Para su sorpresa, Taryn durmió como hacía años que no dormía. Se despertó con la cabeza muy despejada y se dio cuenta de que Jake tenía razón: si querían que Abby pensara que vivían juntos, tenía que saber cómo era el dormitorio de él. Se levantó y aguzó el oído, pero no oyó nada. Miró el reloj; eran las siete pasadas. ¿Se habría ido a la oficina? Siempre llegaba el primero…
Se duchó y se vistió con la esperanza de que Jake supiera a qué hora iba a llegar Abby y de que se tomara una hora libre para estar allí cuando llegara. Salió del cuarto convencida de que él se había ido. Estaba en lo más alto de las escaleras cuando se quedó pensativa. Aquello era absurdo. Jake creía que tenía que saber cómo era su dormitorio, pero ¿por qué no podía decir que era una amiga, sin más, que estaba pasando unos días allí? Aunque, pensándolo bien, y teniendo en cuenta el atractivo de él, ¿se lo creería una chica de diecisiete años? No. Taryn decidió no bajar y avanzar por el pasillo hasta la única habitación que no conocía. Giró el picaporte y entró. El cuarto, aunque más grande, era muy parecido al suyo. La cama estaba deshecha. Estiró un poco las sábanas y agarró la almohada para sentirse cerca de él. En realidad, estaba más cerca de lo que se imaginaba. Un movimiento a sus espaldas hizo que se le pusieran los pelos de punta. Se dio la vuelta y se puso como un tomate. Él, sin embargo, no parecía alterado. Estaba desnudo, con una toalla atada a la cintura, y la saludó con aparente naturalidad.
– Buenos días, Taryn. ¿Has dormido bien?
Ella tenía los ojos clavados en ese pecho tan viril ligeramente cubierto por vello mojado y se puso más colorada aún cuando consiguió mirarlo a los ojos.
– Dijiste… yo… lo siento -balbució ella-. He pensado que tenía que ver tu cuarto.
– No hace falta que hagas la cama.
Él había captado perfectamente su bochorno, pero no parecía nada abochornado de enseñar sus largas piernas por debajo de la toalla.
– Yo… mmm… me voy -ella tenía que rodearlo, pero él se lo impedía-. Creía que te habías ido a la oficina… -farfulló mientras se acercaba a él.
– No sé por qué, pero me lo imaginaba.
Taryn bajó la mirada al captar un brillo malicioso en sus ojos, pero no pudo evitar preguntarse si estaría riéndose de ella.
– Perdona… -le pidió ella.
– Claro -replicó Jake sin moverse un centímetro.
Estaba empezando a sentirse incómoda.
– Estás un poco… desvestido.
– Es verdad, pero espero que eso no te altere.
Ella lo miró directamente a los ojos y tuvo la espantosa sensación de que sabía perfectamente lo que pasaba por la cabeza de Jake. Tragó saliva.
– En absoluto -mintió.
– Dame cinco minutos -le pidió él mientras se apartaba, como si hubiera recapacitado-. Nos encontraremos abajo.
Taryn salió de allí como alma que lleva el diablo. Cinco minutos no iban a ser suficientes para reponerse. Él, afortunadamente, tardó diez.
– Esto no va a salir bien -dijo precipitadamente en cuanto lo vio.
– Saldrá bien -replicó él tranquilamente-. Sólo ha sido un levísimo incidente, y como estoy seguro de que harás todo lo posible para que no vuelva a pasar, ¿por qué no nos sentamos y tomamos una taza de té?
– ¡Qué paternalista!
Taryn, sin embargo, tuvo que reírse cuando él se rió al darse cuenta de que, efectivamente, había sido muy paternalista.
Mientras desayunaban, Jake le explicó que su hermana y su cuñado dejarían a Abby en cualquier momento, de camino al aeropuerto, y que la señora Vincent llegaría alrededor de las nueve.
– ¿No le parecerá raro a Abby que no conozca a tu ama de llaves? Supongo que te irás a la oficina lo antes posible.
