Capítulo 1

AHÍ ESTÁ Bella -Aisling le dio un codazo y Josh se volvió para mirar a Bella y Phoebe, que acababan de entrar en la iglesia.

Siendo las mejores amigas de la novia, se habían vestido para matar. Phoebe estaba preciosa con un vestido amarillo, mientras Bella había elegido uno más romántico en color rosa… y una pamela espectacular, calculada, evidentemente, para que las demás invitadas pasaran desapercibidas.

Josh no sabía mucho de moda, pero hasta él se daba cuenta de que se había salido con la suya. La pamela de Aisling, que le hizo levantar una ceja, parecía pequeña en comparación. Típico de Bella, pensó, con afecto. Siempre hacía que la gente volviese la cabeza.

Phoebe los saludó con la mano antes de volverse para hablar con su marido, Gib, que era el padrino y esperaba en el altar con el novio.

Bella se acercó al banco donde estaba Josh con una expresión rara, como molesta. Era su mejor amiga, pero últimamente estaba un poco distante.

– Perdona que no te bese -murmuró, señalando la pamela-. Esto no está diseñado para el contacto íntimo.

– Sí, ya veo -sonrió él, inclinándose de todas formas para darle un beso en la mejilla. Pero sintió que se ponía tensa.

– ¿Pasa algo?

– No, nada -contestó Bella, sin mirarlo-. Ya sabes cómo son las bodas. Uno nunca llega a tiempo.

Ah, eso debía explicar su nerviosismo, se dijo Josh.

– ¿Cómo está Kate?

– Un poco nerviosa, pero bien. Llegará enseguida.

Al otro lado del banco, Aisling asomó la cabeza para hablar con Bella.

– Tú deberías ser la madrina. Al fin y al cabo, eres su mejor amiga.

– Phoebe también es muy amiga suya. Además, Kate no es muy alta y quedaría mal con una madrina que le sacara una cabeza.

– Sí, pero Phoebe está casada.

– ¿Y qué?

– Pues que estando tú soltera, lo lógico sería que fueras tú la madrina -insistió Aisling.

– Soy un poco vieja para eso -intentó sonreír Bella. Sin embargo, sentado entre las dos, Josh se dio cuenta de que había tensión entre ellas.

– No eres tan vieja. No puedes tener más de treinta y cinco.

Josh se aclaró la garganta. Aisling acababa de meterse en terreno peligroso. Bella era muy sensible sobre el tema de la edad. Efectivamente, cuando miró a su izquierda, vio que los ojos azules de su amiga se habían oscurecido.

– Pues no. Resulta que sólo tengo treinta y dos.

Y cuando miró a Josh lo que quería decir estaba claro: «Y no se te ocurra decir que estoy a punto de cumplir treinta y tres».

– ¿Ah, sí? -siguió Aisling, sin ningún tacto-. Como eras compañera de Josh en la universidad, pensé que tendríais la misma edad.

– No, él es un poco mayor que yo -replicó Bella, con los dientes apretados.

Josh decidió que era el momento de cambiar de tema.

– Entonces, ¿quién es la madrina, Phoebe?

– No, Phoebe es la dama de honor. La madrina es Alex, la hija de Finn. Está emocionada, no podía parar de saltar mientras ayudábamos a Kate a vestirse. Además, es mejor que sea su hijastra. Si yo hubiera sido la madrina, no habría podido ponerme esta pamela.

– Y eso habría sido un crimen -sonrió Josh.

– ¿Qué te parece?

– Es… muy grande -contestó él diplomáticamente.

Bella soltó una risita y, por un momento, fue la Bella de siempre; su expresión vivida y los ojos azules llenos de alegría. Josh se dio cuenta entonces de cuánto la había echado de menos.

Eran muy buenos amigos, pero últimamente no parecía la misma. Algo pasaba, era como si hubiera perdido la alegría.

Quizá tenía problemas con Will, se dijo. Pero había visto a Bella pasar por más crisis románticas de las que quería recordar y eso nunca había afectado a su relación.

Quizá aquella vez sería diferente. Quizá Will era más importante para Bella que los demás.

Por alguna razón, esa idea no le gustaba en absoluto. Will no era suficientemente bueno para ella.

– ¿Dónde está Will? -preguntó, intentando disimular su desagrado-. Pensé que vendría a la boda.

Bella carraspeó.

– ¿Will? Está en Hong Kong.

– ¡Hong Kong! ¿Y qué hace allí?

– Tenía una reunión -contestó ella.

– ¿Una reunión? ¿Precisamente hoy?

– Pues no sé… una reunión de trabajo.

