Al pobre Higueruela no se le había ocurrido lo que antecede ni nada semejante, Higueruela procuraba no pensar demasiado ni en voz alta pero Raimundo el de los Casandulfes necesitaba atribuírselo a alguien.
– ¿A usted le importa?
– No; a mí, no.
Los perros de Tanis Gamuzo son bravos y serenos, no tiran jamás un viaje en balde, a Kaiser se lo dejó malherido el lobo y tuvo que ayudarle a morir con el cuchillo, es un dolor pero tampoco hay más remedio. Tanis Gamuzo tiene también cuatro mastinas de cría, Volvoreta, Perla, Meiga y Flor, no las suele sacar al monte porque valen muchos cuartos y se le pueden desgraciar, también se les puede mover y trastornar la madre. A Tanis le llaman Perello porque es mismamente el perello con sus ocurrencias, las discurre mejor y más deprisa que nadie en todo el país. La mujer de Tanis se llama Rosa, es hija de Eutelo Roucón, Cirolas, el consumero al que echaron de casa de la Parrocha por escupirle en la cara al ciego Gaudencio, Cirolas le tiene mucho miedo a su yerno porque sabe que un día le ha de partir la boca.
– ¿A que no te metes con Tanis, consumero de mierda? ¿A que no te atreves a plantarle cara a un hombre que pueda mirarte a los ojos, desgraciado?
A Perello le gusta mucho bañarse en pelota en la balsa del molino de Lucio Mouro, a veces se chapuza con él la parva de Martiñá.
– ¡Defiéndete, muchacha, que te ahogas!
Lucio Mouro apareció muerto una mala mañana en el camino de Casmoniño, el dolor se reparte sin avaricia, se conoce que en el mundo sobra dolor, al molinero lo enterró Catuxa Bainte, la parva de Martiñá, con muchas lágrimas en los ojos.
– Era un hombre muy bueno que jamás daba pedradas a la gente, era el amo del agua y de todas las flores, también de los buños de la orilla, los tabaques le salían muy bien, sólidos y artísticos, yo sé quién lo mató y lo he de ver muerto algún día.
Rosa es muy lacazana y lleva a los hijos sucios y mocosos, a Tanis le es igual y a los niños lo mismo, eso de andar sucio es la costumbre.
– Con mis perros le puedes hacer frente a quien quieras, a un león, a un oso, a una pantera, tanto da, mis perros no le tienen miedo a nadie porque pueden siempre, les va la fuerza corriéndole por las venas.
Tanis Gamuzo es el hombre más fuerte de todo el contorno, puede sujetar un caballo con una mano o matarlo dándole un puñetazo en el cuello o en medio del pecho, le corta la circulación, a él le da risa la fuerza que tiene. Ni Marta la Portuguesa, ni Anunciación Sabadelle, ni ninguna otra mujer de casa de la Parrocha quieren nada con Eutelo o Cirolas.
– Por mí puede morirse de necesidad y más de lepra, que no le he de socorrer ni de mirar a la cara.
Tanis también tiene perros de carea, son listos como ratas y espabilados como el ciempiés, éstos no están contados ni se llaman con ningún nombre, no merece la pena porque no valen nada, ellos nacen, andan por ahí, se mueren, todo sin molestar, son muy avisados para confundir a las bestias a las que el mastín zurra cuando puede. Rosa le da al anís, cada cual tiene sus vicios, cada cual cuida sus vicios y les da calor para que no se le mueran, a Tanis Gamuzo no le pican ni las ortigas, ni las víboras, ni los escorpiones.
– ¿Es que tiene la piel muy dura?
– No; es que no se deja, tu tío don Claudio Montenegro tampoco se deja ni picar ni marear, esa costumbre se tiene o no se tiene, cuando pensó que iban a ir a buscarlo rodeó la casa de cepos loberos, puso lo menos siete, y esperó, el mierda de Wenceslao Caldraga quedó preso en uno y tu tío don Claudio tardó tres días en soltarlo, tenía el tobillo en carne viva y se le veía el hueso, los demás escaparon como liebres y además se callaron.
– ¿Como muertos?
– Sí, señor; como muertos.
A Raimundo el de los Casandulfes lo licenciaron del hospital de Nanclares de Oca, tampoco iban a tenerlo allí toda la vida, a Ignacio Aranarache Eulate, Pichichi, también le dieron el alta, quedó algo cojo pero vivo y contento; del pobre Chomín Galbarra Larraona no se puede decir lo mismo porque quedó vivo, sí, pero manco de las dos manos y ciego.
El tiempo pasa y las conmemoraciones y los disimulos también; cada vez que los nacionales tomamos una ciudad, la gente de la retaguardia se echa a la calle a celebrarlo, ya quedan menos ciudades, lo más probable es que esto esté llegando al fin, en la batalla del Alfambra los soldados caen como moscas, Adrián Estévez Cortove, Tabeirón, murió en el frente de Madrid, la metralla lo dejó como un colador, los supervivientes de las guerras, las guerras púnicas, la guerra de los bóers, la guerra europea, la guerra de Melilla, la guerra civil, esto es una guerra civil, llevamos un obituario en el corazón y lo recordamos cada mañana con estremecimiento y con remordimiento, en el bruñido espejo de Isabel y Fernando nos miramos todos los españoles, Doloriñas Montecelo Trasmil, la pequeña de las siete Alontras, se repuso ya del todo de su apendicitis, ahora da gusto verla sana como una manzana, la juventud está diezmada, alférez provisional cadáver efectivo, y los supervivientes se consuelan pensando que van a tocar a cuatro mujeres y una coja por barba, reconquista de Teruel, Aguirre, no sé cómo se llamaba de nombre, murió en el hospital de Logroño, en la cama de al lado, le dieron en la retirada de Teruel, Fátima la Mora, en casa de la Ferreña, se acuerda de su amigo Salem bem Farache, un moro mulato y con bigote que se negó a que le cortasen una pierna porque prefería la muerte a la mutilación, a lo mejor hacía bien, Ignacio Araujo Cid, el novio de Clarita Manzanedo, murió en Belchite nada más llegar, murió sin querer escapar de la muerte, evadidos de la zona roja que no encontráis albergue en las ciudades, hallaréis pisos económicos en Galicia, nos hunden el crucero Baleares, Carmelo Méndez, el segundo marido de Georgina, murió en el frente de Oviedo, le pegaron en la sien, eso es igual que el descabello, una noche que hacía mucho frío Basilisa la Parva, la puta más puta de toda Galicia, le dijo a Javierito Pértega, que era medio maricón, las mujeres estamos mejor hechas que los hombres, ¿no te da vergüenza llevar los huevos colgando?, y Javierito Pértega le contestó, yo no tengo la culpa y además tú eres una descarada, harás patria si haces costumbres sanas con tu vestir cristiano, ¡decídete, mujer!, reconquista de Belchite, Perpetuo Carnero Tascón el hijo de don Perpetuo Carnero Llamazares, el acaudalado comerciante leonés que dejó dicho en el testamento que sus colecciones de abanicos, de sellos y de monedas de oro pasaran a la Parrocha, murió en la sierra de Alcubierre, le dieron en una pierna, el tiro no era malo pero tardaron en evacuarlo y se desangró, Pilar la Maña está picada de viruelas, hasta le hace cachondo, no, es al revés, cuando se es cachonda se vuelve todo cachondo, los niños y niñas deberán usar traje de baño completo desde los dos años de edad, la moral debe nacer con el individuo, cruzamos el Ebro, Florián Soutullo Dureixas, guardia civil y gaitero, murió en la reconquista de Teruel, le metieron una bala entre ceja y ceja, Marujita Méndez es una zamorana grande y pelirroja que está siempre sudando, también le gusta mucho hacer solitarios y beber gaseosa, de vez en cuando se escapa al bar Betanzos y se toma una gaseosa, monseñor Olaechea, obispo de Pamplona, se aburrió de pedir que cesara la sangre, toma de Lérida, Balaguer, Tremp, Tortosa y el valle de Arán, Isidro Suárez Méndez, el que robaba a los muertos en el hospital de Logroño, murió en el frente de Burriana, se estaba bañando en el mar y como cada vez que sacaba la cabeza le tiraban un tiro, se murió ahogado, ¿ve usted ese señor con corbata de lacito y lentes?, ¿lo ve bien?, bueno, pues es mi tío Lorenzo, un hombre capaz de peerse a voluntad, dos, tres, cinco, los que le dé la gana, mujer española, tus adornos y tus arreos no pueden ser las modas inmundas de la Francia judía y traidora, se dictan normas contra el abuso de los banquetes, las putas tontas no salen jamás de pobres, les está bien empleado, Joaquina es puta tonta, no hay más que verla, y lleva toda la ropa zurcida, de nada le vale tener las tetas como melones dulces, las putas tontas no tienen remedio, ¡que se jodan!, recuérdalo siempre, español, el plato único no es una novedad alemana sino una antigüedad hispánica, toma de Castellón y Burriana, el cabo de infantería Pascualiño Antemil Cachizo murió en Peguerinos, el chocolate y el tabaco que le sigue mandando Basilisa la Parva, su madrina de guerra, alguien se lo comerá y lo fumará, descuida, que perderse no se ha de perder, a Inesiña Alontra le pegó un moro unas purgaciones de garabatillo, de eso no se muere nadie, es cierto, pero lo pasa muy mal, las señoritas postulantes en las cuestaciones patrióticas lucen mantilla española, ofensiva de Extremadura y toma de Don Benito, Villanueva de la Serena y Castuera, Urbano Randín Fernández, contrabandista, alimañero y bizco, ahora estaba de soldado de intendencia, murió en el Jarama, ponía lazos a los conejos, era lo suyo, pero en una se destapó y lo cazaron, ¿por qué no nos fumamos una pipa de kif?, yo ya estoy harto de macillos y de recibir instrucciones, queda prohibido el paseo y exhibición por las vías públicas de las mujeres dedicadas al tráfico carnal, los rojos cruzan el Ebro, aquí se va a armar la de Dios, a Ricardo Vázquez Vilariño, el novio de tía Jesusa, es una manera de hablar, lo mataron en la toma de Santander, no, no fue en la toma de Santander, fue en Teruel, el primero de enero de 1938, ese día también mataron al comandante Juan Barja de Quiroga, jefe de las Banderas Gallegas, a Ricardo Vázquez le pegaron un tiro en el corazón, bueno, eso es lo que se dice, Marta la Portuguesa guarda tres brillantes y otros tres rubíes en una cajita de lata de la que no se separa jamás, tampoco lo sabe nadie, el gobernador civil de Valladolid desaconseja la asistencia a los fusilamientos: en estos días en que la justicia militar cumple la triste misión al dar cumplimiento a sus fallos, se ha podido observar una inusitada concurrencia de personas al lugar en que se verifican estos actos viéndose entre aquéllas niños de corta edad, muchachas jóvenes y hasta algunas señoras…, la presencia de estas personas dice muy poco en su favor, etc., toma de Tarragona, Barcelona y Gerona, Filemón Toucido Rozabales, el zurupeto que supo hacer tan feliz a Teresita del Niño Jesús Mínguez Gandarela, la huida esposa del veterinario Medardo Congos, murió en el frente de Valsequillo, estaba haciendo de cuerpo cuando alguien, quizá por entretenerse, digamos que sin mala intención, le dio un tiro en la cabeza, ¡Sebastiana!, ¡mande, don Rómulo!, ponte en enagua en el balcón hasta que te acatarres, cada punto de tu aguja hacendosa, mujer de España, es una victoria segura contra el frío que tortura a los soldados que con su sacrificio están haciendo la patria, toma de Madrid, 1 de abril de 1939, Año de la Victoria: en el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, etc. La guerra ha terminado.
Llueve como llovió toda la vida, yo no recuerdo otra lluvia, ni otro color, ni otro silencio, llueve con lentitud, con mansedumbre, con monotonía, llueve sin principio ni fin, se dice que las aguas vuelven siempre a sus cauces y no es verdad, oigo cantar de nuevo al mirlo pero su canto es diferente y no del todo afinado y armonioso, es un poco más triste y opaco, parece que sale de la garganta de un pájaro fantasmal, de un pájaro enfermo del alma y de la memoria, pudiera ser que el mirlo estuviese más viejo y desilusionado, hay algo distinto en el aire, se conoce que algunos hombres dejaron ya de respirar, por estos montes rodaron cabezas y vilezas pero también lágrimas, muchas lágrimas, la tierra es del mismo color que el cielo, también de la misma noble y nostálgica materia, y la raya del monte se borra detrás de la lluvia silenciosa, el verde blando y el gris ceniciento y blando sirven de cobijo a la raposa y al lobo, la guerra no estranguló al lobo, no acabó con el lobo, no mató al lobo, la guerra fue del hombre contra el hombre y su figura alegre, ahora la silueta del hombre es triste y está como avergonzada, no lo veo del todo claro pero para mí tengo que la guerra la perdió el hombre, ese doloroso animal en mala ventura, ese amargo animal que no escarmienta. Si alguien pidiera paz, piedad y perdón, nadie le haría caso, la victoria es embriagadora, también envenenadora, la victoria acaba confundiendo al victorioso y adormeciéndolo, Raimundo el de los Casandulfes está algo desmejorado, la señorita Ramona le dice,
– Pronto volverás a estar fuerte y bien, no lo dudes, lo importante es haber llegado vivo al final.
Cuando se hace un silencio los españoles dicen que pasa un ángel y los ingleses que ha nacido un pobre. Raimundo el de los Casandulfes tarda unos momentos en contestar.
