oliva del pequeño salón delantero hacia la cocina. Oh, iba a ser tan sórdido como el infierno, supo Lew por sus sensaciones en ese momento. Al prin jlapper. Se paró a un paso de la luz del sol amarilla y agradable que entraba a raudales en la cocina, y se quedó quieta en esa penumbra, dándole la espalda, con la cabe_za inclinada, la nuca desnuda bajo el pelo corto de salón de belleza. Lew se acercó, le levantó el dobladillo de la falda y lo subió hasta arriba.

– Bien. ¿Adonde han ido a parar los preliminares?

– ¿Usted qué cree?

– A lo mejor quiere ponerse a cuatro patas.

– Inténtelo, jodido animal.

– Vaya, así que se trata de eso, ¿eh?

– Si a usted no le importa.

A él no le importaba. Ella estaba claro que no iba a colaborar, for__vincente, gritando «qué vergüenza» tal, «bestia» pascual, «repugnante» nueve o diez veces, y cuando acabaron, o al menos acabó Lew, ella se contoneó y dijo:cejeó todo el rato y de manera, hay que reconocerlo, bastante con

– No irá a quedarse ahí dormido, espero. -Se levantó, entró en la cocina y preparó café. Se sentaron en un rincón acogedor, y Lew fi__ción de su compañera de piso Encarnación…nalmente abordó la cuestión de Jardine Maraca y la peculiar reapari

– Seguramente habrá oído hablar de esas fiestas salvajes -dijo Lake- que la gente del cine celebra en la playa o en sus mansiones de las co_linas, salen a todas horas en las revistas de escándalos.

– Sí, claro, las o rujias sexuales de Hollywood.

– Me parece que se pronuncia con una ge más suave, pero ése es el concepto. Deuce me llevó un par de veces, aunque, como explicó consideradamente, más bien se trata de no llevar a tu propia esposa. Se_gún parece, Encarnación era una asidua de esos asuntos, hasta que el Estrangulador Sincopado empezó a desmadrarse, y entonces la chica desapareció.

– Ahora tengo entendido que ha vuelto a salir a la superficie.

– Creía que era una de…

– Una de las víctimas, sí, eso pensaban todos. ¿Cree que su mari_do podría haberse enterado de algo?

– Ese que frena en la calle es él, puede preguntarle.

Deuce irrumpió dando pisotones, un cigarrillo pegado al labio inferior, con el porte de los tipos peso gallo. Lew vio una funda de hombro con un Bulldog dentro, más que probablemente un arma de empresa.

– Vaya, ¿qué habéis estado haciendo? -preguntó mirando más ri__perto en maridos celosos, y el que tenía enfrente era lo más parecido a uno totalmente indiferente que había visto en los últimos tiempos.sueño que amenazante hacia Lew. Este se había convertido en un ex

– ¿Te acuerdas de la preciosa de Encarnación? -dijo Lake por en_cima del hombro mientras salía de la cocina.

– Bonitas tetas, la estrangularon en Santa Mónica -dijo Deuce re_buscando en la nevera-, hasta donde sé sigue muerta.

– Mire, de eso se trata… -empezó Lew.

– ¿Quién le dijo que viniera a molestarnos? -dijo Deuce haciendo saltar el tapón de una botella de cerveza para subrayar la pregunta.

– Es sólo rutina. Una larga lista de nombres.

– Así que es un sabueso.

– Todo el día.

– Ni siquiera estoy seguro de habérmela follado, esas ardientes mexicanas le dan a uno demasiado trabajo, ¿no le parece?

– ¿Así que era como si sólo la viera de lejos y muy de cuando en cuando? ¿Como una masa de cuerpos retorciéndose o algo así?

– Usted lo ha dicho.

– Perdone que le pregunte -dijo Lew asintiendo, en lo que espe_raba no fuera un gesto ofensivo hacia el arma de fuego bajo la chaque_ta de Deuce, que no se había quitado-, pero ¿a qué tipo de trabajo se dedica, señor Kindred?

– Seguridad, lo mismo que usted. -Lew mantuvo las cejas alzadas amistosamente hasta que Deuce añadió-: En Consequential Pictures.

– Un trabajo interesante, diría.

– Sería bastante agradable si no fuera por esa pandilla de descerebrados anarquistas que intentan crear sindicatos cada vez que uno les da la espalda.

– Es imperdonable, no me cabe duda.

