TEXTOS ESCRITOS PARA EL BLOG
MARZO DE 2009 – JUNIO DE 2010
Traducción de Pilar del RíoTítulo original: O Caderno 2© 2010, José Saramago
Un regalo inesperado
El 18 de junio de 2009, un año antes del día que iba a morir, José Saramago anotó en este que sería su último cuaderno:«Hace más de treinta años escribí: Castelo Novo es una de las más conmovedoras memorias del viajero. Tal vez un día vuelva, tal vez no vuelva nunca, tal vez evite volver, porque hay experiencias que no se repiten. El viajero no volverá a hablar de la hora, de la luz, de la atmósfera húmeda. Pide sólo que nada de esto sea olvidado mientras por las empinadas calles sube. Queden, pues, la luz y la hora ahí paradas, en el tiempo y en el cielo.»Y se pararon, sí, la luz y la hora, justo un año después de aquel viaje en que José Saramago leyó estas palabras para el grupo de amigos que le acompañaba y todos supimos entonces, con la experiencia de nuestras propias vidas, que no volveríamos a sentarnos en las escalinatas de la fuente de Castelo Novo, que oír la voz entrecortada por la emoción del escritor viajero era un privilegio que no se repetiría nunca más. José Saramago recorría su país, el que describió en el formidable libro Viaje a Portugal, pues en su último tiempo se empeñó en iniciar una ruta nueva, El Camino de Salomón, para respirar una vez más aires conocidos y decir adiós a los paisajes que antes había iluminado. Así son las despedidas de los hombres que saben que han nacido de la tierra y que a la tierra vuelven, pero abrazados a ella, con esa especie de inmortalidad que ofrece el suelo del que nos levantamos cada día, con nuevas experiencias incorporadas. Las de quienes son suelo y tierra, nuestro sustento, tal vez nuestra alma.El último cuaderno de Saramago no es un libro triste. Tampoco contiene tanta indignación como Umberto Eco dice en su prólogo, escrito para los primeros textos y del que Saramago se hace eco en un juego insólito protagonizado por dos opinantes sin remedio, que no sólo no nacieron mudos sino que con el pasar del tiempo encontraron muchas palabras para decirnos a todos unas cuantas verdades. Qué suerte tenemos de poder leerlos. No es éste un libro triste, digo, no es un libro tronante, es, simplemente, una despedida. Por eso, José Saramago, pese a estar atento a la anécdota del día o al suceso terrible, pese a usar el humor y la ironía y emplearse a fondo en la compasión, busca también en sus archivos y rescata textos dormidos que son actuales y nos los deja como regalos inesperados, no como un testamento, simplemente ofrendas íntimas que desvelan pasiones y sueños. Pessoa, por ejemplo. Con trazos poéticos pinta el retrato que de sí mismo haría el autor del Libro del desasosiego, o nos acerca al mundo de Kafka, o a la inevitable tristeza de Charlot, o nos describe la soberbia aventura de coronar la cima de la Montaña Blanca, en Lanzarote, un Everest para quien sale de casa con calzado inadecuado, al caer la tarde, sin linterna, mascarilla de oxígeno, sin un mísero bastón para apoyarse en la bajada, seiscientos metros, una nadería para un alpinista en la flor de la edad, una proeza a los setenta años.Y sigue Saramago contando el lenguaje de los ríos, de las aguas que bajan tumultuosas en el río Castril o las mansas de su aldea, Azinhaga, y se enfrenta no una, sino muchas veces con la cosa Berlusconi, esa cosa, sí, habrá que repetirlo porque ahí sigue; se complace en escritores de su idioma, Agustina Bessa-Luís, Aquilino Riveiro, Raúl Brandão, o en Gabo, no hay que decir el apellido del colombiano y mexicano, como lo presentó Carlos Fuentes una noche en México y luego de Saramago dijo que era portugués y mexicano, y fue la definición más hermosa y más real, tantas patrias como hombres tiene la tierra, todos semejantes unos a otros, como se vio en aquel acto de celebración de la literatura en una región que fue transparente y hoy, ay, no lo es, pese a la expresa voluntad de los mejores. También José Saramago se complace escribiendo sobre Galeano o María João Pires, y se indigna, sí, ahí se indigna, cuando ve África desde su ventana y no puede arrullar al continente que otros han depredado y lo siguen haciendo, porque codicia es lo que más hay en la tierra, no paisaje, como erróneamente escribió hace años. En este cuaderno último dice que la muerte es negra en África pero las armas que matan son blancas, tal vez la muerte de hambre también sea blanca, quién sabe, si no vamos al lugar en el que están los que mueren, no vemos a los que matan o mandan matar, estamos enzarzados en disputas domésticas mientras el lobo se come todos los corderos. Y Dios, las religiones, estas humanísimas invenciones, son otro asunto en el que entra Saramago, ateo confeso, que ser agnóstico le parece como ser del partido de en medio, una forma de estar y no estar, y desde su militante ateísmo le propone a las dos grandes confesiones monoteístas que se inventen un tercer Dios, no el del Cristianismo ni el del Islam, un Dios ecuménico que pueda ser adorado por unos y otros y así se acaben las guerras de religión y se ponga fin a la terrible función de esos niños vestidos de negro que las familias entregan para que otros los adiestren y sean mártires. Esto ocurre en Yemen y los niños son como nuestros hijos, miran igual, ansían tener un cochecito con ruedas con el que jugar ladera abajo. Tal vez mañana uno de ellos muera matando en nombre de Dios, pero Saramago no estará para escribir el epitafio, no el del niño, del que no nos llegará el nombre ni el color de sus ojos, sino el epitafio por las iglesias que siguen azuzando los instintos en vez de la razón que nos hace pensar, sublevarnos y quizá ser libres para decir no a las impostaciones. «No» es la palabra preferida del escritor que nos acompañará unas líneas más adelante, tengan un poco de paciencia.Éste es un libro de vida, un tesoro, un Saramago que nos habla al oído para decirnos que el problema no es la justicia, sino los jueces que la administran en el mundo, sea en Guatemala, en España o en Estados Unidos. Que defiende a Garzón con la misma fuerza con que se pone al lado de las víctimas, las de África, ya mencionadas, las que en España se quedaron en cunetas tras una guerra que ellos no declararon y nadie, setenta años después, había vindicado hasta que llegaron nietos intrépidos y encontraron a un juez que los oyó y todos, por ese hecho, nos pusimos a hablar e incluso a decir disparates, como si enterrar a los muertos no fuera obligación humana, sólo mandamiento divino para los que se dicen elegidos. A veces Saramago se deja ir en sueños, recupera árboles con Jean Giono, o películas que son la sal de la tierra, o le dice a Almodóvar que con Volver roza la belleza absoluta pero le pone deberes, le señala que tendrá que traducir a imágenes la gran película de la muerte, él que hizo la descripción de una forma de vivir Madrid, tan célebre. O escribe las más bellas palabras de amor en una carta que María Magdalena le dirige a Jesús:«Y cuando, algunos días después, Jesús fue a reunirse con los discípulos, yo, que caminaba a su lado, le dije: “Miraré tu sombra si no quieres que te mire a ti”, y él me respondió: “Quiero estar donde esté mi sombra, si es allí donde van a estar tus ojos”. Nos amábamos y decíamos palabras como éstas, no porque fueran bellas y verdaderas, si es posible que sean una cosa y otra al mismo tiempo, sino porque presentíamos que el tiempo de las sombras estaba llegando y era preciso que comenzásemos a acostumbrarnos, todavía juntos, a la oscuridad de la ausencia definitiva.»Este último cuaderno no abarca un año. De pronto sintió que le quedaban dos libros por escribir y se empeñó en ellos las veinticuatro horas del día. En uno que lleva por título Caín se enfrenta al Dios de la Biblia, le confronta con las muertes que provoca, desde Abel hasta los niños de Sodoma y Gomorra, también calcinados por pecados -«¿qué es eso del pecado?» se ha preguntado insistentemente Saramago- que ellos, los niños recién nacidos, no habrían podido cometer, hasta el Diluvio Universal, el mundo entero ahogado, un tsunami definitivo que sólo respetaría a Noé y a su dudosa estirpe de no haber mediado Caín para poner punto y final a una historia que no merece ser contada en esa clave de sangre y castigo. Caín es un grito agónico, no dramático, tal vez trágico, un «no nos toméis más el pelo, ya somos mayores», porque el día que el último hombre muera también Dios morirá y todos los sistemas creados en torno a la vida eterna no serán más que partículas de la nada. Para escribir este libro dejó José Saramago de entrar de forma asidua en su blog y luego, contando sus días, empezó otra novela, tenía título, Alabardas, Alabardas, espingardas, espingardas, un verso de Gil Vicente, iba ya comenzada cuando la muerte vino a alterar todos los planes y a disgustar a los lectores. La muerte, esa cosa sí absoluta, ese vacío interminable que a todos nos hiela y nos petrifica, da igual quién muera, si uno mismo, si el otro que se ama. O sea, que José Saramago no pudo contar la historia de los trabajadores de las fábricas de armas, aunque esboza la idea en este cuaderno, cuando lleguen a la página verán a qué me refiero.Faltaban pocos días para que José Saramago muriera, ya no podía escribir pero dictó dos entradas en su blog. La penúltima la provocó el juez Garzón saliendo de la Audiencia Nacional, expulsado por sus pares, abrazado por algunos compañeros, aplaudido por funcionarios y amigos. Entonces Saramago lloró con Garzón, sintió rabia e impotencia porque estaba vivo y dictó porque sus manos temblaban sobre el teclado. La última entrada en su blog son dos palabras. Era mediodía, también estaba viendo un informativo en televisión y así, por ese medio, supo que un compañero suyo, un escritor sueco, se había sumado a una flotilla que pretendía romper un cerco terrible contra Palestina. Y Saramago, que de cercos sabía mucho, dijo sólo «Obrigado, Mankell», «Gracias, Mankell», y en estas dos palabras resumió todo, la admiración, la solidaridad, el respeto, la impotencia, su vida de persona que no se resigna, la gratitud ante quien no desfallece. Y luego murió y ya no habrá nada más que contar, no habrá más cuadernos, esa mirada oblicua para ver el revés de las cosas, la frontal, sin bajar nunca la cabeza ante el poder, sí para besar, la ironía, la curiosidad, la sabiduría de quien no habiendo nacido para contar sigue contando, y con qué actualidad ahora que ya no está y tanta falta nos sigue haciendo. Bendito sea José Saramago, autor de este último cuaderno, que fue capaz de escribirlo pensando en nosotros, sus lectores.PILAR DEL RÍO
Un bloguero llamado Saramago [*] Curioso personaje, este Saramago. Tiene ochenta y siete años y (según dice) algunos achaques, ha ganado el Premio Nobel, distinción que le permitiría no volver a producir nada porque, total, en el Panteón va a entrar en cualquier caso (el muy tacaño Harold Bloom lo ha definido como «el novelista más dotado de talento de los que siguen con vida… uno de los últimos titanes de un género en vías de extinción»), y le vemos escribiendo un blog en el que la toma con todo el mundo en general, atrayéndose polémicas y excomuniones de muchos sitios -a menudo no porque diga cosas que no deba decir, sino porque no pierde el tiempo en medir los términos que emplea-, y tal vez lo haga a propósito.Pero ¿cómo?, ¿él precisamente? ¿Él, que cuida la puntuación hasta el extremo de hacer que desaparezca, que en su crítica moral y social no afronta jamás los problemas de frente sino que los rodea poéticamente bajo las formas de lo fantástico y de lo alegórico, de modo que su lector (pese a sospechar que de te fabula narratur) debe poner algo de su parte para entender adónde quiere ir a parar el apólogo; él, que -como en su Ceguera- hace que el lector viaje en una niebla láctea en la que ni siquiera los nombres propios, en los que tan parco es, dan una señal claramente reconocible; él, que en su Ensayo sobre la lucidez se inclina por una decidida opción política basándose en enigmáticas papeletas blancas? ¿Y este escritor fantasioso y metafórico viene a decirnos como si tal cosa que Bush es de «una ignorancia abismal, de una expresión verbal confusa perennemente atraída por la irresistible tentación del puro despropósito», un cowboy que ha confundido el mundo con una manada de bueyes, que ni siquiera sabemos si piensa realmente (en el sentido más noble de la palabra), un robot mal programado que confunde constantemente los mensajes que están grabados en su interior, un mentiroso compulsivo, corifeo de todos los demás mentirosos que le han aplaudido y servido en los últimos años? ¿Y es este delicado tejedor de parábolas el que emplea palabras que no dejan lugar a la duda cuando define al propietario de la editorial que lo publica en Italia? ¿Y es ese ateo manifiesto, para quien Dios es «el silencio del universo y el hombre, el grito que da sentido a ese silencio», el que saca otra vez a escena a Dios con tal de preguntarse qué pensará de Ratzinger? ¿Y quien, militante comunista (tenazmente aún), no duda en gritar que «la izquierda no tiene ni la más mísera idea del mundo en el que vive», quejándose, por si fuera poco, de no haber recibido respuesta (qué sé yo, una expulsión, una excomunión por lo menos)? ¿Y quien se arriesga a una acusación de antisemitismo por haber criticado la política del gobierno de Israel, olvidándose sin más, al sentirse tan airadamente partícipe en las desventuras palestinas, de recordar -como cualquier equilibrado análisis exigiría- que no falta quien niegue el derecho a la existencia de Israel? Nadie tiene en cuenta, sin embargo, que cuando habla de Israel, Saramago está pensando en Yahvé, «dios rencoroso y feroz», y en tal sentido no resulta más antisemita que antiario o desde luego anticristiano, dado que para cada religión intenta arreglar sus propias cuentas con Dios -que, evidentemente, se llame como se llame en los distintos idiomas, le cae rematadamente mal-. Y que a uno le caiga rematadamente mal Dios es sin duda motivo de ira furibunda contra todos aquellos que de él se sirven como escudo.Si tuviera siempre en cuenta los pros y los contras, Saramago sabría también que hay maneras y maneras incluso en la invectiva. Cito (de memoria) a Borges que citaba (de memoria tal vez) al doctor Johnson que citaba el caso de un fulano que insultaba de esta manera a su adversario: «Señor, vuestra esposa, con el pretexto de regentar un burdel, vende telas de contrabando». Saramago, por el contrario, no se anda con tantos cumplidos, es decir, se deja de rodeos y en su actividad de comentarista cotidiano de la realidad que le circunda se toma la revancha de toda la vaguedad oblicua de sus fabulaciones.Se ha hablado del ateísmo militante de Saramago. En efecto, sus polémicas no se dirigen contra Dios: una vez admitido que su «eternidad es sólo la de un eterno no ser», Saramago podría haberse quedado tranquilo. Su rencor se dirige contra las religiones (y por esa razón le atacan desde distintos frentes: negar a Dios es algo que se le concede a todo el mundo, polemizar con las religiones pone en discusión las estructuras sociales).En una ocasión, estimulado precisamente por una de las intervenciones antirreligiosas de Saramago, reflexioné sobre la célebre definición marxista según la cual la religión es el opio del pueblo. ¿Sería verdad que todas las religiones poseen esa virtus adormecedora? Saramago ha arremetido en distintas ocasiones contra la religión como germen de conflictos: «Las religiones, todas sin excepción, no servirán nunca para acercar y reconciliar a los hombres; todo lo contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de una monstruosa violencia física y espiritual que constituye uno de los más tenebrosos capítulos de la mísera historia humana» {La Repubblica, 20 de septiembre de 2001).Saramago concluía en otra ocasión que «si todos fuéramos ateos, viviríamos en una sociedad más pacífica». No estoy seguro de que tenga razón, y parece como si el papa Ratzinger le hubiera contestado indirectamente en su encíclica Spe salvi, donde decía que el ateísmo de los siglos XIX y XX, por más que se haya presentado como una forma de protesta contra las injusticias del mundo y de la historia universal, es el que ha provocado que «de tales premisas se hayan derivado las mayores crueldades y violaciones de la justicia».Tal vez estuviera pensando Ratzinger en gente descreída como Lenin y Stalin, pero se olvidaba de que en las banderas nazis aparecía escrito Gott mit uns (que significa «Dios está con nosotros»), que falanges de capellanes militares bendecían los gallardetes fascistas, que se inspiraba en principios religiosísimos y se apoyaba en los Guerrilleros de Cristo Rey un culpable de tantas masacres como Francisco Franco (aparte de los crímenes de sus adversarios, fue él en todo caso quien empezó), que religiosísimos eran los vendeanos en su lucha contra los republicanos, quienes se habían inventado incluso una diosa Razón, que católicos y protestantes se han masacrado alegremente durante años y años, que tanto los cruzados como sus enemigos estaban impulsados por motivos religiosos, que para defender la religión romana se dejaba que los leones devoraran a los cristianos, que por razones religiosas se han encendido muchas hogueras, que religiosísimos son los fundamentalistas musulmanes, los terroristas de las Torres Gemelas, Osama y los talibanes que bombardearon las estatuas de Buda, que son razones religiosas las que oponen a la India y Pakistán, y, para terminar, que fue al grito de God bless America como invadió Bush Irak.Por todo ello se me ocurre la reflexión de que si la religión en ocasiones es o ha sido tal vez el opio del pueblo, más a menudo ha sido su cocaína. Creo que ésa es también la opinión de Saramago y le regalo la definición -y su responsabilidad.El Saramago bloguero se muestra siempre irritado. Pero ¿existe realmente un hiato entre esta práctica de indignación cotidiana acerca de lo transeúnte y la dedicación a la escritura de «opúsculos morales» válidos para los tiempos pasados y los futuros? Escribo este prólogo porque creo tener una experiencia en común con el amigo Saramago, que es la de escribir libros (por un lado) y tener a mi cargo (por otro) una columna de crítica de costumbres en un semanario. Al ser este segundo tipo de escritura más claro y divulgativo que el primero, son muchos quienes me preguntan si lo que hago es trasvasar a esas breves piezas periodísticas reflexiones más ampliamente desarrolladas en los libros mayores. Qué va, contesto, la experiencia me enseña (pero creo que se lo enseña a cualquiera que se halle en una situación análoga) que es la reacción irritada, el impulso que lleva a la sátira, la estocada crítica escrita al hilo de la actualidad lo que proporciona más adelante el material para una reflexión ensayística o narrativa más extensa. Es la escritura cotidiana la que inspira las obras de mayor empeño, y no al contrario.Y por eso yo diría que, en estos breves escritos suyos, Saramago sigue alimentando su experiencia del mundo tal como desgraciadamente es, para revisarla posteriormente con más serena distancia sub specie de moralidad poética (y en ocasiones peor de lo que es, por más que parezca imposible ir más allá).Y además, ¿realmente se muestra siempre tan airado este maestro de la filípica y de la catilinaria? Me da la impresión de que junto a la gente a la que odia está también la gente a la que ama, y así hallamos piezas afectuosas dedicadas a Pessoa (no es uno portugués en vano), o a Amado, a Fuentes, a Federico Mayor, a Chico Buarque de Hollanda, que nos demuestran lo poco envidioso que es este escritor respecto a sus colegas y cómo sabe trazar de todos ellos delicadas y tiernas miniaturas.Por no hablar de cuando el análisis de la actualidad desemboca en temas (y aquí estamos de vuelta a los mayores asuntos de su narrativa) como los grandes problemas metafísicos, la realidad y la apariencia, la naturaleza de la esperanza, cómo son las cosas cuando no las estamos mirando.Entonces vuelve a escena el Saramago filósofo-narrador, ya no irritado sino meditabundo, e inseguro. Con todo, no nos disgusta tampoco cuando se enfurece. Resulta de lo más simpático.
UMBERTO ECO
Marzo de 2009
Día 23
Funes & Funes
Hace años, bastantes ya, en un viaje que de Canadá nos llevó a Cuba, hicimos parada en Costa Rica y El Salvador. De esta última visita quiero hablar hoy. Como siempre sucede cuando voy viajando por ahí, di algunas entrevistas, la más importante de ellas a Mauricio Funes, ahora presidente electo de El Salvador. No lo conocía de antes. Tuve la grata sorpresa de encontrar, no a un periodista más o menos al servicio del poder, encargado de convencer al recién llegado escritor de las virtudes de un régimen basado en la más feroz represión, responsable directo, desde el gobierno a las fuerzas militares, de los abusos, arbitrariedades y crímenes cometidos por el Estado y por las poderosas familias de terratenientes, señores absolutos de la economía del país, sino a un interlocutor culto e informado de todo cuanto había sido el largo martirio sufrido por el pueblo, y también la problemática posibilidad de un cambio que todavía no parecía vislumbrarse en el horizonte social y político de la sociedad salvadoreña. No volvimos a vernos, aunque Pilar ha mantenido, desde entonces, y en momentos personales y políticos muy duros para ellos, una correspondencia frecuente con Vanda Pignato, la esposa de Mauricio, que, a partir de ahora, seguramente se intensificará.El otro Funes que aparece en el título es el de Borges, aquel hombre dotado de una memoria que lo absorbía todo, todo lo registraba, hechos, imágenes, lecturas, sensaciones, la luz de un amanecer, una onda de agua en la superficie de un lago. No le pido tanto al presidente electo de El Salvador, sólo que no olvide ninguna de las palabras que pronunció la noche de su triunfo ante los miles de hombres y mujeres que habían visto nacer finalmente la esperanza. No los desilusione, señor presidente, la historia política de América del Sur transpira decepciones y frustraciones de pueblos enteros cansados de mentiras y engaños, es hora, es urgente cambiar todo esto. Para Daniel Ortega, ya basta con uno.
Día 24
¡Que viene el lobo!
La historia, por lo general contada por el abuelo de la familia, era inevitable en las veladas pueblerinas, no como simple divertimento para los inocentes infantes, sino como pieza fundamental de un buen sistema educativo, precursor, de alguna forma, del juramento con que los testigos se comprometen, o comprometían, a decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. La duda que aquí expreso resulta simplemente del hecho de no ser asiduo de tribunales, mi curiosidad sobre las diversas manifestaciones de la naturaleza humana no me ha incitado nunca a meter la nariz en la vida ajena, incluso tratándose del mayor criminal del siglo. Maneras. Pues bien, lo que la historia del abuelo contaba era que un joven pastor de ovejas, tal vez para entretener sus solitarias horas en el campo, decidió un día gritar que venía el lobo, que venía el lobo, de tal modo que la gente de la aldea, armada de cayados, cachiporras y algún trabuco de la penúltima guerra, salió en tromba para defender las ovejas y, de camino, al zagal que las guardaba. Al final no había lobo, había huido con los gritos, dijo el mozo. No era verdad, pero, como mentira, parecía bastante convincente. Satisfecho con el resultado de la mistificación, nuestro pastor decidió repetir la gracia y, una vez más, la aldea acudió en masa. Nada, del lobo ni rastro. A la tercera vez, sin embargo, nadie movió un pie de su casa, estaba visto que el zagal mentía con cuantos dientes tenía en la boca, que grite, ya se cansará. El lobo se llevó las ovejas que quiso, mientras el mozo, encaramado en un árbol, contemplaba impotente el desastre. Aunque el tema de hoy no sea ése, viene al pelo recordar las veces que muchos de nosotros también gritamos que viene el lobo. Fueron muchos más los que negaban que el lobo viniese, pero por fin vino y traía una palabra en el collar: crisis.Vamos a ver qué pasa después de la reciente noticia de que son muchos, muchísimos, los portugueses que han decidido aprender español. Temo, no obstante, que los patrioteros de costumbre comiencen a gritar por ahí que viene el lobo. De acuerdo que algo viene, y es la necesidad de aproximación de los pueblos de la península, este de aquí y los otros de allá. La Historia, cuando quiere, empuja mucho.
