CAPITULO 13

Jack la miró a la cara. No, no podía negarle sus deseos. Menos cuando la necesitaba con tanta desesperación. No había comprendido cuánto hasta no mirar en sus ojos compasivos.

Tiró con fuerza de la fina tela del hombro y esta se soltó. Hizo lo mismo con la otra y le quitó el sujetador mientras ella alzaba la espalda y las caderas, ansiosa por desprenderse del límite de la ropa interior.

Lo que vio estaba más allá de sus sueños más descabellados.

– Eres increíble.

– ¿Podemos ceñirnos a la verdad? -Mallory apartó la vista.

– Desde luego -era obvio que no creía en su belleza o valía y, dado lo que había aprendido de su historia, lo entendía.

Pero cuando se encontraba con él, no debería albergar dudas. Se retiró y se irguió para desnudarse con celeridad hasta que se unió otra vez a ella en la cania.

Con ojos intensos, Mallory observó su erección.

– ¿Ves lo que me haces? -sí, lo veía desnudo, pero también dentro de él, más profundamente que cualquier otra mujer.

Esbozó una sonrisa irónica y adorable,

– Es un hecho comprobado que los hombres no siempre piensan con su… bueno, ya sabes, cuando esperan tener suerte.

Él rio ante su forma tan directa de exponerlo. Esa era su Mallory, la mujer honesta que no ocultaba lo que pensaba.

– Yo no lo llamaría tener suerte si fuera un revolcón fácil con alguien que no me importaba.

El pestañeo de ella mostró la incertidumbre que la embargaba.

– Bueno, también es otro hecho comprobado que los hombres dicen cualquier cosa en el calor del momento, sin creer nada de sus palabras.

– No estamos en el calor del momento -se acercó hasta que pudo separarle las piernas y arrodillarse entre ellas. -Todavía -no le quitó la mirada de encima, pero se inclinó más, con los labios a meros centímetros del paraíso.

– Hablas muy bien -suspiró… y la voz ronca le indicó lo mucho que le gustaba cómo hablaba y la evidente intención que tenía.

– No son simples palabras. Si lo único que deseara fuera una mujer, no estaría aquí ahora -porque era demasiado complicada y atractiva, demasiado todo en lo que a él se refería.

Si se perdía dentro de ella para olvidar el dolor del día, se arriesgaba a perderse para siempre. Pero ahí estaba y ya no había vuelta atrás. No iba a huir.

– Ah, cariño, si lo único que quisiera fuera cualquier mujer, ya estaría dentro de ti, ocupándome de mis necesidades en vez de hacer esto -bajó la cabeza y la lamió; probó su feminidad, y sintió su calor al tiempo que cebaba la humedad de rocío.

La única respuesta de ella fue un gemido tremido. Cerró las manos en la colcha de la cama y alzó las caderas. Por su calor líquido, Jack supo que estaba cerca del precipicio y él mismo ya no iba a poder esperar mucho más.

Pero Mallory lo sorprendió, ya que lo hizo rodar hasta quedar boca arriba y se sentó a horcajadas en su cintura. Apenas la vio abrir el cajón de la mesilla o el paquete de celofán, pero sí sintió cómo le enfundaba el preservativo.

El deseo de penetrarla era intenso. Pero aún más poderosa era la necesidad de observarla mientras descendía sobre él y lo aceptaba en toda su anchura y extensión. Pero no pudo evitar tocarla, desde separarle los pliegues con la punta de los dedos hasta situarse ante su entrada.

La aferró por las caderas en el mismo instante en que ella eliminaba toda contención. Se deslizó por su núcleo encendido, lubricado y húmedo a su alrededor.

– Dios -la palabra salió de sus labios en un gemido gutural. La resistencia inicial del cuerpo de Mallory fue el placer ceñido de él. Jamás había sentido algo más caliente, idóneo y perfecto.

