Capítulo 13

SHEA se dio la vuelta hacia su hijo con sorpresa.

– ¿Alex? ¿Estaba aquí Alex?

Niall asintió.

– En el autobús. Vino con nosotros a ver el partido.

– No lo sabía… ¿Dónde… dónde está ahora?

– En la ambulancia -replicó Niall.

– ¿En la…?

Los labios de Shea parecieron paralizarse.

– ¿Estaba herido? -preguntó con la mayor calma que pudo.

– Tenía sangre por toda la camisa -le informó Pete.

Shea se puso pálida.

– Quedaos aquí -dijo con firmeza-. No tardaré… sólo…

El corazón le retumbaba como un tambor. ¿Alex estaba herido? ¿Sería grave? ¿Y si…?

Con todos los músculos como si fueran de goma, rodeó una ambulancia y se asomó por la puerta abierta de la parte trasera.

Había un hombre echado en una de las camillas. Tenía la cabeza vendada y, cuando Shea se acercó un poco más, reconoció la cara pálida del entrenador de Niall.

Alex estaba sentado en la otra camilla hablando en voz baja con el entrenador. Como había dicho Pete, tenía toda la camisa salpicada de sangre y Shea tuvo que agarrarse a la puerta de la ambulancia para no desplomarse.

Debió emitir algún sonido porque Alex desvió la mirada hacia ella y sus ojos se encontraron y mantuvieron clavados durante largos segundos antes de que Shea tragara el nudo que tenía en la garganta.

– ¿Estás bien? -le preguntó con la mayor calma que pudo.

Alex levantó un brazo vendado.

– Estoy bien. Sólo unos arañazos.

Siguió con la mirada clavada en Shea y ella sintió un zumbido en los oídos.

– Me di en la cabeza, así que he tenido suerte. Es la parte más dura de mi cuerpo -se rió con debilidad-. ¿Has visto a Niall? No le ha pasado nada.

Shea asintió.

– Él fue el que me dijo que estabas aquí.

En ese momento, llegó el conductor de la ambulancia.

– Tenemos que salir ya -le informó a Shea con suavidad.

Ella dio un paso atrás.

– Yo… -Shea tragó saliva de nuevo-. ¿Estarás bien?

Alex asintió.

El oficial de la ambulancia cerró la puerta y Shea se quedó contemplando cómo se alejaba el coche antes de volver con los chicos.

– ¿Le han curado la herida del brazo? -preguntó Niall.

– Ha ido al hospital con tu entrenador, pero los dos parecen estar bien.


– ¡Vaya suerte! -repitió Norah después de aclarar los platos de la cena. Llevaba fuera del hospital sólo un día-. Había oído las noticias del accidente, pero no me imaginé que Niall y Alex pudieran estar dentro.

– Sí -afirmó Shea con cuidado.

– Uno de los periodistas dijo que fue igual que en las películas -señaló Niall-, pero no lo fue. Es muy diferente estar en medio de ello que verlo en la pantalla.-esbozó una sonrisa de soslayo que a Shea le recordó a Alex-. Creo que prefiero verlo detrás de la pantalla.

– ¿Y Alex tuvo que romper la ventanilla de emergencia para sacaros a todos del autobús? -preguntó Norah aunque ya se lo habían contado con todo detalle.

– Así fue como se cortó el brazo y tenía sangre por toda la camisa -Niall parecía tan macabro como Pete-. Era alucinante.

Norah miró a su nuera.

– Si Alex se ha cortado, quizá le cueste preparar la comida.

– La abuela tiene razón, mamá. ¿No crees que deberíamos pasar a ver cómo está? Podríamos llevarle un poco de cena de la abuela. Ha sobrado.

– Estoy segura de que Alex estará bien -empezó Shea

– ¿Y si no lo está? -insistió Niall-. ¿Y si de verdad tiene hambre?

– ¿Por qué no te pasas a verlo? -apoyó Norah a su nieto.

Shea miró la sopera y después a su suegra.

– Supongo que debería acercarme con la sopa-. Quizá Niall podría venir conmigo.

Niall miró a su abuela.

– Creo que será mejor que me quede con la abuela. Acaba de salir del hospital. De todas formas, no tardarás mucho, mamá.

– No, supongo que no.

Shea metió la sopa en un tarro. Por un momento, tuvo la sospecha de que su hijo y su suegra tenían algún tipo de conspiración, pero rechazó la idea decidiendo que se estaba volviendo paranoica.

Durante el corto camino, Shea no pudo fijar sus pensamientos en nada. Hubiera querido planear lo que iba a decirle a Alex, pero no podía concentrarse. Sólo la asaltaban imágenes del pasado, de la primera vez que se habían besado, de cómo le había hecho el amor en aquella playa.

