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Aquel seis de enero fue el peor día de Reyes que Juan recordaba en toda su vida. Todos intentaron estar felices y animados, pero les fue imposible. Lo ocurrido días antes les tenía desconcertados y tener a la prensa las veinticuatro horas del día apostada en las puertas de sus casas no ayudaba. Tras la comida de Reyes donde se repartieron sus regalos, sonó el timbre de la casa de Manuel, y una empresa de regalos online dejó en casa de este el montón de regalos que Noelia había pedido días antes.

Todos, sorprendidos, se miraron los unos a los otros. ¿Qué debían hacer? Finalmente, Eva tomó riendas en el asunto al ver la mirada perdida de su hermano.

—¿Qué hacemos?

—Abrirlos —respondió Javi convencido.

—En ese grandote pone Ruth —chilló la pequeña al ver su nombre.

Manuel, que hasta el momento no se había pronunciado, miró a su hijo que observaba aquella pila de regalos y preguntó:

—Hijo… ¿Qué hacemos?

Enfadado con todo su entorno, el joven suspiró profundamente y respondió:

—Cómo ha dicho Javi, abrirlos. Si Noelia los compró para nosotros, que así sea.

Eva sonrió al escucharle y situándose junto a los regalos cogió primero el de Javi y se lo entregó. El niño sonrió de oreja a oreja al descubrir que dentro de aquel enorme paquete había la equitación oficial al completo del Barça, el equipo de sus amores, y una camiseta firmada nada menos que por Iniesta, junio a un estupendo balón.

—Como molaaaaaaaaaaaaa —gritó el pequeño haciendo reír a todos.

La siguiente en recibir su regalo fue la pequeña Ruth, que al abrir el enorme paquete y ver la casa de muñecas victoriana gritó:

—La que yo queríaaaaaaaaaaaaaa. Le dije a la tita Noe que me gustaba esta casita y ella me la ha pedido a los Reyesssssssssss. Que buena esssssssssss.

Irene se acercó a su hija y le susurró:

—Noelia es muy buena, cielo pero no la llames tita ¿vale?

—¿Por qué?

—Porque no lo es mi amor.

La niña quiso responder, pero al ver el gesto de su tía Almudena pidiéndole silencio calló hasta que Rocío, su hermana mayor, gritó:

—Ay Dios ¡que fuerte! —a punto del infarto sacó el abrigo de cuero de la última colección de Jennifer López y los perfumes de la marca JLo que tanto le gustaban y gritó—: Dios… Dios… Diossssssss ¡¡¡se ha acordado!!!

Juan, al ver la felicidad de sus sobrinos, sonrió. Verles tan felices con aquellos regalos le alegraba el alma, aunque en cierto modo, también le partía el corazón. Pero consciente de que todos le observaban disimuló todo lo que pudo y continuó sentado ante ellos manteniendo el tipo.

—Estos son es para Carlos, Laura, Sergio y Menchu —dijo Eva retirándolos—. Los guardaré y cuando les vea se los daré ¿de acuerdo?

—Perfecto —asintió Irene sorprendida por los regalazos de sus hijos.

—Toma papá, esta es para ti —dijo Almudena tendiéndole una enorme caja.

Tras cogerlo, el hombre leyó en voz alta una notita:


Para que puedas hacer esas maravillosas

croquetas que estoy deseando probar.

Todos sonrieron y Manuel, boquiabierto, comprobó que la joven le había comprado una estupenda y reluciente Thermomix.

—Uoooo papá —sonrió Eva—. Ya puedes volver a hacer las croquetas.

—Mmm qué ricas abuelo —aplaudió Javi encantado con su balón en las manos.

E1 hombre asintió conmovido porque ella se hubiera acordado de aquel detalle, y tras asentir murmuró:

—Esta muchacha es un cielo de mujer.

—¿Para mi que hay? —preguntó el abuelo Goyo ansioso como un niño.

Con delicadeza, Eva le entregó un paquete alargado y el anciano rasgó el envoltorio.

—Un bastón con el pomo de oro. Le dije al gorrioncillo que mi bisabuelo tuvo uno justamente igual que este y ella se acordó. ¡Que lindura de muchacha! —dijo con los ojos encharcados en lágrimas.