Y como había prometido que miraría, se obligó a levantar los párpados pesados y a apoyarse en los codos. Al verse engullido en el interior de ella, se dio cuenta de que había sido un error.

Comenzó a realizar unos movimientos de embestida que intensificaron todas y cada una de las sensaciones que le recorrían el cuerpo.

Mallory estuvo a punto de gritar por el calor increíble y la fricción vertiginosa que creaban. Era seda mojada que envolvía la erección sólida de él. Lo que sentía por ese hombre era tan poderoso y fuerte que permanecería con ella mucho después de que hubieran dejado de estar juntos, algo en lo que aún no quería pensar. Contrajo los músculos con más fuerza en torno a la dureza palpitante, sabiendo que le faltaba muy poco para alcanzar el clímax,

Jack se agarró a sus caderas y la impulsó a abrir los ojos para encontrarse con los ojos nublados de él.

– Déjate ir, cariño -levantó las caderas para acercarla todavía más al abismo. Esperó.

Mallory intentó respirar, pero solo pudo emitir un grito ahogado.

– Entonces llévame allí… y ven conmigo -contoneó el trasero en un lento movimiento circular. La pelvis giró sobre las caderas de Jack, quien la penetró tan hondamente, que la palabra «unión» adquirió un nuevo significado.

– Aahhh, Dios. Ahora -la penetró y ella volvió a contraer los músculos a su alrededor.

Unas olas remolinantes de placer interminable rompieron sobre ella, Miró el increíble rostro de él y Jack se puso a embestirla con más fuerza. No podía pensar ni respirar. Los cuerpos se movían al unísono, más y más deprisa, hasta que la resistencia de Mallory se convirtió en el punto focal del placer erótico.

– Sí, sí… -soltó un grito de placer con una voz que no reconoció como propia,

– Sí -fue el eco de Jack al estallar dentro de ella y temblar con el poder de su orgasmo.

Y el mundo que ella conocía se fragmentó en millones de haces de luz que la cegaron, y la belleza de alcanzar juntos el orgasmo le provocó lágrimas.

Respiró de forma entrecortada mientras bajaba el cuerpo para descansar sobre él.

– Te amo -las palabras escaparon de su boca antes de que pudiera detenerlas.


Mallory yacía encima de él, jadeante, saciada… y esperando una respuesta. Pero no tenía nada que decirle. En todo caso, nada que ella quisiera oír.

Antes de Mallory, siempre había tenido sexo. Pero no se había equivocado al entrar y tener la corazonada de que eso era mucho más. No era ella la única que se enamoraba.

Años de ideas preconcebidas y de estadísticas de divorcio lo informaban de que no tenían ni una sola posibilidad, pero, por primera vez, consideró las otras estadísticas. Los matrimonios que habían sobrevivido. Las personas que permanecían juntas por razones que trascendían la conveniencia y la seguridad.

No se le escapaba la ironía de la situación. La única vez que estaba dispuesto a encarar el futuro, no disponía de ninguno.

Mallory suspiró.

– No te mentiré y afirmaré que fue en el calor del momento, pero no te preocupes, no espero que respondas «yo también te amo».

– Me importas -«más de lo que es prudente». -Y desearía poder decir las palabras -pero no podía, porque hacerlo significaría poner en peligro todo lo que ella quería de la vida.

Jack era la persona menos altruista que conocía, pero proteger a Mallory y las cosas que ella valoraba se había convertido en su prioridad.

– Eh, desearlo no hace que las cosas sucedan, y los dos conocemos las reglas.

– Estas cambian -no se tragó su tono ligero.

– Pero no los puntos de vista. Y los dos conocemos cuáles son los tuyos.

Forzó una risa que no sentía.

– Sí, iguales que los tuyos. La carrera es lo primero. Todo lo demás va en un segundo lugar.

– Exacto.

Pero la idea de volver a su vacío apartamento de Nueva York no le resultaba tan liberadora como en el pasado.

Pero él ya era socio, ya había alcanzado su sueño. Y esa era la meta de ella, para la que se había afanado durante años.