– Eres muy buena conmigo, Moncha, ¿tú crees que estoy vivo como antes, vivo del todo?
– Sí, Raimundo, del todo, vivo del todo, ya lo verás dentro de pocos días.
Robín Lebozán le regala a Raimundo el de los Casandulfes una botella de whisky.
– A lo mejor es la única que hay en toda Galicia, acaba de traérmela el mayor de los Venceás de Portugal, guárdala bien.
Fue un error encargar el ajuste de cuentas al cuerpo jurídico, lo hubiera hecho mejor la infantería, más rápido y clemente, alguna pifia no importa, en la Eneída se lee que los dioses también marran el abrazo, tampoco algún desmán hubiera importado, lo grave no es la confusa violencia del valeroso putero y bebedor que se sabe jugar la vida con elegancia y con desprecio sino la del cobarde administrativo, cobarde escalafonario, que sólo sabe ganarla con cautelosa avaricia, es un tipo repugnante y baboso, lo malo es la fría y mantenida violencia de la mediocridad empapelando el lozano chorro de la vida, esto no es la justicia y sí la careta del carnaval de los mudos, es peor la polilla de la covachuela que la bestia del monte, es más ruin y vengativa, entonces el hombre se desorienta, se desquicia y cae, no se aburre y huye y se mata, no, sino que se asusta y se encoge y languidece, se está haciendo lo más amargo y torpe, se está dando pábulo a la necedad y al reglamento, no tienes más que leer el periódico para enterarte, esto no es justo ni gallardo, la justicia es aún un sueño muy poco maduro y la gallardía se quedó en triste flor ajada por el balduque: a las seis de la mañana del día de ayer, en cumplimiento de las setenta y tres sentencias de muerte dictadas por el consejo de guerra celebrado el jueves, etc.
– Esto fue como una sacudida, Moncha, y yo aún veo borroso, a lo mejor tardo algún tiempo en ver claro.
– No pienses en eso. No abras la botella de whisky, guárdala y la vas bebiendo solo, voy a hacerte una media combinación, y a ti también, Robín, claro.
A Raimundo el de los Casandulfes le gusta la media combinación, vermut rojo y ginebra, a partes iguales, unas gotas de bitter, una hojita de yerbabuena y una guinda.
– Lo que no tengo es hielo.
– No te preocupes, lo enfriaremos con buena voluntad.
Raimundo el de los Casandulfes con la media combinación se olvida de sus negras desesperanzas.
– En La Coruña, en el café América y en el Náutico, era mucha costumbre tomar medias combinaciones, el América estaba en la calle Real, según se entra a la izquierda, había que tener cuidado con don Óscar, yo solía ir con mis primos y a veces con Amparito, ¡qué buena chica era Amparito!, yo debería volver a La Coruña a verla, a lo mejor tiene novio, lo más probable es que tenga novio.
Benicia no sabe ni leer ni escribir ni tampoco lo necesita para nada, yo no estoy demasiado seguro de que esto de leer y escribir pueda servir para algo, Benicia tiene los pezones como maiolas y, con el tiempo por medio, tampoco demasiado, la risa le va volviendo a la cara.
– Benicia.
– Mande, don Raimundiño.
– Vete al comercio y tráeme mixtos y papel de escribir.
– ¿Y sellos?
– Sí, también, tráeme tres o cuatro.
– ¿Los quiere de Isabel la Católica o del Caudillo?
Raimundo el de los Casandulfes sonrió.
– De los que tengan, puñetera, de los que tengan.
Este año no va mucha gente a la romería de Nosa Señora do Corpiño en Santa Baia, más allá de Lalín, éste es un año de muertos ignorantes, de presos atónitos y de nómadas con la brújula del corazón partida, este año van menos endemoniados y más guardiaciviles, se conoce que nos cambian las costumbres, también van menos feriantes y gaiteiros.
– ¿Se puede tocar la gaita?
– Mientras sea de día, sí.
Debajo de un carballo cumplido una roseira golpea con el rosario a un mozo inocente para que vomite el demonio.
– ¡Porco, que quéreste quedar co demo dentro! ¡Bótao fora! ¡Satanás, demo cabrón, sal pra fora do corpo de este homiño!
Raimundo el de los Casandufes se aburre, todo lo ve un poco extraño y artificial y, claro es, se aburre.
– ¿Nos vamos, Moncha? Para mí que en Galicia ha perdido los papeles hasta el meigallo, ¿por qué no habremos nacido cien años antes o después?
Por el camino de vuelta, Raimundo el de los Casandulfes fue casi todo el tiempo mustio y en silencio, van en un viejo Essex que la señorita Ramona compró a un portugués, el Packard negro y solemne y el Isotta-Fraschini blanco y elegante se los requisaron al comenzar la guerra y no volvió a verlos nunca más, a alguien habrán servido.
– ¿En qué piensas?
– En nada, ya ves, iba dándole vueltas en la cabeza a una idea que no me gusta.
Llueve con cortesía, amor y serenidad sobre el campo verde y desierto, sobre el centeno y el maíz, a lo mejor llueve sin galana cortesía, ni rendido amor, ni mansa y benevolente serenidad, a lo mejor llueve a golpes y súbitos arrebatos porque también a la lluvia le han robado su aire, Raimundo el de los Casandulfes, sentado al lado de la señorita Ramona, vuelve a hablar, quizá con desgana.
– España es un cadáver, Moncha, no quiero pensarlo pero me da mucho miedo que sea un cadáver, lo que no sé es el tiempo que tardaremos en enterrarlo, ¡ojalá me equivoque!, ¡ojalá no esté muerta sino desmayada y pueda despertar! España es un hermoso país, Moncha, que salió mal, ya sé que esto no se puede decir, pero, ¡qué quieres!, a los españoles casi ni nos quedan ánimos para vivir, los españoles tenemos que hacer enormes esfuerzos y también tenemos que gastar muchas energías para evitar que nos maten los otros españoles.
La señorita Ramona y Raimundo el de los Casandulfes llegaron a la aldea antes de la puesta del sol.
– Déjame en casa, Moncha, estoy cansado y voy a acostarme sin cenar.
– Como quieras.
La vida sigue al lado de la muerte, se conoce que es la ley de Dios, otros le llaman inercia y otros ni siquiera la ven pasar, ni a la vida ni a la muerte.
– Estás un poco pálida, Nunciña, tienes mala color.
– Sí, llevo tres o cuatro días durmiendo mal, no sé lo que me pasa, a lo mejor es que se me tuerce la regla.
Gaudencio toca el acordeón sin entusiasmo, las voces de los forasteros no pueden llevar el entusiasmo a los corazones, Marta la Portuguesa es mujer respetuosa y complaciente, se sabe bien sabido el oficio.
– Yo hago lo que sé y pongo buena voluntad, a mí me pagan para dar gusto y ni pregunto siquiera.
Gaudencio toca el vals Leyenda de los bosques de Viena, de Strauss, es muy romántico y delicado, muy elegante, al sargento Clemente Palomares, sargento de intendencia, le gusta sacudir candela a las mujeres, le gusta zurrarles la badana, la verdad es que eso nos gusta a todos, el caso es pagar bien o encontrar una que se deje.
– A mí me pagan para dar gusto, mientras pagues vale todo, ¿te enteras?, pero si me haces sangre me cago en la madre que te parió y si me haces llorar te mato, ¡como hay Dios que te mato!
– Te voy a regalar un rubí y una perla, Marta, el rubí es como una gota de sangre y la perla es una lágrima, es como una lágrima.
– Bueno.
Pura la Parrocha huele a ajo, no es por gusto sino por necesidad, Pura la Parrocha tiene alta la tensión de la sangre y desayuna con ajiaceite para ver de bajarla, el ajo es buen remedio contra la peste y también vale para guardarse de los vampiros y echar fuera las lombrices, lo malo del ajo es el olor que deja en el aliento. Don Ángel Alegría, ortopedia, prótesis, colecciona emblemas de Auxilio Social, Miguel de Cervantes Saavedra, príncipe de los ingenios españoles, Infantería española, fusilero del siglo XVIII, Mallorca, la perla luminosa del riente archipiélago, don Ángel sufre de orquitis y el paquete le abulta como una coliflor, las mujeres de la Parrocha le escapan como si tuviera el cólera morbo.
– No, no, deja, que se acueste con su señora y, si no le gusta, que se joda y se aguante, todos tenemos que jodernos y aguantarnos en esta vida, don Ángel tiene las partes podres, yo no quiero que me desgracie para siempre porque yo vivo de tener salud.
A Mamede Pedreira lo condenaron a muerte porque lo cogieron con armas en el monte, ése es un delito muy grave, su madre se puso en una curva por donde iba a pasar Franco y le tiró un papel pidiéndole el indulto, los escoltas creyeron que era una bomba y la mataron, entonces Franco, cuando leyó el papel, lo indultó y le cambiaron el garrote por treinta años de presidio, Mamede Pedreira se escapó durante la conducción y ahora está escondido en casa de Xurxo Lameiro, nadie lo sabe, bueno, su mujer sí lo sabe, su mujer es muy entera y de fiar, Mamede Pedreira vive en el fondo de un pozo seco, tiene colchoneta y manta, la comida le llega dejando resbalar la cuerda de la garrucha por la roldana, cada dos o tres días sube por las noches, sale a estirar las piernas y a lavarse un poco.
– Por mí puedes estar el tiempo que quieras y por Carmen también, esto tampoco ha de durar toda la vida.
– No sé lo que decirte, a lo mejor dura más de lo que creemos todos.
Por estos montes anduvo, hace ya muchos años, el mozo Lázaro Codesal, que tenía la pelambrera como el pimentón y el mirar igual que el agua de las fuentes, a Lázaro Codesal lo mataron los moros del Rif y de él ya no se acuerda nadie.
– ¿Ni tan siquiera alguna de las mozas que preñó?
– Ni tan siquiera.
La gente se lo calla pero nunca nada es lo mismo, y ahora menos, ni tampoco nunca nada discurre por iguales cauces, hay cabritos de casa de la Parrocha que ya no jadean ni gozan, que ya ni respiran ni andan porque están muertos y enterrados, don Teodosio, el marido de doña Gemma, murió del corazón, la puta que más le gustaba al pobre don Teodosio era Visi, siempre tan cariñosa y complaciente, la hiena de don Jesús Manzanedo murió apestado y hediondo, las mujeres de la Parrocha le escapaban y eso que solía darles ocho o diez reales de propina, Bienvenido González, Micifú, también era un mierda, a éste le dieron dos puñaladas en el portal, una en la garganta y otra en el pecho, a Resurrección Penido le llaman Lódola porque parece que va a echar a volar, Lódola se dio un susto tremendo cuando lo vio cadáver, Lódola fue la primera que vio el cadáver de Micifú, nadie en casa de la Parrocha lloró su muerte, ese hombre llevaba el enemigo puesto, se le veía en la cara, Marta la Portuguesa sabe leer el interior de los muertos, Marta la Portuguesa tiene justa fama de estar muy buena y cachonda y en sazón, según los entendidos el culo le cruje como una sandía, vengo observando que no es a la única que le pasa, de alguna más se dice, Gaudencio interpretó un alegre pasodoble torero, Marcial, eres el más grande, Ricardo Vázquez Vilariño, el novio de la tía Jesusa, eso decimos todos pero no es verdad, también iba algo por casa de la Parrocha, tampoco mucho, pura terapéutica para estrangular calentones, a veces no puede uno ni andar, a Ricardo Vázquez Vilariño le venía bien cualquier mujer, era de boca dura y lo único que pedía era que le dejasen, Lucio Mouro, las pocas veces que iba a Orense, se pasaba por casa de la Parrocha, a Lucio Mouro le gustaban las mujeres tetonas, el anís dulce y los tangos.
– Este puñetero Gaudencio toca muy bien el acordeón, ¡ya lo creo!, lo toca mejor que nadie en el mundo.
La Clarita se quedó sin padre, el hijoputa de don Jesús, pero también sin novio, el desgraciado de Ignacio Araujo Cid, que no pudo aguantar el asco y se dejó matar en la guerra, lo probable es que se haya dejado matar, los hijoputas mandan en la vida del prójimo y lo matan con muy venenosa alegría y los desgraciados mueren y se dejan matar con tristeza, con cauta tristeza avergonzada, don Jesús y su frustrado yerno también iban a veces por casa de la Parrocha, la gente necesita desahogo y se lo busca, claro es, quien me parece que no estuvo nunca en casa de la Parrocha fue el artillero Camilo, no sé por qué digo esto porque tampoco está muerto, él es de muy lejos de aquí y no viene casi nunca por Orense.
– ¿Va más por Pontevedra?
– Sí y por Santiago, sobre todo por Santiago, los de Padrón son medio santiagueses.
Los otros que quedan dichos están ya muertos y enterrados, que Dios les haya dado su perdón. Y más que no se dicen porque las cosas quieren su fin, tampoco todos los muertos habían sido clientes de la Parrocha, hay algunos que no, en Orense hay otras casas de putas, el P. Santisteban, S. J., en sus iracundos sermones, les llama lupanares, ramerías y casas de lenocinio.
– Tienen lo menos cien nombres más, pero ese fantasma no los sabe.
La mayor parte de la gente lleva dentro un traidor, eso tampoco importa demasiado porque es una característica del hombre, una característica conocida, basta con saberlo, cuando a don Casto Borrego Sánchez-Puente le bajó el ácido úrico, le bajó también la agresividad, antes no había Dios que lo aguantara, las mujeres de casa de la Parrocha le tenían verdadero pánico y la misma Parrocha, con ser tan echada para adelante, tampoco se atrevía con él, era mejor que se fuese sin pagar, a don Casto lo atropelló una noche un automóvil, no lo mató pero le partió las dos piernas y además el conductor no le prestó auxilio, don Casto dice que era italiano, que todos los que iban en el coche eran italianos, ¡vaya usted a saber!, lo recogió el sereno y pudo llevarlo medio a rastras hasta la casa de socorro; se conoce que de la impresión, don Casto se escagarruzó por los pantalones.
