II Argumento

JESUSA CASCUDO era buena amiga de Matilde Verdú, la circunspecta relatora de esta crónica de sucesos, la mujer que se ganó un sobresueldo para caprichos e imprevistos durante dos o tres años, un frasco de colonia, una entrada para el cine, una bronquitis, el billete de tren para ir al entierro de su madrina, etc., como inspectora de primera enseñanza no se gana demasiado, eso todo el mundo lo sabe, hay que buscar otros ingresos dignos, claro es, hablo ahora de Jesusa Cascudo, la amiga de Matilde Verdú, la mujer que se ganó honradamente unas pesetas haciendo de señora de compañía de mi tía Marianita, la de la almendra garrapiñada. Jesusa Cascudo le explicó al Tigre de Mugardos que ink no era una marca de tinta sino que quería decir tinta en inglés.

– ¡Tiene chiste!

– Ya ves.

Ana María Monelos, la viuda del joyero que se tiró por la ventana, iba algunas veces a merendar al Galicia con un pretendiente que le había salido, don Pedro Rubiños, a él no le gustaba que le quitasen el don, procurador de los tribunales, Jesusa Cascudo se hacía la encontradiza y don Pedro la invitaba a un café cortado con pastas.

– Siéntese con nosotros, no tenemos que tratar nada secreto.

– Como guste, yo encantada, lo hago por complacer, sólo por complacer.

La vida no tiene argumento porque tampoco tiene costumbre, la vida suele ser siempre muy desacostumbrada y monótona, la lógica del argumento discurre por camino distinto a su reciedumbre o a su debilidad, Matilde Verdú no paraba de toser, no está tísica pero puede acabar estándolo, Jesusa Cascudo cree que fuma demasiado pero no se lo dice porque no quiere ser entrometida, a don Isidoro Méndez Gil, que era hermano del joyero, lo hicieron presidente de la Agrupación de Industriales del Polígono de San Pedro de Visma, cuyo domicilio social estaba en la ronda de Outeiro esquina a la avenida de Peruleiro, don Isidoro Méndez Gil comenzó su discurso de toma de posesión diciendo que, como nadie ignora, el verano es la estación propia para bañarse, pues el calor nos hace apetecer el agua que nos refresca y humedece la epidermis; fue muy aplaudido y después de tomar posesión se fue para su casa, se sirvió una cerveza del tiempo, no fría, se sentó en el retrete, encendió un puro y se puso a leer El Ideal Gallego, por las mañanas leía La Voz de Galicia.

– Cada cual caga a la hora que le da la gana, y además esto no importa a nadie.

Yo no soy sino una mujer amarga, lo sé bien y me duele no poco reconocerlo y declararlo ante quien quiera oírme, yo soy una mujer decepcionada y sin conformidad, una mujer que se refugia en el amor de un perro, a mí me gustan todos los machos, de esto no quiero ni hablar porque estoy horra de sentimientos pero no de aprensiones ni remordimientos de conciencia, que Dios me ayude, para mí se hundieron ya para siempre los luminosos deseos de lograr el control de la mente, el entendimiento de los beneficios de la humildad para gobernar la respiración del aire y acceder a la paz por la relajación, no sé lo que digo, que Dios me perdone, siempre tuve el estómago y los bronquios delicados, yo adivino que debe ser muy duro sacrificar al propio hijo de tu carne por obediencia, la obediencia debiera ser pecado, pero Abraham se disponía a hacerlo cuando le salvó la fe. Eva organiza algunas reuniones en su casa a las que asiste Julián Santiso, el de la Escuela de Albores, pero pronto se desengaña o se aburre, viene a ser igual, y las suspende de golpe; entonces es cuando Julián Santiso busca a Ana María, la viuda del joyero, y se la lleva a la cama con buenas y engañosas palabras, con muy prolijas y amables palabras de apoyo.

– ¿Y de acompañamiento?

– Sí, también de acompañamiento.

– ¿Y de esperanza?

– Sí, también de esperanza.

Julián Santiso le dice a Ana María que Eva está poseída por el demonio, se lo dice de pasada y como quien no quiere la cosa, se lo dice sonriendo con dulzura, siempre sonriendo con mucha dulzura.

– ¡Qué horror! ¿Y habrá que llevarla a San Andrés de Teixido?

– No, no creo que vaya a ser necesario porque quizá el demonio no haya prendido aún demasiado en su corazón, bastará con hacer penitencia y purificarnos obedeciendo a los elegidos por Dios porque Él es quien habla por nuestra boca y nos señala los pasos que debemos dar en cada instante.

Ana María está muerta de miedo y se pasa la noche abrazada al maestro ínfimo de la Comunidad del Amanecer de Cristo.

– ¿No es Jesucristo?

– Es igual, se dice de las dos maneras.

El día de San José Artesano se entregan los premios provinciales de natalidad en sus dos clases, hijos habidos e hijos vivos: don Ramón Blanco Cundins, 54 años, de Vilar de Couso, jornalero, casado con doña Josefa Picallo Mourelle, 44 años, número de hijos 16, les viven 13, 11 en el hogar, 30 000 pesetas; don Domingo Pérez Mínguez, 58 años, de Bastabales, herrero, casado con doña Digna Béllez Mayo, 50 años, número de hijos 16, les viven 13, 9 en el hogar, 10 000 pesetas; don Emilio Guitián González, 59 años, de La Coruña, funcionario, casado con doña Julia Garre Benítez, 42 años, número de hijos 14, todos vivos y todos en el hogar, 10 menores de 14 años, 30 000 pesetas; don Agustín Lage Castro, de La Coruña, peón, casado con doña Antonia Gantes Navarro, ambos de 41 años, número de hijos 14, todos vivos, 13 en el hogar, 9 menores de 14 años, 10 000 pesetas.

La meditación es el camino hacia los más elevados estados de la conciencia, insisto en decirte que soy una mujer presa de todos los pánicos, no creo haber pecado más ni tampoco menos que las demás mujeres pero estoy tan avergonzada y pesarosa que no puedo dormir, tengo que tomar todas las noches tres copas de aguardiente templado al baño de María, ¿de qué me sirve mi fortaleza?, yo soy capaz de aguantar tanto como un capitán que no haya comido más que carne de morueco de las montañas de Kirikkale durante los últimos cien días, Karabuk y Kirikkale están lejísimos, casi en el fin del mundo.

A Fran, el hijo de Eva, Julián Santiso lo convenció de que era Simón Pedro, Fran está muy imbuido de su papel y lo representa con dignidad. Fran deja los estudios y vive a saltos y de lo que puede, sus padres no le hacen demasiado caso. Cuando muere su abuela Clara Erbecedo, a los dos años o algo más, Fran pacta con Evaristo el jardinero, se mete en el chalet de San Pedro de Nos aprovechándose de que su tía Vicenta, o sea su tía Mary Carmen, está en Conjo, y se dedica a hacer figuritas de barro que vende en el mercadillo de los domingos; a su amigo Javier, el paje galán de doña Leocadia, la que le da de merendar y le paga los estudios, y de Clara, la que le llamaba Fifí y le acariciaba las orejas, también lo trató de captar la Comunidad del Amanecer, pero le salvó su indiferencia, a Javier Perillo le era casi todo igual y no quería buscar ni la paz ni la felicidad ni nada, ni suyas ni de nadie, él sólo quería seguir viviendo sin mayores apuros, cuando se es joven no es difícil, Clara Erbecedo le dejó una manda en su testamento, más de veinte mil duros en acciones del Banco Pastor, a cambio de que no fuese durante un año por casa de doña Leocadia, la gente se escandalizó y se rió, las dos cosas, doña Leocadia y Javier se vieron durante ese año en una buhardilla que ella tenía alquilada en la calle de Andrés Antelo, nunca se supo para qué, y al cabo de ese tiempo Javier entró en posesión del legado, tuvo que pagar bastante de derechos reales, se los pagó doña Leocadia.

Yo no quiero desmentir a nadie ni tampoco enmendar la plana a nadie, no estoy autorizada, yo me limito a desgranar la dolorosa historia de un derrumbamiento al que envuelvo en una fábula añorante y amarga: no fue así y bien me duele, pero yo creo que debieran haber salido en mi defensa los muertos del cementerio, en el camino de la Torre y frente a la mar de San Amaro, todos también vencidos, a todos los barrió el tiempo que pasa y ya no pasean a la caída de la tarde por la calle Real.

