Capítulo Doce

Julie entró hecha una furia en las oficinas de Aston & Bennett, ignoró a la recepcionista y se dirigió hacia el despacho de Ryan. Él estaba al teléfono.

La miró cuando entró y sonrió.

Julie le quitó el teléfono de la mano y colgó, tirándole los papeles a la cara.

– ¿Cómo has podido? -preguntó en voz alta-. ¿Cómo has podido? Confiaba en ti. Te creí. Eso es lo que me revienta. Estaba empezando a creer que me había equivocado contigo. Que te había juzgado mal. Que todo había sido un error. Pero no lo había sido, ¿verdad? Fuiste tú mismo aquella primera noche que estuvimos juntos. Fuiste una sabandija entonces y eres una sabandija ahora.

Ryan agarró los papeles y se puso en pie.

– ¿Julie, de qué diablos estás hablando?

– De eso -dijo ella, señalando los papeles-. Crees que has ganado, pero te equivocas. Soy mejor que cualquier abogado que puedas contratar. No conseguirás nada, ¿me oyes? Vas a perder. Vas a perder y no te quedará nada. Ni el bebé ni yo. Vamos a ver si me explico. Nunca me casaré contigo. Nunca. La próxima vez que te vea, estaremos frente a un juez. Voy a destriparte. Te dejaré destrozado y malherido y te apalearé cuando estés hundido. Eres un maldito mentiroso y no sabes lo mucho que desearía no haberte conocido nunca. No puedo creer que pensara que estaba enamorada de ti.

Y, con eso, se dio la vuelta y se fue.

Ryan se quedó mirándola, asombrado por el ataque. No entendía lo que estaba pasando. Abrió el sobre y leyó los papeles. Se sintió horrorizado.

– No -dijo, apretando los dientes-. Julie, no. Yo no he hecho esto.

Fue tras ella, pero era demasiado tarde. Las puertas del ascensor ya se habían cerrado.

¿Qué podía hacer? ¿Cómo explicar que él no había hecho eso? ¿Y quién diablos había sido?

Pero ya sabía la respuesta. Entró en el despacho de Todd y cerró la puerta.

– ¿Qué estás haciendo? -preguntó-. Esto es una locura. ¿Por qué has actuado a mis espaldas? ¿Sabes cómo lo has fastidiado todo?

Todd frunció el ceño y observó los papeles.

– Oh, Dios, no. Lo siento. Nunca quise que esto llegara a sus manos. ¿Lo ha visto Julie?

– A juzgar por lo que acaba de decirme, sí. ¿En qué diablos estabas pensando?

– Quería protegerte. Fui a ver a nuestro abogado después de que viniese por primera vez. Antes de que supiera nada de ella. Le dije que quería que estuvieras protegido y que querías casarte con ella, lo cual me parecía una locura. Ya no hice más. Se suponía que él no tenía que hacer nada salvo redactar los papeles. Te lo juro.

Ryan lo creía. Todd sólo trataba de protegerlo. Si la situación hubiese sido al revés, puede que él hubiese hecho exactamente lo mismo.

Pero el plan se había vuelto contra él. En vez de cubrirle las espaldas, los papeles habían destrozado cualquier probabilidad de que Julie confiara en él. Se sentía vacío por dentro y tenía la sensación de que eso sería lo que le esperaría. Porque, cuando la realidad diese la cara, iba a dolerle.

– Contratamos a un tiburón a propósito -dijo él-. Simplemente ha devorado a su presa.

– Se suponía que no debía devorarte.

– Devorar a Julie tampoco es una buena idea.

Había dicho que estaba enamorada de él. Llevaba mucho tiempo queriendo oír esas palabras de su boca, pero no en ese contexto.

– Harás que comprenda que no fuiste tú -dijo Todd- Díselo. No, se lo diré yo.