– Oiga, doña Pura, ¿se acuerda usted de aquel tenientito de bigote que se llamaba Fermín Pendón Paz y era malagueño? Sí, mujer, aquel que en vez de ocuparse se la cascaba en el salón para ahorrarse los cuartos.
– ¡Ah, sí, ya recuerdo! ¿Qué le pasó?
– Pues nada, que lo mataron anoche de un botellazo, le dieron con una botella de gaseosa de las grandes y lo dejaron sequito, lo que se dice sequito.
– ¡Pobre! ¿Y dónde fue?
– En medio de la calle, saliendo de casa de la Caballa Tuerta, se armó un gran revuelo y está interviniendo la justicia militar.
– ¡Vaya por Dios!
Raimundo el de los Casandulfes le dijo a Robín Lebozán Castro de Cela,
– Te toca a ti convocar a los parientes en nombre del tío Camilo, yo creo que hay que llamar a los Moranes, claro, pero también a los Guxindes, es igual que seamos muchos porque el asunto es importante, todos debemos hablar y, hasta que nos reunamos, todos debemos callar, Moncha nos dejará su casa, es la que tiene mejores condiciones.
Don Brégimo, el padre de la señorita Ramona, había sido amigo de los famosos aviadores acrobáticos Vedrines, Garnier, Leforestier y Lacombe, que hacían piruetas en el vacío y que por la noche perfilaban sus aeroplanos con bombillas de colores, las sillas valían 25 o 50 céntimos, según el sitio, y las damas iban elegantísimas con sus grandes pamelas y sus tules, esto fue hace ya años, la señorita Ramona aún no había nacido.
Todos los Moranes tenemos cara de caballo y los dientes separados, a veces bastante, esto ya lo contó una vez el artillero Camilo, también dicen que olemos a pucho y que nos gusta andar a palos por las romerías y las bodas pero no es verdad, a los Guxindes se les nota menos porque están más mezclados, puede que sea así, no digo que no, la raza no pierde con los cruces, gana, pero también confunde las señas, a la casta le pasa igual, recuerda lo que se dice, uno que gasta y otro que arrastra se acaba la casta, tú ya me entiendes. No todos los Moranes venimos del mariscal Pardo de Cela, aunque sí la mayor parte de nosotros; mariscal, entonces, no quería decir capitán de tropa sino caballerizo. Tío Evelio es un Morán de buena planta, a tío Evelio le llaman Xabarín porque es corpulento y silvestre, Xabarín baja poco del monte y a los forasteros ni los saluda, durante la guerra Xabarín tuvo sus dificultades pero pudo capearlas bien y con suerte.
– Éste es un pleito entre muertos de hambre, los hombres serios no se matan ni por caprichos ni por milagros, éstos parecen franceses, y lo que hacen es igual que amaestrar cabras, a nadie que no sea gitano se le ocurre amaestrar cabras.
A Xabarín le gusta comer, beber, fumar, joder y pasear, Xabarín es un caballero de usos tradicionales y honorables, en esto es como tu tío don Claudio Montenegro.
– ¿Que usted quiere defender una manía a tiros? ¡Muy bien, defiéndala!, pero los tiros tírelos usted, no mande a otro a tirarlos por usted, salga al monte con la escopeta y un par de huevos y ya veremos, cuando hay que dar la cara la gente se acojona, a la gente pronto se le encoge el ombligo y entonces empieza a dar disculpas y a preguntar qué hora es.
Xabarín tiene setenta años largos y gasta lentes.
– Esto es cosa de la edad, cuando era joven veía mejor y más lejos que nadie pero aquello tampoco iba a durar toda la vida, bien lo sé; lo malo no es llevar lentes cuando se llega a viejo sino cuando se es todavía joven, los jóvenes con lentes o son seminaristas o son maricas.
– ¡Pero, hombre, tío Evelio! ¿Todos?
– Bueno, casi todos, también puede haber excepciones, no lo niego.
A Xabarín se le murió la mujer hace ya muchos años, más de medio siglo, la mujer de Xabarín fue muy guapa y espiritual y andaba siempre con collar de perlas y muy bien vestida, Xabarín no volvió a casarse aunque no le faltaron proporciones y anduvo de picaflor toda la existencia, a ésta quiero, a ésta no quiero, a ésta le hago un hijo y le pago la carrera de cura, a esta otra le hago una hija y le pongo una fonda, y así sucesivamente, Xabarín encargó para el sepulcro de su difunta una lápida de mármol blanco en la que mandó grabar el siguiente epitafio: Porque te llamabas María, nombre de la madre de Dios, siempre me arrepentiré de no haberte hecho fotografiar.
– Eso no cae en verso.
– Bueno, pero Xabarín nunca lo supo.
Xabarín tiene clasificados sus aborrecimientos y desprecios que, de mayor a menor, son los que se dicen: curas, militares, italianos, consumeros, enterradores, bajos de estatura y tatexos.
– ¿Y portugueses?
– No; ésos, no.
Sabiniano Sagramón Roidiz además de ser tatexo escupía monaguillos al hablar, Sabiniano era un asqueroso que transitó por este valle de lágrimas espurriando a todo el mundo, los dejaba perdidos a salivazos, su mujer, la Justinita Cereixal Roibós se pasó la vida poniéndole los cuernos hasta que un buen día, harta ya de lerias y disimulos, tiró por el camino de en medio, lo encerró en el manicomio y se arrimó a un castellonense llamado Felipe Albiol Forner, castellonense de Alcalá de Chivert, que tenía un obrador de almendras garapiñadas.
– ¿Y también de avellanas y piñones y demás cascaruja?
– Sí, también, el Albiol no se paraba en barras y garapiñaba todo lo que le echasen.
La Justinita no engañó jamás a su amante aunque llegaron a ofrecerle el oro y el moro, al Albiol no le puso nunca los cuernos, se conoce que se le fueron todos los ímpetus con el Sabiniano.
– ¡Lo veo tan relimpio!
La Justinita era sobrina de la finada esposa de Xabarín y por tanto algo pariente suya, la Justinita vestía al estilo de la ciudad y gastaba zapatos rojos de tacón alto atados al tobillo.
– Nada importa, lo que hay que estar es pegado a la tierra, es igual ser chino que de Ciudad Real pero hay que ser algo, eso de llevar zapatos de puta es lo de menos, hay que estar arraigado en algún sitio, lo demás no importa.
Xabarín mandó llamar a Raimundo el de los Casandulfes.
– Parece que los ánimos se van calmando, ¿qué pensáis hacer con ese miserable?, ya sabes tú quién digo.
– Ya se lo puede usted imaginar, tío Evelio, pero habrá que oír a todos, ya le dije a Robín que vaya convocándonos a todos.
– Bueno, tampoco hay prisa porque esto no vence, ¡tiempo habrá!
Marujita Bodelón Álvarez, o sea la ponferradina que anduvo con Celso Varela, tiene guardada la esquela mortuoria de don Jesús: El Ilustrísimo Señor don Jesús Manzanedo Muñiz, Adorador nocturno veterano, Esclavo de mérito de Nuestro Padre Jesús, Abogado y procurador de los tribunales, falleció confortado con los auxilios espirituales y la bendición de Su Santidad. R.I.P.
Vale por un kilo de pan que podrá recogerse en un plazo de siete días en el horno de San Cosme, limosna que se reparte en sufragio del alma del finado.
– Hay esquelas que da gusto, ¿verdad, usted?
– Sí, hija, hay esquelas que da gusto.
– En fin, descanse en paz.
– Sí, la mejor prueba de la existencia de Dios sería que don Jesús Manzanedo llegara a descansar en paz.
Marujita Bodelón sentó cabeza y casó con un moro de la escolta de Franco que se llamaba Driss ben Gauz-zafat.
– Es muy bueno conmigo y en la cama se comporta como si fuera cristiano, lo que tiene mi Driss es un magué que parece el del burro de San Facundo que, cuando descapulla, se caga el mundo.
– ¡Marujita!
– Dispense, me salió sin querer.
Aquí va a costar trabajo que vuelvan las cosas a su ser natural, la gente le ha cogido el gusto a no hacer nada y a andar de un lado para otro, así no se puede levantar un país y dentro de poco estaremos todos pasando hambre, y eso si no se nos meten por la frontera los ingleses o los alemanes.
Abd Alá el-Azziz ben Meruán, el Portugués, también era moro aunque ya muerto hace varios siglos, por aquí siempre hubo moros, unos guardaban oro y piedras preciosas y otros iban repartiendo piojos y rascándose las llagas de la lepra, ahora hay muchos españoles que descienden de mahometanos leprosos, se les conoce en el oficio. A don Clemente Bariz, el marido que se le suicidó a doña Rita, le llamaban Abundancia porque era abundante de arrobas, de cuartos, de cuernos, de mala voluntad, de todo, lo que se dice de todo, doña Rita quiso que don Rosendo Vilar, el clérigo con el que se entendía y con el que acabó santificando sus amores, le diera la santa extremaunción in artículo mortis a don Clemente.
– No puedo, mujer, cuando el peligro de muerte no proviene de enfermedad no se le puede administrar el sacramento, está prohibido.
– ¿Pero de qué peligro hablas si está muerto del todo?
– ¡Anda, pues es verdad!
Entonces doña Rita dispuso la mesa y el paño blanco y limpio, una bandeja con copitos de algodón en rama, tuvo que sacarlos de una compresa higiénica porque se le había acabado, otra con migas de pan y unos trozos de limón, el agua bendita, etc., y don Rosendo dijo sus oraciones.
– Benedicat te omnipotens Deus…
– Amén.
Georgina y Adela son primas de Moncho Requeixo Casbolado, Georgina mató a su primer marido, el Adolfito Penouta Augalevada, Choqueiro, que a lo mejor se ahorcó, hay opiniones, dándole una infusión de flor de San Diego, y amansó al otro, el Carmelo Méndez, al que mataron en el cerco de Oviedo, purgándolo todas las semanas con olivillas, Adela masca yerbas mágicas y va por la vida medio sonámbula, Moncho está muy agradecido a su tía Micaela, la madre de las primas, porque se la meneaba cuando era pequeño, hay cosas que no se olvidan jamás.
– Ahora las familias están más dispersas, cada uno va por su lado.
Fue lástima que mataran a Tabeirón antes de que pudiera robar las campanas de Antioquía, no va a ser fácil encontrar a otro que bucee tan bien como Tabeirón.
– ¿Te acuerdas de aquella noche que os fuisteis a quitar el frío a casa de la Parrocha?
– ¡Claro! ¿No me he de acordar? Hay cosas que no se olvidan nunca.
El pobre Aguirre murió de un vómito de sangre y lo desvalijó Isidro Gómez Méndez, digo, Isidro Suárez Méndez, desvalijaba a todos los muertos sin dejar ni uno, a éste lo mataron en el frente de Burriana mientras se estaba bañando, yo no sé por qué me acuerdo a veces de las escenas del hospital y de la guerra, bueno, la verdad es que me acuerdo de todo.
– ¿Y eso es bueno?
– No estoy muy seguro.
La señorita Ramona también va a visitar a Xabarín que es como un patriarca que no siempre se deja ver, Xabarín lleva una sirena tatuada encima de la paletilla, no la enseña más que el día de su santo que es el 11 de mayo, santos Antimo, Evelio, Máximo, Basso, Fabio, Sisinio, Dioclecio, Florencio, Anastasio, Gangulfo, Mamerto, Mayolo, Iluminado y Francisco de Jerónimo, el 11 de mayo es el cumpleaños del artillero Camilo, Xabarín tiene el porte distinguido y la pelambrera crespa.
– Mira, Monchiña, la vida es dura para todos, la vida rechaza la muerte como la muerte estrangula la vida, al final siempre gana la muerte porque tiene menos prisa que la vida, también menos vergüenza.
– Sí, tío.
– ¡Y tanto que sí! Mira, Monchiña, la guerra terminó y muchos desgraciados quedaron por el monte y por las cunetas con las tripas o los sesos fuera, pero nosotros, los hombres de la familia, seguimos casi todos en nuestro sitio y sin tener que aprender otra lengua y otras costumbres, eso de que le obliguen a uno a cambiar es malo y doloroso para el alma.
– Sí, tío.
– ¡Y tanto que sí! Mira, Monchiña, los italianos, los griegos y los turcos me hacen poca gracia, yo prefiero los ingleses, los holandeses y los noruegos, son menos divertidos pero más de fiar y no gritan tanto.
– Sí, tío.
– ¡Y tanto que sí! ¿Quieres una copita?
– Sí, tío.
– ¿No sabes decir más que sí, tío?
Xabarín escanció dos copitas de aguardiente de caña.
– Es de mucha confianza, esta peloura jamás hizo daño a nadie, la toman los marineros para pelear con la mar, también es buena para las mujeres. ¿Tú conoces a don Ángel Alegría, el de la ortopedia?
– No, ¿por qué?
– Por nada, sólo por curiosidad.