Sintió un nudo en la garganta. ¡Cómo lo había amado! Y todavía lo amaba.

Cuando entró por los portones de hierro de la mansión, vio unas luces en el piso de abajo mientras conducía despacio. Apagó el motor y se quedó sentada allí durante largos momentos, indecisa ahora de si debía haber ido.

Él le había pedido que se casara con él y una parte de ella quería aceptar su proposición en los términos que fuera.

Aquella idea en concreto la turbaba tanto, que salió y llamó al timbre antes de saber lo que estaba haciendo.

El sonido se oyó dentro de la casa, pero nadie abrió la puerta. Volvió a llamar con el mismo resultado.

¿Y si hubiera habido algún tipo de complicación y hubieran decidido dejarlo en el hospital? ¿Y si…?

Shea intentó calmarse. Si Alex estuviera en el hospital, no podría haber luces en la casa.

Alcanzó el pomo y lo giró. Abrió despacio la puerta y le llamó. No obtuvo respuesta.

¿Y si estuviera bajo algún tipo de shock? Shea entró sin dejar de llamarle y miró en la cocina y en el estudio. Vio una luz en el patio y notó que las puertas de cristal estaban abiertas.

Alex estaba de pie en el extremo del patio embaldosado de espaldas a ella mirando hacia la bahía.

– ¿Alex?

Ante el sonido de su voz, él giró la cabeza.

– He llamado al timbre, pero no debes de haberme oído.

Alex tenía la cara en sombras, así que ella no pudo ver su expresión, pero se fijó en su familiar silueta recortada contra la luz del jardín.

Entonces él dio un paso adelante hacia la luz y Shea vio que sólo llevaba unos vaqueros y el torso desnudo.

– He venido a… -tragó saliva-. Te he traído un poco de sopa de Norah. Pensamos que podrías tener problemas para cocinar. Quiero decir, con tu brazo y…

– Me he arreglado con algunas sobras, pero gracias.

– De nada.

El aire nocturno se hizo más denso mientras se miraban paralizados.

Shea apartó la vista de él.

– Supongo que entonces será mejor que me vaya. Norah y Niall estarán preguntándose por qué tardo tanto. Bueno, adiós, entonces.

Se dio la vuelta despacio y caminó hacia la puerta.

– Shea.

Se detuvo, pero no pudo darse la vuelta para mirarlo.

– Gracias. Por traerme la sopa. Y por venir.

El tono de decepción, casi de derrota, la conmovió y las lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas.

– Lo digo en serio, Shea.

Se acercó a ella por detrás y Shea sintió su aliento en el pelo.

– Sé que debe haber sido difícil para ti venir. No es que me haya portado muy bien contigo estas dos últimas semanas y…

– La verdad es que no he venido sólo a traer la sopa.

Las palabras le habían salido antes de pensarlas y hasta dudó haber sido ella la que las había pronunciado.

– He venido porque…

Tragó saliva y se secó una lágrima con el dorso de la mano.

– ¿Por qué?

– Porque… estaba preocupada por ti.

Shea dio dos pasos adelante, pero entonces se dio la vuelta para mirarlo. Alex seguía estando demasiado cerca de ella y, de repente, no sabía qué hacer con las manos Se moría por acercarse él, pero apretó las manos.

Alex se había acercado a la puerta y estaba apoyado con calma, o eso parecía, contra el marco.

Casi fascinada, los ojos de Shea se deslizaron hasta el vendaje del brazo, después por su piel morena hasta su pecho desnudo y aún más abajo. Tragó saliva de forma compulsiva al notar que el botón de la cintura estaba desabrochado y que los vaqueros le colgaban de las caderas. No deseaba nada más que agacharse para besar la suave piel de su estómago plano. Y los latidos de su corazón se aceleraron como ya era costumbre.

– No podía creer que me hubieras abandonado -se escuchó a sí misma decir con voz quebrada.

Las palabras contenían todo el dolor contenido de tantos años atrás y Alex se puso pálido y apretó el marco de la puerta hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

– A mí casi me mató hacerlo -dijo con tono denso-. Sinceramente creía que estaba haciendo lo más adecuado. Lo más noble. Darte tiempo para que crecieras y ampliar mi educación para poder alcanzar una posición mejor que ofrecerte -tragó saliva y Shea vio moverse los músculos de su cuello bajo la piel-. Quería…

Sacudió la cabeza y le cayó un mechón por la frente.

– Ahora que lo veo desde la distancia, apenas puedo creer en mi arrogancia de entonces. Estaba tan seguro de lo que sentías por mí, que nunca se me ocurrió que podrías encontrar a otro. Creí que en un año o dos volvería y lo tomaríamos donde lo habíamos dejado. Nunca se me pasó por la imaginación que pudieras estar embarazada. Y lo que menos deseaba en el mundo era hacerte daño, Shea.

