Capítulo 3

BELLA miraba a los actores en el escenario, pero no los veía. Entonces recordó lo que Phoebe le dijo el día de la boda: «Lo sabrás cuando lo encuentres».

Pero no había sabido quién era el hombre de su vida. Tuvo que ser Will, normalmente no el más perceptivo de los hombres, quien le hiciera darse cuenta de la verdad. Y su vida había cambiado para siempre.

¿Qué podía hacer? Cuando tenía problemas siempre hablaba con Josh, pero él era la única persona a la que no podía contarle aquello.

Si acostarse con él habría roto su amistad, mucho peor sería confesarle lo que sentía. Josh estaba con Aisling, se recordó a sí misma. Tendría que hacer un esfuerzo para seguir siendo su amiga y aceptar a Aisling de una vez.

No sería fácil, pero tendría que intentarlo.

No podía contarle a Josh cómo había cambiado su vida, pero sí podía decirle la verdad sobre Will. Era una estupidez seguir aparentando que eran novios. Además, ella nunca le había mentido. Si seguían siendo amigos sería absurdo no admitir que Will no era el hombre de su vida.

Durante las siguientes semanas no encontró oportunidad de verlo y cuando, por fin, recibió un e-mail de Josh preguntando si podían tomar una copa al día siguiente, decidió que era el momento de contárselo todo. O casi todo.

«Por supuesto», le escribió. «Tengo muchas cosas que contarte. ¿El mismo sitio de siempre a la misma hora?».

«Yo también tengo cosas que contarte», escribió Josh. «Nos vemos mañana».

Bella pasó todo el día ridículamente nerviosa. Era peor que su primera cita.

No podía creer que estuviera tan excitada por quedar con Josh. Pero iba rezando para que, al verlo, todos sus males se curasen. Pensaba que, al verlo, se daría cuenta de que sus miedos eran desproporcionados, que descubriría al mirarlo a los ojos que no estaba enamorada de él.

Pero intuía que no iba a ser así. Le temblaban las manos mientras se pintaba los labios en el lavabo de la oficina.

– Estás muy guapa. ¿Tienes una cita? -le preguntó la secretaria de su jefe.

– No -contestó Bella-. He quedado con un amigo.

Un amigo. Eso era Josh. Debía recordarlo. Aunque cada vez que pensaba en él se le hacía un nudo en el estómago.

Llegó al bar diez minutos antes de la hora, algo rarísimo en ella. Era una broma común entre sus amigos decir que llevaba el reloj atrasado a propósito. Nerviosa, pidió una copa y se sentó cerca de una ventana, sin saber qué hacer.

Era horrible. No sabía si quería ver a Josh o estaba temiendo el momento.

Cuando entró, ni siquiera echó un vistazo alrededor. Miró su reloj, suponiendo que ella llegaría tarde y se acercó a la barra.

El corazón de Bella empezó a latir como loco. Menos mal que no la había visto porque no hubiera podido decir una sola palabra. Y ella esperando que, al verlo, se daría cuenta de que no estaba enamorada…

No podía dejar de mirarlo, sentado frente a la barra con un pantalón de color caqui y una vieja chaqueta de ante. Llevaba años regañándolo porque se negaba a ir a la moda y porque siempre se cortaba el pelo igual… y ahora, con sólo mirar su espalda se le encogía el corazón.

Josh no vestía a la moda, pero exudaba una gran masculinidad y no era un hombre fácil de ignorar. Ni siquiera por los camareros, que le sirvieron de inmediato.

Diez segundos después, se volvió con una cerveza en la mano y, tragando saliva, Bella levantó un brazo para llamar su atención.

– ¡Has llegado a tu hora! -exclamó Josh dejando la cerveza sobre la mesa-. ¿Estoy en otro universo paralelo sin darme cuenta? ¿Qué te ha pasado?

«Que estoy enamorada de ti».

La mejilla, donde Josh le había dado un beso, parecía temblarle. Estaba absurdamente nerviosa.

– Es que no tenía mucho trabajo y salí antes.

– ¿No tenías mucho trabajo en el mundo de las Relaciones Públicas? ¡Estoy en un universo paralelo! -rió Josh, levantando su cerveza-. ¡Salud! Bueno, estás muy guapa.

– Tú también.

