Capítulo 18

Alex se presentó en casa de sus padres a primera hora de la mañana. Cuando llegó, Katherine todavía estaba en bata, preparando un café en la cocina. Alzó la mirada hacia su hijo y se quedó completamente paralizada. Apretó los labios y abrió los ojos como platos, pero no dijo nada.

Alex no había estado más enfadado con ella en toda su vida. Sabía que, al no hablar con ella, la había castigado de la peor de las maneras, porque su madre no soportaba perder el contacto con sus hijos. Y él había querido hacerle sufrir.

Pero después había recordado quién era Katherine. Había recordado cómo le había encontrado cuando él sólo era un niño asustado que se despertaba todas las noches gritando porque revivía en sueños el asesinato de su madre. Había recordado la paciencia con la que le había enseñado a leer, a sumar y a restar, cómo le había enseñado a ducharse y a vivir en sociedad. Había sido ella la única que había dado por sentado que podría integrarse en el colegio y estudiar después en la universidad. Todavía recordaba lo sorprendido que se había quedado al oír hablar a su madre con una de sus amigas.

– Alex es un niño brillante, estoy convencida. Sé que será capaz de hacer cosas magníficas con su vida. Me pregunto a qué universidad irá -le había oído decir.

En aquel momento Alex sólo tenía diez años y todavía estaba luchando para adaptarse a su nueva vida. Aquellas palabras habían supuesto un profundo cambio en él. Katherine había sido capaz de obrar el milagro. Y Alex era consciente de que se lo debía todo.

Pero aunque no hubiera sido así, estaba seguro de que habría ido a verla a aquella mañana. Porque la quería. Siempre la querría. Y todo el mundo tenía derecho a equivocarse. Katherine también era humana.

Le abrió los brazos, Katherine corrió hacia ellos y Alex la abrazó. Era tan pequeña, pensó con aire ausente. Siempre la había visto como una mujer fuerte y poderosa, pero en aquel momento la sentía casi frágil.

– Lo siento -comenzó a decir Katherine.

– No -la interrumpió Alex-, ya te disculpaste y no he venido aquí para oírtelo decir otra vez. He venido para decirte que te agradezco que te arrepintieras de lo que hiciste y para que sepas que ya está todo arreglado.

Katherine le miró a los ojos.

– Dios mío, Alex, te quiero tanto…

– Yo también te quiero.

– No puedo creer que me hayas perdonado.

– Soy un tipo increíble, ¿sabes? Tienes suerte de que forme parte de tu vida.

Katherine sonrió y comenzó a reír después a carcajadas.

– Sí, supongo que sí -retrocedió un paso-. Estaba haciendo café, ¿quieres tomar una taza?

– Sí, claro -se sentó en uno de los taburetes de la cocina-. Y también me gustaría hablar contigo de un par de cosas.

– Sí, ya me imaginaba que no estabas aquí para disfrutar de mis habilidades culinarias.

– Preparas unos bizcochos de canela deliciosos.

– Ojalá. Lo que hago maravillosamente es abrir la bolsa y meterlos en el horno.

– Aun así, me encantan.

– Por eso los hago.

Katherine siempre había conseguido que todos y cada uno de sus hijos se sintieran especiales. Era una mujer extremadamente sincera, nunca había buscado ninguna clase de protagonismo y siempre pensaba en los demás. La familia era su mundo, una familia que él estaba a punto de dividir.

– Voy a dejar de trabajar en la campaña -anunció Alex.

Su madre contuvo la respiración.

– Alex, no.

– No me queda otro remedio. No soy la persona más adecuada para ayudar a Mark.

– Pero tu participación en la campaña es muy importante.

Alex era consciente de que le estaba poniendo en una situación muy difícil: que estaba haciéndole elegir entre padre o hijo. Sabía que siempre elegiría a Mark porque era su marido, pero que le destrozaría tener que tomar esa decisión.

