I Dramatis personae

AQUÍ, en estos rollos de papel de retrete marca La Condesita, escribiendo con bolígrafo no se corre la tinta verde, ni la azul, ni la roja, no se corre la tinta, aquí en este soporte humildísimo se va a narrar la crónica de un derrumbamiento, ni la mansedumbre ni la fiebre hacen temblar la silueta ni el trasluz de nada, yo aguanto mucho, lo único que pido a Dios es que no me mande todo lo que puedo aguantar, yo soy capaz de aguantar más que un eunuco turco bien alimentado con carne de toro de Karabuk, las patronas de las pensiones de estudiantes dicen papel higiénico, yo sé que nadie es culpable de que nada ni nadie se derrumbe silenciosamente o con estrépito, eso es lo mismo; el gladiador que va a morir saluda al César con un corte de mangas porque también él juega y juzga y se ríe a carcajadas del César y de quienes van a escupir sobre su cadáver, sería espantoso imaginarnos a la humanidad demasiado sumisa, suenan los clarines porque ya empieza la misa negra de la confusión, el solemne acto académico de la más turbia de todas las confusiones, los sacerdotes se visten con muy austeros uniformes militares ribeteados de oro, las sacerdotisas cubren sus escuálidas y ajadas carnes o sus opulentas y tersas carnes con túnicas de terciopelo verdeceledón o rojo sangre bordadas en oro y con botones de oro, y los unos y las otras comulgan con hebras de carne de sucio cerdo infamante, en cada toalla aparece la cara de un muerto teñida de amarillo y sin afeitar y las campanas tañen albricias o doblan a muerto según las fases de la luna: se trata de contar un cuento al amor de la lumbre, la farsa debe representarse con sencillez para que el gran público se deleite, a las hienas hay que echarles vísceras podridas, bofe, corazón, mondongo, para que no se ensañen con las colegialas púberes y tristes, amargas, pálidas y desilusionadas.

– ¿Por qué te ciñes tanto al pie de la letra?

– Lo ignoro.

– ¿Por qué tu marido se tiñe el pelo de color ciclamen?

– Son figuraciones tuyas, mi marido no lleva el pelo teñido de color ciclamen sino limpio, tan sólo limpio.

No es que las mujeres vulgares no tengamos historia, los hombres tampoco, las mujeres vulgares lo somos a nuestro pesar e ignoramos los más pedestres conocimientos, lo que pasa es que no sabemos contar nuestra propia historia; a las ciudades y a los pueblos les pasa lo mismo y así resulta que unos son esplendorosos y rutilantes como el Paraíso Terrenal, otros opacos y deleznables como las aburridas y cándidas ánimas del purgatorio, y aun otros anodinos y mansos como las ovejas del matadero quienes, en su dulce y suplicante (inconsciente que no deliberadamente suplicante) mirar, parecen sonreír al matarife; los cerdos son más dignos y mueren estremeciéndose, sangrando y sufriendo, sí, pero también odiando, rugiendo y blasfemando, el odio, el rugido y la blasfemia deben ir siempre más allá del testimonio e incluso del estupor.

– Proceda usted a presentarse.

– Con la venia del señor presidente. Me llamo Matilde Verdú, mi madre también se llamaba Matilde Verdú, soy hija de soltera y no me avergüenza declararlo, mi madre era adorable y hacia ella no siento sino respeto y gratitud, también admiración y lástima, mucha lástima. Soy inspectora de primera enseñanza, mi madre también lo era y tenía mucha afición al ejercicio de la literatura, sus biografías para escolares de santa Teresa de Ávila y de san Juan de la Cruz tuvieron muy buena acogida, sobre todo la segunda. Mi abuelo era militar, era comandante de infantería y murió en el cumplimiento del deber durante la guerra civil, lo mataron en el frente de Huesca, le dieron un tiro en el pecho y murió en seguida, el asistente le cerró los ojos, eso fue lo que me dijo; nosotros nos quedamos en La Coruña porque tampoco teníamos a donde ir, en La Coruña no somos demasiado conocidos ni admitidos, La Coruña es una ciudad muy clasista y exclusiva, primero los coruñeses de la Ciudad Vieja, después los del Ensanche y después ya veremos. Eso es todo.

– Bien, puede retirarse.

Me armo de valor y de melancolía y confieso sin rubor alguno haber pecado contra todos los mandamientos de la ley de Dios, pero pienso que ya se me hizo pagar la penitencia a muy alto precio y que no sería justo que ahora, cuando me muera, ahora que ya oigo a la muerte repicar en el aldabón de mi cuarto de dormir y de morir, se me mandase al infierno a seguir ardiendo por los siglos de los siglos, es probable que el infierno esté vacío, en el infierno a lo mejor no está ni Judas y considero que sería muy desairado terminar allí, bueno, ni terminar siquiera: verme allí ardiendo en la infinita soledad y por la infinita eternidad. Hace ya más de un mes que el fantasma de la muerte se mea todas las noches por el tubo de la chimenea de mi alcoba, se conoce que quiere avisarme con sus histéricas risas, sus malévolas amenazas y sus descaradas procacidades. El demonio Belcebú Seteventos, que era de Seixosmil, en la provincia de Lugo, tenía una paloma torcaz que no ponía huevos de oro, eso son sólo algunas gallinas, es del dominio público que no ponía huevos de oro sino que fabricaba en el intestino peluconas de oro con el busto de Carlos IV muy bien dibujado, todos los primeros lunes de mes expulsaba una por su debido conducto. Según el cardenal Tarancón, nuestro catolicismo no está aún en condiciones de asimilar el concilio.

No es que las mujeres corrientes, las que pese a todo nos resistimos a morir en el hospital y mirando muy comedida y abyectamente a nuestros verdugos, no tengamos historia, no, lo que sucede es que no queremos contarla, tampoco sabemos, lo dije hace un momento. A mí y a mi marido ya nos quemó la sangre la familia, a mí y a mi marido va nos crucificaron desnudos y como a san Andrés en una cruz en forma de aspa para que las golondrinas nos descubrieran la tupida y recóndita vulva y los escocidos testículos inmediatamente y nos los coronaran de espinosas y heridoras flores de cardo, ¡Jesús, qué disparate!, borra lo de las golondrinas y pon en vez moscas cojoneras, queda más propio.

Yo me voy a disolver o voy a arder, a lo mejor me voy a desvanecer como un suspiro de humo, eso no se sabe nunca y creo que es mejor ignorarlo, el porvenir es de los ignorantes y los suicidas, también de los negros hipogenitales, de los timidísimos lapones y de los enanos lascivos y patizambos, pero a mí no me importa nada el porvenir, es más, yo no tengo porvenir y tampoco me siento culpable de no tenerlo, a veces pienso lo contrario y entonces me duele la cabeza o me duelen los oídos o las muelas, nunca el estómago. A mí me va a acabar confundiendo el demasiado amor que siento por la novedad, sobre todo si acierta a vestirse de luto.

Si se tira una moneda al aire y salen siempre cruces, si salen cruces mil veces seguidas, se puede colegir que esa moneda es falsa o está endemoniada, ésta es la ley de Freyberg a la que se someten las monedas de cobre, de plata y de oro, no las de níquel, que es metal innoble, ni las de bronce de campana, que son escasas, muy escasas, éstas hacen excepción y no se rigen por la regla general o ley de Frienberg.

– De Freyberg.

– No, de Frienberg, antes me confundí.

Gardner Publisher Co., a través de la agente Paula Fields, con la que no me acosté porque, a pesar de lo que ella dejó entrever en determinados círculos vaticanos, no soy lesbiana, hace va muchos años que no me hacen gozar las mujeres, fui lesbiana pero ya no lo soy la agente Paula Fields me encarga que escriba los siete sucesos que señalaron la vida de mi marido; a ningún marido le pasaron nunca siete sucesos interesantes y reseñables en su vida, una lesión tuberculosa en cada pulmón, un metrallazo en el pecho, la cárcel, el exilio, un hijo muerto en accidente náutico, otro hijo muerto de sida sobre un rimero de versos, el asesinato ritual de la propia esposa en la mesa del comedor y con un cuchillo de hoja ancha con punta, filo y contrafilo, un cuchillo no de matar osos o jabalíes sino de trinchar alces y renos asados al espetón, pero eso no importa, a mí me anticiparon mucho dinero, bueno, mucho dinero para mi exhausta bolsa, la verdad es que no llegó a los seiscientos mil dólares, y aunque al principio lo dudé, ahora que ya no me queda más que un año escaso de vida, eso es lo que dicen los médicos a mi marido y a nuestros hijos y nueras, todos crueles y avergonzados, todos ávidos y parásitos, acepto la propuesta y empiezo esta crónica desorientada y levemente ortodoxa: todos debemos someternos a las sabias normas dictadas por los comerciantes y los síndicos.