Las siete Alontras van capeando el temporal, mejor o peor, los sucesos suelen sacudir con más saña a los hombres que a las mujeres, no es una regla fija pero se le acerca bastante, lo peor que le puede acontecer a un hombre es no saber en qué ha de parar de muerto, no digo lo del alma y la salvación eterna o el fuego eterno, sino lo de la carne y su manera de desaparecer, los moros no se dejan amputar ni un dedo porque tienen que entrar enteros en el paraíso, no es igual un cadáver enterrado y comido por los gusanos, que sumergido en la mar y engullido por las sardinas, que despedazado y devorado por los perros, que incinerado y aventado y sirviendo de pasto a los gorriones, alguien acaba siempre comiéndose los cadáveres de los hombres, estos sobresaltos no acometen a las mujeres, las siete Alontras siguen vivas y sin mayores preocupaciones, también están guapas y saludables.
– Y Doloriñas, ¿sanó de su apendicitis?
– ¡Dónde va ya! Ahora está como una rosa, da gusto verla.
Robín Lebozán y Raimundo el de los Casandulfes se dilatan en muy amenas y prolijas filosofías, la señorita Ramona los tiene a merendar, el que más habla es Robín porque Raimundo está un poco cansado, lleva ya varios días un poco cansado.
– Se puede vivir y se puede fingir, Raimundo, yo, como no soy muy fuerte, como soy débil, voy por la vida fingiendo, la verdad es que viví poco al lado de lo que viviste tú, por ejemplo, me hubiera gustado vivir más pero tengo que conformarme, ¡paciencia! Yo pienso que ni vive ni existe lo que está lejos de nosotros, tú sabes lo que quiero decir, el eje del mundo es nuestro propio corazón y la casa de Moncha, lo que está lejos de nosotros a lo mejor ni existe siquiera, un indio peruano soplando en una flauta de caña, un esquimal desollando focas, un chino fumando opio, ¿tú te imaginas?, un negro tocando el saxofón, un moro encantando serpientes, un napolitano comiendo espaguetis, el mundo es muy estrecho y la vida muy corta, Moncho Preguizas dio la vuelta al globo terráqueo, es verdad, Moncho Preguizas tuvo amores en Guayaquil, pero los demás no salisteis de estos montes más que para hacer la guerra, yo ni eso, bueno, todos no pero sí la mayoría, tampoco nadie puede asegurar que esto de ver mucho mundo sea bueno, lo que es bueno es que una jovencita toque el laúd sentada en un escabel frente a la chimenea encendida, son las costumbres de antes las que se ahogaron en el desbarajuste, las que se perdieron en el desbarajuste, ahora todo tendrá peor compostura, un tiempo muere y otro nace, Raimundo, el centeno nace y muere todos los años pero el carballo dura más que el hombre, no es necesario anegarse en mierda, Raimundo, tú ya me entiendes, antes es mejor pegarse un tiro en la sien.
Raimundo el de los Casandulfes tiene la cara triste.
– Tú hablas de desbarajuste, Robín, es verdad, hay cosas que no podrán recomponerse jamás, nosotros no las veremos derechas por mucho que vivamos, las costumbres barridas por el desbarajuste…, no sé, ¿me ves muy desarraigado?, quizá haya cometido el error de no morirme joven, bueno, aún más joven de lo que soy…, os ruego que me perdonéis los dos, ¿me das un coñac, Moncha?
– Sí, Raimundo, ¿quieres que toque el piano?
Llueve sobre las aguas del Arnego, que pasa moviendo muelas y escorrentando papudos y aireados por el sapo do demo y la salamandra venenosa, también zurrando moribundos, mientras Catuxa Bainte, la parva de Martiñá, silba en porreta por el outeiro Esbarrado, con las tetas pingando, el pelo como la rama de un sauce llorón y un gurriato en la mano cerrada.
– Vas a coger una pulmonía, Catuxa, y más un paralís al vientre.
– No, señor, que el frío me resbala.
Parece que fue ayer pero por aquí pasó ya el vendaval que sembró el dolor en la memoria.
– ¿Y qué hacemos con los muertos?
– Las tres cosas de siempre, mujer, las tres cosas que se hicieron siempre: enterrarlos con la cara lavada, rezarles un padrenuestro y vengarlos, la muerte no se puede repartir de balde.
– ¡También es verdad!
Llueve sobre las aguas del Bermún, el arroyo que gime como un chiquillo que no se acaba de ahogar, llueve sobre las aguas de los cinco ríos, el Viñao que se escurre desde la llanada de Valdo Varneiro, el Asneiros que brota en la peña dos Cregos, el Oseira que refresca la calentura de los cueros de los frailes, el Comezo que escapa para el norte por el camino de la Raposa Rangada y el Bural en el que lavan sus pañuelos las mozas de Agrosantiño, llueve sobre los carballos y los castaños, las cerdeiras y los salgueiros, los hombres y las mujeres, los tojos y los helechos y la edra solemne, los vivos y los muertos, llueve sobre el país.
– Esto es lo único que nadie ha podido mover.
– Gracias a Dios.
En el entierro de mi tío don Claudio Montenegro nos encontramos todos y hubo sus momentos de tirantez cuando apareció el gobernador civil, por fortuna los ánimos se calmaron enseguida, mi tío don Claudio Montenegro no se dejó marear jamás por nadie, al desgraciado de Wenceslao Caldraga lo atrapó con un cepo lobero y lo tuvo tres días aullando y sin darle ni de comer ni de beber, ni siquiera pan y agua, cuando lo soltó estaba manso como un conejo de corral.
– ¿Y salió corriendo?
– Sí, señor, cojeando pero corriendo.
El muerto que mató a Afouto y más a Cidrán Segade aún no está muerto pero ya no le anda lejos de estarlo, entre Santa Marta y San Luis de hace tres años hizo lo menos doce o quince muertes, puede que más, y ahora le huele la badana a muerto, la gente se aparta cuando lo ve venir.
– ¿No notas que cheira a condenado?
Una mañana el ciego Gaudencio, al volver de misa, sufrió un desmayo en medio de la calle, fue como si le diera el vapor.
– Es el acordeonista de casa de la Parrocha, puede que tenga hambre.
Al ciego Gaudencio le dieron un café en el retén de los municipales y pronto volvió en sí.
– ¿Se hizo usted daño?
– No, señor, vi que me desvanecía y me senté.
Cuando volvió a casa de la Parrocha no se enteró nadie porque las mujeres estaban todas dormidas, le acompañó un guardia que tosía mucho.
– Ya llegó.
– Que Dios se lo pague.
El ciego Gaudencio, cuando se metió en la cama, se tapó cabeza y todo para sudar.
– Esto me hará bien, se conoce que me pilló el aire en una mala postura, en un mal momento.
Por la noche, Gaudencio le dio al acordeón como si tal.
– Gaudencio.
– Mande, don Samuel.
– Toca aquella mazurca tan bonita, tú sabes la que digo.
– Sí, señor, lo sé, pero tiene que dispensarme porque hoy no corresponde, la verdad es que no corresponde casi nunca.
Basilisa la Parva es pupila de la Tonaleira en La Coruña, dicen que Basilisa la Parva es la puta más puta de todo el mundo pero no es verdad, eso no lo puede saber nadie, Basilisa la Parva le estuvo mandando chocolate y tabaco al difunto cabo Antemil hasta que se hartó, Basilisa la Parva no supo nunca que el cabo Antemil había muerto, ella creía que era inconstante, como todos los hombres menos Javierito Pértega que es maricón y está para hacer recados que no sean difíciles, también vale para que le arreen patadas en el culo.
– ¿No te da vergüenza llevar las partes colgando?
Don Lesmes Cabezón Ortigueira, practicante de medicina y cirugía menor y uno de los jefes de los Caballeros de La Coruña, se cayó al mar en la dársena de pescadores, mismo donde una vez apareció una ballena, y se ahogó, puede que lo empujaran, a Doloriñas Alontra le dio la risa cuando se lo dijeron.
– Era un baboso que maltrataba a las mujeres, está mejor de ahogado.
El fantasma de Benitoña Cardoeiros, la vieja que ya no servía para nada a la que mató a mordiscos el sacaúntos Manueliño Blanco Romasanta, aún flota por el aire de la carballeira de Prado Alvar que está llena de reiseñores.
– También hay chamarices y xilgaros.
– Sí, señora, y verderolos y melros y loias de color de tierra, en la carballeira de Prado Alvar le hay de todo.
El día de difuntos conviene pasarlo en paz, antes era costumbre ir a tocar la gaita y a comer rosquillas al camposanto, pesan mucho los muertos y nadie debe distraerse.
– ¿Podrán contarse alguna vez todos los muertos?
– Nunca jamás, hay quien dice que los muertos crían más muertos, puede ser pero a mí no me lo parece.
El día de difuntos del año 1939 ya había empezado la segunda guerra mundial, el día de San Carlos va poco después del día de difuntos, el día de San Carlos del año 1939 y convocados por Robín Lebozán se juntan veintidós hombres, todos parientes de la sangre, en casa de la señorita Ramona: Raimundo el de los Casandulfes, nadie le llama nunca por el apellido porque encierra mucho dolor, ésta es una historia cuyo cuento sería muy largo y doloroso, Raimundo el de los Casandulfes lleva algún tiempo sin querer hablar demasiado, está medio triste; los cuatro Gamuzos útiles, o sea, Tanis Perello que puede tumbar a un buey con una mano, su mujer se le cayó por las escaleras y se partió una pierna, lo más seguro es que llevara demasiado anís en el cuerpo, Roquiño Crego de Comesaña con su famoso carallo descomunal, ahora lo tiene un poco escocido aunque de buen ver como siempre, Matías Chufreteiro, que lleva meses sin bailar, y Julián Paxarolo, relojes de bolsillo y pulsera, despertadores y de cuco, de sobremesa y pared, Celestino Carocha y Ceferino Furelo no están porque son curas, y Benitiño Lacrau y Salustio Mixiriqueiro libran por defectuosos; los tres Marvises de Briñidelo, Segundo, Evaristo y Camilo, que son bravos de natural y cabalgan los más duros potros a pelo y sin agarrarse, el padre, o sea Roque, no está porque ya va viejo, se quedó en Esperelo con su portuguesa; don Camilo y el artillero Camilo, don Camilo tiene dolor de oídos, bastante dolor de oídos, pero como es de sentido común no dice nada; don Baltasar y don Eduardo, hermanos de don Camilo, uno es abogado y el otro ingeniero; Lucio Segade y sus tres hijos mayores, Lucio, Perfecto y Camilo, costó trabajo sujetarlos porque querían hacer justicia por ellos y sin oír a nadie; tío Cleto, éste no da la mano por aprensión a los microbios; Marcos Albite, que llegó dando tumbos por las corredoiras con la carretilla empujada por la parva de Martiñá, Marcos Albite, en silencio y debajo de su paraguas parecía un ánima en pena puesta a remojo por Dios Nuestro Señor; Gaudencio Beira no tuvo que estar presente por ciego; Policarpo el de la Bagañeira, que lleva un ratón obediente en el bolsillo, no lo saca por respeto; Moncho Preguizas, el descubridor del ombiel, el árbol con hojas de carne de caracol; el venerable tío Evelio con sus temples, y Robín Lebozán, claro, algunos vinieron desde mucha distancia, todos van cubiertos con sombrero o gorra de visera o boina, y unos se tratan de tú y otros de usted, don Camilo va de bombín y abrigo de cuello de piel de lobo, los atienden la señorita Ramona, Ádega, su hija Benicia, la parva de Martiñá y las dos primas de Moncho, Georgina y Adela, con los criados de la señorita Ramona ya no se puede contar porque van muy viejos, los hombres cenan caldo y lacón o empanada de raxo, a elegir, y toman queso de teta, dulce de membrillo y melocotones en almíbar de postre, cuando dan las doce don Camilo hace una seña y todos se sientan en silencio y encienden un puro, don Camilo trajo puros para todos, mientras las mujeres sirven el café y el aguardiente, después se van a la cocina, ninguna queda escuchando detrás de la puerta porque son los hombres los que disponen las vidas de los hombres y las mujeres lo saben y respetan los usos, hay pleitos de los que las mujeres no pueden hablar más que en la cama, con un solo hombre y tampoco siempre.
– Poneos de pie. Noso Pai que estás no ceo…
– 0 noso pan de cada día…
Cuando vuelven a sentarse, bueno, todos no porque faltan sillas, casi todos, don Camilo mira para Robín Lebozán.
– Nos va a informar nuestro pariente Robín Lebozán Castro de Cela, que no dirá mentira ni ocultará verdad.
Robín cuenta con buena voz y mucho detalle lo que ya sabíamos todos y al terminar pregunta,
– ¿Queréis que os diga el nombre del que mató a Baldomero y a Cidrán?
– Sí.
Robín mira para el suelo.
– Que Dios me perdone. Fue el que llaman Fabián Minguela Abragán, le dicen Moucho Carroupo y tiene una chapeta de piel de puerco en la frente, todos sabéis quién es y ninguno de nosotros, desde este momento, deberá pronunciar jamás su nombre.
El silencio es roto por tío Evelio Xabarín.
– Tú dirás, Camilo.
Don Camilo, sin hablar ni palabra y con la cara muy seria, también mira para el suelo. La decisión, aunque esperada, estremece un poco el espinazo de cada cual.
– ¿Y a quién mandas?
Don Camilo, siempre en silencio, mira para Tanis Perello y éste se levanta, se destoca y se santigua.
– Que Nuestro Señor el Apóstol Santiago y nuestro pariente el santo Fernández me ayuden. Amén. Cuando oigáis una bomba de palenque es que ya está.