– ¿Por qué iba a creernos? -preguntó Ryan- Yo no lo haría. ¿Tú? Le mentí cuando nos conocimos. Le mentí y le hice daño. Desde entonces he estado tratando de ganarme su confianza, y ahora esto. Va a pensar que se trataba de un juego.

– Tú la amas -dijo Todd-. No puedes dejar que se vaya.

– No lo haré -dijo Ryan-. Me ganaré su confianza… en cuanto descubra cómo hacerlo.


Julie estaba acurrucada en el sofá. Se había sentido incapaz de volver al trabajo, de modo que se había ido a casa. Había conseguido mantener el control hasta llegar a la puerta, pero entonces las lágrimas habían comenzado a resbalar por sus mejillas.

Lloró tanto, que pensó que pronto se partiría en dos. Aquello no podía ser cierto. Ryan no podía haberle mentido en todo… pero lo había hecho.

La traición de Garrett había sido dura e inesperada, pero, después de la sorpresa inicial, sólo había pensado en alejarse de él cuanto antes. Pero ahora, incluso aunque odiaba a Ryan y quería que fuera humillado, estaba triste porque no volvería a verlo jamás.

– Soy mentalmente inestable -dijo con voz rota-. Necesito ayuda profesional.

Alguien llamó a la puerta.

Se enderezó y se llevó la mano a la boca. No iba a abrir. Era probable que fuese Ryan y no quería hablar con él nunca más.

El timbre sonó y luego volvieron a golpear la puerta.

– Soy Todd. Sé que estás ahí, Julie. Tu coche está en la entrada y el capó aún está caliente. Acabas de llegar. Déjame entrar. Tenemos que hablar.

– No tenemos que hacer nada -gritó ella, poniéndose en pie-. Eres como él. Eres un bastardo. Lárgate o llamaré a la policía.

– No pienso irme. O me dejas entrar o gritaré tus asuntos personales tan alto, que tus vecinos hablarán durante semanas. Déjame entrar. Querrás oír lo que tengo que decir.

– Lo dudo -murmuró Julie mientras ponía la mano en la cerradura. ¿Dejarle entrar? ¿Por qué no? Nada de lo que dijese podría hacerle cambiar de opinión.

Abrió la puerta.

Todd entró. Se parecía tanto a su primo, que se le revolvió el estómago. Trató de controlar las lágrimas, no quería llorar delante de él. Se dio cuenta de que era absurdo, porque ya tenía un aspecto horrible.

– ¿Por qué estás aquí? -preguntó-. Lárgate.

– Acabo de llegar -dijo él-. Escúchame. Luego podrás darme una patada en el trasero. ¿Puedo sentarme?

– No.

– Estás enfadada y triste. Deberías sentarte. Yo me quedaré de pie.

– Estoy bien -dijo ella, cruzándose de brazos-. Empieza a hablar.

– De acuerdo, pero, cuando empiece, tendrás que dejarme terminar. Nada de interrupciones.

– ¿Perdón? ¿Quién te crees que eres? No eres tú el que pone las reglas. Tu primo me ha fastidiado. Así que no te creas con derechos.

– De acuerdo, hablaré deprisa. No fue Ryan, fui yo. Ryan no sabía que yo había ido a ver a nuestro abogado y no sabe que estoy aquí ahora. Tengo la factura para demostrarlo; lo del abogado, no lo de que estoy aquí. Resulta que estuve hablando con nuestro abogado sobre vosotros dos. Intentaba proteger a mi primo porque él no podía protegerse solo. Lo único en lo que podía pensar era en cómo la había fastidiado contigo. Se sentía fatal por lo que había ocurrido.

¿No había sido Ryan? Julie se acercó al sofá y se sentó. ¿Era posible? ¿Se trataría de un truco?

– Ryan nunca haría eso -dijo Todd- Y ahora yo tampoco, pero entonces no te conocía. Pensaba que sólo te interesaba el dinero y que habías engañado a Ryan para quedarte embarazada.

