La Frau me ha leído el poema del domingo, un antiguo poeta persa, dice. Para mí, que no es domingo, hay demasiados domingos en este agosto, la Frau está añadiendo algunos domingos de más, quizá lo haga porque es su forma de alargarme la vida, aumentar los domingos… Señorito, dice, el poema empieza así, no pienses en la rotación de la tierra, Saki, piensa antes en mi cabeza… Saki es el servidor del viejo poeta persa, el que le trae las copas de vino, mitad siervo, mitad filósofo, exactamente como la Frau… Oh, Saki, ¿adonde han ido a parar los viejos días?… Tristano podría tener su propia forma de continuar el poema, por ejemplo… aquí estoy, tumbado en un lecho de muerte, Saki, me han puesto un catéter que me quito por despecho, de mí, aparte de la voz, no queda ya nada, o casi, un perfil sobre la almohada que parece una cuchilla, y la respiración, que sin embargo de vez en cuando se convierte en un estertor, tu señor está ahí tumbado, querido Saki, fuera de la ventana se adivina el agosto inmóvil, mellado sólo por las cigarras enloquecidas, cuánto falta para mañana, Saki, ¿falta todavía mucho?… ¿por qué sigue siendo hoy?… hace un mes entero que es hoy, haz que llegue el mañana que me lleve consigo, hay un moscón que choca contra el espejo buscando una salida, es un moscón bobo que no encuentra la salida como yo, le hace falta morfina como a mí, yo estoy aquí y hablo, hablo, pero por qué insistir en desenterrar los viejos días, Saki… por favor, no dejes entrar a la joven enfermera a la que ha contratado la Frau, viene a ponerme la botella de orinar para que no me mee en las sábanas, no soporto que me la coloque delicadamente dentro del cristal como si depositara una flor marchita… Saki, era un hermoso día de mayo, el céfiro había regresado y Tristano estaba apoyado en su motocicleta junto a un quiosco de periódicos, y le parecía que Italia estaba ya curada, y con ella el mundo, y canturreaba nuestra patria es el mundo entero nuestra ley es la libertad, y en él también volvía a empezar la vida… de linfas, después de toda aquella adrenalina bélica, matanzas y sangre, ahora estaba allí, apoyado en el sillín de su moto y decía qué hermoso. Era el mes de mayo del año cuarenta y cinco, me acuerdo como si fuera hoy.


¿Sabes cuándo todo le quedó claro, en cambio? Cuando todo parecía ya claro y había acabado ya, el seis de agosto del cuarenta y cinco. A las ocho y cuarto de la mañana, si quieres saber también la hora. Aquel día Tristano comprendió que el monstruo ya vencido estaba cediendo su lugar a las monstruosidades de los vencedores… era el segundo crimen contra la humanidad de este alegre siglo que está acabando… aquella mañana la primera bomba atómica utilizada como arma de destrucción masiva cayó sobre una ciudad de nuestro mundo, aniquilándola e incinerando a doscientas mil personas. Digo doscientas mil, y omito las miles de muertes de después, y los nacidos muertos, y todos los cánceres… y no eran soldados, eran ciudadanos inermes, culpables de no tener culpa alguna… Hay un lugar, en Hiroshima, se llama Gembaku Dom, es un pabellón, quiere decir Cúpula Atómica, fue el epicentro de la explosión, en aquel lugar la temperatura del suelo alcanzó el mismo calor que en la superficie solar, cerca del cenotafio con la llama de la paz hay un trozo de piedra, es el umbral de la puerta de un edificio, un umbral corriente como los de nuestras casas, donde ponemos el felpudo para limpiarnos los zapatos. En el interior de esa piedra, de mármol, me parece, absorbida como el papel secante chupa la tinta, está la huella de un cuerpo humano con los brazos abiertos. Es lo que queda del cuerpo de un hombre que se licuó en el umbral de su casa a las ocho y cuarto de aquel seis de agosto del cuarenta y cinco… Si puedes, haz un viaje, vete a verlo, es una visita muy instructiva… se ha dicho que esas víctimas fueron inútiles, la cabeza del monstruo ya había sido aplastada en Dresde y en Berlín, y que a los americanos, para doblegar a los japoneses, les hubiera bastado con las armas convencionales. Es un error, no fueron inútiles en absoluto, a los vencedores les resultaron útilísimas, de esa manera dieron a entender al mundo que eran ellos los nuevos amos… la Historia es una criatura glacial, no siente piedad por nada ni por nadie, aquel filósofo alemán que se suicidó en una pensioncilla de frontera, huyendo de Franco y de Hitler y de todos y tal vez de sí mismo también, había reflexionado demasiado acerca de esta dama carente de piedad a la que los hombres cortejan en vano, no debe de haberle beneficiado… en sus reflexiones escribió que frente al enemigo, si éste gana, ni siquiera los muertos están a salvo… se trate del enemigo que sea, añadiría yo, el enemigo de los malos incluso, porque para ser enemigo de los malos no se puede ser bueno, ¿tú qué opinas?… Comprendo tu objeción, he sido demasiado sintético, está claro que si ganaba el mal ya no había remedio… pero quería decir del bien que… verás… el bien, pues eso, que el bien ha vencido al mal, sólo que hay algo de mal en exceso en ese bien y algo de imperfección en exceso en esa verdad… La verdad es imperfecta… Aquel periodista que hace años me arrancó la entrevista haciendo como si charlara conmigo ante una copa, escribió a este propósito que Tristano admitía la existencia de Dios, pero la consideraba pasajera. Qué pena que en tu novela no hayas profundizado en ese razonamiento, un arranque así merecía una reflexión, sabes, a Tristano se le entendió un poco a la buena de dios como si quisiera decir que también los dioses mueren, pero eso lo sabemos todos, Júpiter, por ejemplo, tuvo una duración que no estuvo mal antes de ser sustituido, y no era eso lo que quería decir Tristano. Sí, naturalmente, todo envejece, probablemente Dios también, ese en el que creemos nosotros, pero no morirá de muerte natural para ser sustituido por otro. Temo que le aguarde una muerte más penosa, si las cosas siguen como están yendo, intenta imaginártelo… cierto día… piensa en un calor como el de la superficie solar, pero no en un punto solamente, en todo el planeta, miles de hiroshimas, racimos de hiroshimas, hiroshimas por todas partes… un inmenso estruendo y después un inmenso silencio, un big bang al revés, no queda ni un alma viva, ni un gato siquiera, todos kaputt… Sí, él seguirá existiendo, pero con qué objeto, si no habrá ya nadie que pueda creer que existe… un Dios en paro… lo habremos convertido en inútil, sin sentido, pues ¿qué sentido tiene Dios sin nadie que pueda creer ya en él?… Como es habitual, me he salido del tema, hoy me había prometido hablarte de nuestras Hojas de Hypnos, creo que, sin habérnoslo dicho nunca, empezamos a hacerlas para responder a aquel pensador que se preguntaba si seguía siendo posible escribir poesía, después de todo lo indecible que había ocurrido. No sólo era posible, tal vez fuera lo único sensato que podíamos hacer, porque cuando el monstruo ha sido vencido y has dejado de creer en los vencedores del monstruo, no te queda más opción que creer en tus propios sueños… la responsabilidad empieza en los sueños, te decía, es la frase que pusimos como epígrafe en nuestros libritos, porque nuestra mano sólo llega hasta donde termina el brazo, pero el sueño va mucho más lejos… es una prótesis, supera la cárcel de la existencia. Me parece que empezamos en el cincuenta y dos, sacábamos uno al año, así pues, sacamos treinta y seis, acabaron hace once años, cuando murieron los demás… A todos los poetas que no eran griegos los tradujimos nosotros, yo, Daphne y sus amigos, Ioanna y Antheos, que sin embargo firmaba como Marios porque yo le llamaba así. Fabricados a mano, sabes, con una prensa que sacamos de una vieja imprenta, un artilugio que había impreso carteles contra los otomanos, nos dijo el chipriota que nos la vendió, lo que era muy posible, era una cosa gigantesca, pesaba un riñon… Por qué en Creta y no en esta casa, comprendo tu pregunta, con un pueblo de santos, de navegantes y de poetas como el nuestro… no es que Creta fuera París, pero los cretenses tienen carácter, ¿sabes lo que hicieron cuando fueron invadidos por los alemanes?, exterminaron a un batallón nazi entero, armado con todo el armamento de los nazis, y ¿sabes cómo? Con sus hocinos para los olivos, a muchos los estrangularon incluso con sus manos desnudas… Y, además, la Italia de entonces… eres demasiado joven, para ti era la infancia… Pella, Tambroni, nombres que te dirán poco o nada, los mutiladitos del padre Gnocchi, el aluvión del Polesine, las procesiones de penitentes, las vírgenes peregrinas… ¿Siguen llorando? Entre nosotros, las vírgenes son de lágrima fácil, y en cuanto a santos y navegantes, creo que van en aumento. Por suerte nos siguen quedando también los poetas, pero no deben de sentirse demasiado cómodos, con semejante compañía… Tú eres un buen escritor, qué pena que escribas en prosa… disculpa, soy injusto, por lo que a mí se refiere debería estarte agradecido por que escribas en prosa, si tú fueras poeta no habrías venido a recoger con paciencia todos estas bagatelas que te estoy contando, me habrías liquidado acaso con una elegante elegía o con un epigrama envenenado, de esos que te matan incluso después de muerto… o tal vez con un nonsense, como esos limericks en los que tan buenos son los ingleses, algo así como… déjame pensar… Había un decrépito héroe en Malafrasca, Que había colgado todos sus sueños de una rama, Pero la rama las hojas ya había perdido, Y a él no le quedó más que un palito peladito, A ese decrépito héroe de Malafrasca.

¿Son ya la una, como decís vosotros, los del norte? Te había dicho que vinieras a las trece horas, no que me despertaras, estaba durmiendo tan bien y vas y me despiertas, eres muy amable, pero actúas demasiado al pie de la letra, si ves que estoy durmiendo, no me despiertes, por favor, he dormido dos horas, ciento veinte minutos, hubiera podido dormir doscientos, imagínatelo, doscientos minutos menos…


Fue en agosto, ya te he dicho que en la vida de Tristano ocurrieron muchas cosas en agosto, un día de calor neblinoso, niebla sobre las colinas y niebla en la montaña, y también en el llano, y también dentro de ellos, una densa niebla como algodón que envuelve y difumina. Tristano aguarda a que sea ella quien hable, si ha ido hasta ahí, será por algo, mira a esa mujer a la que amó con pasión furente y que tiene ahora el rostro marcado por profundas ojeras, casi violáceas, como una máscara, el fular no oculta completamente una pelusilla de cabello que está creciendo otra vez en las sienes, tiene diez años menos que él y aparenta veinte más, y, sin embargo, en el monte parece ayer, piensa Tristano, también cuando le enseñó un perro amarillo enterrado en la arena era ayer, y el viaje a España, se pregunta de nuevo, ¿por qué?, ¿por qué España? Mi trabajo en España, decía ella, mis amigos en España… en sus ojos hay un fondo oscuro, como miedo, Tristano se da cuenta, conoce bien esos ojos, a pesar de que ella haya adoptado una pose desenvuelta, apoyada en el respaldo del sofá, con las piernas cruzadas. Permanecen en silencio. Se oye la voz de un chiquillo al fondo de la casa, está hablando con la Frau, quién sabe cuánto habrá deseado un hijo la Frau. Tú no hiciste otra cosa más que esparcirme tu semen sobre el vientre, yo quería un hijo tuyo, pero tú me esparcías tu semen sobre el vientre, siempre hacías eso… Marilyn habla de esa manera, son expresiones suyas, siempre ha hablado así, Tristano se acuerda, ella no valora bien el peso de las palabras italianas, a veces habla como un carretero, a veces como un pastor protestante. Tiene casi doce años, sigue diciendo Marilyn, se parece a ti, ¿has visto cómo se te parece? Yo diría que no mucho, dice Tristano, pero si tú lo crees así… Lo escogí precisamente porque se parecía a ti, continuaba Marilyn de un tirón, os parecéis como dos gotas de agua, eran muchos, pero yo lo vi enseguida… El silencio se hace ahora más largo, difícil de romper. Marilyn enciende un cigarrillo, tose, perdona si lloro, dice. Pero no está llorando en absoluto, quizá solamente lo piense. Desde el fondo del pasillo llega una cancioncita en alemán. Es raro que la Frau cante, sólo en momentos especiales. Rosamunda, dice Tristano, habla de manera decente, te lo ruego, ¿qué quieres decir?… lo escogí, eran muchos… Marilyn no deja quieto el cigarrillo entre los labios, después apaga la punta encendida en la taza del té. En definitiva, dice, un montón de desgraciados en aquella España desgraciada, los orfanatos estaban repletos… en parte lo siguen estando… lo adopté, me daba pena… es verdad, no se te parece en nada, pero eso no tiene la menor importancia, es como si fuera hijo tuyo, yo siempre he pensado que era el hijo que nunca quisiste darme, y ahora te lo confío a ti, quédatelo tú, por favor, yo no podré criarlo. Tal vez espere que Tristano le pregunte por qué, pero Tristano calla. A mí no me queda mucho, añade entonces. Desplaza ligeramente el fular, enseñando por un instante la cabeza. He probado todo lo que podía probarse, dice, pero el resultado es negativo, el médico ha sido claro, ya no queda nada que hacer. Con las uñas se martiriza la palma de la mano, pero no se da cuenta. En el registro está inscrito como Ignacio, añade, pero se llama Clark, yo siempre le he llamado Clark. Saca del bolso una cartera elegante, de ante claro. Aquí está su documentación, dice dejándola sobre la mesa. Marilyn, dice Tristano, yo a esta casa vengo sólo de vez en cuando, creía que lo sabías, por lo general en verano, para no dejar que se vayan al garete el viñedo y los olivos, Agostino por sí solo no puede, y además está la Frau, ésta es ya su casa también, no puede ir a ningún otro sitio, el resto del año vivo en Kritsá. ¿Está cerca de Atenas?, pregunta Marilyn. Es una aldea de Creta, dice Tristano. ¿Has visto cómo te ha abrazado?, dice Marilyn, te quiere mucho, siempre le he hablado de ti, lo sabe todo de nosotros, le he dicho que eres tú su verdadero padre. Tú estás loca, dice Tristano, Rosamunda, tú estás loca, hay algo en la cabeza que no te funciona bien, aunque la verdad es que nunca te ha funcionado. Tristano habla en voz baja, como si se hablara a sí mismo. Marilyn no replica, rebusca en el bolso, busca un buen rato, después lo vuelca sobre el sofá, al final encuentra una fotografía cuadrada apenas mayor que un sello, se ve a un hombre joven con un mechón sobre la frente, chaquetón militar y metralleta al hombro, al fondo hay un caserío de montaña y además la mancha oscura de un bosque. Se la tiende a Tristano. Lo concebimos el día que te hice esta fotografía, murmura. Es una fotografía de hace casi veinte años, dice Tristano, Rosamunda, tú no estás bien, te lo ruego, no digas nada más, no es necesario que digas nada más. Donde yo nací existe la creencia, que proviene de la tribu de los navajos, continúa Marilyn, como si no lo hubiera escuchado, de que antes o después el espíritu del hombre en el que piensas te traerá un hijo. La Frau se asoma a la puerta, Ignacio quiere ver el bayo, nos vamos al establo, volvemos dentro de un rato, si la señora desea más té, traeré agua hirviendo. Marilyn está metiendo otra vez sus cachivaches en el bolso. Podrías pasar con él el verano, se apresura a decir, tres meses en un año no son pocos, serías un buen padre para él, y además tú no tienes hijos, tal vez seas estéril, te ofrezco la posibilidad de tener un hijo casi tuyo, prácticamente tuyo, mejor dicho, tuyo, críalo tú, Tristano, te lo ruego, en América ya no me queda nadie, mis padres han muerto. ¿Y el resto del año?, dice Tristano, perdona, Rosamunda, ¿quién se ocupará de él, aquí, en esta casa? Ella se levanta y al levantarse vacila, choca contra la mesita, un poco de té se vierte de la taza todavía llena. Esa Frau, dice… Agostino… no los conozco, pero serán buenas personas, y además, en invierno está el colegio, siempre podrás encontrar un buen internado. ¿Adonde vas?, pregunta Tristano. Vuelvo a España, dice ella, pero el único tren que me vale para Irún no sale ya hasta mañana, la estación está lejos, no quiero conducir de noche, buscaré un hotelito cualquiera en la costa. Se ciñe el pañuelo bajo la barbilla, vacila un instante, después hace un gesto de despedida con un dedo en los labios, no se sabe si para mandar un beso o una invitación al silencio. ¿Te está esperando tu tío?, pregunta Tristano. Demasiados lazos e intereses nos unen, dice ella, son cosas que suceden en la vida, aunque no quieras, nunca comprendí por qué lo llamabas mi tío, si tiene tu edad. Porque él es el tío de América, responde Tristano, es el clásico tío Sam, tiene una chistera con barras y estrellas en la cabeza y un dedo que te señala conminándote I want you, ¿con Ignacio tiene algo que ver? La madre soy yo, dice Marilyn, él con la adopción no tiene nada que ver, Ignacio, sin embargo, le quiere, lo considera realmente su tío… si quiere ir a verlo no debes impedírselo, pero vigílalo, su tío tiene un oficio peligroso, yo también tuve un oficio peligroso. Se dirige hacia la puerta y Tristano la sigue. Rosamunda, te llevo, son muchos kilómetros, no quiero que recorras todas esas colinas tú sola… Lo que son las cosas… Tristano no sabía que aquel día, en su breve viaje con Marilyn, encontrarían una perra agonizante a la que bautizarían como Vanda igual que aquel perro amarillo que muchos años antes habían visto en un museo. Tú, en cambio, lo sabes ya, escritor, porque ese episodio ya te lo he contado el día que se me vino a la cabeza, ya no sé cuándo… Qué extraño, vas adelantado respecto a la vida de Tristano, podríamos dejarlo aquí por hoy.


