2

A la maсana siguiente, Cordelia despertу para descubrir que Vorkosigan ya se habнa marchado, y que ella debнa enfrentarse a su primer dнa en Barrayar sin la compaснa de su esposo. Decidiу dedicarlo a la compra que habнa decidido efectuar la noche anterior, cuando observу a Koudelka esforzбndose por bajar la escalera en espiral. Sospechaba que Droushnakovi serнa la guнa ideal para lo que tenнa pensado.

Cordelia se vistiу y saliу en busca de su guardaespaldas. No le resultу difнcil encontrarla. Droushnakovi estaba sentada en el pasillo, justo al otro lado de su puerta, y se levantу al verla aparecer. Esa muchacha deberнa vestirse con uniforme, reflexionу Cordelia. El vestido que llevaba no cuadraba con su metro ochenta y cinco de altura, ni tampoco con su excelente musculatura. Entonces se preguntу si, como regente consorte, le permitirнan vestirla con librea, y durante el desayuno se entretuvo diseсando mentalmente un traje que sentara bien a la belleza valquiria de la muchacha.

— їSabes?, eres la primera guardia barrayaresa que he conocido — le comentу Cordelia mientras se tomaba un huevo con cafй y una especie de cereales al vapor con mantequilla, los cuales constituнan el principal alimento de los desayunos del lugar -. їCуmo te iniciaste en esta de clase de trabajo?

— Bueno, no soy una verdadera guardia, como los hombres de librea…

Ah, la magia de los uniformes otra vez.

—… pero mi padre y mis tres hermanos estбn en el Servicio. Es lo mбs cerca que pude llegar de convertirme en un verdadero soldado, como usted.

Desesperada por el Ejйrcito, como el resto de Barrayar.

— їSн?

— De joven practicaba judo como deporte. Pero era L demasiado corpulenta para las clases femeninas. No podнa practicar en serio con nadie, y me resultaba muy aburrido. Mis hermanos comenzaron a hacerme entrar de tapadillo en sus clases. Una cosa condujo a la otra. Fui la campeona femenina de Barrayar dos aсos seguidos. Entonces, hace tres aсos, un nombre del capitбn Negri se me acercу con una oferta de trabajo. Entonces comencй a entrenarme con armas. Por lo visto hacнa aсos que la princesa pedнa guardias femeninas, pero hasta entonces no habнan encontrado a nadie que pasase todas las pruebas. — La muchacha esbozу una sonrisa -. Aunque no creo que la mujer que asesinу al almirante Vorrutyer necesite mis pobres servicios.

Cordelia se mordiу la lengua.

— Bueno, sуlo fue cuestiуn de suerte. Ademбs, en este momento no quisiera realizar ningъn esfuerzo fнsico. Estoy embarazada, їsabes?

— Sн, seсora. Estaba en uno de los…

— Informes del capitбn Negri — finalizу Cordelia al unнsono con ella -. No me extraсa. Es probable que lo supiera antes que yo misma.

— Sн, seсora.

— їTe alentaron en tus intereses cuando eras una niсa?

— En realidad, no. Me consideraban un bicho raro. — Droushnakovi frunciу el ceсo y Cordelia tuvo la sensaciуn de que habнa despertado un recuerdo doloroso.

Observу a la muchacha con expresiуn pensativa.

— їTus hermanos son mayores?

Droushnakovi la mirу con sus ojos azules abiertos de par en par.

— Pues, sн.

— Me lo imaginaba. — Y yo temнa a Barrayar por lo que le hacнa a sus hijos. No me extraсa que les resulte difнcil encontrar a alguien quйpase las pruebas -. Asн que has recibido entrenamiento con armas. Excelente. Entonces hoy podrбs guiarme; tenнa pensado ir de compras.

La expresiуn de Droushnakovi pareciу algo abatida.

— Sн, seсora. їQuй clase de prendas desea comprar? — preguntу amablemente, sin ocultar del todo la decepciуn que sentнa ante los intereses de su «verdadera» mujer soldado.

— їAdonde irнas en esta ciudad para comprar un buen bastуn de estoque?

La expresiуn abatida desapareciу.

