CAPÍTULO 10

Tarik salió a su encuentro mientras atravesaban las puertas.

– ¡Por todos los dioses! -El rostro de Tarik se torció de dolor cuando vio a Kadar tendido en la camilla en mitad del patio-. ¿Qué ha sucedido?

– Él me salvó -dijo Selene-. No va a morir por haberme salvado. ¿Me oyes? No puede morir.

Tarik se inclinó para examinar la herida.

– Acércame esa antorcha -ordenó a un soldado que estaba a pocos pasos detrás de él.

La luz de la antorcha parpadeó sobre el pálido rostro de Kadar. Tarik retiró suavemente la tela de lino que cubría la herida. Cerró los ojos por un momento cuando vio el agujero abierto.

– Una herida de muerte.

Las mismas palabras que Nasim había pronunciado.

– No es una herida mortal. -Selene lo miró fijamente-. Deja de decir eso.

Tarik le acarició el cabello con suavidad.

– Niña, se está muriendo.

Se sacudió sus caricias.

– Entonces haz algo. O dime qué puedo hacer. Nasim dijo que podrías curarlo. Hazlo.

Él se puso rígido.

– ¿Nasim dijo eso?

– Dijo que tenías el poder para sanar.

– Maldito sea.

– Si tienes algún poder, tienes que curar a Kadar.

– No soy un hechicero. -Frunció el ceño-. A Nasim no le importa Kadar. Es una prueba, y no le permitiré que me manipule para hacer lo que él desea.

– No me digas eso. -Los ojos centelleaban en su pálido rostro-. Kadar no es un campo de batalla para que vosotros dos midáis vuestras fuerzas. Él es un hombre, un hombre mucho mejor que ninguno de vosotros. No me importa si usas la brujería o la oración. No me importa mientras lo cures.

Su expresión era hermética.

– Sí que importa. Más de lo que te imaginas.

Selene se percató de que no iba a prestarles su ayuda.

Iba a dejar que Kadar muriera. Cerró los ojos mientras la invadían oleadas de dolor.

– Por favor -susurró-. Haré lo que me pidas durante el resto de mi vida. ¿Quieres una esclava? Seré tu esclava.

Pero sálvalo.

– Selene…

Cuando abrió los ojos apenas pudo verla con claridad, las lágrimas se lo impedían.

– Respóndeme. ¿Puedes salvarlo?

Permaneció en silencio unos instantes antes de decir:

– Es posible. Tengo algunos conocimientos de medicina.

– Entonces utilízalos,

– Está demasiado enfermo para dar su consentimiento, no podré ayudarlo.

– ¿Qué tendrá eso que ver? Yo daré mi consentimiento. Yo asumiré la responsabilidad.

– La responsabilidad puede ser una terrible carga. Hay que considerar cuidadosamente que…

– Deja ya de hablar -dijo procurando mantener la voz calmada-. Está aquí tendido muriéndose. Puede irse en cualquier momento.

Se quedó mirándola. Luego dio media vuelta.

– Llevadlos a sus aposentos y metedlo en la cama. Me reuniré con vosotros enseguida.

Vio una luz de esperanza. Se puso en pie como pudo, pero sin soltar la mano de Kadar mientras los soldados levantaban la camilla.

– Resiste. Te pondrás bien -susurró-. ¿Me oyes, Kadar? Ahora tenemos una oportunidad.


Estaba arrodillada junto al lecho de Kadar cuando Tarik entró en la habitación con una bolsa de cuero negro.

– ¿Dónde has estado? Has tardado casi una hora.

– Tienes suerte de que esté aquí. No estoy muy convencido de que mi interferencia sea lo correcto. -Abrió la bolsa y puso dos botellitas sobre la mesilla-. Quizá Dios haya dispuesto que Kadar muera esta noche.

– No.

– Puede que muera. Es posible que sea demasiado tarde para salvarlo. -Apuntó hacia la botellita azul-. Haz que trague hasta la última gota del contenido de este vial. Le arreglará el estómago. -Tiró del cordón de la bolsa-. Como te he dicho, puede que aun así muera. La medicina es muy fuerte y apenas respira.

– ¿Cuándo lo sabré?

– Si aún sigue vivo antes del amanecer, tendrá alguna oportunidad. -Le dio la espalda y abandonó la estancia.

