Capítulo 6

TE IMPORTARÍA decirme qué ha pasado -le espetó, una vez en la calle. Y Bella notó, irritada, que Josh parecía muy tranquilo.

– Sólo era una broma -contestó, pero la voz le había salido temblorosa.

Le contó a Josh su plan para impresionar al joyero, pero sonó a estupidez, a cosa de niños.

– No quiero que pienses que no te lo agradezco, pero ya le había contado yo la verdad.

– ¿Qué?

– Me imaginé lo que estaba pensando y no quería dar la imagen de un casanova.

– Qué típico de ti. Pues debe haber pensado que yo era una idiota.

– No lo creo. Además, ahora soy su cliente favorito. No sólo le compro joyas, además le doy espectáculo gratuito-rió él.

Qué humillante. Bella intentó sentirse ofendida, pero con Josh era difícil. Y era más fácil tratar el incidente como una broma, sobre todo después de aquellos besos…

Debía tener cuidado, se dijo. Seguramente había revelado más mientras lo besaba de lo que debería.

Lo último que deseaba era que Josh pensara que quería ocupar el sitio de Aisling. No quería ser una segundona. No, ella quería ser la niña de sus ojos, lo más importante para él. Quería que la quisiera y la necesitara, quería ser la persona que hiciera su vida completa. Que reconociese, como ella, que había estado buscándola siempre sin saberlo.

Pero Josh tenía que descubrir eso por sí mismo. Mientras tanto, debía ser paciente. Y tener mucho cuidado.

– ¿Te das cuenta de que sólo va a ser una semana? -exclamó Josh al ver su maleta el lunes por la mañana.

Bella miró su bolsa de viaje.

– ¿Y tú te das cuenta de que vamos a estar fuera más de media hora?

– Niños, niños, no os peleéis -rió Phoebe, cerrando el maletero del coche en el aparcamiento del aeropuerto-. Que lo paséis bien. Todos esperamos que sigáis la tradición y que vuestro falso compromiso se convierta en uno de verdad -añadió, besándolos a los dos.

– No lo creo. Sólo tienes que comparar lo que Bella y yo consideramos imprescindible para pasar una semana y verás que somos incompatibles.

– En el amor hay cosas más importantes que el equipaje, hombre -dijo Phoebe.

Después, entró en el coche y se alejó dejándolos con sus respectivas maletas frente a la terminal.

– Está convencida de que acabaremos como Kate y ella -suspiró Bella-. Y me alegro que le hayas recordado lo de las incompatibilidades.

– No creo que eso les importe mucho.

– No, pero se darán cuenta de que es una bobada cuando volvamos de las Seychelles y sigamos como siempre.

– Ya, claro -murmuró Josh.

El único problema era que ya no recordaba cómo eran las cosas antes. El beso en la joyería lo había trastocado todo. ¿Cómo iba a recordarlo después de dormir con Bella?

No estaba preparado para besarla, ni para lo que sintió entonces. Aún recordaba el calor de su cuerpo, el sabor de sus labios… Pero estaba claro que era sólo una broma, que no lo había hecho en serio y él debía hacer lo mismo.

Después de todo, Bella no era una misteriosa y extraña seductora, era su amiga.

La miró entonces, y vio su carita roja de frío, el viento moviendo su pelo… Sí, era su amiga Bella. Como siempre vestida de forma inadecuada. Llevaba un vestido precioso, pero sólo con un ligero cárdigan para protegerla del frío y unas sandalias de tacón. ¡Unas sandalias de tacón!

Durante aquellos años, los zapatos de Bella se habían convertido en una broma entre sus amigos, pero aquellas sandalias de tacón de aguja eran el colmo.

Aisling nunca subiría a un avión con sandalias de tacón porque cuando se le hincharan los pies de estar inmóvil no sería capaz de caminar. Pero Bella estaba preciosa con sus largas piernas, sus ojos azules rodeados de pestañas oscuras…

Josh tuvo que apartar la mirada. Siempre había sido guapa, pero era absurdo pensar en ello. Bella era su mejor amiga. No podía haber malentendidos.