– Ya sabrás qué hacer.
A ella le habría gustado tener tanta confianza como él. Afortunadamente, Suzanne y su marido llegaron con Abby enseguida.
– ¡Jake!
La exclamación de felicidad de la chica le llegó nítidamente a Taryn, que se había quedado en la sala. Siguieron unos saludos y oyó a Jake:
– Pasad a saludar a Taryn.
– ¿Taryn…? -preguntó Abby.
Evidentemente, su madrastra no le había dicho que Jake tenía compañía. Cualquier idea que Taryn hubiera podido tener sobre Abby como una niña, se desvaneció en cuanto la tuvo delante. Abby, con unos vaqueros ceñidos y un top con un escote más que generoso, entró la primera. Taryn sonrió, pero Abby no. Jake hizo las presentaciones y Suzanne intentó compensar la gélidez de su hijastra con un saludo muy afectuoso. Stuart también la saludó con jovialidad.
– Tenemos que darnos prisa -se excusó Stuart cuando Taryn le ofreció una taza de café-. Hemos tardado más de lo que teníamos previsto.
– Te llevaré la maleta a tu cuarto -le dijo Jake a Abby cuando se hubieron ido sus padres.
– ¿Es el mismo que la última vez?
– Ahora lo ocupa Taryn -contestó él.
– ¿Taryn está viviendo aquí? -preguntó Abby mientras miraba a Taryn con seriedad.
– Sabía que no te importaría -contestó él con sorna y la enorme maleta en la mano.
– ¿Para qué necesita un dormitorio propio?
– Uno de nosotros ronca -contestó Jake en tono de broma.
Abby siguió a Jake escaleras arriba. Bajó con él, charlando animadamente, pero se calló en cuanto llegaron junto a Taryn. Ésta pensó que le esperaba una semana espantosa. Jake dijo que tenía que irse y ella quiso salir detrás.
– ¿De acuerdo, Taryn? -le preguntó él mientras se acercaba a ella.
– Muy bien -Taryn esbozó una sonrisa forzada.
– Intentaré volver lo antes posible -le susurró él como si fingiera una despedida cariñosa-. Pórtate bien.
Jake sonrió y ella estuvo a punto de derretirse cuando le pasó un brazo por los hombros y posó los labios en los de ella.
– ¡Caray! ¡Te ha dado fuerte! -exclamó Abby cuando Jake se hubo ido y Taryn se quedó paralizada.
– ¿Qué puedo decirte? -Taryn sonrió como si tuviera lástima de sí misma-. ¿Qué quieres hacer hoy? -le preguntó con tono desenfadado.
– Voy a deshacer la maleta.
Afortunadamente, Abby seguía en su cuarto cuando llegó la señora Vincent y Taryn pudo presentarse sin que la perspicaz Abby hiciera preguntas.
– ¿Ha llegado Abby?
– Sí, esta deshaciendo la maleta -contestó Taryn.
– ¿Quieren comer algo en especial? Podría hacer el pastel de carne que le gusta tanto al señor Nash.
– ¿Sería mucha molestia?
Taryn no sabía cuál era su papel. La señora Vincent parecía considerarla la señora de la casa y ella creía que sólo estaba allí para alejar a Abby de Jake. Cuando Abby bajó por fin, se había cambiado el top por otro menos descocado y fue hacia la puerta.
– Ven a saludar a la señora Vincent -le pidió Taryn con amabilidad.
– Claro -replicó ella despreocupadamente.
Taryn tuvo que reconocer que estaba muy bien educada cuando estuvo un buen rato charlando con la señora Vincent antes de decir que iba a salir.
– ¿Vas a algún sitio concreto? -preguntó Taryn en el vestíbulo.
– Había pensado darme una vuelta para ver tiendas -contestó Abby-. ¿Te apetece venir?
La verdad era que no le apetecía, pero tampoco quería que fuera sola por Londres.