– No he tomado esa decisión a la ligera -le dijo-. Para mí también Mark es muy importante. Quiero hacer las cosas bien, pero no puedo ignorar mis sentimientos. Yo no soy un político, no me gusta la política y no se me da bien.

Katherine se cruzó de brazos y miró atentamente a su hijo.

– Lo sé -susurró-. Sé que te sumaste a la campaña porque yo te lo pedí, y porque Mark quería que fuera una cuestión familiar.

– Si es por eso, continuaré participando de alguna manera en la campaña. Le demostraré mi apoyo de otra manera.

– Para tu padre va a ser una gran decepción.

– Pero lo superará.

Alex tenía la sensación de que la mayor preocupación de Mark sería ver de qué manera afectaba su renuncia a los votantes, pero seguramente no estaba siendo justo.

– Esto no puede haber sido fácil para ti -dijo Katherine, mostrando aquella capacidad de comprensión que parecía tan natural en ella-. Supongo que ha sido como renunciar a cumplir con tu deber.

Mark se encogió de hombros.

– Creo que esto es lo mejor para todos, aunque no sé si papá será capaz de comprenderlo.

Katherine asintió.

– Estoy segura de que con el tiempo lo comprenderá. ¿Cuándo piensas decírselo?

– A finales de semana.

Pero incluso mientras lo decía, se sentía culpable, como si estuviera haciendo algo malo. Todo lo que le habían enseñado, todo lo que le debía a Mark y a Katherine le obligaba a quedarse. A tragar con todo. Pero no podía. Katherine también le había enseñado a tener su propia personalidad.

– Lo siento -le dijo-. Supongo que es un disgusto más después de todo lo que tuviste que pasar ayer.

Katherine arrugó la nariz.

– No, las que de verdad lo pasaron mal fueron Dani y Bailey. Y no sabes cuánto me alegro de que ninguna sufriera ningún daño. Si esos chicos les hubieran hecho algo…

Su voz reflejaba fuerza, enfado y fiereza. A Alex le gustaba que se mostrara tan protectora con Dani y con Bailey.

– Tendrían que haber respondido ante toda la familia.

Katherine apagó la cafetera y se inclinó contra el mostrador.

– ¿Qué pasará con esos chicos?

– Saldrán condenados, yo me encargaré personalmente de ello. ¿Cómo está Bailey?

Katherine se relajó.

– Creo que en realidad esto ha sido un espaldarazo para ella. Tiene muy claro que esos chicos estaban haciendo algo que no debían. Dani la protegió, le hizo sentirse especial, y el haber sido capaz de ayudar a Dani la ha ayudado a verse como una persona fuerte y capaz.

– Me alegro mucho.

– Ya sé que es tu hermana favorita.

Alex se movió incómodo en su asiento.

– Quiero a todos mis hermanos por igual.

– Oh, por favor, es evidente que tienes debilidad por Bailey. Siempre la has tenido.

– Quizá.

– Y me alegro. Dani también la quiere mucho. ¿Sabes? Creo que Dani es una chica muy especial. Me gusta.

Había algo particular en su forma de decirlo; era como si estuviera tanteando el terreno.

– Soy consciente de que su aparición no ha sido fácil para ti -le dijo Alex-. Y no por nada de lo que ella ha hecho, sino por ser quien es.

– Sí, lo comprendo.

– ¿Y ahora ya estás bien?

Katherine clavó la palabra en la cafetera.

– «Bien» es una palabra un tanto engañosa. ¿Qué significa realmente? ¿Que me gusta lo que ha pasado? ¿Que no me importa que la gente especule o hable de nosotros? Por supuesto que no. Pero tampoco puedo culpar a Dani de lo ocurrido. Y si quieres saber si preferiría que no hubiera aparecido, la respuesta también sería negativa.

– La quiero.

Alex no pretendía decir aquellas palabras. Apenas acababa de darse cuenta el mismo de cuáles eran sus sentimientos. Pero la noche anterior, al salir del hospital, había sido consciente de hasta qué punto habría cambiado su vida si Dani hubiera sido gravemente herida. Él no estaba buscando el amor, pero aun así, lo había encontrado.

