Capítulo 13

La cara de Kilmer era un borrón desenfocado ante sus ojos cuando Grace los abrió lentamente. Estaba inclinado sobre ella… ¿Acababan de hacer el amor? ¿El amor? No debía confundir el sexo con el amor, aunque, a veces, resultaba difícil de…

El jeep estrellándose contra el pino.

– ¡Frankie! -Se incorporó en la cama, buscando frenéticamente con la mirada por la habitación-. ¿Dónde está Frankie?

– Tranquila. -Le rodeó las manos con fuerza-. Está viva.

– Pero ¿está herida? Intenté impedir que… -Grace balanceó los pies para apoyarlos en el suelo-. Tengo que verla.

– Eso no es posible.

Volvió rápidamente la mirada hacia la cara de Kilmer.

– Me has mentido -susurró ella-. No está viva. Murió en el choque.

– No te estoy mintiendo, Grace. Blockman dice que estaba viva y consciente la última vez que la vio.

– ¿La última vez que la vio? ¿De qué demonios estás hablando?

– Intento decírtelo. Tranquilízate. Guarda silencio y escúchame. ¿De acuerdo?

Grace quiso gritarle, decirle que no podía estar tranquila cuando Frankie estaba… Respiró hondo. No iba a beneficiar en nada a Frankie si se ponía histérica.

– Cuéntame. ¿Dónde está Frankie?

– No estoy seguro. -Kilmer hizo una pausa-. Probablemente, en El Tariq.

– ¡Oh, Dios mío!

– Iré a buscarla, Grace.

No debía derrumbarse. Tenía que mantener el control.

– No, yo la traeré. ¿Qué ocurrió? Lo último que recuerdo fue a Robert estrellándose contra aquel pino.

– Había otro helicóptero. Aterrizó en las colinas. El primer helicóptero debió de dejar algunos hombres en las montañas, que bajaron y os estuvieron esperando. Dispararon a los neumáticos, os salisteis de la carretera y fuisteis a estrellaros contra el árbol. Tú saliste disparada del coche y caíste rodando por una pronunciada ladera hasta el fondo del barranco. Blockman nos dijo que Hanley mandó a sus hombres que bajaran a buscarte, pero los hizo volver al ver los faros de mi camión a lo lejos. Se puso a jurar en arameo, pero agarró a Frankie y la metió en el helicóptero.

– Hanley -repitió Grace-. La mano derecha de Marvot. ¿Cómo supo Robert que era Hanley?

– Hanley quiso asegurarse de que lo supiera. Se lo dijo antes de dispararle en la pierna para hacérselo entender. Le dio a Blockman un mensaje para que te lo transmitiera. Dijo que Marvot se pondría en contacto contigo.

– ¿Por qué Frankie? -susurró Grace.

– Estoy seguro de que Marvot te dará la oportunidad de hacerle esa pregunta. -Hizo una pausa-. Me lo puedo imaginar, así que tú también.

Sí, sí que podía imaginarlo.

– Va a retener a Frankie como rehén. -Sintió que se dejaba llevar por la ira y el terror-. Hijo de puta.

– La traeré de vuelta, Grace.

– Tú no harás nada que le dé una excusa a ese bastardo para hacerle daño. -Cerró los ojos con fuerza-. ¿Y si está herida ahora? Robert dice que estaba consciente. No podría saber si estaba o no herida. Si lo estuviera, a ellos no les importaría.

– Blockman dice que Frankie le dio una patada en los huevos a Hanley cuando la arrastraba hacia el helicóptero. Yo diría que estaba en bastante buena forma.

– Luchará con ellos. -Abrió los ojos y se apartó el pelo de la cara con mano temblorosa-. La enseñé a pelear. Pero ¿y si los enfurece? Es sólo una niña pequeña.

– Grace, no estás pensando. Si la van a retener como rehén, no querrán hacerle daño.

– ¡Maldito seas!, ¿cómo lo sabes? Y no, no estoy pensando. Estoy sintiendo. Es mi hija. ¿Es que no te das cuenta de lo asustada que estoy?

