Capítulo 17

Dani se despertó y se descubrió a sí misma apoyada contra uno de los postes del aparcamiento. Sabía exactamente dónde estaba y lo que había pasado.

– Bailey -gritó.

El hombre que tenía frente a ella sosteniendo una linterna delante de sus ojos sonrió.

– No ha pasado nada -le explicó-. Bailey está bien. Tú eres la única que ha sufrido algún daño. Me temo que se te va a poner el ojo morado.

– Genial -dijo Dani, buscando con la mirada a la adolescente.

Le dolía la cara, y también la cabeza, pero en aquel momento, nada de eso importaba.

Había cerca de una docena de personas a su alrededor. Algunos trabajadores del servicio de urgencias, policías y unos cuantos clientes que lo observaban todo a cierta distancia. Dani continuó buscando con la mirada hasta que vio a Katherine y a una joven a la que no conocía junto a Bailey.

– Bailey está bien -susurró aliviada.

– Claro que está bien. Es una chica fuerte. Su madre dice que se lanzó sobre ti como una leona, dispuesta a atacar a esos chicos.

– Ya se han ido, ¿verdad? -preguntó Dani, deseando que les castigaran por lo que habían intentado hacerle a Bailey.

– Les agarrarán. Tenemos una descripción exacta de los tres. Bailey se ha fijado mucho en ellos.

Katherine desvió la mirada para fijarla en el rostro de Dani. Le dijo algo a Bailey y a la otra mujer y corrió hacia ella.

– ¿Cómo está? -le preguntó al hombre que sostenía la linterna-. Se ha dado un golpe en la cabeza.

– Sí, señora, ya lo sé. Tiene buen aspecto. De momento vamos a llevarla al hospital y le haremos unas cuantas pruebas. Probablemente tenga que pasar allí la noche, pero está evolucionando muy bien. ¿Quiere hablar un momento con ella?

– Sí, por supuesto.

A pesar de que llevaba unos pantalones claros, Katherine se sentó en el suelo y tomó la mano de Dani.

– Dios mío -susurró con los ojos llenos de lágrimas-. ¿Cómo podré agradecértelo?

Dani contestó sollozante.

– No me des las gracias. Todo esto es culpa mía. Esos estúpidos me reconocieron porque me habían visto en el periódico. Empezaron a meterse conmigo y después se fijaron en Bailey. Entonces la emprendieron contra ella. Si le hubieran hecho algún daño…

Katherine alargó la mano para secarle las lágrimas que ni siquiera había sentido caer.

– Si le hubieran hecho algún daño, no habrían encontrado en la tierra un lugar en el que esconderse. Alex les habría encontrado y habría acabado con ellos.

Hablaba con tanta fiereza que Dani la creía a pies juntillas.

– Tú no tienes la culpa -continuó diciendo Katherine-. Por favor, no pienses eso.

– Pero ellos…

– Eran unos capullos -sonrió ligeramente-. Jamás dejaré que la prensa sepa que puedo hablar así, pero te aseguro que puedo ser muy dura. Hijos de…

– Ha estado tan serena -dijo Dani-. Yo estaba muerta de miedo, pero Bailey se ha enfrentado a ellos. Deberías estar muy orgullosa de ella.

– Lo estoy, y también de ti. He visto cómo la has defendido.

Dani se llevó la mano a la mejilla.

– Me temo que no he hecho muy buen trabajo.

– Eres increíble -Katherine le apretó la mano con cariño-. No sé cómo voy a poder agradecértelo.

– No me des las gracias. No sabes lo mal que me siento por todo lo que ha pasado. Estaba aterrada.

– La quieres mucho.

Dani asintió, pero deseó no haberlo hecho al sentir cómo le dolía la cabeza.

– Es mi hermana.

A Katherine se le llenaron los ojos de lágrimas.

– He sido tan mala contigo. Yo no… -tragó saliva-. No hay excusa para lo que he hecho.

Dani frunció el ceño.

– Acabo de darme un golpe en la cabeza y creo que me he desmayado. Supongo que eso explica por qué no tengo ni idea de lo que estás hablado.