No sé por dónde empezar. Mi tía Marianita murió en la iglesia de los jesuitas de Juana de Vega durante la novena de la Virgen del Perpetuo Socorro, el quinto día de la novena, se atragantó con una almendra garrapiñada y se le cortó la respiración de repente, antes hizo unos raros sonidos, unos amargos ronquidos con la garganta, pero nadie le hizo caso porque creían que estaba de broma, mi tía Marianita era muy ocurrente y chistosa, cuando se le paró el corazón y se cayó al suelo la taparon con un abrigo y esperaron a que terminara la novena.

– ¿Y no se movía?

– ¿Cómo se iba a mover si estaba muerta?

Después la llevaron a su casa de la calle del Parrote, mi tía Marianita era amiga de doña Leocadia, la protectora de Javier Perillo, pero más decente y más cumplidora del deber.

– ¿Para con Dios y los hombres?

– Pues, sí, quizá sí, por lo menos con Dios, quizá más con Dios que con los hombres.

No soy culpable de la almoneda que hemos hecho de los valores tradicionales, yo no soy sino una mujer de mal carácter, sé que no tengo amor, ni recibo ni doy amor, ni brindo amor, ni regalo ni vendo amor, ni incendio amor como si quemase ancianos muertos, hombres muertos, mujeres muertas, niños muertos, perros y cabras muertas en Benarés, lo sé de sobra, se conoce que mi cuerpo y mi conciencia están ya horros de buenas vibraciones, sé que se resquebrajó en mi espíritu el nivel vibratorio de la energía vital, yo no soy sino una mujer ya no joven y de mala salud, de muy, mala salud, sé que en mí corazón anidan el odio, la envidia y el resentimiento, sé que no soy más que una agonizante, sé que mi cadáver acabará en la sala de disección del hospital entre jóvenes estudiantes muertos de risa, es muy gracioso llevarse un dedo de muerto en el bolsillo con uña y todo, llevarse el pene es más deslucido porque se queda en nada, y echárselo a la patrona de la fonda en la tartera del ragú, así se va uno sobreponiendo al asco.

– Recapacite usted en el hecho de que asesinar niños es menos comprometido y azaroso porque no suelen ver el peligro que los acecha, algunas niñas lo adivinan.

Ahora me doy cuenta de que he perdido la capacidad de mentir, se conoce que las circunstancias me vuelven la espalda al hedor de la derrota, tampoco debo hacerlo, no se debe mentir jamás, y también he perdido la otra capacidad, la de odiar y envidiar con paciencia, con muy severa y serena perseverancia, lo mejor sería desvanecerse como un quejido imperceptible y maldecir a los girondinos, a veces me gustaría haber nacido mujer muy elemental y fértil o muy sofisticada y yerma. Comandos israelíes dejan a medio Egipto sin energía eléctrica.

Vamos a considerar la situación con serenidad. El viento sopla con ira contra el rompeolas del Orzán espantando a las putas de la calle del Papagayo que tampoco son demasiado asustadizas, Marica la Caralluda de Valadouro, Trinidad la Madrileña, Carmela Conacha Brava y otras, todas capaces de plantar cara a un marinero inglés borracho; los cabritos del país suelen ser más mansos y complacientes, también más puntuales y considerados, aunque aún se recuerda el piano que tiró un señorito por el balcón, le ayudaron tres amigos, Moncho, Teófilo y Floro, y el cura castrense don Severino Fontenla, al que se le disparaba un poco un ojo.

– El del piano sería un señorito de buena familia.

– Claro; si no, ni se le hubiera ocurrido… Perdone, estaba usted hablando del viento del rompeolas.

Hoy es el sexagésimo tercero aniversario de la II República Española y los republicanos de la Peña Dicenta se reúnen a comer en La Criolla, en la calle de Fuencarral de Madrid, todavía quedan tres o cuatro, mi marido y dos o tres más, mi marido era republicano de Martínez Barrio, ha pasado va mucho tiempo; el libro lo tengo que entregar ya día 1 de setiembre, así que debo darme cierta prisa porque el zurriago del tiempo pasa volando como una gaviota.

– ¿Incansable?

– Usted lo ha dicho, incansable como una gaviota a muchas millas de la costa.

El viento sopla y se vapulea contra el rompeolas del Orzán y los cantiles de la Torre de Hércules y la gente -se agolpa con curiosidad porque la mar arrastra un cadáver de pantalón vaquero y con el torso desnudo, nadie lo ve pero en el pecho lleva tatuada una mujer de larga melena, los ahogados navegan siempre boca abajo y eso no es la ley de la gravedad, eso no tiene nada que ver con la ley de la gravedad. Loliña Araújo, la abuela materna de los cinco López Santana, el Araújo les venía después, estaba en primera fila, hasta le salpicaba el agua, le daba en los ojos y en el escote, la boca le sabía a sal y disfrutaba medio hundida en el raro y estruendoso silencio que la rodeaba, sólo oía el bramar de las olas y el latido del corazón en las venas de la frente, una a cada lado, en las sienes.

– ¿Cuántos muertos se llevará la mar cada invierno?

– ¿En todo el mundo?

– Sí.

– No sé, más de cien.

– ¿Incluidos chinos y griegos?

– Sí.

A Loliña Araújo casi nadie le llama doña Loliña, la verdad es que el único que no le apea el tratamiento es Baldomero, el sacristán de la parroquia de Santa Lucía, en la plaza de Lugo, que es muy coqueto y que cuando sale de paseo se pone al cuello un fular de seda de color verde con dibujo de flores, tiene otro amarillo pero no lo luce más que cuando va a darse una vuelta por la plaza de María Pita, Baldomero Calvete parece un playboy, ahora los sacristanes no son como los de antes, ahora leen revistas del corazón y hacen crucigramas; Baldomero se bebe el vino de la misa y el aceite de las lamparillas, también se come las hostias sin consagrar, claro, las moja en el chocolate, y se masturba cruelmente, parece un perro lulú, en el confesonario del fondo, el primero de la izquierda según se entra de la calle, yo lo vi más de una vez, inciensándose las partes con tabaco de pipa, con aromático tabaco holandés, y medio ahogándose con todo muy cerrado, ésa es una mala costumbre que puede costarle la vida, ¡Dios no lo quiera!, a veces iba solo a verlo, no era difícil porque estaba muy ensimismado, muy a lo suyo, me daba mucho ánimo verlo, zas, zas, como si se le acabara el tiempo para siempre. En La Coruña pasan cosas muy raras, aun más que en Orense o en Zamora. A Loliña Araújo le dicen Faneca de apodo, a ella le gustan mucho las fanecas bien fritas en aceite de girasol, que es más barato. Loliña Faneca es gozosa y amorosa, siempre se sintió cómoda y reconfortada con un hombre al lado, con un hombre encima, ahora ya no los encuentra con tanta facilidad como antes, eso nos pasa a todas. Loliña Araújo es una mujer menuda, de moño bajo y aspecto modesto, el temple y la procesión le van por dentro, parece una artesana de órdenes o de Betanzos o de Corcubión. Loliña Araújo no se lleva demasiado bien con Guillermina Fojo, su nuera.

Tengo que meter orden en mi memoria y en mis papeles, después también en mis papeles, hay que leer mucho a Platón y hay que liberarse con unos suaves ejercicios de yoga, unas bien medidas asanas después de la meditación y el canto, siempre en ayunas, antes de la salida del sol, tú analiza tus propias contradicciones y accederás al sosiego, pienso que lo mejor va a ser contar nuestra crucifixión a la pata la llana; en los libros antiguos todo se contaba a la pata la llana, los partos, las ejecuciones y los juramentos de amor eterno, lo demás, sería más prudente decir que casi todo lo demás, se declamaba levantando un poco la voz, no demasiado, y accionando muy rendidamente.