– Ya me lo imaginaba -dijo su madre con una sonrisa.

– ¿Y por qué?

– Porque cuando hablas de ella aparece algo especial en tus ojos. Una luz, no sé. Es algo muy sutil, pero yo me di cuenta casi desde el principio.

Seguramente le habría parecido odioso en un primer momento, después lo había aceptado y, con el tiempo, Alex estaba seguro de que llegaría incluso a gustarle. Por ser Katherine quien era.

– Esta vez es algo serio -le dijo.

– Eso también me lo imaginaba.

– Quiero casarme con ella.

Alex esperó su reacción. Por un momento temió que se desmayara o se pusiera a llorar. Pensó que a lo mejor se enfadaba, o que quizá le suplicara que cambiara de opinión.

En cambio, Katherine sirvió dos tazas de café y le tendió una a su hijo.

– Quiero que esta vez queden las cosas claras: quiero tener nietos. Montones de nietos.

Y sonrió.

Debería habérselo imaginado, pensó Alex mientras la abrazaba. Fuera cual fuera la situación, Katherine siempre había sabido ponerle las cosas fáciles.

– Maldita sea, eres genial -le dijo.

– Lo sé. Soy una fuente constante de sorpresas. Supongo que eso forma parte de mi encanto.

Katherine cerró los ojos y supo que darle a Dani la bienvenida a la familia en tanto que esposa de Alex era entonces mucho más fácil de lo que lo habría sido el día anterior. Dani había demostrado su valor y Katherine era consciente de que era la clase de mujer que quería para su hijo.

Se negaba a pensar en los posibles rumores, en el potencial escándalo. Ya se enfrentaría a ello cuando llegara el momento.

– ¿Cuándo vas a proponerle matrimonio?

– Pensaba hacerlo mañana por la noche. Quiero organizar una cena romántica. Esta mañana iré a buscarla al hospital. Seguramente continuará dolorida por lo que le hicieron esos canallas, así que quiero dejar que descanse algunas horas.

Katherine suspiró.

– Me gusta cómo te he educado. Te has convertido en un buen hombre, Alex. Dani ha tenido una gran suerte al encontrarte.

– Eso es exactamente lo que pienso decirle a ella.

– Espero tener detalles. Mañana la veré a la hora del almuerzo, tenemos que ir a esa comida benéfica. Será difícil mantener la boca cerrada, pero lo intentaré.

Alex miró a su madre a los ojos. -Gracias. Por todo.

Lo único que Katherine había hecho era quererle, de la misma forma que quería a todos sus hijos. Había cometido errores, pero siempre había continuado intentando hacer las cosas bien.

El matrimonio de Alex con Dani uniría a las dos familias, las fortalecería.

– No creas que con esto te va a bastar para olvidar el tema de los nietos -le advirtió entre risas-. Lo digo en serio: estoy cansada de esperar.

Alex respondió también riendo.

– No te preocupes. Yo me encargaré de tus nietos.


La comida benéfica para apoyar la investigación sobre el cáncer de mama se celebraba en un hotel del centro de la ciudad. Dani continuaba haciendo tiempo en el cuarto de baño, pero sabía que en cualquier momento tendría que abandonar aquel pequeño cubículo y hacer su entrada en el salón. Y lo haría, por supuesto, en cuanto estuviera segura de que no iba a vomitar.

El estómago continuaba dándole vueltas y queriendo escapar de su lugar. Sentía una fuerte tensión en el pecho y le temblaban las piernas. Estaba más que nerviosa. Histérica, casi. Incluso con aquel ojo morado, habría preferido enfrentarse a otra pelea que tener que hablar en público.

– Estoy bien -se dijo a sí misma, intentando tranquilizarse-. Lo superaré. Son sólo seis minutos. Cinco si hablo deprisa. Seguro que puedo hablar durante cinco minutos.

