LA HORA DEL DIABLO

No light, but rather darkness visible.

Mas esas llamas lanzan, no luz,

sino tiniebla visible. [1]


Salieron de la terminal y, al llegar a la calle, ella vio con asombro que estaba en la calle misma donde vivía, a pocos pasos de la casa. Se detuvo. Después se volvió hacia atrás, para expresar ese asombro al compañero; pero detrás de ella no iba nadie. Estaba la calle, lunar y desierta, y no había en ella ningún edificio que pudiera ser o parecer una terminal de trenes.

Atónita, soñolienta, pero interiormente despierta y alarmada, fue a su casa. Entró, subió; en el piso de arriba encontró, aún despierto, al marido. Leía, en el estudio, y cuando ella entró, dejó el libro.

– ¿Y? -preguntó él.

Y ella:

– Todo anduvo muy bien. El baile fue muy interesante. -Y agregó, antes de que él preguntara: -Unas personas que estaban en el baile me trajeron en automóvil hasta el principio de la calle. No quise que vinieran hasta la puerta. Me bajé allí mismo; insistí. ¡Ah, qué cansada que estoy!

Y, con un gesto de gran cansancio y olvidándose de un beso, fue a acostarse.

Su hijo, cuando nació, nació normal de figura, pero no demoró en mostrar que era un hombre de genio. Sus poemas tienen una calidad extraña y lunar. Planea en ellos un deseo de grandes cosas, como de alguien que un día hubiera planeado, en una vida antes de ésta, por sobre todas las ciudades de la Tierra. Recorre sus versos una visión de grandes puentes, inexplicable mediante cualquier experiencia que se le conozca. Y una vez, en un poema escrito casi en sueños, dijo que algo en él había sido tentado, como Cristo, en la gran altura desde donde se ve todo el mundo [2].


Abajo, a una distancia más que imposible, había, como astros diseminados, grandes manchas de luz: ciudades, sin duda, de la Tierra. El Diablo las señaló.

– Son las grandes ciudades del mundo: aquélla es Londres. -Y señaló una a la distancia, abajo. -Aquélla es Berlín. -Y señaló otra. -Y aquélla, allá, es París. Son manchas de luz en las tinieblas, y nosotros, en este puente, pasamos alto por sobre ellas, peregrinos del misterio y del conocimiento [3].


– ¡Qué cosa tan pavorosa y tan bonita! ¿Qué es todo aquello que hay allá abajo?

– Aquello, señora mía, es el mundo. Fue desde aquí que, por encargo de Dios, tenté a su Hijo, Jesús. Pero no dio resultado, como yo ya esperaba, porque el Hijo era más iniciado que el Padre y estaba en contacto directo con los Superiores Incógnitos de la Orden. Fue una probación, como se dice en el lenguaje iniciático, y el Candidato se portó admirablemente.

– No entiendo bien. ¿Fue desde aquí, realmente, que tentó al Cristo?

– Así es. Claro que, donde ahora hay un valle inmenso, había entonces una montaña. En el abismo también hay geologías. Aquí, por donde estamos pasando, estaba la cumbre. ¡Qué bien me acuerdo! El Hijo del Hombre me repudió desde más allá de Dios. Seguí, porque era mi deber, el consejo y la orden de Dios: lo tenté con todo lo que había. Si hubiera seguido mi propio consejo, lo habría tentado con lo que no puede haber. Tal vez la historia del mundo, en general, y la de la religión cristiana, en particular, habrían sido diferentes. ¿Pero qué podemos contra la fuerza del Destino, supremo arquitecto de todos los mundos, el Dios que creó éste, y yo, el Diablo de distrito, que, porque lo niega, lo sustenta? [4]

– ¿Pero cómo es que se puede sustentar una cosa por negarla?

– Es la ley de la vida, señora mía. El cuerpo vive porque se desintegra, sin desintegrarse demasiado. Si no se desintegrara segundo a segundo, sería un mineral. El alma vive porque es perpetuamente tentada, aunque resista. Todo vive porque se opone a algo. Yo soy aquello a lo que todo se opone. Pero, si yo no existiera, nada existiría, porque no habría nada a que oponerse, como la paloma de mi discípulo Kant, que, volando al aire libre, juzga que podría volar mejor en el vacío [5].