– ¿Como un cómico alemán?

– Quizá mejor como un cómico austriaco.

Ahora es probable que me toque hablar de la incierta Clara, su verdadero nombre es Ermitas, pero ella prefiere que la llamen Clara, también le hubiera gustado llamarse Lucía, pero no tuvo suerte. La abuela paterna de los cinco hermanos López Santana se llama Ermitas, vamos, Clara Erbecedo Fernández. Clara Erbecedo es una mujer guapa y extraña, por aquí todas las mujeres son guapas y casi todas extrañas, por aquí todos los hombres son también guapos y extraños, muy extraños, a lo mejor pasa lo mismo por el mundo entero, los hombres y las mujeres del mundo entero son guapos, extraños y lascivos. Clara es una mujer que lee poesía y filosofía, toma mucho café y oye música clásica; también le gustan las retribuciones carnales y dicen que se acuesta o se acostaba con Evaristo, el jardinero, pero esto no lo sabe nadie, no se puede poner una mano en el fuego por estas cuestiones, tampoco se debe apostar jamás, contra el misterio no se debe apostar jamás, una noche se acostó en la playa de Riazor con un marinero que hablaba una lengua que no pudo saber cuál era, no era alemán ni holandés ni danés, a lo mejor era finés, estaba la marea alta y las olas le mojaron el culo, Evaristo también le hace de chófer y le sirve a la mesa; ahora pienso generalizando, cuando a la mujer le falta el horizonte se refugia en la cama o en la oración, nadie puede zafarse del cumplimiento de esta regla, el orden es el espejo de la voluntad de Dios y todas las mujeres queremos poner orden en nuestra carne mortal y en nuestra alma inmortal.

Clara Erbecedo vive sola en un chalet va un poco viejo, con bastante huerta, en San Pedro de Nos; a veces pasa temporadas con ella su hija Mary Carmen, que está separada del marido; Mary Carmen tiene dos hijos que viven con el padre y a los que casi no ve, uno se llama Rodolfito y el otro Benjamín Carlos. Mary Carmen, cuyo verdadero nombre es Vicenta, se volvió loca durante el segundo embarazo, a algunas mujeres les sucede, y pasa temporadas en Conjo, lleva ya varias temporadas yendo al manicomio de Conjo, de donde se escapa siempre. Mary Carmen es ninfómana, bueno, medio ninfómana, eso tampoco es una enfermedad, y también se acuesta con Evaristo, todo el mundo lo sabe, yo lo oí en el bar de Xestoso, el que fue defensa de la Cultural Leonesa; una tarde su madre la encontró desnuda en el invernadero refocilándose con Evaristo y le pegó semejante botellazo que la mandó al hospital, la tuvieron que envolver en una manta y llevársela en un taxi; a Evaristo lo tuvo toda la noche encerrado en la galería sin más ropa que la camiseta y sólo lo dejó entrar cuando llevaba ya tres horas temblando y tosiendo y pidiendo perdón.

– ¡Pasa, hijo de puta, pasa y caliéntate! ¡Anda, que si no fuera porque me das gusto!

Pelucas y postizos de señora y caballero Villamor, pelo de la mejor calidad. Un extenso surtido en variados colores naturales. Don Jacobo era hijo de don Cosme López Carreira y de doña Clara Erbecedo Fernández, esto del don y el doña se les pone porque hace más administrativo, no por ninguna otra razón, no había ninguna otra razón. Don Jacobo, de unos cincuenta años, quizá menos, era rubio y alto, tenía los ojos azules y nos resultaba muy atractivo a las mujeres, no tenía una mirada cachonda pero estaba bueno, esto es siempre muy convencional. Don Jacobo se cuidaba mucho, hacía gimnasia respiratoria y de la otra, vestía con elegancia y siempre con ropa a la medida, y se daba desodorante y fijador y agua de colonia, también se duchaba, primero un día sí y otro no y luego a diario. Don Jacobo gastaba bigote e iba siempre de sombrero flexible gris, a misa solía llevar un sombrero negro y algo más rígido parecido al de mister Edén, a veces también llevaba bastón con puño de plata, una cabeza de lebrel de plata.

Las cosas hay que apuntarlas cuando se le ocurren a una porque después puede ser tarde. El hombre no es un buen invento, ahora no hablo de don Jacobo sino del hombre en general, la mujer tampoco, ahora no hablo de doña Loliña ni de su hija Eva ni de mí sino de la mujer en general; a Shakespeare no le gustaban ni el hombre ni la mujer, el hombre y la mujer no son sino la quintaesencia del polvo mortal en el que todos acabaremos convirtiéndonos, no es posible que el hombre y la mujer hayan sido creados por Dios a su imagen y semejanza, Dios no admite tal cúmulo de imperfecciones, sería ir contra su propia esencia, la infinitud de Dios no da cobijo a los fallos infinitos, los fallos no son nunca infinitos aunque lo parezcan, la noción de Dios no puede dar asilo a los fallos que empiezan antes del hombre y terminarán después de que el hombre haya desaparecido, pero que tienen principio y fin y, por tanto, no son infinitos.

A don Jacobo, de joven, cuando trabajaba de contable en Pescados Marineda, en el muelle de La Palloza, le llamaban Santiaguito, que es más corriente, el nombre se lo cambió después, al empezar a dedicarse a la construcción, y el don le vino con el dinero, el dueño de Pescados Marineda se llamaba Camilito Méndez Salgueiro, le llamaban en diminutivo porque era joven y poca cosa, Camilito había heredado el negocio de su padre y quebró por culto, se pasaba el día leyendo libros en francés y así no hay manera, lo último que leyó fue La politique de Ferdinand le Catholique Roy d'Espagne, en una edición holandesa del siglo XVII, así no hay manera; don Jacobo, en cambio, ganó mucho dinero en poco tiempo y se hizo socio del Circo de Artesanos, del Sporting, del Club Náutico, del Deportivo, de la Hípica, de la Zapateira, de la Solana, de todo; donde no pudo entrar fue en el Nuevo Club, que desapareció al poco tiempo aplastado por la vejez y el orgullo; el Nuevo Club estaba en la calle Real, entrando por el Cantón, a la derecha, un poco más allá del Sporting y del café Méndez Núñez, donde ahora luce su escaparate la ampliación de la joyería Malde.

– El Nuevo Club era una cueva de carcamales.

– Sí, pero usted bien que quiso entrar y le dieron con la puerta en las narices.

– Sí, eso sí.

Don Jacobo era listo y trabajador, además de bien parecido, y prosperó muy de prisa. Construcciones L. Erbecedo nació con buen pie y don Jacobo, que vivía en un pisito interior en el barrio de La Gaiteira, tan pronto como pudo hacerlo se compró una casa entera en Linares Rivas, frente al mar, y se quedó con dos pisos que unió por dentro y decoró con buenos muebles y mucho detalle, hasta tenía un cuadro de Sotomayor y otro de Seoane. Dicen que don Jacobo, en eso del vicio de la lujuria, hacía a pelo y a pluma, yo no lo creo, eso es siempre muy misterioso, y también dicen que había tenido sus más y sus menos con Evaristo, el garañón de su madre y de su hermana Vicenta, o sea Mary Carmen; si se pudiese llevar al detalle la lista de las soledades y el puntual inventario de los malos pensamientos y las inconfesables y escondidas realidades, nos íbamos a llevar todos muchas sorpresas.

– ¿Usted pondría una mano en el fuego por todo lo que está diciendo en voz alta?

– No, jamás, ya le dije antes que no, la mano en el fuego no se debe poner por nada ni por nadie y menos en estos lances tan fáciles de inventar y de negar.