Al alba. Por lo menos faltaban cuatro horas para que empezara a clarear. Tarik no esperaba que Kadar sobreviviera para ver el nuevo día.

Viviría.

Le quitó el tapón a la botellita azul. Un vial muy pequeño para contener todas sus esperanzas. Le temblaba la mano al acercársela a los labios de Kadar.

Le separó los labios y le vertió una pequeña cantidad en la boca, después le acarició la garganta hasta que se lo hubo tragado. Repitió la operación tres veces hasta vaciar la botella. Puso el vial vacío en la mesilla. Una hora más y le daría la poción que le aliviaría el estómago.

Si es que vivía lo suficiente.

Se arrodilló de nuevo en el suelo junto a su lecho y colocó la mejilla en su mano.

– Ayúdame, Kadar -susurró-. Hemos estado juntos mucho tiempo. No creo que pueda vivir si tú mueres.

Él no se movió. Estaba tan quieto que daba la sensación de estar muerto.

Ella se estremeció y procuró bloquear ese horrible pensamiento. No debía pensar en la muerte, sino en la vida.

La medicina de Tarik lo curaría.

Ojalá aguantase hasta el amanecer.


El alba llegó y pasó. El mediodía llegó y pasó.

Kadar vivía pero permanecía envuelto en ese mortífero sopor.

Se acercaba el anochecer cuando Tarik volvió a la habitación.

– ¿Todavía vive? -Se acercó al lecho y examinó la herida-. No hay úlcera. A lo mejor está empezando a curarse.

– No se despertará. Necesito darle más medicina.

Tarik negó con la cabeza.

– Es demasiado fuerte. En estos casos no es raro un sueño profundo. Despertará cuando esté listo.

– ¿Pero vivirá?

Tarik asintió.

– Sin duda.

La alegría y el alivio renacieron en ella con vigorosa fuerza.

– Gracias a Dios.

– Quizá. -Le dio la espalda para marcharse- Enviaré a Haroun para que te ayude. Necesitarás de sus servidos cuando Kadar se despierte. Volveré mañana para ver cómo sigue la herida. -La miró por encima del hombro-. Y duerme algo. Tienes un aspecto peor que el suyo.

– Dormiré cuando se despierte.

– Podrían pasar días. -Ella no respondió y él se encogió de hombros, sonriendo débilmente-. Haz lo que quieras. Supongo que unos días sin sueño no te harán daño.

Ella forzó una sonrisa.

– Si es así, puedes darme un poco de tu magnífica medicina.

Su sonrisa se desvaneció.

– No, no interferiré de nuevo. Si te haces daño, tendrás que curarte tú misma.

Puso los ojos en el vial vacío sobre la mesa.

– ¿Es una pócima de hechicero?

– Pensé que no te importaba, mientras salvara a Kadar.

– Y no me importa. Solo quería saberlo.

– No es una pócima de hechicero. No tengo poderes mágicos. De joven trabajé en una casa donde se utilizaban este tipo de medicinas ocasionalmente.

– Pero dijiste que Nasim te había enviado a Kadar como una prueba. Está firmemente convencido de que tienes poderes mágicos.

– ¿En serio?

– Sabes que sí.

– Lo que sé es que cuestiona todo y a todos. ¿Crees en la magia, Selene?

– No lo sé. He visto cosas extrañas. -Enderezó los hombros-. No importa. Si la magia cura a Kadar, no puede ser mala.

Él sonrió entre dientes.

– Siempre con la mente clara y práctica. Utilizarías al mismísimo diablo si te conviniera.

– ¿Por qué no? -Se volvió hacia Kadar-. Necesitaré un caldo reconstituyente para alimentarlo. ¿Mandarás que me lo traigan?

– ¿Puedo retirarme? -Denotaba un cierto regocijo en su tono de voz-. Sí, me encargaré de ello, Selene.


Kadar se despertó poco antes del amanecer del día siguiente. Dormía profundamente y de repente lo encontró mirándola, completamente despierto.

– ¿Qué ocurre? Tienes un aspecto deplorable. ¿Estás enferma? -susurró.

– No, el enfermo eres tú. -Procuró dominar la alegría que se le disparó por todo el cuerpo. Estaba vivo. Volvía a estar con ella-. ¿No te acuerdas?

Pensó durante un instante.

– Balkir.

Ella asintió.

