CAPÍTULO 06

Dev se quedó en la puerta del camarote de Carrie. Ella estaba sentada en el borde de la cama, sin saber que él la estaba observando. Aquella mañana, ella llevaba puesto un precioso vestido rosa. El pelo le caía suelto sobre los hombros. Con el esfuerzo de aplicarse la crema protectora, tenía el brazo retorcido por la espalda. Cuando se volvió hacia él, el vestido se le pegó al pecho.

Los dedos de Dev se agarrotaron al recordar cómo los había sentido bajo sus manos la primera noche, cuando la había confundido con Jillian. En aquel momento, deseaba poder recordar mejor lo que había tocado y lo que sentía al acariciarle las caderas.

Durante aquella noche de insomnio había tenido aquellos pensamientos, Podría haber seguido a Carrie al camarote y haberse metido en la cama con ella, pero aquel día ya había tenido suficientes tentaciones.

Dev sabía que si compartían la cama, él no podría apartar las manos de ella. No después de haber contemplado aquella puesta de sol. Carrie había estado tan hermosa a la luz de los últimos rayos de sol que a él le hubiera gustado verla a primera hora de la mañana. Sin embargo, había sido noble y caballeroso y había enfriado su deseo en la incómoda hamaca.

Jamás se había pensado dos veces si debía llevarse a una mujer a la cama, hasta que había conocido a Carrie. Las mujeres por las que él se había interesado en el pasado habían buscado más bien una noche de pasión que un futuro juntos. Sin embargo, Carrie no estaba hecha para aventuras de una noche. Tenía un corazón sensible y él no quería romperlo. No. Carrie era el tipo de mujer con la que un hombre se casaba, no de las de usar y tirar. El tipo de mujer con el que él querría pasar el resto de su vida… si estuviera interesado en los finales felices.

– ¿Estás lista? -preguntó Dev, entrando en el camarote.

– ¿Lista? ¿Para qué?

– Estamos en el Cayo Oeste. El hogar de Hemingway. Pensé que tal vez te apetecería salir. Ya sabes, como si fuera una cita… solo para practicar.

– ¿Una cita? -preguntó ella, poniéndose un poco de crema en la mano.

– Sí. Podemos hacer lo que hacen los turistas y luego podemos ir a un bonito restaurante. Cenar y luego tal vez ir a bailar. Todas las cosas que la gente hace cuando tienen una cita.

– ¿Ir a bailar? -preguntó ella, algo nerviosa. -¿Sabías que Cayo Oeste es el punto más al sur de los Estados Unidos? Bueno, eso sin incluir las islas. Ka Lae, en Hawai, está mucho más al sur.

– ¿Lo has leído en tu guía? -preguntó Dev, echándose un buen montón de crema en la mano.

– Ya lo sabía.

– Y supongo que conocerás también el punto más al norte, ¿verdad?

– Eso es fácil. Point Barrow, en Alaska o West Quoddy Head en Maine -respondió ella, con un hilo de voz, ya que Dev le estaba untando crema en la espalda. -El… el punto más alto es Monte McKinley.

Él seguía repartiendo la crema por la espalda y los hombros. En cuando la tocó, el calor que emanaba de la piel pareció aumentar. Dev intentó concentrarse en su tarea, pero en lo único en lo que podía pensar era en la suavidad de la piel o en la perfecta curva del cuello.

– ¿Y el punto más bajo es el Valle de la Muerte?

– Mmm -dijo ella, cerrando los ojos. -Está a doscientos ochenta pies por debajo del nivel del mar. El lugar más bajo del mundo es el Mar Muerto. Unos mil pies más bajo que el Valle de la Muerte.

– Sabes mucho de geografía -dijo él, aplicándole crema debajo del cuello.

– Gané un premio en el colegio. Cuatro años seguidos. Era la asignatura que mejor se me daba.

Dev se detuvo, como si se hubiera dado cuenta de que aquel era otro pequeño retazo de información que ella le regalaba. Sabía que era de Helena, que estaba enamorada de un hombre que no conocía, que su padre era vendedor y que su madre había muerto cuando ella era una niña. Pero aquello era todo lo que sabía de ella.

– Así que eras una de las listas de la clase -susurró Dev. -Me apuesto a que tenías un montón de novios.

– No. Yo nunca tuve novio en el instituto -respondió Carrie, abriendo mucho los ojos. -Yo era… realmente tímida. No era nada guapa. Llevaba unas gafas de culo de vaso y aparatos en los dientes. Y estaba un poco… gordita.

