CAPÍTULO 07

– ¿Estamos solos? ¿Completamente solos? -preguntó Carrie, en medio del amplio vestíbulo, con las maletas extendidas a sus pies. Su voz resonó por los frescos suelos de azulejos de estilo español hasta lo alto de las escaleras. -¿Dónde están Fergus y Moira y el resto de los invitados?

– Fergus y Moira se han ido. Y no hay otros invitados.

Carrie empujó el equipaje y salió corriendo hasta las puertas principales. La vista del océano desde allí era fantástica. Se veía al Serendipity apartándose del muelle y volviendo en dirección a Cayo Oeste.

– No lo entiendo. ¿Por qué nos dejan solos?

– Una isla privada no es muy privada cuando hay una multitud de personas alrededor -murmuró Dev. -Mira esa playa. ¿No es una maravilla? ¿Y qué te parece la casa?

– Tiene que haber servicio -dijo ella, con un matiz de desesperación en la voz. -¿Dónde está el servicio?

– Les pedí que vinieran solo por la mañana. Nos han dejado las comidas preparadas y el frigorífico está bien pertrechado. Tenemos todo lo que necesitamos aquí. Y si hay una emergencia, siempre podemos llamar por radio.

– ¿Por qué no me dijiste que íbamos a estar solos? -preguntó Carrie, algo frustrada.

– No creí que fuera importante -replicó Dev, encogiéndose de hombros. -En realidad, todas las vacaciones hemos estado solos. Hemos dormido en la misma cama en más de una ocasión. ¿Qué hay de diferente en esto?

– Es diferente -musitó Carrie, recogiendo su equipaje.

Y así era. A bordo del barco había otras personas. Había fronteras, acuerdos. Allí tenían… el marco más romántico que ella hubiera podido imaginar en alguna ocasión. La casa parecía una mansión sacada de un documental sobre la vida de los ricos. Era perfecta.

El edificio, de estuco blanco, estaba a pocos metros de la playa y tenía una amplia galería que se extendía por un lado completo de la casa, conectando el piso superior con la playa. El diseño combinaba los estilos español y francés con influencias de la arquitectura local. Los techos eran muy altos y estaban adornados con hermosos ventiladores. Las puertas de acceso a la casa, que eran de cristal, estaban cubiertas de gruesas cortinas y el interior estaba decorado con colores salmón y crema. Las hojas de las palmeras, plantadas en grandes macetas por todos los rincones de la mansión, susurraban con la fresca brisa marina. La casa tenía un aire tranquilo, exótico y algo desconcertante.

– No estás enfadada conmigo, ¿verdad?

– Teníamos un acuerdo -dijo ella, mientras subía la escalera a duras penas con el equipaje. -¿Es que no te acuerdas?

Dev iba pisándole los talones. Cuando ella tropezó por segunda vez, él le tomó la mayor de sus maletas y se la llevó a lo alto de las escaleras. Luego se puso delante de ella, bloqueándole el camino.

– ¿Qué acuerdo?

– Se supone que primero tienes que preguntar -le respondió ella. -¡Y si quiero decir que no, puedo hacerlo perfectamente!

– Eso es para lo de los besos. ¿Qué tiene eso que ver con este lugar?

– No te hagas el tonto -le espetó Carrie, rodeándolo para poder pasar. Luego atravesó el rellano y entró en la primera habitación. Una enorme cama con dosel, hecha de caoba, dominaba la habitación. -¡Mira esto! ¡Me has traído aquí para… para seducirme!

– En realidad, mi agente de viajes planeó todo esto hace un par de semanas -replicó él, riendo. -Yo había planeado pedirle a Jillian que se casara conmigo aquí. Esta habitación iba a ser el lugar donde lo iba a hacer -añadió, señalando la cama. -Efectivamente, ese hubiera sido el lugar exacto.

Carrie sintió que se sonrojaba. ¿En qué había estado pensando? ¿Cómo había podido olvidarse de Jillian? Dev no la había llevado allí a propósito. Aquella casa pertenecía al itinerario original, un itinerario del que ella no había formado parte desde el principio.