Día 25
El mañana y el milenio
Hace unos días leí un artículo de Nicolás Ridoux, autor de Menos es más. Introducción a la filosofía del decrecimiento, y recordé que hace ya unos buenos años, en vísperas de la entrada del milenio en que ya estamos instalados, participé en unas jornadas en Oviedo donde a algunos escritores se nos solicitaba que trazáramos objetivos para el milenio. A mí siempre me pareció que hablar del milenio era demasiado ambicioso, así que propuse hablar del día siguiente. Me acuerdo que hice propuestas concretas y que una de ellas era la que ahora enuncia Ridoux en su Menos es más. Por eso he buscado en el disco duro del ordenador, y recupero parte de lo que escribí hace años y que hoy parece tener más actualidad que entonces.En cuanto a las visiones de futuro, creo que sería preferible que comenzáramos preocupándonos del día de mañana, cuando se supone que todavía estaremos casi todos vivos. Verdaderamente, si en el remoto año de 999, en cualquier lugar de Europa, los pocos sabios y los muchos teólogos que entonces existían se hubiesen puesto a tratar de adivinar cómo sería el mundo pasados mil años, me da que se habrían equivocado en todo. En algo pienso que más o menos acertarían: en que no habría diferencias fundamentales entre el confuso humano de hoy, que no sabe y no quiere preguntar hacia dónde lo llevan, y el amedrentado ser que, en aquellos días, creía que estaba próximo el fin del mundo. Por lo demás, seguramente será mucho mayor el número de diferencias entre las personas que hoy somos y las que nos sucederán, no de aquí a mil años, sino a cien. Dicho con otras palabras: tal vez tengamos más que ver con los que vivieron hace un milenio que con esos otros que de aquí a un siglo habitarán el planeta… Es ahora cuando el mundo se acaba, está en el ocaso lo que hace mil años apenas amanecía.Pues bien, mientras se acaba y no se acaba el mundo, mientras se pone y no se pone el sol, ¿por qué no nos dedicamos a pensar un poco en el día de mañana, ese en que casi todos todavía estaremos felizmente vivos? En vez de unas cuantas propuestas gratuitas sobre y para uso del tercer milenio, que luego, probablemente, el tiempo se encargará de reducir a cisco, ¿por qué no nos decidimos a poner en pie unas cuantas ideas simples y unos cuantos proyectos al alcance de cualquier comprensión? Estos, por ejemplo, en caso de no encontrar nada mejor: a) desarrollar desde la retaguardia, es decir, aproximar hasta las primeras líneas de bienestar a las crecientes masas de personas que fueron dejadas atrás por los modelos de desarrollo en uso; b) suscitar un sentido nuevo de los deberes humanos, haciéndolo paralelo al ejercicio pleno de sus derechos; c) vivir como supervivientes, porque los bienes, las riquezas y los productos del planeta no son inagotables; d) resolver la contradicción entre la afirmación de que estamos cada vez más cerca unos de otros y la evidencia de que nos encontramos cada vez más alejados; e) reducir la diferencia, que aumenta cada día, entre los que saben mucho y los que saben poco.Creo que de las respuestas que demos a cuestiones como éstas dependerá nuestro mañana y nuestro pasado mañana. Y dependerá el próximo siglo. Y el milenio todo.A propósito: ¿y si volviéramos a la Filosofía?
Día 26
Cuestión de color
Diálogo de un anuncio de automóviles en televisión. Al lado del padre, que conduce, la hija, de unos seis o siete años, pregunta: «Papá, ¿sabías que Irene, mi compañera de clase, es negra?». Responde el padre: «Sí, claro…». Y la hija: «Pues yo no…». Si estas tres palabras no son propiamente un puñetazo en la boca del estómago, son sin duda otra cosa: un mazazo en la mente. Se diría que el breve diálogo no es más que el fruto del talento creador de un publicitario con genio, pero, aquí al lado, mi sobrina Julia, que no tiene más que cinco años, preguntada sobre si en Tías, lugar donde vivimos, había negras, respondió que no sabía. Y Julia es china…Se dice que la verdad sale espontáneamente de la boca de los niños; sin embargo, ante los ejemplos dados, no parece que ése sea el caso, puesto que Irene es realmente negra y negras no faltan tampoco en Tías. La cuestión es que, al revés de lo que generalmente se cree, por mucho que se intente convencernos de lo contrario, las verdades únicas no existen: las verdades son múltiples, sólo la mentira es global. Las dos niñas no veían negras, veían personas, personas como ellas mismas se ven a sí mismas, luego la verdad que les salió de la boca fue simplemente otra.El señor Sarkozy no piensa así. Ahora ha tenido la idea de mandar que se realice un censo étnico destinado a «radiografiar» (la expresión es suya) la sociedad francesa, es decir, saber quiénes son y dónde están los emigrantes, supuestamente para retirarlos de la invisibilidad y comprobar si las políticas contra la discriminación son eficaces. Según una opinión muy difundida, el camino hacia el infierno está empedrado de buenas intenciones. Por ahí creo que irá Francia si la iniciativa prospera. No es nada difícil imaginar (los ejemplos abundan en el pasado) que el censo pueda llegar a convertirse en un instrumento perverso, origen de nuevas y más sofisticadas discriminaciones. Estoy pensando seriamente pedirles a los padres de Julia que la lleven a París para aconsejar al señor Sarkozy…
Día 27
Nido de avispas
Los avisos no faltaban: cuidado, la Unión Europea se arriesga a ser un nido de avispas, con lo que eso tiene de peligroso como de ridículo. Era imposible que los viejos egoísmos nacionales, la sempiterna ambición personal de los políticos, la corrupción mental (por lo menos ésa) que desde la primera hora contagia cualquier intento de organización colectiva que no se rija por principios claros de honestidad intelectual y de respeto mutuo, era imposible, repito, que este conjunto de negatividades extremas no acabasen confrontando a la Unión Europea con su más grotesca caricatura. Ha sucedido ahora con la intervención del checo Mirek Topolánek, presidente de turno de la Unión y, desconcertante paradoja, dimisionario del cargo de primer ministro de su país, que no sólo embistió contra el presidente de Estados Unidos utilizando los términos más duros, acusándolo de, con su plan, llevar a la economía por el «camino del infierno», o, en versión atenuada, «del desastre», sino que dejó claro por dónde van sus sueños y simpatías: liberalismo radical de la vieja escuela y rechazo de cualquier medida que pueda ser asimilable, aunque sea superficialmente, a un intervencionismo socialdemócrata. El señor Topolánek es, como se ve, una firme esperanza de la humanidad.Como coincidencia, el presidente del gobierno de España, Rodríguez Zapatero, se encuentra desde hace dos días bajo fuego cerrado de todo el arco de la oposición parlamentaria debido, no a la próxima retirada de las tropas españolas de Kosovo, que ésa ya estaba decidida desde hace más de un año, sino por haber faltado a las normas más elementales, no informando previamente a la OTAN ni a la administración norteamericana. En mi opinión, efectivamente, el gobierno se equivocó. Pero la cuestión que se me presenta es ésta: ¿qué piensa hacer el Parlamento Europeo para dejarle claro al señor Topolánek que, además de reaccionario, es grosero y maleducado?
Día 30
Raposa do Sol
De tarde en tarde el día amanece diferente. Que lo digan los indios de la reserva indígena de Raposa do Sol en el estado de Roraima, al norte de Brasil, a quienes el Tribunal Supremo Federal acaba de reconocer y confirmar definitivamente su derecho a la plena posesión y al uso pleno de los mil kilómetros cuadrados de superficie de la reserva. La sentencia no deja ningún margen a la duda: los no indios deben salir inmediatamente de Raposa do Sol, así como las empresas arroceras que durante años invadieron el territorio y en él se instalaron abusivamente. Ya en 2005 el presidente Lula había decidido la entrega de la reserva a los indígenas y la salida de las empresas arroceras, pero las autoridades del estado de Roraima, favorables a los arroceros, recurrieron al Tribunal Supremo por considerar inconstitucional el decreto presidencial. Cuatro años después el Supremo ha decidido la cuestión y ha puesto una piedra definitiva sobre el asunto. No todo, sin embargo, son rosas en este idílico cuadro. Al final, la lucha de clases, tan discutida en épocas relativamente recientes y que parecía haber sido condenada al cubo de la basura de la Historia, existe de verdad. Con esta visión unilateral que tenemos nosotros, los europeos, de los problemas sociales de América Latina, tendemos a ver unanimidades donde no existen ni existieron nunca. En Raposa do Sol, los indios adinerados, que también los hay, hicieron causa común con los no indios y con las empresas arroceras. La fiesta fue de los otros, de los pobres.Más abajo, en la Ciudad Maravillosa, la de la samba y del carnaval, la situación no está mejor. La idea, ahora, es rodear las favelas con un muro de cemento armado de tres metros de altura. Tuvimos el muro de Berlín, tenemos los muros de Palestina, ahora los de Río. Entretanto, el crimen organizado campea por todas partes, las complicidades verticales y horizontales penetran en los aparatos del Estado y la sociedad en general. La corrupción parece imbatible. ¿Qué hacer?
Día 31
Geometría fractal
Así como el señor Jourdain de Molière hacía prosa sin saberlo, hubo un momento en mi vida en que, sin darme cuenta del fenómeno, me encontré metido en algo tan misterioso como la geometría fractal, de la que, excusado será decirlo, ignoraba todo. Eso ocurrió allá por el año 99, cuando un geómetra español, Juan Manuel García-Ruiz, me escribió para llamarme la atención sobre un ejemplo de geometría fractal presente en mi libro Todos los nombres. Me indicaba el párrafo en cuestión, el cual reza así: «Observado desde el aire […] parece un árbol tumbado, con un tronco corto y grueso, constituido por el núcleo central de sepulturas, de donde arrancan cuatro poderosas ramas, contiguas en su nacimiento, aunque después, en bifurcaciones sucesivas, se extienden hasta perderse de vista, formando […] una frondosa copa en que la vida y la muerte se confunden». No pensé en mudar de oficio, pero todos mis amigos notaron que había una convicción nueva en mi espíritu, una especie de encuentro en el camino de Damasco.Durante aquellos días me codeé con los mejores geómetras del mundo, nada más y nada menos. A lo que ellos llegaron a costa de mucho estudio, lo alcancé yo gracias a un golpe de intuición científica, del que, hablando francamente, a pesar del tiempo pasado, todavía no me he repuesto. Diez años después, acabo de sentir la misma emoción ante un libro titulado Doñana y las marismas – Armonía Fractal del que Juan Manuel es autor, junto a su colega Héctor Garrido. Las ilustraciones son, en muchos casos, extraordinarias, los textos de una precisión científica en absoluto incompatible con la belleza de las formas y de los conceptos. Cómprenlo y regálense. Es una autoridad quien lo recomienda…
Abril de 2009
Día 1
Mahmud Darwish
El próximo día 9 de agosto se cumplirá un año de la muerte de Mahmud Darwish, el gran poeta palestino. Si fuese nuestro mundo un poco más sensible e inteligente, más atento a la grandeza casi sublime de algunas de las vidas que en él se generan, su nombre sería hoy tan conocido y admirado como lo fue, en vida, por ejemplo, el de Pablo Neruda. Enraizados en la vida, en los sufrimientos y en las inmortales esperanzas del pueblo palestino, los poemas de Darwish, de una belleza formal que frecuentemente roza la transcendencia de lo inefable en una simple palabra, son como un diario donde van siendo registrados, paso a paso, lágrima a lágrima, los desastres, aunque también las escasas, pero siempre profundas, alegrías de un pueblo de cuyo martirio, pasados sesenta años, todavía no parece que se anuncie el final. Leer a Mahmud Darwish, además de una experiencia estética que será imposible olvidar, es hacer un doloroso recorrido por las rutas de la injusticia y de la ignominia de que la tierra palestina ha sido víctima a manos de Israel, ese verdugo de quien el escritor israelí David Grossmann, en hora de sinceridad, dijo que no conocía la compasión.Hoy, en la biblioteca, he leído poemas de Mahmud Darwish para un documental que será presentado en Ramala en el aniversario de su muerte. Estoy invitado a estar allí, veremos si es posible que pueda hacer ese viaje, que ciertamente no sería grato para la policía israelí. Recordaría entonces, justo en el mismo lugar, el abrazo fraterno que nos dimos hace siete años, las palabras que intercambiamos y que nunca más pudimos renovar. A veces, la vida quita con una mano lo que nos ha dado con la otra. Así me sucedió con Mahmud Darwish.
Día 2
G20
Ante la cumbre del G20 de hoy, sólo tres preguntas:¿Qué?¿Para qué?¿Para quién?
Día 3
Santa María de Iquique
Santa María es el nombre de la escuela, por eso se supone que la santa propiamente dicha, la del cielo, no intervino en el asunto como, en principio, estaría obligada por su potestad. El nombre del lugar es Iquique, un puerto de mar entonces importante en el norte de Chile, en una región rica en salitre, esa mezcla de nitrato de sodio y nitrato de potasio directamente creada en el infierno, como con certeza pensarían los miles de hombres, tanto de Chile como de los países limítrofes, que trabajaban en su extracción. Estamos en 1907. Inevitable como el destino, porque ésa es la lógica soberana del capital, la indecente sobreexplotación de la fuerza de trabajo de esa pobre gente acabó alcanzando extremos insoportables. La huelga fue la respuesta natural. Desde los poblados mineros de las montañas comenzaron a bajar, primero cientos, luego miles de trabajadores que se concentraban en la escuela de Santa María, en Iquique. Tras varios días en que los huelguistas intentaron, sin resultado, negociar, las autoridades gubernamentales, presionadas por los capitalistas extranjeros, decidieron poner fin de cualquier manera al conflicto. El día 21 de diciembre, más de tres mil personas, no sólo mineros, también viejos, mujeres y niños, fueron criminalmente masacrados por las fuerzas militares convocadas para la represión. A Chile no le han faltado páginas negras. Ésta fue una de las más trágicas, y de las más absurdas también.Décadas más tarde, el compositor chileno Luis Advis, un músico autodidacta de enorme talento, compuso y escribió la Cantata de Santa María de Iquique para el grupo Quilapayún. Presentada al público en los primeros años setenta, la Cantata de Santa María es, todavía hoy, uno de los más altos exponentes de la Nueva Canción Chilena y de gran parte de América del Sur. La tengo aquí en DVD, noventa minutos guiados por ese mágico instrumento que es la flauta andina y por las magníficas voces de los integrantes del grupo. También yo aparezco. Pocos días antes de mi internamiento en el hospital, en noviembre de 2007, vinieron aquí para grabarme una declaración. Aviso ya que no soy José Saramago, sino su fantasma. No hay otras imágenes mías de ese periodo tan chocantes. Casi me apetece pedirles que las eliminen, pero lo vivido, vivido está y no se debe negar. De todos modos, al lado de los tres mil muertos, la modestia aconseja moderar las expansiones de una pena personal. Quedémonos por aquí.
P. S.: No es fácil encontrar en el mercado la Cantata de Santa María de Iquique. Si alguien está interesado en lo que acabo de escribir, hasta el punto de querer compartir estos sentimientos, diríjase al productor ejecutivo Carlos Belmonte, cuya dirección electrónica es c.belmonte@accionvisual.com. Sé que me lo agradecerán.
Día 6
El reloj
Uno de mis amigos más recientes acaba de regalarme un reloj. No una máquina cualquiera, sino un Omega. Me había prometido que revolvería cielo y tierra para conseguirlo, y ha cumplido su palabra. Se podría decir que cumplir la promesa no debiera suponer dificultades de mayor envergadura, bastaría con entrar en una relojería y elegir entre los diversos modelos, que seguramente habría para todos los gustos clásicos y modernos, incluyendo alguno que el comprador ni imaginaba. La cosa parece fácil, pero intente el lector encontrar en una de esas relojerías un Omega fabricado en 1922, año de mi nacimiento, y cuénteme luego qué le ha sucedido. «Probablemente -pensaría el empleado- este señor está pasado de rosca».Mi reloj es de los de cuerda, necesita que diariamente le renueven el depósito de energía. Tiene un aspecto serio que le viene dado, creo, del material de que está hecha la caja: plata. La esfera es un ejemplo de claridad que consuela el corazón que la contempla, y el mecanismo está protegido por dos tapas, una de ellas hermética donde ni la más ínfima partícula de polvo conseguirá penetrar. Lo malo es que el reloj comenzó a causarme problemas de conciencia desde el primer día. La primera pregunta que me hice fue ésta: «¿Dónde lo pongo?» «¿Lo condeno a la oscuridad de un cajón?». Nunca, no tengo el corazón así de duro. «Entonces, ¿lo uso?» Ya tengo reloj, de pulsera, claro está, y sería ridículo andar con ambos, sin olvidar que el lugar ideal para un reloj de bolsillo es el chaleco, que ahora ya no se usa. Decidí, por tanto, tratarlo como si fuese un animalillo doméstico. Pasa sus días echado sobre una pequeña mesa que hay al lado de la que trabajo y creo que es un reloj feliz. Y, para consolidar nuestra relación, he decidido llevármelo en mis viajes. Él se lo merece. Tiene tendencia a adelantarse un poco, pero ése es el único defecto que le encuentro. Mejor eso que atrasarse.El amigo que me lo regaló se llama José Miguel Correia Noras y vive en Santarém.
Día 7
Otra lectura de la crisis
La mentalidad antigua se formó en una gran superficie que se llamaba catedral; ahora se forma en otra gran superficie que se llama centro comercial. El centro comercial no es sólo la nueva iglesia, la nueva catedral, es también la nueva universidad. El centro comercial ocupa un espacio importante en la formación de la mentalidad humana. Se ha acabado la plaza, el jardín o la calle como espacio público y de intercambio. El centro comercial es el único espacio seguro y el que crea la nueva mentalidad. Una nueva mentalidad temerosa de ser excluida, temerosa de la expulsión del paraíso del consumo y por extensión de la catedral de las compras.¿Y ahora qué tenemos? La crisis.¿Será que vamos a volver a la plaza o la universidad? ¿A la filosofía?
Día 8
Leer
Esto que llaman mi estilo se asienta en la gran admiración y respeto que tengo por la lengua que se habló en Portugal en los siglos XVI y XVII. Abrimos los Sermões del Padre António Vieira y comprobamos que hay en todo lo que escribió una lengua llena de sabor y de ritmo, como si eso no fuese exterior a la lengua, sino algo intrínseco.Nosotros no sabemos cómo se hablaba en esa época, pero sabemos cómo se escribía. La lengua entonces era un flujo ininterrumpido. Admitiendo que podamos compararla con un río, sentimos que es como una gran masa de agua que se desliza con peso, con brillo, con ritmo, incluso cuando a veces su curso sea interrumpido por cataratas.Llegan días de vacaciones, una buena ocasión para adentrarse en estas aguas, en esta lengua escrita por el Padre Vieira. No aconsejo nada a nadie, pero digo que voy a bucear en la mejor prosa y, por tanto, desapareceré estos días. ¿Alguien quiere acompañarme?
Día 13
L’Aquila
He leído en un reportaje sobre el terremoto de los Abruzos que los supervivientes, desesperados, impotentes, se preguntan por qué el destino los ha elegido a ellos y a su tierra como campo de la tremenda catástrofe. Es una pregunta que nunca tendrá respuesta, aunque invariablemente nos la hacemos cuando la infelicidad viene y llama a nuestra puerta, como si en cualquier parte del universo existiese un responsable al que pedirle cuentas por los males que nos suceden. Muchas veces no hay tiempo para nada más que ver la muerte de frente, o ni siquiera para eso, cuando una bomba revienta a diez pasos o el cayuco se deshace en pedazos con la costa ahí mismo, al alcance de la mano, o cuando la inundación arrastra casas y puentes como si de obstáculos insignificantes se tratase, o cuando el alud o el desmoronamiento de tierras sepultan a poblaciones enteras. Nos preguntamos por qué a nosotros, por qué a mí, y no hay respuesta. Jacques Brel también se preguntó: «Pourquoi moi? Pourquoi maintenant?» -y murió-. Es el destino, decimos, y en él no está escrita la palabra resurrección. Es bueno saberlo porque, verdaderamente, el mundo no está para resurrecciones. Ya basta con lo que tenemos.
Día 14
Bo
Congratulémonos, nuestro perro de agua ya está en la Casa Blanca. No sé cómo pronunciarán allí el nombre que le han puesto, pero espero que lo hagan a la francesa, como si hubiese un acento circunflejo sobre la letra o, lo que significaría bello, ni más ni menos. A esta hora su retrato ya ha dado la vuelta al mundo, los gran daneses y los galgos de Pomerania se muerden de envidia, mientras que todos los chuchos portugueses celebran el éxito con expresiones de justificado orgullo patriótico. En cualquier caso, me permito decir que tengo una seria reserva que manifestar: se necesita no conocer nada a un perro de agua para ponerle al cuello, a la hora de fotografiarlo, un collar de flores, como si fuese una bailarina hawaiana. Con sólo seis meses de edad, Bo todavía no tiene perfecta conciencia del respeto que le debe a la rama canina en que tuvo la suerte de nacer. Queriéndolo la Casa Blanca, podemos prestarle durante algún tiempo (no mucho porque nos hace falta) a nuestro Camões para que sirva de preceptor al cachorro presidencial y le enseñe las maneras por las que deberá regirse, en todas las circunstancias, un digno perro de agua de ascendencia portuguesa. Portugal oblige.
Día 15
Colombia en Lanzarote
Vino en la persona de uno de sus más dignos representantes: el ciudadano y ex diputado Sigifredo López Tobón, liberado hace dos meses de un cautiverio que ha durado casi siete años, en las durísimas condiciones de la selva colombiana y del inhumano tratamiento impuesto por las FARC a los secuestrados. Sigifredo López formaba parte de un grupo de doce diputados capturados por la guerrilla colombiana, de los cuales once fueron asesinados recientemente. Sigifredo escapó por casualidad, había sido apartado por un acto de indisciplina. Este hombre tiene todas las razones para odiar al mundo y a sus verdugos, y, pese a todo, no levanta la voz para narrar sus sufrimientos personales (para él lo menos importante de todo), pero no puede dominar el temblor cuando describe las horrendas acciones de las FARC, los asesinatos, las torturas, como la de esos veintidós militares que desde hace doce años se encuentran encadenados a árboles…La sala de la Fundación César Manrique no tenía un lugar vacío, había personas de pie. Durante casi dos horas vivimos una continua emoción, intraducible en palabras. Hubo quien lloraba por el choque insoportable de las revelaciones monstruosas que nos estaban siendo hechas, y también (por lo menos ése fue mi caso) por la tristeza infinita de que somos así y de que no hay remedio ni salvación para nosotros. ¿Alguien hubiera sido capaz de imaginar que los paramilitares mataran, o sigan matando, a seres humanos por el procedimiento de cortarles los miembros con una motosierra?
