Pasaron seis días antes de que pudiese volver a entrar en la habitación de Padre a mirar en la caja de camisas del armario.
El primer día, que era un miércoles, Joseph Fleming se quitó los pantalones y se lo hizo todo por el suelo del vestuario y empezó a comérselo, pero el señor Davis lo detuvo.
Joseph se lo come todo. Una vez se comió una de las pequeñas pastillas de desinfectante azul que cuelgan dentro de los váteres. Y una vez se comió un billete de 50 libras de la cartera de su madre. Y se come cuerdas y gomas elásticas y pañuelos de papel y papel de escribir y pinturas y tenedores de plástico. Además se da golpes con la barbilla y chilla un montón.
Tyrone dijo que en la caca había un caballo y un cerdo, así que yo le dije que no dijera tonterías, pero Siobhan dijo que no, que eran pequeños animales de plástico de la biblioteca que el personal usa para hacer que la gente cuente historias. Y Joseph se los había comido.
Así que yo dije que no pensaba ir a los lavabos porque había caca en el suelo, y me hacía sentir incómodo pensar en ello, incluso aunque el señor Ennison hubiese venido a limpiarlo todo. Y me mojé los pantalones y tuve que ponerme unos de recambio del armario de ropa de recambio de la habitación de la señora Gascoyne. Así que Siobhan dijo que yo podía utilizar los lavabos del personal durante dos días, pero sólo dos días, y entonces tendría que volver a usar los lavabos de los niños. E hicimos un trato.
El segundo, tercer y cuarto días, que eran jueves, viernes y sábado, no pasó nada interesante.
El quinto día, que era un domingo, llovió muchísimo. A mí me gusta que llueva mucho. Suena como ruido de fondo por todas partes, que es como el silencio pero no está vacío. Subí al piso de arriba y me senté en mi habitación y observé caer el agua en la calle. Caía con tanta intensidad que parecían chispas blancas (y esto también es un símil, no una metáfora). Y no había nadie por ahí porque todo el mundo estaba dentro de su casa. Y eso me hizo pensar en cómo estaba conectada toda el agua del mundo, y que esa agua se había evaporado de los mares en algún lugar del golfo de México o la bahía de Baffin, y estaba cayendo entonces delante de la casa y se escurriría hacia las alcantarillas y fluiría hasta una planta de tratamiento de aguas residuales donde la limpiarían y entonces iría a parar a un río y volvería al mar otra vez.
Y la noche del lunes Padre recibió una llamada telefónica de una señora cuya bodega se había inundado y tuvo que salir a arreglarlo con urgencia.
Si hay sólo una urgencia Rhodri va a arreglarla porque su esposa y sus hijos se fueron a vivir a Somerset, lo que significa que no tiene nada que hacer por las noches aparte de jugar a snooker y beber y ver la televisión, y necesita hacer horas extra para ganar dinero que mandarle a su esposa para ayudarla a cuidar de los niños. Y Padre tiene que cuidar de mí. Pero esa noche hubo dos urgencias, así que Padre me dijo que me portara bien y que lo llamara al móvil si había algún problema, y entonces se marchó en la furgoneta.
Así que fui a su habitación y abrí el armario y levanté la caja de herramientas de encima de la caja de camisas y abrí la caja de camisas.
Conté los sobres. Había 43. Todos iban dirigidos a mí con la misma letra.
Saqué uno y lo abrí.
Dentro estaba esta carta
3 de mayo
451c Chapter Road
Londres NW2 5NG
0208 887 8907
Querido Christopher:
¡Por fin tenemos nevera y cocina nuevas! Roger y yo fuimos al vertedero el fin de semana a tirar las viejas. Ahí es donde la gente lo tira todo.
Hay contenedores enormes para tres colores diferentes de botellas, cartones, aceite de motor y desperdicios de jardín y de la casa en general y objetos grandes (ahí fue donde dejamos la nevera y la cocina viejas).
Entonces fuimos a una tienda de objetos de segunda mano y compramos una nevera y una cocina nuevas. Ahora la casa se parece un poquito más a un hogar.
Anoche estaba mirando unas fotos viejas que me pusieron triste. Entonces encontré una foto tuya jugando con el tren que te compramos hace un par de navidades. Y ésa me puso contenta porque fue uno de los momentos verdaderamente buenos que pasamos juntos.