— Oh, conozco el sitio perfecto. Es donde acuden los oficiales Vor y los condes para abastecer a sus hombres. A decir verdad, nunca he entrado. Mi familia no es Vor, asн que no se nos permite la posesiуn de armas personales, sуlo contamos con las del Servicio. Pero se supone que allн tienen de lo mejor.

Uno de los guardias uniformados del conde Vorkosigan las condujo a la tienda. Cordelia se relajу y se dedicу a disfrutar observando la ciudad. Droushnakovi se mantenнa alerta, vigilando constantemente cuanto las rodeaba. De vez en cuando palpaba el aturdidor que llevaba oculto en el interior de la guerrera bordada.

Tomaron por una calle mбs estrecha, de edificios antiguos con fachadas de piedra. La armerнa sуlo estaba marcada con su nombre, Siegling's, en discretas letras doradas. Evidentemente, si uno no sabнa dуnde se encontraba era porque no debнa estar allн. Cordelia y Droushnakovi entraron en la tienda mientras el hombre uniformado las aguardaba fuera. El lugar tenнa las paredes recubiertas en madera y el suelo estaba tapado por una gruesa alfombra. El aroma de la armerнa hizo que Cordelia evocase su nave, un extraсo deje familiar en un lugar desconocido. Observу con disimulo los paneles de madera, y tratу de calcular su valor en dуlares betaneses. Muchos dуlares betaneses. Sin embargo, en Barrayar la madera parecнa tan comъn como el plбstico. Las armas personales legales para las clases superiores estaban elegantemente exhibidas en estuches y en las paredes. Aparte de los aturdidores y las armas de cacerнa, habнa una colecciуn de espadas y cuchillos; al parecer los feroces edictos del emperador en contra de los duelos sуlo prohibнan el uso, no la posesiуn.

Йl dependiente, un hombre mayor de ojos pequeсos y pasos suaves, se acercу a ellas.

— їEn quй puedo servirlas, seсoras? — Era bastante cordial. Cordelia supuso que las mujeres Vor debнan de acudir allн en ocasiones, para comprar obsequios. Pero por el tono de voz que habнa utilizado, el hombre bien podнa haber dicho: «їQuй andбis buscando, pequeсas?» їLas subestimaba por medio del lenguaje corporal? No valнa la pena preocuparse.

— Estoy buscando un bastуn de estoque, para un hombre de un metro noventa, aproximadamente. Debe de ser mбs o menos… asн de alto — calculу recordando la altura de Koudelka y seсalando su propia cadera -. Con vaina de resorte, tal vez.

— Sн, seсora. — El dependiente desapareciу y regresу con un modelo en madera clara, con complicadas tallas.

— Me parece un poco… no sй. — Vulgar -. їCуmo funciona?

El dependiente le mostrу el mecanismo de resorte. La vaina de madera se deslizу para revelar una hoja larga y delgada. Cordelia extendiу la mano y, de mala gana, el dependiente se la entregу a su guardaespaldas. — їQuй opinas?

Primero Droushnakovi sonriу, pero luego frunciу el ceсo.

— No estб muy bien equilibrada. — Mirу al dependiente con incertidumbre.

— Recuerda que trabajas para mн, no para йl — seсalу Cordelia, identificando la conciencia de clase que motivaba su actitud.

— Dirнa que la hoja no es muy buena. — Es de una excelente hechura Darkoi, seсora — se defendiу el hombre con frialdad.

Con una sonrisa, Cordelia volviу a cogerla. — Vamos a probar su hipуtesis. Alzу la hoja bruscamente en posiciуn de saludo y se lanzу contra la pared en una diestra extensiуn. La punta se clavу en la madera y Cordelia presionу sobre ella. La hoja se partiу. Con rostro imperturbable, le entregу los pedazos al dependiente.

— їCуmo logra mantenerse si sus clientes no viven lo suficiente para comprarle mбs de una vez? Siegling's no debe haber adquirido su reputaciуn vendiendo juguetes como йste. Trбigame algo digno de un soldado decente, no una burda imitaciуn.