– ¿Hace cuánto tiempo?

– Éste es el segundo amanecer. -Se estremeció-. Ha sido una herida terrible. Todos pensaban que morirías, pero Tarik te ha salvado.

– ¿Cómo?

– Tenía una poción medicinal que te ha hecho sanar.

– ¿Y cómo es que estoy aquí de vuelta?

– Nasim mandó traerte aquí. Afirmó que Tarik podría salvarte.

– Interesante. ¿Qué más…?

– Silencio, Debes ahorrar fuerzas.

– No me siento débil. Me siento más fuerte a cada momento.

– Vaya, no estás débil en absoluto. Por eso llevas durmiendo como un tronco todo este tiempo.

– Si estoy enfermo, deberías apiadarte de mí y abstenerte de aguijonearme con tu lengua de serpiente. Podrías hacerme recaer.

¿Estaría diciendo la verdad? Por Dios bendito, no tenía intención de…

– No me mires así. Estaba bromeando.

– Una broma muy burda -dijo ella vacilante.

El extendió su mano y le acarició suavemente la delicada piel bajo los ojos.

– Ojeras. Te has marchitado y demacrado como una andana. Cualquiera se enfermaría al ver esa cara.

– Zoquete desagradecido.

– Ve y descansa. Necesito que me atienda alguien más agradable de contemplar y que sepa apreciar mejor mi sentido del humor.

Se puso en pie.

– Entonces no seguiré malgastando mi tiempo contigo. Enviaré a Haroun para que atienda tus necesidades.

– Que sea durante el próximo día y su noche. Después te habrás recuperado lo suficiente como para que yo pueda tolerarte.

– ¿Tendré yo que tolerar tus insultos? Eres un necio, nunca debería haber sufrido y trabajado para mantener tu cadáver con vida. Yo no te pedí que te pusieras delante de la espada de Balkir.

– No me quedó otro remedio. -Cerró los ojos-. Pero en este momento siento unas punzadas de arrepentimiento. Este agujero en mi pecho debe ser tan grande como una madriguera.

Ella frunció el ceño con preocupación,

– ¿Te duele?

– Quizá -dijo abriendo un ojo y sonriendo con malicia-, o a lo mejor es que no veo otra manera de retenerte a mi lado. No puedes atacar a un hombre en tan lamentable estado.

– Podría -replicó dirigiéndose hacia la puerta-, y lo haré si no te comportas como es debido.

– Procuraré hacerlo.

Su voz no era más que un hilo, y ella miró hacia atrás con pánico renovado. Parecía estar muy débil y pálido. Había estado muy cerca de la muerte, y ese espectro podría estar todavía cerniéndose sobre él.

– Balkir casi te mata. Los dos nos equivocamos con él.

– Sabía que podría ser peligroso si se sentía acorralado.

– Y sin embargo querías que viniera con nosotros. Dijiste que lo habrías requerido.

– Prefería tenerlo cerca.

– ¿Por qué?

– Tenía que pagar por lo que hizo en Montdhu -respondió sin siquiera abrir los ojos-. Te hizo daño…


Tarik se encontraba junto a él cuando Kadar se despertó de nuevo.

– Así que has sobrevivido -dijo Tarik-. No estaba seguro de que lo hicieras.

– Pareces decepcionado.

– No estoy decepcionado. Simplemente no me gusta interferir cuando la muerte llama a la puerta.

– Entonces no deberías haberme ayudado a vivir.

Tarik hizo una mueca.

– No tuve más remedio. Selene me habría cortado el cuello si no hubiera encontrado el modo de mantenerte con vida. Puede llegar a ponerse muy agresiva.

– ¿Es la única razón por la que me salvaste?

– Puede que sí, puede que no. Prefiero no examinar mis motivos. ¿Cómo te sientes?

– Bastante bien.

– ¿Te duele algo?

– Sí. ¿Me puedes dar alguna poción que me alivie?

– No, tienes que aguantarte. No tengo ninguna poción para prevenir el dolor de la curación. Además, ya he hecho demasiado. Seguramente llegará a los oídos de Nasim que aún estás vivo y que me he servido de algún truco de hechicero para conseguirlo.

– ¿Y lo has hecho?