¿Te acuerdas de cómo jugabas con él todo el día y te negabas a irte a la cama por las noches porque aún estabas jugando? ¿Y te acuerdas de que te hablamos de los horarios de trenes y tú hiciste un horario y tenías un reloj y hacías que los trenes llegaran puntuales? Y había también una pequeña estación de madera y te enseñamos cómo la gente que quería viajar en tren iba a la estación a comprar un billete y luego se subía al tren. Y entonces sacamos un mapa y te enseñamos las pequeñas rayas que eran las líneas del tren que conectaban todas las estaciones. Y jugaste con él durante semanas y semanas y te compramos más trenes y tú supiste adonde se dirigían todos.
Me gusta muchísimo recordar eso.
Ahora tengo que irme. Son las tres y media de la tarde. Sé que siempre te gusta saber exactamente qué hora es. Y tengo que ir a la cooperativa a comprar un poco de jamón para prepararle la cena a Roger. Echaré esta carta al buzón de camino a la tienda. Con cariño,
Tu mamá
XXXXXX
Entonces abrí otro sobre. Esta era la carta que había dentro
312 Lausanne Road, primer piso
Londres N8 5BV
0208 756 4321
Querido Christopher:
Dije que quería explicarte por qué me había marchado cuando tuviera tiempo de hacerlo debidamente. Ahora tengo todo el tiempo del mundo. Así que estoy sentada en el sofá con esta carta y la radio puesta y voy a tratar de explicártelo.
Yo no era muy buena madre, Christopher. Quizá si las cosas hubiesen sido diferentes, si tú hubieses sido diferente, yo habría sido una madre mejor. Pero las cosas sencillamente salieron así.
Yo no soy como tu padre. Tu padre es una persona mucho más paciente. Simplemente acepta las cosas como son y si las cosas le alteran no lo demuestra. Pero yo no soy así, y no puedo hacer nada por cambiar eso.
¿Te acuerdas de aquella vez, cuando fuimos juntos de compras a la ciudad? ¿Y fuimos a Bentalls, que estaba hasta los topes de gente, y teníamos que comprar un regalo de Navidad para la abuela? Y tú estabas asustado por la cantidad de gente que había en la tienda. Era en plena época navideña, cuando todo el mundo va al centro. Y yo estaba hablando con el señor Land, que trabaja en la planta de objetos de cocina y que fue al colegio conmigo. Y tú te agachaste en el suelo y te tapaste las orejas con las manos interrumpiendo el paso a todo el mundo. Así que yo me enfadé, porque a mí tampoco me gusta ir de compras en Navidad, y te dije que te comportaras y traté de levantarte y apartarte. Pero tú gritaste y tiraste aquellos tazones de una estantería, que armaron gran estrépito. Y todo el mundo se volvió para ver qué pasaba. Y el señor Land estuvo muy amable pero había cajas y trozos de tazones rotos en el suelo y todo el mundo nos miraba y yo me fijé en que te habías mojado los pantalones, y me enfadé tanto que quise sacarte de la tienda pero tú no me dejabas tocarte y tan sólo seguiste ahí tirado en el suelo chillando y pataleando y vino el director y preguntó qué pasaba y yo ya no podía más, y tuve que pagar dos tazones rotos y luego esperar sencillamente a que dejaras de gritar. Y entonces tuve que llevarte andando hasta casa, lo que nos llevó horas, porque sabía que te negarías a volver a subir al autobús.
Y recuerdo que esa noche tan sólo lloré y lloré y que tu padre estuvo realmente encantador al principio, y te preparó la cena y te metió en la cama y dijo que esas cosas pasan y que todo iba a salir bien. Pero yo dije que ya no podía soportarlo más y al final se enfadó muchísimo y me dijo que me estaba comportando como una estúpida y que tenía que controlarme, y yo le pegué, lo cual estuvo muy mal, pero es que estaba muy alterada.
Teníamos un montón de peleas como ésa. Porque yo pensaba con frecuencia que ya no podía aguantar más. Y tu padre es verdaderamente paciente pero yo no lo soy, yo me enfado incluso aunque no pretenda hacerlo. Y al final ya casi no nos hablábamos porque sabíamos que acabaríamos peleándonos y que eso no nos llevaría a ninguna parte. Y yo me sentía realmente sola.
Y fue entonces cuando empecé a pasar mucho tiempo con Roger. Por supuesto que ya sé que siempre habíamos pasado mucho tiempo con Roger y Eileen. Pero yo empecé a ver a Roger a solas, porque con él podía hablar. Era la única persona con la que podía hablar de verdad. Y cuando estaba con él ya no me sentía sola.