– Me encantaría. Espera un segundo que vaya por el bolso.
Abby era una especie de profesional de las compras. Conocía casi todas las tiendas, elegía prendas, se las probaba y las desechaba infatigablemente. Hicieron una breve pausa para comer algo, porque Taryn se empeñó, y siguieron de compras. Aun así, cuando volvieron a la casa de Jake, Taryn no podía decir que Abby hubiera estado más simpática con ella. Taryn, no obstante, la disculpaba. Abby estaba muy prendada de Jake y ella estaba pasando por lo mismo.
Jake volvió pronto. Entró a las seis y media y fue directamente hacia Taryn.
– ¿Qué tal mi chica?
La besó y a ella le encantó, aunque le había alterado todas las entrañas.
– ¿No hay un beso para mí? -se quejó Abby.
– Claro -Jake esquivó los labios que le ofrecía ella y le dio un beso en la mejilla-. ¿Qué habéis hecho hoy?
Charlaron un rato y después comieron el pastel de carne de la señora Vincent mientras Abby le contaba que habían ido de compras.
– ¿Qué habéis comprado? -preguntó él para mantener la conversación.
– Bueno, no hemos comprado nada, aparte de algunas chucherías, pero me lo he pasado muy bien probándome ropa. Bueno, fue divertido hasta que Taryn se empeñó en parar un rato para comer.
Jake sonrió y en ese momento Abby salió de la habitación para contestar una llamada de su padre.
– He sido un descuidado -se lamentó él.
– Estoy segura, pero ¿por qué?
– Tendría que haberte dado dinero para…
– ¡Ni hablar! -lo interrumpió rotundamente Taryn.
– No voy a dejar que pagues las comidas de Abby.
– Estás avergonzándome.
– ¿Otra vez?
Él se refería, evidentemente, a haberlo visto casi desnudo esa mañana.
– ¡Cierra el pico! -exclamó ella.
A él le hizo gracia y empezó a reírse. Ella también se rió.
– ¿Cuál es el chiste? -preguntó Abby desde la puerta.
– Taryn me hace mucha gracia -contestó Jake-. ¿Qué tal tu padre?
– Parece que ya está más tranquilo.
Taryn captó que Abby, aunque le gustara parecer una joven de mente perversa, se preocupaba más por su padre de lo que quería traslucir.
Jake le preguntó a Abby por sus planes para el futuro.
– ¿Te refieres a trabajar?
– No es una palabra obscena -bromeó Jake.
– Papá quiere que vaya a la universidad para hacer algo de Ciencias.
– Podrías hacerlo, has tenido muy buenas notas.
– ¿Quién te lo ha dicho?
La pregunta era innecesaria, porque tanto su padre como Suzanne estaban muy orgullosos.
– El padre de Taryn es científico -le explicó Jake a Abby.
Taryn habría preferido mantenerse al margen de la conversación, pero también sintió un repentino orgullo porque Jake le hubiera pedido que lo ayudara con Abby.
– ¿De verdad? -Abby lo preguntó con interés sincero.
– Sí. Está jubilado, pero sigue teniendo un taller y a veces empieza algún proyecto.
– Taryn, ¿tú no trabajas?
Abby intentó parecer amable, pero Taryn se dio cuenta, como Jake, de que si él esperaba que las mujeres trabajaran, su novia debía ser la primera.
– Tengo una tía que dirige una empresa de trabajo temporal.
– ¿Haces trabajos temporales?
– Taryn, por hacerme un favor, se ha tomado libre una semana para poder acompañarte -intervino Jake.
Abby no pareció muy emocionada. Taryn estaba deseando acostarse, pero también pensó que Jake preferiría que se quedara hasta que Abby diera por finalizado el día. Sin embargo, fue Jake quien tomó la iniciativa.
– Si me disculpáis, tengo que hacer un par de cosas en el despacho.
Abby, que, evidentemente, prefería la compañía masculina, decidió subir a darse un baño y acostarse.
