Capítulo Seis

Ryan pasó la tarde en su despacho sin trabajar.

Embarazada. Sabía que había estado allí y lo que había ocurrido, pero aún seguía pareciéndole imposible que una sola noche pudiera dar paso a un bebé.

Todd entró en la sala y se sentó en el sofá de cue ro junto a la ventana.

– ¿Qué es lo que quería? -preguntó-. No, espera. Quiero adivinarlo. Te lo ha perdonado todo y desea volver a estar contigo.

– ¿A ti te parece que estaba de humor para decir algo así?

Todd se encogió de hombros.

– Estaba enfadada, claro -dijo-. Pero no sabemos si era real o fingido. Venga. Ya hemos visto esto antes. Algunas son mejores que otras.

En otro momento, Ryan habría estado de acuerdo con su primo. Hacía poco había llegado a estar convencido de que no quedaban mujeres sinceras. Pero se había equivocado.

– Está embarazada.

Todd se enderezó y lo miró fijamente. Entonces maldijo en voz baja y volvió a recostarse en el sofá.

– Te han fastidiado de lo lindo -dijo-. Tiene sentido, Ella gana de todas formas.

– Nadie gana -dijo Ryan-. Vamos a hacer un trato. Me preguntó si quería renunciar a mis derechos.

– ¿Y no te ha pedido nada a cambio? -preguntó Todd-. No lo creeré hasta que no vea los papeles.

– Le he dicho que no.

– Claro que sí.

– No es así como yo lo habría planeado, pero, ahora que ha ocurrido… -no sabía qué decir.

– No me vengas con el cuento de padre e hijo -dijo Todd, frunciendo el ceño.

– No me importaría tener una hija.

Todd emitió un gemido.

– Mira el lado positivo -dijo Ryan con una sonrisa-. En alguna parte leí que un bebé saca casi toda su inteligencia de su madre. Julie es tan lista, que su bebé podrá ser capaz de salvar el mundo.

– Tú sí que necesitas que alguien te salve. Apenas conoces a esa mujer y ahora vas a tener un hijo con ella. Si te ofreciera la oportunidad de escaquearte, deberías considerarlo.

– No.

– Mira lo que ocurrió la última vez.

– Esto es diferente. No seré padrastro. Estaré implicado desde el principio. Tomaremos las decisiones juntos.

– ¿Estás seguro de eso?

– Julie tiene todo el derecho a estar enfadada conmigo.

– No estoy de acuerdo, pero bueno -dijo Todd-. Está enfadada, ¿pero crees que alguna vez se le pasará? ¿O jugará contigo? ¿Estás seguro de que el bebé es tuyo?

– ¿Siempre has sido tan cínico?

– Los dos lo somos.

– Ya no.

– Nada de eso -dijo Todd, reposando el tobillo en la silla contraria- No puedes decirme que esto cambie las cosas. La conociste, te gustó, te acostaste con ella, cosa que por cierto no me dijiste.

– No me pareció relevante.

– Todo apunta a lo contrario. No tienes manera de saber con quién estuvo la noche o la semana de antes de conocerte. De acuerdo, demos por hecho que es tuyo, pero protégete, Ryan. Tiene sentido.

Sí tenía sentido. Pero la cuestión era que Ryan sabia que no era necesario. En el fondo sabía que Julie estaba diciéndole la verdad.

– Tal vez lo planeó todo -dijo Todd-. Tal vez lo hubiera preparado.

– Claro -dijo Ryan-. Julie consiguió reconciliarse con una abuela que no sabía que tenía, segura de que Ruth insistiría para que una de las hermanas saliera contigo. Entonces esperó a una noche en la que estuviera ovulando, concertó la cita, me sedujo, me llevó a casa y se acostó conmigo sin saber si yo usaría preservativo, todo el tiempo con la esperanza de quedarse embarazada.

– Podría pasar -murmuró Todd.

– Haces que me replantee nuestra asociación.

– Miro por tu bienestar. Te conozco, Ryan. Tienes toda esa vena del honor. Lo ocultas, pero sé que está ahí. Mentiste y, aunque estaba justificado y estabas enfadado en aquel momento, odias haberlo hecho. Ahora ella está embarazada y te sientes responsable. No seas estúpido.

– No lo seré.