En realidad no consiguió convencerse a sí misma, pero si era capaz de comenzar a hablar, a lo mejor empezaba a sentirse mejor. El discurso le gustaba. Era sincero y conmovedor. La persona encargada de escribirlo había incluido algún comentario simpático sobre su ojo morado. Principalmente porque ni todo el maquillaje del mundo habría servido para ocultarlo.

Apretó los puños, tomó aire y oyó entonces que entraban varias mujeres en el cuarto de baño.

Dani se estaba diciendo a sí misma que había llegado el momento de salir, que no tenía sentido continuar allí, cuando comenzó a oír otra conversación.

– Dios mío, no me puedo creer que Katherine tenga que pasar por una cosa así -oyó decir a una de las mujeres-. Todavía no he podido decidir si es estúpida o es una santa.

– Parece cansada -le contestó otra mujer-. Una hija de Mark. Es increíble, ¿verdad? Y ahora va a presentarse en público con ella. Desde luego, si yo estuviera en su lugar, no lo haría.

– Su marido quiere optar a la presidencia del país. Una mujer tiene que estar dispuesta a muchas cosas para acceder a ese tipo de vida. Como ella. La gente no para de comentar su situación. Supongo que eso tiene que estar matándola.

Lo decía como si le entusiasmara pensar que Katherine estaba sufriendo.

– ¿Crees que antes de casarse le dijo a Mark que no podía tener hijos? -preguntó la otra mujer.

– No lo sé -contestó la primera-. En cualquier caso, seguro que para él fue de lo más decepcionante. Y esos hijos que ha adoptado… Todos tienen algún defecto. Es horrible. Por supuesto, es algo que no se puede decir en público. Todo el mundo tiene que fingir que es maravilloso.

Entonces fue cuando explotó el genio de Dani. Salió del cuarto de baño y se enfrentó a aquellas tres mujeres tan perfectamente vestidas.

– No hace falta fingir -les dijo-. Katherine es una mujer extraordinaria. Algo que ninguna de ustedes puede decir de sí misma, estoy segura.

Las tres se la quedaron mirando estupefactas. Dani se acercó tranquilamente al lavabo, se lavó las manos, se las secó y salió del cuarto de baño. Todavía estaba temblando cuando entró en el salón.

Malditas fueran esas mujeres y sus estúpidos comentados. Dani no sabía quiénes eran, pero esperaba que Katherine no considerara a ninguna de ellas amiga. Eran como serpientes venenosas.

Miró a su alrededor buscando a Katherine, pero no tardaron en acorralarla dos periodistas.

– Sólo será un minuto, por favor -dijo la mujer. Dani intentó apartarse.

– Éste es un acto privado. A menos que hayan comprado entrada, tendrán que marcharse.

Ambos le enseñaron su entrada. Dani ahogó un gemido.

– ¿Fue usted la que provocó o la que preparó el ataque de ayer para favorecer la campaña electoral de su padre? -preguntó el hombre.

– ¿Es cierto que Alex Canfield y usted han dejado de salir juntos porque su padre salía perjudicado en las encuestas? ¿Han renunciado al amor por culpa de la campaña?

Dani apartó a los periodistas y avanzó hacia el interior del salón. Encontró a Katherine hablando con el coordinador del acto.

– Ya sólo quedan entradas de pie -le dijo Katherine mientras se retiraban a una esquina más tranquila-. Gracias a ti, lo hemos vendido todo.

– Querrás decir gracias a que todo el mundo está deseando ser testigo de algo digno de contar a los amigos -repuso Dani con amargura.

Katherine cambió de expresión.

– ¿Qué ha pasado?

Por supuesto, Dani no iba a contarle la conversación que había oído en el cuarto de baño.

– Algunos periodistas han comprado entradas y han intentado abordarme. Sinceramente, no sé cómo soportas todo esto, estar siempre bajo la luz de los focos. Lo odio. No se me da nada bien y no tengo ganas de vivir así.

– Tiene sus compensaciones -respondió Katherine.