– ¿No podría haberla dejado para la semana que viene? ¿No sabía que Kate y Finn se casaban hoy?

– Sí, pero era una reunión muy importante. Ha tenido que dejarlo todo para solucionar una pequeña crisis.

– Tú también eres importante -dijo Josh.

Qué típico de Will. Marcharse al otro lado del mundo, en lugar de estar con Bella cuando era más necesario.

No entendía por qué su amiga siempre salía con hombres como él. Por supuesto, Will era guapo y tenía un Porsche, pero a él no lo impresionaba. No era un hombre en el que se pudiera confiar.

– Pero es que la reunión era fundamental. No sé qué problema con el mercado de valores -dijo Bella.

– No creo que fuera una cosa de vida o muerte. Will no hace nada. Sólo se sienta detrás de un escritorio para jugar con el dinero de los demás. ¿Por qué era tan importante? -insistió Josh, irritado.

– Es su trabajo -contestó ella-. Y no juega con el dinero de los demás. Invierte millones de dólares y, si algo va mal, puede afectar a los mercados internacionales, a nuestros sueldos y a nuestro nivel de vida -añadió, desafiante.

Pero Josh no estaba dispuesto a creer que Will hacía una contribución interesante a la sociedad.

– Si la estabilidad económica del mundo dependiera de Will, yo estaría muerto de miedo. Además, a la economía mundial no le pasaría nada por haber dejado esa reunión para el lunes.

Bella lo miró entonces, irritada.

– Oye, ¿qué te pasa? Si yo entiendo que Will no haya podido venir y Kate y Finn lo entienden también, ¿por qué no lo entiendes tú?

– Porque creo que debería haber estado aquí contigo -insistió él.

– ¡No necesito que vaya conmigo a todas partes! Estoy en la boda de una de mis mejores amigas, rodeada de gente que me conoce. ¿Para qué necesito a Will?

– Yo creo que a Josh le preocupa que te sientas sola -intervino Aisling-. Me contó que Phoebe, Kate y tú no os separabais nunca y ahora que las dos están casadas… en fin, que podrías sentirte un poco fuera de lugar.

Bella la fulminó con la mirada.

– Si intentas decir que estoy celosa, te equivocas. Me alegro muchísimo por Kate y por Phoebe. Las dos han encontrado al hombre perfecto, pero yo no me siento fuera de lugar porque también yo lo he encontrado. Will y yo somos muy felices y no necesito que esté conmigo a todas horas.

– Pues no pareces muy feliz -dijo Josh.

– A lo mejor es porque uno de mis mejores amigos y su novia están intentando que sienta pena de mí misma. ¿Eso te haría feliz?

Josh abrió la boca, pero antes de que pudiera replicar Phoebe lo interrumpió.

– ¡Aquí llega la novia! -exclamó, empujando a Bella con la cadera para hacerse un sitio en el banco.

En ese momento empezaron a tocar la Marcha Nupcial.

Bella se encontró apretujada contra Josh y, de un caderazo, lo lanzó contra Aisling, que acabó pegada a la pared.

No era un comportamiento muy digno para una boda, pero se sintió mejor. ¿Por qué tenía Aisling que meterse en su vida?

Sin embargo, un segundo después se olvidó del asunto.

Al ver a Kate entrando en la iglesia del brazo de su padre se le hizo un nudo en la garganta. El tópico de que la novia estaba radiante era la mejor forma de describirla. Kate parecía brillar y los ojos, que tenía clavados en el novio, estaban llenos de amor.

Y la expresión de Finn casi la hizo llorar.

¿La miraría alguien así alguna vez? Intentaba imaginarse a sí misma en el lugar de Kate, pero no podía ver la cara del hombre que estaría esperándola.

Y no iba a ser Will, a pesar de lo que le había dicho a Josh y Aisling. Aisling, qué nombre tan tonto. Había algo en ella que le ponía de los nervios.

Sintiéndose culpable por pensar en eso cuando debería estar concentrándose en la boda, Bella volvió la mirada hacia el altar.

Kate le había dado su ramo de novia a Alex, que estaba preciosa con un vestidito blanco. Era una boda tradicional, en la iglesia del pueblo de Kate, y Bella se sintió extrañamente conmovida. Phoebe y ella no fueron las únicas que tuvieron que secarse las lágrimas varias veces durante la ceremonia.

– Esto es horrible -le dijo a Phoebe cuando terminó-. No había llorado tanto desde que vi La fuerza del cariño.

– Es que parecen tan felices… -sollozó su amiga.

– ¿Qué os pasa? -preguntó Josh-. Se supone que las bodas son ocasiones felices.