Y sé que a lo mejor no entiendes nada de todo esto, pero quería intentar explicártelo para que lo supieras. Y aunque no lo entiendas ahora, puedes conservar esta carta y leerla más adelante y quizá lo entiendas entonces.
Y Roger me contó que él y Eileen ya no estaban enamorados, y que hacía muchísimo tiempo que ya no lo estaban. Lo que significaba que él también se sentía solo. Así que teníamos mucho en común. Y entonces nos dimos cuenta de que él y yo nos habíamos enamorado. Y él sugirió que yo dejara a tu padre y nos mudáramos juntos a otra casa. Pero yo dije que no podía dejarte a ti, y a él eso le puso triste pero entendió que tú eras realmente importante para mí.
Y entonces tú y yo tuvimos aquella pelea. ¿Te acuerdas? Fue acerca de tu cena, una noche. Yo te había preparado algo y tú no querías comértelo. Y llevabas días y días sin comer y se te veía muy flaco. Y empezaste a gritar y yo me enfadé y tiré la comida por toda la habitación, algo que sé que no debería haber hecho. Y tú cogiste la tabla de cortar y me la tiraste, y me diste en un pie y me rompiste los dedos. Entonces, por supuesto, tuvimos que ir al hospital y me pusieron aquel yeso en el pie. Y después, en casa, tu padre y yo tuvimos una gran pelea. Él me echó la culpa por enfadarme contigo. Y dijo que tan sólo tenía que darte lo que quisieras, incluso aunque sólo fuera un plato de lechuga o un batido de fresa. Y yo dije que sólo trataba de hacerte comer algo saludable. Y él dijo que tú no podías evitarlo. Y yo dije que tampoco yo podía evitarlo y que sencillamente perdía los estribos. Y tu padre dijo que si él podía controlar los nervios, yo bien podía controlar también mis malditos nervios. Y la cosa siguió y siguió.
Y yo no pude caminar bien durante un mes entero, ¿te acuerdas?, y tu padre tuvo que cuidar de ti. Y recuerdo miraros a los dos y veros juntos y pensar en que tú eras realmente distinto con él. Mucho más tranquilo. Y no os gritabais el uno al otro. Y eso me ponía triste porque era como si tú en realidad no me necesitaras para nada. Y de alguna manera, eso era aún peor que lo de que tú y yo discutiéramos todo el rato, porque era como si yo fuera invisible.
Y creo que fue entonces cuando me di cuenta de que tú y tu padre probablemente estaríais mejor si yo no vivía en casa. Así él sólo tendría una persona que cuidar en lugar de dos.
Entonces Roger dijo que había pedido un traslado en el banco. Eso significa que les pidió si podían darle un empleo en Londres, y que se marchaba. Me preguntó si quería irme con él. Pensé en ello mucho tiempo, Christopher. De verdad que lo hice. Y me rompió el corazón, pero al final decidí que sería mejor para todos nosotros que yo me fuera. Así que le dije que sí.
Pretendía decirte adiós. Iba a volver a recoger un poco de ropa cuando tú regresaras del colegio. Y entonces te explicaría lo que estaba haciendo y te diría que iría a verte tan a menudo como pudiese y que tú podrías venir a Londres de vez en cuando para quedarte con nosotros. Pero cuando llamé a tu padre me dijo que no podía volver. Estaba enfadado de verdad. No me dejó hablar contigo. Yo no sabía qué hacer. Tu padre dijo que era una egoísta y que nunca volvería a poner los pies en esa casa. Así que no lo he hecho. Pero en cambio te he escrito todas estas cartas.
Me pregunto si entiendes lo que te estoy contando. Sé que debe de resultarte difícil. Pero confío en que puedas entenderlo un poquito.
Christopher, nunca he pretendido hacerte daño. Pensé que lo que hacía era lo mejor para todos nosotros. Confío en que lo sea. Y quiero que sepas que nada de esto es culpa tuya.
Solía soñar que las cosas serían mejores. ¿Te acuerdas de que tú solías decir que querías ser astronauta? Bueno, pues yo solía soñar que, en efecto, eras un astronauta y que salías en la tele y yo pensaba: «Ése es mi hijo». Me pregunto si ahora sigues queriendo serlo. ¿O quieres ser otra cosa? ¿Todavía sigues con las matemáticas? Espero que sí.
Por favor, Christopher, escríbeme alguna vez, o llámame por teléfono. El número está al principio de la carta.