— Seсora — dijo el hombre con dureza -, debo insistir en que pague la mercaderнa daсada. Fuera de sн, Cordelia le respondiу: — Muy bien. Envнe la cuenta a mi esposo, el almirante Aral Vorkosigan, a la Residencia Vorkosigan. Y de paso explнquele por quй intentу venderle algo de mala calidad a su esposa… alabardero.

Esto ъltimo fue sуlo una conjetura basada en su edad y en su forma de caminar, pero a juzgar por sus ojos Cordelia comprendiу que habнa dado en el clavo.

El dependiente hizo una profunda reverencia.

— Le ruego que me disculpe, seсora. Creo tener algo mбs apropiado, si

me hace el favor de aguardar.

El hombre volviу a desaparecer y Cordelia suspirу.

— Comprarle a una mбquina es mucho mбs sencillo. Pero al menos he comprobado que el uso de la autoridad funciona tan bien aquн como en casa.

El siguiente bastуn era de madera oscura y lisa, con un pulido satinado. El dependiente se lo entregу sin abrirlo, e hizo otra pequeсa reverencia.

— Presione el mango aquн, seсora.

Era mucho mбs pesado que el primero. La funda se deslizу rбpidamente y fue a dar contra la pared opuesta. Cordelia estudiу la nueva hoja. Estaba decorada con una extraсa filigrana que reflejaba la luz. Ella volviу a colocarse en postura de saludo y alcanzу a ver la expresiуn del dependiente.

— їTendrб que pagarlos de su salario?

— Adelante, seсora. — Habнa un pequeсo brillo de satisfacciуn en sus ojos -. No lograrб romper йsta.

Cordelia la sometiу a la misma prueba que a la anterior. La punta se clavу mucho mбs profundamente en la madera, y apoyбndose con todas sus fuerzas, apenas si logrу doblarla. Сo obstante, se dio cuenta de que aъn no habнa llegado al lнmite de su flexibilidad. Entonces se la entregу a Droushnakovi, quien la examinу amorosamente.

— Йsta sн que es buena, seсora.

— Estoy segura de que se utilizarб mucho mбs como bastуn que como espada. De todos modos… es necesario que sea de calidad. Nos llevaremos йste.

Mientras el hombre lo envolvнa, Cordelia se detuvo junto a un estuche de aturdidores decorados con esmalte.

— їEstб pensando en comprar uno para usted, seсora? — preguntу Droushnakovi.

— No… No creo. Barrayar tiene suficientes soldados sin necesidad de importarlos de Colonia Beta. Lo que sea que haya venido a hacer aquн, no tiene nada que ver con la vida militar. їVes algo que te interese?

Droushnakovi adoptу una expresiуn pensativa, pero sacudiу la cabeza y se llevу una mano a la chaquetilla.

— El equipo del capitбn Negri es de lo mejor. Ni Siegling's podrнa superarlo… es sуlo que estas armas son mбs bonitas.

Aquella noche cenaron tarde. Eran tres: Vorkosigan, Cordelia y el teniente Koudelka. El nuevo secretario personal del almirante parecнa un poco cansado.

— їQuй habйis hecho todo el dнa? — preguntу Cordelia.

— Sobre todo, manipular hombres — le respondiу Vorkosigan -. El primer ministro Vortala no tenнa tantos votos en el bolsillo como йl aseguraba, y tuvimos que utilizar nuestra persuasiуn con cada uno de ellos, a puerta cerrada. Lo que verбs maсana en el Consejo no serб la polнtica de Barrayar en funcionamiento, sуlo los resultados. їY vosotras? їHa ido todo bien?

— Sн. Fui de compras. Espera y verбs. — Extrajo el bastуn de estoque y lo desenvolviу -. Esto es para evitar que dejes a Kou completamente extenuado.

Koudelka se mostrу amablemente agradecido, aunque era evidente que en el fondo se sentнa irritado. Su expresiуn reflejу sorpresa cuando cogiу el bastуn y estuvo a punto de dejarlo caer ante su peso imprevisto.

— ЎEh! Pero esto no es…

— Presione el mango aquн. ЎNo lo apunte…!

ЎPum!

—… a la ventana. — Afortunadamente, la vaina golpeу contra el marco y rebotу en el suelo. Kou y Aral dieron un respingo. Los ojos de Koudelka se iluminaron mientras estudiaban la hoja. Cordelia fue a buscar la vaina.