Estaba más que guapo, estaba maravilloso. Bella no podía apartar los ojos de él. Hubiera querido sentarse en sus rodillas, echarle los brazos al cuello, darle besos en la boca. Atónita por la fuerza de un deseo que no había sentido antes, tomó un sorbo de vino. Tantos años con Josh y ahora no podía apartar las manos de él… figuradamente. Menos mal que estaba sentado al otro lado de la mesa. Aun así, sujetó la copa con las dos manos. Por si acaso.

– ¿Cómo te va todo?

– Bien, ¿y a ti?

– Sí, bien.

Bella tenía ganas de llorar. Todo había sido siempre tan fácil con Josh. Solían pasarse las tardes hablando y tomándose el pelo…

– ¿Te vas a ir a las Seychelles?

Él asintió.

– Dentro de tres semanas.

– Qué suerte. Ojala yo pudiera irme de Londres en noviembre. Aquí hace un tiempo tan triste…

Genial, y encima hablaba del tiempo.

Josh tomó un sorbo de cerveza, en silencio, y Bella se concentró en hacer dibujitos sobre la mesa con la copa de vino. Debería contarle lo de Will, pero entonces le preguntaría por qué y una cosa llevaría a la otra y… mejor no contarle nada.

– Dijiste que tenías muchas cosas que contarme.

– Tú primero -murmuró Bella-. Tú también dijiste que tenías noticias.

– Sí, sí, es verdad.

Parecía incómodo. Evidentemente, tampoco él sabía por dónde empezar.

– ¿Es bueno o malo?

– Bueno -dijo Josh.

– Pues no pareces muy seguro.

– No, es bueno. De verdad, es bueno.

Era estupendo. Entonces, ¿por qué no estaba dando saltos de alegría?, se preguntó Josh. Cuando Aisling lo sugirió le pareció una buena idea. Debería subirse a la mesa y contárselo a todo el mundo. Pero no había esperado que le resultase tan difícil contárselo a Bella.

– ¿Es sobre el trabajo?

– No, no tiene nada que ver -contestó él, tomando otro trago de cerveza.

Bella movió la melena de un lado a otro, con uno de sus típicos gestos de impaciencia.

– Pues cuéntamelo de una vez.

– Aisling y yo vamos a casarnos.

Al decirlo, se sintió culpable sin saber por qué. Quizá no debería haber sido tan brusco. Bella parecía haberse quedado congelada, con una expresión vacía, ausente. Entonces miró su copa y Josh empezó a preguntarse si lo había oído.

– ¿Bella?

– ¡Felicidades! -exclamó ella entonces, levantándose para darle un beso.

Podía oler su colonia. Siempre llevaba la misma: Allure, le dijo un día, cuando le preguntó el nombre. «Puedes comprarme un frasco cuando quieras». Cuando iba a su casa podía oler ese perfume en todas partes.

¿Qué perfume usaba Aisling? ¿No era eso algo que un novio debería saber?

– ¿Cuándo ha sido? -preguntó Bella con una sonrisa que, por alguna razón, hizo que Josh se sintiera incómodo.

Era la misma Bella de siempre, la de los ojos azules, la que apartaba la melena rubia con un gracioso movimiento. Pero había algo en esa sonrisa que no… no era la habitual.

– La semana pasada.

Acababan de conseguir un buen contrato y fueron a celebrarlo. Cuando llegaron a casa, Josh intentó decirle a Aisling cuánto le agradecía su trabajo…

– No podríamos haberlo conseguido sin ti. Creo que hacemos un equipo fantástico.

– Creo que tú y yo seríamos un buen equipo hiciéramos lo que hiciéramos -sonrió Aisling entonces-. ¿Por qué no lo convertimos en algo permanente?

Y a Josh no se le ocurrió ninguna razón para decir que no. Aisling era preciosa e inteligente y compartían muchos intereses. Era fácil vivir con ella, no tenía ninguna costumbre irritante…

Bella, por ejemplo, lo volvería loco. Nunca cerraría los cajones ni pondría el tapón a la pasta de dientes y habría ropa suya tirada por toda la casa. Le llenaría el baño de cosméticos, monopolizaría el teléfono y se embarcaría en complicadas cenas que, al final, tendría que tirar a la basura.