– ¿No has visto un coche justo antes de perder la conciencia?

– Sí -contestó Dani, sin atreverse a mover la cabeza.

– Era yo. Julie y yo teníamos planes para esta tarde. Pero le he hecho venir aquí para espiarte.

– ¿Qué?

A esas alturas, Dani ya estaba segura de que tenía una lesión cerebral. Era imposible que Katherine hubiera dicho que había ido a espiarla.

– Estaba tan herida, tan amargada que hice una estupidez. Me habría gustado ser yo la que llevara a Bailey a comprarse el vestido -se cubrió la cara con la mano libre-. Estoy tan avergonzada… En ese momento, te veía como la personificación de todos mis fracasos. Necesitaba hacerte daño.

– ¿Nos seguiste? -dijo Dani sin estar muy segura de si lo había entendido correctamente-. Yo nunca le haría ningún daño a Bailey.

– Lo sé, lo sé. Lo siento mucho. He sido una estúpida, me he dejado llevar por los celos y he actuado de forma ridícula. Estaba herida. En realidad tú no tienes la culpa. Debería haberte dicho algo. Debería haberte dicho que quería ir con vosotras -Katherine bajó la mano-. Lo siento.

Dani la miró fijamente.

– Katherine, me habría encantado que vinieras con nosotras. Te admiro mucho. Ha habido veces… -tomó aire-. ¿Sabes? Muchas veces he pensado que habría preferido que tú fueras mi madre a que Mark fuera mi padre.

Katherine volvió a llorar otra vez.

– Oh, no. Yo no soy tan buena como tú crees.

– Nos has salvado. He visto a ese coche corriendo a toda velocidad hacia nosotras. Has sido tú la que has conseguido que huyeran esos tipos.

– Te he visto defendiendo a mi hija con tu propia vida -dijo Katherine-. Nunca podré pagarte lo que has hecho. Sobre todo después de lo que te he hecho yo a ti -se interrumpió y desvió la mirada-. Cuando me preguntaste por Fiona y por Alex, cuando quisiste saber si era posible que continuaran juntos, te mentí. Estaba dolida y quería hacerte daño. Pero en realidad no están juntos, Dani. No han vuelto a estar juntos desde que se separaron.

Dani, apoyándose con la mano en el suelo, se irguió ligeramente. Se frotó la sien e hizo una mueca al acercar después la mano a su rostro inflamado.

Lo ocurrido y la información que Katherine acababa de darle se mezclaban de manera confusa en su cerebro, como si fueran las piezas de un rompecabezas incompleto. No le encontraba sentido a nada; lo único que realmente alcanzaba a comprender era que, una vez más, le había hecho sufrir a Katherine. Y…

Un momento. ¿Alex no estaba con Fiona? Pero aquélla era una cuestión demasiado importante como para asimilarla en ese momento. Buscó un tema algo más fácil.

– Siento haberte causado problemas -susurró Dani-. Y parece que continúo haciéndolo.

Katherine emitió un sonido que era en parte una risa y en parte un sollozo.

– ¿Eso es todo lo que piensas decirme después de la confesión que acabo de hacer? Me comporté de una forma horrible. Como un ser despreciable. Te mentí.

– Fue una reacción natural, lo comprendo.

– Dios mío, ¿cómo puedes ser tan buena, tan comprensiva? ¿No puedes enfadarte conmigo? Podrías hasta pegarme…

– Me duele demasiado la cabeza como para ponerme agresiva.

Katherine se inclinó hacia ella y la abrazó.

– Dani, por favor, perdóname.

– Te perdono.

– No puede ser tan fácil.

– A lo mejor sí.

– Pero si te mentí acerca de Alex.

– No entiendo lo que ha pasado con Alex -admitió-. Fiona fue extremadamente convincente y después, cuando yo le lancé a Alex todas aquellas acusaciones, él apenas se defendió. Por eso tuve la sensación de que era cierto todo lo que Fiona me había dicho.