– Vamos -dijo tomando la pesada maleta-. Por Dios bendito, ¿qué llevas aquí?

– Un par de cositas.

– ¿Un par de cositas? Pero si sólo vas a tumbarte en la playa. Además de unos biquinis y una toalla, ¿qué más podrías necesitar?

– No es sólo ropa -protestó Bella-. El sol es malísimo, así que llevo cremas protectoras y luego está el pelo… el pelo se queda fatal con el agua de mar, así que llevo cremas hidratantes y mascarillas protectoras. Y los cosméticos…

Siguió dándole la lista mientras entraban en la terminal. Josh sacudía la cabeza, atónito.

– Bueno, ¿cómo estás? -preguntó entonces.

¿Cómo estaba? Sorprendido. Alarmado. Turbado por el recuerdo de aquel beso. Sintiéndose culpable por ciertos pensamientos inadecuados…

– Bien.

– Soy tu amiga, Josh, puedes decírmelo. ¿Te da miedo encontrarte con Aisling y su novio?

– No puedo decir que esté deseando verlos.

– Sé que no va a ser fácil, pero no olvides que yo estoy aquí para ayudarte -dijo Bella entonces.

– Gracias -murmuró él, sin mirarla-. Eres una buena amiga.

– Siempre lo seré.

Fue un alivio llegar a la cola de embarque. Josh se sentía raro. ¿No era un experto en situaciones complicadas?, se preguntó. Pero era fácil rescatar a un colega en apuros, lanzarse por una pared vertical o sacar a alguien enfermo de la jungla. Incluso conseguir el contrato con la C.B.C. le parecía fácil comparado con aquella repentina atracción por su mejor amiga. El podía instruir a ejecutivos para analizar una situación comprometida y resolver cualquier problema, pero no sabía cómo lidiar con aquello.

– Vamos a buscar a los demás. Seguramente estarán en la cafetería.

Fue Bella quien vio primero a Aisling y le dio un codazo para advertirlo.

– Prometiste ser agradable -le recordó él-. Recuerda que de este viaje depende un contrato.

– Lo seré.

Estaba tan preocupado por Bella que no tuvo tiempo de pensar en su reacción al enfrentarse con Aisling. Aunque, en realidad, no sintió nada en absoluto.

– Hola. Estás muy guapa.

Era cierto. Estaba radiante. Si tenía alguna duda, allí estaba la respuesta. Aisling era feliz con Bryn.

Como había supuesto, iba perfectamente vestida para la ocasión con unos pantalones de color caqui, una blusa blanca y unas sandalias que eran prácticas y elegantes al mismo tiempo. De tacón plano, por supuesto.

– Hola, Josh -lo saludó ella-. ¿Cómo estás? -le preguntó en voz baja.

Josh empezaba a cansarse de que le preguntaran eso.

– Bien -contestó, aunque seguramente, como Bella, Aisling no se lo creería. ¿Por qué no podían aceptarlo?

– Hola, Aisling-dijo Bella.

– Hola -la saludó ella, sin disimular su frialdad- Y felicidades. Me han dicho que Josh y tú os habéis prometido. Un romance rápido, ¿no?

– No, en realidad hemos tardado catorce años en darnos cuenta de cómo nos queremos -replicó Bella.

– Qué suerte haberos dado cuenta justo antes de un viaje a las Seychelles -comentó Aisling, irónica.

Josh se puso tenso, pero Bella parecía controlar la situación.

– ¿Verdad que sí? Yo estoy encantada.

– No me extraña.

Josh se volvió hacia el hombre que iba con Aisling. Era alto, guapo y parecía encantado consigo mismo. En realidad, sería el tipo ideal para Bella.

– Seguro que se llama Bryan -le dijo ella al oído-. A ver si puedes ver su pasaporte.