Don Jacobo se caso con doña Eva y tuvieron cinco hijos. Don Jacobo y su familia iban de vacaciones al Mediterráneo, unas veces a Torremolinos, otras a Benidorm, otras a Ibiza, les gustaba variar y conocer sitios, y no se privaban de nada. Don Jacobo tenía tres coches, un Mercedes, un Dodge y un Seat, los tres eran grandes y los llevaba siempre muy limpios. Su hija Matty le pidió que le comprase un deportivo, pero le dijo que no, que no quería que se matase con su dinero, y tuvo que conformarse con un descapotable. En el año 1969, en julio de 1969, el hombre llegó a la Luna y pudo ampliar aún más todavía el ámbito de su necedad, el hombre no sabe gobernar, ni pacificar, ni alimentar la Tierra, tampoco sabe curar o prevenir el cáncer o el sida, entonces aún no había sida, pero acierta con el camino de la Luna, cada vez es más dilatado y vergonzoso el horizonte de su estúpido orgullo.

A don Jacobo, cuando ya no era ningún niño, empezó a fallarle el matrimonio, nadie sabe por qué ni por culpa de quién y eso tampoco importa, bien mirado eso tampoco importa, en eso pueden influir muchas cosas, el aburrimiento en primer lugar, el sistema nervioso, las diferentes costumbres, cl olor del aliento, también puede ser que a uno de los dos o a lo mejor a los dos a la vez les entren las ganas de juerga no doméstica, usted ya sabe lo que quiero decir, o le dé la vena de querer arreglar cl mundo, eso es peor porque terminan trabajando de balde y sin mayor provecho, para eso están la convivencia armoniosa, el incremento de la energía vital, la ingestión de alimentos naturales, los paseos contemplativos, etc., los redentores mueren siempre en la cruz, poco debe importarnos, el caso es que la pareja, en vez de conformarse, que hubiera sido lo decente, también lo prudente y lo acostumbrado, se separó de mutuo acuerdo, se conoce que ninguno de los dos tenía principios y que ambos eran medio soñadores. Por entonces ya estaban casados el hijo mayor, Diego, o sea Pichi, y las dos hijas del medio, Marta y Claudia, o sea Matty y Betty Boop, y seguían solteros el otro varón, Paquito, o sea Fran, y la hija pequeña, Rebeca, a la que llamaban Becky; las mujeres tenían diminutivos ingleses.

– ¿Era moda, entonces?

– Bueno, en algunas familias, no en todas.

Don Jacobo, cuando se separó de Eva, se fue a vivir a otro piso de la casa de Linares Rivas, pero al año o poco más se trasladó a Vigo, donde también tenía obras. En Vigo conoció a una amiga de su hija mayor, Ofelita Barcia, y al poco tiempo se la llevó a vivir con él; antes se pasaron quince días en las Bahamas, se conoce que para experimentar y acostumbrarse. El cardenal Villot es nombrado nuevo secretario de Estado del Vaticano.

Eva era una mujer muy guapa, se parecía a Ava Gardner, tenían las dos el mismo estilo elegante y despótico, los hombres volvían la cabeza al verla pasar por la calle, pero a la pobre le sirvió de poco tanto éxito porque las cosas acabaron rodándole mal. Eva y su marido formaban una pareja de cine, daba gusto verlos. Eva vistió toda su vida impecablemente, siempre elegante y adecuada, Eva cuidaba mucho su físico, lo cuidó toda la vida hasta que se desinfló, en eso era igual que don Jacobo, Eva va al gimnasio y a la sauna, hace natación y footing, ahora se suele decir jogging, yo no sé cuál es la diferencia, se da masajes, come sin sal y prefiere los vegetales a cualquier otro alimento, no es que sea vegetariana, no, pero procura no comer carne, Eva fuma sólo por coquetería y, eso sí, bebe todos los días su dry martini, antes no pasaba de la media combinación en el bar América, poco después cerraron el bar América, en La Coruña se va cerrando todo poco a poco, eso pasa en todas partes, Eva es simpática, graciosa y habladora, Eva también sabe sus cosas y las maneja con oportunidad, las dosifica con acierto y prudencia, Eva es muy extravertida, pero sabe ser discreta cuando quiere. Sus hijos tienen mucha confianza con ella, más las hijas que los hijos, eso nos pasa a todas las madres, y ella les regala vestidos y zapatos y se cobra en cariño y complicidad, hay una complicidad tácita que es muy peligrosa y puede conducirnos al crimen incluso con suavidad, con mucha suavidad.

– ¿Usted cree que los crímenes se preparan siempre en silencio?

– Sí, los buenos crímenes, sí, y los demás, ¿qué importa? Se preparan siempre en silencio, como bien supone, y con muy delicada discreción, tanta, que a veces no se destapa el propósito hasta el instante mismo de la puñalada o el veneno, la prudencia no está nunca de más, la prudencia es un firme aliado.

Yo entonces me quedé muy pensativa.

– Es horrible admitir que lo que usted dice sea verdad.

– Defiéndase no creyéndolo.

Cuando Eva se separa del marido se queda a vivir en la casa de Linares Rivas y empieza una ansiosa y enloquecida carrera de juergas y de viajes al extranjero con otras amigas también ricas y separadas; Eva, que se sepa con certeza, tuvo alguna relación amorosa esporádica, pero ninguna llegó a cuajar, ninguno de los amantes le duró más de dos o tres meses. Un día, y aprovechando que su hija Matty y su marido estaban de viaje, se fue a casa de ellos a pasar la tarde en la cama con un amigo; su yerno llegó antes de lo esperado y al oírlos se dio la vuelta antes de entrar en la alcoba. Al día siguiente, cuando se encontró con la suegra, la felicitó porque había creído que estaba con don Jacobo y en plena reconciliación.

Su amiga Ana María Monelos, viuda de Méndez Gil, su marido era joyero y se suicidó tirándose por una ventana desde un sexto piso, es un suicidio muy de joyeros o de aparejadores, la gente lo contaba muerta de risa, yo la verdad es que no le veo la gracia, su amiga Ana María Monelos, que no faltaba a ninguna de las juergas que organizaba Eva en su casa, una noche le pidió permiso para llevar a un amigo.

– Se llama Julián y es un hombre estupendo, va verás, culto, educado, muy fino y muy animado también, que todo hay que decirlo.

– Sí, mujer, tráelo, basta que sea amigo tuyo.

La juerga de aquella noche arrancó con mucha lentitud y tampoco se desorbitaron demasiado las cosas: se bebió sin exceso, se oyó música, se bailó, se fumó marijuana, no todos fumaron marijuana, Julián no fumó marijuana y tampoco se acostó ni con Ana María ni con nadie, ni lo intentó siquiera, Julián era encantador y comedido, daba gusto con él, bailó un poco, habló mucho con Eva, más incluso que con Ana María, y se marchó no muy tarde.

– Adiós, Eva, te agradezco mucho tu invitación. Te dejo este brazalete de recuerdo, por dentro lleva la fecha de hoy, que puede ser un día muy señalado para ti, te aseguro que no es una declaración de amor sino algo mucho más trascendente…, el aro no vale nada, es un trabajo nepalí, el único valor que tiene es su autenticidad, con él no te sentirás sola nunca. ¿Tú te das cuenta de la inmensa soledad que a todos nos invade, que a todos nos atenaza? Tú celebras estas reuniones para huir de la soledad, pero no sé si lo consigues. Me gustaría volver a verte algún día.

– Yo encantada, llámame por teléfono cuando quieras. Y déjame el tuyo, a lo mejor soy yo quien te llama.

En la tarjeta que le dieron a Eva se leía: Julián Santiso Faraldo. Escuela de Albores Gamma-Delta-Pi. (Comunidad del Amanecer de Jesucristo.) Maestro in fimo, el número de teléfono se lo puso a mano.