– Y yo me lo creo. Por lo menos no hagas nada hasta que no nazca el bebé y te hagas la prueba de paternidad, ¿de acuerdo? Puedo recomendarte algún buen abogado.

– Julie es una buena abogada.

– Me refería a un abogado que no fuese a fastidiarte. ¿Estás seguro de que no está en esto por dinero?

– Sí.

– Yo no lo estoy. Ryan, eres lo más cercano que tengo a un hermano. Recuerda lo que ocurrió la última vez. No quiero que te den otra paliza.

– Julie no haría eso.

– ¿Cómo lo sabes?

Ryan no tenía una respuesta. Era algo que sentía, no algo que pudiera demostrar o explicar.

De hecho, Todd tenía cierta razón. Ryan no sabía casi nada de Julie. Era posible que estuviera en eso por dinero. Tal vez fuera un juego para ella. Pero, sinceramente, le daba igual.

¿Qué decía eso de él?

– Ella no es así -dijo finalmente.

Todd negó con la cabeza, y dijo:

– Todas son así.


– ¿Por qué nos reunimos aquí? -preguntó Willow cuando salió de su coche y observó el centro comercial. Como Julie había pedido, había aparcado frente a la tienda de material de oficina-. ¿Hay rebajas en clips o en bolígrafos de colores?

Julie esperó a que su hermana se reuniera con ella en la acera.

– Tengo algo que contarte.

– ¿Ya no quieres ser abogada? ¿Vas a dedicarte a vender al por menor?

– Casi.

– No tomes decisiones importantes ahora, mientras sigues recuperándote de ese bastardo. No merece la pena.

– Gracias por el apoyo.

La pequeña y delicada Willow se mostraba apasionada con todo. Por desgracia, cuando los hombres la miraban, la veían como a una amiga o compañera. Pero algún día el hombre adecuado abriría los ojos y se dejaría conquistar. Julie sólo esperaba que estuviera preparado para lo que le esperaba.

– En fin, tengo algo que decirte -dijo mientras conducía a su hermana hacia la tienda de ropa de bebé de al lado-. Me había reservado un pequeño detalle de mi noche con Ryan.

– ¿Es hermafrodita? -preguntó Willow con una sonrisa-. Porque eso habría hecho que fuese un poco raro.

– Más raro de lo que piensas -dijo Julie, mirándola a los ojos- Me acosté con él.

– Ya me lo imaginaba.

– ¿Qué? ¿Cómo? No dije nada -Julie siempre había pensado que se le daba bien guardar secretos-. Ni siquiera lo dejé entrever.

– No era necesario. Estabas más triste de lo que era necesario, y ése suele ser un defecto mío o de Marina. Pero no tuyo. Así que imaginé que debía de haber una razón. Acostarte con Ryan era la razón más lógica.

Julie suspiró. Sus hermanas la conocían y ella las conocía.

– Estaba esperando que te escandalizaras.

– Me puedo poner así ahora, si eso te ayuda.

– Gracias, pero estoy bien. Aun así, hay algo más -señaló hacia la tienda de bebés.

En esa ocasión consiguió la reacción que había estado esperando. Willow se dio la vuelta lentamente y se quedó de piedra con la boca abierta.

– Estás embarazada-dijo-. Oh, no. ¿Embarazada? ¿De verdad? ¿De Ryan?

– Sí. Fue una noche ajetreada.

– Embarazada -repitió Willow-. ¿Qué te parece? ¿Estás contenta?

– Sí, la verdad es que sí. Nunca antes había pensado en tener hijos más que como algo futuro, pero, cuando me enteré, supe que lo deseaba.

– ¿Se lo has dicho a Ryan?

– Ayer.

– ¿Qué dijo?

– No mucho. Pareció sorprendido, pero luego dijo que teníamos que hablar. Nos intercambiamos las tarjetas.

– ¿Ya está? ¿No debería haber habido más? -preguntó Willow.

– No sé -Julie se sentía inquieta a raíz de su conversación con él, pero no sabía por qué-. No esperaba volver a verme, así que, dadas las circunstancias, se comportó bien. Ya nos encargaremos del asunto cuando tengamos que hacerlo. Le ofrecí la posibilidad de renunciar a sus responsabilidades, pero se negó.

– Así que estáis juntos en esto -dijo Willow.

– Más o menos. Hasta que no haya bebé, no pienso verlo mucho.