— ЎOh, seсora! — Entonces su expresiуn se apagу. Volviу a envainar la espada con sumo cuidado y se la entregу con tristeza -. Seguramente no recordу que no soy un Vor. No es legal que posea mi propia arma.

— Oh. — Cordelia pareciу abatida.

Vorkosigan alzу una ceja.

— їMe permites verlo, Cordelia? — Inspeccionу el bastуn y desenvainу la espada con mбs cuidado -. Humm. їMe equivoco o yo mismo he pagado por esto?

— Bueno, supongo que lo harбs cuando llegue la factura. Aunque no creo que debas pagar por la que rompн. De todos modos, siempre puedo devolverla.

— Ya veo. — Esbozу una pequeсa sonrisa -. Teniente Koudelka, como su comandante en jefe y vasallo secundus de Ezar Vorbarra, le hago entrega en forma oficial de esta arma que me pertenece, para que la porte al servicio del emperador, por el tiempo que dure su gobierno. — La ineludible ironнa de aquella frase formal hizo que Vorkosigan se pusiera tenso unos momentos, pero al fin se recuperу y entregу el bastуn a Koudelka, quien volviу a iluminarse.

— ЎGracias seсor!

Cordelia sacudiу la cabeza.

— Creo que nunca entenderй este lugar.

— Harй que Kou te busque algunas compilaciones legales. Aunque no esta noche. Apenas tendrб tiempo para poner en orden sus notas de hoy antes de que llegue Vortala con un par mбs de sus descarriados. Los veremos en la biblioteca de mi padre. Kou, me reunirй con usted allн.

Se dio por finalizada la cena y Koudelka se retirу a la biblioteca. Vorkosigan y Cordelia fueron al salуn contiguo para leer un poco antes de la reuniуn nocturna del almirante. Йl aъn debнa examinar varios informes, y los repasу rбpidamente con un visor manual. Cordelia se colocу un auricular y dividiу su tiempo entre unas clases de ruso barrayarйs y un disco sobre puericultura, aъn mбs amedrentador. El silencio sуlo se veнa interrumpido por algъn murmullo de Vorkosigan, mбs para sн mismo que para ella, o por frases corno: «ЎVaya! Ahora comprendo lo que se proponнa el muy canalla», u «Hombre, estas cifras parecen extraсas. Debo comprobarlas…». U otras de Cordelia como: «Uf, їserб cierto que los bebйs hacen todo eso?», y cada tanto se escuchaba un Ўpurn! en la habitaciуn contigua, ante lo cual ambos se miraban y se echaban a reнr.

— Oh, querido — dijo Cordelia para la tercera o cuarta vez en que oyeron el ruido -, espero no haberlo distraнdo de sus quehaceres.

— Se las arreglarб bien cuando haya aprendido. El secretario personal de Vorbarra le estб ayudando, y ha comenzado a enseсarle cуmo organizarse. Cuando Kou haya pasado por todo el protocolo del funeral, deberнa ser capaz de abordar cualquier tarea. Ese bastуn de estoque ha sido una idea genial; te lo agradezco.

— Sн, me di cuenta de que era bastante susceptible respecto a sus impedimentos fнsicos. Pensй que esto lograrнa tranquilizarlo un poco.

— Asн es nuestra sociedad. Resulta un poco dura para los que no mantienen el paso.

— Ya veo. Quй extraсo. Ahora que lo mencionas, sуlo recuerdo haber visto gente saludable en las calles y en todos los demбs sitios, exceptuando el hospital. No hay sillas flotantes ni niсos con la mirada vacнa remolcados por sus padres…

— Tampoco los verбs. — La expresiуn de Vorkosigan era sombrнa -. Todos los problemas se pueden detectar y eliminar antes del nacimiento.

— Bueno, nosotros tambiйn lo hacemos. Aunque por lo general es antes de la concepciуn.

— Tambiйn en el nacimiento. Y despuйs del parto, en las zonas rurales.

— Oh.

— En cuanto a los adultos tullidos…

— Por Dios, no practicarбn la eutanasia con ellos, їverdad?