Muchos besos,
Tu madre
XXXXXX
Entonces abrí un tercer sobre. Ésta es la carta que había dentro
18 de septiembre
312 Lausanne Road, primer piso
Londres N8
0208 756 4321
Querido Christopher:
Bueno, te dije que te escribiría cada semana, y lo he hecho. En realidad ésta es la segunda carta de esta semana, así que lo estoy haciendo incluso mejor de lo que te dije.
¡Tengo un empleo! Estoy trabajando en Camden, en Perkin y Rashid, que son peritos jurados. Eso significa que van por ahí mirando casas y deciden cuánto costarían y qué obras habría que hacer en ellas y cuánto costarían esas obras. Y también deciden cuánto costaría construir nuevas casas, oficinas y fábricas.
Es una oficina agradable. La otra secretaria es Angie. Su escritorio está cubierto de ositos y animalitos de peluche y fotografías de sus hijos (así que he puesto una foto tuya en un marco sobre mi escritorio). Es realmente simpática y siempre salimos juntas a almorzar.
No sé cuánto tiempo permaneceré aquí, sin embargo. Tengo que sumar montones de cifras para cuando mandamos facturas a nuestros clientes y yo no soy muy buena con esas cosas (¡tú lo harías mucho mejor que yo!).
La empresa la dirigen dos hombres que se llaman señor Perkin y señor Rashid. El señor Rashid es de Pakistán y es muy severo y siempre quiere que trabajemos más rápido. Y el señor Perkin es raro (Angie lo llama Perkin el Pervertido). Cuando se acerca a mí para preguntarme algo siempre me apoya la mano en el hombro y se agacha, de forma que su cara quede muy cerca de la mía, y puedo olerle la pasta de dientes y eso me pone los pelos de punta. Y el sueldo no es muy bueno, además. O sea, que me buscaré algo mejor en cuanto tenga la oportunidad.
El otro día fui al Alexandra Palace. Es un gran parque que hay justo al volver la esquina desde nuestra casa, y es una enorme colina con un gran centro de congresos en la cima, y me hizo pensar en ti porque si vinieras podríamos ir allí a hacer volar cometas o a ver los aviones llegar al aeropuerto de Heathrow y sé que eso te gustaría.
Ahora tengo que irme, Christopher. Te estoy escribiendo esto en mi hora de almorzar (Angie está de baja con la gripe, así que no podemos comer juntas). Por favor, escríbeme alguna vez y cuéntame cómo estás y qué tal te va en el colegio.
Espero que recibieras el regalo que te mandé. ¿Lo has resuelto ya? Roger y yo lo vimos en una tienda en el mercado de Camden y sé que siempre te han gustado los rompecabezas. Roger trató de separar las dos piezas antes de que lo envolvieran y no lo consiguió. Dijo que si tú conseguías hacerlo es que eras un genio.
Te mando montones y montones de cariño,
Tu madre
XXXXXX
Y ésta era la cuarta carta
23 de agosto
312 Lausanne Road, primer piso
Londres N8
Querido Christopher:
Siento no haberte escrito la semana pasada. Tuve que ir al dentista para que me sacaran dos muelas. Quizá no te acuerdes de cuando tuvimos que llevarte a ti al dentista. No dejabas que nadie te metiera la mano en la boca, así que tuvimos que hacer que te durmieran para que el dentista pudiera quitarte un diente. Bueno, a mí no me durmieron, tan sólo me dieron lo que se llama un anestésico local, que significa que no puedes sentir nada en la boca, lo que a mí ya me estuvo bien, porque tuvieron que serrarme el hueso para poder sacarme la muela. Y no me dolió nada. De hecho me estaba riendo porque el dentista tuvo que dar tantos tirones que a mí me parecía divertido. Pero cuando llegué a casa empezó a despertarse y a dolerme y tuve que tumbarme dos días en el sofá y tomar un montón de analgésicos…
Entonces dejé de leer la carta porque estaba mareado.
Madre no había tenido un ataque al corazón. Madre no se había muerto. Madre había estado viva todo el tiempo. Y Padre me había mentido sobre eso.
Me esforcé mucho en pensar si había otra explicación, pero no se me ocurrió ninguna. Y entonces ya no pude pensar en nada en absoluto porque mi cerebro no estaba funcionando correctamente.
La cabeza me daba vueltas. Era como si la habitación se estuviese meciendo de lado a lado, como si estuviera en lo más alto de un edificio altísimo y un viento muy fuerte balancease el edificio hacia atrás y hacia delante (esto también es un símil). Pero sabía que la habitación no podía estar meciéndose, así que debía de ser algo que estaba pasando dentro de mi cabeza.