– Un bebé -dijo Willow, apretándole el brazo- ¿Estás excitada?

– Sí, lo estoy. Y también asustada. Pero principalmente excitada.

– Seré tía y le compraré regalos, y haré de canguro-dijo Willow, apretándole el brazo con más fuerza -Tal vez estuviera destinado a ser así. Tal vez sea tú…

– No lo digas, por favor. Ryan no es mi destino.

– Pero eso nunca se sabe.

– Lo sé. Ahora vamos. Vamos a mirar cosas para el bebé. Tenemos que preparar una habitación.


– Tu cita de las once está aquí -dijo Leah, asomando la cabeza por la puerta del despacho de Julie- Es mono.

Julie le dirigió una sonrisa a su ayudante, la que compartía con otros dos socios de segundo año.

– ¿Les dices ese tipo de cosas a Mark y a James?

– A Mark no -dijo Leah-. Pero hay rumores sobre James, así que tal vez él esté interesado si no lo estás lú.

– Eres mala.

– Sí, lo soy. En todos los aspectos posibles.

Leah era una abuela de cincuenta y pico años y también una ayudante excelente. Llevaba en la compañía más tiempo que la mayoría de los socios establecidos y se negaba a trabajar para ellos, diciendo que los nuevos la necesitaban más.

Julie miró su agenda y vio que la próxima hora estaba ocupada por un «cliente potencial», como ella misma había escrito. No aparecía el nombre ni el motivo de la cita. Interesante. Normalmente Leah le daba los detalles.

Julie agarró una libreta, un bolígrafo y su agenda electrónica, y caminó por el pasillo hacia el vestíbulo principal.

Cuando llegó a la mesa de recepción, se detuvo tan en seco, que estuvo a punto de resbalar sobre el suelo de mármol.

Ryan Bennett estaba allí hablando con Ethan Jackson, uno de los socios antiguos del bufete.

El no podía ser su cliente potencial. ¿Cómo iba a hacer negocios con el hombre que le había mentido, que se había acostado con ella y que iba a ser el padre de su bebé? Eso no era una vida normal; era el argumento de una película.

No era justo. No estaba bien. Si pensaba que podía meterse en su mundo con un gran cheque, entonces… entonces estaba en lo cierto.

La empresa de Ryan era importante y el trabajo de Julie era ayudar a la compañía. Los socios de segundo año que querían llegar a establecerse no podían rechazar ofertas millonadas por motivos personales.

Julie tomó aliento, trató de no pensar en lo guapo que estaba con aquel traje, se acercó y esbozó una sonrisa.

– Buenos días, Ethan.

Los dos hombres se giraron hacia ella.

– Julie -dijo Ethan-. Bien. Aquí tienes a un nuevo cliente. Ryan Bennett, te presento a Julie Nelson.

– Ya nos conocemos -dijo Julie.

– Cierto -dijo Ryan- Somos casi parientes. Mi tía abuela es la abuela de Julie. Dadas las circunstancias familiares, nos conocimos hace unas semanas. He venido para hablar de nuestro negocio en China -continuó Ryan-. Tenemos varias compañías interesadas en ganar mercado allí, así como algunas que quieren manufacturar en ese país. Espero que tu experiencia nos sirva.

Ethan parecía más contento de lo que Julie jamás lo había visto.

– Entonces os dejaré solos -dijo-. Hazme saber cuales son los progresos, Julie.

– I'or supuesto -dijo ella. Si Ryan hablaba en serio con respecto a sus negocios, tendrían que trabajar prácticamente juntos-. Vamos a la sala de conferencías.

Cuando la puerta de cristal se cerró tras ellos y Julie le hubo ofrecido café y agua, se sentó frente a el.

– ¿De qué va todo esto? -preguntó en voz baja y con expresión controlada. Esa sala en particular tenia casi todas las paredes de cristal. La había elegido deliberadamente, para verse obligados a mantener las cosas a un nivel profesional.

– Ya te lo he dicho. Cuando cenamos, mencionaste que hablabas mandarín. Me pareció buena idea.

– ¿Estás tratando de engañarme? -preguntó ella secamente- ¿Pretendes ocupar horas valiosas de mi tiempo y del de los demás socios para echarte atrás al final? Pienses lo que pienses, no me quedé embarazada a propósito. Si tu plan es hacer que me despidan, ya puedes olvidarte. Soy una de las mejores abogadas con las que te encontrarás y no dejaré que estropees las cosas.