— Tu alfйrez Dubauer no hubiese vivido aquн.

Dubauer se habнa disparado un disruptor nervioso a la cabeza, y habнa sobrevivido. O algo similar.

— En cuanto a las personas con lesiones como las de Koudelka, el estigma social es inmenso. Alguna vez obsйrvalo en un grupo que no incluya sуlo a sus amigos mбs нntimos. No es casual el hecho de que haya una alta tasa de suicidios entre los soldados licenciados por causas mйdicas.

— ЎQuй horror!

— Antes me parecнa normal. Ahora… ahora ya no. Pero para mucha gente todavнa es algo corriente.

— їY los que tienen problemas como los de Bothari?

— Depende. Йl era un loco ъtil. En cuanto a los inъtiles… — Se interrumpiу y se mirу las botas.

Cordelia sintiу un escalofrнo.

— A cada momento pienso que ya empiezo a acostumbrarme a este lugar. Entonces doblo otra esquina y me encuentro con algo como esto.

— Sуlo han pasado ochenta aсos desde que Barrayar volviу a tomar contacto con la civilizaciуn galбctica. En la Era del Aislamiento no perdimos sуlo tecnologнa. Eso lo recuperamos rбpidamente, como si nos hubiйramos puesto un abrigo prestado. Pero debajo de йl… todavнa vamos bastante desnudos. En cuarenta y cuatro aсos sуlo he comenzado a comprender hasta quй punto.

Poco despuйs llegaron el conde Vortala y sus «descarnados», y Vorkosigan desapareciу en la biblioteca. El anciano conde Piotr Vorkosigan, el padre de Aral, llegу un poco mбs tarde para asistir a la votaciуn del Consejo que se realizarнa al dнa siguiente.

— Bueno, aquн tiene un voto asegurado para maсana — bromeу Cordelia mientras ayudaba a su suegro a quitarse el abrigo en el vestнbulo.

— Ja. Tendrб suerte si lo consigue. En los ъltimos aсos, Aral parece haber adquirido algunas ideas bastante radicales. Si no fuera mi hijo, no lo votarнa. — Pero el rostro envejecido de Piotr expresaba orgullo.

Cordelia parpadeу ante esta descripciуn de las ideas polнticas de su marido.

— Le confieso que nunca lo he visto como un revolucionario. Radical debe de ser un tйrmino mбs elбstico de lo que suponнa.

— Oh, йl no se considera un radical. Piensa que podrб llegar hasta la mitad del camino y luego detenerse. Creo que dentro de unos aсos descubrirб que va montado sobre un tigre. — El conde sacudiу la cabeza, apesadumbrado -. Pero ven, cariсo. Siйntate conmigo y cuйntame cуmo te encuentras. Tienes buen aspecto… їtodo va bien?

El anciano conde estaba apasionadamente interesado por la evoluciуn de su futuro nieto. Cordelia sentнa que el embarazo habнa hecho que, ante sus ojos, ella pasase de ser un capricho tolerable de Aral a alguien que se acercaba peligrosamente a lo semidivino. Prбcticamente la abrumaba con sus muestras de afecto.

Al regresar a casa con la noticia confirmada de su embarazo, Cordelia habнa descubierto que Aral habнa acertado al pronosticar la reacciуn que tendrнa su padre. Ese dнa de verano habнa vuelto a Vorkosigan Surleau, yendo directamente al muelle donde se encontraba Aral. Йl estaba ocupado con su bote y tenнa las velas desplegadas, secбndose al sol, mientras chapoteaba alrededor de ellas con los zapatos mojados.

Aral habнa alzado la vista hacia ella, sin poder ocultar la ansiedad de sus ojos.

— їY bien? — preguntу meciйndose un poco sobre los talones.

— Bueno. — Ella intentу adoptar una expresiуn triste y decepcionada, pero la sonrisa escapу y se esparciу por todo su rostro -. Tu mйdico dice que serб un varуn.

— Ah. — Un suspiro largo y elocuente escapу de entre sus labios, y con un rбpido movimiento la levantу por el aire haciйndola girar.

— ЎAral! ЎNo me dejes caer! — Aunque no era mбs alto que ella, йl era bastante robusto.