– Cosas de mujeres. Aparentemente, lloriquear así es una muestra de felicidad -dijo Gib, el marido de Phoebe-. Pero se les pasará en cuanto tomen un poco de champán.

Aisling no estaba llorando. Claro, ella no permitiría que se le corriera el rimel. Iba del brazo de Josh, monísima con un vestido de color aguamarina y una pamela muy elegante. Bella estaba orgullosa de su pamelón, pero al ver la de Aisling se sintió exagerada y ridícula.

Todo en Aisling la hacía sentir así. Mientras Aisling hablaba bajito, ella hablaba a voces. Aisling era elegante, ella llamativa. Aisling era montañera, ella una chica de ciudad. Aisling era perfecta para Josh y ella era sólo su amiga.

Bella se colocó en posición para las fotografías, organizadas por Gib. En una de ellas aparecían las antiguas compañeras de piso Caro, Phoebe, Kate y Bella, las tres primeras con sus maridos, claro.

Y luego la foto de Kate y Finn con Phoebe, Gib, Josh, Aisling y ella.

Bella se dio cuenta de que, en las fotos, era la única que no tenía pareja. Y le resultaba raro. Ella siempre había sido la que tenía novio, mientras Phoebe y Kate lloriqueaban porque era imposible ligar en Londres, de modo que esta situación le resultaba irónica.

No pensaba darle a Aisling la satisfacción de decirlo en voz alta, sino todo lo contrario. Sonrió, bromeó y habló con todo el mundo hasta que se dirigieron a la carpa que habían montado en el jardín de la casa de los padres de Kate.

Pensaba que lo estaba haciendo bien, pero a Josh no lo engañó. Seguramente la conocía demasiado bien, se dijo. Y no quería contarle que estaba triste porque entonces le preguntaría por qué… y no sabía por qué.

Aunque eso no era cierto del todo. Sí lo sabía.

Tenía que ver con Aisling. Tenía que ver con que Josh ya no era el estudiante larguirucho al que conocía desde tanto tiempo atrás. Para Bella, era como ver a un extraño. No había nada extraordinario en Josh. Tenía un rostro normal, los ojos azules grisáceos, el pelo castaño…

Pero hasta entonces no se dio cuenta de que en aquellos catorce años había adquirido una presencia sólida, madura, y un aire de competencia que resultaba impresionante. Nunca se había fijado en su boca o en sus manos. Nunca se fijó en que tenía un cuerpazo. No era excepcionalmente alto, pero sí fibroso y se movía con gracia.

Y ahora que lo había notado, no podía dejar de mirarlo.

Eso la hacía sentir incómoda. Era Josh. Su mejor amigo, al que contaba todos sus disgustos, sus penas y sus alegrías. Había llorado en su hombro más veces de las que quería recordar. Josh la había visto sin maquillaje, en pijama, con resaca… Estar con él era como estar con Phoebe o Kate, tan cómodo como ir en zapatillas.

Pero, de repente, no se sentía cómoda con él y no entendía por qué.

En ese momento, Josh se dirigió hacia ella y Bella tomó un sorbo de champán para calmar los nervios. El mismo Josh de siempre. Era una tontería pensar que algo había cambiado entre ellos.

– ¿Estás bien?

– Sí, claro. ¿Por qué?

– Porque pareces un poco tensa. No sé… ¿Will y tú tenéis problemas?

Bella dejó escapar un suspiro.

– ¿Por qué te empeñas en que mi relación con Will sea un desastre? -le espetó, irritada-. Will es estupendo. Es increíblemente atractivo, generoso, inteligente, tiene éxito en la vida…

Era, pensó, angustiada. Cuando conoció a Will se volvió loca por él. ¿Por qué ya no podía sentir lo mismo?

– Ya, claro.

– Es que lo echo de menos. Y la casa está muy vacía sin Kate.

– Ya me imagino. ¿Vas a quedarte allí?

– Supongo. El alquiler es muy bajo. Phoebe no necesita el dinero… una de las ventajas de tener un marido rico, claro. Así que puedo pagar el alquiler yo sólita.

– Pues si Will es tan perfecto como dices, no sé por qué no te vas a vivir con él. ¿Es que no quiere comprometerse? -preguntó Josh, sarcástico.

– ¡Y eso lo dices tú! Tú, que nunca te has comprometido con nadie.

– Estoy esperando a la mujer perfecta -contestó él.

– De eso nada. Lo que pasa es que te da miedo.

– ¿Cómo puedes decir eso, Bella?