Día 16
Delirios de grandeza
La cosa es seria, demasiado seria. Supe hace pocos días que Portugal tiene autopistas en exceso, nada menos que nueve, en total casi setecientos kilómetros. Si pensamos en lo que cuesta la construcción de un solo kilómetro de esos suntuosos caminos de comunicación viaria en que el usuario goza prácticamente de todas las comodidades de la vida doméstica, es inevitable concluir que alguien se equivocó en las cuentas o con ellas nos ha engañado. Según la ley, o lo que para el caso se le asemeje, la apertura de una autopista requiere una cierta previsibilidad de tráfico para no caer en el viejo chiste de «ahí viene uno», como sucede, por ejemplo, en la que va de Lisboa a Elvas, nostálgica de los tiempos en que, con una modesta calificación de nacional, transportaba multitudes hasta Pousada para comer el bacalhau à Brás. Mutatis mutandis, con bacalao o sin él, ésta es la situación de las ocho autopistas restantes.El desatino viene de lejos. Cuando informaron al rey don João V del precio del carillón que iba a ser instalado en Mafra, no se contuvo y, con su ridícula prosapia de Nouveau-riche, dijo: «Lo encuentro barato. Compren dos». Y, no hace muchos años, cuando Portugal tuvo el encargo de organizar el campeonato europeo de fútbol, que luego desgraciadamente no ganó, alguien dijo que necesitábamos construir unos cuantos estadios porque estábamos muy flojos en instalaciones deportivas. Imagino el diálogo: «¿Cuántos?», preguntó el mandamás de la modalidad, «Con unos tres o cuatro debería bastar», respondió el técnico, «¿Cómo que tres? ¿Cómo que cuatro? -se indignó el figura-. Diez, doce, es lo que tiene que ser, seríamos unos buenos idiotas si no aprovechásemos los fondos europeos hasta verle el culo al saco». También en este caso alguien se equivocó en las cuentas o con ellas nos ha engañado.Donde las cuentas parece que salen redondas es en el número de pobres en Portugal. Son dos millones, según las últimas informaciones. Es decir, una expresión más de nuestros históricos delirios de grandeza…
Día 17
Con Darío Fo
Con Darío Fo y cuantos se reunieron en el auditorio de Caja Granada para asistir a la ceremonia de entrega del Premio a la Cooperación Internacional que la misma Caja otorga, salvo error, desde hace diez años, y que en esta edición nos ha cabido a Fo y a mí, debería haber estado para, como dije en una declaración grabada, compartir las alegrías y los abrazos propios del momento. Desgraciadamente, no pude hacer el viaje, pero las actuales tecnologías de comunicación casi me permitieron vivir en tiempo real el desarrollo del acto en que, a sugerencia mía, respondida enseguida con la mayor amabilidad, fui representado por el Rector de la Universidad de Granada. En cierto modo, Darío Fo y yo representábamos allí al Festival Siete Soles-Siete Lunas del que nos honramos en ser presidentes honoríficos. Como ya es tradición en la historia de este premio, el valor metálico, al que el galardonado renuncia, irá en beneficio de una institución cultural o de actividades sociales, en este caso el mismo Festival, que aplicará la cantidad a la construcción de un centro cultural en Ribeira Grande, en Cabo Verde, ese país encantador, como dije en un saludo grabado. Después de todo, creo poder decir que de la entrega del Premio Caja Granada a la Cooperación Internacional salimos todos, incluyéndose este ausente, más o menos encantados.
Día 20
Exhibicionismos
Palabras como discreción, reserva, recato, pudor o modestia todavía se encuentran en cualquier diccionario. Temo, sin embargo, que algunas de ellas acaben teniendo, más pronto o más tarde, el triste destino de la palabra ergástulo, por ejemplo, barrida, como otras, del diccionario de la Academia portuguesa por una manifiesta y pertinaz falta de uso que había hecho de ella un peso muerto en las eruditas columnas. Yo mismo no recuerdo haberla dicho vez alguna y mucho menos haberla escrito. La palabra reserva, aunque va camino de perder la acepción que me hizo incluirla en la lista de más arriba, tiene garantizada una vida larga por aquello de la reserva de pasaje o de asiento, sin la que servicios fundamentales como los transportes aéreos simplemente no funcionarían. Y eso sin olvidar otra reserva, la mental, inventada por los jesuitas como explicación última de decir primero una cosa y hacer después la contraria, operación, por otra parte, que cuajó y prosperó hasta el punto de acabar difundiéndose en la sociedad humana como condición de supervivencia.No tengo intención de moralizar, aparte de que si lo hiciera perdería mi tiempo y sospecho que algunos lectores. Demasiado bien sabemos que la carne es flaca y que todavía lo es más el espíritu, por mucho que acostumbre a presumir de sus supuestas fortalezas, que el ser humano es el territorio por excelencia de todas las tentaciones amables posibles, tanto las naturales como las que va inventando a lo largo de siglos y milenios de prácticas reiteradas. Buen provecho tenga. Que tire la primera piedra quien nunca se dejó tentar. La cosa comenzó por desabrocharse la ropa, por usarse más leve y reducida, también más transparente, poniendo a la vista un número cada vez mayor de centímetros cuadrados de piel hasta llegar al nudismo integral cultivado con franqueza absoluta en ciertas señaladas playas. Nada grave, en cualquier caso. En el fondo, hay en todo esto, como escribí en otro contexto, una cierta inocencia. Adán y Eva también andaban desnudos y, contra lo que la Biblia dice, lo sabían perfectamente.Al poner en marcha el vigente espectáculo universal que concentra y al mismo tiempo dispersa las atenciones del mundo, no parece que hubiéramos previsto que estábamos alumbrando una sociedad de exhibicionistas. La división entre actores y espectadores se ha acabado, el espectador va a ver y oír, pero también a ser visto y oído. El poder de la televisión, por ejemplo, se alimenta en gran parte de esta simbiosis malsana, sobre todo en los llamados reality shows, donde el invitado, para eso pagado y a veces regiamente, va a poner al descubierto las miserias de su vida, las traiciones y las vilezas, las canalladas propias y ajenas, y, si fuera necesario para el espectáculo, las de la familia y de sus próximos. Sin discreción ni reserva, sin recato ni pudor, sin modestia. No faltará quien diga que menos mal que es así, que debemos abandonar aquellos trastos lingüísticos, abrir puertas aunque la casa huela mal; algunos, no nos quepa duda, llegarán al extremo de afirmar que se trata de un benéfico efecto de la democracia. Decir todo, con la condición de que lo esencial se quede escondido. Sin vergüenza.
Día 21
Camisola
Cuando hoy he salido del hospital, fresco como una rosa, traía conmigo dos satisfacciones. Una, la de haberme visto libre, finalmente, de una impertinente bronquitis que desde hace meses, con altos y bajos, parecía no querer abandonarme, aunque esta vez ha tenido que resignarse e ir en busca de otro hospedero. Ojalá no lo encuentre. La segunda satisfacción fue de diferente naturaleza. Sucede que en este pequeño hospital de Lanzarote, ciertamente con sorpresa de quien me lea, trabajan nada más y nada menos que diecisiete o dieciocho enfermeros procedentes de Portugal, de la zona del Miño la mayor parte. Sucede también que, antes de salir, tuve que hacerme una radiografía de tórax para que quedase debidamente documentado que el paciente, como suele decirse, está bien y el alta es recomendable. Yo llevaba puesto lo que hoy llamamos un «jersey», luego fue un «jersey» lo que me quité y dejé sobre una silla. El enfermero, portugués de Felgueiras, debía comprobar si las placas habían resultado técnicamente satisfactorias y, para eso, tuve que pasar al compartimento de al lado. Dijo: «Son sólo dos minutos, después le doy la camisola». Creo que me estremecí. No había oído la palabra desde hacía unos treinta años, tal vez más, y aquí, en Lanzarote, a dos mil kilómetros de la patria, un joven enfermero de Felgueiras, sin imaginarlo, va y me dice que la lengua portuguesa todavía existe. Bendita bronquitis.
Día 22
De la imposibilidad de este retrato (I)
Este texto fue prólogo del catálogo de una exposición de retratos de Fernando Pessoa en la Fundación Calouste Gulbenkian a principios de los años ochenta, creo que en 1985. Como me parece que no hará mala figura en este blog, aquí lo traigo.
¿Qué retrato de sí mismo pintaría Fernando Pessoa si, en vez de poeta, hubiera sido pintor, y de retratos? Colocado de frente ante el espejo, o de medio perfil, oblicuando la mirada tres cuartos, como quien, de sí mismo escondido, se espía, ¿qué rostro elegiría y por cuánto tiempo? ¿El suyo, diferente según las edades, semejante a cada una de las fotografías que de él conocemos, o también el de las imágenes no fijadas, sucesivas entre el nacimiento y la muerte, todas las tardes, noches y mañanas, comenzando por la plaza de San Carlos y acabando en el hospital de San Luís? ¿El de un Álvaro de Campos, ingeniero naval formado en Glasgow? ¿El de Alberto Caeiro, sin profesión ni educación, muerto de tuberculosis en la flor de la edad? ¿El de Ricardo Reis, médico expatriado de quien se perdió el rastro, a pesar de algunas noticias recientes obviamente apócrifas? ¿El de Bernardo Soares, ayudante de contable en la Baixa lisboeta? ¿O de otro cualquiera, fuera Guedes o Mora, ésos tantas veces invocados, innumerables, ciertos, probables y posibles? ¿Se representaría con sombrero en la cabeza? ¿Con la pierna cruzada? ¿Con un cigarro entre los dedos? ¿Con gafas? ¿Con la gabardina puesta o sobre los hombros? ¿Usaría un disfraz, por ejemplo quitándose el bigote y descubriendo la piel subyacente, de súbito desnuda, de súbito fría? ¿Se rodearía de símbolos, de cifras de la cábala, de signos del Zodiaco, de gaviotas en el Tajo, de muelles de piedra, de cuervos traducidos del inglés, de caballos azules y jockeys amarillos, de premonitorios túmulos? ¿O, al contrario de estas elocuencias, se quedaría sentado delante del caballete, de la tela blanca, incapaz de levantar un brazo para atacarla o defenderse de ella, a la espera de otro pintor que viniera a intentar el imposible retrato? ¿De quién? ¿De cuál?De una persona que se llamó Fernando Pessoa comienza a tener justificación lo que de Camões ya se sabe. Diez mil figuraciones, dibujadas, pintadas, modeladas, esculpidas, acabaron haciendo invisible a Luís Vaz, lo que todavía permanece de él es lo que sobra: un párpado caído, una barba, una corona de laurel. Es fácil de ver que Fernando Pessoa también va camino de la invisibilidad, y, teniendo en cuenta la ocurrente multiplicación de imágenes, provocada por apetitos sobreexcitados de representación y facilitada por un dominio generalizado de las técnicas, el hombre de los heterónimos, ya voluntariamente confundido en las criaturas que produjo, entrará en el negro absoluto en mucho menos tiempo que el otro de una cara sola, aunque de voces no pocas. Acaso será ése, quién sabe, el perfecto destino de los poetas, perder la substancia de un contorno, de una mirada gastada, de un pliegue en la piel, y disolverse en el espacio, en el tiempo, sumidos entre las líneas de lo que consiguieron escribir, si del rostro sin facciones ni límites todavía alguna cosa llega a entrometerse, está garantizado el día en que incluso ese poco será definitivamente arrojado fuera. El poeta no será más que memoria fundida en las memorias, para que un adolescente pueda decirnos que tiene en sí todos los sueños del mundo, como si tener sueños y declararlo fuese primera invención suya. Hay razones para pensar que la lengua es, toda ella, obra de poesía.
Día 23
De la imposibilidad de este retrato (2)
Entretanto, el pintor va pintando el retrato de Fernando Pessoa. Está en el comienzo, no se sabe todavía qué rostro elegirá, lo que se puede ver es una levísima pincelada de verde, quizá salga de aquí un perro de ese color para conjuntarlo con un jockey amarillo y un caballo azul, salvo si el verde es sólo el resultado físico y químico por estar el jockey sobre el caballo, como es su profesión y gusto. Pero la gran duda del pintor no tiene nada que ver con los colores que tendrá que emplear, esa dificultad la resolvieron los impresionistas de una vez para siempre, sólo los hombres antiguos, los de antes, no sabían que en cada color están todos los colores: la gran duda del pintor es si hay que tener una actitud reverente o irreverente, si pintará esta virgen como San Lucas pintó la otra, de rodillas, o si tratará a este hombre como el triste desgraciado que fue realmente ridículo para todas las camareras de hotel y escribió cartas de amor ridículas, y si, así autorizado por él mismo, de él podrá reírse pintándolo. La pincelada verde, por ahora, es solamente la pierna del jockey amarillo colocada a este lado de acá del caballo azul. Mientras el maestro no agite la batuta, la música no romperá lánguida y triste, ni el hombre de la tienda comenzará a sonreír entre las memorias de la infancia del pintor. Hay una especie de ambigüedad inocente en esta pierna verde, capaz de transformarse en verde perro. El pintor se deja conducir por la asociación de ideas; para él, pierna y perro se convertirán en meros heterónimos de verde: cosas mucho más increíbles que ésta han sido posibles, no es de extrañar. Nadie sabe lo que pasa en la cabeza del pintor mientras pinta. El retrato está hecho, se unirá a las diez mil representaciones que lo precedieron. Es una genuflexión devota, es una carcajada de burla, da lo mismo, cada uno de estos colores, cada uno de estos trazos, sobreponiéndose unos a otros, acercan el momento de la invisibilidad, ese negro absoluto que no reflejará ninguna luz, ni siquiera la luz fulgurante del sol, que haría entonces al breve brillo de una mirada, apagándose tan pronto. Entre la reverencia y la irreverencia, en un punto indeterminable, estará, tal vez, el hombre que Fernando Pessoa fue. Tal vez, porque tampoco eso es cierto. Albert Camus no lo pensó dos veces cuando escribió: «Si alguien quiere que lo reconozcamos, basta que diga quién es». En la mayoría de los casos, a lo más lejos que llega quien a tal aventura ose sujetarse es a decir qué nombre le pusieron en el registro civil.Fernando Pessoa, probablemente, ni a tanto. No le bastaba ser al mismo tiempo Caeiro y Reis, conjuntamente Campos y Soares. Ahora que ya no es poeta, sino pintor, y va haciendo su autorretrato, qué rostro pintará, con qué nombre firmará el cuadro, en el ángulo izquierdo, o derecho, porque toda la pintura es espejo, ¿de qué, de quién, para qué? El brazo se levanta, por fin, la mano sostiene una pequeña astilla de madera, desde lejos diríamos que es un pincel, pero hay motivos para sospechar: en él no se transporta un color verde, o azul, o amarillo, no se ve ningún color, ninguna pintura. Este es el negro absoluto con que Fernando Pessoa, con sus propias manos, se hará invisible.Pero los pintores seguirán pintando.
Día 24
Eduardo Galeano
Gran alborozo en las redacciones de los periódicos, radios y televisiones de todo el mundo. Chávez se aproxima a Obama con un libro en la mano, es evidente que cualquier persona razonable pensará que la ocasión para pedirle un autógrafo al presidente de Estados Unidos está mal elegida, allí, en plena reunión de la cumbre, pero, al final, no, se trata de una delicada oferta de jefe de Estado a jefe de Estado, nada menos que Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Claro que el gesto iba cargado de intenciones. Chávez pensaría: «Este Obama no sabe nada de nosotros, entonces casi no había nacido, Galeano le enseñará». Esperemos que así sea. Lo más interesante, además de que se agotaran Las venas en Amazon, ya que pasaron en un instante de un modestísimo lugar en la lista de ventas hasta la gloria comercial del best-seller, del cincuenta y tantos mil al segundo puesto en la clasificación, fue lo rápido y aparentemente concertados que aparecieron los comentarios negativos, sobre todo en la prensa, tratando de descalificar, en algún que otro caso con ciertos matices benevolentes, el libro de Eduardo Galeano, insistiendo en que la obra, además de excederse en análisis mal fundamentados y en marcados preconceptos ideológicos, estaba desactualizada en cuanto a la realidad presente. Pues bien, Las venas abiertas de América Latina se publicó en 1971, hace casi cuarenta años, luego, a no ser que su autor fuese una especie de Nostradamus, sólo con un hercúleo esfuerzo imaginativo sería capaz de pronosticar la realidad de 2009, tan diferente ya de los años inmediatamente anteriores. La denuncia de los apresurados comentaristas, además de mal intencionada, es bastante ridícula, tanto como lo sería la acusación de que la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, por ejemplo, escrita en el siglo XVI por Bernal Díaz del Castillo, abunda, también ésta, en análisis mal fundamentados y con marcadísimos preconceptos ideológicos. La verdad es que quien pretenda ser informado sobre lo que pasó en América, en aquella América, desde el siglo XV, sólo ganará leyendo el libro de Eduardo Galeano. Lo malo de esos y otros comentaristas que se enjambran por ahí es que saben poco de Historia. Ahora sólo nos falta ver cómo aprovechará Barack Obama la lectura de Las venas abiertas. Buen alumno parece ser.
Día 27
Los niños vestidos de negro
Me contó una amiga querida -la pintora Sofía Gandarias- que, hace algunos años, durante una visita de trabajo en Sri Lanka, antiguo Ceilán, se sorprendió al encontrar en las calles a grupos de niños vestidos con túnicas negras. No le pareció que se tratara de una señal distintiva de alguna casta o etnia particular, sobre todo porque ningún adulto vestía de esa manera. De pregunta en pregunta, de indagación en indagación, acabó encontrando una explicación para las insólitas vestimentas. Las familias de esos niños habían sido convencidas para entregar sus hijos a militantes del islamismo en su versión violenta, la yihad, para que acabasen convirtiéndose en mártires de la revolución islamista, o, dicho con otras palabras, se pongan un día un chaleco cargado de explosivos y vayan a hacerlos explosionar en un mercado, una discoteca, una estación de autobuses, en el sitio donde pudieran causar más muertes. Ignoro si a esos padres y esas madres les pagaron compensaciones materiales o si todo quedó en la promesa fácil de una entrada inmediata en el paraíso de Alá. No lo sé. No sé si aquellos niños de túnica negra todavía estarán a la espera de que les llegue su hora o si ya no pertenecen a este mundo. No sé nada. Y me voy a detener aquí. No es que me falten las palabras, es que me repugnan.
Día 28
Recuerdos
Somos la memoria que tenemos, sin memoria no sabríamos quiénes somos. Esta frase, que me brotó en la cabeza hace muchos años, en el fervor de una de las múltiples conferencias y entrevistas a las que el trabajo de escritor me obliga, además de parecerme, inmediatamente, una verdad fundamental, de esas que no admiten discusión, se reviste de un equilibrio formal, de una armonía entre sus elementos que, pensaba, contribuiría mucho a una fácil memorización por parte de oyentes y lectores. Hasta donde mi orgullo llega, y me apresuro a declarar que no llega muy lejos, me vanagloriaba de ser el autor de la frase, aunque, por otro lado, la modestia, que tampoco me falta del todo, me susurraba de vez en cuando al oído que era tan cierta como afirmar con toda seriedad que el sol nace por oriente. Es decir, una obviedad.Pues bien, hasta las cosas aparentemente más obvias, como parecía que era ésta, pueden ser cuestionadas en cualquier momento. Es ése el caso de nuestra memoria, que, a juzgar por informaciones recientísimas, está pura y simplemente en riesgo de desaparecer, integrándose, por así decirlo, en el grupo de las especies en vías de extinción. Según esas informaciones, publicadas en revistas científicas tan respetables como Nature y Learning & Memory, se ha descubierto una molécula, denominada ZIP (vaya un nombre), capaz de borrar todos los recuerdos, buenos o malos, felices o nefastos, dejando el cerebro libre de la carga recordatoria que va acumulando a lo largo de la vida. El niño que acaba de nacer no tiene memoria y así nos podríamos quedar nosotros también. Como decía el otro, la ciencia avanza que es una barbaridad, pero yo esta ciencia no la quiero. Me he habituado a ser lo que la memoria hizo de mí y no estoy del todo descontento con el resultado, aunque mis actos no siempre hayan sido los más afortunados. Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, déjenme quedarme así. Con mi memoria, esa que yo soy. No quiero olvidar nada.
Día 29
Gripe (I)
Este texto sigue paso a paso un artículo del profesor Mike Davis, de la Universidad de Los Ángeles. De mi cosecha no se encontrarán aquí nada más que las primeras líneas, algunas frases de unión y un retoque al final. Queda pues claro que, en lo esencial, el lector estará leyendo al profesor Mike Davis y no a mí.
No sé nada del asunto y la experiencia directa de haber convivido con cerdos en la infancia y en la adolescencia no me sirve de nada. Aquello era más una familia híbrida de humanos y animales que otra cosa. Pero leo con atención los periódicos, oigo y veo los reportajes de radio y televisión, y, gracias a alguna lectura providencial, por ejemplo del profesor Mike Davis, que me ha ayudado a comprender mejor los bastidores de las causas primeras de la anunciada pandemia, tal vez pueda traer aquí algún dato que ilumine a su vez al lector. Hace mucho tiempo que los especialistas en virología están convencidos de que el sistema de agricultura intensiva de China meridional es el principal vector de la mutación gripal: tanto de la «deriva» estacional como del episódico «intercambio» genómico. Hace ya seis años que la revista Science publicaba un artículo importante en el que mostraba que, tras años de estabilidad, el virus de la gripe aviar de América del Norte había dado un salto evolutivo vertiginoso. La industrialización, por grandes empresas, de la producción pecuaria rompió lo que hasta entonces había sido el monopolio natural de China en la evolución de la gripe. En las últimas décadas, el sector pecuario se ha transformado en algo que se parece más a la industria petroquímica que a la bucólica finca familiar que los libros de texto en la escuela se complacen en describir…En 1966, por ejemplo, se contaban en Estados Unidos 53 millones de cerdos distribuidos en un millón de granjas. Actualmente, 65 millones de puercos se concentran en 65.000 instalaciones. Eso significa pasar de las antiguas pocilgas a los ciclópeos infiernos fecales de hoy, en los que, entre el estiércol y a un calor sofocante, predispuestos para intercambiar agentes patogénicos a la velocidad del rayo, se amontonan decenas de millones de animales con más que debilitados sistemas inmunitarios.No será, ciertamente, la única causa, pero no puede ser ignorada. Volveré al asunto.
Día 30
Gripe (2)
Continuemos. El año pasado, una comisión convocada por el Pew Research Center publicó un informe sobre la producción animal en granjas industriales, en el que se alertaba sobre «el grave peligro de que la continua circulación de virus, característica de las enormes piaras o rebaños, aumentase las posibilidades de aparición de nuevos virus por procesos de mutación o de recombinación que podrían generar virus más eficientes para la transmisión entre humanos». La comisión alertó también de que el uso promiscuo de antibióticos en las factorías porcinas -más barato que en ambientes humanos- estaba propiciando el auge de infecciones estafilocócicas resistentes, al mismo tiempo que las descargas residuales generaban manifestaciones de Escherichia coli y de Pfiesteria (el protozoario que mató a millares de peces en los estuarios de Carolina del Norte y contagió a decenas de pescadores).Cualquier mejora en la ecología de este nuevo agente patogénico tendría que enfrentarse al monstruoso poder de los grandes conglomerados empresariales avícolas y ganaderos, como Smithfield Farms (porcino y vacuno) y Tyson (pollos). La comisión habló de una obstrucción sistemática de sus investigaciones por parte de las grandes empresas, incluidas unas nada recatadas amenazas de suprimir la financiación de los investigadores que cooperaron con la comisión. Se trata de una industria muy globalizada y con influencias políticas. Así como el gigante avícola Charoen Pokphand, radicado en Bangkok, fue capaz de desbaratar las investigaciones sobre su papel en la propagación de la gripe aviar en el sudeste asiático, lo más probable es que la epidemiología forense del brote de la gripe porcina choque contra la pétrea muralla de la industria del cerdo. Eso no quiere decir que no vaya a encontrarse nunca un dedo acusador: ya circula en la prensa mexicana el rumor de un epicentro de la gripe situado en una gigantesca filial de Smithfield en el estado de Veracruz. Pero lo más importante es el bosque, no los árboles: la fracasada estrategia antipandémica de la Organización Mundial de la Salud, el progresivo deterioro de la salud pública mundial, la mordaza aplicada por las grandes transnacionales farmacéuticas a medicamentos vitales y la catástrofe planetaria que es una producción pecuaria industrializada y ecológicamente sin discernimiento.Como se observa, los contagios son mucho más complicados que el hecho de que entre un virus presumiblemente mortal en los pulmones de un ciudadano atrapado en la tela de los intereses materiales y la falta de escrúpulos de las grandes empresas. Todo está contagiando todo. La primera muerte, hace ya largo tiempo, fue la de la honradez. Pero ¿podrá, realmente, pedírsele honradez a una transnacional? ¿Quién nos asiste?
