EL ZARATÁN

HAY UN cuento que ha recorrido la geografía y las épocas: el de los navegantes que desembarcan en una isla sin nombre, que luego se abisma y los pierde, porque está viva. Figura esta invención en el primer viaje de Simbad y en el canto VI del Orlando furioso ("Ch'ella sia una isoletta ci credemo"); en la leyenda irlandesa de San Brandán y en el bestiario griego de Alejandría; en la Historia de las naciones septentrionales (Roma, 1555) del prelado sueco Olao Magno y en aquel pasaje del primer canto del Paraiso perdido, en el que se compara al yerto Satán con una gran ballena que duerme sobre la espuma noruega ("Him hap'ly slumbering on the Norwey foam").

Paradójicamente, una de las primeras redacciones de la leyenda la refiere para negarla. Consta en el Libro de los animales de Al-Yahiz, zoólogo musulmán de principios del siglo ix.

Miguel Asín Palacios la ha vertido al español con estas palabras:


En cuanto al zaratán, jamás vi a nadie que asegurase haberlo visto con sus ojos. Algunos marineros pretenden que a veces se han aproximado a ciertas islas marítimas y en ellas había bosques y valles y grietas y han encendido un gran fuego; y cuando el fuego ha llegado al dorso del zaratán, ha comenzado éste a deslizarse (sobre las aguas) con ellos (encima) y con todas las plantas que sobre él había, hasta tal punto, que sólo el que consiguió huir pudo salvarse. Este cuento coima todos los relatos más fabulosos y atrevidos.


Consideremos ahora un texto del siglo XIII. Lo escribió el cosmógrafo Al-Qazwiní y procede de la obra titulada Maravillas de las criaturas. Dice asi:


En cuanto a la tortuga marina, es de tan desaforada grandeza que la gente del barco la toma por una isla. Uno de los mercaderes ha referido:

"Descubrimos en el mar una isla que se elevaba sobre el agua, con verdes plantas, y desembarcamos y en la tierra cavamos hoyos para cocinar, y la isla se movió, y los marineros dijeron: 'Volved, porque es una tortuga, y el calor del fuego la ha despertado, y puede perdernos'."


En la Navegación de San Brandán se repite la historia:


y entonces navegaron, y arribaron a aquella tierra, pero como en algunos lugares había escasa profundidad, y en otros, grandes rocas, fueron a una isla, que creyeron segura, e hicieron fuego para cocinar la cena, pero San Brandán no se movió del buque. Y cuando el fuego estaba caliente, y la carne a punto de asarse, esta isla empezó a moverse, y los monjes se asustaron, y huyeron al buque, y dejaron el fuego y la carne, y se maravillaron del movimiento. Y San Brandán los reconfortó y les dijo que era un gran pez llamado Jasconye, que día y noche trata de morderse la cola, pero es tan largo que no puede. [14]


En el bestiario anglosajón del códice de Exeter, la peligrosa isla es una ballena, "astuta en el mal", que embauca deliberadamente a los hombres. estos acampan en su lomo y buscan descanso de los trabajos de los mares; de pronto, el Huésped del Océano se sumerge y los marineros se ahogan. En el bestiario griego, la ballena quiere significar la ramera de los proverbios ("sus piés descienden a la muerte; sus pasos sustenan el sepulcro"); en el bestiario anglosajón, el Diablo y el Mal. Guaradará ese valor simbólico en Moby Dick, que se escribirá diez siglos después.

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