No había nada de eso con Aisling. Josh no podía imaginar a nadie que cupiera en su mundo sin turbarlo como ella.

De modo que, ¿para qué iba a esperar? Bella estaba saliendo con Will y si no era Will sería cualquier otro ejecutivo insoportable.

Su amiga llevaba años diciéndole que no era romántico y Josh no discutía. Los románticos, como ella, tenían una visión muy poco realista de las relaciones sentimentales. Querían que todo fuera perfecto y la vida no era así.

Josh estaba entrenado para sobrevivir y para eso había que adaptarse a todas las situaciones y comprometerse cuando no quedaba más remedio. Y cuando había que tomar una decisión, tenía que hacerlo rápido.

Aisling tenía razón: formaban un buen equipo y formar parte de un equipo lo era todo. ¿Por qué no comprometerse de forma permanente?

– ¿La semana pasada? -repitió Bella-. ¿Por qué no me lo habías contado?

– Quería contártelo en persona -dijo él, incómodo-. Aún no se lo he contado a nadie.

– ¿Por qué no?

– Quería que tú fueses la primera en saberlo. Sé que es un poco precipitado, pero… ¿qué te parece?

– Creo que es una noticia fantástica. Y me alegro mucho por ti.

– ¿De verdad?

– Por supuesto. Estoy un poco sorprendida, pero… claro que estoy contenta. Yo creo que Aisling es perfecta para ti.

– Lo es, ¿verdad? -Josh no parecía muy seguro.

– Absolutamente -dijo Bella, intentando sonreír.

– Te cae bien, ¿no?

– Claro que sí -mintió ella-. ¿Cuándo es la boda?

– Aún no lo hemos decidido.

– ¿Vais a hacer una boda tradicional o algo diferente?

– Eso depende de Aisling. Pero creo que aún no ha hecho planes.

A Bella empezaba a dolerle la mandíbula del esfuerzo que hacía por sonreír.

– ¿Puedo ser tu padrino? Se supone que debe ser tu mejor amigo, ¿no?

– Siempre lo serás, Bella.

– Bueno, pues entonces hay que celebrarlo -sonrió ella, intentando ocultar su desesperación-. ¡Pero ahora quiero una copa de champán!

– Voy a por una botella. Tú quédate aquí -dijo Josh, levantándose.

Fue un alivio, pero Bella se dio cuenta de que respiraba con dificultad. Y estaba temblando. Había tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para sonreír cuando, por dentro, se sentía desolada.

Sabía que iba a pasar, sabía que llegaría aquel momento. Pero en lugar de ponerse a llorar tenía que sonreír, costase lo que costase.

Josh no debía saber lo que sentía. No debía imaginarlo siquiera. No sería justo para él. Se sentiría avergonzado y, aunque eso no iba a cambiar sus sentimientos por Aisling, haría que le resultase doloroso celebrar el compromiso.

De modo que Bella volvió a sonreír cuando él se acercó con una botella de champán.

– Fenomenal -murmuró, quitándole el tapón sin ningún tipo de ceremonia, como solía hacer en las celebraciones-. Enhorabuena, Josh -sonrió, levantando su copa.

– Gracias, Bella. Es una tontería, pero me preocupaba decírtelo.

– No tenías por qué. Sabes que quiero verte feliz.

– Seguiremos siendo amigos, ¿verdad?

– Claro que sí. Pero, ¿quién va a casarse conmigo cuando cumpla los cuarenta? -bromeó Bella, aunque le costaba la vida-. ¡Pensé que podía confiar en ti!

– No creo que tengas ningún problema. Desde que te conozco, siempre ha habido una cola de hombres esperando por ti. ¿Qué pasa con Will?

Ella estudió su copa de champán.

– Bueno, digamos que en este momento hay un puesto vacante en la cola.

– Bella… -murmuró Josh.

– Sí, me temo que mis noticias no son tan emocionantes como las tuyas. Will y yo hemos roto.

– Pero parecías tan feliz con él. ¿Qué ha pasado?

– Bueno, ya sabes…

– No lo sé. Cuéntamelo.

– Pues ya sabes, esas cosas que pasan -insistió Bella, evitando su mirada.

Había decidido contarle la verdad, pero eso fue antes de saber que iba a casarse con Aisling. Todo había cambiado. Si le decía que fue una decisión mutua, Josh se preguntaría por qué parecía tan triste. Y no quería hablar del asunto.

