ZARAGOZA. 1 DE AGOSTO DE 2007

Rodrigo se había levantado tarde y había ido de mal en peor conforme avanzaba el día. Había una fiesta esa misma noche a la que lo habían invitado, pero como no podía ser menos, esta vez tampoco podría ir.

No tenía chica. Ni perspectivas de tenerla en los próximos diez años. Y eso, con un poco de suerte.

Detestaba la idea de ir solo a esos sitios. «En cuanto te ven los colegas, se dan cuenta de que eres un pringao que no se come una rosca», pensó. Se sentía de un humor nublado. Podía notar las nubes rozando su frente y escarbando en su nariz de una forma harto impertinente.

Estaba solo en casa. Sus padres andaban trabajando, y su hermano había salido con algunos otros frikis como él. Pero al menos ellos eran todavía lo bastante pequeños como para que no les importara lo más mínimo la ausencia de compañía femenina.

No era el caso de Rodrigo. A él le importaba, y mucho. Llamaron a la puerta. No hizo ni caso. Volvieron a llamar un par de veces más hasta que decidió levantarse de la cama, en vista de que nadie iría a abrir si no lo hacía él mismo.

– ¡Ya voy, ya voy! ¿A qué vienen esas prisas? -gritó, enfurecido. Estaba claro que en esa casa era él quien tenía que ocuparse de todo, hasta de abrir la puerta-. ¡Eh, que no soy el portero, vale!

Cuando la abrió se quedó patidifuso. Aquel bellezón. ¡Por todos los bits del universo!

– Se ha equivocado -le dijo a la chica-. No hemos pedido nada.

La joven lucía un ceñidísimo vestido de fiesta, tenía las mejillas arreboladas y un cuerpo de escándalo.

– Esto viene a portes pagados -le dijo a Rodrigo-. Tengo entendido que tú y yo vamos a ir a una fiesta. ¿Por qué no estás vestido todavía? ¿O piensas aparecer con esa pinta?

– ¿Una fiesta? Sí, tengo una fiesta, pero no iba a acudir, yo…

– Venga, cámbiate. Ya estás tardando.

Entró en la casa y empujó con dulzura al chico.

– ¿Y qué me pongo? ¿Quién eres? ¿De dónde has salido? No iras a raptarme, o a secuestrarme, o algo peor…

– No digas tonterías, chico.

– ¿Cómo te llamas?

– Me llamo Estela. Es un diminutivo de María del Carmen. Puedes llamarme Estela todas las veces que quieras.

Rodrigo alargó una mano hacia ella. Quería comprobar que era real.

– ¡Eh, eh! ¡Sin tocar!, ¿vale?

– Pero, pero…

– Vengo de Señoritas de Compañía Ejecutivo Express. Somos una empresa seria. No tenemos nada que ver con la prostitución, así que no te hagas una idea equivocada, que ya te veo venir. La verdad es que solemos acudir a otro tipo de… eventos, pero bueno. Tu amigo ha pagado por adelantado.

– ¿Mi amigo? ¿Qué amigo? No sé de qué va esto, tía. Oye, soy joven y sensible, y tú me estás confundiendo.

– Tu amigo, un tal… -miró un papelito que sacó de su diminuto bolso de lentejuelas- Ignacio Arán. Sí, eso creo. Quinientos euros… Pero no me mires así, que ya ha pagado él, como acabo de decirte.

Rodrigo estuvo a punto de desmayarse de la emoción, pero logró reponerse de manera casi milagrosa. Se vistió en dos minutos y salió con la chica a la calle, cogidos de la mano igual que un par de tortolitos.

Mientras tanto, Nacho acababa de aterrizar en el aeropuerto de Newark, Nueva Jersey; se disponía a recoger su equipaje antes de buscar un taxi que lo acercara a Nueva York y pensaba que, con la cantidad de gastos que tenía, no era raro que no lograse ahorrar lo suficiente para independizarse de la tía Pau y dedicarse de una buena vez a vivir su vida.

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