– ¿A usted no le parece que su tocaya la ferrolana Matilde Meizoso, la mujer de Pichi, es más animosa que usted?

– Pues sí, quizá sí, eso no es demasiado difícil.

No me canso de repetir que a las mujeres vulgares también nos hieren los compromisos de la historia que padecemos, quienes la escriben son los otros, los demás, los distintos, los que nos hacen sufrir, yo me siento sañudamente perseguida por el violento chorro de arena de la murmuración, yo pienso que sería mejor hacer borrón y cuenta nueva de todo y volver a empezar otra vez desde el principio, nadie sabe qué es lo que espera al mundo tras el juicio final, a lo mejor Dios se irrita o se deprime y le planta fuego a todo, los teólogos dicen que en Dios no caben ni la irritación ni la depresión; lo único que Dios no es, es débil.

– ¿Usted cree que Pichi es feliz con su mujer?

– A mí no me lo parece, pero eso no se sabe nunca, no es posible que se sepa nunca, a veces lo ignora hasta el propio interesado, que puede confundir el desamor con la úlcera de estómago 0 la sordera.

El general croata Luburich, Maximiliano Luburich, cuando vendió su granja avícola, abrió una imprenta en Carcagente, allí fue donde lo mataron por orden de Tito dándole con una llave inglesa en la cabeza, a Trotski le pasó lo mismo en México, al rey Favila no, al rey Favila lo mató un oso abrazándolo.

Betty Boop tuvo varios novios, o más bien novietes, antes de casarse: Pepito, un mierdecilla violento y ordinario, que tenía los dientes un poco para afuera y parecía un conejo; Luis, un gordito de Carballo medio barbilampiño que era estudiante de arquitectura y le duró poco; Suso, que nadaba muy bien, tenía más resistencia que velocidad y era capaz de nadar horas y horas sin cansarse; Jorge, que tenía una moto bastante buena y muy espectacular y se pasaba el día sacándole brillo con una gamuza; Genaro, que era de Noya, al pobre lo tuvieron que operar de fimosis; Ignacio, que había sido seminarista en Mondoñedo y estudiaba filosofía y letras; Moncho, que era un poco bizco pero bailaba muy bien, con mucho ritmo y sentimiento, y quizá algún otro. Después apareció el que acabaría siendo su marido, Roberto Bahamonde Chas, no se puede decir que Betty Boop hubiera perdido el tiempo.

Es indignante que se dé por válido el hecho de que las mujeres no contemos para la historia, no tengamos historia, las mujeres corrientes y molientes, las mujeres del montón, las que no valemos más que para servir al hombre, para dar gusto al hombre, para llorar y aplaudir y enterrar al hombre, las que pasamos por la vida en un discreto silencio casi siempre artificial y sin pena ni gloria.

– Pero con orden y concierto.

– Sí, sin duda, y eso es lo más importante.

El padre Castrillón era de la apocalíptica escuela del padre Cuadrado, en los ejercicios espirituales nos anatemizaba a todas en sus sermones y nos metía el resuello en el alma hablándonos del fuego eterno, el mundo, el demonio y la carne son los tres cómplices del mal que a todos nos acecha para caer como un buitre sobre la carroña de nuestros espíritus; el padre Castrillón declamaba estas palabras con un aire muy solemne y dramático, parecía que estaba representando Veinte mil leguas de viaje submarino.

– Leed, leed el libro sobre el baile agarrado de fray Jeremías de las Sagradas Espinas, leed, leed y obrad en consecuencia, daos por advertidos.

A mí esto de «leed y obrad y daos» nunca me gustó, la gente suele decir «leer y obrar y daros», a lo mejor es menos correcto, no sé; en las esquelas mortuorias también se suele hablar con mucho comedimiento administrativo. Ahora es el momento de contar lo del profesor de violín, lo sé porque el padre Castrillón me lo ordenó de manera tajante, pero no voy a obedecerle, lo del profesor de violín no lo voy a contar ahora sino cuando cuadre.

– ¿Por qué te pasas las tardes de los domingos esmerándote en esos inútiles ejercicios de caligrafía?

– Para mí no son inútiles, puedes creerme, para mí son gráciles y armoniosos.

– ¡Bah! ¿Por qué lleva tu hombre puntillas en los calzoncillos, en la bragueta y en la pernera de los calzoncillos?

– Son habladurías a las que no debieras hacer caso. Mi hombre no lleva puntillas en ningún sitio, lo que sí lleva son los suspensorios bordados a punto de cruz, lleva un ancla y sus iniciales bordadas a punto de cruz.

En la droguería les acabé con el papel de retrete marca La Condesita, ahora me lo dieron marca La Jirafa, yo creo que es peor, la tinta del bolígrafo se corre algo, no me queda más remedio que aguantar, ya iré arreglándomelas, a todo se acostumbra una. En La Coruña sopla el viento en todas las esquinas, en unas más que en otras pero en todas, aquí las mujeres enseñamos las piernas en todas las esquinas, es igual en las de la bahía que en las de la mar de afuera, mis piernas ya valen poco porque voy para vieja, la verdad es que nunca valieron demasiado, fueron siempre un poco flacas y huesudas, pero los hombres son unos viciosos y miran siempre, también sé que es preferible esto a lo contrario.

A las hienas hay que echarles gacelas muertas para que se les barran los malos pensamientos de la cabeza.

– ¿Para que se les borren?

– No, para que se les barran; los malos pensamientos no se borran jamás, basta con barrerlos para que acabe llevándoselos el viento.

Lo dije veinte veces, lo repito siempre, mi nombre es Matilde Verdú y no me volvería atrás de nada, absolutamente de nada de lo que haya podido hacer en mi vida y recuerde, tengo bastante buena memoria, tengo mejor memoria que voluntad, a veces soy algo apática, también declaro que me gustaría haber sido otra persona, varón mejor que hembra, mamífero mejor que ave, blanco mejor que negro, pero me aguanto porque sé bien que no se pueden pedir imposibles. Mi abuelo murió en el frente de Asturias, antes dije que lo mataron en el frente de Huesca pero no es verdad, mi abuelo era comandante de caballería, antes dije que era comandante de infantería pero no es verdad, en ocasiones no me siento con fuerzas para no mentir, a mí me gustaría no mentir jamás pero eso es muy difícil, que Dios me perdone, yo pido constantemente a Dios que me perdone porque todos necesitamos de su perdón; nosotros nos quedamos en La Coruña porque nos fiaban en la tienda de ultramarinos. Mary Carmen, la hermana de don Jacobo, está encerrada en el manicomio de Conjo, los médicos le dan electrochoque de cuando en cuando, no siempre, yo creo que sólo cuando se aburren, los locos llaman Radio R.I.P. al electrochoque, los médicos y los loqueros también se acuestan con las locas o hacen las porquerías con los locos cuando se aburren, es fácil, si se resisten se les da un calmante, eso va en conciencias, a Mary Carmen la preñó el loquero Chus Chans Chao, los castellanos creen que es chino pero no, es de Biduido, mismo al lado de Conjo, a los tres meses Mary Carmen abortó, Chus había sido un ciclista bastante meritorio, un año ganó la etapa Orense-Verín en la vuelta ciclista a Galicia, pero ahora está tísico, Chus ata a Mary Carmen a la cama, le pega con el cinturón, le escupe y le llama puta, una de las veces que Mary Carmen se escapó de Conjo se lo dijo a Evaristo y éste fue a buscar a Chus y lo tiró desnudo al pozo de las monjas, a poco más lo ahoga. Por La Coruña se dijo que el Tigre de Mugardos tenía amores con Jesusa Cascudo, a mí me parece que no es cierto, a veces se encerraban en el invernadero de San Pedro de Nos, pero a esto no se le puede llamar tener amores.

– No se esfuerce porque no merece la pena, nadie le escucha aunque no pocos lo fingen, el limbo está alfombrado con topos muertos, con donicelas muertas, tapizado con pieles de topo muerto, de donicela muerta y en el invernadero de San Pedro de Nos se crían las orquídeas más venenosas y traidoras. Yo no estuve nunca con un hombre en el invernadero de Clara, pero procuro no decirlo, ¿para qué?