– Que quieran sindicatos en Frisco, nos la pela -dijo Deuce-, pero aquí, desde que los bastardos irlandeses pusieron la bomba en el Times, se ha abierto la veda, y pretendemos que siga así.

– Hay unos estándares que mantener.

– Lo ha entendido.

– La pureza.

Eso provocó en Deuce una mirada de soslayo de desagrado.

– ¿Se ha divertido ya bastante por aquí, señor Basnight? Si lo que busca es diversión de verdad, salga en la oscuridad de la noche, con esos dinamiteros macarronis por todas partes. Vea si es eso lo que le va.

– Tienen a muchos de ellos en el negocio del cine, ¿verdad?

– No me gusta ese tono de voz, caballero.

– Pues es el único que tengo. ¿No será que lo que de verdad quie_re hacer es dirigir?

Error. Ahí estaba Deuce con su pistola, una pequeña maldición de cinco tiros con todas las recámaras que Lew veía llenas. Había te__ce, puede que no fuera a alargarse mucho más.nido un día muy largo, pero a la vista de la rabia en el rostro de Deu

– Sí, y el guión sigue así: entró por la fuerza en mi casa, agente, le hizo insinuaciones a mi esposa, lo único que hice fue actuar en defen_sa propia.

– Bueno, a ver, señor Kindred, si he hecho algo que…

– ¿Señor B.? ¿Todo bien?

– ¿Qué coño? -Deuce se dejó caer de la silla y se metió debajo de la mesa.

Era Shalimar, que se había acordado de traer la metralleta.

– Es que le gusta comprobar si estoy bien -dijo Lew-, no ha dis_parado a nadie desde, oh, desde hace una semana.

– A ver, querido, si ayer mismo hubo aquel tiroteo en Culver City.

– Oh, pero mi niña, corría tan deprisa que no le diste por kilómetros.

– Me parece que voy a dejarles, um… -Deuce se alejó arrastrán_dose por el patio.

En realidad sólo se había pasado por casa para tomarse una cer____________________nosos entre sueños, haciendo sus apuestas en el Casino Universal del Sueño para adivinar cuál de ellos la sacaría de allí y cuál la llevaría definitivamente por mal camino.dad continua, del periódico de una mañana al de la siguiente, nunca había existido. Estos días a menudo no sabía si vivía en un sueño del que no podía salir o si se había despertado y ya no podría volver al sueño. Y así pasaba las interminables tardes de cielos despejados y omido lo que le ofreciera la noche a su cara apurada. Lake no sabía nada más. Para cenar tomó un sándwich de mortadela e intentó escuchar un rato la radio, luego se acercó a la ventana, se sentó y esperó que la luz se desaguara sobre la amplia cuenca, machacada todo el día por el sol hasta sumirse en una quiescencia recalentada muy parecida a ella misma. Lake había dejado de creer en causas y efectos, y empezaba a descubrir que lo que la mayoría de la gente tomaba como una realiveza y para un afeitado rápido, y al poco había vuelto a salir, buscan

Por su parte, Deuce, cuando estaba en casa, tendía a gritar mucho. Al principio, Lake se lo tomó literalmente, por no decir como algo personal, pero luego, durante años, no le hizo caso, y por fin se le ocurrió que, a su modo, Deuce estaba intentando despertarse de su propia vida.

Una noche, él pasó de un sueño que nunca recordaba al medio de otro que había tenido toda la noche, un remolino oscuro de fuma_deros de opio, extranjeras lascivas, chicas con ropa interior mínima, música de jazz llena de tintineantes notas achinadas. Una situación agotadora y sangrienta a la que él se acercaba todo lo que se atrevía, mientras sentía que iba a pasar algo. Sabía que si iba un poco más allá sería destruido.

Pensó en «levantarse» y buscar a alguien que le explicara qué pa____________________nido algo que ver, de algún modo, aunque sólo fuera por no haber impedido lo que le había pasado a ella. La sangre lo cubría todo, y en alguna parte todavía estaba húmeda.ta. Estaba solo con un cadáver, y comprendió que él debía de haber tesaba. Pero tenía que andarse con cuidado, porque no sabía si todavía estaba soñando. A su lado, había una mujer tumbada que parecía muer