– Tal vez no. -Kilmer apartó la mirada-. Pero sí sé lo asustado que estoy yo. No tienes el monopolio del cariño por Frankie. Puede que no tenga ningún derecho a sentirme posesivo con ella, pero tengo derecho a quererla. Ella me otorga ese derecho por ser lo que es, no quién es. -Y añadió con aspereza-: Y voy a seguir queriéndola y hacer lo que sea mejor para ella. Así que no te atrevas a intentar dejarme fuera de esto. Voy a arrebatársela a Marvot. Y tú no vas a impedírmelo.

– ¿Tú… la quieres?

– ¡Por Dios, Grace! ¿Cómo demonios podría evitarlo? ¿Pensaste que sólo quería estar con ella por puro orgullo paternal? Es absolutamente fantástica.

– Sí, sí lo es. -Las lágrimas empezaron a caerle por las mejillas-. Y probablemente esté asustada. No permitirá que se den cuenta, pero estará asustada.

Él se sentó a su lado y la rodeó con sus brazos.

– Lo sé. -La meció adelante y atrás-. Eso me está matando.

El consuelo del abrazo de Kilmer no detuvo el terror, pero la conciencia de no estar sola ante aquel horror ayudaba. Se abrazó con fuerza a él.

– ¿Por qué coger a una niña pequeña e indefensa?

– Que le dio una patada en los huevos a uno de sus hombres. Apuesto a que Marvot no cree que sea tan indefensa. -La apartó para mirarla-. Y nosotros tampoco vamos a estar indefensos sólo porque haya encontrado la manera de coger a Frankie. La traeremos de vuelta sana y salva. -La besó suavemente en la frente-. Tengo que irme un momento y hablar con el doctor Krallon. Debería informarme sobre el estado de Blockman y Vazquez.

– ¿Vazquez también está herido?

Él asintió con la cabeza.

– Pero no lo suficiente para evitar que haya estado registrando el lugar del accidente durante toda la noche por si había alguna posibilidad de encontrar a Frankie. Él tampoco cree que el afecto deba venir determinado por la sangre.

Otro nombre familiar.

– El doctor Krallon. -Grace miró en derredor, hacia el tosco aunque cómodo mobiliario del salón-. ¿Fue aquí donde le enviaste?

– Era necesario. Necesitaba ayuda médica y este lugar es seguro. El rancho está cerrado, y estoy trasladando los caballos a la granja de Charlie en Alabama.

Ella hizo una mueca.

– Estoy tan alterada que ni siquiera me había dado cuenta de dónde estábamos.

– Estás un poco preocupada. -Se dirigió a la puerta-. Y ni siquiera has preguntado por tus heridas. Tienes la rodilla derecha hecha polvo, las costillas magulladas y una pequeña conmoción cerebral. La rodilla es la que mayores problemas te puede ocasionar. Cicatrizará, pero te va a doler una barbaridad. -Abrió la puerta-. Y sería inteligente que intentaras descansar un poco. Has estado sin conocimiento durante ocho horas, y eso te ayudará a recuperarte, pero todavía no estás bien y tienes que estar en forma lo antes posible.

Grace no quería descansar. Tenía los nervios de punta, y sólo quería vestirse e ir a buscar a Frankie.

– Lo sé. -La atenta mirada de Kilmer le estaba leyendo la expresión-. Pienso lo mismo. Pero tenemos que esperar; no nos toca mover a nosotros.

– Tenemos que esperar a que Marvot me llame. -Ese sería el siguiente movimiento.

– Sí.

– ¿Cómo sabrá cómo contactar conmigo?

– Blockman dijo que Hanley buscó su número en su móvil. Marvot utilizará ese número. Pero no creo que tenga prisa. Quiere que te pongas nerviosa, que pienses en todo lo que le puede hacer a Frankie.

– Pensaré en ello -susurró Grace-. No puedo evitarlo.

– Ni yo. -Cerró la puerta tras él.

Grace titubeó y se obligó a tumbarse de espaldas en la cama. Descansar, cicatrizar y esperar.

Y rezar.


La llamada de Marvot se produjo unas veinticuatro horas después.

– ¡Qué placer volver a oír tu voz, Grace! Sentí una gran decepción cuando huiste de mí hace años. Tengo grandes planes para ti.

– ¿Dónde está mi hija?