– La música, la luz de la luna y los sueños son mis armas mágicas. Mas por música no debe entenderse sólo aquella que se toca, sino también aquella que queda eternamente por tocar. Y por luz de luna no debe suponerse que se habla sólo de lo que viene de la luna y torna los árboles en grandes perfiles; hay otra luz de luna, que ni el propio sol excluye, y oscurece en pleno día lo que las cosas fingen ser. Sólo los sueños son siempre lo que son. Es el lado de nosotros en que nacemos y en que somos siempre naturales y nuestros [6].


– Pero, si el mundo es acción, ¿cómo es que el sueño forma parte del mundo?

– Es que el sueño, señora mía, es una acción que se tornó idea y que por eso conserva la fuerza del mundo y le repugna la materia, que es el estar [7] en el espacio. ¿No es verdad que somos libres en el sueño?

– Sí, pero es triste despertar…

– El buen soñador no despierta. Yo nunca desperté. Dudo de que el propio Dios no duerma. Ya una vez me lo dijo…

Ella lo miró de repente y tuvo súbitamente miedo, una expresión del fondo de toda el alma que nunca había sentido.

– Pero, al fin y al cabo, ¿quién es usted? ¿Por qué está disfrazado así?

– Respondo, en una sola respuesta, a sus dos preguntas: no estoy disfrazado.

– ¿Cómo?

– Señora mía, yo soy el Diablo. Sí, soy el Diablo. Pero no me tema ni se sobresalte.

Y en una rápida mirada de soslayo, de terror extremo, donde fluctuaba un placer nuevo, ella reconoció, de repente, que era verdad [8].

– Soy, de hecho, el Diablo. No se asuste, sin embargo, porque realmente soy el Diablo, y por eso no hago daño. Ciertos imitadores míos, en la Tierra y encima de la Tierra, son peligrosos, como todos los plagiarios, porque no conocen el secreto de mi manera de ser. Shakespeare, a quien inspiré muchas veces, me hizo justicia: dijo que yo era un caballero. Por eso, quédese tranquila: en mi compañía está bien. Soy incapaz de una palabra, de un gesto, que la ofenda. Cuando así no fuere por mi propia naturaleza, Shakespeare me obligaba a serlo. Pero, en realidad, no hacía falta.

“Dato del principio del mundo, y desde entonces he sido siempre un ironista. Ahora bien, como debe de saber, todos los ironistas son inofensivos, excepto si quieren utilizar la ironía para insinuar alguna verdad. Pero yo nunca pretendí decir la verdad a nadie, en parte porque de nada sirve, y en parte porque no la conozco. Creo que mi hermano mayor, Dios todopoderoso, tampoco la sabe. Esas, sin embargo, son cuestiones de familia.

“Tal vez no sepa por qué la traje aquí, en este viaje sin término real ni propósito útil. No fue, como parecía que iba a juzgarlo, para violarla o atraerla. Esas cosas suceden en la Tierra, entre los animales, que incluyen a los hombres, y parece que dan placer -creo, según me dicen de allá abajo- incluso a las víctimas [9].

"Además, no podría. Esas cosas suceden en la Tierra, porque los hombres son animales. En mi posición social en el universo son imposibles; no tanto porque la moral sea mejor, sino porque nosotros, los ángeles, no tenemos sexo, y ésa es, por lo menos en este caso, la principal garantía. Puede, pues, quedarse tranquila, porque no le faltaré al respeto. Bien sé que hay faltas de respeto accesorias e inútiles, como las de los novelistas modernos y las de la vejez; pero hasta ésas me son negadas, porque mi carencia de sexo data del principio de las cosas y nunca tuve que pensar en eso. Dicen que muchas hechiceras tuvieron comercio conmigo, pero es falso; aun así, no lo es, porque con quien tuvieron comercio fue con la propia imaginación, que, en cierto modo, soy yo.

"Quédese, pues, tranquila. Corrompo, es cierto, porque hago imaginar. Pero Dios es peor… en un sentido, por lo menos, porque creó el cuerpo corruptible, que es mucho menos estético. Los sueños, al menos, no se pudren. Pasan. Mejor así, ¿no es verdad?

"Es lo que se expresa en el Arcano 18. Confieso que no conozco bien el Tarot, porque todavía no conseguí aprender sus secretos con las muchas personas que hay en el mundo que lo comprenden perfectamente.

– ¿Dieciocho? Mi marido tiene el grado 18 de la Masonería.