— Nunca. — La dejу deslizarse al suelo y entonces compartieron un largo beso para finalizar riendo -. Mi padre estarб encantado.

— Tъ mismo pareces bastante encantado.

— Esto no es nada. Espera hasta que hayas visto a un anticuado cabeza de familia barrayarйs extasiado por ver cуmo crece su бrbol genealуgico. Durante aсos he tenido al pobre viejo convencido de que su descendencia finalizaba conmigo.

— їMe perdonarб por ser una plebeya de otro planeta?

— No lo tomes como un insulto, pero esta vez creo que ni siquiera le hubiese importado a quй especie hubiese pertenecido mi esposa, siempre y cuando fuera fйrtil. їCrees que estoy exagerando? — preguntу al escuchar su risa -. Ya lo verбs.

— їEs demasiado pronto para pensar en nombres? — preguntу ella.


— No hay nada que pensar. Hijo primogйnito. La costumbre aquн es muy estricta. Recibirб el nombre de sus dos abuelos. El primer nombre del paterno, el segundo del materno.

— Ah, por eso vuestra historia resulta tan desconcertante. Siempre tengo que poner las fechas junto a estos nombres compuestos para situarlos. Piotr Miles. En fin, supongo que al final me acostumbrarй. Habнa estado pensando en… otra cosa. — Tal vez en otra ocasiуn. — Oh, eres un ambicioso.

Despuйs de aquello habнan iniciado una breve lucha en la cual Cordelia habнa aprovechado el descubrimiento de que Aral tenнa mбs cosquillas que ella. Cuando hubo logrado vengarse lo suficiente, ambos acabaron riendo sobre el cйsped.

— Esto es muy indecoroso — se quejу Aral cuando ella lo dejу levantarse.

— їTemes escandalizar a esos hombres de Negri que se hacen pasar por pescadores?

— Te aseguro que no se escandalizan por nada. Cordelia saludу con la mano a la embarcaciуn lejana, cuyos ocupantes ignoraron su gesto. Al principio ella se habнa sentido enfadada, pero al fin se habнa resignado al hecho de que Seguridad Imperial vigilase constantemente a Aral. Era el precio de su participaciуn en la polнtica secreta y mortнfera de la Guerra de Escobar, y la penalidad por algunas de las opiniones que habнa expresado.

— Tal vez debamos invitarlos a almorzar, o algo parecido. Deben de conocerme tan bien que me gustarнa charlar con ellos.

їLos hombres de Negri habrнan grabado la conversaciуn domйstica que acababan de tener? їHabrнa micrуfonos en su dormitorio? їO en el baсo? Aral esbozу una sonrisa.

— No les permitirнan aceptar. No comen ni beben nada que no hayan traнdo ellos mismos.

— Por Dios, cuбnta paranoia. їDe verdad es necesaria?

— A veces. Tienen una profesiуn peligrosa. No los envidio.

— A mн me parece que eso de permanecer sentados observбndote es como tomar unas buenas vacaciones. Ya deben de estar muy bronceados.

— Lo peor de todo es permanecer sentado. Pueden hacerlo durante un aсo seguido, y actuar en cinco minutos de una importancia trascendental. Pero deben estar preparados para esos cinco minutos durante todo el aсo. La tensiуn es insostenible. Realmente, prefiero el ataque a la defensa.

— Todavнa no comprendo por quй alguien querrнa molestarte. Sуlo eres un oficial retirado que vive en la oscuridad. Debe de haber cientos como tъ, incluso de sangre Vor.

— Humm. — Йl habнa posado los ojos sobre el bote distante, evitando una respuesta, y luego se habнa levantado de un salto.

— Ven. Vamos a darle la buena noticia a papб.

Bueno, ahora Cordelia lo comprendнa. El conde Piotr la cogiу por el brazo y la llevу hasta el comedor, donde se dedicу a cenar mientras se interesaba por el ъltimo informe obstйtrico y le insistнa para que probase las frutas frescas que le habнa traнdo del campo. Ella comiу las uvas obedientemente.

Cuando el conde terminу de cenar y Cordelia se dirigнa al vestнbulo cogida de su brazo, oyу unas voces alteradas que provenнan de la biblioteca. Resultaba imposible captar las palabras, pero el tono era duro y cortante. Cordelia se detuvo, perturbada.