– Me siento halagada.

– Lo siento, pero ha habido muchas mujeres que habrían hecho eso. En ese momento tenía que estar seguro de que no eras una de ellas. Mira, Ryan es la única familia de verdad que tengo. Haría cualquier cosa por él. Sólo quería asegurarme de que estuviera bien. Pero la fastidié. Crees que es su culpa y no confías en él por lo que yo hice. No es él, Julie. Él es un gran tipo. Yo soy el bastardo. Odiame.

Lo que más odiaba Julie era lo desesperada que estaba por creer sus palabras. Ajuzgar por lo que sabía de Todd, eso era justo lo que haría para proteger a su primo. ¿Pero era posible que Ryan no supiera nada del tema?

– Es demasiado -dijo-. Todo. Todo ha sido demasiado rápido. Necesito tiempo.

En ese momento se abrió la puerta principal y Ruth entró en la casa.

– ¿Por qué dejas la puerta abierta? -preguntó la anciana mientras cerraba tras ella-. No es una manera segura de vivir -miró a Todd-. A ti no te esperaba.

– Yo a ti tampoco, abuela -dijo Julie, poniéndose en pie.

– Lo sé. Llamé a tu oficina, pero tu ayudante me dijo que te habías ido a casa porque estabas enferma. He venido a ver cómo estabas, y cómo estaba mi bisnieto.

– ¿Sabes lo del bebé? -preguntó Julie.

– Lo sé todo. Bueno, todo no. No sabía que ibas a salir con Ryan en vez de con Todd. Si lo hubiera sabido, habría intervenido. Todd es el mayor y quería que se casara.

A Julie le daba vueltas la cabeza. Le quedaba la energía justa para invitar a Ruth a sentarse y derrumbarse después en el sofá.

– ¿Cómo sabías lo del bebé? -preguntó.

Ruth miró a Todd, que estaba de pie frente al sofá.

– ¿Estás acechándonos? No nos mires así.

Todd se echó a un lado y Ruth se giró hacia Julie.

– La joven que viene a mi casa a hacerme las uñas tiene una hermana que trabaja en un bufete de abogados. Es el mismo en el que Ryan y Todd hacen negocios. La he utilizado de vez en cuando, sólo para mantenerme informada de sus negocios. Estos chicos no me cuentan nada. Me habló de esos papeles.

Julie no supo a qué reaccionar primero. Al hecho de que Ruth espiase a sus propios sobrinos o al hecho de que una secretaria en un bufete diese información privilegiada.

Miró a Todd, que parecía tan furioso como ella se sentía.

– Haré que la despidan -dijo él.

– Claro que sí -dijo Ruth-. Ya le he conseguido un trabajo mejor, así que lárgate y ocúpate de todo mientras yo hablo con Julie.

Todd vaciló. Julie tuvo la sensación de que iba a quedarse para asegurarse de que todo saliese bien.

– Estoy bien -le dijo-. Puedes irte.

– ¿Estás segura?

Ella asintió.

Todd se marchó, cerrando la puerta tras él, y Julie se giró hacia su abuela.

– Has estado ocupada.

– Tengo que mantenerme informada de los acontecimientos de mi familia.

– De acuerdo, abuela, ésta es la cuestión -dijo Julie- No puedes hacer esto. No puedes espiar y engañar a la gente. Así no se trata a la familia ni se consigue que la gente quiera estar contigo. Sé que eres mayor y debería respetar eso, pero no puedo perdonarte por lo que le hiciste a mi madre. Tenía diecisiete años y le diste la espalda.

– Tu madre eligió marcharse. Fue su decisión y sabía las consecuencias.

– Tú hiciste que tuviera que decidir. Mi padre fue el primer hombre al que ella había amado; aparentemente el único al que amará siempre. Y tú hiciste que tuviera que elegir. ¿Qué esperabas que hiciera?

– Su deber.