– A lo mejor no alcanzaba a comprender que hubieras dado crédito a una información así y le decepcionó que no confiaras en él. Alex es un hombre orgulloso, Dani. Para él, el honor lo es todo. Pero es un hombre por el que merece la pena luchar.

– Podría haberme dicho la verdad -dijo Dani, deseando que dejara de dolerle la cabeza.

– ¿Y no te la dijo?

– A lo mejor… -en aquel momento no era capaz de recordar.

– Me gustaría ofrecerme a ayudarte, pero creo que últimamente me he inmiscuido demasiado en tu vida -le acarició a Dani el brazo.

Alex no estaba con Fiona. ¿Sería posible? ¿Y por qué no había intentado convencerle de la verdad? ¿Por qué se había limitado a desaparecer? Muy bien, era cierto que no la había engañado, pero también que no estaba dispuesto a luchar por lo que habían compartido. De modo que quizá fuera preferible que hubiera terminado todo.

El problema era que no se sentía mejor, sino infinitamente peor.


– Yo nunca me había subido a una ambulancia -dijo Bailey, que iba sentada al lado de Dani-. Me alegro de que no hayan puesto la sirena. Haría mucho ruido.

Dani también se alegraba. Probablemente la sirena habría acabado con ella.

– ¿Estás bien? -preguntó Bailey-. Estás muy pálida y tienes el ojo hinchado. Ha sido increíble cómo te has peleado.

– Sí, a mí también me cuesta creerlo. Estoy segura de que mis hermanos van a hacer todo tipo de bromas sobre mí.

– Se alegrarán de que no te haya pasado nada. Yo también me alegro.

Dani alargó la mano para tomar la de Bailey.

– Has sido muy valiente. El médico que me ha atendido me ha contado cómo me has protegido y has conseguido alejar a esos chicos.

– No iba a permitir que nos hicieran ningún daño.

Dani le sonrió.

– Estoy muy orgullosa de que seas mi hermana.

Bailey esbozó una sonrisa radiante y posó la cabeza en el pecho de Dani.

– Lo mismo digo. Te quiero mucho, Dani.

Dani sintió un nudo en la garganta.

– Yo también te quiero mucho -le acarició a Bailey la melena-. No vamos a permitir que esto lo estropee todo, ¿verdad? Me refiero a lo del vestido y al baile.

Bailey se enderezó inmediatamente.

– Por supuesto que voy a ir al baile. Tengo un vestido precioso y mamá me va a peinar. Me ha dicho que puede dejarme unos pendientes. ¿Crees que estaré tan guapa como ella?

Dani pensó en lo que Katherine le había confesado, en lo mal que se había sentido al saberse fuera de la vida de su hija. Y deseó que Katherine hubiera estado allí para oír lo que Bailey acababa de decirle.

– Creo que deberías pedirle que te ponga tan guapa como ella. Seguro que le gustará.

Bailey asintió.

– Mi madre es la mejor.

– Estoy completamente de acuerdo.


– Hay demasiadas visitas -dijo la enfermera con firmeza-. No puede haber tantas personas al mismo tiempo en una habitación.

Reid se acercó a la enfermera, una mujer de unos cincuenta años, y sonrió.

– Pero es mi hermana. Estaremos muy callados y, si aparece la jefa de enfermeras, nos esconderemos debajo de la cama, ¿de acuerdo?

Dani observó a Reid Buchanan obrar su magia. La enfermera le fulminó con la mirada durante un par de segundos más y después pareció relajarse.

– De acuerdo, pero tienen que estar muy callados. Si mi jefa se entera…

– Jamás se enterará -le prometió Reid, y la enfermera se marchó.

– Increíble -susurró Dani.

– Estoy completamente de acuerdo -se sumó Lori mientras le tomaba a Dani el pulso-. Es un genio. Con él, lo único que tengo que hacer es permanecer en un segundo plano y esperar -Lori hablaba con la confianza de una mujer que se sabía amada. Le soltó a Dani la muñeca-. Sobrevivirás.

– ¿Es que había alguna duda?

– No, pero quería asegurarme.