…Diga, ¿quién es?… Ha saltado por los aires… ¿Qué dice?… Te digo que tu retoño ha saltado por los aires, si es que entiendes italiano… Pero ¿quién eres?… Qué más te da, soy alguien que lo conocía incluso mejor que tú, pero no te andes con tantas preguntas, escúchame y calladito, escúchame bien, el artilugio lo llevaba en una bolsa y ese cretino deja que le estalle entre las piernas, no es que fuera gran cosa tu retoño, de boquilla mucho, filosofía a kilos, y el ocaso de Occidente y la decadencia de nuestra civilización, pero para hacer ciertos trabajillos hace falta cerebro, hace falta un montón de cerebro, una vez quizá lo hizo bien, pero se trataba sólo de dejar algo y marcharse, sin manipular nada, y además era un sitio fácil, donde se deja una bolsa y adiós… escucha, viejo cabrón, tú hace años disparaste contra nosotros, pero te lo perdonamos, te queremos de todas formas, a nuestra manera te apreciamos, por lo menos tú no te has ido a la India a hacerte el trekking de la trascendencia… ¿me oyes?… eres un tío coherente, lo sabemos, y además querías a tu retoño, también…nosotros lo queríamos, le habíamos asignado el papel de san Jorge que mata al dragón, la bestia democrática y comunistoide… mira, haz una cosa, debe de haber dejado un montón de indicios, era algo desordenado tu retoño, siempre dándole a la hebra, y nos fiamos demasiado de él… ¿me oyes?… escucha, hazme un favor, vete a su habitación y mira bien por todas partes, habrá agendas y libretas, coge todo lo que encuentres y quémalo, y mira bien si hay algo que se refiera a un fulano a quien entre nosotros llamamos el gordinflón, en siglas gor, ge de gallo, o de oso y ere de roto, ¿entendido?, coge todo lo que encuentres y quémalo, no querrás dejar en bragas al bueno de tu hijito ahora que le ha estallado una bolsa entre las pelotas… hazme caso, haz lo que te digo…; clic… tu-tu-tu tu-tu-tu tu-tu-tu… fin de la llamada, ¿has entendido, escritor? Fin de la llamada, para Tristano… Deja encendida esa lamparita de la cómoda, esa con las lágrimas de cristal todo alrededor, y pon encima un pañuelo, no quiero quedarme a oscuras esta noche, admitiendo que sea de noche, porque quizá sea por la mañana, pero eso es problema tuyo, para mí es de noche. Buenas noches.


…Y vi toda mi vida contraerse en un insecto, un minúsculo instrumento complicado para volar e hibernar, el Zumbido de su cólera, y el frágil aleteo de los élitros, sus patas inmundas, lo tiré todo a la alcantarilla, migajas de goma y olor a corcho quemado es cuanto me ata al mundo… Habrás comprendido a qué me refiero, era ese martirio de la Frau, no se me ha venido a la cabeza por casualidad sino porque a Tristano empezaron a llegarle cartas, una detrás de otra, continuamente. Pero ahora no quiero hablarte de eso, ahora no tengo ganas de decirte nada, pero tú quédate aquí de todas formas, por favor, quédate aquí de todas formas porque quiero contarte otras cosas… debes tomártelo con calma. Tómatelo con calma.


…Explíquese mejor, decía el doctor Ziegler, ¿qué quiere decir cuando afirma tener la impresión de que todo se ha detenido? Tristano estaba arrellanado sobre el sillón de mimbre, con un brazo colgando, el otro sobre los ojos para protegerse de la luz del mediodía. Como este mediodía, decía, todo está detenido, ¿no lo siente?… está como levitando en una inmovilidad que ha cancelado el espacio y el tiempo, como en ciertos cuadros de la Edad Media, donde se ve al santo arrebatado en su hechizo místico, un instante eterno… ahora un ruido cualquiera agrietará la campana de cristal bajo la que está encerrado el paisaje, un gallo cantará, un perro ladrará y el hechizo quedará roto… eso es, lo que quiero decir es que tengo momentos en los que me siento como está este mediodía ahora… todo se ha detenido… y yo me siento detenido en medio del tiempo detenido, como si hubiera sido transportado momentáneamente a otro mundo. También el doctor Ziegler había dejado de deambular de un lado a otro bajo el pórtico, se había parado detrás de Tristano, con las manos cogidas en la espalda, pensativo. Continúe, Herr Tristano, continué… O bien tengo otras sensaciones, seguía Tristano, es como si estuviera soñando pero estoy despierto, y empiezan a llegarme recuerdos olvidados desde hace tiempo… recuerdos que ni siquiera era consciente de tener… brotan con una rapidez increíble y me pasan por delante de los ojos como si estuviera viendo una película sobre una pared, y quien proyecta la película son mis ojos. ¿Y qué siente, musitaba el doctor Ziegler, es capaz de describirme lo que siente? Tristano callaba. Ziegler aguardaba paciente. Si tiene ganas de suspirar, murmuraba el doctor Ziegler, suspire… no respire, suspire, el suspiro es una estratagema que nuestro cuerpo ha inventado para expeler en forma de neuma esa suerte de angustia difusa y solapada que los ingleses llaman spleen… también el bostezo tiene la misma función, a un nivel más bajo, para el común hastío… pero el suyo es un hastío distinto… es el cansancio de ser… suspire cuanto quiera, Herr Tristano. Tristano hinchaba el pecho y dejaba escapar un suspiro ronco y prolongado, como si se liberara de los humores malignos hechos de aire. Más, decía el doctor Ziegler. Me refería a la sensación de una nostalgia muy intensa, continuaba Tristano… demasiado intensa… devastadora… pero no es propiamente nostalgia, es como un padecimiento espantoso y abstracto, porque la nostalgia presupone el objeto del que se tiene nostalgia, y a decir verdad, no es que yo tenga nostalgia de las imágenes que de repente empiezan a discurrir ante mis ojos como una película, a menudo son recuerdos insignificantes, banalidades, que permanecen enterradas en la memoria por ser banalidades, y por lo tanto no causan nostalgia… no, la nostalgia que siento está fuera, es extraña a esas imágenes, no sé cómo explicarme, es como si no fueran ellas las que me la provocaran, sino que fuera una condición sin la cual no podría verlas… en definitiva, no es propiamente nostalgia, es como un vago desasosiego que se convierte también en una forma de miedo, mezclado, sin embargo, con una sensación de absurdo, y dentro de esta sensación de absurdo hay un terror intenso que me aniquila, como si en mi cuerpo se produjera una crisis que estuviera a punto de desintegrarlo, habrá visto en el cine el modo en el que en ciertas metrópolis derriban los viejos edificios en cuyo lugar deben surgir otros nuevos, se derrumban sobre sí mismos, se desploman, por una implosión, bueno, pues tengo una sensación así… y en mi cuerpo hay una implosión, siento un intenso frío, las manos y los pies se me hielan y entonces es cuando estalla la hemicránea, feroz, insoportable. El doctor Ziegler había ido a sentarse en el poyete cercano a las macetas de lavanda, había arrancado un tallo florido y con la flor se cosquilleaba la frente, oliéndola de vez en cuando. Angor mortis, murmuraba el doctor, los antiguos lo llamaban así… usted me ha descrito los síntomas más complicados del aura hemicránica, Herr Tristano, cefaleas en racimos, probablemente, y las cefaleas no llegan nunca solas, cuando estas emperatrices van a visitar a alguien hacen que las preceda una comitiva compuesta por las criaturas más diversas, un caravasar de heraldos, trompeteros, cortesanos, danzarinas, voceadores, comefuegos, funámbulos… si tuviera que censar todas las formas de aura que preceden a las cefaleas tendría que quedarme aquí hasta esta noche, le obligaría a invitarme a cenar, Herr Tristano… Creo que para cenar está previsto conejo al romero, contestaba Tristano, la mujer de Agostino lo cocina de manera sublime, y tal vez la Frau haga una tarta de chocolate. El doctor Ziegler se había quitado la bata que se obligaba a llevar incluso cuando iba a visitar a un paciente a su casa y lo había colgado de un gancho de la pérgola. El chocolate está contraindicado para las cefaleas, concluía, pero yo lo adoro y usted lo evitará, el conejo, en cambio va bien para ambos, es carne blanca.


Has venido aquí para recolectar una vida. Pero ¿sabes lo que estás recolectando? Palabras. Mejor dicho, aire, amigo mío, las palabras son sonidos hechos de aire. Aire. Estás recolectando aire.


