En estas páginas aparecen varios personajes históricos y, en ocasiones, los lectores me preguntan dónde trazo la línea entre historia y ficción. Es una pregunta razonable, y he aquí mi respuesta.
En algunos casos, por ejemplo cuando sir Edward Grey se dirige a la Cámara de los Comunes, mis personajes ficticios están presenciando un acontecimiento que sucedió de verdad. Lo que sir Edward dice en esta novela se ajusta a las actas parlamentarias, aunque he abreviado el discurso, sin que se haya perdido nada importante, espero.
En ciertos momentos un personaje real va a un lugar ficticio, como cuando Winston Churchill visita Ty Gwyn. En tal caso, me he asegurado de que visitó casas de campo con frecuencia y de que pudo haberlo hecho alrededor de esa fecha.
Cuando los personajes reales mantienen conversaciones con mis personajes ficticios, acostumbran a decir cosas que realmente dijeron en algún momento. La explicación que Lloyd George le da a Fitz sobre los motivos por los que no quiere deportar a Lev Kámenev está basada en lo que escribió Lloyd George en un memorando citado en la biografía de Peter Rowland.
Mi regla es: o bien la escena sucedió, o bien podría haber sucedido; o se pronunciaron esas palabras, o se podrían haber pronunciado. Y si encuentro algún motivo por el que la escena no podría haber tenido lugar en la vida real, o por el que las palabras no podrían haberse pronunciado – si, por ejemplo, el personaje se encontraba en otro país en ese momento -, la elimino.