El mundo está lleno de ignorancias, sería gracioso que las avispas tuvieran nombre como los niños, los perros y los caballos, y alguien supiera cómo se llamaba la avispa que picó a Rafa en los testículos, vamos, en el escroto, la historia está llena de lagunas, a nadie le importan nada las precisiones. El agente artístico don Daniel Núñez Rodríguez, Satanela, falleció en el día de ayer confortado con los auxilios espirituales, etc. A mi marido y a mí nos quemó la sangre la familia, nos la quemó a fuego lento, tampoco hay prisa para la crueldad, Julio Verne, el práctico del puerto, dice que hicieron bien porque somos dos degenerados, ¡quién habló!, es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno, a mi marido y a mí la familia nos crucificó en la cruz de San Andrés, nos crucificaron desnudos para poder reírse viendo cómo nos picaban las avispas en las partes abyectas, en las beneméritas partes ruines culpables de todas las aberraciones de los demás; creo que no lo dije antes pero debe saberse que a mi marido y a mí nos clavaron en la cruz en la punta Herminia, más allá del polígono de Adormideras, el señor gobernador civil y jefe provincial del Movimiento nos dirigió unas sentidas palabras de despedida y los niños de las escuelas nos saludaron muy amable y emocionadamente agitando rojigualdas banderitas españolas de papel, la lluvia mojó a los niños y a las banderitas.

Una tarde me llamaron por teléfono, yo estaba medio somnolienta, pero me despertó el teléfono.

– Mi nombre es Julián Santiso Faraldo, usted no me conoce, soy buen amigo de Eva, la señora de López Erbecedo, y de Ana María, la viuda de Méndez Gil, quisiera exponerle algunos puntos de vista sobre la educación de los hijos.

– Yo no tengo hijos.

– Bueno, pero nuestras amigas sí.

Quedé con Santiso en el café Triana, en la Marina, también tenía entrada por Riego de Agua, el café Triana era famoso por sus tapas calientes, sus tapas de cocina, Santiso era muy correcto y elegante y tenía una conversación agradable, sonreía siempre, eso es lo que no me dio buena espina, a veces soy algo desconfiada con los que sonríen siempre, también tenía mucha seguridad en sí mismo y un gran poder de persuasión, quedamos amigos y al cabo de algún tiempo coincidí con él en dos reuniones, una en casa de Eva y otra en Santiago de Compostela, en un piso vacío y medio destartalado, sin muebles y con mucha gente joven sentada en el suelo fumando marijuana, se olía en seguida, Santiso escribía cosas en un papel y nos decía que su mano era llevada por la voluntad de Dios, por el sereno mandato del Altísimo, del Sumo Hacedor, llamadle como queráis, el nombre poco importa, a veces también hablaba del Sumo Arquitecto.

– Yo no soy más que un maestro ínfimo de la Escuela de Albores, yo no soy más que el elemento transmisor de los mensajes que nos envía Dios a cada uno, mensajes de amor y de paz, meditemos todos y elevemos nuestras conciencias hacia la anhelada perfección.

Santiso, mejor dicho, Dios a través de Santiso, nos escribió una carta a cada uno mientras guardábamos silencio, yo guardé la mía en el bolso y no la leí jamás, la tiré tan pronto como llegué a la calle porque me dio miedo, a Santiso no volví a verlo y ahora me doy cuenta de que acerté.

– ¿No quemaste la carta?

– Sí, la quemé antes de tirarla, con estas cosas no conviene jugar.

Cuando a mi tía Marianita le hicieron la autopsia le encontraron la almendra garrapiñada atascada impidiéndole la respiración, la pobre murió porque le faltó el aire.

– ¿Te sientes con fuerzas para seguir?

– No, pero a pesar de todo voy a hacerlo.

Aquí, en esta pared recién encalada, será mejor esperar a que se seque un poco, voy a ir apuntando los sucesos más notables del derrumbamiento; voy a escribirlos con navaja o con un clavo porque el papel de retrete nuevo no me sirve, el lunes procuraré buscar uno algo mejor, en éste se corre demasiado la tinta del bolígrafo, la letra queda punto menos que ilegible.

– ¿Querrías jugar al diábolo con las ánimas del purgatorio?

– No.

– ¿Querrías saltar a pídola con los muertos de la Santa Compaña?

– No, de ninguna manera, de noche prefiero no salir de la ciudad.

Mi marido pensó siempre que no se debe gastar jamás la pólvora en salvas ni el amor profundo en sobos y dingolondangos, las almas en pena ya tienen bastante con los sufragios, cada vez hay menos dinero en el cepillo de las ánimas, la caridad se está borrando de los corazones. Seamos serenamente disciplinados y acatemos la norma que nos da quien puede hacerlo, las cosas hay que repetirlas siempre y, aun así, no se cumplen. Yo no estoy segura de que el porvenir sea de los ignorantes y los suicidas, lo más probable es que el porvenir no tenga dueño, no sea de nadie.

– ¿Ni de la casualidad?

– No, tampoco de la casualidad; admito que el porvenir pueda ser una abstracción inescrutable y cerrada.

Nada ni nadie es de nadie, la propiedad es un robo tolerado por una costumbre que dura ya cuarenta mil años, no puedo seguir pensando en esto porque se me corta la respiración en la garganta como al melancólico pajarito de los robledos, por más esfuerzos que hagamos no podemos admitir, no podremos admitir jamás que la casualidad sea de nadie ni tenga nada, sea sierva o ama de nadie ni de nada ni esté sometida a nadie ni vinculada a nada, ni siquiera a Dios ni a la noción de Dios, no es lo mismo sentir que comprender, pido perdón a los benevolentes espectadores de las ejecuciones en la horca municipal, construida con muy nobles maderos, sí, con maderas preciosas, pero siempre confusa: mi marido y yo sabemos que la ruin y humillante cruz de San Andrés tiene dos puntas hincadas en tierra y otras dos dibujadas en el aire, en una se posa Breogán, como un búho (o como un cernícalo), y en la otra el apóstol, como un cuervo (o como un lindísimo alcaudón). Conviene salir siempre a la calle muy arreglada porque los errores que podamos cometer son muy dolorosos, todo puede ser perdonado menos los errores, el hombre alienta los vicios conocidos pero rechaza los desconocidos, la mujer suele hacer al revés, la mujer tolera hastiadamente los vicios habituales pero busca y aplaude los vicios nuevos, por eso fracasan tantos matrimonios.

– ¿Por qué no quiso usted contar nunca el accidente náutico en el que perdió la vida su hijo?

– ¿Por qué no se lo pregunta usted a su padre? Las madres no solemos guardar esa memoria, somos menos esmeradas.

Matty, Betty Boop y yo, de jóvenes, de diecisiete años o dieciocho, éramos divertidas y crueles, conocíamos a un chico y nos entusiasmábamos con su compañía, pero al poco tiempo empezábamos a encontrarlo ridículo y nos reíamos de él por lo que fuera, los dientes, la ropa, el bañador, el tono de voz, el color del pelo, el apellido, la hermana bizca, con frecuencia tenían una hermana bizca, la tía coja, con frecuencia tenían una tía coja, Matty, Betty Boop y yo nos traspasamos algún novio, pero no nos decíamos nada de cómo era, al final siempre coincidíamos en las cosas que más risa nos daban.

Fernando Gambiño, el cajero de Efectos Navales Ramiro Astray e fijos, estaba en la cárcel esperando a que le dieran garrote por el asesinato de su esposa, Berta González Abuín, eso se llama uxoricidio, pero Gambiño no lo sabía, el verdugo tenía que venir de fuera, creo que de Burgos; primero Gambiño emborrachó a Berta con anís dulce, le hizo beber más de media botella, y después, cuando la tenía ya bien ebria e inconsciente, la puso desnuda sobre la mesa del comedor, no quitó el hule para no manchar demasiado, le selló la boca con esparadrapo para que no gritase y la abrió de abajo arriba con un cuchillo de hoja ancha, el corazón lo tiró a la mar de la bahía, es buen alimento de peces y gaviotas, también aprovecha a los moluscos bivalvos y a las errabundas medusas, Gambiño puso la sangre en una fuente honda con dos pajitas en forma de cruz y el cuerpo se fue pudriendo poco a poco, bueno, bastante deprisa, a los pocos días daba un olor muy fuerte, un olor espantoso y nauseabundo, y empezó a criar gusanos, entonces el empleado de Efectos Navales se metió en la cama, puso la televisión, campeonato de Europa de gimnasia femenina, Mariquilla Terremoto por Estrellita Castro y Antonio Vico, Habla contigo Jesús Arteaga, programa religioso, puso la televisión, ya digo, y esperó a que llegase la policía, tuvieron que tirar la puerta a patadas, la muerte de la esposa del cajero fue un asesinato ritual, los informadores lo dijeron en seguida, lo que no se supo nunca es si hubo otros implicados; Fernando Gambiño Aruñedo, de cuarenta y cinco años de edad, era natural de Guitiriz y tenía justa fama de hombre cumplidor de su deber, nadie supo lo que pudo haberle pasado, el demonio suele recurrir a muy sutiles ardides, don Segundo, el capellán de la cárcel, decía que Gambiño había hecho una confesión general ejemplar.