Efectivamente, el conejo al romero era excelente, decía el doctor Ziegler, pero esta tarta de chocolate… en mi tierra se hace una variante, pero ésta es insuperable, probablemente lleve incluso almendras trituradas… puede probarla usted también Herr Tristano, no le pasará nada. Tristano intuía lo que el doctor Ziegler hubiera querido preguntarle, y satisfacía así su curiosidad evitándole el momento de apuro. Había invitado a la Frau a cenar con nosotros, decía, pero lo ha rechazado aduciendo cansancio… en realidad no está cansada, y no quisiera que pensara usted que la Frau quiere evitarle, doctor, al contrario, le aprecia mucho, si me he confiado a sus cuidados fue precisamente por consejo de la Frau, le soy sincero… la verdadera razón es que temía que nos pusiéramos a hablar en alemán, hubiera sido lo natural, es el idioma de ustedes dos, y a mí no me importa hablarlo… verá, doctor, la Frau… yo la entiendo, cuando vino aquí no era más que una chiquilla, no es que haya perdido su lengua natal, pero ha tenido que usar el italiano durante toda su vida… no sé qué clase de mecanismo le impide hablar en alemán con un alemán, es como si tuviera que superar una barrera, como si se avergonzara… en alemán habla sólo conmigo y, fíjese, si acaso llega algún pelmazo, una visita inesperada, en suma, alguien que no estaba previsto, la Frau le habla en alemán, si usted la oyera, y hace como si no entendiera el italiano. Le concedo otro trocito de tarta, Herr Tristano, decía el doctor Ziegler, estoy seguro de que esta noche dormirá usted mejor, sin recibir visitas no deseadas… pero le había prometido un recorrido por los síntomas que preceden la llegada de la emperatriz, como yo la llamo, es una casuística infinita, intentaré ser sintético… para empezar este extraño término, aura… proviene de un médico de la antigüedad, el maestro de Galeno, Pelope… fue él el primero en advertir un fenómeno físico que por lo general señala el principio de la crisis, una sensación que nace en una mano o en un pie y que parece ir subiendo hacia la cabeza. Un paciente suyo le había descrito que notaba la sensación como de un vapor frío, y dado que en aquella época se creía que los vasos sanguíneos contenían aire, él creyó que el problema se debía a un vapor que subía por las venas desde las extremidades y lo llamó pneumatiké aura, un vapor inmaterial… Herr Tristano, cuando usted me ha dicho que aquella noche de agosto le cayó una estrella en la cabeza, con una metáfora me ha dicho usted la verdad… no sólo le cayó esa estrella en la cabeza, le entró dentro de la cabeza, estoy seguro… usted empezó a ver luces intermitentes y deslumbradoras bajo los párpados, zigzags eléctricos, resplandores que sin duda adoptaban forma de mosaicos en continua transformación, como en un caleidoscopio, ¿me equivoco? Tristano callaba, asintiendo de forma imperceptible. Es la forma más común del aura, continuaba Ziegler, efectos luminosos como si estallaran fuegos artificiales dentro de los ojos, y también las cosas, los objetos tienen contornos luminosos, o brillantes por lo menos, ¿verdad?, como si estuvieran rodeados por un cable eléctrico a través del que se viera pasar la electricidad… pero los síntomas del aura, antes de que llegue la emperatriz o mientras le esté visitando, son infinitos… alucinaciones sensoriales de variado tipo, turbulencias emotivas con emociones intensísimas y sin embargo indefinibles, imposibles de contar, de comunicar a los demás… en cierto modo se parecen al éxtasis, y hay a quien pueden llegar a proporcionarle placer… quién sabe, tal vez muchos místicos sufrieran hemicráneas espantosas… y además alteraciones de la visión, de la percepción de los objetos y de las figuras, con efectos de distorsión o de agigantamiento de la imagen, qué sé yo… una persona a la que ve empequeñecerse delante de usted, o bien crece, crece en un instante ante sus ojos como se ve en ciertos documentales de botánica, los habrá visto, donde un objetivo se coloca durante un semana delante del capullo de una flor y usted ve abrirse la corola en pocos segundos al haber sido aumentada la velocidad de la imagen… Lewis Carroll sufría hemicráneas espantosas y describió muy bien estos efectos ópticos en su Alicia… por lo demás era un matemático y entendía de lógica, supo relatar con lógica sus síntomas, aunque a nosotros nos parezca una lógica fantástica… y además están las alucinaciones sonoras… por lo general son ruidos, silbidos, zumbidos, murmullos, con una sonoridad más oscura o más cristalina, eso depende, puede ser el retumbo de un trueno o el gorgoteo de una fuente… pero pueden ser voces también, muchas voces que nos llegan… la casuística más frecuente es la de voces familiares, que forman o formaron parte de nuestra vida o que en todo caso escuchamos lo suficiente como para almacenarlas en nuestro depósito de recuerdos… pero pueden ser también voces absolutamente desconocidas, artificiales, se las inventa nuestro cerebro, las produce él. El doctor Ziegler hacía una breve pausa. Son casos raros y complicados, Herr Tristano, no quisiera preocuparle, por lo general se verifican en las jaquecas asociadas con la epilepsia, pero pueden verificarse también en sujetos no epilépticos, y son formas muy agudas que provocan crisis convulsivas… por lo demás existe una diatriba científica acerca del problema, hay quien sostiene, en efecto, que no son las convulsiones las que provocan las cefaleas sino que sucede exactamente lo contrario… Tristano iba ya por el tercer trozo de tarta. Creo yo también que el chocolate tiene poca responsabilidad, decía… pero los síntomas que le describía esta tarde, los recuerdos que manan a borbotones de la nada, cosas vividas que me pasan por delante tomo en una película, doctor Ziegler, de eso ¿qué me dice? Podrían pertenecer al orden del déjá-vu, contestaba el doctor Ziegler, me inclino a pensar que pertenecen al orden del déjá-vu, naturalmente en un cuadro clínico bastante más complejo, pero la familia es ésa, diría yo, un ¡desfase temporal… acerca de este fenómeno, que de forma bastante más modesta hemos experimentado todos, acaso durante un segundo tan sólo, es decir, la impresión de re-vivir por segunda vez algo que hemos vivido ya, han sido planteadas teorías tanto de orden fisiológico como de orden psicológico… se da como una especie de retraso entre la percepción de algo y la transmisión de dicha percepción a nuestro cerebro, retraso de millonésimas de segundo, naturalmente, aunque para nuestro cerebro es como si hubieran pasado años, él ya ha vivido esa situación, no sé si fríe explico… Pero el porqué sigue siendo misterioso… Un gran fisiólogo ha definido el déjá-vu como una alteración del fichaje del tiempo en el sistema nervioso… una hermosa definición, realmente. Freud, en cambio, indagó sobre el déjá-vu en sus estudios acerca del Unheimliche, que ustedes los italianos llaman lo «perturbante», porque, en efecto, una sensación perturbadora acompaña a menudo al déjá-vu y es difícil decir si lo sigue o lo precede… para Freud, el déjá-vu supone un retorno de lo reprimido, pero tan a traición y sin motivo que provoca esas sensaciones… ¿Usted por qué teoría se inclina?, preguntaba Tristano. El doctor Ziegler se servía otra porción de tarta, dejando amablemente el último trozo para Tristano. Por las ventanas abiertas entraba el frescor de los campos. El doctor Ziegler empezaba a despedirse. Desde que le conozco, desde que empezó esta especie de híbrido análisis que está llevando conmigo, estoy cada vez más convencido de que ambas teorías no se excluyen entre sí, es más, en pacientes como usted pueden conjugarse perfectamente… buenas noches, Herr Tristano, procure descansar.


…Debo de haber tenido un sueño, he soñado con Tristano… o quizá fuera el recuerdo de un sueño… o quizá el sueño de un recuerdo… o ambos quizá… Ay, escritor, qué acertijo… ¿No te habrás traído un aparatejo? Perdona que te lo diga, pero me ha entrado la sospecha de que tal vez guardes un aparatejo en el bolsillo. ¿Ya te lo he preguntado? Quizá te lo haya preguntado ya. Si te lo has traído apágalo, no quiero que mi voz perdure, y además los sueños no se graban, hay que escucharlos y rescribirlos después, tú limítate a escuchar, abre bien las orejas y reescríbelo después, es el principio de la literatura, contar el sueño de otro, estoy seguro de que saldrá bien, tú te lo trabajarás con tu imaginación, y te dejo también el punto de vista… dejémoslo así, el punto de vista es mío, mejor dicho, de Tristano, porque esta situación la vivió él, yo, sin embargo, la he soñado desde mi punto de vista y te la cuento, pero después la contarás tú, y por lo tanto… tú estos trucos los conoces mejor que yo, sin embargo una vez leí un libro sobre este tema, un manual, a mí los manuales siempre me han gustado, te sorprenderá en alguien a quien considerabas un hombre de acción, pero manuales en mi vida he leído muchos… el perfecto bailarín, cómo aprender el arte del ajedrez, cómo pintar a la acuarela, cómo orientarse con las estrellas, cómo escalar los picos alpinos… cómo errar en todo en la vida sin darse cuenta… Pensándolo mejor, el punto de vista pertenece al sueño, en el sentido de que el punto de vista es el suyo, no es mío ni de Tristano, porque los sueños no admiten órdenes, igual que el corazón, hay que vivirlos como quieren ellos, y este sueño quería que yo soñara con Tristano, y me lo hizo soñar así, Tristano está aplastado contra los matorrales, el verbo a mí no me gusta pero si no me equivoco lo usas en tu novela, y en torno a Tristano hay una maleza tupida y continua que se extiende hasta el bosque y por las laderas de la montaña. Y su dedo vibra en el gatillo de la metralleta, y su pupila derecha fija en la mira la puerta del caserío, porque sabe que por esa puerta han de salir los alemanes y el traidor que los ha conducido hasta allí. Bum, bum, bum, hace el corazón de Tristano, y a él le parece oírlo retumbar por las vertientes del valle… perdona la palabra vertiente, de lenguaje alpino, feúcha, ¿verdad?, espero que tú no la hayas usado nunca… y a Tristano le parece como si le devolvieran el eco agigantado de los latidos de su corazón, bum, bum, bum… y en la extraña lógica de los sueños, que sin embargo tan verdadera es, Tristano ve que el traidor, a quien la bala de su metralleta está esperando, se asoma a la puerta y sonriendo le hace un gesto para que entre. Y Tristano, obedeciendo a la lógica implacable de los sueños, se levanta y va a su encuentro… y sólo mientras cruza la explanada se da cuenta de que el traidor no es el bedel de la escuela del pueblo, sino que tiene el rostro de una mujer, y a esa mujer él la conoce, aunque lleve un uniforme alemán y se haya dejado un mechón en la frente para imitar a un hombre arrogante… Es Marilyn, es Marilyn de verdad… Tristano quisiera gritar, extrae el puñal de la funda y lo esgrime en alto, y su brazo dibuja un círculo en el aire para apuñalar a aquel traidor disfrazado, el gesto avanza a cámara lenta, como en las películas, porque en ese momento la película del sueño de Tristano está pasando a cámara lenta, y es un gesto pausado, pausadísimo, se mueve por el aire centímetro a centímetro, dulcemente, con una donosa trayectoria, hay como ternura, casi una donosa danza en esa hoja empuñada por una mano que desgarrará los pulmones del traidor, dándole la muerte que se merece, pero la mano de Tristano, en la lógica de los sueños, al dejarse caer sobre los hombros del traidor para traspasarlo, se posa dulcemente sobre los hombros desnudos de Rosamunda y la ciñe en un abrazo, porque los sueños son así, escritor, te llevan a donde ellos quieren, y él empieza a bailar con ella, aquella explanada inhóspita de montaña se ha convertido en un salón inundado de música, por las ventanas de aquel salón se ve un jardín a la italiana, él está bailando abrazado a Rosamunda que lleva un uniforme de soldado alemán y que le restriega los senos contra el pecho, con los pezones puntiagudos como piedras… le ha pasado los brazos alrededor de la nuca y lo acaricia, Clark, le susurra mientras su lengua le asaetea el interior de la oreja, Clark, amor mío, no he amado nunca a nadie más que a ti, el resto ha sido depravación, la necesidad de una compañía masculina que me consolara cuando tú bajabas al valle en tus misiones…


Tristano le ha ceñido la cintura con sus brazos y la acaricia, y entonces ella le coge una mano y la guía hasta el vientre, y más abajo después, a la ingle, y en ese momento Tristano siente un objeto duro bajo esos pantalones de soldado, es un sexo masculino, un sexo erecto que ella quiere que le sea acariciado, mientras le susurra al oído con una voz cálida y sensual, Tristano, me envía el comandante, pero si no está muerto, era todo una broma, ven a jugar con nosotros, querido, él ya no es capaz, pero sigue amándome, y para conseguirlo necesita mirar a un hombre vigoroso como tú, te lo ruego, ámame, y el pobre comandante obtendrá también lo suyo, le he dejado en el Caserío de la montaña, parecía muerto, pero no lo estaba, se ha quedado allí envejeciendo, nos está esperando, ven conmigo, formaremos un buen trío, te lo prometo. Ha caído el crepúsculo de repente, qué extraño, era el amanecer en el valle montañoso y de repente llega el crepúsculo, pero Tristano sonríe a la mujer que ha salido del caserío, el puñal en sus manos se ha convertido en una flor silvestre, ella le hace un gesto para que entre por la puerta del caserío, ven, ven, Tristano… Tristano cruza la puerta y entra otra vez en el sueño que estaba soñando un momento antes, detrás de aquella puerta no hay habitaciones de un caserío rústico, hay personas que bailan en un salón y más allá del salón hay un jardín elegante que parece el de una mansión toscana, con cipreses y setos de boj, y personas con vasos en la mano, y camareros con chaqueta blanca, Tristano se encuentra de pronto en un garden-party con el oficial alemán que lo acompañaba como un paje, pero ahora ya no es Marilyn, es un viejo señor de rostro apergaminado y piel llena de manchas seniles, susurra un nombre alemán que Tristano no consigue retener, lleva un monóculo en el ojo derecho y tiene una pierna rígida, quizá sea una extremidad artificial, quién sabe. Tristano, en sueños, piensa que muchos aristócratas alemanes perdieron las piernas en la primera guerra mundial, y después piensa que éste tal vez baile ahora sobre la mesa, pero lo piensa porque ha leído libros y ha visto películas, y ni siquiera los sueños son inocentes… y en cambio, no, con la sorpresa sin sorpresa de los sueños el barón alemán con monóculo dice I'm american, y después susurra otras frases que se pierden entre los murmullos de los invitados, freedom… freedom… le presento a los invitados, adelante, y tiene una voz metálica y gélida, chirriante como su extremidad artificial… Qué pesadilla… pero esto no es una verdadera pesadilla, porque ahora estoy despierto, por lo tanto no te estaba contando un sueño, te estaba contando algo con los ojos abiertos, de vez en cuando este algo me deja suelto, como me he escapado ahora, pero después me absorbe como si lo estuviera viviendo de verdad, mira que no te estoy contando una pesadilla, te estoy contando algo vivo, yo estoy en medio, debe de ser la mezcla de todos estos fármacos, y además me estalla la cabeza, me está estallando de verdad… Tristanucho mío… Tristano se dio la vuelta y al fondo del jardín vio a Marilyn vestida de niña, con un lazo en las trenzas, estaba tumbada en la hierba con la falda levantada hasta la tripa, con las piernas abiertas, detrás de ella se veía un puerto marino donde estaba escrito freedom harbour, y a su lado estaba un desconocido algo calvo, de rostro redondo, que sonreía, únete a nosotros, estamos haciendo la revolución, susurraba el hombrecillo, pero Tristano no conseguía entender… ¿qué dices? El hombrecillo regordete preguntó si sabía disparar, nos hace falta gente decidida como tú, no hagas caso a todos esos cretinos que celebran la fiesta, les estamos utilizando, nos son útiles, porque tanto peor, tanto mejor, Rosamunda, explícáselo tú a tu Tristano, pero ¿qué clase de partisano es? Únete a nosotros, Tristano, es hora de matar, ¿es que no lo has entendido aún?, Marilyn, explícale tú que es hora de matar… su voz se alargó como en un eco, matarrrrrrrrrrrrr. Alguien le tocó en un hombro. Era un hombre alto, feo, con una enorme nariz y una sonrisa torcida, quisiera presentarle al jefe del estado mayor de la república sumergida, susurró el narigón al oído de Tristano, tiene muy estrechos contactos con servicios de todo tipo, trátelo con el debido respeto, hay más enemigos muertos sobre su conciencia que granos de uva en un viñedo. El narigón y el militar condecorado le cogieron del brazo, obligándolo a avanzar hacia la enorme barbacoa que ardía al fondo del jardín, alrededor de la barbacoa había una decena de viejecillos de cejas blancas con platos en las manos que mordisqueaban unas salchichas, en aquel rincón del jardín se respiraba un aire muy distinto, parecía una fiesta de pueblo, al estilo de la feria de la salchicha, con una musiquita que a Tristano le pareció familiar pero que no reconoció de inmediato, salía de un viejo gramófono con bocina colocado entre los braseros. Señores presidentes clonados de la futura república, gritó el narigón, tengo el honor de presentarles a un gran héroe nacional, a un hombre que expulsó al invasor, ¡agasájenlo antes de que la emprenda a patadas con ustedes! Los diez viejecillos se pusieron a dar brincos jocosos lanzando al aire las salchichas, acompañando con la letra la musiquita que salía del gramófono, ¡se ha ceñido la cabeza, se ha ceñido la cabeza! Pero en aquel momento, por un matorral se asomó un tipo achaparrado, con aspecto de mastín, vestido con un traje cruzado, se acercó altaneramente a Tristano y le dijo, compadre, no hagas caso a los revolucionarios proletarios, no hagas caso a estos viejecitos del asilo, hazme caso a mí, el futuro jefe seré yo, fundaré la república de los tontintolín, ¿quieres ser presentador de un programa como dios manda? El achaparrado se chupó los labios y después, extendiendo la lengua como un camaleón, se hizo una limpieza por toda la cara. Yo soy tu futuro, mi querido partisano, dijo con tono de quien no admite réplica, es por mí por quien luchaste en el monte, aunque no lo supieras, por lo tanto, escucha con atención, voy a decirte una sola cosa porque tengo que ir a comerme el besuguito que ha preparado mi cocinera, y esa cosa es que Cristo trajo demasiado Oriente a nuestra casa, era un beduino, iba montado en un borrico para provocarnos, a nosotros los dueños de la civilización de las máquinas…