Carrie se castigó en silencio. Susie había preparado todo aquello para él. Ella era una profesional de primera clase, ya que no todas las agencias de viajes podían encontrar casas tan lujosas. Aquella casa era el lugar perfecto para la seducción y tenía todas las comodidades que un huésped pudiera desear. Aquel era el último lugar del mundo en el que a ella le gustaría encontrarse con Dev Riley.

– Lo siento -dijo ella. -Lo que me había imaginado no es cierto. Solo pensé…

Dev le cubrió los labios con un dedo para evitar que siguiera hablando. ¿Por qué no podría ella pensárselo antes de hablar? ¿Por qué tendría que decir lo primero que se le venía a la cabeza?

– Bueno, creo que tenías razón -admitió él. -Tal vez evité, deliberadamente, decirte que íbamos a estar solos aquí. Tal vez te traje aquí para seducirte. Ni siquiera yo mismo estoy seguro. Lo que sí que sé es que quería que pasásemos nuestros últimos días de vacaciones aquí. ¿Hay algo malo en eso?

Carrie abrió la boca para protestar, pero él la interrumpió de nuevo, aquella vez con un rápido beso, breve pero increíblemente seductor.

– Y también tienes razón en lo de nuestro acuerdo -añadió él.

– ¿Nuestro acuerdo?

– El de los besos. También es válido para otros… placeres. No pasará nada aquí, Carrie, a menos que tú lo quieras. ¿Me comprendes?

Ella asintió y luego sonrió de manera forzada. ¿A menos que ella quisiera? ¡Pero si aquello era en lo único que había estado pensando desde que se lo había encontrado en la cama! Había sopesado los puntos a favor y los puntos en contra un millón de veces y todavía seguía sin saber lo que quería. Sin embargo, lo que sí sabía era que si quería consumar su mayor fantasía tendría que pedirlo.

¿Cómo iba a pedir que la sedujeran? Ella siempre había pensado que era un tipo de acción que se efectuaba sin hablar, algo que las dos partes sentían simplemente que había llegado el momento. ¿Cuándo iba a pedirlo? ¿Antes de irse a dormir por la noche? Además, ¿qué importaba? Carrie sabía que jamás reuniría el valor suficiente para pedírselo.

– Entonces, ¿esta cama es tuya o mía?

– ¿Cómo? -preguntó ella, mirando a Dev por encima del hombro.

– Esta casa tiene cinco habitaciones. ¿Es esta la que quieres?

Carrie asintió. Con eso, Dev se puso a recogerle el equipaje y se lo puso encima de la cama para acercarse luego a las ventanas y abrirlas. Mientras miraba el mar, la brisa del océano le alborotó el pelo. Carrie se lo imaginó en aquel mismo lugar, a media noche, mientras ella estaba tumbada en aquella magnífica cama. Él tendría los ojos agotados y la piel cubierta de sudor… y ella estaría deseando que volviera a hacerle el amor.

Carrie sintió que se le hacía un nudo en la garganta. ¿Sería posible que viviera aquella escena antes de que se acabaran aquellas vacaciones? Si ella quería que así fuera, tendría que hacer que ocurriera pronto. Solo iban a pasar dos noches en aquella isla antes de que se terminara todo.

El corazón de Carrie le dio un vuelco al darse cuenta de que no volvería a estar a solas con Dev. No era que no fuera a volver a verlo. Él seguiría entrando en su vida de vez en cuando, cuando fuera a la agencia, pero nada sería igual. Él no sabría quién era ella, ni siquiera que ella estaba cerca. Sin embargo, así sería. Ella estaría observándolo y pensando en cada momento lo que habían compartido, regalándose con aquellos recuerdos.

– Me voy a la playa -dijo Dev. -¿Te apetece venir?

– No. Creo que voy a deshacer las maletas y a explorar la casa. Ve tú. Diviértete.

Dev asintió y salió de la habitación. Ella se acercó a las puertas de la terraza y salió al exterior, aspirando el aire marino. Tal vez debiera dejar de preocuparse sobre lo que podría ocurrir y simplemente pasárselo bien.