– Yo también subiré -comentó Taryn.
Abby la premió con la primera sonrisa, quizá por qué se sintió mejor al saber que no era la única que se privaba de la compañía de Jake.
Una hora más tarde, mientras Taryn miraba al techo con un libro en la mano, la puerta se abrió y Jake entró en el dormitorio. A ella se le disparó el corazón, pero se dio cuenta de que estaba destapada y de que su camiseta de algodón era casi transparente. Dejó el libro y se subió las sábanas hasta la barbilla.
– ¿Te has olvidado de decirme algo?
– No me quedaré mucho tiempo -Jake se sentó en el borde de la cama-. Abby está rondando y me ha parecido que lo mejor era que todo pareciera real.
– ¿Quieres que ella piense que estamos… retozando…?
– Está saliendo mejor de lo que me esperaba, pero Abby se fija en todo.
– La cosa está siendo mucho más… íntima de lo que me…
– ¿No irás a echarte atrás? -preguntó él bruscamente.
– ¡Estás aterrado! -exclamó ella entre risas.
– Por mi hermana -sonrió con expresión de culpa-. Yo se lo aclararía todo a Abby, pero no quiero arriesgarme a que se enfade y se largue a algún sitio.
– La vida es dura… -susurró ella con una mueca.
Entonces, se dio cuenta de la mirada de arrobo de Jake y se quedó sin aliento.
– Eres increíblemente guapa.
A ella el corazón volvió a latirle a mil por hora.
– Yo… ¿No llevas ya mucho tiempo aquí?
– Taryn… No quería ponerme descarado -se disculpó él.
– Lo sé, pero…
– No estás cómoda conmigo aquí.
Taryn, en ese mundo patas arriba en el que se encontraba, se dio cuenta de que no quería que se fuera. Aunque, para su propia sorpresa, lo despidió.
– Buenas noches, Jake.
Él la miró un instante. Pareció como si fuera a inclinarse para besarla, pero se contuvo.
– Buenas noches -se despidió mientras se levantaba y se iba.
A la noche siguiente, Jake las sacó a cenar y Taryn estuvo a punto de desmayarse por la atención que él le prestó. Ojalá hubiera sido una atención sincera y no para fingir.
– Tengo que ir una hora o dos al despacho -les comunicó él cuando volvieron a casa.
– Buenas noches -se despidió Abby antes de subir las escaleras.
Taryn fue a seguirla, pero Jake la agarró del brazo.
– Buenas noches, querida.
Taryn se quedó mirándolo como embobada. Él la abrazó y la besó. No fue un beso fugaz, sino un beso con todas las de la ley. Taryn supo vagamente que sólo la besaba porque Abby estaba esperándola al pie de las escaleras.
– Buenas… noches -masculló Taryn cuando se separaron.
Sin embargo, la cosa no terminó ahí. Jake volvió a inclinar la cabeza y, cuando la besó, los brazos de Taryn, como si tuvieran vida propia, rodearon el cuello de él. Notó que Jake la abrazaba con más fuerza y se olvidó por completo de la existencia de Abby.
Taryn no supo cuál de los dos se apartó primero. Sólo supo que lo amaba y que estaba entre sus brazos, donde quería estar. Abrió la boca con la intención de decir algo que disimulara lo que sentía, pero se acordó de Abby.
Entonces se dio cuenta de que Jake seguía sujetándole la cintura con las manos y retrocedió un paso.
– Tendrás que irte… a trabajar -comentó ella desenfadadamente mientras se alejaba.
Taryn se fue a su habitación. Tenía que acabar con aquello, porque Jake la había besado únicamente para fingir ante Abby y no significaba nada para él.
Por la mañana, cuando salió de la ducha, se encontró con una nota que él había metido por debajo de la puerta:
Tengo que estar temprano. A lo mejor llego tarde. Que te diviertas.
J.