Decía Ferruccio que si te pones a mirar en los pliegues más ocultos de la sociedad, sea ésta la que sea, descubres la locura. Pero quienes tuvieron valor para hacerlo estaban locos… Discúlpame por haber dejado de contarte el sueño de Tristano… es que se había acabado para mí también, se interrumpió en determinado momento con un fulano que montaba en un borrico, me parece, y de golpe me quedé dormido de verdad, debió de terminar el efecto de los fármacos y de esa forma terminó la alucinación, la Frau me ha dicho que no hubo tormenta, es que ella da siempre las noticias de forma negativa, se ha pasado la vida dando las noticias de forma negativa, entra y dice, señorito, anoche no hubo la tormenta que se presumía ayer por la tarde, así que hace más calor que antes, sin embargo, tu habitación es la más fresca de toda la casa, por lo tanto, conténtate, la enfermera se ha cogido dos días de vacaciones, tiene al niño con varicela, esta noche estuve yo velándote y tú dormiste como un angelito, ni un lamento siquiera, es la hora de la morfina, pero no te la voy a poner, que te intoxica, no quiero decir que no tengas algún dolor que otro, pero tu vida ha sido mejor que la mía y yo no me he quejado nunca, ¿o es que me has oído a mí quejarme alguna vez?


Escritor, ¿sabes por quién luchó Tristano? Haz un esfuerzo… claro que lo sabes, es que no lo piensas… un día Tristano se dio cuenta, sin más, tuvo un destello de intuición, una de esas cosas… ¿cómo las llamáis en literatura?… ya sabes, cuando en la realidad, que es compacta como el cemento, casi como por gracia divina, se abre una grieta por un instante, tú puedes echar un vistazo en su interior, y has comprendido… es como un pequeño milagro, no sé si me explico. En definitiva… dejémoslo correr… Tristano comprendió por quién había luchado, por quién había combatido, por quién había matado, por quién se había arriesgado a ser matado… y para qué tantas penas y tormentos e ideales. Por tontintolín. Lo llamo así porque Tristano a esa cosa la llama así, tontintolín, que no es sólo el instrumento, la caja, quiero decir, que es un objeto físico, la manifestación empírica, lo visible. El tontintolín que comprendió Tristano era una especie de divinidad, pero un dios totalmente nuevo, desconocido, cuya religión era una ausencia de religión, por lo que carecía incluso de sustancia… y en tal carencia consistía su fuerza extraordinaria, era superior a cualquier ismo, cristianismo, judaismo, budismo, islamismo, sintoísmo, taoísmo, podía participar de todos ellos no siendo ninguno de ellos, y en esto revelaba una naturaleza proteica y absoluta, pero no era ni siquiera puro espíritu, siendo al mismo tiempo visible e ilusorio, la proyección de sí mismo y de todos, de los deseos y de los sueños, del todo y de la nada, estaba hecho de electrones, de energía, y sin embargo no tenía moléculas… Curiosamente, Tristano lo comprendió sin mirar el tontintolín, porque cuando lo miras en realidad no es él, es sólo su hipóstasis… Tristano comprendió la esencia del tontintolín una noche de verano, mientras estaba en la terraza de esta habitación y miraba el cielo estrellado, pensaba en las teorías del doctor Ziegler y en vez de la Osa o de Orion, que estaba buscando aquella noche, su ojo captó una estrella en movimiento, que estrella no era, por ser móvil y demasiado resplandeciente, así pues era artificial, y le pareció captar el bip bip que esa nueva estrella emitía desde los espacios siderales y que le sonó en los oídos como si hubiera comprendido su código, y le parecía que decía… no penséis, gentes, no penséis, acordaos de no pensar, pensar cansa, es inútil, habéis empezado a pensar para producir un instrumento silíceo y después un recipiente de cerámica y la paleta y el orinal y el zyklon B y la bomba atómica, bonitos resultados eso de pensar, estáis cansados de pensar, pensadme sólo a mí y yo os pensaré a vosotros, así seréis pensados, soy tontintolín y os protejo de vuestro propio pensamiento… Tristano bajó la mirada hacia el llano, salpicado por las luces de las casas, y más allá, hacia la mancha de luz amarilla de la ciudad que se reflejaba en la atmósfera nocturna, y le pareció como si todas aquellas luces estuvieran enlazadas con la voz de la estrella artificial, y todas aquellas luces emitieran un estruendo sordo como cuando la tierra bulle por un terremoto, era un mugido, un gruñido al unísono, tenía algo de bíblico, como en las páginas del Apocalipsis, y este mugido decía, nosotros pensamos tu pensamiento, tontintolín, gracias… Ah, era una obsesión, y se sucedieron pesadillas nocturnas, ahora la voz de tontintolín empezó a visitar incluso su rem, como el doctor Ziegler llamaba al sueño más profundo, y le hablaba con voz aflautada o en falsilla, le parecía el susurro de un confesor que da consejos a través de la rejilla de un confesionario, no pienses, acuérdate de no pensar, deja que yo piense por ti, Tristano, has luchado por la libertad y ahora ésta ha llegado, es el ser emancipado del pensamiento, es el no volver a pensar más… la verdadera libertad es ser pensados.

¿Conoces un poema que dice, sombras largas en el mar, tu sonrisa, amada, y las caricias, pronto se resignan, como a la noche las sombras… y después sigue con el horizonte, las olas y otros muchos lugares comunes? ¿Lo conoces? No me digas que lo conoces… si no existe, no lo escribió nunca nadie, y al oírlo no parece gran cosa, más vale dejarlo ahí.


…Pero no se llora, no, no se debe llorar, no le gustaba llorar. ¿Y reír, entonces? No hay nada de lo que reír, decía el filósofo Ridens, que se partía de risa mientras lo decía… Ese humor no liberado era un dolor fofo que se volvía bilis, ¿y qué le quedaba sino chillidos alocados en la nada, gritos broncos en el viñedo, cuando el mediodía es canícula silente, rechinar de dientes y aullidos tremendos que acallaban incluso a las cigarras?… Mira, mira de qué forma le habían hecho el diagnóstico, los Abderitas… ¿No sabes quiénes son? Así los llamaba Tristano, como los habitantes de la patria de Demócrito, a aquellos doctores que adoctrinaban… un diagnóstico con el sello del sistema sanitario local, provisto de anamnesis y descripción, escúchame bien, el diagnóstico decía… hombre de aspecto demacrado y barba crecida, un ojo que de vez en cuando se enturbia, como si estuviera empañado por humores biliosos que vuelven la córnea amarillenta, no es raro que blasfeme en voz baja, por lo general a las preguntas no responde, ni siquiera a las más elementales, como si estuviera en otra parte, transcurre pues en silencio la sesión médica y, sin abandonar su silencio, coge y se marcha dándonos la espalda, y si por casualidad se vuelve lanza un gesto extravagante que más parece de choteo que de despedida, rechaza fármacos que han devuelto la sonrisa a millones de personas y que el estado podría proporcionarle gratuitamente, aunque sea pudiente, ante la primera tentativa de examen psicológico declaró que, sic, es inútil tocarle los cataplines con la infancia, porque la tuvo tan feliz que más feliz es imposible, recuerda a un abuelo anticlerical aficionado a la astronomía, recuerda su iniciación, que tuvo lugar a los quince años con una no mejor identificada campesina de la granja, mujer ya madura, y que fue una maravilla, dice que el problema no está río arriba sino río abajo, insistió en que se le prescribiera láudano que obviamente no le prescribimos, y ante este justificado rechazo médico, reaccionó con soberbia, riendo socarronamente… Éste es el diagnóstico de los Abderitas, sellado como científico por la póliza estatal, querido Damageto… hoy siento que eres mi Damageto, y quisiera llamarte así, habrás leídas esas páginas que tratan de la locura, porque Tristano se hallaba así, exactamente como escribe Damageto, atrapado entre la hilaridad y la furia, que son los extremos que la vida nos presenta en determinados momentos, que es como decir entre la espada y la pared, no habiendo entre los dos extremos ni un intersticio, porque en éste residiría la virtus, y virtus Tristano no tenía, o no la encontraba. Se interrogaba acerca de la terapia que los antiguos señalaban para los humores malignos, es decir, el llanto o la risa, pero ninguna de los dos era una solución, porque el suyo era un dolor sordo, continuo y sin boca, que le roía el pecho y no hallaba voz, no hallaba palabras, como un animal que muge al final de un túnel… No estaba él dentro del túnel, el túnel era él, él se había convertido en un túnel… y un día, en el viñedo vio un sapo… y aquel sapo se convirtió en un perro… ¿ya te lo he contado?… qué se le va a hacer, en todo caso puedes reescribirlo… era un sapo amarillo y se convirtió en un perro amarillo con la cabeza fuera de la tierra donde estaba enterrado, con la boca abierta… se le veía la garganta, porque se ahogaba, el sapo hizo glog glog, y después se puso a hablar con la voz de un perro, y ahora enseñaba sus dientes estropeados, algunos estaban ya rotos, guau guau guau dijo, yo soy tú y tú eres yo, ¿me explico?… Se explicaba bien el animal, y Tristano comprendió enseguida que era su hermano… mejor dicho, su espejo. Y el mundo empezó a dar vueltas. Estaba meando contra los viñedos, se meó en los zapatos y sintió la embriaguez de cuando se comprende algo de repente y te entra vértigo, arena sobre arena era aquello en lo que había creído, su contribución a la libertad, una libertad enterrada en la arena hasta el cuello, gracias Tristano, qué buen perrito guardián has sido, y ahora ladra si puedes y si no puedes muerde al viento… Tristano miraba al sapo a los ojos y en aquellos ojos estaba escrito todo, y él lo comprendió todo, pero ya era tarde, las bombas habían estallado, los muertos habían muerto, los asesinos estaban de vacaciones y la fanfarria republicana sonaba en las plazas, porque era dos de junio, la fiesta nacional, y el sagrado estandarte ondeaba bullicioso al viento, un encargado cualquiera de saludar al estandarte lo estaba saludando en posición de firmes, al igual que estaba en posición de firmes Tristano delante del viñedo, meándose los zapatos… Saludó militarmente al sapo, a sus órdenes, señor sapo, y el sapo medio sapo y medio perro emitió una voz aguda como deben de tenerla las sirenas, en aquel primer día de canícula sobre el llano, era una voz que provenía de los montes, y era fresca porque descendía de los picos nevados, y parecía un canto lánguido, cruzaba estratos de tiempo, pero no por ello era menos aguda, y le decía, cade Tuliva non cade la foglia, le tue bellezze non cadono mai, sei come il mare che cresce a onde, duérmete, mi niño, duérmete, traidor. Tristano giró sobre sí mismo y buscó la sombra de su habitación, tambaleándose, se tiró sobre la cama, se tapó los oídos e intentó dormir, algo imposible, como podrás comprender, escritor.


¡Pancuervo! ¡Pancuervo! empezó a gritar un día de repente. La Frau se asomó para ver lo que estaba pasando, él parecía dormitar sobre la silla, delante de la ventana abierta de su despacho, por la que entraba una rama del cerezo. Era a finales de mayo, las cerezas estaban ya completamente rojas, él se puso en pie de golpe y gritó dirigiéndose hacía los campos, ¡Pancuervo! La Frau se detuvo petrificada, él cruzó la puerta de la terracita abierta al sol, bajó atropelladamente los escalones de piedra y empezó a bailar alrededor del cerezo, y de vez en cuando abrazaba su tronco y tiraba de él como si quisiera arrancarlo, lanzando las piernas hacia arriba como un salvaje de las selvas y gritando, ¡cerezos rosados en primavera!… La Frau había corrido detrás de él y lo miraba aterrada, seguía aquella danza insensata acompañada de palabras inconexas y pensaba en un ataque de demencia, pobre Frau, estaba petrificada, no se movió ni siquiera cuando él empezó a huir entre los campos, mientras seguía gritando ¡Pancuervo! ¡Pancuervooo!… No era demencia, era que había comprendido, había comprendido de repente, como en ciertas iluminaciones tardías, que todo había comenzado en Pancuervo muchos años antes, y la extremidad del hilo que había hecho saltar por los aires a su muchacho se hallaba en Pancuervo, era allí donde debía buscar, en Pancuervo… Pero ¿existía de verdad Pancuervo?… El tren se había detenido y había vuelto a marcharle, pero él no se había montado, se había quedado en una remota estacioncita de Castilla mirando unas colinas redondas y áridas, extrañas, unas colinas que parecían elefantes blancos.


…Estaba aquí en el duermevela y se me ha venido a la cabeza una cosa… todo esto ¿por qué lo haces? Quiero decir, aguantas mis malos humores, y todo… para mí que eres un poco vivales, no te ofendas, acaso sin darte cuenta de ello… en definitiva… demasiado paciente… y así se me ha venido a la cabeza esta palabra, vivales… No te ofendas, soy malo, mejor dicho, estoy maleado, échale la culpa si quieres a esta gangrena que me está royendo, yo creo que ya me ha alcanzado los testículos, hazme un favor, dame ese talco mentolado que está sobre la cómoda… discúlpame por permitirme esta intimidad, pero con la de cosas íntimas que te estoy contando, ya hemos entrado en confianza… He notado que acudes con diligencia al cracrá de mi timbre, a cualquier hora, acaso para oír que te dicen una maldad como esta que te estoy diciendo… Pero vamos a ver, ¿es que te interesa de verdad tanto la vida de Tristano?