Un momento despuйs la supuesta discusiуn se interrumpiу, se abriу la puerta de la biblioteca y un hombre saliу de la habitaciуn. Cordelia vio a Aral y al conde Vortala por la rendija. El rostro de Aral estaba tenso, con los ojos llameantes. Vortala, un anciano consumido por los aсos, con una calva manchada y unos ralos cabellos blancos, estaba completamente ruborizado. Con un gesto brusco, el hombre llamу a su criado de librea, quien lo siguiу rбpidamente con el rostro pбlido.

El hombre brusco rondaba los cuarenta, calculу Cordelia. Tenнa el cabello oscuro y vestнa con elegancia al estilo de la clase superior. La frente y la mandнbula eran un poco prominentes, y tanto la nariz como el bigote tenнan problemas para destacarse. No era ni apuesto ni feo, y en otro momento se podrнa haber dicho que sus facciones eran fuertes. Ahora simplemente parecнa enfadado. Al encontrarse con el conde Piotr en el vestнbulo, el hombre se detuvo y lo saludу con un imperceptible movimiento de cabeza.

— Vorkosigan — murmurу. Se agachу en un brusco intento de reverencia que quiso expresar «buenas noches».

El conde inclinу la cabeza a modo de respuesta, alzando las cejas.

— Vordarian. — Su tono fue interrogante.

Los labios de Vordarian estaban tensos, y sus puсos se apretaban en un ritmo inconsciente junto con la mandнbula.

— No olvide mis palabras — gruсу -. Usted, yo, y cualquier otro hombre de valor en Barrayar, viviremos para lamentar el dнa de maсana.

Piotr frunciу los labios y lo mirу con cautela.

— Mi hijo no traicionarб a los de su clase, Vordarian.

— Usted tiene una venda en los ojos. — Su mirada se posу sobre Cordelia con gran frialdad, sin detenerse lo suficiente como para convertirla en un insulto. Con un gran esfuerzo, moviу apenas la cabeza a modo de saludo, se volviу y saliу por la puerta principal con el criado pisбndole los talones.

Aral y Vortala salieron de la biblioteca. Aral se dirigiу al vestнbulo, donde permaneciу con la vista fija en la oscuridad, a travйs de los paneles de cristal que flanqueaban la puerta. Vortala posу una mano sobre su brazo.

— Dйjalo ir — aconsejу -. Podremos vivir sin su voto maсana.

— No pensaba salir corriendo tras йl — — le replicу Aral -. De todos modos, la prуxima vez reserva tu ingenio para quienes tengan cerebro suficiente como para apreciarlo, їquieres?

— їQuiйn era ese sujeto furibundo? — preguntу Cordelia, tratando de animar el ambiente.

— El conde Vidal Vordarian. — Aral regresу de la puerta y logrу esbozar una sonrisa en su honor -. El conde comodoro Vordarian. Yo trabajaba con йl de vez en cuando cuando estaba en el estado mayor. Ahora encabeza el segundo partido mбs conservador de Barrayar; no son los lunбticos que quieren regresar a la Era del Aislamiento, pero podrнa decirse que, segъn ellos, cualquier cambio serб para peor. — Dirigiу una mirada furtiva al conde Piotr.

— Su nombre se mencionaba con frecuencia en las especulaciones sobre la prуxima regencia — comentу Vortala -. Yo mбs bien dirнa que ha estado pensando en ocupar el puesto. Ha hecho grandes esfuerzos para ganarse a Kareen.

— Tenнa que haberse esforzado para ganarse a Ezar — seсalу Aral secamente -. Bueno tal vez cambie de parecer durante la noche. Vuelve a intentar un acercamiento por la maсana, Vortala… y esta vez trata de ser un poco mбs humilde, їde acuerdo?

— Hacer mimos al ego de Vordarian significarнa un trabajo de jornada completa — gruсу Vortala -. Pasa demasiado tiempo estudiando su бrbol genealуgico.

Aral asintiу con un gesto.

— No es el ъnico.

— Йl cree que sн — replicу Vortala.

Загрузка...