Dani estuvo a punto de preguntar cuáles eran. Desde luego, no podía estar refiriéndose al dinero y al poder. Katherine procedía de una familia muy rica. Además, era una persona discreta y reservada, era imposible que le gustara vivir continuamente expuesta al ojo público.

Después, Dani se acordó de cómo miraba Katherine a Mark y tuvo la respuesta. La compensación de Katherine era que podía continuar al lado del hombre al que amaba y que era capaz de hacerle feliz. Para ella todo giraba alrededor de Mark.

Al pensar en su padre, recordó lo que había pasado la noche anterior en el hospital. Allí se había dado cuenta de que los sueños de su padre podrían tener un impacto real en la historia del país y que ella los había puesto en peligro. Por el mero hecho de aparecer, había arriesgado toda la campaña de su padre.

– Dani, ¿qué te pasa? -le preguntó Katherine.

– Lo he estropeado todo -dijo Dani, intentando permanecer tranquila a pesar de la inquietud que bullía en su interior-. Esos chicos no habrían atacado a Bailey si no hubiera sido por mí. Me reconocieron y así fue como empezó todo.

– Ellos son los únicos culpables de lo que hicieron.

Pero la lógica no servía de nada en aquellas circunstancias.

– Podrían haberle hecho mucho daño a Bailey. Querían violarla, Katherine. Seguramente se metieron con nosotras porque me han reconocido. En el caso de que eso hubiera ocurrido, aunque yo no hubiera hecho nada, ¿cómo crees que me habría sentido?

– Pero no pasó nada, las dos estáis bien.

– ¿Durante cuánto tiempo? -preguntó Dani-. ¿Y quién será el siguiente? ¿A quién más le destrozaré de una u otra forma la vida? ¿Y qué me dices de ti? ¿No odias todo lo que represento? ¿No te molesta lo que dice la gente?

– La gente siempre habla -respondió Katherine-, eso no podemos evitarlo.

– Siempre pareces tener respuesta para todo. Siempre sabes lo que tienes que hacer.

– No siempre. Hace muy poco hice algo horrible.

Dani pasó por alto la referencia a su conversación sobre Fiona.

– Eso no tuvo ninguna importancia. Me refiero a las cosas realmente importantes. Te presentas conmigo en público porque tienes que hacerlo. Sonríes y finges que no pasa nada cuando, en realidad, cada vez que me miras se te rompe el corazón.

Katherine sonrió.

– Dani, creo que te estás poniendo un poco dramática. No me estás rompiendo el corazón.

– Te han hecho mucho daño con todo lo que dicen, con todo lo que se especula sobre ti. No tiene que ser fácil.

– Dani, déjalo ya. Le estás dando demasiada importancia a lo que dicen los demás.

– No lo creo. ¿Sabes, Katherine? Necesito marcharme.

– Dentro de cinco minutos tienes que dar un discurso.

Aquello casi le hizo sonreír.

– No ahora. Lo que quiero decir es que tengo que irme de Seattle.

Katherine la miró fijamente.

– No puedes huir.

– Sí, si de esa forma resuelvo los problemas de todo el mundo.

– ¿Y no crees que deberían ser los demás los que te dijeran si quieren o no que les ayudes a resolver sus problemas?

– Ninguno de vosotros va a pedirme que me marche. Sé que nunca lo haríais -quizá Mark fuera capaz de hacerlo, pero ¿qué sentido tenía decírselo?

Marcharse era la única solución posible, pensó Dani. Cuando ella se quitara de en medio, la vida volvería a la normalidad. Podía irse a una ciudad más grande, como Los Ángeles o quizá Nueva York. Allí había miles de restaurantes, así que no le costaría encontrar trabajo.

– Tú eres una luchadora por naturaleza -dijo Katherine con voz queda-. ¿Por qué vas a rendirte ahora?

– Porque creo que sería lo mejor para todo el mundo.

– ¿Y para ti? ¿Tú que quieres para ti, Dani?

– Eso ahora no importa.

– ¿Y Alex?

