Apartado 1: Mi empleo

La Estación Gerard-Worzel de Recuperación de Agua del Mar ocupa una posición preeminente en la costa norte de la isla de St. Croix, en las Indias Occidentales. Opera según el principio de la condensación atmosférica. Todo esto lo sé por la señorita Calkins («Lisabeth»), que me ha descrito su funcionamiento con todo detalle. El propósito de nuestra instalación consiste en recuperar una proporción del agua corriente, que se calcula en novecientos millones de litros al día, existente en forma de vapor en las bajas capas de la atmósfera, es decir, unos cien metros, que cubren cada kilómetro a barlovento de la isla.

Una cañería de nueve metros de diámetro aspira agua fría del mar a una profundidad de hasta novecientos metros y la lleva a lo largo de unos dos kilómetros hasta nuestra estación. La cañería envía unos ciento treinta y cinco millones de litros de agua al día, a una temperatura de 5° C. Luego es bombeada hasta nuestro condensador, que intercepta aproximadamente un billón de metros cúbicos diarios de aire tropical y caliente. Este aire tiene una temperatura de 25° C y una humedad relativa del 70 al 80 por 100. Con la exposición al agua fría del mar en el condensador, el aire se enfría a 10° C y adquiere una humedad del cien por cien, permitiéndonos extraer aproximadamente 72 litros de agua por metro cúbico de aire. El agua libre de sal («agua potable») es enviada al sistema principal de agua de la isla, pues St. Croix resulta deficitaria en su provisión natural de agua adecuada para el consumo de los seres humanos. Los oficiales del gobierno que visitan nuestras instalaciones en diversas ocasiones y ceremonias dicen con frecuencia que, sin nuestra planta, la gran expansión industrial de St. Croix habría sido totalmente imposible.

Por razones de economía, operamos en unión con una empresa acuacultora («piscifactoría»), que aprovecha nuestros desperdicios. Una vez el agua del mar ha sido bombeada a través del condensador, hay que desecharla; sin embargo, como se origina en un área oceánica de bajo nivel, su contenido en fosfatos y nitratos es 1.500 por cien mayor que en la superficie. Esta agua tan nutritiva es bombeada desde nuestro condensador a un lago circular adjunto de origen natural («el corral de coral»), que está lleno de peces. En tal ambiente propicio, los peces son altamente reproductores, y la producción de alimento cubre el coste de operación de las bombas.

(Algunos seres humanos mal informados han discutido en ocasiones la moralidad de utilizar delfines para ayudar a mantener las piscifactorías. Consideran degradante obligarnos a producir criaturas acuáticas que luego serán devoradas por el hombre. Permítanme indicarles, en primer lugar, que ninguno de nosotros trabaja aquí obligatoriamente y, en segundo lugar, que mi especie no ve nada inmoral en que se consuman criaturas acuáticas como alimento. También nosotros comemos peces.)

Mi papel en el funcionamiento de la Estación Gerard-Worzel de Recuperación de Agua del Mar es muy importante. Yo («Ismael») actúo como capataz de la Escuadra de Mantenimiento del Orificio de Entrada. Dirijo a nueve miembros de mi especie. Nuestra tarea consiste en vigilar las válvulas de toma de agua de la cañería principal. Estas válvulas se embozan con frecuencia, debido a la presencia en ellas de organismos primarios, tales como estrellas de mar o algas, que ponen en peligro la eficacia de la instalación. Nuestra tarea consiste en descender a intervalos periódicos y limpiar la obstrucción. Normalmente puede hacerse sin necesidad de órganos manipuladores («dedos»), de los que, por desgracia, no estamos equipados.

(Algunos de ustedes han objetado que resulta impropio utilizar a los delfines para estos trabajos, cuando tantos miembros del Homo sapiens carecen de empleo. La respuesta más inteligente es que: primero, nosotros estamos designados por la evolución para funcionar insuperablemente bajo el agua sin equipo especial de respiración y, segundo, que sólo humanos muy diestros podrían realizar nuestra función, y tales seres humanos andan escasos en el mundo laboral.)

Tengo este empleo desde hace dos años y cuatro meses. En todo ese tiempo, no ha habido una interrupción digna de mención en la capacidad de entrada de las válvulas a mi cuidado.

Como compensación por mi trabajo («salario»), recibo una gran cantidad de comida. Se podría contratar a un simple tiburón por esa paga, por supuesto, pero, aparte de la ración diaria de peces, recibo algo intangible, como es la compañía de los humanos y la oportunidad de desarrollar mi inteligencia latente mediante el acceso a las cintas de información, a las ampliaciones del vocabulario y a diversos medios de adiestramiento. Como pueden ver, he aprovechado las oportunidades al máximo.

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