«Te amo».

No podía reconocer que él sentía lo mismo. No podía enfrentarse a sus propios demonios y decidir si corría el riesgo y le confiaba el corazón a Mallory. No tenía otra alternativa que hacer a un lado la verdad.

Por el bien de ella.

Por violar la política de no romances del bufete, la vieja guardia consideraría los actos de Mallory con desdén. No la despedirían, no sin arriesgarse a una demanda, pero podrían frenar su ascenso y hacerle la vida imposible hasta que dimitiera. Mientras tanto, Jack solo recibiría una reprimenda, un cachete en la mano y quizá una broma obscena para que controlara sus impulsos más bajos. Pero seguiría siendo socio y su carrera estaría intacta. Injusto pero cierto.

– ¿Jack?

Se puso de costado y la arrastró con él. Miró su rostro preocupado y ante sí mismo reconoció que le importaba demasiado.

– Estoy aquí.

«Pero no me ama», pensó Mallory. El corazón se le encogió. Aunque el destino dictara que no tenían futuro, deseó que Jack sintiera lo mismo.

– ¿Qué pasó en tu casa? -preguntó, cambiando de tema.

– Al final mis padres van a divorciarse.

– De modo que tu padre plantó cara. Debes de estar satisfecho.

– «Satisfecho» no describe lo que siento. Mi madre se presentó en casa a recoger sus cosas… acompañada de su último novio.

– Es muy poco sensible.

– Así es mi madre -repuso con expresión inescrutable.

Mallory comprendió que de ahí nacían sus ideas sobre las relaciones a largo plazo y las mujeres,

– Adelante y arriba -continuó él. -Constantemente quiere más y mejor y no le importa quién resulta herido en el camino.

– Entonces, ¿por qué se quedó tanto tiempo con él? -preguntó.

– Seguridad financiera. Y mi padre lo permitió.

– No todas somos como ella -supo que las palabras eran necesarias.

– Sé que tú no lo eres -tuvo un tic en la mandíbula. -Pero perdóname por no haber puesto a prueba la teoría. Los divorcios y las estadísticas que he visto bastaron para convencerme de mantenerme al margen.

Ella asintió. Al final, de poco importaba que la creyera diferente, porque había caído en un estereotipo demasiado difícil de superar por cualquier mujer. En particular por Mallory, quien había convertido su «adelante y arriba» en objetivo público en un mundo dominado por hombres.

Posó una mano sobre los labios de él. Ya le había revelado suficientes cosas como para convencerla de que confiaba en ella.

– Se me ocurren cosas más divertidas que volvernos demasiado emotivos.

– ¿Qué tienes en mente? -preguntó Jack.

Ella forzó una sonrisa relajada,

– Me llamó nuestro detective privado y dispongo de bastante información sobre la señora Lederman -pero al estar desnuda con Jack, en lo que podía ser la última vez, no quería hablar de trabajo. Y menos de un tema que cada vez que pensaba en él le producía dolor.

– No tenías trabajo en la mente -apoyó la mano en su cadera.

– Además -convino-, a medianoche no podremos hacer nada al respecto.

– Tienes razón. Sea lo que fuere, puede esperar -le dio un beso en los labios, profundo y sentido. Y cuando le mordió el labio inferior, Mallory gimió.

Tomó el pañuelo que él le había devuelto y se sentó sobre su estómago. Se pasó la seda alrededor de las manos y tiró de ambos extremos. Los ojos de él se oscurecieron en anticipación.

– ¿Qué es lo que planeas hacer con eso exactamente?

– He oído que si le vendas los ojos a un hombre, sus otros sentidos se agudizan.

– Interesante teoría -musitó.

– Lo mismo pensé yo -sonrió. -¿Crees que es aplicable a las mujeres?

– Desde luego, pretendo averiguarlo.

Se incorporó para mordisquear un pezón. Ella echó la cabeza atrás y soltó un grito ahogado.