Dani todavía no tenía una respuesta para eso.

– Alex lo comprenderá.

Algo cambió entonces en la mirada de Katherine.

– No creo que lo comprenda en absoluto.


Dani no quería enfrentarse a nadie, no quería enfrentarse a las discusiones y las peleas que surgirían en cuanto anunciaran sus planes. Lo único que quería era desaparecer, alejarse de todo el mundo.

Excepto de Alex, pensó con tristeza. Quería estar con él, abrazándole, acariciándole, hablando. Lo quería todo de él, y quería poder darle todo lo que ella era.

Miró el reloj y vio que sólo faltaban unos minutos para que llegara. Se suponía que iban a salir a cenar, a un lugar agradable, le había prometido Alex.

Era una perspectiva que le gustaba, pensó. Una cena tranquila con el hombre al que amaba. Pasar la noche con él. ¿Pero con qué finalidad? Cuanto más tiempo pasara a su lado, más difícil le resultaría dejarle.

Se sentó en la cama de la habitación que utilizaba en casa de Gloria. En el fondo, sabía que no quería marcharse. Quería quedarse allí porque aquél era su mundo. Aquél era el lugar al que pertenecía.? Pero ¿a qué precio? ¿Cómo podía ser feliz consigo misma si a cambio de su felicidad tenía que destrozar las vidas de todos los que la rodeaban?

Se levantó y se metió en el cuarto de baño. Se quitó cuidadosamente el maquillaje que se había puesto para el almuerzo. El color oscuro del ojo contrastaba con la palidez de su piel. Parecía perdida, dolida, que era exactamente como se sentía.

Odiaba todo aquello. Odiaba sentirse desgarrada por dentro. Odiaba la sensación de que no hubiera ninguna solución para su problema. Odiaba sentirse controlada por las circunstancias y por la vida de los demás.

Lo único que ella pretendía era encontrar un lugar al que pertenecer, encontrar a su verdadera familia. Y la había encontrado, sí, pero desde entonces, su vida se había convertido en un desastre. Un desastre que debía comenzar a arreglar cuanto antes.

Bajó al vestíbulo a esperar a Alex. No quería pensar siquiera en que estaba a punto de decirle que se marchaba. Todo le resultaba demasiado triste. Así que, intentando no pensar en ello, se dedicó a pasear por las habitaciones vacías, maravillándose de que Gloria no estuviera allí. Estaba fuera, con sus amigos. Amigos que había hecho en el centro de día del barrio.

La imagen de su abuela haciendo manualidades con otras ancianas le hizo sonreír, pero era una realidad. Bueno, a lo mejor no se dedicaba exactamente a hacer manualidades, pero salía y conocía gente. Lo de comenzar a ir al centro de día había sido idea de Lori y Gloria le había hecho caso.

Dani entró en el salón y fijó la mirada en las vistas de la ciudad. Lori había sido una influencia maravillosa tanto para su abuela como para Reid. Había unido a la familia. Elissa había sanado el corazón de Walker y le había dado un motivo por el que vivir. Y Cal siempre había estado enamorado de Penny, aunque durante mucho tiempo hubiera sido demasiado cabezota como para reconocerlo.

Llamaron a la puerta. Dani corrió a abrir a Alex. Mientras cruzaba el vestíbulo, recreó su imagen. Sus hombros fuertes, la forma de su mandíbula, aquella boca capaz de convertirle en un charquito de deseo.

Estaba enamorada de él. Después de haber tropezado con tantas ranas, por fin había encontrado un príncipe. Un príncipe al que estaba a punto de abandonar.

– Hola -la saludó Alex, se agachó y le dio un beso en la boca.

Dani se inclinó para devolverle el beso, dejando que su cuerpo le dijera lo que ella no era capaz de decirle: que le amaba, que siempre le amaría, por lejos que tuviera que marcharse, que nunca le olvidaría.

– Hola -susurró Dani mientras Alex se enderezaba.