El mayor de los hermanos López Santana, los hijos de Eva y don Jacobo, se llama Diego pero todo el mundo lo conoce por Pichi, en La Coruña está muy extendida la costumbre de conocer a la gente por un apodo cariñoso, Pichi, por ejemplo, casi no es ni apodo. Pichi López es un chico algo raro, tímido, muy metido en sí mismo, de carácter débil, con poca voluntad; empezó a estudiar primero para perito agrícola y después para maestro de escuela pero no terminó ninguna de las dos carreras, se aburría en seguida, la verdad es que no tenía constancia. Un día fue a su casa la chica de la droguería a llevar dos botellas de agua oxigenada y un paquete de algodón en rama y la intentó violar, fue él quien le abrió la puerta porque la vio venir y notó como una calentura, la aculó contra el perchero, le rasgó la blusa hasta dejarle las tetas al aire, le remangó las faldas, se sacó la polla y, ¡hala!, la chica se resistió y gritó y allí no pasó nada, pero la puso perdida porque se le corrió por encima de las bragas y de los muslos. Pichi, todavía joven y antes de que se separasen sus padres, se casó con Matilde Meizoso, que era de Ferrol y cursi, gorda y autoritaria; las ferrolanas suelen y ser airosas, delgaditas y de cariñoso carácter, pero Matilde no era así sino más bien todo lo contrario. Matilde era también violenta y muy animada, muy vociferadora y excesiva; a Pichi le gustaba que le diese marcha y lo llevase por los bares a tomar unos vinos, pero sin pasarse demasiado porque cuando le pegaba tortas y patadas, a veces también le sacudía con el rodillo de las empanadillas, como en los tebeos, y le tiraba platos a la cabeza, él lloraba sin recatarse ni importarle que hubiera nadie delante. Matilde tomó el mando del matrimonio y llevó al marido por la vida con bastante acierto, le hizo trabajar, lo llevaba relativamente arreglado y sobre todo lo medio salvó de la locura que ya empezaba a destruir su familia. Matilde y Pichi tuvieron una niña, Esther, con una hache después de la te, que es todavía muy pequeñita pero no parece normal, hay familias en las que todos son un poco raros. Parrilla del Hotel Embajador. Gran Baile amenizado por la Orquesta Atlántida con J'Hay.

A Francisco, el menor de los dos López Santana varones, después vienen las tres hembras, le llaman Fran, que queda más fino y más moderno que Paco. Fran, hasta que se torció, bueno, hasta que lo torcieron, era un adolescente sano y simpático, estudiante de náutica, que iba los domingos a ver al Deportivo; si al equipo le tocaba viajar, Fran se pasaba la tarde jugando al futbolín con los amigos y, si no tenía dinero, se metía en la cama a meneársela, fumar pitillos y leer novelas de Salgari, por entonces aún no se había echado novia; a Fran le gustaba mucho Silvita la de Dopico, el de la confitería La Noyesa, pero todavía no eran novios y ella, como es de sentido común, no se la meneaba; Silvita le regalaba a Fran chicles y gominolas y él para corresponder le tocaba algo el culo, la verdad es que sin demasiado entusiasmo.

Ahora es el momento de contar la merienda de Javier Perillo en casa de doña Leocadia, el padre Castrillón, S. J., bien claro me lo dijo, doña Leocadia vivía en la calle de la Amargura esquina a Puerta de Aires, la gente tenía la mala costumbre de mearle el portal y lo ponía todo perdido, doña Leocadia tomaba el té por las tardes, asistían algunas amigas suyas, unas viudas y otras no, yo el año pasado fui un par de veces, y algunos jubilados, un día un coronel, otro un capitán mercante, otro un jefe de negociado de la diputación, otro un funcionario de correos, etc., se repartían los días de la semana con cierto orden, unos iban con sus señoras, a Javier Perillo no le daba té sino chocolate a la española y unas galletas, media docena de galletas de coco; Javier Perillo, cuando terminaba de merendar, se despedía pero no se iba a la calle sino que se metía disimuladamente en el cuarto de doña Leocadia y la esperaba armado de paciencia, a veces doña Leocadia tardaba tres horas o más, los invitados de doña Leocadia recitaban poesías y contaban chascarrillos, don Alfonso, que era comandante de oficinas militares en la reserva, se tiraba pedos por lo bajo, se dice que don Alfonso pretendió hace años a doña Leocadia pero fue desairado, doña Leocadia siempre gobernó sus favores con mucho comedimiento, Fran era amigo de Javier Perillo, era algo más joven, algunas tardes jugaban al chapó o al ajedrez en el Sporting, a doña Leocadia le gustaban los hombres de veinticinco años o menos que fueran finos y respetuosos, en la cama vale todo pero fuera de la cama no vale nada o casi nada, los trataba con mucha consideración y les regalaba corbatas y gemelos, pero no toleraba ordinarieces, esto que queda dicho lo sabía todo el mundo pero no lo comentaba nadie, a Javier Perillo lo vestía y le estaba pagando la carrera de perito mercantil.

– Mientras apruebes y te sigas portando bien no habrá problemas, tú verás lo que haces.

Javier Perillo sólo tuteaba a doña Leocadia a puerta cerrada y a solas, al principio le costaba algo de trabajo, delante de la gente la trataba siempre de usted y no se equivocaba nunca.

– ¿Y los invitados de doña Leocadia sabían estas interioridades?

– Yo creo que sí pero disimulaban, estaban bien educados, para mi que lo sabíamos todos.

La hermana pequeña de Fran se llama Becky, Rebeca, y era una niña monísima, hoy es ya una mujercita que vive con su novio, creo que trabaja en Agricultura, Pesca y Alimentación como secretaria de alguien, su novio se llama Roque Espiñeira y también es funcionario, está en las oficinas de la Escuela de Artes y Oficios, ahora tiene un nombre más largo. Matty, su hermana mayor, adora a Becky, es para ella una segunda mamá, cuando la niña era pequeña la vestía, la peinaba y la sacaba de paseo.

– La trataba como a una muñeca.

– Usted lo ha dicho, delicadísimamente, como a una muñeca de China, antes había muñecas de finísima porcelana.

Toda la ternura del mundo tropieza al final con el mismo mundo, a los caballos también los manean para que no se vayan demasiado lejos, en una cárcel inglesa parió una reclusa con las esposas puestas, los carceleros fingieron que temían que se escapara y aprovecharon para reírse un poco; Becky hubiera llorado con desconsuelo de haberse enterado del parto de la reclusa.

– ¿Se llamaba Mary Berriedale?

– No sé, ¿por qué iba a llamarse Mary Berriedale?

– No sé.

– Si esto fuera una novela, ¿no podríamos hacer que se llamase Mary Berriedale?

– Tampoco lo sé, quizá sí.

Nadie se confiesa jamás pecador, a veces lo fingen pero en el fondo de su conciencia saben que están mintiendo. Yo confieso con no poco rubor que he pecado menos de lo que hubiera querido contra los diez mandamientos de la ley de Dios, pero pienso que ya pagué un precio incluso excesivo en humillación y en dolor y que no sería justo que al final se me mandara a arder en el infierno rodeada de soledad; no quiero sublevarme contra nada, pero advierto que todos llevamos dentro un verdugo y un animal venenoso, acabo de matar una avispa y el zumbido de sus alas sigue sonando en mi corazón, es probable que lo oiga durante dos o tres horas. El demonio Lucifer Taboadela, que era de Escornabois, en la provincia de Orense, tenía mil cajas de zapatos y otras mil de puros habanos llenas de gusanos de seda para vestir siempre con muy ricas túnicas, como si fuera un rajá de la India.

Loliña Araújo y Ermitas Erbecedo, Clara Erbecedo, las abuelas de los López Santana, siguen vivas, gracias a Dios, y disfrutando de la vida cada una a su manera; las dos acabarán muriéndose de cáncer pero todavía lo ignoran, la verdad es que cl cáncer tampoco las ha avisado todavía, cáncer de mama y cáncer de útero, todo esto es lo mismo, zaratán y espigaruela, lo malo es que le muerda a una, el cáncer no es una enfermedad sino una víbora.

Loliña y Clara son amigas además de consuegras, aunque no se frecuentan mucho, Clara va algunas tardes a tomar el té a casa de doña Leocadia, allí conoció a Javier Perillo y una noche se lo llevó a su chalet de San Pedro de Nos.

– No hagas ruido, aquí mando yo, pero quítate los zapatos, no hagas ruido.

– No.

Por ejercicios de tiro de mortero, de 7 de la mañana a 5 de la tarde, durante los días 2, 9, 16, 23 y 30 del corriente mes, se declara zona peligrosa para la navegación la comprendida entre los meridianos de la isla de Izaro y peña de Ogoño, en una profundidad de 7 000 metros. Clara y Javier se metieron en la alcoba y entraron en el cuarto de baño.