Mayo de 2009
Día 1
Javier Ortiz
Uno más que se ha ido. Cuando las circunstancias me trajeron a esta isla africana para vivir en ella largas temporadas, alternadas con otras en Lisboa, no tardé mucho en conocer, a través de Pilar, a algunos periodistas que me impresionaron por serlo de un modo bastante diferente de aquel o de aquellos a que estaba habituado en mi país. Eran éstos Manuel Vicent, Raúl del Pozo, Juan José Millás y Javier Ortiz. Alta calidad literaria, fina argucia de espíritu, sentido del humor en altísimo grado, he ahí lo que los caracterizaba y todavía los caracteriza a todos, excepto a Javier Ortiz, que acaba de morir. De los cuatro, Javier siempre fue el más políticamente activo. Hombre de izquierdas que nunca ocultó o suavizó sus ideas, consiguió el prodigio de mantener la más firme de las posturas ideológicas cuando, siendo aún periodista en El Mundo, fue el único que contrarió, sin ninguna concesión oportunista, la deriva derechista de un periódico que su director, Pedro J. Ramírez, hizo caer en los amorosos brazos de José María Aznar. Ahora ha muerto, no habrá respuesta a la pregunta que regularmente hacíamos: «¿Qué dirá de esto Javier Ortiz?».Nuestras relaciones tuvieron un momento particularmente afortunado cuando le concedí una entrevista que acabaría siendo publicada, también con textos de Noam Chomsky, James Petras, Edward W. Said, Alberto Piris y Antoni Segura, en un libro que él editó, ¡Palestina existe! (Editorial Foca). Recién llegado yo de Israel, donde había dejado un rastro de escándalo político, y a punto de partir hacia Estados Unidos, donde iba a presentar un libro y dar algunas conferencias, nuestra entrevista fue, toda ella, hecha por e-mail, sobrevolando el Atlántico y el continente norteamericano, de costa a costa. Conocí entonces mejor a Javier Ortiz, su inteligencia, el brillo de su dialéctica, y, lo mejor de todo, su calidad humana. Muchos no saben que Javier escribió su obituario, un texto supremamente irónico y desmitificador, digno de ser publicado en todos los periódicos. Es una pena que no se haga. Sería el momento de dedicarle una última sonrisa, esta que tengo en la cara y que, de alguna manera, está negando su muerte.
OBITUARIOJavier Ortiz, columnista
Falleció ayer de parada cardiorrespiratoria el escritor y periodista Javier Ortiz. Es algo que él mismo, autor de estas líneas, sabía muy bien que sucedería, y que por eso pudo pronosticar, porque no hay nada más inevitable que morir de parada cardiorrespiratoria. Si sigues respirando y el corazón te late, no te dan por muerto.Así que en ésas estamos (bueno, él ya no).Javier Ortiz fue el sexto hijo de una maestra de Irún, María Estévez Sáez, y de un gestor administrativo madrileño, José María Ortiz Crouselles. Sus abuelos fueron, respectivamente, un señor de Granada con aspecto de policía -lo que tal vez se justifique considerando el hecho de que era policía-, una señora muy agradable y culta con allure y apellido del Rosellón, un honrado y discreto carabinero orensano con habilidades de pendolista y una viuda de Haro casada en segundas nupcias con el recién mencionado, Javier Estévez Cartelle, del que se derivó el nombre de pila de nuestro recién difunto. Si algún interés tienen todos estos antecedentes, cosa que dista de estar clara, es el de demostrar que, en contra de lo que suele pretenderse, el cruce de razas no mejora el producto. (Obsérvese qué gran variedad de procedencias se puso en juego para acabar fabricando a un vasco calvo y bajito.)La infancia de Javier Ortiz transcurrió en San Sebastián, ciudad que le venía muy a mano, porque nació allí. Se dedicó básicamente a mirar lo que había por sus cercanías, en particular el pecho de las señoras -ahora que ya está muerto podemos descubrir ese inocente secreto suyo-, y a estudiar cosas tan peregrinas como las ciudades costeras del Perú, de las que no logró olvidarse hasta su postrer respiro. Los jesuitas trataron de encauzarlo por el buen camino, pero él descubrió muy pronto que era comunista. Eso malogró del todo su carrera religiosa, ya de por sí poco prometedora, sobre todo desde que notó con desagrado el interés que algunos sacerdotes ponían en sus partes pudendas.Su primer trabajo como escribidor, aparecido en una página del periódico del colegio, fue, curiosamente, una necrológica, con lo que cabría decir que su carrera como periodista ha resultado capicúa, singular circunstancia de la que muy pocos podrían presumir, aun en el improbable caso de que lo pretendieran.A los quince años, hastiado de las injusticias humanas -algunas de las cuales seguían teniendo como referencia obsesiva los pechos femeninos-, decidió hacerse marxista-leninista. Los años siguientes tuvo que emplearlos en averiguar qué era eso que acababa de hacerse, a lo que contribuyeron decisivamente algunos esforzados miembros de la Policía política franquista.A partir de lo cual, se dedicó con gran entusiasmo a cultivar el noble género del panfleto. Sin parar. A diario. Año tras año. Fue cambiando de punto de residencia, no siempre por voluntad propia -ahí merecen especial mención sus estancias carcelarias y su exilio, primero en Burdeos, luego en París-, pero jamás varió su inquebrantable afán de agitador político, que él pretendía haber adquirido, por absurdo que parezca -y sea, de hecho-, en la lectura de Los documentos póstumos del Club Pickwick, de don Carlos Dickens, y de las Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Padarox, de don Pío Baroja.Burdeos, París, Barcelona, Madrid, Bilbao, Aigües, Santander… Recorrió incontables sitios y holló innúmeros parajes sin parar de escribir, erre que erre. Zutik!, Servir al Pueblo, Saida, Liberación -y Mar, y Mediterranean Magazine- y El Mundo, y una docena de libros, y varias radios, y algunas televisiones… Por escribir, incluso escribió para otros y otras, ejerciendo de negro en momentos de particular penuria. También lo hizo a veces por amistad.Movido por la lectura de Selecciones de Reader’s Digest y otras publicaciones estadounidenses tan aficionadas a ese género de operaciones, un día decidió calcular cuántos kilómetros cubrirían sus escritos, en el caso de colocarlos todos en una sola larguísima línea de cuerpo 12. El resultado de la estimación fue concluyente: ocuparían la tira.En materia de amores (de la que sería injusto decir que careciera de alguna experiencia), también fue capicúa. Decía que las mejores mujeres, las más cariñosas y las más nobles con las que compartió sus días (sin desdeñar dogmáticamente a ninguna otra), le resultaron la primera y la última. Aunque la favorita le apareciera en medio: su hija Ane.Y todo para acabar con algo tan vulgar como la muerte. Por parada cardiorrespiratoria, como queda dicho. En fin, otro puesto de trabajo disponible. Algo es algo.
Día 2
Expulsión
Espero que a estas horas los agresores de Vital Moreira ya hayan sido identificados. ¿Quiénes son, finalmente? ¿Qué les hizo proceder de forma tan repudiable? ¿Qué relaciones partidarias son las suyas? Sin duda la respuesta más clarificadora será la que se dé a la última pregunta. A Vital Moreira le han llamado «traidor», y esto, se quiera o no se quiera, es bastante claro para que lo tomemos como el cordón umbilical que relaciona el despreciable episodio de la manifestación del 1º de Mayo con la salida de Vital Moreira del Partido Comunista hace veinte años. En este momento estamos asistiendo a algo ya conocido: todo el mundo, con la más clara falta de sinceridad, pide disculpa a todo el mundo o exige, como vestales ofendidas, que otros se disculpen. De repente, nadie parece interesado en saber quiénes fueron los agresores, dignos continuadores de aquellos célebres matones que ejercieron una importante actividad política a través de la porra en épocas pasadas. No tanto por contrariar, sino por cuestión de higiene mental, me gustaría saber qué relación orgánica existe (si existe) entre los agresores y el partido del que soy militante desde hace cuarenta años. ¿Son militantes también ellos? ¿Son meros simpatizantes? Si son sólo simpatizantes, el partido nada podrá contra ellos, pero, si son militantes, sí, podrá. Por ejemplo, expulsarlos. ¿Qué dice a esta idea el secretario general? ¿Serán provocadores ajenos a la política, desesperados por sufrir esta crisis y que piensan que el enemigo es el PS y su candidato independiente a las elecciones europeas?… No se puede simplificar tanto, ni en la calle ni en los despachos.Aunque lo hayan incluido en la lista de los candidatos, el Premio Nobel de Literatura nunca se encontrará con su amigo Vital Moreira en el Parlamento Europeo. Se diría que la culpa es suya, pues siempre quiso ir en lugar no elegible, pero también habrá que decir que sobre él en ningún momento se ejerció la más mínima presión para que no fuera así. Ni siquiera la Asamblea de la República pudo conocer mis brillantes dotes oratorias… No me quejo, más tiempo he tenido para mis libros, pero lo que es, es, y alguna explicación tendrá que tener. Que espero que no sea la de considerarme a mí también traidor, pues aunque militante disciplinado, no siempre he estado de acuerdo con decisiones políticas de mi partido. Como, por ejemplo, la de presentar listas separadas para el Ayuntamiento de Lisboa, que, a lo que se ve, vamos a entregar a Santana Lopes, eso sí, sin que nadie haya perdido la virginidad del pacto municipal. Me apetece decir «Dios nos valga», porque nosotros parecemos incapaces.
Día 4
Benedetti
El susto fue grande, Mario Benedetti estaba en el hospital y su estado era considerado grave. Ángel González se nos fue casi sin aviso, en una fría madrugada de enero. Que ahora la vida de Benedetti estuviera en peligro allá en su distante Montevideo era algo que la preocupación aquí despertada no se resignaba a aceptar. Y, con todo, nada podíamos hacer. ¿Enviar telegramas, a la antigua usanza? ¿Mandar recados a través de algún amigo? ¿Rezar una oración por su pronto restablecimiento, si con eso no fuésemos a provocar la ira laica de Mario? Pilar encontró la solución. ¿Qué era, en verdad, Mario Benedetti, qué había sido él toda su vida, mucho más que las múltiples profesiones ejercidas? Poeta. Entonces arranquemos sus poemas de la inmovilidad de la página y hagamos con ellos una nube de palabras, de sonidos, de música, que atraviese el mar Atlántico (las palabras, los sonidos, la música de Benedetti) y se detenga, como una orquesta protectora, delante de la ventana que está prohibido abrir, acunándole el sueño y haciéndolo sonreír al despertar. A los médicos algo se les debe, reconozcámoslo, pero nosotros, todos los que alrededor del mundo hemos dado nuestra contribución personal, juntando poemas de Benedetti a los poemas de Benedetti, también hemos tenido parte en el trabajo. Mario Benedetti está mejor. Leamos entonces un poema suyo.
Día 5
Santo de casa
El refrán dice que santos de casa no hacen milagros, salvo que la iglesia acabe un día afirmando lo contrario, que sí señor, sí los hacen, la dificultad está en documentarlos, en reunir testimonios suficientes y creer en su fiabilidad. A lo que parece, Nuno Álvares Pereira, hasta hace poco tiempo Beato de Santa María para la Iglesia católica, hizo un milagro en vida, uno solo, pero más que suficiente para elevarlo a la suprema dignidad de los altares, como acaba ahora mismo de decidir el papa Ratzinger, para el que, por la muestra, cualquier milagro sirve. A una mujer que estaba friendo pescado (¿sería pescado?) le saltó una gotita de aceite hirviendo en un ojo, causándole una llaga, una úlcera o algo de este jaez, con sufrimiento y riesgo de perder la visión de dicho ojo. La mujer invocó el auxilio del Beato de Santa María y la herida no tardó en cicatrizar. Eso es lo que puede deducirse de las informaciones recogidas por la comisión del Vaticano encargada de averiguar la limpieza de las candidaturas. Resultado, tenemos un santo portugués más en la estadística del cielo.Nuno Álvares Pereira, el Condestable, fue siempre una piedra básica en la educación de los portugueses, sobre todo en los cursos primarios de la escuela, en los que se forjaban el espíritu cívico y el sentimiento patriótico de los futuros ciudadanos. Buenos tiempos aquellos. Guerrero invencible (recordemos Atoleiros y Aljubarrota), espejo de virtudes, ejemplo sublime de dedicación a la patria y de fidelidad absoluta a su rey, un Portugal todo hecho de Nunos Álvares sería el asombro del universo, no tendríamos que esperar el Quinto Imperio anunciado por el Padre Antonio Vieira ni el cumplimiento de las profecías del zapatero Bandarra. Hay sin embargo en la vida de este varón impoluto una mancha impagable sobre la que piadosamente solemos pasar de largo cuando simplemente no nos desviamos. Nuno Álvares Pereira era un hombre rico, riquísimo. Gracias a la liberalidad y a la gratitud de don João I por los servicios prestados, fue acumulando bienes y dominios a lo largo de la vida, hasta el punto de poseer más tierras que cualquier otro hidalgo de su tiempo, incluida, por extraordinario que parezca, la propia casa real. Duró esto hasta el día en que don João I comprendió que por esa vía iba a quedarse sin país. De ser hoy lo habrían expropiado, pero entonces no encontró mejor solución que comprar lo que había dado, a Nuno Álvares Pereira, sí, pero también, a Martim Vasques da Cunha, João Fernandes Pacheco, al hermano de éste, Lobo Fernandes, Egas Coelho, João Gomes da Silva y otros. Fue notoria la contrariedad del Condestable. Habiendo ido a Estremoz mandó llamar, como cuenta Fernão Lopes, «a algunas gentes, tanto aquellos que en la guerra le sirvieron como a otros criados y amigos, y ahí se reunió un gran número de ellos, con los que el Conde habló, diciendo que el Rey quería por su servicio quitarle parte de las tierras que le fueron dadas, razón por la cual él no podía soportar cómo su honra perdía con las que hubiera de quedarse: y que por eso se quería ir fuera del reino a buscarse la vida, aunque guardaría siempre el servicio al Rey…». La idea no prosperó, la sangre no llegó al río, Nuno Álvares Pereira no salió de Portugal, pero para la Historia quedó un misterio: ¿en qué estaba pensando el Condestable cuando dijo que, incluso en la «emigración» (¿dónde?, ¿para qué?, ¿con quién?), guardaría siempre el servicio al Rey? Fernão Lopes nada más nos dijo y, a pesar de todo, nos repugna la idea de que Nuno Álvares fuese a ofrecer pleitesía al rey de Castilla… En cualquier caso, hay algo sospechoso en el hecho de que el papa, al anunciar la canonización, dijera Nuno Álvarez…
Día 7
Hombre nuevo
Culturalmente, es más fácil movilizar a los hombres para la guerra que para la paz. A lo largo de la historia, la Humanidad siempre ha sido inducida a considerar la guerra como el medio más eficaz para la resolución de conflictos, y siempre los que gobiernan se han servido de los breves intervalos de paz para preparar las guerras futuras. También siempre las guerras se declaran en nombre de la paz. Y siempre, para que mañana vivan pacíficamente los hijos, son sacrificados hoy los padres…Esto se dice, esto se escribe, esto se hace creer, ya que se sabe que el hombre, aunque históricamente educado para la guerra, transporta en su espíritu una permanente ansia de paz. Por eso ésta es usada tantas veces como medio de chantaje moral por quienes quieren la guerra: nadie osaría confesar que hace la guerra por la guerra, se jura, sí, que se hace la guerra por la paz. Por eso todos los días y en todo el mundo sigue siendo posible que salgan hombres hacia la guerra, sigue siendo posible que la guerra los destruya en sus propias casas.Hablemos de cultura. Quizá fuera más claro si hablara de revolución cultural, aunque sepamos que se trata de una expresión desgastada, muchas veces perdida en proyectos que la desnaturalizan, consumida en contradicciones, extraviada en aventuras que acabaron sirviendo a intereses que le eran radicalmente contrarios. Sin embargo, esas propuestas no siempre fueron vanas. Se abrieron espacios, se ampliaron horizontes, aunque me parezca que ya es más que hora de entender y proclamar que la única revolución realmente digna de tal nombre sería la revolución de la paz, esa que transformaría al hombre entrenado para la guerra en hombre educado para la paz, porque para la paz habría sido educado. Ésa, sí, sería la gran revolución mental, y por tanto cultural, de la Humanidad. Ése sería, finalmente, el tan aireado hombre nuevo.
Día 8
La feria
Este año no iré a la Feria del Libro de Lisboa. Que no es como la de Frankfurt, o la de Guadalajara, en México, ni siquiera como la de Madrid, pero es la nuestra y está en un lugar bonito, donde antes había una colina y ahora menos, porque la furia urbanística ha reducido los relieves, pero aun así se ve el río al fondo, y hay una bella imagen de la ciudad pombalina, la que iba a ser moderna y racional y lo fue, basta pasear por ella para ver que la razón estuvo presente cuando se diseñó, aunque luego vinieran otros que prefirieron el obscurantismo a las luces y casi la finiquitaran.Me dicen que hace buen tiempo y que la Feria este año está más animada, como si por esos mundos no se labraran cosas terribles, crisis, pobreza, depresión. Dicen que en épocas de crisis se lee más, y parece que los contables revalidan esta afirmación. A mí me gusta pensar que en épocas de crisis la gente quiere saber por qué llegamos a esto y se acercan a los libros como si éstos fuesen fuentes de agua fresca y los lectores personas sedientas.Me gusta la Feria del Libro. Me gusta estar horas sentado firmando ejemplares de amigos que llegan con un recado, por lo general discreto. Me gusta levantar los ojos y ver a las personas circulando entre las casetas, tal vez buscando al ser humano que los libros llevan dentro. Me gusta el calor de la primera parte de la tarde y la frescura que vendrá después, siento que cierto lirismo me recorre el cuerpo, a mí que no soy lírico, sino sentimental. Y pienso que los libros son buenos para la salud, y también para el espíritu, y que nos permiten ser poetas o ser científicos, y entender de estrellas o encontrarlas en el interior de la voluntad de ciertos personajes, esos que a veces, algunas tardes, se escapan de las páginas y se pasean entre los humanos, tal vez más humanos que ellos.Siento mucho no poder estar este año en Lisboa, en la Feria del Libro.
Día 11
Torturas
Que yo sepa (y sé muy poco) ningún animal tortura a otro animal y menos a un semejante suyo. Es cierto que se dice que el gato siente placer, y se divierte a lo grande, atormentando al ratón que acaba de caer en sus garras y que sólo devorará después de haberle molido bien las carnes en una forma particular de maceración, pero los entendidos en estas materias (no sé si los entendidos en gatos o en ratones) afirman que el felino, como un finísimo gourmet siempre en busca de las cinco estrellas cinco, está simplemente mejorando el sabor del manjar a partir de una inevitable ruptura de la vesícula biliar del roedor. Siendo la naturaleza tan varia y diversa, todo es posible. Menos diversa y varia, al contrario de lo que generalmente se cree, es la naturaleza humana. Torturó en el pasado, tortura hoy y, no nos queden dudas, continuará torturando en todos los tiempos futuros, comenzando por los animales, a todos, estén domesticados o no, y terminando por su propia especie, con cuyas agonías especialmente se deleita.Para quienes se empeñan en la existencia de algo a lo que, con los ojos en blanco, se atreven a llamar bondad humana, la lección es dura y muy capaz de hacerles perder algunas de sus queridas ilusiones. Acaba de exponerse al conocimiento de la opinión pública uno de los más demenciales casos de tortura que podríamos imaginar. El torturador es un hermano del emir de Abu Dabi y presidente de los Emiratos Árabes Unidos, uno de los países más ricos del mundo, gran exportador de petróleo. El infeliz torturado era un comerciante afgano acusado de haber perdido un cargamento de cereales valorado en cuatro mil euros que el jeque Al Nahyan (éste es el nombre de la bestia) había adquirido.Lo que pasó se cuenta en pocas palabras, aunque un relato completo exigiría un libro de muchas páginas. La grabación del vídeo, de cuarenta y cinco minutos, muestra a un hombre de chilaba blanca golpeando los testículos de la víctima con un aguijón eléctrico, de esos que se usan para arrear al ganado, que después le introduce en el ano. A continuación le vierte sobre los testículos el contenido de un encendedor y le prende fuego, echando luego sal sobre la carne quemada. Para rematar, atropella varias veces al desgraciado con un coche todoterreno. En el vídeo se pueden oír los huesos partiéndose. Como se ve, un simple capítulo más de la ilimitada crueldad humana.Si Alá no se ocupa de su gente, esto acabará mal. Ya teníamos la Biblia como manual para el perfecto criminal, ahora le toca el turno al Corán, con el que el jeque Al Nahyan reza todos los días.
Día 12
El valor
Patricia Kolesnicov es periodista y argentina, más periodista que argentina en mi opinión, pero esto es sólo una pequeña idea de literato, colocar la profesión antes que la nacionalidad como si estuviera substituyendo un mundo por otro. Hace años le apareció un cáncer de mama al que se enfrentó con el valor del que sólo una mujer es capaz. No lo digo para quedar bien, para ganar indulgencias entre la otra mitad de la humanidad. Si lo digo es simplemente porque lo pienso: ante el dolor, ante el sufrimiento, ellas son mucho más valientes que nosotros. El niño que llora y se queja por haberse desollado una rodilla sigue existiendo en el hombre aunque hayan pasado muchos años, y cuantos más pasen, más se notará esa presencia. La mujer le puso un decidido chupete en la boca y, si no consiguió callarlo del todo, al menos le aplicó sordina a sus lamentos, que los hará relativamente soportables ante oídos y sensibilidades ajenas. El hombre exhibe, la mujer no quiere que se note.Cuando el cáncer fue vencido, Patricia escribió un libro al que le dio el título de Biografía de mi cáncer. No me gustó y se lo dije, pero ella no me hizo caso. El libro (publicado también en Portugal, en la editorial Caminho) traza sin complacencias un recorrido durísimo y, tal vez para honrar la palabra de quienes afirman que existe un humor judío particular (Patricia es judía), el relato, que en otras manos sería grave, inquietante, incluso asustador, despierta frecuentemente en nosotros una sonrisa cómplice, una súbita risa, una irreprimible carcajada. Con un poco más Patricia Kolesnicov se nos mostraría maestra de la paradoja y del más negro de los humores.Patricia acaba de recuperar los derechos sobre su obra y no se le ha ocurrido mejor idea que ponerla en Internet para uso, disfrute y lección de todo el mundo. Léanla y agradézcanselo. Y, ya puestos, agradézcanmelo también a mí que soy su amigo y he escrito estas palabras justas, mínimas para lo que ella merece, y que otros (sus lectores) harán crecer a través del respeto y de la admiración. Por su valor.