La reunión se disuelve poco a poco y en orden, los tres Marvises de Briñidelo salen enseguida y a caballo porque tienen que ir hasta muy lejos, don Baltasar y don Eduardo se llegan a dormir a Lalín, a casa de su medio pariente el cura Freixido, van en automóvil, hace muy mala noche, es mejor porque marea menos la guardia civil pidiendo el salvoconducto, don Camilo se va con tío Evelio Xabarín, el artillero Camilo duerme en casa de Raimundo el de los Casandulfes y los tres Gamuzos forasteros pasan la noche con su hermano Tanis, se arreglan bien y ninguno habla más de lo debido, los únicos que quedan en casa de la señorita Ramona son Moncho Preguizas, al que falta una pierna, y Marcos Albite, al que faltan las dos, la noche está muy dura para andar los cojos por el monte; Catuxa Bainte duerme acurrucadita en el portal, y sobre la casa de la señorita Ramona se posa de repente una paz hondísima y silenciosa. Don Camilo, antes de marchar, dejó una orden para el crego Ceferino Gamuzo, el pescador Furelo, San Pedro también había sido pescador.
– Que diga una misa por el alma de quien yo me sé. Y que no pregunte lo que tiene la obligación de adivinar, que calle como un muerto.
– Sí, don Camilo.
Sobre la casa de la señorita Ramona y también sobre los hombres y las mujeres baja una niebla que va borrando, una a una, todas las palabras que se dijeron y que aún flotaban en el aire, la memoria no resiste la prueba de la niebla, es mejor así.
– ¿Hablamos mañana?
– Bueno, mejor pasado, mañana tengo que ir a Carballiño.
– Dicen que San Ramón Nonato es el patrono de gariteros y barateros, tahúres, dancaires y otras suertes golfas.
– ¿Y eso por qué será?
– ¡Vaya usted a saber!
No se puede acusar a Cabuxa Tola de haberse acostado con quien fuera, usted sabe quién le mamó las tetas a Cabuxa Tola pero no pronuncie su nombre, cada uno hace lo que le dejan y eso a nadie le tiene que preocupar, eso de si se acostó con éste o con el otro no importa más que a ella misma, todas las mujeres tienen derecho a revolcarse con quien quieran y les dé la gana. ¿Que ése es un hijo de puta? Bueno, puede ser, hijos de puta hay muchos, pero eso es lo mismo.
– ¿Tú crees que Cabuxa Tola se atrevería a hacer las cochinadas con un jabalí?
– ¿Y a ti qué más te da?
– Llueve sin parar desde el día de San Ramón Nonato, que tiene una timba en Carballiño, en la carretera de Ribadavia, el día menos pensado los va a coger la guardia civil y van a acabar todos en la cárcel.
– Usted dispense, el de la timba de la carretera de Ribadavia no es San Ramón Nonato, sino San Macario, no hay que confundir.
– Bueno, es igual, todo queda entre santos.
Llueve seguido y sin ninguna prisa sobre la yerba y las tejas y los cristales, llueve pero no hace frío, quiero decir mucho frío, si supiera tocar el violín me pasaría las tardes tocando el violín, si supiera tocar la armónica me pasaría las mañanas y las tardes tocando la armónica, si supiera tocar el acordeón me pasaría las mañanas y las tardes y las noches, vamos, me pasaría la vida entera tocando el acordeón, Gaudencio toca el acordeón mejor que nadie, como no sé tocar ni el violín ni la armónica ni el acordeón, como no sé tocar nada, podía haberme muerto de niño sin que me tuvieran que llorar demasiado, me paso las tardes haciendo las porquerías con quien puedo, por las mañanas y por las noches estoy más distraído, a veces no puedo hacer las porquerías con nadie pero es igual, para eso tengo dos manos, los hombres tienen que conformarse con lo que el destino disponga porque está ya todo escrito incluso antes de que lleguemos al mundo. Don Samuel Iglesias Moure es dueño de una cerería en la calle del Padre Feijoo, don Samuel parece de cera y su señora lo mismo, la gente le llama Celestial, algunas tardes don Samuel va por casa de la Parrocha a solazarse y a escuchar un poco el acordeón, lo que no tiene suerte es con las piezas, a él le gusta mucho una mazurca que Gaudencio toca muy poco.
– ¿Por qué no la interpreta de vez en cuando?
– ¿Y a usted qué más le da?
Celestial suele acostarse con Marta la Portuguesa, le gusta contarle trolas.
– Como es tetona produce mucho descanso y satisfacción, las portuguesas son muy consideradas.
– Sí, señor, todo el mundo lo dice. Y muy respetuosas.
– Eso es bien cierto.
Don Servando pasa antes que don Samuel, don Servando no tiene que aguardar turno porque es diputado provincial, don Samuel, a Marta la Portuguesa, le lleva de regalo una vela rizada.
– ¿Quieres que la prendamos?
– No, prefiero llevársela nueva al Santo Cristo de la Sangre, aguarda a que me desnude y me lave un poco la conacha, ya tendrás tiempo.
Don Servando siempre trató a patadas a Eutelo o Cirolas, en cambio con don Samuel solía estar muy amable.
– No es difícil distinguir, don Samuel es un caballero, un poco pálido pero un caballero, y su esposa, doña Dorita, es una verdadera dama, doña Dorita es provisora del ropero de los pobres, son muy buena gente, de muy honestas y arraigadas costumbres y de toda confianza.
Don Isaac es hermano de don Samuel, don Isaac es fideero, sus macarrones marca El Vesubio son famosos en toda Galicia, don Isaac salió maricón, eso es cosa de nacimiento y le puede pasar a cualquiera, a usted o a mí sin ir más lejos, pero lo lleva con dignidad, jamás le sorprendieron propasándose con nadie, a don Isaac Iglesias Moure le llaman Filtiré, don Isaac toca el armónium en Santa María la Madre y en otros lados si lo llaman para alguna boda, en su casa don Isaac tañe la lira, instrumento al que arranca muy bellos y melodiosos arpegios, la casa de don Isaac Filtiré está presidida por un busto del Papa Pío X en escayola de colores, carmesí, oro, azul, color carne, etc., el Papa queda mismo encima de la lira y sobre una rinconera con la bandera española.
– Mi hermano es un verdadero artista, un artista de cuerpo entero y muy bien dotado para la música, para mí que acabó maricón a fuerza de darle al sentimiento.
– Puede, no le digo que no, a veces pasa.
Lo más seguro es que al molinero Lucio Mouro lo matara el mismo que a los otros dos.
– ¿Quién?
– ¡Calla, coño! ¿Es que no lo sabes?
– Dispense, estaba distraído.
A Lucio Mouro le dieron un tiro en la espalda y otro en la cabeza, llevaba una flor en la gorra de visera cuando lo mataron, la flor que dicen botón de oro.
– ¿Te acuerdas, Catuxa, de lo bueno que era?
– ¿Y no me he de acordar?
Rosicler tenía diez años, a lo mejor no los había cumplido aún, cuando se la meneó por vez primera al mono Jeremías.
– ¿Y eso a qué viene ahora?
– No sé, las cosas conviene saberlas.
– Sí, eso también es cierto.
– Y además se revuelven en la cabeza sin avisar.
Rosicler, cuando descubrió que los monos tenían el pipí como los hombres sólo que en pequeño, se puso muy contenta.
– Se lo he de decir a Moncha, lo más seguro es que ya lo sepa.
Al cerero Celestial, o sea don Samuel Iglesias Moure, un día que se acercó a la aldea a hacer un encargo, lo sorprendieron revolcándose con la parva de Martiñá en el faiado de casa de Marcos Albite.
– ¿Y tú cómo te dejaste, Catuxa, desgraciada?
– Pues ya ve, vine a lavarle al señor Marcos la lata de los meos y don Samuel me dio una peseta y se sacó el carallo.
– ¿Así, sin más ni más?
– Sí, señor, así, sin más ni más. Yo le dije, toma, toma, que todo se lo ha de comer la maldición, oh apóstol glorioso, San Judas Tadeo, que de Babilonia fuiste el rey primero, haz que los dolores de mi corazón se vuelvan en gozo con esta oración, y entonces él me tumbó en la paja.
Tanis Perello le dice a Raimundo el de los Casandulfes.
– La orden de don Camilo será cumplida, ¡como hay Dios que será cumplida! Yo ya lo tengo todo pensado, ahora lo que necesito es sentirlo bien sentido hasta que empiece a remorderme la conciencia, después ya todo será coser y cantar, no es difícil porque anda muy confiado, a lo mejor se cree que ya todo terminó y que esto va a ser así para siempre, es mejor que se lo crea y vaya tranquilo.
Tanis Perello pasa por la piedra sus dos cuchillos de monte, uno tiene las cachas de asta cervuna y el otro de plata perulera y los dos llevan sus iniciales, los cuchillos de Tanis Gamuzo cumplieron ya algunos años pero aguantan porque son de buena clase y están siempre secos y bien cuidados.
– Lo que tienen es poca carne porque no salgo mucho, si al cuchillo no se le da carne acaba ablandando.
Policarpo el de la Bagañeira ya le perdió el gusto a ver pasar el ómnibus de Santiago que va dando tumbos por el camino y tose como un asmático portugués, aunque le faltan tres dedos de la mano derecha, Policarpo el de la Bagañeira lía muy bien pitillos, ahora el tabaco de cuarterón viene lleno de palos, lo que conviene es ciscarlo sobre un periódico y quitarle los palos, si se queman en un cenicero dan buen olor al aire, lo aroman con su perfume, en el ómnibus de Santiago van siempre dos o tres curas comiendo higos secos y orejones, los alimentos dulces son propios de curas, los cómicos también son aficionados a dulces, Policarpo el de la Bagañeira dice que es capaz de amaestrar ranas pero yo no lo creo del todo, las ranas son muy difíciles de amaestrar porque son entre pícaras y bobas, que es lo peor, las mujeres se pueden amaestrar dándoles a beber vinagre, la dificultad es que no suelen dejarse, ahora son muy descaradas y medio rebeldes, Policarpo el de la Bagañeira ríe por lo bajo con sus ocurrencias, Choniña la Dulce, la señora del dulcero Méndez, le gusta mucho pero como si no, Choniña la Dulce ni lo mira. Antón Guntimil, el difunto de Fina Ramonde, murió aplastado por un mercancías en la estación de Orense, bueno, aplastado no, mejor partido por la mitad, Antón Guntimil era tatexo y medio papón, su esposa se lo decía siempre.
– El escolapio de la vespertina tiene una pichola de aquí te espero, una pichola como Dios manda y doble que la tuya, parvo, que eres un parvo, ¿no te da vergüenza?
– No, mujer, ¿qué quieres que haga?
Cuando a tía Lourdes le pegaron las viruelas, los franceses la dejaron morir, a mí que no me digan, y además tiraron su cadáver a la fosa común con los polacos, los gitanos, los moros y los indochinos, en esto los franceses son muy suyos y tampoco se andan con mayores miramientos. Moncho, el primo de Manueliño Remeseiro Domínguez que tenía nombre de cuervo, a lo mejor es al revés, murió de la tos ferina cuando andaba por los seis o siete años.
– Duró poco.
– Sí, la verdad es que no duró demasiado, se conoce que no era de buena clase.
El cuervo Moncho silba ya algunos compases de la mazurca del ciego Gaudencio, todavía le falta para saberla entera.
– ¿Es verdad que Manueliño Remeseiro tuvo sus más y sus menos con María Auxiliadora Porras, la novia que dejó a Adolfito porque se le estaba poniendo pinta de muerto?
– ¡Qué barbaridad! ¿Quién le ha contado a usted semejante disparate?
La señorita Ramona no tuvo suerte con los hombres, bueno, con los posibles maridos, se conoce que apuntó demasiado alto y, claro es, marró el golpe, en esta cuestión hay que ser muy humilde porque el tiempo lucha en contra de los propósitos y las voluntades, la señorita Ramona supuso siempre que podría casarse con quien quisiera y le diese la gana, que podría elegir y mandar, pero se equivocó y ahora va camino de morir soltera.
– Bueno, soltera, sí, pero no virgo, quede claro, lo que más me hubiera molestado es no haber perdido el virgo a su tiempo, es un desaire cumplir los veinticinco años con el virgo puesto, la verdad es que eso no se le ocurre a nadie.
Robín Lebozán escribe poesías en gallego, lo que no quiere es enseñarlas a la gente.
– No, a mí me parece que es un acto de impudor eso de leer a los demás las propias poesías, ¿a quién puede importarle?
Raimundo el de los Casandulfes no acaba de levantar cabeza, sigue taciturno y huraño, le salva su buena educación.
– Estoy deseando oír la bomba de palenque, mañana he de visitar a tío Evelio para que me dé ánimos, ¡qué vergüenza, un viejo consolando a un joven! La orden de tío Camilo hay que cumplirla, ya lo sé, las órdenes son las órdenes, pero yo estoy deseando oír la bomba de palenque, un muerto sólo se equilibra con otro muerto y esto no depende del gusto de nadie, todos deberíamos llevar un botón de oro en el sombrero o una flor de tojo, Noriega Varela llevaba todos los domingos y fiestas de guardar unas flores de tojo al camposanto.
– ¿Para qué muerto?
– Para ninguno en especial, las flores de tojo de don Antonio eran para los muertos, todos los muertos son de Dios, a los muertos les gustan mucho las flores, fíjese que en el camposanto nacen siempre las flores más hermosas, a los muertos se les escapa el alma por las flores que nacen sobre las tumbas, si se les pone una piedra encima el alma no tiene respiración.
Raimundo el de los Casandulfes camina las trochas heridas, las anda con mucha tristeza y recogimiento.
