Es de día. Reina claridad. El barómetro marca 760.
¿Realmente yo, D-503, habré sido capaz de haber escrito todas estas páginas? ¿He sentido, experimentado, verdaderamente todo cuanto he anotado... o acaso solamente lo he soñado?
Sí, desde luego la escritura es de mi puño y letra. También es mía la caligrafía de esta página... Pero ahora ya no se habla de fantasías y sentimientos, sino únicamente de factores. Vuelvo a estar sano, totalmente curado. Inconscientemente una sonrisa ilumina mis facciones, y no puede ser de otro modo: me han sacado una partícula de la cabeza y experimento un gran vacío, un gran alivio. No, no se trata de ningún vacío: lo único que sucede es que ya no hay nada que me impida sonreír (la sonrisa es el estado normal de una persona normal).
Veamos los factores: anoche, tanto mi vecino que había descubierto lo finito del espacio como también yo y todos los demás números que no poseían el certificado de haber sido operados, fueron detenidos, y nos condujeron al auditorio más próximo. Allí nos ataron a las mesas y luego fuimos sometidos a la intervención quirúrgica: la extirpación de la fantasía.
Esta mañana fui, yo, D-503, al Protector y le conté todo cuanto sabía acerca de los enemigos de la felicidad. Ahora no comprendo por qué, antes, todo me había parecido tan difícil. Solamente puede haber una explicación: la de mi enfermedad, mi alma. Y por la noche, estuve sentado en la misma mesa del Protector, en la cámara del gas.
Trajeron a I-330. Había de hacer una detallada confesión en mi presencia. Pero ella calló tercamente. Lo único que hizo fue sonreír. ¡Observé sus dientes tan blancos y tan hermosos!
La hicieron sentar bajo la campana de cristal. Su rostro fue palideciendo, pero sus ojos grandes y oscuros relucieron aun más. Cuando extrajeron el aire de la campana, echó la cabeza hacia atrás, cerró los párpados y apretó los labios... Este detalle me recordó algo indefinido. Se agarraba violentamente a los brazales del sillón y me miró hasta que se le cerraron los ojos a la fuerza. Luego la sacaron de la campana de gas, y la hicieron volver en sí con una descarga eléctrica, para ponerla nuevamente debajo de la campana.
La escena se repitió tres veces, pero ella no dijo ni una sola palabra. Los otros, que habían sido traídos a la sala al mismo tiempo que ella, fueron menos reacios: la mayoría comenzó a confesar al primer intento. Mañana todos subirán los peldaños de la máquina del Protector.
Tenemos que obrar y activar el asunto, pues no admite dilación. En los distritos occidentales siguen imperando el caos, griterío, cadáveres, animales y desgraciadamente también un crecido contingente de números que han traicionado a la razón.
Pero nosotros hemos conseguido levantar en el Prospekt 40 un muro provisional de alta tensión. Tengo la esperanza de que la victoria será nuestra. Incluso estoy convencido de nuestra victoria. ¡La razón ha de vencer!