Según cuenta Stanisław Lem en su autobiografía, en el año 1946 su familia se vio obligada a abandonar Lvov y a mudarse a Cracovia. A fin de realizar tal viaje, malvendieron sus muebles y empaquetaron en cajas lo que quedaba de sus pertenencias. El joven escribió en las suyas «LEM», y su padre le recomendó que añadiera su nombre, a lo que él respondió que se trataba de un apellido muy poco usual y que nadie más se apellidaba así en Lvov. Así pues, al llegar al tren metieron todos sus bártulos en el vagón de mercancías, donde, ironías de la vida, descubrieron que había ya una pirámide de cajas de otro propietario, que venían marcadas con letras bien grandes con el nombre de Wladyslaw Lem.
¿Cuáles eran las probabilidades de que dos familias de apellido Lem viajaran al mismo destino el mismo día? ¿Cuáles eran las probabilidades de que guardaran sus cajas en el mismo tren, en el mismo vagón?
En aquella ciudad convulsionada por la Segunda Guerra Mundial, la casualidad salió vencedora, situándose por encima de cualquier cálculo o pronóstico humano. Y quizá fueran acontecimientos como este los que sembraran en Lem esa fascinación por la futurología, a la que le dedicaría numerosos escritos, así como sus hondas reflexiones sobre la casualidad.
Es, precisamente, este elemento el que se corona como protagonista de La fiebre del heno. Publicada en 1976 por un Lem ya consagrado como escritor de ciencia ficción, esta peculiar novela fue ganadora del Grand Prix de Littérature Policière, si bien resulta complicado adscribirla a un solo género. En ella, un astronauta retirado se embarca en la misión de resolver el misterio de una serie de muertes inexplicables. Podría ser una historia de detectives, más bien una novela negra, pero tampoco puede obviarse su parentesco con la ciencia ficción. Y todo esto, sin olvidar la reflexión metafísica que impregna la narración de principio a fin.
Así, nos encontramos con una obra que trasciende cualquier etiqueta, cuya naturaleza es difícil de clasificar. Y es precisamente eso lo que busca La fiebre del heno: tanto en el fondo como en la forma, desmantela las estructuras que los seres humanos hemos generado para entender el mundo, demostrando de esta forma que la realidad trasciende nuestras elucubraciones, que los géneros no entienden de límites, que la probabilidad es solo una herramienta con la que nos procuramos cierta sensación de control ante un mundo que, irremediablemente, se nos escapa entre los dedos. Lem conjuga las leyes de la probabilidad y la teoría del caos en un palpitante relato detectivesco y, guiado por la sensación de insignificancia que quizá asolara a su astronauta cuando contempló la Tierra desde la inmensidad del espacio, desenmascara la impotencia del ser humano, reivindicando la existencia de lo improbable.
Ahora recuperamos esta joya de la literatura a partir de la edición que la editorial Bruguera publicara en 1979, incluyendo la espléndida traducción llevada a cabo por Pilar Giralt y Jadwiga Maurizio, la clásica traductora de Lem. Un texto irrepetible que permite a los lectores volver a sumergirse en el fascinante mundo de Lem y que resucita la batalla entre el individuo y la casualidad, demostrando que el azar se esconde en las entrañas de cualquier situación, ya sea en una investigación criminal o en un pequeño tren con destino a Cracovia.