Dev pasó los dedos suavemente por los hombros y luego la frotó sobre los brazos. No podía apartar los ojos de un punto en el centro de la garganta. Sin embargo, cuando él se inclinaba para besar aquel punto, ella se puso rígida, por lo que él pudo recobrar el sentido común. Luego ella se relajó y respiró suavemente. Los dedos de él se deslizaron por debajo de la fina hombrera del vestido y Dev la apartó. Oyó que ella contenía el aliento. Entonces, esperó un momento. Luego la giró para que ella lo mirara. Quería besarla, y continuar aquella suave seducción.

Entonces, comprendió que nunca había necesitado a una mujer de la manera en que necesitaba a Carrie. Ella se había convertido en una necesidad innegable para él.

Él no quería que ella se negara, así que cubrió inmediatamente su boca con la de él. Carrie emitió un suave gemido, un sonido que pareció más de deseo que de rechazo. Como si quisiera convencerla aún más, él profundizó el beso. De repente, aquel momento se llenó de posibilidades, pero Dev se contuvo.

– Yo te hubiera pedido que vinieras conmigo al baile.

– No -respondió ella, sonrojada. -Nunca lo hubieras hecho. Los hombres como tú nunca se fijan en las mujeres como yo. Pasáis a nuestro lado en la calle y ni siquiera nos miráis.

– ¿De qué estás hablando? Claro que me fijaría en ti.

– Tal vez deberíamos irnos -sugirió Carrie, aclarándose la garganta. Entonces se puso de pie y se estiró el vestido. -¿Has visto mi sombrero? Yo no debería salir sin mi sombrero.

– Espera un momento -replicó él, asombrado por aquel comportamiento.

– No necesito más crema -dijo ella. -Ya me has untado bien todo el cuerpo. Estoy segura de ello.

– No es eso lo que me preocupa. Siéntate un momento. Quiero hablar contigo.

– No necesitamos hablar. Necesitamos marcharnos. ¡El Cayo Oeste no espera! -exclamó ella, inundada con una falsa alegría.

– ¿Te das cuenta de que es la primera vez que has hablado de ti en todo el viaje? -le preguntó Dev, tomándola del brazo y obligándola a sentarse. -Quiero que me cuentes más.

– ¿Por qué?

– Porque quiero conocerte, Carrie. ¿Hay algo malo en eso?

– No hay razón alguna para ello. Lo que quiero decir es que después de estas vacaciones, no volveremos a vernos. ¿Por qué ibas tú a querer saber más de una persona que no vas a volver a ver?

– Maldita sea, Carrie, no te estoy pidiendo que me reveles secretos nacionales. Solo quiero saber un poco sobre ti. Somos amigos, ¿no?

– ¿Tú crees?

– ¡Sí! Pensé que en eso nos habíamos puesto de acuerdo.

– Los amigos no se besan como tú acabas de besarme a mí. Y… y cuando me tocas, no lo haces como me tocaría un amigo.

Dev contuvo el aliento. Ella tenía razón. A la menor oportunidad, se había aprovechado de su buena naturaleza y su inocencia, asumiendo que el deseo que ella sentía era tan fuerte como el que sentía él. Sin embargo, a juzgar por la expresión que había en el rostro de Carrie, sabía perfectamente que se había equivocado.

– Lo siento -dijo él. -No quería obligarte a nada.

– Y no lo has hecho -replicó ella. -A mí me gustó que me besaras.

– ¿Te gustó?

– Sí. ¿A qué mujer no le gustaría? Lo que quiero decir es que tú eres guapo y encantador. Y estoy segura de que a todas las mujeres a las que has besado les ha gustado. Tú besas bastante bien.

– Entonces, ¿cuál es el problema?

– El problema es que en unos pocos días, los dos volveremos a casa. Y nunca nos volveremos a ver. Yo no quiero hacer algo que los dos podamos lamentar.

– ¿Quién dice que no nos vamos a volver a ver? -le espetó Dev, a pesar de que él había sido la primera persona que había asumido que sería así.

Sin embargo, no quería creer que Carrie desaparecería simplemente de su vida. ¿Significaría aquello que quería mantener una relación con ella?

– Venga ya, Dev -dijo ella. -Tú tienes tu vida y yo no formo parte de ella.

– Y tú tienes tu vaquero, ¿no? -musitó Dev.

– ¿Mi vaquero?

– Ese tipo de Helena. El tipo del que estás enamorada.

– Mi hombre de negocios -lo corrigió ella.