– ¿Y el deber de una madre no es querer a sus hijos por encima de todo? Pero aparentemente ése no es tu estilo. Supongo que, en tu mundo, si la gente se equivoca una vez, entonces le das la espalda. Pues no te molestes en preocuparte por mí porque voy a fastidiarla. Voy a decepcionarte. Es inevitable. Prefiero que sepas esto ahora y salgas de mi vida. Así será más fácil. No quiero preocuparme por ti y descubrir después que tu afecto es condicional.

Ruth palideció.

– ¿Cómo te atreves a hablarme así?

– Alguien tiene que hacerlo. ¿Por qué te aferras tanto a Ryan y a Todd y a mi madre la dejaste ir tan fácilmente? ¿Acaso sientes…? -Julie abrió la boca y volvió a cerrarla. Entonces se dio cuenta de la verdad-. Sientes lo que ocurrió. Te arrepientes tremendamente. Pero nunca supiste cómo arreglar las cosas con ella; por tu orgullo o por tu dinero. Tenías miedo de que volviera a rechazarte, así que no lo intentaste. Pero tenías a Ryan y a Todd y ellos casi lo compensaban. Así que te aferraste a ellos, dividida entre quererlos y necesitar consolarlos para que no desaparecieran como tu hija.

Los ojos de Ruth se llenaron de lágrimas, pero su expresión siguió siendo reprobadora.

– No tengo ni idea de lo que estás hablando, pero veo que tu madre te educó fatal. Eres grosera y poco profesional.

– ¿Poco profesional? Se trata de una conversación personal. No tengo que ser profesional.

– Bien. Sé lo que quieras, pero escucha una cosa, jovencita. Vas a tener a mi bisnieto y te casarás con Ryan Bennett.

– No lo hará.

Julie levantó la cabeza y vio que Ryan había entrado en la casa. La ignoró y se dirigió a Ruth.

– Julie no hará nada que no desee hacer. Nadie va a obligarla. Ni tú, ni yo, ni nadie. Quiero que sea feliz, eso es lo único que deseo. Si puede ser feliz con otro, entonces me apartaré.

Julie se quedó mirándolo sin saber si debía creerlo o no, aunque estaba encantada de verlo.

– Estás siendo ridículo -dijo Ruth-. No toleraré esto.

– Pues hazte a la idea porque va a ocurrir.

– Pero si la amas -dijo Ruth-. Lo sé porque nunca has hecho tantas estupideces por una mujer. No es propio de ti ser tan tonto.

Ryan miró a Julie y le dirigió una sonrisa compasiva.

– No me importa. Sólo deseo que no sufras más. Parece que no puedo dejar de estropearlo todo.

Julie se puso en pie y se acercó a él. Realmente creía que Todd se había equivocado, y Ruth estaba allí entrometiéndose. ¿Pero acaso le importaba? ¿Acaso no eran Ryan y ella los que tenían que decidir lo que era bueno para ellos?

Entonces pensó realmente en las palabras de Ruth. ¿Amor? ¿Ryan la amaba? Su alma se iluminó al pensarlo. Su corazón se aceleró. ¿Era posible? ¿La amaba?

– Proponle matrimonio -ordenó Ruth-. Proponle matrimonio y acabemos con esto.

– No -dijo Ryan-. No me casaré con Julie. Es la única manera de asegurarme de que sea feliz.

– ¿Qué? -preguntaron ambas mujeres a la vez.

Le agarró las manos a Julie y la miró a los ojos.