Entonces regresó a la cama y abrió las maletas. La jornada de compras en Cayo Oeste había sido un éxito. Se había comprado un precioso vestido hecho de gasa. La amplia falda y el ajustado corpiño la hacían sentirse increíblemente femenina y el pálido color destacaba el bronceado que ella había adquirido a lo largo de los días anteriores. Carrie decidió ponérselo para cenar aquella noche. También se había comprado unos pendientes de plata y un cuarzo rosa que se balanceaba seductoramente sobre el cuello.

Carrie abrió otra bolsa y vertió el contenido encima de la cama. Una cascada de color apareció delante de ella: azul eléctrico, amarillo chillón, fucsia… el traje de baño y el pareo a juego habían sido adquiridos en un impulso. Se había dado cuenta de que no podía seguir nadando en camisón si le surgía la oportunidad, muy probable en una isla, de volver a ir a nadar con Dev. Quería estar preparada.

Carrie nunca se había puesto un traje de baño, probablemente porque no le gustaban mucho sus muslos.

– Tal vez vaya siendo hora de que me atreva. -murmuró, quitándose los zapatos de un golpe de pierna.

Entonces, se quitó el vestido y se sujeto el traje de baño delante del cuerpo. No había tenido valor para probárselo en la tienda, simplemente se había limitado a comprar la misma talla de los vestidos.

Suspirando profundamente, Carrie se quitó el sujetador y se puso el traje de baño. De todas las experiencias de la vida, nada podría aterrorizar más a una mujer que probarse un traje de baño. Por lo menos, eso era lo que le parecía a ella. Luego tomó el pareo y se lo anudó a la cintura. Poco segura de sí misma, se dirigió al cuarto de baño que había dentro de la habitación y se miró en el espejo. Durante unos segundos, tuvo miedo de abrir los ojos.

– Si estás horrible -se dijo en voz alta, -te lo quitas. Y si es realmente espantoso, lo tiras y ya está.

Sin embargo, cuando abrió los ojos, se vio agradablemente sorprendida. Teniendo en cuenta que se consideraba una mujer sin mucho futuro en el terreno sentimental, no se miraba demasiado al espejo. De hecho, normalmente los evitaba. Pero estaba equivocada. Con su nuevo color de pelo y la piel tostada por el sol, estaba bastante bien con aquel traje de baño.

– De acuerdo -dijo ella, irguiéndose en el espejo. -Me lo quedo. Ahora, lo que tengo que hacer es salir para que me vea la gente.

De hecho, salir a un lugar lleno de gente le hubiese resultado más fácil que salir a una playa privada solo con Dev. Rápidamente salió del cuarto de baño y se asomó a la terraza. Dev estaba en el agua, bañándose entre la espuma.

Carrie se preguntó lo peor que podría ocurrir. Eso sería que él se riera porque la hubiera confundido con una ballena varada o un submarino. Sin embargo, a lo largo de aquella semana, Dev la había visto en peores situaciones, abrasada por el sol y mareada. Tal vez iba siendo hora de que la viera como una mujer real, como una mujer a la que él le podría apetecer seducir.

– Anímate -susurró. -Lo único que tienes que temer es el miedo en sí mismo.

Entonces, Carrie se dirigió a la planta de abajo para poder salir a la playa. Mientras intentaba anclar con normalidad, procuraba buscar la postura adecuada. Sin embargo, las rodillas le temblaban tanto que casi no podía mantenerse de pie.

Dev había salido del agua y estaba sentado en la arena, mirando el horizonte. Ella esperó hasta que él se diera cuenta de su presencia, pero parecía perdido en sus propios pensamientos. Carrie estaba prácticamente a su lado cuando él se dio cuenta de que ella estaba allí. El corazón de Carrie le dio un vuelco al notar cómo la miraba.

– ¡Vaya! -dijo él, recorriéndole el cuerpo con la mirada.

Carrie sonrió y se acercó un poco más a él. Sin embargo, él se puso rápidamente de pie y extendió la mano.

– ¡Carrie, ten cuidado con esa…!

Carrie sintió una dolorosa punzada en el pie, que se le extendió rápidamente por la pierna y gritó. Dev se acercó a ella enseguida y la tomó en brazos mientras ella lloraba de dolor. Sentía como si le estuvieran clavando un millón de agujas en la pierna.