– Por aquí pasaron cantando los muertos por cuyas venas corría mi misma sangre, eran como yo, a lo mejor eran yo mismo y no lo sé, cuando se les vertió la sangre sobre la tierra, cuando se les derramó la sangre, los lobos escaparon aullando y llorando, hay hombres que no debieran haber nacido, estoy deseando oír la bomba de palenque, Tanis es muy respetuoso con tío Camilo, el que manda, manda, bueno, todos somos muy respetuosos con tío Camilo, cuando Tanis prenda la mecha de la bomba de palenque va a respirar, que Dios nos proteja a todos, la paz ha de correr como un lagarto cuando la ley se cumpla, la misma ley gobierna estos montes desde hace muchos años y todos los muertos de la familia nos demandan que la ley se cumpla, unos hombres nacen de una sangre y otros de otra, esto no es casualidad.
Raimundo el de los Casandulfes juega al ajedrez con Robín Lebozán, le gana siempre.
– Estás distraído.
– No, es mi manera de ser, yo no sirvo para esto, ya lo sabes.
Pepiño Pousada Coires, Pepiño Xurelo, está de electricista, bueno de ayudante de electricista en El Reposo, la fábrica de ataúdes, por aquí hay muchas fábricas de ataúdes, los hay negros y blancos, éstos son para angelitos, los de lujo son de roble y de caoba imitación, lo que no hay son ataúdes verdes o colorados o amarillos, Pepiño Xurelo va siempre con la boca abierta, a Pepiño Xurelo le gusta sobar las partes a los niños o sea a los angelitos, Pepiño Xurelo casó con Concha da Cona, uno va empujado por la costumbre, y tuvo dos hijas tontas que se le murieron pronto, Concha da Cona se le escapó se conoce que harta, Concha da Cona era muy alegre y tocaba las castañuelas con habilidad, se pasaba todo el tiempo tocando las castañuelas, también cantaba cuplés, a Pepiño Xurelo lo encontraron un día con el sordomudo Simonciño o Pucho, de seis años de edad y muy delgadito y canijo, el susto se le adivinaba en la cara, no había más que verlo, hasta daba risa, Pepiño Xurelo le estaba dando por detrás y lo tenía agarrado por la garganta, faltó poco para que lo estrangulara, a Pepiño Xurelo lo mandaron primero a la cárcel y después al manicomio.
– En el manicomio zurran más que en la cárcel, se ve que da más gusto pegar a los locos.
– Pues, sí, lo más probable.
A Pepiño Xurelo lo soltaron a cambio de que se dejase capar, la verdad es que tampoco mejoró demasiado, cuando empezó la guerra Pepiño Xurelo empezó a ir todas las mañanas a misa a interceder por el prójimo en desgracia y a pedir por la misericordia, la caridad, la clemencia y otras suertes en desuso, a los alacranes, a los escorpiones, a los sapos hay que darles vida, hay que dejar que escapen, a los hombres también, y a los animalitos mansos, los ratones, los caracoles, los grillos, y a los animalitos bravos, las martarañas, los lobernos, los teixugos, a los lobernos también les dicen lobos cervales, se tiende un tronco de ameneiro sobre el río de la frontera de la muerte y se les escorrenta con agua bendita, no a tiros.
– ¿Por qué el hombre será bestia tan desasosegada y nerviosa? Eso debe ser por la influencia del demonio. Robín Lebozán se puso muy contento cuando encontró la caracola marina que le había regalado su madre, estaba detrás de unos libros y hacía más de diez años que no la veía, pegándola a la oreja se escucha el rumor del mar, también se oye el arranque de la mazurca del ciego Gaudencio, digo la que no quiere tocar casi nunca, la mazurca prohibida, bueno, prohibida no, pero casi.
– ¿Jugamos otra partida de ajedrez?
– Como quieras.
Robín Lebozán tarda en dormirse, hace ya algún tiempo que le pasa, a veces se despierta a las dos o a las tres de la madrugada, se desvela y tarda mucho en dormirse, hay días que ve amanecer.
– ¿Por qué no tomas una taza de tila al acostarte?
– Sí, algo voy a tener que hacer, esto del insomnio es mala cosa.
A la perra Véspora no la mató nadie, no hizo falta, la perra Véspora murió de un entripado agrio, lo probable es que tío Cleto hubiera vomitado agrio las dos últimas veces, los perros aguantan poco, menos de lo que se piensa, en cambio el perro Zarevich está muy distinguido y airoso, ahora no le llaman Zarevich ni de ninguna manera, los perros entienden mejor el tono de voz que las palabras.
– ¿Conoce usted las historias de Pepa la Loba y de Xan Quinto?
– Sí, señor, y también las de Truco y el Louzao y Ventoselle.
– ¿Y la de Mamed Casanova, que se vestía de indiano rico muerto y enterrado?
– Sí, señor, yo le sé todas, que cuando niño me las hizo aprender de memoria mi pariente don Marcelino Andrade cuando me recogió de caridad, yo le sé todas de corrido, si quiere empiezo.
– No, no hace falta.
Robín Lebozán cuando se despierta por la noche se alumbra con un quinqué, la luz eléctrica parece un vagalume tísico y sin fuerza, no vale para nada, Robín Lebozán lee lo que lleva escrito y corrige alguna que otra cacofonía o repetición o palabra poco clara y precisa, también cambia algún signo ortográfico, aquí va mejor coma que dos puntos, aquí no pega un paréntesis, etc., Robín Lebozán piensa que todo va ya por la cuesta abajo, esto de las novelas es como la vida misma, que de repente para, a veces para de golpe, se sube el corazón a la boca y la vida muere, escapa por los ojos y por la boca, también por la boca, las historias terminan siempre en un punto, en cuanto mate al hijoputa ya está, acuérdate otra vez de Poe, nuestros pensamientos eran lentos y marchitos, nuestros recuerdos eran traidores y marchitos, a mí me gustaría no tener ni pensamientos ni recuerdos pero no puedo, a mí me gustaría ser como las rosas y las madreselvas, que no tienen más que sensaciones, quizá los bichos muy pequeños y débiles, las lamáchegas, el caballito del demonio, tengan el ánima hueca y sin consuelo como las rosas y las madreselvas.
– ¿Duermes?
– No, sólo di unas cabezadas.
Don Claudio Blanco Respino tomó asiento y mandó callar a doña Argentina Vidueira viuda de Somoza, después se dirigió a su cuñado Gerardo Vagamian, a éste no se le solía poner el don, y le dijo,
– ¿Tú te imaginas a un rey medieval asesinado por su propio bufón delante de toda la corte y mientras se celebran las brillantes fiestas conmemorativas de una victoria militar? Pues esto fue lo que le pasó a Dino V, duque de Béttega, que gastaba peluquín y tenía un ojo de cristal, una mano de hierro y una pata de palo. Sus siete hijos, tras matar a bastonazos al bufón y hacerlo cuartos para el mejor aseo de los buitres, se rieron las tripas y celebraron su benevolente orfandad cubriendo a todas las monjas de la clausura, las preñaron a todas sin dejar ni una, la Crónica de Arístides el Leproso recoge el acontecimiento y da nombres y todo lujo de detalles, yo no sabría reconstruir de memoria todas las aventuras de aquella familia.
La señorita Ramona dudó siempre de la palabra de don Claudio Blanco.
– A mí me parece un farsante, la mitad de las cosas que cuenta son mentira.
Tío Cleto va a visitar a la señorita Ramona, se enseña más derrotado y caprichoso que nunca y camina dando bordadas para no pisar raya ni cruz en las baldosas, tío Cleto canta La Madelón y remata cada estrofa con una ventosidad, tío Cleto se ríe, arruga la nariz y entorna los ojos, parece un chino, tío Cleto está más sucio y más limpio que nunca, esto no se entiende pero es así, y tiene cara de preocupación, tío Cleto es muy higiénico y aprensivo, todo el mundo lo sabe, muy aseado y profiláctico, gasta mucho alcohol en desinfectarse pero también va hecho una mierda, no se muda jamás la ropa interior, la tira cuando se le cae de vieja y sucia, tío Cleto vomita cuando se aburre, vomita en la bacinilla o detrás de los muebles, le es igual vomitar en la pared, a veces se vomita por encima porque está sentado en una postura cómoda y no quiere moverse, esta visita de tío Cleto a la señorita Ramona tuvo lugar hace ya algún tiempo, a poco de empezar la guerra.
– Monchiña, estamos en un momento terrible y se nos echan encima enormes problemas que hay que afrontar, ¿dónde enterramos a Jesusa? Todos los nuestros están ya en su sepultura, cada uno en su sepultura, pero en el panteón ya no cabe ni un alfiler, ¡menos mal que dejé a la pobre Lourdes en París!, ¿te imaginas la que hubiera podido organizarse si no dejo a la pobre Lourdes en París? Segundo problema, ya te digo, todos son problemas, ¿por dónde vamos a sacar el cadáver de Jesusa? Emilita querrá que salga por la puerta principal, ya verás, tú sabes cómo es Emilita, nunca tuvo más que viento en la cabeza, en ese caso habrá que limpiar todo aquello porque está sucísimo, da grima pensarlo pero hace lo menos quince años que nadie entra y que nadie limpia ni en el suelo, ni en las paredes, ni nada, los ratones anidan en los muebles y los ciempiés y las tijeretas se sienten a sus anchas detrás de los cuadros, en la humedad de detrás de los cuadros, en Albarona hace mucha humedad.
– ¿Y no podemos mandar a alguien?
– Sí, sí, claro, de eso me encargo yo, cuando yo diga vendrá un hombre y sacará todo del vestíbulo, las cajas, los papeles, lo más gordo, todo, para hacer una hoguera, después entrarás tú y nadie más.
– Bueno.
La muerte es una necedad habitual, un uso que va perdiendo prestigio, las viejas razas desprecian a la muerte, la muerte es una costumbre, observa que las mujeres disfrutan mucho en los funerales, dan órdenes y consejos, las mujeres se sienten a sus anchas en los funerales. El P. Santisteban, S. J., habla de la muerte con mucha confianza, quizá lo dé el oficio, en la Biblia se dice que más vale perro vivo que león muerto, seguramente es verdad, más vale miñoca viva que mujer bellísima muerta, ¿de qué te vale ganar el mundo si pierdes el alma?, dicho así también es verdad, tío Cleto toca el jazz-band repiqueteando con un palito sobre la mesa, el vaso, la botella, la bacinilla, el marco de la ventana, cada cosa tiene su sonido, el mérito está en hacerlas sonar a su tiempo y no antes ni después, tía Jesusa ya no podrá volver a oír los cuescos de tío Cleto, desde el cielo no se escuchan los sonidos innobles, tía Emilita se quedó muy sola.
– Al fondo de la laguna de Antela no llegó nadie nunca, el que cruza la laguna de Antela pierde la memoria y se condena para toda la eternidad, los desmemoriados no pueden salvarse porque Dios y los santos tienen en mucho aprecio a la memoria, en la memoria anida el sufrimiento pero también el ánimo.
Don Claudio Blanco Respino no ve con buenos ojos a doña Argentina Vidueira viuda de Somoza, mujer que habla más de lo necesario, la murmuración es un feo vicio que acarrea grandes males a la sociedad, ¡joder qué frase!, la murmuración puede hasta causar guerras, epidemias y otras catástrofes, don Claudio, el cuñado del tuerto Vagamian, se queda pensativo y en silencio, hubiera podido oírse el volar de una mosca, la laguna de Antela está llena de mosquitos, de ranas y de culebras de agua, y los muertos de Antioquía piden perdón tañendo las campanas la noche de San Juan, las campanas suenan muy raro con el agua encima.
– ¡Qué pensamientos! Se conoce que me remuerde la conciencia.
Don Brégimo Faramiñás, el padre de la señorita Ramona, tocaba el banjo con mucho albedrío, lo malo es que murió, a Roquiño, el parvo que estuvo cinco años sin salir de un baúl de lata de alegres colores, con sus grecas y sus zigzags, le arrea tundas su madre, Secundina fuma cuando no la ven, lava las colillas con vinagre y prepara muy bien el tabaco, quien limpió el vestíbulo de casa de tío Cleto no fue un hombre, fue Secundina, la recomendó Remedios, la patrona de la taberna de Rauco.
– Es burra pero trabaja bien, y el parvo no molesta porque lo arrima a un rincón y se está quietiño todo el tiempo, hay veces que ni respira.
La señorita Ramona le dijo a tío Cleto,
– Remedios dice que un hombre no hay pero que Secundina ha de hacer bien la limpieza, puede venir mañana mismo por la mañana temprano.
– Bueno, que venga mañana a las doce en punto pero no antes.
La madre de la señorita Ramona se ahogó en el río Asneiros, hay quien se ahoga en una palangana, la madre de la señorita Ramona fue mujer muy distinguida y espiritual, una de esas mujeres que siempre se quieren morir.
– Recuerdo que le gustaban mucho los versos de Bécquer.
– No me extraña.
En casa de tío Cleto está todo estropeado y manga por hombro, se le rompió la bomba de subir agua del pozo, tiene los cristales rotos, casi todos los cristales, en su lugar pone cartones y latas, también el asiento de una silla de anea, está sin luz, le cortaron el teléfono y las telarañas son cada vez más tupidas, la perra Véspora se murió aullando, la perra Véspora aullaba porque olía dos muertes, la de tía Jesusa y la suya propia, Secundina hizo un montón con las cajas y los papeles, también chaquetas y zapatillas y un hule que tenía lo menos diez metros, y le plantó fuego cuando se lo mandaron, no antes, unos creen en supersticiones y otros no, eso va en gustos, unos creen en milagros y en balnearios y otros no, puede que también sea cosa de la educación de cada cual, hay dioses finos y bien educados, Sucellus con sus barbas y Cernunno con sus cuernos, y dioses zafios y mal educados, trae mala suerte sólo pronunciar su nombre, una oleada de ignorancia se extiende sobre todos nosotros sin que podamos evitarla, tampoco sabemos esquivarla, Robín Lebozán se lo advirtió la otra noche a la señorita Ramona,
– Esta marea de ignorancia va a dar lugar a reacciones muy amargas, Moncha, y yo no conozco antídoto para ese veneno.