– De la Masonería, no: de un rito de la Masonería. Pero, a pesar de lo que se ha dicho, no tengo nada con la Masonería, y mucho menos con ese grado. Me refería al Arcano 18 del Tarot, es decir, de la clave de todo el universo, de la cual, además, mi entendimiento es imperfecto, así como el de la Cábala, de la cual los doctores de la Doctrina Secreta saben más que yo [10].

"Pero dejemos esto, que es puramente periodístico. Recordemos que soy el Diablo. Seamos, pues, diabólicos. ¿Cuántas veces ha soñado conmigo?

– Que yo sepa, nunca -respondió, sonriendo, María, mirándolo con ojos muy abiertos.

– ¿Nunca pensó en el Príncipe Encantado, en el Hombre Perfecto, en el amante interminable? ¿Nunca sintió a su lado, en sueños, al que la acariciara como no acaricia nadie, al que fuera suyo como si la incluyese en él, el que fuera, al mismo tiempo, el padre, el marido, el hijo, en una triple sensación que es sólo una?

– Aunque no comprenda bien, sí, creo que pensé así y sentí así. Cuesta un poco confesarlo, ¿sabe?

– Era yo, que soy la Serpiente; ése fue el papel que [me] asignaron, desde el principio del mundo. Tengo que seguir tentando, pero, por supuesto, en un sentido figurado y tosco, porque no vale tentar inútilmente [11].


– Fueron los griegos quienes, mediante la interposición de la Balanza, hicieron once los diez signos primitivos del Zodíaco.

"Fue la Serpiente quien, mediante la interposición de la crítica, tornó realmente en doce la decena primitiva. […] [12]

– Realmente, no comprendo nada.

– No comprenda: oiga. Otros comprenderán.

"(…) Mis mejores creaciones: la luz de la luna y la ironía.

– No son cosas muy parecidas…

– No, porque yo no soy parecido a mí mismo. Ese vicio es mi virtud. Es por eso que soy el Diablo [13].


– ¿Y cómo se siente?

– Cansado, principalmente cansado. Cansado de astros y de leyes, y un poco con ganas de quedarme fuera del universo y recrearme en serio con nada. Ahora no hay vacío ni sinrazón; y recuerdo cosas antiguas… sí, muy antiguas… en los reinos de Edom, que eran antes de Israel. De ésos estuve a punto de ser rey, y hoy estoy en el exilio de lo que no tuve [14].


– Nunca tuve infancia ni adolescencia ni por lo tanto edad viril a que llegar. Soy el negativo absoluto, la encarnación de la nada. Lo que se desea y no se puede obtener, lo que se sueña porque no puede existir; en eso está mi reino nulo y ahí se asienta el trono que no me fue dado. Lo que podría haber sido, lo que debería haber habido, lo que la Ley o la Suerte no dieron… los arrojé a manos llenas al alma del hombre, y a ella le perturbó sentir la vida viva de lo que no existe. Soy el olvido de todos los deberes, la vacilación de todas las intenciones [15]. Los tristes y los cansados de la vida, después de alzarse de la ilusión [16], levantan a mí los ojos, porque yo también, y a mi modo, soy la Estrella Brillante de la Mañana. ¡Y hace tanto tiempo que lo soy! Otro vino a sustituirme (…) [17]


– La humanidad es pagana. Nunca la penetró religión alguna. Ni está en el alma del hombre vulgar poder creer en la supervivencia de esa misma alma. El hombre es un animal que despierta, sin que sepa dónde ni para qué.

"Cuando adora a los Dioses, los adora como hechizos. Su religión es una brujería. Así fue, así es y así será. Las religiones son solamente lo que desborda de los misterios hacia la profanidad y lo que de ella no se entiende, pues, por naturaleza, no lo puede ser.

"Las religiones son símbolos, y los hombres toman los símbolos, no como vidas (que son), sino como cosas (que no pueden ser). Propician a Júpiter como si él existiera, nunca como si viviera [18]. Cuando se derrama sal, se echa una pizca, con la mano derecha, por encima del hombro izquierdo. Cuando se ofende a Dios, se rezan unos padrenuestros. El alma continúa siendo pagana, y Dios, por exhumar. Sólo los raros le pusieron la acacia (la planta inmortal) encima del sepulcro, para que lo levantaran de él cuando llegase la hora. Pero ésos son los que, por bien buscar, fueron elegidos para hallarlo.