– ¿Tú también? -exclamó con un suspiro-. No soy un hechicero, y deberíamos convencer a Nasim de esta verdad. Ahora estará más seguro que nunca de que mi tesoro proporciona poder y no tengo ningún deseo de pelear con él en este momento.

– Se irá si le das el cofre de oro. -Kadar hizo una pausa-. Y el grial que contiene.

Tarik sonrió.

– Pero entonces no tendrías motivos para permanecer aquí y me quedaría desolado sin el placer de vuestra compañía. No, creo que tendremos que pensar en otra treta para deshacernos de Nasim.

– ¿Nosotros? Vine aquí cumpliendo una misión suya.

– ¿Pero no crees que una espada atravesada en tu pecho te libera de cualquier promesa que hayas podido hacerle? Este hecho haría cambiar de opinión incluso a alguien tan terco como tú. -Se dio la vuelta para marcharse-. Piensa en ello. Volveré mañana para comprobar tus progresos. Me parece que vas a sanar rápido, pero nunca se sabe con un pecho herido.


Al cabo de una semana, Kadar estaba suficientemente bien como para sentarse en la cama. Al cabo de unos días más ya estaba dando paseos por la habitación. Al final de la segunda semana merodeaba como un tigre y daba pruebas de lo imposible.

– Siéntate -ordenó Selene-. Nunca he visto un hombre tan estúpido. ¿Y si se te abre la herida?

– Se está curando bien. No creo que haya ningún peligro. -Hizo una pausa y luego dijo con indecisión-: Me parece que hoy bajaré al patio.

– Ni se te ocurra. -Lo empujó para que se sentara de nuevo-. Tu impaciencia no va a estropear todos mis esfuerzos por ponerte bien.

– ¿Te está dando problemas? -Tarik se encontraba en el umbral de la puerta-. En ese caso podríamos tirarlo por las almenas para que Nasim lo recoja.

– ¿Estás seguro de que Nasim está aquí todavía? -quiso saber Kadar.

– Desde luego, por lo que sé está aún esperando como una cobra hambrienta tras el rastro de un platillo de leche. -Avanzó irnos pasos-. Siempre me han dado miedo las cobras. Cuando era niño, no era raro despertarse y ver una serpiente deslizándose por el suelo de la choza. Aprendí a no dejar nada que pudiera atraerlas.

– No aprendiste bien la lección.

Tarik rió entre dientes.

– ¿Te estás refiriendo a mi tesoro? Siempre se debe sopesar la amenaza con el valor. Algún día quizá llegue a la conclusión de que la amenaza es mayor que el premio, pero esa hora aún no ha llegado. Además, el tesoro podría no ser el único platillo de leche que Nasim está deseando. Creo que lo que tiene es curiosidad.

– ¿Por saber cómo Kadar ha logrado sobrevivir? -preguntó Selene.

– Exacto. -Retiró el vendaje y examinó la herida-. No es muy bonita, pero no creo que tengas que preocuparte más por él, Selene. Déjalo que siga su camino.

Sintió una especie de pérdida, pero lo ocultó rápidamente.

– Bien. No tengo por qué soportar más ninguna de sus tonterías, Ha sido un auténtico fastidio.

Kadar sonrió con complicidad.

– ¿Eso es lo que he sido para ti?

Ella lo ignoró y se dirigió hacia Tarik.

– ¿Atacará Nasim?

Tarik se encogió de hombros.

– ¿Quién sabe lo que hará Nasim? Todavía no ha atacado.

A lo mejor está vigilando y esperando el momento oportuno.

– ¿Y te conformas con quedarte aquí y dejarlo que lo haga?

– ¿Qué otra cosa sugieres?

– No me importa lo que hagas. Simplemente déjanos marchar. Kadar aún está débil, y nosotros no tenemos nada que ver con lo que pueda haber entre Nasim y tú. Me escapé una vez de aquí y podría haber evitado a los hombres de Balkir. Podremos saltar la muralla de nuevo.

– Qué firmeza tan admirable posees -alabó Tarik-. Ignoras todo excepto lo que te interesa proteger. Me temo que no es tan simple. -Desvió la mirada hacia Kadar-. ¿Me equivoco?

Kadar lo miró a los ojos.

– Su plan no es tan malo.

Selene se dio cuenta con frustración de que la estaban liquidando. Por la mirada que intercambiaron dedujo que había entendimiento entre ellos y algo más que no supo cómo definir.