– ¿Es eso lo que piensas? ¿Que hago esto para engañarte? ¿Que se trata de una broma?

– No sé. Fuiste tú el que decidió que merecía aprender una lección. ¿Por qué no debería pensar lo peor?

– ¿No se te ha ocurrido pensar que esté aquí para hablar de negocios? ¿Que he aceptado que lo que hice estuvo mal y que, aunque me he disculpado, eso no cambia nada? ¿No se te ha ocurrido pensar que estoy tratando de hacer más fácil la situación para los dos, sobre todo para ti? Necesitamos un buen abogado. Todd y yo estábamos hablándolo y pensé en ti. Nada más. No hay planes secretos.

– Quiero creerte -dijo ella.

– Pues inténtalo. ¿Julie, por qué iba a querer engañarte? ¿Por qué iba a querer hacerte más daño? Sé que es difícil que te lo creas, pero soy un tipo bastante decente.

– Me mentiste.

– Sí, lo hice. Me equivoqué al juzgarte. ¿Nunca te ha pasado?

– Quizá.

– No puedes seguir huyendo de mí.

– Dado que estás sentado delante de mí -dijo ella-, no estoy huyendo.

– Ya sabes lo que quiero decir. Mira, estoy aquí para que ayudes a mi empresa. Sólo negocios. Lo he comprobado y eres buena en lo que haces. Necesito a alguien bueno. Si, mientras tanto, tenemos la oportunidad de llegar a conocernos, ¿no sería mejor?

– Supongo. Si eres sincero con lo del negocio…

– Lo soy.

– Entonces hablemos.

– De acuerdo.

Ryan sonrió. No debería haber significado nada. Los hombres sonreían todo el tiempo. Pero había algo en la sonrisa de Ryan, en cómo la miraba a los ojos, como si tuviera toda su atención. Hacía que le temblasen las piernas, y ni siquiera estaba levantada.

– ¿Sigue en pie la oferta del café? -preguntó él.

– Claro. ¿Cómo lo tomas?

– Solo.

– Muy típico de los hombres -dijo ella, poniéndose en pie.

– Por supuesto. Vamos. Admítelo; no me tendrías ningún respeto si te pidiera tres azucarillos y una nubecita de crema.

– Tienes razón -dijo ella, riéndose-. Enseguida vuelvo.

– Iré contigo.

– No es necesario-su plan era escapar durante un minuto para poder recomponerse. Si iba con ella, le irsultaría complicado.

Pero no había manera educada de decir que no, asi que lo condujo a la sala del café y agarró una taza limpia de la bandeja.

– ¿No tienes empleados? -preguntó él.

– Sí, pero prefiero no perder su tiempo con recados. Los otros dos socios con los que comparto a mi ayudante no están de acuerdo con mi postura. Pero a Leah le caigo mejor yo.

– De eso estoy seguro.

Volvió a sonreír, y Julie se encontró a sí misma absorta en aquella imagen. Por desgracia, estaba sirviendo el café al mismo tiempo, de modo que, cuando la taza estuvo llena, el líquido ardiendo se derramó por los lados y cayó en su mano.

– ¡Ay!

Dejó la taza en la mesa y agitó la mano. Ryan se puso a su lado y la llevó al fregadero. Colocándose tras ella, le tomó la mano lesionada y la puso bajo el grifo.

– No sabía que fueses tan torpe -dijo él.

– Normalmente no lo soy.

No lo era. Simplemente estaba distraída.

Él estaba justo detrás de ella, presionándola con el pecho, haciéndole sentir su fuerza y su calor.

Julie sentía sus dedos en la mano, su brazo presionándola. Estaba inclinándose hacia delante, colócando su cara justo a su lado.

Si se giraba levemente, sus bocas estarían a centímetros de distancia.

Deseaba besarlo. No importaba el odio que sentía hacia él. El deseo seguía creciendo en su interior.

Sólo un beso. No tenía por qué durar mucho. Sólo dos bocas juntándose, dos lenguas, dos cuerpos…

Liberó la mano y se echó a un lado.

– Estoy bien, gracias.

Sacó una toalla de papel de la cesta y se secó la mano antes de limpiar el café derramado. Tras tomar una botella de agua para ella, regresaron a la sala de conferencias.

