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En el despacho, al menos, nadie se atreve a mostrarme hostilidad alguna. No hay ceños fruncidos, ni miradas furiosas, ni referencias despreciativas por la falta del programa. Después de todo, soy diputado jefe del Comisionado del Distrito para la Nutrición; y como el Comisionado suele estar ausente, en realidad estoy yo a cargo del departamento. Si el delito de Silena no destruye mi carrera, a la larga podría ser imprudente para mis subordinados el tratarme con desdén. En cualquier caso, estamos tan ocupados que no queda tiempo para tales tácticas.

Somos los responsables de mantener a la comunidad adecuadamente alimentada, y nuestras tareas se han visto muy complicadas por la pérdida del programa, pues ahora no hay forma segura de procesar nuestras hojas de situación, y tenemos que requisar y distribuir la comida mediante suposiciones y memoria. ¿Cuántas balas de cubos de plancton consumimos cada semana? ¿Cuántos kilos de mezcla proteica? ¿Cuánto pan para las tiendas de Ganfield Inferior? ¿Cuántas novedades de dieta es probable que se extiendan este mes por el distrito?

Si la demanda y el suministro quedan desequilibrados como consecuencia de un fallo en nuestros cálculos, podrían producirse actos de violencia, incursiones en los distritos vecinos, e incluso renovadas explosiones de canibalismo dentro del propio Ganfield. Así pues, tenemos que efectuar nuestras estimaciones con la mayor precisión. ¡Qué terrible aislamiento espiritual sentimos decidiendo estas cosas sin la ayuda de ninguna computadora!

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