– Se supone que debes comportarte -murmuró Josh, pero no pudo evitar una sonrisa.

Eran dieciséis personas en total y, aunque naturalmente los que trabajaban para C.B.C. se conocían todos, sus maridos y esposas no.

La conversación se animó en cuanto Bella llegó al grupo. Ella siempre había tenido la habilidad de animar las fiestas y poco después hacía reír a todo el mundo. Seguramente no sabría abrirse camino en la jungla, pero nadie mejor que Bella Stevenson para animar una reunión.

Sin embargo, le pareció que miraba demasiado al prometido de Aisling.

– ¿Por qué miras tanto a Bryn?

– Porque no sé qué ha visto Aisling en él. Es absolutamente soso.

– Está enamorada -contestó Josh.

– Ya lo veo, pero no lo entiendo.

– Es muy guapo, ¿no?

– Sí, supongo que sí -murmuró Bella, haciendo una mueca.

– Pensé que sería tu tipo.

– ¿De verdad?

– Tiene ese aspecto orgulloso que tanto te gusta. Debes admitir que se parece a Will.

– No se parece en absoluto.

Josh no estaba de acuerdo, pero sabía que ella había estado enamorada de Will. Debía tener tacto, se dijo.

– Entonces, ¿Bryn no es tu tipo?

– Para nada.

– Me alegro -dijo Josh entonces, mirándola a los ojos.

Se sentía un poco raro. Él, que nunca había estado enfermo, empezó a preguntarse si le pasaba algo. Eso explicaría su incapacidad para concentrarse, por ejemplo. O quizá estaba cansado.

Bella estaba hablando con otra mujer.

– Me encanta tu anillo. Es precioso.

– Gracias, es mi anillo de compromiso -contestó Bella, muy coqueta.

– ¿Lleváis mucho tiempo prometidos?

– No, sólo desde el viernes.

– Qué romántico.

– La verdad es que nos conocemos desde hace muchos años.

– ¿Y por qué habéis decidido casaros ahora?

Bella miró a Josh y después se volvió hacia la mujer.

– Ha sido algo curioso. Un día lo miré y me di cuenta de que quería pasar el resto de mi vida con él.

– ¿Y él sentía lo mismo?

– Eso tendrás que preguntárselo a Josh.

Era muy convincente, desde luego, pensó Josh. Casi lo había convencido de que era verdad. Unos segundos después, Aisling se acercó a él, contrita.

– Oye, quiero darte las gracias. Podrías habérmelo puesto muy difícil.

– ¿Por qué iba a hacerlo? A los dos nos interesa el contrato con C.B.C.

– Espero que sepas que nunca quise hacerte daño.

– No te preocupes. Me alegra verte feliz -dijo Josh.

– Y espero que tú también lo seas.

Involuntariamente, Josh miró a Bella.

– Hubiera sido un error casarme contigo. Bella siempre habría estado entre los dos -dijo Aisling entonces.

– Ella no es así -replicó Josh, indignado.

– Quizá no lo sea, pero habría estado entre nosotros de todas formas. No me sorprendió nada saber que vendría en mi lugar. Siempre pensé que estabas enamorado de ella.

Josh sintió como si acabara de entrar en un túnel oscuro.

– Eso es una bobada. Bella y yo sólo somos buenos amigos. Nos has visto juntos, Aisling. No estamos enamorados.

Aisling sonrió.

– ¿De verdad?

¿Enamorado de Bella? No podía ser. ¿De qué estaba hablando? La quería, por supuesto, como se quiere a una hermana.

Aunque él no sabía qué perfume usaba su hermana. No podía cerrar los ojos y recordar cada rasgo del rostro de su hermana, incluso las pestañas. Y, aunque la quería mucho, no se sentía mejor sólo por estar a su lado.

Como le pasaba con Bella.

Estaba enamorado de ella.

