Capítulo 8

Había dormido poco y era temprano, pero a Taryn no le apetecía seguir en la cama. Se duchó, se vistió y empezó a hacer la maleta. Nunca olvidaría aquellos besos, pero tenía que afrontar la cruda realidad. Se había entregado completamente a él, pero no la había aceptado.

Oyó unos ruidos y supo que tendría que encontrarse con él. Quiso desparecer sin verlo, pero también se dio cuenta de que tendría que resignarse. De nada servía pensar en lo que pudo haber ocurrido. Tenía que atenerse a los hechos. Ella lo había deseado. En un momento de pasión Jake la había llamado «cariño» y «mi amor», pero ¿era eso una declaración de amor?

Jake estaba en la cocina preparándose un café. Estaba de espaldas y Taryn aprovechó el momento para observarlo. Era un encanto… ¡Era un canalla!

– Me marcharé esta mañana.

Él se dio la vuelta y la miró fijamente.

– ¿Qué ha pasado?

Lo preguntó sinceramente, como si no lo supiera. Taryn notó que se le desbordaban los sentimientos e hizo un esfuerzo por contenerlos.

– Creo que es mejor que me vaya -contestó ella con toda la calma que pudo.

– ¿Por lo de anoche? -preguntó él con delicadeza.

Aquello era excesivo. ¿Cómo podía rechazarla y luego hablar de ello como si nada?

– Yo… -Taryn no siguió.

No quería comentarlo. Estaba enamorada.

– ¿Lamentas…? -él también se calló.

– Sí. Lo lamento mucho -confirmó ella con frialdad para terminar la conversación.

Él entrecerró los ojos. No pareció muy contento con el tono de ella.

– Te preocupa haber comprobado que eres una mujer normal con los deseos normales de una mujer…

– ¡No quiero acostarme contigo!

– ¿Te avergüenza que anoche estuvieras tan entregada? -preguntó con menos delicadeza-. ¿Te sientes rebajada en algún sentido?

– No quiero… -replicó ella atropelladamente-. Quiero ampliar mi preparación y ser una secretaria de dirección muy buena. Y…

– ¿Y? -preguntó Jake con una expresión muy seria.

– Y… no creo que sea conveniente para mí…

– ¿No crees que sea conveniente para ti acostarte con tu jefe?

A Taryn le abrasaban las mejillas, pero estimulada por el hecho de que Jake la había rechazado, sólo le quedaba la esperanza de poder ocultar el amor que sentía por él y de que él entendiera que su relación sólo podía ser profesional.

– Lo has podido comprobar tú mismo. Las cosas se nos fueron de las manos y, efectivamente, no quiero acostarme contigo -no le importó la repentina mirada de hostilidad de él-. Es posible que tenga que ir de viaje contigo y que… Bueno, no quiero y me respeto lo suficiente como para…

– ¿Ahora te parece que te ofendí por querer hacer el amor? Es una pena que no lo pensaras anoche, cuando me recibiste con los brazos abiertos en tu cama.

Taryn estuvo a punto de morirse, pero ese último comentario acabó con cualquier posibilidad de que ella cediera y le dejó muy claro que Jake no había captado, ni remotamente, que estaba enamorada de él.

– No volverá a pasar -concluyó él.

– Supongo que luego llamarás al hospital.

– Ya he llamado -replicó Jake con un gesto sombrío.

– ¿Qué…? -empezó a preguntarle Taryn.

– No es apendicitis. Abby volverá hoy mismo.

– Ah… -la decisión de marcharse se tambaleó-. ¿Quieres que me quede?

– No te preocupes -contestó él con una mirada gélida-. No te necesito tanto como había pensado.

Taryn se quedó boquiabierta. Jake avanzó hacia ella, pero pasó de largo. Se encerró en el despacho y ella, a punto de echarse a llorar, se fue a su habitación. Se quedó allí hasta que oyó que él se iba de la casa. Jake no se despidió. Tampoco tenía motivos. Ella había querido que no se notara lo enamorada que estaba de él y había conseguido enfadarlo. Él también tenía su orgullo. Si creía que ella se había sentido rebajada por acostarse con él, lo normal era que dejara las cosas en su sitio. Le había dicho que no la necesitaba tanto como había pensado y eso podría significar que podía apañarse solo con Abby, pero también significaba otras cosas, como que no la necesitaba en el trabajo.

La idea de no volver a verlo era insoportable. Pensó por un instante en ir a la oficina a ver qué pasaba.

