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A UNA MUCHACHA DESNUDA

Cuan delicada muchacha,

tú que me miras con tus ojos oscuros.

Desde el borde de ese río, con las ondas por medio,

veo tu dibujo preciso sobre un verde armonioso.

No es el desnudo como llama que agostara la hierba,

o como brasa súbita que cenizas presagia,

sino que quieta, derramada, fresquísima,

eres tú primavera matinal que en un soplo llegase.

Imagen fresca de la primavera que blandamente se posa.

Un lecho de césped virgen recogido ha tu cuerpo,

cuyos bordes descansan como un río aplacado.

Tendida estás, preciosa, y tu desnudo canta

suavemente oreado por las brisas de un valle.

Ah, musical muchacha que graciosamente ofrecida

te rehusas, allá en la orilla remota.

Median las ondas raudas que de ti me separan,

eterno deseo dulce, cuerpo, nudo de dicha,

que en la hierba reposas como un astro celeste.

DESTERRADO DE TU CUERPO

Ligera, graciosamente leve, aún me sonríes. ¿Besas?

De ti despierto, amada, de tus brazos me alzo

y veo como un río que en soledad se canta.

Hermoso cuerpo extenso, ¿me he mirado sólo en tus ondas,

o ha sido sangre mía la que en tus ondas llevas?

Pero de ti me alzo. De ti surto. ¿Era un nudo

de amor? ¿Era un silencio poseso? No lo sabremos nunca.

Mutilación me llamo. No tengo nombre; sólo

memoria soy quebrada de ti misma. Oh mi patria,

oh cuerpo de donde vivo desterrado,

oh tierra mía,

reclámame.

Súmame yo en tu seno feraz. Completo viva,

con un nombre, una sangre, que nuestra unión se llame.

EL PIE EN LA ARENA

El pie desnudo. Sólo

su huella; sólo el leve

trasunto. Aquí el perfume

estuvo. ¡Quién pudiera

seguirte, aire que un día

arrebataste la última

sospecha de una carne!

Huella desnuda, intacta.

Plinto de mi deseo,

donde hoy se yergue entera

la irrenunciable estatua.

NOCHE CERRADA

Ah triste, ah inmensamente triste

que en la noche oscurísima buscas ojos oscuros,

ve sólo el terciopelo de la sombra

donde resbalan leves las silenciosas aves.

Apenas si una pluma espectral rozará tu frente,

como un presagio del vacío inmediato.

Inmensamente triste tú miras la impenetrable sombra en que respiras.

Álzala con tu pecho penoso; un oleaje

de negror invencible, como columna altísima

gravita en el esclavo corazón oprimido.

Ah, cuán hermosas allá arriba en los cielos

sobre la columnaria noche arden las luces,

los libertados luceros que ligeros circulan,

mientras tú los sostienes con tu pequeño pecho,

donde un árbol de piedra nocturna te somete.

CUERPO DE AMOR

Volcado sobre ti,

volcado sobre tu imagen derramada bajo los altos álamos inocentes,

tu desnudez se ofrece como un río escapando,

espuma dulce de tu cuerpo crujiente,

frío y fuego de amor que en mis brazos salpica.

Por eso, si acerco mi boca a tu corriente prodigiosa,

si miro tu azul soledad, donde un cielo aún me teme,

veo una nube que arrebata mis besos

y huye y clama mi nombre, y en mis brazos se esfuma.

Por eso, si beso tu pecho solitario,

si al poner mis labios tristísimos sobre tu piel incendiada

siento en la mejilla el labio dulce del poniente apagándose,

oigo una voz que gime, un corazón brillando,

un bulto hermoso que en mi boca palpita,

seno de amor, rotunda morbidez de la tarde.

Sobre tu piel palabras o besos cubren, ciegan,

apagan su rosado resplandor erguidísimo,

y allí mis labios oscuros celan, hacen, dan noche,

avaramente ardientes: ¡pecho hermoso de estrellas!

Tu vientre niveo no teme el frío de esos primeros vientos,

helados, duros como manos ingratas,

que rozan y estremecen esa tibia magnolia,

pálida luz que en la noche fulgura.

Déjame así, sobre tu cuerpo libre,

bajo la luz castísima de la luna intocada,

aposentar los rayos de otra luz que te besa,

boca de amor que crepita en las sombras

y recorre tu virgen revelación de espuma.

Apenas río, apenas labio, apenas seda azul eres tú, margen dulce,

que te entregas riendo, amarilla en la noche,

mientras mi sombra finge el claroscuro de plata

de unas hojas felices que en la brisa cantasen.

Abierta, penetrada de la noche, el silencio

de la tierra eres tú: ¡oh mía, como un mundo en los brazos!

No pronuncies mi nombre: brilla sólo en lo oscuro.

Y ámame, poseída de mí, cuerpo a cuerpo en la dicha,

beso puro que estela deja eterna en los aires.

CABELLERA NEGRA

¿Por qué te miro, con tus ojos oscuros,

terciopelo viviente en que mi vida lastimo?

Cabello negro, luto donde entierro mi boca,

oleaje doloroso donde mueren mis besos,

orilla en fin donde mi voz al cabo se extingue y moja

tu majestad, oh cabellera que en una almohada derramada reinas.

En tu borde se rompen,

como en una playa oscura, mis deseos continuos.

¡Oh inundada: aún existes, sobrevives, imperas!

Toda tú victoriosa como un pico en los mares.

CUERPO SIN AMOR

Pero no son tus ojos, tranquilos;

pero no serán nunca tus ojos los que yo ame.

Derribada, soberbia, centrada por el fuego nocturno de tus pupilas,

tú me contemplas, quieto río que un astro lunar frío devuelves.

Toda la noche hermosa sobre tu cuerpo brilla

y tú la escupes, oh superficie que un resplandor gélido otorgas.

La noche se desliza sobre tu forma. (¡Ah frío del mundo,

quién mirará tu quieto, tu sideral transcurso sobre un cuerpo estrellado!)

No améis esa presencia que entre los verdes quietos oscuramente pasa.

Cuerpo o río que helado hacia la mar se escurre,

donde nunca el humano beberá con su boca,

aunque un ojo caliente de su hermosura sufra.

EL PERFUME

Chupar tu vida sobre tus labios,

no es quererte en la muerte.

Chupar tu vida, amante,

para que lenta mueras

de mí, de mí que mato.

Para agotar tu vida

como una rosa exhausta.

Color, olor: mis venas

saben a ti: allí te abres.

Ebriamente encendido,

tú me recorres. Toda,

toda mi sangre es sólo

perfume. Tú me habitas,

aroma arrebatado

que por mí te despliegas,

que como sangre corres

por mí: ¡que a mí me pueblas!

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