Rodé por la cama y me acurruqué hasta hacerme un ovillo.
Me dolía el estómago.
No sé qué pasó entonces porque hay una laguna en mi memoria, como si hubiesen borrado un trocito de la cinta. Pero sé que debió de pasar un montón de tiempo porque más tarde, cuando volví a abrir los ojos, vi que al otro lado de la ventana estaba oscuro. Y había vomitado, porque había vómito por todas partes, encima de la cama y en mis manos y en mis brazos y en mi cara.
Pero antes de eso oí que Padre entraba en la casa y me llamaba, que es otra razón por la que sé que había pasado un montón de tiempo.
Y era extraño porque él me llamaba «¿Christopher…? ¿Christopher…?» y yo veía mi nombre escrito a medida que él lo pronunciaba. Con frecuencia veo escrito lo que alguien dice como si apareciera en una pantalla de ordenador, en especial si está en otra habitación. Pero eso no era en una pantalla de ordenador. Podía verlo escrito muy grande, como si estuviera en un gran anuncio en el lateral de un autobús. Y estaba escrito con la letra de mi madre, así
Y entonces oí que Padre subía por la escalera y entraba en la habitación. Dijo:
– Christopher, ¿qué demonios estás haciendo?
Y supe que estaba en la habitación, pero su voz sonaba débil y lejana, como suenan a veces las voces de la gente cuando yo estoy gimiendo y no quiero que estén cerca de mí. Y Padre dijo:
– ¿Qué coño estás…? Ése es mi armario, Christopher. Ésas son… no, mierda… Mierda, mierda, mierda.
Entonces no dijo nada durante un rato.
Entonces me puso una mano en el hombro y me volvió sobre un costado y dijo:
– Santo Dios.
Pero no me dolió cuando me tocó, como me pasa normalmente. Le vi tocarme, como si estuviese viendo una película que pasaba en la habitación, pero apenas sentía su mano. Era como sentir el viento en la piel.
Y entonces volvió a quedarse callado un rato. Entonces dijo:
– Lo siento, Christopher. Lo siento mucho, muchísimo.
Y entonces me di cuenta de que había vomitado, porque sentía algo húmedo encima de mí y podía olerlo, como cuando alguien vomita en el colegio.
Entonces Padre dijo:
– Has leído las cartas.
Entonces oí que estaba llorando porque su respiración sonaba como burbujeante y mojada, como suena cuando alguien está resfriado y tiene muchos mocos en la nariz. Entonces dijo:
– Lo hice por tu bien, Christopher. De verdad que sí. Nunca pretendí mentirte. Tan sólo pensé que… Tan sólo pensé que era mejor que no supieras… que… que… Yo no quería… Iba a enseñártelas cuando fueras mayor.
Entonces volvió a quedarse callado. Luego dijo:
– Fue un accidente.
Entonces dijo:
– Yo no sabía qué decir… Estaba tan hecho polvo… Ella dejó una nota y… Entonces llamó por teléfono y… Dije que estaba en el hospital porque… porque no sabía cómo explicártelo. Era todo tan complicado. Tan difícil. Y yo… dije que estaba en el hospital. Y ya sé que no era verdad. Pero una vez dicho eso ya no pude… ya no pude cambiarlo. ¿Lo comprendes… Christopher? ¿Christopher…? Es sólo que… la cosa se me fue de las manos y desearía que…
Entonces se quedó callado un rato realmente largo.
Entonces me tocó en el hombro otra vez y dijo:
– Christopher, vamos a limpiarte un poco, ¿vale?
Me apretó un poquito el hombro, pero yo no me moví. Y él dijo:
– Christopher, voy a ir al cuarto de baño y te voy a llenar una bañera de agua caliente. Entonces voy a volver aquí y a llevarte al baño, ¿de acuerdo? Así podré meter las sábanas en la lavadora.
Entonces oí que se levantaba e iba al baño y abría los grifos. Oí que el agua corría en la bañera. Durante un rato no volvió. Entonces volvió y me tocó en el hombro otra vez y dijo:
– Vamos a hacer esto con muchísimo cuidado, Christopher. Vamos a sentarte y a quitarte la ropa y a meterte en la bañera, ¿de acuerdo? Tendré que tocarte, pero no va a pasar nada.
Entonces me incorporó y me hizo sentarme en un lado de la cama. Me quitó el jersey y la camisa y los dejó sobre la cama. Entonces me hizo levantarme y caminar hasta el baño. Yo no grité. Y no luché. Y no le pegué.