– ¿Cómo sabes que lo amas? ¿Cómo puedes estar tan segura? Casi no lo conoces. Yo estuve dos años con Jillian y pensé que la quería. Pero estaba equivocado. Ya ni siquiera pienso en ella. Casi ni se me pasa por la cabeza. ¿Cómo puedes estar tú tan segura?

– Yo no estoy segura de nada -dijo ella, algo a la defensiva. -No sé lo que va a pasar cuando llegue a casa. Tal vez nada. O tal vez mi vida cambiará completamente. Pero lo que sí que sé es que esto no es la vida real. Esto es como un paraíso temporal donde todo parece perfecto. Ahora, ¿dónde está mi sombrero?

– Yo también sé una cosa -dijo Dev. -Yo soy real. Yo estoy aquí contigo y él no. Eso tiene que significar algo, ¿no te parece?

– Significa que podemos pasar unas maravillosas vacaciones juntos -dijo Carrie, sonriéndole. -Significa que podemos pasear por el Cayo Oeste y ver las vistas. Podemos ser amigos, Dev. Eso es todo -añadió ella, descubriendo por fin el sombrero entre la ropa de la cama. -Aquí está. ¿Nos vamos?

– De acuerdo, si eso es lo que quieres -accedió él, de mala gana.

– Es lo que quiero -afirmó Carrie.

Con eso, se puso el sombrero, con el ala cubriéndole los ojos. Dev no sabía si lo que ella había dicho era cierto, pero tenía que creerla. Carrie Reynolds no quería nada de él que no fuera amistad.

¿Por qué lo molestaba aquello? Con toda seguridad, hacía que su vida fuera más sencilla. No tendría que preocuparse por hacerle daño. Ella nunca sentiría por él más de lo que él sentía por ella. Todo era perfecto.

Sin embargo, si todo era tan sencillo, entonces, ¿por qué estaba tan confundido?


Carrie se sentó en el banco de un parque y se frotó sus doloridos pies. Ella y Dev habían conseguido ver la mayor parte de los lugares más importantes del Cayo Oeste en un día. Finalmente, se habían detenido en un jardín lleno de plantas tropicales. Las palmeras construían una hermosa cúpula sobre sus cabezas. Carrie encontró que el aroma de plantas verdes y tierra húmeda era muy diferente al olor del mar al que tanto se había acostumbrado.

Ella se había enamorado del Cayo Oeste, con sus hermosas casas de estilo Victoriano y sus bulliciosas calles. Los habitantes de la ciudad se mezclaban con los turistas, componiendo un grupo de lo más colorista. Carrie y Dev pasaron por las casas de Hemingway y Audubon, visitaron museos dedicados a los buscadores de tesoros y los que provocaban naufragios. Finalmente, subieron las escaleras de un pequeño faro con la esperanza de ver el lugar donde estaba anclado el Serendipity.

Mientras paseaban por el sendero, la brisa se enredaba en la falda de Carrie. Cuando se puso a mirar a Dev, vio que él estaba estudiando una flor exótica. A su alrededor, los pájaros cantaban en un ruidoso coro. Sin embargo, en lo único en lo que podía pensar Carrie era en las mentiras que le había contado a Dev aquella mañana.

Si él dejara de besarla y abrazarla, tal vez podría poner sus sentimientos en orden. Sin embargo, después de su encuentro en el camarote aquella mañana, ella ya no sabía lo que él quería de ella, ni lo que ella quería de él. A pesar de que él afirmaba que solo quería que fuesen amigos, cada vez que ella lo miraba a los ojos veía algo más.

Además, estaban todas las cosas que ella necesitaba. Deseaba que la tumbara en la cama, que le quitara el vestido y que besara su piel desnuda. Jamás había pensado tanto en el sexo, pero desde la primera noche que pasó con Dev, había sido su único pensamiento. Si sus besos servían de algo, el sexo con él sería increíble.

Entonces, ¿qué la detenía? Para eso había ido a aquellas vacaciones. Si ella se decidía, estaba segura de que podría llevarse a Dev a la cama otra vez, y aquella vez para algo que no fuera dormir.

– No seas ridícula -musitó para sí misma. -Tú nunca has seducido a un hombre en tu vida.

Además, seducir a Dev no sería como seducir a otro hombre. Ella se había enamorado de él sin siquiera haberle hablado. ¿Cómo podría desengañarse de él después de compartir una experiencia tan íntima? Hacer el amor con Dev Riley sería la peor equivocación de su vida.

