NOTA DE LA AUTORA

Esta novela se originó en el asombro de descubrir lo desconocido en una historia que, por antigua, creía conocer de toda la vida.

Aunque siempre sentí fascinación por la narración bíblica del principio del mundo y sus primigenios protagonistas, la idea de reconstruir el drama de Adán y Eva en el Paraíso Terrenal fue el resultado de un hecho fortuito.

Forzada a esperar largo rato en la biblioteca de un familiar -una habitación pequeña con estantes en las cuatro paredes y cajas con tomos polvorientos apiladas en el suelo-, mis ojos vagaron por los anaqueles hacia los lomos de los libros. Sabía que eran ejemplares antiguos que el dueño terminaba de desempacar de una bodega donde habían estado guardados muchos años. Una colección de volúmenes marrones cuyos lomos acusaban el paso del tiempo llamó mi atención. Sobre el canto, en letras doradas, se leía el título: Libros sagrados y literatura antigua de Oriente. Más abajo especificaba: Babilonia, India, Egipto… hasta llegar al último tomo titulado: Grandes libros secretos.

Tomé este misterioso ejemplar y abrí intrigada sus amarillentas páginas. Según la introducción, se trataba de textos apócrifos, versiones del Viejo y Nuevo Testamento que, si bien habían sido escritas en la antigüedad, lo mismo que las versiones oficiales que componen la Biblia que hoy conocemos, no habían sido incorporadas por distintas razones al canon eclesiástico. Era una recopilación, afirmaba, de los grandes libros rechazados por quienes editaron los textos sagrados. Entre éstos figuraban los libros de Enoch, el Apocalipsis de Baruk, El Libro Perdido de Noé, Los Evangelios de Nicodemo y los Libros de Adán y Eva, que incluían: Las vidas de Adán y Eva, el Apocalipsis de Moisés y el libro Eslavónico de Eva.

Presa de la excitación de quien hace un apasionante descubrimiento, leí en primer lugar el texto sobre las vidas de Adán y Eva. La narración se iniciaba con la salida de ellos del Paraíso y contaba los trabajos y desconciertos que pasaron al encontrarse súbitamente despojados de todos sus privilegios en un mundo solitario y desconocido. Leyendo el texto apócrifo evoqué tan vívidamente la historia que aquella tarde decidí escribir sobre Adán y Eva.

Me tomó varios años investigar manuscritos e historias bíblicas perdidas. La búsqueda me condujo desde los pergaminos de la biblioteca de Nag Hammadi, encontrados por pastores en las cuevas del Alto Egipto en 1944, a los famosos y crípticos Pergaminos del mar Muerto, hallados en Wadi Qumran en 1947, hasta los Midrás, comentarios escritos durante siglos por doctos rabinos judíos, en su afán de aclarar el lenguaje poético, a veces oscuro, a veces contradictorio del Viejo Testamento.

Descubrí así que aunque Adán y Eva sólo ocupan cuarenta versículos del Génesis, su historia y la de sus hijos: Caín y Abel, Luluwa y Aklia, aparecen en numerosas relaciones e interpretaciones arcaicas.

Alimentada por estas lecturas llenas de revelaciones y fantásticas inferencias, di rienda suelta a mi imaginación para evocar en esta novela los entretelones insospechados de este antiguo drama, el paisaje surrealista del Paraíso y la vida de esta inocente, valiente y conmovedora pareja.

Sin ser religiosa, pienso que hubo una primera mujer y un primer hombre y que esta historia bien pudo haber sido la suya.

Ésta es pues una ficción basada en las muchas ficciones, interpretaciones y reinterpretaciones que alrededor de nuestro origen ha tejido la humanidad desde tiempos inmemoriales.

Es, en su asombro y desconcierto, la historia de cada uno de nosotros.


Gioconda Belli

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