Día 13
Corrupción a la inglesa
Se lee y no se cree. Dan ganas de promover urgentemente una subscripción pública capaz de reunir unas cuantas monedas para ayudar a los diputados ingleses, tanto laboristas como conservadores, a ver si llegan a fin de mes con algunas libras en el bolsillo. Apetece exclamar: «Imperio británico, quién te ha visto y quién te ve». Dueños de la mitad del mundo en un pasado no tan distante, ahora les falta poco para bajar a la calle y extender la mano a la caridad de los electores. No es que no tengan lo suficiente para comer. Por lo menos, a lo que se sabe, no hay noticia de que algún diputado o diputada se haya desmayado durante un discurso. La cosa todavía no ha llegado hasta ahí. Pero ¿qué podemos decir de la diputada Cheryl Gillan, que pasó a la cuenta del Estado la importancia de 87 céntimos de euro por la compra de dos latas de comida para perros? ¿O del diputado David Willetts, que llamó a un trabajador para que le cambiara 25 bombillas en su casa, pagando el Estado el trabajo? ¿O Alan Duncan, que reformó el jardín a costa del contribuyente? La lista de casos es larguísima.El escándalo en Gran Bretaña está alcanzando tales proporciones que el primer ministro Gordon Brown se ha visto obligado a pedir disculpas en nombre de la clase política del país, incluidos los partidos, todos ellos, ante el gravísimo descrédito que está sufriendo la reputación de los políticos que abusan del dinero público para cubrir sus gastos como diputados. Realmente hay que hacer algo para poner fin a esta vergüenza, en la que no es difícil encontrar señales de farsa. A mí se me ha ocurrido una idea: contratar un nuevo Robin Hood, uno que robe a los pobres para que no les falte dinero a los representantes de la nación en sus gastos menudos, que en muchos casos de menudos no tienen nada, como en el de David Cameron, leader de los conservadores, que mandó a la cuenta del Estado 92.000 euros empleados en su segunda residencia. Créanme, la solución está a la vista. A Robin Hood no le falta experiencia y de momento todavía tiene buena reputación.
Día 14
Sofía Gandarias
A la pregunta angustiada, aunque cargada de fácil retórica, que el papa lanzó en Auschwitz para sorpresa y escándalo del mundo creyente: «¿Dónde estaba Dios?», sigue esta gran exposición de Sofía Gandarias, que responde con sencillez: «Dios no está aquí». Es evidente que Dios no ha leído a Kafka y, por lo visto, Ratzinger tampoco. Ni siquiera han leído a Primo Levi, que está más cerca de nuestro tiempo y nunca se ha servido de alegorías para describir el horror. Si se me permite la osadía, le aconsejaría al papa que visitase, con tiempo y ojos de ver, esta exposición de Sofía, que escuchase con atención las explicaciones que le fuera ofreciendo una pintora que, sabiendo mucho del arte que cultiva, mucho sabe también del mundo y de la vida que en él hemos hecho los que creen y los que no creen, los que esperan y los que desesperan, y los otros, los que hicieron Auschwitz y los que preguntan dónde estaba Dios. Más nos valdría que nos preguntásemos dónde estamos nosotros, qué enfermedad incurable es esta que no nos deja inventar una vida diferente, con dioses, si así lo quieren, aunque sin ninguna obligación de creer en ellos. La única y auténtica libertad del ser humano es la del espíritu, un espíritu no contaminado por creencias irracionales y por supersticiones tal vez poéticas en algún caso, pero que deforman la percepción de la realidad y deberían ofender la razón más elemental.Me acompaña la obra de Sofía Gandarias desde hace años. Me asombra su capacidad de trabajo, la fuerza de su vocación, la maestría con que transfiere a la tela las visiones de su mundo interior, la relación casi orgánica que mantiene con el color y con el dibujo. Sofía Gandarias es, toda ella, memoria. Memoria de sí misma, en primer lugar, como cualquiera de nosotros, y también memoria de lo que ha vivido y de lo que ha aprendido, memoria de todo lo que ha interiorizado como algo propio, memoria de Kafka, de Primo Levi, de Roa Bastos, de Borges, de Rilke, de Brecht, de Hannah Arendt, de cuantos, por decirlo en una sola palabra, se han asomado al pozo del alma humana y han sentido ese vértigo.
Nota: Texto para la exposición Kafka, el visionario, de Sofía Gandarias, que podrá visitarse en la Haus am Kleistpark de Berlín desde el 28 de este mes.
Día 15
¿Hasta cuándo?
Hará unos dos mil cincuenta años, día más día menos, a esta hora o a otra, estaba el bueno de Cicerón clamando su indignación en el senado romano o en el foro: «¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?», le preguntaba una y otra vez al bellaco conspirador que había querido matarlo y hacerse con un poder al que no tenía ningún derecho. La Historia es tan pródiga, tan generosa, que además de darnos excelentes lecciones sobre la actualidad de ciertos acontecimientos de otrora, también nos lega, para nuestro gobierno, unas cuantas palabras, unas cuantas frases que, por esta o aquella razón, acaban echando raíces en la memoria de los pueblos. La frase que dejé más arriba, fresca, vibrante, como si acabara de ser pronunciada en este instante, es sin duda una de ésas. Cicerón fue un gran orador, un tribuno de enormes recursos, pero es interesante observar cómo, en este caso, prefirió utilizar términos de los más comunes, que podrían haber salido de la boca de una madre que reprende a un hijo inquieto. Con la enorme diferencia de que aquel hijo de Roma, el tal Catilina, era un mequetrefe de la peor especie, ya sea como hombre o como político.La Historia de Italia sorprende a cualquiera. Es un extensísimo rosario de genios, ya sean pintores, escultores o arquitectos, músicos o filósofos, escritores o poetas, iluminadores o artífices, un no acabar de gente sublime que representa lo mejor que la humanidad ha pensado, imaginado, hecho. Nunca le faltarán catilinas de mayor o menor envergadura, pero de eso ningún país está exento, es lepra que a todos nos toca. El Catilina de hoy, en Italia, se llama Berlusconi. No necesita asaltar el poder porque ya es suyo, tiene suficiente dinero para comprar todos los cómplices que sean necesarios, incluyendo jueces, diputados y senadores. Ha conseguido la proeza de dividir a la población de Italia en dos partes: aquellos a los que les gustaría ser como él y los que ya lo son. Ahora promueve la aprobación de leyes absolutamente discriminatorias contra la emigración ilegal, saca patrullas de ciudadanos para colaborar con la policía en la represión física de los emigrantes sin papeles y, colmo de los colmos, prohíbe que los niños de padres emigrantes sean inscritos en el registro civil. Catilina, el Catilina histórico, no lo haría mejor.Dije antes que la Historia de Italia sorprende a cualquiera. Sorprende, por ejemplo, que ninguna voz italiana (al menos que yo sepa) haya retomado, con una ligera adaptación, las palabras de Cicerón: «¿Hasta cuándo, Berlusconi, abusarás de nuestra paciencia?». Experiméntese, puede ocurrir que dé resultado y que, por esta u otra razón, Italia vuelva a sorprendernos.
Día 18
Charlot
Una de estas últimas noches he visto en televisión algunas películas antiguas de Chaplin, a saber, dos o tres episodios en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y un filme más extenso, El peregrino, en el que retoma, con menos felicidad que en otros casos, el tema recurrente de un Chaplin sin culpa perseguido por la policía. No sonreí ni una sola vez. Sorprendido conmigo mismo, como si hubiese faltado a un juramento solemne, me tomé el trabajo de intentar recordar, tanto cuanto es posible ochenta años después, qué risas, qué carcajadas me hizo soltar Charlot en los dos cines populares de Lisboa que frecuentaba cuando tenía seis o siete años. No conseguí acordarme de mucho. Mis ídolos en esa época eran dos cómicos daneses, Pat y Patachon, que ésos, sí, eran, para mí, auténticos campeones de la carcajada. Seguí reflexionando para mis adentros, siempre los adentros son buenos consejeros porque en principio no mudan de casa ni de opinión, y llegué a la inesperada conclusión de que Chaplin, finalmente, no es un cómico, sino un trágico. Obsérvese lo triste que es todo, todo es melancólico en sus películas. La propia máscara chaplinesca, toda ella en blanco y negro, piel de yeso, cejas, bigote, ojos como gotas de alquitrán, es una máscara que no desentonaría nada al lado de las representaciones plásticas clásicas del actor trágico. Y hay más. La sonrisa de Chaplin no es una sonrisa feliz; al contrario, me aventuro a decir, sabiendo a lo que me arriesgo, que es tan inquietante que quedaría bien en la boca de cualquier drácula. Si yo fuera mujer, huiría de un hombre que me sonriese así. Esos incisivos, demasiado grandes, demasiado regulares, demasiado blancos, asustan. Son una mueca en el encuadre rígido de los labios. Sé de antemano que poquísimos estarán de acuerdo conmigo. El caso es que, una vez que se decidió que Chaplin era un actor cómico, nadie le mira a la cara. Créanme lo que les digo. Mírenlo de frente sin ideas preconcebidas, observen esas facciones una a una, olviden por un momento la danza de los piececitos, y díganme después qué han visto. Chaplin se pasaría todas sus películas llorando si pudiese.
Día 19
Poetas y poesía
No será con todos ni será siempre, pero a veces ocurre lo que estamos viendo estos días: que, porque ha muerto un poeta, aparecen en todo el mundo lectores de poesía que se declaran devotos de Mario Benedetti, que necesitan un poema que exprese su desconsuelo y tal vez también para recordar un pasado en que la poesía tuvo un lugar permanente, cuando hoy es la economía la que nos impide dormir. Así, vemos que de repente se establece un tráfico de poesía que habrá dejado perplejos a los medidores oficiales, porque de un continente a otro saltan mensajes extraños, de factura original, líneas cortas que parecen decir más de lo que a primera vista se cree. Los descifradores de códigos no dan abasto, demasiados enigmas para descodificar, demasiados abrazos y demasiada música acompañando sentimientos que son demasiados: el mundo no podría soportar muchos días esta intensidad emocional, pero tampoco, sin la poesía que hoy se expresa, seríamos enteramente humanos. Y esto, en pocas líneas, es lo que está sucediendo: murió Mario Benedetti en Montevideo y el planeta se hizo pequeño para albergar la emoción de las personas. De súbito los libros se abrieron y comenzaron a expandirse en versos, versos de despedida, versos de militancia, versos de amor, las constantes de la vida de Benedetti, junto a su patria, sus amigos, el fútbol y algunos boliches de trago largo y noches todavía más largas.Murió Benedetti, ese poeta que supo hacernos revivir nuestros momentos más íntimos y nuestras rabias menos ocultas. Si con sus poemas salimos a la calle -codo a codo somos mucho más que dos-, si leyendo Geografías, por ejemplo, aprendimos a amar a un país pequeño y a un continente grande, ahora, según las cartas que llegan a la Fundación, se recuperan momentos de amor que dieron sentido a tiempos pasados, y quién sabe si presentes. Eso también se lo debemos a Benedetti, el poeta que al morir hizo de nosotros herederos del bagaje de una vida fuera de lo común.
Tania y Mario: la libertad(Prólogo para el disco de Tania Libertad,La vida ese paréntesis)
No es verdad que en el mundo está todo descubierto. El mundo no es sólo la geografía con sus valles y montañas, sus ríos y sus lagos, sus planicies, los grandes mares, las ciudades y las calles, los desiertos que ven pasar el tiempo, el tiempo que nos ve pasar a todos. El mundo es también las voces humanas, ese milagro de la palabra que se repite todos los días, como una corona de sonidos viajando en el espacio. Muchas de esas voces cantan, algunas cantan verdaderamente. La primera vez que oí cantar a Tania Libertad tuve la revelación de las alturas de la emoción a que puede llevarnos una voz desnuda, sola delante del mundo, sin ningún instrumento que la acompañara. Tania cantaba a capela La paloma de Rafael Alberti, y cada nota acariciaba una cuerda de mi sensibilidad hasta el deslumbramiento.Ahora Tania Libertad canta a Mario Benedetti, ese gran poeta a quien tan bien le sentaría el nombre de Mario Libertad…Son dos voces humanas, profundamente humanas, que la música de la poesía y la poesía de la música han reunido. De él las palabras, de ella la voz.Oyéndolas estamos más cerca del mundo, más cerca de la libertad, más cerca de nosotros mismos.
Día 20
Un sueño
Nunca he visto a la persona en cuestión, nunca le he hablado, no tiene ni tuvo jamás lugar en el círculo de mis intereses, ya sean inmediatos, ya sean distantes, y, para que todo quede dicho en media docena de palabras, teniendo en cuenta los años pasados desde que oía o leía este nombre, ni siquiera sé si sigue vivo. Me refiero a un editor portugués, Domingos Barreira, que la noche pasada vino a visitarme en mi sueño. Es más, no llegué a verlo y, de haberlo visto, no sabría qué cara ponerle. Lo que él hizo fue enviarme a una secretaria con el aviso de que le gustaría encontrarse conmigo para conversar sobre cosas pasadas. Qué cosas pasadas eran ésas, ya me gustaría saberlo, porque, a pesar de que el encuentro quedó aplazado para el próximo fin de semana, no se habló del lugar. Y, como si eso fuese poco, me desperté, y, cuando desperté, la secretaria no estaba allí.Ahora, que vengan los doctores de la academia y me expliquen este sueño sin causa aparente ni motivo que lo justifique. Salvo si se me quiere aceptar la idea, mejor llamarla convicción, de que la enfermedad que hace un año y pico estuvo a punto de llevarme le dio una vuelta a mi cabeza, desordenando las memorias y volviendo a ordenarlas de otra manera, de modo que podría haber sido, también ella, la responsable de este insólito sueño. Desgraciadamente, se quedará sin respuesta la pregunta: «¿Por qué?». Paciencia, no se puede tener todo y los doctores de la academia sin duda tienen otras cosas que hacer que leer esta página.
Día 21
Soborno
Me había jurado a mí mismo no volver a escribir sobre este figurón en los próximos tiempos, pero, otra vez, la fuerza de los hechos puede más que mi voluntad. En este caso no se trata de misses, modelos y bailarinas elegidas a dedo (o con dedos) para el Parlamento Europeo, ni de joyas como regalo de aniversario a jóvenes ragazze poco más que adolescentes que tratan al primer ministro italiano de «papi», término que no sé exactamente lo que quiere decir (mi fuerte no es el italiano hablado por las lolitas de allí), aunque prometería mucho hasta para el menos atento de los exámenes. Tampoco se trata del pregonado divorcio del que, personalmente, dudo mucho que se acabe consumando porque los intereses materiales mutuos pesan y es grande el riesgo de que la comedia (si lo es) acabe en reconciliación y muchas horas de transmisión televisiva.Lo que me sacó de mi relativo sosiego en relación al padrone Berlusconi es una sentencia del Tribunal de Milán que condena al abogado británico David Mills a cuatro años y medio de prisión por corrupción en acto judicial. Se afirma en la sentencia que Berlusc (así me ha salido, así lo dejo) sobornó en 1997, nada menos que con 600.000 dólares, a dicho abogado y que éste incurrió en «falso testimonio» con el objetivo de «proporcionar impunidad a Berlusconi y al grupo Fininvest». La reacción de Berlusc fue típica: «Es una sentencia absolutamente escandalosa, contraria a la realidad». Y más: «Habrá recurso, habrá otro juez, y yo estoy tranquilo». El lector notará esa referencia a «otro juez» que, por lo menos así lo leo, no pasa de un acto fallido que me permitiré interpretar de esta manera: «Habrá otro juez, al que yo trataré de sobornar». Como sobornó a otros antes, añado.Me gustaría pensar que el fin de Berlusc se aproxima. Aunque para eso será necesario que el electorado italiano salga de su apatía, sea involuntaria o cómplice, y retome la frase de Cicerón que hace unos días recordaba. Que una vez digan y se oiga en todo el mundo: «Demasiado abusaste de nosotros, Berlusc, la puerta está allí, desaparece». Y si esa puerta es la de la prisión, entonces podremos decir que se habrá hecho justicia. Finalmente.
Día 22
Mayores
En portugués diríamos personas de edad. En un caso y en otro se trata de eufemismos para huir de la aborrecida palabra «viejos», que pudiendo y debiendo ser tomada como una afirmación vital («Viví y estoy vivo»), es, con demasiada frecuencia, lanzada contra la cara del mayor como una especie de descalificación moral. Y, pese a todo, por lo menos en mi país, se usaba (¿se usará todavía?) una respuesta definitiva, fulminante, de esas que le tapan la boca al interlocutor: «Viejos son los trapos», respondían los viejos de mi tiempo a quienes se atrevían a llamarlos viejos. Y seguían con su trabajo, sin prestarle más atención a las voces del mundo. Viejos serían, claro, pero no inútiles, no incapaces de meter la subilla en el lugar adecuado del zapato o de guiar la reja del arado con el que anduviesen labrando. La vida tenía una cosa mala: era dura. Y tenía una cosa buena: era sencilla.Hoy sigue siendo dura, pero ha perdido la sencillez. Tal vez haya sido esta percepción, formulada así o de otra manera, la que hizo nacer la idea de crear una universidad para personas de edad en Castilla-La Mancha, esa que precisamente se llama Universidad para Mayores y de la que tengo el honor de ser patrono. Personas a quienes la edad obligó a dejar su trabajo, ¿qué hacer con ellas? Otras en las que la edad hizo nacer curiosidades que hasta entonces no habían experimentado, ¿qué hacer con ellas? La respuesta no se hizo esperar: crear una universidad para las generaciones con canas y arrugas en la cara, un lugar donde pudiesen estudiar y descubrir mundos del conocimiento ocultos o mal sabidos. Cada una de esas personas, cada una de esas mujeres, cada uno de esos hombres, puede decir cuando abre un libro o escribe la respuesta en un cuestionario: «No me he rendido». En ese momento un aura de juventud rediviva les cruza el rostro, en espíritu es como si estuviesen sentados al lado de los nietos, o fueran ellos quienes acudieran a sentarse al lado de sus mayores. El conocimiento une a cada uno consigo mismo y a todos con todos.Cualquier edad es buena para aprender. Mucho de lo que sé lo he aprendido ya en la edad madura y hoy, con ochenta y seis años, sigo aprendiendo con el mismo apetito. No frecuento la Universidad para Mayores Castilla-La Mancha (espero ir un día), pero comparto la alegría (diría incluso la felicidad) de los que allí estudian, esos a quienes me dirijo con estas palabras simples: Queridos Colegas.
Día 25
Historia de una flor
Más o menos a comienzos de los años setenta, cuando no era nada más que un escritor principiante, un editor de Lisboa tuvo la insólita idea de pedirme que escribiera un cuento para niños. No estaba yo nada seguro de poder desempeñar dignamente el encargo; por eso, además de la historia de una flor que se estaba muriendo por la falta de unas gotas de agua, traté de curarme en salud poniendo al narrador a pedir disculpas por no saber escribir historias para la gente menuda, a la que, por otro lado, diplomáticamente, convidaba a reescribir con sus propias palabras el cuento que les contaba. El hijo pequeño de una amiga, a quien tuve el atrevimiento de regalarle el librito, confirmó sin piedad mi sospecha: «Realmente -le dijo a la madre-, él no sabe escribir historias para niños». Aguanté el golpe e intenté no pensar más en aquella frustrada tentativa de llegar a reunirme con los hermanos Grimm en el paraíso de los cuentos infantiles. Pasó el tiempo, escribí otros libros que tuvieron mejor suerte, y un día recibí una llamada telefónica de mi editor Zeferino Coelho comunicándome que estaba pensando reeditar mi cuento para niños. Le dije que debía de haber una equivocación, porque yo nunca había escrito nada para niños. Es decir, se me había olvidado totalmente el infausto acontecimiento. Y así fue, hay que decirlo, como comenzó la segunda vida de La flor más grande del mundo, ahora con la bendición de los extraordinarios collages que João Caetano hizo para la nueva edición y que contribuyeron de manera definitiva a su éxito. Miles de nuevas historias (miles, sí, no exagero) han sido escritas en las escuelas primarias de Portugal, España y medio mundo, miles de versiones en las que miles de niños han demostrado su capacidad creadora, no sólo como pequeños narradores, sino también como incipientes ilustradores. Al final, el hijo de mi amiga no tenía razón: el cuento, de transparente sencillez, había encontrado sus lectores. Pero las cosas no se quedaron ahí. Hace algunos años, Juan Pablo Etcheverry y Chelo Loureiro, que viven en Galicia y trabajan en el cine, me buscaron con el proyecto de hacer de la Flor una animación en plastilina. Contarían con la música que Emilio Aragón ya había compuesto, una hermosa música. Me pareció interesante la idea, les di la autorización que pedían y, pasado el tiempo necesario, inútil decir que después de muchos sacrificios y dificultades, el corto fue estrenado. Yo mismo aparezco, con sombrero y bastante favorecido para la edad. Son quince minutos de la mejor animación, que el público ha aplaudido y premiado en salas y festivales de cine, como, recientemente, en Japón y Alaska. Como ahora, con el premio que acaba de serle atribuido en el Festival de Cine Ecológico de Tenerife, felizmente resucitado tras una parada forzosa de algunos años. Chelo ha venido a nuestra casa, nos ha traído el premio, una escultura que representa una planta que parece ascender hasta el sol y que, muy probablemente, continuará su existencia en la Casa dos Bicos, en Lisboa, para mostrar cómo en este mundo todo está ligado a todo, sueño, creación, obra. Es lo que nos salva, el trabajo.
Día 26
Armas
El negocio de las armas, sujeto a la legalidad más o menos flexible de cada país o simple y descarado contrabando, no está en crisis. Es decir, la tan hablada y sufrida crisis que viene destrozando física y moralmente a la población del planeta no toca a todos. Por todas partes, aquí, allí, los sin trabajo se cuentan por millones, todos los días millares de empresas se declaran en quiebra y cierran las puertas, pero no consta que ni un solo obrero de una fábrica de armas haya sido despedido. Trabajar en una fábrica de armas es un seguro de vida. Ya sabemos que los ejércitos necesitan armarse, sustituir por armas nuevas y más mortíferas (de eso se trata) los antiguos arsenales que tuvieron en su tiempo pero ya no satisfacen las necesidades de la vida moderna. Así, parece evidente que los gobiernos de los países exportadores deberían controlar severamente la producción y la comercialización de las armas que fabrican. Ocurre, sin embargo, que unos no lo hacen y otros miran a otro lado. Hablo de gobiernos porque es difícil creer que, siguiendo el modelo de las instalaciones industriales más o menos ocultas que abastecen el narcotráfico, existan en el mundo fábricas clandestinas de armamento. Así pues, no hay una sola pistola que, por decirlo así, no esté tácitamente certificada con el respectivo, aunque invisible, sello oficial. Cuando en un continente como el sudamericano, por ejemplo, se calcula que hay más de ochenta millones de armas, es imposible no pensar en la complicidad mal disimulada de los gobiernos, tanto de los exportadores como de los importadores. Se dice que la culpa, por lo menos en parte, es del contrabando a gran escala, olvidando que para hacer contrabando de algo es condición sine qua non que ese algo exista. La nada no es materia de contrabando.Toda la vida he estado a la espera de ver una huelga de brazos caídos en una fábrica de armamento, inútilmente esperé, porque tal prodigio nunca ocurrió ni ocurrirá. Y era ésa mi pobre y única esperanza de que la humanidad todavía fuese capaz de mudar de camino, de rumbo, de destino.