Juan no sabía si salir corriendo o qué hacer. Ella, la mujer que le había puesto su vida patas arriba, no estaba físicamente allí, pero con aquellos regalos estaba más presente que nunca.

—¡Una cámara réflex! —gritó Almudena al abrir su paquete—. Noelia me ha comprado la cámara que un día le dije que me gustaría tener. Oh Diosssssss y mirar lo que le ha comprado a Joel —entre lagrimones abrió todos los paquetes.

—A ver Almudena —sonrió Irene al ver a su hermana con el kleenex en la mano—. Los regalos son un motivo para sonreír, no para llorar, no comencemos ¿vale?

Pero aquellas palabras se las tuvo que tragar cuando vio la nueva radio para el camión de Lolo y, en especial, las botas altas color chocolate a juego con el bolso de Loewe que la joven actriz había comprado para ella.

—¿Quién es la llorona ahora? —preguntó Almudena sonriendo.

Eva deseaba abrir su regalo. Solo quedaban él de ella, el de Senda y el de Juan y tras mirar a su hermano y ver su expresión desconcertada murmuro:

—¿Quieres abrir tu regalo?

—No… mejor abre el Luyo —respondió con voz ronca.

Incapaz de aguardar un segundo más, rasgó el papel y aplaudió cuando vio ante ella la caja de un portátil nuevo. Tras abrirlo y gritar a los cuatro vientos que lo necesitaba para su trabajo todos miraron a Juan y este tras resoplar cogió el regalo en el que ponía Senda y lo abrió. Un precioso collar de Swarovski para perros apareció ante él e inexplicablemente cerró los ojos al recordar que ella siempre decía «Senda… eres como una reina y te mereces un collar que te ilumine aún más»

—¡Como molaaaaaaaaaaaa! —gritó Rocío al ver aquel collar de piedras brillantes.

—¿Eso tan lustroso es para la jodia perra? —preguntó el abuelo Goyo sorprendido.

Juan sonrió por primera vez en la noche al escuchar el comentario de su abuelo mientras cogía el regalo que su hermana Eva le tendía. Con la vista de todos clavada en él, abrió la tapa de la caja y cogió un sobre. Su gesto cambió cuando vio que tenía ante él las escrituras de las tierras por las que su familia estaba enfrentada con las Chuminas. Aquellas hectáreas por las que pasaba un pequeño riachuelo y que tanto habían ansiado poseer. Junto a las escrituras había una nota pegada en la que ponía:


Ya son tuyas. Ahora solo falta que levantes

Tu hogar.

Arrancando con furia la nota pegada, para que aquellas palabras solo quedaran para él, les tendió los papeles a su padre y su abuelo para que los vieran. Estos al ver de qué se trataba se quedaron tan sorprendidos como Juan, y a pesar de las ganas que sintieron de saltar de felicidad, simplemente se miraron y no dijeron nada.

—¿Tito y en la cajita que hay? —preguntó la pequeña y curiosa Ruth.

Todavía bloqueado por la situación y avergonzado por el mensaje que le dejó en el contestador de su móvil la pasada noche y al que ella no había respondido, Juan miró en su interior y sonrió cuando leyó otra nota:


Odio está música, pero tomo tú me gustas,

¡me pondré tapones en los oídos'.

Me dijiste que había algunos cd descatalogados de

AC/DC que no conseguías. ¡Pues aquí los tienes!

Ahora mírame… bésame y dime que soy la mejor

¿te parece buena idea?

Ahora mírame… bésame y dime que soy la mejor pensó Juan con amargura. Estaba claro que ella querría haber estado allí en aquel momento y que él tenía claro que le hubiera gustado sonreírle y decirle que efectivamente era la mejor. Eso le encogió el corazón, pero como siempre calló hasta que escuchó que le preguntaban.

—Bueno cuenta ¿Qué te ha regalado?

Juan sacó un cd de la caja y dijo para saciar la curiosidad de todos.

—Una maravillosa discografía de AC/DC, Metallica e Iron Maiden.

Abiertos los regalos, todos comentaban el detallazo de Noelia, y una vez más aquella joven actriz les dejó claro que clase de persona era, no por el dineral que se había gastado, si no porque les había regalado a cada uno lo que deseaban. Diez minutos después Juan se marchó. No quería hablar con nadie.

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