¿La echaría con cajas destempladas o, ya más tranquilo, reconocería que se había precipitado? Sin embargo, no era propio de ella que la despidieran y luego fuera arrastrándose para pedirle que la readmitiera.

Se acordó de que la señora Vincent llegaría a las nueve. Agarró la maleta, dejó la llave en la mesa del despacho y se fue. Seguramente pediría a la señora Vincent que se ocupara de Abby. Además, Suzanne y el padre de Abby volvían al día siguiente.

Taryn supo que ya era tarde para lamentar lo que había hecho, para lamentar que todo se le escapara de las manos. Supuso que todo había pasado porque estaba muy alterada, lo había estado desde que él se presentó en su dormitorio. Se preguntó cómo se arreglaría Kate. Pero Jake no tardaría en encontrar a alguien que la ayudara si lo consideraba necesario. Entonces, se dio cuenta de que había estado conduciendo sin rumbo, pero que se dirigía hacia la oficina de su tía. Aparcó. No era justo que acudiera a su tía cada vez que estaba fastidiada, así que se dirigió a su propia casa. Al menos ahora no tendría que hacer allí labores domésticas.


Un par de horas más tarde, estaba mirando por la ventana de su cuarto. Le espantaba estar cruzada de brazos y se volvería loca si no encontraba algo que hacer. Eso que era su primer día desempleada…

También tuvo mucho tiempo para pensar. Sobre todo, cuando sólo podía pensar en Jake, en la felicidad de haber estado entre sus brazos y en la forma que había acabado su relación por su culpa. Él había sido amable hasta que ella lo desquició. Si ella no se hubiera empeñado tanto en disimular sus sentimientos, quizá las cosas hubieran acabado de otra manera. Tenía que pensar en otra cosa. Entonces, se acordó de que había quedado en llamar a Brian Mellor. Después de Jake, no quería volver a trabajar con él, pero seguía apreciándolo, aunque se había dado cuenta de que nunca había estado enamorada de él. Otra vez Jake. Para quitárselo de la cabeza, descolgó el teléfono y llamó a Mellor Engineering.

– ¿Dónde estás trabajando ahora? -preguntó él después de saludarla afectuosamente.

– Mmm… No estoy trabajando por el momento.

– Podría colocarte aquí -se ofreció él al instante-. Hoy ha empezado una secretaria nueva, pero puedo pasarla a otro departamento. Sólo tienes que decirlo.

– Bueno, por el momento prefiero descansar como secretaria, Brian.

No quiso confesarle que era un descanso forzado.

– ¿Estás segura? -él le explicó que la oficina era un desastre y que había despedido a las dos últimas secretarias-. Aunque no quieras venir definitivamente, ¿no vendrías temporalmente, como un favor personal? Conoces el trabajo. Podrías sacar adelante algo del trabajo acumulado y explicarle algunas cosas a Lucy, mi nueva secretaria.

Las palabras «favor» y «temporal» le recordaron a Jake.

– De acuerdo -aceptó ella inmediatamente para borrar la imagen de Jake.

– ¿De verdad? -preguntó él entusiasmado.

– Iré mañana -contestó ella antes de que pudiera arrepentirse.

– ¡Perfecto!

Taryn colgó. Ya no podía echarse atrás. La idea de tener que sacar tanto trabajo acumulado podría no ser tan mala, pero ¿por qué tenía la sensación de estar traicionando a Jake?


El martes, cuando se despertó, sintió la necesidad de llamar a casa de Jake para interesarse por Abby. Abby había resultado ser mucho más encantadora de lo que pensó en un principio. Taryn, sin embargo, se contuvo. A Jake le encantaría que tuviera el valor de preguntar por Abby cuando la había abandonado.

Después de pasar una hora trabajando con Brian, se sintió como si nunca se hubiera ido, pero también se dio cuenta de lo mucho que había aprendido en Nash Corporation.

Taryn concentró sus esfuerzos en ayudar a Lucy. Era una mujer de veintiocho años muy competente. Tan competente que pensó que no la necesitaría más de un par de días.

– En cualquier caso, termina la semana -le pidió Brian cuando ella se lo comentó-. Alegras mi triste existencia.

– Si es lo que quieres… -Brian parecía cansado, como si no durmiera bien-. Mmm… Siento lo tuyo con Angie. Parecíais muy unidos.

– Yo también lo creía. Hasta que me enteré de que tenía una aventura.