– Una niña encantadora. Y tan deliciosamente letal. Sabría que es tu hija aunque me la encontrara en mitad del desierto.

– Es una niña pequeña asustada.

– Eso díselo a Hanley. Le dio tal mordisco en la muñeca que tuvo que desinfectárselo y vendárselo. ¿Sabes que los mordiscos humanos son particularmente susceptibles de infectarse? Hanley está muy enfadado.

– Se lo mereció.

– Tuve muchos problemas para convencerlo de eso. Quería atarle las piernas a tu hija y tirarla a la mar. No admira el valor como lo admiro yo.

– No le hagas daño.

– ¿Estás suplicando?

Grace cerró la mano con fuerza sobre el teléfono.

– Sí, estoy suplicando.

– Pensé que estarías dispuesta a suplicar por tu hija. Tengo un hijo, y sé cómo tienden a ablandarnos. Tengo que luchar contra eso a cada instante. Y dime, ¿está Kilmer igual de preocupado?

– No. ¿Por qué debería estarlo?

– Grace, ¿de verdad crees que no pagaría por saberlo todo acerca de ti? ¿Incluido el nombre del padre de tu hija? Aunque no me sorprendería que no estuviera sufriendo tanto como tú; no ha tenido nuestra experiencia de educar a un hijo. Ver nacer a un niño y saber que tu sangre corre por sus venas es diferente.

– ¿Cómo puedo recuperar a mi hija?

– Tienes que terminar el trabajo que empezaste. Creo que ya sabías que ése sería el precio.

– No sé qué quieres de mí. Nunca lo supe.

– Quiero que domes a la Pareja. Quiero que te quieran. Quiero que te obedezcan. Quiero que sean felices de que los montes, siempre que se te antoje.

– ¿Por qué?

– Eso no es algo que deba preocuparte.

– ¿Y si hacemos un trato? Yo me entrego, y tú le entregas a Frankie a Kilmer.

– No hay trato. Os tendré a las dos. Al principio, me enfadé mucho con Hanley por no atraparos a las dos. Pero pensándolo bien, creo que tal vez sea mejor de esta manera. Si os hubiera cogido a las dos, entonces tendría que tratar con Kilmer. Habría venido como una fiera tras tus pasos. Es un hombre con instinto de guerrero y con sus propios planes. Y podría anteponer esos planes a la vida de tu hija. Comprendo el conflicto. Pero no permitirás que eso ocurra; tú te encargarás de controlar a Kilmer. No vas a dejarle que actúe con excesiva precipitación y me obligue a matar a tu pequeña. ¿Verdad?

– Sí, es cierto.

– Entonces, podemos seguir con nuestros planes. Vendrás a El Tariq inmediatamente. Y Kilmer no hará nada. ¿Está claro?

– Está claro.

– Si detecto el más mínimo rastro de él o de alguno de sus hombres, entregaré a tu pequeña Frankie a mis hombres para que la violen, y luego la mataré con mis propias manos. ¿Has entendido?

Grace cerró los ojos.

– Lo he entendido.

– Entonces, estaré encantado de verte y presentarte a mi hijo. Estoy impaciente por verte con la Pareja. -Colgó.


– ¿Y bien? -preguntó Kilmer.

– Me voy a El Tariq inmediatamente. Si interfieres de alguna manera, Frankie morirá después de ser violada por sus sicarios.

Él masculló una maldición.

– No puedes ir. Déjamelo a mí.

– ¡Y un cuerno! Marvot no se tira faroles. -Le sostuvo la mirada-. Lo sabes tan bien como yo.

Él cerró los puños en los costados.

– Sabes que si te metes en esa ratonera, moriréis las dos.

– Kilmer.

Él respiró hondo y asintió con la cabeza.

– De acuerdo, tenemos que proteger a Frankie. No voy a discutir eso.

– Mejor que no lo hagas. Marvot me dijo que tienes instinto de guerrero. Y tiene razón. Pero lo vas a reprimir, o que Dios me proteja, porque te mataré yo misma. -Se levantó. Le temblaban las rodillas, y tuvo que alargar la mano para agarrarse al respaldo del sillón y evitar caerse-. No le va a ocurrir nada a Frankie.