– Si quieres hacer pipí, me voy.

– No.

– ¿Quieres hacer pipí?

– No.

– ¿Quieres hacer pipí delante de mí? ¡Me gustaría tanto!…

– No puedo.

– ¡Qué vamos a hacerle!

Clara, de rodillas en el suelo, lo bañó muy delicadamente, muy parsimoniosamente, le dio jabón en los sobacos, en las ingles, entre los dedos de los pies, en todo el cuerpo menos en los ojos, Clara lo besaba casi con reverencia.

– ¿Me dejas que te llame Fifí?

– ¿Por qué Fifí? Bueno, como usted guste.

A Clara se le pintaron las mejillas de arrebol.

– Tutéame, no seas tonto, ¿no ves que me estás poniendo cachonda?

– Como gustes.

Clara sonrió casi pensativa.

– Tú también estás cachondo. Te prometo que no te llamaré Fifí más que a solas, tú no preguntes, no se debe preguntar nunca nada porque trae mala suerte.

– Vale.

Clara y Fifí se amaron sin remordimientos, después, al cabo de media hora larga, la mujer se quedó con la mirada fija en el techo y dijo:

– ¿Qué tal van tus estudios?

– Van bien, gracias.

Clara se calló durante medio minuto.

– ¿Conoces a Dora, la de don Leandro?

– Sí.

– ¿Es cierto que te has acostado con ella?

– ¿Quién le dijo a usted eso?

– Tutéame.

– ¿Quién te dijo a ti eso?

Clara volvió a guardar silencio unos instantes; las pausas suelen huir de las descripciones, suelen descolocarse, nadie acierta a ponerlas en su lugar debido, las pausas son igual que los ciempiés, que huyen siempre en zigzag y como desorientados. A Clara, cuando cogió la costumbre de llamar Fifí a Javier Perillo, siempre en el chalet, gozaba acariciándole las orejas después de hacer el amor, Clara también le daba chocolate, no a la española sino a la francesa, más claro y suave, se lo daba a la boca porque era muy maternal, las mujeres muy maternales están siempre dispuestas a adorar al hombre, a entregarse al hombre, a gozar haciendo gozar al hombre. Clara, en estas situaciones, hablaba con voz mimosa, casi en falsete, a veces daban ganas de partirle la cara.

– ¿No te das cuenta, Fifí, de que Leocadia, que es una cursi, lo de menos es que sea una puta, te está chuleando?

– No digas eso, mujer.

– ¡Lo que faltaba es que también te chuleara Dora! ¿Te regala corbatas y llaveros?

– No digas eso, mujer.

A Clara, de vez en cuando, le gustaba hablar mirando para el suelo y dejando caer las palabras muy lentamente.

– Lo digo porque es verdad, el chulo deberías ser tú, Fifí, que eres el macho y además el joven, lo que no puedes ser es el chuleado, ¿no te da vergüenza?, las viejas estamos para pagar y dar las gracias. Dora es tan cursi y tan puta como Leocadia y las dos son tan viejas como yo, más viejas que yo. ¿No te da vergüenza?

– No digas eso, mujer.

Clara, desnuda y despeinada, estaba incluso hermosa.

– ¿Quieres un whisky?

– Prefiero una ginebra.

– ¿Con tónica?

– Bueno.

– ¡Nada de bueno! ¿La quieres con tónica?

– Sí, gracias.

Clara, al poco rato, al cuarto de hora o así, se puso una bata blanca muy elegante llena de bordados, parecía un camisón. Clara también se preparó una ginebra con tónica y cambió el tono de sus palabras, se conoce que volvía a su natural amoroso.

– ¡Qué gozada, Fifí! ¡Qué joven haces que me sienta!

Clara puso Cascanueces, de Tchaikovsky, en el tocadiscos, y bajó la voz para hablar, casi no se le oía.

– ¡Qué golfa soy, Fifí! Poco a poco irás sabiendo que soy una vieja golfa. El marinero que se acostó conmigo en la playa de Riazor, esto ya te lo conté, y que no supe si era alemán, holandés o danés, tampoco sueco ni noruego, resultó que era finlandés, se llamaba Erki, esto me lo contaron más tarde, esto me lo contó Ortiz, el de Efectos Navales, y tenía en el pecho un tatuaje de una mujer desnuda y con larga melena y debajo un gallardete con el yugo y las flechas de los falangistas y un nombre: Dolores. Aquella noche estaba la marea alta y las olas me mojaron las tetas, tú ni te imaginas, Fifí, cómo me las pusieron, yo ni me quitaba siquiera. Erki también tenía otro tatuaje, éste en el brazo: un ancla con una serpiente enroscada.

Clara se fue callando poco a poco y después se quedó dormida; Javier apagó el tocadiscos y la luz y también se durmió, no se despertaron hasta las nueve de la mañana y volvieron a amarse.

– Eres insaciable, Fifí.

– ¡La insaciable eres tú, amor mío, vieja mía, cachonda mía!

– ¡Me has llamado amor mío, vieja mía, cachonda mía! ¡Soy tuya, Fifí! ¡Cómo te quiero! ¡Qué feliz me haces!

Estuvieron en la cama hasta las doce, abrazándose y besándose y amándose.

– Sal por esta puerta. ¿Tienes para un taxi?

– Sí.

Entonces Matilde Verdú recibió la orden de continuar con el hilo del cuento, las órdenes las da quien puede y debe hacerlo y nadie más.

– Proceda usted a seguir enumerando los personajes del drama, por ahora sólo hable de los de carne y hueso.

– Con la venia del señor presidente en funciones.

La relatora adoptó un aire casi tribunicio y carraspeó un poco para aclarar la voz; después siguió escribiendo, esto que se dice del ademán y la voz no es más que un subterfugio. Matty, la mayor de las niñas López Santana, no fuma ni bebe.

– ¿Y no fumó ni bebió nunca?

– Nunca jamás.

Matty es rubia, de facciones delicadas y sonrosadas, bien hecha, con las tetas muy en su sitio y el culito respingón, en eso es igual que su madre, los hombres vuelven la cabeza al ver pasar a cualquiera de las dos. Matty sabe arreglarse con mucho gusto y tiene el armario y el tocador lleno de trajes y zapatos, de cremas y perfumes, el padre le abrió cuenta en las mejores boutiques y zapaterías y perfumerías de la ciudad. Matty estudió primero en las josefinas y después en el instituto Da Guarda, pero no pasó de quinto curso; del instituto la echaron porque la sorprendieron masturbando a un bedel debajo de la escalera, tenía quince años y cuando la pillaron empezó a reírse a carcajadas y salió corriendo y alborotando. Después se apuntó en una escuela de secretarias, obtuvo el título pero no llegó a trabajar nunca. Su amiga Emilita, que era algo mayor que ella, le proporcionó un puesto eventual en Obras Públicas, pero a los diez o doce días lo dejó porque eso de tener que sujetarse a un horario no iba con ella; también empezó a tomar clases para sacar el carnet de conducir, pero tampoco llegó ni a examinarse.

Antonio Bienvenida vuelve a los toros, así lo asegura un amigo suyo de Venezuela. Las beatas llamaban Licorín al demonio Satán Vilouzás, que era de Vimianzo, en la provincia de Pontevedra.

– Dispense, Vimianzo es de la provincia de La Coruña, queda en el camino de Muxía, más allá de Carballo y antes de llegar a Corcubión.

– Bueno. El demonio Satán Vilouzás, o sea Licorín, preñaba a las mozas sólo con mirarlas.

– ¡Vaya! ¿Y por qué le llamaban Licorín?

– Eso no lo sabe nadie, pero es lo mismo. A Licorín le gustaba andar por los pueblos, rara vez entraba en las ciudades, por eso libraron las señoritas de La Coruña.

Matilde Verdú llamó aparte al árbitro y le habló al oído.

– Eso de que don Jacobo le compró un descapotable a su hija Matty no debe ser cierto porque ella, como le digo, no sacó nunca el carnet de conducir.

– Tiene usted razón, dejemos así las cosas, dejemos las cosas como están porque no merece la pena querer aclararlas, incluso podría ser peor. -Vale.