A nadie importa, yo sé que a nadie importa, pero la gente puede confundirse porque estos papeles están siendo escritos por varias personas y son tres, al menos, tres mujeres, quienes hablan en primera persona, quienes usan el nominativo del pronombre personal de primera persona cuando les conviene, yo no soy más que una mujer amargada porque todo le salió mal en esta vida, lo probable es que en la otra le salga todavía peor, yo no soy más que una mujer enferma que va camino de vieja y que no acierta a aguantar la soledad, me siento sola y casi maldita, me siento señalada por el dedo de Dios, pido perdón porque no me queda más remedio, me gustaría que alguien me ayudase a enriquecer mi huera existencia, ya sé que es pedir peras al olmo, me conformaría con que alguien me enseñase las técnicas básicas de la meditación, algo que pudiera llevarme a conocer mi mente y a vencer mis inquietudes, mi negatividad, sé que es pedir demasiado y me prestaría gustosa a ser degollada en el ara de los sacrificios si ésa es la voluntad de Dios y si mi muerte en la cruz de San Andrés sirviera para algo.

Ahora Camilito Méndez Salgueiro pinta a la acuarela, pinta marinas y vegetaciones, árboles y praderas, también floreros, y sigue leyendo libros en francés, la empresa Pescados Marineda quebró porque no la sabía llevar, pudo salvar algún dinero y vive sin lujos, es cierto, pero sin excesivos agobios.

– ¿Me da usted un pitillo rubio?

– Con mucho gusto, coja otro para luego.

Betty Boop era la bufona del trío, su hermana y yo quedábamos menos graciosas, no aguantábamos la comparación, quedábamos mucho menos graciosas, Betty Boop tenía verdaderas condiciones de actriz, hubiera hecho una magnífica actriz, tenía mucho talento de actriz cómica, a lo mejor hubiera podido salvarse del derrumbamiento subiéndose a las tablas y yendo de un lado para otro y de escenario en escenario, las candilejas prolongan la juventud y alargan la vida. Betty Boop cantaba y representaba muy bien las canciones que componía Manuel Alejandro para Rocío Jurado, Muera el amor y Lo siento, las bordaba, Betty Boop se apuntó a clases de declamación, lo que más le gustaba era recitar Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, lo vivía tanto que acababa sudando y llorando.

El padre de Moncho Espido, el bizco bailón, le dijo a la encargada de la casa de putas de la Malpiqueira:

– Mira, Concha; cuando termine de hablar tráeme un vermú. Y ahora escucha o, por lo menos, pon cara de escuchar. La materia tiende a dirigirse al centro de la Tierra, la gravedad es su sustancia, y en cambio el espíritu, algo que se tiene a sí mismo como objeto, tiende a volar al eje del cielo, la libertad es su motor, no se puede entender que es su sustancia aunque sería hermoso admitirlo. ¿Lo entiendes? ¿No? Bueno, es lo mismo, ya estoy acostumbrado. Dime una cosa, Concha; ¿está disponible la Esperancita?, no importa, tú no te preocupes, si está ocupada volveré más tarde, tengo que comprar unos pasteles para el cumpleaños de mi nietecita Lorena, mañana cumple cinco añitos, ¡hay que ver cómo pasa el tiempo!

Mi cuñado Esteban Vilariño me regaló tres rollos de papel de retrete marca Los Dos Hermanos, no es tan bueno como La Condesita, pero sí bastante mejor que La Jirafa, Vilariño es médico especialista de piel, venéreas, sífilis, avenida de Arteijo, 21, radiaciones ultravioletas e infrarrojas, diatermia, onda corta, rayos X, la mujer de Vilariño fue mi pobre hermana Victorita, ya fallecida, la Real Academia Gallega nombra miembro de honor a don Dámaso Alonso, nacido en Madrid pero criado a orillas del Eo. El aparatoso tedéum que conmemora las bodas de la confusión con el azar no se utilizó nunca para hacernos olvidar la rutina, todas debiéramos saber que la mujer sola llora el doble que la mujer acompañada, el llanto es una determinada y agobiadora cuantía que admite la partición, jamás pensé que pudiera acabárseme tan de prisa el papel de retrete, se conoce que cunde poco porque hay que escribir con letra grande.

Cuando sopla el viento en La Coruña no hay quien pare, en la clase de declamación Betty Boop conoció a Rosendo Cagiao, un cuarentón cumplido que iba a aprender a hablar en público y que luego fue diputado primero de Unión de Centro Democrático y después de Alianza Popular, Rosendo tenía una voz hermosa, fuerte, persuasiva, muy varonil, tenía un poderoso chorro de voz, a todas nos latía el corazón y nos subía calor por la garganta cuando lo oíamos hablar, al final de las clases Betty Boop se hacía la remolona para quedarse a solas con él y dar ocasión a que la invitase a unos vinos o la acompañase a casa, cuando sopla el viento en La Coruña no hay quien pare porque vuela todo por el aire, cuando se anuncia la llegada de un ciclón se desata la euforia carnal entre los amadores ortodoxos, el amor es siempre una rigurosa ortodoxia, y la gente, determinada gente, la de más firmes inclinaciones, la de las inclinaciones de mayor confianza, anda excitada y como poseída de muy extrañas lujurias, a lo mejor no son tan extrañas, las amas de casa atiborran la despensa de provisiones como si hubiera estallado la guerra, aceite, harina, arroz, lentejas, garbanzos, bacalao, embutidos, conservas, a veces hay muertos porque las tejas vuelan y algunas ventanas se rompen y también vuelan, las autoridades recomiendan no andar por la calle porque además te puede llevar el viento, a los niños y a los viejos los lleva el viento por el aire y los estrella contra las fachadas de las casas, a las niñas a quienes suspenden en religión, 2.° curso, sería prudente tirarlas a la mar más allá de la peña de la Marola. El demonio Belcebú Seteventos, con la pelucona de oro que le regalaba todos los meses su paloma torcaz, cuando se presentaba el ciclón solía comprar las conciencias de los coruñeses que se dejaban, que tampoco eran todos.

– ¿Merece la pena escapar del infierno?

– Me lo pregunté cien veces y nunca encontré una respuesta que me dejase tranquila.

En los alrededores de Kirkagac y de Kinik los campesinos crían unos patos hermosos que venden a los turistas aficionados al pecado de bestialidad, son más caros los patos que las patas, también tienen el amor más bravo. El uniforme de a diario de los sacerdotes de estas afiligranadas y falsas nupcias, de esta vergonzosa ordalía, de este juicio de Dios que puede llevarnos a todos al infierno, es aún más austero que el de hace un siglo y va ribeteado de plata o de rojo, según la estación del año, las sacerdotisas cubren sus asquerosas carnes tumefactas, sus hediondas carnes quebradizas, con sudarios de color gris perla o amarillo limón bordados en plata y con botones de plata y ellos y ellas comulgan con ruedas de molino de miga de pan, se atragantan casi todos, no quiero seguir por este tortuoso sendero, es preferible el hambre.

– ¿Por qué obedeces tan a ciegas las ordenanzas municipales?

– Lo ignoro.

– ¿Por qué a tu marido le huelen las ingles a pachulí?

– No es a mi marido sino a Sanyowananda, mi amante tuerto, a quien le huelen las ingles a pachulí, a mi marido le huelen a canela en rama.

Insisto en decirle a usted, lector estúpido, que las mujeres vulgares tenemos historia natural como las algas y los líquenes, nuestro historiador es Buffon, pero no historia sagrada como san Joaquín y santa Ana, su historiador es cualquiera de los cuatro evangelistas.

– Tómese un breve descanso y continúe.

– Gracias.

Matilde Verdú hizo aguas en el tiesto de geranios del zaguán y continuó:

– Con la venia, señor vicepresidente adjunto. Sabéis de sobra cómo me llamo y tampoco os importa mi declaración, sólo quisiera juraros solemnemente que ignoro cuanto me preguntáis y que mis respuestas no son sino falaces falsedades, podéis quitarme la vida, bien lo sé, pero no mi hondo pesar ni mis escrúpulos. Perdonadme porque tampoco he querido ofenderos.