– Ni yo tampoco, Robín, esperemos que pase sin arrastrarnos.
Raimundo el de los Casandulfes canturrea Corazón santo cuando se afeita, corazón santo, tú reinarás, tú nuestro encanto siempre serás.
– ¿No sabes otra cosa?
– ¿Y a ti qué más te da?
Raimundo el de los Casandulfes también tararea el Cara al Sol y Mi jaca, el Oriamendi lo silba porque no sabe la letra, lo mismo le pasa con el Himno de Riego, con éste hay que andarse con más cuidado porque puede molestar a alguien. Raimundo el de los Casandulfes no se olvida de la camelia blanca de la señorita Ramona, se conoce que la tristeza no le atacó a la memoria.
– Toma, Moncha, esto es como un foro, para que veas que me acuerdo siempre de ti.
– No, Mundiño, ya sé que esto es como un foro, tú lo dices, de los foros no hay que acordarse, son como la respiración, yo para ti soy como la respiración, es triste pero es verdad, puede que tampoco sea triste.
Baldomero Marvís Casares, Tripeiro, el padre de los Gamuzos, decía siempre que tan difícil como perder es ganar, hay que andar por la vida pisando fuerte, sí, pero sin alborotar demasiado ni asoballar al prójimo, puede dar mal resultado asoballar al prójimo porque a veces brillan las puñaladas, no todos los cuerpos tienen buena encarnadura, los hay que no, Nunciña Sabadelle quiso ver mundo y no pasó de las Burgas, uno piensa que ha de comerse todo lo que le echen pero después ve que no, que no se come ni una rosca y tiene que bajar la cabeza para que no lo maten a trallazos, es duro tener que fracasar y aguantarse, las ranas del condado de Tipperary no tienen nada que envidiar a las de la laguna de Antela.
– ¿Recibió usted carta de doña Argentina?
– Sí, fue la que me contó lo de los aviadores, mire lo que dice: Ésta es la escuela de Vedrines, que era el nombre de un famoso aviador que contrataba la junta de festejos para verlo volar en su aeroplano haciendo mil acrobacias en el aire, de noche se exhibía con el aeroplano perfilado de bombillas de colores, esto ya se lo dije a usted. ¡Todo un espectáculo de fiestas! Se pagaba por estar sentado en una silla de tijera 25 cts. o 50 cts., según el sitio y los demás, sobre todo la chiquillería, en los alrededores. ¿Le canso?
– No, no, siga.
– Bueno. Iban las mujeres elegantísimas con grandes pamelas con flores y pájaros y la falda hasta el tobillo. Los aviadores se llamaban…, bueno, no sigo leyendo porque eso ya lo sabe.
La historia corre como un caballo desbocado, como un galgo tras la liebre, como un ciempiés, las hojas blancas y amarillas del calendario fueron cayendo como las hojas verdes y doradas de las higueras, igual que las hojas muertas de las higueras que no queda ni una, y los hombres inventaron la maña de preñar vacas en frío y sin el toro montándolas, como se había hecho siempre desde que Dios inventó las vacas y los toros, la historia corre atropellando al tiempo, a veces las cosas pasan fuera de su tiempo por culpa de la historia, verbigracia, ¿por qué los elefantes de Aníbal no salieron del arca de Noé? Norberto Somoza Donfreán, el nieto de doña Argentina, es veterinario a lo moderno.
– Sí, sí, ya sé que es la última palabra de la ciencia, no seré yo quien lo niegue, pero Norbertito es un cochino que anda con eso de la inseminación artificial, a mí que no me digan, cuando lo veo ayudando a misa con tanta unción me pregunto, ¿de qué ha de valerle si se gana la vida escarbando vacas?
Todavía falta algún tiempo para que esta situación pueda producirse, la historia no siempre es el testigo de las edades, la luz de la verdad, la vida de la memoria, etc., en esto hay muchas habladurías.
– No puedo hacer nada, estoy deseando oír la bomba de palenque, mientras no oiga la bomba de palenque no podré hacer nada, tampoco me encuentro con demasiados ánimos, ¿me das más coñac?
– Sí.
Tía Jesusa y tía Emilita siempre lloraron mucho, se pasaron lo menos media vida llorando, tío Cleto jamás les hizo caso, tampoco hubiera merecido demasiado la pena, ¿que les gusta llorar?, pues que lloren, llorando no molestan a nadie, bueno, a veces, sí molestan pero es igual, a lo mejor tía Jesusa sigue llorando en el purgatorio.
– O en el cielo.
– No, en el cielo no se llora.
Cuando a tío Evelio Xabarín le dijeron que Vicente Chabro el de los Xilmendreiros estaba en el hospital de Orense dijo «que lo maten antes de que mejore» y siguió fumando en su cachimba de loza que representaba a John Bull, a Vicente Chabro lo asfixiaron con la almohada al día siguiente, vamos, dos lo sujetaron y otro se le sentó encima hasta que expiró, y nadie disparó ni siquiera un cohete, la verdad es que Vicente Chabro tampoco tenía mayor importancia, era un pobre cerdo que ni llegaba a ruin.
– ¿Cuánto cree usted que vale un muerto chirle, aunque sea del país?
– No sé; no puede valer mucho, a lo mejor hasta lo dan de balde.
Llueve sobre el cruceiro de Arenteiriño y el regato de Ricobelo, el mismo en el que se chapuzan las raposas la calentura, mientras el eje del carro de bueyes de Toupolistán o Toupello, el alimañero más listo de toda la diócesis, canta a grito herido subiendo por la corredoira de Mosteirón.
– ¿Se acuerda de cuando los cinco niños ahorcados de Mosteirón?
Llueve abondo sobre los pecadentos y los virtuosos, los sabidentes, los inocentes y los corrientes, nosotros, los leoneses y los portugueses, los hombres y las mujeres, los animales, los árboles y plantas y las piedras, llueve sobre la piel y los corazones y el alma, también el alma, llueve sobre las tres potencias del alma.
– ¿Se acuerda de cuando el rayo mató dos niñas en Marañís, más allá del monte de Formigueiros?
La señorita Ramona, Raimundo el de los Casandulfes y Robín Lebozán, cada uno con su paraguas, pasean despacio bajo la lluvia, a lo mejor es que les gusta mojarse.
– ¿Tú podrías vivir en un país donde no lloviese?
– Sí, ¿por qué no?, a todo se acostumbra uno, mira los ingleses y los holandeses, en los países donde no llueve también hay vida y sentimiento, me cuesta trabajo imaginarlo pero es así, estoy seguro de que es así.
Vicente Chabro el de los Xilmendreiros murió sin importancia, a los piernas y los bardallas no les dan la extremaunción y no les hacen ni siquiera la autopsia, ¿para qué?, aunque mueran asfixiados y espernexando, no es costumbre, tampoco está el horno para bollos ni nadie tiene tiempo que perder, a los argalleiros basta con echarlos a la fosa común con un padrenuestro para cada dos, Vicente Chabro fue malo incluso sin querer y eso se paga.
– ¿Avisaron a la familia?
– No; tampoco lo habrán echado a faltar, no crea.
Robín Lebozán habla de la soledad, le escuchan la señorita Ramona y Raimundo el de los Casandulfes, los tres van mojados y parsimoniosos, también serenos y puede que felices, Robín Lebozán es como un pequeño filósofo que de vez en cuando se destapa y habla.
– No es mala la soledad, Dios está solo y tampoco necesita compañía, claro que el hombre no es Dios, eso ya lo sé, las Sagradas Escrituras dicen que la soledad es mala pero yo no lo creo, la soledad orea el alma y la compañía la ensucia, con frecuencia la ensucia, el demonio anida en el corazón del solitario pero no es difícil espantarlo, ahuyentarlo, en el silencio cabe más alegría que en el jolgorio y el sosiego acompaña siempre al solo, ¿no será que la soledad no existe más que ante la compañía no deseada? El hombre escapa de la soledad cuando tiene miedo de sí mismo, cuando se aburre consigo mismo, el masturbador, perdona, Monchiña, no puede tener remordimiento de conciencia ni tampoco puede aburrirse a solas, el masturbador tiene que proclamar con orgullo su soledad independiente y gloriosa,
Machado dice que un corazón solitario no es un corazón, esto es bonito, bueno, ingenioso, pero nada más, esto no es cierto, ahora no se puede hablar de Machado, de Antonio Machado, del otro sí se puede, el secreto es vivir de espaldas a todo, es una situación difícil de alcanzar, eso debe ser casi la beatitud, sólo hay dos posibilidades, que la soledad se desee y se busque o que la soledad se tema y se encuentre aun a nuestro pesar, en el primer caso es un premio, en el segundo es un precio, el de la independencia, la más preciada bendición que los dioses pueden regalar al hombre es la independencia, perdonadme la lata que os estoy dando.
Por el camino cruza Tanis Gamuzo con sus cuatro perras, Flor, Perla, Meiga y Volvoreta, las saca a pasear y a que desentumezcan un poco la musculatura, no las suele echar a pelear con el lobo porque valen un dineral, los machos son más duros, Sultán, Morito, León, Mariñeiro, Zar está con una pata rota, bueno, más duros no siempre, lo que son es más baratos, eso sería lo de menos, a los machos no los puede sacar a paseo porque se muerden, los machos no saben estar más que ante el enemigo, son nobles y sosegados pero a veces se aburren, se pelean y se muerden, es según les da, entonces pueden hacerse peligrosos porque tienen una fuerza increíble, los machos de Tanis pesan por encima de los ochenta kilos, Mariñeiro quizá llegue a cien, no le debe andar lejos, las hembras no pesan tanto pero tampoco es mucha la diferencia.
– ¿Cuándo oímos la bomba?
Tanis Perello sonrió.
– Ya falta menos, mujer, ya falta menos.
Tanis cuida muy bien y con cariño a sus mastines, los alimenta con adecuación, los asea y los limpia de carrachas, los vacuna a su tiempo, los saca a que estiren las piernas, los perros de Tanis son la admiración y también la envidia y el orgullo de todo el contorno, en muchas leguas a la redonda no hay otros perros ni siquiera parecidos.
– ¿Cuánto valen tus perros, Tanis?
– ¿Qué más te da si no los vendo?
Ádega desenterró al muerto que mató a su difunto, le ayudó su hija Benicia, que tiene los pezones como castañas, da gusto verle las tetas, por ahora el muerto no murió todavía pero ya morirá, no hay prisa, la bomba de palenque puede sonar en el momento menos pensado, cuanto más se confíe, mejor, Ádega se lo cuenta a don Camilo, tampoco es el único que lo sabe.
– Usted, don Camilo, es un Guxinde y mi difunto también lo era, bueno, usted es un Morán, ahora quedan menos Moranes, se conoce que se fueron muriendo, es lo más probable. Al muerto que mató a mi difunto lo desenterré yo misma con mis manos y con un sacho de hierro bendito para que no se le pegara la peste, me ayudó mi hija Benicia y nadie más, sé bien que Dios sabrá perdonarme el que le robara un muerto, todos los muertos son de Dios, ya lo sé, pero ése era un muerto especial, ése era aún más mío que de Dios, fui la noche del santo abad San Sabas al camposanto de Carballiño y me lo traje en el carro debajo de unos feixes de tojo que olían la mar de bien, tardé mucho en sacarlo de la tierra, más de tres horas, al muerto se le iban cayendo los gusanos y cheiraba a podre condenado, los muertos que tienen el ánima en los infiernos cheiran peor, eché la calaza al cerdo que después comí, sabía a gloria, los lacones por un lado, los chorizos y la cachola por otro, los jamones bien curados al humo de la lareira, el raxo, el unto, no quedó nada, cuando me acordaba del muerto y me venía la repugnancia procuraba pensar en otra cosa, en Nuestro Señor en la cruz o en mi hermano Gaudencio vestido de seminarista o ya ciego y tocando el acordeón, tanto tiene, y bebía un trago de vino, parte del cerdo lo repartí entre los parientes para que a todos aprovechase, se chuparon los dedos, a la señorita Ramona fue a la única a quien conté lo que hice, no abrió la boca pero dejó caer una lágrima, me dio un beso y me regaló una onza de oro.
La señorita Ramona sonrió con cierta tristeza y le dijo a Ádega unas palabras que tampoco encerraban mayor misterio.
– A nuestros hombres no se les puede tocar, Ádega, ya ves en qué acaban quienes se quieren saltar la ley del monte.
Rauco el de la taberna le explica al guardia civil Fausto Belinchón González que Gaudencio no tocó la mazurca Ma petite Marianne más que dos veces, el día de San Joaquín de 1936, y el día de San Andrés de 1939.
– Oí decir que había sido por San Martín de 1936 y por San Hilario de 1940.
– Pues oyó mal, la gente confunde todo aposta, se conoce que tiene sus motivos.
Toupolistán o Toupello, con su mostacho montaraz y su aire de raposo reservón y padrote, baja cantando por la ladera del alto do Foxiño.
– ¿No viste a nadie?
– ¿Y a quién había de ver?
– A quien sea. ¿No viste a nadie?
– No, señor, a nadie.