– Yo no podía y todavía no puedo entender por qué no discutiste conmigo tus planes para irte con Joe Rosten. Cuando me lo soltaste como un hecho consumado, creo que me produjo un shock.

– Al principio pensaba llevarte conmigo, pero mi padre y Joe dijeron que eso no sería justo para ti. Eso lo entendí y no es una excusa. Pensé que era pedirte que dejaras tu vida y tus aspiraciones para vivir la mía.

– Lo habría hecho, Alex.

– Ya lo sé, pero no creía tener derecho a pedírtelo -suspiró-. Ahora desearía con toda mi alma haberlo hecho.

Ninguno de los dos habló y el aire entre ellos se enrareció con el peso de la emoción.

– ¿Podrás perdonarme alguna vez? -preguntó por fin él.

– Hace once años juré que nunca lo haría -dijo Shea con suavidad-, pero hoy, cuando Niall me dijo que estabas en la ambulancia, comprendí, bueno… comprendí lo a punto que había estado de haberte dejado marchar sin haberte dicho lo que sentía. Otra vez. Entonces…

Shea tiró del dobladillo de su camiseta.

– Tenías razón, Alex. Dejé que la cólera contra ti por irte y mi culpabilidad por haber utilizado a Jamie fermentaran dentro de mí durante todos estos años. Cuando volviste a aparecer como caído del cielo, no pude superar el hecho de que con sólo verte volví a enamorarme de ti. Otra vez.

Entonces dio un paso vacilante hacia él.

– Te quiero, Alex -dijo simplemente-. Siempre te he querido. Desde el momento en que te vi por primera vez a los doce años.

– Shea.

El nombre le salió con una ternura infinita y extendió los brazos despacio hacia ella. La atrajo contra sí con suavidad y ella se derritió contra él mientras le oía suspirar.

– Yo también te quería. Más que a mi vida -la miró a los ojos-. Y eso tampoco ha cambiado. Sigo amándote.

Alex deslizó entonces las manos por sus brazos hacia arriba y enterró los dedos en su pelo, le mantuvo la cabeza ladeada y empezó a besarla con ternura en las cejas, los ojos, la nariz y después en los labios.

Con un ronco gemido, la apretó contra él y los dos quedaron abrazados. Cuando se separaron, ambos estaban sin aliento.

– No sé tú, pero yo necesito sentarme -dijo Alex con suavidad mientras la conducía a través del patio.

Se sentó con suavidad en la mecedora acolchada y la atrajo hacia abajo hasta que casi la tuvo echada encima de él.

– ¡Dios mío! No puedo creer que te tenga aquí en mis brazos -dijo con voz rota antes de besarla de nuevo. Once largos y perdidos años -murmuró contra su boca. Si pudiera dar la vuelta al reloj -la miró a lo más hondo de los ojos-. Desde que te dejé, lo estropeé todo.

– Eso no es verdad. Quiero decir, esta casa, tus otras propiedades…

– Las cosas materiales no cuentan, Shea. Créeme. Quiero decir que si pudiera cambiar las cosas, al menos no habría hecho daño a nadie. A ti. A Patti. Parece que mi decisión de abandonar Byron Bay desató una reacción en cadena de daño para todos los que me rodeaban. Y cada vez que intentaba arreglar algo, lo estropeaba más. Estuve a punto de romperme en añicos cuando me enteré de que te habías casado con Jamie. Estuve como un sonámbulo durante muchos meses. Y cuando Jamie me escribió diciéndome que tenías un hijo, me sentí como si alguien me hubiera clavado un puñal en el corazón.

– Nunca supe que Jamie te había escrito. No me lo dijo, pero supongo que no podía.

– Decidí que si podías casarte con Jamie con tanta rapidez, no podías haberme amado mucho. Así que me casé con Patti porque te había perdido. Otro terrible error.

– Yo también pensé que una de las razones por las que me habías dejado era por Patti Rosten -le dijo Shea.

– Nunca ha habido nadie más que tú. Pero entonces creí con sinceridad que podría sacar adelante mi matrimonio con ella. Patti decía que me amaba y pensé que podría ayudarla con sus problemas, el alcohol y las drogas. Una vez más, empeoré los problemas. Nuestro matrimonio se había acabado antes del primer año. Así que cuando me enteré de la muerte de Jamie, pensé que ya era suficiente. Sabía que tenía que volver a casa a por ti. Eso fue cuando Patti tomó una sobredosis. Su padre estaba de viaje y ella estaba sola. Tenía que quedarme con ella. Me dijo que quería intentar de nuevo que nuestro matrimonio funcionara y Joe me suplicó que le diera otra oportunidad. Sabía que se lo debía a Patti -suspiró-. A Joe y a mí nos costó algún tiempo convencerla de que debía internarse en una clínica. Allí conoció a Nick, el hombre con el que se ha casado. Así que para ella todo terminó felizmente.

