ELLA no debía estar así en el hospital. Su obligación era estar de pie, con una bata blanca y el estetoscopio. ¡No podía estar en la cama!
Levantó la cabeza e hizo un amago de incorporarse, pero unas fuertes manos la sujetaban.
– ¿Dónde crees que vas?
Era Tom.
– Tranquila, tranquila. Ya ha pasado todo. Todo el mundo está bien. Eres la única a la que hirieron.
– Kylie…
– Kylie está perfectamente. La policía ha detenido a Rod. Trató de disparar contra sí mismo, pero falló.
– Pero Tom, oí un disparo.
– También falló…
Hubo un silencio.
De pronto, Tom pareció colapsar.
– ¡Mi Annie! ¡Si supieras lo cerca que estuviste de…!
No pudo más. A pesar de estar llena de tubos por todas partes, la tomó en sus brazos y la abrazó con fuerza.
– Casi mueres y yo no sé lo que habría hecho si te me hubieras ido. ¡Gracias a Dios, la bala no dañó ninguna arteria! Tendrán que operarte en Melbourne y estarás bien. ¡Gracias por darme la oportunidad de rectificar.
– ¿De rectificar?
– Annie, estaba tan aterrado… La policía quería convencerlo para que saliera. Pero yo sabía que te estaban desangrando, así que los convencí para que usaran humo. No pude esperar fuera, tuve que entrar a por ti.
Tenía los ojos llenos de lágrimas.
– Durante todo este tiempo había estado negándome lo que me sucedía. No quería enfrentarme a ello. Me había enamorado de ti, incluso antes de la boda. Pero en mi vida, siempre me he sentido abandonado por aquellos a los que quería. Primero, mis padres me dejaron. Luego, mi abuela murió. Pensé que si me mantenía aislado y solo nadie podría hacerme daño. Entonces, llegó Hannah. Ella no daba concesiones. No podía no quererla y tuve que entregarle mi corazón.
Le besó tiernamente una mano.
– Cuando empecé a descubrir quien eras, no me importó dejarme llevar. De ahí que la idea de casarme contigo me pareciera preciosa. Pero cuando se hizo realidad, el temor a perderte predominaba por encima de todo. Quería mantenerte a distancia. Así jamás sufriría si decidías marcharte. Pero no me daba cuenta de que estaba coartando la posibilidad de una felicidad real.
Bajó los ojos.
– De pronto, cuando te vi en el suelo, bañada en sangre, me di cuenta de que por mucho empeño que pusiera, no podía soportar la idea de perderte y que el vacío en mi vida quedaría allí para siempre.
La miró con amor.
– Annie, sé que estás agotada y necesitas descansar, pero no podía esperar más para decirte que te amo, que te amo con todo mi corazón y que es así desde hace ya mucho tiempo.
– ¡Tom!
– Si todavía me quieres, desearía que fuéramos marido y mujer con todas las consecuencias.
– ¡Tirarías el tabique que separa los apartamentos!
– ¡Dame un pico y una pala que voy ahora mismo!
Ella sonrió débilmente.
– ¡Tom! Pensé que los sueños no se hacen realidad. Ahora sé que hice bien en no perder la esperanza.
– Odio pensar que esto se va a tener que acabar -dijo Annie, tendida al sol, mientras observaba a la niñera, con Hannah y los dos perros-. Sólo hemos explorado tres islas y quedan otras cinco. ¡Mañana volvemos a casa!
– Tengo noticias frescas para ti -dijo Tom mientras la besaba-. Sabes a sal.
– ¿Estaré más apetitosa?
– Eso es cuestión de probarlo -la agarró en brazos.
– ¿Qué haces?
– ¿Tú qué crees? ¿Estás pensando lo mismo que yo?
Annie se puso roja.
– Quizás -admitió-. Pero antes, cuéntame las noticias.
– El interino que nos está sustituyendo, se quedará fijo en el hospital. Eso significa no sólo que podemos quedarnos otra semana más, sino que podremos seguir la luna de miel en casa. Seremos inseparables, como Bonnie y Clyde, Fred y Ginger…
– Tom y Jerry, el gordo y el flaco -se rieron.
– Por tanto, tenemos todo el tiempo del mundo.
– ¿Por qué tienes tanta prisa entonces?
– Porque estoy empezando a darme cuenta de que no tengo tiempo suficiente en la vida para compartir contigo todo el amor que siento. Aunque viviésemos una eternidad, te amaría siempre.