"El hombre no difiere del animal sino en saber que no lo es. Es la primera luz, que no es más que tiniebla visible. Es el comienzo, porque ver la tiniebla es tener su luz. Es el fin, porque es saber, por la vista, que se nació ciego. Así el animal se torna hombre por la ignorancia que en él nace.

"Son eras sobre eras, y tiempos tras tiempos, y no hay más que andar por la circunferencia de un círculo que tiene la verdad en el punto que está en el centro.

"El principio de la ciencia es saber que ignoramos. El mundo, que es donde estamos; la carne, que es lo que somos; el Diablo, que es lo que deseamos… Esos tres, en la Hora Suprema, nos mataron el Maestro que estuvimos por ser. Y aquel secreto que él tenía, para que nos convirtiéramos en él, ese secreto se perdió.


– También yo, señora mía, soy la Estrella Brillante de la Mañana. Lo era antes de que Juan hablara, porque hay Patmos antes de Patmos, y misterios anteriores a todos los misterios. Sonrío cuando piensan (pienso) que soy Venus en otro esquema de símbolos. ¿Pero qué importa? Todo este universo, con su Dios y su Diablo, con lo que hay en él de hombres y de cosas que ellos ven, es un jeroglífico eternamente por descifrar. Soy, por profesión, Maestro de Magia: no sé, sin embargo, lo que es.

"La más alta iniciación acaba con la pregunta encarnada de si hay algo que exista. El más alto amor es un gran sueño, como aquel en que amamos dormir. A veces yo mismo, que debiera ser un alto iniciado, pregunto, a lo que en mí hay de más allá de Dios, si todos estos dioses y todos estos astros no serán más que sueños de sí mismos, grandes olvidos del abismo.

"No se asombre de que así le hable. Soy naturalmente poeta, porque soy la verdad hablando por error, y toda mi vida, al fin y al cabo, es un sistema especial de moral velado en alegoría e ilustrado por símbolos [19].


– No (dijo ella riendo) siempre ha de haber una religión verdadera… Sí (riendo más) o entonces son todas falsas.

– Señora mía, todas las religiones son verdaderas, por más opuestas que parezcan entre sí. Son símbolos diferentes de la misma realidad, son como la misma frase dicha en vanas lenguas; de suerte que no se entienden entre sí los que están diciendo lo mismo. Cuando un pagano dice Júpiter y un cristiano dice Dios, están poniendo la misma emoción en términos diversos de la inteligencia: están pensando de manera diferente la misma intuición. El reposo de un gato al sol es lo mismo que la lectura de un libro. Un salvaje mira la tormenta del mismo modo que un judío a Jehová; un salvaje mira el sol del mismo modo que un cristiano a Cristo. ¿Y por qué, señora mía? Porque trueno y Jehová, sol y cristiano, son símbolos diversos de lo mismo [20].

"Vivimos en este mundo de los símbolos, en el mismo templo claro y oscuro… tiniebla visible, por así decir [21], y cada símbolo es una verdad sustituible a la verdad hasta que el tiempo y las circunstancias restituyan la verdadera [22].


– Corrompo pero ilumino [23]. Soy la Estrella Brillante de la Mañana… frase, además, que se aplicó dos veces, no sin criterio o entendimiento, a otro que no parece yo [24].


– Mi marido me dijo una vez que Cristo era el símbolo del sol…

– Sí, señora mía. ¿Y por qué no será verdad lo contrario: que el sol es el símbolo de Cristo?

– Pero usted da vuelta todo…

– Es mi deber, señora mía. No soy, como dijo Goethe, el espíritu que niega, sino el espíritu que contraría.

– Contrariar es feo…

– Contrariar actos, sí… Contrariar ideas, no.

– ¿Y por qué?

– Porque contrariar actos, por malos que sean, es estorbar el giro del mundo, que es acción. Pero contrariar ideas es hacer que nos abandonen, y se caiga en el desaliento y de allí en el sueño, y por lo tanto se pertenezca al mundo [25].