Mientras estaba distraída, Jack le quitó el pañuelo.

– Tramposo -apenas soltó las palabras cuando él tensó la tela sobre sus pechos. Sus caderas iniciaron un movimiento circular e involuntario sobre el estómago de Jack.

– No veo que te quejes -sonrió. Enroscó las manos en torno a la seda sin dejar de mirarla-. Pongamos a prueba tus sentidos agudizados.

Ella contuvo el aliento, nerviosa. Había planeado darle placer de esa manera, no que él invirtiera las tornas, Los pezones ya se le habían endurecido y la humedad entre sus piernas atestiguaba la creciente excitación. Cuando le ató el pañuelo en torno a la cabeza, todo a su alrededor se puso negro.

La anticipación le hizo un nudo en el estómago. Todos los sentidos se le potenciaron.

Una ráfaga de aire fresco le recorrió los pezones. Arqueó la espalda ante el ataque sensual y habría caído si Jack no le hubiera pasado el brazo fuerte por la cintura.

– Te tengo -la ayudó a tumbarse sobre los cojines mullidos.

La curiosidad martilleó por sus venas. Era vulnerable a él, pero nunca había confiado más en un hombre.

– ¿Jack?

– Aquí -le dio un beso suave en los labios, luego le ajustó la venda, para que estuviera cómoda pero no pudiera ver nada. Segundos más tarde, una música suave flotó en la habitación-, ¿Te encuentras bien? -preguntó.

– Nunca he estado mejor -captó la calidez en su propia voz y supo que era reflejo de cómo hacía que se sintiera.

– Bien. Y ahora probemos tu teoría. Hay cinco sentidos, ¿verdad?

Ella asintió.

Pensaba poner a prueba cada uno. No podía ofrecerle más que el ahora, pero cuando hubiera terminado, Mallory no solo tendría su amor, sino un montón de recuerdos a los que aferrarse, igual que él.

Entonces, ¿por qué no le parecía suficiente?

Supo que lo que deseaba era perderse otra vez dentro de ella, y en esa ocasión ser él quien diera rienda suelta a sus emociones contenidas.

– ¿Con cuál de los cinco quieres empezar? -le preguntó.

– Creo que con el tacto -sonrió.

Al pensar en todas las formas en que quería explorar su cuerpo y dejar que ella lo sintiera a él, se puso a sudar.

Apretó los dientes y se dijo que aún no.

– Lo siento, pero reservamos el mejor para el final. Pasemos al gusto. No te muevas.

– ¿Piensas que voy a ir a alguna parte? -preguntó con ironía.

Fue al minibar que había bajo el televisor. Menos mal que encontró una barra de chocolate. Después de desenvolverla, tomó un bocado del chocolate con leche y caramelo y se puso a masticar.

– Eh, ¿qué está pasando? -preguntó ella cuando el silencio se prolongó.

– Nada -rio. -¿Estás lista?

– Estaba lista -siguió la afirmación con un largo gemido que él tragó con la boca cuando le cubrió los labios con los suyos.

La lengua de Jack le invadió la boca y comenzó una pausada exploración. Ella le lamió la lengua y le mordisqueó el labio inferior antes de parar para respirar,

– Mmm. Delicioso.

El sonido ronco lo sacudió hasta los cimientos, renovándole el deseo de momentos atrás.

– Chocolate.

– Muy bien. ¿Lista para el siguiente?

Ella se humedeció los labios. De algún modo, Jack logró contenerse de tirarla sobre la cama. Primero debían completar un experimento.

– Olfato, ¿de acuerdo? -la volvió para que quedara de cara a él. Después de darse una ducha y antes de marcharse a la ciudad, se había pasado loción para después del afeitado. La tomó por las caderas y dijo-Adelántate y pasa las piernas alrededor de mi cintura.

Le ciñó la cintura y el calor femenino y húmedo se pegó de forma tentadora a su ingle.

– ¿Qué me estás haciendo? -gimió más que preguntó.