Lo contempló mientras se acercaba a ella. Aunque le había dejado sus sentimientos bastante claros, había esperado que él volviera a intentar besarla o tocarla durante su excursión. Sin embargo, lo único que él había hecho era tomarla de la mano. Si tenía algún pensamiento lujurioso, lo había escondido bastante bien.

– ¿Estás lista para cenar? -le preguntó Dev.

– Sí. Todo esto es tan bonito. Resulta difícil de creer que seguimos estando en los Estados Unidos. Todo es tan… exótico.

– Si los habitantes de la zona se hubieran salido con la suya en 1982, tal vez esto no sería parte del país. La patrulla de la frontera estableció controles de carretera en las autopistas para intentar capturar a los traficantes de drogas, pero solo consiguieron que los habitantes de los cayos se enfurecieran. Así que los locales pretendieron que querían separarse del país y la patrulla de la frontera quitó los controles.

– ¿Has leído eso en tu guía? -bromeó Carrie.

– No. Lo he leído en un cartel en la oficina de información.

– Me alegro mucho de que me hayan enviado a unas vacaciones que yo no pedí -dijo ella, entrelazando su brazo con el de él. -No se me ocurre otro lugar en el que prefiriera estar en estos momentos. Mañana tal vez podamos ir a ver el acuario.

– Mañana por la mañana nos vamos al Cayo Cristabel. Esa es la visita más bonita de todo el viaje.

– Vaya. Siempre creo que un lugar es el más interesante del viaje y luego me entero de que el del día siguiente es todavía mejor. Debería tomarme vacaciones más a menudo.

– ¿Dónde irías la próxima vez?

– No sé. Tendría que ser algún lugar cálido. En Chicago todo es tan gris y tan deprimente. Aquí, todo es cálido y verde.

– En Chicago hace mucho frío -afirmó Dev. -Pero no hace más frío que en Helena, ¿verdad?

Ella se volvió a mirarlo, completamente confundida. ¿Qué acababa de decir? ¿Había mencionado Chicago?

– Sí -respondió ella por fin. -En Helena hace mucho más frío. No quiero volver a Helena. Helena es terriblemente frío y gris.

– Podríamos quedarnos -sugirió Dev. -Podríamos dejar nuestros trabajos y construirnos una pequeña cabana en la playa. Tú podrías vender caracolas.

– Te aburrirías mucho -respondió ella, aliviada de haber podido ocultar su pequeña mentira. -A ti te encanta tu trabajo. Quiero decir, nunca te tomas vacaciones y esta es la primera… -añadió ella, interrumpiéndose en el acto. Si se suponía que no conocía a Dev, ¿cómo iba a ser posible que conociera aquellas cosas?-… quiero decir, te encanta tu trabajo, ¿verdad?

– Claro que sí -dijo él, mirándola algo extrañado. -Pero hasta que me tomé estas vacaciones, no me di cuenta de lo que me había estado perdiendo. Necesito tomarme más tiempo libre.

– Hay tantos lugares interesantes que visitar -musitó ella, asustada de seguir hablando. Si no tenía cuidado, le diría algo que él no debería saber.

– A decir verdad -confesó él, apretándole la mano, -preferiría estar aquí contigo que en ningún otro lugar del mundo.

– Eso es muy bonito.

– Vine a este viaje porque quería escapar de las mujeres. Después de lo de Jillian, había decidido borrar al resto de las de su sexo de mi vida. Pero entonces, apareciste tú en mi cama y todo cambió. Ese tipo del que estás enamorada tiene mucha suerte, Carrie.

– Él no sabe cuánta -replicó ella, apartando la mirada.

Sin embargo, ¿se sentiría Dev afortunado si supiera que era él el objeto de aquel amor? ¿O se sentiría traicionado por las mentiras de Carrie? Ella suspiró. Tenía que asegurarse de que él nunca lo descubriría.


Carrie levantó la cara al cielo y giró sobre sí misma. Los efectos del ron hicieron que las piernas se le doblaran un poco, así que Dev tuvo que recogerla entre sus brazos. Tenía los labios tan tentadores que él tuvo que controlar sus impulsos para no besarla. Con una risita, ella improvisó un paso que había aprendido aquella noche.

– Nunca había bailado así en mi vida -dijo.

Dev se echó a reír y la estrechó entre sus brazos, bailando con la suave música que salía de una taberna cercana. El cuerpo de Carrie era cálido y sus senos se apretaban contra su pecho.

– ¿Cómo habías bailado?