– Hay, señora mía, con respecto a lo que sucede en este mundo, tres teorías distintas: que todo es obra del Azar, que todo es obra de Dios, y que todo es obra de varias cosas, combinadas o entrecruzadas. Pensamos, en general, en función de nuestra sensibilidad, y por eso todo se nos vuelve un problema del bien y del mal; hace mucho que yo mismo sufro grandes calumnias a causa de esa interpretación. Parece que todavía no se le ha ocurrido a nadie que las relaciones entre las cosas… suponiendo que haya cosas y relaciones… son demasiado complicadas para que algún dios o diablo las explique, o las expliquen ambos [26].


– Soy el maestro lunar de todos los sueños, el músico solemne de todos los silencios. ¿Recuerda lo que ha pensado cuando, sola, está ante un gran paisaje de arboledas y de luz de luna? No recuerda, porque pensó en mí, y, debo decirlo, en verdad no existo. Si existe algo, no sé.

"Las aspiraciones vagas, los deseos fútiles, los tedios de lo vulgar, aun cuando lo amamos, los odios por lo que no odia… todo eso es obra mía, nacida de cuando, echado a la orilla de grandes ríos del abismo, pienso que tampoco sé nada. Entonces mi pensamiento desciende, efluvio vago, a las almas de los hombres, y ellos se sienten diferentes de sí mismos.

"Soy el eterno Diferente, el eterno Aplazado, el Superfluo del Abismo. Quedé fuera de la Creación. Soy el Dios de los mundos que fueron antes del Mundo; los reyes de Edom que reinaron poco antes de Israel. Mi presencia en este universo es la de quien no fue invitado. Traigo conmigo memorias de cosas que no llegaron a ser pero que estuvieron por ser. (Entonces la faz no veía la faz, y no había equilibrio.)

"La verdad, no obstante, es que no existo… ni yo, ni ninguna otra cosa. Todo este universo, y todos los otros universos, con sus diversos creadores y sus diversos Satanes, más o menos perfectos y diestros, son vacíos dentro del vacío, nadas que giran, satélites, en la órbita inútil de ninguna cosa [27].


– No hablo contigo sino con tu hijo…

– No tengo hijo… Es decir, voy a tenerlo dentro de seis meses, si Dios quiere…

– Es con él que estoy hablando… ¿Dentro de seis meses? ¿Seis meses de qué?

– ¡¿De qué?! Seis meses…

– ¿Seis meses solares? Ah, sí. Pero la gravidez se cuenta por meses lunares, y yo mismo no puedo contar sino por meses de luna, que es mi hija, es decir, es mi cara vista en las aguas del caos. Con la gravidez y todas las porquerías de la Tierra no tengo nada que ver, ni sé por qué gracia fueron a medir esas cosas por las leyes de la luna que suministré. ¿Por qué no dispusieron otra medida? ¿Para qué necesitaba el omnipotente mi trabajo? [28]


– Desde el principio del mundo me insultan y me calumnian. Los mismos poetas -por naturaleza mis enemigos- que me defienden, no me han defendido bien. Uno -un inglés llamado Milton- me hizo perder, con compañeros míos, una batalla indefinida que nunca se libró. Otro -un alemán llamado Goethe- me dio un papel de alcahuete en una tragedia de aldea. Pero yo no soy lo que piensan. Las Iglesias me aborrecen. Los creyentes tiemblan ante mi nombre. Pero tengo, quieran que no, un papel en el mundo. Ni soy el rebelde contra Dios, ni el espíritu que niega. Soy el Dios de la Imaginación, perdido porque no creo. Es por mí que, de niña, soñaste aquellos sueños que son juguetes; es por mí que, ya de mujer, tuviste para abrazar de noche a los príncipes y los dominadores que duermen en el fondo de esos sueños. Soy el Espíritu que crea sin crear, cuya voz es un humo y cuya alma es un error. Dios me creó para que yo lo imitara de noche. Él es el Sol, yo soy la Luna. Mi luz se cierne sobre todo cuanto es fútil o acabado, fuego fatuo, riberas de río, pantanos y sombras.

"¿Qué hombre posó sobre tus senos aquella mano que fue mía? ¿Qué beso te dieron que fuese igual al mío? Cuando, en las grandes tardes calientes, soñabas tanto que soñabas soñar, ¿no viste pasar, en el fondo de tus sueños, una figura velada y rápida, la que te daría toda la felicidad, la que te besaría indefinidamente? Era yo.