– ¿Qué ha sido eso? -preguntó ella, aturdida.

– Has pisado una medusa -respondió Dev. -¡Dios mío, Carrie! Eres un desastre.

Ella sollozó y escondió la cara contra el hombro de él.

– Sabía que no debía haberme puesto este bañador. Me debería haber quedado en la habitación echándome una siesta.

Dev se echó a reír y le mordisqueó el cuello.

– ¿Para que yo me hubiera perdido esa entrada? ¡Ni hablar!


– ¿Cómo tienes el pie?

Carrie levantó la mirada de la cama y vio a Dev de pie en la puerta del dormitorio. Tenía una bandeja en las manos.

– Todavía me duele -dijo ella. -Pero creo que se me pasará pronto. Gracias a ti.

Dev la había llevado rápidamente a la casa como si pesara menos que una pluma. Entonces, había sacado una botella de amoniaco de la cocina y le había puesto un poco en el pie. Casi inmediatamente, el dolor había remitido, pero él había insistido en pedir consejo por radio. Cuando el médico le explicó lo que tenía que hacer, Dev lo hizo y se relajó lo suficiente como para bromear con ella de su mala suerte.

– Te he traído algo para comer -le dijo mientras se acercaba a la cama. -Me imaginé que no podrías ir tú sola a la cocina.

Carrie se incorporó en la cama y Dev le colocó las almohadas detrás de la espalda.

– ¿Por qué siempre tengo que estar en mis peores momentos cuando estoy contigo?

– ¿Cómo puedes decir eso? -preguntó él, poniéndole la bandeja en el regazo. -A mí tus pequeños percances me parecen muy divertidos. Mis vacaciones hubieran sido muy aburridas.

– Y yo estaba intentando ser sexy -musitó Carrie.

– ¿De verdad?

– No, al menos no deliberadamente. Bueno, lo que quiero decir es que no estaba intentando… ya sabes.

– Claro que no -respondió él, con voz tensa.

Durante un momento, pensó que se había enfadado con ella, pero entonces él le sonrió y la tomó de la mano, entrelazando los dedos con los de ella.

Carrie levantó la vista y vio que él la estaba mirando con expresión enigmática. ¿Por qué no podía admitir que ella estaba esperando llamar su atención? Incluso mejor, ¿por qué no pedirle directamente que pasara la noche con ella? ¿Cuánto le podía costar? No más que pavonearse por la playa con un traje de baño por primera vez en su vida. Carrie intentó tomar una decisión, ignorando todos sus temores y abrió la boca… pero no pudo hacerlo.

Después de un largo momento, él se puso de pie y suspiró.

– Ahora te dejaré que descanses -dijo él. -Voy a nadar un poco antes de irme a dormir. Que duermas bien -añadió desde la puerta. -Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en llamarme.

En ese momento, ella quiso llamarlo, pedirle que se quedara, decirle que necesitaba sentir sus besos. Sin embargo, en vez de eso, se inclinó sobre las almohadas. Tal vez si se relajaba y cerraba los ojos, se despertaría por la mañana completamente convencida de que realmente no deseaba tanto a Dev Riley como ella creía.


Carrie no estaba segura de cuánto tiempo había dormido. Le dolía el pie y la pierna se le había quedado dormida de tenerla encima de las almohadas. Se incorporó en la mesa y se tocó la tela del camisón. Estaba húmeda. La brisa del mar se había calmado y la habitación estaba muy cargada. Entonces, extendió la mano para apagar la luz, dejando que la luz de la luna entrara a raudales por la ventana.

Con un suspiro, se levantó de la cama e intentó andar. Para su sorpresa, era capaz de descansar su peso en la pierna herida. Entonces, se dirigió a las puertas de la terraza, esperando poder refrescarse un poco. Sin embargo, lo que vio le quitó el aliento.

Dev estaba de pie en la arena, mirando el mar, con la luna destacando la silueta de su cuerpo. Ya no llevaba puestos sus habituales pantalones cortos. Estaba completamente desnudo. La mirada de Carrie se recreó en sus anchas espaldas, su estrecha cintura y sus largas y musculosas piernas. Conteniendo el aliento, ella salió lentamente a la terraza, escondiéndose entre las sombras que le proporcionaban los pilares de estuco.