Los Abderitas afirmaban que Tristano desvariaba y yo también te he dicho que había perdido los estribos, pero para mí sólo se anticipaba… las personas que se anticipan parecen estar locas, tienen el destino de las casandras, casandrillas acaso de tres al cuarto, pero los creontes de tres al cuarto las temen de todas formas, por eso han inventado los manicomios, que son casas llenas de casandras inocuas, la gente peligrosa está fuera y es la que manda… ¿Sabes lo que os ocurrirá, escritor?… Te diré en qué iba pensando Tristano, cuando descubrió la naturaleza de tontintolín, porque está a punto de verificarse… tontintolín, en su solemne objetivo de abolir totalmente de la mente humana cualquier clase de pensamiento nocivo para él, incluso el más nimio, empezará gradualmente a expurgar de sus cajas de cristal toda imagen portadora de ideas, hasta vuestra completa desintoxicación y la absoluta desaparición de todo signo significante, porque la imagen misma, incluso la más mezquina y mínima y repugnante, como las que os propinan cada noche, puede inducir a un pensamiento, y el pensamiento es peligroso… y así miraréis únicamente la luz, determinadas pautas eléctricas que se estremecen, de vez en cuando un crepitar de puntitos luminosos, donde se perderá vuestro pensamiento y el naufragar os será dulce en ese fulgor… ¿un moderno nirvana?, tal vez el fatídico mu sobre el que fábula el budismo, alcanzado por fin. Es lo que os aguarda mañana, escritor, porque mañana será otro día, como decía Escarlata, os imagino a todos allí, por la noche, reunidos en vuestras cavernas con moquetas, mirando fascinados fijamente el fuego eléctrico, murmurando en coro muuuu… dejo a ese fuego eléctrico mi cruz de guerra, cachivaches, porque él será el señor dios vuestro y no tendréis más dios por encima de él… la verdad, no es que los ruegos eléctricos de los demás países sean muy distintos de los del tuyo, a cada uno lo que le atañe… digo tu país porque mío no lo es prácticamente ya… ya estoy más allí que aquí, tengo los pies flotando en el aire, soy apátrida, no pertenezco a nadie, no me hace falta pasaporte para la aduana que tengo que traspasar, y no hay nadie que pueda aferrarme por los pies y bajarme del naranjo como Tristano hizo con su Daphne, puedo asegurártelo.


…Te decía que empezaron a llegarle cartas. O mejor dicho, eran voces, llegaban en forma de voz, aunque él las viera escritas, podía leer la caligrafía de cada una en el aire, las caligrafías eran distintas, porque cada voz tenía su propia caligrafía que es el timbre de la escritura, y cada una su propio tono, y la inflexión, el color de la voz que enviaba las cartas. El doctor Ziegler le había dicho que estas cosas pueden ocurrir en las cabezas de ciertas personas… los sonidos se convierten en colores, es una forma de aura… incluso la tinta variaba de color, con todos los matices del espectro cromático, negro por lo general, pero también un blanco sobre negro, a veces, y amarillos, y anaranjados, al estilo de los atardeceres de verano… rojos… azules pocos… verdes en abundancia, con todas las variaciones del verde, verde botella, verde bandera, verde veronés, y sobre todo un verde vejiga que tiraba a amarillento terroso. Aquel verde le entraba en el pabellón auditivo como un silbido, porque era un verde traído por un sonido que hacía ssssssssssss… Eran letras sibilantes, serpentinas, y el verde que le silbaba en los oídos como por arte de magia se transformaba en su paladar en un gusto amargo, como si masticara una hoja de cardo. A aquel verde lo llamaba verdehiel. Y eran muchas las cartas que le llegaron al día, llegó a recibir diez, veinte e incluso más, hasta por la noche, él por fin dormía, después de tantos esfuerzos por dormir, tal vez ni siquiera soñara, estaba apagado como cuando una radio está apagada, que no recibe… al contrario, se hacía la ilusión de haber interrumpido el contacto, al estilo de cambio y corto, y por el contrario no, había cambiado pero no había cortado… la cosa empezaba con un chisporroteo, no sabría bien cómo llamarlo, exactamente igual que cuando giras el sintonizador de la radio y oyes una voz friéndose, en ese momento se despertaba, se incorporaba en las almohadas, inmóvil en la oscuridad del dormitorio, estaba llegando una carta, aquel extraño cartero llamaba, insistía con un timbre que chisporroteaba en la oscuridad como una parrilla ardiente sobre la que hubieran dejado a asar sus orejas, frrrrrr frrrrrr frrrrrr, y no es que estuvieran escritas todas con tinta negra o verdehiel, también podían ser azules, incluso de un azul cerúleo amasado de infancia y de recuerdos perdidos… Querido Ninototo, en las paredes de los establos escribiste por todas partes con carboncillo Ninototo Ninototo, y a mí me pareció divertido, porque nadie te ha enseñado a escribir, así que has aprendido tú solo, pero esta mañana he encontrado la misma pintada en toda la tapia de la granja, acompañada de palabras que nunca te había oído decir, y he tenido que llamar a Amilcare, a quien le han hecho falta dos cubos de cal para tapar todas las pintadas, palabras así, mi querido Ninototo, no pueden escribirse, porque los campesinos como Amilcare se escandalizan, ellos los domingos van a misa y el cura les castiga si dicen palabras como ésas, y encontrarlas escritas les causa impresión, ellos son respetuosos y creen en dios, y ¡hay que dejarles que crean en dios, y tú esas palabras puedes decirlas con tu abuelo cuando estáis juntos, pues si no, el abuelo por San Juan no volverá a llevarte a la feria del pueblo como el año pasado, ¿entendido, Ninototo?… La voz del abuelo tenía una caligrafía azul. El abuelo custodiaba en el armario una camisa roja porque había sido garibaldino, y un sable depositado sobre la camisa roja que Ninototo podía ver el sábado por la tarde cuando el abuelo lo llevaba a su cuarto. Sin embargo, a pesar de la camisa roja, la voz del abuelo era de un azul cerúleo y Tristano, incorporado sobre las almohadas, ya despierto del todo, alarmado, veía bien la voz azul en la oscuridad del dormitorio. ¿Abuelo, decía dirigiéndose hacia la oscuridad, ¿por qué me has despertado? Por fin había cogido el sueño, duermo tan mal últimamente, escucha, abuelo, fue hace mucho tiempo, ya ni siquiera me acordaba, ha pasado tanto tiempo, abuelo, ya soy tan viejo como tú, mejor dicho, más, por favor, abuelo, descansa en paz y deja que descanse yo también, pero cómo se te ocurre mandarme esta carta precisamente ahora, con lo que me había costado quedarme dormido, sabes, ahora estoy solo, ya no tengo a nadie, aquel hijo a quien amé como si fuera mío llevaba la muerte consigo… tan amable, tan delicado, ¿será posible?… abuelo, yo me equivoqué cuando era pequeño, comprendo que tú me lo reproches pero ¿es que quieres decirme tal vez que también de mayor me he equivocado y por eso me escribes, abuelo?


…Otra carta, es difícil establecer su color, tal vez no tuviera color. Mi amado Clark, de ahora en adelante te llamaré siempre así, dado que aquí nadie sabe tu nombre, tú has dicho dos o tres pero sólo el comandante sabe el verdadero, te llamaré Clark porque con tu mechón sobre la frente y la sonrisita irónica te pareces a un actor de mi país que a mí me gusta mucho, pero tú me gustas más, y cómo me gusta cuando por las noches me estrechas entre tus fuertes brazos, pero esta noche no podremos estar juntos, mi amado Clark, sé que bajarás al valle con el pelotón que te han confiado, yo bajaré con el pelotón Gesso, tú por la ladera este, yo por la oeste, el comandante me ha ordenado por fin entrar en acción, es ésa la razón por la que me soltaron en paracaídas sobre estos montes, él se queda solo, pero no tiene nada que temer, los soldados del ejército saboyano harán buena guardia, pero mañana por la noche estaré de nuevo en tu refugio, te lo prometo, me parece que después de esta acción me obedecerás como es tu deber y dejarás de llamarme Rosamunda, que no me gusta, yo me llamo Marilyn, y tú ¿cómo te llamas?, Clark, dímelo… Otra, verdehiel. Tristano, qué malo eres, tu proposición es indecente, yo he tenido una historia paradójica y ajena a mi verdadera vida porque mi corazón ha permanecido ocupado siempre por mi frustrado amor por ti, sólo tenía mi limitado espacio para una compañía masculina y esa situación paradójica era la única que paradójicamente me iba bien… no fui yo quien te traicionó en el monte, fuiste tú quien quisiste pensarlo, y tú sabes por qué, sabes lo necesario que te era pensar que alguien más traicionaba… Otra, de generoso color. Querido camarada, no te escribo como comandante, te escribo como camarada, permíteme que te llame así, aunque tal vez no compartas el sentido profundo de esta palabra, he apreciado mucho tus posiciones y la honestidad con la que me has declarado tus ideas políticas, no quisiera que pensaras que te considero un intelectual burgués, como me has acusado de juzgarte, ni quisiera tampoco que tú me consideraras un partidario irreductible del proletariado, como se desprendía de tus palabras, palabras que no me han ofendido en absoluto, es importante que lo sepas, porque yo respeto tu ideas como espero que tú respetes las mías, eres valiente y te aprecio como hombre y como combatiente, pero acerca de nuestras ideas ya discutiremos con calma cuando todo haya terminado, por ahora tenemos que disparar a1 enemigo, no me parece adecuado el que nos tiroteemos los unos a los otros… Otra, amarilla. Tristano, me estoy dando cuenta de que en tu país nadie quiere asumir sus propias responsabilidades, como si todo lo que ha pasado, todo aquello por lo que vinimos a liberaros no fuera culpa de nadie, y eso les permite a unos cuantos flirtear con los países comunistas, como si los totalitarismos os gustaran de todas formas, yo por ahora me quedo en España, de volver a mi Cincinnati no tengo ganas, Spain is different, de verdad, y el fantasma del viejo Ernest, que aquí está por todas partes, es mi amuleto… pero ¿por qué te quedaste en aquella estacioncita perdida, por qué no te viniste conmigo, es que quizá tenías miedo a comprender? Otra, negra, de negros paramentos. Tristano, te lo había confiado y no has sabido protegerlo, y ahora no eres capaz de cortarle la cabeza a la Medusa que lo había hipnotizado, eres el mismo cobarde de otros tiempos.


…Perseo consiguió cortarle la cabeza a la Medusa, cuya mirada tenía el poder de petrificar a las personas porque se había llevado un espejo, y cuando tuvo su trofeo en sus manos, sujetándola por los cabellos hechos de serpientes, pudo liberar a Andrómeda que estaba prisionera del monstruo marino, y después se casó con ella… La estrella principal de la constelación de Andrómeda se llama Algenib, o bien Mirfak… son nombres árabes… cuánto han navegado los árabes, siempre surcando los mares y mirando las estrellas… Algenib, en árabe, quiere decir que está a la derecha, y es la más luminosa, puede verse perfectamente bien incluso a simple vista… es mil veces más luminosa que el sol, pero la más conocida es Algol, que quiere decir cabeza del demonio, evidentemente era más útil para los navegantes, quién sabe por qué… las Perseidas son estrellas fugaces que provienen de la constelación de Perseo, los astrónomos dicen que son restos de cometas que sobrevivieron, sobreviven quién sabe desde hace cuánto tiempo, pueden verse alrededor del diez de agosto, quizá si te asomas a la ventana consigas verlas, yo las veía siempre, era como una cita, cada diez de agosto, pero seguro que el diez de agosto ha pasado ya hace bastante, yo en esta cama he perdido la cuenta.