La emocionó que le hubiera escrito una nota, pero también se preguntó por qué la habría escrito. Podría haber entrado en el cuarto y decírselo personalmente. Eso era lo que habría hecho antes del beso. Lo encontró preocupante. ¿Le habría mostrado ella sus sentimientos?
– ¿Qué vamos a hacer hoy? -preguntó Abby cuando se enteró de que Jake se había ido y volvería tarde.
– Lo que quieras -Taryn se alegró de notarla un poco más afable.
– Podría ir a echar otra ojeada a ese vestido azul que me probé ayer. También podríamos comer fuera ya que cenaremos tarde.
A Taryn le gustaba salir y no hacer nada, pero también echaba de menos el trabajo.
– ¿Adónde sueles ir a comer? -preguntó Abby cuando ya estaba delante del perchero con el vestido azul.
No podía decir que solía tomar algo en la cafetería de Nash Corporation y se acordó de que estaban cerca de un restaurante al que había ido cuando trabajaba con Brian.
– Conozco un sitio por aquí -contestó ella.
El New Recruit seguía como siempre y la halagó que el camarero se acordara de ella. Comieron muy bien, pero cuando ya estaban en la puerta, se toparon con alguien.
– ¡Taryn! -exclamó el hombre.
– ¡Brian! -Taryn lo miró boquiabierta.
No había vuelto a verlo desde que se marchó de su oficina. Él no iba nunca a ese sitio.
– ¿Qué tal estás? -preguntó ella.
– ¡Echándote de menos! -contestó él sin pensárselo dos veces.
– ¿Qué… tal está Angie?
– Estamos divorciándonos.
Taryn se quedó tan impresionada que se olvidó de presentarle a Abby y lo miró desconcertada.
– ¿Qué haces ahora? -preguntó él.
– Yo… -Taryn se acordó de Abby-. Hago algunos trabajos temporales.
– Vuelve a trabajar conmigo. Ya sé que hice una estupidez y no sabes cuánto me arrepiento, Taryn. Créeme.
– Claro que te creo -la cosa estaba poniéndose peliaguda y Abby la miraba con curiosidad-. Ya… te llamaré. Vaya, estamos cortando el paso -comentó ella cuando una pareja intentó entrar-. Adiós, Brian.
– Llámame pronto.
– ¿Quién era? -preguntó Abby una vez en la calle.
– Bueno… trabajé con él un tiempo -contestó Taryn sin darle importancia.
Volvieron a casa de Jake y Abby fue a su cuarto para colgar su adquisición.
Jake apareció después de las ocho. Miró inmediatamente a Taryn. Ella pensó que estaba cansado, pero, por seguirle el juego, se acercó a él y lo besó levemente en los labios. Entonces, él la abrazó.
– Haces que un hombre se alegre de volver a casa -susurró Jake.
– ¿Has cenado algo? -preguntó ella entre risas.
– Sí, pero me tomaría un café.
– ¡Yo también! -intervino Abby cansada de que la dejaran al margen.
– ¿Lo has pasado bien? -le preguntó Jake.
– Me he comprado un vestido.
Jake fue al despacho para dejar el maletín y Taryn fue a hacer café. Se alegró de volver a verlo. Lo había echado de menos. Aparte de recordar vagamente que tenía que llamar a Brian y explicarle que ya tenía trabajo, casi se había olvidado dé su encuentro.
Ella se había olvidado, pero ya estaban todos en la sala tomando café cuando comprobó que Abby no se había olvidado.
– ¿Qué hizo Brian para estar tan arrepentido? -le preguntó a Taryn.
– ¿Brian? -repitió Jake-. ¿Brian Mellor?
– Nos dimos de bruces con él -explicó Taryn sin alterarse.
– Quiere que Taryn vuelva a trabajar con él -se entrometió Abby.
– ¿De verdad? -Jake tenía los ojos clavados en Taryn.
– Está divorciándose -insistió Abby.
– ¿De verdad? -volvió a preguntar Jake con tono cortante.
– Eso ha dicho -contestó Taryn.