Sin verla, él se dirigió lentamente hacia el agua y se metió en ella hasta que se sumergió. Carrie se mordió los labios mientras esperaba que apareciera. Cuando lo hizo, su cuerpo brillaba como la plata a la luz de la luna. Parecía un dios salido del mar, fiero e indomable, nadando poderosamente a través del agua y luego sumergiéndose otra vez.

Carrie lo observó durante largo tiempo, preguntándose de dónde sacaba tanta energía. Tal vez se sentía tan inquieto como ella. Tal vez, incluso pudiera estar pensando en ella, considerando lo que ocurriría si compartieran la cama por última vez. Ella gimió suavemente y dejó de mirar la escena, apoyándose contra la frescura de la columna.

Cuando se volvió a mirarlo, vio que estaba de pie en la arena, todavía desnudo, con una toalla alrededor del cuello. Carrie se sintió incapaz de moverse, de dejar de mirarlo. Entonces, Dev levantó la vista y la vio. Durante un largo instante, se quedaron quietos, mirándose, mientras un deseo invisible parecía ir construyendo un puente entre ellos.

– Quiero que me lo pidas -dijo ella, con voz temblorosa. -Por favor.

Lentamente, él se quitó la toalla de los hombros y se la puso alrededor de la cintura, mirándola con cautela. Mientras subía por las escaleras, él le preguntó:

– ¿Qué quieres que te pida, Carrie?

– No me lo pongas más difícil, porque si lo haces, cambiaré de opinión.

Dev asintió, acercándose a ella con pasos silenciosos. Entonces, le acarició la mejilla, mirándola dulcemente.

– Yo te deseo, Carrie. ¿Me deseas tú a mí?

– Sí -respondió ella, acariciándole el tórax.

Él contuvo el aliento y echó la cabeza hacia atrás. Asustada, ella apartó las manos enseguida. Sin mirarla, él le tomó los dedos y se los puso donde habían estado.

– Puedes tocarme -dijo él. -Me encanta sentirte las manos en mi cuerpo.

Carrie nunca había sido tan atrevida con un hombre, pero necesitaba conocerlo, explorar su cuerpo hasta que le resultara familiar solo con el tacto. Cada parte que tocaba era dura y suave al mismo tiempo, como si Dev estuviera tallado en mármol.

Carrie nunca había sentido un deseo tan fuerte antes. Había habido otros hombres en su vida, pero ninguno se había adueñado de ella como Dev Riley. Todo había empezado siendo una fantasía, pero en aquellos momentos él estaba delante de ella, vivo y real. Todas las dudas que ella debería haber sentido se evaporaron. Solo tenía un propósito en mente: amarlo hasta las últimas consecuencias y compartir la intimidad de su cuerpo con él.

– A mí no se me da muy bien esto -confesó ella.

– Me parece que lo estás haciendo perfectamente -dijo Dev acercándose aún más. -No tengas miedo de mí, Carrie. Te prometo que no te haré daño -añadió, tomándola entre sus brazos.

– Por favor, no me hagas hacer esto sola -musitó ella. -Tócame.

Carrie sentía que él le había dejado a ella el control y que ella se lo había devuelto a él. Cuando las manos de Dev le acariciaron los hombros, apartando las hombreras del camisón, Carrie se echó a temblar. Lentamente, él apartó la delicada tela, descubriendo sus hermosos pechos.

Dev fue cubriendo la clavícula de Carrie de besos y llegó por fin a los pezones. Al sentir que los labios de él la tocaban, Carrie se sintió invadida por oleadas de deseo y ahogó un gemido. Durante un momento, sintió que las rodillas le fallaban, pero Dev la tomó por la cintura. Nada en su vida, antes de aquel momento, le había parecido tan perfecto.

Carrie se aferró a aquella pasión, dejando atrás las inhibiciones, y se sintió libre como un pájaro volando sobre el mar. Se dejó llevar, mientras Dev le quitaba cuidadosamente el camisón, besando y acariciando cada centímetro de su piel. Cuando ella estuvo completamente desnuda, él se quitó la toalla.