He desembarcado en esta isla a media tarde. Desde el ferry veía cómo el diminuto puerto se iba acercando, con la pequeña ciudad blanca acuclillada en torno al castillo veneciano y pensaba, tal vez esté aquí. Y mientras recorría las callejuelas escalonadas que llevan hasta la torre, con mi equipaje que cada día se hace más ligero, en cada escalón repetía, tal vez esté aquí. En la placita bajo el castillo, una terraza desde la que se domina el puerto, hay un restaurante popular, con viejas mesitas de hierro dispuestas a lo largo de un pequeño muro, dos parterres con dos olivos y geranios muy rojos en macetas rectangulares. Unos cuantos viejos están sentados en el poyete y hablan en voz baja, los niños corren alrededor del busto marmóreo de un capitán bigotudo que fue un héroe de las guerras balcánicas de los años veinte. Me he sentado en una mesita, he dejado mi equipaje en el suelo y he pedido el plato típico de la isla, conejo con cebollas aromatizado con canela. Se dejan ver los primeros turistas, junio está en puertas. Estaba cayendo la noche, una noche transparente que ha transformado el añil del cielo en un violeta encendido, y después la oscuridad, donde ha quedado el añil. Sobre el mar brillaban las luces de las aldeas de Paros, que parecía estar a dos pasos. Ayer, en Paros, conocí a un médico. Es un hombre del sur, de nuestra Creta, me parece, aunque no se lo pregunté. Es un hombre bajo y robusto, con venitas en la nariz. Yo miraba el horizonte y él me preguntó si estaba mirando el horizonte. Estoy mirando el horizonte, le contesté. La única línea que quiebra el horizonte es el arco iris, dijo él, el engaño de un reflejo óptico, una pura ilusión. Y estuvimos hablando de ilusiones, y sin querer le hablé de ti, mencioné tu nombre sin mencionarlo, y él me dijo que te había conocido porque te había suturado las venas un día que te cortaste las muñecas. No lo sabía, y eso me conmovió, y pensé que en él hallaría un poco de ti, porque había conocido tu sangre. Así que lo acompañé a su pensión, se llamaba Thalassa, estaba efectivamente en el paseo marítimo, y era escuálida, ocupada por alemanes de clase modesta que vienen a pasar sus vacaciones en Grecia y detestan a los griegos. Pero él no era como ellos, era muy amable, se desnudó con pudor, y tenía un miembro pequeño, algo retorcido, como ciertas estatuas de sátiros de las terracotas del museo de Atenas. Y no deseaba tanto una mujer cuanto sobre todo palabras de consuelo, porque era infeliz, y yo fingí dárselas, por humana piedad. Te he buscado, amor mío, en cada átomo que de ti está disperso en el universo. He recogido cuantos de ellos me ha sido posible, en la tierra, en el aire, en el mar, en las miradas y en los gestos de los hombres. Te he buscado incluso en los kouroi, en la lejana montaña de una de estas islas, sólo porque una vez me dijiste que te habías sentado en el regazo de un kouros. La ascensión no fue fácil. El autocar me dejó en Sypouros, si es así como se llama una aldea desconocida incluso para los mapas geográficos, y después quedaban tres kilómetros que recorrer a pie, subí lentamente la carretera de tierra en curva que más adelante baja hacia un valle de olivos y cipreses. Había un viejo pastor por la carretera, y sólo le dije la única palabra que importaba: kouros. Y en sus ojos brilló una luz de complicidad como si hubiera entendido, como si supiera quién era yo y a quién buscaba, que te buscaba a ti, y sin decir una palabra extendió una mano indicándome el camino, y yo recogí el gesto que me guiaba y aquella luz que brilló un instante en sus ojos y me los guardé en el bolsillo, mira, aquí los tengo, podría disponerlos sobre la mesita de esta terraza donde estoy cenando, son otras dos piedrecitas de esta pintura al fresco reducida a migajas que estoy recogiendo desesperadamente para reconstruirte, más allá del olor del hombre con el que he pasado la noche, el arco iris sobre el horizonte y este mar celeste que me angustia. Pero, sobre todo, una ventana enrejada que encontré en Santorini, por la que se encaramaba una vid, y desde la que se veía el vasto mar y una placita. El mar eran infinitos kilómetros, y la placita unos cuantos metros cuadrados, y entretanto me acordaba de poesías que hablan de mares y de plazas, un mar de tejas refulgentes que una vez vi contigo en un cementerio, y una placita donde las personas que la habitaban habían visto tu rostro, y así, mentalmente, yo te buscaba en el refulgir de aquel mar porque tú lo habías visto, y en los ojos del mercero, del farmacéutico, del viejecillo que vendía café helado en aquella placita, porque te habían visto. Esas cosas también me las guardé en el bolsillo, en este bolsillo que soy yo misma y mis ojos. Un pope ha salido al atrio. Sudaba con su ropa negra y recitaba una liturgia bizantina donde el kyrie tenía un sabor a ti. Hay un barco en el horizonte que deja en el azul una estela de espuma blanca. ¿Serás tú también? Tal vez. Podría metérmela en el bolsillo. Pero mientras tanto una prematura turista extranjera, prematura para la temporada, porque su edad es casi venerable, telefonea desde el aparato abierto al viento y a los pasantes, delante del mar, y dice, Here the weather is wonderful. I will remain very well. Y ésa es una frase tuya, la reconozco incluso dicha en otro idioma, pero en este caso es sólo la traducción aproximada en inglés, hecha por una turista, de lo que tú ya has dicho, lo sabemos bien. La primavera ha pasado para nosotros, mi querido amigo, mi querido amor. Y ya ha llegado el otoño, con el amarillo actual de sus hojas. Mejor dicho, hay un pleno invierno en este precoz verano refrescado por la brisa que esta noche sopla sobre la terraza asomada al puerto de Naxos. Ventanas, eso es lo que nos hace falta, me dijo una vez un viejo sabio en un país lejano, la vastedad de lo real es incomprensible, para comprenderlo es necesario encerrarlo en un rectángulo, la geometría se opone al caos, por eso los hombres han inventado las ventanas que son geométricas y toda geometría presupone los ángulos rectos. ¿Será que nuestra vida está subordinada también a los ángulos rectos? Ya sabes, esos difíciles itinerarios, hechos de segmentos, que todos nosotros debemos recorrer simplemente para llegar hasta nuestro fin. Tal vez, pero si una mujer como yo piensa en ello desde una terraza abierta sobre el mar Egeo, en una noche como ésta, comprende que todo lo que pensamos, lo que vivimos, lo que hemos vivido, lo que imaginamos, lo que deseamos no puede estar gobernado por las geometrías. Y que las ventanas son sólo una pávida forma de geometría de los hombres que temen la mirada circular, donde todo entra sin sentido y sin remedio, como cuando Tales miraba las estrellas, que no entran en el recuadro de la ventana. Todo lo he recogido de ti, migajas, fragmentos, polvo, huellas, suposiciones, acentos que han quedado en voces ajenas, algunos granos de arena, una concha, tu pasado imaginado por mí, nuestro supuesto futuro, lo que hubiera querido de ti, lo que me habías prometido, mis sueños infantiles, el enamoramiento que de niña sentí por mi padre, algunas absurdas rimas de mi juventud, una amapola al borde de una carretera polvorienta. Incluso eso me lo he metido en el bolsillo, ¿lo sabes?, la corola de una amapola como esas amapolas que iba a coger en las colinas en mayo con mi Volkswagen, mientras tú te quedabas en casa grávido de tus proyectos, atendiendo a las complicadas recetas que tu madre te había dejado en un librito negro escrito en francés, y yo te cogía amapolas que tú no sabías comprender. No sé si tú has depositado tu semen en mí o viceversa. Cada uno es sólo él mismo, sin la transmisión de la carne futura, y yo sobre todo, sin nadie que recoja mi angustia. Todas estas islas he recorrido, todas buscándote. Y ésta es la última, como yo soy la última. Después de mí, basta. ¿Quién podría seguir buscándote, sino yo? Nadie puede traicionar así, cortando el hilo. Sin que ni siquiera yo sepa dónde descansa tu cuerpo. Te entregaste a tu Minos, de quien creías haberte burlado pero que al final te engulló. Y de este modo he descifrado epígrafes en todos los cementerios posibles, en busca de tu nombre amado, donde poder por lo menos llorarte. Dos veces me has traicionado, y la segunda escondiéndome tu cuerpo. Y ahora estoy aquí, sentada ante una meska de esta terraza, mirando inútilmente el mar y comiendo conejo con sabor a canela. Un viejo griego indolente canta una canción antigua a cambio de una limosna. Hay gatos, niños, dos ingleses de mi edad que hablan de Virginia Woolf y un faro en la lejanía del que no se han percatado.


Yo te saqué del laberinto, y tú me hiciste entrar en él sin que para mí haya salida que valga, ni aunque sea la postrera. Porque mi vida ha pasado, y todo se me escapa sin posibilidad de nexo alguno que me devuelva a mí misma o al cosmos. Estoy aquí, la brisa acaricia mis cabellos y yo voy a tientas en la noche, porque he perdido mi hilo, ese que te di a ti, Teseo…


…¿te gusta? He estado pensándolo toda la noche, la he vuelto a escribir de memoria palabra por palabra, pero estoy seguro de que tú la mejorarás al escribirla, hazla más conmovedora, si eres capaz… a mí no se me da bien lo de la conmoción, pero aquí viene realmente al caso porque ésta es una carta que provenía realmente de la nada… ¿Quién le había escrito a Tristano esa carta y de qué abismos emergía como un mero que remonta inexorable el tiempo desde sus simas hasta que un día sale a boquear a ras de agua? ¿Vivía aún esa mujer que buscaba su tumba? ¿Y para qué, para excavarse quizá una fosa al lado de la suya? Daphne ya no existía, pero quedaba su voz, y por lo tanto su buscarlo. ¿Podemos sobrevivimos a nosotros mismos? Quién podría decirlo… Con los ojos desorbitados bajo la canícula agosteña, con las palabras de una carta sin carta entre las manos, ectoplasma del remordimiento condensado en el aire como un gas de amoniaco salido de una tubería agujereada, inmóvil permanecía Tristano encandilado en el blancor del mediodía, en cueros como un animal, tal y como había huido de la casa presa de sus voces, invocando espíritus que lo invocaban… el péndulo miembro flaccido, aguja de brújula inútil, señalaba un punto no cardinal que él comprendió que era la tierra, y más que la tierra, lo inferior, y más que lo inferior, el abismo y lo eterno… y el resplandor de la luz de golpe se transmutó en tiniebla, cegada tiniebla que todo engulló… Levantó los brazos como si se tambaleara y se sintió inquilino de la nada, reducido a la nada él mismo. ¿Estaba ya muerto, tal vez? Quién podría decirlo, quién podría decirlo… Nadie puede decirlo, escritor, eso sólo lo sé yo, y tal vez ni siquiera yo, porque uno no se muere sólo por fuera, se muere sobre todo dentro.


Seré sincero, antes de que llegaras, había pensado contarte todo acerca de Mavri Eliá, de ello no ha hablado nunca nadie y tú también por suerte en tu libro lo ignoras… y me decía que iba a restablecer los equilibrios. Qué estúpido, como si en la vida hubiera equilibrios que restablecer… y, en cambio, se me han pasado las ganas. Mavri Eliá le pertenece sólo a Tristano, por qué habría de dártela a ti, tú no te la mereces… como mucho te diré algo esencial, me limitaré a lo que suelen llamarse hechos. Porque además, ¿qué quiere decir eso de los hechos?… pero dejémoslo así, los hechos… por ejemplo, cuando desapareció… cuando falleció, como dirían esos que usan expresiones del tipo me veo en la obligación, mi más sentido pésame. Estupideces, las personas no mueren, me veo en la obligación de precisar, quedan sólo hechizadas… lo dijo un escritor al que deberías conocer, nosotros quedamos hechizados por aquellos que nos aman, pero por aquellos que nos aman mucho mucho mucho, nos quedamos ahí, flotando en el aire como globos, pero no nos ve nadie, sólo nos ven aquellos que nos aman, pero aquellos que nos aman mucho mucho mucho, y ellos, poniéndose de puntillas, con un pequeño impulso, un saltito de nada, nos cogen de las piernas que ya se han vuelto de aire y nos arrastran hacia abajo, reteniéndonos, pues, si no, empezaríamos otra vez a volar, a levitar, pero ellos, cogiéndonos del brazo, nos retienen aquí abajo, en ese abajo en el que están ellos, como si nada hubiera pasado, como se montan ciertas pequeñas ficciones en la vida, por conveniencia social, para no quedar mal con el tendero o con el del estanco que te conoce de toda la vida y que diría pero qué raro ese de ahí paseando del brazo con su mujer que fluctúa en el aire… Y así le sucedió a él, a Tristano, era un domingo, y aunque no lo fuera, da igual, porque he decidido que las cosas importantes de la vida de Tristano sucedieron en domingo, y si tú lo escribes en el libro que escribirás se volverá cierto, porque escritas las cosas se vuelven ciertas… y estábamos en agosto, porque he decidido que las cosas importantes de la vida de Tristano sucedieron un domingo de agosto y si tú lo escribes se volverá cierto eso también, verás… él deambulaba por una Plaka desierta y pensaba en ciertas miradas melancólicas de ella, en ciertas veladas melancólicas en Malafrasca, Daphne meditabunda delante de las ventanas abiertas sobre el llano, las lámparas de petróleo, y su voz marcada por el acento cretense que decía, Tristano, una voluntad mía, cuando muera no quiero ser enterrada aquí, en este llano donde hay un cementerio lleno de niebla, llévame a mi casa y haz que me incineren, y las cenizas espárcelas en mi mar, entre mis islas del Egeo, pero no con un gesto dramático, por favor, de manera sencilla, vete por ahí, de una isla a otra, haz que algún pescador te preste una barca, te alejas un poco de la playa, pero no mucho, en Sifnos, en Naxos, en Paros, y me vas echando un pellizco aquí, un pellizco allá, y por favor, tú túmbate desnudo en el fondo de la barca, como cuando hacíamos aquellas excursiones porque tú te empeñabas en pescar gambusinen y no los pescabas nunca, y acabábamos haciendo el amor y la barca cabeceaba peligrosamente y tú gritabas ¡naufragio próximo!… Tristano se entretuvo con el mercero de Plaka, ella estaba tendida en la capilla bizantina de ahí al lado, hacía un calor… y él pensaba que al mercero se le ocurriría la forma de hacer que la encontrara de nuevo porque la había conocido de pequeña, pero el mercero no se acordaba, entonces Tristano se acercó al quiosco de bebidas y preguntó al hombrecillo, se acuerda de una mujer que de niña compraba a veces caramelos aquí, se llama Daphne, más conocida por Phine, sus amigos siempre la han llamado así, está tendida en un ataúd en la capilla de la placita de aquí al lado, ¿se acuerda de ella, podría hacer que me la restituyeran?, he oído decir que a veces ocurren estos sortilegios y estoy intentándolo… Pero el hombrecillo del quiosco no se acordaba de Daphne, lo siento, me decía, pero es que hay tantas Daphnes en Grecia… y entonces Tristano se dirigió a la mujer sin piernas que vendía violetas y la mujer sin piernas que vendía violetas se acordó enseguida, dijo claro, claro, aquella chica que tenía dos ojos que parecían dos aceitunas negras, ha pasado mucho tiempo pero me acuerdo muy bien, mira que no se ha esfumado en la nada, está ahí a tu lado, a la altura de la rama de aquel naranjo, basta con que la cojas de las piernas y con que tires hacia abajo… Son extrañas las magias, escritor, porque fue dicho y hecho, Tristano se dio la vuelta y vio a Mavri Eliá que estaba fluctuando a la altura de una naranja y le dijo, pero qué estúpido, con la vejez debo de haber perdido vista, estabas justo aquí detrás de mí y no me había dado cuenta, menos mal que estaba esta señora que vende violetas y que me ha explicado que sólo estabas hechizada… Gracias, señora, le dijo a la mujer sin piernas que vendía violetas, bajó a Daphne del árbol y echaron a caminar por Plaka, contrariamente a lo que él había creído era un día de invierno, y Daphne le dijo, entra en mi portal, están disparando, es peligroso, y tú has matado a un oficial alemán.


Ferruccio decía siempre que los organismos inferiores poseen una vitalidad mayor que los más evolucionados. Debe de ser la teoría de alguien que murió joven, las personas que piensan eso deberían morir jóvenes, aunque no fuera más que por coherencia… Tengo una historia que podría contarte, es un apetitoso bocado, no lo sospecha absolutamente nadie, pero ahora estoy cansado y supongo que debe de estar bien entrada la noche, necesito dormir… te la contaré de forma sintética, pero tendrás que emperifollarla un poco, porque apasionante precisamente no es que sea… ahora, sin embargo, lo que necesito realmente es dormir, el aliento no me sostiene. Mañana por la mañana vente pronto, por favor, al alba, incluso, total me encontrarás despierto, ya no me queda mucho tiempo, quiero morir antes de que termine agosto, y septiembre está en puertas, me lo siento.