Lori se acercó a Reid, algo realmente complicado en aquella habitación abarrotada. Había ido a ver a Dani toda la familia, Gloria incluida, y también estaban Katherine y parte de sus hijos. Los únicos que faltaban eran Mark, Alex, y los tres Canfield más pequeños.

– Hola, soy Julie.

Dani se volvió hacia la atractiva joven que acababa de acercarse a la cama. Era una mujer pequeña, con el pelo negro y rizado y la piel de color café.

Dani sonrió.

– La segunda hija de los Canfield, que está estudiando psicología en la universidad, ¿lo he dicho bien?

– Lo has dicho perfectamente. Siento que no nos hayamos conocidos antes. He oído hablar muy bien de ti. Y la verdad es que fue divertido enterarme de la vida sexual de mi hermano a través de la prensa. Voy a tener un motivo para burlarme de él durante el resto de mi vida.

Dani hizo una mueca.

– Me gusta tu actitud. Y creo que a mí no me vendría mal tomármelo de la misma manera. Todavía me entran ganas de esconderme en un agujero cuando me acuerdo.

– No puedes permitir que esos canallas te hundan. Yo no lo permito -Julie señaló a Gloria-. ¿Es tu abuela?

– Sí.

– Una mujer dura y fuerte. He leído algo sobre ella. Sé que levantó un imperio de la nada. Ahora mismo estoy haciendo un trabajo sobre mujeres emprendedoras para una de las asignaturas en las que estoy matriculada. ¿Crees que podría entrevistarla?

– Lo que creo es que mi abuela se sentiría muy halagada.

– Genial. Encantada de conocerte. Espero que te pongas bien.

Julie se acercó a Gloria, que estaba hablando en aquel momento con Katherine.

Dani volvió a apoyar la cabeza en la almohada. Walker se acercó a la cama y le dio un beso en la frente.

– He hablado con uno de los policías. Han atrapado a los tres chicos y tendrán que ir a juicio. Supongo que ésa es una de las ventajas de tener un senador en la familia.

– Me alegro, porque si no hubieran presentado cargos contra ellos, habrías sido capaz de matarlos.

Walker se quedó mirando fijamente a su hermana.

– No, no soy capaz de hacer algo así.

– Pero habrías estado a punto de hacerlo.

– Eres mi hermana.

Algo que estaba significando mucho para ella últimamente, porque sabía que implicaba una conexión muy especial y toneladas de cariño. Katherine tampoco se había separado de ella, seguramente para intentar reparar su mentira sobre Fiona. Pero en cuanto tuviera oportunidad de quedarse a solas con ella, Dani quería explicarle que era cierto lo que le había dicho, que la comprendía y la perdonaba. Además, estaba más afectada por la reacción de Alex. ¿Por qué no se habría defendido con más vehemencia? ¿Por qué habría renunciado a ella tan fácilmente?


Tres horas después, todavía no tenía la respuesta para aquellas preguntas, pero por lo menos podía formulárselas en silencio. Las enfermeras habían conseguido echar a todo el mundo para que ella pudiera descansar. En aquel momento permanecía tumbada, con los ojos cerrados y preparándose para dormir, pero entró alguien en la habitación.

Abrió los ojos y vio a Alex al lado de la cama.

La única luz que había en la habitación era la que procedía del pasillo, de modo que su rostro estaba en sombras. Dani no podía distinguir su expresión, pero, en cualquier caso, se alegraba de que hubiera ido a verla. Estaba exultante, de hecho. Al fin y al cabo, eso tenía que significar algo, ¿no?

En lo que a Alex concernía, pensó, no tenía remedio. En cuanto le tenía delante se comportaba como una mujer débil y desesperadamente enamorada.

– Cómo te han dejado el ojo -dijo Alex mientras le acariciaba el pómulo con infinita delicadeza.

– Pues deberías ver cómo ha quedado el otro tipo.

Alex no sonrió. Se inclinó hacia delante y la envolvió en sus brazos. Unos brazos fuertes, cálidos, que le hicieron sentirse completamente segura, a salvo.

– Maldito hijo de perra… -musitó Alex contra su hombro.