Sus dedos jugaron con un mechón de pelo de ella.

– Entonces pensé que ya era hora de intentar buscar mi propia felicidad. Joe me descargó del trabajo, dejé las cosas arregladas en el negocio y me vine.

Alex sonrió con timidez.

– Y cuando por fin llegué aquí y comprobé que no estabas precisamente extasiada de verme, pensé que había llegado tarde.

– Oh, Alex. Lo siento -Shea enterró la cara entre la mata de vello de su pecho y aspiró su aroma-. Debería haber…

Alex le puso un dedo en los labios.

– No te culpes -sacudió la cabeza-. Si yo hubiera sabido que te dejaba sola con un hijo mío… -se pasó un dedo por la mandíbula-. Pensé que habíamos tenido cuidado.

– Yo tampoco podía creerlo. Estaba aterrorizada y exaltada a la vez. Supongo que ni siquiera se me ocurrió nunca que no nos casaríamos. Era tan ingenua entonces. Iba a decírtelo la noche en que me contaste que te ibas. Parecías tan distante… tan frío…

– Oh, Shea. Era todo fachada. Sabía que te disgustaría, pero pensé que era lo único que podía hacer. Dios, Shea, cómo he podido organizar tal desastre.

– Lo hicimos los dos -le corrigió ella con suavidad-, pero al menos salió una cosa muy buena de todo ello. Niall. Nunca me he arrepentido de haberlo tenido, ni por un solo instante. Él me mantuvo cuerda en los primeros tiempos. Y Jamie. El pobre Jamie. Supongo que siempre sentía que lo había utilizado. Él sabía que no lo amaba, no de la forma en que te amaba a ti, y se merecía alguien que lo amara de esa manera. Yo se lo dije, pero quiso casarse conmigo de todas formas -Shea alzó la vista hacia él-. ¿Crees que podremos dejar todo esto atrás, Alex?

– Yo sé que sí -dijo Alex con toda su alma.

– Tendremos que explicarle todo esto a Niall y…

– Lo haremos juntos cuando llegue el momento oportuno -la miró-. ¿Sabes? Niall tiene tus mismos ojos. Cuando me miró la primera vez, casi me rompió el corazón.

– Dijiste que podría haber sido hijo tuyo.

– Ni en mis sueños más salvajes pude imaginar que lo fuera.

Shea se secó una lágrima de la mejilla.

– Se parece mucho a ti. Cuando me sonríe, te veo a ti.

Alex le acarició la mejilla con un dedo, le quitó una lágrima y se la llevó a los labios.

– No voy a cometer el mismo error contigo dos veces. Pienso llevarte al altar antes de que cambies de idea.

Shea se rió con suavidad.

– ¿Eso es lo que tú llamas una proposición?

– Propongo intentar ser tan buen padre para Niall como lo fue Jamie. Y propongo amarte para el resto de mi vida. ¿Un poco mejor?

– Un poco.

Ella deslizó los dedos por su pecho, hacia su vientre, trajinó un poco con el ojal abierto de sus pantalones cortos y él emitió un sonido ronco desde lo más profundo de la garganta.

Entonces Alex se movió, la tendió sobre los cojines y se arrodilló a su lado.

– ¿Te casarás conmigo, Shea?

– Sí -contestó ella con seriedad mientras él bajaba la cabeza y la besaba de la forma en que sólo él sabía hacerlo.

Los dedos de ella volvieron sobre sus pasos y el sonido de la cremallera se elevó de repente por encima del de las olas y del suave susurro de las palmeras sobre sus cabezas.

Los labios de Alex dejaron los de ella, bajaron por su barbilla y se posaron de forma seductora sobre su escote, la lengua saboreando su piel. Sus manos se deslizaron por debajo de su camiseta, se la alzaron por la cabeza y le desabrochó el sujetador. Con un suave gemido, sus labios continuaron su viaje hasta que ella se retorció bajo el cuerpo de él.

Alex se levantó con rapidez y se quitó los pantalones cortos. La mortecina luz recortó su dura silueta y el cuerpo de Shea ardió de deseo.

El mundo volvió en silencio a ocupar su sitio.

– Alex -susurró ella con voz ronca-, hazme el amor.

Entonces su fuerte cuerpo bronceado descendió sobre el de ella ensombreciendo la luz de luna que había estado danzando entre las hojas agitadas por encima de ellos, la ligera brisa salada jugando sobre sus cuerpos desnudos…

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