Cada vez que se obligaba a darse la vuelta y mirarla a la cara para ver si la conocía, se distraía. Oía voces, una investigación ya en mar__calera que subía en espiral por el interior de la pared circular de piedra, hasta arriba, entre el polvo y las sombras donde debería estar el techo, pero en su lugar había un enorme tragaluz, por el que entraba la luz temprana con su color rosado sucio.cha, en algún punto de la mansión, una construcción cilíndrica de la arquitectura moderna estilo Hollywood, puede que de unos quince metros de ancho, tres o cuatro plantas de alto, suelo de madera, una es

Al principio, los investigadores, un dedicado grupo de jóvenes californianos, sólo querían hacerle «unas preguntas». Nunca se identifi____________________sideraban culpable…y, mierda, él también. Pero no parecían dispuestos a detenerle todavía, se tomaban su tiempo, seguían sus propias rutinas, sus protocolos. Sin decírselo explícitamente, le hicieron saber que el cuerpo al lado del cual se había despertado no era el primero.tionable. Tras su impertérrita buena educación, Deuce vio que le concaban por sus nombres ni decían para quién trabajaban, no llevaban uniformes ni insignias ni graduaciones, pero su sinceridad era incues

– Soy un agente no oficial -les repetía, pero la lengua y las cuer_das vocales se le petrificaban, y cuando buscaba su estrella de ayudante nunca la encontraba.

Cada vez que uno de ellos le sonreía, sentía escalofríos. Aquellos ti__dolos, más allá de las lindes del sueño, fluía tal vez un poder ilimitado.pos brillaban con un fulgor siniestro, como las lámparas de arco de alto amperaje de los estudios, mientras desde algún lugar invisible, dirigién

A medida que los interrogatorios se hacían cada vez más comple__davía misteriosa, llegara a revelarse jamás. Hasta ahí había llegado. Pero no había modo de que él pudiera pedírselo. Y, por lo que sabía, toda la ciudad estaba ya al tanto. A la espera.jos, menos versaban sobre el crimen, el castigo, los remordimientos que sintiera Deuce, la compasión por las víctimas…; ahora se reducían a su propia necesidad de impedir que su relación con el crimen, to

¿Dónde estaba la policía de L.A.? Esperaba, escuchando con aten____________________tor real procedente de la calle traía esa liberación y él se encontraba de vuelta en las sombras pálidas, bajo la custodia indiferente del día.tas sin el sonido amortiguado. Tarde o temprano, un sonido de un moción a medida que su esperanza se desvanecía, oír sirenas, motocicle

Lake ha soñado más de una vez con un viaje al norte, siempre a la misma ciudad subártica y a una eterna lluvia fría. Siguiendo una antigua costumbre, las jovencitas del pueblo toman bebés prestados de las madres para jugar a dar a luz y a ser mamás. Son chicas tan fér_tiles que a veces basta con que piensen en un pene para quedarse embarazadas. Así que pasan sus días de otoño jugando a simular una vida familiar. Las madres tienen así tiempo libre, y a los bebés les en_canta.

Un gran río gélido atraviesa la ciudad. A veces se hiela, a veces se llena de icebergs en miniatura que pasan a una velocidad pavorosa entre olas a menudo tan altas como las del mar. No están claros los lí____________________meable de abrigo de lona negra, incapaces de la menor comprensión o, es más, de cualquier reconocimiento humano, la ignoran…, pero al final consigue volver a la ciudad, y él sigue allí. La rivalidad no ha sido más que una ilusión. Son amantes como siempre… Aleluya.narla para siempre… Cuando llega el momento de regresar, ya no es posible volver por donde han venido, y tienen que desviarse, durante varios días, a través de un gran pantano helado, y cada instante que pasa aumentan las posibilidades de que él ya no esté en el pueblo, de que esta vez la haya dejado por la otra…, no tiene nadie en quien confiar, el resto del grupo se muestra indiferente, sólo les preocupan los detalles de su misión…, impecablemente distantes, vestidos con ropa imperba y Lake, que se les une, tiene que dejar a un marido o un amante, tal vez a Deuce, con otra mujer, por quien él podría fácilmente abandomites entre los mundos que se extienden por encima y por debajo de la superficie del agua. Una partida de exploradores se dirige río arri