A Loliña Araújo, la abuela de Matty, Betty Boop y Becky, la compañera sentimental de Roque Espiñeira, el de la Escuela de Artes y Oficios, no se le había perdido nada en las ruinas de Kamliyayla, iba de excursión con su marido y otros dos matrimonios también coruñeses, a su amiga Araceli, la de don Fabio Picatoste, le mordió una rata rabiosa y tuvieron que rematarla con un destornillador kurdo muy tosco, costó mucho trabajo porque no se dejaba, a los muertos los vuelve amarillos la envidia, sólo la envidia.

– Todo eso que usted cuenta es mentira.

– No, señor, parece mentira pero es verdad, eso pasa siempre.

A Betty Boop y a Rosendo Cagiao, el orador, les gustaba el riesgo, eso le pasa a cualquiera, ¿a quién no? En el ciclón de aquel año, los más recios suelen ser en el mes de noviembre, después del día de difuntos, cuando las mareas vivas, en el ciclón de aquel año una tarde, al salir de clase de ortofonía, hay que aprender a impostar la voz, hay que saber hablar con el diafragma o con la garganta, según convenga, al salir de clase Betty Boop y Rosendo tuvieron ganas de riesgo y aventura, quisieron vivir el peligro de cerca y estuvieron de acuerdo en que sería muy emocionante, sería fantástico llegarse a hacer el amor hasta la torre de Hércules, esto no hay que decírselo el uno al otro, basta con pensarlo los dos al tiempo, justo donde la mar se enseña salvaje como un tigre, con olas de hasta quince metros y vientos de ciento noventa kilómetros por hora, el cielo estaba de color gris barco de guerra y en el paisaje no se veía más que a la naturaleza zurrando al coche con ellos dentro, aquello parecía el resquebrajamiento de la luna pero con agua; entre el rijo desatado y el tiempo cabreado, el coche volcó sobre la cuneta y a los amantes cachondos, satisfechos y felices, también muertos de risa, les costó mucho trabajo salir del encierro y llegar hasta la ciudad calados hasta los huesos y temblando de frío.

– Tampoco hubiera sido un mal ataúd.

– ¡Calla, mujer!

Estos amores emocionantes no duraron demasiado tiempo; todo se vino abajo cuando Betty Boop descubrió un día viéndolo en cueros en el invernadero de San Pedro de Nos, que Rosendo tenía ojos y nariz de pájaro, boca de gusano, los hombros caídos y el pipí demasiado oscuro, además era culibajo.

– ¡Confiad en Dios, muchachos, y mantened la pólvora seca! -dijo Oliver Cromwell, el que nos quitó la isla de Jamaica, a sus huestes, en la batalla de Dunbar.

Jugando a la tala, otros le dicen marro, unos chiquillos estuvieron en un tris de saltarle un ojo al alcalde, no faltó nada, la verdad es que hubo suerte. En realidad la ley de Frienberg o de Freyberg para descubrir si una moneda es verdadera o falsa o está endemoniada, que los tres supuestos se consideran, se debe a Kafavis, el físico, Alphonse Kafavis, no a Kavafis, el poeta, Constantino Kavafis, su aplicación está muy lejos de producir resultados medianamente fiables. Todo es muy riguroso y cierto, todo se desmelena quizá en demasía, cuando Eva descubrió que las criadas pertenecían a la especie humana se llevó una gran sorpresa.

– No es justo, lo admito, pero no acierto a explicármelo, si Dios las hizo nacer abajo por algo será, también culpo a los padres de la Iglesia por no haberse pronunciado con mayor claridad, de los negros y de los criminales pudiera decirse lo mismo, todos estamos predestinados, todos acabaremos en el cielo, en el infierno o en el limbo, lo más probable es que el purgatorio esté vacío y con la tapicería de los muebles toda rozada.

El capitán Brandariz es chusquero y lleva bigote a lo káiser, el capitán Brandariz, del regimiento de infantería Zamora número 29, es una mala bestia que rapa al cero las cejas de los reclutas torpes o desobedientes, al capitán Brandariz, don Ramiro Brandariz Cascales, le untaron de mierda el pasamanos de la escalera y tanto él como su señora se pusieron perdidos, por el olor no se puede descubrir a los culpables, el olor es más o menos siempre el mismo.

Las echadoras de cartas estaban medio prohibidas, tampoco prohibidas del todo, ahora hasta se anuncian en la televisión pero entonces eran casi clandestinas, Betty Boop estaba siempre metida en brujas y santiñas y echadoras de cartas, la señora Aurelia vivía en Los Castros, detrás de los depósitos de Campsa, en una casita minúscula, muy modesta, de techo bajo, la calle era un barrizal pero a la puerta había siempre cola, los clientes tenían que esperar varias horas bajo la lluvia, leyendo tebeos o rezando el rosario, la verdad es que no hablaban mucho, nadie quiere contar sus desgracias. La señora Aurelia antes se llamaba la señora Evangelina, pero se mudó de nombre cuando la prendió la guardia civil.

– ¿Por roja?

– No.

– ¿Por proxeneta?

– Tampoco, por estraperlista, le traían aceite de Jaén y trigo de Palencia y de Valladolid y ella se ganaba la vida repartiéndolo entre los compradores, todos tenemos que vivir, la verdad es que disimulaba poco porque lo sabía todo el mundo.

La señora Aurelia echa las cartas sobre una mesa de camilla con mantel de hule a cuadritos blancos y de color de rosa, en la pared hay tres cromos grandes de mucho brillo, el Sagrado Corazón de Jesús, Nuestra Señora de los Dolores y su padre, que fue sargento en la guerra de Melilla, vestido de uniforme de gala; también tiene La Sagrada Cena en alpaca.

– ¿No es en plata Meneses?

– No sé, bien mirado es lo mismo.

La señora Aurelia pronuncia bien las ges y las jotas, pero no las ces, habla con la ese.

– Verás, filliña. Un caballero ronda por las puertas de tu casa, lo que quiere es entrar en tu corazón. Hay una viuda relacionada con un hombre de mando, un general o un gobernador, que no te quiere bien, le gustaría que te preñase un tiñoso y te pegara la tiña y más la tisis. Recibirás carta de un pueblo de fuera, recibirás carta de un americano y vas a hacer rabias, vas a criar rabias por unas prendas que esperabas de un hombre joven y que no te llegan ni te llegarán nunca. Aquí salen también lágrimas pero no te preocupes, neniña, porque sale otra vez victoria, ¿veslo?, el as de oros, durante siete mañanas has de tomar el jugo de un limón amargo y rezarle siete avemarías a Nuestra Señora del Buen Fin para que el as de oros coja fuerza, el limón puedes echarlo en agua si ves que está muy, ácido. Ahora vamos a hacer los tres montones.

En los tres montones volvía a salir lo mismo, el caballero rondador, la viuda influyente y enemiga, el tiñoso, la carta de América, el hombre joven que no manda las prendas, las lágrimas y al final la victoria: total, diez minutos, doscientas cincuenta pesetas de donativo voluntario, la señora Aurelia no cobraba pero admitía lo que le quisieran dar, Betty Boop se quedaba muy contenta cada vez que la visitaba.

– El hombre joven del que me habló seguro que era Pepito.

– ¿El dentón?

– Sí; los demás no sé.

A mi tía Marianita le gustaban mucho las almendras garrapiñadas y las comía en todas partes, en el retrete mientras obraba, y hasta en la novena mientras rezaba el santo rosario, ésa fue su perdición, bueno, su mala pata cuando se le atragantó una; mi tía Marianita era viuda, había tenido dos hijos pero se los mataron en la guerra, uno en la batalla de Brunete y otro en el frente del Ebro, los dos eran alféreces provisionales de infantería; mi tía Marianita no tenía dinero, tampoco podía quejarse, tenía lo suficiente para ir tirando con dignidad y mirando mucho la peseta, lo que sí tenía eran dos cuberterías completas, una de ellas inglesa y muy pesada, y muchas bandejas y fuentes y jarras de plata, restos de pasadas grandezas, el oro lo había dado todo para la Causa cuando empezó la guerra civil, un reloj, la alianza, una medalla de la Virgen del Carmen y quizá algo más, cuando me llegué a su casa ya habían pasado por allí mis primos que arramplaron con todo, ésta es una costumbre familiar muy extendida, en cuanto los parientes ven una peseta se matan por llevársela.