Me da a mí que ya estamos llegando al final, te lo digo porque esta noche pensaba que iba a entrar en el círculo… quiero decir, hace ya tiempo que estoy trotando a su alrededor… divertido el verbo trotar para alguien que tiene la pierna en este estado, ¿te lo imaginas?… yo sí que me lo imagino, intenta hacerte una idea, un vejete reseco, totalmente desnudo, envuelto en una sábana, arrastrando una pierna roída, que brinca en una explanada desierta dando vueltas en círculo… si lo piensas te entran ganas de animarlo… ¡entra, venga, decídete, ánimo!… Hay una cosa que no pensaba decirte, lo he dudado hasta el final, para mis adentros pensaba que a fin de cuentas no añade nada, y además me decía que no es que mejore gran cosa la figura de Tristano… al contrario, y además me parece haberte estropeado ya lo bastante tu personaje… estropeado no es la palabra adecuada, sin embargo… las miserias… verás, un escritor se inventa su personaje y en cierto modo lo purifica… no me estoy explicando bien, no es que lo purifique, es que en cualquier caso, aunque le haga vivir una vida humana, y la vida de los hombres está llena de miserias, el hombre es un animal cruel, pero en todo caso es una vida de papel, y sobre el papel las miserias no huelen… en cambio, si ciertas cosas te las dice alguien que las ha vivido, y por si fuera poco quien te las cuenta está allí en carne y hueso, junto a ti, y respira, y acaso su carne ni siquiera esté en óptimo estado, esas miserias son menos asépticas, no sé si me explico… Sin embargo, cuando uno llega al final… en definitiva, he pensado que gracias a ti se convertirán en papel, y así las harás más abstractas. Pero miserias no son… quién sabe, a veces es tan difícil distinguir entre crueldad y justicia… matar… en el sentido de asesinar… Tristano era un pacifista, esto lo sabes desde aquella lejana entrevista, antes de que hiciera que se perdiera su rastro, y sobre todo era contrario a la pena de muerte, esa obtusa, burocrática, aplicada por el estado, la muerte en papel timbrado… claro, pero eso es una cuestión de principios, valdría si el mundo fuera perfecto, y si sigues ese principio hasta sus últimas consecuencias, entonces tendrías que ir a abrazar a ese general chileno que asesinó a miles de personas en los estadios, venga, vete a darle un abrazo y explícale qué es el amor al prójimo, quizá hasta os hagáis amigos… Por desgracia, el mundo no es como se lo imaginaba Tostoi, convencer al asesino con la fuerza del amor y del perdón… hermosa desde luego, esa utopía. Hitler había prometido que los nazis reinarían mil años en Europa, ¿crees que habría que haberle dejado actuar en nombre de nuestros principios de amor y fraternidad?… Nuestros principios excluyen el homicidio, pero matar al tirano, quiero decir a la Bestia, esa que aspira a devorar nuestros principios, no contradice nuestros principios… En todo caso, el dilema te lo dejo a ti, a mí ya no me atañe… Pero seré breve, no me apetece demorarme en los detalles, y además en esta historia no son necesarios, basta con que sepas que Tristano no estaba solo y que el coche lo conducía Taddeo. Un detalle, Tristano ya no era tan joven, es más, ya era viejo y necesitaba compañía… y también Taddeo era bastante viejo, pero era la compañía que le hacía falta… No, escucha, he cambiado de idea, de esta historia te contaré sólo los detalles, lo prefiero, omitiré lo esencial, total, ya lo entenderás por tu cuenta… quiero decir, cómo había llegado Tristano a desentrañar la madeja, cómo había encontrado el lugar exacto, quién lo había ayudado en sus investigaciones… no nos interesa. Taddeo conducía el coche y Tristano canturreaba una especie de cantilena, ay, luna luna luna el niño la mira mira el niño la está mirando… Una leyenda gitana dice que la luna llena rapta a los niños, el niño que le había raptado ya no era un niño, pero para él seguía siendo un niño… Proserpina tapa a los difuntos con blancas sábanas, luna luna luna ábrenos el camino… la carretera estaba blanca de polvo entre los matorrales bajos, y los faros la volvían más blanca aún… Tristano ya le había escrito una postal a Rosamunda, pero aún no la había echado, la tenía en la guantera… de aquel pueblecito se habían ido todos, iba a ser transformado en un complejo turístico, había precisado el guardia civil que les indicó el camino, pero especial, de élite, dado que los que ya se habían instalado allí eran turistas culturales, así los había definido, resumiendo, una comunidad de estudios, gente tranquila toda, reflexiva, no de esos jóvenes que van a las discotecas u organizan fiestas con música, molestando a los vecinos y después se emborrachan y tenemos que intervenir nosotros… Y la vivienda era realmente elegante, vista desde fuera, una vieja casa campesina reestructurada por un arquitecto inteligente, de esos que recuperan y no estropean el paisaje… Y también el inquilino era un señor elegante, amable, y los recibió amablemente, por otra parte ellos venían como amigos, pero cómo se las apañaron para ser recibidos como amigos no te lo digo, porque no es un detalle… y no es un detalle en absoluto cómo se desarrollaron exactamente las cosas, después de que se acomodaran en aquellos hermosos sofás cubiertos con chales tradicionales de Castilla y de que aquel amable señor les ofreciera un brandy excelente, un Carlos I envejecido, vale la pena subrayar este detalle, porque el brandy favorece la digestión, otro detalle importante, porque habían tenido una opulenta cena, Taddeo y él, detalle importante no sólo por el gazpacho y las angulas al horno, platos que Taddeo nunca había probado, sino porque si era después de cenar era por la noche, y más bien tarde… Un brandy que le gustó tanto a Taddeo que aceptó una segunda copa y después una tercera, y mientras se tomaba la tercera dijo, otro detalle, que aquella noche le hacía realmente falta, que necesitaba algo que le metiera algo de fuego en las venas… Y aquí estaríamos en lo esencial, y te lo evito como te prometí… me gustaría añadir sólo que antes de lo esencial Tristano había dejado sobre la mesita la fotografía de un muchacho sentado en un sillón de mimbre bajo una pérgola, con una jarra de agua delante y un libro entre las manos, está claro que es verano, y el muchacho tiene el pelo oscuro y liso, un rostro alegre y la sonrisa de quien sale al encuentro de la vida… Y al enseñar esa fotografía había dicho… había dicho… no me acuerdo, escritor, te lo juro, las palabras exactas no sabría repetírtelas, pero puesto que no es un detalle te digo el concepto, pongamos que hubiera dicho que tenía interés en especificar que aquel muchacho era su hijo y que lo había querido mucho… Y en ese momento aquel amable señor lo comprendió todo y se mostró mucho menos amable, como puedes imaginarte, Tristano no se limitó a aquellas palabras, porque ya que estaba allí, le interesaba saber de quién recibía las órdenes aquel amable señor… ¿de qué servicios, de los ajenos, es decir, de más allá del Atlántico, o de los del país? Y si se trataba de un producto nacional, ¿de los que desde la recta vía se habían desviado o de los que habían encontrado la recta vía? Pero éstos son detalles que dejo a tu reflexión, escritor, por lo demás, con buenas dosis de paciencia hay un dossier de varios miles de páginas en los archivos del parlamento de nuestra república… son los documentos de una comisión de nombre singular, en Europa no la tiene ningún otro país, es un récord del que sólo nosotros podemos presumir, se llama comisión parlamentaria de matanzas, esos documentos pueden ser consultados por los ciudadanos, si tienes tiempo, vete a echarles un vistazo, te los dejo de buena gana como te dejo este siglo… Y por fin, cuando las serpientes de la cabeza de Medusa se desplomaron, ellos salieron a la noche, Taddeo se puso otra vez al volante, lucía una hermosa luna llena, luna luna luna el niño la mira mira el niño la está mirando, cuando pasaron por delante de la placita de la iglesia, Tristano vio que en los muros del campanario había un buzón de correos, y le pareció el buzón de correos más indicado para la postal que le había escrito a Rosamunda, Miss Marilyn-Rosamunda, Pancuervo celeste, Cosmos. Ésa era la dirección… dirección ilocalizable para cualquier cartero de este mundo, pero a Tristano le gustó hacer una cosa así, era como si se hubiera quitado un peso de encima… In dreams begins responsibility, he hecho lo que me pedías en sueños, un adiós de Tristano.


…En la lejanía se veían fuegos en los montes, pastores tal vez. Caía la tarde y un añil tenue teñía de turquesa la franja del llano, se le vino a la cabeza una palabra sepultada por los años, azulete, así se llamaba aquel líquido azul que las mujeres de la casa usaban para hacer la colada… y entretanto la carretera corría ahora derecha hacia la montaña, sobre una ladera se había encendido un racimo de luces, una aldea quizá, no, no es Tebas, dijo Ghiannis, aunque Tebas sea hoy una aldea, ya la hemos pasado pero no te has dado cuenta, debe de ser un pueblecito cualquiera, pero ahora nos esperan una serie de curvas, estamos subiendo hacia el Parnaso, que en la literatura parece una dulce colina y es en cambio un macizo enorme, quizá nos paremos a comer algo en Arachova… Y en aquel momento Ghiannis empezó a hablar de la guerra de Crimea, quién «Sabe por qué, y Tristano pensó en su maestra de primaria, que tanto le quería, en el Catón, y en aquel Parnaso de musas difuntas afloraron en la noche rostros sin rostro, el general Lamarmora y sus granaderos, y sobre todo una voz que cantaba avero un cavallino brizzolato… Pero la luna era un disco álgido, la carretera desierta, un perro vagabundo parado en el arcén de una curva parecía estar esperando a alguien, tenía el cuello en tensión y la cabeza levantada, como si aullara… Y con aquella imagen llegó otra voz, una de esas que se habían alojado en su interior, aunque quizá fuera siempre la misma con timbres distintos, y cantaba un lamento como una canción de cuna… Antheos, dijo, si sabes ese poema de las voces, recítalo en griego, por favor. No me llamo Antheos, dijo Ghiannis, me llamo Ghiannis. Da igual, contestó Tristano, tienes la misma voz que un amigo que conocí en Plaka hace muchos años, yo sin embargo le llamaba Marios, a veces nos hablan en sueños, a veces, en nuestra imaginación, las oye ¿el pensamiento… Empezaron a subir la ladera del monte bajo la que se extendía el olivar de Delfos, se detuvieron delante del onphalós… levantó los ojos. El cielo estaba bajo, con una costra espesa de niebla goteante. Tristano acarició la superficie redonda de la piedra y empezó a ascender hacia el templo de Apolo. Bajo el pórtico del tesoro de Atenas había un hombrecillo mal vestido que se protegía de la lluvia, tenía un buzuki sobre las rodillas y, en cuanto lo vio, empezó a rasgar las cuerdas de su instrumento. Tristano le dio una moneda y él empezó a canturrear una canción antigua quizá, de la que entendió a duras penas el estribillo, tram to teleftéo, después un drunga, drunga… era una música popular y triste… Le pidió al cantor ambulante que pronunciara mejor las palabras, que no entendía… Essürossa ki arghisame, ma osso ke na fteo, perpata na prolávume, to tran to teleftéo… me he emborrachado, se nos ha hecho tarde, sé que me he equivocado, pero apresurémonos a coger el último tranvía, drunga drunga suena el timbre en la noche, drunga drunga, es el último tranvía… Le rogó a Ghiannis que lo esperara y empezó a subir hacia el templo de Apolo, en precario equilibrio sobre el empedrado resbaladizo por la lluvia. Apoyó la mano en una columna trunca e hizo un gesto, en algún sitio había leído que de esa forma se solicitaba el oráculo. Se sentó bajo la lluvia y encendió un cigarrillo… De las Pitias ni sombra siquiera, naturalmente, todas estaban difuntas desde hacía siglos. Qué idiota, se dijo, recorrer tanto camino para llegar hasta allí, bastaba con que te concentraras bien, una bonita cefalea doméstica y la Pitia hubiera venido a domicilio… Había empezado a llover con más fuerza, se levantó, empezó a bajar lentamente en la oscuridad. A lo lejos, en el horizonte, se veían las farolas de la costa, Galaxidi… eran una fila de luces temblorosas, amarillentas, sólo una era blanca, qué extraña esa única luz blanca en medio de una fila de luces amarillentas, Tristano se la quedó mirando y aquella luz empezó a ir a su encuentro, se acercaba a una velocidad increíble hasta que lo arrolló como un meteoro, y él se encontró en una plaza fría y desierta, frente a un oficial nazi tendido en el suelo, mientras miraba con estupor su fusil, una muchacha abría un portal y le hacía gestos para que entrara… No era éste el enigma cuya explicación había venido a buscar, murmuró para sus adentros, este pasado lo tengo claro… Lo sé, contestó el ciprés, no es por este pasado por el que has venido hasta aquí… has venido para que tu verdadero pasado sea dicho por mi voz, porque tú no tienes valor para hacerlo, y de ese modo me encargas a mí, que predigo el futuro, el predecir lo que, habiendo sido ya, no podrá cambiarse… pues entonces escucha… un día, hace muchos años, tú te encontrarás en un bosque, en pleno monte, y será un alba lívida y fría, y tú estarás escondido detrás de una roca con una metralleta en la mano, esperando que los enemigos salgan de un caserío derruido… estarás impaciente, tembloroso de frío y de miedo, porque grave es la tarea que te aguarda y de ti dependen las suertes de todos tus compañeros y del ideal por el que te has echado a la lucha… y por fin aquellos enemigos saldrán, y tú con precisas ráfagas de metralleta los matarás a todos… ahora, sobre ese claro entre los montes ha caído un silencio sepulcral, y tú te levantas triunfante, eres el nuevo comandante de aquel manípulo, eres un héroe, los has matado a todos, has vengado también al viejo comandante con quien los enemigos han acabado… pero en aquel momento, he aquí lo inesperado, algo que hace que te latan las venas en las sienes y te deja helado… una mujer ha salido del caserío, tiene el pelo en desorden como quien no ha tenido tiempo de arreglarse después de la noche, y los ojos desorbitados por el asombro y el terror… te ve, se detiene en medio de la explanada, entre los cadáveres de los soldados, parece una estatua, y después te grita, ¡traidor!, ¡nos has delatado, tú, traidor!… Tú quisieras ir a su encuentro, decirle que no era más que un viejo comandante y que a cambio de uno solo los has exterminado a todos… pero no dices nada, es como si lo que pensaras se congelase en el aire sin hallar voz… ¿cómo es posible?… esa noche ella debía estar en una misión en el valle, y en cambio… mira dónde estaba… ahora le apuntas con la metralleta, ella está en el centro de la mira, un solo disparo y te habrás vengado y al mismo tiempo desaparecerá el único testigo de lo que sucedió de verdad, y tú serás un héroe perfecto… Pero no dispararás, eso la Pitia lo sabe, y lo sabes tú también… Peregrino, ¿sabías que ella pasaba las noches en ese caserío? ¿Por eso te convertiste en delator? ¿O bien porque realmente querías exterminar al pelotón alemán? ¿O bien porque aquel comandante que luchaba contra un enemigo común, pero creía en un futuro distinto a aquel en el que tú creías, era también enemigo tuyo?… Hay tres hipótesis en tu vida, peregrino, pero la Pitia no puede saberlas, porque ella puede prever los acontecimientos, pero no las voluntades que los provocan, porque a las Pitias les es dado conocer lo que acaece fuera de los hombres, pero no pueden leer en sus pensamientos.


