Prólogo

El hombre que había al otro lado del mostrador carraspeó.

– Rebecca, sé quién es el padre de tu hijo.

Rebecca Holley se quedó sin habla. Cuando Morgan Davis la había llamado en mitad de su turno de trabajo para que acudiera al centro de adopción Children's Connection, situado en el edificio anexo al Hospital General de Portland, no había sabido qué pensar.

– Bueno, claro que lo sabes, Morgan -respondió.

Aunque el donante de esperma seguía siendo anónimo para ella, Morgan era el director de la clínica de fertilidad donde ella había sido inseminada y tenía acceso a todos los expedientes.

Rebecca se pasó la mano por la bata verde de enfermera que le cubría el vientre, todavía plano. Sólo estaba embarazada de siete semanas y ni siquiera había empezado a tener náuseas matinales. Sin embargo, la extraña expresión del rostro de Morgan estaba consiguiendo que se sintiera inquieta.

– ¿Qué ocurre?

– Rebecca… no hay un modo fácil de decirte esto.

– El test de embarazo no podía estar equivocado, ¿verdad?

– ¡No, no! Estás embarazada. Sin embargo, recientemente hemos descubierto que hubo un intercambio de muestras de los donantes, así que hemos repasado todos los expedientes de inseminación artificial.

¿Un intercambio? Rebecca tragó saliva e intentó mantener la calma. Morgan le estaba diciendo que habían cambiado el semen del donante que ella había elegido, un hombre de clase trabajadora, moreno y de ojos oscuros, como ella misma, por el de otro donante.

Sin embargo, ella no era quisquillosa.

Dejó escapar una risita para disimular su nerviosismo.

– Bueno, siempre y cuando el bebé esté sano, Morgan, no me importa que sea rubio o tenga los ojos azules.

Morgan miró de nuevo la carpeta del expediente e hizo una mueca.

– Es posible que tu bebé tenga esos rasgos, Rebecca. Te hemos inseminado con el esperma de un hombre rubio de ojos azules. Es un hombre muy rico y respetado… y que no dio las muestras de semen con este propósito.

– Pero… eso no importa, ¿verdad? -preguntó Rebecca, y de nuevo se acarició el vientre.

«No te preocupes, Eisenhower». Estuvo a punto de sonreír al recordar aquel apodo, que era una vieja broma familiar. Era el nombre que los padres de Rebecca usaban cuando se referían a cada uno de sus hermanos y hermanas pequeñas antes de que nacieran. Parecía que ella iba a seguir con la tradición.

«Todo va a ir bien, Eisenhower».

– El proceso sigue siendo anónimo, Morgan -dijo-. Yo no sé quién es el hombre. No sé quién es el padre.

Morgan sacudió la cabeza.

– Pero ese hombre tiene derecho a saber que va a ser padre, Rebecca. Children's Connection no puede ocultarle algo así.

Ella se puso en pie sin darse cuenta.

– ¿Qué? ¿Por qué no?

– Es lo que exige la ética, Rebecca. Tú puedes entenderlo.

Lo que entendía era que sus esperanzas y sus sueños habían pasado de ser algo alegre y feliz a ser algo horrible. ¡No, no! No podía pensar así. Su bebé seguía siendo su bebé.

– ¿Quién es ese hombre, Morgan? Deja que hable con él y yo… arreglaré este asunto.

Le explicaría lo que había ocurrido y le diría que el niño y ella no esperaban nada de él.

Morgan frunció el ceño.

– Rebecca…

– Me lo debes, Morgan -dijo ella-. Me debes la oportunidad de poder hablar con este hombre primero.

– Rebecca…

– Dime quién es.

Morgan y su esposa iban a adoptar un bebé pronto, y aquel detalle debió de facilitar que él entendiera la desesperación de Rebecca. Miró el expediente una vez más y suspiró.

– El padre de tu bebé es Trent Crosby, Rebecca. Trent Crosby, el director general de Crosby Systems, Incorporated.

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