– He elegido un sitio muy especial para ir a cenar -le dijo Alex-. Luces tenues… muy romántico. Probablemente tendrás que prepararte. A mí, por lo menos, me basta estar contigo para que me tiemblen las piernas.

Dani sonrió; sonrió porque Alex era divertido, encantador y tenía siempre las palabras adecuadas para cada ocasión.

– Pues pareces estar llevando muy bien la situación

– Lo sé -le enmarcó el rostro entre las manos y le acarició el moratón-. Cada vez que te veo el ojo me entran ganas de darle una paliza a esos tres chicos.

– Pero no lo harás.

Alex vaciló un instante, el tiempo suficiente para hacerle saber que la respuesta que iba a darle no era la primera opción.

– No, no lo haré -miró el reloj-. ¿Ya estás lista?

Dani le dio la mano y le condujo al salón. Le invitó a sentarse en el sofá y se volvió después hacia él.

– En realidad no tengo hambre -le dijo-. He pensado que podríamos saltarnos la cena. Hay un par de cosas que necesito…

– No podemos saltarnos la cena -contestó Alex con una expresión que Dani no fue capaz de descifrar-. La cena es importante. He hablado con el chef. El postre va a ser algo muy especial, que seguro que no te querrás perder. Será magnífico.

– Alex, estoy hablando en serio.

– Tenemos que ir a cenar, Dani.

– No puedo. Yo…

Alex frunció el ceño.

– ¿Te encuentras mal? ¿Tienes que volver al hospital?

– No, yo… Alex, me voy.

– ¿Qué?

– Me voy de Seattle. Ya he renunciado al trabajo que tenía en el Bella Roma y todavía no he empezado a trabajar en el Buchanan's, así que es el mejor momento. Necesito marcharme, buscar un lugar diferente. Vivir en una ciudad en la que nadie me reconozca. Quiero recuperar mi vida de antes, vivir en mi propia casa y no tener a la prensa persiguiéndome constantemente. Quiero dejar de hacer daño a la gente que quiero.

Alex se levantó y bajó la mirada hacia ella.

– ¿De qué demonios estás hablando? No puedes marcharte de Seattle.

– Tengo que irme. Es lo mejor.

– Pero eso es huir.

Dani estaba terriblemente decepcionada. Creía que Alex lo comprendería. Aunque era gratificante verlo tan afectado. A lo mejor ella no era la única que se había enamorado…

– A veces una retirada a tiempo es lo mejor para todo el mundo -dijo mientras se levantaba ella también-. Por favor, no te enfades conmigo.

– ¿Por qué demonios no voy a enfadarme? Ni siquiera lo has hablado conmigo. Me dices que te vas así, sin más. ¿Y qué va a pasar ahora? ¿De verdad estás dispuesta a marcharte?

Dani asintió lentamente. Después, tomó aire mientras sentía cómo comenzaba a latirle la cabeza.

– Ahora ya están resueltos los problemas de todo el mundo. Katherine dejará de sufrir. Sé que le he hecho mucho daño y no sabes cuánto lo lamento. Bailey está a salvo. Y mi retirada será buena para la campaña.

Alex la fulminó con la mirada.

– Al diablo con la campaña. ¿Crees que la prensa va a olvidarse de ti porque te vayas de la ciudad? Continuarán con toda esa historia. En cuanto a Bailey, ni siquiera sabes lo que podría haber pasado. Esos chicos hicieron algo terrible y serán castigados por ello, pero tú no tenías ningún control sobre lo que estaban haciendo, ni tenías ninguna manera de predecirlo -se acercó a ella-. Vas a rendirte. Jamás pensé que serías capaz de hacer algo así.

Muy bien. Dani llevaba demasiado tiempo mostrándose comprensiva. Había llegado el momento de decir algo.

– Estoy haciendo lo que considero lo mejor para todo el mundo.

– No estás dispuesta a luchar por lo que realmente quieres.

– No estoy dispuesta a hacer daño a la gente a la que quiero. Deberías sentirte agradecido. Tú quieres mucho a Katherine y sabes lo mucho que ha sufrido por culpa mía.