Carrie sintió que se le cortaba la respiración al ver cómo el deseo había enardecido su masculinidad. Ella extendió la mano para tocarlo, pero luego la apartó. Dev sonrió y le mordisqueó el cuello.

– Ven conmigo -dijo él, tomándolo de la mano.

Dev la condujo a la playa y se metieron en el agua. Carrie esperaba que el mar estuviera frío, pero una cálida sensación se apoderó de ella al entrar. Dev la tomó por la cintura. Las olas del mar les hacían flotar suavemente sobre la espuma. Ella arqueó la espalda mientras él le acariciaba el vientre. Cada una de aquellas sensaciones se veía aumentada mil veces por la suave sensación del agua. Dev se colocó las piernas de Carrie alrededor de la cintura, haciendo que ella sintiera el deseo que él estaba experimentando por ella. Carrie contuvo el aliento, preguntándose si él la poseería allí mismo, en el agua. En vez de eso, la llevó a la playa de nuevo y la depositó suavemente en una manta.

Una vez más, sus besos la volvieron loca. Cada nervio de su cuerpo vibraba con el tacto de la lengua de Dev. Cuando los dedos de él encontraron la feminidad que estaban buscando, ella gimió, mesándole el cabello.

La boca de Dev era un dulce tormento, que iba enredando cada vez más el nudo de la pasión que iba creciendo dentro de ella. Carrie solo pensaba en desatarlo, sintiéndolo entre las piernas. Lentamente, él fue acercándola al punto más álgido y luego se apartó. Carrie le pidió que volviera de nuevo, con palabras incoherentes, murmurando su nombre una y otra vez.

La tensión era exquisita. Entonces una ola rompió en la playa, cubriéndolos por completo. Nada la había preparado para experimentar aquella sensación de placer. Mientras los temblores y las sacudidas se adueñaban de su cuerpo, ella le hizo tumbarse sobre ella, sintiendo el poder de su cuerpo.

Entonces, él la penetró. Ella lo miró mientras lo hacía, excitándose aún más por el gesto de placer que le contorsionó el rostro. Entonces, él empezó a poseerla, primero con gran delicadeza y luego con una pasión que amenazaba con llevarlos a los dos más allá de las profundidades del mar.

Cuando él estuvo cerca del clímax, murmuró el nombre de Carrie, tensándose sobre ella. Su suave aliento le rozaba la oreja mientras los sonidos de la pasión se le iban escapando de los labios. Y entonces, con un suave movimiento más, él explotó dentro de ella.

Carrie nunca había conocido algo como lo que acababan de compartir y que hubiera tenido un efecto más devastador en su cuerpo y en su alma. Amaba a aquel hombre más de lo que se había imaginado. Sus deseo infantiles se transformaron en profundos sentimientos hacia él. Lo quería en cuerpo y alma durante toda su vida. Para siempre.

Hicieron el amor de nuevo en la playa, cómodamente envueltos en la manta. Ella se quedó dormida entre sus brazos. Carrie casi no se dio cuenta de que él la llevaba a la habitación ni de que se metía en la cama con ella. Sin embargo, cuando se despertó con sus caricias, estuvo encantada de que él se tumbara de nuevo encima de ella y disfrutó con la sensación de que la penetrara de nuevo, suavemente. Sus sueños se habían hecho realidad.

Mientras él la condujo de nuevo al orgasmo, Carrie se dio cuenta de que había encontrado un paraíso entre los brazos de Dev. En cuanto a la realidad, la dejaría para cuando amaneciera.


Dev se despertó solo, pero al darse la vuelta en la cama, sonrió. Carrie no podía haberse ido muy lejos. Estaban en una isla de la que no se podía escapar. Si esperaba lo suficiente, ella volvería a la cama y podrían continuar con los placeres que habían compartido la noche anterior.

Cuando finalmente se habían quedado dormidos, abrazados, ya estaba amaneciendo. A él le hubiera gustado contemplar la puesta de sol con ella, pero ambos estaban demasiado agotados y se habían quedado dormidos. Sin embargo, no importaba. Ya tendrían la puesta de sol del día siguiente.