Jack la entendió. Tenía el cuerpo tenso y suplicaba liberación. Le dio un beso en los labios.

– Excitarte, cariño. Lo mismo que pretendías hacer tú con ese pañuelo.

– Tendré que pagarte con la misma moneda, ¿lo sabes?

Él rio con ganas.

– Tiemblo de miedo. Y ahora apoya la cabeza aquí -le guio la barbilla al hombro.

Mallory apoyó la mejilla suave contra la piel más áspera y permanecieron en silencio mientras a ella el corazón le latía deprisa. Los pechos se le suavizaron contra Jack y el extremo de la dureza de él se asentó sobre su abertura, desprotegida e insistente.

Él rezó para poder contenerse.

– Respiras deprisa -comentó ella con tono burlón. -Y de forma entrecortada. ¿Cuenta eso para mí agudizado sentido del oído?

Jack estaba dispuesto a aceptarlo si con ello aceleraba la finalización del experimento,

– Está bien.

Mallory enterró la cara en el cuello y el hombro de Jack. Respiraba como él. Le rodeó la cintura con los brazos y lo pegó a su cuerpo. El gesto fue más íntimo que experimental. Más una expresión honesta de emoción que un juego ligero y fácil.

Jack se aferró a la poca fortaleza que le quedaba. Hasta que Mallory comenzó a frotar la nariz sobre su cuello.

– Almizcleño -murmuró. -Masculino -las palabras vibraron cerca del oído de él. -Y tan sexy -le mordisqueó la piel y luego lo aplacó con la lengua.

En ese momento el cuerpo le tembló y la contención se convirtió en un recuerdo. El experimento se había terminado. Además, había sido más duro para él que para ella. Había sobrevivido al gusto, al olfato y al oído. En ese momento quería el tacto.

La echó sobre la cama y le quitó el pañuelo. Mallory parpadeó al adaptarse a la luz.

La miró a la cara.

– Quiero tacto.

– Yo también -sonrió. -Por Dios, yo también.

Su permiso era todo lo que Jack necesitaba. Le abrió las piernas y la penetró.


Mallory se sentó y observó a Jack dormir. El deseo flotó por debajo de la superficie, una emoción secundaria respecto del amor que le inspiraba ese hombre.

Se dio cuenta de que por primera vez en la vida, sus sentimientos y necesidades se anteponían al deseo de complacer a su padre, un hombre que jamás había mostrado interés en su vida o carrera. No entendía por qué había planificado todo su futuro en torno al intento de ganarse el respeto y el amor de ese hombre.

Con el amanecer próximo, comprendía que el camino profesional que había elegido por los motivos equivocados entraba en conflicto con las revelaciones que le había hecho el detective privado sobre la señora Lederman.

Y ya era hora de enfrentarse a ciertos hechos y sentimientos.

– ¿Estás despierta? -la voz ronca de Jack sonó en su oído,

– Mmm. Estaba pensando.

– Espero que en lo que pasó anoche -alargó una mano para coronarle un pecho.

Sintió el hormigueo placentero, pero primero necesitaba hablar,

– Lo de anoche fue asombroso. Pero tenemos que hablar de trabajo antes de volver a desviarnos.

– ¿Quieres que hable de trabajo mientras estoy en la cama contigo? -rio. Se acercó hasta apoyar la entrepierna, dura y erecta, en su espalda.

– A pesar de lo que me cuesta negarte algo -suspiró-y necesito quitarme esta información de dentro.

– ¿De qué se trata? -preguntó preocupado.

– Alicia Lederman tiene un historial de abuso de drogas recetadas.

– ¡Bingo!

Mallory se encogió por dentro ante el entusiasmo en su voz.

– Es exactamente lo que necesitamos exponer para llegar a un acuerdo. En cuanto le hablemos a Lederman de ello… Aguarda un momento -detrás de ella Jack se sentó.

– ¿Qué sucede?