– ¿Y usted lo encuentra mal?

– No, yo no lo encuentro ni mal ni bien, eso es así y no va a cambiar por mucho que quisiéramos, pierda usted cuidado.

Aviso a los navegantes: boya luz roja situada Punta Bestia para balizamiento estrecho Rande se fue a pique.

Uno de los pisos de la casa de Linares Rivas lo alquiló una familia recién llegada de Ferrol, Matty y Betty Boop en seguida se hicieron amigas de los hijos, dos chicos, Tadeíto y Paco, y una chica, Lourdes, el padre era marino de guerra, capitán de corbeta, y se llamaba don Tadeo, la madre, doña Lourdes, era santanderina y estaba muy orgullosa de serlo, seguramente lo encontraba muy afortunado y distinguido, ella no decía santanderina sino montañesa, doña Lourdes era la única medio alta de la familia, los demás se quedaron bajitos; todos eran amables, cariñosos y simpáticos, doña Lourdes también, pero no tanto. La familia estaba muy unida, daba gusto verlos, y cuando el padre volvía a casa del trabajo, trabajaba en la Comandancia de Marina, le cantaban todos a coro una tarantela de la que jamás entendí la letra ni supe lo que quería decir:

Como le pare, como le mare,

sol de sur de la forela

ela ela verigüela

la familia del gogó.

Doña Lourdes era muy aficionada a las echadoras de cartas y en seguida le recomendó a Betty Boop que fuera a ver a la señora Basilisa, la santiña de Caldas.

– Es muy vieja y muy sabia, vas a salir de allí encantada porque acierta mucho.

Betty Boop cogió un día el ferrobús La Coruña-Vigo y se fue a Caldas a visitar a la señora Basilisa, volvió indignada porque apenas estuvo con ella cinco minutos, no le dijo más que dos cositas sin sentido y le cobró trescientas cincuenta pesetas, cien más que la señora Aurelia y además pidiéndoselas de malos modos, nada de donativo voluntario, era una maleducada; Betty Boop se puso furiosa y casi le reclamó el dinero a doña Lourdes, en eso no estuvo prudente, al final tuvo que intervenir Eva para que no se enemistasen las dos familias.

– ¿Usted cree que entre los coruñeses de la Ciudad Vieja hay muchos endemoniados?

– Pues, la verdad, no sabría decirle, yo creo que no, que no hay muchos, vamos, habrá los corrientes.

En Vilatuxe, en la provincia de Pontevedra, la guardia civil mató a tiros en el monte al demonio Astarot Concheiro, que corriendo era como una bala, se conoce que le tiraron a traición y no le dio tiempo de escapar, se dice que al demonio Astarot Concheiro muy bien pudo haberlo denunciado Julián Santiso, el de la Comunidad del Amanecer de Jesucristo, por haberse metido dentro del cuerpo de Eva, aquí sí valen los asperges sobre todo si se dicen bien y el agua está recién bendita, con quienes no vale es con los caracoles de los que se hablará en seguida, tan pronto como se me dé autorización.

– ¿Por qué eres siempre tan respetuosa con los que mandan?

– Porque estoy a punto de llegar a vieja y no quisiera verme en el asilo, yo no quiero morirme en el asilo y sin nadie que me cierre los ojos.

– ¿Por qué tu marido usa eslip y no calzoncillo corriente?

– No lo sé, no se me ocurrió preguntárselo nunca.

El señor subsecretario, presidente nato de la comisión redactora, volvió a utilizar el pertinente tratamiento.

– Bien, prosiga usted con el relato de la crónica.

– Con la venia del señor subsecretario, del señor presidente nato.

El público tosía y medio alborotaba y hubo que llamarlo al orden.

– Silencio, por favor, guarden la debida compostura.

Los caracoles del cementerio de Iskilip pueden contagiar muy raras y peligrosas enfermedades, el sida la primera, no basta con lavarlos con agua bendita porque como son musulmanes y los exorcismos cristianos se les disuelven en la baba, el agua bendita no tiene efecto ninguno, eso es igual que querer pagar a los curas de un entierro con moneda falsa, ahí es donde empieza a chirriar la ley de Frienberg.

– ¿De Freyberg?

– Quizá sí, jamás lo supe.

Ahora me doy cuenta de que he perdido la facultad de improvisar mentiras, ahora tengo que pensarlas, se conoce que voy para vieja, lo vengo diciendo desde que era joven.

Me parece que fue don Ataúlfo Fombuena, el juez de Arzúa, quien me dijo que los joyeros y los aparejadores se suicidan siempre tirándose por la ventana, los boticarios y los funcionarios se envenenan con barbitúricos, las criadas con aguarrás o con lejía, los marineros, los carpinteros y los plomeros se tiran a un pozo, antes se tiraban por un acantilado, los comerciantes y los cocheros de punto se ahorcan, también los taxistas, los militares se pegan un tiro y así sucesivamente, la señora de don Ataúlfo, aunque él no lo supo nunca, había tenido amores con don Calixto Méndez Gil, el marido de Ana María, el joyero que se tiró por la ventana, tuvo un mal momento, le fallaron las potencias del alma, tampoco es necesario que fallen las tres al tiempo, y se tiró por la ventana, se esmagó contra las losas del patio, lo de don Ataúlfo debía ser intuición, no digo los cuernos sino la idea sobre la forma de suicidarse algunos, hay jueces muy intuitivos, a la gente le hizo gracia el suicidio de Méndez Gil, la verdad es que no me lo explico, yo cada vez me explico menos cosas pero tampoco pregunto, se conoce que se me está debilitando la lamparita mágica de la curiosidad, el centillero de las siete luces misteriosas capaces de obrar milagros.

– ¿Por qué las ovejas del matadero mueren sin quejarse? Se limitan a poner los ojos tristes y vidriados, mejor vidriosos, ni suplicantes siquiera, y se les seca la garganta, el matarife las degüella sin quitarse el pitillo de la boca, no conoce la caridad, ¿por qué las ovejas del matadero mueren sin quejarse?

– No lo sé, a lo mejor tampoco tiene explicación porque a nadie le importa saberlo, la gente es muy rutinaria.

A mi marido le dieron un metrallazo en el pecho durante la guerra civil, es amarga la idea de que las guerras civiles no dejen sino huellas hediondas que quizá hubieran podido evitarse, nadie debiera permitir que nadie finja proclamarse salvador de nada, ése es un camino muy ruin.

Matilde Meizoso, mi tocaya, le regaló a su marido un lote de libros. Sociedad Liquidadora Librera. Barcelona. Formidable liquidación en tomos de lujo. La bestia humana, de Emilio Zola, el papel de retrete La Jienense también es de buena calidad para escribir, quizá no tanto para otros usos más íntimos, Los vagabundos, de Máximo Gorki, en Karakasu no hay percebes, ¿cómo va a haberlos si está en el interior de la Anatolia?, en Karakasu y en Kizilkaboluk hay alacranes, escorpiones y víboras, también conejos, codornices y gacelas, El príncipe idiota, de Dostoievski, todo por 268 pesetas, más gastos de envío, los hombres vulgares no son más que nosotras y tampoco tienen historia.

– ¿Ni saben contarla?

– Me imagino que no.

Y de regalo El doctor Jivago, de Pasternak, la paloma torcaz del demonio Belcebú Seteventos no dejaba de parir su mensual pelucona de oro, Miguel Strogoff, del inmortal Julio Verne, Yo no soy sino una mujer sumida en la tristeza, anegada por la tristeza, ahogada en la más rítmica e incontenible tristeza, y Aventuras de la novela negra, con hombres duros y muy bellas mujeres, la policía detuvo a la Caralluda de Valadouro porque le partió la cabeza a un cabrito de un botellazo, lo más probable es que con razón, Trini la Madrileña y Carmeliña Conacha Brava le llevaban pitillos y tortilla de patatas a la cárcel, anís no porque lo prohíbe el reglamento, a los quince o veinte días la soltaron.

Un día vimos por la calle a un chico guapísimo, de aire agresivo y salvaje, parecía Tarzán, con el pelo revuelto pero muy cuidado y limpio, los ojos verdes, los labios rojos y carnosos, el porte atlético, con una zamarra de ante forrada de piel de borrego, iba muy a la moda, llevaba un violín en su estuche, después supe que se llamaba Miguel Negreira, que era artista y que su padre había hecho dinero con el volframio; las tres nos quedamos prendadas, casi enamoradas, pero ninguna lo volvimos a ver en mucho tiempo.