Día 27
Música
Ayer fueron armas, hoy son notas de música. Luego avanzamos. La idea, según creo haber entendido, fue de la Fundación Calouste Gulbenkian y luego se sumaron el Ayuntamiento de Amadora y el Conservatorio Nacional. Se trataba de reunir a niños que vivieran en barrios degradados y enseñarles música y a tocar un instrumento. El propósito no era original, baste recordar la reciente revelación de la orquesta juvenil de Venezuela, ahora conocida en todo el mundo, pero si hubiera sido un error de partida seguir o imitar una idea mala, nociva, de alguna manera perjudicial, ésta valdría su peso en oro en caso de que una idea tan rica de contenido pudiese ser pesada. Acabo de ver un vídeo en el que se presentan unos cuantos niños, de color la mayor parte, rodeados de instrumentos en los que ni en sueños habrían puesto alguna vez las manos, manejando arcos y llaves con una facilidad para mí asombrosa, y fue inevitable que recordara el tiempo, no mucho, en que frecuenté la Academia de Amadores de Música, donde no hice más que balbucear unos vagos solfeos y tropezar con los dedos en el teclado de un piano. (Mi futuro no estaba allí.) E incluso aunque el futuro de todas esas criaturas no acabe siendo la música, tengo la seguridad de que nunca olvidarán las horas pasadas en la sala de ensayos y menos aún, creo, los caminos para llegar hasta allí, cargando ellos mismos con las fundas de sus instrumentos, pequeñas si son para una flauta, manejables si contienen un violín, menos cómodas si de un violonchelo se trata. La gravedad de esos rostros, también cuando la boca se les entreabría en sonrisas, la luz de aquellas miradas, la ponderación con que respondían a las preguntas, me confirmaron una vieja idea, la de que la felicidad es una cosa muy seria. Compenetrados, atentísimos, ensayaban unos cuantos compases de la Novena de Beethoven. Creo que los que lean estas páginas estarán de acuerdo conmigo si les digo que es un buen principio de vida.
Día 28
¿Manos limpias?
Baltasar Garzón es una de las personas con más peso específico que ha producido la sociedad española en la segunda mitad del siglo XX. Al juez Garzón le debemos algunos de los momentos más luminosamente democráticos que hemos conocido: el procesamiento del general Pinochet y la investigación contra los crímenes de la guerra y del franquismo. En este segundo caso, Garzón consideraba que Franco y otros cuarenta y cuatro miembros de sus gobiernos y de la Falange cometieron «delitos contra Altos Organismos de la Nación» y también de «detención ilegal con desaparición forzada de personas en un marco de crímenes contra la humanidad». Pues bien, la investigación contra estos crímenes ha exasperado a los franquistas, que en España todavía los hay, hasta el punto de querellarse contra Garzón, al que acusan de prevaricar porque inició procesos, dicen, a sabiendas de que los responsables estaban muertos. Firma la querella un tal Bernard, antiguo mandamás de Fuerza Nueva, grupo ultraderechista muy activo en la represión de antifranquistas, y actual presidente de una asociación sindical que cínicamente dice «defender» el Estado de Derecho y que copió el nombre de la italiana Manos Limpias, de inolvidable recuerdo.¿Qué ha hecho Baltasar Garzón? Fuera de las asociaciones judiciales, con sus rencillas y enfrentamientos, fuera de la furia política que sienten los franquistas contra las iniciativas que adopte la sociedad para limpiarse de la dictadura, lo que vemos es una actuación que introduce el sentido común en los tribunales. Hay un juez valiente que en vez de enredarse en leyes para justificar silencios y omisiones busca los resquicios que las leyes permiten para que a las víctimas de la guerra y del franquismo se les reconozcan derechos y se esclarezca su memoria. Garzón entendió que tenían derecho a recuperar los cuerpos enterrados en fosas comunes, o a saber dónde están los entonces niños que fueron separados con violencia de sus familias, por eso puso en marcha un proceso que luego se ha seguido en otras instancias, pero él fue el precursor y eso no se perdona. Lo terrible, lo incomprensible, es que los herederos del franquismo hayan encontrado eco en el Tribunal Supremo de España, donde Garzón tendrá que declarar como imputado por la causa contra el franquismo. Dice el Supremo que «sin valorar ni prejuzgar lo sucedido, entiende que no se dan las condiciones para rechazar la admisión a trámite de esta querella», que la hipótesis de prevaricación no es ni absurda ni irracional. Eso es lo que dicen cinco magistrados, cinco, del Supremo. A ver ahora qué dice la sociedad española, siempre tan apasionada cuando de defender causas justas se trata. ¿Dejará, sin hacer oír su voz, que Fuerza Nueva, perdón, Manos Limpias, use y abuse del Derecho? ¿Permitirá, sin protestas, que conceptos como Estado de Derecho, por el que tanto lucharon los antifranquistas, sean utilizados contra las víctimas, para que una vez más queden en el olvido? Ya no se trata de Garzón, de cuya amistad me honro, sino de que no nos tomen el pelo. Prevaricar no es actuar para ensanchar el Derecho, prevaricar es no haber actuado antes. Y mofarse de la justicia es aceptar como normal que los franquistas vengan a dar lecciones de escrúpulo democrático.
Día 29
Desencanto
Todos los días desaparecen especies animales y vegetales, idiomas, oficios. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Cada día hay una minoría que sabe más y una mayoría que sabe menos. La ignorancia se expande de forma aterradora. Tenemos un gravísimo problema en la redistribución de la riqueza. La explotación ha llegado a extremos diabólicos. Las multinacionales dominan el mundo. No sé si son las sombras o las imágenes las que nos ocultan la realidad. Podemos discutir sobre el tema infinitamente, lo cierto es que hemos perdido capacidad crítica para analizar lo que pasa en el mundo. De ahí que parezca que estamos encerrados en la caverna de Platón. Abandonamos nuestra responsabilidad de pensar, de actuar. Nos convertimos en seres inertes sin la capacidad de indignación, de inconformismo y de protesta que nos caracterizó durante muchos años. Estamos llegando al fin de una civilización y no me gusta la que se anuncia. El neoliberalismo, en mi opinión, es un nuevo totalitarismo disfrazado de democracia, de la que no se mantienen nada más que las apariencias. El centro comercial es el símbolo de ese nuevo mundo. Pero hay otro pequeño mundo que desaparece, el de las pequeñas industrias y de la artesanía. Está claro que todo tiene que morir, pero hay gente que, mientras vive, tiende a construir su propia felicidad, y ésos son eliminados. Pierden la batalla por la supervivencia, no soportan vivir según las reglas del sistema. Se van como vencidos, pero con la dignidad intacta, simplemente diciendo que se retiran porque no quieren este mundo.
Junio de 2009
Día 1
Bronce
Ahí estoy, sentado en medio de la plaza, con un libro en la mano, viendo a la gente que pasa. Me hicieron un poco mayor que el tamaño natural, supongo que para que se me vea mejor. No sé cuántos años estaré allí. Siempre he dicho que el destino de las estatuas es acabar siendo retiradas, pero, en este caso, quiero imaginar que me dejarán en paz, alguien que en paz doblemente regresó a su tierra, como la persona que es y, a partir de ahora, como el bronce que pasó también a ser. Aunque mi imaginación algunas veces me haya hecho caer en los delirios más absurdos, nunca osó admitir que un día me erigirían una estatua en la tierra donde nací. ¿Qué he hecho para que esto sucediese? Escribí unos cuantos libros, llevé conmigo, por todo el mundo, el nombre de Azinhaga y, sobre todo, nunca olvidé a los que me engendraron y educaron: mis abuelos y mis padres. De ellos hablé en Estocolmo ante una asistencia ilustrada y fui comprendido. Lo que vemos de un árbol es sólo una parte, importante, sin duda, que nada sería sin sus raíces. Las mías, las biológicas, se llaman Josefa y Jerónimo, José y Piedade, pero hay otras que son sitios, lugares, Casalinho y Divisões, Cabo das Casas y Almonda, Tajo y Rabo dos Cágados, se llaman también olivos, sauces, chopos y nogales, balsas navegando en el río, higueras cargadas de frutos, cerdos que eran llevados a pastar, y algunos que, todavía lechones, dormían en la cama con mis abuelos para que no murieran de frío. De todo esto estoy hecho, todo esto entró en la composición del bronce en que me han transformado. Pero, atención, no hubo generación espontánea. Sin la voluntad, el esfuerzo y la tenacidad de Vitor Guia y de José Miguel Correia Noras la estatua no estaría allí. Con la más profunda gratitud les dejo aquí un abrazo, extensivo a todo el pueblo de Azinhaga, a cuyo cuidado entrego ese otro hijo que soy.
Día 2
Marcos Ana
Hay personas que parecen no pertenecer al mundo y al tiempo en que viven. Marcos Ana es una de esas personas. Como tantos de su generación, arrastrados a las prisiones del fascismo español, sufrió lo indecible en el cuerpo y en el espíritu, escapó in extremis a dos condenas a muerte, es, en el mayor sentido de la expresión, un superviviente. La prisión no pudo nada contra él, y fueron veintitrés los años que estuvo privado de libertad. El libro que acaba de presentar en Portugal es el relato simultáneamente objetivo y apasionado de ese tiempo negro. El título de las memorias, Decidme cómo es un árbol, no podría ser más significativo. Con el tiempo, la dura realidad de la prisión acaba sobreponiéndose a la realidad exterior, diluyéndola en una imprecisa neblina que es necesario expulsar de la mente cada día que pasa para no perder la seguridad en uno mismo, por más frágil que se torne. Marcos Ana no sólo se salvó a sí mismo, salvó también a muchos de sus compañeros de cárcel, transmitiéndoles ánimo, solucionando problemas y conflictos, como un juez de paz de nueva especie. Firme en sus convicciones políticas, pero sin permitir que su juicio crítico sea afectado, Marcos Ana transmite a aquel que se le aproxima un irreprimible sentimiento de esperanza, como si pensáramos: «Si él es así, yo también puedo serlo». Recuperada la libertad, no se quedó en casa para descansar. Volvió a la lucha política, con riesgo de ser nuevamente encarcelado, y dio inicio a un notable trabajo de asistencia y ayuda a los que continuaban en prisión. En España, unos cuantos amigos y admiradores de su singular personalidad (el premio Nobel Wole Soyinka es uno de ellos) lo presentamos como candidato al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Nada sería más justo. Y más necesario para mostrarle al pueblo español que la memoria histórica sigue viva.
Día 3
Viajes
Llegamos de Lanzarote el último sábado, con escala en Sevilla, y después por carretera hasta Lisboa. El domingo, como expliqué, fuimos a Azinhaga por aquello de la estatua que allí colocaron. El plátano de enfrente de la casa es un auténtico esplendor, una gama de verdes riquísima que atrae a una demorada contemplación y me hace pensar: «No mudes, déjate ser como eres». Inútil deseo, vendrá el verano con sus calores, el otoño con el primer frío, y las hojas caerán, el esplendor se apagará, el árbol se adormecerá hasta que la nueva primavera venga a tomar el lugar de esta que está terminando.Estos pensamientos sin ninguna originalidad me hicieron recordar el último y breve capítulo de Viaje a Portugal, que, oso pensar, alguna originalidad sí habrá tenido. Y pensé que no estaría mal traerlo aquí, cuando estamos a punto de partir otra vez, ahora a La Coruña. Ahí va, para quien le interese:«El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso éstos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en narrativa. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: “No hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin del viaje es simplemente el comienzo de otro. Es necesario ver lo que no ha sido visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se vio en verano, ver de día lo que se vio de noche, con sol donde antes la lluvia caía, ver el trigo verde, el fruto maduro, la piedra que cambió de lugar, la sombra que aquí no estaba. Es preciso volver a los pasos que fueron dados, para repetirlos, y para trazar caminos nuevos a su lado. Es preciso recomenzar el viaje. Siempre. El viajero vuelve ya.» Así es. Así sea.
Día 4
Laicismo
Anda viva la cuestión del laicismo, a mi modo de ver en términos no muy claros, porque parece que se quiere ignorar la cuestión fundamental que subyace al debate: creer o no creer en la existencia de un dios que, además de haber creado el universo y por tanto la especie humana, acabará siendo, al final de los tiempos, el juez de nuestros asuntos en la tierra, premiando las buenas acciones con la admisión en un paraíso donde los elegidos contemplarán la faz del Señor durante toda la eternidad, mientras, también durante toda la eternidad, los culpados de acciones malas arderán en el inextinguible fuego del infierno. Ese juicio final no será fácil, ni para dios ni para los que tendrán que rendir cuentas, pues no se conoce un solo caso de alguien que, en vida, haya cometido exclusivamente buenas acciones o malas acciones. Es propio del hombre la inconstancia en los propósitos y en los actos, siempre contradiciéndose de hora en hora. En medio de todo esto, el laicismo se me presenta más como una posición política determinada, aunque prudente, que como la emanación de una convicción profunda de la no existencia de dios y por tanto de la impertinencia lógica de las instituciones y de los instrumentos que pretenden imponer lo contrario en la consciencia de la gente. Se discute el laicismo porque, en el fondo, se teme discutir el ateísmo. Lo interesante del caso, sin embargo, es que la Iglesia católica, en su vieja tradición de ofender y sentirse ofendida, anda por ahí quejándose de ser víctima de un supuesto laicismo «agresivo», nueva categoría que le permite sublevarse contra el todo fingiendo sólo atacar la parte. La duplicidad siempre fue inseparable de las tácticas y de las estrategias diplomáticas y doctrinales de la curia romana.Sería de agradecer que la Iglesia católica apostólica romana dejase de meterse en lo que no es de su incumbencia, es decir, la vida civil y la vida privada de las personas. No debemos, sin embargo, sorprendernos. A la Iglesia católica le importa poco o nada el destino de las almas, su objetivo siempre ha sido controlar los cuerpos, y el laicismo es la primera puerta por donde comienzan a escapársele esos cuerpos, y de camino los espíritus, ya que unos no van sin los otros adondequiera que sea. La cuestión del laicismo no pasa, por tanto, de una primera escaramuza. La auténtica confrontación llegará cuando finalmente se enfrenten creencia y no creencia, yendo esta última a la lucha con su verdadero nombre: ateísmo. Lo demás son juegos de palabras.
Día 5
Carlos Casares
Carlos Casares, el escritor gallego que estos días me llevó a La Coruña, de donde acabo de regresar, murió en marzo de 2002. Pocos meses después, en septiembre del mismo año, se creaba la Fundación que lleva su nombre, que en el escaso tiempo transcurrido ha puesto en pie un extraordinario programa de actividad cultural en la región. He participado en una edición más de los Diálogos de Mariñán, la sexta, esta vez sobre los mecanismos de la memoria y su utilización en la creación literaria. Fue mi compañero en el diálogo el escritor Manuel Rivas, uno de los más importantes continuadores de los grandes nombres de la literatura gallega del pasado, como Torrente Ballester o Cunqueiro. El auditorio de la Fundación Caixa Galicia, donde se realizó la sesión, estaba lleno, el público interesadísimo todo el tiempo, y creo que Manuel Rivas y yo hicimos un buen trabajo, yendo más allá de una simple reflexión sobre la producción literaria de cada cual. La prueba fue que no reculamos ante asuntos tan espinosos como el de la memoria automática…En La Coruña hay tal vez media docena de fundaciones que son, como todo el mundo allí reconoce, los más activos y eficientes dinamizadores culturales de la ciudad y de los pueblos de alrededor. Mensualmente se cuentan por decenas las acciones que organizan, tanto en el campo de la literatura como en el de la música y de las artes plásticas. Sin olvidar el componente social, que no es menos importante. La población de La Coruña vive las fundaciones que tiene como algo indispensable para su formación cultural y cívica. También tenemos en Portugal fundaciones que, felizmente para ellas y para todos nosotros, gozan del favor del público. Aunque no faltan los ultramontanos empedernidos o los envidiosos compulsivos, como ese periodista y opinante que preguntado acerca de lo que le parecía la creación de la Fundación José Saramago (pido disculpas por esta cita) respondió que las fundaciones sólo sirven para lavar dinero y evadir impuestos. Dios le perdone, que nosotros no podemos…
Día 8
La cosa Berlusconi
Este artículo, con este mismo título, fue publicado ayer en el periódico español El País, que expresamente me lo había solicitado. Considerando que en este blog he hecho algunos comentarios acerca de las hazañas del primer ministro italiano, extraño sería no recoger aquí este texto. Otros habrá en el futuro, seguramente, dado que Berlusconi no renunciará a lo que es y a lo que hace. Yo tampoco.
La cosa Berlusconi
No veo qué otro nombre le podría dar. Una cosa peligrosamente parecida a un ser humano, una cosa que da fiestas, organiza orgías y manda en un país llamado Italia. Esta cosa, esta enfermedad, este virus amenaza con ser la causa de la muerte moral del país de Verdi si un vómito profundo no consigue arrancarlo de la conciencia de los italianos antes de que el veneno acabe corroyéndoles las venas y destrozando el corazón de una de las más ricas culturas europeas. Los valores básicos de la convivencia humana son pisoteados todos los días por las patas viscosas de la cosa Berlusconi, que, entre sus múltiples talentos, tiene una habilidad funambulesca para abusar de las palabras, pervirtiéndoles la intención y el sentido, como en el caso del Pueblo de las Libertades, que así se llama el partido con que asaltó el poder. Le llamé delincuente a esta cosa y no me arrepiento. Por razones de naturaleza semántica y social que otros podrán explicar mejor que yo, el término delincuente tiene en Italia una carga negativa mucho más fuerte que en cualquier otro idioma hablado en Europa. Para traducir de forma clara y contundente lo que pienso de la cosa Berlusconi utilizo el término en la acepción que la lengua de Dante le viene dando habitualmente, aunque sea más que dudoso que Dante lo haya usado alguna vez. Delincuencia, en mi portugués, significa, de acuerdo con los diccionarios y la práctica corriente de la comunicación, «acto de cometer delitos, desobedecer leyes o patrones morales». La definición se asienta en la cosa Berlusconi sin una arruga, sin una tirantez, hasta el punto de parecerse más a una segunda piel que la ropa que se pone encima. Desde hace años la cosa Berlusconi viene cometiendo delitos de variable aunque siempre demostrada gravedad. Para colmo, no es que desobedezca leyes, sino, peor todavía, las manda fabricar para salvaguarda de sus intereses públicos y privados, de político, empresario y acompañante de menores, y en cuanto a los patrones morales, ni merece la pena hablar, no hay quien no sepa en Italia y en el mundo que la cosa Berlusconi hace mucho tiempo que cayó en la más completa abyección. Este es el primer ministro italiano, ésta es la cosa que el pueblo italiano dos veces ha elegido para que le sirva de modelo, éste es el camino de la ruina al que, por arrastramiento, están siendo llevados los valores de libertad y dignidad que impregnaron la música de Verdi y la acción política de Garibaldi, esos que hicieron de la Italia del siglo XIX, durante la lucha por la unificación, una guía espiritual de Europa y de los europeos. Es esto lo que la cosa Berlusconi quiere lanzar al cubo de la basura de la Historia. ¿Lo acabarán permitiendo los italianos?
Día 9
Paradoja
Otras veces me he preguntado dónde está la izquierda, y hoy tengo la respuesta: por ahí, humillada, contando los míseros votos recogidos y buscando explicaciones al hecho de ser tan pocos. La que llegó a ser, en el pasado, una de las mayores esperanzas de la humanidad, capaz de movilizar voluntades simplemente apelando a lo mejor que caracteriza a la especie humana, y que creó, con el paso del tiempo, los cambios sociales y los errores propios, sus propias perversiones internas, cada día más lejos de las promesas primeras, asemejándose más y más a los adversarios y a los enemigos, como si ésa fuese la única manera de hacerse aceptar, acabó cayendo en meras simulaciones, en las que conceptos de otras épocas fueron utilizados para justificar actos que esos mismos conceptos habían combatido. Al deslizarse progresivamente hacia el centro, movimiento proclamado por sus promotores como demostración de una genialidad táctica y de una modernidad imparable, la izquierda parece no haber comprendido que se estaba aproximando a la derecha. Si, pese a todo, fuera todavía capaz de aprender una lección, esta que acaba de recibir viendo a la derecha pasarle por delante en toda Europa, tendrá que interrogarse acerca de las causas profundas del distanciamiento indiferente de sus fuentes naturales de influencia, los pobres, los necesitados, y también los soñadores, que siguen confiando en lo que resta de sus propuestas. No es posible votar a la izquierda si la izquierda ha dejado de existir.Curiosamente, y ésta es la paradoja, el político al que el título de este comentario se refiere es precisamente el que en este momento preside los destinos del país que desde hace muchísimo tiempo viene desarrollando una política en todos los aspectos imperial y conservadora: Barack Obama. Da que pensar. Una acción política que, como vengo diciendo, pretende poco más que salvar los muebles de un capitalismo sin reglas que estuvo a punto de devorarse a sí mismo, nos parece ahora casi, casi, la realización del sueño de la izquierda. Apuesto a que mucha gente, progresistas, socialistas, comunistas, anda por ahí preguntándose: «¿Y si Obama fuese presidente de mi partido?». Tal vez lo que llamamos ironía de la Historia sea algo parecido a esta situación… Tal vez sea, solamente, la importancia del factor personal.
Día 10
Una buena idea
Tal vez no sea nada más que una gota de agua dulce que cae en el amargo océano del escepticismo y de la indiferencia, pero creo que deberíamos alegrarnos de una buena idea ahora puesta en marcha en España, por la Diputación Provincial de Granada, que consistirá en celebrar, anualmente, la entrada en la mayoría de edad, no sólo administrativa, sino también cívica, de los jóvenes que cumplan los dieciocho años. A cada uno de ellos se le entregará la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Constitución Española y el Estatuto de Autonomía de Andalucía. Habrá, claro está, otros actos festivos, más lúdicos, con menor grado de solemnidad, aunque, como las cosas serias sólo seriamente deben ser tratadas, dígase que pertrechar a los once mil jóvenes que se calcula que darán, cada año, el paso al frente que los hará entrar en un tiempo distinto, el de asumir la civilidad, pertrecharlos, digo, con esas tres piezas fundamentales no podrá dejar de contribuir a una formación más sólida, más consciente, de los nuevos ciudadanos. La idea es buena y ojalá que se generalice. Hacer de la propuesta una fiesta cívica colectiva necesitará mucha creatividad y empeño, pero eso, ciertamente, no faltará.La gota de agua dulce a que me refería al principio no cayó en el mar salado, sino en mi mano. La sorbí como si matase una sed en estos días en que la frustración sobrevino sobre muchos de nosotros, viendo cómo se alegran las fuerzas políticas europeas de derecha y de extrema derecha. La democracia todavía no está en peligro, pero de nosotros depende impedir que tal cosa suceda. Granada está en el buen camino.
Día 11
Epitafio para Luís de Camões
¿Qué sabemos de ti, si versos sólo dejaste,Qué memoria quedó en el que fue tu mundo?¿Del nacer al morir ganaste todos los días,O te perdieron la vida los versos que hiciste?