– ¿Entonces os iréis? -preguntó Tarik.

– Todavía no he terminado lo que vine a hacer.

– Has estado a punto de perder la vida. Balkir casi te saca el corazón -le recordó Selene con crudeza-. ¿Quieres quedarte aquí y que te ocurra lo mismo otra vez?

– No volverá a ocurrir -aseguró Tarik. -Me he metido en un gran problema al mantenerlo con vida, y no me gusta desperdiciar ningún esfuerzo. Ahora considero mi deber guardar a Kadar.

– No puedes estar seguro de que no ocurrirá de nuevo.

– Lo único que sé es que tiene más oportunidades bajo mis cuidados que bajo los tuyos. -Añadió con rotundidad-: Ambos sabemos que nunca lo habrían herido si tú no hubieras abandonado el castillo.

Eso fue como si la hubiera golpeado.

– Tarik -dijo Kadar en tono de advertencia.

– No deseo herirla, pero no he dicho ninguna mentira.

– Fue decisión mía ir a buscarla.

– Deja de defenderme. -Selene tragó saliva para suavizar la garganta reseca-. Tiene razón. Fue culpa mía. Pero eso no significa…-Las caras se volvieron borrosas. No podía continuar en esta habitación sin romper a llorar como una niña-. Tengo que marcharme. Necesito… he olvidado…

Salió corriendo de allí en dirección al salón.

Estaba ya en la escalera cuando sintió una mano en el hombro.

– Detente -pidió Tarik-. No puedo bajar esas escaleras tras de ti sin caerme rodando. ¿No te apiadarías de un pobre viejo lisiado?

Ella ni siquiera lo miró.

– No, tú no necesitas mi piedad. Incluso lisiado, puedes mantener a salvo a Kadar mejor que yo. Tenías razón. Fue culpa mía que…

– Ya está bien. Yo también me siento bastante culpable. Los dos sabemos que utilicé aquellas duras palabras con el propósito de hacer las cosas a mi manera.

– Palabras verdaderas.

– Verdaderas pero crueles. Ahora date la vuelta y déjame ver si mis palabras te han aliviado.

Se dio la vuelta despacio y se puso frente a él.

– ¿Por eso has venido tras de mí?

– En parte. Te he tomado mucho afecto. No me gusta verte sufrir.

Sus palabras parecían sinceras y su expresión era la más amable que había visto nunca en él.

– De todas formas lo hiciste deliberadamente.

– No por mi voluntad. Nunca te haría daño a sabiendas, Selene.

Su tono tenía una nota de tristeza y finalidad que la hicieron desconfiar.

– Dijiste que calmarme era solamente parte del motivo por el que me has seguido.

Asintió.

– Habla.

– Quiero que abandones el castillo. Te proporcionaré un guardia, oro y una manera de salir de aquí bastante más segura que la que elegiste la otra vez. Hay un túnel bajo las mazmorras que termina en el bosque a varias leguas de aquí. Haroun y tú podríais llegar a Escocia antes que las tormentas invernales.

– Haroun y yo -repitió lentamente-. Kadar no.

– Kadar se queda aquí.

– No me iré sin él.

– Estará muy seguro. Una vez que tú estés a salvo lejos de aquí, lo sacaré de la misma manera.

– ¿Entonces por qué no le permites que venga conmigo?

Hizo un gesto negativo.

– ¿Por qué?

– Me hiciste una promesa. Juraste hacer cualquier cosa que te pidiera si salvaba la vida de Kadar. Lo he salvado. Ahora te pido que cumplas tu palabra.

– Yo no soy Kadar, que obedece las promesas a ciegas. ¿Crees que voy a permitir que maten a Kadar por cumplir alguna misión que tú le encomiendes?

– ¿Preferirías que lo mataran por protegerte?

Sintió una punzada de dolor.

– Eso no es justo. No tendría por qué pasar otra vez.

– Ojalá pudiera creerte. Pero no puedo. El no estará seguro hasta que tú estés a salvo de vuelta en Montdhu.

– Te lo dije, nada le habría sucedido si todo hubiera ido de acuerdo a mis planes. Ignoraba que Nasim vendría a…

– Cierto, pero las circunstancias rara vez pueden manipularse. Las cosas salen mal y todo el mundo tiene su punto débil. Tú eres el de Kadar.