Dev miró el techo de la habitación y suspiró. ¿Por qué el pensar en mañana lo entristecía tanto? Dev no sabía cómo se separarían. Había considerado todas las opciones, incluso la de pedirle que se mudara a Chicago con él para que pudieran compartir una relación con futuro. Sin embargo, la mala experiencia que había tenido con Jillian le hacía ser cauto.

¿Estaba enamorado de Carrie Reynolds? Por el momento, le parecía que sí. Sus sentimientos hacia Carrie habían ido más allá de lo que sentía por Jillian, a pesar de que solo habían pasado una semana juntos. Sin embargo, tenía miedo. No estaba seguro de que aquellos sentimientos duraran fuera de la cama, o fuera del paraíso que habían encontrado. Siempre había oído que las aventuras de vacaciones eran como una hoguera. Calientes, intensas, pero no muy duraderas.

Dev se tumbó de lado para poder incorporarse en la cama. Tenía la intención de estar con Carrie todo lo que pudiera y disfrutar. En cuanto al futuro, ya tendría tiempo de enfrentarse a aquel problema. Entonces, se levantó y se puso un par de pantalones y se dirigió a la puerta. En aquellos momentos, necesitaba un café y a Carrie, y no necesariamente en ese orden.

La casa estaba en silencio, inundada solo por el rugido del mar. Dev bajó lentamente las escaleras, frotándose los ojos y bostezando.

Tal vez ella estaba preparando el desayuno. El ama de llaves ya habría llegado y probablemente ya había empezado a preparar el café. Sin embargo, cuando Dev llegó al vestíbulo, vio el equipaje de Carrie en el suelo. Estaba a punto de llamarla cuando ella apareció. Al verlo, se detuvo en seco y luego esbozó una sonrisa forzada.

Ya estaba vestida con un par de pantalones y una chaqueta de lino. Tenía el pelo recogido con un pañuelo que se había comprado en el Cayo Oeste. Estaba tan hermosa como la noche anterior, cuando se había arqueado contra él, con los ojos llenos de deseo y la respiración ahogada entre gemidos.

– Buenos días -dijo ella, con voz suave.

Dev se acercó a ella y Carrie, al mismo tiempo, dio un paso atrás. ¿Qué le había pasado? La afectuosa y cálida mujer que había compartido su cama la noche anterior había desaparecido. Solo le quedaba una fría indiferencia.

– ¿Dónde vas? -le preguntó él por fin, señalando el equipaje.

– Me voy a casa. Me marcho en el bote del marido del ama de llaves dentro de unos pocos minutos. Voy a tomar el vuelo que sale a Miami esta tarde.

– ¿Estabas pensando marcharte sin decir adiós? -preguntó él, incrédulo.

– Lo siento… No quería despertarte.

– ¿Que no querías despertarme? -exclamó Dev. -¿Es esa tu excusa? ¡Maldita sea, Carrie! Anoche hicimos el amor. Fue algo increíble. La gente no se larga después de una noche como esa.

– Lo siento -repitió ella.

– Por muchas veces que lo digas, cielito, eso no basta. Creo que me merezco algo más que un «lo siento». Me merezco una explicación.

Dev esperó a que ella hablara. No estaba dispuesto a dejarla marchar sin una explicación. Finalmente, ella levantó la cara del suelo y lo miró.

– Tú me dijiste que no ocurriría nada si yo no quería. Anoche quise, pero no quiero hablar de anoche. Solo quiero marcharme.

– ¿Qué pasa? ¿Es ese vaquero? ¿Es que te sientes culpable? No tienes por qué. Tú no lo has engañado.

– ¡No es un vaquero! -gritó ella, llena de frustración. -Él es… no es nadie. Él no importa. Y no me siento culpable. No es por eso por lo que me marcho.

– Entonces, quédate -dijo él, extendiendo la mano. -Todavía nos queda otro día.

– Dev, seamos prácticos -le espetó ella, dando un paso atrás. -Yo…

– ¡Al diablo con lo de ser prácticos! ¿Por qué todo tiene que ser práctico en lo que a ti respecta? Anoche hicimos el amor porque los dos queríamos. Lo de ser práctico no tuvo que ver nada con ello.