Estaba tremendamente excitada y se sentía patética. ¿Cómo podía Ryan haberle hecho eso con tan sólo una noche de pasión? Claro, había sido una gran noche, pero ya había tenido grandes noches antes.

Bueno, no tan grandes. Pero aun así.

– ¿Por qué no me explicas lo que tienes en mente? -preguntó, agarrando un bolígrafo tras sentarse.

Ryan comenzó a hablar del negocio. Julie tomaba notas, pero no estaba escuchando realmente. ¿Cómo podía estar él tan ajeno a lo que acababa de suceder? Sería horrible si la atracción fuese unidireccional. La vida no podía ser tan injusta.

– Ofrecemos capital a las empresas y cobramos un interés alto. El objetivo es sacarlas al mercado, pero, si eso no ocurre, las vendemos. Ahora mismo hay tres empresas con las que necesito ayuda. Dos de ellas quieren hacer negocio con China, mientras que la otra es perfecta para manufacturar allí. Supongo que tienes contactos en China.

– I'or supuesto-dijo ella con una sonrisa-. Personales, así como profesionales.

– ¿Quieres explicarme eso?

– Teníamos una vecina cuando era pequeña. La señora Wu había sido profesora. Se jubiló y se dio cuenta de que se aburría con tanto tiempo libre. Nos enseñó mandarín a mis hermanas y a mí. Yo era la unicá verdaderamente interesada. Cuando estaba en el instituto, me llevó a China con ella a visitar a su familia. Regresé durante los dos veranos siguientes y pasé un semestre allí durante la universidad.

– Impresionante.

– Gracias.

– ¿Y ahora qué? – preguntó él -. Querrás información específica sobre las compañías.

– Claro. Y también quiero saber lo que has hecho, si es que has hecho algo, para establecer relaciones con China. Trabajaremos en un acuerdo de retenciones, y mi tiempo se cobrará en periodos de cuartos de hora.

– Me parece razonable.

– Querré una suma sustancial de entrada.

Pediría más de lo que pedía la compañía normalmente, principalmente para cubrirse las espaldas.

– Sigues sin confiar en mí -dijo él.

– Estoy dispuesta a darte el beneficio de la duda, pero no estoy dispuesta a ser estúpida.

– Me parece justo. Todd y yo somos los dos hijos únicos. Pasamos mucho tiempo juntos cuando éramos pequeños. Somos como hermanos.

– Ya me sé esa parte. Es por eso por lo que aceptaste hacer su trabajo sucio.

Ryan la ignoró.

– Crecimos con dinero. Desde que éramos adolescentes, siempre había chicas dispuestas a hacer lo que fuera por acercarse. No estaban interesadas en nosotros, sino en nuestro dinero.

– Me niego a pensar que todas las mujeres que has conocido ignorasen quién eras en realidad y se fijaran sólo en el dinero.

– No todas, pero las suficientes. Dadas las circunstancias, sabiendo lo que nuestra tía te había prometido, era razonable pensar eso de ti.

– Sé lo que parece, pero no es así.

– Te creo. ¿No puedes hacer tú lo mismo? ¿No puedes entender por qué Todd y yo sospechamos que tú no eras diferente?

– No sé. Tal vez. Pues no haber ido a la cita. Haberte negado. Engañar a una extraña para enseñarle una lección por todas las mujeres que has conocido no está bien.

– Lo sé. ¿Pero puedes verlo desde mi punto de vista?

– Sí, tu infancia fue muy trágica. Pobres niños ricos, deseados por todas por las razones equivocadas.

– No eres fácil.

– No trato de serlo. He dicho que trataré de entender por qué pensaste lo peor de mí y aceptaré tu disculpa por lo que hiciste, pero eso no significa que lo apruebe o comprenda tu reacción. Sigo sin confiar en ti.

– Tendrás que intentarlo. Seremos una familia.

– No según cualquier definición que se me ocurra. Seremos padres de un bebé. Eso no nos convierte en una familia.

– Puedes llamarlo como quieras -dijo él-, pero tener un bebé en común nos convierte en familia. Todo ha cambiado, Julie. Aquí hay más en juego aparte de lo que podamos sentir. Hay una tercera persona. Nuestro hijo se merece lo mejor. Por eso pienso que deberíamos casarnos.

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