– Yo no soy el punto débil de nadie -dijo erizándose-. Y desde luego no el de Kadar.

– Casi pierde la vida por ti. Y lo haría de nuevo sin dudarlo. Nasim lo sabe igual que yo. Tengo que quitarte de en medio. En este momento no puedo permitirme tenerlo amenazado ni distraído. -Hizo una pausa-. Estoy diciendo la verdad. Y lo sabes. Eres un peligro para él. Admítelo, Selene.

Pero ella se negaba a admitirlo. Quería rebatirle, decirle… ¿qué? Tenía razón. Casi había causado la muerte de Kadar. Nasim la había utilizado antes e intentaría utilizarla de nuevo.

Notó cómo las lágrimas le escocían en los ojos y se dio la vuelta precipitadamente.

– ¿Cuándo quieres que me marche?

– Esta noche. Cuanto antes, mejor.

– No. Kadar no está bien del todo. Todavía me necesita.

Tarik negó con la cabeza.

Ella levantó la cara e intentó sonreír.

– Está bien, me iré. De todas formas pensaba dejarlo. Era solamente una cuestión de tiempo. -Tenía la voz temblorosa y pugnaba por darle firmeza-. Y no me mires como si hubiera sido la única que lo ha herido. Estoy bien. Es exactamente lo que quería hacer.

– ¿En serio?

– Por supuesto que sí -dijo dándose la vuelta-; Estaré lista para partir después de darle la cena a Kadar esta noche. -Se volvió para mirarlo y dijo con valentía-: Pero estás mintiendo. Si le ocurre algo por tu culpa, volveré y te arrancaré el corazón.

– No le pasará nada -dijo él suavemente-. Te lo prometo, Selene. Deseo que esté bien y a salvo tanto como tú.

Le creía. Lo decía en serio. Pero eso no significaba que consiguiera proteger a Kadar.

– ¿Cuándo lo sacarás de aquí?

– Mañana por la noche. Cuando tú estés a salvo.

– ¿Tienes algún lugar seguro donde esconderlo de Nasim hasta que se recupere?

– Lo tengo -respondió-. Sé que te es difícil dejarlo marchar, pero es por el…

– No es difícil. Simplemente no me parece prudente que después de lo que he luchado por su vida vengas tú a ponerla en peligro otra vez. -Empezó a bajar hacia el salón-. Ahora volveré con él. Haz tus preparativos.

– Así lo haré. -Le siguieron sus palabras-: Una cosa más. No le digas palabras de amor. No tiene que ser un adiós dulce. No debe seguirte.

– Yo no lo amo… -No logró terminar. Ella sí amaba a Kadar. Siempre lo había amado y, con la ayuda de Dios, seguramente siempre lo amaría. Le habían sucedido muchas cosas como para seguir negándolo. Se había protegido contra el temor de que algún día la dejara, y mira dónde la había llevado-. No importa si lo amo o no. Lo estoy haciendo porque es lo mejor para él. No cambia nada.

– Puede cambiarlo todo. Pero no debe ser así en este caso. Estás mejor lejos de él.

Lejos. Separada. Sintió una oleada de soledad.

– Estoy de acuerdo, pero no porque tú lo digas. -Sentía su mirada en la espalda mientras se apresuraba por el pasillo.


Kadar dejó de mirar por la ventana cuando ella entró en su aposento. La miró fijamente, como examinándola.

– ¿Estás bien?

– ¿Por qué no habría de estarlo? ¿Crees que unas cuantas palabras hirientes pueden hacerme daño? -Abrió la cama-. Es hora de que duermas la siesta. Hoy ya llevas mucho tiempo levantado.

– Tarik no debería haber dicho eso. Fue decisión mía. El fallo fue mío.

– Por supuesto que lo fue. Yo no podía pensar con claridad. Me di cuenta inmediatamente, en cuanto reflexioné sobre ello. -Le hizo un gesto señalando la cama-. Ahora ven y acuéstate. Tarik cree que estás bien, pero yo no lo creo.

Él dudó, luego atravesó la estancia y se sentó en el borde de la cama.

– En realidad no necesito descansar. Últimamente no he hecho otra cosa.

Lo obligó a recostarse y lo arropó con la sábana.

– Deja de hablar y cierra los ojos.

– No me voy a dormir.