Se despierta durante un breve instante. Lluvia o viento, una luz inesperada, Deuce que vuelve de algún sitio del que nunca habla, al____________________ran, aunque tal vez sea demasiado tarde, porque parece muy quieto, los médicos especialistas se ponen a trabajar, se organizan vigilias delante de su casa…, las iglesias se llenan con gente del pueblo que reza.bajo, el niño es claramente visible bajo el hielo que se funde, boca arriba, borroso y esperando, serenamente acusador…, por fin lo libejosamente fundido con sal de roca, sacado a la superficie helada con convoyes de trineos tirados por perros…, día y noche prosigue el tramientas ni maquinaria para quebrarlo, y el hielo tiene que ser trabamentero en el patio, mientras ella se desliza otra vez de regreso al viaje hacia el norte, la ciudad gris ahora temerosa por un niño al que han encontrado atrapado bajo el hielo…, por alguna razón no hay herrafunda, la oscuridad y el viento que de nuevo mueve las ramas del pigún negocio, imagina ella, en las colinas… La hora se torna otra vez pro

Lake vuelve de un extravío sin palabras y atemporal, tal vez de un sueño dentro de otro sueño, por siempre irrecuperable, a la resurrec__za sobre el suelo desde un ángulo alto, imágenes que se interrumpen para dar paso a una escena en la que el niño se reúne con sus padres, y luego se reanudan para acompañar un himno para coro y orquesta, al principio en tono menor, pero pronto se dispara a un estribillo en modo mayor, media docena de notas perfectas, que siguen con Lake cuando ella emerge a la primera proyección oblicua de la luz del sol por las llanuras, una declaración de intenciones, un anuncio de un peso que pronto aumentará más allá de lo soportable…ción: la ciudad ruidosa, la población alegre, rayos de luz del color del acero cromado que se abaten sobre las calles, una visión que se desli

Deuce no había venido en toda la noche. Esperara o dejara de es__raría despertar para descubrirse por fin embarazada.perar ella lo que fuera de ese día, él no lo sabría por Lake. Antes ella creía que habían elegido, ambos, resistirse a toda penitencia a manos de otros. Reservarse para ellos solos lo que el tiempo les deparara, el oscuro y excepcional destino. En vez de eso, se hallaba sola en el tipo de sueño recurrente del que una muy sufrida heroína de cine espe

Un par de días más tarde, Lew fue hasta Carefree Court. Era una hora avanzada, la luz declinaba, el viento de Santa Ana calentaba el aire. Las palmeras se agitaban enérgicamente, y las ratas en sus nidos se aferraban para no caer. En el crepúsculo, Lew se aproximó por un pa_tio bordeado de bungalows con tejados de teja, arcadas de estuco y el verdor de los arbustos, que se intensificaba a medida que desaparecía la luz. Oía sonidos de cristalería y de conversaciones.

De la piscina llegaba la algarabía de la diversión líquida: chillidos femeninos, exclamaciones profundas desde trampolines altos y bajos. Los festejos, esta noche, no se limitaban a un solo bungalow. Lew es_cogió el más cercano, cumplió la formalidad de llamar al timbre, pero tras esperar un rato entró, y nadie se fijó.

Era una reunión imposible de entender al principio, ni siquiera para un curtido sabueso de L.A. como Lew: damas de la alta sociedad vestidas con conjuntos de los sótanos de Hamburger rechazados hasta por las flappers, flappers auténticas con disfraces de extras -tocados he____________________gar, se dinamitó a sí mismo igual de inequívocamente.te entendió de qué iba todo de verdad, y reconoció en ese instante el crimen que había sido su propia vida, y al alcanzar esa lucidez sobre sí mismo, lucidez que era un pecado mortal en ese momento y ese lutras endurecidas de grasa y sangre pertenecientes a generaciones de ganado, desgastando pares y más pares de zapatos hasta que finalmenles más importantes, y Lew no tardó en empezar a hacerse una idea, pues ¿no eran ésos justamente los tipos que, hacía mucho tiempo, él había dedicado su vida a perseguir, a ellos y a sus primos del campo y la ciudad?, tipos a los que había perseguido por la maleza, por lechos de arroyos y por helados callejones de mataderos recubiertos de coslicía federal, a la estatal y a la local, insultando a los trusts empresariata de corcho, gritándose a la cara unos a otros, exhibiendo cicatrices y tatuajes, recordando en voz alta delitos imaginados o planeados pero raramente cometidos, insultando a los republicanos, insultando a la pocordar, y ahí estaban todos, comiendo enchiladas y perritos calientes, bebiendo zumo de naranja y tequila, fumando cigarrillos con la punbién podrían reconocerlo a él de historias pasadas que prefería no rebiera puesto, negros y filipinos, mexicanos y palurdos, rostros que Lew reconocía de las fotografías de los archivos policiales, rostros que tamlle, gorrones en trajes a medida y gafas de sol aunque el sol ya se hubreos, vestidos de bailarinas de la danza del vientre, pies descalzos y sandalias- que procedían del rodaje de alguna gran producción bíblica, viejos adinerados en jirones y sin afeitar como los pordioseros de la ca

Poco a poco comprendió que lo que tenían todos los presentes en común era haber sobrevivido a un cataclismo del que ninguno de ellos hablaba directamente: un atentado con bomba, una masacre tal vez orquestada por el gobierno de Estados Unidos…

– No, no fue Haymarket.