No, mejor decirle que estaba enamorada de Will. Eso le daría una excusa para dejar de fingir alegría.

– Will no está dispuesto a sentar la cabeza.

Eso, al menos, era verdad. Will no tenía más deseos de casarse que ella.

– Ya, claro.

– Lo pasa demasiado bien siendo soltero.

Lo cual también era cierto. Will la encontraba atractiva, pero nunca estuvo enamorado de ella. Por eso eran capaces de llevarse tan bien después de haber roto.

– Nuestra relación era demasiado intensa para él.

– ¿No es eso lo que tú sueles alegar cuando cortas con alguien? -preguntó Josh, levantando una ceja.

– Sí. Qué ironía, ¿verdad? Tantos años dejando a los hombres en cuanto se ponen un poco serios… y ahora estoy recibiendo mi propia medicina -Bella se obligó a sí misma a sonreír-. ¡Y seguro que vas a decirme que me lo merezco!

– No, voy a decirte que Will nunca me gustó. Ya sé que a ti te parecía perfecto, pero ese hombre tiene muy mal gusto. Encontrarás a alguien mucho mejor -sonrió Josh.

– El problema es que no quiero a otro mejor -dijo Bella en voz baja-. Sólo quiero a uno.

– Eso suena muy serio.

– Creo que lo es. Ya sé que me he enamorado muchas veces, pero esto es diferente. No es que me guste porque tenga un cochazo, es… que lo necesito con toda mi alma. Y sé que lo he perdido. Ya es demasiado tarde.

– ¿Es demasiado tarde?

Bella levantó la mirada. Allí estaba Josh, tan familiar, tan querido y, de repente, tan guapo. Y tan comprometido con Aisling. Pero no podía decir nada.

Josh se sentó a su lado y le pasó un brazo por los hombros.

– Pobrecita…

Horrorizada, Bella notó que sus ojos se llenaban de lágrimas. Intentó secárselas frenéticamente, pero no podía hacer nada.

– Se me pasará -dijo en voz baja.

No quería mirarlo porque si lo hacía se abrazaría a él y empezaría a darle besos por todas partes, rogándole que no se casara con Aisling. Le diría que era de él de quien estaba enamorada, le pediría que la besara y le hiciera el amor allí mismo…

Pensar en la reacción del flemático Josh ante una escena tan melodramática fue suficiente para que las lágrimas se convirtieran en un ataque de risa. Pobre Josh, nunca podría hacerle eso.

– ¡Pero bueno…!

– No me pasa nada, de verdad -murmuró Bella, sacando un pañuelo del bolso.

– ¿Quieres que mate a Will?

– Gracias, pero eso no serviría de nada. No es culpa suya. El no puede evitarlo.

– Podría darte una oportunidad.

– Tuve mi oportunidad y la dejé escapar -suspiró ella-. Bueno, perdona… Ya se me ha pasado. Además, deberíamos estar celebrando tu compromiso. Venga, vamos a tomar más champán.

Josh llenó las copas obedientemente, pero estaba preocupado. Al menos ahora sabía la razón para aquella sonrisa tan forzada.

Y no bromeaba del todo cuando se ofreció para matar a Will. Él no era un asesino, pero cuando vio el dolor en sus ojos azules sintió tal rabia que casi deseó que Will entrase en el bar para liarse a puñetazos.

¿Qué le pasaba a aquel hombre? Debía estar ciego. Bella era guapísima, encantadora, tenía buen corazón… ¿Cómo podía un hombre darle la espalda, con esas piernas, ese cuerpo, esos preciosos ojos azules, ese sentido del humor, esa risa contagiosa?

A veces podía ser irritantemente frívola, pero había una cabeza bien amueblada bajo aquella pinta de rubia tonta, como Josh sabía muy bien. Aunque a él no le hacía ni caso. En aquel momento sonreía, intentando poner al mal tiempo buena cara. Josh hubiera querido abrazarla, pero sabía que no debía hacerlo porque no eran sus brazos los que añoraba.

– Tenemos que hacer una fiesta para celebrar tu compromiso.

– Ya sabes que las fiestas no me gustan demasiado.