Kilmer la miró de hito en hito durante un instante antes de decir en voz baja:

– Sabes que tu marcha va a ser un aplazamiento temporal. Una vez que le hayas dado lo que quiere, no os dejará seguir con vida a ninguna de las dos.

– Ni siquiera lo ofreció -dijo Grace amargamente-. Sabía que iría, porque había una posibilidad de que yo pudiera retrasar lo inevitable.

– O la esperanza de que pudieras salvarla.

– No es una esperanza. Es lo que va a ocurrir. -¡Por Dios!, tenía ganas de vomitar. No podía dejar de imaginarse a Frankie con aquellos bastardos. Tenía que impedirlo. Pero no podía pensar estando tan asustada-. Tiene que ocurrir.

– Estás temblando. ¿Quieres que te prepare una copa?

Ella negó con la cabeza.

– Café. Solo. Voy a ir al baño a mojarme la cara con agua.

Kilmer asintió con la cabeza sin dejar de mirarla fijamente.

– Buena idea.

Frankie…

Consiguió llegar al baño justo antes de vomitar. ¡Oh, Dios!

– Todo va bien. -Kilmer estaba a su lado, sujetándola con firmeza mientras ella respiraba agitadamente.

– Vete.

– Ni hablar. -La sujetó con más fuerza-. Nunca más. ¿Has terminado?

Grace asintió con la cabeza.

Él hizo que se volviera hacia el lavabo.

– Inclínate. -Kilmer tiró de la cadena, cogió una manopla y la mojó. Con suavidad, le fue lavando la cara, tiró la manopla y la abrazó-. Agárrate a mí.

Ella negó con la cabeza.

– No estoy débil. No puedo estarlo.

– ¿Quién dijo que lo estés? Necesito que alguien me agarre. -Su voz era ronca-. ¿Crees que estás sola en esto? Quiero… a esa niña. Y tengo muchas posibilidades de perderos a las dos.

Estaba temblando. Grace nunca había conocido a un Kilmer tan traumatizado. Le rodeó lentamente con los brazos.

– Estoy tan asustada -susurró.

– Yo también. -Escondió la cara en el pelo de Grace-. Un guerrero… ¡mierda! No voy hacer ningún movimiento que pueda perjudicarla. Sólo quiero manteneros vivas.

Grace quería quedarse allí, a salvo. Temía lo que se avecinaba. Pero Frankie no estaba a salvo ni segura.

Se apartó.

– Entonces, deberíamos encontrar una manera de hacerlo. -Intentó controlar su voz-. Sal de aquí y deja que me lave la boca.

Él titubeó, mirándola fijamente. Luego se apartó.

– Diez minutos.


– Has tardado más de diez minutos. -Kilmer levantó la cabeza cuando ella entró en la cocina.

– Estaba arriba, metiendo algunas cosas en una maleta.

Él le sirvió el café.

– ¿Algún arma?

Ella negó con la cabeza.

– Marvot hará que me registren. Dejaré que la coloques cuando la necesite.

Kilmer se quedó quieto.

– ¿Yo? ¿Se me va a permitir ayudar?

– No intentes camelarme. Sabes que, si pudieras encontrar la manera de hacer un movimiento, no te mantendrías al margen.

– Un movimiento seguro -le corrigió él.

– Confío en ti. -Grace se humedeció los labios-. Tengo que confiar en ti. No puedo sacarla de allí yo sola. Pero yo seré quien tenga la última palabra. No hagas nada hasta que te haga saber que ella no corre peligro.

– ¿Y cómo vas a hacer eso?

– Vas a tener a alguien vigilándome. He metido en la maleta cuatro camisas de algodón azules y una caqui. Si me pongo la camisa caqui, será señal de que va a ocurrir algo, un cambio, quizá un intento de huida. En ese momento deberías estar alerta.

– ¿Un intento de huida? ¿En El Tariq?

Grace reflexionó sobre ello.

– Tal vez. Aunque después de que sacaras a Donavan de allí, va a ser difícil. Quizá eso sea señal de que vamos a ir a aquel oasis del desierto. No puedo estar segura de que Marvot no nos lleve allí.