– Sí, sí, ya sé que viajas en convoyes por zonas de guerra, que rescatas gente de la montaña y todo eso.

Antes de abrir su propia empresa, Josh se dedicaba a dar apoyo logístico a las expediciones de organizaciones no gubernamentales y a otras como Cruz Roja Internacional. La mayoría tenían como objetivo ayudar en zonas en las que había ocurrido una catástrofe, pero también organizaban expediciones para personas que, sencillamente, querían vivir una aventura.

Bella no entendía por qué alguien pagara dinero para estar muerto de frío y de miedo durante un mes, pero el negocio de Josh iba viento en popa.

– Sé que has estado en muchas zonas de peligro, pero eso son riesgos físicos. ¿Te has arriesgado alguna vez de otra forma?

– Abrir mi empresa fue un riesgo -replicó Josh.

– Un riesgo económico, sí. Pero yo hablo de riesgos emocionales.

– Todos los riesgos son iguales. Tienes que mirar la situación de forma lógica, no emocional, y comprobar hasta dónde puedes llegar.

Cuando se ponía así de lógico, Bella se preguntaba cómo podían ser amigos.

– Y en cuanto a las relaciones sentimentales, nunca me ha parecido que mereciese la pena el riesgo -seguía diciendo él-. Pero no es una cuestión de tener miedo.

– ¿Ah, no?

– No todos somos como tú, Bella. No todo el mundo invierte su vida en una relación cinco minutos después de conocer a alguien. La experiencia debería haberte enseñado a ser más cauta, pero no. Apenas has salido de una relación desastrosa cuando ya te has embarcado en otra.

– Eso es mejor que no profundizar en ninguna relación y preguntarte siempre si has perdido la oportunidad de tu vida -replicó ella.

– ¿Y eso es lo que tienes con Will?

Bella levantó la barbilla, desafiante.

– Pues sí.

– Entonces, ¿por qué no vivís juntos?

– Porque nos va muy bien así. Todo el mundo necesita tener su propio espacio.

Josh no se molestó en esconder su incredulidad.

– ¿Tú? Pero si eres la persona más sociable que conozco. No creo que tú necesites tu propio espacio.

– A lo mejor no me conoces tan bien como crees -replicó ella, irritada-. De hecho, estoy deseando vivir sola. Llevo acostumbrándome desde que Kate conoció a Finn, así que ahora no me siento tan rara. Y aunque acabe compartiendo la casa con otra persona, no será lo mismo. ¿Dónde voy a encontrar a alguien con quien me lleve tan bien como con Phoebe y Kate?

– ¿Qué tal Aisling? -preguntó Josh.

Bella lo miró, sorprendida. ¿Aisling?

– ¿Yeso?

– Está buscando piso y seguro que os llevaríais bien. Yo diría que es perfecta para ti.

¿En qué planeta vivía aquel hombre? Bella lo miró, incrédula. ¿Creía que Aisling y ella podían llevarse bien? Evidentemente, Josh no la conocía tan bien como había creído.

– No creo que tengamos mucho en común.

Él pareció sorprendido.

– ¿No? Pues yo creo que os parecéis mucho. Aisling se dedica al marketing y tú a las Relaciones Públicas. No son trabajos tan diferentes, ¿no? Y también a ella le gustan las relaciones sociales.

– Creí que se pasaba el día escalando montañas y bajando ríos en canoa -replicó Bella, irónica.

– Le gusta el aire libre, pero también es una chica de ciudad, como tú.

Ya, seguro. Así que Aisling era perfecta. Podía abrirse paso a través de una jungla y, además, llevar los labios perfilados. Bella tomó otro sorbo de champán.

– Aunque no es una princesa como tú -siguió Josh, con menos tacto del habitual en él-. No necesita un secador cuando va de camping.

Ella hizo una mueca. Un par de años antes habían ido de camping a Yorkshire y se quedó helado al descubrir que llevaba un secador a pilas. Nunca lo olvidó. Bella estaba segura de que se lo había contado a Aisling y que ésta se habría reído a carcajadas.

– No creo que mi casa sea muy conveniente para Aisling. Está lejos de tu oficina.

– Aisling ha estado de excursión en el Sahara. No creo que tomar el metro sea un problema para ella.

– Sí, bueno, hablaré con Phoebe -murmure Bella, sin ningún entusiasmo-. Es su casa, así que es ella quien debe decidir.

– Estupendo -sonrió Josh-. Seguro que a Phoebe no le importará.

– ¿Dónde está Aisling, por cierto? Tenía que encontrar a Phoebe antes de que Josh lo hiciera porque no estaba dispuesta s compartir casa con su novia. Él miró alrededor.