– ¡Vaya! -gruñó él antes de cambiar de tema para demostrar lo poco que le importaba-, Abby, ¿has hablado hoy con tu padre?
– Llamó hace un rato. Es un viejo maniático. Podría haberme quedado en casa…
– ¿Y privarnos a Taryn y a mí de tu compañía? -preguntó él con un tono encantador.
– Se pusieron furiosos la última vez que se marcharon -contestó ella con una mirada de arrobo hacia Jake-. Y todo porque hice una fiestecita.
– Sólo salieron una noche y, según me han contado, y no fue Suzanne, no fue una fiestecita…
– Bueno -Abby sonrió-, reconozco que se me fue de las manos, pero tampoco fue como para que el vecino chismoso llamara a la policía. ¿Qué vamos a hacer mañana, Jake?
Jake miró a Abby y luego a Taryn.
– Desgraciadamente, tengo que irme a Italia.
– ¿Puedo ir? -preguntó Abby.
– Tengo trabajo.
– ¡Pero si es sábado!
– Lo sé -replicó él con una sonrisa-. Me fastidia mucho, pero tengo que hacerlo.
– Me parece muy injusto -se quejó Abby.
– A mí también. Volveré por la noche y el domingo lo pasaremos muy bien.
Abby fue a acostarse y Taryn hizo lo mismo, pero no se sorprendió cuando al cabo de un rato la puerta de su cuarto se abrió y Jake entró.
– No te he preguntado por Kate -comentó ella como si esa visita fuera algo normal-. ¿Qué tal está?
– Nunca la había visto mejor. Está resplandeciente.
– Espero que todo vaya bien en la oficina sin mí.
– No estarás pensando en aceptar la oferta de Mellor, ¿verdad? -preguntó él con impaciencia.
– ¿Qué…?
– ¡Quiere que vuelvas a trabajar con él! -esa vez el tono fue de rabia.
– ¡Claro que quiere! -Taryn empezó a sentirse molesta-. Era muy buena.
Él la miró con frialdad.
– ¿Vas a volver con él?
A Taryn se le aceleró el pulso.
– ¿Quieres decir que te gustaría deshacerte de mí? -preguntó intentando disimular el pánico que sentía.
– ¿Qué pregunta es ésa?
– ¡Has venido aquí con ganas de pelea! Yo sólo…
– Si quisiera deshacerme de ti, te lo diría claramente, no esperaría que te pusieras furiosa para facilitarme las cosas.
– Efectivamente -era algo que había aprendido después de trabajar con él-. Entonces, ¿Qué he hecho para molestarte?
Jake pareció tranquilizarse de golpe, incluso esbozó algo parecido a una sonrisa mientras se acercaba a ella.
– No has sido tú, es que me sienta mal que intenten quitarme a una empleada tan valiosa.
– ¿Valiosa? -Taryn estaba casi sin aliento-. No me lo habías dicho.
– No creí que hiciera falta.
Ella se sintió rebosante de orgullo y quizá fuera por lo íntimo de la situación o porque Jake la había besado varias veces, pero tuvo la necesidad de hacer algo que nunca habría hecho en una oficina. Se acercó un paso más y lo besó.
– Lo siento… No debería haberlo hecho -dijo precipitadamente mientras retrocedía.
– Son las disculpas más maravillosas que me han pedido desde hace mucho tiempo.
– Entonces, buenas noches -se despidió ella bruscamente.
Jake le agarró una de las manos y se la llevó a los labios.
– Eres muy especial -lo dijo con un tono que la derritió-. ¿Lo sabías?
Ella se moría de ganas de volver a dar un paso hacia él e hizo un esfuerzo sobrehumano para alejarse un paso más.
– Supongo que tendrás que levantarte temprano para tomar el avión.
– Captada la indirecta… Buenas noches -se despidió él con una sonrisa.
Taryn también se quedó sonriendo un buen rato. Era una empleada valiosa, pero lo mejor de todo era que la consideraba muy especial.