Eric rodeó a Raina por la cintura con más fuerza y la llevó por el patio. Estaban bailando en su propia boda. Habían decidido organizar una ceremonia discreta e íntima para la familia en casa de Raina.
Según los estándares de Yorkshire Falls, eso significaba la presencia de más de cien personas en todo momento, mascotas incluidas, que irían de visita a felicitarlos. Pero lo que más le importaba a Raina era la familia. La suya y la de Eric, que estaban reunidas por primera vez.
Román estaba junto a Charlotte, que tenía a la pequeña en brazos. Oh, Lilly había robado el corazón de Raina, y seguro que robaría el corazón de muchos hombres a lo largo de su vida. Raina rió entre dientes al pensarlo, como hacían las abuelas.
Y luego estaban Rick y Kendall. Su familia había empezado con Hannah, la hermana de Kendall, que ahora encandilaba a los adolescentes y los tenía en vilo. Raina se echó a reír. Ella y Hannah tenían una relación fabulosa, como si siempre hubieran sido nieta y abuela. Y Raina tenía la impresión de que Hannah pronto compartiría la casa con otro niño. Teniendo en cuenta cómo llenaba Kendall el vestido, Raina conjeturaba que el pequeñín no estaba a más de siete meses de distancia. Pero se guardaba de preguntar.
Rick no respondía a preguntas personales. Mantenía su vida personal en privado, lo cual Raina no sólo por fin comprendía sino que también aceptaba. Estaba dispuesta a esperar el embarazo de Kendall, sin presiones por su parte. Aunque su problema de corazón verdadero la hacía desear nietos con más ganas, su hijo era quien tenía la última palabra. Pero otro bebé, de una edad parecida a la de Lilly, sería maravilloso. Otra generación de Chandler que se criaría en Yorkshire Falls, pensó Raina con orgullo.
¿Acabaría con los hijos de Chase y Sloane? Raina lanzó una mirada a su hijo mayor. Nunca lo había visto tan feliz. Aunque fuera otro de los que no revelaba demasiados detalles de su vida privada, aparte del hecho de que él y Sloane iban a casarse en Washington el mes siguiente. Aunque Raina quería ayudar, se habían negado a que se esforzara demasiado. Sloane y Madeline Carlisle se habían encargado de la planificación de la boda, adaptándola a la apretada agenda del senador durante la campaña. Pero consultaban a Raina siempre que podían, y la hacían sentir a gusto, lo cual ella agradecía. No le cabía la menor duda, seguro que tendrían hijos.
– Estás demasiado callada -dijo Eric sujetándola con más fuerza por la cintura. -¿Te encuentras bien?
Raina le sonrió, abrumada por su buena suerte.
– Es que me faltan palabras.
– ¿Le digo a Chase que lo publique como noticia de última hora? -preguntó riendo.
Raina negó con la cabeza.
– No te burles de mí. Tengo demasiado miedo de que todas estas cosas buenas duren poco.
Eric ralentizó el paso y acercó la cara más a la de ella.
– ¿Algún motivo por el que no vayan a durar? -Apoyó la mejilla en la de Raina, y ella notó un cálido hormigueo en su interior.
Tenía que reconocer que Eric la hacía sentir segura y protegida, igual que lo que la rodeaba.
– No, ningún motivo. Tengo a mis hijos, sus familias y a ti. ¿Qué más puede pedir una mujer?
Eric sonrió.
– Ni una sola cosa más.
Raina se rió porque tenía razón. Había aprendido muchas cosas desde que empezara su farsa, y la más importante de todas era que la vida era lo que cada uno hacía con ella. Los hombres Chandler harían un montón de cosas buenas, y muchas otras posibles. Eric era la guinda del pastel.
La familia de Raina tenía toda una vida llena de posibilidades por delante, y pensaba disfrutar de todas y cada una de ellas.