"Soy yo. Soy aquel que siempre procuraste y nunca podrás hallar. Tal vez, en el fondo inmenso del abismo, el propio Dios [29] me busque, para que yo lo complete, pero la maldición del Dios Mayor -el Saturno de Jehová- planea sobre él y sobre mí, nos separa, cuando debería unirnos, para que la vida y lo que deseamos de ella fueran una sola cosa.

"El anillo que usas y amas, la alegría de un pensamiento vago, el sentir que estás bien en el espejo en que te ves… No te engañes: no eres tú; soy yo. Soy yo, que ato bien todos los lazos con que se decoran las cosas, que dispongo bien los colores con [que] se ornan las cosas. De todo cuanto no vale la pena ser yo hago mi dominio y mi imperio, señor absoluto del intersticio y del intermedio, de lo que en la vida no es vida. Como la noche es mi remo, el sueño es mi dominio. Lo que no tiene peso ni medida… eso es mío [30].


“Los problemas que atormentan a los hombres son los mismos problemas que atormentan a los dioses. Lo que está abajo es como lo que está arriba, dijo Hermes Tres Veces Máximo, que, como todos los fundadores de religiones, se acordó de todo, menos de existir. Cuántas veces Dios me dijo, citando a Antero de Quental: "¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¿Y quién soy yo?".

"Todo es símbolo y atraso, y nosotros, los que somos dioses, no tenemos más que un grado más alto en una Orden cuyos Superiores Incógnitos no sabemos quiénes son. Dios es el segundo en la Orden Manifiesta, y no me dice quién es el Jefe de la Orden, el único que conoce -se conoce- a los Jefes Secretos. Cuántas veces Dios me dijo: "Hermano, no sé quién soy".

"Tenéis la ventaja de ser hombres, y creo a veces, desde el fondo de mi cansancio de todos los abismos, que más vale la calma y la paz de una noche de la familia junto al hogar que toda esta metafísica de los misterios a que nosotros, los dioses y los ángeles, estamos condenados por sustancia. Cuando, a veces, me inclino sobre el mundo, veo a lo lejos, yéndose del puerto o volviendo a él, las velas de los barcos de los pescadores, y mi corazón siente añoranzas imaginarias de la tierra donde nunca estuve. Felices los que duermen, en su vida animal: un sistema peculiar de alma, velado de poesía e ilustrado por palabras [31].


– Esta conversación ha sido interesantísima…

– ¿Esta conversación, señora mía? Pero esta conversación, aunque tal vez el hecho más importante de su vida, nunca ocurrió verdaderamente. En primer lugar, es bien sabido que yo no existo. En segundo lugar, como están de acuerdo los teólogos, que me llaman Diablo, y los librepensadores, que me llaman Reacción, ninguna conversación puede tener interés. Soy un pobre mito, señora mía, y, lo que es peor, un mito inofensivo. Me consuela sólo el hecho de que el universo -sí, esta cosa llena de diversas formas de luces y de vidas- es un mito también.

"Me dicen que todas estas cosas pueden esclarecerse a la luz de la Cabala y de la Teosofía, pero éstos son asuntos de los que nada sé; y Dios, a quien una vez hablé de ellos, me dijo que tampoco los comprendía bien, pues eran pertenencia exclusiva, en sus arcanos, de los grandes iniciados de la Tierra… que, por lo que he leído en libros y periódicos, son y han sido abundantes.

"Aquí, en estas esferas superiores, de las cuales se creó y transformó el mundo, nosotros, para decirle la verdad, no percibimos nada. Me inclino a veces sobre la tierra vasta, echado a la orilla de mi meseta por encima de todo -la meseta de la Montaña de Heredom, como la he oído llamar- y cada vez que me inclino veo religiones nuevas, nuevas grandes iniciaciones, nuevas formas, todas contradictorias, de la verdad eterna, que ni Dios conoce.

"Le confieso que estoy cansado del Universo. Tanto Dios como yo de buen grado dormiríamos un sueño que nos liberara de los deberes trascendentes de que, no sabemos cómo, fuimos investidos. Todo es mucho más misterioso de lo que se juzga, y todo esto -Dios, el universo y yo- es apenas un rincón misterioso de la verdad inalcanzable [32].


– No se imagina cuánto aprecié su conversación. Nunca oí hablar así.

Habían salido a la calle, llena de luz de luna, en la cual ella no había reparado. Ella calló un momento.