He retirado estas cuatro preguntas del libro Los poemas posibles, publicado en 1966. Hasta hoy, cuando han pasado más de cuarenta años, sigo sin encontrar respuesta para ellas. Tal vez ni la tengan.Escribo esto en 10 de junio, aniversario de la muerte del autor de Os Lusíadas, libro fundamental de la literatura portuguesa. Camões murió pobre y olvidado, aunque hoy los escritores en lengua portuguesa viven como un honor único recibir el Premio que lleva su nombre.
Día 12
Cuerpo de Dios
También le llaman Corpus Christi y es «día de precepto» para los católicos, además de festivo oficial. Todos los fieles deberán ir a misa (que sea «día de precepto» a tal obliga) para dar testimonio de la presencia real y substancial de Cristo en la hostia. Y nada de empezar con dudas acerca de la divina presencia en la pastilla ácima como le sucedió a un sacerdote llamado Pedro de Praga, en el siglo XIII, no vaya a ser que se repita el tremebundo milagro de ver la hostia transformarse en carne y sangre, no simbólicas, sino auténticas, y tener que llevar otra vez la sanguinolenta prueba en solemne procesión a la catedral de Oviedo, como complacientemente explica Wikipedia, fuente a la que en este difícil trance tuve que recurrir. El mundo era interesantísimo en aquel tiempo. Hoy, el milagro de recuperar la economía y la banca pasa por imprimir millones de dólares a una velocidad de vértigo y ponerlos a circular, llenando así un vacío con otro vacío, o, con palabras menos arriesgadas, substituyendo la ausencia de valor por un valor meramente supuesto que sólo durará lo que dure el consenso que lo admite.Pero no era de la crisis de lo que quería escribir. En todo caso, como ya se verá, la mención al Cuerpo de Dios no era gratuita ni simple pretexto para fáciles herejías, como así suelen ser las mías, según canónicas y contrastadas opiniones. Hace algunos días, el 28 de mayo para ser más exactos, un boliviano de treinta y tres años, de nombre Franns Rilles, emigrante «sin papeles» y sin contrato, que trabajaba en una panadería en Gandía (España), fue víctima de un grave accidente: una máquina de amasar le cortó el brazo izquierdo. Es cierto que los patronos tuvieron la caridad de llevarlo al hospital, pero lo dejaron a doscientos metros de la puerta con una recomendación: «Si te preguntan, no digas nada de la empresa». Como era de esperar, los médicos pidieron el brazo para intentar reimplantarlo, pero tuvieron que desistir de la idea ante el mal estado en que se encontraba. Lo habían tirado a la basura.Finalmente, no quería escribir sobre el Cuerpo de Dios. Como es habitual en mí, una cosa lleva a la otra, era del Cuerpo del Hombre del que en realidad pretendía hablar, ese cuerpo que, desde la primera mañana de los tiempos, viene siendo maltratado, torturado, despedazado, humillado y ofendido en su más elemental dignidad física, un cuerpo al que ahora se le ha arrancado un brazo y al que se le ordena que se calle para no perjudicar a la empresa. Espero que los fieles que hoy hayan acudido a misa y leído la noticia en el periódico hayan dedicado un pensamiento a la carne sufridora y la sangre derramada de este hombre. No pido que lo pongan en un altar. Sólo pido que piensen en él y en tantos como él. Se dice que todos somos hijos de Dios. No es verdad, pero con esta falsedad se consuelan muchos. Dios no le sirvió a Franns Rilles, víctima de la máquina de amasar pan y de la crueldad de la gente sin escrúpulos que explotaba su fuerza de trabajo. Así va el mundo y no habrá otro.
Día 15
Miguéis
Conocí a José Rodrigues Miguéis algún tiempo después de que, en el año 1959, hubiera comenzado a trabajar en la editorial Estúdios Cor, de la que eran propietarios, a partes iguales, Manuel Correia y Fernando Canhão, y director literario Nataniel Costa. Miguéis había publicado, un año antes, el libro de cuentos Léah, excelentemente recibido por el público y por la crítica de entonces. Fue ésta la primera obra suya que leí, y no necesito decir que me entusiasmó. No sé exactamente cuándo conocí en persona a Miguéis, que por aquellos días estaría en Estados Unidos. Lo que sí sé es que desde la narración Um Homen Sorri àl Morte con Meia Cara, publicada en 1959, hasta la novela Nikalai! Nikalai!, que aparecería en 1971, pasando por A Escola do Paraíso y O Passageiro do Expresso, ambas de 1960, Gente da Terceira Classe, 1962, y É Proibido Apontar, 1964, mis contactos con José Rodrigues Miguéis fueron constantes, prácticamente diarios cuando se encontraba en Portugal, frecuentes, por carta, cuando regresaba a Estados Unidos. Esa correspondencia, que tuvo el honor de ser elegida para la tesis doctoral de José Albino Pereira (y en el mismo plano pongo la correspondencia intercambiada con Jorge de Sena), me da derecho a decir que no he hecho mala figura en este mundo. Mi relación epistolar con Miguéis sólo se interrumpió cuando salí de la editorial, a finales de 1971. Lo vi algunas veces, pocas, después, no hubo más cartas, que recuerde, pero me quedó siempre la memoria de una personalidad extraordinaria, con unas dotes oratorias fuera de lo común y una retentiva capaz de recrear en pocas palabras las situaciones más complejas. Una simple conversación con él era un regalo real, dialogar con su brillante inteligencia hacía más inteligente al interlocutor. Personalmente, y sin querer presumir de ello, aproveché esos momentos lo mejor que pude. Murió hace casi treinta años, pero me acuerdo de él como si fuera ayer.Hoy, a las 18.30, en la Casa do Alentejo, la Fundación José Saramago organiza una sesión sobre José Rodrigues Miguéis. Además del autor de este blog, participarán especialistas de su obra, como David Brookshaw, Duarte Barcelos, José Albino Pereira, Teresa Martins Marques y Onésimo Teotónio de Almeida. Contamos con quien me está leyendo.
Día 16
Netanyahu
Habló simplemente porque no podía continuar callado. Colocado contra la pared por el presidente de Estados Unidos, el primer ministro israelí se avino, por fin, a admitir la creación de un Estado palestino. No llegó más lejos. O sí, exigió que ese futuro Estado (¿lo habrá alguna vez?) no tenga ejército y que su espacio aéreo sea controlado por Israel. Es decir, nuevas formas de mantener a los palestinos en la situación de minoría política a la que la opresión israelí los ha forzado a vivir. Sin embargo, el otro punto esencial de la posición de Barack Obama, el de los asentamientos y de los colonos, no le mereció a Netanyahu ni una palabra. Ora bien, todo el mundo sabe que Cisjordania, en teoría espacio «nacional» del pueblo palestino, está cubierto de asentamientos, unos «legales» (o sea, autorizados y construidos por el gobierno de Tel-Aviv), otros «ilegales» (esos con los que el mismo gobierno hace la vista gorda). En total son más de doscientos asentamientos y en ellos viven medio millón de colonos, que hoy, a todas luces, se presentan como el mayor obstáculo para la paz, además de para el reconocimiento del derecho de los palestinos a tener un Estado independiente y viable. Ya lo dijo antes nada menos que Bush padre cuando hizo ver a Israel que querer hablar al mismo tiempo de paz y asentamientos era una contradicción insalvable. De esto parecía ser consciente el ex primer ministro Ehud Ólmert, que, en declaraciones al periódico Haaretz en noviembre de 2007, dijo que si no se llegaba rápidamente a una solución con dos Estados, «el Estado de Israel estaría acabado». No hizo nada para que la cuestión se resolviera, pero las palabras ahí quedan. Ellas ayudan a comprender hasta dónde los colonos siempre han sido la espada de Damocles suspendida sobre los gobiernos israelíes y ahora, con más razones, sobre la cabeza de Netanyahu. Creo que Israel vive bajo el miedo de tener que volver a la diáspora, a la dispersión por el mundo que parece ser su destino. A mí no me alegra nada, pero habría que ver si los ciudadanos de Israel han tenido los gobiernos que la paz necesitaba. Denle las vueltas que quieran, la respuesta es negativa.
Día 17
El elefante de viaje
Los lectores recordarán que los nombres de dos aldeas que la expedición encontró en su camino hacia Figueira de Castelo Rodrigo nunca fueron mencionados por el narrador de la historia. Esas aldeas, tal como se encuentran descritas, fueron simples inventos necesarios para la ficción y no tenían ninguna correspondencia en la vida real. Por esto les parecerá abusivo a los amantes del rigor histórico que Salomón esté preparándose hoy para un viaje que, no siendo documentalmente el que fue, bien podría haber sido, aunque de aquél no quedara ningún registro. La vida trae muchas casualidades en el bolsillo y no se puede excluir que, en algún que otro caso, la letra haya acertado con la música. Es cierto que la Historia no dice que Salomón hubiera pisado tierras de Castelo Novo, Sortelha o Cidadelhe, pero tampoco es imposible jurar que tal no sucedió. De esa obviedad nos servimos, nosotros, la Fundación José Saramago, para idear y organizar un viaje que va a comenzar hoy en Belém, delante del monasterio de los Jerónimos, y que nos llevará hasta la frontera, allá arriba, donde sucedió lo de los coraceros austríacos que pretendían llevarle el elefante al archiduque. Que el itinerario es arbitrario, protestará el lector, pero nosotros, si nos lo permiten, preferiremos considerarlo uno de los innumerables posibles. Andaremos por ahí dos días y de lo que en ellos ocurra haremos relato. ¿Quién va? Va la Fundación en pleno, van unos pocos amigos incondicionales de Salomón, periodistas portugueses y españoles, todos buena gente. Queden en paz. Hasta nuestro regreso, adiós, adiós.
Día 18
En Castelo Novo
Hace más de treinta años escribí:Castelo Novo es una de las más conmovedoras memorias del viajero. Tal vez un día vuelva, tal vez no vuelva nunca, tal vez evite volver, porque hay experiencias que no se repiten. Como Alpedrinha, está Castelo Novo construido en la falda del monte. Desde allí hasta arriba, en línea recta, se llegaría al punto más alto de la Gardunha. El viajero no volverá a hablar de la hora, de la luz, de la atmósfera húmeda. Pide sólo que nada de esto sea olvidado mientras por las empinadas calles sube, entre las rústicas casas, y otras que son palacios, como éste, seiscentista, con su pórtico, su balconada, el arco profundo de acceso a los bajos, es difícil encontrar construcción más armoniosa. Queden, pues, la luz y la hora ahí paradas en el tiempo y en el cielo, que el viajero va a ver Castelo Novo. También escribí sobre personas concretas hace treinta años: a una viejecita que a la puerta aparece le pregunta el viajero dónde queda la Lagariça. Es sorda la viejecita, pero comprende si le hablan alto y de frente. Cuando entendió la pregunta, sonrió, y el viajero se quedó deslumbrado, porque sus dientes eran postizos, y pese a ello la sonrisa era tan verdadera, y tan contenta de sonreír, que daban ganas de abrazarla y pedirle que sonriera otra vez. De José Pereira Duarte, una de las personas más bondadosas que he conocido en mi vida, escribí que mira al viajero como quien mira a un amigo que no apareciera por allí desde hace muchos años, y toda su pena, dice, es que la mujer esté enferma, en cama: «Si no me habría gustado que viniera un poco a mi casa». Hoy estuvimos con la hija y el yerno de José Pereira Duarte, la viejecita ya no está, pero otras personas amables aparecieron en Castelo Novo y volví a salir con el mismo espíritu de hace treinta años. Si el elefante Salomón hubiera pasado por aquí, las personas que componían la comitiva sentirían lo mismo. Acogidas como éstas no se improvisan.
Día 22
Regreso
Al elefante le gustó lo que vio y se lo hizo saber a la compañía, aunque en ningún punto el itinerario que elegimos coincidiera con el que su memoria de elefante celosamente guardaba. Que habían, dijo, él y los soldados de caballería, subido hacia el norte casi pisando la línea de la frontera, por eso eran los caminos tan calamitosos. Comparado con el viaje de entonces, éste ha sido un paseo: buenas carreteras, buenos alojamientos, buenos restaurantes, el propio archiduque, pese a estar habituado a los lujos de la Europa central, se habría quedado sorprendido. La expedición era para trabajar, pero se disfrutó como si se anduviera de vacaciones. Hasta los sufridos cámaras, obligados a cargar con equipos de siete kilos al hombro, estaban encantados. Lo interesante es que ni nuestros amigos, ni los periodistas que nos acompañan conocían los lugares que visitábamos. Mejor para ellos, que así se llevan mucho que contar y recordar. Comenzamos en Constância, donde se cree que Camões vivió y tuvo casa, desde cuyas ventanas habrá visto mil veces el abrazo del Zêzere y del Tajo, aquel suave remanso de agua en el agua capaz de inspirar los versos más bellos. Desde allí fuimos a Castelo Novo para ver el Ayuntamiento, del tiempo de don Dinis, y el chafariz, de don Juan V, que le está pacíficamente adosado. Vimos también el lagar o lagariça, esa especie de cuba al aire libre para pisar las uvas, cavada en roca viva en tiempos que se cree eran de la prehistoria. Dormimos en Fundão, tierra de cerezas por excelencia, y a la mañana siguiente a Belmonte, donde nació Pedro Álvares Cabral, derechos a la iglesia de Santiago, de mi particular devoción. Ahí está una de las más conmovedoras esculturas románicas que existen en la faz de la tierra, una pietà de granito toscamente pintado, con un Cristo yacente sobre las rodillas de su madre. Junto a esta estatua, la célebre pietà de Miguel Ángel que se encuentra en el Vaticano no pasa de un suspiro manierista. No fue fácil arrancar al personal de la extasiada contemplación en la que había caído, pero conseguimos despegarlos con el señuelo del enigma arquitectónico de Centum Cellas, esa construcción inacabada cuya problemática finalidad ha sido y sigue siendo objeto de las más acaloradas discusiones. ¿Sería una torre de vigía? ¿Una hospedería para viajeros de paso? ¿Una prisión, aunque lo nieguen las rasgadas ventanas que subsisten? No se sabe. Saciado el hambre de imágenes, el destino siguiente sería Sortelha, la de las murallas ciclópeas. Allí nos cayó encima una tormenta como pocas, ráfagas de relámpagos, truenos que no se quedaban atrás, lluvia a cántaros y granizo que era como metralla. No llegamos a tomar café, la corriente eléctrica se fue. Una hora tardó el cielo en escampar. Todavía llovía cuando entramos en el autobús, camino de Cidadelhe, sobre la que no escribiré. Remito al lector interesado y de buena voluntad a las cuatro o cinco páginas que le dediqué en Viaje a Portugal. Los compañeros se regalaron los ojos ante el palio de 1707, después fueron a ver la aldea, los relieves en las puertas de las casas, los cuadros de la iglesia matriz con retratos de santos. Volvieron transfigurados y felices. Ahora sólo faltaba Castelo Rodrigo. El alcalde de Figueira de Castelo Rodrigo nos esperaba en el puente sobre el Côa, a poca distancia de Cidadelhe. De Castelo Rodrigo yo conservaba la imagen de hace treinta años, cuando fui por primera vez, una vieja villa decadente, donde las ruinas ya eran sólo una ruina de ruinas, como si todo aquello estuviese deshaciéndose en polvo. Hoy viven 140 personas en Castelo Rodrigo, las calles están limpias y transitables, las fachadas han sido recuperadas así como los interiores, y, sobre todo, ha desaparecido la tristeza de un fin que parecía anunciado. Hay que contar con las aldeas históricas, están vivas. He aquí la lección de este viaje.
Día 23
Sastre
Conocí al dramaturgo Alfonso Sastre hace más de treinta años. Fue nuestro único encuentro. Nunca le escribí, nunca recibí una carta suya. Me quedó la impresión de un carácter áspero, duro, nada complaciente, que no facilitó el diálogo, aunque tampoco lo hubiese dificultado. No volví a saber de él, salvo por ocasionales y poco expresivas noticias de prensa, siempre relacionadas con su militancia política en las filas abertzales. En las últimas semanas, el nombre de Alfonso Sastre ha vuelto a aparecer como candidato cabeza de lista a las elecciones europeas, integrado en una Iniciativa Internacionalista de reciente formación. La agrupación no obtuvo representación en el parlamento de Estrasburgo.Hace pocos días ETA asesinó al policía Eduardo Puelles con el casi siempre infalible proceso de la bomba lapa colocada en la parte inferior de los coches. La muerte fue horrible, el incendio carbonizó el cuerpo del infeliz, al que no hubo manera de salvar. Este crimen suscitó en toda España un movimiento general de indignación. General, no. Alfonso Sastre acaba de publicar en el periódico vasco Gara un artículo amenazador en que habla de «tiempos de mucho dolor en lugar de paz», al mismo tiempo que justifica los atentados como parte de un «conflicto político», añadiendo que más atentados habrá si no se abre una negociación política con ETA. Casi no creo lo que leo. No fue Sastre quien fijó la bomba en el coche de Eduardo Puelles, pero lo que no esperaba era verlo como valedor de asesinos.
Día 24
Sábato
Casi cien años, noventa y ocho exactos, son los que hoy está cumpliendo Ernesto Sábato, cuyo nombre escuché por primera vez en el viejo Café Chiado, en Lisboa, allá por los remotos años cincuenta. Lo pronunció un amigo que inclinaba sus gustos literarios hacia las entonces mal conocidas literaturas sudamericanas, mientras que nosotros, los otros miembros de la tertulia que nos reunía al final de la tarde, tendíamos, casi todos, hacia la dulce y entonces todavía inmortal Francia, salvo algún excéntrico que presumía de conocer de cabo a rabo lo que en Estados Unidos se escribía. A aquel amigo, que acabé perdiendo en el camino, le debo la incipiente curiosidad que me llevó a nombres como Julio Cortázar, Borges, Bioy Casares, Asturias, Rómulo Gallegos, Carlos Fuentes y tantos otros que se me atropellan en la memoria cuando los convoco. Y estaba Sábato. Por un fenómeno acústico extraño asocié las tres rápidas sílabas a un súbito golpe de puñal. Conocido como es el significado de esta palabra italiana, la asociación tiene que parecer de lo más incongruente, pero las verdades son para decirse, y ésta es una de ellas. El túnel fue publicado en 1948, pero yo no lo había leído. Entonces, a aquellas alturas, con mis inocentes veintiséis años, todavía sería mucho el pan y la sal que tendría que comer antes de descubrir el camino marítimo que me conduciría a Buenos Aires… Fue ese inolvidable compañero de mesa de café el que me proporcionó la lectura de la novela. Desde las primeras páginas entendí hasta qué punto había sido exacta la osada asociación de ideas que me hizo relacionar un apellido con un puñal. Las lecturas siguientes que hice de Sábato, ya fueran novelas, ya fueran ensayos, sólo confirmarían la intuición inicial, la de que me encontraba ante un autor trágico y eminentemente lúcido que, además de ser capaz de abrir caminos por los corredores laberínticos del espíritu de los lectores, no les consentía, ni un solo instante, que desviasen los ojos de los más obscuros rincones del ser. ¿Lectura por eso difícil? Tal vez, pero lectura fascinante entre todas. La amalgama de surrealismo, existencialismo y psicoanálisis que constituye el soporte «doctrinario» de las ficciones del autor de Sobre héroes y tumbas, no nos debería hacer olvidar que este autoproclamado «enemigo» de la razón que se llama Ernesto Sábato es quien acaba apelando a la falible y humilde razón humana cuando sus propios ojos se enfrentan a ese otro apocalipsis que fue la sangrienta represión sufrida por el pueblo argentino. Novelas que se ciñen a épocas históricamente determinadas y a lugares objetivamente definidos, El túnel, Sobre héroes y tumbas, Abbadón el exterminador no hacen oír simplemente el grito de una consciencia afligida por su propia impotencia y la visión profética de una sibila a la que el futuro aterra, también nos avisan de que, tal como Goya (más conocido como pintor que como filósofo…) ya hiciera constar en su famosa serie de grabados de los Caprichos: siempre ha sido del sueño de la razón de donde ha nacido, crecido y prosperado la inhumana genealogía de los monstruos.Querido Ernesto, entre el temor y el temblor transcurren nuestras vidas, y la tuya no podía ser excepción. Pero tal vez no se encuentre en los días de hoy una situación tan dramática como la tuya, la de alguien que, siendo tan humano, se niega a absolver a su propia especie, alguien que a sí mismo no se perdonará nunca su condición de hombre. No todos te agradecerán la violencia. Yo te pido que no la desarmes. Cien años, casi. Estoy seguro de que al siglo pasado se le podrá llamar también el siglo de Sábato, como el de Kafka o el de Proust.
Día 25
Formación (I)
No ignoro que la principal tarea asignada a la enseñanza en general, y en particular a la universitaria, es la formación. La universidad prepara al alumno para la vida, le transmite los saberes adecuados para el ejercicio cabal de una profesión elegida a partir del conjunto de necesidades manifestadas por la sociedad, elección que si alguna vez estuvo guiada por los imperativos de la vocación, ahora con más frecuencia tiene que ver con los progresos científicos y tecnológicos, y también con las interesadas demandas empresariales. En cualquier caso, la universidad tendrá siempre motivos para pensar que cumplió su papel al entregarle a la sociedad jóvenes preparados para que reciban e integren en su acervo de conocimientos las lecciones que todavía les faltan, es decir, las de la experiencia, madre de todas las cosas humanas. Ora bien, si la universidad, como era su deber, ha formado, y si la llamada formación continua hará el resto, la pregunta es inevitable: «¿Dónde está el problema?». El problema está en que me he limitado a hablar de la formación necesaria para el desempeño de una profesión, dejando de lado la otra formación, la del individuo, la persona, el ciudadano, esa trinidad terrestre, tres en un solo cuerpo. Es hora de tocar el delicado asunto. Cualquier acción formativa presupone, naturalmente, un objeto y un objetivo. El objeto es la persona a la que se pretende formar, el objetivo está en la naturaleza y en la finalidad de la formación. Una formación literaria, por ejemplo, no presentará más dudas que las que resulten de los métodos de enseñanza y de la mayor o menor capacidad de recepción del educando. Sin embargo, la cuestión cambia radicalmente cuando se trata de formar personas, cuando se pretende inculcar en lo que designé «objeto», no sólo las materias disciplinares que constituyen la carrera, sino un complejo de valores éticos y de relaciones teóricas y prácticas indispensables en la actividad profesional. El problema es que formar personas no es, por sí mismo, un aval tranquilizador. Una educación que propugne ideas de superioridad racial o biológica estaría pervirtiendo la propia noción de valor, colocando lo negativo en lugar de lo positivo, substituyendo los ideales solidarios de respeto humano por la intolerancia y por la xenofobia. No faltan ejemplos en la historia antigua y reciente de la humanidad. Continuaremos.