– Muy bien. ¿Qué tal una cena, como hicimos cuando Phoebe y Kate se prometieron? ¿Tú crees que a Aisling le gustaría?

¡Aisling! Josh se quedó sorprendido al descubrir que se había olvidado de ella.

– Sí, sí… seguro que le gustaría.

– ¿El fin de semana que viene? Te enviaré un e-mail con el día y la hora -sonrió Bella, levantando su copa-. Por ti, Josh.

Había sido culpa suya no reconocer antes lo importante que era Josh para ella. Bella no quería pensar en todos los años que había perdido saliendo con unos y otros, dando por sentado que Josh estaría allí cuando quisiera llorar en su hombro o cuando estuviese aburrida. Ahora estaba allí para otra persona y tendría que aguantarse. Aisling había visto en Josh lo que ella, demasiado ocupada con otras cosas, no había sabido ver: que era un hombre, no el crío con el que estudió en la universidad, que era tranquilo y competente. Que sus ojos brillaban con humor. Que tenía unas manos grandes, muy masculinas, y un cuerpo duro…

Bella se ponía nerviosa sólo de pensarlo.

Habían sido amigos durante mucho tiempo y seguirían siéndolo, se prometió Bella a sí misma. Ocultaría sus sentimientos, se alegraría por él y le organizaría una cena estupenda para celebrar el compromiso. De modo que planeó algo fantástico, algo que nadie olvidase nunca… y luego tuvo que llamar a Kate para suplicarle que fuese a ayudarla.

– ¿Tiene que ser tan elaborado? -preguntó su amiga, estudiando el libro de recetas.

– Quiero que sea memorable.

– ¡Desde luego que sí! Un croquent-bouche. ¿Qué es eso?

– Profiteroles rellenos de crema. Lo que pasa es que yo quería rellenarlos de chocolate y… no me ha salido muy bien.

Bella contempló con tristeza los profiteroles que se había pasado horas haciendo en el horno. Los bollitos de la fotografía se habían convertido en una especie de tortitas gruesas, yaciendo sobre una bandeja.

– Ya -murmuró Kate-. ¿Qué más? Canapés, soufflés individuales, ternera Wellington… ¿No podías haber elegido al menos un plato que no fuese complicado?

Bella dejó escapar un suspiro.

– Es que me pareció buena idea.

– Josh estaría encantado con una tortilla francesa.

– Ya lo sé. Pero quiero que sepa que he hecho un esfuerzo por Aisling.

Kate se puso un mandil.

– Porque no soportas que se case con ella.

– Sí… ¡no! -exclamó Bella-. Bueno, supongo que es evidente.

– Lo es para nosotros, cariño. Te conocemos desde hace mucho tiempo.

– Josh también me conoce hace mucho tiempo.

– Sí, pero es diferente. Ya sé que a veces es muy perceptivo, pero es un hombre. Seguramente ni siquiera sabe que no te cae bien Aisling.

– No, no lo sabe -suspiró Bella-. Y no quiero que lo sepa. Le dolería mucho.

– ¿No crees que Aisling sea la mujer ideal para él?

– ¿Y tú?

Kate lo pensó un momento.

– La verdad, no me puedo creer que vaya a casarse con ella. Supongo que Phoebe y yo siempre hemos creído que acabaríais juntos.

Bella estaba de espaldas y cuando se volvió había conseguido controlar su expresión de angustia.

– Ya es demasiado tarde para eso.

Kate tomó la tabla y empezó a cortar los champiñones, pensativa.

– A lo mejor, al final no se casa con ella.

– No lo creo. Ya conoces a Josh. Es un hombre de palabra y si ha decidido que se casa con Aisling, se casará con ella.

– Puede que Aisling cambie de opinión.

Pero cuando Josh y Aisling llegaron, no había ninguna señal de que ella hubiese cambiado de opinión. Todo lo contrario, no dejaba de mover la mano para que admirasen el anillo de compromiso.

– Es precioso -dijo Bella.

– Josh me llevó a la joyería este fin de semana. Tardé horas en decidir cuál me gustaba, ¿verdad, Josh?

– Horas -asintió él.

Aisling lo abrazó.

– Pobrecito. Al final estaba aburridísimo. Ya sabes cómo es, Bella.

Ella le dio una copa de champán, sin mirar a Josh.

– Sí, sé cómo es.

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