– Te he hecho llorar. No quiero que eso vuelva a ocurrir. No quiero que dudes de mí ni de mis motivos. Sólo conozco una manera de hacer eso. No casarme contigo. Porque eso es lo que he deseado todo este tiempo. Que estuviéramos juntos. Al principio era por el bebé, pero ahora hay más. Se trata de ti. Odio cómo nos conocimos. Fue la mejor y la peor noche de mi vida. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo y de lo fantástica que eras, era demasiado tarde para empezar de nuevo. Luego te hice daño y supe que la había fastidiado. Pero el bebé nos dio una segunda oportunidad. Tuviste que llegar a conocerme y pensé que, con el tiempo, tal vez empezara a gustarte. Pero entonces te propuse matrimonio y volví a fastidiarla. Y otra vez como al principio. Te quiero y nunca te obligaré a hacer nada que no quieras. Nos alternaremos al bebé. Compraré la casa de al lado. Sólo dimeló y allí estaré. Te lo juro, Julie. Yo no tuve nada que ver con esos papeles. Nunca te haría una cosa así.

– Lo sé -dijo ella-. Lo sé. Simplemente reaccioné ante eso y luego no sabía cómo borrar mis acciones cuando Todd me contó la verdad.

– ¿Todd ha estado aquí?

– No había tenido a tanta gente en casa desde la fiesta de Navidad -los ojos le ardían por las lágrimas. Pero eran lágrimas de felicidad-. Os creo a los dos, Ryan. Cuando lo pasé tan mal pensando que me habías mentido, me di cuenta de que yo también te quiero.

Julie se preparó para el comentario de Ruth. Diría que, si los dos se querían, lo más lógico sería casarse. Pero no hubo sonido alguno.

Se giró y vio que su abuela había desaparecido. La puerta de entrada estaba cerrada y Ryan y ella e¬taban solos.

– Nunca hubiera pensado que pudiera ser tan sensible -admitió ella.

– Yo tampoco. Todd, Ruth y yo vamos a tener una larga charla sobre su manera de mantenerse en contacto.

– Está sola y se aferra con demasiada fuerza -dijo Julie- Sé amable.

– Lo seré -le dio un beso en los dedos-. Te quiero.

– Yo también te quiero. Lo cual me lleva a un punto interesante. Vamos a tener ese bebé juntos.

– Sí, en efecto.

– Tradicionalmente, las parejas prefieren estar casadas.

– Eso he oído -dijo Ryan, soltándole una mano para acariciarle la cara-. ¿Estás diciendo que estarías dispuesta a casarte conmigo? ¿A pesar de todo?

– De hecho sería un honor.

Ryan la abrazó y la besó. Ella le rodeó el cuello con los brazos y se aferró a él. Era el tipo de hombre que siempre estaría allí, al igual que ella siempre estaría cerca.

– Vamos a ser un gran equipo-murmuró ella.

– Bien por nosotros.

– Hablo en serio. Seremos una de esas parejas eficientes que lo hacen todo bien. Tendremos que mudarnos, claro. Este lugar es demasiado pequeño y tu piso, bueno, no puedo imaginarme viviendo allí. Necesitaremos una casa.

– Mis padres nos darían la suya si tú quisieras -dijo él.

– Tal vez sólo el desván. Me lo pasé bien allí.

– Yo siempre me lo paso bien contigo -dijo él antes de volver a besarla-. De hecho le debemos a Ruth el habernos conocido. Si tenemos una niña, podríamos llamarla como ella.

– Dime que estás bromeando.

Ryan la llevó hacia el dormitorio.

– ¡Ryan, espera! No vamos a llamarla Ruth. No lo permitiré. ¿Me has oído? ¿Qué ha sido de eso de lo que yo desee? ¿Qué ha sido de eso de que yo estoy al mando?

– Nunca he dicho que estuvieras al mando -dijo Ryan mientras le sacaba la blusa de debajo de la falda.

– Estaba implícito.

– Esto es una asociación. Nuestros votos son iguales.

– De acuerdo. Siempre que el mío cuente un poco más.

El se rió y volvió a besarla. De pronto, a Julie ya no le importaba estar al mando, ni los nombres del bebé, ni nada salvo el hombre que había ocupado su corazón y cambiado su mundo para siempre.

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