– ¿Pero sabe…? Qué curioso… ¿Sabe realmente, y a fin de cuentas, lo que siento?

– ¿Qué? -preguntó el diablo.

Ella volvió hacia él unos ojos súbitamente húmedos.

– ¡Una gran pena por usted!…

Una expresión de angustia, como nadie imaginaría que pudiera haber, pasó por el rostro y por los ojos del hombre rojo. Dejó caer de pronto el brazo que enlazaba el de ella. Se detuvo. Ella dio unos pasos, apesadumbrada. Después se volvió hacia atrás para decir algo -no sabía qué, porque nada había percibido-, para disculparse por la herida que vio había causado [33].

Quedó atónita. Estaba sola.

Sí, era la calle de ella, la parte superior de la calle, pero además de ella no había nadie allí. La luz de la luna caía, clarísima, no sobre la salida del funicular, sino sobre las dos puertas cerradas de la cerrajería de siempre.

No, además de ella no había nadie allí. Era la calle de día vista de noche. En lugar del sol, la luz de la luna… nada más; una luz de luna normal, muy clara, que volvía naturales las casas y las calles. La luz de luna de siempre, y ella avanzó hacia su casa [34].


– Vine con gente conocida. Como venían para el mismo lado…

– ¿Y cómo viniste? ¡¿A pie?!

– No. En automóvil.

– ¡Vaya! No lo oí.

– No hasta la puerta -dijo ella sin vacilación-. Pasaron por allí, por la esquina, y yo les pedí que no me trajeran hasta aquí, porque quería caminar este trecho de calle con esta luz de luna tan linda. Y está linda… Mira, voy a acostarme. Buenas noches…

Y fue, sonriendo, pero sin darle un beso… el de la costumbre, que nadie al darlo sabe si es costumbre si es beso.

Ninguno de los dos reparó en que no se habían besado [35].


El bebé, un varón, que nació cinco meses después, llegó, con el transcurso del tiempo general y de su crecimiento particular, a revelarse, ya de hombre, muy inteligente: un talento, tal vez un genio, lo que era tal vez verdad, aunque lo dijeran algunos críticos. Un astrólogo, que le [hizo] el horóscopo, le dijo que tenía Cáncer en el Ascendente, y Saturno como signo [36].


– Dígame una cosa, madre… Dicen que ciertos recuerdos maternos se pueden transmitir a los hijos. Hay una cosa que constantemente me aparece en sueños y que no puedo relacionar con nada que me haya sucedido. Es un recuerdo de un viaje extraño, en que aparece un hombre de rojo que habla mucho. Hay, primero, un automóvil, y después un tren, y en ese viaje en tren se pasa sobre un puente altísimo, que parece dominar toda la Tierra. Después hay un abismo, y una voz que dice muchas cosas que, si yo las oyera, tal vez me dijeran la verdad. Después se sale a la luz, es decir, a la luz de la luna, como si saliéramos de un subterráneo, y es exactamente aquí, al final de la calle… Ah, es cierto, en el fondo o principio de todo hay una especie de baile, o fiesta, en que aparece ese hombre de rojo…

María dejó en el regazo su costura. Y, volviéndose hacia Antonia, dijo:

– Vaya que esto tiene gracia. Está claro que aquello de los trenes y automóviles y todo lo demás es sueño, pero, realmente, hay una parte de verdad… Fue en aquel baile en el Club Azul, en Carnaval, hace muchos años… sí, unos cinco… unos seis… meses antes de que él naciera. ¿Recuerdas? Bailé con un muchacho cualquiera, vestido de Mefistófeles, y después ustedes me trajeron a casa en su automóvil, y yo me bajé al final de la calle (mira, donde él dice que salió del abismo…)…

– Ah, querida, me acuerdo perfectamente… Nosotros queríamos venir hasta la puerta de casa, aquí, y tú no quisiste. Dijiste que te gustaba andar ese trecho a la luz de la luna…

– Exacto… pero es gracioso, hijo, que hayas acertado con ciertas cosas que estoy segura de que nunca te conté. Claro que no tiene ninguna importancia… ¡Qué cosas curiosas son los sueños! ¿Cómo se puede componer así una historia, en que hay cosas verdaderas -y que la propia persona no podía adivinar- y tantos grandes disparates, como el tren y el puente y el subterráneo?


¡Ingrata humanidad! Así se agradeció al Diablo [37].

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