Día 26
Formación (2)
¿Adónde pretendo llegar con esta plática? A la universidad. Y también a la democracia. A la universidad porque deberá ser tanto una institución dispensadora de conocimientos como el lugar por excelencia de formación del ciudadano, de la persona educada en los valores de la solidaridad humana y del respeto por la paz, educada para la libertad y para la crítica, para el debate responsable de las ideas. Se argumentará que una parte importante de esa tarea pertenece a la familia como célula básica de la sociedad; sin embargo, como sabemos, la institución familiar atraviesa una crisis de identidad que la hace impotente ante las transformaciones de todo tipo que caracterizan nuestra época. La familia, salvo excepciones, tiende a adormecer la conciencia, mientras que la universidad, siendo lugar de pluralidades y encuentros, reúne todas las condiciones para suscitar un aprendizaje práctico y efectivo de los más amplios valores democráticos, empezando por el que me parece fundamental: el cuestionamiento de la propia democracia. Hay que buscar el modo de reinventarla, de arrancarla del inmovilismo de la rutina y del descreimiento, bien ayudadas, una y otra, por los poderes económico y político a los que conviene mantener la decorativa fachada del edificio democrático, aunque nos vengan impidiendo verificar si por detrás de esa fachada subsiste todavía algo. En mi opinión, lo que queda se usa, casi siempre, más para armar eficazmente las mentiras que para defender las verdades. Lo que llamamos democracia comienza a parecerse tristemente al paño solemne que cubre el féretro donde ya está descomponiéndose el cadáver. Reinventemos, pues, la democracia antes de que sea demasiado tarde. Y que la universidad nos ayude. ¿Querrá? ¿Podrá?
Día 29
España negra
La España negra es el título de un libro del pintor José Gutiérrez Solana (1886-1945) de lectura a veces difícil y siempre incómoda, no por razones de estilo o de lo inédito de la construcción sintáctica, sino por la brutalidad del retrato de España que traza y que no es otra cosa que la transposición de su pintura a la página escrita, una pintura que ha sido clasificada como lúgubre y «feísta», en la que refleja la atmósfera de degradación de la España rural de la época, mostrada en cuadros que no retroceden ante la expresión de lo más atroz, obsceno y cruel que existe en los comportamientos humanos. Influenciado por el tenebrismo barroco, en especial por Valdés Leal, es también evidente la impresión que sobre él ejercieron las pinturas negras de Goya. La España de Gutiérrez Solana es sórdida y grotesca en el más alto grado imaginable, porque eso fue lo que encontró en las llamadas fiestas populares y en los usos y costumbres de su país.Hoy, España no es así, se ha convertido en un lugar desarrollado y culto, capaz de dar lecciones al mundo en muchos aspectos de la vida social, objetará el lector de estas líneas. No niego que puede tener razón en la Castellana, en las salas del museo del Prado, en el barrio de Salamanca o en las ramblas de Barcelona, pero no faltan por ahí lugares donde Gutiérrez Solana, si viviera, podría colocar su caballete para pintar con las mismas tintas las mismísimas pinturas. Me refiero a esos pueblos y ciudades donde, por subscripción pública o con apoyo material de los ayuntamientos, se adquieren toros a las ganaderías para gozo y disfrute de la población con motivo de las fiestas populares. El gozo y el disfrute no consisten en matar al animal y distribuir los filetes entre los más necesitados. Pese al desempleo, el pueblo español se alimenta bien sin favores de ésos. El gozo y el disfrute tienen otro nombre. Cubierto de sangre, atravesado de lado a lado por lanzas, tal vez quemado por las banderillas de fuego que en el siglo XVIII se usaban en Portugal, empujado al mar para que allí perezca ahogado, el toro será torturado hasta la muerte. Los niños en brazos de las madres baten palmas, los maridos, excitados, palpan a las excitadas esposas y, en silencio, a alguna que no lo sea, el pueblo es feliz mientras el toro intenta huir de sus verdugos dejando tras de sí regueros de sangre. Es atroz, es cruel, es obsceno. Pero ¿eso qué importa si Cristiano Ronaldo va a jugar en el Real Madrid? ¿Qué importa eso en un momento en que el mundo entero llora la muerte de Michael Jackson? ¿Qué importa que una ciudad haga de la tortura premeditada de un animal indefenso una fiesta colectiva que se repetirá, implacablemente, al año siguiente? ¿Es esto cultura? ¿Es esto civilización? ¿No será simple barbarie?
Día 30
Dos años
La Fundación cumplió ayer dos años. Como se suele decir, parece que el tiempo no ha pasado. Si nos pusiéramos a trazar el balance de lo que hicimos y de lo que soñábamos, no nos faltan motivos para afirmar que no hemos tenido ni un momento de descanso. En primer lugar, la preocupación de decidir sobre lo que más le convenía a la recién nacida para que el paso siguiente que se diera fuese firme y con futuro. Después, el trabajo de convencer a los desconfiados de que no estábamos aquí para dedicarnos a la contemplación del ombligo del patrono, sino para trabajar en beneficio de la cultura portuguesa y de la sociedad en general. No tenemos la pretensión de haberles hecho cambiar de idea, ni entonces ni ahora, pero la tarea de acción pública nos ha permitido llevar nuestras ideas y nuestras propuestas a las personas de buena fe, que afortunadamente no faltan en este país, por muy mal que de él se diga. La Fundación ya puede presentar una hoja de servicios, además de digna, prometedora. Las obras de la Casa dos Bicos, que visitamos hace tres días, avanzan con tenacidad, y es muy probable que en seis meses o poco más tengamos la llave en la mano y podamos entrar libremente en la casa que ya es nuestra, aunque lo será mucho más cuando estemos en actividad plena. Queremos que el Campo das Cebolas forme parte de los itinerarios habituales de las personas para las que la cultura no es sólo una decoración superficial del espíritu. Recordamos recientemente la obra y la vida de José Rodrigues Miguéis. El próximo escritor, tal vez en enero del año que viene, será Vitorino Nemésio. Y después Raúl Brandão. Las leyes, tantas veces injustas, de la oferta y la demanda en el mercado de las letras, en demasiadas ocasiones hacen que grandes escritores del pasado reciente hayan dejado de estar en el día a día de la gente. Haremos todo lo posible para contrariar esa maléfica tendencia. Tenemos mucho trabajo por delante. Dos años no son nada, pero la criatura tiene buena salud y es recomendable.
Julio de 2009
Día 1
Agustina
Hace alrededor de cuarenta años, durante algunos meses, ejercí de crítico literario en la revista Seara Nova, actividad para la que obviamente no había nacido, aunque la benévola generosidad de dos amigos consideró que podía estar a mi alcance. Fueron éstos Augusto Costa Dias, que tuvo la idea, y Rogério Fernandes, entonces director de la (desde todos los puntos de vista) recordada revista. En líneas generales, supongo que no cometí injusticias graves, salvo el poco cuidado que empleé cuando opiné sobre El Delfín, de José Cardoso Pires. Muchas veces, después, me he preguntado dónde estaba mi cabeza aquel día. Se dice que un tropiezo lo puede tener cualquiera, pero aquello no fue un tropiezo, fue (perdóneseme la vulgaridad de la palabra) un trompazo. Cuando, años después, con la preciosa ayuda de Jorge Amado en la pelea, luché a brazo partido en Roma para que el Premio de la Unión Latina le fuese atribuido a Cardoso Pires, es bien posible que estuviera siendo impelido, en las escaramuzas argumentativas del jurado, por aquel penoso recuerdo del pasado. Y la competidora de Cardoso Pires era nada más y nada menos que Marguerite Duras…Hay que reconocer que el aval con el que llegué a Seara Nova no valía gran cosa: había publicado Terra do Pecado, en 1947, y Los poemas posibles, en 1966. Nada más. No existía ni un solo escritor en Portugal que no hubiera hecho mucho más y mucho mejor que José Saramago. Comprendo que algunos hayan visto como una petulancia sin disculpa que yo (un casi anónimo) decidiera aceptar la invitación de mis imprudentes amigos. Y eso fue, probablemente, lo que Agustina Bessa-Luís debió de pensar cuando, hojeando Seara Nova (¿leería Agustina Bessa-Luís Seara Nova?), se dio de bruces con una crítica de un libro suyo firmado por mí. No la censuraré si lo pensó, aunque su ego puede haber encontrado una rápida compensación en las líneas que venían a continuación. Cito de memoria: «Si hay en Portugal un escritor que participe de la naturaleza del genio, es Agustina Bessa-Luís». Lo dije y lo repito hoy. Es cierto que más adelante escribía: «Ojalá no se duerma con el sonido de su propia música». ¿Había un puntito de malicia en esta observación? Es posible, pero bastante perdonable, tratándose de un crítico neófito que buscaba un lugar propio en la plaza literaria…¿Se durmió? ¿No se durmió? Pienso que no. Que algunos de sus lectores hubieran deseado que Agustina, con su inagotable libertad de espíritu (que la tenía), se lanzara por otras rutas y otras aventuras literarias, es comprensible, pero lo que a Agustina más parece haberle interesado, la comedia humana de Entre-Duero-y-Miño, eso fue ejemplarmente cumplido. No es disminuirla decir que la vastísima y poderosa obra de Agustina Bessa-Luís tiene, entre todas las otras posibles lecturas, una lectura sociológica. Cada uno en su terreno, cada uno en su tiempo, cada uno según sus especificidades personales y artísticas, Balzac y Agustina Bessa-Luís hicieron lo mismo: observar y relatar. El siglo XIX francés se entiende mejor leyendo a Balzac. La luz que irradia la obra de Agustina nos ayuda a ver con más nitidez lo que fue la mentalidad de cierta clase social en el siglo XX. Y también, ya puestos, la del final de nuestro siglo XIX. En verdad, en verdad, no es trabajo para alguien que hubiera estado dormido…
Día 2
Traducir
Escribir es traducir. Siempre lo será. Incluso cuando estamos utilizando nuestra propia lengua. Transportamos lo que vemos y lo que sentimos (suponiendo que el ver y el sentir, como en general los entendemos, sean algo más que las palabras con las que nos va siendo relativamente posible expresar lo visto y lo sentido…) a un código convencional de signos, la escritura, y dejamos a las circunstancias y a las casualidades de la comunicación la responsabilidad de hacer llegar hasta la inteligencia del lector, no la integridad de la experiencia que nos propusimos transmitir (inevitablemente parcelada con respecto a la realidad de la que se había alimentado), sino al menos una sombra de lo que en el fondo de nuestro espíritu sabemos que es intraducible, por ejemplo la emoción pura de un encuentro, el deslumbramiento de un hallazgo, ese instante fugaz de silencio anterior a la palabra que se quedará en la memoria como el resto de un sueño que el tiempo no borrará por completo.El trabajo de quien traduce consistirá, por tanto, en pasar a otro idioma (en principio, al propio) lo que en la obra y en el idioma original ya había sido «traducido», es decir, una determinada percepción de una realidad social, histórica, ideológica y cultural que no es la del traductor, substanciada, esa percepción, en un entramado lingüístico y semántico que tampoco es el suyo. El texto original representa únicamente una de las «traducciones» posibles de la experiencia de la realidad del autor, estando el traductor obligado a convertir el «texto-traducción» en «traducción-texto», inevitablemente ambivalente, porque, después de haber comenzado captando la experiencia de la realidad objeto de su atención, el traductor tiene que realizar el trabajo mayor de transportarla intacta al entramado lingüístico y semántico de la realidad (otra) a la que tiene el encargo de traducir, respetando, al mismo tiempo, el lugar de donde vino y el lugar hacia donde va. Para el traductor, el instante del silencio anterior a la palabra es pues como el umbral de un movimiento «alquímico» en que lo que es necesita transformarse en otra cosa para continuar siendo lo que había sido. El diálogo entre el autor y el traductor, en la relación entre el texto que es y el texto que será, no es sólo entre dos personalidades particulares que han de completarse, es sobre todo un encuentro entre dos culturas colectivas que deben reconocerse.
Día 3
Apariencias
Supongo que en el principio de los principios, antes de que hubiéramos inventado el habla, que es, como sabemos, la suprema creadora de incertidumbres, no nos atormentaría ninguna duda seria sobre quiénes éramos y sobre nuestra relación personal y colectiva con el lugar en que nos encontrábamos. El mundo, obviamente, sólo podía ser lo que nuestros ojos veían en cada momento, y también, como información complementaria no menos importante, lo que los restantes sentidos -el oído, el tacto, el olfato, el paladar- consiguiesen comprender de él. En esa hora inicial, el mundo era pura apariencia y pura superficie. La materia era simplemente áspera o lisa, amarga o dulce, ácida o insípida, sonora o silenciosa, con olor o sin olor. Todas las cosas eran lo que parecían ser por el simple motivo de que no había ninguna razón para que pareciesen y fuesen otra cosa. En aquellas antiquísimas eras no se nos pasaba por la cabeza que la materia fuese «porosa». Hoy, sin embargo, aunque sabedores de que, desde el último de los virus hasta el universo, no somos nada más que organizaciones de átomos y que en el interior de ellos, además de la masa que les es propia, todavía sobra espacio para el vacío (lo compacto absoluto no existe, todo es penetrable), seguimos, tal como hicieron nuestros antepasados de las cavernas, aprendiendo, identificando y reconociendo el mundo según la apariencia con que se nos presenta. Imagino que el espíritu filosófico y el espíritu científico, coincidentes en su origen, se habrán manifestado el día en que alguien tuvo la intuición de que esa apariencia, al mismo tiempo que imagen exterior captable por la consciencia y por ella utilizada, podría ser, también, una ilusión de los sentidos. Si bien es verdad que habitualmente se refiere más al mundo moral que al mundo físico, es de todos conocida la expresión popular en que esa intuición se plasma: «Las apariencias engañan». Una ilusión, por tanto…
Día 6
Crítica
Dice José Mario Silva en su crítica a El cuaderno, publicada en el suplemento «Actual» de la revista Expresso, que no soy un verdadero bloguero. Lo dice y lo demuestra: no hago links, no dialogo directamente con los lectores, no interactúo con la restante blogosfera. Ya lo sabía, pero a partir de ahora, si me preguntan, haré mías las razones de José Mario Silva y concluiré definitivamente el asunto. De todos modos, no me quejo de una crítica que es bien educada, pertinente, aclaradora. Dos puntos, sin embargo, me hacen salir al ruedo, quebrando, por primera vez, una decisión que hasta hoy ha sido para mí norma de obligado cumplimiento, la de no responder, ni siquiera comentar, cualquier apreciación realizada sobre mi trabajo. El primer punto tiene que ver con un supuesto simplismo en los análisis de los problemas que me caracterizaría. Podría responder que el espacio no da para más, aunque quien, de verdad, no da para más soy yo mismo, puesto que me faltan las habilitaciones indispensables de un analista profundo, como los de la Escuela de Chicago, que, a pesar de tan dotados, se cayeron con todo el equipo, ya que nunca les pasó por sus privilegiados cerebros la posibilidad de una crisis arrasadora que cualquier análisis simplista sería capaz de predecir. El otro punto es más serio y justifica, por sí solo, esta en algunos aspectos inopinada intervención. Me refiero a mis alegados excesos de indignación. De una persona inteligente como José Mario Silva esperaría todo menos esto. Mi pregunta será por tanto tan simple como mis análisis: ¿hay límites para la indignación? Y más: ¿cómo se puede hablar de excesos de indignación en un país donde precisamente, con las consecuencias que están a la vista, es lo que está faltando? Querido José Mario, piense en esto e ilústreme con su opinión. Por favor.
Día 7
Del sujeto sobre sí mismo
Como escritor, creo que no me he separado jamás de mi conciencia de ciudadano. Considero que donde va uno, debe ir el otro. No recuerdo haber escrito una sola palabra que estuviera en contradicción con las convicciones políticas que defiendo, pero eso no significa que haya puesto alguna vez la literatura al servicio directo de la ideología que es la mía. Por supuesto, eso sí, al escribir procuro, en cada palabra, expresar la totalidad del hombre que soy.Repito: no separo la condición de escritor de la de ciudadano, aunque no confundo la condición de escritor con la de militante político. Es cierto que la gente me conoce más como escritor, pero también están quienes, con independencia de la mayor o menor relevancia que reconozcan en las obras que escribo, piensan que lo que digo como ciudadano común les interesa y les importa. Aunque sea el escritor, y sólo él, quien lleva sobre los hombros la responsabilidad de ser esa voz.El escritor, si es persona de su tiempo, si no se quedó anclado en el pasado, tiene que conocer los problemas del momento en que le tocó vivir. ¿Y qué problemas son los de hoy? Que no estamos construyendo un mundo aceptable, bien al contrario, vivimos en un mundo que va de mal en peor y que humanamente no sirve. Atención, por favor: que no se confunda lo que reclamo con ningún tipo de expresión moralizante, con una literatura que le dice a la gente de qué manera debe comportarse. Hablo de otra cosa, de la necesidad de contenidos éticos, sin ningún trazo de demagogia. Y, condición fundamental, que no se aparte nunca de la exigencia de un punto de vista crítico.
Día 8
Castril
El río que pasa por Lisboa no se llama Lisboa, se llama Tajo, el río que pasa por Roma no se llama Roma, se llama Tíber, y aquel otro que pasa por Sevilla tampoco se llama Sevilla, se llama Guadalquivir… Pero el río que pasa por Castril, ése, se llama Castril. Cualquier lugar habitado recibirá enseguida el nombre por el que acabará siendo conocido, no así los ríos. Durante miles y miles de años, pacientemente, todos los ríos del mundo tuvieron que esperar a que apareciera alguien por allí y los bautizara para poder figurar después en los mapas como algo más que un trazo sinuoso y anónimo. Durante siglos y siglos las aguas de un río hasta entonces sin nombre pasaron tumultuosas por el lugar donde un día tendría que levantarse Castril y, mientras iban pasando, miraban hacia arriba, a la peña, y se decían unas a otras: «Todavía no está». Y seguían su camino hasta el mar pensando, con la misma paciencia, que tras el tiempo, tiempo viene, y que nuevas aguas han de llegar que ya encontrarán a mujeres lavando la ropa en las piedras, niños inventando la natación, hombres pescando truchas y lo demás que acuda al anzuelo. En ese momento las aguas sabrán que les ha sido dado un nombre, que de ahí en adelante se llamarán, no el río Castril, sino el río de Castril, tan fuerte será el pacto de vida que unirá a la gente que está levantando sus primeras y rústicas casas en los escalones de la ladera, y que después construirá segundas y terceras moradas, unas al lado de otras, unas sobre los restos de otras, generaciones tras generaciones, hasta hoy. Amansadas, retenidas por el muro gigantesco que hace de ellas un lago, las aguas del río de Castril ya no saltan furiosas sobre las piedras, ya no rugen como antes entre las altas y apretadas paredes de roca con que, durante milenios, la peña, inútilmente, quiso estrangularlas. El mismo desarrollo que haría crecer y prosperar a Castril domesticó la corriente. Las cuentas entre lo que se habrá ganado y lo que se habrá perdido las harán mejor que nadie los castrileños de pura cepa, yo sólo soy ese portugués callado y discreto que un día apareció por allí de la mano de la persona que más quiero en el mundo y que, desde entonces, honrado algún tiempo después con el título de hijo adoptivo de la tierra, sube y baja del pueblo al río y del río al pueblo, pasea a lo largo de las orillas y por senderos arcaicos que aún conservan la memoria de los pies descalzos que los pisaron, como si estuviese recorriendo otra vez, descalzo él también, los caminos de su propia infancia vivida en tierras diferentes a éstas, no de montañas y con un río capaz de cabalgar rocas, sino de planicies y de cursos de agua vagarosos, el Tajo, el Almonda, sábanas de agua que reflejaban durante un breve momento las nubes que pasaban por el cielo y luego las dejaban porque otras venían. A pesar del tiempo, tanto, tanto, el viejo que hoy soy contempla con los mismos ojos inocentes las montañas y el río de Castril, las calles estrechas y empinadas del pueblo, las casas bajas, los olivos que le recuerdan a otros bajo cuya sombra se acogió en el pasado y cuyos frutos recogió, los caminos entre hierbas y flores, algún bicho asustado que corre a esconderse, dejando atrás el rápido estremecimiento de una planta rozada al pasar. Algunas personas se pasan la vida buscando la infancia que perdieron. Creo que soy una de ellas.
Día 9
La raya del pelo
Estábamos, José Manuel Mendes y yo, llorando por las incurables debilidades de la patria, con esta nuestra costumbre de ser, uno para el otro, una especie de muro de las lamentaciones, no de Jerusalén, sino del Bairro do Arco do Cego, cuando, después de dar la vuelta al espectro y a los espectros de la política nacional y rematar la suerte con adecuados comentarios acerca de los cuernos (con perdón) de Manuel Pinho [†], un pesado silencio se instaló entre nosotros. Incluso pensé en recordar que el Zeus de Miguel Ángel, que en Roma está, también tiene cuernos, pero consideré que sería mezclar churras con merinas y me callé antes de abrir la boca. Supongo que en última instancia, sólo para romper el molesto silencio que parecía querer aplastarnos, José Manuel Mendes hizo una observación, más casual que verdaderamente interesada, sobre el uso generalizado de las expresiones centro-derecha y centro-izquierda y sobre la dificultad para encontrar reales diferencias entre los partidos, grupos y personas que a sí mismos de este modo se definen y clasifican. Fue entonces cuando se me presentó la ocurrencia del día, que verdaderamente ya estaba tardando. Dije: «Querido Zé Manel, la política es como la raya del pelo, unas veces está en medio, otras veces a los lados. Rayas junto a la raya del medio denuncian cortedad de vista en quien las traza. La vida política de nuestra querida tierra es toda así: rayas en el pelo y miopías, miopías y rayas en el pelo. Lo que no cambia es el peinado». Nos reímos los dos y mudamos de asunto. Fue una buena tarde de charla.
Día 10
Lecturas para el verano
Con los primeros calores, ya se sabe, es fatal como el destino que periódicos y revistas, y alguna vez hasta una televisión de gustos excéntricos, le pregunten al autor de estas líneas qué libros recomendaría para leer durante el verano. He tratado de esquivar la respuesta siempre, porque considero la lectura una actividad suficientemente importante para que nos ocupe todo el año, este en que estamos y todos los que vengan. Un día, ante la insistencia de un periodista obstinado que no dejaba de llamar a la puerta, decidí solventar la cuestión de una vez por todas, definiendo lo que entonces llamé mi «familia de espíritu», en la que, no hace falta decirlo, adoptaría la figura del último de los primos. No fue una simple lista de nombres, cada uno llevaba su pequeña justificación para que se entendiese mejor la elección de los parientes. Incluí en los Cuadernos de Lanzarote la imagen final del «árbol genealógico» que me había atrevido a esbozar y la repito aquí para ilustración de los curiosos. En primer lugar coloqué a Camões porque, como escribí en El año de la muerte de Ricardo Reis, todos los caminos portugueses nos llevan a él. Seguían después el Padre Antonio Vieira, porque la lengua portuguesa nunca fue más bella que cuando la escribió ese jesuita; Cervantes, porque sin el autor del Quijote la Península Ibérica sería una casa sin tejado; Montaigne, porque no necesitó de Freud para saber quién era; Voltaire, porque perdió las ilusiones sobre la humanidad y sobrevivió al disgusto; Raúl Brandão, porque no es necesario ser un genio para escribir un libro genial, Húmus; Fernando Pessoa, porque la puerta por donde se llega a él es la puerta por donde se llega a Portugal (ya teníamos a Camões, pero todavía nos faltaba un Pessoa); Kafka, porque demostró que el hombre es un coleóptero; Eça de Queiroz, porque enseñó la ironía a los portugueses; Jorge Luis Borges, porque inventó la literatura virtual, y, finalmente, Gogol, porque contempló la vida humana y la encontró triste.¿Qué tal? Me permitirán ahora los lectores una sugerencia: organicen también su lista, definan la «familia de espíritu» literario a la que más cercanos se sientan. Será una buena ocupación para una tarde en la playa o en el campo. O en casa, si el presupuesto no da para vacaciones este año.