…Y, en cambio, el mundo está hecho de actos, de acciones… cosas concretas que sin embargo después pasan, porque la acción, escritor, se verifica, sucede… y sucede sólo en aquel preciso instante, y después se esfuma, ya no está, fue. Y para que perdure hacen falta las palabras, que sigan haciendo que exista, que la testimonien. No es cierto que verba volant. Verba manent. De todo lo que somos, de todo lo que fuimos, quedan las palabras que hemos dicho, las palabras que ahora escribes tú, escritor, y no lo que yo hice en aquel lugar dado y en aquel momento dado. Perduran las palabras… las mías… las tuyas, sobre todo… las palabras que testimonian. El verbo no está al principio, está al final, escritor. Pero ¿quién testifica por el testigo? El problema es ése, nadie testifica por el testigo…


Feliz, infeliz, verás, no es ésa la cuestión que me planteo, escritor, lo que me consuela es que en la gran adición, en vuestra odiosa adición llena de cifras, yo no figuro como una unidad entre todas las demás, en la suma no he sido contado, bien, me queríais par y era dispar, he hecho que os equivocarais en vuestros cálculos… Es mi poema del lunes, o del martes… el del domingo lo he olvidado porque no me gustaba, y te regalo éste.


…Pero a pesar de lo que te decía antes, respecto a ti tengo una ventaja, amigo, yo soy voz, y la tuya sólo es escritura, la mía es voz… la escritura es sorda… estos sonidos que ahora oyes por el aire en tu página morirán, la escritura los fija y los mata, como un fósil confitado en el cuarzo… la escritura es una voz fósil, y ya no tiene vida, el espíritu que tenía con esas ondas que vibraban en el espacio se ha esfumado… dentro de poco mi voz no existirá ya, quedará tu escritura… claro, podrías grabarla con tu instrumento, pero estará muerta, también así serán siempre las mismas palabras, inmutables, sin voluntad hacia el infinito, no una voz, el simulacro de una voz… y en cambio, lo que te estoy diciendo, aunque lo diga a duras penas, con estas cuerdas vocales mías quebradas que graznan, estertorosas, estas palabras están vivas, porque son mi aliento, mientras siga teniéndolo… la voz es aliento, escritor, ponte a la escucha, ¿no oyes este pesado silencio de fuera roto por el llanto de la cigarra? Y el aliento bochornoso de esta campiña de agosto… ¿la oyes?… respira como tú y como yo, y a su alrededor todo respira, este globo que gira en el espacio, nosotros que giramos encima de él, y el espacio en el que giramos, y el universo en el que gira el espacio, y los universos en los que gira el universo… pero ahora no pienses en la rotación de la tierra, piensa más bien en mi cabeza, me ha estallado una cefalea, precisamente ahora que estoy llegando al final, las cefaleas se resisten a morir, resisten más que nosotros, mira a ver si encuentras algo en la cómoda, una pastilla cualquiera… e incluso dios, si existe, respira… quién sabe los pulmones que tendrá… cósmicos, diría yo, con alvéolos monstruosos que se abren y se cierran como mandíbulas, en una respiración sin medida, pero respira… hoy es para mí el último día, o el penúltimo, con tanta precisión no lo sé, pero fíate de lo que te digo, mi aliento está en las últimas, me lo siento, y por lo tanto la voz también, esta voz que te ha contado una vida como podía, discúlpame, hubiera querido hacerlo mejor, pero ya te harás cargo… la vida no se cuenta, ya te lo he dicho, la vida se vive, y mientras la vives ya se ha perdido, ha huido… de modo que lo que has oído es un tiempo resucitado, pero no es el tiempo de aquel aliento que estuvo vivo, ése fue un aliento irrepetible, sólo se puede relatar, como un gramófono… Y además mira, no te he contado nada nuevo, te he contado una historia antigua, la Historia esta historia nos la ha contado de mil maneras, pobre-cilla, a ella tampoco, al igual que a los hombres, le cabe en realidad mucha elección, debe de haberlo dicho alguien… por esta razón alguien tiene siempre que sacrificarse, por una buena causa… al principio de nuestra historia le tocó a Judas, y mira el desprecio que le ha perseguido, habría que pensar con más atención en el sacrificio que hizo, no era nada fácil tomar esa determinación, aun por una buena causa, era una elección suprema, la elección de las elecciones, se merecería una rehabilitación, visto que hoy en día se rehabilita a ciertos tipos nada recomendables… hay un colega tuyo argentino que ha afrontado este enigma como pocos, lo he leído una y otra vez… grandioso… pero hace de ello un teorema, tal vez conociera poco la vida, conocía mejor sus mecanismos, esos que se llaman paradigmas… Pero si escarbas debajo de los paradigmas a menudo encuentras mierda, y ésta es difícil de resolver, la mierda carece de solución… Hablas de un héroe y puede que te encuentres con la mierda… ¿y qué haces con ella, una estatua? Por qué no, la palabra impresa tiene esta función, en el fondo, ella también se dirige a la memoria futura como las estatuas, memoria y olvido a la vez, porque lo primero será engullido algún día por lo segundo… pero si no fuera más que olvido, ya sería bastante, porque antes habría memoria, que según se dice se refiere a la realidad, y me temo que las palabras se hacen la ilusión de aferrar la realidad… para mí describen sólo su mecanismo, y ya estamos otra vez con el paradigma… Pero por debajo, la vida… la vida pulula como cuando levantas una piedra y encuentras un hormiguero y las hormigas huyen en todas direcciones… nosotros a eso lo llamamos hormiguero, y con eso nos entendemos, pero el hormiguero está formado por hormigas, y entretanto han huido todas. ¿Qué te queda? Un agujero. Excava, venga, excava.


Quién sabe cuánto te odiarán por haber contado mi historia… y por si fuera poco, en el país en el que te toca vivir… y en el siglo en el que estás entrando. Sabes, hay alguien a quien los judas comunes, esos que traicionan por traicionar, odian sin tregua, y es precisamente a Judas, quien traicionó por fidelidad… pero tú no hagas caso, has tenido un privilegio, has escuchado la voz de Tristano, su viva voz, como suele decirse, ya no la oirá nadie más porque estará muerta. Ahora Tristano está cansado de verdad, ya no le queda aliento, lo notarás, tendría ganas de dormir, pero no el breve sueño de una inyección, un sueño largo y tendido, tan largo como debe serlo el sueño que compense las fatigas de haber vivido… Es hora de que los párpados se cierren y extiendan por dentro una sombra más oscura que estas persianas… No me dices nunca a qué día estamos, o tal vez sea yo quien lo olvide, pero sigue siendo agosto, la canícula se está acabando, advierto algo que huele a septiembre, no sé qué, de septiembre, pero yo me he adelantado, se la he jugado… ¿Sabes lo que está viendo Tristano, detrás de los párpados? Está viendo una noche de agosto de hace muchos pero que muchos años, él es un niño que está sentado sobre las rodillas de su abuelo, y están en la era de esta hacienda y el abuelo conoce bien el cielo y le ha prometido que esa noche se lo explicará, el abuelo es un hombre arisco, ha bajado hasta Sicilia para disparar contra los Borbones y conserva una camisa roja en una cómoda que huele a naftalina, todos le hablan de vos, pero el niño puede hablarle de tú, y con él el abuelo se ríe a menudo, ahora le ha cogido la mano y la guía en lo alto, hacia el cielo estrellado, y le dice que cierre un ojo como si apuntara con un mosquetón, un poquito más río arriba, un poquito más río abajo, ¿ves?, ésa es Orion, detrás de nosotros está el septentrión, que tu abuelo llama río arriba, ¿entendido, Ninototo? El abuelo tiene ahora una voz curiosa bajo los párpados cerrados de Tristano, el abuelo y el niño a quien le está hablando son la misma persona, qué extraño. Pero ¿es acaso más extraño que el cielo, con todas las estrellas que están ahí desde siempre?… Las cosas del mundo son tan viejas que a fuerza de ser viejas se rejuvenecen, como si estuvieran cansadas de ser viejas. Empecemos por el poniente, dice el abuelo, mejor dicho, no, empecemos por el meridión, que tu abuelo llama río abajo cuando habla con los vaqueros. Empecemos por el meridión porque allí está Pegaso, el Caballito, ahora te lo enseño, sigue mi dedo, he oído que por la noche la abuela te canta la canción del caballito atigrado para que te quedes dormido, tenía un caballito atigrado, contaba los pasos que daba la luna… eso es, son esas estrellas de ahí, se llama así porque tiene una historia, es el caballito que Mercurio le regaló a un amigo suyo, pero los griegos a Mercurio lo llamaban Hermes, las estrellas las descubrieron antes los griegos, porque vinieron antes, pero las estrellas estaban antes que nadie, en cambio, eso es el este, es el Oriente, todo vino de allí, de oriente, todo viene de allí, de ese Oriente magnífico y antiguo donde los hombres comprendieron las cosas en abstracto, nosotros estamos aguas abajo, Ninototo, no hemos descubierto nada aunque nos creamos los mejores, pero ahora el razonamiento me estaba llevando lejos, retomémoslo con calma, cerca del Caballito está el Cisne y ésa es la estrella más luminosa del Cisne, se llama Albireo, con mi catalejo se ve el color que tiene, es anaranjado, y cerca de ella está Deneb, como la llamaron los árabes, es decir, la cola… pero no, me he equivocado, es más luminosa Deneb, tiene un compañero, pero es un compañero extraño, sólo se deja ver cada cinco años, en aquella constelación fue transformado un jovenzuelo que se llamaba Faetón, era uno como Amilcare, que conduce un carro de bueyes, sólo que Faetón conducía el carro del sol, pero como no prestó atención, acabó en un terraplén y los dioses le transformaron el carro en esas estrellas que ves. Ahora nos desplazamos y tú sigue mi dedo, allí encontrarás Capricornio y Acuario, son estrellas débiles, parecen farolillos de camposanto, yo no las veo, me haría falta el catalejo, pero tú tienes buena vista… ¿que cómo es que me lo sé de memoria? Porque el cielo es igual cada verano, Ninototo, siempre igual, y yo lo he mirado cada verano de mi vida…


Hoy todo el mundo se habla de tú, te habrás dado cuenta, es una forma expeditiva y falsamente confidencial. A mí no me gusta, porque es irrespetuoso… Yo creo que cuando dos personas se aprecian deben hablarse de usted, es una forma que indica civilización y respeto por el otro. Y además marca esa distancia necesaria para que uno haga entender al otro que aunque nos conozcamos bien, incluso de forma íntima, sabiendo nuestros respectivos secretos, hacemos como si no fuera así, como si ciertas cosas no las supiéramos, y lo hacemos para que el otro se sienta más cómodo, como cuando alguien te ha confesado algo importante, que no le diría a nadie, pero tú hacías como si te hubieses distraído un momento, no exactamente así, claro, lo has escuchado con mucha atención, sin embargo… eso es, es como si tú ya no pensarás en ello, eso te lo has metido en un cajón secreto de tu corazón y has echado la llave… Ahora que ha llegado el momento de despedirnos, en este último saludo quiero hablarte de usted. Estoy seguro de que lo entiendes, no es un detalle sin importancia… incluso para lo que tengas que escribir sobre mí. ¿Estás de acuerdo?


Me parece que sigue estando el moscón, sáquelo de aquí, no quiero que se me pose en la boca cuando la haya cerrado. Cuando escriba esta historia, si es que saca un libro, ponga en el libro su nombre, el mío no lo quiero, no quiero ser aquel que relata, quiero ser relatado… Usted escribió una vez que Tristano conoció el miedo y yo se lo he confirmado. Pero el verdadero miedo es otro, aquél era un miedo de poca importancia, porque tenía el privilegio de lo aleatorio, podían irle las cosas mal, pero también podía salir del atolladero… el verdadero miedo es cuando la hora ha quedado establecida y sabes que será inevitable… es un miedo extraño, insólito, se siente una sola vez en la vida, y no vuelve a sentirse más, es como un vértigo, como si se abriera una ventana a la nada, y ahí el pensamiento se ahoga de verdad, como si se aniquilara. Ése es el verdadero miedo… Dentro de un rato, cuando deje de oír mi respiración, abra de par en par esa ventana, deje que entren la luz y los ruidos del mundo vivo, le pertenecen a usted, el silencio es mío. Y márchese enseguida, cierre la puerta y deje aquí el cadáver, ése no soy yo, ya le he dado disposiciones a la Frau para que se deshaga deprisa de él… Hay un amor religioso por la muerte que tiene algo de necrófilo, casi como si se amara más un cadáver que un vivo… Una buena muerte… qué tontería… la muerte nunca es buena, la muerte es repugnante siempre, es la negación de la vida… Se dice que la muerte es un misterio, pero el hecho de haber existido es el mayor de los misterios, aparentemente es trivial, pero es tan misterioso… Verá, por ejemplo el hecho de que usted y yo nos hallemos aquí, en la misma habitación, en este preciso momento, es muy misterioso, o en todo caso, bastante singular, ¿no le parece?… Se lo agradezco… Quisiera hacerle otro regalo, ¿ve esa fotografía sobre el tocador?, no, no la de la cómoda, la del tocador con espejo, junto a la campana de cristal, donde la péndola sigue moviendo sus manecillas, porque las manecillas avanzan incluso cuando nosotros nos detenemos, los relojes los hemos inventado nosotros, pero obedecen a otro amo… me refiero a esa del marco de ébano donde hay un hombre de espaldas que camina a orillas del mar… ¿ve esas casas del fondo?… en aquel pueblo vivía mi madre, mi padre está yendo a casarse, por eso va tan elegante aunque camine por la playa, después de la ceremonia se traerá a mi madre aquí, a esta casa donde nací yo y que pronto estará a la venta, cuando muera la Frau… Es una hermosa foto, se la regalo, póngala en la portada de su libro, no es Tristano pero lo es en cierto modo, dado que es su padre… Nos da la espalda como si nos dijera adiós, que en el fondo es lo que yo he estado haciendo durante todos estos días con usted, y lo que hago ahora por última vez… Mire la péndola, ¿qué hora es? Le parecerá una estupidez, pero quiero saberlo, es lo último que quiero saber… En todo caso, mañana será otro día, como suele decirse.


Este libro me ha acompañado durante mucho tiempo. Además de en mi casa, ha sido escrito, en cuadernos o mentalmente, en las casas que algunos queridos amigos pusieron a mi disposición para que lo hiciese. Se lo agradezco. Es superfluo nombrarlos, ya saben ellos.


Doy las gracias a Valentina Parlato, quien con gran rigor e inteligencia transcribió los cuadernos escritos a mano y las partes de memoria de las que estaba hecho este libro cuando no era un libro todavía.

A.T.

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