– Ahí, hablando con la hermana de Finn. Como si los hubiera oído, Aisling se volvió y le hizo señas a Josh para que se acercara. A pesar de que quería librarse de él, Bella se quedó atónita al ver que obedecía. Podría tener un poquito más de orgullo, ¿no?

De todas formas, era su oportunidad para hablar con Phoebe.

– Así que dile que no, ¿eh? -le suplicó, después de contarle la historia.

– Pero es que… Aisling parece una chica encantadora y no sé qué excusa voy a poner.

– No me cae bien -dijo Bella.

– ¿Por qué?

– No lo sé. Demasiado encantadora, diría yo. Y no creo que sea mujer para Josh.

Phoebe la miró, sorprendida.

– ¿Seguro que no estás celosa?

– ¿Celosa? ¿Celosa yo? ¡No seas ridícula! Yo nunca he estado celosa de Josh. Siempre me he llevado muy bien con sus novias.

– Porque ninguna de ellas se parecía a ti.

– ¡Aisling no se parece a mí!

– Sí se parece. Y seguro que es por eso por lo que no te cae bien.

Bella se volvió para buscar a Aisling con la mirada. La muy pesada no podía quitarle a Josh las manos de encima. Y, conociéndolo, seguro que no le hacía ninguna gracia.

Por otro lado, tampoco estaba apartándose.

– Yo no me parezco a Aisling. ¡Para empezar, ella es pelirroja!

– Bueno, cámbiale el color del pelo y el de los ojos ¿y qué tienes? Es muy guapa, tiene unas piernas larguísimas y es la única novia sofisticada que Josh ha tenido en su vida -sonrió Phoebe-. Admítelo, Bella, es un clon tuyo.

Bella no estaba dispuesta a admitir nada.

– Además de ser completamente diferentes y tener personalidades opuestas, yo diría que lo único que tengo en común con Aisling es que las dos somos mujeres.

Phoebe se encogió de hombros.

– Lo que tú digas.

– Además, Josh y yo sólo somos amigos. ¿Por qué iba a estar celosa?

– ¿Nunca lo has encontrado atractivo?

– No es mi tipo.

– ¿Y crees que tú eres su tipo?

Bella se encontró a sí misma preguntándose aquello por primera vez.

– Nunca me lo ha dicho. Además, él siempre ha salido con chicas que no se pintan y que se pasan el día al aire libre.

– Eso no importa.

– Claro que importa. Josh y yo somos muy buenos amigos y nunca hemos querido estropearlo acostándonos juntos. Además, antes no me parecía atractivo. Era demasiado delgado y tan estudioso…

Phoebe miró hacia el otro lado del jardín.

– Ha cambiado.

– Sí -murmuró Bella.

Josh, tan seguro, tan sólido, le parecía casi un extraño. En ese momento estaba hablando con alguien y cuando lo vio soltar una carcajada se le encogió el estómago. Tenía la sensación de estar cayendo al vacío y era tan intensa que tuvo que cerrar los ojos.

– Sí, ha cambiado mucho.

Asustada, Bella tomó un sorbo de champán. Entonces se dio cuenta de que Phoebe la estaba observando.

– ¿Qué?

– No he dicho nada.

Eso era lo peor de tener amigos que te conocen demasiado bien. No tienen que decirte nada porque saben lo que estás pensando.

– No estoy celosa, ¿de acuerdo?

– De acuerdo. Entonces, ¿cuál es el problema?

– ¿Quién ha dicho que hay un problema?

Phoebe dejó escapar un suspiro.

– Por favor, Bella, es evidente. ¿Es por Will?

– No… sí, bueno…

– ¿Qué ha pasado?

– Nada -suspiró ella-. Ese es el problema, que no pasa nada. Es que últimamente me siento… inquieta. No hemos discutido ni nada, pero… fue Will quien sugirió que nos diésemos un tiempo y creo que es lo que nos hace falta. Pero es estupendo, de verdad.

– Parece buena persona -dijo Phoebe.

– Y es guapísimo, inteligente, solvente, no está mal de la cabeza… ¿qué más se puede pedir? Si le hubiera dicho que viniera a la boda, habría venido -suspiró Bella- La verdad, estoy loca por dejarlo irse a Hong Kong. ¿Qué me pasa?

– No te pasa nada. Will no es el hombre de tu vida, nada más -sonrió Phoebe.

– Pero si alguien como Will no es el hombre de mi vida, ¿quién lo es?

– No lo sé -contestó su amiga-. Pero lo sabrás cuando lo encuentres.

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