Dani se aferró a él.

– Supongo que eso debo tomártelo como un insulto contra esos tipos. Espero que no tenga nada que ver con mi falta de maquillaje.

Alex la soltó y acercó una silla al lado de la cama. En cuanto se sentó, le tomó a Dani las dos manos.

– Cuando me he enterado de lo que había pasado no me lo podía creer -le dijo-. Me gustaría preguntarte que si estás bien, pero supongo que es una pregunta estúpida. Cómo vas a estar bien en estas condiciones.

– Claro que estoy bien -contestó-. Todavía un poco asustada, pero bien. Sobre todo teniendo en cuenta que no he caído en coma, ni tengo una contusión ni nada de lo que supongo se puede esperar cuando a alguien le dejan en observación. Mañana por la mañana me darán el alta -se llevó una mano a la cara-. Y voy a tener una historia muy interesante que contar.

– Has tenido que pasar mucho miedo.

– La verdad es que creo que jamás en mi vida había estado tan asustada. Pero sobre todo por Bailey. Tenía mucho miedo de que la violaran.

– Pero les has dado bien. Todos están heridos.

– ¿Les has visto?

– Sí. Esos chicos tienen todo un historial de problemas. Nunca habían llegado tan lejos y tampoco han recibido grandes penas en los juzgados, pero esta vez no van a irse de rositas.

– ¿Bailey está bien?

Alex sonrió.

– La están tratando como a una auténtica heroína. Dice que no pasó miedo, que sabía que tú ibas a protegerla. Y cuando te pegaron, en lo único en lo que pensó fue en devolver el golpe -le apretó la mano con fuerza-. Incluso ha confesado que dijo algunas palabrotas.

Dani se echó a reír.

– Creo que le dijo a uno que era un cabeza hueca. Es un encanto. Me parece increíble que esos chicos pudieran ser tan crueles con ella. No puedes imaginarte las cosas que le dijeron.

– Todavía no han sacado ninguna ley contra la estupidez.

– Y hablando de estupidez -continuó diciendo Dani con la mirada fija en la manta que tenía sobre el regazo-, creo que yo también entro en esa categoría -se obligó a mirarle-. Me temo que Fiona consiguió engañarme.

Alex la miró a los ojos.

– No me estoy acostando con Fiona. No tengo ningún interés en ella. No voy a llegar tan lejos como para decir que la odio porque eso implica utilizar un gran nivel de energía que no me apetece malgastar con ella. Fiona no significa nada para mí, Dani, y quiero que lo sepas.

– Lo sé, de verdad. Y debería haberme dado cuenta. Además, debería haberte preguntado en vez de haberte acusado directamente.

– No, la culpa de eso la tengo yo. La acusación me pilló completamente desprevenido y me dejé llevar por el orgullo. Pensé que deberías haberme creído. Después me di cuenta de que en realidad nos conocemos desde hace muy poco tiempo, era lógico que creyeras lo que parecía más evidente.

– ¿De verdad?

¿Significaría eso que no iba a dejarla?

– Sí, de verdad -Alex se inclinó hacia ella y la besó.

– El problema fue que Fiona sabía muchas cosas sobre tu casa. Me habló hasta de cómo se encendía la chimenea de tu dormitorio.

– Porque había estado allí. Le fastidió tanto que la dejara que, cuando se enteró de que yo estaba interesado en esa casa, intentó quitármela. Lo más irónico del caso es que, después de la sentencia de divorcio, tendría que haberla pagado con mi dinero.

Dani suspiró.

– Jamás se me ocurrió pensar que podría haber visto la casa sin estar contigo.

– No, no lo sientas. Soy yo el que debería haber manejado la situación de otro modo. Lo del embarazo me dejó completamente desconcertado. No podía dejar de pensar en quién podía haber estado saliendo con Fiona. Tiempo después, comprendí que a lo mejor habías interpretado mi reacción como una forma de culpa o sorpresa.

– Algo así.