– Cierra los ojos,

– Entonces no podré verte. No querrás privarme de mi único placer, ¿verdad?

Él sonreía intentando convencerla y ella no pudo resistirse. No sabía cuándo volvería a ver esa sonrisa de nuevo.

Quizá nunca. Se sentó en un taburete junto a la cama.

– Haz lo que quieras. Ya te he dicho lo que es bueno para ti.

– Tú eres buena para mí -dijo guiñándole un ojo-. Y si te metieras en la cama conmigo, te enseñaría cómo puedes curar todos mis males.

Ella estuvo tentada. No por la pasión que sabía podría surgir, sino por estar cerca de él una vez más. ¿En qué estaba pensando? Solamente haría la agonía de su partida más intensa. Allí, sentada junto a él, percibía cada matiz de su voz, cada cambio en su expresión.

– ¿No? -suspiró-. Pensé que las palabras de Tarik te habrían inspirado suficiente culpabilidad como para Saquear. Parece que ha pasado un siglo desde que estuvimos por última vez en la torre.

– Me dijiste que no debía sentirme culpable.

– ¿Pero cuándo me has escuchado?

– Cuando hablas con sensatez en lugar de decir tonterías.

– Ah, entonces admites que no soy del todo estúpido.

– No por completo. -Notó que su voz empezaba a fallar y decidió cortar la conversación-. Solo cuando hablas y deberías estar durmiendo. No voy a consentir tu insensatez.

– Algo falla -dijo estudiando su rostro-. ¡Dios, qué cansada pareces! Descansa. No vengas mañana a cuidarme.

Ella asintió despacio. Quería seguir mirándolo, pero desvió la mirada. El siempre veía demasiado. No debía ver nada más que el cansancio.

No debía ver el dolor.


– Sujeta la antorcha un poco más alto. -Selene se agarraba a la pared mientras bajaba con cuidado los peldaños de piedra-. No se ve absolutamente nada y los escalones están resbaladizos. ¿Quieres que baje la escalera rodando?

– Deja de quejarte. El lisiado soy yo, no tú-. Tarik sostuvo la antorcha más alto-. No falta mucho. La puerta del túnel está justo después de estas escaleras.

– ¿Estás seguro de que Haroun estará esperándome en el bosque?

– Ya te lo he dicho, lo envié a él junto a uno de mis hombre, Antonio, esta tarde para que pudieran ir a buscar caballos al pueblo. -Se detuvo al final de la escalera y giró para mirarla-. Deja de hacerme preguntas, Selene. Sabes que esto no es una trampa.

– ¿Cómo puedo saberlo?

Él sonrió.

– Porque confías en mí.

– ¿Y por eso me escapé? -preguntó ella con sarcasmo.

– No, huiste porque yo fui lo suficientemente necio como para pensar que podía alterar el destino asustándote para que reaccionaras.

Ella abrió los ojos.

– ¿Me estás diciendo que querías que fuera al campamento de Balkir?

El se encogió de hombros.

– Puede que sí. Soy humano. He estado titubeando desde que Kadar y tú habéis entrado en mi vida. Mis motivos a veces se han alterado por las emociones. -Abrió con dificultad la pesada puerta de hierro-. Esto no ha cambiado la situación. El destino rara vez permite que el camino elegido se desvíe.

Ella estaba tensa intentando escudriñar en la oscuridad.

– Estarás segura. No hay nada en ese túnel excepto algunas ratas. -Tarik le dio la antorcha-. Dentro de una semana estarás en Génova, a bordo de un barco rumbo a Escocia. Le he dado a Antonio una nota para el capitán de mi barco. Zarpará de inmediato.

– ¿Qué pasará con Kadar?

– Iremos a Roma y allí nos perderemos entre la multitud.

– ¿Ese es tu magnífico escondite?

Negó con la cabeza.

– Simplemente la primera parada.

– Tendrás que mantenerlo… -Su voz se entrecortó cuando sus ojos se encontraron con los de él.

¿En qué estaba pensando? Él era un enigma. Nunca había confiado por completo en Tarik, incluso en los momentos más íntimos. Pero hablar de ello ahora era inútil. Ya había tomado su decisión, y estaba todo dicho.

– No sé por qué tendría que fiarme de ti, pero me fío. Ni se te ocurra traicionamos.

Se adentró en la oscuridad del túnel.

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