– No fue Ludlow. No fueron los disturbios de Palmer.

– No fue y no fue. -Regocijo general.

En el centro de toda la turbulencia estaba un viejo caballero con una barba blanca como la nieve y grandes cejas enmarañadas bajo un sombrero negro de ala ancha que nadie en la sala había visto que se quitara jamás. La luz incidía sobre él de un modo extraño, como si es__sonaje de anciano sabio que de vez en cuando había estado cerca del camino que Lew creía que estaba tomando su vida, pero cuando lo miraba le asustaba tanto que hizo cuanto pudo para evitar incluso un saludo amistoso. Resultó que era Virgil Maraca, el padre de Jardine.tuviera en otro sitio, prestando tan sólo su imagen a la reunión. A Lew le recordaba la carta del Tarot del ermitaño con la linterna, un per

– A veces -decía Virgil-, me gusta perderme en ensoñaciones de cuando la tierra era libre, antes de que la secuestraran los republicanos cristianos capitalistas para sus perversos propósitos a largo plazo…

– ¿Y para qué sirve eso? -objetó alguien-. No son más que sue_ños de viejo. De eso ya hay de sobras. Lo que tenemos que hacer es salir y matarlos, uno por uno, provocándoles tanto dolor como sea posible.

– Nada que discutir. Para ti es más fácil decirlo, claro.

– Empezando por el atentado del Times…, nunca me convencerás de que no lo organizó Gray Otis en persona, sobornó a los McNamara para que se comieran el marrón y al Hermano Darrow para que cambiara la declaración. Todo fue un plan urdido para destruir el sin____________________da o mantenida basándose en salarios de hambre.tróleo, los cítricos, toda gran fortuna de por aquí ha sido o financiadicato de trabajadores en el sur de este estado. Desde aquel fatídico diciembre de 1911, el negocio del cine, el crecimiento urbano, el pe

– Pero veinte trabajadores del periódico murieron en aquella ex_plosión.

– Veinte o dos mil, ¿qué le importaba al bueno de Otis siempre que consiguiera a cambio su paraíso eterno de esquiroles, aquí mismo?

Lew no perdía de vista, aunque a distancia, a Jardine Maraca, que se movía sigilosamente entre los invitados, sonreía, bebía champán californiano en un vaso de zumo, que había venido para visitar a su pa_dre en esta reunión de forajidos…; pero de algún modo más intenso que los déjà vus cotidianos, le asaltó la vieja sensación de estar en dos sitios a la vez, revivida de nuevo, y ni siquiera estaba seguro de si re_cordaba esta situación o, peor aún, la preveía, de manera que tenía que preocuparse por la posibilidad de que no sólo Jardine Maraca estuvie_ra muerta sino también de que su asesinato no hubiera sucedido todavía… Se acercó aún más. Ella olía a humo de cigarrillo. Sweet Caporals. In_tensa, bruscamente, le recordó a Troth, su ex esposa de hacía tanto.

Ella alzó la mirada, directamente a sus ojos, como si le planteara un desafío. Como si, en este rincón templado del país, que no enve_jecía nunca, donde todo estaba permitido, ella estuviera sin embargo prohibida.

– Se supone que estoy intentando dar contigo.

– Para… -Si ella sabía el nombre, era reacia a decirlo en voz alta.

– Tony Tsangarakis. La vieja banda del Vertex Club, estaban preo_cupados por ti.

– Debes de ser lo bastante inteligente para no tragarte esa tonte_ría. ¿Cuánto hace que hablaste con Tony?

– No he hablado con él todavía. Pero un caballero negro llamado LeStreet…

– Ah…-Durante un instante su cara pareció vaciarse de esperanza. Pero al momento recuperó el viejo lustre de fotografía de publicidad.