– ¿Y si Marvot decide dejar a Frankie en El Tariq?

Ella negó con la cabeza.

– No se lo permitiré. Buscaré la manera. Limítate a estar preparado.

– Estaré preparado. -Kilmer bajó la vista a su taza de café-. ¿Algo más?

– Sí. Tengo que saber todo lo que averiguaste sobre la Pareja. Se acabaron los secretos, Kilmer.

– No hay ningún secreto. Te lo habría contado en cualquier ocasión que me lo hubieras preguntado. No mostraste ningún interés.

Tenía razón. Ella no había querido saber nada sobre la Pareja. No había querido verse involucrada.

– Ahora estoy interesada. No voy a trabajar a ciegas como hice hace todos esos años. Tengo que tener todas las armas que pueda suplicar, pedir prestadas o robar. Y el conocimiento es un arma poderosa.

– Entonces, pregunta.

– ¿Qué le robaste a Marvot que lo provocó lo suficiente para perseguirme?

– Un mapa. Estaba metido en una bolsa muy elaborada con las cabezas de la Pareja bordadas en ella.

– ¿Qué clase de mapa?

– El mapa de un emplazamiento no detallado del Sahara. Diría que está a unos veinticuatro kilómetros del oasis donde Marvot acampaba con la Pareja.

– ¿Qué emplazamiento? ¿Qué hay allí?

– Algo que Marvot quiere desesperadamente.

– ¿El qué, maldita sea?

– El prototipo de un motor construido por un inventor británico hace unos quince años. Se llamaba Hugh Burton, y vivió en el Sahara la mayor parte de su vida adulta. Su padre era arqueólogo, pero él era ingeniero electrotécnico. Era un genio en su campo e igualmente hábil domando caballos. Sentía pasión por sus caballos, y tenía una pequeña cuadra cerca de Tánger. Acudían propietarios de toda Europa a contratarlo para que domara sus caballos.

– Vuelve a lo del motor.

– Todo es parte de lo mismo. Parece que las vocaciones del padre y del hijo se hicieron complementarias en algún momento.

– ¿Qué quieres decir?

– El padre de Hugh desenterró una batería de una antigua tumba egipcia. No era la primera vez que se había encontrado un artefacto semejante, pero éste era increíblemente eficiente. Hizo que los progresos realizados por Detroit en los motores sin gasolina pareciera un juego de niños. Hugh convenció a su padre de que no informara del hallazgo a las autoridades egipcias, y empezó a trabajar en la creación del motor perfecto. Un motor que acabaría con la dependencia del petróleo y revolucionaría la economía mundial.

– ¿Y tuvo éxito?

– ¡Oh, sí! Tardó unos siete años, pero lo consiguió. Luego lo llevó a Estados Unidos, uno de los mayores devoradores de gasolina del mundo. Hizo una demostración ante un escogido número de congresistas que estaban muy relacionados con los temas medioambientales. Los políticos quedaron impresionados, y empezaron a negociar los derechos con Burton. Entonces éste abandonó las negociaciones por completo y volvió al Sahara.

– ¿Por qué?

– Mientras estaba en Washington, su padre fue torturado y asesinado por Marvot. Éste se había enterado del descubrimiento y pretendía detener las negociaciones hasta que pudiera hacerse con el control del motor de Burton. ¿Te imaginas el poder que le daría el ingenio con los países petrolíferos de Oriente Medio? Si distribuía el motor en el mundo occidental, destruiría el cartel petrolífero. El oro líquido se convertiría en basura.

– Si Burton interrumpió las negociaciones, entonces Marvot consiguió lo que se proponía.

Kilmer negó con la cabeza.

– Burton quería a su padre, y bajo ningún concepto iba a permitir, después de aquel asesinato, que Marvot tuviera nada de lo que quería. -Hizo una mueca-. Marvot hizo una buena carnicería con el anciano. Y Burton perdió el juicio cuando lo vio.

– Entonces, debería haber llegado a un acuerdo con los enemigos de Marvot.

– A esas alturas Burton pensaba que el mundo entero era su enemigo. No quería tener nada que ver con nadie. Siempre había sido un bicho raro, y aquello bastó para que acabara como un cencerro. Hizo las maletas y se internó en el desierto. No se llevó gran cosa: el motor y varios de sus caballos.