Matty lee a Rabindranath Tagore, aprende frases de memoria y después las repite como si fueran suyas. Por el verano vienen unas amigas de Madrid y salen con Matty, el tiempo es algo que siempre confunde, ya lo decía el padre Castrillón, el paso del tiempo desfigura los recuerdos y hasta las intenciones, esto que ahora se dice aconteció no en dos o tres días sino en dos o tres años. La madrileña Shell se llama Concha, claro, pero a ella le parece muy vulgar; Shell es bellísima, espiritual y delgada y lleva una larga melena negra que gusta mucho, queda un poco agitanada pero en fino y gusta mucho, Shell lee las poesías de Bécquer y de Juan Ramón Jiménez y estudia económicas, llegó a trabajar en el Banco de España, pero lo dejó al casarse porque tuvo gemelos y estaba muy atada, su marido es abogado del Estado y muy guapo, va siempre muy bien vestido, muy elegante, se llama Claudio, pero su apellido la verdad es que no lo supe nunca. Las hermanas María Luisa y Raquel, también madrileñas, son muy divertidas y no tienen mayores complicaciones mentales, lo que quieren es pasarlo lo mejor posible, las dos estudian informática. María Luisa tuvo un novio coruñés, Juan Antonio Varela, que tenia negocios de cine, era el dueño de Distribuidora Cinematográfica San Amaro, Matty se lo ligó sin pensárselo dos veces pero después lo encontró algo tosco, también algo cutre y avaricioso, y lo dejó de golpe, entonces Juan Antonio volvió con María Luisa. Matty coleccionaba amores, yo recuerdo cinco o seis, Matty idealizaba a los hombres tan pronto como los conocía, le gustaban mucho los hombres y tenía poca voluntad, más bien ninguna. Gabriel Cotice no le hizo nunca demasiado caso sino que más bien la tomaba un poco a broma, servía para el cachondeo pero para poco más, Gabriel Cotice era licenciado en derecho y quería hacer unas oposiciones a algo, no a notarías ni registros ni oficial letrado del Consejo de Estado, sino otras más fáciles, judicatura, secretario de ayuntamiento, secretario judicial, diplomático también está bien pero no sabe idiomas, Gabriel Couce prefiere ver venir las cosas más bien con calma, no debe uno apurarse nunca y menos con los asuntos importantes. Rafa Abeleira quería ser periodista, a veces le publicaban algo en El Ideal Gallego, él lo que buscaba era que lo metieran en la redacción para después ir haciendo méritos; Rafa y Matty se amaban en el campo, iban hasta las leiras de Nostián, más allá de la Maxillosa, buscaban unas piedras o unas silvas tras las que guarecerse, se desnudaban, tomaban el aire y el sol y se amaban durante horas y horas, durante muy largas horas, el mes de agosto es bueno para amarse en el campo, frente a la mar por donde pasan los barcos que van y vienen, el congelador Yeyo, con pescado, de África del Sur, el Sota Poveda, en lastre, de Villagarcía, el tanque Ildefonso Fierro, con crudos, de Sider, el Campoalegre y el Camporrojo, con gasolina, para Cádiz y Valencia, a los barcos se les puede saludar en cueros vivos porque van a lo suyo, a lo mejor los marineros se ríen pero es igual porque van a lo suyo, se van ganando la vida navegando por la mar abajo; en las piedras de la Maxillosa, entre los pulpos y los percebes, entre las medusas y los hipocampos, fue donde aparecieron una mañana tres niños negros ahogados, los trajo la mar hasta la costa, a lo mejor los tiraron desde un carguero griego, ¡vaya usted a saber!, o liberiano, lo más probable es que los tiraran vivos, no sé por qué pero me parece que es lo más probable, el suceso no se aclaró nunca, en el juzgado le echaron tierra encima porque la verdad es que la cosa tampoco merecía la pena. Un día una avispa le picó a Rafa en los testículos, bueno, en el escroto, y el muchacho empezó a revolcarse de dolor y a pegar gritos, Matty estaba muerta de risa y él se cabreó tanto que en venganza le meó y le cagó la ropa y después se la tiró a la mar; ella no dejaba de reírse ni un momento y al final tuvieron que pedir ayuda a un guarda de las obras del polígono de Los Rosales, Matty no llevaba encima más que la camisa de Rafa y el guarda le prestó un mono color butano que le quedaba algo grande pero que estaba limpio.

Rodolfito y Benjamín Carlos, los nietos de Clara, los hijos de Mary Carmen, se cayeron de la moto que les prestó su primo Braulio y los llevaron al hospital Juan Canalejo, en Las Jubias, con la cabeza y varios huesos rotos, a Mary Carmen la dejaron ir a verlos, el marido era bastante razonable; Rodolfito y Benjamín Carlos se pusieron buenos en seguida pero Mary Carmen empeoró, se conoce que de la impresión, y tuvieron que encerrarla otra vez en Conjo, en el hospital donde llevaron a los hijos se metía en el retrete con un celador que había sido legionario y llevaba patilla de boca de hacha, todas nos imaginamos a qué, no hace falta ser muy listas; Evaristo, el jardinero de la madre, fue el encargado de devolverla al manicomio de Conjo, la llevó en un furgón de la funeraria El Crisantemo, era buen amigo de Lisardo, el conductor, solían tomarse unos vasos a la caída de la tarde en el bar de Xestoso, el pulpo de Xestoso tenía muy justa fama.

Narciso Torres, madrileño y controlador de vuelos, también tuvo amores con Matty, ella estaba loquita por él e iba a verlo a Madrid de vez en cuando, pero él, al final, se casó con su novia de siempre que era más sosa y aburrida, sí, pero más decente y cómoda, esto suele pasar. También era de Madrid, bueno, de León, pero vivía en Madrid, un jovencito muy espiritual que se llamaba José Luis Zabala, no sé si sería Zavala, con uve, creo que no, que componía poesías y bailaba muy bien el tango cuando ya se había perdido la afición, Carlos Gardel quedaba ya muy lejos; los amores de Matty y José Luis fueron muy efímeros, no duraron ni siquiera un verano. Don Severino Fontenla, el cura castrense que sabía tocar el arpa, decía que don Nicolás Iglesias Blázquez, le llamaban Julio Verne, el práctico del puerto, también había tenido algo con Matty, parece ser que se vieron algunas veces en el invernadero de su abuela Clara, en San Pedro de Nos, los metía Evaristo por la puerta de la cochera, en el invernadero se estaba bien, a don Nicolás le gustaba adornarle las tetas a su amor con hojas y flores, no las arrancaba de la mata, se las ponía encima y después las dejaba otra vez a su ser. Matty conoció un día a un alemán que se llamaba Rückert, Hans Rückert, y que llegó a La Coruña a bordo de un tres palos modesto, el Gorch Fock, que era el buque escuela que tenían entonces; se gustaron y empezaron a salir juntos y yo tenía que hacer de intérprete porque ella no hablaba inglés y menos alemán, sólo un poco de francés, casi nada, y él no sabía más que alemán e inglés, aunque aprendió pronto español. Matty fue dos o tres veces a Alemania a ver a Hans y él venía con cierta frecuencia por La Coruña, siempre que le era posible; Hans estaba muy enamorado de Matty y en uno de sus viajes le propuso el matrimonio, Hans era médico, no marino, en el Gorch Fock estaba de marinero, Matty rechazó casarse con él porque hubiera tenido que irse a vivir a los Estados Unidos, a Denver, Colorado, le dio miedo irse tan lejos, y entonces Hans se esfumó, se buscó otra y no volvió a saberse nada más de él. El Tigre de Mugardos, campeón de Galicia de todos los pesos, grupo amateur, queda finalista del Campeonato Nacional de Aficionados que se celebra en Barcelona al vencer por K.O. a sus dos rivales; el Tigre de Mugardos era algo pariente de Evaristo y a veces también iba por el bar de Xestoso. Mi marido tuvo una lesión tuberculosa en cada pulmón, eso es algo que les pasa a todos los maridos, una se la contagió Íñiga la Sibarita, que era de Guecho, la otra tuvo un origen más misterioso y confuso del que preferiría no hablar.