– Chester y Encarnación estuvieron casados, durante un par de se__toria todavía le retumba en la cabeza. Así que no sería él precisamente el primero al que yo recurriría.manas. Eso no lo convierte en sospechoso, desde luego. Pero la his

– Bien, ¿y qué puedo hacer para ayudarte?

– Ya estoy perfectamente cuidada, lamento decirlo.

– Oh, oh.

– Encarnación sólo volvió por un tiempo -dijo Jardine-, sólo el ne____________________sores de la ley en L.A. son tan corruptos como los demás, pero sólo para los delitos menores.bierto, a cambio de una obediencia incondicional futura, pero lo que ha hecho le valdrá una sentencia de muerte. Nuestros heroicos defencesario para declarar quién fue. Un canalla que trabaja de sabueso para los estudios llamado Deuce Kindred. La policía lo acaba de detener por una serie completa de homicidios cometidos durante orgías. Una chica, hace mucho, tal vez alguien del estudio, podrían haberle encu

– Al menos necesitarás que alguien te saque de la ciudad.

Quedaron en un sitio a una determinada hora, pero Jardine ya te____________________cándose con ciones local recuerda haberla visto pasar sobre sus cabezas-; más tarde se informó de que había seguido las vías interurbanas hacia el este, acerpegó y se alejó volando a baja altura -la gente de un parque de atracnía otros planes. Como contarían los periódicos más adelante, fue al aeropuerto de Glendale, robó la avioneta Curtís JN de un actor, desespíritu despreocupado a los postes eléctricos, a las líneas de tejados, a las chimeneas y a otros objetos peligrosos, y cada vez se había alzado hacia el cielo en el último instante. Se desvaneció sobre el desierto, creando un silencio imponente.

La siguiente vez que Lew quedó con Merle en la playa, llevó una fotografía de Troth, un viejo retrato de estudio de gelatina de plata.

Lo había guardado en un viejo manual de alquimia, de manera que se conservaba en bastante buen estado. No sabía cómo preguntar, ni siquiera qué tenía que preguntar.

– Me siento como un maldito muerto de hambre de un cuento que encuentra un genio que le concede tres deseos, más valdría que olvidaras que he dicho nada.

– No. No, está bien. Haré una transparencia, pasaremos un poco de luz por ella y veremos qué sacamos. ¿Querías volver aquí, a… alrede_dor de 1890, por lo que parece?, la verdad es que recuerdo ese estudio de Chicago… ¿o a lo mejor podríamos retroceder todavía más, o…?

Merle lo dejó caer tan suavemente que Lew se hizo apenas una idea imprecisa de que le había leído el pensamiento.

– Lo que comentabas de enviar estas imágenes en diferentes vías…, con otras posibilidades…

– Eso es el Recalibrado del Término Constante, o RTC, cada vez que lo intentamos Roswell sale del taller y se va a la taberna clandes____________________curio, se añadía la cantidad y la densidad justas de ácido nítrico, y a esperar. Que me parta un rayo si no empezaba a echar ramas como un árbol, sólo que más rápido, y al cabo de un tiempo incluso hojas.más. Era increíble. Se cogía un poco de plata, se amalgamaba con mertina más cercana, no tiene paciencia con esa parte. Todavía estamos aprendiendo, pero el proceso parece inherente a la naturaleza de la plata. Cuando todavía era un joven alquimista, pasé por What Cheer, Iowa, y me encontré con un espagirista de la vieja escuela llamado Doddling, que me enseñó cómo conseguir que la plata creciera como un árbol. Árbol de Diana, lo llamaba él, diosa de la Luna y todo lo de

– Ramas -dijo Lew.

– Ante tus ojos… o lentes, porque se necesitaba algún aumento. Doddling decía que se debía a que la plata está viva. Tiene sus propias ramificaciones, elecciones que hacer, igual que el resto de nosotros.

»Esto es imagen muda, acuérdate. No la oirás.