– Y Marvot lo siguió.

– Sí, pero Burton había vivido en el desierto, conocía a la gente, y pudo desaparecer uniéndose a una tribu nómada. Había conocido al jeque Adam Ben Haroun en el colegio, en Inglaterra, y tenían aficiones comunes. La tribu del jeque también criaba puras razas árabes.

– ¿Cuánto tiempo permaneció con ellos?

– Estuvo cuatro años, antes de que Marvot diera con él. Pero Burton no tenía el motor. Lo había escondido en algún lugar del desierto.

– ¿Y Marvot no lo obligó a decirle dónde?

– No, Burton murió al intentar escapar. Pero Marvot consiguió sacarle alguna información mediante tortura antes de que lo mataran. Le dijo que había enterrado el motor en unas dunas cercanas al oasis, y que había amaestrado a la Pareja para que lo encontraran.

– ¿A la Pareja?

– Nacieron mientras Burton estaba huyendo; una yegua y un semental. Los domó para que sólo se dejaran montar por un jinete y mataran a cualquiera que intentara montarlos que no fuera él. Como es evidente, también les enseñó el camino hasta su mayor tesoro. Era un asunto complicado, porque los caballos fueron entrenados para que nunca se acercaran al alijo a no ser que estuvieran juntos. De esa manera, si alguien robaba uno de los caballos o lo mataba, nadie podría recuperar el motor.

– ¿Y ésa es la razón de que Marvot necesite encontrar a alguien que pueda montar a la Pareja?

– Tú los viste; es imposible montarlos. Marvot tenía dos opciones, o arriesgarse a matarlos o encontrar a alguien que fuese aceptado por los caballos. Probó con las drogas, hizo ir a un montón de amaestradores de caballos, pero, si montaban a uno de los dos, el caballo se quedaba inmóvil. O intentaba matar al jinete. Y no cejaban en su empeño. Uno de los dos caballos de la Pareja casi muere antes de que Marvot desmontara al jinete.

– Es extraño. No me puedo creer que Marvot se creyera todo eso.

– Oh, pues lo cree. No cree que Burton le mintiera mientras padecía la clase de tortura que le estaba infligiendo. Ha estado registrando el desierto por su cuenta durante los últimos diez años. Pero, sí, cree que la Pareja puede encontrar ese motor.

– ¿Y cómo averiguaste todo esto?

– He estado ocho años buscando respuestas. Donavan sonsacó parte de la información a algunos contactos suyos de Washington. Yo fui a buscar en el desierto y encontré la tribu nómada que ocultó a Burton. El jefe es un hombre muy interesante, aunque no es muy comunicativo. Después de estar viviendo con ellos durante unos seis meses, conseguí que confiaran en mí lo suficiente para hablar.

– ¿Y qué hay del mapa que robaste?

– Estaba en una bolsa que le quitaron a Burton cuando Marvot lo atrapó. Es muy impreciso. Probablemente, Burton lo hizo así a propósito. Tenía la Pareja; sólo necesitaba saber adonde llevarlos. En él se describe sólo la zona general de unos ciento veinte kilómetros donde Marvot ha estado buscando durante años. ¡Carajo!, ni te imaginas lo que es vérselas con unas dunas que cambian con cada tormenta de arena; el motor podría estar enterrado en cualquier parte. Ésa, quizá, fuera la razón de que Burton entrenara a la Pareja para encontrarlo. Temía no poder dar con él por sí mismo, pues con los años las marcas podían ser destruidas y desplazadas. -Se encogió de hombros-. Pero cuando le robé el mapa a Marvot, tenía esperanzas de conseguir algo más.

– ¿Y Marvot no podría utilizar algún tipo de antena o de detector de metal para localizar el motor?

– Uno pensaría que sí. Pero Burton debió de haber encontrado alguna manera de encubrir cualquier señal. No hay ninguna duda de que era un genio.

– Así que la única pista que le queda a Marvot son los caballos. No es de extrañar que se preocupe tanto por ellos.

– Considerando que podrían convertirlo en uno de los hombres más poderosos del mundo.