– ¿Alguna de ustedes sabe el principio de Arquímedes?

– Sí, señorita, todas menos Araceli.

De vez en cuando las dos López Santana y yo merendábamos en el Galicia con unos chicos de Ferrol, los tres hijos de marinos, que estaban estudiando arquitectura en La Coruña, el mío se llamaba Juan Manuel y jugaba muy bien al ajedrez, el de Matty era un bellezón que se llamaba Rogelio, como el nombre no le gustaba le decíamos Filis, a Betty Boop, que era menos exquisita, le adjudicamos uno muy pijo, muy tontito, que nos daba mucha risa, no recuerdo su nombre pero sí que le llamábamos el Zanahorio porque tenía mucho acné y la cara muy colorada.

– ¿Usted cree que los crímenes se preparan siempre en silencio?

– Me parece recordar que esto ya me lo preguntó usted otra vez, pero procuraré complacerle: los buenos crímenes, sí, sin duda, y los demás, ¿qué importa a nadie?

Los ferrolanos tenían alquilado un piso en Riego de Agua, cerca de la Diputación, en la otra acera, casi esquina a la calle de la Trompeta, a veces nos reuníamos a cantar y a tocar la guitarra, pero la cosa jamás pasaba de ahí; un día, durante las vacaciones de Semana Santa, nos fuimos en autostop hasta Ferrol para verlos, nos llevó un dentista que trabajaba lunes y martes en Puentedeume y que no se propasó lo más mínimo, desde aquí fuimos en una camioneta de gaseosas y el chofer le fue pellizcando todo el camino a Matty, que era la que le quedaba al lado.

A mi marido y a mí nos clavaron en la cruz de San Andrés para que sirviéramos de ejemplo a los hijos de familia, a las hijas de familia, éstas aprendieron la lección todavía peor que sus hermanos; mi marido, cuando agonizábamos en la cruz, cuando ya casi no nos quedaba aliento, me preguntó,

– ¿Cuántos estúpidos crees que se precisan para formar un coro que cante la loa de los crucificados medianamente bien?

– No tengo la menor idea, a lo mejor no muchos.

Don Severino Fontenla, el cura castrense medio putero, se encontró en la calle con Guillermina Fojo, la nuera de Faneca, y se pusieron a hablar:

– ¿A usted qué le parece eso del yoga y la meditación trascendental, don Severino?

– ¡Calla, hija, calla! ¡Cuando el diablo no sabe qué hacer, con el rabo espanta las moscas!

A mí me dieron un papel en el que se leía que en nuestro interior existen tremendos poderes y facultades de los que no somos conscientes, me lo dieron en los Cantones, se lo daban a todo el mundo, para mí que esto no es verdad del todo, tampoco somos conscientes del bazo o del páncreas, la práctica del yoga y la meditación nos ayuda a despertar la más elevada de las inteligencias, bueno, ¿y qué? Loliña Araújo nunca se llevó bien con su nuera Guillermina, a Loliña Araújo, a pesar de los años, los hombres le siguen gustando más que a su nuera, no digo que ésta sea lesbiana, no, a mí me parece que pasa de todo, que lo único que le gusta es mandar, bueno, esto tampoco se sabe nunca y lo mejor va a ser callarse, no merece la pena pasarse la vida argumentando.

– ¿Alguna de ustedes sabe el teorema de Pitágoras?

– Sí, señorita, todas menos Araceli.

– Bien. ¿Alguna de ustedes conoce la geometría cuatridimensional de Minkovski?

– No, señorita, eso no lo sabemos ninguna, eso no viene en el libro.

En La Coruña muere casi todos los días una cigarrera jubilada, da pena ver cómo a la historia la barre el viento, La Coruña es ciudad de mucho viento, sopla por todas partes, a las mujeres nos levanta las faldas y a los hombres les hincha la cabeza, se la llena de fantasías.

En Ferrol, de pronto, vimos al del violín vestido de marinero, el del violín era Miguel Negreira, estaba haciendo la mili y le quedaba ya poco para cumplir; ni cortas ni perezosas fuimos a saludarlo, él también se había fijado en nosotras y nos había reconocido, y quedamos en vernos cuando volviese por La Coruña. Después, cuando nos enteramos que el del violín era profesor de violín, a Betty Boop le faltó tiempo para apuntarse a sus clases particulares, las impartía, vamos, las daba muy serio y poseído, muy en su papel, en la calle de Rosalía de Castro, 27, estudio, a un grupo de jóvenes, tres chicos muy espiritados y pálidos, Bernabé, Cristino y Nicolás, y dos chicas muy alegres y animadas, Adelita, que también era poetisa y recitadora, bueno, iba camino de serlo, y Betty Boop, que estaba especializada en Rabindranath Tagore, sin duda por influencia de su hermana, y en Bécquer y Juan Ramón Jiménez, a estos poetas la aficionó la madrileña Shell. Betty Boop y el del violín, además de verse en las clases, se solían encontrar en la piscina de la Hípica, tampoco siempre; Miguel Negreira andaba mucho con Lucas Muñoz, que era muy simpático, muy cariñoso y culto y que se había licenciado ya en filología clásica. sabía hasta sánscrito y hebreo. Un domingo quedaron los tres en ir a bañarse a la playa de Balco, o, más allá de Arteijo, que era de muy difícil acceso y estaba casi siempre vacía, a la playa de Balcobo había que ir desde la playa de Barrañán y saltando por encima de las rocas, ésta es ya la mar abierta y las olas baten con mayor o menor fuerza pero iodo el año. Betty Boop iba de medio tacón y Miguel la cogió en brazos para cruzarle las peñas sin que se mojase; ya en Balcobo la puso sobre la arena con una delicadeza infinita, con un mimo amoroso y enfermizo, y él y Lucas, cada uno por su lado, la estuvieron adorando en silencio toda la tarde y sin rozarle siquiera la piel, Betty Boop se sentía como un rosa, quise decir como una diosa.

A Baldomero, el sacristán de Santa Lucía, le gustaba mucho leer la Historia de España del padre Mariana, el de sacristán no es un oficio muy instruido, es cierto, pero siempre hay sus excepciones a todo.

– ¿Usted cree que la historia hay que contarla con detalle y parándose en minucias y pejigueras?

– Sí, sin duda, con todo detalle y sin pararse en nada, la historia no es más que el detalle y su interpretación, lo demás es la crónica; si se le quita el detalle, la historia se esfuma porque los sucesos no acontecen de forma general sino particular.

– Sí, puede que tenga usted razón, no se lo niego, yo aprendo algo cada día que pasa, en eso soy muy afortunado.

Baldomero Calvete no se siente con fuerzas para luchar contra el feo vicio de la masturbación, parece un mico, entre cuidar la iglesia, leer al padre Mariana y masturbarse se le va la vida, debe andar ya cerca de los cincuenta años. A la salida de la novena del Carmen, doña Concha Reigosa le dijo a doña Fermina la del registrador:

– ¿Qué opina usted de eso que se dice de que Loliña Araújo comete actos deshonestos con el sacristán en el primer confesonario de la izquierda según se entra de la calle? Que Dios me perdone, pero es un rumor muy extendido.

– ¡Quite usted allá, mujer! ¡Quite usted allá! Ésas no son más que habladurías y murmuraciones de gente desocupada, si la gente trabajase más no pasarían estas cosas. ¿Para qué iba a querer Loliña Araújo meterse en esas aventuras sacrílegas teniendo a Evaristo?

– Sí, eso es lo que yo pienso, pero parece que no es así, todas sabemos que Evaristo no es de Loliña sino de su consuegra. doña Clara, Evaristo es el jardinero de doña Clara, el del invernadero de San Pedro de Nos, lo de Loliña y el sacristán Baldomero es otra cosa, cierta o falsa pero otra cosa, yo ni quito ni pongo rey.

– Sí, ya entiendo, ahora ya entiendo, es triste eso de que le cuelguen a una lo que no hizo. Doña Concha Reigosa hace ya lo menos siete años que no peca más que contra el mandamiento de la ley de Dios que prohíbe levantar falsos testimonios y mentir.

– ¿Cuál es?

– No sé, no lo recuerdo bien, el octavo, creo que el octavo, sí, es el octavo, el séptimo no robar, el octavo no levantar falsos testimonios ni mentir, el noveno no codiciar la mujer de tu prójimo, tomando carrerilla desde el principio salen todos.