– Ambos sabíamos que tendríamos que decir adiós tarde o temprano. Yo lo estoy haciendo más fácil para los dos. Solo estoy diciendo que no deberíamos convertirlo en algo que no ha sido.

– ¿Y qué ha sido para ti?

– Práctica -dijo Carrie, respirando profundamente. -Ya te dije para qué había venido de vacaciones. Y tú sabes mejor que nadie que esto no es real. Lo que hemos compartido en estas vacaciones es una fantasía. Un romance de vacaciones y nada más.

Dev se echó a reír con amargura. ¡Aquel era el discurso que él debería haber dado a ella! Lo había planeado todo en la mente, pero, cuando lo estaba oyendo, no le gustaba en absoluto.

– ¿Así que ya está? Simplemente te vas a marchar… -dijo él, sacudiendo la cabeza. Ella no era diferente de Julián. ¿Por qué había pensado que Carrie era especial?

– No hagas esto más difícil de lo que tiene que ser -replicó Carrie, recogiendo su equipaje. -Recordemos solo los buenos momentos.

– Sé que sientes algo -susurró él, tomándola por el brazo y acercándola a él. -Carrie, lo vi anoche en tus ojos. Lo sentí por la manera en que me tocabas.

– No hay nada -dijo ella. -Nada que no se pase con el tiempo.

Dev tensó la mandíbula y trató de contener su mal genio, ya que sabía que este la alejaría para siempre.

– Carrie, yo no quiero olvidarte. Y no quiero que desaparezcas de mi vida. Al menos no de esta manera.

– Entonces, ¿de qué manera? ¿Es que planeas hacerme promesas que no puedas cumplir? ¿Es que acaso estás listo para decirme lo mucho que me amas? Dev, ni siquiera me conoces. No sabes quién soy ni lo que soy. Somos dos extraños que han compartido una cama durante unas pocas noches. No tenemos por qué hacer que signifique nada más que eso.

Sin embargo, aquello había significado mucho para Dev. Hasta aquel mismo momento, justo cuando ella se marchaba, no se había dado cuenta de cuánto. Y ya no sabía lo que hacer ni decir para conseguir que ella se quedara.

– Tienes razón -dijo él por fin, lleno de amargura. -No ha significado nada. Adelante. Márchate.

– No quiero que te enfades -respondió Carrie. -Me lo he pasado muy bien esta semana y me alegro de haberla pasado contigo. Nunca la olvidaré.

– Yo tampoco.

Con aquellas palabras, Dev le tomó las maletas y se las llevó fuera. El marido del ama de llaves estaba esperando en la entrada, con el bote en el puerto, esperando para llevarse a Carrie.

– Todo esto es muy hermoso -dijo Carrie, al salir al jardín. -Voy a echar de menos este lugar. No te preocupes. Me olvidarás en cuanto llegues a casa. Cuídate, Dev Riley -añadió, acariciándole la mejilla con una triste sonrisa.

– No quiero que te vayas -susurró él, besándole la palma de la mano.

– Tengo que hacerlo.

Dev la miró a los ojos una última vez y asintió. Carrie suspiró y se dirigió al lugar donde el pequeño bote estaba esperando. Él esperó que ella mirara atrás, pero no lo hizo. Se montó en el bote sin dejar de mirar el océano. Él tuvo que contener la necesidad que sintió de salir corriendo tras ella, sacarla del bote y hacerle confesar que lo amaba. De ofrecerle el matrimonio o dinero con tal de que se quedara.

Pero el bote se marchó y Dev contempló cómo una mujer, de la que creía estar enamorado, salía lentamente de su vida para siempre. Un doloroso vacío le llenó el corazón cuando se dio cuenta de que la había perdido sin remedio.

– Esto no se ha acabado todavía, Carrie -prometió él. -No estoy dispuesto a dejarte marchar así.

Entonces, él se dio la vuelta y entró en la casa para subir las escaleras de dos en dos. El bote volvería aquella tarde y para entonces él estaría listo para marcharse.

Si lo que sentía por Carrie tenía que resistir los embates del mundo real, lo mejor era que volviera al mundo real cuando antes.

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