– Siempre que sea verdad que los caballos puedan conducir a alguien hasta ese motor. -Lo miró a los ojos-. ¿Crees que eso es posible?

Kilmer se encogió de hombros.

– El jeque me dijo que era verdad. Creo que estaría dispuesto a arriesgarme con el resultado si eso significara que a cambio me fuera a forrar de esa manera. Pero, bueno, no sé mucho de caballos. ¿Qué crees tú?

Grace arrugó el entrecejo.

– Sé que los caballos salvajes tienen cierto instinto que les impide volver a ciertas zonas durante el celo. Y está esa vieja historia sobre Dobbin, que siempre sabía el camino de vuelta a casa. El sentido que permite a los animales volver a casa es sin duda más agudo y está muchísimo más desarrollado que el nuestro. Mira todas esas historias de perros y gatos que encuentran el camino de vuelta a casa desde la otra punta de un continente. ¿Qué si pudo Burton entrenar a esos caballos jóvenes no sólo para hacerlo, sino para hacerlo sólo cuando estuvieran juntos? -Sacudió la cabeza-. No lo sé. Si era tan genial como dices, es posible. -Apretó los labios-. Pero debió de haber sido un hijo de puta sin entrañas si enseñó a esos caballos a odiar a todos, excepto a él.

– Era un hombre amargado. Probablemente, disfrutaba con la idea de fastidiar a Marvot aun después de muerto. Agitas la zanahoria y al mismo tiempo haces imposible que alargue la mano y la coja.

– Pero fueron los dos caballos los que lo sufrieron. -Grace se frotó la sien. Demasiada crueldad. No sólo por parte de Marvot, sino también de ese tal Hugh Burton, que debía de estar lleno de odio y lo dejó como legado-. ¿Y Marvot espera que yo consiga que hagan lo que nadie más puede hacer? ¡Dios mío!

– No tienes que hacer nada, excepto fingir que haces progresos hasta que podamos arrebatarle a Frankie.

– ¿Fingir? Marvot no es idiota. -Ella negó con la cabeza-. Pero ahora no puedo pensar en eso. Afrontaré el problema cuando esté en El Tariq. Asegúrate de asignarme a alguien bueno para que me vigile. Marvot estará esperando que hagas algún movimiento, y estará alerta. Quienquiera que realice la vigilancia, tendrá que acercarse, y sí lo atrapan, Frankie estará muerta.

– Será bueno.

– ¿Donavan?

– Sí. -Kilmer inclinó la cabeza-. O yo. ¿Soy lo bastante bueno para ti, Grace?

Ella le sostuvo la mirada.

– Sí, eres lo bastante bueno. -Se volvió hacia la puerta-. Déjame en el aeropuerto. Haré sola el resto del viaje a El Tariq.

– Eso será lo mejor. Marvot estará al acecho. -Hizo una pausa-. Vamos a conseguirlo, Grace. No lo dudes.

– No lo dudo. -Tuvo que reprimir el pánico. Aprovechar cada minuto segundo a segundo-. No me lo puedo permitir.


– No creí que la dejarías marchar. -Donavan observó cómo Grace desaparecía en la terminal.

– No tenía alternativa. -Kilmer se apartó del bordillo-. Ella estaba en lo cierto. Tenía que ir. Y yo tengo que permanecer en segundo plano hasta que vea la manera de sacarlas de allí.

– Y eso te está matando.

– No es fácil.

– ¿Cuándo me voy a El Tariq?

– Ya has tenido suficiente ración de El Tariq. Iré yo en tu lugar.

– No seas gilipollas.

– Iré en cuanto pueda. Necesito volver al Sahara.

– ¿Qué?

– Estoy casi seguro de que no vamos a poder acercarnos a ella en El Tariq. Habrá centinelas por todas partes. En el oasis puedo idear la manera.

– ¿Crees que es allí donde acabarán?

– Grace va a intentar hacer lo que Marvot quiere que haga con la Pareja. Sí lo consigue, él los llevará al desierto para tratar de encontrar ese motor.

– ¿Y si te equivocas? ¿Y si ella te necesita en El Tariq inmediatamente?

Kilmer cerró los puños sobre el volante con fuerza hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

– Entonces me rebano el cuello.

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