– Yo sola -replicó Carrie. -Con el pijama y mi gata. A Eloise la encanta Madonna y a mí Motown. Nos hemos pasado muchas noches de sábado bailando juntas.

Dev sonrió y cerró los ojos. No había muchas mujeres que estuvieran dispuestas a admitir su falta de vida social. Las mujeres con las que él había salido creaban una atmósfera de sofisticación que le había hecho sentirse en muchas ocasiones como el último de la lista. Sin embargo, con Carrie no había nadie esperando, a excepción del vaquero de Helena.

Dev le pasó el brazo por los hombros y empezaron a pasear hacia el puerto. Era casi medianoche y el Cayo Oeste parecía estar empezando a despertar. Los turistas y los locales se preparaban para disfrutar la noche. La música que salía de las tabernas creaba un ambiente festivo con variopintos contrastes.

Habían comenzado la tarde cenando en un pequeño café especializado en cocina caribeña. Los dos probaron de lo que él otro había pedido y charlaron agradablemente. Ella le contó, con cuidado, todos los detalles de su infancia, incluso su helado favorito: el de pasas al ron.

Para cuando terminaron con los postres, Dev había decidido que era la mujer más hermosa del mundo, al menos en lo que él había aprendido a valorar más que un cuerpo perfecto y una apariencia impecable. Carrie irradiaba belleza interior y lo iluminaba todo a su alrededor.

También, ella era la mujer más misteriosa e intrigante que él había conocido. Algunas veces, hablaba abiertamente, pero otras parecía haber una barrera entre ellos, como si ella estuviera pensando lo que debía decir. A él le parecía que era un esfuerzo por proteger su vulnerabilidad.

Ella le había preguntado por sus negocios y él la había aburrido con los detalles. Normalmente, él hablaba de su infancia con pocas palabras, pero le había contado a Carrie todo. Que había vivido en unos cuantos apartamentos desastrosos, con unos padres que se veían obligados a tener dos trabajos cada uno para mantener a cinco hijos. Sobre cómo su padre había ahorrado para abrir su propia empresa de electrónica. De cómo Dev lo había ayudado a convertir aquel negocio en una multinacional antes de que él se retirara a disfrutar la vida.

Después de cenar, fueron a un ruidoso bar con un camarero, llamado Billy, que afirmaba ser descendiente de contrabandistas, jugadores y gente de esa calaña. Billy consiguió que Carrie se animara a probar una bebida llamada «delicia del bucanero», una mezcla de ron y zumo de frutas, servida en un vaso con forma de barco pirata. Para cuando ella había conseguido que el líquido bajara de la cubierta, Carrie había aceptado la invitación de Dev para bailar.

– ¿Dónde vamos ahora? -preguntó ella.

– De vuelta al barco. Es hora de que te vayas a la cama. El capitán Fergus quiere zarpar para Cristabel dentro de unas pocas horas.

– Pero yo no quiero marcharme de aquí. Me gusta. Nadie se preocupa de lo que eres o de dónde vienes. Puedo ser yo simplemente.

– Te gustará el Cayo Cristabel. Te lo prometo.

– Pero aquí hay tantas cosas que hacer. ¿Por qué no nos quedamos aquí hasta que volvamos a casa?

Dev no se había molestado en hablarle a Carrie sobre la última parada del viaje. Y ella no había preguntado al capitán Fergus. No estaba seguro de que fuera a aceptar ir a Cayo Cristabel, pero no quería correr el riesgo de que así fuera. Ni siquiera él sabía por qué tenía tantas ganas de llevarla allí.

La villa privada de Cayo Cristabel tenía fama de ser el lugar más bonito de todos los cayos. Él lo había elegido con el propósito de pedirle a Jillian que se casara con él.

Pero Jillian ya no formaba parte de su vida. Dev quería compartir sus últimos dos días de vacaciones con Carrie, en su isla privada. Dev no sabía lo que iba a pasar allí. Tal vez esperaba entender de una vez sus sentimientos por Carrie o simplemente cerrar con un broche de oro aquellas vacaciones antes de que los dos se separaran. Tal vez esperaba simplemente que entre los dos pudieran saber lo que pasaba con su relación.

Él era un hombre al que gustaba tener estrategias preparadas. Sin embargo, con Carrie le resultaba imposible. Ella era una masa de contradicciones, envuelta en un cuerpo que le volvía loco de deseo. Ella estaba enamorada de otro hombre y, sin embargo, cada vez que la besaba, sentía que se deshacía en sus brazos. Además, ella le había invitado a su cama.