Alex volvió a besarla y Dani se deleitó en la caricia cálida y prometedora de su boca. Quería continuar besándole, pero teniendo en cuenta que estaban en un hospital y que todavía le dolía terriblemente la cabeza, probablemente no fuera muy buena idea.

– No quiero a Fiona, te quiero a ti.

– Buena respuesta.

– ¿Ya nos hemos arreglado?

Dani asintió e inmediatamente se llevó la mano a la cabeza.

– Tengo que dejar de hacer esto.

– ¿Y qué me dices de las encuestas? -preguntó de pronto Alex-. ¿Continúan preocupándote las encuestas?

– No lo sé. Tú eres el experto en eso, no yo. ¿Crees que es mejor ignorarlas?

– No puedes dejar que la campaña electoral dirija tu vida.

Sí, sonaba muy bien, ¿pero sería verdad? Mark era su padre. ¿No tenía que intentar ayudarle?

– No quiero estropearlo todo -admitió-. No quiero ser la razón por la que Mark no llegue a ser presidente.

– ¿Y por eso serías capaz de separarte de mí? -preguntó Alex.

Dani le miró atentamente, intentando averiguar lo que estaba pensando.

– ¿Quieres decir que no debería hacerlo? ¿Que si Mark te pidiera que no me vieras le dirías que se fuera al infierno? -se llevó la mano a la boca, arrepentida por la brusquedad de sus palabras-. Mark es tu padre, le debes lealtad por encima de todo, y éste es su sueño. ¿Crees que tenemos derecho a destrozárselo?

– Seguro que surgirán otros escándalos.

Pero hasta entonces, ella era el escándalo del momento.

– Pero esta noche no tenemos por qué pensar en ello -añadió Alex-. Ahora, descansa. Mañana por la mañana vendré para llevarte a tu casa.

– Estoy deseando salir de aquí.

Alex le dio un beso en la mejilla y se marchó.

Dani cambió de postura en la cama, intentando ponerse cómoda. La cabeza todavía le latía y sabía que le costaría conciliar el sueño a pesar de que estaba agotada. A lo mejor debería…

Alguien llamó a la puerta en ese momento. Alzó la mirada y vio a Mark entre las sombras.

– Todavía estás despierta -le dijo su padre.

– Sí.

– Estupendo. Estupendo -entró en el dormitorio y le sonrió-. ¿Cómo te encuentras? Tienes el ojo muy negro.

– Sí, ya lo sé. Antes me he mirado en el espejo y casi me he asustado.

– Te pondrás bien.

Por primera vez desde que se habían conocido, estaba a solas con él. Sin familia, sin colaboradores… sólo su padre. Y parecía menos impactante. Aun así, continuaba siendo un hombre atractivo y, para ella, un gran desconocido. ¿Sería siempre así? ¿Sería ésa la única relación que podría llegar a establecer con su padre? ¿Para ella siempre sería un personaje distante?

Mark se sentó en la silla que Alex acababa de dejar.

– ¿Necesitas algo? -le preguntó a Dani-. ¿Te tratan bien aquí?

– Me tratan estupendamente y estoy muy bien. Mañana podré volver a mi casa.

– Genial -Mark le palmeó el brazo-. Has salido en las noticias. Bailey y tú os habéis convertido en heroínas. Ha sido una noticia importante. Esperamos que esto nos permita ganar votos. Les hemos demostrado que nuestra familia tiene carácter. Seguro que volvemos a subir en las encuestas, sobre todo ahora que hemos filtrado que Alex y tú ya no estáis saliendo juntos. Ha sido curioso lo vuestro. Yo jamás os habría imaginado como pareja. Pero bueno, ahora ya ha terminado todo, por suerte.

Qué equivocado estaba. Alex y ella formarían una gran pareja. O, por lo menos, lo intentarían, por difícil que pudiera ser su relación.

Miró a Mark, a su padre. Sabía que no tenía nada que ver con todo lo que ella había imaginado. Pero era un buen hombre y tenía grandes proyectos. Quería ser presidente. La única ambición de Dani era llegar a dirigir el Buchanan's. ¿Quién era ella para interponerse en el futuro de un hombre como él?

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