– ¿Ese abuso tuvo lugar mientras estaban casados?

Mallory asintió.

– Y también su estancia en una clínica de rehabilitación cara.

– Entonces, ¿por qué Lederman no compartió esta información con nosotros?

– Bueno, aún no somos sus abogados -le recordó ella.

– Eso puedo aceptarlo. Pero también existe otra posibilidad…

– Que nos estuviera poniendo a prueba -concluyó Mallory. -Quería ver si descubriríamos la información y hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar.

No estaba segura de cuándo había tomado la decisión, pero fue entre llegar a conocer y caerle bien Alicia Lederman y enamorarse de Jack. En ella existía un lado suave que había desconocido.

Aunque le costara el trabajo y llegar a ser socia, no podía utilizar el pasado de la mujer en su contra. Admiraba y respetaba demasiado a Alicia Lederman. El sentido de la justicia dictaba que tuviera en consideración los sentimientos de la mujer.

Sin previa advertencia, Jack apartó las sábanas y bajó de la cama.

– ¿Adónde vas?

– A hablar con ese hijo de perra. Una cosa es estar indeciso e invitarnos aquí para llegar a conocernos mejor, y otra jugar a desaparecer y a retener información. Me he cansado. O mi historial habla por sí solo o no lo hace -agarró los vaqueros.

– Jack, espera.

– Tienes razón -hizo una pausa. -Primero me ducharé y luego abordaré a Paul Lederman -fue hacia el cuarto de baño, magnífico en su desnudez y masculinidad,

– ¿Cuál es el plan, Jack? -se humedeció los labios.

– ¿Antes o después de que lo estrangule? -preguntó al volverse.

– Después.

– Nos contrata, utilizamos la información y alcanzamos un pequeño acuerdo económico, ¿por qué?

– Porque yo voto que no lo usemos.

Jack regresó a la habitación con todas sus antenas de abogado desplegadas.

– ¿Te importaría decirme por qué no?

– Porque no se lo merece. Ya la has oído. Crió a los hijos de su marido, y por lo que he visto, desempeña un papel muy importante aquí. Se ha ganado una buena parte. Además, si ha tenido un problema de drogas legales, es evidente que ya lo ha superado. ¿Por qué amenazar con hacer pública su debilidad? ¿Por qué permitir que ridiculicen a sus hijos solo para satisfacer las necesidades del señor Lederman?

– Porque si responde como yo espero que lo haga, será nuestro cliente -un cliente que no le gustaba y en quien no confiaba, pero que, de todos modos, tenía derecho a recibir lealtad y la mejor defensa que su dinero podía comprar. Se detuvo al pie de la cama. -Tú sugeriste contratar al detective privado. ¿Ahora quieres enterrar la información que le pediste que encontrara? -movió la cabeza con incredulidad-. Aparte del hecho de que dudo que Lederman quiera eso, va contra nuestra ética legal y lo que le debemos al cliente.

Entrecerró los ojos, furiosa de que cuestionara su ética.

– Da la casualidad de que creo que hay tácticas menos sucias disponibles.

– ¿Eso de la mujer que quiere triunfar en un mundo de hombres? -en cuanto las palabras escaparon de su boca tuvo ganas de morderse la lengua.

Ella se levantó de la cama, envolviéndose con la sábana más como gesto de protección emocional que físico.

– Bueno, supongo que ambos sabemos dónde está cada uno en este tema. Y la opinión de quién tiene más peso.

Odiaba hacerle daño. Odiaba la distancia que acababa de establecer entre los dos.

– Mallory…

– Ve a darte una ducha y a hablar con Lederman -movió la cabeza.

Sabiendo que no había más que decir, se puso los pantalones y se marchó a su habitación a darse una ducha. Cuando se hubo tranquilizado y volvió a llamar a la puerta de Mallory, nadie contestó.

Que hubiera bajado a dar un paseo por la playa o no le quisiera abrir, el resultado era el mismo.

Estaba solo.

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