Taryn se quedó con los ojos como platos.

– Yo me quedé tan asombrado como tú -siguió Brian-. Nunca lo sospeché. Al parecer, yo pasaba demasiado tiempo en la oficina. Ella prometió no volver a verlo e intentamos seguir, pero no salió bien.

– Lo siento -se lamentó Taryn sinceramente.

– Yo también -Brian suspiró-. Parece ser que Angie se desenamoró de mí y se enamoró de su amante.

– ¿Se marchó?

– No. Me marché yo, aunque reconozco que me sentí como un idiota cuando me enteré de que él se había ido a vivir allí.

Brian necesitaba desahogarse y Taryn no lo interrumpió.

– Supongo que estaba muy bajo de ánimo el día que… te besé -confesó Brian-. Necesitaba algo de cariño, pero nunca debí hacerlo.

– Es agua pasada, Brian.


***

Esa noche, Taryn se fue a casa harta de todo. Brian era infeliz y ella era infeliz; amar a alguien que no te amaba era un infierno. Para colmo, su encantador primo Matt la llamó esa noche.

– No sabía si habrías vuelto a casa. El jueves me marcho otra vez hasta dentro de seis meses. ¿Te apetece cenar conmigo antes de que me vaya?

– Me encantaría -contestó ella.

Quedaron para la noche siguiente y, al colgar, Taryn supo que para Matt irse seis meses significaba que daba por terminado su matrimonio. Otro pensamiento deprimente.

El día siguiente lo pasó sacando algo de trabajo y ayudando a Lucy. La cena con Matt fue mucho más alegre de lo que había previsto. Aunque él se sorprendió de que hubiera dejado Nash Corporation.

– Creía que buscabas lo mejor.

– Eso me servirá de lección.

– ¿Tu marcha tiene algo que ver con lo que sientes por Jake Nash?

– Él no lo sabe.

– Yo no se lo diré -comentó él burlonamente y los dos sonrieron.

– ¿Y Alison? -preguntó Taryn.

– Dejemos ese tema -contestó su primo-. Vamos a ahogar las penas…

Lo intentaron, pero seguían muy sobrios cuando Matt paró un taxi para volver a casa.


Llegó el jueves y Taryn hizo un esfuerzo monumental por dejar de pensar en Jake. Desde que se fue de su casa el lunes, todo le recordaba a él. Hasta cualquier hombre con traje y corbata. A las tres del viernes, con todo el trabajo encauzado y Lucy más que preparada, decidió que su presencia en la oficina era más un incordio que otra cosa.

– Me voy -le dijo a Brian.

– ¿Estás segura? Aunque no sea en este despacho, serías muy valiosa en…

– No estoy segura de querer ser secretaria de dirección -le dio un beso en la mejilla-. Espero que todo vaya mejorando pronto.

Se despidió de Lucy y, de camino hacia los ascensores, se preguntó qué iba a hacer. Quizá fuera a ver a su tía y estudiara la posibilidad de algún trabajo temporal. Lo pensó mejor. Su tía le había conseguido el trabajo con Osgood Compton…

Llegó el ascensor, se abrieron las puertas y se le paró el corazón al ver a un hombre alto y moreno entre otras personas. Entró, pero no le hizo caso y se quedó mirando al frente. El ascensor se paró en el piso siguiente y se bajó todo el mundo menos el hombre alto y moreno. Las puertas se cerraron otra vez. Lo miró y casi se desmayó. Era Jake. Él también parecía muy sorprendido y la miraba sin decir nada y con una expresión de cierto enfado.

– Pareces… molesto -balbució ella sin saber qué decir.

Él la miró con auténtica furia.

– ¡Tendrás descaro!

– ¿Qué he hecho? -preguntó ella mientras parpadeaba, confusa.

– Acompáñame y te lo explicaré -gruñó él.

Llegaron a la planta baja, se abrieron las puertas del ascensor, él la agarró del brazo y la condujo hacia las puertas del edificio. Llegaron al coche de él antes de que Taryn se diera cuenta de lo que ocurría.

– ¿Qué…? -intentó preguntar ella.

– ¡Calla! -bramó él-. ¡Móntate!

Ella se resistió; su corazón estaba desbocado por estar cerca de él y verlo de nuevo, pero…

– Adentro -ordenó él con tono de no estar dispuesto a discutir.

A ella le flaquearon las rodillas. Jake quería aclararle algo por todos los medios. Se montó en el coche.

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