– Katherine es más fuerte de lo que crees. ¿Y qué me dices del padre que estabas tan desesperada por encontrar? ¿No piensas terminar lo que has empezado?

– Mark no me necesita. Lo que él necesita es ser presidente. Te necesita a su lado, trabajando para alcanzar su objetivo. Lo último que le conviene es pelearse con la prensa por mi culpa.

Alex tomó aire.

– Ya no voy a seguir en la campaña. Todavía no se lo he dicho a Mark, pero me voy.

Dani le miró fijamente.

– No puedes. Mark te necesita.

– Mark tiene a su disposición personal muy preparado que puede hacerse cargo de la campaña. Ése no es mi mundo. Yo no quiero ser como él.

Evidentemente, Alex todavía no le había dicho nada a su padre, porque, de otro modo, Dani se habría enterado ya. Y cuando la prensa lo supiera, la cosa se iba a poner muy fea.

– Un motivo más para macharme -musitó-. Así la prensa se olvidará de nosotros.

– Y eso es lo único que importa, ¿verdad? -preguntó Alex con amargura-. Me alegro de saber de qué lado estás. Has entrado en la lógica de la política de forma muy rápida. Realmente, eres digna hija de tu padre.

Aquella acusación tan injusta le dolió casi tanto como el golpe que le habían dado en la cabeza.

– Eso no es justo. ¿Crees que para mí es fácil? Quiero a la familia a la que acabo de conocer. No quiero dejarla y te aseguro que tampoco quiero abandonar a mi familia de siempre. Estoy tomando una decisión muy difícil, pero lo hago por el bien de todo el mundo.

– A mí me parece que es la solución más fácil.

– En ese caso es que no eres capaz de entender nada.

Ella no quería que pelearan. Pensaba que Alex se entristecería al saber que se iba. No había imaginado que pudiera enfadarse.

Alex se acercó a la ventana y clavó en ella la mirada. Al cabo de unos segundos se volvió hacia Dani.

– ¿Y nosotros?

– No sé cómo puede funcionar lo nuestro -admitió Dani-. El precio a pagar es muy alto. Incluso en el caso de que dejes la campaña.

– Entonces, somos víctimas de esta guerra. ¿Todo tiene que terminar entre nosotros?

No, gritó Dani en silencio. No quería que su relación terminara.

– Me importas mucho.

– Oh, me estás haciendo sentirme muy especial.

– No -le pidió Dani, y se reclinó en el sofá-. No te pongas frío y sarcástico.

– ¿Y cómo debo ponerme? Yo pensaba que te importaba. Pensaba que nuestra relación era importante para ti. Pensaba que eras la única con la que se suponía que tenía que estar -caminó hacia ella-. Tú no eres la única que tiene un pasado sentimental terrible. Primero me enamoré de una mujer que me mintió y me engañó y después me he enamorado de una mujer que no es lo suficientemente fuerte como para luchar por lo que de verdad importa.

¿Enamorarse? Entonces… Dani alzó la mirada hacia él.

– ¿Alex?

– ¿Vas a ir a contarle a Bailey que te vas o prefieres que se lo diga yo? Ella cree que sois amigas, así que esta noticia no le va a hacer ninguna gracia. Pero Bailey siempre ha sabido enfrentarse a sus propios sentimientos. Esa chica tiene el corazón de una leona. Es algo que admiro en ella. Pensaba que era algo que teníais en común, pero por lo visto, estaba equivocado.

A Dani se le llenaron los ojos de lágrimas. No podía ver con claridad. Pestañeó varias veces y, cuando por fin pudo ver otra vez, se dio cuenta de que Alex se había marchado.

Así, sin más. Había oído lo que tenía que decirle y se había marchado.

Dani escondió el rostro entre las manos y se entregó a las lágrimas. No quería marcharse. Pensar en abandonarlo todo le estaba matando. No quería marcharse, pero no veía otra solución a sus problemas.

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