Era como si el mundo se hubiera puesto patas arriba. ¿Cuándo había ocurrido? ¿Cómo había ocurrido?

– ¿Qué quería Aisling? -preguntó Bella entonces, acercándose.

– No, nada…

Sólo quería hacerlo dudar, pensó. Sólo quería que se volviera loco.

– Quería darme las gracias -dijo por fin, intentando recuperar la calma.

– ¿Por qué?

– Por ser tan comprensivo.

– Ya podía serlo ella -replicó Bella-. ¿Te ha dicho algo más?

– Que hubiera sido un error casarse conmigo.

– Pues no es la única que lo piensa. He estado hablando con Sally y me ha dicho que se alegra de que hayas cortado con ella.

Josh la miró, pensativo.

– ¿Te pasa algo?

– No, nada. Es que Aisling ha dicho una cosa…

Bella se sintió culpable. A pesar de todo, Josh había estado enamorado de Aisling y ella no dejaba de hacer comentarios desagradables sobre su ex prometida.

– Lo siento, perdóname.

– No es culpa tuya -murmuró él, como si estuviera pensando en otra cosa.

¿Qué le habría dicho Aisling? Fuera lo que fuera, le había dolido.

– Todo saldrá bien, Josh.

– ¿Tú crees?


El hotel estaba situado bajo una colina cubierta de exuberante vegetación, frente a una playa de arena blanca en medio del océano Índico. Todo era de un verde imposible y el mar de un azul casi transparente. En contraste con la grisura de Londres, aquello parecía casi irreal.

El autobús los dejó en el bar del hotel y allí fueron recibidos por la representante de C.B.C., una joven rubia que se presentó como Cassandra, que iba de grupo en grupo con un cuaderno en la mano.

– ¿Josh Kingston? Ah, aquí está -sonrió, mirando a Bella-. Su mujer, supongo.

– Mi prometida. Bella Stevenson.

– ¿Ah, sí? Yo me caso el año que viene -sonrió Cassandra, mostrando su anillo-. Deberíamos intercambiar impresiones.

Bella sonrió también.

– Aún no hemos pensado en la boda. Acabamos de comprometernos.

– Puedo prestarte revistas de novia. Así podrás leerlas en la playa.

¿Qué podía decir, que ella no iba a necesitar revistas?

– Muchas gracias.

– Os va a encantar la habitación. Es muy romántica -sonrió Cassandra.

Sería romántico si las circunstancias fueran diferentes. Si Josh no estuviera enamorado de Aisling, por ejemplo, pensó Bella.

La habitación era maravillosa, con un balcón que daba al mar… pero lo primero que vio fue la cama de matrimonio, una cama enorme con sábanas de lino y pétalos de flores sobre las almohadas.

– Muy romántico -le dijo a Josh. Intentaba fingir que la situación le parecía divertida, pero no era así-. Cassandra tenía razón. Una pena que no hayan dejado una botella de champán. Si vamos a fingir que estamos prometidos, por lo menos disfrutemos del asunto.

Josh no contestó y Bella se dio cuenta de que parecía preocupado. La charla con Cassandra debía haberle recordado su fracaso con Aisling.

Pensó que después del largo viaje todo sería más fácil, pero… Durante las largas horas en el avión había tenido que hacer un esfuerzo para concentrarse en el libro que estaba leyendo, pero no fue capaz. Porque no podía dejar de mirarlo de reojo. Habría sido tan fácil apoyar la cabeza en su hombro, echarle los brazos al cuello…

Pero tendría que darle tiempo. Y espacio. Mejor guardar las distancias que recordarle continuamente que estaba con la mujer equivocada.

Bella miró la cama de nuevo. Aunque iba a ser difícil mantener las distancias por la noche.

Era absurdo soñar que ocurriese algo, era absurdo soñar que caerían sobre esa cama riendo y besándose, quitándose la ropa para hacer el amor arrullados por el sonido del mar.

No, lo que debería hacer era dejar en paz a Josh.

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