Cada vez que se me acaba un rollo de papel de retrete me da la risa, es muy emocionante esto de escribir la historia de un derrumbamiento en rollos de papel de retrete, también da mucha risa, ya digo, yo aguanto todo lo que puedo, yo puedo aguantar mucho, soy capaz de aguantar lo indecible, nadie me agradecería nunca lo bastante el buen ejemplo que doy a los jóvenes, yo creo que no hay mujer en toda España capaz de aguantar lo que yo aguanto, no me da ninguna vergüenza proclamarlo con soberbia y con ira, también sin recato alguno.

– ¿Por qué te ajustas tanto al guión que te marcó la policía?

– Tengo mis motivos para hacer lo que hago, también te advierto que por ahora hago lo que quiero y que nadie me marca el guión de lo que tengo que decir, de lo que me conviene decir.

– ¿Por qué tu marido se pinta la boca en forma de corazón y se da rímel en las pestañas?

– No es cierto, mi marido no se pinta la boca ni las pestañas, no lo necesita para nada, la única concesión que hace mi marido es bañarse todos los sábados con jabón La Toja.

Las mujeres vulgares tenemos tanta historia como las que no lo son, lo que sucede es que solemos olvidarla o confundirla, hay gente que disfruta olvidando y confundiendo, suelen acabar ardiendo en el infierno porque a Dios Nuestro Señor le ofende tanto el olvido como la confusión.

– No pierda el tiempo porque nadie la escucha, proceda usted sin perder la ilación debida y recuerde que el limbo está lleno de pájaros muertos y de miserables alimañas muertas, el hombre mata a las raposas, las garduñas y las comadrejas con arsénico, las envenena con arsénico, con los lobos ya acabó, los pájaros mueren de ver y oler la muerte, usted no pierda el tiempo porque nadie la escucha.

– Lo sé bien y tampoco quiero abusar de la paciencia de nadie.

Entonces, cuando rompió con Hans Rückert, fue cuando Matty conoció a Jaime Vilaseiro, con el que se casó en seguida.

– ¿No sería mejor dejar esto para más tarde?

– Sí, quizá sí; esto ya se contará después, en el capítulo tercero, el que la señora Pilar Seixón, la santa de Donalbai, usted no la conoce, piensa dedicar al planteamiento.

Claudia, o sea Betty Boop, a diferencia de su hermana Matty, sí fuma, aunque tampoco bebe. Betty Boop tiene una figura explosiva, así como Eva, su madre, se parece, bueno, se parecía a Ava Gardner, ella es casi igual que Marilyn Monroe, todas las mujeres de esta familia son hembras importantes y también desgraciadas, a Matilde Verdú se le hielan a veces los recuerdos, los hay muy tristes y agobiadores y tan raros que no tienen desperdicio, se aprovecha todo como en la matanza: la sangre que queda en los lebrillos y las palanganas también se enfría poco a poco y al final se hiela de tristeza, la sangre triste no es buena para hacer morcillas.

– ¿Por qué no se cuida usted esa tos?

– No tiene la menor importancia, se me quita en cuanto no fumo demasiado.

A Betty Boop la conocí en las Esclavas, venía de las Josefinas y repetía por tercera vez cuarto de bachillerato; a comienzo de curso la monja, para ver de ordenar un poco la clase, dijo que las repetidoras se pusieran en los dos primeros pupitres de la derecha, pero Betty Boop ni se movió.

– Señorita López, ¿por qué no obedece usted?

– Es que yo no soy repetidora, madre, no sabía que se refería a mí, yo soy tripitidora.

A Betty Boop la castigaban siempre y a veces nos arrastraba a las otras, un día hizo que todas las niñas llorásemos porque por su culpa nos hicieron quedar dos horas más estudiando.

– Así prepararán ustedes mejor la reválida. Las monjas reñían a Betty Boop porque llevaba el pelo suelto y delante de la cara pero a ella le era lo mismo, no hacía ni caso. Betty Boop era vaga, muy vaga y caprichosa, pero también inteligente; en quinto, en clase de ciencias, aunque la monja preguntase a traición y sin avisar, ella lo sabía todo. Fue en quinto cuando un día ella vació sobre todas las niñas de la clase y sobre la monja un atomizador entero de un perfume carísimo de Estee Lauder, estaba muerta de risa, las dos hermanas estaban siempre muertas de risa, hasta que empezó a descarrilárseles la química de la cabeza. El general Luburich, que capitaneó a los paracaidistas que estuvieron a punto de dar muerte a Tito, explota una granja avícola en Benigorim y vende los huevos y los pollos en Alcoy.

Cualquiera abre el diccionario y lee: cruz, figura formada de dos líneas que se atraviesan o cortan perpendicularmente.

– ¿Ha leído usted bien?

– Sí, perfectamente.

Don Nicolás Iglesias sabe que esa definición está mal, en la cruz de San Andrés los ángulos norte y sur son obtusos, suelen ser obtusos, y los ángulos este y oeste son agudos, suelen ser agudos, cuanto más obtusos sean los ángulos norte y sur más se descoyuntan y sufren las ingles, a mi marido y a mí nos quemó la sangre la familia, la vaciaron en el cubo del pozo, la rociaron con petróleo y le pegaron fuego sin clemencia alguna, a mi marido y a mí nos crucificaron desnudos y como a san Andrés en una cruz en forma de X mayúscula, la cruz de Borgoña es la insignia de nuestro desalentador suplicio, las moscas cojoneras nos hicieron sufrir mucho.

– ¿Conoce alguien la áurea leyenda de Moncho Arguindey, de Teófilo Grela y de Floro Esmorís?

– No, nadie.

– ¿Conoce alguien la argéntea y resbaladiza leyenda de don Severino, el cura castrense que tenía un ojo atónito?

– No, tampoco nadie.

– Bueno, pues entonces guarden silencio.

Betty Boop, cuando íbamos en sexto de bachillerato, se puso triste de repente y dejó de estudiar, don Lisardo, el médico de la familia, le dijo a los padres que la niña tenía una depresión y le dio una medicina, unas cápsulas de nobitrol, dos al día, ahora le cambiaron una letra de sitio, nobritol, Betty Boop tenía un novio que se llamaba Raúl Barreiro que jugaba muy bien al tenis, se pasaba el día en La Solana jugando al tenis, Raúl estudiaba náutica sin demasiado aprovechamiento, tropezaba siempre con la astronomía, el señor Arana Amézaga era un hueso, y con la electricidad y electrónica, esta asignatura tuvo que ir a aprobarla a Tenerife, Betty Boop creyó que estaba embarazada y Raúl, cuando se enteró, le dijo que tirara al niño por el retrete, entonces fue cuando lo de la depresión, le dieron más medicinas, cada vez más, y tuvo un acné juvenil tremendo en la cara y en la espalda, le salió barba y bigote a resultas del tratamiento pero no se le veía porque se depilaba, había que fijarse mucho, de los fomentos que le pusieron para eliminar los granos le quedaron varias cicatrices, le hubiera convenido usar crema Rodelán, ¡no más puntos negros, ni rojeces, ni imperfecciones!, para demostrarle la eficacia de este producto le enviaremos a petición suya una muestra gratis, Torrente Vidalet, 29, Barcelona, Betty Boop era golosa y llegó a estar muy gorda; como su hermana Matty, pasó por la academia de secretariado de la calle de Riego de Agua, pero ni terminó siquiera, también fue a la Hípica a aprender a montar a caballo pero se aburrió pronto. En Phoenix, Arizona, expulsan a una joven de una peluquería por llevar la falda demasiado corta, yo creía que en los Estados Unidos eran más tolerantes.

– Pues ya ves que no, a mí me parece que la gente es más o menos igual en todas partes.

El demonio Astarot Concheiro era de Vilatuxe, en la provincia de Pontevedra, algo al norte de Lebozán, el demonio Astarot Concheiro era muy veloz y en una noche podía ponerse en la Tierra de Tábara, en Zamora, o en el río Navia, en Asturias, los demonios andan más del doble que los lobos, a mí me parece que esto se está poniendo ya muy caprichoso.

– ¿Es cierto que Astarot es un demonio íncubo?

– No, el íncubo es Licorín, o sea, Satán Vilouzás, Astarot es súcubo.

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