Puede que no…, pero a lo mejor…

En medio de un entorno técnico corrompido por motivos que distaban de ser elevados, por lo general mercenarios, para «partir con____________________compensa.bre del amor, sin ninguna expectativa de éxito ni, menos aún, de recos del viaje en el tiempo), tenía que aparecer de vez en cuando algún relato de máquina del tiempo compasivo, un viaje realizado en nomtra el viento enemigo» (según lo describían los primeros relatos épi

Bien, como si el terrible fluir del tiempo hubiera sido saltado en un instante atemporal, sin más problemas que cambiar a otra vía…, Troth estaba viva, en cierto modo más tangible que la memoria o la pena, eternamente joven, mientras seguían cortejando, antes de caer presas del Tiempo, todo en una cascada tan imparable como el deshielo de primavera, y no tardó nada en comprender que lo que veía eran imá____________________tiéndose sobre el del siguiente en una caída que cortaba la respiración…yuelos, arrugas y huesos visibles bajo la piel, el rostro de cada año abase hasta formar pródigas masas rubias que luego tenían que recogerse, y soltarse, y volverse a sujetar, y otra vez, una mujer tras otra pasando las últimas horas del día iluminadas por lámparas, los reductos de guinga a cierta edad, los afeites, redefiniciones, emergencias y disfraces, hogenes aceleradas de la cara y el cuerpo de Troth, del cabello alargándo

– Pero… No lo entiendo… ¿Quieres decir aquella vez que el tranvía chocó? ¿O el invierno que tuve fiebre? -Hablaba con calma, la mira____________________vido juntos. ¿Lo que oía era la voz de Troth? ¿Podía verlo ella desde el lugar adonde hubiera viajado en las brumas matemáticas?ta ahí, casi demasiado joven para la mujer que él recordaba, inocente todavía de su inmortalidad. La luz parecía haberse concentrado preferencialmente alrededor de su cara y cabello dorado. Se imaginó a sí mismo tocándola a través de los rayos de luz saturados de polvo, una luz no tanto óptica cuanto temporal, lo que fuera que transportara el Éter del Tiempo, que alzaba cruelmente una barrera sin masa entre ellos. Era posible que ella ya no supiera quién era él, lo que habían vida baja, como estupefacta por lo que fuera que la hubiera traído has

Merle levantó la mirada de los controles, rozó el ala de un som_brero imaginario.

– Parece una de las maravillas de la ciencia. Pero habiendo pasado por lo que tú estás pasando, se me queda corta, ojalá fuera más, ojalá.

Y al final de la jornada laboral, cuando todas las fuentes de luz pa____________________cordar desde entonces pero no podía. Tal vez en algún lugar del aire invisible volaba una bola de nieve que él acababa de arrojarle.nía unos doce años, allá en Little Hellkite, en las San Juan, donde se la veía de pie junto a una tubería en la nieve, no sólo sonriendo para la cámara sino riéndose a carcajadas de algo que Merle intentaba redoras tabernas clandestinas, como tenía por costumbre casi todas las noches, Merle puso en marcha el Integroscope una vez más y sacó una de las fotografías que conservaba de Dally, tomada cuando ella terecían haberse retirado tan lejos como podían, alargando las sombras cuanto querían, y Roswell había salido a hacer su ronda de acoge

Aunque solía contentarse con estar juntos en el pasado de ambos, antes de que ella se marchara, esta noche decidió recorrer todo el tra_yecto hasta el día de hoy, en un acelerado borrón desde su época en Telluride y Nueva York, Venecia y la Guerra, hasta esta misma noche, con la salvedad de que allí, en París, era por la mañana, y ella salía de su habitación, iba a la estación de metro y viajaba hasta una parada en una banlieue donde, a decenas de metros de altura, se alzaba imponen____________________vió la mirada, sonriente, hablando sin prisa, como si, de algún modo, también pudiera verlo.bitación. Él la miró, sacudiendo lentamente la cabeza y ella le devolcontró la banda y la frecuencia, y de repente la imagen de sus labios mudos en la pared se deslizó suavemente hasta la sincronización y se puso a hablar. Una lejana voz de mujer adulta que se propagaba por el Éter de la noche con tanta claridad como si estuviera en la misma hator de radio, cuyos tubos resplandecieron en una neblina de añil, entidumbre, llegó al otro lado del laboratorio y, tras toquetear el recepño estudio con geranios en las ventanas donde Dally bebió café, se comió un brioche y se sentó junto a un panel de control mientras un operador con uno de esos bigotes puntiagudos franceses encontraba las coordenadas para Los Angeles, y sin saber muy bien cómo, Merle, de pie ahora, tambaleándose, estremeciéndose en una oleada de cerllón de vatios, un artefacto ya olvidado de la Guerra, donde él creyó reconocer un alternador Béthenod-Latour, y bajo la torre un pequete y abruptamente la antena de un transmisor inalámbrico de un mi

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