– Sí. ¿Y las mujeres podemos codiciar al hombre de nuestras amigas y nuestras vecinas, al hombre de las demás?

– Eso no lo sé y además tampoco quiero meterme en líos.

Los tres excursionistas de Balcobo, cuando volvieron a La Coruña se fueron a casa de Lucas que también era buen cocinero, Lucas lo hacía todo bien, bueno, digamos que casi todo, con las mujeres tengo mis dudas.

– Puedo daros coca-cola o fanta, no tengo vino.

– No importa, yo no bebo.

– Ni yo.

Lucas sacó coca-cola de la nevera, les puso unos amorosos valses de Chopin en el tocadiscos, se metió en la cocina, les preparó unos espaguetis carbonara riquísimos, se los sirvió y se esfumó, Lucas sabía que Betty Boop era más de Miguel Negreira que suya, vamos, la verdad es que suya no lo era nada, él tampoco tenía ninguna otra, pensaba que las mujeres éramos poco de fiar; en la cena la pareja habló de cosas banales e intrascendentes, los versos de Adelita, la inmensidad de la mar, la belleza de la música, cómo el amor puede llenar la vida entera, y después se sentaron en el sofá, encendieron un cigarrillo, ¿tienes un porro?, no, yo no fumo porros, fumé uno un día y no me gustó, entornaron los ojos y esperaron hasta sentirse abrazados y besándose, todo llega a su tiempo y es siempre malo precipitarse, Lao Tse culpaba a la prisa de todos los males, esto se lo oí decir a Lucas Muñoz más de una vez.

Todos y todas nos sentimos descubridores del vicio y cómplices del vicioso, si Betty Boop hubiera sabido que su padre iba al gimnasio a ver atletas en la ducha, se le hubiera venido el mundo abajo, si Betty Boop hubiera sabido que su madre iba a la sauna a ver mujeres desnudas y a las últimas filas del cinc: a escuchar los quedos jadeos de las masturbaciones recíprocas, se le hubiera caído el mundo encima, Betty Boop también se sentía la inventora del vicio, Lucas Muñoz le explicó una noche al violinista lo que dijo Baudelaire: no busques más en mi corazón, se lo comieron las bestias. Matilde Lens, la partera de Entrecruces, ya van tres Matildes, no bebe más que gaseosa La Flor de la Gramela.

– Toda la historia que usted me cuenta es repugnante, yo prefiero los chulos a los maricones y las putas a las lesbianas, yo prefiero los accidentados a los enfermos, se conoce que soy una mujer de ideas antiguas, también quiero decirle que aguanto mejor a los maricones que a los chulos; según para qué, tienen mejor corazón.

Betty Boop aquella noche del violinista fue inmensamente feliz en la cama, aunque después dijera que no, tanto las decepciones como los derrumbamientos pueden llevar a la mujer a la mentira, otra ver el octavo mandamiento, el amor propio puede producir los mismos confusos efectos aunque camine por otros senderos.

Javier Perillo, el que merendaba en casa de doña Leocadia y de doña Clara Erbecedo, también parece ser que se acostaba con ella, con doña Clara y quizá con doña Dora, la de don Leandro, estaba especializado en viejas, era amigo de Miguel, el violinista, y de Fran, el hermano de Betty Boop, ésta era muy valiente pero le daba miedo que se descubriese el pastel, La Coruña en esto es como un pueblo, en esto son como un pueblo todas las ciudades del mundo y en España, más.

– ¿Incluso más que en Marruecos?

– No, eso no, digamos que de otra manera.

Don Alfonso, el comandante retirado que se tiraba pedos por lo bajo en casa de doña Leocadia iba algunas noches por los bares de putas, la afición es la afición, don Alfonso era cliente de la Orensana, doscientas y la cama, que se tupía de ginebra en el bar Cartagena de la calle del Papagayo, por el bar Yenka iba menos, aquí triunfaba Manolita Matueca, que era de Laracha, la llamaban la Hormiga Atómica porque iba en moto, Manolita era pequeña de estatura pero dicen que muy juguetona en la cama, en los bares de la calle de la Florida también había buenas hembras, los hombres llaman hembras a las mujeres en determinadas circunstancias, las había mejores en el Carballeira que en el Añón, la leonesa Regina Sopeña era una real hembra, vivía en la calle de San Agustín, en un primer piso muy bien puesto, y en su casa guardaba dos mantones (le Manila, Regina pesaba lo menos setenta kilos y a los hombres los desnataba, los dejaba como un guante, Segunda Couto también estaba buena pero era otra cosa, Segunda Couto quedaba un poco borde de maneras pero estaba muy buena y era complaciente y alegre, había varias' mujeres Y más como se puede suponer, pero esto tampoco es un censo.

A eso de las dos de la mañana Miguel le dijo a Betty Boop que iba un momento a su casa a buscar el traje de marinero para volver a Ferrol a primera hora, Betty Boop había gozado mucho, ¿cuántas veces?, ¡vete tú a saber, llevar esa cuenta es una vulgaridad!, y se quedó dormida, a las seis se despertó sobresaltada, vio que seguía sola, se asustó, se vistió, y se fue para su casa corriendo, entró por el piso de abajo para que sus padres no se enterasen de que había estado fuera toda la noche, sus padres aún no se habían separado, claro, y el piso de Linares Rivas era un dúplex. En la calle de la Franja esquina a la calle de la Trompeta, en la otra acera que el hotel Primitiva Luz, había una casa de citas de tapadillo adonde fui algunas veces con don Valentín el de correos, yo no sé por qué cuento esto que ni viene a cuento siquiera, don Valentín era tío del violinista, se conoce que por eso me acordé ahora. Juan Manuel, Filis y el Zanahorio también eran amigos de Fran, se encontraban en el bar Anduriña, en la calle de la Estrella, esquina a Mantelería, que era famoso por sus tapas, pasaban constantemente bandejas de tapas, en el Anduriña fue donde mataron a uno de una puñalada por aplaudir un gol del Barcelona, estaban dando el partido por televisión. Uno de los sitios de La Coruña donde más sopla el viento es en la calle de la Amargura esquina a Alfonso IX yendo hacia la plaza del General Azcárraga, allí volamos todos por el aire. Betty Boop entró con los zapatos en la mano para no hacer ruido, abrió la puerta con todo sigilo, pero el collar de bolas se le enganchó en el picaporte, se le rompió y las cuentas hicieron un gran estruendo al caer contra el piso de madera.

– Pido permiso al señor gobernador del Banco de España para una cuestión de orden.

– Concedido.

– Gracias, señoría. Con la venia, cuando hablo de las dos hermanas López Santana y de mí y de nuestras aventuras estoy mintiendo, yo no anduve jamás metida en semejantes tutes, tampoco quisiera hacerme la estrecha, pero esto que digo es verdad, yo escribo a veces en primera persona para complacer a mi agente y a mi editor, tanto Paula Fields como Gardner Publisher Co. tienen sus prejuicios y sus manías (y motivaciones maniáticas), lo verdaderamente ejemplar es que todo lo convierten en dinero, todo lo que tocan se vuelve dinero y son capaces de vender los más raros productos de la subinteligencia. Supongo que está completamente claro lo que quiero decir, eso de echar el yo por delante no es más que un subterfugio, otros le llamarían licencia poética.

Aquella noche estaba durmiendo en casa de las López Santana, lo hacía algunas veces, sus padres no se despertaron con el ruido de las cuentas del collar de Betty Boop, sólo lo oímos Matty y yo, que nos sentamos en la cama para que nos lo contara todo, dónde había estado, con quién, qué había hecho, todo, absolutamente todo. Betty Boop habló de su día y su noche con pelos y señales, sin omitir detalle, con más delicada ilusión del día en la playa de Balcobo que de la noche en casa de Lucas con el del violín, Betty Boop estaba muerta de risa, la risa también puede ser una coraza, una trinchera, la risa también puede ser el disfraz de la amargura.

– Estoy locamente enamorada de un miserable, además tiene los testículos pequeños como huesos de cereza y el pene tan ridículo que ni lo sentía, estoy desesperadamente enamorada de un miserable, esto me pasa a mí porque soy una estúpida, no tengo perdón de Dios.

Entonces se echó a llorar y después se quedó dormida, Betty Boop no volvió a las clases de violín. Su madre, a eso de las diez o diez y media nos preparó un desayuno delicioso, café capuchino, cruasanes recién salidos del horno, torta de Guitiriz y galletas con mantequilla de Arzúa.

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