Entonces, ¿por qué tenía tanto miedo de arriesgarse? Había decidido respetar a Carrie, pero él mismo estaba llegando a la conclusión de que solo estaba intentando evitar sus verdaderos sentimientos.

Si no le hacía el amor a Carrie, no podría enamorarse de ella, ni ella de él. Y si no se amaban, entonces no tendrían problemas para separarse.

Aquello era lo mejor. No más besos, ni más deseo.

Serendipity se balanceaba ligeramente contra el muelle. Como Dev llevaba de la mano a Carrie, tiró de ella cuando vio que se acercaba demasiado peligrosamente al borde. Carrie se había excedido un poco con el ron y sin duda dormiría bien aquella noche. Al llegar al barco, él la ayudó a subir y a bajar por las escaleras al salón principal.

– Necesitamos música -dijo Carrie, rodeándole el cuello con los brazos. -Quiero bailar.

– Y yo creo que deberías dormir, Carrie -respondió él, besándole la punta de la nariz.

– Tal vez tengas razón -susurró ella, cerrando los ojos.

– Claro que tengo razón.

Un beso no podía hacer ningún daño. Sería solo un beso de buenas noches entre amigos, así que Dev se inclinó y le cubrió los labios.

Sin embargo, al sentir que ella aceptaba aquel beso plenamente, se olvidó de sus buenas intenciones y se concentró solamente en saborear su boca.

– Creía que habíamos decidido no volver a hacerlo más -dijo Carrie, apartándose.

– No puedo evitarlo, Carrie. Algunas veces simplemente tengo que besarte. ¿Qué te parece si cuando sienta la necesidad te lo pido? ¿Qué te parece eso?

– Te diría que no -lo advirtió ella, sonrojándose.

Dev acarició la nuca de Carrie y le hizo echar la cabeza hacia atrás para poder mirarla a los ojos.

– ¿Puedo volver a besarte, Carrie?

– No.

– De acuerdo, entonces, esta será la última vez.

– La última vez -repitió ella.

Dev la besó de nuevo, enredando la lengua con la de ella. Lentamente le acariciaba el abdomen, acercándose a los senos. Sin embargo, Dev de repente se detuvo, consciente de lo que había estado a punto de hacer. Había estado a punto de cruzar el umbral de algo más íntimo.

Él se apartó y esperó hasta que ella abrió los ojos. Deseaba ver su reacción. Carrie parpadeó hasta que los efectos de aquel beso fueron desapareciendo. Poco a poco, vio que las sensaciones anteriores se iban reemplazando con… placer.

– Qué… agradable -dijo ella. -Gracias.

– No tienes por qué darme las gracias.

– Ha sido una… buena práctica.

– ¿Práctica?

– Sí. Nuestra cita. El beso. Es solo para que yo practique, ¿no?

Dev se sintió muy frustrado. ¿Por qué tenía que negar ella la pasión que sentía?

– Creo que ya hemos tenido suficiente por una noche -replicó él, empujándola hacia el camarote.

– La práctica ayuda a perfeccionarse.

En realidad, aquello no era cierto. Carrie ya era perfecta para Dev. Parecía como si estuvieran destinados a estar juntos, en contra de lo que decía el sentido común. Con cada hora que pasaba, su necesidad se iba haciendo cada vez más intensa.

Sin embargo, lo único que les faltaba era tiempo. En dos días, ella volvería a Montana, con el hombre que amaba. Él tendría que volver a Chicago. Aquellas vacaciones terminarían… y la vida real volvería a empezar.

– ¿Quieres dormir conmigo esta noche? -preguntó ella.

– ¿Cómo dices?

– En la cama. Esa hamaca es muy incómoda. A mí no me importa. Sé que te comportarás como un perfecto caballero.

– Imposible -murmuró Dev.

Ya se estaba cansado de comportarse como un caballero con Carrie, especialmente cuando ella respondía tan apasionadamente a sus caricias. Tenía que haber algún modo de que ella reconociera la pasión que sentía, de hacerla sentir el deseo que él sentía por ella.

Dev estaba acostumbrado a conseguir lo que deseaba y deseaba a Carrie. Sin embargo, no tenía ni idea de cómo conseguirla. Además, no sabía si lo que buscaba era una sola noche de amor o muchas noches para disfrutar de su voz y de su mirada. Hasta que supiera exactamente lo que quería, probablemente era mejor que no se metiera en su cama.

– Buenas noches, Carrie -respondió él, abriendo la puerta del pequeño camarote. -Que duermas bien.

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