– Júramelo.
– ¡Así me muera!
Toupolistán o Toupello barrunta que los Guxindes andan en pie de guerra, callados y en pie de guerra, cuando los Guxindes se mueven en silencio lo prudente es apartarse, si los Moranes están detrás entonces más vale ni salir de casa porque arde Troya.
– ¿Cuánto hace que no bebes agua en la fonte das Bouzas do Gago?
– Lo menos un mes, este tiempo ando más por la parte de Xirei y de Santa Marina, el último lobo lo vi en San Pedro de Dadín, se metió por la peña das Cobas camino de Valduide.
– Bueno.
Al ciego Gaudencio lo echaron del seminario cuando empezó a enceguecer, se conoce que no querían cargas de caridad ni tampoco remoras pegadas a la quilla.
– Nadie es cura hasta que canta misa, ¿éste cantó misa?, ¿no?, ¡pues a hacer puñetas!, un seminario no es un asilo y la nave de la Iglesia debe poder navegar libre de inútiles ataduras.
– Sí, don Jimeno.
Don Jimeno era el prefecto de estudios del seminario conciliar de San Fernando de Orense, don Jimeno tenía fama por su mala voluntad y su falta de misericordia, también apestaba a ajos y solía decir palabras en latín, don Jimeno era un consumado latinista, a don Jimeno le gustaba muy especialmente la diáfana doctrina del Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino, en la Summa contra gentiles se encierra toda la sabiduría del medioevo, ahora circulan tendencias demoníacas y afeminadas, corrientes de pensamiento masonas y mariconas, el ciego Gaudencio tuvo suerte, la verdad es que no puede quejarse, no tendría perdón de Dios si así lo hiciere, como sabe tocar el acordeón y es de natural complaciente pudo encontrar acougo en casa de la Parrocha, doña Pura es buena persona, vive de espaldas a los mandamientos de la ley de Dios pero en el fondo es buena persona.
– En la calle no se va a quedar, ¿que sabe tocar el acordeón?, pues que toque el acordeón, eso siempre alegra.
Anunciación Sabadelle es más dulce que Marta la Portuguesa, las dos quieren bien al ciego Gaudencio, esto de ser ciego ayuda mucho en el trato con las mujeres, Bricepto Méndez, el dueño de Studios Méndez, hizo cerca de dos docenas de fotografías de arte a la Parrocha joven, en cueros y envuelta en su mantón de Manila, es lástima que Gaudencio no puede verlas, los ciegos no saben ponerse cachondos por la vista pero sí por el oído, el olfato, el gusto y el tacto, sobre todo el tacto, las mujeres de ahora son unas palurdas al lado de la Parrocha de mantón de Manila y una teta en escorzo y medio a contraluz, el arte es el arte y ahora hay mucho desgraciado suelto, Visi hace más cabritos que Fermina, casi el doble, yo no lo entiendo pero es así, la gente es muy rara, don Teodosio suele ocuparse con Visi, la mujer ya conoce sus mentiras y sus manías y don Teodosio vuelve a casa complacido y feliz.
– No le des más al anisado, Gemma, ya te tengo dicho que eso es malo para el prurito anal.
– ¡Tú, calla!
– Como gustes, el picor es tuyo.
A Florián Soutullo Dureixas, guardia civil del puesto de Barco de Valdeorras y perito en solfas de gaita, mañas ensalmadoras y artes mágicas, lo mataron en el frente de Teruel, llegó y, ¡zas!, le pegaron un tiro entre ceja y ceja y lo dejaron seco, Florián Soutullo gastaba patillas de boca de hacha y bigotito en forma, la media cajetilla que no se llevó para el otro mundo se la fumó el páter.
– Réquiem aeternam dona eis, Domine; et lux perpetua luceat eis.
En esto de las guerras y la muerte que se reparte de balde, el que no corre, vuela, al cabo Pascualiño Antemil Cachizo le estuvieron mandando pitillos y chocolate después de muerto, Basilisa la Parva no sabía que a Pascualiño lo habían matado ya, creía que estaba olvidada, siempre puede aparecer alguna mejor, Basilisa la Parva estaba ya libre de compromiso, muchas veces se ignora la propia situación y en las guerras más, unos mueren antes, otros después y algunos quedan para contarlo, el tabaco y el chocolate de los muertos a alguien servirá de provecho, aquí no se desperdicia nada.
– ¿Sabe usted qué hora es?
– No, ni lo supe nunca; esto es cosa que ni me importa siquiera.
A Micifú lo mataron sin pena ni gloria, ninguna de las pupilas de la Parrocha vertió ni una sola lágrima por él, al contrario, se alegraron todas, unas más y otras menos.
– ¿Era tan hijoputa como don Jesús Manzanedo?
– Por ahí se andaban los dos, era diferente pero no tenía nada que envidiarle.
A Lázaro Codesal lo mataron antes de que terminara de crecer, a veces la muerte se da una prisa muy eficaz y celosa, a Lázaro Codesal lo mató un moro en la campaña del Rif, el plomo no es ni moro ni cristiano, el plomo es cruel y no distingue, también es ciego, casi todos los ciegos tocan muy bien el acordeón, la raya del monte se borró cuando mataron a Lázaro Codesal y ya nadie volvió a verla nunca, ni siquiera los lobos ni las lechuzas, ni siquiera las águilas, Lázaro Codesal tenía el pelo del color de la zanahoria y los ojos azules y misteriosos como la turquesa, fue lástima que el cabrón de moro le atinase, nadie sabe quién fue ese moro, ni él mismo lo sabe.
– ¿Quieres café?
– No, que me quita el sueño.
Robín Lebozán vuelve sobre lo escrito, se sabe de memoria párrafos enteros y recuerda hasta las tachaduras, Lázaro Codesal fue el primer muerto de esta verdadera historia, no más empezar a contarla se dice: Robustiano Tarulle murió en Marruecos, en la posición de Beni Ulixek, lo mató un moro de la cabila de Beni Urriaguel según lo más probable, Robustiano Tarulle se daba muy buena maña para preñar mozas, o sea que las preñaba con arte, también tenía afición, etc. El último muerto no murió todavía, siempre hay un muerto pendiente en esta cuenta del nunca acabar, es como una cadena sin fin de muertos movida por la inercia, Lázaro Codesal Grovas puede que sea Robustiano Tarulle Grovas y puede que no, aquella guerra fue hace ya mucho tiempo, en un lado estaban los cristianos y en el otro los moros y así no había confusión, entonces las noticias tardaban en llegar y la gente se asustaba y se envenenaba menos, había más enfermedades pero no se vertía tanta sangre sin motivo, la sangre que se derrama no es una cantidad sino una proporción, yo ya me entiendo.
– ¿Sabes que anda por aquí?
– No.
– ¿Quieres que te diga por dónde?
– Bueno.
A Policarpo el de la Bagañeira le faltan tres dedos de la mano, se los arrancó un potro, Policarpo el de la Bagañeira puede amaestrar los animales del monte, los bravos y los mansos, los que miran y muerden y los que disimulan y escapan, Policarpo el de la Bagañeira baja la voz.
– Pues te está en Veiga de Abaixo, en casa de Mingos el de Marrubio, mañana va a Silvaboa.
– ¿Cómo lo sabes?
– Me lo contó Unxía, la hija de Mingos, pienso que me la mandó su padre.
– Puede.
Tanis Gamuzo tiene tanta fuerza como un toro, con una mano es capaz de parar a una mula, los mastines de Tanis Gamuzo son nobles y sosegados, poderosos, valientes y serenos, cuando se aburren se muerden, también lo sabe todo el mundo, Sultán y Morito se bastan para espantar al lobo de la Zacumeira o al jabalí do Val das Égoas, que se subía a los carballos a comer las landras, Sultán y Morito ventean a distancia las señas del hijoputa, las nueve señas del hijoputa, algunas no dan claro el cheiro, la verdad es que no cheira casi ninguna, bueno, cheiran dos, el sudor de las manos y el esmegma triste, pero el olfato es el olfato, Sultán y Morito son muy seguros y templados y cuando quieren se vuelven fieros, casi nunca lo necesitan porque tienen una fuerza descomunal.
– ¿Qué vas a hacer?
– ¿Y a ti qué te importa?
Tanis Gamuzo está como medio ido, Tanis Gamuzo discurre siempre muy deprisa pero ahora está como medio ido, se conoce que los pensamientos se le atropellan, unos en la cabeza, otros en el corazón y otros en la garganta, los pensamientos lentos y marchitos, también los recuerdos se agolpan como si fueran avispas, los recuerdos traidores y marchitos.
– ¿Es verdad que te duelen las muelas?
– ¿Quién te lo contó?
– ¿Es verdad que te duelen los oídos?
– ¿Y a ti qué más se te da?
Tanis Gamuzo procura meter orden en sus pensamientos y sus recuerdos, también en sus deseos, sus deberes y sus conductas, el miedo es como un gorgojo que va royendo las tabas del alma, a lo mejor lleva ya muchos años royendo las delicadas tabas del alma sin que nadie lo sepa, los pasos que hay que dar se dan con sencillez y si es preciso hasta cerrando los ojos y uno no puede ni siquiera preguntárselo, por encima de los hombres está la ley de Dios, la ley que nos gobierna, es como si Dios nos atisbase por un ventanillo abierto entre dos nubes, Dios tiene siempre un rayo en la mano.
– Ya lo tengo todo pensado, que Dios me perdone pero ya lo tengo todo pensado, ahora sólo me falta sentirlo hasta que empiece a remorderme la conciencia, primero un poco, después más y al final hasta con dolor de muelas y de oídos, a partir de ese momento ya todo es coser y cantar, no importa que me duelan un poco las muelas y los oídos, bueno, me duelen mucho pero no importa, ya se me quitará el dolor.
Tanis Gamuzo llega todavía de noche al monte das Lamiñas, entre Silvaboa, Folgosa y Mosteirón, con el personal durmiendo y los perros aullando al relente de la madrugada, Tanis Gamuzo va sólo con dos perros porque más son difíciles de gobernar cuando hacen carne, se conoce que se les nubla la vista y se vuelven locos, los perros pierden el respeto al amo si van más de tres y les da la vena.
– Si quiero lo dejo, ahora llueve, la verdad es que llueve siempre, ahora me duelen mucho las muelas y los oídos pero esto seguramente no importa, a mí me mandaron lo que me mandaron pero no me dijeron que tenía que ser un martes, un miércoles o un jueves, no me señalaron tiempo, si quiero lo dejo, si quiero lo puedo dejar, lo que pasa es que no quiero.
Llueve, sobre la tierra del monte y sobre el agua de los regatos y de las fuentes, llueve sobre los tojos y los carballos, las hortensias, los buños del molino y la madreselva del camposanto, llueve sobre los vivos, los muertos y los que van a morir, llueve sobre los hombres y los animales mansos y fieros, sobre las mujeres y las plantas silvestres y de jardín, llueve sobre el monte Sanguiño y la fonte das Bouzas do Gago en la que bebe el lobo y a veces alguna cabra perdida y que no vuelve jamás, llueve como toda la vida y aún como toda la muerte, llueve como en la guerra y en la paz, da gusto ver llover sin que se sienta el fin, a lo mejor el fin de la lluvia es el fin de la vida, llueve a Dios dar como antes de que se inventara el sol, llueve con monotonía pero también con misericordia, llueve sin que el cielo se harte de llover y llover.
Tanis Gamuzo y sus dos perros caminan bajo la lluvia envueltos en una nube muda y cautelosa, Fabián Minguela marcha por el sendero de Silvaboa, cruza el río Oseira por Veiga de Riba y va con miedo, desde hace algún tiempo tiene miedo y gasta pistola.
– Si algún cabrón me sale al paso lo mato, ¡como hay Dios que lo mato!
Tanis Gamuzo se sienta sobre una piedra con un perro a una mano y otro a la otra, Tanis Gamuzo lía un pitillo y da una chupada honda y sosegadora.
– ¿A los hijos de puta se les podrá dar muerte como a las raposas, sin avisar?
Empieza a clarear el día cuando el Moucho Carroupo se para a beber agua en la fuente das Bouzas, Tanis Gamuzo se le acerca.
– Te digo que voy a matarte; aunque no te lo mereces, te aviso.
El Moucho tira de pistola y Tanis lo desarma de un palo, el Moucho se pone de rodillas y llora y suplica, Tanis Gamuzo le dice,
– No soy yo quien te mata, es la ley del monte, yo no me puedo echar atrás de la ley del monte.
Tanis Gamuzo se aparta y Sultán y Morito le dan las mordeduras bastantes, las dentelladas precisas, ni una más.
– ¡Basta!
Sultán y Morito sueltan al muerto moviendo el rabo con muestras de alegría, Fabián Minguela murió sin pena ni gloria y al poco tiempo, unas dos horas o cosa así, retumbó una bomba de palenque que voló muy alto.
La señorita Ramona sonrió.
– ¡Alabado sea Dios!
Aquella noche el ciego Gaudencio, acordeonista de casa de putas con el alma tan limpia como la azucena de San José, interpretó la mazurca Ma petite Marianne con muy especial deleite, la estuvo tocando hasta la madrugada.
– ¿No sabes otra cosa?
– No.
Don Cándido Velilla Sánchez, viajante de comercio, le preguntó al acordeonista ciego,
– Dígame una cosa, ¿usted se alegra de que hayan matado a ése?
– Sí, yo sí, ¡qué quiere!
– ¿Y se alegraría de que además Dios Nuestro Señor lo hubiera mandado a arder en el infierno?
– Sí.
ANEJO ÚNICO
INFORME FORENSE